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Alberto Flores Galindo BUSCANDO UN INCA: IDENTIDAD Y UTOPIA EN LOS ANDES Instituto de Apoyo Agratio oad cartreto u | ANEXO 2 ai conecio DE CACIQUES (INGRESANTES) LA REVOLUCION TUPAMARISTA Y LOS PUEBLOS ANDINOS Se Bx eot bauer eacns 1979: 1680; SRE Amaro: “Ser mitolégico, en for rma de toro, que precede a husi- fos (avenidas torrenciales),,y {que pasa sembrando la desoli- ‘iin la muerte”, ‘Candis Carpenb, Diccionario Folklérico del Perd, p. 15. ignoranc io. En efecto, si lo que empieza con el ajusticia corregidor deriva en un movimiento de masas répida- propalado por todo el sur andino, quiz una parte Ta explicacton puede enc: mntecimiento aparece como la culminacién 0 el punto més 10 de un prolongado ciclo de rebeliones que convulsionan a todo un siglo. En 1780 la revolucién tupamarista F Estas rebeliones son en su mayorfa simples motines es 12 mds ambiciso de ‘oleae a ‘apie a pontineos, de muy corta duracién, por lo que si se afade ef ado, a Cubresrama politico, De haber triun- aislamient yue transcurren, igico que sepamos po- predominaria et Bi capital del Peri, la sierra co sobre sus Iideres, su organi ‘, en cierta medida, el Gescendertan de ta wrston cries eomaniet sustento ideolégico que las acompaiié, Pero junto a estos he- nial el indio yu cultura no abrir ao oe hos, ocurren otfos movimientos de mayor envergadura, que sido me- Tegan a perturbar significativamente la vida econémica y nospreciados. Por qué no tru der a esta orGgunta se roquiers confor bigs de tna regién, como sucede en 1750 y 1783 en Hun- ideas con los hombres, 7 rochiri: con propiedad, se trata de rebeliones. En algunas, Prdctica. Jos escenarios son predominantemente urbanos: protestas con- carrTuo calidad en Arequipa, Cusco 0 Hi ra. cit res casos fechados alrededor” lel afic ‘0. El ca aod en aunque en Puno y en el altiplano boliviano se prol asta jlo de 1783: fecha dela muerte de Dice Cristal Tipac Amara, Pero Ia derrota no quita la calidad de revo- lucionario a un movimiento. En t sélo indica frustracién colectiva fist ee Renniendo recopilados en diversas investigacio- nes podriamos izar un total de 198 alzamientos en el rea andina, di de la siguiente manera: 10 en Ecua- dor, 107 en Peri y 11 en ! en Eeuador como én Bolivia la realidad sobrepase a esas ta. Gras cantidades y que la excesiva concentracién de movi- ientos en territorio peruano sélo sea a Ia acucio- sidad mayor en las investigaciones histéricas, que en defini. tiva tienen el nombre propio de Scarlett O'Phelan, En el 1A REVOLUCION TUPAMARISTA Y LOS PUEBLOS ANDINOS it interior del Pers, los movimientos tienden a intensificarse a medida que transcurre el siglo, Un rapido recuento basado cen las investigaciones de O'Phelan y Jurgen Golte atroja los signientes resultados: 1730-39 10 1760 ~69 » 1740-49 5 1770-79 ca 1750-59 a sino a Ja mejor calidad de Jas fuent a Ta presencia de observadores mas cuidadosos, a cualquier otra citcunstan- cia azarosa. Ademés, ningin movimiento es por definicién equiparable a otro y sumarlos puede principio do cambios cualitativos en la comp cial que ellos abarcan. Paralelament do, del norte del virreinato hacia el sur: vineias de Cusco, Arequipa, Apurimac y Ayacucho suceden 61 de los 107 movimientos anotados en cincuenta afios, Uni- camente en la década de 1770 ocurten nueve atentados con- tra corregidores cusqueiios. El sur es uno de los espacios més densamente poblados, un drea definidamente indigena, donde ademas pareciera que el tréfico comercial tendié a in- crementarse en la segunda mitad del siglo, junto con Ja pro- duceién minera, Estos hechos enmarean un proceso, aunque de ninguna manera agotan su explicacién, La revolucién tupamarista, sin embargo, no es sélo la culminacién de un cielo, En ciertos aspectos es una excep- 2, Franco Venturi, Lov populisias russ, Madrid 1975. T. 1, p. 53. oe ee revisto. iz4 la complejidad del movimiento tupamari i. aque en que conté desde un inicio con una shaming nee Conjunto definido de dirigentes y un chat. En este sentido, los elemento eons fad histérica desempefiaron un papel deci lonialismo y la aristocracia limes, Tipac Amaru eshond oq Programa que podria resumirse en tres puntos centrales, 2) La expullsién de Jos espai los espaiioles o de los chapeton: como acostumbraba decir despctivaments io bactiey oa taurarse la monarquia incai dlescendientes de la aristocracia cidn de cambios sustanti licién de aduanas y alcabal was y alcabalas, libertad de comercio, El pro. grama reclamaba el liderazgo de los curacas y los nobles incas. Pero para que estos pudieran s6lo del apoyo campesino, sino tambie sectors sociales, en especial dels ppensaba conformar un nuevo “ ; m expo politico”, en el que con- Vivieran arténicamente riollos, mestizos, news can Fompiendo con la distineiin de castas y gonerando solidar, sieges entre todos aquellos que no fuetan expaio- Drograma tenfa evidentes fi amar un movimiento nacional, = °° # 98° Pedsamos ‘Tépae Amaru IE {LA REVOLUCION TUPAMARISTA ¥ LOS PUEBLOS ANDINOS. 