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UNIVERSIDAD NACIONAL DE COLOMBIA.

Facultad de Derecho,
Ciencias Políticas y Sociales
Especialización en Instituciones Jurídico- Penales. Dra Rosa Herminia
Castro de Arenas
Presentado por Catherine Cañón Sarmiento. Código 615063

LA CONTAMINACIÓN CON DETERGENTES Y EL DELITO DE


CONTAMINACIÓN AMBIENTAL

Introducción

No es necesario recabar mucho en la importancia para nosotros del recurso


hídrico. Una buena parte de nuestro propio organismo está compuesto por
este líquido, y también las tres cuartas partes del Planeta Tierra. Ella hace
posible la vida. Por eso es un bien de gran valor para nosotros, máxime
cuando nos enfrentamos a épocas de severas sequías, desaparición de
fuentes hídricas y grave contaminación de las existentes. Si bien podemos
tener garantizada una provisión de agua permanente –en principio- gracias al
ciclo hídrico, las reservas terrestres, subterráneas, glaciares y atmosféricas
sufren sobremanera por la acción humana.

El crecimiento desorganizado de las ciudades es quizá la mayor de las


amenazas al medio ambiente, y en concreto a la disponibilidad de agua aún
a corto plazo -en caso de una emergencia ambiental-. Ese fenómeno se ha
manifestado en aumento de la población, escasez o inexistencia de
equipamientos urbanos adecuados, insuficiencia de instituciones y
presupuestos para cubrir esto, marginalidad de grandes capas de población.
Cada vez hay más gente que se baña, lava su loza, aspira a una lavadora y
mientras tanto se conforme con una tina y detergente - del barato- para lavar
su ropa. En la práctica esto redunda, entre otras cosas, en un aumento en el
volumen de aguas residuales domésticas, vertidas en medios naturales
hídricos superando su capacidad de absorción y neutralización. De allí la
crisis del agua, tan real en algunos países por causas geológicas y
meteorológicas, pero también en otros gracias a nuestro invento “moderno”
más viejo: el progreso.

Con la producción y utilización de detergentes, jabones y otros elementos de


aseo cotidiano, se corre un riesgo para la salud humana y para el ambiente,
por razones que mencionaremos a lo largo de este escrito. Sin embargo, se
permite el desarrollo de esas actividades bajo ciertos parámetros legales que
también serán señalados de manera sucinta1. Traspasar estos límites puede
1
La fabricación de jabones, (detergentes y barras comunes), se considera una actividad económica con riesgo de
clase III (medio o moderado), al igual que el tratamiento de aguas blancas (no residuales pero que requieren
tratamiento para ponerla a disposición de las personas). El tratamiento de aguas negras, cloacales o servidas es
actividad con riesgo de clase IV (alto), por la naturaleza de las actividades de depuración y recuperación de ellas
(desde filtración hasta purificación con cloro y otras, además del ablandamiento de aguas duras o calcáreas). Lo
implicar la iniciación de una investigación penal, como última herramienta
para los casos de mayor daño al medio ambiente. Éste es considerado como
el contexto en que se ponen sobre el tapete, de manera significativa, los
bienes personales de mayor valor para la humanidad. Por eso se ha querido
hacer tanto énfasis en su protección, acudiendo a la mayor cantidad de
mecanismos jurídicos posibles. Veremos que, sobre todo, ellos son de
carácter administrativo y técnico- científico.

No obstante la necesidad de tipificar las ofensas más graves a los intereses


más caros de la sociedad, es menester preguntarnos: ¿es el derecho penal el
mecanismo más idóneo para proteger nuestros ecosistemas, ente ellos los
acuáticos, frente a las lesiones a que los sometemos todos los días y con
mayor frecuencia? La mera respuesta daría lugar a una extensa e interesante
elucubración dogmática, la cual se renuncia a hacer –con pesar- dada la
extensión de este trabajo. Empero, sí se analizará si es posible configurar el
delito de contaminación ambiental con el uso de detergentes –nuestro tema
concreto de estudio-. Si el detergente es un posible agente contaminante, es
muy útil (y más para determinar los elementos objetivos del tipo) saber en
qué medida, porqué y cuáles son sus efectos. Además, cuales son los
requisitos de ley para utilizar esta sustancia dentro del límite del riesgo
permitido.

