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Sin embargo, los molinos se han vuelto más grandes. Esta nueva sociedad agresiva,
necesita de la ayuda de los superhéroes. Sí, los superhéroes existen, son gente con talento
alejado de lo común, algunos opinan y escriben libros, esos son los verdaderos
superhéroes.
Ellos son los que ayudarán a esta nueva sociedad. Pero debemos tener en cuenta
que estos superhéroes al igual que los dioses griegos tienen sentimientos y por lo tanto
defectos y, como todo superhéroe, debilidades.
Conozco un chiste: un hombre va al doctor. Dice que está deprimido, dice que la
vida le parece cruel, dice que se siente solo en un mundo amenazador, en el que todo es
vago e incierto. El doctor dice: -el tratamiento es simple. El gran payaso Pagliacci está en la
ciudad. Esta noche. Vaya a verle. Eso le animará. El hombre estalla en lágrimas. Dice: -
Pero doctor… yo soy Pagliacci.
Montar en bicicleta, bailar, silbar, mirar el mundo, sentirme joven, saber que soy
libre, eso es lo que anhelo, y sin embargo no puedo dejar que se me note, porque
imagínate que todos empezáramos a lamentarnos o pusiéramos caras largas ¿Adónde
iríamos a parar?...
Aprendió que el caos es un ruido pero del ruido hizo música. Un poco extraña.
Difícil de comprender, porque nadie podía entender al ruido, al caos de la humanidad, el
erotismo en la sociedad, la violencia en los medios de comunicación.
¿Para qué?, ¡ay!, para qué diablos sirve la guerra, por qué los hombres no pueden
vivir pacíficamente, por qué tienen que destruirlo todo... La pregunta es comprensible,
pero hasta el momento nadie ha sabido formular una respuesta satisfactoria. Yo no creo
que la guerra sólo sea cosa de grandes hombres, gobernantes y capitalistas. ¡Nada de eso!
Al hombre pequeño también le gusta; si no, los pueblos ya se habrían levantado contra
ella. Es que hay en el hombre un afán de destruir, un afán de matar, de asesinar y ser una
fiera, mientras toda la Humanidad, sin excepción, no haya sufrido una metamorfosis, la
guerra seguirá haciendo estragos, y todo lo que se ha construido, cultivado y desarrollado
hasta ahora quedará truncado y destruido, para luego volver a empezar… De todos modos,
cuando acabe la guerra…
Vemos, por consiguiente, que hasta dentro de una misma colectividad no se puede
evitar la solución violenta de los conflictos de intereses. Sin embargo, las necesidades y los
fines comunes que resultan de la convivencia en el mismo terreno favorecen la
terminación rápida de esas luchas, de modo que en estas condiciones aumenta sin cesar la
probabilidad de que se recurra a medios pacíficos para resolver los conflictos. Pero una
ojeada a la Historia de la Humanidad nos muestra una serie ininterrumpida de conflictos
entre una comunidad y otra u otras, entre conglomerados mayores o menores, entre
ciudades, comarcas, tribus, pueblos, Estados; conflictos que casi invariablemente fueron
decididos por el cotejo bélico de las respectivas fuerzas. El ser viviente protege en cierta
manera su propia vida destruyendo la vida ajena. Pero una parte del instinto de muerte se
mantiene activa en el interior del ser; hemos tratado de explicar gran número de
fenómenos normales y patológicos mediante esta interiorización del instinto de
destrucción. Hasta hemos cometido la herejía de atribuir el origen de nuestra conciencia
moral a tal orientación interior de la agresión. Como usted advierte, el hecho de que este
proceso adquiera excesiva magnitud es motivo para preocuparnos; sería directamente
nocivo para la salud, mientras que la orientación de dichas energías instintivas hacia la
destrucción en el mundo exterior alivia al ser viviente, debe producirle un beneficio.
