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1º CUATRIMESTRE - 2010
NOCIÓN DE FRAUDE
1
Llambías, Jorge Joaquin, Tratado de Derecho Civil – Parte General Tomo II, párr. 4, p. 486.
2
Acción pauliana, llamada de esta forma en homenaje al pretor Paulus, quien la introdujera por
primera vez.
3
Borda, Guillermo A., Tratado de Derecho Civil – Parte General Tomo II, §1207, párr. 4, p. 372.
título gratuito. Si fuese por título oneroso, sólo en el caso que el adquirente
hubiese sido cómplice en el fraude.” Entonces, alcanzaría con que una persona,
en la seguidilla de sucesivas transmisiones de los bienes, obtuviese la cosa de
buena fe a título oneroso para que la acción sea inviable contra los posteriores
adquirentes.
El art. 966 del Código Civil expresa que “el tercero a quien hubiesen pasado los
bienes del deudor, puede hacer cesar la acción de los acreedores, satisfaciendo el
crédito de los que se hubiesen presentado, o dando fianzas suficientes sobre el
pago íntegro de sus créditos, si los bienes del deudor no alcanzaren a
satisfacerlos.” Esto quiere decir que no es necesaria la revocación del acto para
darle cese a la acción pauliana sino que bastaría con la satisfacción del crédito o
con la entrega de las suficientes garantías (mayormente reales) del pago íntegro
de los créditos, si los bienes del deudor no llegaran a cubrir el monto de los
mismos. El pago de la deuda por parte del adquirente (dueño del bien al momento
de la demanda) es una de las especies del pago por subrogación (art. 768, inc. 3,
Código Civil). En cuanto a las garantías ofrecidas, si no hubiere acuerdo,
corresponderá al juez tomar la decisión.
TITULAR DE LA ACCIÓN
La acción puede ser iniciada por cualquiera de los acreedores que se viera
perjudicado por la enajenación de bienes del deudor. Si bien, el Código Civil, en su
art. 961 sólo menciona a los acreedores quirografarios, distinguiéndolos así de los
privilegiados e hipotecarios o prendarios (basándose en el privilegio y las garantías
con que estos últimos cuentan), en la aplicación puede ser iniciada por cualquiera
de estos acreedores. Nos dice Borda: "En algún fallo se ha reconocido a los
acreedores hipotecarios el derecho a pedir la revocación de un contrato de locación
que disminuía considerablemente el precio del inmueble.". Bien podría darse que el
privilegio de los acreedores no alcanzara para cubrir el total de la obligación
porque el acreedor hubiere hecho desaparecer sus bienes por medio de actos
fraudulentos.
Los arts. 1297 y 1298 indican que la acción puede ser también intentada por la
mujer contra cualquier arrendamiento que hubiese hecho el marido después de la
demanda puesta por ella sobre la separación de bienes, si no fuese con su
consentimiento, o con autorización judicial. Hoy en día se entiende que cualquiera
de los dos cónyuges podría iniciarla, por estar estos en situación de igualdad en lo
atinente a la administración y disposición de sus bienes.
La única garantía que tienen los acreedores recae sobre el patrimonio del deudor,
lo que trae como consecuencia el hecho de que los actos extrapatrimoniales, v.gr.,
reconocimiento de hijos naturales, acciones de estado, etc., no pueden ser
atacados por medio de este recurso.
Además, hay actos patrimoniales que también están excluidos de la acción de los
acreedores. Se trata de aquellos actos cuya realización, por su propia naturaleza,
depende sólo del criterio del deudor. Esto pasa con la renuncia a derechos
personalísimos, como puede ser intentar la revocación de una donación por
ingratitud del donatario. Existe una distinción entre aquellos actos que
empobrecen al deudor (a modo de ejemplo: rechazar una sucesión) y aquellos por
los cuales el deudor rechaza un beneficio para no enriquecerse (rehusar un
ofrecimiento de donación). La diferencia entre ambos es que, en el primer caso, la
sucesión genera un ingreso de bienes al patrimonio del deudor y, al ser rechazada
por éste, se da una salida de dichos bienes, disminuyendo el patrimonio; en
cambio, en el segundo caso, el ofrecimiento de la donación no había traspasado
ningún bien al patrimonio del deudor y si éste la rechazara sólo estaría evitando un
enriquecimiento pero no estaría disminuyendo su patrimonio. Además, este último
supuesto de la donación está expuesto en los arts. 1852 y 1864 del Código Civil,
siendo el último más clarificador al decir que “la revocación de una donación
por causa de ingratitud, no puede ser demandada sino por el donante o sus
herederos.”.