Ese será el contenido del presente escrito, el cual desarrollará los tres puntos
anteriores en el marco de la ciencia y la legislación correspondiente. Como el
detergente es sólo una de las muchas sustancias potencialmente lesivas al
medio ambiente, y no siempre se concreta esta posibilidad, no hay normas
referidas a él explícitamente. Tampoco hay explicaciones extensas sobre las
sus repercusiones ambientales específicas. Por eso, todas las referencias
normativas deben ser leídas teniendo en cuenta este punto, al igual que las
descripciones genéricas de los procesos contaminantes. De todos modos, y
para efectos del análisis del tipo penal en cuestión, haremos las aplicaciones
del caso y mostraremos las especificidades –claro está, siempre que quepan-.

Delimitación del riesgo: de cómo se puede eliminar algo más que


suciedad con detergentes.

De “cómo funciona un detergente”.


Desde tiempos inmemoriales se usan elementos con capacidad detergente
(como se conoce la facultad limpiadora de manera genérica). La ceniza, uno
de los primeros jabones, corrió junto con la mugre y la lejía en ríos,
quebradas y riachuelos; esto hasta que dio paso a los jabones y, más tarde, a
los más fuertes detergentes. Hoy, la mayoría de las personas en nuestro país
lava en sus casas, bien sea a mano o mediante las máquinas lavadoras.

anterior de acuerdo al decreto 2100 de 1995, sobre la clasificación de actividades económicas con miras a la
evaluación de riesgos.
Igual, los desechos del lavado y el baño personal van a parar, gracias a la red
de alcantarillado (desde principios del siglo XX en Bogotá), a las mismas
fuentes de agua que antes albergaron la ceniza y su compañía.

Los detergentes y jabones son sustancias orgánicas, debido a la presencia de


carbono en su composición química (básicamente en la forma de estearato
de sodio e hidratos de carbono). También contienen varias formas de sodio, y
en Europa - los detergentes- son elaborados se usan boratos (compuestos del
boro, que es un elemento químico no metálico). Hasta hace un tiempo era
común el uso de polifosfatos esta clase de jabones, pero por sus efectos
negativos para el ecosistema acuífero ha sido retirado progresivamente en la
mayoría de los casos2.

Los jabones, por un lado, son sales de ácidos grasos que deben su capacidad
limpiadora a la reacción de sus cadenas carbonadas frente al contacto con el
agua. En los términos técnicos, su acción se describe así: la cadena
carbonada CH3-(CH2)16- es atraída al interior del cuerpo graso del jabón, y la
extremidad COONa queda en contacto con el agua. La molécula de jabón
establece un enlace entre el líquido y el cuerpo graso que podrá ser
arrastrado al enjuagar.
Los detergentes, por otro lado, son sustancias que aumentan la acción
limpiadora de los solventes, sobre todo del agua. Presentan algunas
diferencias con el jabón común. Por ejemplo, no tienen el problema de éstos
para disolverse en aguas calcáreas o ácidas, lo cual se explica por su calidad
de sintéticos; esto implica que sus componentes son procesados totalmente
en laboratorio, sin necesidad de un cuerpo graso que conduzca los
ingredientes limpiadores. Se diluyen en cualquier líquido, porque puede
romper la tensión superficial del agua más fácil que el jabón. Su acción, en
términos químicos, se describe de esta manera: sus moléculas tienen una
cadena de hidrocarburos (como los jabones), pero en forma de cola que
repelen el agua.

Es en este punto en que se rompe la tensión superficial del agua, para


aumentar la capacidad humectante (de adhesión a otros cuerpos) de ésta. Su
“cabeza” se ioniza (se modifica en cuanto a la disposición de electrones)
rápidamente y atrae las moléculas del agua, haciendo más fácil su disolución
que la de la barra convencional. Quizá por esto es más peligroso verter
detergente en un río que, simplemente, depositar en él una barra de jabón;
el primero se disuelve más fácil y penetra más profundamente en la
superficie a lavar, al partir la superficie del agua por obra de la acción
separada de cola y cabeza de la molécula. Así es como puede entrar a
mezclarse con aguas duras, las cuales, por su composición química de cales

2
Básicamente propicia el aumento de bacterias y otros organismos que consumen el oxígeno de las capas
superficiales del agua, la cual recibe exceso de nutrientes. Facilita así el proceso de eutrofilización.
y sales, no pueden disolverse con cualquier cosa ni se mezclan con los
jabones de barra convencionales3.

Del proceso de contaminación y sus secuelas


Antes de seguir adelante, aclaremos el concepto de contaminación. Por ella
se entiende la introducción irreflexiva de residuos en ríos, lagos, océanos;
esto implica la producción de un perjuicio al medio receptor, porque la
sustancia es ingresada a mayor velocidad de la requerida por él para
deshacerse de ella. Se confunde con el concepto de polución, el cual suele
referirse al mero “ensuciamento” del agua por agentes físicos, pero que es
usado –en últimas- como sinónimo de contaminación. Este último será el
término tomado en adelante.

