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Estética Moderna.

Kant con Sade, el mal gusto, la percepción y los enteógenos.

Edgar Oliver Lorenzana Medina

Shiny, shiny, shiny boots of leather


Whiplash girlchild in the dark
Clubs and bells, your servant, don’t forsake him
Strike, dear mistress, and cure his heart

Venus in Furs. The Velvet Underground

Las principales preocupaciones que se desarrollarán en este ensayo aparecen tras la lectura
del texto de la dialéctica del juicio estético de Kant, (el cual se encuentra, como es bien sabido, en
su libro “la crítica del juicio”) el cual abre la posibilidad de preguntarse sobre la conciliación entre el
gusto particular, es decir aquel cuyo motivo es puramente subjetivo (hace referencia meramente a las
disposiciones para percibir placer o displacer al exponerse a una obra en cuestión) y el gusto
universal, es decir aquel que atribuye al gusto el derecho de formar juicios universales (lo que
significa que el motivo de un juicio puede ser objetivo pero no se puede referir a conceptos
determinados, por lo cual no se puede decidir nada por medio de pruebas, si bien no esta vedado el
contestar mediante razones).

Con el afán de que quede expuesta más clara la razón de las disquisiciones aquí expuestas,
me parece pertinente el resumir de manera sucinta lo relevante de este texto al menos en lo que se
refiere a dicha investigación.

Preliminarmente Kant define al juicio como la facultad de concebir lo particular como


contenido en lo general. Kant distingue entre juicio determinante y reflexionante (o reflectante).

El juicio determinante dice algo sobre un objeto, para lo que es necesario exponer la realidad
objetiva de un concepto. Sólo supone subsumir bajo las leyes o conceptos dados como principios. Es
decir que cuando la regla, el principio y la ley son dados, el juicio se llama determinante. No supone
autonomía. Un ejemplo que podría ilustrar esto es el caso de un médico que al percibir la
particularidad de ciertos síntomas en un paciente, los subsume en la generalidad de un juicio
determinante al diagnosticar una enfermedad.

Pero si sólo es dado lo particular y el juicio debe hallar en ello lo general, el juicio en busca
de lo universal se llama reflexionante (o reflectante).

Según Ferrater Mora, en un sentido amplio se denomina 'antinomia' a todo conflicto entre
ideas, proposiciones, actitudes etc. Por ejemplo: antinomia entre razón y fe, entre amor y deber, entre
moral y economía, etc.

La conjunción de una afirmación y de su negación es una antinomia si es que puede mostrarse


la verdad de ambas. El término se usa en este sentido para designar una proposición que es al mismo
tiempo, y considerada en sí misma (no en sus presuposiciones o en sus consecuencias como sucede
con la paradoja) verdadera y falsa.

La antinomia del gusto entonces, podría resumirse grosso modo en:

¿Es bello porque me gusta o me gusta porque es bello?

Subjetivo-Particular Objetivo-Universal

“Cada uno tiene su gusto” “No se puede disputar sobre gusto”

Agradable Perfección

(Kant introduce otra posibilidad, como resultado de la resolución de la antinomia: Porque me


produce un sentimiento compartido de placer emito el juicio de que es bello y aunque el sentimiento
es subjetivo, la belleza es objetiva; cabría añadir, con el consentimiento de la actividad intersubjetiva
de la comunicación).

Para comprender mejor la antinomia del juicio estético (gusto) debemos considerar que dicho
juicio no produce conocimiento alguno (no es un juicio propio del entendimiento). Los juicios
lógicos del entendimiento son determinantes, los juicios del gusto (o juicios estéticos) son
reflexionantes, lo cual significa que no constituyen ni determinan el objeto, no lo enlazan con ningún
concepto como ocurre con los juicios de conocimiento; son, por tanto, completamente subjetivos.

Lo relevante de esta dualidad son los conceptos a los cuales se aducen para sustentar los
“lugares comunes” (los que están a mitad de la tabla); el motivo de un juicio del gusto puede ser
objetivo pero no se puede referir a conceptos determinados, de otra forma se podría disputar sobre
este juicio (decidir por medio de pruebas) es decir, se puede contestar con razones pero no se puede
esperar llegar al “fin” que en este caso sería la concordancia, pues no se pueden invocar motivos por
conceptos determinados, o sea, objetivos.

Implícitamente ambas proposiciones admiten una posibilidad para contestar (no disputar) en
materia de gusto. Entonces, ¿el juicio del gusto se funda o no se funda sobre conceptos?

Si la respuesta es no, entonces la disputa es imposible (y también la contestación).

Kant desvanece la contradicción al decir que el juicio del gusto se funda, en efecto, sobre un
concepto; el cual no puede darnos a conocer al objeto que hace referencia (es indeterminable en sí e
impropio para el conocimiento) no obstante, da al juicio un valor universal porque la razón
determinante de este juicio descansa en el concepto de lo que puede considerarse como el
substratum suprasensible de la humanidad. (Al parecer este sería uno de los restos que Kant salva de
lo quedó tras el naufragio de la metafísica.)

La manera de resolver esta antinomia es mostrar que es posible que dos proposiciones
contrarias en apariencia no lo son en realidad 1; en efecto, en los dos juicios contrarios damos el
mismo sentido al concepto, si bien el juicio del gusto no se funda sobre conceptos determinados debe
entonces estar fundado sobre un concepto indeterminado (substratum suprasensible de los
fenómenos) luego entonces cesa de haber contradicción.

Lo único que puede hacerse es mostrar el principio subjetivo como la única clave de la cual
podemos servirnos respecto de esta facultad cuyos orígenes nos son desconocidos pues éstos están
más allá de lo que podemos conocer.

Siendo el juicio del gusto totalmente subjetivo, diríamos que no puede ser universal, ya que
cada cual tiene un gusto propio que determina su valoración particular de un objeto como bello o no
bello. Pero Kant sostiene que, puesto que todos los seres humanos estamos constituidos de la misma
1
Hasta cierto punto, esto ejemplifica el término acuñado por Nicolás de Cusa, coincidentia
oppositorum.
manera y poseemos las mismas facultades, es forzoso que haya algo en común en todos los juicios
del gusto particulares que nos permita considerar una, por así llamarla, universalidad subjetiva.
Sobre aquello que es simplemente subjetivo la razón no puede, en principio, emitir ningún juicio.

Pero sí puede hacerlo apelando a una raíz común que presuntamente poseen todos los juicios
del gusto particulares; se trata de una estrategia para situar a la estética dentro del dominio de lo
racional, es decir, para legitimar la estética como disciplina filosófica2.

Kant afirma que su crítica ha procedido para resolver la antinomia del mismo método que
para las antinomias de la razón pura teórica, lo cual da como resultado el llevarnos a ver más allá de
lo sensible.

Ahora bien, para dejar en claro como se ha de proceder para juzgar la belleza me parece
pertinente explicar lo que Kant entiende por ideas para subsecuentemente seguir con sus posibles
divisiones: aquellas que son racionales y aquellas que pertenecen al ámbito de la estética, esto, con la
finalidad de encontrar la necesidad (o la falta de ésta) de juzgar lo bello conforme a conceptos.

