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DAGAZ

- Selección de Poemas -
Agosto de 2007 – Junio de 2008

Adriana González
La nostalgia me llevó a escribir,
¿cómo no hacerlo?
soy presa de una nostalgia de nacimiento,
que con los años se transformó en una especie de mal de montano.
Mi nostalgia es el producto de la cotidianidad,
del vagar tranquila por las calles repletas de gente y de soledad,
de amar y de olvidar,
de intentar cambiar este mundo que nos rodea,
de estrellarme contra los muros del mundo que encarcela mis vivencias.
Mi nostalgia es el producto de amores ajenos,
vivencias prestadas,
dolores propios y lágrimas perdidas.
Mi nostalgia también es el producto de los recuerdos,
es producto de un trasegar continuo, suspendido años atrás.
Es producto de horas de lectura poco juiciosa.
Es producto de las noches en vela.
Es el producto de reflejarme en las pupilas de un poeta, de descansar en su
cuerpo y encontrar un minuto de vida en sus labios
Mi nostalgia, también, es el producto del amor y de la muerte,
del encuentro de los cuerpos,
del despliegue del deseo y el erotismo.
Mi nostalgia es producto de la vida
y,
yo la escribo en un papel.

Adriana González
Palmira 1997 – Bogotá 2008
Manos

A Hache con amor

Manos semilla,
manos árbol,
manos flor.
Manos hacedoras de verdad,
manos forjadoras de ternura,
manos constructoras de amor,
manos fuertes, recias, bondadosas.
Manos de antiguo guerrero,
Manos de corazón.

Estado agónico
Ronda nuevamente la innombrable agonía
la misma que se hace úlcera en mi estómago.
Me insta a vomitar mi propio delirio,
y los silencios nauseabundos son expulsados
cual cascadas de ira y dolor.
En arrebatado estado me encuentro,
es el estado febril de mi alma.
Alucino con los recuerdos,
vienen hacia mí
como flechas envenenadas,
que no pueden ser esquivadas,
y se me inscrustan en el pecho.
Empieza a doler,
el dolor es más fuerte,
me estoy muriendo.

Rocío, Lluvia, Tormenta…


La lluvia de enamorados te hace bello

A veces ocurre,
ocurre cuando cae la tarde,
pero también ocurre cuando llega la noche,
ocurre así,
en ese momento justo
tu mirada cristal se me clava en el alma;
tu voz arco iris se convierte en mi horizonte;
tus manos mariposas se posan en mi cuerpo;
el alma y la piel se confunden en la línea de una canción,
se mezclan en el desbordado y alocado cauce de la dulzura,
se fusionan en poéticas exclamaciones
y las voces se alzan estruendosamente
entre risas y sollozos.

A veces ocurre,
ocurre cuando despierta el amanecer,
ocurre cuando me transformo en rocío, lluvia, tormenta
extendida a lo largo de la línea de tu espalda
con tus cabellos en mi boca.

Murmullo

Sólo soy
un gemido
ahogado
en la garganta.
Como un eco de dolor y pasión,
como un pálido reflejo del deseo.

Entre la noche y el día

Te ha reclamado mi cuerpo
en la noche,
sus gritos insoportables
te buscan.

Agobiado se resigna,
no hay rastro de ti,
no hay huella a seguir,
no hay recuerdos a alimentar.
Sudores y temblores,
lágrimas y sangre,
sueños y deseos,
te dibujan en la oscuridad.
Duele mi cuerpo en la noche.
Al amanecer,
llega el día,
no quiere despertar,
no quiere buscarte,
no quiere llamarte,
pero te huele,
te siente,
te persigue sin hacerlo.
En el día mi cuerpo se duele.

Entre la noche y el día,


entre el día y la noche,
mi cuerpo se pierde.

En la noche al estar desnudo,


grita,
se funde en la naturaleza oscura de la noche,
en fugaces instantes te halla.
En el día al estar vestido,
llora,
se avergüenza ante la claridad por sentir,
se esconde y llora en las rendijas de las horas.

Las lágrimas de mi cuerpo


me ahogan.
Lágrimas y tormentas internas,
me golpean.

El vestido que te gustaba

Está arruinado
el vestido rosado,
con el que me caí aquel día,
lleno de polvo y sudor,
descocido y remendado,
su tela casi transparente,
reveló mi desnudez.

Tantos años ha viajado,


sirviendo de pañuelo, cama y mesa,
de abrigo, comida y bebida,
pero,
hoy,
cada costura habla de una historia.
El roto de aquel día,
el día en el que me caí,
ha quedado sin coser.
Pesa en el alma,
no en el cuerpo,
y,
me hace llorar,
me hace entristecer.

He cosido otras historias,


con aliento a dolor,
pero este roto,
no lo puedo coser.
He colgado el vestido que te gustaba
en un ropero y viejo y profundo.
Desde el fondo del ropero,
el vestido rosado,
con el que me caí ese día,
me decía:
Tengo una tristeza corazonuda.
Tengo una tristeza almática.

Carta a una mujer engañada


Tú, mujer,
no creas que soy yo.

La culpable no soy de tus angustias,


de tu dolor,
de tu infinita agonía.
No soy yo.
Expúlsame del odio que albergas en tu corazón.

Yo, mujer,
lejos estoy de marcarte a través del sufrimiento,
ausente estoy de tus noches en vela.
No podría causarte tristeza alguna
deleitándome en placeres prohibidos.
Nunca podría llevarte al abismo
a causa de mis libertades y desatinos.
Soy yo misma una mujer como tú.

Mujer,
Sé tanto como tú de desamor.
A mí me ha ganado el corazón,
A mí me ha golpeado la traición.
He navegado por los pozos profundos de la desolación.

Por eso no soy yo quien tú crees que yo soy.


Corre, vete corriendo, corre más rápido,
que el esfuerzo te ahogue,
que el corazón se apresure,
te aguarda él.
Llega pronto
y,
ponte el vestido de color azul,
llénate de rojo deseo,
embelésate con amarillo perfume,
embriágate con los aromas de tu rosado sexo,
arrebátate con tus marrones pechos,
descúbrete
y,
sé hoy,
una Mujer.

Sé hoy,
la mujer que tú crees que soy yo.

El Sueño
¡Ay! Como me duelen
las manos de ella
enredadas a las manos tuyas,
sus dedos, los dedos de ella
son cañas de bambú bajo mis uñas.
Sangran mis manos,
se desangra mi alma
y me estoy ahogando.

¡Ay! Como me duelen


los brazos de ella
atados a los brazos tuyos,
sus brazos, los brazos de ella
son cuerdas alrededor de mi garganta.
Sangra mi garganta,
se desangra mi alma
y me estoy ahogando.

¡Ay! Como me duele


el cuerpo de ella
sobre el cuerpo tuyo.

Tu cuerpo inmóvil, tendido, suspendido.


Gritan tus pies,
pero tocarlos no puedo,
dar un paso no puedo.

La mujer sobre ti es un fantasma,


un fantasma que nos persigue.

Me acecha desde la oscuridad


y,
desde sus entrañas nace un grito mordaz:
“Estas tierras son mías”.

Adriana González
Bogotá, Junio 7 de 2008

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