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autor, servirse de sus expresiones, borrar una idea falsa, y reemplazarla por una idea justa con total libertad. Ninguna idea es
propiedad de nadie, son parte del arsenal dispuesto a nuestra voluntad y deseo; son la experiencia histórica de sujetos que
llevan adelante el combate a esta realidad impuesta.
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Índice
Editorial 5-6
Artículos 13 - 98
Argumentos desde una psicología crítica, elementos para una Contrapsicología: A propósito de
la relación entre psicología y educación.
Jorge Benítez Saavedra, Juan Carlos Cea Madrid, Pablo Martínez Díaz y Felipe Muñoz Toro (101)
Atte.
Comité Editorial Revista Pánico en Crisis
Centro de Estudios de Contrapsicología
Revista Pánico en Crisis, Año II, Nº2, 2010, p. 13 – 19
1 Del libro “Sobre la condición social de la Psicología”. Editorial LOM, 2° edición, Santiago, 2008
2 Profesor de Estado en Física. Académico Universidad Arcis - Universidad de Chile
moderna es, en una muy buena medida, la de las capas medias. Es en ella, ligada a su destino, que
se ha desarrollado de manera ejemplar. Las principales corrientes institucionales de la psicología del
siglo XX, que son las que se han propuesto la tarea clínica, y que son las que han actuado de
paradigma de las diversas prácticas psicológicas, se han desarrollado en el curso de este abordaje
necesario y dramático a un sujeto que se empieza a encontrar sustancialmente fuera de sí.
La idea de que la psicología sólo tiene sentido bajo la finalidad técnica de la intervención
terapéutica, una idea tan norteamericana, como indicaba Piaget, resulta lógica cuando se tienen en
cuenta las esperanzas utópicas que contiene, y las bases filosóficas en que está fundada.
La corriente principal de la institucionalidad del siglo XX contiene la esperanza, algo
mesiánica, de que no se ha perdido completamente la posibilidad de ser por sí mismo, de que es
posible restaurar, apelando a un saber y a una técnica objetiva, algo de la autonomía perdida en el
vendaval de los cambios, algo de la subjetividad dueña del mundo que se derrumbó bajo el peso de
las grandes ciudades, de los destinos anónimos y anti heroicos, de las desgracias de enormes guerras
e incertezas económicas irracionales. La psicología intentó, en el siglo XX, enfrentar de manera
positiva, con la confianza positivista de la ciencia, lo que las vanguardias artísticas expresaron de
manera dramática. El éxito de estas pretensiones debe ser medido a la luz del destino del individuo al
que intentaron salvar.
Sostengo que la eficacia posible de las diversas expresiones teóricas y terapéuticas en
psicología proviene más del lugar socialmente conferido al psicólogo que de la certeza del saber en
que pretende fundar sus técnicas. El éxito de las terapias está fundado en las diversas maneras en
que el psicólogo ejerce de portavoz de la totalidad social.
No hay más éxito terapéutico que la adaptación flexible a la realidad establecida. En la medida
en que el mercado ha alcanzado el poder tecnológico suficiente como para manipular la diversidad,
para ofrecer patrones conductuales estandarizados pero múltiples, para crear la ilusión de
autonomía, la flexibilidad de la adaptación se va haciendo creíble. El autoritarismo, temido, de
antaño, en que parecía que los procedimientos clínicos no podían sino conducir a la adaptación
forzosa y monocorde, parece haber pasado de moda. Toda la sociedad se ha hecho más tolerante,
cada vez parece ser más fácil, vivir normalmente, en algún nicho de equilibrio subjetivo que uno haya
elegido de manera soberana.
Es llamativo, sin embargo, que, si la realidad parece haberse suavizado, si parece haber un
mayor margen para la autonomía, la consulta psicológica parezca, paralelamente, cada vez más
necesaria. Si es cierto que la sociedad entera se ha hecho más tolerante, lo que debería ocurrir es que
los individuos encuentren en el marco de sus relaciones interpersonales "normales" el espacio en que
pueden desarrollarse. Lo que ocurre en cambio es que la aparente tolerancia va dejando tras de sí un
campo lleno de incertezas. Ocurre que al individuo moderno le resulta cada vez más difícil, no cada
vez más fácil, encontrar un lugar adecuado en que pueda ser, de manera natural.
Esta aparente paradoja tiene su origen en el lugar que la psicología cumple en la
estandarización general y "flexible" de los sujetos. El psicólogo es, en buenas cuentas, uno de los
portavoces sociales autorizados para legitimar los lugares que queremos ocupar en el conjunto o,
dicho de manera más realista, actúa como legitimador de los lugares de normalidad que debemos
ocupar, si no queremos ser arrojados a alguno de los muchos vacíos de la marginalidad
contemporánea en el ámbito de las capas medias: los feos, los lentos, los tímidos, los gordos, los
infantiles, los extraños.
La sociedad actual muestra su superioridad cultural en esta capacidad de integrar a algún
modo de su múltiple normalidad a los que, por las razones que sean, quedan fuera de sus patrones
de eficacia. Su "flexibilidad" es totalitaria en la medida en que impide el desarrollo de auténticas
alternativas, en la medida en que manipula la ilusión de autonomía, en la medida en que consigue
mantener el sistema establecido, con sus sectores de miseria atroz, con su culto a la destructividad y
el despilfarro, con sus patrones de consumo suntuarios y aberrantes, con la participación y el
"consentimiento", arraigado en su propia estructura psíquica, de los miembros que la componen de
manera efectiva y eficaz.