Se ha comprobado que el 60% de la contaminación del agua dulce es


provocada por detergentes y otros productos de uso doméstico, residuos de
pesticidas, etc. Estos componentes, hechos de partículas minerales, se
consideran contaminantes de orden químico. Junto a los de orden físico
(rayos X y radiactividad) y los microbianos (gérmenes, bacterias y otros
patógenos) forman los tres grupos principales de contaminantes del agua
identificados. En el agua de mar, las pequeñas concentraciones de
contaminantes químicos –como el detergente, sobre todo el no
biodegradable- se quedan en el lecho marino y lo “lavan”. De lo anterior
tenemos, entre otras cosas, que la contaminación por detergentes se
propaga, principalmente, a través de las aguas de desecho doméstico junto
con otras sustancias y sólidos (materia fecal, v. Gr.) vía alcantarillado o por
introducción directa al cuerpo de agua.

El deterioro de la flora y fauna del lecho marino o fluvial se produce mediante


dos mecanismos. El primero es el envenenamiento gradual de los seres vivos
del medio contaminado, y de quienes los consumen –incluyendo los seres
humanos -. Esto se da en el mejor de los casos y cuando la contaminación
aún no es mortal. Ello se debe al efecto amplificador de la cadena trófica: los
niveles de intoxicación son absorbidos y van aumentando, a medida que un
organismo contaminado es consumido por otro de orden trófico superior.
Como seguramente éste ha tenido cierto grado de interacción con el medio
contaminado, ya tiene también su porción de veneno a la que se suma la
obtenida de su presa. Los hígados, riñones y piel, órganos con función de
filtro, son los primeros afectados y permiten, luego de cierto nivel de
concentración, el paso de las sustancias tóxicas a la sangre por bloqueo del
metabolismo normal de sustancias.

3
En todo esto nos referimos a los detergentes sintéticos convencionales, en polvo, sin ignorar que las barras
detergentes del mercado tienen casi la misma capacidad ultra- penetrante de la otra presentación. Ello debido a la
similitud de su composición.
El segundo proceso mediante el cual muere la fauna de la fuente hídrica
afectada, además de quedar ésta en estado de putrefacción, se llama
eutrofilización. Tiene lugar cuando se supera la capacidad natural del medio
acuático, para absorber cierto volumen de sustancias extrañas. El agua se
depura mediante la acción de algas y bacterias aerobias, es decir,
consumidoras de oxígeno. Ambas fungen como descomponedoras. Cuando
se supera el índice de sustancias y de componentes orgánicos (derivados del
carbono), estas bacterias se deben multiplicar y aumenta la demanda de
oxígeno. Al no ser este suficiente, estos seres mueren; luego dan paso a las
bacterias anaerobias, que siguen fungiendo como agentes de
descomposición ahora de las anteriores. Por su obra y por la ausencia
progresiva de oxígeno (que estos seres no necesitan), el agua se pudre
lentamente y la vida allí existente muere.

La contaminación propiamente con detergentes, dicho sea de paso, no


siempre es deliberada. De hecho, no se considera mayor que la producida
por la industria, y no es muy común que se produzca con solo esa sustancia.
No obstante, debido al carácter no biodegradable de la mayoría de sus
componentes, si se suma a los desechos de abonos y pesticidas, se provocan
las consecuencias terribles de las cuales hablamos antes.

Hoy en día es común encontrar en el mercado detergentes con ingrediente


activo bio- degradable, es decir, su elemento disolvente (el que separa la
mugre de la ropa y permite su barrido por el agua) es de fácil asimilación por
las bacterias aerobias de auto recuperación, de las cuales se habló arriba.
Sólo para la información del lector, en el detergente “Ariel” –referencia
“Oxiazul”-, se supone que la biodegradabilidad del ingrediente activo, que es
docecilbenceno sulfonato de sodio (otra sustancia posiblemente
contaminante), es de 90%. En otras palabras, el compuesto que sirve para
retirar la mugre debe poder eliminarse casi todo del medio acuático donde
resulten sus desechos. Si observamos los componentes del producto marca
“As”- DERSA, vemos un común denominador en todos los largos y
enrevesados nombres de ingredientes: sodio. Dice que su ingrediente activo
es también biodegradable, lo cual debería disminuir el riesgo de
contaminación de aguas por esta causa.

