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Taller de Estudios y Análisis

Bioenergético

“PANIC ATTACK: EL EXTRAÑO INVISIBLE QUE NOS


HABITA”
LUIS GONÇALVEZ

DEFINICIÓN y SÍNTOMAS
• PREDISPOSICÓN AL PÁNICO
a) El continuum del miedo.
b) Desconexión cognitiva – somática.
• COMPRENSIÓN BIOENERGÉTICA Y
FENOMENOLOGÍA CORPORAL DEL PÁNICO:
a) La desorganización del segmento ocular.
b) El poco contacto emocional con la parte inferior del
cuerpo.
c) La contracción crónica del segmento diafragmático y
del segmento torácico.
POSTURA TERAPÉUTICA FACILITADORA
• TERAPÉUTICA:
*DIDE
*ANÁLISIS
*TRABAJO BIOFÍSICO (TRABAJO CORPORAL
BIOENERGÉTICO):
a) La movilización del segmento ocular;
b) La flexibilización y el desbloqueo de los segmentos
torácico y diafragmático,
c) El trabajo con la base (pelvis, pies y piernas).
• ACTITUDES DIARIAS FACILITADORAS
• PRONÓSTICO
• VIÑETAS CLÍNICAS

1
PANIC ATTACK: EL EXTRAÑO INVISIBLE QUE NOS
HABITA*
**
LUIS GONÇALVEZ

DEFINICIÓN y SÍNTOMAS

Aunque la reacción de pánico no es nueva1 es nueva su


clasificación científica como síndrome de pánico (panic disorder) o
como ataque de pánico (panic attack), así como son nuevas sus
actuales tentativas sistemáticas de comprensión y tratamiento.
En la década del 60 varios investigadores científicos
comenzaron a diferenciar inesperados ataques de ansiedad de otras
manifestaciones de ansiedad.
La clasificación diagnóstica oficial de síndrome de pánico
ocurrió en 1980 con la publicación del DSM III, Manual diagnóstico y
estadístico de los trastornos mentales (Diagnostic and Statistical of
Mental Disorders) de la Asociación Americana de Psiquiatría
(American Psychiatric Association).
Según esta clasificación el síndrome de pánico pertenece a los
trastornos de ansiedad, junto con las fobias, el trastorno por estrés
postraumático (PTSD), el trastorno por estrés agudo, los trastornos
obsesivo-compulsivos, el trastorno de ansiedad generalizada, etc.

El síndrome de pánico se caracteriza por la aparición de


ataques de pánico inesperados y recurrentes.

*
Desgrabación del Ateneo Clínico presentado el 6/11/02 en el curso de Introducción
a las Técnicas Psicoterapéuticas (5° ciclo - Facultad de Psicología de la Universidad
de la República) y del Laboratorio Clínico desarrollado el 22 y 23 de junio del 2002
en la especialización en Análisis Bioenergético Reichiano (TEAB –Taller de Estudios y
Análisis Bioenergético- Montevideo/Uruguay).
**
Psicólogo. Docente Universitario de Psicología Social (Psicología Grupal e
Institucional; Seminario “El Cuerpo en la Clínica Social”), de Corrientes Teórico-
Técnicas y de Introducción a las Técnicas Psicoterapéuticas (Seminario
“Bioenergética”). Ex docente de los Cursos de Clínica Bioenergética de la Unidad de
Formación Permanente para Graduados de la Facultad de Psicología de la
Universidad de la República. Docente invitado del Departamento Reichiano del
Instituto Sedes Sapientiae (SP/Brasil). Autor de los libros “Los Cuerpos Invisibles”
(Edcs. Multiplicidades), “Análisis Bioenergético” (Depto. Publicaciones del CEUP),
“Arqueología del cuerpo” (Edcs. TEAB), “El cuerpo en la psicoterapia” (Ed.
Psicolibros Universitario), entre otros textos clínicos. Especializado en Análisis
Bioenergético, en Vegetoterapia Caracteroanalítica, en EMDR, en TIR, en EFT, en
TFT y en TIC. Miembro Didacta del Taller de Estudios y Análisis Bioenergético
(TEAB).
1
Sigmund Freud en 1895 denominaba neurosis de angustia a un cuadro similar (“La
neurastenia y la neurosis de angustia”).

2
Los ataques de pánico o crisis consisten en períodos de intensa
ansiedad acompañados de algunos síntomas específicos, por lo
general relacionados a desequilibrios del sistema nervioso vegetativo.
Los más comunes son:
• Palpitaciones, dolor en el pecho, opresión torácica, taquicardia,
alteraciones vasculares, alteraciones cardiorrespiratorias,
• sensación de falta de aire, de ahogo, dificultad de respirar, falta de
aliento,
• hormigueos, parestesias,
• sudoración, escalofríos, ondas de calor, sofocaciones,
• temblores o sacudidas,
• hipersensibilidad,
• vértigo, dificultades de orientación espacio-temporal,
atontamiento,
• boca seca,
• náuseas o molestias abdominales,
• pérdida del foco visual, alteraciones visuales,
• despersonalización (sensación de estar separado de uno mismo),
desrealización (sensación de irrealidad)
• miedo de desmayarse, de perder el control, de enloquecer, de
morir.

No todos estos síntomas parecen estar presentes en las crisis


pero algunos siempre van a estar.
Los síntomas comienzan súbitamente y se acentúan
rápidamente. Muchas veces acompañados de una sensación de
catástrofe o de muerte inminente o por un ansia de escapar de la
situación.
Según el DSM IV, los estudios epidemiológicos elaborados
internacionalmente indican de forma consistente que la prevalencia
del síndrome de pánico se sitúa entre el 1,5 y el 3,5 %. Entre 1/3 y la
mitad de las personas diagnosticadas de síndrome de pánico en la
población general presentan además este trastorno con agorafobia.

La intensidad de los síntomas puede llevar al desarrollo de un


cuadro hipocondríaco. Es decir, a diferencia de un trastorno obsesivo-
compulsivo donde el sujeto siente rechazo y le teme a determinados
pensamientos o compulsiones, a diferencia de una fobia donde la
persona teme a una situación o a un objeto específico fuera de ella,
en el pánico la persona teme a lo que ocurre en su propio cuerpo
(“estoy teniendo un ataque cardíaco”, “voy a enloquecer”, “me voy a
morir”).
Desde el punto de vista bioenergético podríamos decir que el
síndrome de pánico es una fobia en la cual el sujeto tiene miedo de
las reacciones de su propio cuerpo.
Las personas con pánico viven su cuerpo como si fuera una
amenaza constante.

3
La percepción se vuelca para las manifestaciones somáticas
que parecen caóticas y que producen un miedo intenso, llevando a la
persona a una experiencia de intensa ansiedad.