13 EI principio que podria permitir unir a todos los coloni- zados contra Espaiia era la idea del inca: prinei dor que permitirfa superar el caos y la noche instaurados desde Ia conquista, En el siglo XVIIT el inca no es una no- cidn abstracta, Existian descendientes reales 0 supuestos di Ja aristocracia incaica, se los podia ver en las plazas pal cas y en las celebraciones. Uno de ellos era José Gabri Condorcanqui Téipae Amaru. Algunos historiadores y antro- pélogos han pensado después que Tipac Amaru (0 ‘Thupa ‘Amaro, para atenerse literalmente a los documentos) era un seudénimo asumido por el lider para utilizar las resonancias mesiénicas del nombre: el amaru es la divinidad subterré- nea, que emerge de Jas lagunas en Ja figura de un toro sal vaje, que anuncia cataclismos, desborde de rios y en particu: lar esos aluviones de piedra y lodo que en las épocas de lluvias, entre noviembre y abril en Ia sierra (los meses de gran rebelién cusquefia precisamente), caen de los cerros arrasando con todo aquello que encuentran en su trayecto- ria, Pero ocurre que el curaca de Tungasuca mente asi, que ese nombre figuraba en su mo por ser descendiente legitimo de la fat lengo se remontaba directamente, generaciones ate pac Amaru I, el iiltimo junto a los preparativos ‘eanqui por los. pueblos fue la antesala del alzamiento fe él y los Betancourt para que Tupac Amaru se trasiadara a Lima, Era el aio de ITT, repérese en el mimero por lo que después diremos. Por qué sucede una revolucién en Cusco el aito 1780% Si bien no se traté de un movimiento ditigido por los campe- sinos, es innegable que sin la intervencién masiva de ello Tubiera sido imposible aleanzar la vastedad geogréfica que ‘tayo: Gnicamente en los cuatro meses que el moyimiente fue conducido por Tipac Amaru IT, los rebeldes desde Tints ‘marchan al Cusco, luego hacia Cailloma, de alli a Lampa y wis tape He (0 FIM ae caPrruto mi finalmente de muevo sobre Cus. {i Sunto cn las simpatias que el movimiento desperté fento desperté entre dos artesanos de Ia ciudad, obliga a inclirlo junta con seat evoluciones populares que como la Fronda en Francia, co. La. participacién campesi- el movimiento catalién, luego indicaremos, el camino que se prop: Golte en su libro Repartos y rebeliones.* El esquema de Golte es uso seguir Jurgen y el capital comercial dades politicas y jueces 3. Gol Jurgen. Reprtry rebeliones, Lima, Ia Peruanos, 1980." Reparos y eriticas a cate , meas de Serett OPhelan, pr pina, N° MBO el ext tao {LA REVOLUCION TUPAMARISTA ¥ LOS PUEBLOS ANDINOS us ue éstos tenfan de repartir (es decir, obligar a adquirir) mer- caderias a los indios. Se forma asi una cadena que comen- zando con el gran comerci i i mina en el indigena, tenien- termediario, especie de indispensable visagra, al las deudas que éste se ve obligado a contraer para aleanzar el cargo aseguran el funcionamiento de un sis- ‘tema que, segin Golte, deriva en una persistente extraccién de excede las reas rurales. Los campesinos que s0- pportan el flagelo de los repartos acaban a su vez endeuda- dos, por lo que muchas veces se ven obligados a migrar 0 “vender” su fuerza de trabajo en minas, obrajes y haciendas, El reparto genera, asi, tanto un mercado de bienes como un Otza conclusién igualmente importante es termina siendo un camino de erosién de la lcional por el que pareciera realizarse una es- pecie de “proyecto burgués”. Aparentemente existe una correlacién estrecha entre re- beliones y lucha contra el reparto: 77% de los movimientos implicaban por lo lonialismo pero también al progreso, valente de Ia Iglesia, pero el lector puede tener la sensa- ccién que las mostrar el mecanismo de las rebeliones, la correlacién que establece semeja un razonamiento mecénico, porque en de- finitiva son entendidas como simples reacciones ante la ex- plotacién. La hist sociales elaboré, como epidemias = ‘que podria aiiadirse para el caso andino, se- _ POBLACION INDIOENA , ma, Tsu de Etudios Pee asimila a la imagen tirénica del antiguo Egipto y los india: ros con el pueblo elegido en busca de su tierra, de su pro- pio pais, a la espera del mestas como en el Antiguo Testa- mento, Imégenes de la tradicién judeo-cristiana que vienen fen auxilio de una concepcién que es en definitiva auténo- ma, Para poder admitir que la “corona” se vuelva “mascai- pacha” hace falta no s6lo que Ia explotacién se tome inso- portable, sino que ademés los rebeldes encuentren, sustento y explicacién sus actos en una cultura, en una concepeiéa del mundo propia, elaborada a lo largo de muchos afios na- vegados contra la corriente dominante.