Las ideas en el sentido más general de la palabra (al menos para Kant) son representaciones
referentes a un objeto según cierto principio (subjetivo u objetivo), en tanto que ellas no pueden
venir a ser nunca un conocimiento de este objeto. Las referimos a una intuición, según el principio
puramente subjetivo de un concierto de las facultades de conocer (imaginación y entendimiento) y
entonces se llaman estéticas; o bien las referimos a un concepto (según un principio objetivo, pero
aún así jamás podrán suministrar un conocimiento del objeto) y las llamamos ideas racionales.

Tanto la idea estética como la racional no pueden jamás ser conocimiento porque en la
primera es una intuición de la imaginación sin concepto encontrable y en la última no se puede dar
nunca una intuición para el concepto que contiene (el de lo suprasensible)3.

Del mismo modo que en una idea racional, la imaginación con sus intuiciones no alcanza al
concepto dado, así en una idea estética, el entendimiento por medio de sus conceptos no alcanza
jamás toda esta intuición interior que la imaginación junta a la representación dada4.

2
“Kant despierta de su sueño dogmático (y luego vuelve a dormirse)” Artículo en internet
(http://lanausea2000.blogspot.com/2008/10/kant-despierta-de-su-sueo-dogmtico-y.html) escrito
por Ricardo Desola Mediavilla
3
Kant, Crítica del juicio, Pág. 153
4
Ibid. Pág. 154
Entonces parece ser que no es necesario juzgar lo bello conforme a conceptos, sino conforme
a la disposición que muestra la imaginación a concertarse con la facultad de los conceptos en
general, es decir el substrato suprasensible de todas sus facultades (el último fin dado a nuestra
naturaleza para lo inteligible), he aquí entonces lo único que puede servir de medida subjetiva a esta
finalidad estética, a saber, que debe tener la pretensión legítima de agradar a todos. De manera
que como no se puede asignar a esta finalidad ningún principio objetivo, lo único posible es que
tenga por fundamento a priori un principio subjetivo, no obstante universal.

La razón de ser de las antinomias kantianas es el hecho de que éstas obligan a la razón pura a
abandonar la suposición que los objetos sensibles son cosas en sí, para mirarlos como simples
fenómenos y suponerles el mentado substratum inteligible (algo suprasensible que como postulado
conceptual no es más que una idea por lo cual nunca podrá dar lugar al verdadero conocimiento). Si
bien se abandona la vana especulación, al menos queda la utilidad práctica.

Hasta aquí, pareciera que Kant deja en claro muchas cosas a pesar de la manera rebuscada y
obtusa de explicarlas (fruto inexorable de su rigorismo sistemático), no obstante, al indagar a fondo
las tesis kantianas sobre el concepto de belleza (que es una parada obligatoria para entender la
distinción ulterior) nos encontramos con que esta es una autentica desconocida; claro, esto no debería
sorprender si ya aceptamos cosas tales como que la finalidad del juicio estético es proceder de tal
manera como si tal finalidad existiera; sin embargo no la hay. Es una finalidad sin fin.

Este desinterés ante lo bello queda explicado (por decirlo así) en el siguiente párrafo:
“Llámese interés a la satisfacción que unimos con la representación del objeto. Semejante interés
está, por tanto, siempre en relación con la facultad de desear, sea como fundamento de determinación
de la misma, sea, al menos, como necesariamente unida al fundamento de determinación de la
misma. Ahora bien, cuando se trata de si algo es bello, no quiere saberse si la existencia de la cosa
importa o solamente puede importar algo a nosotros o a algún otro, sino de cómo juzgamos en la
mera contemplación”5.

A estas alturas si recapitulamos un poco sobre gusto y belleza encontramos un pequeño


sumario interesante:

Gusto es la facultad de juzgar un objeto o un modo de representación por complacencia o


displacencia sin interés alguno. El objeto de tal complacencia se llama bello.

5
Kant, Crítica del juicio, Pág. 34
Para decidir si una cosa es bella, referimos la representación al sujeto y al sentimiento de
placer o displacer por medio de la imaginación.

Un juicio estético referido a lo bello tiene como objeto una cierta universalidad.

Belleza es forma de la conformidad a la finalidad de un objeto, en la medida en que ésta sea


percibida en éste sin la representación de un fin.

Bello es lo que es conocido sin concepto como objeto de una complacencia necesaria: agrada
desinteresadamente y gusta universalmente sin un concepto.

La satisfacción referente a lo bello depende de la reflexión hecha sobre un objeto que


conduce a un concepto indeterminado.

Para hallar la belleza el concepto es irrelevante.

Lo bello no puede radicar en lo determinado sino en el sentimiento de placer y displacer que


provoca.

La belleza del objeto es la concordancia entre lo subjetivo y lo objetivo.

Para captar la belleza y tener una auténtica experiencia estética es necesario hacer una epojé
antropológica (referente a los elementos contextuales-históricos).

El juicio sintético a priori de la belleza es el aplauso. En el contraste de la experiencia de otro


es donde es posible el criterio de universalidad en el ámbito del juicio (estético).

Lo que a la mayoría le gusta es moda, no es eso de lo que habla Kant sino de la posibilidad de
un contraste donde se puede alcanzar una universalidad.

La capacidad del placer estético esta fundada subjetivamente por eso es comunicable
universalmente, debido a que depende no del objeto sino de la estructura de la subjetividad. Lo que
es universalizable es la capacidad para sentir placer, mi juicio no necesariamente lo es.

Al ser el juicio estético enteramente desinteresado implica que debería ser objeto de una
satisfacción universal.
Significa que soy consciente de que mi juicio no depende de ninguna condición privada o
interés que me sea peculiar o propio6.

Por lo tanto, puedo atribuir a otros una satisfacción análoga a la que experimento en mí
mismo.

Por eso hablo de la obra de arte como si la belleza fuera una característica objetiva de la obra.

Cuando se trata de saber si una cosa es bella, no se busca si existe por sí misma, sino como se
juzga de ella en una simple contemplación.

