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La Cultura en el Reino de Chile

s. XVII y XVIII

Siglo XVII

Iniciado el nuevo siglo y transcurridos ya 50 años desde el comienzo de la


guerra de Arauco, se puede decir que Chile era otro territorio incorporado a la
Corona.

En el Chile del siglo XVII no solo hubo invasores y defensores como en el siglo
anterior, sino que además encontramos en él los primeros indicios de una
sociedad mestiza, racial y culturalmente, con un sello hispánico muchísimo más
marcado y una desafortunada tendencia a subvalorar el aporte autóctono.

• Religión

Una profunda fe en Dios, en el dogma católico, en la Virgen María y la corte


celestial alumbró el mundo espiritual del conquistador y el criollo.

Las creaciones espirituales y culturales reposaron también en una acendrada


fidelidad al magisterio de la iglesia, que constituyó la fuente inspiradora de toda
la vida intelectual y religiosa. La estrecha unión de ésta con el Estado
confundió los fines de ambos que aparecieron, por así decirlo, actuando en un
solo sentido.

El saber tuvo una clara orientación religiosa, debía revelar la sabiduría humana
para conducir el entendimiento a la fuente originaria de donde emanaba. El
arte, en fin, encontró en esta temática su mejor medio de expresión y logró
permanecer casi invariable en un corto período de tiempo.

IGLESIA

La iglesia estuvo presente en Chile desde los primeros momentos de la


fundación del país.

El papel fundamental de la iglesia en América estuvo centrado en la


evangelización de los naturales, tarea a la que se dedicó con fervor. Se trataba
así no sólo de cristianizar al natural, sino también de defenderlo frente al
abuso, crueldad y prepotencia de españoles y criollos. Las crónicas y relatos de
religiosos constituyen una rica vertiente para el conocimiento de las culturas
precolombinas.

Llegaron al país distintas congregaciones de clérigos como la mercedaria, los


franciscanos, los dominicos, los agustinos y los jesuitas. De todas, fue la
Compañía de Jesús la que rápidamente tomó el liderazgo en todos los
aspectos, tanto confesionales como económicos y educacionales, llegando a
convertirse en los propietarios más importantes de tierras en Chile. Van a
destacar por sus métodos eficaces y audaces, Luis de Valdivia y Diego de
Rosales.

Los jesuitas se preocuparon de aprender la lengua indígena e incluso editaron


gramáticas y catecismos en el idioma nativo, como lo hizo el padre Luis de
Valdivia. Los conventos tenían sus propias bibliotecas, destacándose las de los
agustinos y jesuitas, que llegaron a tener 20 mil volúmenes.

Las fiestas religiosas se hacen familiares, el santoral cada vez se tiene más
presente, las festividades son cada vez más coloreadas, constituyendo un
símbolo de la fusión de lo hispánico y lo aborigen. Los milagros y poderes de
los santos se hacen ampliamente conocidos; cada familia, cada individuo tenía
uno o más de su devoción. Se les rendía un homenaje en las procesiones;
éstas eran numerosas y como toda institución, tenían un carácter mixto donde
sus finalidades abarcaban el ámbito civil y religioso.

La cultura y toda la vida misma de cada habitante de este país va a ser en este
siglo, en cierto modo, el fruto de la acción evangelizadora. La evangelización
tocó las raíces profundas de los chilenos, y podemos decir que a fines de siglo
la Iglesia Católica se había hecho presente hasta en las zonas más inhóspitas
del país. Logró entablar contacto con los mapuches más violentos y asumió el
papel de intermediaria entre los dos bandos en guerra.

• Educación

Durante el transcurso del siglo XVII, la educación alcanzó un verdadero

desarrollo, los estudios se podían dividir en tres clases: la escuela de primeras


letras, las escuelas de gramática y las universidades pontificias.

