Sie sind auf Seite 1von 16
julia kristeva PODERES > DE LA PERVERSION <> INDICE Sobre a abyeccion 7 De qué tener miedo a7 De la suciedad ata tmpureza ‘Semotica de la abomninacion biblica rat Qu ols peccat mundt TL Céline-ni comediante ni mértie 177 Dolor/horror 185 Boas hembras que nos estrapean cl infinite _200 Ser judio o mon En el comienzo y sin fin 251 Poderes del horror 277 SOBRE LA ABYECCION “Ne hay animal quero tengaun refiajode infin; nohay pupta abyecta yl queno taque ‘elrelampagodelo alta neces temoya veces feroz” Victor Hugo, La leyendade lossiglos. Ni sujeto ni objeto Hay en la abyecel6n una de esas violentas y os- curas rebeliones del ser contra aquello que lo ame- nhaza y que le parece venir de un afuera ode un aden- exorbitante, arrojado al lado de lo posible y de lo tolerable, delo pensable. Alli esta, muy cerca, pe- 10 inasimilable, Eeo sollelta, inquleta, fascina el de- 220 que sin embargo no ee deja seducir. Asustado, se aparta. Rept rechaza, un absolute lo pro- tege del oproblo, esta ongulloce de ello y To mantie- ne. ¥ no obet cia y de replat colada econ que eet habtia- por dl teralments fuera de Cuando me invadida por la abyec- clon, eata tort hocha de alstoe'y de penaamacn. 7 8 _— lia Ketateva tos, como yo los denomino, no Nene, en realklad, ob- Jet definite. Lo abyecto to es un objeto en fen {ede mi, que nombro o imagino. Tasnpoco es este obJuego, pequeto objeto "a". punto de fuga infnito fen una basqueda sistematica del deseo, Lo abyecto fo ea tal correato que, al ofrecerme un apis 20: bre alguien o sobre algo distnto, me permitiia ser. mio o mence dferenciada y autdnoma. Del objet, Io abyecto no tene mas que tna eualida, la de ope. nerae al yo. Pero a el objeto, al oponerse, me eal brn en ln trama frig de un deseo experimentado que, de hecho, me homologa indefinidamente. infini- famente a 4 poreleontraro. lo abyecta objeto cal do, ea radicalmente un excluido. ye atrac hacia ali donde el sentido se. desploma. Un certo "yo" (mod que se ha fundido con su amo, un super yo. Tra desalojado resteltamente. Esta nfsers fuera del conjure tuys raian del fongo pereca wo roster fer. Sin embargo, o abyecto no Cosa, desde el exi- {io de desafar'ai amo. Sin sviearfe), slit una descarga, una convulsén, un gro. A cada yo (mo) Su objeto, a cada superye, su abyecio, No. a capa blanca o del aburimiento quicto de la represion, no son las versiones y conversiones del deseo que Uronean los cuerpoe, las noches, los discursos. i. no un suifimiento brutal del que "yo" se acomoda, Sublime y devastado, ya que "yo" lo vier sobre ei padre (padreveraién)= yo fo soporta ya que magna que tal es el deseo del otro. Surgimiento masivo y abrupio de una extrafieza que, ef len pudo serme familar en tna vida opaca y clvidada. me hostgn thora como radiealmente separada, -repugnante Noyo. No eso. Pero tampoce nada. Un “algo" que no 1 La sotinsalén detente jug cn la particle ero tr ‘rjar expia inentand dar cuntn de ln constrocnon de 30 {tf cme rena deine ferns de stmectin ye opus teelyey elmo. s+ Juego de pala tntraducie, Rrevervon, qe nies "pe reverie es homeland perverse 10 ua Kristeva ‘existo en su deseo, yo me expulso. yo me escupo, Yo me abyecto en ¢l mismo movimiento por el que "yo" pretendo presentarme. Eate detalle, tal vez tnsigal- fant, pero que ellos buscan, cargan, aprecian, me imponen, esta nada me da vuelta como a un guante, ime deja laa tipas al aie: asi ven, ellos. quc po estoy volviendome otro al precio de mi propia muerte. En fete trayecio donde yo" devengy doy a lux un yo {mol en ln vilencta del sollor. del vomit, Protes- ta muda del sintoma, violencia estrepiioea de una convulsion, Inecripa por clerto en tn sistema simn- billco, pero en el cuak sin poder al querer integrar- se para reaponder, 90 reacclona, eso sbreacciona, csoabyecta. El cadaver (cadore, caer), aquelo que irremedia- biemente ha caida, cloaca y muerte, tastorna mas violentamente aun la ideniidad de aquel que se le confronta como un azar fragil y engafoso. Una hert- dda de sangre y pus, oe! olor dilzen y aere de un st dor, de una putrefaccién, no significan la muerte. ‘Ante la muerte slgnifiada ~ por ejemplo un encefa- Jograma plano yo podria comprender, reaccionar © aceplat, No, axi como un verdadero tentro, ain Ge simulo nf méscara, tanto el desecho como el cad ver, me indican aqueio que yo Gescarto permanen- {emente para vivi. Esom humores, esta impurers, esta mierda, son aquello que la vida apenas sopor- ta, y con esfuerzo. Me encuentro en os limites de mi condicion de viviente. De esos limites. ve det- prende mi cuerpo como viviente, sce desechos faen para que yo vive, hasta que, de perdida en pér- dda, ya nada me quede, y ml Cuerpo calgn entero imi alla el limite, cadere cadaver. Si la basura sg- nica cl otro lado del limite. alli donde no soy y que ime permite ser, el cadaver, el mas repugnante de Jos desechos, es un mite que lo ha invadido todo. ‘Yano acy yo (mol) quien expulsa, "yo" es expulsado. i limite se ha vuelto tin objeto. {Cémo puedo ser sin limite? Ese otro lugar que imagino mas alla del Dresente, oque alucine para poder, en un presente, Paderendelaperversiin 2 reconazco como cosa. Un peso de no-sentide que no tiene nada de insignificante y que me aplasta. En el linde de la inexistencia y de la alucinacion, de ‘una realidad que, si la reconozco, me aniquila. Lo abyecto y la abyeecion son aqui mis barreras*, Es- bozos demi cultura. La suciedad** ‘Asco de una comida, de una suctedad, de un des- hecho, de una bastra. Espasmos y vomitos que me protegen. Repulsién. arcada que’me separa y me desvia de la impureza, de la cloaca, de lo inmundo. Ignominia de lo acomodaticio, de’la complicidad, de la tralcién. Sobresalto fascinado que hacia alli me conduce y dealll me separa. ‘Quiza el asco por la comida es la forma mas ele- ‘mental y mas arcaica de la abyeccion. Cuando la ‘ata, esa plel de superficie lechosa, inofensiva, del- gada como una hoja de papel de cigarrll, tan des- Dreciable como el resto cortado de las ushas. se pre~ senta ante los ofos, 0 toca los labios, entonces un espasmo de la glotis y aun de mas abajo, del esto ‘mage, del vlentre. de todas las visceras, crispa el ‘cuerpo. acucia las lagrimas y la bills, hace latir el corazén y cubre de surlor la frente y las manos. Con el vértigo que nubla la mirada, la ndusea me retuer- ce contra esa nata y me separa de la madre, del pa- dre que me la presentan, De este elemento, aigno de ssu deseo, *yo" nada quiero, "yo" nada quiero saber, *yo" no lo asimtlo, "yo" lo expulso. Pero puesto que ste altmento no e un “otro” para "mi", que solo 1+ eign anc, garde ous, ‘En eerghal,imprope. La contac dl texto ugar ela Goble verte del mpc funcen: orpcpre ope © em ‘repreiouse- Pederes dela porversién a hhablarles, pensartos, aquly ahora esté arrojado. ab- ‘yectado, en "mi" mundo. Por lo tanto, despojado del mundo, me desvanezea En esta cosa insistente, cruda, insolente bajo el sol brillante de la morgue Mena de adolescentes sorprendidos, en esta cosa ‘que ya no marca y que por lo tanto ya nada signil- ‘ca, contemplo el derrumbamiento de un mundo que hha borrado sus limites: desvaneeimiento. El cadé- ver visto sin Dios y fuera de la ciencta— es el col- mmo de la abyecctéin. Fs la muerte infestando la vida. Abyecto. Es algo recharado del que uno no se sepa- ra, del que uno no se protege de la misma manera que de un objeto. Extrafieza tmaginarta y amenaza ‘eal, nos lama y termina por sumergimos. 