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Sucesos
V. ( Azul)
En la ciudad de Tun, un ciudadano apresurado en su bicicleta de turno se abalanzó sobre los
adoquines cual clavadista olímpico. Los perros que jugaban frente a la fría estatua de DosSantos
se acercaron felices a olerle las heridas sangrantes. Transeúntes indiferentes continuaron su
camino mientras aquél, apoyado sobres sus codos y riéndose de los que no se caen, pateaba un
perro audaz que intentaba separarle de su pie izquierdo (al cual estaba profundamente apegado).
Si no llueve hoy, estarán en la tarde plasmadas todavía las huellas ensangrentadas de sus manos
sobre el azul sucio y callado de los adoquines.
A manera de epílogo
En Tun destacan ciertas imágenes que el lector quizás reconozca en sueños: Azul. En Tun,
destaca el azul. Pocos lectores recuerdan que dentro del útero materno, no predomina (Dios
libre) el color rojo sanguíneo: predomina el azul. Pocos lo recuerdan, pero no así en Tun. En
Tun, los ciudadanos caminan confiados en su recuerdo azul. Y la muerte les parece menos
terrible porque han visto su color en el instante primordial en que muestra su rostro, en el primer
instante de la vida. Viven rodeados por ella, por sus cabellos largos, por sus faldas anchas, por
su respiración cortante, y no le temen. Quizás algún lector curioso, en un viaje de placer, ha
visitado a Tun, ciudad de maravillosa arquitectura arcaica rodeada de bosques fantasmas
(algunos aseguran que efectivamente ellos han visto figuras, sombras, siluetas gigantescas
meciendo sus ramas como cualquier árbol de parque nacional, pero esto es un truco de la luna y
el silencio: los árboles fantasmas ya no existen). Quizás una lectora, una lectora aventurera junto
a unas amigas no-creyentes, caminó a través de nuestras plazas y conversó con uno que otro
ciudadano. No es impensable: Tun se encuentra al lado septentrional del ecuador, un poco al sur
si se llega por aire, subiendo si se llega por mar. Y todos están bienvenidos. (Firma, la autora)