Es por este último punto por el cual me parece pertinente introducir lo siguiente:

“It is at this point in his interpretation that Lacan turns to his well known “Kant with Sade”
motif, advancing the scandalous thesis that aesthetic contemplation is latently perverse, indeed that it
reveals a disturbing limit in the experience of pleasure which, if disavowed, can lead to the
psychodynamic fixation of sadism. Lacan observes that in analytic practice the patient`s references to
the aesthetic categories are consistently associated with unconscious aggressive impulses with what
he calls in the ethic seminar a “destructive drive” (239). And in Sade Lacan claims to discover a
properly perverse fundamental fantasy in which the tormentor´s violent abuse of his victim is entirely
dissimulated by a perception of the victim´s grace and beauty. “The function of the beautiful,” Lacan
asserts, is to introduce a “barrier” which “forbids access to fundamental horror.” On the basis of this
claim, Lacan advances that Sade and Kant are interested, the former through his notion of crime and
the latter through his idea of the beautiful in describing the same region of absolute, unconditioned
freedom. Just as Sade´s concept of crime claims to liberate the cycle of life and death from it´s own
law, thereby inaugurating a dimension of immortality utterly immune of natural causality, Kant
argues that the aesthetic judgment must be perfectly free of any form of interest which would be
determined by the object on which the phenomenon of the beautiful is nonetheless based. In both
cases the object ceases to have causal power over the subject7, who is then emancipated from any
6
Porque depende de la estructura de la subjetividad cuyo punto de anclaje es la representación
de placer y displacer (las afirmaciones basadas solamente en la sensación, por otro lado,
pueden traducirse como gusto privado, tal como en el caso de la gastronomía), aunque bien es
cierto que la capacidad de subsumir lo particular en lo general es enteramente producto de un
esfuerzo subjetivo e individual, cuyos resultados determinan que tan “buen juicio” puede tener
una persona.
7
Hume había fundamentado la estética en las emociones; el placer que experimentamos en la
contemplación de un objeto es la causa de que lo consideremos bello. En el pensamiento
kantiano las emociones no son la causa, sino el efecto de la experiencia estética.
form of dependence or need; and in both cases this freedom is associated, Lacan suggests, with a
radically destructive drive which tends towards the elimination of any trace of the object. Thus, Sade
´s texts have the virtue of plainly revealing a truth which remains dissimulated by the serene tone of
Kant´s analytic. The aesthetic experience of the beautiful marks the limit of a scandalous, traumatic
psychical reality so intolerable, so resistant to subjectivization, that it must be veiled by an image
which entraps –lures- desire8”.

De hecho, Kant califica la relación del sujeto al no-objeto9 bello no en términos de placer
sensorial (al menos comúnmente entendido como placer) o propósito determinado, sino con respecto
a lo que él llama el libre juego de las facultades cognitivas del sujeto.

En términos kantianos tan pronto como una presentación que afecte el juicio del gusto nos
provea con un sentimiento de asentimiento o el concepto de propósito, nuestra experiencia cesa de
ser estética. Éste de hecho es el sentido en el cual el discurso kantiano de placer estético se aproxima
al “más allá” (beyond) freudiano del principio de placer y apunta hacia una especie de excesiva
energía libidinosa desatada que no puede ser domesticada por las fuerzas del ego ni puede ser
contenida por la función significante. Es decir, el ego experimenta este placer, precisamente como
displacer.

El punto de Lacan, en otras palabras es que el propio argumento de Kant implica contra sí
mismo que la experiencia estética pura puede ser sólo una experiencia de (el infligir) dolor.

Como Kant mismo insiste, el requerimiento de comunicabilidad universal fuerza al juicio


estético a “no permitir que alguien tenga una opinión diferente”, posicionando de esta manera la
receptividad del sensus communis que no permite desviación ni excepción a su ley estética.

8
James Penney, “The World of Perversion”, Pág. 158
9
Como Kant dice que el juicio estético debe ser perfectamente libre de cualquier forma de
interés que estaría determinado por el objeto (en el cual, no obstante, el fenómeno de la belleza
esta basado); es consecuente con la práctica de Sade, en la cual Lacan afirma haber
descubierto una fantasía fundamental propiamente perversa en la cual el abuso violento de la
víctima del atormentador es enteramente disimulado por la percepción de gracia y belleza de la
víctima. De hecho al destrozar el “objeto” se puede llegar a la belleza. O aún más, sólo a través
de la destrucción del “objeto” se puede llegar a la belleza. Por lo cual la relación del sádico no
es de sujeto a objeto, sino más bien no-objeto.
Se pretende que el juicio del gusto no se base en sentimientos puramente privados, de modo
que sólo tenga validez para uno mismo, sino en sentimientos que se atribuyen a todos, ganando así el
carácter universalizable.

Por lo tanto, hemos de distinguir entre el juicio de gusto en sentido técnico kantiano (que se
consideran con validez universal) y otros juicios que, en el uso corriente del lenguaje, tenderíamos a
llamar también de gusto.

Por otra parte Kant no piensa que cuando uno llama bella a una obra crea necesariamente que
todos deban considerarla bella de manera imperativa; Kant quiere decir que al formular su juicio el
sujeto sostiene implícitamente que los demás deberían reconocer la belleza de la obra pues atribuye a
los demás una satisfacción análoga a la suya o sostiene que deberían sentirla.

No obstante, Kant no parece creer demasiado en la contemplación estética pura que él evoca.
Es decir, pareciera que tiene un carácter numénico destinado a poner un límite el cual conlleva a la
afirmación de que los sujetos humanos no pueden funcionar como objetos de indiferencia perfecta
entre ellos (sin adoptar la estructura perversa, añadiría Lacan); ni lo logra el consentimiento universal
demandado por el juicio estético para realizarse a sí mismo en una sensibilidad general demostrable.

Este límite al sujeto estético atribuye al juicio del gusto un elemento de incertidumbre el cual
previene a uno de establecer en la experiencia lo que permanece como una simple universalidad
teórica.

Y debe ser así si la filosofía de Kant aspira a tener aún algo de legitimidad ética pues de otra
forma sería factible el ampararse de esta filosofía para realizar (con absoluta seguridad de estar
cometiendo un acto moralmente válido para toda subjetividad humana) en la experiencia actos tan
bellamente horrendos como latiguear en los ojos a quien encontremos atractivo en la calle, forzar a
alguien a tragar nuestro excremento, o bien semen, o aún más allá cortar la garganta de una persona
mientras se le penetra frenéticamente en una cuenca ocular vacía previamente extrayendo el ojo con
un tridente bien afilado o un palillo de dientes en su defecto para eyacular en la cavidad de la
garganta de manera que con los estertores de la muerte la boca y la nariz de la víctima de nuestra
experiencia estética pura dejen salir nuestro placentero (y si seguimos la concordancia10, también
10
Claro, sin un límite como el anteriormente mencionado (numénico) tenemos el derecho
a exigir la veracidad (que delimitada solamente tiene un carácter teórico) encontrada en la
receptividad del sensus communis que no permite desviación ni excepción a su ley estética;
porque es posible para cualquier persona entonces a través de la formulación del juicio,
“placentero” para la víctima) líquido a manera de derrame conjuntando la sangre y el semen a la vez
para terminar canibalizando el cadáver mientras se le penetra de nuevo por el culo; la víctima, para
aclarar mejor mi punto debería ser un infante. O cualquier receta en el bacanal dionisiaco-
gastronómico de ponzoñosos manjares sexuales enfermos encontrada en la obra “las 120 jornadas de
Sodoma” del divino marqués. O lo que se nos ocurra, mientras lo juzguemos bello.

Y si seguimos con esto podríamos afirmar que también actos socialmente destructivos como
el terrorismo pueden constituir un ejemplo idóneo en la experiencia de una manifestación de lo
sublime11. Lo cual no ocurre pues atenta directamente contra la moralidad kantiana que se supone
debería quedar cubierta (más bien amurallada por fundamentos) tras el análisis estético el cual se
supone que prepara al individuo para una posible vida ética deseable y aceptable para todos los
individuos en cualquier época, en cualquier lugar.