* ‘EL mundo cultural indigena habia penetrado con resolu .gen del Sefior de los, Temblo- nas y recoge esa combinacién ltura indigena no es menos Un noble cusquefio ~pasando a otro do tan importante como un noble his 1718 recuerda, con evidente ostentacién, tre don Martin de Loyola, gobernad 6 308-324. ', José Tamayo. Historia del indigenismo cusquefio, Lima 1980, pot. 120 carrruto my Borja. Este hecho se comprende mejor si consideramos que durante el siglo XVIII se forma un niécleo d como los Betancourt y los Sahuaraur: (Jauja), Choquehuanes (Puno), tar su genealogia a Ja nobleza incaica, redinen referencias so: bre sus antepasados, muestran ingeniosos escudos y pueden hacer todos estos alardes ‘@ que, como los Tépac Ama: tu, tienen el poder econémico suficiente para gastos. Entonces, el poder de la aristocracia tuna dédiva de los espatioles por el hecho de oficiar como ait= toridades provinciales, sino que se deriva en parte de las fortunas que aleanzaroi indo en el comer- Ia conduceién los pocos alumnos que sn a pensar que en la ma; andinas. Tiipae Amara 31, conociendo los Coment nto con los espatio ignorar los aportes occidentales, se sienten diferentes. Llano Zapata se asombra ante esos curacas de Canta y Lurin que s taban de su descendeneia de la rama imperial. Don Cris bal de Apoalaya, en 1725, representaba en la fiesta de pro- lamacién de Luis T al inca Lloque Yupanqui ataviado con xeliquias y joyas familiares. “Les caciques Apoalaya” en Actas y tr ‘ongreso Internacional «de Amnericonsts, seo Mostajo, “Los Choquihuancas hae tala época de Téipac Amaru”. Op. cit. [LA REVOLUCION TUPAMARISTA ¥ LOS FUEBLOS ANDINOS 121 aQué es lo que ha ocurrido? No es sélo un problema de la élite indigena. La vieja situaciin de subordinacién de la reptiblica de indios respecto de la que reposaba en la equi- 7 pe por todas partes”, {el camino para que alguien pensara en invertir fun- les. pretendidamente tan inamovibles como los “pies” y Ia “cabeza”, cambiando e! mundo de abajo por el de arriba, subvertiendo la realidad. Pero todo esto es demasiado general: hace falta precisar las fases por las que pasa el re- nacimiento cultural nativo y dibujar su expansién en el espa tos y descubrir los mecanismos de propagaciin, Tarea ar- ituada al silencio y AL, Javier Tord, “Sociedad colonial y fscalidad”, en Apuntes, 1977, pp. 3-28. 122 {LA REVOLUCION TUPAMARISTA ¥ LOS PUEBLOS ANDIXOS 123: i 0 efi de indigenas, no pagaban la alcabala, disputan el reducidoc ise on ornare ae moat oo Sb pe certs no 6 ©0, pero sobre todo en Oruro, La Paz y Arequipa, especial: ‘oponen por Jo tanto al reparto; cuando ademas de come mente entre 1750 y 1790, ¢Expresién sélo del aumento en ciantes son también curacas, se encuentran en mejores con- los repartos? Es cierto que el comercio de nieron también pequefios comerciantes provincianos y’gru- de comerciantes itinerantes, endeudados al capital comer © que simplemente recibfan las mercaderias en ‘én. Estos hombres recorren los parajes més varia los, Tegan a las eludades de provincias, pero sobre todo a os campamentos mineros (Hualgayoc, Cerro de Pasco, Hi rochirf, Cailloma) donde, en relacién con La competencia mercantil entre Lima y provincias subyace en Ja rebeldia de Téipac Amaru) resulta dif comprender sin estudiar los cambios en el mercado recordar que los repartos son rela- rea inmediatamente afectada por la los que, como Pedro Abadia, supieron combin: war Tas dos ac- tivida De esta complicada y estrecha malla que es Ia red mer- cantil organizada desde Lima, logran escapar algunos media- 05 y pequefios comerciantes provineianos, especialmente aquellos que, como Tépac Amaru o Catari, por su condicién ta las acts como & Is comespondencia y Gansulado, Ck ones lve aristocrats "Matricula de Mincros", “La produccié de m te al siglo XVII" en Allpanchis, vol. XLV, taytambo duran) 1980, p. 116. gar al Cusco por cando en Tun, 15, Para delimitar el tettorioinmediatamenteafactado por la in, su epicento, el ren de donde proses rebelde, Hemoe recaride 126 a arrieros y comerciantes a fue unn actividad Indias alan desde Tucumén Los_intercambios maiz, tr cil proporcionar cifras ifras precisas sobre Para un historindor enaqueno, Meccose Cusco 18 obr: ta produccién tey Moscoso, existfan en todo, fen determinados Iuga con éxito nto l 8 de setiembre y el 4 de oct imagen $e vencraba en hk desde Majn hata of Tas Tiga Sara ants do Aparicio Veg - a He [LA REVOLUCION TUPAMARISTA Y LOS PUEBLOS ANDINOS 107 del abandono republicano, el esplendor que pudo tener ese pueblo en el siglo XVIII, cuando alli se concentraban un centenar de mulas utilizadas en un dindmico intercambio mercantil con toda la regiGn.!