Hay otros tantos actos que presentan discusiones acerca de la posible o
improcedente aplicación de la acción pauliana sobre ellos.
1- Pago. Si bien, el art. 737 del Cód. Civil dice que “el pago hecho por el deudor
insolvente en fraude de otros acreedores es de ningún valor”, debe tenerse en
cuenta que eso se aplica en caso de pagos efectuados en condiciones anormales,
como pueden ser una deuda de plazo no vencido o bajo condición no cumplida,
pero no se aplicaría si se tratara del pago de una obligación vencida, ya que en tal
caso no se trata de un fraude hacia los demás acreedores sino sólo del ejercicio del
derecho.
También se debe aclarar que, respecto de la dación en pago, sólo es impugnable si
el valor de la cosa entregada en pago fuera sensiblemente superior a la deuda
pero, si se tratara de una deuda vencida y el precio fuera justo, el pago es
irrevocable.
En cuanto al pago de una obligación natural, en la que el acreedor no tiene
recursos legales para exigir el pago de la deuda, es decir que no se trata de una
obligación en el plano del derecho (sino sólo una en el plano moral), el pago de
dicha obligación sería en perjuicio de los demás acreedores, ya que estos serían en
realidad quienes soportarían esa disminución del patrimonio, o sea de la propia
garantía de sus créditos. Aquél que pague una obligación natural está renunciando
a la facultad legal de no pagarla y, por tanto, este acto es revocable. El art. 964
del Cód. Civil les otorga a los acreedores la facultad de revocar todos aquellos
actos por los cuales el deudor impidiese una mejora de su propia fortuna.
2 – Constitución de garantías (hipoteca, prenda): si se tratara de
obligaciones vencidas, al igual que en el caso del pago, la acción pauliana es
improcedente. Sólo son impugnables las constituciones de garantías en favor de
obligaciones no vencidas.
3 – Herencia. En principio, la renuncia a una herencia es un acto atacable por la
acción revocatoria (art. 3551 del Cód. Civil) porque por medio de ella el heredero
estaría dando salida a parte de su patrimonio; pero pueden darse también casos
excepcionales en los que, por la aceptación de una sucesión, el heredero
contrajera, en lugar de beneficios para su patrimonio, dificultades para evitar el
deterioro del mismo (deterioro que perjudicaría a los acreedores); en estos casos
excepcionales, el juez podría entender que tal renuncia no sería susceptible de ser
revocada. La renuncia a un legado también es un acto impugnable.
En cuanto a la aceptación de una herencia que trajera aparejada un deterioro del
patrimonio del heredero porque las cargas son mayores que los bienes que la
componen, el acto puede ser revocable si se probara una connivencia fraudulenta
entre el heredero y los acreedores hereditarios (art. 3340). Pero este último
requisito probatorio torna bastante ilusoria a la acción.
Por su lado, la partición de herencia puede revocarse si se demostrara que fue
realizada de alguna forma que termine por perjudicar a los acreedores de alguno
de los herederos.
4 – Obligaciones nuevas. Estos actos efectuados por un insolvente no podrían
ser revocables porque, si bien generaría el derecho de un nuevo acreedor a la
prorrata sobre los bienes, provocando el perjuicio de acreedores anteriores,
implican un ingreso de bienes al patrimonio. Entonces sólo podrían ser
impugnados aquellos actos en los que se probara la simulación y la intención de
defraudar por medio de la sustracción de una porción del activo.
5 – Renuncia a la indemnización de daños. Si se tratara de la indemnización
de daños sufridos por la comisión de un hecho ilícito, el acto puede ser revocable
porque generaría un perjuicio claro para los acreedores. Pero si se renunciara a la
indemnización de un daño moral, por tratarse este de un derecho personalísimo y
de un daño que sólo puede ser apreciado por la víctima, el acto no puede ser
interferido por los acreedores.