'No es por lo tanto la ausencia de limpleza o de salud lo que vuelve abyecto, sino aquello que pertur- ba unaidentidad. un sistema, un orden. Aquello que zo respeta le limites, los lugares, las regia. La com plicidad, lo ambiguo, lo mixto, El traidor, el mentiro- 0, el criminal con la coneiencia limpla, el violador deavergonzado, el asesino que pretende salvar... To- do erimen, porque sefala la fragilidad de la ley, es abyecto, pero el erimen premeditado, la muerte s0- Japada, la venganza hipécrita lo son aun més por- que aumentan esta exhubicion de la fragilidad legal. ‘Aquel que rechaza la moral no es abyecto ~ puede haber grandeza en lo amoral y aun en un erlmen que have ostentacion de su falta de respeto de la Iky, rebelde. Iiberador y suicida. La abyeceién es in- moral, tencbrova, amiga de rodeos, turbia: un terror que distmula, un odio que sonrie, una pasion por un cuerpo cuando lo comereia en jugar de absazarlo. tun deudor que estafa, un amigo que nos clava un putt por la espalda, En las oscuras salas que quedan ahora del mu- 200 de Auschwitz, veo un montén de zapatos de ni- ‘hos, o algo ast. que ya he visio en otra parte, quizas bajo un drbol de Navidad: mufiecas, tal vez. La ab- yyeceion del crimen nazi alcanza su apogeo cuando Ja. muerte que, de todas maneras me mata, se mez- 12 a Sulla Kristeva la con aquello que, en mi universo viviente, est lla- mado a salvarme de la muerte: con la infancia, con laclencia, entre otras cosas... La abyeccion de si Stes clerto que lo abyecto sollcta y pulvert ak smulténeamente al aujeto, se comprenderé que 0 ‘maxima manifestacion se produce cuando, cansa- do de sus vanas tentativas de reconocerse fuera de ‘i el stijelo encuentra lo impoatble en st mismo: ‘iando encuentra que lo imposible es st ser mis- do que todos sus objetos sélo se basan sobre la per dida inaugural fundante de su proplo ser. Nada me- Jor que In abyecelin de st para demostrar que toda ‘ee de hecho reconocimlento de la falta fundante de todo ser. sentido, lenguaje, deses. En Keneral se pasa por alto demasiado répldamente cesta palabra, falta. de la que el paicoanaisis no re- ene en la actualidad mis que el producto més 0 menos fetiche. el “objeto de la falta’, Pero si uno se imagina fy justamente se trata de Imaginar, ya que To que aqiil se funda es el trabajo de Ia imagina- ifn) I experiencia de la falta misma como logica- 1, slendo su significante... la Ieratura. La eristlan- dad miatica hizo de esta abyecciin de ai la prucha fltima de la humildad ante Dios. como lo atestigua Santa Isabel. quien “por mas grande princesa que fuera, amaba por sobre todo la abyeceién de st misma.) 1 Shine Pranclace Salon obec dake de IB 1 alia rfotove temente. Sin @, el maldito muchacho no tendsla probablemente ningtin sentido de lo sagrado;* sue- to nulo, se confundiria en el basural de los no-obje- toe alempre eadios de los que por el contrario trata de salvarse armado de abyeccion. Ya que aquel pa- ra quien lo abyecto existe no esta loco, Del entume- ‘imiento que lo ha congelado frente al cuerpo into- cable, imposible, ausente, de la madre, y que ha cor- tado jos impulsos de sus objetos, es decir de sus representaciones, de este entorpecimiento hace ad- venir, digo, con el asco, una palabra: el miedo. El fo- bico no tiene mas objeto que lo abyecto. Pero esta palabra *mledo —bruma fluida. viscocidad inasi- bie. no bien advenida se deshace como un cope Jismo © impregna de inexistencia, de resplandor alucinatorio y fantasmatico, todas las palabras del - De esta manera, al poner entre partntesis al miedo, el diseurso s6lo podra sostenerse a condi- lon de ser confrontado incesantemente con este otro lado, peso rechazante y rechazado, fondo de ‘memoria Inaccesible eintime: leabyecto. Mas alla del inconsciente Es decir que hay existencias que no se sostienen. con un deseo, slendo el deseo, deseo de objetos. Faas existencias se fundan en la ewlusion. Se dis- lunguen nitidamente de aquellas entendidas como neurosis 0 pslcosis, que articulan la negactén y sus tea de la negatividad, ‘Se sabe que la teoria del inconsciente supone una represion de contenidos (afectos y representa + Jug: de palabras ireducble ote sent alte y sat (pat, hemolonoe ederes dela perversion 13 Queda ablerto el interrogante, totalmente lato, de St la abyeccién puede constituir Ia prueba para aquel que, en el llamado reconocimiento de la eas- traclon, se desvia de sus escapatorias perversas pa fa offecerse como el no-objeto mas_precioso, su propio cuerpo, su propio yo (moi), perdidos en lo su- Cesivo como propios, caidos, abyectos. El fin de la cura analitica puede levarnos hacia allt, ya lo vere ‘mos, Angustias y delicias del masoquismo. ‘Eoencialmente diferente de lo “sinlestro™, incha- 0 mas violenta, la abyeccion se construye sobre el no reconecimiento de sus préximos: nada le es fa- milla, nf siquiera una sombra de recuerdos. Me Imagino a un nifio que se ha tragado precozmente a ‘sus padres, y que, asustado y radicalmente “solo”, rechaza y vomita, para salvarse. todos los dones, los objetas. Tene. podria tener. el sentido de lo ab- yecto. Aun antes de que las cosas sean pant 21 —por lo tanto, antes de que sean signiicables— las ex-pulsa, dominado por la pulsién, ¥ se constru- ye su proplo territorio, cercado de abyecto. Malaita Agura. El miedo cimienta su recinto medianero de otro mundo, vornitado, expulsado, caido. Aquello gue ha tragado en lugar del amor materno, 0 mas bien en lugar de un odio materno sin palabra para la palabra del padre, es un vacio; esto es lo que tra- ta de purgar, incansablemente. Qué consuelo pue- de encontrar en esta repugnancia? Quizés un pa- dre, existente pero vacilante, amante pero inesta: ble, simple fantasna.