* Este comercio se componia “,.da mayor parte de ta yerba de Ia coca”. Era conside- rado, por todo esto, corregimiento de primera clase. En Acos, pueblo vecino, podria dibujarse una situacién similar. Los curacas de ambos lugares, Tomasa Tito Condemayta y Mar- cos de Ja Torre, secundaron a Jos tupamaristas, En 1781 a este tiltimo le fueron requisados sus bienes, por lo que po- demos saber con precisién que tenia in casa (donde ‘entre otros objetos podian verse catorce lienzos), mulas, dos tiendas, tres viviendas menores, ademas de dos haciendas, una de las cuales estaba dedicada a sembrar trigo y conta- ba con cinco bueyes para arar.* Su caso es otto ejemplo de esos comerciantes provincianos que, formando parte de Ja aristocracia indigena o desempeftando funciones politicas, habian conseguido enriquecerse. Nos preguntamos: es posi- ble encontrar una fisura en Ja estructura rural andina a tra- vyés de la cual podia emerger una mercantilizacién de la ‘economia? Ciertamente, el capital comercial limeio no es s6lo rentista ni puede asimilarse a la imagen de un organis- ‘mo parasitario, pero esos com ‘que trabajosamente, por medios compulsivos 0 no, comienzan a formar un mer- cado, no cuestionan ni el colonialismo ni a la servidumbre; en cambio, los comerciantes provineianos no pueden evitar €l enfrentamiento contra un sistema que objetivamente los prime y les impide siquiera aspirar a constituitse en un gru- po social. El desarrollo del mercado interior podia encon- trar en ellos promotores mas confiables que en los funciona- ios coloniales, AGL, Cusco, Leg. 35 “Estado de Ia provincia de Quispican- his’, Oropess, 10 de octubre do 1786. "ACL, Cusco, Leg, 33.3, El laventario fue realizado por et cepitin Raméa dela Llave. "20, Biblioteca de la Academia dela Historia, Madrid. “Compendio Histico..” en colecelin Mata Linares, i to y al repar ‘mercancias Jos unia deimanera inmediata, Pudieron alld de esta reivindicacién —que s6lo hubiera originado: motin mas.de ese siglo XVIII— esa region’ en realidad una encrucfj an por onda oe cada de tambos y chicherfas a los que llegaben formaciones sobre Jo que sucedia en otros lugares. Los hae bitantes de Canas 0 Qi Nan 4 io del Cusco y después pai istas, Fueton los escenar La rebelidn recluté a sus seguidores entre indios de co- ‘munidades bastante mercantilizadas. ‘Tras el enfrentamiento subterrineo —que sefialébamos— entre Lima y provincias, ‘esti también otro conflicto {LA REVOLUCTON TUPAMARISTA Y LOS PUEBLOS ANDINOS 129 bre. Sus proclamas contra la mita no afectaban sélo a las minas; existia una mita de hacienda y una mita de obraje: reclama que todas las formas de trabajo obligatorio en be- neficfo de los espafioles_ sean supriti Para algunos testigos, ubfcados en el bando opuesto, una causa suficientemente explicativa de la rebelién va a estar en Ia libertad que los indios de algunas regiones habian con- seguido. “Si a los indios los hubieran ma muchas excepeiones que les ha permitido nuestro Piadoso Monarca, no se viera dafio que sufre”, se lefa en una carta remitida desde Cochabamba. En otra se sostenia que la for- ‘ma de evitar alguna nueva rebelién era “...no permitiéndo- les que estén ociosos ni menos que tengan plata que ésta s6- i borracheras y causar rebeliones”2” EI his- 10 Jorge Hidalgo advirtié que la idea de una las chicherfas del Cusco: , en medio de la complici- y tad que confiere una cierta ebriedad, al com- pis de los vasos de chicha o aguardiente, se hablaba de es- tos temas. Indio con tiempo libre y con dinero, parecen ra- zonat los espafioles, es indio perdido. Los pueblos de Canas-Canchis y Quispicanchis no tent ‘en los afios que preceden a la rebelién, una vida apacible. No se trata tinicamente de los conflictos con los corregidores, Jos curas 0 cualquier autoridad local; existian también otros conflictos que podian pasar inadvertidos porque, siendo més antiguos, estaban casi integrados a la vida cotidiana. Disputas, ‘entre comunidades por linderos, luchas dentro de un pueblo entre una y otra parcialidad, entre familias, casos de abigeato, algunos crimenes. Existia ademés, una’ violencia privada y cotidiana, que a veces eclosionaba directamente, 21. Szeminski, Jan, La utopia tupamarsta, Lima, Universidad Ca- tiliea, 1984, p. 39-41. ccaprruto mi cara a cara, en las fiestas, En muchos casos el origen de Jas disputas estaba en problemas entre parejas, Parad6jicamente el mévil més frecuente en los homicidios: esposa o simplemente hombre y mujer. era, a veces en sentido literal, familiar a todos fes de estas provincia Cuando estalle Ia revolucién de Ia violencia seré tuno de sus rasgos mis distintivos. Los historiadores que pien- san de esta manera reeurren a un informe fechado en 1784, gn ff que se ealeulan a los muertos en 100,000 indios y 10,000 espafioles. Cifra realmente impresionante para ‘una Poblacién de Peri y Bolivia que no llegaba a los 000,000 dle habitantes.