El psicólogo cumple un papel en esta articulación totalitaria de la vida cuando se encarga, al
nivel microsocial, interpersonal, subjetivo, de propiciar alguna de las normalidades que el sistema no
ha logrado articular completamente a través de los medios de comunicación masiva que lo han
inundado prácticamente desde siempre. Su poder, sin embargo, su eficacia, forma parte de esta
articulación global. No hay en ese poder más saber que el saber enajenado, que acepta lo real como
aparece y procede en consecuencia, sin preguntarse por su origen, por su sentido, por su costo
global. Un saber como este no es propiamente un saber, es, más bien, una ideología de legitimación
al más viejo estilo, pero con pretensión de ser un saber real... como siempre.
Al nivel de la intervención clínica individual o familiar, la eficacia terapéutica requiere de la
participación activa y comprometida del psicólogo. Ante los pacientes, o clientes, particulares el
profesional de la psicología debe aparecer como la autoridad que la sociedad quiere reconocer en él.
Su figura típica de autoridad debe participar de la flexibilidad general del ambiente: un psicólogo no
es un policía ni un vendedor, por mucho que cumpla funciones análogas.
En este compromiso, y en virtud de la profundidad que se le atribuye a su intervención, es
crucial su consentimiento: el psicólogo debe creer que efectivamente sabe lo que dice saber, y que
puede hacer lo que dice que puede hacer. En el extremo debe creer que efectivamente puede hacer lo
que se cree que él puede hacer.
Aunque las dudas, en este campo son bastante frecuentes, en la medida en que los roles y los
papeles se cumplen, los márgenes de la eficacia aceptable quedan salvados si, al menos, cumple con
las dos confianzas primeras: confianza en su saber, confianza en que es de ese saber que proviene la
eficacia de sus técnicas.
Cuando descubrimos, sin embargo, que no hay una conexión necesaria entre el saber
psicológico y su eficacia, cuando postulamos que esa eficacia proviene más bien de su lugar social
que de ese saber, encontramos que el acto de la intervención clínica en psicología está atravesado por
su enajenación. Hay una diferencia flagrante entre el discurso del psicólogo ante su paciente y ante sí
mismo (y también entre el discurso del paciente ante el psicólogo y ante sí mismo) y el contenido real
de ese discurso. Una diferencia es que vivida como su contrario: como una situación de certeza, o de
márgenes de certeza aceptables.
Enajenación no es lo mismo que mentira, o que falsedad. No es sinónimo de mentira porque
los actores no tienen consciencia de la diferencia, y no la ejercen voluntariamente. No se puede decir
que un cuento es una mentira cuando es creído o, mejor, cuando es vivido como verdad, por el que lo
cuenta e, incluso, por el destinatario. No es lo mismo que falsedad porque la situación que la
contiene ocurre realmente y, desde dentro, de manera aparentemente transparente.
Cuando sostengo que el acto de la eficacia terapéutica es un acto enajenado no quiero decir
que los psicólogos no curen a sus pacientes, o que no obtengan de ellos los resultados, de la clase
que sean, que se proponen obtener.
Lo que sostengo es que la raíz, el sentido, el contenido, de esa eficacia, escapa al saber que,
supuestamente, se ha puesto en juego. No digo que las terapias no resulten, lo que digo es que su
éxito ocurre por razones que están fuera de ellas, y que se escapan a la consciencia de sus actores.
Muchas líneas teóricas pueden, en este marco, obtener resultados positivos. De hecho la situación
real es que muchas lo obtienen. Pero lo hacen en virtud de que coinciden en mecanismos que están
fuera de la esfera en la que dicen estar concentrados, de la esfera de la individualidad, o de la familia.
Un examen de estos mecanismos, sin embargo, no conduciría, tampoco, a una eficacia mayor.
Sostengo que es parte consubstancial del acto terapéutico el que sus claves no sean visibles. Es un
acto que funciona bajo la condición de no aparecer. Cuando aparece, cuando se explicita en su
contenido, se deshace en las manos bajo la forma de resistencias, de nuevas estrategias de
ocultamiento. Cuando se insiste en tenerlo a la vista simplemente no funciona. En este sentido los
aparentes actos de consciencia de algunas formas terapéuticas, como los compromisos terapéuticos,
los análisis didácticos, las estrategias construidas en complicidad con el paciente, o aparentemente a
partir de él, deben ser interpretados más bien como formas de consciencia que reemplazan a una
consciencia o, más directamente, como partes del mecanismo de la enajenación general. Esta es en
realidad la manera en que la enajenación funciona: construyendo un cuento que puede vivirse, para
todos los efectos prácticos, como si fuera una verdad.
La crítica a la enajenación terapéutica no persigue mejorarla o suprimirla. No puede
mejorarla. Está completamente fuera de sus manos suprimirla. Su problema es comprenderla, y
poner esa comprensión en la tarea de comprender el destino de la subjetividad moderna en general.