Si la histeria fue la psicopatología más destacada a comienzos


del siglo pasado, si la depresión fue la enfermedad predominante en
la segunda mitad del siglo pasado, si en los ochenta y los noventa se
despliega el auge de los trastornos narcisistas, este nuevo siglo
parece despuntar con nuevos escenarios atravesados por patologías,
biopatías y trastornos derivadas de una emoción predominante: el
miedo.

La crisis de pánico es una experiencia de un pico máximo de


ansiedad llevada al extremo. El pánico es el último grado del
continuum creciente del miedo. Para Stanley Keleman el continuum
del miedo (atención-ansiedad-pánico) es una secuencia de formas
emergenciales en el proceso de lidiar con lo nuevo y con lo
estresante. Inicialmente respondemos con más atención a lo que está
ocurriendo (hay una reacción de alarma inicial, el organismo tiende a
endurecerse, disminuye su respiración, activa los telerreceptores y
dirige su atención). Si esta movilización es suficiente para dar cuenta
de lo que ocurre, con un reconocimiento adecuado de la situación y
de sus efectos, la reacción de alerta se deshace. Pero si el grado de
afectación y de amenaza fuera más intenso podemos reaccionar con
aislamiento, fuga o con rabia y enfrentamiento. En el caso de que la
situación nos amenazara aun más intensamente y comenzáramos a
sentirnos sin capacidad de dar cuenta de lo que ocurre, el miedo y la
ansiedad pueden aumentar encaminándose hacia el pánico (en donde
la situación se vuelve en extremo excesiva e insoportable).
Encontramos por lo tanto distintas direcciones de respuestas. En las
reacciones de lucha y enfrentamiento hay un aumento de la
organización de las formas somáticas. En las respuestas de fuga,
retroceso y aislamiento hay una pérdida de la organización de las
formas somáticas. Si no podemos ni avanzar, ni retroceder, no
consiguiendo lidiar con la situación, nuestro organismo puede
desarrollar una reacción de ansiedad y de pánico, que posteriormente
puede derivar en tristeza, abatimiento, desánimo, colapso y/o
depresión. En conclusión, si bien la experiencia emocional de pánico
puede ser una experiencia normal que muchos podemos sentir en
una situación muy intensa, la reacción de pánico que ocurre en los
estados de síndrome de pánico es excesiva. Es decir, la persona
percibe que lo que lo afecta (el peligro invisible que viene de dentro
de ella) es excesivo, no pudiendo organizar sus recursos internos2.
Es decir el sujeto alcanza un punto en su continuum del miedo
en la cual lo que le afecta es excesivo y no consigue organizar sus
recursos internos.
2
Para profundizar en esta corriente neo-reichiana (Psicología Formativa), se
recomiendan los textos de Stanley Keleman “Anatomía emocional” (1985; Edcs.
Deesclée De Brouwer) y “La experiencia somática” (1987; Edcs. Deesclée De
Brouwer).

4
Desde el punto de vista bioenergético el pánico es una de las
respuestas biológicas más viejas y antiguas que podemos desarrollar
frente al peligro. Cuando se ve amenazado, el cuerpo entra en un
estado de alerta o simpaticotonía. El ritmo cardíaco aumenta, la
sangre fluye a las extremidades para prepararnos para correr o
pelear.
Un ataque de pánico provoca la reacción más rápida y compleja
que se conozca dentro del cuerpo humano. Altera inmediatamente el
funcionamiento de los ojos, muchas de las glándulas importantes,
cerebro, corazón, pulmones, estómago, intestinos, páncreas, riñones
y vejiga, y los grupos musculares más importantes. Dentro del
sistema cardiovascular el corazón aumenta su grado de contracción,
y la presión se eleva al bombear la sangre hacia las arterias. Los
vasos que canalizan la sangre hacia los órganos vitales y músculos
esqueléticos se expanden, aumentando el flujo sanguíneo, mientras
que los vasos de los brazos, piernas y otras partes menos vitales del
cuerpo comienzan a constreñirse, reduciendo el flujo en esas áreas.
Cuando un animal capta una amenaza, el cerebro reptiliano,
primitivo, construido para la supervivencia, toma la posta. La
supervivencia en la naturaleza demanda que los cuerpos respondan
como si el peligro es real y presente, preparándose para luchar o huir.
Las respuestas fisiológicas al peligro de las personas modernas se
mueven dentro del mismo estado energético, altamente cargado.
Cuando las respuestas de ataque o huida son exitosas y la persona
puede escapar o enfrentar a su atacante, el cuerpo vuelve a su
homeostasis. La energía es descargada al defenderse contra el
peligro activa y efectivamente, y el sistema nervioso vuelve al nivel
normal de funcionamiento.
Pero en el pánico la auto-regulación no está funcionando. Uno
de los factores que contribuye a sentirse sobrepasado durante un
ataque de pánico es la imposibilidad de identificar el evento
desencadenante. El cuerpo está en un estado de activación alto, listo
para atacar o huir, pero el peligro no es identificable. La persona no
puede encontrar el estímulo al que su cuerpo está reaccionando y los
síntomas (el estado de alerta) se vuelven atemorizantes. Ellos
mismos se convierten en fuente de ansiedad. El estado de alerta
corporal parece desproporcionado a la situación. Y si la situación es
psicológicamente amenazante para la persona, puede haber
importantes fuerzas intrapsíquicas que le impidan buscar el escape o
el soporte que necesita.

Si pensamos desde la perspectiva esquizoanalítica, en el pánico


el peligro es invisible. Es un extraño que habita el cuerpo del sujeto.
Ese extraño no tiene nombre, es un desconocido que habita y domina
la vida de la persona. Son sentimientos, sensaciones, (micro
partículas de experiencia, dirían Deleuze y Guattari), que están

5
marginalizadas de un territorio existencial dominante (Deleuze y
Guattari; 1980)3.
La persona se descubre activada en sus respuestas y padrones
de lucha, de fuga, etc., frente a algo desconocido (el extraño) dentro
de sí.
Lo visible es apenas la taquicardia, la falta de aire, etc.

Podemos comenzar a adelantar una hipótesis: hay una reacción


de miedo frente a una excitación interna (invisible, sin forma) que no
encuentra un modo de expresión.
Siguiendo esta primera hipótesis podemos enunciar una
segunda, que nos permitiría entender lo singular del síndrome de
pánico: hay una desconexión entre la experiencia somática y la
cognitiva. La persona vive un enorme extrañamiento en relación a su
propio cuerpo, en relación a las sensaciones orgánicas vividas dentro
de su piel4.
La persona reacciona con pánico frente a un peligro que viene
de su interior.
¿Pero pánico frente a qué, frente a qué peligro?
Esta es una de las preguntas más importantes a ser respondida
por todo sujeto que presenta síndrome de pánico, ya que apunta a las
causas que lo llevaron al estado de pánico.
La respuesta a esa pregunta siempre es singular. Cada persona
tiene sus propios motivos, y todas tienen, al menos, un motivo.
¿Porqué comienza el pánico en ese momento particular?

