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Samuel Fierro Echeverría

Masculinidades

Maestría en Antropología Visual y Documental. FLACSO-ECUADOR

Trans- Humor cotidiano: Trans y masculinidades.

El presente ensayo busca alimentar la discusión sobre Transgenderismo en el Ecuador mediante


explorar, desde las masculinidades, como el humor cotidiano dentro de un colectivo trans-femenino
puede arrojar luz sobre la construcción de la identificación de género y sexualidad no hegemónicas
y de los cruces de dichas construcciones con lo masculino.

Partiendo de la necesidad resaltada por Andrade de evitar la mera reproducción de estereotipos


mediante un estudio de la sexualidad de minorías no hegemónicas 1 (2001:18), creemos importante
atender a cómo, dentro de una comunidad de trabajadoras sexuales transfemeninas, varias ideas
relacionadas a la masculinidad permean su identificación de género.

Nuestro análisis etnográfico busca explorar la cotidianidad y el humor de estas personas trans- en
tres momentos puntuales: sus comentarios y descripciones de la violencia en la que viven por su
trabajo sexual en la calle, su uso discursivo de cuestionamientos a la sexualidad para legitimar su
identidad ante el grupo y finalmente su interelación tanto ente ellas como con amistades no trans-.

Antes de adentrarnos en el análisis creemos pertinente recorrer brevemente una serie de


antecedentes teóricos que sirven de base para la vinculación y discusión entre los estudios sobre
transgenerismo y los de masculinidades.

Salvador Vidal-Ortiz, en su estudio sobre hombres transgénero (FtM, MaH o transmasculinos),


propone explorar las relaciones entre sexualidad, género e identificación revisando inicialmente los
conceptos contemporáneos de género y sexualidad.

Vidal-Ortiz explica que, según Rubin, el género no emerge del sexo biológico sino que lo precede y
construye socialmente (2002:183). Tanto Connell (1997) como Gutman (1999) y Andrade (2001)
resaltan la condición relacional de dicha construcción de sexo/género a niveles imaginarios y
factuales, y sostienen que las proposiciones identitarias surgidas de dicha construcción sistémica se
mantienen en permanente tensión y pugna por cuestiones de poder y hegemonía.

1
A pesar de que el autor propone un estudio de minorías respecto a la racialización de las configuraciones
hegemónicas de identidad masculina en el Ecuador, su invitación a atender dichas construcciones resulta también
útil a niveles más amplios que el racial
Por otro lado el mismo Vidal-Ortiz explica la sexualidad como el comportamiento, deseos o
atracción, sentimientos eróticos e incluso la orientación e identidad sexuales. Pero se enfoca para su
estudio en los comportamientos, afectos y actos eróticos. Nuestro trabajo busca explorar en estos
mismos parametros la medida en que el sistema normado normado de sexo/género cruza como
elemeto constitutivo a las construcciones de identidades disidentes transfemeninas locales.

Bajo el sistema heteronormativo patriarcal moderno, la hegemonía masculina, entendida como una
configuración sistémica de prácticas relacionales impuesta sobre los cuerpos desde la norma
heterosexual-falocéntrica, se constituye alrededor la figura del hombre-heterosexual-blanco-
adinerado, subordinando en su jerarquía diferencial a mujeres y sexualidades disidentes. De estas
últimas, lo “trans-” - y principalmente las trabajadoras sexuales trans- se ubican en el lugar de
mayor exclusión pues, como explica Vidal-Ortiz, aún dentro de los grupos LGBT la inclusión de
sus demandas por derechos no ha tenido lugar de forma significativa a pesar de la creciente
atención dada a este colectivo en campos académicos y políticos, pues las demandas por
legitimidad de los grupos LGBT están frecuentemente en resonancia con los espacios
heteronormados2 (ibid.:185-6).

Dentro de los estudios de género la atención dada a las masculinidades es relativamente nueva, en
el contexto latinoamericano y ecuatoriano, pues solo desde los años setenta se empezó a
problematizar el privilegio masculino dentro del sistema sexo/género y su lugar dentro de la
construcción heteronormativa de la sociedad.

Gutmann (1999) propone cuatro definiciones conceptuales de masculinidad, que según Andrade
(2001), caracterizarían el estado de la cuestión. El primero es un enfoque identitario, donde lo
masculino tiene que ver con lo que los hombres dicen, hacen y piensan. El segundo enfoque se
centra en la “hombría” como meta social, es decir, ve a la masculinidad como proceso de logro
permanente. En tercer lugar esta el enfoque en la “virilidad” como cualidad graduable y, por tanto,
como algo que permite clasificar entre “más” o “menos” hombre. El cuarto enfoque tiene que ver
con la construcción de la masculinidad como proceso relacional confrontado al ser mujer y a las
sexualidades disidentes.