Varios resultados prácticos, sin embargo, pueden deducirse de ella. Desde luego, vistos desde
aquí, muchos procedimientos terapéuticos aparentemente inofensivos o, incluso, aparentemente
teóricamente muy bien fundados, aparecen como formas de fomentar la dependencia entre el
psicólogo y sus pacientes. Una psicología crítica debe interesarse por este efecto.
La dependencia terapéutica autosustentada en teorías cerradas, que no ofrecen al paciente
alternativas reales de crítica, es una de las formas más indignantes del sometimiento social. En el
extremo los disidentes pueden ser declarados locos, o "desequilibrados", y sus derechos pueden ser
suspendidos en virtud de recomendaciones médicas, que reducen y hacen innecesarias las
intervenciones de la policía. En una situación mucho más común, y más tolerada, miles y miles de
personas inocentes e incautas padecen de las tiranías de sus psicólogos, en detrimento del precario
patrimonio y la precaria autonomía que pretendían salvar, mientras sus benefactores, por cierto, se
sienten dando sus vidas en beneficio de la salud y la armonía humana.
En un plano menos político, la situación de enajenación general invita por sí misma a
preguntarse por las maneras efectivas en que la subjetividad se constituye. Sostengo que ya está
presente, en muchas de las teorías contemporáneas, la respuesta a esta cuestión: la subjetividad
individual no tiene ni su origen, ni su centro, en ella misma. El descentramiento de la subjetividad
individual empieza a ser un lugar común. La idea de subjetividad colectiva está ya presente, sin que
sea explicitada, en las teorías actuales. En términos filosóficos este problema está relacionado con
una posible autoconsciencia de la psicología: un saber en que pueda reconocer su origen y sentido en
la totalidad social.
En el plano pedagógico otro problema interesante que surge de esta perspectiva es el que
resulta de examinar la manera en que los psicólogos llegan a integrarse a la institucionalidad en que
ejercerán como profesionales. El problema del mecanismo concreto por el que se ingresa a la
enajenación reinante... con buena consciencia. Proponer ideas en este orden puede ser una manera
para imaginar una psicología crítica, o alternativa, que se pregunte profundamente por su condición
social.
En el plano más político la idea de que es posible devolver la salud y la armonía a los
individuos a través de técnicas terapéuticas individuales prolonga y mantiene la ilusión de la
autonomía personal en una época en que, manifiestamente, está en decadencia.
La idea clínica de la psicología es un resabio y una nostalgia del pasado. Tanto el Estado como el
Mercado la reducen cotidianamente al absurdo. La ilusión de autocontrol, de autonomía, que las
terapias pueden llegar a ofrecer a sus clientes, no hace sino reforzar el espejismo de la autonomía
personal, que es la base, en el nivel subjetivo, del actual dominio de la rebeldía social.
La idea de que hay procedimientos clínicos identificables y eficaces refuerza en la mentalidad
pública un modelo médico de la subjetividad: habría expertos en subjetividad. La flexibilidad con que
se ejerce encubre la base autoritaria desde la que está sostenido. La autoridad del método científico,
la autoridad de disciplinas "duras" como la etología, la neurofisiología, la estadística moderna, es
puesta como base de una manera tecnológica de de abordar las relaciones interpersonales. Tal como
en la economía, el campo de la psicología sería un asunto de expertos.
Por cierto las pretensiones institucionales son tocadas aquí directamente. Para la psicología
profesional no puede sino ser un fundamento firme el que haya esa calidad de experto. Por mucho
que las terapias consientan en la intervención activa del paciente, es esencial, para que haya
profesión de psicólogo, el que no cualquiera pueda cumplir con su papel. La institucionalidad
defiende la enajenación imperante porque la identifica con sus intereses.
No es casual que las discusiones críticas, en que se puede poner en duda el sustento de la
institucionalidad en el saber, sean suspendidas, en la práctica, bajo el argumento de que se estarían
tocando ámbitos "técnicos" en torno a los cuales sólo los especialistas podrían opinar con rigor. La
mirada beatífica que el experto dirige sobre el crítico en estos casos ("no pueden entender porque no
saben lo suficiente") es el equivalente laico de la mirada comprensiva del psiquiatra sobre el loco ("no
saben lo que hacen"), y se sustenta en el supuesto de que efectivamente habría un saber cierto y
eficaz. Es esta premisa justamente, por cierto, la que puede ponerse claramente en duda.
El sentido común, sin embargo, apoyará una versión "seria", "profesional", "técnica", de la
práctica psicológica. Esto es algo que se debe tomar muy en cuenta: la mitad del peso de la
institucionalidad psicológica lo pone el público. Tiene su origen y sentido, ni más ni menos, en la
necesidad pública de encontrar "sanadores" de las angustias de la individualidad sobre pasada. La
psicología "normal", al aceptar este papel, al ponerlo como la base de sus prácticas, no hace sino
consentir con la ilusión imperante y funcional: que es posible restaurar la autonomía.
No hay, por lo tanto, más eficacia de las prácticas clínicas que la que la sociedad permite, de
manera tautológica, a través de sus portavoces. La eficacia clínica no es sino la eficacia de la
adaptación a los niveles aparentemente diversos de una normalidad manipulada.