PREDISPOSICÓN AL PÁNICO

Clínicamente podemos encontrar distintos modos de respuesta


a lo excesivo, que pueden llevar a diferentes estados
psicopatológicos: shock traumático o estrés postraumático,
depresión, manía, desconexión, disociación, pánico, etc. Estas
respuestas singulares dependen de la historia de agresiones vividas
por la persona, de su modo característico de lidiar con las
experiencias estresantes, de su repertorio de formas somáticas, de
sus herencias constitucionales, etc.
La hipótesis que adelantamos anteriormente es que
encontramos una mayor predisposición al pánico en aquellas
personas que tienen mayor facilidad de desconectar la experiencia
cognitiva de la experiencia somática.
El origen de esa desconexión está relacionada a experiencias
emocionales muy intensas, tanto presentes como pasadas.

Clínicamente encontramos una mayor tendencia a la


desconexión en personas que tuvieron experiencias traumáticas en
3
Deleuze, Gilles y Guattari, Félix: “Las Mil Mesetas. Capitalismo y Esquizofrenia”;
Pre-Textos.
4
Estas hipótesis y su desarrollo en este ateneo clínico están tomadas del artículo “A
Síndrome de Pánico numa perspectiva formativa” de Arthur Tiago Scarpato. Revista
del Departamento Reichiano del Instituto Sedes Sapientiae nro. 10 (2001, SP/BR).

6
forma muy precoz (en los primeros días o meses de vida). En esos
momentos el mecanismo de desconexión es uno de los pocos
recursos de protección disponibles frente a las experiencias
excesivas.
Estas personas parecen tener más chances de desarrollar
pánico en algún momento de la vida, ya que mantienen organizado
un patrón de desconexión a lo largo de los años.

Caracterialmente, podemos observar que las personas con


dislocamiento superior de la energía, especialmente las personas con
trazos caracteriales visuales (E. Baker; 1967), están más propensas a
desarrollar el pánico5.

Emocionalmente, vemos la predisposición al pánico, en


personas con dificultades de integración de la vivencia corporal, con
tendencias vinculares simbióticas y con dificultades de lidiar con
emociones y con contenidos subjetivos interiores.
La segunda hipótesis que manejaremos es que detrás de la
desconexión cognición-soma hay siempre una excitación que no
encuentra un modo de expresión.
Por lo general, en la mayoría de los viñetas clínicas que
veremos, vamos a confrontar sentimientos infantiles de indefensión y
de soledad, en donde la creencia en el mundo y en los propios
recursos fueron severamente dañados y quebrados.
COMPRENSIÓN BIOENERGÉTICA Y FENOMENOLOGÍA
CORPORAL

Desde la perspectiva del Análisis Bioenergético Reichiano


podemos ordenar la comprensión sintomática de los disturbios de
pánico en tres niveles:

• La desorganización del segmento ocular.


• El poco contacto emocional con la parte inferior del cuerpo.
• La contracción crónica del segmento diafragmático y del
segmento torácico.

La desorganización del segmento ocular produce un perjuicio


directo de la visión binocular focal.
En las personas con pánico encontramos un flujo intenso de
energía y de emoción hacia la cabeza que desorganiza su
autopercepción.
En las crisis de pánico el movimiento energético es ascendente.
La energía sube, saliendo de las piernas en dirección a la cabeza,

5
Como veremos más adelante, el dislocamiento superior se caracteriza por el poco
contacto con la base (pies, piernas y pelvis) y por un predominio energético de la
zona supra-diafragmática. Para profundizar en los trazos de carácter visuales ver “O
labirinto humano: As causas do bloqueio da energia sexual”; Summus Ed. del Dr.
Elsworth Baker.

7
produciendo movimientos involuntarios (temblores, sacudidas),
inseguridad y miedo a caerse.
El corazón “se dispara” (taquicardia), hay un estrechamiento de
la garganta (sofocamiento) y una inundación energética de la cabeza,
que puede derivar en confusión, rubor en el rostro, desorganización
de la percepción, despersonalización, etc.
La persona con pánico vive una inundación de la cabeza por
emociones y estímulos más allá de su capacidad de integración de la
conciencia.
El segmento ocular se encuentra siempre sobrecargado, en un
estado de inundación energética, lo cual produce la desorganización
perceptiva y las alteraciones del sistema nervioso vegetativo.
Esta desorganización perceptiva activa las ideas de morir o de
enloquecer, consecuencia de la desorganización del sistema
energético que sustenta la identidad yoica.

Desde el punto de vista bioenergético podemos observar una


contracción en el núcleo del segmento ocular y una expansión en su
superficie.
La contracción profunda genera la confusión mental, la
sensación de atontamiento, el vértigo y las alteraciones bioquímicas.
Externamente la contracción profunda es perceptible en las pupilas
dilatadas.
La expansión superficial deja a la cabeza caliente, expande el
campo de energía y mantiene a la persona en estado de vigilancia.
Los órganos de los sentidos (especialmente los ojos) se vuelcan para
la percepción del campo, inundando la conciencia con una gran
cantidad de estímulos sin selectividad. En consecuencia, vamos a
encontrar en estas personas gran dificultad de permanecer en
ambientes con muchas personas, con estímulos fuertes, etc. Por lo
cual la persona con pánico va a buscar estar aislado para evitar esta
sobrecarga.
Esta desorganización perceptiva contribuye a que las personas
con pánico hagan constantemente interpretaciones equivocadas y
catastróficas de sus sensaciones corporales, intensificando la
vigilancia sobre su propio cuerpo.
Por ejemplo, cada sensación diferente o más intensa del cuerpo
(alteración del ritmo cardíaco, sensación de pérdida de equilibrio,
falta de aire, etc.) puede ser percibida como una señal de que
“aquello está viniendo de nuevo”, lo que lleva a una vigilancia
permanente y constante de que algo pueda salirse fuera de control.
La vigilancia intensifica la difusión y la expansión del campo
energético, generando la sensación de estar “yéndose” (muriendo,
desmayándose o volviéndose loco), de ahí el miedo de las propias
sensaciones corporales. Esta expansión del campo energético puede
llevar, a su vez, a la pérdida de la sensación de corporeidad (déficit
de enraizamiento).