Como explica Ramirez (2005), citando a Bartiner y Connell, la(s) masculinidad(es) (hegemónicas y
no), son un “logro” que requiere ser constantemente reafirmado, lo que lo constituye en un proceso
permanente de relaciones entre estructuras sociales y las practicas que estas estructuras posibilitan.

2
Las luchas por legalizar la union homosexual o los derechos de adopción son ejemplos de busqueda por legitimación
dentro de las estructuras vigentes del sistema heteronormado de sexo/género.
La reafirmación de lo masculino, gira alrededor de permanente competencia entre símiles, la
subordinación de formas “inferiores” (o femeninas) y la violencia. Estas estrategias son puestas en
escena en performances que reiteran y re-crean las normas dentro de lo que Eve Sedgwick
denomina “homosocialidad”, es decir, las relaciones entre hombres, análogas a la homosexualidad,
pero destinadas a distinguirlos de ella. (Sedgwick en Andrade, 2001b:116)

En el caso de lo trans-, el desarrollo que ha tenido en los últimos años su connotación


epistemológica, ha permitido la inclusión de una gran diversidad de “identidades” que incluyen:
transexuales (nacidos en el “cuerpo equivocado”) pre, post y no operad@s, crosdreseros (travestis o
travestidos), intersexuales (antes llamados hermafroditas) e incluso no-conformistas (queers o trans-
políticos3) que entienden su sexualidad como un proceso de tránsito, una travesía o un devenir
(Stryker et al, 2008; Fischer Pfaeffle. 2003). Esta amplitud dificulta lecturas ampliadas sobre la
construcción del ser trans- por lo que para nuestro estudio elegimos trabajar con un grupo mucho
más acotado.

Se decidió investigar alrededor del humor y el habla cotidiana, siguiendo los ejemplos de Fonseca y
Andrade pues concordamos con ellos en su afirmación de que los discursos espontáneos pueden
resultar productivos en la medida en que enriquecen la información etnográfica yendo mas allá de
aquello que se obtiene con métodos tradicionales que atienden a discursos unívocos normados y
por tanto nos permiten ver como estos discursos normados se transforman en las prácticas
cotidianas.

El colectivo alrededor del cual se propone este ensayo está conformado por cuatro transfemeninas
costeñas (2 “manabas”(C y N), una “guayaca”(E) y una colombo-esmeraldeña(S)) 4 viviendo en
Quito , transexuales con diverso nivel de intervención pero en situación pre o no operatoria, entre
20 y 35 años de edad cuyos “cambios” comenzaron a los 19 o 20 años de edad. Todas han habitado
la CasaTrans del Poyecto Transgénero-Cuerpos Distintos Derechos Iguales, es decir que todas han
participado a mayor o menor grado en activismo transfeminista.

Las reflexiones del presente ensayo están basadas en el registro levantado en un día de convivencia
en la casa y busca confrontar las estrategias antes anotadas de la masculinidad (competencia,
subordinación, y violencia) en tres momentos típicos dentro de la cotidianidad de este grupo (sus
narraciones sobre el trabajo, los permanentes “ataques” verbales que se dan entre ellas y sus
conversaciones con amig@s “de afuera”).
3
A nivel local el Proyecto Transgénero- Cuerpos Distintos, Derechos Iguales, usa la expresión “trans en la cabeza”
par referirse a estos no conformistas.
4
Nos parece que un contexto más detallado de estas personas es importante pues Manabí, la provincia de origen de 2
de ellas, es un lugar con altísima población homosexual y trans. La trans de Guayaquil (“madre” o de mayor
jerarquía) vivio en París. Y finalmente “la negra” nacio en colombia de familia esmeraldeña (Esmeraldas es una
provincia fronteriza) y ha viajado por todo el país y a Brasil gracias al activismo.
Trabajando la calle

Cuando llegué a la CasaTrans las chicas estaban todavía en la cama y retomamos una conversación
previa que habíamos tenido sobre los documentales de trans- que habían visto en días pasados. Se
hacia referencia a la importancia de mostrar “lo real” de su peligrosa vida como trabajadoras
sexuales.

Hablando de lo que les gustaría que se documente sobre ellas, surgió la siguiente conversación:

E: Claro, si, pero es la historia, digamos, de lo que estamos viviendo, pero no que nos hagan
huevadas de verdad!!