Para que esto sea posible el psicólogo necesita no saberlo: su eficacia es función de su
ignorancia del papel real que cumple. Su eficacia descansa en un acto de enajenación: hay una
diferencia entre lo que su discurso proclama como fuente y la fuente real desde la que efectivamente
recibe su poder.
Como en todo acto de enajenación, el problema aquí no es la ignorancia subjetiva (o el posible
conocimiento) que tengan sus actores sino, más bien, su ignorancia objetiva, es decir, la que
determina una situación objetiva que los trasciende. Aún en el caso de que un psicólogo se haga
consciente de esta doble verdad (la de la teoría versus la de la realidad que la sostiene) el posible
saber no lo habilita para superar esa diferencia. El origen de la diferencia lo trasciende
completamente. Ese origen no es sino el proceso a través del cual, de esta y de muchas otras
maneras, el nuevo totalitarismo burocrático ha empezado a administrar los espacios de la
subjetividad individual.
En el plano más filosófico el problema tiene su origen en el hecho, cierto y dramático, de que
la autonomía personal siempre ha sido una ilusión. Una de las ilusiones fundantes de la modernidad.
Hay varias perspectivas teóricas desde las cuales se puede sostener esta conclusión. El que sean
varias ya es, de por sí, indicativo.
Al respecto se puede recordar la clásica y demoledora crítica de Kant a la idea de Yo en la
Crítica de la Razón Pura; se puede recordar la idea de la constitución de la moralidad y el espíritu del
pueblo en Fichte; se pueden recordar las largas y detalladas explicaciones de Hegel en la
Fenomenología. Sostengo que el cúmulo de razones sostenidas allí es simplemente abrumador, y
puede tenerse por probatorio. No podemos, sin embargo, ser tan exigentes con los técnicos en
subjetividad. La ilustración filosófica no es, desde luego, la principal de sus virtudes.
Pero la alusión filosófica quizás se hace innecesaria. La idea de que el Yo no es sino un efecto
del lenguaje, no es sino la consciencia del cuerpo, no es sino un lugar construido por la represión, o
no es sino un lugar de inscripción en el universo simbólico, son todas ideas desarrolladas en la
misma psicología contemporánea, sin consciencia explícita del trasfondo filosófico, sumamente
clásico, en el que tienen sentido, y sin expresión efectiva en la técnica, ámbito en el cual, cada una de
ellas, invariablemente, termina por restaurar el mito que sus fundamentos niegan.
Sostengo que ya hay elementos teóricos suficientes para distinguir con claridad las ideas de
subjetividad personal, subjetividad construida socialmente y transubjetividad. Creo que esta
distinción puede ser un buen marco para la discusión teórica del problema. En ella la realidad de la
transindividualidad debería ahogar naturalmente a la ilusión de autonomía. Si esta consecuencia no
se saca con todo el rigor que es posible es, simplemente, por razones extra filosóficas. Esto no es para
nada raro: las discusiones filosóficas se resuelven siempre en el ámbito extra filosófico. Claro que los
filósofos pueden decir lo suyo... pero el devenir del mundo efectivo, invariablemente, se les escapa.
En el plano de la formación de los psicólogos las constataciones son del mismo estilo. En la
medida en que el "éxito" profesional depende de un acto de enajenación, también en el ámbito de la
formación de los psicólogos podemos encontrar el acto de enajenación inaugural que los convierte en
profesionales legítimos. Ese momento se alcanza cuando, tras múltiples dudas e incertidumbres, las
que producen, ni más ni menos, la extrema precariedad de las propuestas teóricas, el estudiante
"descubre" la línea terapéutica que lo satisface.
Los más entusiastas descubren la pólvora. Los más críticos se resignan a alguna fórmula que
presiden con un "por lo menos": "por lo menos en esta línea se consigue algo". La debilidad tanto de
los entusiasmos como de los escepticismos no hace sino encubrir una situación de profunda
impotencia: los tiempos en que era posible un equilibrio y una normalidad personal autónoma ya han
pasado.
La dura alternativa real, para un estudiante de psicología, es la de adaptarse a la función
"normalizadora" de la institución psicológica, o resignarse a una eterna guerrilla anti-institucional,
que pone en duda permanentemente su "seriedad" como profesional. Esta alternativa tiene su origen
en que ha ingresado al ámbito de la psicología víctima de una ilusión, y en las consecuencias que
tenga el llegar a verla de manera transparente... cuestión, por cierto, que no tendría por qué ocurrir
nunca.
Hay que ser, sin embargo, si se puede, aún más duros y realistas. La crisis de la subjetividad
clásica se refleja, también, en la crisis de la institucionalidad psicológica. Hoy, como nunca antes,
toda clase de desafíos extra institucionales son generados desde los ámbitos en que la mentalidad
postmoderna está consagrada.
La práctica de la psicología como uso suntuario, como técnica cosmética, como técnica de
relajación profunda o de ejercicio de la permisividad, es cada día más común. Una vasta literatura
para psicológica, hedonista, permisiva, llena del cálculo racional del mercado de las subjetividades en
competencia, llena del ansia de traspasar los límites clásicos de manera simplemente gratuita y
gratificante, inunda, desde las revistas femeninas, desde los medios dedicados al "crecimiento
personal", el espacio que parecía exclusivo de los profesionales consagrados.