® Hay que tener en cuenta, sin embargo, las imprecisiones en el manejo de los nimeros propias a una época preestadistica y en general la inevitable de estos eéleulos en un terrtorio tan dilatado y para una gue- Fra que, como veremos, fue bastante peculiar, Algunos his- toriadores han indicado reparo a estas cifras, considerindolas demasiado elevadas, Luis Durand Florez, en un estudio ing. servan con detenimiento algunas de las luchas, los muertos enultan escasos. En Pucacuca slo perecieron tres espaitoles Y doce quedaron heridos de gravedad; la vietoria de Apa 2a, lider tupamarista, en Condoruyo, fue a costa de 9 oficia, les y 16 soldados espatioles muertos y 18 heridos.* Enton. , adebemos desconfiar de las cifras? Deciamos que Tipac Amaru organizé un ejército pero no habrfa que pensar en tropas y armas similares a las del bando realista. En realidad se trata de un nticleo central, donde estén los dirigentes y los seguidores mis cereaos, qué 22, Stig, Ward. “Violencis cotiiana de los naturales de Quispi- Eunchis y Canas y Canchis en ol siglo XVIII", ponencia presente be 1 Congreso de investigacioneshistorcas, Lima, SOSH 23. Combi, it rgbemtaniets de mayen Pens y Bola" en Taipac Amaru II, 1780 (antologia) 4, p. 181, 24. Durand, Luis, “Criolls en confleto” (texto mccancgrafiado), 1LA REVOLUCION TUPAMARISTA ¥ LOS FUEBLOS ANDINOS toegestaan) Sea isco or Yanaoca, Tungasuca, Quiquijana, Poma- cand Sangeart, Andauayiin Dua toda et de noviembre de 1780 sélo ocurre un enfrentamiento con- vencional con tropas realistas, En todos los otros casos, el curaca manda a emisarios, ecurre a bandos y proclamas, bus- interno prolongs el sitio del Cusco y a la postre ‘qué los rebeldes no consiguieron tomar la ciudad. No existe una demarcacién precisa entre el alzamiento cepts Jo peli yess ven i Tap de alli que cualquier historiador que razone estos jentos sin atender a las peculiaridades de esta gue- icontrando centenares de batallas y tenga que a abultadas que proporcionan los documentos sobre los efectivos tupamaristas. El informe del cabildo del Cusco indica que los alzados legaban a 60,000, aunque en Sangararé slo serfan 20,000 hombres* Sin embargo, en ese y otros documento: espaiioles, careefan de ‘tre un niicleo central y ai ; establecer normas. La espontaneidad era inevitable y hasta necesaria. ” los més entusiastas, Tipac Amaru disponia de seis ciety 200 areabuces, Tin realidad, la mayeria de sus hombres estaban armados con lanzas, cuchillos, rejones, hon- das y piedras, Los dirigentes que habian proyectado la re- ado colonial”. 25. Flores Galindo, Alberto © Hinojosa, Ivin. “EL r Ponencia presentada al Congreso de investigaciones histiricas, Lima, 1964 (texto mecanografiado). 26. DLP, La rebelién de Tapac Amaru 13; ‘carrruto nu Yolucién, no contaron ni con el dinero, ni con Ia capa tuvieron que buscar sus armas arrebatindoselas a los espa cuando no era posible, convirtiendo en armas sus instrumentos de trabajo 0 cualquier cosa, como pie- dias por ejemplo. Una es Ia realidad desde lejos y otra desde cerca, Para Jos realistas, estas tropas eran capaces de arrasaé con todo. Al- gulen recurre a una expresién suficientemente grifica al re- ferirse a una incursién de Tépac Amara en Oropesa: “cuan. do entré con sus tropas y tal6 todas las haciendas de esta quebrada...”*" Talé: no dejaba nada en pie. Todo lo des- fruia, El rumor y las exageraciones se propalan, primero pa: mone es nen ma, y después para exagerar sus méritos; los espaiioles ima. ginan combates desiguales donde un pufiado de ellos hacen frente a miles de miles de indios. Don Lorenzo Pérez Le- cchuga afirmé haber defendido Paucartambo con sélo 200 espatioles que lucharon durante 17 dias contra 11,000 indios.® Parecen repetirse escenas de la conquista, Al igual que en- tonces, quienes relatan los hechos prescinden de mencionar 8 los indios colaboradores. Sélo desde Lima el Tribunal del Consulado arma y uni- a mil hombres. A principios de 1781, las colomnas airigen cont Jos tupamaristas Megan a cerca de .” Una pintura de la época recuerda scampando en las alturas de Langui, cerca de donde seria capturado Tupac Amaru. Son hombres de infanteria con arcabuces, de artlleria y también a cabs. Superaban a jos rebeldes en lo se llamaria potencia de fuego. En ieron quiza equiparables porque junto 27. ADC, Audiencia, Administrativo, 1 28 ADO, Audiencia, Administrative, 29. CDIP. La rebeliin de Tipae Amaru, organizativa para armar a sus eventuales seguidores, Estos [LA REVOLUCION TUPAMARISTA