Hay otra cosa que nos dispensa de cometer una “encarnación numénica” y es que dado que el
juicio no se basa en conceptos, sino en el sentimiento, no podemos justificar nuestra pretensión de
validez universal del juicio por ningún proceso de argumentación lógica.

Lo único que podemos hacer es convencer12 a los demás de que vuelvan a mirar, y con más
atención, el objeto de que se trate, esperando que al final sus sentimientos se despierten y que
coincidan con nuestro propio juicio.

Al emitir el juicio creemos hablar con voz universal, y reclamamos el sentimiento de los
demás; los demás asentirán sólo sobre la base de sus propios sentimientos, no en virtud de conceptos
que podamos afirmar (La Belleza)13.

Hay una extremada similitud entre el caso de la belleza y la ley moral entendida como una
conceptualización que ha de ser llenada individualmente:

encontrar una satisfacción análoga a la suya (aunque sea execrable y abyecta, mientras alguien
pueda juzgarla como bella, puede entonces exigir reconocimiento).

11
La guerra es sublime cuando se respetan los derechos civiles, es decir, cuando hay un
enfrentamiento legítimo en contra de militares (contra otros militares) de manera que si los
civiles se ven afectados la guerra deja de ser sublime. Por lo cual el terrorismo no puede serlo.
12
Tal como trata de hacerlo Kierkegaard, en un ensayo de “El erotismo musical” cuando al
principio y al final de su descripción-alabanza sobre la ópera Don Juan de Mozart, afirma que
sólo tendrá sentido su esfuerzo si alguien tras leerlo se dispone a escuchar la obra.
13
Tal referencia conceptual es como intentar aprehender el contenido de un tazón vacío.
“Los sadeanos se mueven con respeto a la blasfemia kantiana, es decir, el respeto al Otro (el
prójimo), su libertad y autonomía, y el tratarlos también siempre como un fin-en-sí, reduciéndolos
precisamente a todos los Otros a instrumentos dispensables para ser explotados cruelmente, es
estrictamente correlativo al hecho de que el "sujeto de la enunciación" del mandato Moral, invisible
en Kant, asume los rasgos concretos del ejecutor de la justicia sadeana.

Lo que Sade logra es así una operación muy precisa de romper el vínculo entre dos elementos
que, en los ojos de Kant, son sinónimos y superpuestos: la aserción de un mandato ético
incondicional; la universalidad moral de este orden. Sade guarda la estructura de un orden
incondicional, poniendo como su contenido la absoluta singularidad patológica.

Y, de nuevo, el punto crucial es que esta ruptura no es la excentricidad de Sade - pone


inactivo como una posibilidad en la tensión muy fundamental constitutiva de la subjetividad
Cartesiana. Hegel ya era consciente de esta inversión del universal kantiano en la contingencia
idiosincrásica suprema: ¿no es el punto principal de su crítica al imperativo ético kantiano que, ya
que el imperativo está vacío, Kant tiene que llenarlo de algún contenido empírico, otorgando así al
contenido contingente particular la forma de necesidad universal?
El otro punto de Lacan es que esta dimensión sadeana encubierta de una "pasión (sexual)
ética" no es el resultado de nuestra interpretación excéntrica de la lectura de Kant, sino que es
inherente al edificio teórico kantiano14. Si nosotros situamos al cuerpo a un lado de sus "evidencias
circunstanciales” (¿no es la infame definición de Kant del matrimonio - "el contrato entre dos adultos
de sexo opuesto sobre el uso mutuo de sus órganos sexuales" - completamente sadeano, ya que
reduce al Otro, al compañero sexual del sujeto, a un objeto parcial, a su órgano corporal que
proporciona placer, ignorando el Todo de una persona humana?), obtenemos que la pista crucial que
nos permite discernir los contornos de "Sade en Kant" es la manera en que Kant conceptualiza la
relación entre la sensibilidad (los sentimientos) y la Ley moral15”.

14
La más obvia comprobación del carácter inherente de este vínculo de Kant con Sade, por
supuesto, es la (repudiada) noción kantiana de “Mal diabólico”, es decir, el Mal efectuado por
ninguna razón “patológica”, pero fuera de regla, justo por esa causa. Kant evoca esta noción del
Mal elevado a máxima universal (y así convertida en un principio ético) sólo para negarlo
inmediatamente, afirmando que los seres humanos son incapaces de semejante corrupción
extrema; sin embargo, ¿no debemos nosotros oponernos a esta negación kantiana señalando
que el edificio entero de Sade cuenta precisamente con semejante elevación del Mal como un
incondicional imperativo ("categórico")? Para una elaboración más minuciosa de este punto,
véase el Capítulo II de Slavoj Žižek, The Indivisible Remainder, London: Verso, 1996.

15
Slavoj Žižek, Kant y Sade: La pareja ideal, extraído de http://www.lacan.com/frameXIII2.htm
Se ha visto anteriormente que bien se puede llenar de algún contenido empírico tanto el
imperativo ético kantiano como el concepto de belleza para otorgar a un contenido contingente
particular la forma de necesidad universal; no obstante debido a que el contenido es altamente
cuestionable debido a que quienes deciden otorgarlo son seres humanos descritos y delimitados
epistemológicamente tras la crítica de la razón pura, parece entonces que no hay otra solución
actualmente más que dejarlo como un espacio en blanco, como un horizonte infranqueable para la
actual humanidad y como un cerco que nos cohíbe benévolamente de autodestruirnos por potencias
que no podemos concebir.

“En este sentido preciso, uno esta tentado a arriesgarse para hacer un paralelo con la Crítica
del Juicio de Kant: la formulación concreta de una determinada obligación ética tiene la estructura de
un juicio estético, es decir, de un juicio en el que, en lugar de simplemente aplicar una categoría
universal a un objeto particular o de la subsunción de este objeto bajo una determinación universal ya
dada, yo invento su dimensión universal-necesariamente-obligatoria y por eso elevo este particular -
el objeto contingente (acto) a la dignidad de la Cosa ética16”.
De hecho esto parece así tras denotar que Lacan ha reculado de la interpretación “exótica”, es
decir de que ´Kant con Sade´ efectivamente significa que Sade es la verdad de la ética kantiana (todo
parece reducirse a si la noción de ley moral puede o no identificarse con la noción freudiana de
superyó; Lacan dice que no17) y de la concepción de la belleza en cuanto a su realización como
proyecto de asunción de roles enfocados a la prevalencia de la contemplación a expensas del objeto
(o no-objeto) sin importar que se trate de una persona.

Hay que tomar en cuenta que Lacan no considera a Kant desde el punto de vista de Sade sino
a la inversa, considera a Sade como un “kantiano de clóset” el cual ha elevado la condición de la
facultad de desear a un grado patológico (de hecho Kant enfatiza que no hay ningún vínculo a priori
entre un objeto empírico y el placer que este objeto genera en el sujeto), incluso hasta considerar el
mal como un imperativo categórico.