Partiendo de nuestra mitológica teoría de los instintos, hallamos fácilmente una fórmula
que contenga los medios indirectos para combatir la guerra. Si la disposición a la guerra es
un producto del instinto de destrucción, lo más fácil será apelar al antagonista de ese
instinto: al Eros. Todo lo que establezca vínculos afectivos entre los hombres debe actuar
contra la guerra. Estos vínculos pueden ser de dos clases. Primero, los lazos análogos a los
que nos ligan a los objetos del amor, aunque desprovistos de fines sexuales. Usted se
lamenta de los abusos de la autoridad, y eso me suministra una segunda indicación para la
lucha indirecta contra la tendencia a la guerra. El hecho de que los hombres se dividan en
dirigentes y dirigidos es una expresión de su desigualdad innata e irremediable. Los
subordinados forman la inmensa mayoría, necesitan una autoridad que adopte para ellos
las decisiones, a las cuales en general se someten incondicionalmente. Debería añadirse
aquí que es preciso poner mayor empeño en educar una capa superior de hombres
dotados de pensamiento independiente, inaccesibles a la intimidación, que breguen por la
verdad y a los cuales corresponda la dirección de las masas dependientes…
¡Nos faltan esos héroes que tenían facultades especiales!, ahora todos podemos
destacar, formemos superhéroes porque necesitan de mentores. Mueren las utopías,
resurge la responsabilidad del ser humano. Irónicamente has de ser un superhéroe para
creer en el héroe que tienes dentro y hacerlo surgir, gracias a tu voluntad. Creer en ti
mismo y tu propio potencial es el primer paso para descubrir ese potencial, cualquier
persona podría hacerlo, aplicando lo que aprende y ordenando los pensamientos de una
forma inteligente, es posible conseguir casi todo. Posible para una persona normal.
Ridículo. No existen personas normales.
Pero ha llegado la imagen del maestro que busca redimir a la nueva sociedad, es
representada por el flautista de Hamelin.
La sociedad no ha pagado mis servicios es por ello que tomo a sus hijos para que
no sean como sus padres. … Quizás algún día, cuando los corazones de los hombres se
vuelvan puros como los de los niños y pierdan su avaricia y traición, la montaña se vuelva
a abrir.
Un tipo circunda las calles cargando un cartel anunciando que el fin del mundo es
esta noche. Ignoraría los hechos si no aceptara esas cosas como fuertes posibilidades.
Todo depende de nosotros, de si individualmente queremos una destrucción o un nuevo
mundo de potencial, fabuloso y sin límites. Creo que hay gente que quiere de veras, aún
inconscientemente, el fin del mundo. Quieren ahorrarse las responsabilidades de
mantener este mundo, ahorrarse el esfuerzo imaginativo que requiere construir el futuro.
Y, por supuesto, hay otra gente que desea vivir. Veo a la sociedad del siglo veintiuno en
una especie de lucha entre la luz y la extinción. En un lado tienes a los cuatro jinetes del
apocalipsis... y por el otro unas personas aferrándose a vivir. Para empezar este cambio se
debe despertar del sueño, como lo hace ver Savater, en su libro El gran laberinto. Luego
aceptar las responsabilidades de vivir en este mundo, explotar tu potencial, ser tu mejor
yo, ayudar a tus alumnos sin pretextos. Toda gran responsabilidad necesita de un gran
talento. ¡Listo! Eres ya, ahora, superhéroe.
La primera tarea que tienes, es luchar contra la plaga emocional, esa que afecta a
varias personas ya maduras de diversas clases, desde que las personas empiezan a tener
conciencia del mundo; hasta intelectuales se dejan contaminar por ella. Ese sufrimiento
que les causa el vivir, el luchar por la vida, el desgano por las actividades, esa especie de
crisis existencial. Sabes te advierto que no es fácil. Había escuchado que para resucitar a
esos muertos tienes que permitir saborearles el éxito, y luego provocar su búsqueda, ello
implicará el uso de tus talentos adquiridos al máximo. Si tú la padeces tienes que
inmunizarte antes. Porque si no lo haces estropearás el trabajo de otros superhéroes.
Pero sobre todo cuando vean el cambio en ti, le habrás demostrado que todos tus
esfuerzos han servido para algo, que cuanto mejores tú los impulsarás a seguirte.
Bienvenido al mundo de los superhéroes, yo soy viejo y no dejo de ejercitarme. Pero te
encargo la tarea de construir el mundo que tú quieras, la grandeza de tu sueño será la
medida. No lo hará otro, ni esperes que el único superhéroe que tiene poderes en este
mundo te ayude, porque él quiere que tú las hagas, que tú aprendas a sobrevivir como
persona, por ti misma, que tú como ser humano seas autónomo. Como tú le dices a tus
discípulos. Recuerda es tu responsabilidad, y tenemos que luchar para que no venga otro
superhéroe como el doctor Manhatan a tirar bombas de taquiones para preservar la paz.
Acuérdate también que todos los superpoderes que obtengas son hereditarios. Y después,
cuando cruces la montaña, allí te recibirán como a los césares, con gran vitoreo,
escucharás el sonido de los aplausos. Tu recompensa ya la tienes. Todos esos
superpoderes serán para ti, para siempre.
JOEL HERNÁNDEZ RODRÍGUEZ,
GRUPO 6,
SAN CRISTÓBAL DE LAS CASAS, CHIAPAS.
E-FORMADOR: LIC. JOSÉ CARLOS ROMÁN