Sie sind auf Seite 1von 3

EN LA CIUDAD DE TUN

Sucesos

I. Que amainara la sequía


En la ciudad de Tun, y en medio de un espléndido día de sol y azul, llegó el señor de cabellos
blancos. Había en el centro de la plaza, una fuente vacía. Adentro de ésta, un nido. El señor se
detuvo frente al nido y se quitó el sombrero con ademán de caballero.
Una niña tonta se levantó del banco de concreto que le servía de cama y corrió hacia el señor con
la mano extendida de muñeca a índice, amplia y vacía, esperando. El señor estaba perdido en el
mundo del nido sin vida, buscando una respuesta artística y retórica entre las plumas sucias y la
mugre. La niña esperó paciente, callada, tonta, con un hilo de saliva entre sus labios
entreabiertos, hasta tocar tímidamente el brazo del hombre caballero señor de traje gris. Al verla,
pequeña con su trenza antigua, mal cubierta por la ropa vieja y desgastada, sus ojos oscuros
endurecidos y apagados, el señor de los cabellos blancos se puso a llorar descontroladamente.
Ella no comprendió, bajó su mano de muñeca de limosnas, y sin saber qué más hacer, tomó con
cuidado el nido abandonado y se lo dio al caballero con una sonrisa mágica (la sonrisa con que
nacen todos los niños, y la primera que pierden, junto a la magia)...
En la ciudad de Tun, en pleno azul, las ánimas rezaban en sus casas, que amainara la sequía.

II. La casa azul


En Tun, en una calle angosta, al oeste de la catedral antigua y sobreestimada, hay una pequeña
casa azul. (El azul ha vuelto para quedarse, quizás único motivo del delirio romántico que los
seres ascépticos y claros aceptan hoy). Ahí vive mi sombra, con una anciana.

III. Los de gris


Los de gris llegaron con los zapatos de tacón retumbando. Retumbando. El piso hacía eco: bum
bum. No taconeaban, clac clac clac. Retumbaban bum bum. Al llamar a la puerta, por un
segundo escueto, irresoluto, el piso hizo eco, mudo y tenue, como preguntando, ¿bum? Los de
adentro, que dormían, apretaron bien los ojos, y de inmediato, automáticos y genéticos, tomaron
la píldora blanca que esperaba, callada, sobre la mesa de noche, una mesa a cada lado de la cama.
Una píldora blanca. A cada lado de la cama. Cada noche. Tragaron. Con saliva. Los de gris
derrumbaron la puerta. Bum Bum.

IV. De cómo despertó el monstruo del olivo


En Tun, ha ocurrido ayer un suceso insólito. En pleno partido de fútbol entre unos y otros, se ha
despertado el dios de los olivos. El pueblo entero retozaba en el partido largo y aburrido cuando
escuchó el crujir de las ramas en los olivares, y sintió el retumbar de martillos y cadenas sobre
los surcos. Entre el correr desesperado de los espectadores, los unos anotaron 2 goles casi
perfectos. Los otros, atónitos y en pleno descubrimiento de su adversario, se agarraron de las
manos y cantaron el himno a la derrota de Fray Burgos San Román. Jamás habíase visto cosa
similar, que un equipo invicto por 42 años consecutivos entonara este himno con tanta devoción.
En fin, que ganaron el partido.

V. ( Azul)
En la ciudad de Tun, un ciudadano apresurado en su bicicleta de turno se abalanzó sobre los
adoquines cual clavadista olímpico. Los perros que jugaban frente a la fría estatua de DosSantos
se acercaron felices a olerle las heridas sangrantes. Transeúntes indiferentes continuaron su
camino mientras aquél, apoyado sobres sus codos y riéndose de los que no se caen, pateaba un
perro audaz que intentaba separarle de su pie izquierdo (al cual estaba profundamente apegado).
Si no llueve hoy, estarán en la tarde plasmadas todavía las huellas ensangrentadas de sus manos
sobre el azul sucio y callado de los adoquines.

A manera de epílogo

En Tun destacan ciertas imágenes que el lector quizás reconozca en sueños: Azul. En Tun,
destaca el azul. Pocos lectores recuerdan que dentro del útero materno, no predomina (Dios
libre) el color rojo sanguíneo: predomina el azul. Pocos lo recuerdan, pero no así en Tun. En
Tun, los ciudadanos caminan confiados en su recuerdo azul. Y la muerte les parece menos
terrible porque han visto su color en el instante primordial en que muestra su rostro, en el primer
instante de la vida. Viven rodeados por ella, por sus cabellos largos, por sus faldas anchas, por
su respiración cortante, y no le temen. Quizás algún lector curioso, en un viaje de placer, ha
visitado a Tun, ciudad de maravillosa arquitectura arcaica rodeada de bosques fantasmas
(algunos aseguran que efectivamente ellos han visto figuras, sombras, siluetas gigantescas
meciendo sus ramas como cualquier árbol de parque nacional, pero esto es un truco de la luna y
el silencio: los árboles fantasmas ya no existen). Quizás una lectora, una lectora aventurera junto
a unas amigas no-creyentes, caminó a través de nuestras plazas y conversó con uno que otro
ciudadano. No es impensable: Tun se encuentra al lado septentrional del ecuador, un poco al sur
si se llega por aire, subiendo si se llega por mar. Y todos están bienvenidos. (Firma, la autora)

Post-data: Me siento en la obligación de repetir, aunque sé que se ha reiterado ya en varios


medios, que no somos, ni hemos sido jamás, el hogar de Tattoo y Ricardo Montalbán.
Lamentamos terriblemente la falsa información que se ha diseminado a través de diversos
programas de televisión en torno a nuestras costumbres y nuestros propósitos, que por demás no
son tan distintos a los suyos. Quisiera simplemente evitar las decenas de turistas confundidos
que solicitan obstinados una guirnalda de flores y la realización fehaciente de sus sueños. Deben
haber tomado un rumbo equivocado: aquí nadie sabe hacer guirnaldas de flores, y con toda
honestidad, en manos del Sr. Montalbán a todos nos parecen cursis y de muy mal gusto.

Das könnte Ihnen auch gefallen