La figura del psicólogo, en estos espacios, puede parecerse mucho a la del tarotista, a la del
que hace "gimnasia integral", a la del quiromántico o intérprete de sueños, a la del que promueve el
Tai Chi, la meditación trascendental, la vocación orientalista en clave corporal. El psicólogo es aquí,
por cierto, apenas algo más que uno entre muchos integrantes de la, muy amplia, micro industria del
espectáculo. Nadie pretende que en este espacio no haya enajenación. Aquí el discurso es mucho más
llano, simple y directo: después de esta vida no hay otra, la ciencia no comprende nada fundamental,
mis experiencias están por sobre toda teoría y, por supuesto, la idea de enajenación forma parte de
una manera distorsionada y poco auténtica de pensar al hombre.
Ante la "seriedad" institucional por supuesto que hay alternativas. Sospecho, sin embargo,
que la gran mayoría de nuestros estudiantes, con esa nueva vocación profesionalizante que los
caracteriza, elegirá más bien el lugar de la normalidad. Ni la crítica, con ánimo subversivo, ni la
extravagancia, que se condena a marginal, parecen estar entre las opciones más frecuentes. ¿Por qué
habrían de estarlo? ¿No forman parte también nuestros estudiantes de las angustias actuales? Los
tiempos del hipismo y de la revolución ya han pasado. Con ellos, desgraciadamente, parecen irse
también las esperanzas de la crítica.
Aún a riesgo de parecer paradójico, y para los que creen que toda crítica es disolvente y sólo
conduce al vacío, debo rectificar, sin embargo, que no creo que ninguno de estos "destinos" sea
obligatorio para la psicología. Creo firmemente que una psicología crítica es posible.
Las consideraciones anteriores sólo aparecen bajo el estigma de un pesimismo sin alternativa
cuando se ha concedido sin más, de manera conformista, que las prácticas clínicas son el lugar
natural y privilegiado de la psicología, y que toda otra práctica en psicología debe enmarcarse en su
modelo. Esto simplemente no es cierto.
No es cierto ni desde fuera del paradigma clínico, teniendo en cuenta la emergencia de otras
formas de práctica profesional, y ni siquiera desde dentro, teniendo en cuenta, en su propio interior,
como sus desarrollos teóricos más avanzados apuntan una y otra vez a la disolución de la
subjetividad autónoma clásica.
Una psicología crítica debería denunciar al paradigma clínico desde dentro, mostrando sus
prácticas como represivas y circulares, y mostrando que su forma característica de permanecer
vigente es a través del fomento de la dependencia terapéutica; debería criticar el paradigma
psiquiátrico en lo que tiene de médico, de farmacológico y de carcelario.
Criticar el modelo clínico de la psicología significa también criticar el papel objetivo de
armonizador y componedor microsocial que el psicólogo institucional cumple en la sociedad actual.
La resignación común al papel de mediador puramente subjetivo, cuya función no es sino la de
restaurar la fuerza de trabajo de sus pacientes, renunciando a preguntarse de manera global por las
condiciones de su felicidad posible. Estas críticas, desarrolladas en su fundamento teórico, pueden
llegar a mostrar la necesidad de criticar la noción misma de individuo, sobre la que se ha construido
la cultura moderna, y que el psicólogo entregado a la ilusión clínica simplemente renuncia a
cuestionar.
La psicología crítica debe extender su postura polémica a la acción de desmontar las prácticas
profesionales suntuarias, y la pseudopsicología marginal que, desde las revistas de moda, desde los
concursos en la televisión, desde las innumerables formas de la industria del espectáculo, cumplen la
función clínica de manera genérica, en una verdadera terapia socializada, desde la que se forma la
estructura de personalidad, saltándose los límites clásicos de la familia y la escuela, estandarizando
las maneras de ser para su manipulación eficaz por el mercado.
Pero no sólo es posible proponer esta tarea crítica de manera negativa, como la serie de cosas
que se combate o se intenta no hacer. También es posible formular direcciones de acción efectiva y
propositiva.
Una psicología crítica se puede caracterizar por su intento de promover identidades colectivas.
Los grupos de encuentro de mujeres, de indígenas, de homosexuales, de quienes viven con SIDA, en
que se hace psicología étnica, o psicología de género, son precursores en este sentido. Creo que
contienen enormes posibilidades de desarrollo práctico y, sobre todo, posibilidades de convertirse en
fundamento práctico para la formulación teórica de una nueva idea de la subjetividad, que trascienda
los límites naturalistas e individualistas de las nociones clásicas.
Una psicología crítica puede caracterizarse por su vocación por los problemas de la salud
pública en la esfera de la subjetividad. La acción consciente contra los efectos de la publicidad y la
propaganda, la defensa de las comunidades frente a la manipulación ideológica, la preocupación con
alcance social por el problema de las sectas y las drogas, pueden ser ámbitos definidos y ejemplares
de prácticas y tareas de tipo teórico necesarias y viables.
En el plano teórico me parece que la línea central de desarrollo debe ser la exploración del
concepto de transindividualidad, y de sus implicancias sobre las prácticas posibles del psicólogo.
Desarrollar un concepto transindividual de trauma, llevar la idea de lo social y lo intersubjetivo más
allá de las simples articulaciones de individualidades, desarrollar el fundamento, el anclaje en la
subjetividad efectiva, de los conceptos de lo femenino, lo solidario, lo comunitario, criticar desde su
fundamento la pretensión de que puede haber especialistas, pueden ser líneas de desarrollo concreto
y viable.