Ahora toquemos otro punto de interés. Para que el impacto sobre el medio
ambiente sea mínimo, las aguas de desperdicio deben tener valores de pH
entre 6 y 9, como medida recomendada4. Ese índice de pH indica la
concentración de iones de hidrógeno en el medio acuático, lo que en
palabras comunes se conoce como acidez. De superar o no llegar a estos
índices, el agua puede ser corrosiva por exceso de iones de hidrógeno
(destruyen el metal), o de todos modos aumentar la carga de carbonos e
4
Estándares internacionales establecidos mediante organismos internacionales y declaraciones como la relativa al
medio humano. En Colombia, los índices son de entre 5 y 9, e igualmente se presenta variación de acuerdo al país.
hidróxidos del agua de desperdicio. Esto contribuye a la contaminación del
agua y la supervivencia de los seres vivos allí presentes. La alcalinización del
pH -es decir, el proceso de llevarlo a índices aceptables- es importante para
neutralizar los componentes ácidos de los desperdicios, así como el
metabolismo de compuestos orgánicos por bacterias y hongos. En otras
palabras, para frenar los procesos de putrefacción y contaminación de aguas,
máxime cuando en una fuente hídrica hay desechos líquidos y sólidos (v gr,
metálicos o de pilas).

Como ya se mencionó, las moléculas del detergente forman reacciones


iónicas para poder atraer las moléculas de agua, y así aumentar su
capacidad limpiadora. No fue posible verificar efectos claros en términos
científicos, pero uno se puede dar cuenta de la acidez de un agua con
detergente cuando mete su mano en una solución de esta clase. La aspereza
de las manos es comprobación empírica suficiente de la alteración en el pH
en el agua, como para saber que si se vierte una gran cantidad en un lago,
río o cuerpo de agua, el nivel de iones de hidrógeno puede afectar la vida de
la fauna y flora del lugar. Esto, además del efecto de eutrofilización del cual
se habló, aumentado por la difícil absorción de sustancias como los fosfatos
(ahora casi desterrados) y grandes cantidades de sodio.

Se supone que las aguas cloacales (negras, de desecho, domésticas, en fin).


Deben ser tratadas para poder ser reutilizadas, mediante procesos que
incluyen la sedimentación, tamizado, oxidación biológica, etc. Estas acciones,
además de las políticas de protección de cuerpos de aguas y los requisitos
para conceder el uso de fuentes hídricas, hacen parte de las estrategias
utilizados por el Estado para cumplir sus deberes legales y constitucionales.
Y, sin duda alguna, también se aduce el recurso a las medidas sancionatorias
y punitivas para persuadir a quienes puedan, más allá del riesgo permitido,
introducir elementos a cuerpos de aguas con daño al ecosistema.

Del riesgo ambiental permitido: los límites de la contaminación de


aguas aplicadas a detergentes.

Principios generales
La Convención de Jamaica sobre el Derecho del Mar impone a los estados la
obligación de dictar leyes que conduzcan a la prevención, reducción y control
de la contaminación marina por desechos terrestres (sección 5, art. 207). En
consecuencia, la preocupación debe ser evitar, al máximo, las sustancias
tóxicas, perjudiciales o nocivas (Art. 207 num 5). Según este estatuto
normativo, por contaminación se entiende la introducción directa o indirecta
de sustancias. Esto con producción -o posibilidad de producción- de daños a
recursos vivos, peligros para la salud humana, deterioro de calidad del agua
y menoscabo en lugares de esparcimiento (art. 210, num. 4).
Según la Constitución Política de Colombia, el Estado debe organizar, dirigir y
reglamentar el servicio público de saneamiento ambiental, del cual hace
parte la red de alcantarillado y el tratamiento de aguas servidas para el
consumo humano. Esto bajo los principios de eficiencia, universalidad y
solidaridad (Art. 44). En los preceptos sobre derechos colectivos y del medio
ambiente, la Constitución consagra la necesidad de fijar responsabilidades
por perjuicios a la salud (vía contaminación, por inclusión. Art. 78- inc. 2), y
de prevenir y controlar el deterioro ambiental e imponer sanciones por esta
causa –entre las cuales obviamente se cuenta la penal-, además de exigir la
reparación de los daños ocasionados (Art. 80).