C: Noo, la cosa es que nos hagan huevadas, ñaña!

N: Que nos cojan y pon!!! (simulando dar una puñalada en la nalga de C)

E: que te saquen el exceso de aceite! Jaja

C: Y ahí camino así (cojeando) como la tal esclava Isaura (refiriendose a S por ser negra
como el personaje de la novela brasileña)

N: Zapatito, cochinito! (en referencia al cojeo)

S: Que te de un kiki!5

C: después la tal zapato cochino.

E: (dirigiendose a S) todos los días es kiki, kiki, kiki... ya cambia de historia... (ahora
hablando con C) llena de balas es que te va a tener el cuerpo o llena de perdigones, jeje

N: Uy que asco!! Oye, y ¿en “la Y“ si han tirado perdigones?

E: si, si saben tirar bala en la Y, no?

C: si, yo me he salvado como de cuatro balazos, y es que los hombres me ven bien y dicen:
No, está muy linda para morir.

Luego de dos relatos sobre experiencias con gente armada comentan sobre una disputa por un arma

C: Era de que lo mates primero, tonta

E: Pero a veces los hombres cuando están borrachos tienen más fuerza

C: No ñañita, pero tu tienes que matar primero. Matar ... o morir!(dramático)


5
Dar o sacar kiki se refiere a sacar la mierda literal y figurativamente, kiki es caca y sacar kiki alude al sexo anal.
Esta frase fue inventada por S y la usa muy frecuentemente.
S: (voz masculina) Horrible!!!! jajajajaja

E: hoy dia en la zona la matarán... y vendrás sin un ojo...(en burla a una compañera suya que
perdió un ojo en una pelea)

C: Y con una tapa menos (vuelve a cojear con risas cómplices)

E: Este maricón por estarse burlando, que fuera que te saliera eso...jeje

N: uy! Que asco! (toca madera)

E: que te dejen sin una pata y sin una mano... jeje

C: Toca madera, toca madera marica... por que tu sabes que...Yo toco madera vieja. Pon,
pon, pon, (tratando de golpear la cabeza de E) toco madera vieja!

E: cuero de vaca vieja eres vos... por que tu hechura es bien cuero (?)

C:vaca vieja tu!!... Si yo soy vaca la S que es... ¿Gorila?

Como se puede notar la conversación hasta este punto gira alrededor de la permanente violencia y
riesgo al que están expuestas por ejercer trabajo sexual pero además esta implícita la interacción
violenta en la que viven entre personas Trans pues las burlas hacia las posibles heridas eran hechas
en referencia a compañeras que por peleas entre trans han perdido un ojo o han sido apuñaladas. No
es de sorprender que G tenga por costumbre un cuchillo bajo la almohada.

Encamando huevadas

La interacción pareciera permanentemente revertir los cuestionamientos tanto estéticos como de


fuerza, este revertir busca reubicar al hablante de su posición critica a una de igualdad o similitud
de condición, sino de una situación peor.

Hay además tres contactos físicos evidentes durante esta conversación: una puñalada simulada, el
intento de “tocar madera” en la cabeza de E quien respondió sosteniendo fuertemente la mano de C
y el que relataremos a continuación en un incidente con S. Los tres eventos de contacto físico están
enmarcados en formas de agresión y cualquier otra forma de contacto afectivo parece ser menos
frecuente, a pesar de la cercanía.

Luego en tono burlesco hablaron de “pelaos que encaman huevadas” refiriendose a cuando los
niños cuestionan su género (¿Es hombre o es mujer?¿por qué te vistes como mujer si eres
hombre?). E relata luego una anécdota de C cuando un hombre en año nuevo le dijo: “Eres como
loco” esto incomodo a C quien dijo primero: “ya pues comadre” y a su insistencia en el relato “ya
pues careverga” en un tono más amenazante.

C cambio el tema y empezó a relatar la historia del “gato maldito” que sirvió de excusa para jalar
fuertemente el cabello de S hasta el “ayayay careverga”:

S: Jalas como macho!

E: Es que macho eres, dile...

C: (con voz exageradamente masculina) Pero es que macho soy! Macho me creo... joder. (C
sale de la habitación)

Después, E y N empezaron a molestar a S diciendo que solo se la pasa en la cama “jalandose el


clítoris” (emulando masturbación) cuando S respondió a la acusación reirtiendola hacia E, ella se
levanto y dijo en un tono de voz fuerte: “tu, que estas acostumbrado a jalarte esa verga negra”.

