Beruflich Dokumente
Kultur Dokumente
SERVIDUMBRE EN SPINOZA
Lic. Enrique Álvarez Asiáin (UCM/UBA)
Desde la perspectiva de Gilles Deleuze, hay una pregunta formulada por Spinoza
principal de toda la filosofía política del filósofo de Ámsterdam. Deleuze cree encontrar
sorprender, para violentar al pensamiento ¿Por qué los hombres luchan por su
filosofía, allí donde podemos decir que un problema nuevo ha surgido. Deleuze piensa
que toda la filosofía política de Spinoza es un intento de dar respuesta a esta paradoja
que se le presenta como una pregunta obsesiva, casi intolerable. No sólo los hombres
son esclavos, sino que parecen contentos de serlo y luchan por permanecer en ese
estado, ¿por qué? En este punto la filosofía política de Spinoza debe vincularse no
sólo a la ética, sino también a la ontología, porque las tres forman parte de un mismo
tejido donde cada elemento necesita del otro para ser explicado.
ubicar el pensamiento político de Spinoza, sino a una razón de más peso, pues
conexión intrínseca entre ontología y política desde esta posición crítica que muestra
una política sin ontología es digna de toda sospecha, porque se reduce a técnica de
poder y se convierte en mero brazo ejecutor de quién sabe qué principios metafísicos
ocultos.
muy distintos de pensar y de hacer política. Deleuze puede arrojar luz sobre este
no hay Uno superior al Ser: «el Ser se dice de todo lo que es, se dice de todo ente en
política. Así, Mientras las filosofías de lo Uno (donde lo Uno transciende al Ser y, por lo
primordial es cómo ser libre y cómo efectuar la potencia de los hombres en las
mejores condiciones. Todos los hombres valen lo mismo desde el punto de vista del
Ser, no hay jerarquía posible en esta ontología que, aplicada al dominio de lo político,
1
G. Deleuze. En medio de Spinoza, Buenos Aires: Cactus, 2003, p. 54.
2
A. Tosel. Spinoza ou le crépuscule de la servitude, Paris: Aubier, 1984, pp. 296 y 274-275.
Cómo hacer que los hombres sean libres, cómo lograr la efectuación de su
la obediencia, primaria para los defensores de las filosofías de lo Uno, pasa aquí a un
la política, sino también a la ética. Ya dijimos que en la filosofía de Spinoza hay una
filósofo holandés, sólo la palabra ética sería adecuada. La moral implica siempre algo
sobre los hombres, como ya nos dijera La Boétie4, y que en este caso lleva el nombre
constituye como una «ciencia práctica» referida a las distintas maneras de ser que se
3
Cf. G. Deleuze. Spinoza: filosofía práctica, Buenos Aires: Tusquets, 2004, pp. 27-40.
4
«Cosa inaudita, por cierto, y sin embargo tan común que más bien es menester lamentarlo que
sorprenderse, ver a un millón de hombres que se someten miserablemente con el cuello bajo el yugo, no
obligados por una fuerza mayor sino (al parecer) encantados y fascinados por el solo nombre de uno».
Étienne De la Boétie. Discurso de la servidumbre voluntaria, Buenos Aires: Superabundans Haut, 2006, p.
13.