Las primeras se multiplicaron por todo el país y los maestros laicos continúan
teniendo importancia. Los permisos los otorgaba el respectivo cabildo y las
escuelas con más de 100 alumnos funcionaban en la casa del propio maestro.
El texto en el cual se enseñaba a leer era la cartilla, impresa en Lima por el
Hospital de Nuestra Señora de Atocha. Se usaban también planchas de metal
sostenidas por un mango, con las letras del alfabeto grabadas. La enseñanza
consistía en adiestrar para leer y escribir, contar y el catecismo. El Cabildo,
regulador de la vida ciudadana, había desarrollado un verdadero reglamento
para las escuelas de primeras letras (vigilando las escuelas, la idoneidad de los
maestros, la disciplina y el nivel de estudio). Mañana y tarde, concurrían los
niños a la escuela donde se les tomaba la lección, los días viernes debían
concurrir al convento de los jesuitas a escuchar la doctrina cristiana. Llegaban
hasta la Compañía en grandes procesiones y cantando letanías; por último, el
sábado, aprendían a ayudar en la misa. Ese era el programa semanal de los
estudiantes de primeras letras.

Pero la enseñanza no se reducía sólo a entregar conocimiento, era más


importante enseñar principios morales y cívicos. Diversas prohibiciones tenían
los estudiantes, así debían andar quietos en las calles (sin correr) y debían
saludar a sus mayores con corrección. No debían, so pena de azotes, echar
maldiciones, mentir, jurar o decir palabras deshonestas. Junto con ello, tenían
la obligación de rezar antes de acostarse, de quitarse el sombrero frente a los
mayores y repetir palabras de buena educación frente al estornudo de los
demás.

Al lado de las escuelas laicas, funcionaban las conventuales de primeras letras;


mercedarios, franciscanos, dominicos y jesuitas las tenían.

La educación de las mujeres se hizo en los conventos de monjas, ya desde el


siglo XVI. En ellos se educaban las “señoritas principales”.

En estos colegios conventuales se enseñaba a leer, escribir y contar, aunque


en forma muy imperfecta. A ello se agregaban algunos ramos de adorno,
destinados a preparar para la vida social y la vida del hogar, tales como “algo
de baile, un poco de música, saber hilar, coser, tejer, cortar un vestido y hacer
cuanto puede ocurrir en una casa bien gobernada”.

La mujer del pueblo no recibía ningún tipo de enseñanza.

Las escuelas de gramática están casi enteramente reservadas a las ordenes


religiosas, que preparaban a sus novicios para los estudios superiores; a ellas
también podían concurrir los seglares que lo desearan. Se enseñaba, además
de los estudios de gramática o humanidades, cursos especiales de teología y
filosofía moral.

En las escuelas de gramática se aprendía el latín por el texto de Nebrija,


geografía y geometría, estudios de retórica y métrica (a modo de
complementación); filosofía abstracta y metafísica, que los dominicos
enseñaron según Santo Tomás y los jesuitas según Luis de Molina.

En estas escuelas, equivalentes a estudios de actual enseñanza media, se


difundieron por el Reino. Los jesuitas abrieron las suyas en Concepción y La
Serena y los dominicos en Concepción.

El origen de los estudios superiores en Chile, radica en los cursos especiales


que las escuelas especiales dictaban a sus novicios. En 1608 en el Colegio
Máximo de San Miguel los jesuitas agregaron una serie de clases a fin de que
sus novicios pudieran ordenarse, pero los estudios superiores no se podían
terminar en el país. Los dominicos trataron por todos los medios de establecer
una universidad pontificia. En 1619, Paulo V les concedió el privilegio, que
también pidieron y alcanzaron en 1621 los jesuitas. Los alumnos de estas
universidades, luego de terminar sus estudios, podían optar a los grados de
bachiller, licenciado, maestro y doctor en facultades de arte y teología, el grado
era conferido por el obispo.

Los jesuitas tuvieron durante el siglo XVII en tal alto prestigio sus universidades
que el Obispo de Santiago les concedió la educación de los alumnos del
seminario eclesiástico. Lamentablemente, estas universidades carecían de
cátedras de cánones y leyes; matemáticas y medicina; los chilenos debían
continuar yendo a otros países a graduarse en derecho, ingeniería y medicina
(debían ir a la universidad de San Marcos de Lima), que desde 1551, fecha de
su fundación, era el centro indiscutido de la vida intelectual de la América
meridional).
EL OFICIO DE LAS LETRAS

La crónica, mejor que ningún otro género literario, continuó expresando la


sensibilidad literaria del reino: en ellas se recogen como en un gran mosaico
las inquietudes y anhelos de los hijos de la tierra.