Ahora es turno de preguntarnos si vivimos en una etapa de estética moderna al menos desde
la inauguración de la era constituida por el pensamiento kantiano y si nuestra condición de la
facultad de desear como humanos dentro de una masa globalizada ya ha dejado atrás esta
16
Slavoj Žižek, Kant y Sade: La pareja ideal, extraído de http://www.lacan.com/frameXIII2.htm
17
La ley moral es equivalente al deseo mismo, ya que el superyó precisamente alimenta el
compromiso del deseo del sujeto, es decir, la culpa sostenida por el superyó atestigua el hecho
de que el sujeto ha traicionado en alguna parte o ha comprometido su deseo.
conflagración moral que se sucede tras las consideraciones estéticas del concepto de belleza debido
al grado patológico con el cual Kant considera dicha facultad y que Sade ha sabido expresar sin
tapujos debido al hueco que existe entre el contenido empírico y la forma pura (en el concepto de
belleza en la estética, en la ley moral en la ética).

“El gusto del espectador turista, el gusto zapping, es la consecuencia de dar gran variedad de
lo mismo. Velocidad-consumo, donde existe un cambio de emoción estética y de la inagotabilidad e
infinitud de la obra de arte como de su contemplación activa y crítica. La cultura del mercado ha
construido un gusto ágil que divaga, como sonámbulo, por el arte y no lo habita como casero, ni
como voyerista en la fascinación de la obra. Gustos volátiles como lo instantáneo digital en red. Arte
para consumir no para contemplar. La mirada desinteresada estética que exigía Kant, pierde aquí su
magnitud: el ojo receptor posindustrial va dirigido a un artefacto artístico que se entroniza por su
efecto publicitario. El interés está puesto en el consumo que de éste se realiza. No hay pues
contemplación sino espectacularización; no hay miradas sino pantallas.
Las obras de arte actuales se han vuelto objetos-desechos, adornos, ornamentos. La
posindustrialización las ha convertido en estéticas del show y del shock, del efecto y del
acontecimiento publicitario, más que del afecto contemplativo. Al arte de lo ágil, lo frágil y fácil se
le concede un tiempo de saltos hipertextuales cuyo resultado es un gusto hipermedial, bricolage y
ecléctico. Esto es algo positivo en tanto que fragmenta al discurso duro sobre el gusto, y da ciertas
pluralidades y divergencias en la percepción de la obra de arte. Sin embargo, no es por la
heterogeneidad y liberalidad de gustos por la que disparamos nuestra alarma; es por la ingravidez y
falta de mirada activa y deseante que la proliferación de imágenes ha impulsado; es decir, por la
pérdida del sentimiento de habitar, dialogar, vivenciar con ese universo diverso e infinito del arte. Se
cuestiona desde la eticidad estética, y no desde el moralismo nostálgico intelectual, al turista
artístico, al zapping estético promovido como el deber ser del hombre actualizado18”.
Ahora la antinomia del gusto parece que queda desfasada ante la perspectiva de la “estética
de la masa” ya que en lugar de ser una disyuntiva entre el juicio particular y universal, que en
definitiva exigía la participación activa del individuo para optar por una u otra; o bien el darse cuenta

18
Artículo creado por Carlos Fajardo Fajardo, “El gusto posindustrial por lo impactante y
espectacular”,
http://www.wikilearning.com/articulo/el_gusto_estetico_en_la_sociedad_postindustrial-
el_gusto_posindustrial_por_lo_impactante_y_espectacular/17785-3
de la recepción de un sentimiento compartido de placer por el cual era lícito emitir el juicio de lo que
es bello y aunque el sentimiento fuese subjetivo, la belleza debería ser objetiva con el consentimiento
de la actividad intersubjetiva de la comunicación; todo eso ahora carece de sentido ante la actitud
consumista y pasiva que ni siquiera tiene tiempo de decir “cada uno tiene su gusto” o “no se puede
disputar sobre el gusto” sino que el gusto del cual se hace gala actualmente es el de la producción
prefabricada de lo que como gusto se ha de considerar, más por una actividad de fuerte recepción
acrítica cuya finalidad interesada es el desecho ante la avalancha inenarrable de nuevos aconteceres
mercadotécnicos de entretenimiento estético (y no solamente estético) cuyo sinónimo para la
mayoría es “arte”, “artístico”, “bello”, “bonito”, “agradable”, sin hacer distinción de ningún tipo.
Esto más que una contemplación de una experiencia estética colectiva parece una perpetua
violación sodomizante de todas nuestras facultades cognoscitivas y sensitivas sin lubricante (pues el
consentimiento nunca ha sido explícito y la recepción ha sido forzada tácitamente).
Indudablemente es un signo positivo de que el discurso sobre el juicio estético abandone la
torre de marfil de la élite especializada, ya que ciertamente abre la pluralidad y divergencias respecto
a la obra de arte percibida, por lo cual cualquiera al menos teóricamente podría decir algo al
respecto; lo indeseable en este caso es que el sensus communis se parece a una división de la
alegría19. Lo cual no tendría algo recriminable si al menos se respetara la noción kantiana de la
mayoría de edad, en cuyo caso la masa-humana sería prostituta de sí misma porque así lo ha elegido.
No siendo este el caso he de remitirme a la noción de mal gusto nietzscheana:

“The theatre is a form of demolatry in matters of taste; the theatre is a revolt of the masses, a
plebiscite against good taste. - This is precisely what is proved by the case of Wagner: he won the
crowd, he corrupted taste, he spoiled even our taste for opera!20”

Así que para Nietzsche, el teatro (el sitio público de la representación) es un lugar de
legislación popular en contra del buen gusto, una cámara en la cual el referendo plebeyo resulta en la
demolatría (adoración de la gente), el signo del mal gusto.
Es claro, entonces, de los comentarios de Nietzsche sobre Wagner que este signo social de lo
popular es el signo de una negatividad estética, un signo de mal gusto en todas sus formas.
No estoy seguro que es lo que diría Kant al respecto de que el sensus communis se haya

19
Joy Division fue el nombre de un ala de prostitución en un campo de concentración nazi
mencionado en la novela de 1955 “The House of Dolls” de Yehiel De-Nur, quien sufrió los
estragos del holocausto en carne propia en Auschwitz. También es el nombre de una banda
de post-punk de la década de 1970 cuya música cargada de desesperanza, depresión y
culpa pero también de un frenesí letárgico y epiléptico, ilustran bien a mi parecer el doble
sentido de la frase usada en este ensayo, en este contexto.

20
F. Nietzsche, The Birth of Tragedy and The Case of Wagner (New York: Vintage, 1976), p.183.
vuelto insensato, al promover, claro esta, una posibilidad positiva de comunicación intersubjetiva
mucho más amplia que en los tiempos de la ilustración, pero a la vez, al llegar a una actitud de
indiferencia sobre lo contemplado y a una especie de abulismo sobre la elección de contemplar lo
que se contempla; es decir, ¿qué importa que contemplemos mierda siempre y cuando todos la
contemplemos? Aquí la exigencia de reconocimiento ha pasado a ser una tácita imposición
totalitaria.