La persona con síndrome de pánico parece no estar bien


enraizada en su cuerpo. El poco contacto emocional con la parte

8
inferior del cuerpo (abdomen, pelvis, piernas y pies) genera un sub-
enraizamiento (falta de grounding) 6.
Así como encontramos un déficit de enraizamiento también
ocurre lo mismo con el centramiento. Hay dificultad de centrar la
energía en su cuerpo. Como vimos anteriormente, su cuerpo es vivido
como una fuente de amenazas. Esa falta de confianza en su propio
cuerpo, se ve traducida en una profunda suspicacia hacia las
sensaciones orgánicas y hacia el funcionamiento natural del
organismo. Los peligros vienen de adentro, vienen del propio cuerpo.
Y en esa experiencia de peligro interno, el sujeto con predisposición al
pánico reacciona con ansiedad, con angustia y con miedo, lo que lo
lleva a los síntomas físicos, emocionales y cognitivos anteriormente
descritos.

Estos estados de ansiedad son acompañados por alteraciones


respiratorias, que por lo general producen situaciones de
hiperventilación7.
La contracción crónica del segmento diafragmático, y del
segmento torácico producen varios efectos somato-psíquicos.
La intensa contracción del anillo diafragmático genera una
sobrecarga energética en la parte superior del cuerpo (que se
intensifica hacia arriba en el segmento ocular), disminuyendo el flujo
de energía para la parte inferior del cuerpo (segmentos abdominal y
pélvico).
La contracción diafragmática puede generar alteraciones
digestivas (mala digestión, náuseas, vómito, malestar estomacal, mal
aliento), alteraciones intestinales (diarrea, constipación) y
alteraciones sexuales (disminución del deseo sexual, falta de placer,
inseguridad en el segmento pélvico, falta de firmeza en las piernas).
El pecho se presenta en una actitud inspiratoria crónica, no
pudiendo ceder a la espiración. Esta actitud, independientemente del
estado de pánico, puede producir dolor torácico, angustia, ansiedad,
sofocamiento, falta de aire, taquicardia y arritmia cardiaca. Como el
pecho no puede ceder no hay contacto con las emociones profundas,
aunque hay veces que la sobrecarga puede llevar a llantos
inmotivados que funcionan con un efecto de vaciamiento energético,
aliviando de esta manera la tensión interna.

La contracción crónica de los segmentos torácico y


diafragmático intensifican a nivel del SNA la simpaticotonía, mientras

6
Para profundizar en el concepto de enraizamiento y su uso en la clínica
bioenergética contemporánea ver la ficha “El enraizamiento en el Análisis
Bioenergético Reichiano” (Luis Gonçalvez; Edcs. TEAB, Montevideo, 2000).
7
El control de la hiperventilación, por medio de ejercicios respiratorios específicos
es un recurso importante en el control de las crisis de pánico. Para profundizar en el
trabajo clínico con la respiración y con la hiperventilación desde la perspectiva del
Análisis Bioenergético Reichiano ver la ficha “Funciones emocionales y
bioenergéticas de la respiración” / “Usos de la hiperventilación en la clínica
bioenergética” (Luis Gonçalvez; Edcs. TEAB, Montevideo, 2002)

9
que la sobrecarga del segmento ocular genera en éste una
parasimpaticotonía superficial y una simpaticotonía del núcleo.
La contracción crónica del segmento diafragmático junto con la
desconexión y desorganización de la auto percepción (contracción del
segmento ocular) son bloqueos energéticos que mantienen a la
persona en estado de alerta frente a la posibilidad de entrar
nuevamente en crisis (estado de pre-crisis).

Además de la desconexión psique-soma y de la desorganización


de los patrones somáticos, otro recurso utilizado por personas con
pánico para lidiar con la excitación interna es la depresión.
La depresión puede ser un modo de protegerse frente al pánico.
Limitando y disminuyendo la vitalidad y la pulsación emocional, se
puede utilizar un recurso de protección para evitar el pánico. Es decir,
una persona con pánico que se deprime está limitando su motilidad y
su movilidad, disminuyendo su sensibilidad, hasta que esté en
condiciones de lidiar con un mayor nivel de excitación, con forma y
sentido.

POSTURA TERAPÉUTICA FACILITADORA

Es muy común que el paciente ya haya consultado al médico


general, al cardiólogo, al neurólogo, y que los exámenes clínicos y de
laboratorio realizados no presenten anormalidades que justifiquen
tantas alteraciones vegetativas.
Muchas veces estos pacientes llegan a nuestra consulta con una
gran desconfianza en el diagnóstico médico (“cómo que no estoy
enfermo si casi me muero”). En estos casos es conveniente dar una
serie de informaciones acerca del síndrome de pánico, para que
pueda confiar en el diagnóstico médico de que no hay una
enfermedad cardiaca o neurológica. Esta información predispondrá al
paciente a aceptar los trabajos corporales que sugeriremos más
adelante.
El trabajo en el área cognitiva es importante en la medida que
le permite al consultante recibir información acerca de los
mecanismos que desencadenan y mantienen los ataques de pánico.
Esta psico-educación le va a dar la posibilidad de reinterpretar sus
síntomas físicos a la luz de la nueva información, de forma tal que el
significado atribuido originariamente a los síntomas (“me estoy
muriendo”), puedan transformarse en una interpretación no
catastrófica (“estoy teniendo un ataque de pánico, pero no me voy a
morir”), reduciendo por lo tanto la ansiedad concomitante.
No siempre el relato de los pacientes se corresponde con lo
realmente vivido. Por ejemplo, son muy comunes las alteraciones en
la percepción del tiempo. Las crisis (que pueden tener una duración
de 10 a 20 minutos) son percibidas teniendo una duración mayor
(“pasé toda la tarde llorando”). El esclarecimiento de este hecho
ayuda a los pacientes a disminuir las crisis.
Podemos consignar al paciente a que utilice registros de los
pensamientos, sentimientos o hechos que anteceden en el tiempo al

10
ataque de pánico. Estas cartografías nos van a permitir recabar datos
de cuales pueden ser los disparadores del ataque, y reestructurar en
su mapa vital una reformulación positiva del síntoma (por ejemplo:
“cada vez que Ud. tiene un ataque de pánico, su cuerpo le está
indicando que está sobrecargado de estrés y que tiene que parar”).

Otro aspecto central es el tema de la confianza: en su propio


cuerpo, en la alianza terapéutica, etc.
La confianza es un factor determinante para el tratamiento y
para ayudar a los pacientes a dejar futuramente la medicación.
Frecuentemente la medicación pasa a ser una “seguridad
ortopédica”, impidiendo de esta manera focalizar el tratamiento
psicoterapéutico en la capacidad de auto-regulación del organismo, y
en la creencia positiva del funcionamiento natural y saludable del
propio cuerpo.
Aun cuando el médico pueda recomendar el abandono de la
medicación, los pacientes temen abandonarla. En estos casos
sugerimos conversar con su médico el retiro paulatino de la
medicación, esclareciendo al mismo tiempo la importancia de
retomar su vida sin su uso. Por lo general, sugerimos retirar la
medicación en el fin de semana, para poder experimentar sin ella. En
el caso de que no se consiga en la primera tentativa, continuamos
insistiendo en esta medida progresiva y gradualmente.
El objetivo clínico es ayudar al paciente a confiar en su cuerpo y
en su capacidad de mantener el equilibrio de su flujo energético. Y en
este sentido, la paciencia y la firmeza del psicoterapeuta son
herramientas decisivas en todo el proceso.