Acá señalaremos a cuatro grandes escritores del siglo. Dos españoles, Alonso
González de Nájera y Diego de Rosales. Y dos criollos, Alonso de Ovalle y
Francisco Núñez de Pineda y Bascuñan.

González de Nájera fue un militar de destacada actuación en la guerra de


Arauco, lo que le permitió recoger sus impresiones en un extenso memorial
titulado “Desengaño y reparo de la guerra de Chile”, en el que criticó duramente
la forma en que se había llevado a la contienda y propuso diversos medios
para concluirla.

Diego de Rosales fue un sacerdote jesuita que llegó muy joven a Chile.
Recorrió gran parte del territorio y se enamoró del paisaje y de su gente. El
fruto de sus observaciones fue la “Historia General del Reino de Chile”,
“Flandes Indiano”, en la que no sólo hizo un cuadro acabado de la vida chilena
de su tiempo, sino que describió también el mundo origen y natural, al que dio
particular realce.

Ovalle, fue destinado por su orden a Roma. Allí lejos de su medio y con una
gran nostalgia por la patria creó su “Histórica relación del reino de Chile”, que
tuvo como propósito dar a conocer al país. El libro fue publicado en 1646 en la
Ciudad Eterna y todo él es un elogio entusiasta a la vida del autor, que
pareciera ser un nievo paraíso destinado a la felicidad de los humanos. Fue
designado por la Real Academia Española en su diccionario de autoridades
maestro del idioma castellano.

Núñez de Pineda y Bascuñan, militar de profesión, fue el autor de “El cautiverio


feliz y razón individual de las guerras dilatadas del reino de Chile”, extensa
novela que cuenta sus experiencias entre los indios, para dar luego origen a
una dura crítica contra el gobierno, los abusos y fraudes, la postergación que
sufrían los criollos y las crueldades que se cometían contra los indígenas.

• Arte

A las incipientes expresiones artísticas del siglo XVI siguió un desarrollo mucho
más significativo durante el siglo XVII. El espíritu de la nueva corriente artística
del barroco comenzó a hacerse presente desde fines de la centuria pasada.

El arte barroco, definido como la expresión estética de la Contrarreforma,


iluminó al siglo. Su dramatismo característico, manifestado en el claroscuro de
impresionantes efectos y la libertad de movimiento que dio a sus modelos, tuvo
rápida resonancia en América, donde al amparo de nuevos paisajes y antiguas
culturas pudo crear una síntesis feliz que reflejó tanto la herencia como la
indígena.
La necesidad de difundir y afianzar el sentimiento católico, facilitó la expansión
de un arte fuertemente expresivo, que causase impresión en el espíritu de
todos.

Su temática fue esencialmente religiosa: las artes plásticas estaban al servicio


de Dios y debían enseñar a los fieles los misterios del culto.

Las grandes creaciones artísticas se concentraban en las iglesias, que eran


verdaderos museos de la historia humana y divina.

Incluso en Chile se alzaron espléndidos templos, de los que sólo a perdurado el


de San Francisco de Santiago, cuya construcción se inició en el siglo XVI.
Merecen recordarse, aunque hayan sido arrasados por incendios o catástrofes
naturales, el de los agustinos, dominicos y jesuitas, particularmente este último,
que, al igual que todas las clásicas iglesias de la Compañía, se inspiraba en
cánones repetidos, pero a la vez originales.

Tanto en las iglesias como en sus claustros se cobijaron notables colecciones


de pintura que representaban generalmente la vida de algún santo. En Chile
tuvo particular importancia la corriente pictórica que vino del Cuzco, ciudad en
la que había surgido una escuela artística plena de expresión y dramatismo. De
allí vino un grupo de artistas a decorar los patios de San Francisco, pintando
una notable serie sobre la vida del santo. Dentro de estos maestros sobresalió
Juan Zapaca Inga, el único de entre ellos que firmó algunas de las obras.

Quito fue otro centro importante de actividad artística, que no sólo produjo
pintura, sino también una imaginería policromada de espléndida factura y gran
calidad.