“Although originally written to blunt the fear of death and dispel the supersition of religion,
De Rerum Natura remains for us a curious precursor of our modern (or should I say post-modern)
sensibility of total fanaticism combined with a dynamic indifference toward everything21”.

Es cierto que la contemplación estética debe ser desinteresada pero también es cierto que
Kant advierte que el “llenado” del contenido del concepto de belleza tanto como de ley moral es una
responsabilidad individual, lo cual hace una ligazón directa con el mundo ético y moral. No es un
deber deseable entonces el querer ver mierda solo porque nadie dice lo contrario, al menos no es
deseable si se esta consciente de la elección tomada por la mayoría (a expensas de sí misma). Al
menos yo sé que no lo deseo. Parece ahora que no nos conformamos con el concepto de belleza:

“La belleza es demasiado simple, se la capta mediante el juicio intelectual que no arranca a la
conciencia de su soledad ni al cuerpo de su indiferencia. Pero la sordidez envilece. El hombre que ha
comerciado con la suciedad, como aquel que ha herido o se ha hecho herir, se realiza en cuanto a
carne. Es en la desdicha y en la humillación donde el hombre tórnase en abismo, en donde el espíritu
naufraga, y los individuos apartados se encuentran. Castigado, penetrado, sucio, sólo así Sade logra
abolir su propia presencia obsesionante22”.

De hecho parece ahora que Sade tiene la batuta al menos en cuanto al matiz de repetición ad
nauseam del “proceso” de excesiva sobreabundancia en materia de productos desechables estéticos.
Y esto es palmario al considerar que el sádico hace un acto constitutivo una y otra vez, acto en el
cual toda su existencia se hace valedera a través de una patología expresada en la repetición sin una
finalidad. Tal como dice Jean Baudrillard al considerar este “proceso” (similar a una metástasis
cancerígena) multiplicado y carente de sentido como un auténtico peligro que amenaza con tragar
toda traza de actividad con propósito. Es, como lleva el título de su libro, “La transparencia del mal”.
Lo que es puro asunto de moda no contiene otra norma que la impuesta por el hacer de la
clase que establece el “buen gusto”. Uno puede mantener su “estilo”, esto es, conserva el punto de
vista del gusto personal, y sólo adopta de la moda o “buen gusto” social aquello que coincida con el
propio gusto. Eso sería al menos un paliativo ante esta situación ya que es improbable que la masa
anestesiada despierte súbitamente de su sopor para proclamarse a sí misma como autónoma.
“Si la sensibilidad humana es excitada más por la maldad y si el placer es una exigencia de la
vida, estamos abocados a la autodestrucción; interpretando a Sade al margen de la apariencia
podemos leer que avanza en una primera instancia aceptando primero a dios quien con su culpa

21
Paul Laffoley, De Rerum Natura, 1985, Notas sobre la pintura y sobre el poema de Lucrecio.
22
Simone de Beauvoir. “El Marqués de Sade”. Título original: “Faut-il brûler Sade?”. Ediciones
Siglo XX, Buenos Aires, 1975. Página 50.
eterna legitima los actos del perverso (satanismo ingenuo). Después confundiéndolo con una
naturaleza feroz (panteísmo hobbesiano) que prepara la destrucción de las categorías humanas. Y
finalmente desolidarizándose del ser humano exigiendo algún tipo de legislación que aniquile de una
vez por todas la humanidad (misantropía exacerbada)23”.
Es muy apresurado decir que ya nos encontramos en estos estadios sadeanos tan solo por
considerar la maldad y el placer, como constituyentes intrínsecos del ser humano evidentemente
denunciados en la práctica de la asimilación de la sobreabundancia de productos innecesarios. Aún
esta por verse si hemos de dirigirnos hacia allá pero lo que es bien cierto por ahora es que la tiranía
de la masa ha ahogado el intento de llevar a una crítica estética la manera de concebir su concepto
más importante (la belleza). Y ya no tanto su concepto sino su contenido, que ahora se ha vuelto una
exigencia imperativa por la publicidad excesiva dedicada a las galimatías de lo atrayente para la
mayoría; con todas las consecuencias éticas que este acto descabellado conlleva.

“What is at stake here is certainly the question of a specific and widely-thought definition of
the popular which invokes certain negativity. Equally, the centrality of this aesthetic trope within
musical modernity cannot be underestimated. Yet, for Nietzsche, it is this very negativity invoked at
the level of style which potentially leads to a philosophical positivity, a partial aesthetic reversal of
the high-low opposition which marks so much thinking about music in the last two centuries24”.