Y LOS PUEBLOS ANDINOS 133 6 tras de cada columna de soldados, iban indios moviliza- dios por cuacas fees, corregidores 0 cures. Se propusieon 0 dejar ningén resold temiendo que podierareaparecer ese gan inendio que habia sido la rebelién tupamart, ‘ensaifaron con los insurgentes y sus familiares. Querian lim- iar “de este campo Ia cizaiia para que no sofoque el poco frano.., como decia en agosto de 1762 el oidor Mata Li Es posible que sobre el total de bajas, un porcentaje max yor proceda del baneo rebslde, aunque no cbtante sv so Beri los expats tampoco estan en condones de organizar grandes matanzas. La cifra que in 100,000 murtos puede ser exageada, pero na hes pea ¢ stiponer que fueran pocos los muertos. Por el contrario, Tor exfrentanienos tuvieron una intensdad desacotumbra: a, en comparacién a cualquier otro conflicto. 1a volnca ene una dimensin evita: importa st no s6lo eulintos murieron sino cémo, la manera en qu TEP ine Pansiou dc APTI ‘Ue tahonioe insisten repetidas veces en Ia ferocidad de los rebeldes, des- nintendo a inagen del indo indo, dspusto «ir ete Jas armas de fuego: “Un indo auavesado con una lanza por €l pecho, tivo a strocdad de aranersela oo sus propias nanos, y después a seguir con ella a su enemigo to ol tempo que Te dur el aiento; y ott a quien de'un bate de lanza le sacazon un ojo, pesigulé com tanto empefo Que to habia erdo, que aero soko n0 acs on hubiera logrado quitar mn adversario” >” En bre de 1780, Jos tupamaristas ciendas cercanas y ajustician a cin: es decir, No es suficiente con ss sp rg a gab ee fo 51. ABC. Coneginent, Cansas Criminals, le, 78, 78084, 134 ccaptruto at reeurrit a actos que muestren la imposicién del indio sobre _ el blanco. Las mujeres son violad : s son violadas. A veces se escoge Ingar public, mejor todavia si one expect sigiceidn Fara {in espaliol como por efemplo una iglesia. Otro rebel: gPide Cae, come e-matar @ una infeliz mujer blanca, ‘earnalmente dentro de eee ae “reputados” por espa- Szeminsky ha indi para lor rebels, demasiados podian ae cotidge, Sil tales: los de tex blanca (a qulenes se lama pula Kuska) Sque se visten a Ia usanza europea, los que tienen propie, dades, Se expla asi que en Calea los rebeldes procedican si que se Tes notase conmiseracién aun con os fndios sus compatriotas, porque estos padecieron igual 80, inicamente porque si se les encontraba una camisn, 1 juién es un espa Aunque Tépac Amaru pretende respetar 2 mote ss flacnes con Ia ila atte, ye. es suquean la ropa y los omnamentos de templos como el de Fampamarca™ En Cusco Fume 25 sacerdotes sufieron : de ellos, seis muertos, Ocurren act arlegys Tratamionto de epaioes recon taba he Non coe: en Azdnguro fueron destuidas las propiedades de nntonia Chuquicamata es i Autonia Chuguicamats y en Oropesa Is casa de Chilitupa, “Morirén con el soldado Alealdes, Corregidotes, Ricos, Pobres y Oidores, O no he de ser Tépac Amaro”, 5, Semis, Ja, Le wtopa tupamaris un din tae pm im Ud Ca Bt GN, and Ca si 7, 9094 ooh se » TB! Autor sepldo por don {LA REVOLUCION TUPAMARISTA Y LOS FLEBLOS ANDINOS 135 Declan otros versos de Ia época atribuidos falsamente a los rebeldes. El epicentro de la rebelién, a medida que transcurrian fue trasladando del Cusco al altiplano, En los 1 Collasuyo Ia violencia fue todavia més intensa. En una parcialidad de esa regién “se sabe que no reserva- ron a los parvulos...”.8 En marzo de 1781, Toms Callisa- ya, un lugarteniente de Téipac Catari, hizo explicta la vio- Jencia, Ja introdujo en el discurso consciente de los lideres, tomando desde luego el nombre del inca: “Manda el Sobe- rano Inca Rey que pasen a cuchillo a todos los Corregidores, sus Ministros, Caciques, Cobradores y demis dependientes: asimismo, a todos los Chapetones, Criollos, mujeres, nifios de ambos sexos, y toda persona que sea o parezea ser espafcla, o a que a Io menos esté vestida a imitacién de ta- les espaftoles, Y que si esta especie de gentes se favoreciesen fen algin Sagrado 0 Sagrados, y algin cura, y otra cualquier persona impidiese 0 defendiesen el fin primario de degollar- Jos, también se atropelle por todo, ya pasando a cuchillo a Jos sacerdotes, y ya quemando las iglesias. .”