caracteriza por respetar las singularidades. Lo que esta en juego en una moral es el
realizada. Este punto de vista de la esencia es lo que legitima el poder de dar órdenes
sólo está en potencia, hay que realizarla, y esa es la tarea de la moral, que toma la
esencia como fin y se construye como un conjunto de juicios en torno a valores (bien y
hablar de algo así como una «esencia humana», porque la esencia es siempre una
Spinoza. Por un lado, la ontología no hace diferencias en cuanto al ser: todos los seres
valen lo mismo y no hay jerarquías, porque no se admite el Uno desde el cual el ser
puede ser juzgado. Por otro lado, y en consonancia con lo anterior, la ética rescata las
que se limita a juzgar a los hombres en razón de una esencia universal. A la ética no le
existencias singulares, los modos concretos de existencia. «No sabemos lo que puede
potencia; ningún hombre vale más que otro por razones de jerarquía sino por razones
preestablecido en las cosas, que no sabemos cual es ese orden, porque las cosas no
se definen por lo que son sino por lo que pueden. Y habría que añadir: por lo que
pueden en un entramado de relaciones entre cuerpos donde ya no tiene cabida ningún
tipo de jerarquía preestablecida, sino tan solo los encuentros que incrementan o
disminuyen nuestra potencia de actuar, que nos ayudan o nos dificultan la tarea
Según la teoría del conatus de Spinoza, cada uno se esfuerza por perseverar en
que uno puede. A este conatus o esfuerzo del hombre por perseverar en su ser,
Spinoza lo llama apetito o deseo, y por ello resulta enormemente difícil aceptar que los
contra el conatus como principio ontológico. Sin embargo, no podemos pasar por alto
que el deseo también puede ser pervertido, alienado, porque siempre estamos en
relación con una cierta exterioridad que nos afecta. Necesitamos relacionarnos para
vivir, para aumentar nuestra potencia de actuar, para realizar nuestra libertad, y el
encuentro con otros cuerpos puede aumentar nuestra potencia de ser, pero también
puede disminuirla. No puede hablarse ya, desde esta perspectiva de la ética, del Bien
para mí, es decir, de aquello que es o no componible conmigo. Lo bueno será aquello
El análisis de las pasiones llevado a cabo por Spinoza está muy relacionado con
común de los hombres. Spinoza cree firmemente en la relación de las pasiones con la
política, y crítica a los filósofos más puros que desprecian las pasiones en tanto vicios,
para ocuparse de ideales morales o fines “más elevados”. Es precisamente a partir del
ilusiones transcendentes que sirven para la esclavización de los hombres. Hasta tal
punto las pasiones están en la base de la configuración política, que una forma de
gobierno dada podrá ser interpretada en virtud de las pasiones que la animan y que le
confieren su materia. Así, la pregunta que nos ocupa, y que Deleuze presenta como el
eje sobre el cual gira toda la filosofía política de Spinoza ¿por qué los hombres luchan
específica de las pasiones: aquella en la que predominan las «pasiones tristes» de las
que se alimenta el poder del tirano. Las pasiones constituyen formas de concebir el
mundo, modos de estar en él, maneras de relacionarse con los otros, y es en ellas
donde deberá buscarse la clave de la obediencia política, sea en sus formas legítimas,
como en sus formas serviles. Hay toda una estimación de las pasiones en el
pensamiento de Spinoza, pero eso no impide que se haga cargo de sus aspectos
negativos. En cierto sentido, la pasión es entendida como una deficiencia con relación
esperanza, aunque las dos podrían agruparse en una sola en razón de su implicación
mutua. Esperanza y miedo son las «pasiones comunes» que están en la base de la
formación del estado civil. El contrato social es instituido a partir del miedo imperante
miedo son, así pues, concebidas por Spinoza como dispositivos de dominio que
de existir, cuya realización es la forma misma de la vida buena. Mientras duran, estas
discute con el poder teológico-político, la razón de estado y las utopías cuyas falsas
ilusiones debilitan nuestra potencia de actuar. A sus ojos, la esfera más «elevada» del
poder político-religioso hace uso de las pasiones que nos afligen para crear todo un
entramado ficticio de prejuicios que no por falsos dejan de ser consistentes, y que
forman una red tan densa y eficaz que tiende a convertirse en el tejido sobre el que se
configura la realidad que nos aprisiona y nos convierte en esclavos. Los prejuicios
que nos sujetan como una tela de araña con sus promesas de seguridad y salvación.
Spinoza se propone analizar este entramado para desenmascararlo, para frustrar sus
5
Cf. G. Deleuze. Spinoza et le problème de l’expression, París: Les éditions de Minuit, 1968, p. 272.