Es muy importante que el psicoterapeuta esté calmado y con


confianza (sensaciones que debe además transmitir al paciente
permanentemente), que puede entender las dinámicas energético-
emocionales y además acompañar la progresiva liberación de las
emociones más profundas.
La persona con pánico tiene la necesidad urgente de expresar
con detalle sus peores miedos y fantasías y sus sensaciones
corporales, que pueden haber estado reprimidas durante mucho
tiempo.
Para exponerlo en términos bien sencillos, en el trabajo con
pacientes con síndrome de pánico, creemos que el psicoterapeuta
debe tener una postura facilitadora que acoja la demanda del
paciente de la misma manera que acogería y tranquilizaría a un niño
pequeño que se despierta en el medio de la noche, después de haber
tenido una pesadilla.
Obviamente, el paciente necesita que el psicoterapeuta no esté
shockeado, ni aterrorizado, ni juzgándolo, y necesita percibir que se
siente relajado y con calma en la situación contratransferencial.
Normalmente le relatamos a los pacientes el resultado obtenido
en situaciones semejantes a la suya, aunque sin prometerle nada en
su caso particular. Esta información elimina la creencia de que su
situación es única, favoreciendo la dirección de la cura sintomática.

11
Hemos visto conveniente además, al reconocer la existencia del
síndrome de pánico en el paciente, adelantarnos haciendo preguntas
en relación a los síntomas esperados. Esta actitud favorece la relación
de confianza, permite que el paciente se sienta comprendido en sus
síntomas y ayuda a develarle el “misterio” en el que vive en relación
a su propio cuerpo.

Otro aspecto importante es mostrar un apoyo inmediato y


permanente. La persona con pánico se siente totalmente perdida y
sin recursos para librarse de una situación irresistiblemente
amenazadora. Cuando los pacientes están en este estado pueden
hacer cualquier cosa para intentar revertir la intolerable ansiedad. Por
lo general, sienten una necesidad inmediata de atención. En principio,
es conveniente con estos pacientes estar a su disposición ya que la
persona en pánico querrá ver al psicoterapeuta tan a menudo como
lo necesite (sea diariamente o sólo una o dos veces por semana).
¿Hasta cuando? Hasta que los síntomas extremos disminuyan a
niveles tolerables. A menudo, el punto crítico del pánico disminuye
tan pronto como los pacientes saben que el psicoterapeuta los verá
muy pronto. Algunos pueden esperar hasta la noche. Otros se calman
escuchando la voz del psicoterapeuta en el contestador telefónico. La
presencia disponible del psicoterapeuta (junto a su destreza, su
comprensión y su cuidado) es una contribución sustancial para
ayudar al paciente a revertir su sentimiento de dispersión, disolución
y de abandono que puede sentir en los momentos previos a las crisis
y ataques de pánico.
En orden de no favorecer una relación clínica de dependencia,
ya en las primeras sesiones vamos introduciendo pedagógicamente
información tranquilizadora para que el paciente pueda entender
cómo se producen sus síntomas, cómo se intensifican y cómo puede
comenzar a controlarlos. Por ejemplo, dándole información clara
sobre la producción y el uso de energía desde la respiración, y cómo
se van produciendo determinados síntomas a partir de situaciones de
hiperventilación.

TERAPÉUTICA

Hay que discriminar en los pacientes con pánico:


a) La persona que viene a terapia en estado de colapso ansioso
con poca o falta total de integración yoica (generalmente
pacientes con déficit de acorazamiento: estructuras psicóticas,
borders, trastornos disociativos, con trazos de carácter
esquizoides, esquizo-orales, etc.).
b) La persona que comienza terapia con ataques de pánico pero
que tiene algún grado de estructura yoica, así como también un
trabajo y un funcionamiento social (generalmente estructuras
neuróticas, con trazos de carácter masoquistas, rígidos, etc.).

12
Es muy importante para la persona que está paralizada por el
miedo y el terror tratar de entender el proceso general de lo que le
está sucediendo.
En el trabajo analítico y en la verbalización, el psicoterapeuta
debe ayudar al sujeto a realizar sus asociaciones con preguntas e
indagaciones contactantes, siempre evadiendo la intelectualización.
Es mucho más importante que el paciente llegue a sus propias
comprensiones, a sus propios insights, a que el psicoterapeuta se los
señale racionalmente.
Si el paciente comienza a asociar libremente y se dispersa en
una verbalización extensa y sin contacto, es importante que el
psicoterapeuta lo pueda ayudar a comenzar a organizar el material
discordante. Otras veces el psicoterapeuta debe parar el monólogo
frenético y focalizar en lo que paciente teme en el momento.
Por ejemplo, podemos pedirle que pase a posición supina, que
se recueste, que pare de hablar, que respire profundamente, al
mismo tiempo que tocamos suavemente su cabeza, su pecho, su
diafragma, o su abdomen. El contacto físico suave es a menudo, en
las situaciones de pánico, mucho más tranquilizador que cualquier
respuesta verbal.

Como veíamos anteriormente, aunque las sensaciones


corporales sean reales, intensas y asustadoras, el paciente con pánico
hace interpretaciones erróneas sobre ellas, aumentando
considerablemente la ansiedad y generando así un círculo vicioso. Se
comporta como un detective en relación a sus sensaciones
corporales. Si bien sus percepciones son reales, su interpretación es
exagerada, generando una disociación entre el nivel corporal y el
psicológico.
El trabajo verbal se concentra, en primera instancia, en las
interpretaciones que el paciente hace de sus sensaciones, procurando
el esclarecimiento y la reinterpretación terapéutica basados en la
vivencia psicorporal de la terapia.
Buscamos, de esta manera, ampliar la comprensión de los
procesos afectivos, reviendo los acontecimientos y los modos de lidiar
con el pánico.

Analíticamente cartografiamos:
a) Las transiciones, los cambios, las presiones presentes en los
momentos en que el pánico comenzó.
b) Las formas de las estrategias de vida que no alcanzaron para
enfrentar los acontecimientos.
c) Las formas actuales y los procesos emergentes, buscando
conectar a la persona con su proceso formativo, con su
realidad y con su organización somática (Stanley Keleman;
1987).

Esquizoanalíticamente buscamos:

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a) La creación continua de nuevas formas existenciales en el
proceso de formación y de construcción de territorios
existenciales.
b) Abrir los territorios existenciales a nuevos sentidos y afectos.
c) Reconocer las formas singulares y los regímenes afectivos
que surgen de los encuentros, tomando contacto con los
nuevos sentidos de vida que puedan derivar de dichas
afectaciones.