** pero que retorna permanen- 1B tte et de parte dont tne oer, ‘em ees forma con i al «pr Se Mae Poderesdelaperersin | clones) que por ello no acceden a la coneiencia, st- ‘no que operan modifleaciones en el sujeto, sea del discurso (lapsus, etc.) sea del cuerpo (sintomas), ‘sea de ambos (alucinaciones, etc.). Correlativamen- te a la nocién de represion, Freud propuso la de de. nagactin para pensar la neurosis, y la de rechazo (orelusién) para situar la psicosis. La astmetria de ambas represiones se acentia dado que la denega- ‘ién reeae sobre el objeto mientras que la forchu- sién afecta el deseo mismo faquello que Lacan, si- gulendo impecablemente la linea de Freud, inter- Preta como “forclusién del Nombre del Padre’). Sin embargo, frente a lo ab-yeeto. y mis especifi- ‘camente a la fobia y al clivaje del yo (mol) (va volve- remos sobre ello), cabe preguntarse si estas articu- Jaciones de la negatividad propia del inconsciente (heredadas por Freud de la flosofia y de la psicolo- a) no han caducado. Los contenidos “inconscien- es" permanecen aqui exctudos pero de una ma- nnera extrafia: no tan radicalmente como para per- mllir una s6lida diferenciacion sujeto/objeto, y sin ‘embargo con una nitidez suflciente como para que pueda tener lugar una posicéin de defensa, de re ‘chao, pero también de elaboracion subllmatoria. Como st aqui la oposicién fundamental estuviera, dada entre Yo y Otro, o, més arcaleamente aun, en- tre Adentro y Afuera. Como siesta oposicién, elabo- ada a partir de las neurosis, subsumlesc la opera- da cntre Consclente e Inconsciente. ‘Debido a la oposiclon ambigua Yo/Otro, Aden- tro/Afuera —oposicion vigorosa pero permeable, violenta pero incierta—, los contenidos. “aormal- mente” inconscientes en los neuréticos se hacen ‘explicitos cuando no conseientes en los discursos Yy comportamlentos “Iimites” (bordertines). En. cca Siones, estos contenidos se manifiesian ablerta- mente en practicas simbélicas, sin integrarse por cello al nivel del julelo consclente de Jos sujetos en ‘cuestién: puesto que hacen impertinente la opost- cién consciente/inconsclente, estos sujetos y sus 16 ‘Julia Ksteva discursos son terreno propiclo para una discurshvi- dad sublimatoria estetica” 0 “mistica’, ete.) mas ‘que cientificao racionalista. Un exiliado que dice: “gDénde?* Por lo tanto, aquel en virtud del cual existe lo ab- ‘yecto es un arrojado (fet, que (se) ublca. (se) sepa- 7a, (se) sittia, y por lo tanto erraen ver de reconocer~ se, de desear, de pertenecer o rechazar. Sttuacionts- ta en un sentido, y apoyandose en fa risa, ya que reir es una manera de situar o de desplazar la ab- ‘yecclon, Forzosamente dicotémica, tun poco mant- ‘queo, divide, excluye, y sin realmente querer recono- cer sus abyecciones, no deja de ignorarlas. Adé ‘més, con frecuencia se incluye alli, arrojando de e' ta manera al Interfor de sf el escalpelo que opera ‘sus separaciones. ‘En lugar de interrogarse sobre su “ser”, se inte- rroga sobre su lugar: “zDénde estoy?, mas bien que “Quien soy?". Ya que el espacio que preocupa al serge, of eu ode one ol horegine nt (olaltzable, sino esencialmente divisible, tudes por un no-objeto, lo abyecto— cuestionan constantemente su solidez y lo inducen a empezat de nuevo. Constructor infatigable, el arrojado es wnt extravlado. Un viajero en una noche de huldize fir ‘Tene el sentido del peligo, de la pérdida que rere senta el peeudo-objeto que lo atrae, pero no pu d dejar de arrieagarse en el mismo momento en « 1 toma distancia de aquél. ¥ cuanto mAs se extra masse salva. 1 uli Ketsteva roto donde el Yo (mol) cede su imagen para reflejar~ seen el Otro, lo abyecto nada tiene de objetivo, ni st quiera de objetal. Es simplemente una frontera, un don repulsivo que el Otro, convertido en aller eg deja caer para que "yo" no desaparezca en él, y en- ‘entre en esta sublime allenacion tna existencia desposeida. Por Jo tanto un goce en el que el sujeto ‘se sumerge pero donde el Otro, en cambio. le impl- de zozobrar haclendolo repugnante, Ahora se com- prende por qué tantas vietimas de lo abyecto son Victimas fascinadas, cuando no déciles y compla- clentes. ‘Frontera sin duda, la abyeccion es ante todo am- bigdedad, porque aun cuando sc aleja. separa al su- Jeto de aquello que lo amenaza — al contrarto, lo de- ‘nuneia en continu peligro—. Pero también porque Im abyeceién misma ea un mixto de julco y de afee- to, de condena y de efusion, de signios y de pulsio- nes, Del arcaismo de la relacion pre-objetal, de la ‘iolenela inmemorial con la que un cuerpo s¢ sepa- a de otro para ser, la abyeceion conserva aquella noche donde se plerde el contorno de la cosa signt- ficada, y donde s6lo actta cl afecto imponderable. Por supuesto, st yo estoy afectada por aquello que hho se me aparece todavia como una cosa, es por- que hay leyes, relaciones incluso, estruciuras de ‘entidos que me gobiernan y me condicionan. Este gobierno, eata mirada, esta voz, este gesto, que ha- cen la Key para mi cuerpo aterrado, consiituyen y rovocan un afecto y no todavia un signo. Lo erijo ‘como pura pérdida para excluirlo de aquello que ya no seré, para mi, un mundo asimilable. Bvidenie- mente, solo soy como cualquier otro: loglea mimét- ca del adventiiento del yo (mol) de los obfetos y de Jos signos. Pero cuando (me) Busca, (me) plerdo _gozo, entonces “yor es heterogéneo. Molestia, males- tar, vertigo de esa ambigdedad que, con la violencia de una rebelién contra. delimita un espacio a partir del cual surgen signos, obyetos. Ast retorcido, tej do, ambivalente, un flujo heterogéneo recorta tn te- Foderesdelaperveeton _ ” El tiempo: olvido y trueno ues obtiene su goce de este extravio en terreno * excluido. Este abyecto def que en resumidas cuen- tas no cesa de separarse, es para él una tierra de ob vido constantemente rememorada. En un Uempo ya borroso, lo abyecto debié haber sido un polo imantado de codlela. Pero ahora las centzas del ol vido haven de parabrisas y reflejan la aversion, la repugnancia. Lo propio (pio) (en el sentido de lo incorporado y Jo incorporable) se vuelve sucto: 1o ‘olicitado hace un viraje hacia lo desterrado. la fas- ‘inacién hacia el oprobio, Entonces el tlempo olvi- dado surge bruscamente, y condensa en un relam- ‘page fulgurante una operacion que, al fuera pensa- a, seria la reunién de los cos términos optiestos pero que, en virtud de dicha fulguracion, se descar- §@ como’ un trueno. El Uempo de la abyeceién es doble: tiempo del olvido y del trueno, de lo inflnito ‘veladoy del momento en que estalla la revelacion. Goce y afecto Goce, en suma. Ya que el extraviado se considera como el equivalente de un Tercero. Se cerciora del Juicio de éste, se apoya en la autoridad de su poder para condenar, se funda sobre su ley para olvidar 0 Gesarrar el velo del olvido, pero también para ert- fir a eu objeto como caduco. Como caido. Eyectado: por el Otro. Estructura ternaria, si se quiere, const- derado por el Otro como pledra angular. pero “es- tructura’ exorbitada. topologia de catéstrofe. Ya que. al construirse un alter ego. el Otro deja de ma- arf es pon del ‘donde se sustenta subjetiva, y deja caer al objeto en tin rea! abominable, naceeote eae a treres de gece. En este sentido, s¢ lo goza. Violentamente ¥ ‘con dolor. Una pasion. Y. como en el goce. donde el ‘objeto Hamado "a" dei deseo estalla ‘con el espejo. Pederes dela perverotin, 9 milorio del que pueda decir que es mio porque el Otro, habléndome habltade come aller ego, me lo indica por medio de la repugnancia. Es una manera de decir una vez mas que el flujo heterogéneo, que recorta lo abyectoy remite a la ab- yyecelon, vive ya en un animal humano fuertemente alterade. Solo experimento abyeccion cuando un Otro s¢ instalé en cf lugar de lo que sera “yo" (moi) No un otro con el que me identifico y al que incorpo- 79, sino un Otro