En el país, la pobreza dl medio impidió la existencia de grandes escuelas. Los


pocos artistas locales siguieron las corrientes que emanaban de los lugares
nombrados, que aspiraron, por lo demás, en estas materias a todo el
continente ya fuera por importación directa de obras de arte o porques éstas de
alguna forma servían de modelo a creaciones regionales.

Otras expresiones artísticas destacables fueron los trabajos en madera,


trabajos en platería, herrería y objetos de cuero; siempre asociados a la
arquitectura religiosa y al culto, que aún hoy continúan deslumbrando por su
calidad y belleza.

REPRESENTACIÓN TEATRAL

La más antigua representación teatral se realizó en Santiago, en cumplimiento


de una orden real (1616), que mandaba que se celebrara el misterio de la
Concepción de María. En la capital de Chile hubo diálogos sobre el misterio de
la eucaristía.

El gobernador Lazo de la Vega, con motivo de la mejoría de sus dolencias,


celebró una fiesta pública, en ella “se representó una famosa mascarada,
compuesta de gigantes y enanos; fuego, agua y tierra y las cuatro estaciones.
Otro día se representaron once comedias, por capitanes y sargentos y nobles
del Reino.
A mediados del siglo se representan auto sacramentales; los más conocidos
fueron: Las Tres Marías, El Juicio, La Epifanía, La Danza de la Muerte.

También se generalizó la representación de verdadera piezas teatrales:


Algunas hazañas de Don García Hurtado de Mendoza, El diablo predicador,
Arauco domado, Los españoles en Chile, El hércules chileno (Caupolicán).

LA COLONIA (1600 a 1810)