La conducta contaminante criminalizada. El ámbito de lo prohibido y


lo permitido.
El código penal consagra, como conducta susceptible de persecución
punitiva, la contaminación del medio ambiente, incluyendo los cuerpos de
agua de diversa índole (Art. 332). Como elementos del tipo se tienen la
gravedad del acto contaminante, consistente en poner en peligro la salud
humana o la fauna o flora del ecosistema afectado. Asimismo, encontramos
el incumplimiento de las normas existentes en materia de contaminación 5,
sobre las cuales haremos mención enseguida. La sanción a imponerle oscila
ente los 3 y 6 años de prisión, y los 100 y 25000 SMLV, sin hacerle el
aumento punitivo ordenado por la ley 890 de 2004. En el caso de ser la
conducta culposa, como seguramente ocurrirá en muchos casos de
contaminación con detergentes, la pena se puede reducir hasta la mitad; en
caso de ser producto de una actividad terrorista ocurre lo opuesto. A
continuación, hablaremos de normas que regulan el uso del agua para saber,
a grandes rasgos, cuando se presenta la violación de requisitos legales de
que habla el tipo penal en mención.

El decreto- ley 2811 de 1974, Código de Recursos Naturales, consagra


normas para la utilización y destinación de cuerpos de agua. Dado que ellos
son bienes de uso público, el Estado celebra con personas naturales o
jurídicas contratos de concesión de aguas (dcto 2811/73, art. 163 y ss).
Principalmente, se hace con fines de consumo humano colectivo, esto es,
para la prestación del servicio público domiciliario de acceso al agua; no
obstante, no es la única destinación permitida dado que también se hace la
concesión para usos recreativos, deportivos e industriales entre otros.

Sin necesidad de entrar en más detalles respecto a la celebración de este


contrato, se debe mencionar que caduca si el usuario incumple las
condiciones de la concesión: por ejemplo, si se concede el uso de un cuerpo
de agua para consumo humano, y termina como punto para el vertimiento de
desechos domésticos. En el marco de la prohibición implícita aquí, podemos
5
encontrar el requisito típico de ilegalidad del delito de contaminación
ambiental, y este se puede verificar de muchas maneras; por ejemplo,
cuando la contaminación existe pero aún es muy leve, con toma de muestras
y evaluación de índices de sustancias extrañas, según los parámetros
bioquímicos señalados en el decreto 1594 de 1989 (Arts. 00 y ss).

Como se dijo en la primera parte de este escrito, la contaminación de aguas


por uso de –entre otras- detergentes y jabones, se permite hasta cierto
punto. No obstante, la inadecuada disposición y manejo de las aguas
servidas (usadas) es sancionable de diversas maneras. Para hacerlo de
manera adecuada, se requiere la expedición de un permiso llamado de
“vertimiento” y el lleno de una serie de requisitos técnicos. El más
importante, superar un análisis del cuerpo de agua en que se quiere realizar
los vertimientos, para determinar si la actividad en mención no afectará
negativamente alguna comunidad, o si el tramo hídrico en referencia no está
sometido a protección y conservación especial. Esto implica que, en virtud de
los Planes de ordenamiento territorial y los estudios ambientales que
requiere, hay zonas de las cuales disponen las autoridades ambientales para
el desecho de aguas residuales. Después de todo, lo que se usa y sobra debe
ir a alguna parte, y al fin y al cabo es mejor reciclarlo que desperdiciarlo.

Evidentemente, las aguas vertidas deben recibir alguna clase de tratamiento,


con miras a su posterior reutilización. De allí que, para autorizar y renovar la
autorización de vertimientos, lo anterior se exija la posibilidad de someter las
aguas servidas a procesos de potabilización. La autoridad ambiental permite
la actividad, bien sea a particulares, bien sea a los municipios para la
prestación del servicio de alcantarillado. Dicho sea de paso, la autoridad
ambiental puede ser el Inderena (principalmente), el Instituto de Estudios
sobre Medio Ambiente (IDEAM), la Dirección Marítima y Portuaria, según el
cuerpo de agua

El decreto 1594 de 1989 determina los criterios de calidad admisibles para la


destinación del agua al consumo humano, para usos recreativos y
agricultura, en los artículos 37 y siguientes6. Dichos criterios varían, según se
requiera para potabilizarlos tratamiento convencional o desinfección –de
acuerdo al grado de contaminación o polución-. En el artículo 38,
concretamente, se señalan los niveles de sustancias ajenas presentes en un
tramo hídrico, necesarios para que el agua sea considerada potable y apta
para el consumo doméstico. Por eso, para saber si se contamina con
detergentes, se puede observar la tabla de sustancias allí presente y
comparar los niveles aceptables con los existentes.