que precede y me posee, y que me hhace ser en virtud de dicha posesion. Posesion an- terlor a mi advenimiento: estar alli de lo stmbslico que un padre podra o no encarnar. Inherencia de la signtficancia al cuerpo humano. En el limite de la represién primaria Sten virtud de este Otro se delimita un espacio que separa lo abyecto de aquello que sera un sueto Yous obfetos, es porque se opera Una repreatin a la ‘que podria lamarse ‘primaria” antes del surginien- to del yo (moi), de sus objeios y de sus representa- clones, Botos, a ou vee, trbutarios de otra repre sion, "secundaria", recn Tegan a poster sobre tun fandamento ya marcado, enlgmatico. y cuyo re cuerdo fObieo, obsesivo, poledico, o, de una mane Pumas general e imaginaria, bajo la forma de abyec don. nos algnifica fe limites del universo humane. En este limite, y en altima instancia, se podria decir que no hay inconsctente, el cual se construye cuando representaciones y afecios (ligados o no a aquéllas) construyen una logiea. Aqul, por el contra- 710, la conclencia no se hizo cargo de sus derechos para transformar en significantes las demarcacio- ‘es fluldas de los territorios atin inestables donde lun "Yo" en formacion no cesa de extraviarve. Yano extamos en la érbita del Inconsctente sino en el ie ite de la represtén primaria que sin embargo en- contro una marca intrineecamente corporal y ya 2 Julla Kristeva ‘significante, sintoma y signo: la repugnancia, ¢l as- co, la abyeccion. Bfervescencia del objeto y del sig- ‘po que no son de desco. sino de una significancia Intolerable y que, si blen se balancean entre el no- ‘sentido y loreal imposible, ve presentan a pesar de *Yo" imc que noes) como abyecctn. Premisas del signo, doblez de lo sublime Detengamonos un poco en este punto. St Jo ab- yyeeto ya es un esbozo de signo para un no-objeto fen Jos limites de Ia represion primaria, podemos ‘comprender que por un lado pueda bordear el sinto- ‘a somatic. y por el otro la sublimacién. EI stro. maz un lenguale, que al retirarse. estructura en el ‘cuerpo un extranjero inasimilable, monstruo, tu- ‘mor y cfincer, al cual los escuchas del inconsciente no oven, ya que su sujeto extraviado se agazapa fue- a de koe senderos del deseo. La sublomaciin, en ‘cambio, no es otra cosa que Ia postbiidad de nom- brar lo pre-nominal, lo pre-objetal, que en realidad ‘s6lo son un trans-nominal, un trans-objetal. En el sintoma, lo abyecto me invade, yo me convierto en abyecto. Por la sublimacién, lo paseo. Lo abyecto esta rodeado de sublime. No es el mismo momento del trayecto, pero es el mismo sujeto y el mismo di- curso lo que los hace extstir uo lo sublime tampoco tiene objeto. Cuando el cielo estrellado, el alta mar o algan vitral de rayos Violetas me fascinan, entonces, ms alld de las co- a8 que veo, eseucho o pienso, surgen, me envuel- ‘ven, me arrancan y me berren un haz de sentidos, de colores, de palabras, de caricias, de roces, de aro- mas, de susptros, de cadencias. El objeto “sublime se disuelve en los transportes de una memoria sin fondo, que es la que, de estado en estado, de recuer- doen recuerdo, de amor en amor. transflere este ob- Jeto al punto iuminoso del resplandor donde me ‘edo nara ner. No bien lo nereibo. lo nombro. 10 2 Julia Kristeva tros intentos mas antiguos de diferenciamos de Ia entidad materna, afin antes de ex-istir fuera de ella gracias a la autonomia del lenguaje. Diferenciacion Violenta y torpe, siempre acechada por la recaida en la dependencia de un poder tan tranquilizador como asfixiante. La dificultad de una madre para re- ‘conocer (o hacerse reconocer por) la instancia sim- bélica —dicho de otro modo, sus problemas con el falo que representa su propio padre o sui marido— no esta evidentemente conformada para ayudar al futuro sujeto a abandonar el alojamlento natural. Sibien el nifto puede servir de indice para la auten- tilicacion de su madre, ésta en cambio no tlene ra- zon para servir de intermediario de la autonomtza- clon y autentificacion del hijo. En este cuerpo ‘cuerpo, la luz simbolica que un tercero puede apor- tar, eventualmente el padre, le sirve al futuro sujeto, stademas éste esta dotado de una constitucién pul- sional robusta. para continuar la guerra en defensa propia con aquello que, desde la madre, se transfor- mara en abyecto. Repulstvo, rechazante: repulsan- dose, rechazandose. Ab-yectando. En esta guerra que va dando forma al ser huma- no, el mimetismo en virtud del cual se homologa @ ‘otro para devenir 61 mismo, es, en suma, logiea y cronologicamente secundario, Antes de ser coma, “ye" no soy, sino que separo, rechazo, abyecto. La abyeceion, desde la perspectiva de la diacronia sub- Jeliva, es una preamdictin det narcisismo. Le es coextensiva y lo fragiliza constantemente. La ima- gen mas 0 menos bella donde me miro o me re- conozco se basa en una abyeccién que la flaura cuando se distiende Ja represton, su guardian per- ‘manente. La “xora”, receptaculo del narcisismo Introduzeémonos por un instante en la aporia, freudiana llamada de la represion primarta. Curio- 80 orlgen, donde aquello que fue reprimido no per- Paderes dea perversion 21 ‘sublime desencadena —desde siempre ha desenca- denado— una cascada de percepeiones y de pala- bras que ensanchan la memoria hasta el infinite, ‘Me olvido ahora del punto de partida y me encuen- tro asomada a un universo segundo, desfasado de aquel en el que “yo" estoy: delectacion y pérdida. No més act, sino slempre y a través de la percepcién y de las palabras, lo sublime es un ademés que nos Infla, nos excede, y nos hace estar ala vez axel, arro- Jados, y alll. distintos y brillantes. Desvio, clausura Antes del comienzo: la separacion Entonces lo abyecto puede aparecer como la sit Dlimacion més frdgl| (desde una perspectiva sincré- nica), més arcatea (desde una perspectiva dlacrént- ca) de un “objeto” todavia inseparable de las pul siones. Lo abyecto es aquel pseudo-objeto que se constituye antes, pero que recien aparece en las ‘brechas de la represion secundaria. Por lo tanio lo abyecto seria el “objeto” de la represtin primaria. Pero, zqué es la represién primaria? Digamos: la capacidad del ser hablante, slempre ya habitado por el Otto, de dividir, rechazar, repetir. Sin que e3- ‘én constituides una division, und separacion, un ‘sujeto/objeto no todavia, 0 ya no). yor que? Qui- zs a causa de la angustia matema, incapaz de sa- Usfacerseen lo simbolico del medio. Por un lado, Jo abyecto nos canfronta con esos cestados frégiles en donde el hombre exra en los te- rritortos de lo animal. De eata manera, con la abyec- lén, las soctedades primitivas marcaron una zona precisa de su cultura para desprenderla del mundo amenazador del animal 0 de la antmalidad, ima- ginados como representantes del asesinato'o del Lo abyecto nos confronta, por un lado, y esta vez ‘en nuestra propia arqueclogia personal, con nues- 23 Poderes dela pervers maneci6 en su lugar y donde aquello que reprime slempre toma su fuerza y su autoridad prestadas a aquello que