Sie sind auf Seite 1von 7

1 A tocar la nariz del rey

U na vez, Juanito Pierdedía decidió ir a Roma para tocar-


le la nariz al rey. Sus amigos se lo desaconsejaban diciendo:
-Mira que es algo peligroso. Si el rey se enfada, vas a perder la
nariz ¡y toda la cabeza!
Pero Juanito era tozudo. Mientras preparaba la maleta, para
entrenarse un poco, fue a visitar al alcalde y al mariscal, y les tocó
la nariz con tanta prudencia y habilidad que ellos ni siquiera se
enteraron.
«No es demasiado difícil», pensó Juanito.
Al llegar a la ciudad, preguntó dónde vivían el gobernador, el
presidente y el juez, y fue a tocarles la nariz. Todos ellos se que-
daron asombrados porque Juanito parecía una persona educada
y sabía hablar de casi todos los temas. Incluso el presidente se
enfadó un poquitín y exclamó:
-Pero ¿es que quiere tomarme el pelo?
-¡De ninguna manera! -dijo Juanito-. Es que tenía usted una
mosca en la nariz.
El presidente miró a su alrededor y no vio ni moscas ni mos-
quitos, pero, mientras, Juanito se marchó.
Juanito tenía un bloc donde anotaba el número de narices que
lograba tocar. Todas eran narices importantes.
Al llegar a Roma, la cuenta de narices aumentó tan rápida-
mente que Juanito se tuvo que comprar una libreta más grande.
Bastaba con caminar un poquito y tenía la seguridad de encon-
trarse con un par de excelencias, algún viceministro y una decena
de grandes secretarios.
No vale la pena hablar de los presidentes: había más presi-
dentes que mendigos. Todas aquellas narices de lujo estaban al
alcance de la mano. Además, sus propietarios consideraban el to-
quecito de Juanito Pierdedía como un homenaje a su autoridad,
y alguno llegó incluso a sugerir a sus subordinados que hicieran
con él otro tanto, diciendo:
-Desde hoy en adelante, en lugar de hacer una reverencia, es
mejor que me toquen la nariz. Es una costumbre muchísimo más
moderna y más refinada.
1 A tocar la nariz del rey

Al principio, los subordinados no osaban alargar la mano has-


ta la nariz de sus superiores. Éstos, no obstante, los animaban
a hacerlo y, entonces, venga tocaditas, frotaditas, golpecitos: las
eminentes narices se volvían brillantes y rojas de satisfacción.
Juanito no había olvidado el objetivo principal de su viaje, que
era el de tocar la nariz del rey, y aguardaba la ocasión propicia
para hacerlo. Ésta se presentó durante un desfile. Juanito observó
que, de vez en cuando, alguien de la muchedumbre saltaba a la
carroza real y entregaba un sobre al rey, quien a su vez se lo entre-
gaba sonriendo a su primer ministro.
Cuando la carroza del rey estuvo lo bastante cerca, Juanito dio
un salto, se subió a ella y, mientras el rey le dirigía una amable
sonrisa, alargó el brazo y frotó la punta de su dedo índice con la
punta de la nariz de Su Majestad.
-Con permiso -dijo Juanito.
El rey se tocó la nariz estupefacto y abrió la boca para decir
algo, pero Juanito, dando un salto hacia atrás, ya había desapa-
recido. Estalló un gran aplauso e inmediatamente otros ciudada-
nos se apresuraron entusiasmados a seguir el ejemplo de Juanito:
subían a la carroza, agarraban al rey por la nariz y le daban una
buena sacudidita.
-Es una nueva señal de respeto, Majestad -murmuraba son-
riendo el primer ministro al oído del rey.
Pero el rey no tenía ganas de reírse: la nariz le dolía y empe-
zaba a gotearle, y ni siquiera tenía tiempo de sonarse, porque sus
fieles súbditos no le daban tregua y seguían agarrándolo alegre-
mente por la nariz.
Y, ese mismo día, Juanito dejó Roma y regresó a su pueblo
muy satisfecho.

Gianni Rodari
Cuentos por teléfono. Editorial Juventud (Adaptación).
1
Alumno:

A tocar la nariz del rey

1. ¿Cómo se llama el protagonista?


ejercicios

2. ¿Qué mote tiene? ¿Por qué?

3. ¿Por qué Juanito es tozudo?

4. ¿Qué misión se ha propuesto el personaje principal?

5. ¿A qué ciudad debe viajar?

7. ¿En qué viajaba su Majestad?

8. ¿Qué le entregaba la gente al rey?

9. ¿ Cómo reaccionó el rey cuando Juanito se le acercó? ¿Y después?

10. ¿Qué hizo la gente al ver lo que había hecho Juanito?