6
Estos indicadores, particularmente lo referidos a las concentraciones permitidas de sustancias y el nivel de pH
adecuado para el agua de consumo humano, fueron resultado de acoger los establecidos en las Normas
Internacionales para el Agua Potable (OMS, 1972).
La importancia de estos indicadores radica en permitir la detección de
niveles de contaminación: cuando se tenga que un usuario determinado ha
hecho exceder los valores del artículo 38, se le someterá a un programa de
control especial, según el art. 56. Esto sin mencionar la adopción de otras
medidas, entre las cuales se encuentra la ya mencionada caducidad del
contrato de concesión; incluso podría enfrentar una acción penal, si de su
conducta se desprende una grave contaminación del tramo hídrico que está
utilizando.

Por otro lado, para los permisos de vertimiento hay normas que se refieren a
las cargas máximas permitidas, con relación a los desechos depositados en
el tramo hídrico. Los porcentajes varían según el usuario sea nuevo (≥ 80%),
o ya existente (≥ 30%) pero desee renovar su permiso7. Si, aún realizando el
usuario la actividad en seguimiento de las normas y criterios de calidad, se
superan los indicadores antes mencionados, se exigirá una restricción aún
mayor en cuanto a la carga de desechos depositada en el cuerpo de agua
correspondiente.

Para saber si, en concreto, se está produciendo contaminación con


detergentes, debe consultarse la tabla de sustancias del artículo 74, el cual
se refiere también a las concentraciones permitidas de cada una dentro de
un cuerpo de agua para vertimiento. Así, tenemos que si se supera el índice
para sulfatos, derivados del sodio o fosfatos –según el componente del
detergente indicado en la tabla-, alguien está usándolo de más o lo está
botando. No obstante, debido a la gran cantidad de espuma que ciertos
detergentes producen en ríos, lagos y otros, es fácil advertir la
contaminación con sólo observar. Sería algo muy bueno para efectos de lavar
nuestra ropa, si en esas aguas jabonosas no viviera ninguna criatura de Dios
y, además, eso no implicara que nunca podríamos volver a usar esa agua
sino después de un costoso y complicado procedimiento químico y físico.
Además, si se trata de una tramo de agua corriente, el exceso del jabón con
que lavamos nuestra mugre va envenenando a cuanta planta, animal o
persona se encuentre en su camino hacia el océano.

Se contemplan en la norma controles periódicos, con miras a verificar que la


actividad sea realizada correctamente, dentro de los parámetros señalados.
Si no es así, existe una serie de sanciones administrativas8 aplicables al
infractor; ellas van desde multas sucesivas por renuencia –que pueden
7
Es mejor consultar los artículos 72 y siguientes del decreto 1594/ 89, que se refieren las cargas máximas permitidas
de remoción, como se les llama. No se exponen aquí en su totalidad o de manera extensa, dada la dificultad de
analizar los símbolos, categorías técnicas e indicadores utilizados en el texto normativo. Por ende –se advierte- las
interpretaciones dadas aquí son fruto de un ejercicio deductivo que puede resultar errado técnicamente, pero se
consideran ajustadas al sentido de las disposiciones y el ánimo de controlar la explotación de los recursos hídricos
dentro del riesgo permitido.
8
Estas sanciones son impuestas por el Ministerio de –Medio- Ambiente, el cual tiene funciones de policía en lo
ambiental junto a las CAR, los departamentos y municipios (Ley 99/ 93, arts. 83 y ss).
aumentar en cuantía si hay reincidencia y daños graves-, hasta la
suspensión, clausura y cierre de establecimientos y la revocatoria del
permiso de vertimiento. Todo ello en un orden determinado por la
persistencia del infractor, el cual puede ser no sólo el titular del permiso de
vertimiento, sino cualquiera que incurra en las conductas prohibidas por la
legislación.

Según el artículo 238 del decreto 1541 de 1978, se prohibe la contaminación,


al igual que la infracción de las reglas para vertimientos, la producción de
eutrofilización (causarla, en otras palabras), y la extinción de recursos de
flora o fauna hídricos. Conductas todas relacionadas, que bien pueden ser
una consecuencia de la otra. Otras prohibiciones se refieren a la
incorporación, en zonas especiales, de detergentes y otras sustancias en
concentraciones superiores a las admitidas, al igual que de aguas de
desagüe o sin tratamiento (Art. 138). El Inderena es quien declara qué
cuerpos hídricos merecen protección especial, y cuando otros deben dejar de
ser usados para sus fines primarios por causa de escasez o contaminación
(art. 119. Dcto 1541/ 78 )

Otra vez, no obsta para que el infractor pueda enfrentar una acción penal en
su contra; el tipo se puede configurar, quizá más fácil que en el caso
anterior, cuando se vierten desechos en un cuerpo de agua, más allá de su
capacidad de asimilación (fijada mediante las visitas y estudios previos al
otorgamiento del permiso), o en uno cuya destinación no sea la de recibir
aguas servidas (cuerpos hídricos protegidos).