Una psicología dedicada a promover un concepto de subjetividad que trascienda la
enajenación de la subjetividad clásica en descomposición, a promover una práctica de intervención
psicológica en que el psicólogo se ubica como un miembro más de una comunidad, dedicado a la
producción de una subjetividad colectiva, vinculante, solidaria, dentro de la cual la autonomía pueda
tener sentido.
Una psicología dedicada por un lado a la crítica del modelo clínico, por otro lado al desarrollo
teórico y práctico de una idea colectiva de la subjetividad. Por un lado a la crítica del paradigma
médico, por otro lado a la construcción de un modelo de intervención psicosocial. Por un lado a la
crítica de la subjetividad centrada en el agrado y la independencia azarosa de lo personal, por otro a
la construcción de espacios de subjetividad colectiva.
Una psicología dedicada por un lado a la crítica de los procesos de socialización enajenantes,
por otro a la construcción de procesos de socialización en que la autonomía personal pueda coexistir
de manera transparente con la subjetividad común. Por un lado la psicología de la sociedad que tiene
su centro en los individuos, por otro la de una sociedad en que los colectivos humanos son autores
de su propia historia.
Sostengo que no hay nada de intrínsecamente utópico en estas alternativas. Creo que se
pueden fundar teóricamente de manera sólida y que pueden conducir a prácticas psicológicas
progresistas y solidarias. La sociedad de consumo, y el lugar de la psicología en ella, no son una
condición universal y necesaria, ni tenemos por qué resignarnos a ella.
La psicología es el discurso del sujeto moderno, eso es cierto, pero la modernidad no tiene por
qué asimilarse a la condición humana. Tenemos alternativas, somos libres, podemos ser felices.
Revista Pánico en Crisis, Año II, Nº2, 2010, p. 21 - 29
“Los filósofos (estudiantes-académicos 4) no han hecho más que interpretar de diversos modos el
mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo”
Tesis 11 de Marx sobre “Feuerbach” (1888)
“Hay un piso de arriba en esta casa, con otras gentes. Hay un pi so de arriba donde vive gente
que no sospecha su piso de abajo, y estamos todos en el ladrillo de cristal ”
Julio Cortazar “Manual de instrucciones” (1995, 2004 Pág.:10)
Resumen
Este trabajo se propone analizar la concepción de comunidad y sus interrelaci ones
subyacentes, diferenciando tres dimensiones relativas al sujeto (Agacino 2006), e l grupo
(Foladori 2007, Anzieu 1987) y la colectividad (Fernández 2005, Guattari 1996).
Comprendiendo la “comunidad” en función de tres elementos tal como lo define Mariane Krause
(2001): pertenencia, interrelación y cultura común.
La comunidad se nos presenta como una “procesualidad”, un cuerpo en conformación constante.
Donde la identidad y la memoria colectiva conforman un tejido donde el sujeto se define como parte
de un colectivo histórico. Desde Gramsci (1983, 2003) podemos diferenciar tres momentos: La
concepción del mundo como marco epistémico, la acción como momento ético en la relación con el
otro y la política como factor constituyente de la acción en sociedad. Estos tres momentos engloban
lo ideológico del proceso, donde la ideología es “producción de subjetividad y sentido” (Guattari 1996).
Demarcando una organización de poder donde las “composiciones de clase” (Berardi 2007) existentes
al interior de la comunidad operan como factor donde lo “constituido y constituyente del poder” (Negri
y Hardt 2001) entran en tensión en post de la propia autonomía de los sujetos.
Palabras clave: comunidad, colectividad, grupo, sujeto, proceso, identidad, ideología, memoria
colectiva, poder constituyente.
3Estudiante Psicología Universidad Arcis; participa del “Movimiento de Trabajadores Clotario Blest”, contacto y
comentarios a pklimpel@gmail.com. Esta ponencia originalmente fue presentada en el “IX Congreso de psicología
comunitaria” de concepción año 2008 en el mes de octubre, en la mesa “Aportes a la psicología social comunitaria
desde el trabajo político social: Notas para una deconstrucción del sentido gubernamental de la “intervención”.
Junto con los trabajos de Víctor Fernández A. y Daniela Castillo P. Mesa que también fue presentada en el
“Primer encuentro Nacional de comunitarios: aprendizajes para la sustentabilidad de redes sociales y
comunitarias” Valparaíso, Noviembre 2008.
4 Lo de “estudiantes, académicos” es un énfasis mío.
5 En este caso la Psicología (social) comunitaria.
6 Aquí no me es posible profundizar en esto, ya que requeriría un análisis de tipo sociológico y cultural, mas
profundo y para esto, esta el trabajo: De Víctor Fernández Aguilera (2008) Construyendo una nueva cultura:
Subjetividad colectiva y estructuras organizativas autónomas. De de esta misma mesa.
vinculación y reconocimiento con el otro, el sentirse parte de una realidad común. Si tomamos como
ejemplo, el ser estudiantes, trabajadores o vecinos, podemos decir que el que compartamos el mismo
espacio o nos vistamos parecido, no indica mayor cosa, solo indica una coincidencia circunstancial.