6 – Renuncia al usufructo paterno, tutela y curatela. En este apartado se
tiene en cuenta el hecho de que se trata de derechos personalísimos y que el
usufructo debe ser utilizado, principalmente, al mantenimiento, alimentación y
educación del menor. Pero sí puede ser procedente la acción sobre bienes
adquiridos con el producido del usufructo.
La renuncia a ejercer una tutela o curatela es impugnable, a pesar de que la
décima del tutor esté destinada a la retribución de tareas y no a la alimentación
y/o el mantenimiento. Lo que se tiene en cuenta es que se trata del ejercicio de
derechos de familia, en los que el aspecto patrimonial es secundario.
7 – Actos procesales y sentencias. Pueden ser revocados a través de la acción
pauliana si se probare que fueron producidos por el actor y el demandado en
colusión fraudulenta para perjudicar a los acreedores.
EFECTOS DE LA ACCIÓN
Aquellos acreedores que iniciasen la acción podrían ejecutar los bienes enajenados
por el deudor con el fin de obtener de su producto el beneficio para satisfacer sus
créditos. Si de la ejecución de dichos bienes se obtuviese un producto que supera
el monto de los créditos, la parte sobrante estaría destinada al adquirente y no al
deudor. Esto ocurre porque los actos de enajenación no pierden validez sino que
sólo son inoponibles al acreedor. De allí se entiende que el acreedor pueda
ejecutar los bienes enajenados y también que el adquirente obtenga lo que
sobrase, ya que él es el verdadero dueño del bien (y no quien los enajenara), a
pesar de que la finalidad de la enajenación haya sido fraudulenta (recordemos que
el acto no se anula para las partes ni para terceros no demandantes). También el
art. 965 agrega que la ejecución de los bienes del deudor sólo corresponde al
acreedor demandante, quien además es el único beneficiario de tal ejecución. En
este artículo también queda expuesto que la revocación de los actos será
pronunciada sólo hasta el importe de los créditos en favor de los cuales se iniciase
la demanda.
Los expuestos en el párrafo anterior son los efectos inmediatos que trae consigo la
acción pauliana. Pero además puede acarrear otras consecuencias en las
relaciones entre deudores y adquirentes, por el hecho de mantenerse la validez del
acto, como es el recurso en favor del adquirente de pedir la reparación del daño
por parte del deudor; aunque en este punto merece que se haga una distinción
entre los adquirentes a título oneroso y los adquirentes a título gratuito, ya que
éstos últimos carecerían de todo derecho a reclamar la indemnización. El art.
3352, referido a la renuncia de la herencia, sirve de apoyo a esta postura. Hay
otros autores que coinciden en que la indemnización cabe tanto para los actos a
título oneroso como a título gratuito.
El fundamento de esta indemnización a los adquirentes estaría en el derecho a
reembolso que tiene quien ha pagado una deuda ajena.
De todas maneras, esta cuestión de la indemnización a los adquirentes por parte
del deudor enajenante sólo tendría interés en el caso en que éste hubiere
adquirido bienes con posterioridad o si el adquirente probara que la insolvencia del
deudor era sólo aparente, demostrando que había ocultado bienes, de los que
luego se supiera la existencia.
PRESCRIPCIÓN
Entre la acción revocatoria y la subrogatoria son más las diferencias que las
semejanzas. De todos modos, entre estas últimas se pueden señalar el hecho de
que ambas tienen carácter patrimonial porque se relacionan con la necesidad de
hacer efectivo al patrimonio del deudor como garantía del cobro de los créditos por
parte de los acreedores; ambas son acciones relacionadas con la insolvencia del
deudor, ya sea para prevenirla como para remediarla. Por medio de la acción
subrogatoria, “los acreedores pueden ejercer todos los derechos y acciones de su
deudor, con excepción de los que sean inherentes a su persona.” (art. 1196, Cód.