Hablando de zonas donde no se permite realizar vertimientos, tenemos las


cabeceras de fuentes de agua (de donde los desechos irían a tramos
destinados al consumo humano), los sectores ubicados aguas arriba de las
bocatomas de agua potable, o cuerpos de agua protegidos (art. 91). Es
sancionable verter en cualquiera, pero sólo es punible cuando acarrea
grandes daños –o pone en peligro- al ecosistema circundante y las personas
que interactúan con él. Esta es una exposición del criterio ultima ratio del
derecho penal, la cual ubica el ejercicio del “ius puniendi ambiental” en su
sitio correspondiente (si no funciona lo demás y persiste la amenaza o el
daño al medio ambiente).

El principio de precaución, consagrado en la ley 99 de 1993 (Art. 41 num. 6),


reza que si hay un daño grave e irreversible en el ecosistema, la absoluta
falta de certeza científica no obsta para la adopción de medidas eficaces, con
miras a impedir la degradación ambiental. Esto porque, en el mismo cuerpo
normativo, se indica que el criterio de la ciencia es de máxima autoridad en
materias ambientales. De allí la importancia de leer todas las normas de esta
rama con la ayuda de un buen texto de ciencias naturales, un diccionario y
una que otra enciclopedia –como hice yo para este trabajo-. Pero la ciencia
puede estar en imposibilidad de calcular el nivel de pH de un río –v gr-, o no
saber si el índice de sustancias tóxicas ha superado el máximo permitido por
la Ley. Entonces deben asumirse medidas de peso, científicas o no, para
contrarrestar el problema de que se trate. De eso se trata el principio
mencionado, y da pie para exigir la recuperación de ambientes y la sanción a
infractores cuando se sepa de un daño, aunque no se pueda traducir al difícil
lenguaje técnico y de laboratorio.

Por último, permítaseme hacer mención a algo más. La Declaración


Internacional sobre Medio Ambiente de Estocolmo (1972) manifiesta, en su
Principio 16, que quien contamina debe pagar. Es ese precepto básico de
responsabilidad ambiental el que fundamenta la toma e imposición de
medidas para perseguir y sancionar a quienes dañen el medio ambiente. El
problema es determinar quiénes son, en qué medida se ha producido
contaminación a través de cuáles sustancias, etc.

Lo anterior es particularmente cierto en casos de “vertimientos no


puntuales”, que se producen a través de las llamadas escorrentías; es decir,
no se vierten directamente las aguas de desecho en fuentes hídricas
específicas, sino que llegan allí “escurridas” por la lluvia o diferentes
arroyuelos (de allí su nombre)9. En casos de vertimientos puntuales es más
fácil la identificación, tanto de infracción como de infractor; se debe a que,
como da a entender su nombre, aquí nos referimos a la llegada de sustancias
de desecho al agua a través de un punto concreto (particularmente, redes
públicas, industriales y de predios privados de alcantarillado).

Es en este punto donde se aplica perfectamente el principio de precaución,


del cual se habló más arriba, pero se nos genera un problema más serio en el
ámbito penal. Si bien el mencionado precepto puede ser invocado para evitar
mayores daños al ecosistema afectado, pero no nos sirve mucho para efectos
de buscar y determinar responsabilidades penales. En caso de vertimientos
no puntuales, ¿quién responderá por la putrefacción de un lago que recibió
grandes cantidades de aguas servidas? Si lo hizo una comunidad sin acceso
al acueducto, y además sin dinero para los estudios requeridos para el
permiso de vertimientos, ¿vamos a encartarlos penalmente a todos, dado
que deben también pagar las multas y afrontar el decomiso de sus
elementos para desechos líquidos? Quizá las respuestas no están tan lejos de
nuestro alcance, aunque lo parezcan cada vez que se habla del tema.

