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HISTORIAS DE EDMUNDO FLORES tenia un talento especial para fastidiar a los dems sin qi fastidiaran a él, ‘Como no habiamos dormido debido a los golpes y ¢ Via, yo me senté en una de las bancas tranquilamente y me mf. Me despertaron las carcajadas y el ruido que hacf demés, que al notar que dormfa con los ojos semiabiertos dieron que tenia los ojos de tostén con cero siete veinte la proporcién de plata que llevaban entonces unas mone cincuenta centavos recién acufiadas. Llegamos a Acap pasamos una semana feliz, nadando, pescando, sacando ¥y comiéndolas con limén y jugando en la playa Mientras tanto, mi madre, que primero habia hipot después vendido la casa de la Colonia del Valle, rent6 un cioso departamento en la Colonia Roma, en las calles Luis Potosi, del que subarrendaba un cuarto amueblad prosperos tiempos de don José L. habfan concluido y. poco mi madre fue empeftando y vendiendo las joyas y finas que él le habfa dado. Mi tia Magdalena, mientras t caso con Domingo Chavez, novio suyo de varios afios y de una pequefla fundicion que le petmitfa vivir bastante Mi tfa Concha desapareci6 y jamés volvi a saber de el pues, como yo vivia en Chapingo, mi madre qued6 sola trabajando como mecanégrafa en la Secretaria de Agri y Fomento. CAPITULO V PRIMER AMOR E INTENSO APRENDIZAJE Epoca entr6 en mi vida Josefina Vicens, a quien todo el Jlamaba la “Peque”, por pequefta y frégil. La vi por pri- tres afios antes en la Colonia del Valle, en una de las aque siempre habia en casa. Ella debe de haber tenido 20 yo 13. Me impresioné porque en un momento dado be- copa de tequila de un solo sorbo, inclinando la cabeza ite hacia atrés, con enorme estilo, como Erich von en La gran ilusidn, Al cabo de varios tequilas la llevé mnara de mi tia Magda con una borrachera sensacional. Dprimera vez que la cuidé en esos trances. ia ver cuando yo ya estaba en Chapingo y mi madre el departamento de las calles de San Luis. La recuerdo lanca, casi sin maquillaje, con pecas casi invisibles, de afio, cejas tupidas, facciones finas y expresivas y la- s, sus manos, de largos dedos, eran muy delicadas. en forma contundente, asertiva; vestia trajes sas- jeras y, en general, ropa de herofna de pelicula fran- Ja encontraba muy atractiva, aunque los amigos de ‘a quienes les ensefié su retrato no coincidfan conmi vez Peque habfa pasado la noche en casa, luego de que se prolongé hasta la madrugada. Después de de- G cuando mi madre se fue a su trabajo, nos quedamos comedor y hablamos de un libro de Julio Verne que Recuerdo vivamente la mesa lena de migajas, quiz ]0 atreviendome a miraria a sus ojos cafés e intensos, 114 HISTORIAS DE EDMUNDO FLORES PRIMER AMOR E INTENSO APRENDIZAJE 115 protegidos con tupidas pestafias negras, permaneci con la visi clavada en el mantel, evasivamente. Peque me miraba en forma penetrante que me desconcertaba y hacia que se me ag lerara el pulso, Muchos affos tardé en inmunizarme ante forma de mirar, y s6lo lo logré a medias después de acv. que asf suelen mirar los miopes. Esa vez Peque dijo que yo muy inteligente, cosa que a nadie antes le habia crefdo y decido tanto. Un sébado que legué de Chapingo me encontré con buena nueva de que Peque se habfa cambiado al cuarto q rentaba mi madre, al que llevé libros y cuadros de pintores m xicanos jévenes, entre ellos uno de Juan Soriano que present a una nifia recostada mirando una gran canica, cuadro del qu me hubiera gustado ser duefio, Comencé asf a compartir eg ella, a veces abierta y otras furtivamente, un periodo de inte so aprendizaje alimentado por libros que me parecfan e) dinarios, de los que recuerdo las Canciones de Bilitis de Pie Louys, El Satiricén de Petronio, El amante de Lady Chatter de D. H, Lawrence y El rojo v el negro de Stendhal. Vi ento ces también pelfculas tan sensacionales como Muchachas uniforme y la Juventud de Méximo, Ademés, Peque tocabal guitarra y cantaba las canciones de Guty Cérdenas y miisig popular. Muy en el fondo, en secreto y a sabiendas de que e absurdo, le atribufa ser la autora de algunas de esas cancione Lo mis significativo para m{ era que me trataba como adult me hacfa preguntas que denotaban un interés en mi que i més alla de mis calificaciones y estado de salud y, mds impa tante aun, me escuchaba durante largas conversaciones en que yo experimentaba, por fin, la dicha de haber hallado a guien que me entendiera, un ser de mi misma especie. Fei intensamente, me