S sale del habitación al regreso de E y N le comenta que a pesar de todo en la calle ella se siente
“como una reina... trabajando” a lo que E responde:

E: Asaltando! Que para eso te pones esas zapatillas bajitas para andar asaltando a los
clientes, si tu eres asaltante....

La situación continua al tenor de las acusaciones de delincuente de E hacia N hasta que esta última
sale de la habitación.

De toda esta conversación se puede acotar que la violencia está presente en varias instancias tanto
discursivas como performáticas, lo que coincide con lo explicado por Andrade en cuanto a las
formas violentas como constituyente de las prácticas de género (op cit.:2001:13)

El tema del ejercicio de poder y de la hegemonía no son ajenos al caso revisado pues, como explica
Connell, las identidades de género se fracturan y cambian según los múltiples discursos que las
intersecan (op cit.:36), y las prácticas masculinas hegemónicas, entendidas como estrategias
aceptadas (legibles dentro de la norma) en relaciones históricamente móviles, no le son ajenas al
individuo que siendo criado en su ejercicio (es decir como hombre) no ve la necesidad de
replantearlas en su forma, sino que, en su supuesto “rechazo” a la performatividad normada,
prefiere (o no sabe más que) apropiarlas y reproducirlas en sus relaciones de género, incluso en
sexualidades disidentes.

El revertir, o competir a nivel de insultos, incluso cuando estos sean inversos al uso que de ellos
hacen los hombres normados – por ejemplo el hablar del tamaño del pene como un defecto- no
escapa de la masculinidad hegemónica pues sigue sirviendo para establecer jerarquías en
comparación a otros miembros de su colectivo esta vez basados más bien en su idoneidad como
actores pasivos de la relación sexual. Los cuestionamientos sobre si el trabajo sexual se ejerce per
se o como excusa para el robo cumple la misma función competitiva. Y la subordinación que se
propone dentro del grupo se sigue manteniendo en base a su acercamiento a un ideal que en este
caso es la femineidad o la menor masculinidad.

Con los cercanos “de afuera”

En cuanto al dialogo espontáneo con personas no trans, y en nuestro caso especifico, con una mujer
hétero, el tema sigue girando alrededor de su sexualidad, cuestionando permanentemente su gusto
por el sexo anal, es decir por un comportamiento similar al suyo. Al parecer esto dice de su
necesidad de legitimar esta práctica como femenina y válida para ser “mujer”.La envidia por la
“chepa” y las preguntas hacia por que no ejercer la prostitución para sacar provecho del sexo son
los motivos recurrentes de sus bromas y de su interacción en general.

La replica del ritual de maquillaje y su opinión sobre prendas del vestido son también actividades
comunes en su trato con “biológicas”. Sin embargo una persona cercana al Proyecto transgénero
nos comentaba que encuentra a las chicas bastante agresivas e intimidantes no tanto en el trato hacia
ella como mujer sino de la forma en que se relacionan con otras trans debido a la permanente
“amenaza” implícita en sus bromas y la violenta forma en que ponen fin o detienen una
conversación en la que se las cuestione o sean objeto de mofa.

En cuanto a su relación con hombres, que fue el tema central de la conversación durante el
almuerzo, S contaba que le encanta jugar a pretender ser virgen y explicaba su gusto por “hombres
decididos” como por ejemplo el que le dijo “ de todo como menos burra”. Luego de una breve
discusión sobre si era guapo se volvió al tema del tamaño dl pene pero en este caso como algo
deseable en “un macho” y S criticaba a N por haberle dicho que en su tierra tenian “huevazos” pero
“nada”, aunque si habían “vergas ricas”. Luego se quejaron de la falta de prevención de los
hombres costeños en cuanto a sexo seguro y bromearon sobre como “una verga rica y blanquita”o
de “hombres lindos, y peor si son huevazo”(S) pueden hacerte dudar sobre si tener sexo sin
protección o no. Hablaron también de las estrategias de los hombres para tener sexo sin condón,
solo para volver a acusarse unas a otras, esta vez, de no ser cuidadosas en sus prácticas.

Antes de salir para el encuentro GLBT en “la Andina” 6 C y S se dedicaron la siguiente


improvisación cantada:
6
Universidad Andina Simón Bolivar
C: A la esclava le gusta el oh-oh,

A la esclava le gusta el oh-oh

S: A la carnicera le gusta carniciar,

cada vez que ella encuentra un hombre,

ella la kiki le quiere sacar

pero el hueco no se le rompe

C: Y cuéntame esclava, ¿no te cogió la policía?