* En Sorata, cen agosto de 1781, después de saqueos y matanzas, destruc: cones ¢ incendios durante tres meses, queda apenas en pie Ia iglesia en la que se han refugiado algunos sobrevivientes. ‘Andrés Tépac Amaru los hace salir: separa a los criollos de los espafioles, estos a su vez forman dos grupos segin sexos. Los hombre “son ultimados sin misericordia” y a las mujeres se las obliga a vestirse como cam; coca, andar descalzas. En Oruro, un sector de pparece entender la revolucién como el dominio de los cam- ppesinos y del mundo rural sobre las ciudades: quieren redu- cir Ja villa a cenizas.” Mientras tanto, en Tapacari, los ni- ‘ios espafioles (e incluso mestizos) son arrojados desde las Io "Los objetivos de la revolucién indigena de 1781: 1 caso de Orura” en Revista Andina, Cusco, N° 2, pp. 17-418. ‘carrTULo aE LA GRAN REBELION DE 1780-1792 Jan. Le insect! cde Ma Jeviresion de Tisac Amare Tk mer de inde 7 antloga) Loa, 6 pS, torres i ores de las iglesias, Acontecimtentos similares ocurreron cen los dos cercos de La Paz, ent 8 agosto y octubre de 1761, 7" ™*# Y junio y entre {LA REVOLUCION TUPAMARISTA ¥ LOS PUEBLOS ANDINOS 137 medida que se desencadenaron los acontecimfentos.y, sobre todo, cuando Ia violencia se hizo presente, la linea divisoria, sinénimo casi exchi- 1 se expandid ineluyendo a europeos, pero también a curacas ricos, algunos mestizos. El temor a una revolucién radical hizo que muchos prefirieran defender un orden que, aunque n0 los beneficiaba, les otorgaba algunas mfnimas prerrogativas, Para los espaiioles, a su vez, tupamarista se volvié siné- nimo de cualquier indio mal vestido y pobre, En 1781, en 1 Gusco por ejemplo, se apresa a un indio “sospechando por su aspecto fuese espia del rebelde Diego Thupa Amato..." fen realidad era un indio que “se mantenia mendigando y ‘moliendo quifiapo de que hacen chicha”.# En términos tcticos, las masactes contra espafioles no fue- ron eficaces. Los tupamaristas podian generar miedo, pero las tropas del virrey, contando con una mejor organizacién evidentemente ejercfan el terror con mejor resultado, como To mostrarfa Segurola durante el sitio de La Paz, ineendian- do rancherias, saqueando a los campesinos y pasindolos por las armas, Pero la violencia rebelde, antes que a un razo- namiento politico, obedecié a motivos de otra indole. Por qué mataron espafioles? Hasta ahora ha sido impo- sible imaginar una revolucién sin violencia, pero lo que re- quiere explicacién es ese ensaiiamiento que parece Hegar, en algunos casos, hasta decapitados, violaciones y terribles mu- ilaciones corporales. Aunque una revolucién sea una situa- fe, para que una persona o un grupo decidan supri- vida a cualquier otro hace falta una justficacién. gin nombre de qué se hicieron estas muertes? En el trans- fondo estin imprescindibles fenémenos:estructurales:) Ja ex: 38, A.C, Cabildo, Causes Criminales, 1780-82. 138 carrion | Plotacién colonial, el menosprecio de los blancos sobre los indios, la brutal injustici i Gidio. Los hombres y las camente: sus actos no son simples respuestas reflejas, ‘mos @ algunos supuestos que enunciébamos en las primeras paginas. Requieren de una vision del mundo, una ideologia y una moral, que los cobesione y ademés les permita asumie sus actos. Para muchos coetineos, ional, incomprensible y est Un Peré todo gimiendo tanto tesoro gastado, tanto pueblo arruinado tantos vasallos muriendo tantos pobres maldiciendo tanta guerra sin razén® folencia aparecia como irra {Fue realmente asi? ;Una respuesta irracional a le explo- tacién? {Un impulso? 20 existia alguna razén més profunda? Siguiendo el derrotero que Jan Szeminski ha trazado en ‘sus investigaciones, podemos tratar de introducirnos en la mentalidad andina."' Los espafioles podian ser muertos de Ia manera en que Jo fueron, porque no eran buenos eristia- 20s, no cumplian con las normas que ellos predicaban, eran herejes: el discurso de la conquista invertido, En los textos de los rebeldes reciben calificati como “impfos” y “ de la humani- Ja encarnacién del demonio, son los anticristos y de manera més precisa pare- cen ser “pistacos”, es s0s seres infernales que vienen 4 absorber la grasa o la sangre de los hombres y que tint. 89. CDLP. T. XXIV, p. 63, 40. Szemins 4 espatiolee”, Ponen- én en ol mondo an |LA REVOLUCION TUPAMARISTA ¥ LOS PUEBLOS ANDINOS 139 ‘camente saben hacer el mal. En un documento, por ejem- plo, se dice que los corregidores “vienen a chupar y apro- vechar la sangre y sudor...”* Los pistacos tienen que ser muertos, bajo ciertos rituales, de manera que no puedan vol- ver y seguir haciendo dato. Dijimos que muchos de los rebeldes procedian de la pro- vincia de Canas y Canchis. Sabemos, por un proceso judi- cial que tuvo lugar en 1772, que en es0s pueblos se realiza- ban periédicas peleas rituales, en las que se enfrentaban con violencia e intensidad una mitad contra otra del pueblo: inant Ui tele <2 tenia también una funcién propiciatoria: Ia sangre derrama- da sobre la tierra, ls muertos y heridos anunclaban ls far turas cosechas. La Pachamama, la tierra, para fructificar, exigia sactficios®” La etnografia y la lectura de las erénieas aiiaden otro elemento: las peleas terminaban con la posesién de las mujeres jévenes y virgenes por el grupo vencedor: Ja mujer era abierta com debe dere sg