Si bien no saber elegir implica para Kant el hecho de no haber salido de la minoría de edad, la
lamentable decidia en la cual se encuentra la mayoría hace pensar en el primer estadio estético de
Kierkegaard, en el cual la pasión estética que domina al individuo (en este caso masa o
conglomerado indiferenciado de individuos) expresa la existencia inauténtica en la cual se encuentra.
Es decir no es una existencia per se sino una posibilidad de la misma, un simulacro que provoca la
histeria del espíritu humano.
El único consejo que Kierkegaard podría darnos es: ¡Desespera!
Es decir, tocar fondo para darnos cuenta de lo realmente mal que está nuestra situación para
poder de verdad tomar conciencia y enfrentar (y afrontar como colectivo humano) una resolución de
cambio; el cambio al que se alude nunca podrá llegar si no se desespera de manera dispuesta a
hacerlo, porque se puede ser melancólico sin elegirlo, pero no se puede ser un desesperado sin
elegirlo.
Según Kierkegaard aquellas personas que tengan la tendencia en potencia para entrar en un
estadio existencial que supere las limitaciones del estético deben sentir de antemano una profunda e
inexplicable (por el momento) melancolía con respecto a su propia existencia actual, es decir, la
sensación de que algo anda mal; que no ha de confundirse con la angustia pues ésta al menos para
Kierkegaard permea toda posible existencia humana (sólo en el estadio religioso podría aminorarse
el peso del temor a la nada).
Esta desesperación colectiva (fruto del ahondamiento consciente de la melancolía) no tiene
porque traducirse en un pánico abrumador, aunque hay que tomar en cuenta que el comportamiento
23
Artículo anónimo, El marqués de Sade o la estética en la perversión,
http://personal.telefonica.terra.es/web/mir/ferran/sade.htm
24
Pulp Philosophy, Nietzsche and the transvaluation of the popular,
http://www.leeds.ac.uk/music/Info/CMJ/Articles/1997/04/01.html#fn4
del ser humano cambia radicalmente de cuando esta solo, acompañado, y cuando se encuentra en un
gran colectivo de individuos. No hay que subestimar tampoco, la consideración de que tanto fondo
queremos tocar para darnos cuenta de la situación actual.
Sería interesante por lo menos, averiguar que pauta tomará la humanidad respecto a su propia
desesperación, ¿La desdeñará como un simple síntoma de la existencia física? ¿Correrá el peligro de
desesperar a nivel finito? O simplemente ¿No desesperará y se quedará estancada en un erial
melancólico lleno de productos innecesarios?
No tengo perspectivas de optimismo ingenuo pero realmente pienso que el ser humano como
colectivo global y conciencia mundial esta en un estado de desesperación. El cual es un excelente
indicio de un posible cambio pues al menos el ser humano ha elegido estar desesperado, sin embargo
como aún no se sabe que va a pasar en el futuro es conjetura inútil el afirmar que caeremos más en la
espiral descendente de atrofia estética provocada por la decisión de desesperar a nivel finito o si
finalmente llegaremos al estadio ético que propone Kierkegaard.
Recordemos que la desesperación tal como este filósofo danés la comprende, es una
metamorfosis ontológica, es decir una profunda transformación del ser humano. En la verdadera
desesperación, nada perece y todos los valores estéticos subsisten pero ahora son instrumentos y así
son salvados.
Y considerando que “nada nos compromete tanto como nuestro gusto, como nuestros juicios
estéticos, pues nada depende tanto de la insistencia y entereza de nuestro compromiso para llegar a
ser y mantenerse en su ser que aquello que hemos decidido considerar bello, estéticamente valioso,
que ‘merece la pena’ subsistir y persistir quizás para siempre25”; veremos con más claridad que la
propuesta de una estética de la masa (más bien la crítica de la misma) sólo puede tener una
valoración positiva cuando, junto con Nietzsche se considera una especie de ‘regresión’, no de
manera peyorativa sino como una especie de maniobra deconstructiva de las oposiciones entre
clásico y popular.
Carmen de Bizet para Nietzsche tiene una especie de “superioridad de la trivialidad” que a
diferencia del ‘gran estilo’ de otros compositores (Wagner, Brahms, Schumann) permite al escucha
retener un sentimiento de superioridad respecto a sí mismo y al mismo tiempo actúa como un rebote
hacia otros pensamientos, puede volverse, de hecho música de fondo para acompañar los
pensamientos del filósofo mientras deambula por otros lugares26. Si la popularidad de la obra
compuesta por Bizet no es medida tanto en niveles de audiencia sino en términos de poderes
afectivos y (anti)morales, entonces simultáneamente la posibilidad de lo popular como categoría
estética en lugar de sociológica está abierta. Aunque a manera de crítica hay que considerar que para
que esta música pueda tener una positividad hay que tener primero un lugar para deambular, es
decir ¿de qué sirve esta clase de trivialidad si en lo que se piensa mientras se percibe este tipo de
obras es de nuevo trivialidad?
De cualquier manera, es precisamente esta trivialidad, tan íntimamente relacionada a su

25
Mario Teodoro Ramírez, Concepto de Estética, Variaciones sobre arte, estética y cultura, pág.
23
26
Una mejor referencia sería la creación de Brian Eno, la música ambient, específicamente en el
álbum “Music for Airports”, cuya finalidad es no ser escuchada, es el equivalente avantgarde de
la música de supermercado o elevador.
estética “popular” la cual constituya la seriedad filosófica de la pieza: `ridendo dicere severum’27: a
través de lo que es risible se dice lo sombrío.
El mal gusto estaría demarcado entonces por la falta de reflexión que proporcionan los
espacios de “la trivialidad estética”. Y estos espacios son sobreabundantes en nuestra actualidad. Lo
cual hace pensar que hace falta algo más que nos permita revalorizar nuestra condición actual como
seres pasivos ante el bombardeo perceptivo de lo que nos encontramos día a día en la sociedad,
investido con una etiqueta de agrado innegable a nuestras consideraciones sensitivas (recordemos el
concepto etimológico de estética). Si vamos a desesperar de a de veras debemos darnos cuenta de la
tomadura de pelo que constituye el tratar la situación actual como si se tratase de una institución
sempiterna de entretenimiento, la cual es inamovible.
Necesitamos, aún antes de realizar una deconstrucción nietzscheana a los conceptos de
popular y clásico entendidos como categoría estéticas, una profunda y personal reiteración de lo que
constituye la experiencia estética. Es decir necesitamos adentrarnos de nuevo a la raíz de nuestra
percepción: la corporalidad como nuestro estado vivencial existente (dejando de lado el lavado
cerebral del consumismo metastásico y poniendo entre paréntesis nuestra contextualidad
antropológica) a la manifestación inefable de lo que constituye la experiencia estética:

“De lo que se trata es mejor de pensar, como propone Trías, el ser paradójico del límite, esto
es, que al ubicarlo y hablar de él no solo definimos lo que queda de “este lado” (nuestra finitud) sino
a la vez y de alguna manera –aún solo negativamente como lo hacía la teología negativa- lo que
queda del “otro lado” (la otredad, lo inefable, lo sagrado, lo infinito). Asumimos entonces que del
hecho de que el pensamiento no pueda subsumir conceptualmente algo no se sigue que eso no
exista28”.

Existen varias maneras de llegar al “otro lado”, una de ellas claro esta es la muerte, pero si
queremos rescatar de una experiencia parecida algo que nos sirva para “este lado” y por ende para la
reflexión filosófica entonces ésta no parece la más idónea. Esta claro la experiencia estética pero para
aquellas personas que encuentren cultural y socialmente limitada su inserción en una experiencia de
ese tipo (o simplemente algo difícil de entender) hay otras alternativas: los sueños, las experiencias
místicas, las situaciones límite (hambre extrema, privación de los sentidos, fuertes golpes…), las
danzas estáticas, la música (ritual-drone, psychedelic trance, etc.), la meditación profunda, la
hipnosis, aguantar la respiración, los mantras, la profunda oración y por último pero no por eso
menos importante la experiencia sicodélica.

“Almost all of you have gotten "high." You might call it "getting stoned" or "tripping" or
"having a session" or "going on vision quest" or "partying" but the urge to switch channels and move
to another and less usual state of consciousness is as old as our species itself. Actually the quest for
intoxication is even older!29”

27
F. Nietzsche, The Birth of Tragedy and The Case of Wagner (New York: Vintage, 1976), p.145.
28
Mario Teodoro Ramírez, Concepto de Estética, Variaciones sobre arte, estética y cultura, pág.
26
29
Bruce Eisner, Why we get high, http://island.org/ISLANDVIEWS/whyhigh.html
De hecho desde la infancia parece ser que tenemos esta necesidad innata de modificar la
conciencia, ya sea aguantando la respiración, haciéndonos cosquillas, dando vueltas hasta marearnos
o consumiendo mucha azúcar. No obstante, las razones por la cual lo hacemos como adultos (no es
que esté explicado aún el porque lo hacemos como infantes) aparecen más claras cuando
consideramos que el uso de sustancias ajenas a nuestro organismo (y no tan ajenas como el caso del
neurotransmisor DMT) es porque proveen una ruta más rápida para este tipo de experiencias. Y entre
otras también están éstas:

• Ayudar en experiencias religiosas


• Explorar el Ser
• Alterar el humor
• Tratar enfermedades
• Escapar del aburrimiento y la desesperación
• Promover y realzar la interacción social
• Realzar la experiencia sensorial y el placer
• Estimular el rendimiento artístico y creativo
• Para mejorar el funcionamiento físico
• Rebelarse (“desprogramarse”)
• Establecer una identidad única
• Entrar directamente al campo de la experiencia estética

“We can get high for therapy, spiritual growth, pleasure, creativity but the key element that
makes getting high so useful is that it allows us as adults to play. Externally, our relationship with
others and the environment changes and becomes more novel and experimental, internally, we see
consider our thoughts and emotions in a new light, or from a new and higher level. My allowing us
entry into this alternative state of consciousness which is essentially more playful, it allows us to
"deprogram" ourselves, rid ourselves of habitual acts and stultified ways of seeing things. We try on
new behaviors and modes of thought the same way an actor dons a costume and mask. This breaks
us free of our earlier programming and allows us to consciously choose to become who we want to
be and to think what we will30”.