La terapéutica se encamina para la reorganización de la


personalidad. El paciente inundado por emociones que exceden su
capacidad de integración yoica, necesita recursos para lidiar con esa
situación traumática.
El paciente aprende técnicas para poder influir en sus crisis.
La terapia bioenergética con estos pacientes nos va a permitir
colocar la mente y el cuerpo juntos, y ayudar a la persona a que esté
en control de su cuerpo.
El paciente aprende técnicas para disminuir la intensidad de las
crisis: acentuando la identificación con el cuerpo, focalizando y
centrando la atención en el funcionamiento espontáneo y en las
respuestas naturales del organismo, afinando la discriminación yo-
mundo, ampliando los recursos internos para adquirir una
comprensión coherente de las reacciones de su cuerpo frente al
estrés.
Lo primero que le vamos a enseñar al paciente es
enraizamiento bioenergético bien simple, complementando los
trabajos de grounding con ejercicios de centramiento, respiración y
relajación muscular. Estas técnicas están orientadas a interrumpir la
retroalimentación entre el componente fisiológico de la ansiedad (por
ejemplo la hiperventilación o la tensión muscular aguda o crónica)
con el aspecto emocional subyacente (rabia, miedo).
Una técnica que utilizamos para enseñarle al paciente a
tranquilizarse y disminuir los niveles de ansiedad es respirar en forma
suave, lenta y profunda, utilizando las cuatro fases rítmicas de la
respiración (inspiración, retención de aire, espiración y retención en
vacío). Se le consigna al paciente sentarse cómodamente con su
mano derecha en el corazón y su mano izquierda en la barriga,
presionando suavemente los pies contra el suelo en la espiración, de
una forma bien leve, haciendo conciente el segmento torácico y
abdominal. Si queremos establecer un contacto de soporte, una mano
del terapeuta puede colocarse en la nuca del paciente y la otra sobre
la mano izquierda del paciente que está haciendo conciente la
respiración abdominal.

En segunda instancia le enseñamos al paciente a limitar las


crisis y a evitarlas, hasta alcanzar un punto en el desarrollo de la
terapia en que ya las mismas no suceden más.
Cuanto más sabe el paciente acerca de cómo se desarrolla el
pánico en su cuerpo más va a disminuir el miedo subyacente. En este

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sentido es muy importante que la persona pueda administrar lo que
le acontece en un ataque de pánico.
Si ayudamos al paciente a confiar en su cuerpo, luego de pocas
sesiones podremos hacer posible trabajar dinámicamente otros
puntos, dejar la medicación prescripta, mejorar su calidad de vida
(por ejemplo disminuyendo las pesadillas: los sueños van cambiando
las pautas corporales y de movimiento hacia otra organización. El
paciente que se soñaba atemorizado y congelado en una respuesta
de contracción, comienza a luchar, a escaparse, a calmarse y
encontrar lugares seguros, aproximándose poco a poco a otra
realidad psico-somática).
Para ello le damos seguridad a través de nuevas pautas de
pequeños movimientos que quizás, en un principio el paciente los
viva como “placenteramente peligrosos o peligrosamente
placenteros” (como me decía la primer paciente que atendí con
pánico en el año 92). Por ejemplo, a diferencia de un trabajo clásico
con masoquistas en donde la expresión biofísica y emocional es de
mucha descarga, rabia y vibraciones, al trabajar con un paciente con
pánico o en shock los niveles de soporte, contención, centramiento y
enraizamiento son claves.

Tenemos que tomar en cuenta además que cuando trabajamos


con síndrome de pánico los pacientes generalmente tienen otros
problemas además del pánico. El pánico no es un trazo de carácter.
Muchas veces debajo del pánico comienzan a aparecer situaciones
traumáticas. Y como sabemos desde la Clínica Bioenergética, el
trabajar con trauma lleva tiempo. Una de las claves del trabajo con
trauma es darle al paciente el tiempo que necesite para que pueda
desarrollar niveles importantes de seguridad interna y externa que le
permitan luego integrarse y expresarse sin sufrir ninguna
retraumatización iatrogénica.
Al llegar a este momento comenzamos a trabajar con los
contenidos más profundos, buscando desbloquear las emociones, los
momentos de transición, los acontecimientos traumáticos que
causaron la desorganización. Este puede ser un momento de contacto
con las angustias, con los dolores, con los cambios profundos de la
personalidad.
Es aquí cuando comenzamos a incluir el análisis caracterial, no
antes.
En caso de persistir el pánico la cuestión más importante será la
reorganización energética y el reequilibrio vegetativo.
Creemos que es aconsejable y prudente no iniciar el trabajo con
el carácter si el mismo se encuentra encubierto por los disturbios
energéticos y vegetativos.
Por ejemplo, antes del pánico un paciente podría ser
caracterialmente activo, productivo, participativo, expansivo,
valiente, amoroso, mientras que luego de instalado el síndrome de
pánico ese mismo paciente puede perder su empleo, tener crisis
conyugales, desarrollar una incapacidad de manejar, de salir de la
casa, de viajar, de quedarse solo, tornándose dependiente, agresivo,

15
evitando las situaciones sociales tales como reuniones, fiestas, etc.
En estos momentos es cuando puede comenzar a recibir críticas de
su entorno del tipo de “no tenés fuerza de voluntad”, “no querés
asumir responsabilidades”, “no querés madurar”, etc.
Al momento de entrar a trabajar con el carácter no debemos
descuidar ni las conductas, ni las configuraciones vinculares o
sistemas de relaciones que puedan estar manteniendo los síntomas.
Por ejemplo, ayudando a la familia a aprender a reconocer cómo
determinadas conductas del núcleo familiar alimentan el espiral de
ansiedad del paciente en lugar de frenarla. O connotando
positivamente ciertos comentarios familiares que podrían aumentar la
ansiedad del paciente, por ejemplo: “cuando su compañero le dice
que no le pasa nada, en realidad está expresando sus deseos de verla
bien, y no minimizando lo que Ud. siente. Claro que esto a Ud. no la
ayuda, pero quizás pueda escuchar la preocupación implícita que hay
en las palabras de su compañero”.