Concepto: Se denomina así a uno de los periodos más largos de la historia de
Chile, también el concepto es extensible a la Historia General de América. La
colonia podemos dividirla claramente en dos siglos: A). Siglo XVII, entre 1600 y
1699 con la muerte del último rey de la Casa de Habsburgo o Austria, Carlos II,
denominado el hechizado. Esta etapa ve la decadencia del imperio forjado por
los Reyes Católicos , Carlos V y Felipe II. Durante el Siglo XVII, la mayoría del
continente americano esta subyugado y esta bajo la administración del Real
Consejo de Indias y del Derecho Indiano. B). El Siglo XVIII, ve la llegada de los
reyes Borbones de origen Francés, siendo el Primero de Ellos Felipe V,
llegando España durante el reinado de Carlos III (1759 – 1788), a alcanzar un
sitial casi tan importante como durante el siglo XVI. Durante este etapa hay un
importante cambio administrativo, los problemas de América, los ve ahora la
Secretaria de Marina e Indias. Durante este periodo se producen a nivel
mundial la revolución de las ideas, lo que se llamo el siglo de las luces, como
así también la Revolución de Independencia de Estados Unidos, 4 julio de
1776, colonia de Inglaterra. Además la Revolución Francesa el 14 de julio de
1789. Con ello llegan tímidamente a América ideas de libertad e igualdad.
Podemos decir que es en la Colonia cuando Chile, define su ser nacional. Este
breve resumen ha dejado afuera algunos aspectos importantes como la cultura,
la educación, el arte, la literatura, las relaciones con otros países, la llegada de
piratas, corsarios y otros viajeros, no podemos olvidar que el gentilicio chileno,
se debe precisamente a la denominación que dieron los corsarios europeos a
los indígenas del sur de nuestro país, cuando intentaron durante el siglo XVII,
hacer una alianza para derrotar a los españoles.
Economía: En cuanto a la economía imperial, durante el siglo XVII esta la
manejaba La Casa de Contratación ubicada en Sevilla y luego en Cádiz. El
sistema económico era el del monopolio, que tenía su expresión en el sistema
de Flotas y Galeones, que venían dos veces al año y traían todos los productos
que los americanos necesitaban, y compraban los productos que desde aquí se
producían, claro que el precio de compra y ventas lo ponía España. Durante el
Siglo XVIII este monopolio viene a romperse, primero con la introducción de
productos de contrabando ingleses y franceses, luego con el sistema de Navíos
de registro del Cabo de Hornos, en 1740. Luego vendría el decreto de libertad
de comercio dictado por Carlos III en 1778. En Chile fue la Hacienda la
principal Unidad Económica, durante el siglo XVII, fue el periodo ganadero,
usandosé la carne y especialmente el sebo y el cuero. Durante el siglo XVIII,
fue el periodo de la agricultura, exportándose el trigo en especial al virreinato
del Perú. Además se comienza a desarrollar ya fuertemente la minería.
La Guerra de Arauco: Esta mantuvo toda su dureza durante todo el siglo XVI y
parte del XVII, Desde 1601 se había instalado por parte de Alonso de Ribera el
Río Bío Bío, como frontera permanente, se había formado un ejercito regular y
para ello se había conseguido el financiamiento real, mediante un impuesto
llamado Real Situado, que era enviado desde el Perú. Luego hubo distintos
sistemas de Guerras, la defensiva, propuesta por el jesuita Luis de Valdivia, y la
de esclavitud, que consistía en hacer esclavos a los indios mayores de 9 años
y a las india mayores de 8 años, este fue el sistema favorito de los españoles,
ya que así lucraban con la guerra. También se ensayaron los Parlamentos, que
eran grandes conversaciones intercambio de presentes y se firmaba la paz,
este no tuvo mucha validez, por la fragilidad política de los mapuches. Pero, lo
cierto es que desde mediados del siglo XVII se estableció una relación de
frontera, primero de tipo económico y luego social, amical e incluso familiar,
que modero mucho la guerra.
Sociedad: Por Sociedad podemos entender el conjunto de personas que
forman el tejido social, y como estos se organizan para poder desarrollar su
vida. En ocasiones la sociedades pueden ser de clase, casta , educación u otro
factor. El siglo XVII vio constituir una sociedad Pigmentocrática, es decir
basada en el color de la piel. En el vértice de esta pirámide social, se
encontraba el grupo blanco, compuesto por peninsulares y criollo, luego el
grupo moreno donde destaca los mestizos, que ya son un grupo demográfico
de gran importancia, también aquí se cuentan los pueblos originarios, como
también los mulatos y los zambos, por último también estaban los negros, que
en Chile fueron bastante minoritarios, por lo caro de su internación al país.