Antes de continuar he de dejar en claro que si “…de acuerdo con Dufrenne, la percepción
humana se encuentra histórica, social y culturalmente determinada. Es el objeto de una apropiación
ideológica y política que codifica y conduce la aprehensión de lo real y la experiencia de los sujetos,
que la separa pues de su relación con la Naturaleza, con lo originario.” Entonces el uso de sustancias
enteogenas31 para la provocación de una experiencia sicodélica puede desembocar (si es que no es
30
http://island.org/ISLANDVIEWS/whyhigh.html

31
La palabra enteógeno es un neologismo propuesto en un artículo publicado en Journal of
Psychedelic Drugs, vol. II, núms. 1 y 2, enero-junio 1979 y sus autores son el helenista C.A.P.
Ruck, J. Bigwood, J., D. Staples, el micólogo R.G. Wasson y el botánico J. Ott. Dicho artículo fue
recogido posteriormente en el libro El camino a Eleusis, de la editorial Fondo de Cultura
Económica. El término
deriva de la lengua griega, en la que éntheos (ἔνθεος) significa "poseído por un dios"
(literamente "dios dentro de") y génos (γένος) quiere decir "origen, nacimiento". Por tanto, el
significado etimológico es «devenir divino por dentro». El adjetivo correspondiente es
enteogénico.
éste en definitiva su carácter ontológico) en una experiencia estética debido a la “desprogramación”
de las determinantes sociales y culturales de las cuales habla Dufrenne. “He aquí la importancia de la
percepción estética: contra los órdenes y controles político-culturales ella nos permite subvertirlos y
abrir la posibilidad de un retorno a lo originario32”. En
realidad, el tener una manera de experimentar lo originario sin mediaciones antropológico culturales
no significa de ninguna manera que nuestra tarea especulativa este acabada o que habremos de
inaugurar una especie de metafísica dogmática, una teoría de la realidad tal cual es. Pero
definitivamente esta “nuevo comienzo” de percepción de lo originario puede y debe demoler el
deplorable estado en el cual estética y éticamente es intolerable una perspectiva nueva, diferente o
divergente que logre desafiar la cultura de consumismo, falocéntrica y totalitaria; esto acucia un
profundo cambio sobre las estructuras imperantes que prolongan su nociva existencia.
Tomando entonces en cuenta la referencia de Nietzsche sobre el mal gusto se puede afirmar
que la experiencia sicodélica por más peligros sociales que pueda encarnar debido a la
desinformación, el miedo y la ignorancia promovidas por la misma sociedad actual, es una muy
válida manera de reclamar nuestro derecho de llegar ya no como individuos, sino como una sociedad
global con mentalidad planetaria, a la mayoría de edad que tanto peligro supone para el desarrollo de
este “proceso” anteriormente mencionado.
Sería un milagro que todos se pusieran de acuerdo de la noche a la mañana (o inclusive antes)
de tirar por la borda su tan ansiado sistema que proporciona la ilusoria seguridad de un progreso
indefinido; más realista es la perspectiva de hacerlo poco a poco mediante colectivos cuyos
individuos estén plenamente conscientes de las implicaciones epistemológicas, estéticas, éticas y
sociales que implican el tomar la decisión de asomarse “al otro lado”. Tal como Terence Mckenna lo
entendió “el costo de la cordura es una forma de alienación”.
Pero lo que podemos ganar supera con creces a los peligros de una elección de tal magnitud.
Definitivamente el ejercicio filosófico sería mucho más práctico y abriría fronteras antes
consideradas inamovibles para la investigación (fronteras impuestas por nosotros mismos, si bien
tácitamente y de manera prácticamente imperceptible). El quedarnos tal como estamos esperando de
manera pasiva que la situación cambie, definitivamente es una muestra ejemplar del mal gusto.

“Ego is a structure that is erected by a neurotic individual who is a member of a neurotic culture
against the facts of the matter. And culture, which we put on like an overcoat, is the collectivized consensus
about what sort of neurotic behaviors are acceptable.”

“We are so much the victims of abstraction that with the Earth in flames we can barely rouse
ourselves to wander across the room and look at the thermostat.”

“The apocalypse is not something which is coming. The apocalypse has arrived in major portions of
the planet and it's only because we live within a bubble of incredible privilege and social insulation that we
still have the luxury of anticipating the apocalypse. If you go to Bosnia or Somalia or Peru or much of the
third-world then it appears that the apocalypse has already arrived.”

32
Mario Teodoro Ramírez, Concepto de Estética, Variaciones sobre arte, estética y cultura, pág.
30
"We wouldn't be here if it weren't for psychedelic drugs. In terms of the role of psilocybin in human
evolution on the grasslands of Africa, people not on drugs were behind the curve. The fact is that, in terms of
human evolution, people not on psychedelics are not fully human. They've fallen to a lower state, where
they're easily programmed, boundary defined, obsessed by sexual possessiveness which is transferred into
fetishism and object obsession. We don't want too many citizens asking where the power and the money really
goes. Informed by psychedelics, people might stop saluting. "Take your political party, your job, whatever,
and shove it.""

"I think the real test of psychedelics is what you do with them when you're not on them, what kind of culture
you build, what kind of art, what kind of technologies... What's lacking in the Western mind is the sense of
connectivity and relatedness to the rest of life, the atmosphere, the ecosystem, the past, our children's future. If
we were feeling those things we would not be practicing culture as we are."
Terence McKenna

“I am 100 percent in favor of the intelligent use of drugs, and 1,000 percent against the thoughtless use of
them, whether caffeine or LSD. And drugs are not central to my life.”

“Think for yourself and question authority”

“Women who seek to be equal with men lack ambition.”

“We are dealing with the best-educated generation in history. But they've got a brain dressed up with nowhere
to go.”
Timothy Leary

"If the doors of perception were cleansed every thing would appear to a man as it is, infinite."
William Blake

"But I would not feel so all alone, everybody must get stoned."
Bob Dylan

The only purpose for which power can be rightfully exercised over any member of a civilized community,
against his will, is to prevent harm to others. His own good, either physical or moral, is not a sufficient
warrant.
John Stuart Mill

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