aparentemente es muy secundarto: el lenguaje. Por lo tanto no hablamos de origen sino de tnestabilidad de la funcion simbélica en lo que tiene de mas significativo: a saber, la interdiccién del cuerpo materno (defensa contra el auto-eroti ‘mo y tabla del incesto). Aqui, es la pulsion la que rel- na para constitulr un extraflo espacio que lama- remos, con Platon (Timeo, 48-59), una xora, un re- ceptaculo, En beneficto del yo (mol) 0 contra el yo (moi, las pulsiones de vida o de muerte tienen por fiuncién co- rrelacionar ese “todavia no yo (moll" con un “obje- 0", para constituirlos a ambos... Dicotomico faden- tro-afuera, yo (mo!) - no yo (moi)| y repetitivo, este ‘movimiento tiene, a pesar de todo, algo de centripe to: apunta a situar al yo (mo!) como centro de un sis- tema solar de objetos. Hablando con propiedad. lo ‘que es exorbitante es el hecho de que a fuerza de re- ‘gresar, el movimiento pulstonal termine por hacer- ‘se centrifugo, aferrandose por consigutente al Otro Y productendose alli como signo para de esta mane- Tahacer sentido. Pero a partir de ese momento, cuando reconozco ri imagen como signo y me altero para significar- ‘me, se instala otra economia. El slgno reprime la ora y su eterno retorno. De ahora en adelante, solo ‘el deseo sera testigo de este latido “original”. Pero fel deseo ex-patria al yo (mot) hacta otro sujeto y ya, no admitira las exigenclas del yo (moi) como narcl- ‘sistas. Entonces el nartisismo aparece como una regresion operada antes de! otro, como un retomo hhacla un refugio autocontemplativo. conservador, autosullclente. De hecho, este narcisismo no es ja- mis la imagen sin arrugas del dios grlego en ina fuente apactble. Por ello los contlictos de las pulsio- res empafian el fondo, enturblan sus aguas y se lle- van todo aquello que. para un sistema dado de sig- ‘nos, al1no integrarse, es del orden de la abyeccion. m4 Julia Kristeva Entonces la abyeeciin es una especie de crisis nareisiste atestigua lo efimero de ese estado al que ‘se llama, sabe Dios por qué con celos reprobato- ros, “narcisismo"; 9 mas, Ia ‘coniiere al narcislamo (a la cosa o al concepto) au estatuto de *eemblante”. ‘Sin embargo, basta con que una interdicelon, un ‘superyo por eemplo, se erija como barrera frente al deseo tendide hacia el otro 0 que este otto, ‘como lo exige 6u papel. no satisfaga~ para que el deseo y sus signifcantes desanden el camino y ‘vuelvan sobre lo “mismo”, enturblando de esta ma- nera las aguas de Narciso. La represién secunda- Ha, con su envés de medios simbolices, intenta trasladar a su propia cuenta. asi descublerta. los re- ‘cursos de la represién primaria, prectsamente en. el momento de la perturbactin narciaista (estado que, en resumidas cuentas, es permanente en el ser hhablante por poco que se escuche hablar). La eco- ‘omla arcaica es exiraida a la luz del dia, significa da, verbalizada. Por lo tanto sus estrategias (recha- zantes, separantes, repitientes-abyectantes) en- cuentran una existencla simbélica. a la que deben plegarse las logicas mismas de lo simbolico, los ra- zonamientoa, las demoatraciones, laa pruebas, ee. Es entonces cuando el objeto cesa de estar circuns- vyocan esta erisis nareisista que, con su verdad, ‘porta la visién de lo abyecto, Una excesiva severt dad del Otro, confuundido con el Uno y la Ley. La fa lencta del Otro que se trasparenta eit el derrumia- ‘miento de los objetos de deseo. En ambos casos. lo abyecto aparece para sosiener "yo" en el Otro. Lo labyecto es la violencia del duelo de un “objeto” des- dde siempre perdido. Lo abyecto qulebra el muro de la represion y sus juicios. Recurre al yo (moi) en los limites abominables de los que. para ser, el yo (mot) se ha desprendido ~recurre a él en el no-yo (moll, en Ia pulston, en la muerte. La abyeccién es 26. Jule Keister por otro lado, como el sentimiento de la abyeccion ‘es juez y complice al mismo tiempo. iguaimente lo een la Iteratura que se le confronta. En conse- ‘cuencia, se podria decir que con esta literatura se realiza una travesia de las lcotémicas de lo Puro y lo Impuro, de lo Interdicto y del Peca- do, dela Moral y de lo Inmoral. Para el sujeio solidamente instalado en su super- yo, una escritura como ésta participa necesaria- ‘mente del intervalo que caracteriza a la perversién. cl cual en consecuencia provoca abyeceién. Sin em- ‘barge, Jos textos apelan a una flexbiltzacion del ‘supery6. Escrtbirlos supone la capacidad de imagi- nar lo abyecto, es decir de verse en su lugar descat- ‘tandolo solamente con los desplazamientos de los Juegos de lenguale. Reclen despues de su muerte, eventualmente, el escritor de la abyeccion escapa” Faa su cuola de desechos, de desperdicio 0 de ab- yyecto. Entonces, o caerd en el olvito, o accedera al estatuto de ideal inconmensurable. La muerte seria por lo tanto el principal eustodio de nuestro museo maginario; en ultima instancia nos protegeria de esta abyeecion que la Hleratura contemporanes se exige desperdiciar al nombrarla. Una proteccion, Que ajusta sus cuentas con la abyecclon, pero tam- bien quiza con la incomoda apuesta, incandescen- te, del mismo hecho Uterario que, promovido al es- tatuto de lo sagrado, se encuentra separado de su especiicidad, Ast, la muerte limpia nuestro univer- 0 contemporanes. Purtficandonos de la literatura, constituye nuestra eligisn laica. De tal abyeceion, tal sagrado La abyeccién acompafia todas las construcelo- nes religiosas, y reaparece, para ser elaborada de luna nueva manera, en ocasion de ou derrumba- lento. Distingulrernes varias estructuraciones de Paderesdetaperversen, | 2s tuna resurrecelén que pasa por la muerte del yo (mol). Es una-alquimla que transforma la pulsion de muerte en arranque de vida, de nueva signi- cancla Perverso 0 artistic Lo abyecto ests emparentado con la perversion, El sentimiento de abyeccion que experimento se ancla en el superys. Lo abyecta es perverso ya que ho abandona ni asume una Interdiccion, una regla una ley. sino que la desvia, la descamina. Ia co- rrompe. ¥ se sive de todo ello para denegarios. Ma- ta en nombre de la vida: es 1 despota progreststa, vive al servicio de la muerte: es el trafleante genet. co: realimenta el sufrimiento del otro para su pro: plo bien: €6 el cinico y el psicoanalistal: slenta su poder nareisista Dngiendo exponer sus abismos: el artista es quien eerce su arte como un "negocio". Su rostro mas conocldo, mis evilente, es la corrup- clon. Es la figura soctalizada de lo abyecto, ara que esta complieidad perversa de Ia abyec- clon sea encuadrada y separada, hace falta una adhesion inquebrantable a lo Interdicto, a la Ley. Religion, moral, derecho. Evidentemente siempre mas © menos arbitrarie; invariablemente mucho ‘mas opresivos que menos: diflelimente domina ‘les cada vez mas. 1a literatura contemporanea no los reemplaza. Mas bien se dirta que se escribe sobre lo insostent- ‘ble desde las posiciones superyoicas 0 perversas. ‘Comprucba la Impostbilidad de la Religion, de la ‘Moral, del Derecho ~ su abuso