A tocar la nariz del rey
Gianni Rodari, Cuentos por teléfono.

reverencia
A tocar la nariz del rey
Gianni Rodari, Cuentos por teléfono.

desaconsejaban convencían para no hacerlo


tozudo testarudo
mariscal jefe del ejército
prudencia cuidado
bloc libreta
excelencias personas muy importantes
viceministro persona que sustituye al ministro
sugerir aconsejar
subordinados personas que están a las órdenes de otras
reverencia inclinar el cuerpo en señal de respeto
refinada delicada
osaban se atrevían
eminentes de personas importantes
propicia adecuada
muchedumbre gente
estupefacto asombrado
apresuraron se dieron prisa
súbditos personas que obedecen a un superior
1 Textos informativos - guías de viaje

A tocar la nariz del rey

U na vez, Juanito Pierdedía decidió ir a Roma para


tocarle la nariz al rey. Sus amigos se lo desaconsejaban di- desaconsejaban: convencían
ciendo: para no hacerlo

-Mira que es algo peligroso. Si el rey se enfada, vas a


perder la nariz ¡y toda la cabeza!
Pero Juanito era tozudo. Mientras preparaba la maleta, tozudo: testarudo
para entrenarse un poco, fue a visitar al alcalde y al maris- mariscal: jefe del ejército
cal, y les tocó la nariz con tanta prudencia y habilidad que prudencia: cuidado
ellos ni siquiera se enteraron.
«No es demasiado difícil», pensó Juanito.
Al llegar a la ciudad, preguntó dónde vivían el goberna-
dor, el presidente y el juez, y fue a tocarles la nariz. Todos
ellos se quedaron asombrados porque Juanito parecía una
persona educada y sabía hablar de casi todos los temas. In-
cluso el presidente se enfadó un poquitín y exclamó:
-Pero ¿es que quiere tomarme el pelo?
-¡De ninguna manera! -dijo Juanito-. Es que tenía usted
una mosca en la nariz.
El presidente miró a su alrededor y no vio ni moscas ni
mosquitos, pero, mientras, Juanito se marchó.
Juanito tenía un bloc donde anotaba el número de nari- bloc: libreta
ces que lograba tocar. Todas eran narices importantes.
Al llegar a Roma, la cuenta de narices aumentó tan rápi-
damente que Juanito se tuvo que comprar una libreta más
grande. Bastaba con caminar un poquito y tenía la seguri-
dad de encontrarse con un par de excelencias, algún vice- excelencias: personas
ministro y una decena de grandes secretarios. muy importantes
viceministro: persona que
No vale la pena hablar de los presidentes: había más
sustituye al ministro
presidentes que mendigos. Todas aquellas narices de lujo
estaban al alcance de la mano. Además, sus propietarios
consideraban el toquecito de Juanito Pierdedía como un
homenaje a su autoridad, y alguno llegó incluso a sugerir a sugerir: aconsejar
sus subordinados que hicieran con él otro tanto, diciendo: subordinados: personas que
están a las órdenes de otras
-Desde hoy en adelante, en lugar de hacer una reveren-
reverencia: inclinar el cuerpo
cia, es mejor que me toquen la nariz. Es una costumbre
en señal de respeto
muchísimo más moderna y más refinada.
refinada: delicada
1 Textos informativos - guías de viaje

A tocar la nariz del rey

Al principio, los subordinados no osaban alargar la osaban: se atrevían


mano hasta la nariz de sus superiores. Éstos, no obstante,
los animaban a hacerlo y, entonces, venga tocaditas, frota-
ditas, golpecitos: las eminentes narices se volvían brillantes eminentes: de personas
y rojas de satisfacción. importantes

Juanito no había olvidado el objetivo principal de su


viaje, que era el de tocar la nariz del rey, y aguardaba la
ocasión propicia para hacerlo. Ésta se presentó durante un propicia: adecuada
desfile. Juanito observó que, de vez en cuando, alguien de
la muchedumbre saltaba a la carroza real y entregaba un muchedumbre: gente
sobre al rey, quien a su vez se lo entregaba sonriendo a su
primer ministro.
Cuando la carroza del rey estuvo lo bastante cerca, Jua-
nito dio un salto, se subió a ella y, mientras el rey le dirigía
una amable sonrisa, alargó el brazo y frotó la punta de su
dedo índice con la punta de la nariz de Su Majestad.
-Con permiso -dijo Juanito.
El rey se tocó la nariz estupefacto y abrió la boca para estupefacto: asombrado
decir algo, pero Juanito, dando un salto hacia atrás, ya ha-
bía desaparecido. Estalló un gran aplauso e inmediatamen-
te otros ciudadanos se apresuraron entusiasmados a seguir apresuraron: dieron
el ejemplo de Juanito: subían a la carroza, agarraban al rey prisa
por la nariz y le daban una buena sacudidita.
-Es una nueva señal de respeto, Majestad -murmuraba
sonriendo el primer ministro al oído del rey.
Pero el rey no tenía ganas de reírse: la nariz le dolía y
empezaba a gotearle, y ni siquiera tenía tiempo de sonarse,
porque sus fieles súbditos no le daban tregua y seguían aga- súbditos: personas que
rrándolo alegremente por la nariz. obedecen a un superior
Y, ese mismo día, Juanito dejó Roma y regresó a su pue-
blo muy satisfecho.

Gianni Rodari
Cuentos por teléfono. Editorial Juventud (Adaptación)

Das könnte Ihnen auch gefallen