vara que después pueda lad de Ia tierra y Tevtided humana aparecen claramente relacionadas. En 1780 se cumplia el tiempo: terminaba la edad de los pigas de la Biblia, los dias de la semana) y tres correspon- de a los personajes de la Trinidad. Némero perfecto: fin de un ciclo, inicio de otro. 4, E1 tema del pistaco ha sido estudindo por el antopSlogo aya sctaso Bina Moree Bes. Reeutomente se ha seupado tata do ste term Juan Ansa. “a Stominky, Jn” Le wtopie tupamari, Universidad. Cat, OE og en Allpenclis, ao XI, Diane, “Jusgor de et Caco, 198 pp e188 140 carmuto mt La atmésfera de fin del mundo puede remontarse tiem- po atris. Es probable, como lo han sefialado Federica Bar- clay y Fernando Santos, que la espera del inca esté asociada a Ios transtornos fisicos que soporté el Pert durante el siglo XVII: la epidemia de 1720 en Cusco, que asola las alturas de Calca y en el otro extremo Tega hasta Lima, siendo “una de las mayores que ha experimentado desde su descubri- tmiento”; las Iuvias torrenciales e inundaciones que destru- yeron Zafia en 1727, el devastador terremoto del aifo 1746 en en el sur peruano entre 1779 y 1750: luvias intensas e inundaciones en Arequi= pa y Ja misma ciudad del Cusco. Pero el apocalipsis, el pachacuti 0, mejor dicho, la pect liar fusién de ambos, no Megan por si mismos, Requieren, como los cultivos, de los hombres: de sus ruegos y también de sus actos propiciatorios. Para que la tierra se abra y se u tiempo, hacen falta sacrificios, Matar es- también en una imagen del cambio como achacuti es violento, esté acompaiiado por nuevos suftimientos, es tan doloroso como cualquier par- to. La conviceién de su Negada permite también sobrepa- sar las peores pruebas: el arrojo de los indios, que sorprende y anonada a algunos espafioles. Para los campesinos de Ca- nas y Canchis no es aventurado sugerirlo—, hacer la revo- ucién era ejecutar a escala de t sociedad, de todo el cosmos, las peleas rituales que ellos hacfan en tiempos de carnavales. Las peleas rituales se vinculan con otto componente del mundo andino: los ios humanos. Fueron ejecutados desde tiempos muy lejanos (podriamos retroceder hasta Cha- vin). Durante Ia fase incaica se organizaron algunos gran- des rituales panandinos propiciatorios como la llamada Capa- cocha: una vez al aio se mandaban ofrendas al inca desde todos los rincones del imperio, entre las que se inclufan ni- LAREVOLUCION TUPAMARISTA Y LOS PUEBLOS ANDINOS 141 fios que deberfan ser inmolados: “la cantidad de productos naturales 0 culturales que se recolectaba era enorme y el rnimero de victimas humanas mucho més elevado de lo que # Con Ia Hlegada del cristianismo, to- ‘mas que prohibidas, fueron repri- midas por los pt ios, El recuerdo, sin embargo, to- davia persistia cien afios después entre los habitantes de Ia sierra central. En Acos. se acordaban eémo se debian ente- rar criaturas vivas en homenaje al inca, En Ocros “con servaban en 1621 un sorprendente memorial de los eapaco- chas de su tierra”: No existen testimonios confiables que Una revolucién implica la quiebra del mento en que concepciones postergadas idas pue- Esta ocasién resulta més evidente si conside- rebeldes terminaron enfrentados con Ia igle- "Tupac Amaru —como ya hemos dicho— los ea nt a i on ‘longest do itsalesprehispinices, sino de la integra: er ae aa Serer ice sae aide oe ea Teresi no ian endear gules yen vais, Anes que Poon cebaeen ‘oportaron la excomunién (y quiz la tate oso, respondieron saqueando iglesias y terminaron, en ell ase a La Pas, colgando fale, La revoacin een ces una vuelta al pasado, La posibilidad de fund: sociedad homogénea, nivelada aj "tnieas soe aap por lo bajo, compuesta tnica- Los planes iniciales de Tépac Amaru hablan sido otros El inca era un monarca que conformaria : iu” uniendo a todos los habit ae debe hacer no es realzable’® La inurrecion anterog 48. AGL. Sevilla, Casco, eg. 29. Cae S adh ee Re tampa en Amen, ae {LA REVOLUCION TUPAMARISTA ¥ LOS PUEBLOS ANDINOS 143 de Juan Santos Atahualpa habia conseguido establecer un reducto inexpugnable en la selva central porque consiguié previamente aglutinarse alrededor de un solo movimiento. En la revolucién tupamarista convivian dos fuerzas que ter- ‘minaron encontradas, El proyecto nacional de Ia aristocta~ indigena y el proyecto de clase (0 etnia) que emergia pprictica de los rebeldes. Al principio todos parecie- ron aceptar el “plan politic” de Tépac Amaru, Las diver- gencias surgieron con la marel de los acontecimien- par que la violenci cién para romper con ampliando las posibili ppara el trifico mercantil, los ‘campesinos entendi eran convocados para un pacha- ccuti: demasiados signos lo venfan anunciando, i i

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