de autoridud, su sem- blante necesarto y absurdo—. Como la perversion. Ja literatura los usa, los deforina y se burla. Sin em ‘bargo, toma distancia en relacton con lo abyecto. El escrito, faseinado por lo abyecto, se imagina stt Jogiea, se proyecta en ella, la tntroyecta y por ende pervierte la lengua —el estilo y el contenido. Pero Paderesdelaperverstin la abyeceién que determinan diversos tipos de lo ssagrado. ‘La abyeccion aparece como nto de la tmpureza y de la contaminacién en el paganismo de las socle- dacies donde predomina o sobrevive lo matrilineal, donde toma el aspecto de la exlusion de una ous” ‘ancia (nutritwa 0 ligada a la sexualidad), euya ope- racién coincide con lo sagrado ya que lo instars. ‘La abyeccion persisie como exclusion o tabs fal. mentario u otro) en las religiones monoteistas. par- ‘cularmente en el judaismo, pero deslizandose ha- la formas mis “secundarias” como transgrestin, (de la Ley) en Ja misma economia monotelsta. Final- ‘mente, con el pecado cristiano eneuentra una ela- boractén dialéctica, integrandose como alteridad amenazadora pero slempre nombrable, stempre to- talizable en el Verbo cristiano, Las diversas modalidades de purffcactin. de lo abyecto —las diversas catarsis— consiituyen la his- {orla de las religiones, terminando en esa catarels por excelencia que es ¢1 arte, més acé.o més allé de la religion. Desde esta perspectiva. Ia experiencia artistica, arralgada en lo abyecto que dice y al dectr- Jo purtfica, aparece como el componente esencial de la religiosidad. Quiz por ello esta destinada a sobrevivir al derrumbamiento de lax formas hist5- reas de ls religiones. Fuera de lo sagrado, lo abyecto se escribe En la modemidad occidental, y en razon de la crt sis del cristianismo, la abyeecion encuentra reso- nancias mas arcaicas, culturamente anteriores al pecado, para aleanzar su estatuto biblico e incluso el de la impureza de las sociedades primitivas. En ‘un mundo en el que el Otro se ha derrumbado, eles- fuerzo estético —descenso los fundamentos del cdifleto simbélico— consiste en volver a trazar las 28 2 Julia Kater frigiles fronteras del ser hablante lo més cerca po- sible de sus comlenzos, de ese “origen’ sin fondo que es la represion lamada primaria. Sin embargo. en esta experiencia sostenida por el Otro, “sujeto y “objeto” se rechazan, se enfrentan, se desploman y vuelven a empezar, inseparables, contaminados, ‘condenados, en el limtte de Jo astmilable, de lo pen- ‘sable: abyectos, Sobre este terreno se despliega la gran literatura moderna: Dostolevski, Lautréa- ‘mont, Proust, Artaud, Kafka, Céline. Dostotevskt Para Dostolevsla, lo abyecto es el “objeto” de Los ndemeontadoe: ex Ia meta el ml de una expe Henela cuyo sentklo se plerde en la abooluta por haber rechazado absolutamente el ‘mite (moral, social, religiose, familiar, indlvidual) como absoltto, Dios. Entonces la abyeccion oscila entre el desuanoctmierio de todo sentido y de toda humanidad, quemados como entre las ilamas de un incendio, y el éxtasis de un yo (mol) que, hablen- do perdido su Otro y sus objeins, aleanza el colmo de Ia armonta con la tierra prometida en el preciso momento de este suleidio. Son abyectos tanto Ver- khovenskd como Kirlloy, tanto el asesino como el suleida. “La vista de un gran fuego, por la noche, slemn- pre produce una impresién molesta: excitante. ‘Tal ver ello implique la quema de fuegos artificia- Jes, aunque éstos obedecen a cierto deseo orna- mental, y no presentan peligro alguno; pero tam- bien desplertan sensaciones ligeras, capricho- sas y parecidas a las provocadas por tna copa de champafia. Pero en un Incendlo es distinto: ‘aqui. el esfuerzo y un sentimiento de peligro per- sonal se unen a ia excitacién jovial, produetendo cen el espectador, salvo en quien trabaja para x- __sulia Ketsteva ‘Verkhovenski es abyecto en su viscosa y solapa- da utilizacion de los ideales que ya no lo son, desde €l momento en que falta lo Interdicto (lamémoslo Dios). Quiz Stavroguin lo sea menos, ya que su inmoralidad abarca la risa y el rechazo, algo artist- co, un gasto gratulto y cinico que se capitaliza evi- dentemente en beneficio de un narcisismo privado, pero que no sirve a un poder arbitrario y extermina- dor. Se puede ser einico sin ser irremediablemente abyecto; la abyeccién slempre es provocada por aquello que trata de hacer buenas migas con la ley burlada. Su proyecto 3 notable ~continud Verkho- venski—. Ha establecido el espionaje. Con ou sio- tema, cada miembro de la sociedad tiene puesto 41 ofo sobre el otro, y estan obiigados a delatar. Cada uno pertenece a todos, y todos a cada uno. ‘Todos los hombres son esclavos e iguales en la esclavitud. En casos extremos puede recurrirse ala calumnia y ala muerte, pero lo principal es que todos son iguales. Antes de nada, se rebaja €l nivel cultural en la instruccién, en las clen: ‘fas, en Jos talentos. Una cultura elevada s6lo es ‘accesible a los espiritus supertores, por e30 no hhabra talentos. Los hombres de talento se ampa- ran stempre en el poder, y se convierten en dés- potas. No saben hacer olra cosa. Siempre han ‘causado més dafo que bien. Hara falta expulsar- Jos, o matarlos. A Cicerén le cortardn la lengua: ‘@ Copérnico le quitardn los ojos: Shakespeare se~ 4 lapidado. (Ese es el chigaliovismo! Los escla vos deben ser iguales. Sin despotismo jamas ha Ihabido Ubertad ni igualdad; pero en un rebano debe reinar la igualdad. jEse es el chigaliovismot Wa. Ja, Jal gAcaso le asombra? Yo estay con Chi- rato 4 dp 528 Paseres delaperveriie _ 29 Unguir el fuego, una especie de conmoctén ner- ‘viosa semejante al despertar de los Instintos de destruceion que duermen en todos los espiritus, incluso en el mas tumido y metodico funclonarto, Esta oscura sensacion casi siempre es embria- gadora. «Dudo que sea posible contemplar un in- cendiosin experimentar cierto placer. “Hiay instantes. que duran cinco 0 seis segun- ddos, en que. de pronto, sc siente la presencia de Ja armonia eterna. Eso no es terrestre, mi quiero decir que sea celeste; pero el hombre, bajo su as- pecto lerrenal, se slente Incapaz de soportarlo. De transformarse fisicamente o morir. Bs un sen- ‘Umiento claro, indiscutible. abscluto. De pronto, ‘8 pereibe toda la naturaleza, y se dice uno: si, es- ta bien ast, es verdad. Cuando Dios creo el mun- do, dijo al final de cada dia: «Si, esta bien, es jus- to, es verdacs. Pero no es enternecimiento... es otra cosa: es alegria. Usted no perdona nada, por- que nada hay que perdonar. Tampoco es amor. 1Oh! Es algo superior al amor. Lo terrible es que resulta espantosamente claro. 1Y con semejante alegria! St durase algo mas de cinco segundos, el alma no lo soportaria y tendria que desaparecer. En esos cinco segundos vivo toda una vida y da- ra por ellos toda mi existencia. pues lo valen. Pa- ra soportar eso durante diez segundos, seria ne. cesario transformarse fisicamente. Plenso que ‘el hombre debe dejar de engendrar. gPara qué Jos nifios, para qué el desarrollo de la human!