Corolario

9
Este concepto es aplicable sobre todo a la llegada de pesticidas y otras de uso agrícola al agua, pero también puede
usarse respecto de quien lava su ropa con demasiado detergente y deja que se escurra hacia el cuerpo de agua más
próximo.
En el último punto se retomó la cuestión abierta en la introducción a este
trabajo. Respecto a las sanciones de la comunidad de la periferia urbana que
debe botar sus aguas de desecho en cualquier parte, ¿no bastaría imponerles
algunas de las medidas preventivas y sancionatorias arriba descritas, para
no tener que recurrir al derecho penal? Bueno, se supone que esa es la idea,
y por eso la persecución punitiva es ultima ratio. Ahora, en este caso, es
incluso indigno el acto mismo de reprochar una conducta, abiertamente
consecuencia del incumplimiento de las autoridades en sus deberes para con
sus subordinados. Claramente señalamos que el bloque de
constitucionalidad, reforzado por quién sabe cuantos pronunciamientos de la
Corte Constitucional sobre el tema, impone al Estado la obligación de proveer
para sus ciudadanos los equipamientos de servicios básicos. Recordemos que
esto incluye el suministro y tratamiento de aguas para consumo humano,
agrícola, incluso recreativo. Si el Estado lo ha delegado en los municipios y
éstos en empresas que no cubren todo el territorio nacional, ¿no debería
velarse más por llevar los servicios a quienes más los necesitan?

Dada la gravedad de la situación ecológica y el aumento considerable de la


contaminación, causada por factores descritos al principio y otros muchos sin
mencionar, se nos pone a pensar seriamente si no sería mejor ampliar los
dispositivos penales; obviamente, en lugar de reducir la carta de tipos las
penas del código. Pero aún si fueran útiles la cárcel y el proceso para atacar
la contaminación de aguas, tenemos aún el problema planteado arriba: a
veces es muy difícil hallar y hacer comparecer a los responsables del
deterioro, por lo menos de manera inmediata.

En el caso de los detergentes, es menester recordar que por regla general es


contaminante accidental, dado que ingresa a cuerpos de agua como parte de
las aguas de desecho. Por lo general no viene en concentraciones tóxicas,
pero su acumulación en un medio cualquiera –máxime si las aguas residuales
no reciben tratamiento de potabilización- tendrá consecuencias a futuro. No
podemos prohibir el uso de estas sustancias, pues los primeros en sufrir por
su ausencia seríamos nosotros y las personas encargadas de lavar en
nuestra casa (si no somos nosotros mismos). No obstante, creo que ayudará
el no usarlo tan a menudo como tal vez acostumbramos, ni en cantidades
astronómicas. Lógicamente, tampoco será muy útil para conservar el agua
que nos queda el botar el detergente directamente a los ríos u otras fuentes
hídricas; ya tenemos idea de lo que puede pasar.

Con detergente o con cualquier otra sustancia ajena a la composición del


medio acuático, o en cantidades mayores a las que permitan la vida allí, se
puede dañar seriamente un ecosistema. Ahora, si eso permite la adecuación
de la conducta en un tipo penal, eso ya depende de las características de la
introducción de la sustancia. Con esto espero haber cumplido, al menos en
parte, los objetivos planteados para este trabajo.
BIBLIOGRAFÍA

1. Textos consultados en el área de ecología, química y biología.


 Atlas Mundial del Medio Ambiente. Preservación de la Naturaleza. Editorial
Cultural S. A. Edición 2003.
 Biblioteca Salvat de Grandes temas. La contaminación. Salvat Editores,
1974.
 Diccionario de Química. Colección “Llave de la Ciencia”. Grupo Editorial
Norma, primera edición. Bogotá, 1985
 Enciclopedia de Ciencias Naturales, Medio Ambiente y Ecología. Editorial
Oriente. España, 1997.
 Gran Enciclopedia La Clave del Saber. Tomos 1, 2, 6, 8. Edición Educar
Cultural Recreativa. Cuarta edición.
 Perry, Robert (editor). PERRY Manual del Ingeniero Químico. Tomo VI.
Editorial McGraw- Hill. Sexta edición. 1998.

2. Textos consultados sobre temas jurídicos y de reflexión.


 Martínez Avella, Mario. Gestión ambiental y paradigmas del pensamiento.
En: Cuadernos de la Capital, número 7, páginas 68- 81. ESAP. Bogotá,
1999.
 Patiño Posse, Miguel. Derecho Ambiental Colombiano. Legis Editores.
Bogotá, 1999.
 Pérez, Edmundo. Situación ambiental y espacio público. En: Revista ECOS,
número 4. Bogotá,Octubre 1995
 Santander Mejía, Enrique. Instituciones de Derecho Ambiental. ECOE
Ediciones. Bogotá, 2002.

3. Normatividad mencionada en el trabajo.

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