Podríamos decir que el siglo XVIII mantiene una estructura similar. Aquí
aparece un grupo que a la postre se convertirá en fundamental para el proceso
de independencia, la unión de los vascos con los criollo chilenos, Francisco
Antonio Encina, acuño el concepto de Aristocracia Castellano Vasca, para
denominar a este grupo. Lo cierto es que este grupo formo la oligarquía criolla
y fueron ello el grupo más dinámico en los procesos de independencia.
La consolidación del Derecho Indiano: La colonia representa el momento
histórico de mayor duración, por lo que es la etapa de la historia americana
donde se acrisolan la mayoría de las costumbre y tradiciones de nuestra
cultura. En este contexto el Derecho indiano, concebido como el conjunto de
leyes y normas jurídicas que rigen y regulan la vida de las colonias, adquiere su
mayor expansión y se enraizaran en nuestra tradición jurídica, hecho que se ve
reflejado posteriormente en todo el aparataje constitucional, político y legal de
Chile y de la mayoría de los países de habla hispana.
EL CABILDO ABIERTO DEL 18 DE SEPTIEMBRE DE 1810: PRIMER PASO
EN UN LARGO PROCESO A LA INDEPENDENCIA.
Introducción: Como abordar correctamente y desde una perspectiva histórica
los trascendentales sucesos del cabildo abierto del 18 de septiembre de 1810.
Antes que nada enfatizar que esta fecha no representa la separación política
definitiva de la sujeción española, pero si que es el primer y fundamental paso
en un largo proceso que nos llevará a la consolidación de la independencia 18
años después. De allí que Jaime Eyzaguirre, hablara de este hito como el de la
Revolución autonomista, ya que no se buscaba la independencia sino que el
derecho a autogobernarse, derecho negado por mucho tiempo. Es posible
afirmar que este hecho representa la conjunción de la tradición y del deseo de
reformas políticas. El 18 de septiembre de 1810 los criollos abrían tímidamente
la puerta a la libertad de Chile.
Los Antecedentes: Podemos hacer aquí una generalización afirmando que los
antecedentes del cabildo del 18 de septiembre, son similares y se enmarcan en
el proceso de formación de Juntas de Gobierno que vive toda América Latina.
Debemos recordar que fue en Chuquisaca, actual Ciudad de Sucre en Bolivia,
donde se formó la primera junta el año 1809, a la que le siguió Quito, Caracas,
México, Buenos Aires, el 25 de Mayo de 1810, y finalmente Santiago. Para
explicar estos sucesos podemos afirmar que hay 2 antecedentes que dan
razón de lo ocurrido:
1. Antecedentes Políticos, Administrativos e Ideológicos. Tiene que ver en
una primera instancia con el manejo y la marcha de la administración
colonial, en lo referente a la desigual repartición del poder y
responsabilidades en los cargos de la administración pública, ya que estos
recaen solo en españoles, esto provoca fuertes divergencias entre
peninsulares y criollos, estos últimos sienten que han sido injustamente
desplazados, a esto se debe agregar que España vive un momento
decadente en especial por el papel jugado por Carlos IV, que ha dejado el
gobierno en manos de su favorito Manuel Godoy, lo que exacerbaba al
pueblo y en especial a los americanos, por último mencionar el efecto
negativo que tuvo en algunos países como Chile, la política económica
española. Mención especial debe hacerse, sobre la influencia que tuvo en
los criollos las ideas audaces y libertarias de la Ilustración, ( Rousseau,
Montesquie, Voltarire, Diderot, entre otros), y como hecho validante de
estas ideas se presentaba la Independencia de Estados Unidos, lo que
ponía en jaque la lealtad y devoción a la corona.
2. Antecedentes Inmediatos: Que duda cabe, que el hecho que agudiza las
tensiones y adelante el proceso independentista en América y Chile, es la
invasión de Napoleón a España ( 1808). Este Hecho provoca el
surgimiento de Juntas de resistencia en España, La Junta Central de
Sevilla y luego el Consejo de Regencia de Cádiz, los cuales invitan a los
americanos a tomar en sus manos este momento histórico: " Desde este
momento españoles americanos, os veis elevados a la dignidad de
hombres libres" ( Proclama del Consejo Regencia de Cádiz). Estos
sucesos dejaban en evidencia, que era necesario actuar ante los hechos.
En Santiago, por su parte, comienzan a circular ciertos escritos referidos a
los deseable y pertinente que sería ser parte no solo de las tareas, sino
que también de la decisión política. ( Un ejemplo de ello son las
Proclamas de Quirino Lemachez, el Catecismo Político Cristiano, El
Dialogo de los Porteros). Desde este instante se comenzaba a transitar
por los caminos que llevaría a chilenos y americanos a la independencia