Por el contrario, el sujeto social se reconoce en los demás, lo convocan espacios comunes y da
el vuelco a un sujeto colectivo, diferenciando adherentes a su concepción de mundo y antagonistas.
El sujeto político se definiría en términos de que este reproduce conscientemente una realidad o la
transforma, afectando al conjunto de la sociedad.
Es útil diferenciar tres elementos como lo define Mariane Krause (2001): pertenencia,
interrelación y cultura común. En su tabla 1 define: (los paréntesis son nuestros a modo explicativo):
Elementos Significado
Pertenencia Sentirse “parte de”, ( énfasis en la
dimensión subjetiva) “perteneciente a” (es
lo que da el sentido de “comunidad”) o
“identificarse con” (esta es la instancia
que da el territorio subjetivo de
pertenencia con “proyectos” y “lugares”
comunes)
Interrelación La existencia de contacto o comunicación
(aun que sea “virtual”) entre sus
miembros y mutua influencia (la relación
con el otro, lo “ético” y la coordinación de
significados)
Cultura Común La existencia de significados compartidos
(dado por los aspectos simbólicos,
valóricos y los “códigos” de la
“comunidad”)
Tabla 1. Elementos del concepto de comunidad y sus significados
El triple proceso que define Krause marca una pauta para analizar la existencia en un
contexto dado de lo que llamamos “comunidad”. Aquí vale decir que los elementos por Krause
planteados en esta tabla, deben ser leídos en relación a los aspectos del sujeto ya nombrados y los
aspectos relativos a lo grupal y lo colectivo. A mi modo de ver sirven como pauta de análisis, pero por
si solos, carecen de un enfoque de articulación ético-político en lo social-histórico.
Lo “grupal” es conformado por las aglomeraciones de personas en las cuales se trabaja y que
diferencian a un sujeto de un colectivo y que tal como nos dice Foladori “la mayoría de las practicas
comunitarias privilegian al grupo como el destino de sus acciones” y “la identidad individual con los
otros y con la comunidad redunda en la identidad grupal” (2007, Pág.:407) esto pasa por que el grupo
se nos muestra como una instancia mediadora entre lo individual y lo colectivo, que funciona como
trasfondo de la vida asociativa de la “comunidad”.
La gente se junta en grupos, para realizar lo que no puede hacer por si misma, Anzieu 7 (1987)
nos dice que el grupo es el lugar de la “conspiración” y lo que el grupo otorga a cada sujeto es la
capacidad de llevar a cabo sus deseos, fantasías y anhelos de diverso tipo, con la esperanza de llevar
sus aspiraciones a su “realización”. Anzieu nos dice que por grupo se puede comprender cualquier
tipo de asociación, organización, equipos de trabajo, reuniones profesionales, etc. En la antigüedad
señala Anzieu “solo existía ese grado concreto de la realidad social, solo conocían al individuo o la
ciudad” En este sentido es relevante señalar que muchos grupos durante la historia han sido
perseguidos por diversos poderes, generando sospecha y preguntas como ¿por que deben juntarse
fuera de la evidencia de los demás? ¿Para que se aíslan? ¿Qué traman en secreto?, etc. Los grupos
siempre han generado sospecha por parte de los grandes poderes, por ejemplo en Chile en la
Dictadura Militar se instauro la detención por sospecha o la prohibición de asociación ilícita, etc.;
pero lo que me interesa rescatar es la importancia del grupo, como lugar de trabajo intermedio entre
lo individual y lo colectivo.
Hemos diferenciado las dimensiones relacionadas al sujeto y el grupo, pero lo colectivo es una
dimensión prioritaria en este proceso de la comunidad, el cual si no se devela, se corre el riesgo de no
comprender muchos de los procesos subyacentes, al cuerpo en “conformación” que es la
7La referencia a Anzieu esta hecha en base a los textos de referencia: Anzieu, Didier “El grupo y el inconsciente”
Ed.sigloXXI...B.A. 1987 Cáp.: 3 y 10.
“comunidad”. Lo colectivo como dice Fernández (2005) esta dado por las formas, las interacciones de
los grupos a un nivel amplio. Estas formas pueden reconocerse en las disposiciones de los espacios y
la arquitectura8.
Este aspecto colectivo de las “formas” esta dado por los lugares, los ambientes, las atmósferas
y las situaciones cuya comprensión no pasa por la mediación del lenguaje y los enunciados
necesariamente, si no por una comprensión de corte “estético”.
La importancia de esta dimensión estética pasa por lo que “Rolnike 9 llama “sensación” aquello
que esta “más allá de la percepción y del sentimiento en nuestra relación con el mundo” (Rolnike,
2001), esto es, lo que esta más allá de nuestro sentido de referencia habitual y que aparece como un
extrañamiento a la experiencia. Rolnike nos dice que el desciframiento de este nuevo signo “no tiene
que ver con interpretar o explicar” si no “con inventar un sentido que lo haga visible y lo integre en el
mapa de la existencia vigente operando una transmutación”. Este nuevo signo, si no se lo interpreta o
explica inmediatamente buscando una explicación que se acomode a los parámetros y referencias
que tenemos del mundo, puede llevarnos a descubrir un nuevo sentido en nosotros y develar
aspectos más profundos de nuestra realidad, que quizás pasamos por alto. Desde este punto de vista
es que las crisis e implosiones son necesarias, ya que son puertas hacia nuevos universos de sentido.