enamoré de ella. El padre de Peque era un espafiol, prospero duefio de fabrica de ron lamado Habanero Ripoll; su madre era de Ti basco y tenfa otras cuatro hijas convencionales, no Peque. Vivian en la Colonia Roma con la holgura de la peqt urgues{a. Pese a muchas protestas familiares, Peque habia sndonado hacfa poco la casa de su familia y trabajaba como aria de Accién Femenil en la Confederacién Nacional impesina, con Le6n Garcia y Ram6n Bonfil, politicos agra- de quienes més adelante me harfa amigo. Peque se com- sa en coquetearme y hacerme sonrojar. Una noche, en un de chinos frente al Cine Roxi, le dijo a mi madre que yo la eaba con las piernas por debajo de la mesa; el hecho era fal- ppero la acusacion me hizo desear que me tragara la tierra. otra ocasion, en la azotea, cuando tomdbamos un bafio de ‘quiso comparar el color de sus piernas con el de las m{as. Ja comparacién juntamos nuestros muslos y yo sufrf terri- mente para ocultar o disimular mi inmediata ereccion. Por tun dia yo tomé la iniciativa y en cuanto mi madre se fue al bajo me metf en su cama, Ella dormfa de lado y le toqué la ida con la lengua, Despert6, volvié a verme y con voz se- tora me pregunté qué hacfa, Estiipidamente traté de expli- jo refiriéndome a Darwin, a Mendel y a una clase de gené- gue tomaba en Chapingo, en la que el profesor, bueno por fo, era Edmundo Taboada. Por supuesto, después de mi pa- sa explicacién no pude seguir adelante, aba a Peque con un conflictivo amor leno de timideces ontradicciones que me turbaban profundamente, amor ati- 9 por la indigestién de novelas rosa mezcladas con un poco Vargas Vila, Alejandro Dumas hijo y Stendhal; por el re- do del contacto con los senos y caderas de mi Peque, y por os furtivos besos htimedos. Recordaba como Julian Sorel, roe de Stendhal en El rojo y el negro, se torturaba dicién- asf mismo: n el instante mismo en que den las diez cumpliré lo que, inte todo el dia de hoy, me he prometido hacer esta noche, biré « mi cuarto a pegarme un tiro.” © que Julién se habia prometido era acariciar por debajo “Ia mesa la mano de Madame de Rénal, su amada. Yo ni si- sabia lo que esperaba, deseéndolo todo sin concretar y 116 HISTORIAS DE EDMUNDO FLORES deseando al mismo tiempo no volver a verla jamds. Mi mag not6 mi extrafia conducta y ello me hizo observar una condy ta todavia més extrafta, Las fiestas en casa ocurrian continuamente gracias a la ex tencia ilimitada de Habanero Ripoll que Peque conseguit ng cémo, probablemente usando el crédito de que gozdbams g el tendero de la esquina, A veces las celebraciones comerzah en la azotea del departamento, en la sala, en la Villa de Guad lupe o en donde fuera, pero indefectiblemente terminaban casa con los asistentes tumbados en el sitio que mejor les p cfa, cuando su estado les permitfa elegir. Mi madre siempre gaba a su cama; pero muchas veces yo llevaba a Peque @ suya. Una noche, después de tramarlo mucho, la deposité su cama, me acosté junto a ella, y estaba a punto de hacerle amor cuando mi madre se present6 en bata, con Ios ojos dos, y arm6 un tremendo escindalo. Insult6 a Peque, n acus6 de violar la santidad del techo materno y, furiosa, m mandé a mi cuarto, al que me fui décilmente llorando a ca de Ja maldita interrupeién, mientras ellas continnaron rel do no sé por cuénto tiempo més. Pocos dias después Peque anuncié que se iba a casar, lo gt para mf fue el acabése. Posefdo de una terrible furia fui a cuarto e hice pedazos sus libros favoritos. El dia que s° robé a mi madre una cantidad destinada a refrendar una t quina de escribir empefiada en el Monte de Piedad e invité a amigo el “Chango” a emborracharnos; mientras lo hacfamo conté en detalle mis desventuras, que no entendid, Enton Horé en su hombro. Fuimos después a dormir con unas put La que me tocé tenfa la misma forma de cabeza que Peq eso hizo que yo llorara mds y le pagara mas de lo convenido, Al dia siguiente, bajo los efectos de la cruda, cuando iba mino de Chapultepec, se me ocurri6 suicidarme, Tal vez idea me Ia sugirié el Angel de la Independencia, con sus ine gruentes senos, y el cual observado desde abajo se ve a pi de caérsele a uno encima, Aprovechando que unos turistes PRIMER AMOR E INTENSO APRENDIZAJE 117 ,, me colé entre ellos, y, cuando por fin llegué arriba, espe- mpacientemente que me dejaran solo. Cuando se fueron tuna pierna por el barandal y pensé: si miro para abajo no hhago; vi después los volcanes lejanos y entonces, sin poder