Y así entre risas, bromas e insultos se terminó la comida y salimos de la CasaTrans.

Conclusiones

Si seguimos el orden teórico planteado al inicio del presente trabajo podemos ver que hay una serie
de acotaciones que pueden hacerse sobre la construcción de la identidad transfemenina local desde
su humor visto bajo el lente de los estudios de masculinidades.

La primera anotación tiene que ver con como la posición subordinada no está necesariamente
desligada de formas hegemónicas de ejercer poder dentro del mismo colectivo, esto parece
explicarse por lo que Gramschi denomina complicidad, la misma que en casos como el analizado se
explican como configuraciones cuidadosamente elaboradas que en su uso performativo resultan
para muchos, “únicas” formas legibles y legitimas de construir identidad.

Como explica Ramirez en su estudio sobre violencia doméstica, las experiencias previas de un
sujeto afectan la forma en que este socializa con sus símiles y con otros, y en el caso de los grupos
abyectos la aceptabilidad de dichas reiteraciones (violencia, subordinación y competencia) tiene que
ver con la forma en que se negocia el poder dentro del grupo, en algunos casos independientemente
de las sanciones que proponga la sociedad en general debido a la invisibilización y exclusión de
dichos grupos.

Incluso en el plano de la cathesis, es decir del deseo, las proposiciones normativas repercuten en la
construcción identitaria transfemenina pues al construir su cuerpo se busca responder al ideal del
deseo masculino (criticando permanentemente lo no femenino por no corresponder al ideal
deseado) y a su vez, construyendo su objeto de deseo alrededor del sujeto hegemónico heterosexual,
blanco, sexualmente activo, de gran pene, y con dinero. Reproduciendo de esta forma los
estereotipos ideales del sistema dominante.

La permanente competencia no tanto por ser femenina como por no ser masculina, la subordinación
de lo abyecto dentro de esta construcción, es decir de aquello que “no pasa por”, y la violencia
verbal y física que rodean las relaciones entre trabajadoras sexuales transfemeninas dan cuenta de
algo paradójicamente muy parecido a lo que Sedgwick denomina “homosocialidad”. En nuestro
caso no sería muy aventurado hablas de una “heterosocialidad” analoga pero a la vez distintiva de
la heterosexualidad.

El habla espontánea, bromista y cotidiana de estas activistas nos propone una perspectiva que
muestra lo que esconden las representaciones de lo trans que se hacen desde el mismo activismo y
escenifican un lugar que a pesar de oponerse a la norma lo hace desde la resignificación de
estrategias que no necesariamente reproponen formas relacionales cargadas de violento poder
subordinante.

Los cruces con raza parecen también hacerse evidentes pues las ideas de hipersexualidad,
bestialiadad e inferioridad de lo negro son recurrentes en los comentarios dirigidos a la persona
negra del grupo.

La atención dada al performance, es decir a la forma en que se reinterpreta la norma mediante la


actancialidad muestran que la emocionalidad, del a que nos habla Ramirez (op cit: 48),no deja de
reprimirse necesariamente, pues los contactos físicos entre las sujetos observadas siguen regidos
por conductas homosociales, es decir sigue dándose de formas masculinas.

Incluso y más allá de la violencia explícita en la que su trabajo tiene lugar, permanentes
microviolencias enmascaran un ejercicio de poder normativo que rodea prácticamente todos los
aspectos de la vida cotidiana de estas personas.

Cabe preguntarse entonces si la construcción de una identidad realmente deja de ser masculina
cuando se mantienen las estrategias y lo que cambia es el lugar y valor que se le da a aquello que
dentro de la norma se considera privilegiado (tamaño del pene, rol activo sobre pasivo, o ser
macho).

También entonces, la tarea del transfeminismo debe ser cuestionarse en que medida, tanto a nivel
de sus jerarquías organizacionales como en el cotidiano, el discurso hegemónico masculino permea
permanentemente sus relaciones institucionales y personales. Aprovechando la coyuntura de la
atención tanto política como académica de la que son objeto hoy, es un buen momento para desafiar
críticamente al sistema buscando alternativas que busquen deconstruir profundamente la
heteronormatividad patriarcal que nos ha sido impuesta como norma sobre nuestros cuerpos y
deseos.

Herramientas como los estudios de masculinidades o la mirada queer no deben ser despreciados por
estos activismos pues en su resistencia, la crítica, es decir, el arte de no dejarse gobernar, es siempre
una herramienta útil
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