A medida que va saliendo de las fases de crisis buscamos que el


paciente pueda identificar y asimilar los sentimientos y sensaciones
que lo habían llevado al pánico. Esto implica reconocer las
transiciones, los cambios en la vida que no estaban siendo
elaborados, buscando modos más vitales y menos defensivos de lidiar
con los encuentros y las afectaciones.
En todos los momentos de transición de la vida pueden ocurrir
acontecimientos críticos, experiencias excesivas que traspasan las
posibilidades de asimilación de algunas personas, produciendo un
sufrimiento emocional que derive en pánico.
Por ejemplo, transiciones difíciles pueden ocurrir en los cambios
de las fases de la vida como las primeras socializaciones, la entrada
en la pubertad, la salida de la adolescencia, el pasaje para la vida
adulta, la jubilación, el crecimiento de los hijos. Otros momentos
críticos de transición puede ser la pérdida de un trabajo, una
mudanza, un cambio de país, el fin de un relacionamiento afectivo, la
muerte de un ser querido, el nacimiento de un hijo, un aborto, etc.
Muchas personas no se dan cuenta de estos pasajes, de estas
crisis, y apenas sienten sus efectos posteriores y sus síntomas. Estos
momentos críticos pueden derivar en un proceso de desequilibrio
interno, de marginalización de partes de sí, que puede llevar, a
algunas personas, a desarrollar el síndrome de pánico.
Siguiendo la hipótesis central de este ateneo: especialmente en
aquellas personas que presentan una acentuada tendencia a la
desconexión psique-soma.

El origen del síndrome de pánico puede ser buscado en la


historia de vida de la persona. Nos concentramos en la época en la
que comenzaron las crisis. Por lo general, encontramos aspectos
importantes de su vivencia que fueron dejados de lado, retornando
posteriormente como elementos extraños a la propia persona,
llevándola a la respuesta de pánico.

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El trabajo biofísico lo realizamos desde el inicio del proceso
terapéutico. Lo consideramos fundamental ya que:
a) permite un abordaje profundo sobre la dinámica basal del
pánico;
b) actúa sobre la cuestión central de la integración cognición-
soma;
c) desarrolla la funciones de enraizamiento corporal y de
centramiento emocional, contribuyendo a solucionar el
problema de la desorganización energética;
d) posibilita un manejo de los estados de ansiedad, de angustia y
de pánico con resultados favorables significativos, sin
desplazamientos sintomáticos posteriores.

La técnica más efectiva que hemos integrado al Análisis


Bioenergético Reichiano para el tratamiento de los trastornos de
ansiedad es la del EMDR (Eye Movement Desensitization and
Reprocessing / Movimientos Oculares, Desensibilización y
Reprocesamiento a través de Movimientos Oculares), lo que ha
fortalecido considerablemente nuestra metodología de trabajo. Esta
nueva técnica, desarrollada por Francine Shapiro a partir de 1987,
nos permite realizar un trabajo de estimulación bilateral a través de
movimientos oculares, del tapping y de la sonorización bilateral, junto
a las técnicas reichianas tradicionales (actings neuromusculares,
ejercicios de respiración y movimiento, posturas de enraizamiento,
etc.), unidas a protocolos específicos para el trabajo verbal que
facilitan su aplicación. Al igual que las técnicas reichianas que
fomentan la auto-regulación organísmica, EMDR es una metodología
que utiliza la capacidad innata de nuestro cerebro para el
procesamiento de las situaciones traumáticas.
También hemos visto que los síntomas emocionales son
eficazmente abordados combinando el Análisis Bioenergético
Reichiano con TFT (Thought Field Therapy / Terapia del campo del
pensamiento), logrando al igual que con EMDR o TIR (Traumatic
Incident Reduction / Reducción del incidente traumático),
desensibilizar los recuerdos traumáticos de los ataques de pánico, así
como neutralizar la ansiedad anticipatoria frente a las situaciones en
que probablemente pueda desencadenarse los mismos.

Los tres pilares del trabajo corporal bioenergético para el


tratamiento del pánico son:
• La movilización del segmento ocular.
• La flexibilización y el desbloqueo de los segmentos torácico y
diafragmático.
• El trabajo con la base (pelvis, pies y piernas).

Algunos de los objetivos buscados con el trabajo con los ojos


son:

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-Desarrollar la integración psique-soma a través del pasaje del
estado de contracción crónica del núcleo del segmento ocular a un
estado pulsátil y funcional.
-Aumentar la cohesión del campo energético.
-Ayudar a expandir el núcleo energético contraído.
-Desarrollar la visión binocular, convergente y focal, y la capacidad
de estar en contacto con las sensaciones del mirar.
-Acentuar las sensaciones corporales y la posibilidad de contenerlas
sin necesidad de desconectarse de ellas, disociarlas o escindirlas.
-Contribuir a una mayor identificación con el cuerpo.
-Permitir tomar contacto con los registros psíquicos precoces
relacionados a las vivencias traumáticas, para realizar
posteriormente un reprocesamiento y una desensibilización de los
mismos.
-Traer a la persona para el aquí y el ahora disminuyendo su
ansiedad y las emociones o sensaciones negativas.

Algunas de las técnicas utilizadas para el desbloqueo del


segmento ocular son:

-EMDR: Los movimientos oculares del EMDR parecen producir un


efecto directo sobre el cerebro, destrabando el sistema nervioso y
permitiendo al cerebro procesar las experiencias traumáticas a través
de la desensibilización de las mismas.
EMDR activa un mecanismo natural del organismo, un recurso
fisiológico (la estimulación bilateral) que hace que los materiales
perturbadores pierdan su fuerza dentro del organismo, siendo sus
efectos profundos y de larga duración, sin producirse
desplazamientos sintomáticos.
Los movimientos oculares del EMDR al parecer permiten que se
restablezca el procesamiento de las informaciones (el equilibrio
bioquímico del sistema de procesamiento de información), de forma
tal que las imágenes, sonidos, olores, sentimientos y/o sensaciones
desagradables, asociados a la situación traumática ya no serán
revividos cuando el evento traumático es traído a la memoria. Es
decir, aun cuando una imagen traumática pueda ser recordada, su
efecto perturbador disminuye sensiblemente o literalmente
desaparece.
Los movimientos oculares rítmicos (que se encuentran en la
etapa REM del sueño) son un proceso natural del cuerpo que permite
restablecer el equilibrio del organismo que quedó alterado en el
incidente traumático.
Los movimientos oculares funcionan, en primera instancia,
como un buscador de recuerdos, y en segunda instancia reducen la
intensidad de los pensamientos perturbadores, procesando el
material inconciente a través de la reconexión funcional entre
diferentes áreas de los dos hemisferios cerebrales.
Junto a los movimientos oculares, se van alternando otras
formas de intervención corporal (toques, estimulación auditiva, foto
estimulación, etc.), y una intervención verbal sistematizada.

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Las mismas se pueden hacer acostados, sentados, parados e
incluso en movimiento.