La economía en la Colonia

Las condiciones económicas de la Colonia eran muy difíciles. Lo inmediato era


el comercio con el Virreinato del Perú, con el que Chile hacía intercambio de su
oro en polvo por mercaderías europeas reexportadas desde Lima.

El oro en polvo había alimentado los primeros sueños de riqueza del


conquistador que descubriera Chile, pero muy pronto se tuvo conciencia de que
serían la tierra y el trabajo la principal fuente de prosperidad de la Colonia. El
yacimiento de Valdivia venía siendo explotado desde mediados del siglo XVI y
hasta comienzos del XVIII no comenzó a explotarse el de Copiapó,
fundamentalmente trabajado por mestizos pobres del Norte Chico. La guerra de
Arauco y la destrucción de Valdivia obligaron a suspender la más célebre
explotación minera del país.
Chile no podía competir con los yacimientos de plata del Perú y del altiplano
boliviano, ni con la producción de oro de Nueva Granada. Sin embargo, el
desarrollo de las grandes poblaciones mineras de la zona de los Andes
centrales generó la demanda de productos para su abastecimiento, demanda
bien pagada con la plata extraída de sus entrañas.
Los fértiles valles chilenos estaban en buenas condiciones de proporcionar vino
y derivados cárnicos: sebo, cueros, tocino, manteca, carne salada y cerdo.
También ocuparon un espacio destacado el cáñamo, las manzanas, el trigo y el
aceite. Perú era la verdadera mina chilena.
La complejidad de las comunicaciones con la metrópoli, realizadas por mar a
través del Pacífico después de cruzar Panamá y seguir por el Atlántico hasta
Sevilla, una ruta larga y una travesía arriesgada y costosa, propició la creación
de una red comercial interregional en el eje andino de creciente importancia.
Los precios agrícolas de las producciones chilenas resultaban mucho más
ventajosos que los de procedencia española.
La Serena concentraba la mayor parte de la plantación de olivos. En la región
de Valdivia se cultivaban manzanas y cereales. Las vides se plantaron en Chile
central, siendo Concepción centro de este cultivo. Ovejas, cabras, vacuno y
porcino constituían la ganadería más extendida. La cría de muías para el
transporte en las rutas andinas se convirtió en una actividad de gran provecho.
Hacia 1614 el hinterland de Santiago reunía un centenar de chacras dedicadas
al cereal y a la producción de vegetales, y unas 350 estancias ganaderas. Unas
y otras eran trabajadas principalmente por indígenas encomendados, esclavos
mapuches capturados en la guerra e indígenas trasandinos. La principal
exportación chilena al Perú la constituía el sebo, producto necesario en la
fabricación de velas, que serían empleadas en la minería. Tras el terremoto de
1687, que destruyó las zonas agrícolas de la sede del virreinato, se extendió la
producción de trigo en el territorio de Chile.
En definitiva, la economía chilena desde la segunda mitad del siglo XVI se
había estructurado en torno a las demandas centrales del sistema andino,
originadas en los núcleos urbanos y mineros, y secundariamente en una
demanda subsidiaria. La inexistencia de un mercado estable, sustituido por otro
de carácter compulsivo, espontáneo y disgregado, en el que los circuitos
interiores desempeñaban un papel poco relevante, así como el control excesivo
ejercido por comerciantes muy especulativos, han sido considerados un factor
negativo para el desarrollo económico chileno en esta etapa colonial. La crisis
de la segunda mitad del siglo XVII, cuando cayeron los precios en Perú,
vendría a confirmar la debilidad de un sistema que a largo plazo resultaba más
favorable para esta última plaza.
La provincia importaba manufacturas procedentes de El Callao, yerba mate de
lejanas tierras trasandinas, coca en menor proporción para el consumo
indígena en las minas y tabaco, artículo de gran expansión hasta constituir en
el siglo XVIII la primera renta de la Hacienda Real en el país.
La hegemonía de la actividad comercial
En Chile serían la propiedad de tierra y la producción de alimentos el principal
soporte de la élite local, reforzado por el acceso a los cargos públicos. Sin
embargo, los comerciantes consiguieron imponerse a los productores y
orientaron el crecimiento hegemónico de Santiago sobre el de La Serena y
Concepción, de modo que resultase más fácil controlar la relación con el
exterior. El crecimiento de Santiago por encima de las restantes ciudades
supuso también la creación de un mercado de bienes de consumo en torno a la
capital.
La creciente influencia de los grandes comerciantes en el siglo XVII,
convertidos en abastecedores y exportadores, no se tradujo en la
independencia de una clase mercantil, sino que todavía aquéllos entendían su
actividad como un paso transitorio que podía elevarles a la aristocracia. La
subordinación a la carrera administrativa y a la burocracia colonial queda
ejemplificada en la subordinación de Valparaíso a Santiago. La verdadera
concentración de tierras no se produjo en Chile hasta el siglo XVIII, después de
que la baja de precios arruinara a una parte de los propietarios.
Las transacciones con el norte se realizaron conformando una ruta marítima
basada en el cabotaje, la navegación costera que seguía la línea del litoral
trazando una vía de comunicación e intercambio. De esa forma se sorteaban
los inconvenientes de las largas distancias por tierra que debían cruzar
desiertos y cordilleras, y se accedía a un medio de transporte, siempre de
mayor capacidad que el interior basado en la carga de animales.
La dependencia del transporte naval concedió gran importancia a los
comerciantes propietarios de embarcaciones. Pero los intercambios sólo se
podían efectuar si se garantizaba la seguridad en los mares. La presencia
corsaria, además del peligro que suponía para la integridad de la Colonia y de
los quebrantos que comportaban los saqueos de los puertos y de sus
pobladores, implicaba la interrupción del comercio marítimo, quedando los
productos del país sin salida.
La amplia condición marítima del país, que hallaba en la costa su principal vía
de comunicación, alentó la fundación de astilleros en los que se construían
pequeñas embarcaciones y fragatas destinadas al tráfico con el Perú. En torno
a esta actividad se desarrolló la fabricación de jarcias, del mismo modo que la
exportación de vino condujo a la producción de botijas en el país que sirvieran
de envase. De los cueros del ganado se fabricaban cordobanes y badanas, la
mayor parte de las cuales eran destinadas al ejército, como también fue éste el
destino de los paños salidos de los primeros obrajes.
El sostenimiento del ejército de Arauco desde comienzos del siglo XVII
proporcionó unos ingresos anuales de 293 000 pesos procedentes del Perú, un
caudaloso y constante flujo de dinero que desde el exterior alimentaba la bolsa
de gobernadores, funcionarios, oficiales, asentistas, comerciantes y
hacendados. La presencia de este ejército financiado con cargo a la Hacienda
Real se convirtió, por lo tanto, en un factor de prosperidad de la Colonia.
La mayor parte del situado peruano destinado a la soldada llegaba a Chile en
especies, después de que los funcionarios y comerciantes de Lima hubieran
descontado adelantos y beneficios. Las mercancías eran cambiadas por
productos del país, que serían suministrados a la intendencia militar o se
repartirían entre los soldados como paga, siendo los comerciantes quienes
acababan realizando el negocio. Para sostener ese ejército existían también
haciendas de titularidad real en las que se criaba ganado.