iarlo y con una pierna colgando en el vacio, miré hacia abajo. olvidaré Io que vi, Debe de haber sido verano porque , en la acera que rodeaba el monumento, caminaba un inte que me parecié extraordinariamente cabezén debido sombrero de carrete. Empecé a temblar convulso y me ale- He ahf histérico. Jos pocos dfas fui a Acapulco con Pablo Diaz en un ca- in Flecha Roja, En Acapulco me emborraché diariamente y hhice amigo de una puta de ojos verdes, ex novia de Pablo , 1a que lamaban la “Culebra” por sus notables y ritmi- fondulaciones de caderas, hombros y todo lo demés. A las © tres de la maftana, cuando salia del cabaret, fbamos a la , en donde me asesoraba gratuitamente, paciente a veces, nada otras, en los principios elementales de su profesién. de esas sesiones naddbamos en el mar, nos quitabamos la del cuerpo y dormfamos hasta el amanecer. Después tba- fl mercado a desayunar frutas tropicales, ceviche y pican- jevos rancheros con frijoles y tortillas martajadas, fecién entrada la noche, antes de ir a la zona roja, paseaba la plaza central de Acapulco. A dos calles, frente al mar, es- el Hotel de la Marina, el mejor y més caro, que tenfa aire dicionado. Las famosas orquestas, de Riestra y de Girén, an alli, y muchas parejas elegantes y seguramente felices ban. ¥ yo los miraba desde afuera con amarga envidia. ma mafiana desperté con una altisima fiebre que result6 ser Mismo y no sifilis, como temfa. Me llevaron medio muerto Giudad de México, a casa de mi madre. Estuve enfermo cer- tres meses, durante los cuales descubri a Freud en la Psi plogia de la vida cotidiana que Peque habsa olvidado después de su matrimonio dej6 el cuarto que le rentaba Madre, Lei ademés El materialismo historico de Nicolds Bu- 18 HISTORIAS DE EDMUNDO FLORES Jarin, que no se cémo lleg6 a mis manos. Estos dos libros eg binados tuvieron el inesperado efecto de acabar con mi fe Dios, que en San Borja habja sido ya resquebrajada. Bujarin’ refiere a las “explicaciones” religiosas como sigue: “Un economista burgués muy inteligente, Bohm-Bave da el siguiente ejemplo: supongamos —dice— que yo he sentado una teorfa para explicar el Universo, la cual consiste en un miimero infinito de diablejos, cuyos retoreimientos y contorsiones producen los fenémenog de la naturaleza. Estos diablejos —aflade— son invisibles e inaudibles, no pueden ser percibidos por el sentido del olfato, ni cogidos por las colas. Desafio a cualquiera a que refute esta teorfa. No puede ser refutada porque yo la he fortificado estableciendo la invisibilidad e intangibilidad de estos diablejos; cualqui puede reconocer que esto es una engafiifa por la simple raz6n de que no hay pruebas de la exactitud de tal concepcién.” Este simple argumento me parecié contundente y nunca olvidado el efecto que tuvo en mi. En plena convalescencia volvi a Chapingo y me dediq ponerme al corriente en mis clases para recuperar el allo casi habia perdido. 1 Nicolds Bujria, £1 matefalismo histérico, Empresa Béitoial Zaza, sfp22. CAPITULO VI ENCUENTRO CON LA ECONOMIA AGRICOLA | 1937 solo ingresaron sesenta noveles debido a que, segin J utoridades de la escuela, en 1936 habfan entrado dema- pero en realidad por dificultades econémicas del pats. iniciar los cursos los alumnos de cuarto afio debfamos esco- F una especialidad: parasitologia, fitotecnia, irrigacién, z00- , bosques, pequefias industrias o economfa agricola. La fgozaba de mayor prestigio era irrigaci6n, y allf iban a dar "que manejaban bien las matematicas; la menos prestigiada conomia, considerada como la “tabla de salvacién de los micjos”. La mayor parte de mis amigos: Horacio Aburto, jmnso Delgado y el “Chango” Campos Bravo, se inscribie- ‘en parasitologia; Pablo Dfaz opté por irrigacién y Roberto ez escogid bosques. Yo estuve indeciso unos dias hasta ‘me inscribi en parasitologia; pero cuando en alguna cla- pdieron que dibujara insectos vistos a través de un mi- , para lo cual era inevitable tocarlos, me causaron profundo asco que, sin pensarlo ms, me cambié a econo- {, Casi no conocia a mis compafteros de especialidad, pero ograma parecfa atractivo, Asf comencé a estudiar econo- politica, primero en el libro Principios de economta polt- ide Gide y Rist, y después en el Segal, moneda y bancos, mpart{a Gustavo Martinez Cabafias, buen profesor, por j ¥ sociologia rural, a cargo de Rodrigo Garcfa Trevino, ‘materias ffciles eran mecénica general, que trataba el

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