-Movilización ocular con estimulación luminosa: Se le sugiere


al paciente la realización de cuatro actings neuromusculares (punto
fijo, acomodación y convergencia, lateralización, y rotación), junto a
una foto estimulación que realizamos con la luz de una linterna de
bolsillo8. Este trabajo se puede combinar con toques, masajes y
digito presiones controladas en el segmento ocular, desde el rostro
hasta la nuca, que favorecen el desbloqueo del anillo ocular y el
descenso energético en la dirección céfalo-caudal.
Los actings expresivo-emocionales activan la expansión del
núcleo, la percepción objetiva y el proceso de focalización de la
atención, disminuyendo la expansión superficial del campo visual (la
percepción periférica) y la expansión del campo energético (los
sistemas de vigilancia).

Preferentemente trabajamos estas técnicas con el paciente en


posición supina. Esta posición (que llamamos enraizamiento
horizontal) es más regresiva y facilitadora del contacto con el nivel
corporal visceral, alivia los temores frente a sensaciones más
profundas y trae la vivencia de estar siendo cuidado y de no estar
desamparado.

El objetivo del trabajo con el segmento torácico y con el


segmento diafragmático es el de restablecer la pulsación
bioenergética y corporal a través del trabajo respiratorio,
permitiendo un mejor contacto con las emociones.
Algunas de las técnicas utilizadas para el desbloqueo del tórax y
del diafragma son:
-Toques torácicos, diafragmáticos y abdominales para liberar el
descenso de la energía.
-Trabajo en el taburete bioenergético (stool) para flexibilizar la
coraza. Por ejemplo, podemos trabajar en el taburete con la fase
espiratoria, ampliando la espiración sin esfuerzo y emitiendo un largo
suspiro, permaneciendo un tiempo sin espirar. La ampliación de la
capacidad espiratoria abre otros caminos para la descarga
energética, trayendo la posibilidad de relajación y de alivio de la
sobrecarga emocional ascendente.
-Actings para el 5to. y 6to. segmentos (respiración profunda, “gato”,
“remador”, “medusa”) para liberar el diafragma y el abdomen,
aliviando de esta manera la sobrecarga de los segmentos superiores
del cuerpo. Estas técnicas de respiración activan las funciones
digestivas, intestinales (psicoperistaltismo) y las funciones sexuales,
intensificando el flujo energético para la base.

8
Para profundizar en el trabajo con los actings del segmento ocular ver la ficha
“Actings y organizadores del segmento ocular” (Luis Gonçalvez; Edcs. TEAB,
Montevideo, 2001).

19
-Una vez que se estableció una relación de confianza y hay un buen
rapport con el trabajo biofísico, se puede proponer al paciente un
trabajo de hipernea. La finalidad del mismo es producir una
experiencia similar a la que se genera en el ataque de pánico, pero
esta vez en un contexto seguro, confiable y tranquilizador, haciendo
participar al paciente en la producción de los síntomas y en su alivio.
Se debe alertar al paciente que este trabajo promoverá sensaciones
semejantes a las que vive en los momentos de crisis. Siendo
conveniente anticipar las sensaciones que puede sentir (hormigueos
en las manos, en la boca, mareo, sensación de desmayo, etc.),
pidiéndole al paciente que comunique las mismas antes de que
traspase su límite de tolerancia. Luego se pasa a respirar
profundamente pero sin ningún esfuerzo, para activar la función
parasimpática, que ayuda al reequilibrio del sistema vegetativo.

En el trabajo con la base utilizamos varias formas de


enraizamiento vertical con el objetivo de concientizar al paciente de
la sensibilidad, de la fuerza y de la seguridad de sus piernas, junto a
su función de soporte y equilibrio.
Para el trabajo con la base proponemos:
-Posturas de enraizamiento vertical (toma de tierra, arco, arco
invertido, etc.) para obtener más firmeza, más confianza en la base,
lo que se logra con un mejor y mayor contacto con la tierra (para el
Análisis Bioenergético la tierra representa la realidad).
-Trabajos expresivos con las piernas (kicking, enraizamiento aereo,
taburete bioenergético) para fortalecer los músculos subcargados,
para desarrollar la sensibilidad de la base, generando una mayor
movilización energética hacia los segmentos inferiores, para facilitar
la integración de las sensaciones y emociones sexuales y agresivas.
-Cambios de postura (de forma) y estiramientos para mejorar la
organización del eje corporal.
ACTITUDES DIARIAS FACILITADORAS

Usualmente, sesión tras sesión, vamos desarrollando actitudes


diarias facilitadoras para disminuir los síntomas y espacializar la
reincidencia de las crisis, indicándole al paciente la realización de
tareas directivas domiciliarias puntuales.
Buscamos darle confianza al paciente para que pueda comenzar
a hacer cosas solo: salir, venir a la sesión sin compañía, volver a
manejar, etc.
Cuando el nivel de angustia y de ansiedad lo permite le
sugerimos al paciente:
-La realización de caminatas diarias que facilitan el descenso de la
energía para la parte inferior del cuerpo, aliviando la sobrecarga
superior y fortaleciendo la seguridad de las piernas.
-Acciones musculares para traer energía al cuerpo intensificando la
vivencia de corporeidad: danza, meditaciones dinámicas,
movimientos rítmicos de piernas y pelvis, saltar la cuerda, etc.
-Búsqueda de placer en la relación sexual (o en su defecto en la
masturbación).

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Le sugerimos además:
-Tomar baños ligeramente fríos que descarguen la expansión
superficial y faciliten la contracción de la superficie hacia el centro.
Normalmente el paciente con pánico evita los baños pues el contacto
con el agua caliente y el vapor intensifican la expansión del campo
energético y las perturbaciones de la percepción.
-Beber mucha agua, que alivia la sobrecarga energética y elimina las
toxinas resultantes de la paralización energética (estasis).
-Atención focal en cualquier actividad lúdica como tirar dardos, por
ejemplo, o en cualquier actividad rutinaria como dibujar, hacer tricot,
crochet, etc. Con el mismo objetivo se le puede pedir al paciente que
realice durante 10 minutos diarios un ejercicio de focalización y
convergencia. Por ejemplo, estirando lentamente desde la nariz hacia
adelante en forma horizontal, una cuerda, cinta o cordón de
aproximadamente un metro de largo.

PRONÓSTICO

Uno de los criterios importantes para evaluar los tratamientos


para el síndrome de pánico es su eficacia en la prevención de nuevas
crisis y de futuras recaídas.
La repetición de las crisis y la disminución del tiempo entre las
mismas favorece el desarrollo de fobias y cuadros hipocondríacos,
además de aumentar la inseguridad, disminuir la autoestima y la
confianza en el propio cuerpo.
Las investigaciones actuales demostraron que la posibilidad de
recaídas es menor cuando hay intervención psicológica, y es mayor
cuando el tratamiento es utilizado sólo por medio de medicamentos.

Psic. LUIS GONÇALVEZ BOGGIO


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Telefax domicilio: (+5982) 613.7134 - 099.968640 / Bvar. Artigas 568 / Montevideo-
Uruguay.

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