Civil); mientras que por el lado de la acción revocatoria, como hemos visto, es
requisito indispensable tal estado de insolvencia del deudor para poder iniciarla.
Entre las diferencias, una muy clara es el hecho de que la acción revocatoria
aprovecha sólo al acreedor demandante y, en cambio, la subrogatoria aprovecha a
todos los acreedores, como si el derecho adquirido sobre los bienes hubiese sido
transmitido por el mismo deudor.
Otra diferencia importante está en que la acción subrogatoria tiene una existencia
nominal, es una facultad de los acreedores para ejercer las acciones del deudor,
sean de la índole que fueren (reales o personales, posesorias o petitorias, etc) y
por lo tanto no constituye una acción autónoma ni tiene un propio régimen de
prescripción. La acción revocatoria, por el contrario, tiene un régimen propio,
requisitos particulares de admisión, lapso de prescripción, etc.
Este es un procedimiento que fue concebido en Roma cerca del fin de la República,
en época anterior a Cicerón. Su surgimiento se da juntamente con el desarrollo del
Derecho pretorio y su razón de ser es servir de utilidad a la hora de dar respuesta
a la iniquidad e ineficacia del “Ius Civile Quiritarium”.
La Acción Pauliana nace ante la necesidad de regular efectivamente las
enajenaciones fraudulentas contra el acreedor y, si bien ya existían otros
procedimientos para tal efecto, estos carecían de una regulación específica y de
soluciones equitativas.
Según algunos autores, la Actio Pauliana fue creada por un pretor llamado Paulus
entre 150 y 125 a.C., aproximadamente. Hay quienes se la adjudican al
jurisconsulto Paulo, el cual, junto con Ulpiano y Juliano, habría sido de los
principales jurisconsultos que dieran precisión acerca de este recurso, en el
período del Derecho Clásico. En este período, la Actio Pauliana tenía carácter y
valor marcadamente penal, ya que el fraus creditorum era considerado como
delita privata. Pero en el Derecho Justinianeo dejará de producir tales efectos.
En el período que se inicia en 527 d.C., con el advenimiento de Justiniano al trono,
se elabora la mayor compilación del Derecho Romano (el Corpus Iuris Civilis),
donde está contenido el Digesto, formado por recopilación e interpolación de las
más valiosas opiniones de los jurisconsultos del Derecho Clásico.
Según el profesor Alfredo Di Pietro, la restitutio in integrum y el interdictum
fraudatorium parecen haberse fusionado para conformar una Acción Pauliana o
revocatoria.
Esta era una acción por medio de la cual se podían revocar todos los actos que un
deudor hubiere realizado en perjuicio de sus acreedores. Tiene el interés de
proteger a toda persona que fuere víctima de un fraude por parte de su deudor y
se relaciona con la transmisión que el deudor hacía a veces de su patrimonio para
defraudar a sus acreedores. Con frecuencia, los deudores voluntariamente se
hacían pobres, enajenaban sus bienes, caían en estado de insolvencia y, por lo
tanto, los acreedores no contaban con la masa patrimonial de su deudor con la
cual poder satisfacer sus créditos. La revocación de los actos de venta de los
bienes debía ser solicitada en el plazo del año de su celebración y tenía la
característica de ser una acción in factum, arbitraria, temporal e intransmisible a
los herederos en ciertos casos. Esta acción también se le concedía a los acreedores
contra los adquirentes gratuitos o donatarios de buena fe sólo en la medida de su
enriquecimiento. Si el tercero adquiría el bien a título oneroso, sólo era procedente
la acción contra aquél que fuera cómplice en el fraude pero no para el que había
comprado de buena fe, que contaba con la ventaja de la posesión.
El efecto principal era la restitución de los bienes fraudulentamente cedidos o
enajenados, para volverlos al patrimonio del demandado (también se incluían los
frutos o productos que de la cosa enajenada se obtuvieran).
DERECHO COMPARADO.
Tomando la base del Derecho Romano Clásico, la Acción Revocatoria fue incluida
en los sistemas codificados modernos prácticamente con las mismas
características.
En el Derecho Francés aparece citada brevemente en el art. 1167, brevedad que
según algunos autores se explica por la necesidad de usar los principios
tradicionales para las soluciones de las dificultades que surgieran en la práctica.