- dad, oi el fin est conseguldo? Esté escrito en el Evangelio, que después de la resurreccién no se ‘engendrara mas, y todos seremos como los ange- Jes de Dios. Es una imagen. Su esposa pare?"9 2 Doster, Law Erdementaloe, Barca, Brwguer, 1979, pees. 3 dp. 787, Poderes dela perversion 31 Dostolevskt radiografié la abyeceton sexual. mo- ral, religiosa, como un derrumbamiento de las Keyes paternas. El universo de Los Endemoniados, 2n0.es lun universo de padres desaprobados, ficticios o muertos, donde reinan, como fetiches feroces pero no menos fantomaticos, matronas embriagadas de poder? Dostoievski se ibraba de ese despiadado pe- somaterno simboltzando lo abyecto, entregando ma- gistralmente el goce de dectrio, Peroes en Proust en quien encontraremos el resor- te més inmediatamente erético, sexual. deseante, de In abyeecién; es en Joyce donde descubriremos lo que es el cuerpo femenino, el cuerpo materno, en lo que ene de in-significable, de in-simbolizable, que s08- lene, paral individuo, el fantasma de aquella perdl- da donde se sumerge o se embriaga. Incapaz.de nom- brar un objeto de deseo. Proust Reconocida como inherentesa la suave e impoale alteracion del yo (moll recomockla por consigulente Como soldada al narcistamo, en Proust la abyeccin tiene algo de domesticad: sin ser “lmpla” ocayen do por su proplo peso", ea un escdindalo donde seta tade reconocer, cuando e In trviallded, al menoe el Secreto de un polichinela snob. En Proust Ia abyee- ‘ones mundana, euando no stale bles inman- do dela sociedad. Sera por cao que atlo en él encon= tramos el nico ejemplo moderno. probado por los dicclonarios, de emplco de Ia palabra “abyecto" en el sentido déb que tenia a fines del siglo xvm? “En cece barrios cast populares, qué existencia smodesta, abyecta, pero dulce, pero alimentaca de alma y felicidad hublera aceptado vir Indefni- damente-® 9 Poreloamen de Scorn Intrahsecion ce mets 2 Julia Kristeva Proust eseribe que stel objeto del deseo es real, so- to puede apoyarse sobre o abyecto tmpostble de col mar. Entonces el objeto de amor se vuelve inconfesa- ble, sonia del auto, parecido a éate, pero acto, pes ‘es nseparable de una kientidad imposible. Por tan- {o,eldesco amoroso se experimenta como un pliegue Interno de esta identidad imposible. como un ae dente del narcislamo, obeto, alteracién dolorosa. Aellclosa y dramdticamente condenada a encontrar lotro stlo en el mismo sexo. Como si no se accedle- rua la verdad, abyecta, de la sexvalidad, sino por la homosexualidad: Sodoma y Gomorra. *Niiquieratuve que lamentar no haber legado a mitaller hasta pasados unos minutes. Pues, por Toque of al prineipioen el de Jupien.y que no fue ris que sonidos inartculados, supongo que po- tas palabras ve cijeron. Verdad ea que aquellos sonidos eran tan Violentos que, de no repelirse Sucesivamente y cada ver una octava mas alto en 4quejide paralelo, habria podlide yo creer que una Persona estaba degoliando a otra muy cerea de mi Y que, despues, el homicida y su vieua resuct- {ada tomaban un bafo para borrar las huellas del crimen. Posterformente legué a la conchusién de ‘que hay una cosa tan estrepitosa como el dolor, 8 el placer, sobre todo cuando va acompatiaco 2 falta del miedo a tener nits, yaqulnoera el ca- ‘0. apesardel ejemplo paco probatoriode a leyen- da dorada de loe culdados inmedlatos de lim: pleza Comparada con ésta, la orgla sadiana, encuadra- dda en una glgantesca filosofia, aunque sea de oca- dor, no tenla nada de abyecto. Pautada, retrlca, ¥ desde esta perepectva, regular, ensanchael Sento, cl Cuerpoy el Universo pero ne iene nada de exorbt- Proust, Sadoma y Gomorra, Madi. Aten Kear. 1978, p. tater ‘como ellos si estoy segura que anduve haciéndolo ‘por alguna parte ae le conoce por su apetito de to- dos modos amor no es porque estaria sin apetito pensando en ella o habra aldo una de esas damas ‘noeturnas 6! fuera clerto que estuvo por alla aba- Joy la historia del hotel nada mas que un monton de mentiras inventadas para ocultarlo mientras lo planeaba Hynes me retuve a quién encontr¢ ah si meencontrécon teacuerdas Mentonyaquién mas ‘qulén déjame pensar esa gran carade nene yolovt yrecién casado firteando con una ovencitaen Po- ‘oles Myriorama y le volv la espalda cuando se ¢2- cabullé parecia muy avergonzado qué hay de ma- Jo pero el tuvo la desfachatez de galantearme una vez ee lo merece con su boca sedusctora y us ooo hervidos de todos los grandes estapidos que a mi Jamas ya eso se le lama hombre de leyes sino fue- ra que detesto tener una larga disputa en la cama Que si nol noes eso.es alguna ramerita cualquie- ra con la que s¢ metio en algan lado o levanté de contrabando silo conocieran tan bien comoyo por- que antes de ayer no mis estaba garabateando al- geen una carta cuando entré en la eala de la calle ‘buseando los fosforos para mostrarle la muerte de Dignam..°7 Aqui lo abyecto no est en la tematica de la sexua- lidad mascuiina tal como la veria Molly. Tampoco es- {i en el horror fascinado que las otras mujeres. per- flindose detrés de los hombres. inspiran a la habla- dora. Lo abyecto esté, mis alla de los temas. y para Joyce en general, en la manera de hablar: lo que re vvela Jo abyecto eb la comuntcacion verbal, el Verto. Pero al mismo tlempo, stlo el verbo purifica Io abyec- to. Bs lo que Joyce parece querer decir cuando devuelve ala retorica magistralquees su work tn pro- ‘gress todos los derechos contra la abyeccién. Una 17. Joye, Utoes, Beene hrs, Ett! Reda, 1972p. 698 Podleres delaperversir. 33 ‘ante: paraellatodoesnombrable, el todloes nombra- ble. La escena sadiana integra: ademas no tlene im: pensable, no tiene heterogéneo. Racionalyoptimista, no excluye. Es decir que no reconoce lo sagrado, en cel sentido en que consiituye el eolma antropolgicoy retérico del atelsmo, La eacritura proustlana, muy por el contrario, no abandena jamés una instancia que juzga, quiza biblica, que escinde, expatria, re- parte 0 condena. La trama de esta oracién, de esta, ‘memoria, de esta sexualidad y de esta moral prous- ‘tlanas que reanen hasta el infinite diferencias (de los sexos, de las clases, de las razas) en una homogenel- dad que no es més que signos, frig red tendida s0- bre un abismo de incompatibilidades, de desechos, de abyecctones, se contruye respectode,cony contra, aguella instancla. En Proust, el deseo y los algnos ‘telen la tela infinita que no oculta sino que hace apa. recer lo inmundo tamtzado. Como falencta, molestla, vyerghenza, torpeza. En suma, comoamenaza perma- nente para la retorica homogeneizante que el eseritor construye contra y con Io abyecto. soyce Resplandeclente, interminable, eterna —y tan dé- bil, tan insignifieante, tan endeble— retérica del len guale Joyceano. Lejos de sustraernos a lo abyecto, Joyce lo hace brillar en ese prototipo de la palabra li- terarla que es para él el monélogo de Molly. SI este mondlogo despliega lo abyecto, no es porque es una mujerquien habla. Sino porque, adistancia, clescri- tor se acerca al cuerpo histérico para