La sociedad colonial

Las costumbres del Chile colonial, en cuanto al vestir y al comer, identificaban a


las clases sociales y les imprimían un carácter propio. En la imagen, un
español de Chile.

Al frente de la jerarquía social de la Colonia se situaban los descendientes de


los conquistadores que en los repartos habían recibido encomiendas. El
sistema de encomiendas, empero, fue agotándose y en el siglo XVII alcanzaron
preeminencia los propietarios de haciendas y de los limitados obrajes abiertos
en Chile y los funcionarios llegados de España o bien del Perú.
La propiedad y dedicación a oficios mecánicos, como los obrajes, no fueron
motivo de desdoro en la sociedad criolla.
Con frecuencia los conquistadores, desde luego sus capitanes, pertenecían a
familias hidalgas e incluso eran segundones de casas nobiliarias que buscaban
en América la oportunidad de dar origen a una nueva familia principal
instituyendo un mayorazgo, esto es, creando un vínculo con los bienes
adquiridos que serían transmitidos íntegramente al primogénito.
Las condiciones americanas hicieron que la institución del mayorazgo fuera
perdiendo una fuerza que en Chile siempre fue escasa, incluso en tiempos de
los conquistadores. Eso significa que los distintos descendientes tuvieron
acceso al patrimonio familiar.
Las familias principales enlazaron entre sí, creando linajes endogámicos que
permitieron distinguir una serie de apellidos al tiempo que se favorecía la
formación de uniones patrimoniales. Las familias dominantes, unidas por
relaciones de parentesco, crearon en Santiago, La Serera y Concepción una
red de apoyo y protección mutua destinada a mantener dicha jerarquía,
subrayada por el control de los cabildos.
La presencia de un ejército profesional permanente hizo de los oficiales,
hidalgos muchas veces curtidos en las campañas de Flandes e Italia,
elementos distinguidos de la sociedad y candidatos a ser casados con las hijas
de la naciente oligarquía criolla.

La inmensa mayoría de los pobladores españoles de Chile eran originarios de


la Corona de Castilla, y dentro de ésta, de las regiones meridionales:
castellanos nuevos y andaluces. Tampoco faltaron extremeños y vascos,
aunque en medida mucho menor que los anteriores.

Las costumbres del Chile colonial, en cuanto al vestir y al comer, identificaban a


las clases sociales y les imprimían un carácter propio.

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