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Ciudad Cero

Una revolucin.
Luego una guerra.
En aquellos dos aos que eran
la quinta parte de toda mi vida,
ya haba experimentado sensaciones
distintas.
Imagin ms tarde
lo que es la lucha en calidad de hombre.
Pero como tal nio,
la guerra, para m, era tan slo:
suspensin de las clases escolares,
Isabelita en bragas en el stano,
cementerios de coches, pisos
abandonados, hambre indefinible,
sangre descubierta
en la tierra o las losas de la calle,
un terror que duraba
lo que el frgil rumor de los cristales
despus de la explosin,
y el casi incomprensible
dolor de los adultos,
sus lgrimas, su miedo,
su ira sofocada,
que, por algn resquicio,
entraban en mi alma
para desvanecerse luego, pronto,
ante uno de los muchos
prodigios cotidianos: el hallazgo
de una bala an caliente,
el incendio
de un edificio prximo,
los restos de un saqueo
papeles y retratos
en medio de la calle...
Todo pas,
todo es borroso ahora, todo
menos eso que apenas perciba
en aquel tiempo
y que, aos ms tarde,
resurgi en mi interior, ya para siempre:
este miedo difuso,
esta ira repentina,
estas imprevisibles
y verdaderas ganas de llorar.
ngel Gonzlez: Tratado de
urbanidad(1967)

A CONTRATIEMPO
Este poema tiene un son
que no es el suyo. Imaginad
que estamos bailando un bolero.
Pero la msica que suena
yo no la oigo: es otro ritmo,
otro comps, el que yo llevo.
Bailo a destiempo, a contratiempo.
Mi pareja se queja porque
la estoy pisando. Cmo puedo
decirle que escucho una msica
que ya son o no son nunca?
Nos sentamos. No nos miramos.
(No nos veramos).
El son
de este poema no es el suyo:
llevamos msicas distintas.
Por eso el baile es imposible
y debo desistir.
Jos Hierro, Cuaderno de Nueva York

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