En el Código Civil I de 1942 del Derecho italiano, la acción se encuentra regulada
en el ordenamiento jurídico a partir del art. 2901 hasta el 2904. Es decir que en
sólo cuatro artículos, la materia es legislada de forma breve pero efectiva. Se
requiere, en síntesis, que el deudor y los terceros adquirentes conocieren el
perjuicio que el acto genera al crédito, al momento de realizarlo; si se tratara de
actos anteriores al surgimiento del crédito, deben haber sido preordenados de
forma dolosa (y para el caso de terceros adquirentes a título oneroso, estos deben
ser cómplices de tal preordenación dolosa). No es revocable el cumplimiento de
una deuda vencida y, cuando la adquisición del bien precede a la demanda de
revocación, la ineficacia del acto no perjudica el derecho adquirido a título oneroso
por subadquirentes de buena fe; en materia de obligaciones nuevas, al igual que
parte de nuestra doctrina, la italiana opina que las asunciones de nuevas
obligaciones quedan excluidas de la acción de los acreedores porque no son actos
de disposición sino premisa de posibles enajenaciones que no implican disminución
del patrimonio hasta que no se cumplan (y sólo si se cumplen); esto se puede
entender también porque el deudor no tiene el deber de no disminuir la garantía
común de los acreedores sino que estos solamente tienen el derecho de
defenderse contra las disminuciones de la garantía, si sobrepasaran ciertos
límites.4 Los efectos que conlleva, por el lado del acreedor es la posibilidad de
promover contra los terceros adquirentes una acción de ejecución o conservación
de los bienes que formaron el objeto del acto impugnado; por el lado del tercero
adquirente que tuviere frente al deudor derechos de crédito dependientes del
ejercicio de la acción revocatoria, sólo puede contraer el producto que se obtuviese
de los bienes después de que el acreedor haya sido satisfecho. A diferencia de
nuestro Código Civil, el art. 2903 del ordenamiento legal italiano prevé un plazo de
cinco años contados a partir de la fecha en que el acto fue producido. Por último,
el art. 2904 indica que quedan a salvo las disposiciones de la acción revocatoria en
materia de quiebras y en materia penal.5
El Derecho español sólo hace una escueta referencia en la última parte del art.
1111 donde expresa que los acreedores pueden impugnar también los actos que el
deudor haya realizado en fraude de su derecho, por lo que es necesario remitirse a
los artículos del Código de Comercio para completar el desarrollo de este recurso.
El art. 2491 del Código Civil colombiano sintetiza la acción pauliana. Queda
expuesto que los acreedores tienen derecho para que se rescindan los actos que el
deudor haya efectuado en su perjuicio con dolo, listando desde contratos
onerosos, hipotecas, prendas y anticresis (teniendo estos también como requisito
la mala fe del adquirente), hasta remisiones y pactos de liberación a título
gratuito; el requisito primordial es la intención de defraudar. La prescripción que
se le da en el ordenamiento colombiano es de un año, contado desde la fecha del
acto.´
4
MESSINEO, F., Manual de Derecho Civil y Comercial, cit., § 108, párr. 4, p. 151.
5
Alterini, Atilio, Instituciones de Derecho Privado Moderno - Problemas y propuestas., párr. 2, p.
554.
REFERENCIA JURISPRUDENCIAL
CONCLUSIÓN
BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA.
Borda, Guillermo A., Tratado de Derecho Civil – Parte General Tomo II, Editorial
Abeledo-Perrot, año 1999.
Llambías, Jorge Joaquin, Tratado de Derecho Civil – Parte General Tomo II,
Editorial Emilio Perrot, año 1997.
Alterini, Atilio, Instituciones de Derecho Privado Moderno - Problemas y
propuestas. Editorial: Abeledo-Perrot.
Cifuentes, Santos. Elementos de Derecho Civil. Parte general. Edición: 4. Editorial:
Astrea.
BIBLIOTECA CONSULTADA.
http://www.scribd.com
http://defenpo3.mpd.gov.ar
http://bibliotecajuridicaargentina.blogspot.com