hacerlo hablar, para hablar a partir de él de aquello que eseapa a la palabra y que se revela como el cuerpo a cuerpo de ‘una mufer conotra, sumadre por supuesto,lugar ab- soluto, ya que primordial, de lo imposible: de lo ex- luido, del fuera de sentido, de lo abyecto. Atopia. “1 la mujer distmula para no dar tanto trabajo Poleresdelaperversion 38 sola catarsis: la retérica del significante puro, de la misica, de las letras, Finnegan's Wake. El viafe de Céline, al fin de su noche, tambien re- ‘encontrar el ritmo y la musica como tunica salida, ‘altima eublimacion de lo insignifieable. Pero, a dife- reneia de Joyce, Céline no hara de esto motivo de tuna salvacién. Rechazando una vez mas, sin salva cién, desposcido, Céline sc transformard. cucrpo y lengua, en el apogeo de esta revulsién moral. polit: ea y estilistica que marca nuestra época. Una po: cea que parece haber entrado, hace un siglo, en un parto sin fin, La magia vuelve a quedar para otra Borges ‘Vertiginoso, alucinatorio es en todo caso, sein Borges, elobjeto de la Iiteratura. Es el Aleph que apa- rece, en su verdad de transfinito, en ocasién de un descenso digno de Igitur en los sotanes de una casa ‘natal por definiclon condenada. La literatura que se ‘atreve a relatar los abismos de este descenso no es més que el escarnio mediocre de una memoria arcal- ca que el lenguaje prepara tanto como traleiona. Es- te Aleph es exorbitante al punto que. en elrelato, sé- Jo la narracién de la tnfam/a podria captar su poder. Eo decir la narraeién de Ia desmeauira, del ain limite, de lo impensable, de lo insostenible, de lo insimboli zable. Pero, gqué ¢s?, sino}a repeticion tneansable de una pulsion que, propulsada por una pérdida inicial, nocesa de errar nsatisfecha, engafiada, desviriwada, antes de encontrar su nico objeto estable. la muer~ te. Manipular esa repeticién, ponerla en escena, expiotaria hasta que entregue, mas alla de su eterno retorno, su destino sublime de ser una lucha con la muerte — gno es acaso aquello que caracteriza ala es: ceritura? Y sin embargo, tocar ast la muerte, burlarse della, :noes acaso la infamia misma? El relato lite- rarlo que dice los mecantsmos de la repeticiin debe 36 Sulla Kristeva cconvertirse forzosamente, més alla de lo fantastico, de lo polictalo de la serie negra, en un relato de lain. famia (Historia de la tyfamia, Historia de la etemt dad). ¥ elescritor no puede dejar de reconocerse, iri- ‘sorioy desposeideen ese individuoabyectoque es La- zarus Morell, el redentor espantoso, que resucita a ‘sus esclavos con el solo fin de hacerlos morir, no sin antes haberlos hecho circular —y redituar— como moneda. 2Es necesario decir que los objetos ltera- ‘ios, nuestros objetos de ficcién, tales comolos escla- ‘vos de Lazarus Morell, solo son resurrecciones com pletamente efimeras de ese Aleph inastble? 2Es ese Aleph, “objeto” imposible. el imaginario Imposible. ‘que sostiene el trabajo de laescritura, trabajoque sin ‘embargono es més que una pausa provisoria en laca- rrera borgiana hacia la muerte contenida en el abis- ‘mo de la caverna materna? “Los caballos robados en un Estado y vendidos enotro fueron apenas una digresion en la carrera delincuente de Morell, pero prefguraron el méto- ‘anieo, no solamente porlas clrcunstanclas sulge- neris que lo determinaron, sino por la abyeccion que requlere, por st fatal manejo de la esperanza Y por el desarrollo gradual. semejante a la atroz volucion de una pesadilla. Al Capone y Bugs Mo- ran operan con flustres capitales ¥con ametralla doras serviles en una gran ciudad, pero eu negocio ee vulgar. Se disputan un monopolio, es0es todo... En cuanto a cliras de hombres, Morell lego a comandar unos mil, todos juramentados. Dos- cfentos integraban el Consejo Alto, y éste promul- gaba las ordenes que los restanies ochoclentos ‘Cumplian. El riesgo recala en los subalternos. En. ‘caso de rebelién, eran entregados a la fusticla @ arrojados al rio correntoso de aguas pesadas, con tuna segura pledra a los ples. Eran con frecuencia ‘mulatos. Su fascinerosa mision era la eigulente: 38 Ja Kista ‘Si se imagina esta maquina imaginarla transfor- mada en inatituclén socal, se vera la infarnta del... Artaud Un “Yo" invadide por el cadaver: esto es con fre- ‘cuencia lo abyecto en el texto de Artaud. Pues es Ia ‘muerte la que figura, violentamente, este estacio ex- ‘trano donde un no-sijeto, extraviado, hablendo per. ddido sus no-objetos, smagina, através dela prueba de Ja abyeceion, la nada. Horror de la muerte que "yo" ‘soy, astixia que no separa el adentro del afuera sino ue los aspira uno dentro del otro indefinidamente: Artaud es el testigo insoslayable de esta tortura - de esta verdad. “Una nifia muerta dice: Soy aquella que revien- tade risa y de horror en los pulmones de la viva. ‘Que me saquen rapido de alll"? “Pero muerto, mi cadaver fue arrojado ala basu- a, y recuerdo haberme macerado ho s¢ cuéntos dias 0 cuintas horas esperando despertarme. Pues al principio de todo no supe que estaba muer- ‘to: tuve que decidirme a comprenderlo para poder levantarme. Entonces algunos amigos, queal prin- ciplo me habian abandonado completamente, se decidieron a embalsmar mi cadaver y se asombra: ron sin alegria al volver a verme vivo."10 “No tengo por qué acostar contigo estas cosas, pues soy mas puro que t, dios, y acostarme no es ‘ensuciarme sino luminarme, al contrario, de "11 1 fp. 208 trad ea moc Pecleres de la perversii, ” “Recorrlan — con algtin momentneo lujode ant- llos, para inspirar respeto— las vastas plantacio- nes del Sur, Elegan un negro desdichado y le pro- ponfan la libertad. Le decian que huyera de sti pa- ron, para ser vendido por ellos una segunda vez, en alguna finea distante. Le darian entonces un porcentaje del precio desu ventay lo ayudarian a otra evasion, Lo conduelrian después aun Estado LUbre, Dinero y libertad, dolares resonantes de pla- tacon ibertad ,qué mejor tentacion tban a ofrecer. le? Eleselavo se atrevia a st primera fuga “EInatural camino era el rio. Una canoa, la cala de un vapor. un lanchén, una gran balsa como un clelocon una casillaen la puntao con elevadas.ear- pas de Jona: el lugar no importaba, sino el saber- se en movimiento, y seguro sobre el infatigable Flo... Lo vendian en otra plantacion. Hula otra vez ‘los canaverales 0 a las barrancas. Entonces los terrtbles blenhechores (de quienes empezaba ya a desconflar) aducian gastos oscuros y declaraban ‘que tenian que venderlo una tiltima ver. A suregre- so le darian el porcentaje de las dos ventas y ia i- bertad. El hombre ee dejaba vender, trabafaba un Uempoy desaflaba ena altima fuga elriesgodelos perros de presay losazotes. Regresaba con sangre, con sudor, con desesperacién y con suefio." “El préfugo.esperaba lalibertad. Entonces los mulatos nebuloscs de Lazarus Morell se transmitian una ‘orden que podiano pasar de una senay|olibraban de lavista, del oldo, del tacto, deldia, delainfamia, del tiempo. delos bienhechores, dela misericordia,

Das könnte Ihnen auch gefallen