Por esto la experiencia estética nos lleva a la experimentación e innovación constante, como se nos
muestra en la experiencia de la creación artística, por ejemplo.
Hay que diferenciar los aspectos psicológicos y estéticos de la subjetividad. La experiencia
psicológica esta asociada a una experiencia individual, relacionada con la memoria, la inteligencia, la
percepción, los sentimientos y los procesos concientes. La experiencia estética se caracteriza por la
sensación afectiva que es pre-verbal y colectiva. Rolnike incluso llega a decir que cuando “la práctica
estética dejó de ser una dimensión integrada en la vida colectiva (dentro del ámbito de lo popular y del
folklore de los pueblos, por ejemplo) para confinarse dentro de un campo especializado, surgieron en la
medicina de Occidente las prácticas clínicas volcadas en la subjetividad: la psiquiatría en el siglo XVIII
y el psicoanálisis en la transición del XIX al XX 10”.
Esta reducción de la subjetividad a la dimensión psicológica, eclipso la experiencia estética,
excluyendo con esto la participación del deseo personal y colectivo en la transformación de la
existencia de las personas. Incluso si tomamos dos conceptos que vienen del griego para designar la
“vida” nos conducen a las palabras “zoé, vida en sus formas de organización” y “bios, vida como
potencia de variación” (Rolnike, 2001). Podemos ver que en la actualidad lo que esta trabado es la
vida como -proceso de diferenciación-, de devenir, de multiplicidad, siempre nueva y singular. Siendo
lo patológico, la interrupción de este proceso de diferenciación y creación, donde el sujeto queda
anclado y cristalizado a referentes hegemónicos, donde la participación es excluida en post de un
mundo ya pre-fabricado e individualizado, ajeno a toda experiencia colectiva de construcción con el
otro, (sobre esto volveré en el punto 4).
Si bien el lenguaje es un espacio importante, ya que significa y construye realidad; como bien
lo han mostrado los militantes anclados en el giro lingüístico y la construcción discursiva, (como los
socioconstruccionistas) no toda la realidad es una fabricación en el lenguaje desde el momento en
que imperan otros sentidos en la construcción de mundo, como la estética por ejemplo.
Fernández11 bien nos dice que el lenguaje es un sistema de ordenamiento del mundo, que
asigna categorías a un mundo que “de antemano no las tiene”, como bien dice Deleuze (1969, 1989)
“el lenguaje es quien fija los limites”. Los enunciados no tienen la capacidad de abarcar la totalidad de
la interrelación que transita en el espacio colectivo de la comunidad, por que ¿Cómo comprendemos
ese aspecto sincrético de lo no dicho, lo tácito e implícito en el "gesto mismo"? Guattari (2000)12 usa
el concepto "universos incorporales" para dar cuenta de todo este trasfondo de discursos, ideas y
afecciones que circulan de manera tacita y virtual entre nosotros y que son el trasfondo “afectivo” y
8 (la conformación de las sillas y los cubiertos en una mesa por ejemplo)
9 Este párrafo entre comillas es originalmente, lo escribí como parte de la fundamentación del seminario
“Políticas de la diferencia en salud mental”, llevado a cabo en la universidad ARCIS Valparaíso, en agosto del
2008.
10 Ídem.
11 “el lenguaje es un sistema de ordenamiento del mundo, puesto que establece distinciones, clasificaciones,
antinomias, jerarquías y secuencias en un mundo que no las tiene de suyo sino hasta que aparecen las palabras
que lo van nombrando, y por ende, lo que no se ajusta a las categorizaciones del lenguaje, queda fuera de la
racionalidad que es lógica, secuencial, inteligente y argumentativa” Fernández, Christlieb, Pablo (2005) “Los dos
lenguajes de las dos psicologías de lo social” Athenea Digital - num. 8: (otoño 2005)
12 Si se quiere profundizar en este concepto, se puede revisar el texto de Guattari: “Cartografías
Esquizoanaliticas”, Ediciones Manantial, Buenos Aires, Argentina, 2000. Capitulo 1 “Las cartografías analíticas”.
“pre-verbal” de la comunidad. Este es un plano no racional, al cual podemos acceder a través de la
sensibilidad de las formas y las disposiciones en el lugar tal como nos dice Fernández, pero también
a través los gestos del cuerpo y el movimiento.
13 Conversación con Juan Luís Martínez y Félix Guattari (1991) en el sitio web:
http://www.construmatica.com/construblog/2007/06/27/AP_Conversacion_con_Juan_Luis_Martinez_Felix_Gu
attari/ También revisar el libro de Guattari: “Caosmosis”, Cáp.:1 “Acerca de la producción de subjetividad”.
Buenos Aires, Argentina. (1996).
14 En relación al concepto de Rizoma podemos citar: “contrariamente a los calcos, el rizoma esta relacionado con
un mapa que debe ser producido, construido, siempre desmontable, conectable, alterable, modificable, con
múltiples entradas y salidas, con sus líneas de fuga.”. Cáp. : I “introducción: Rizoma” Pág.: 26. Deleuze y
Guattari “Mil mesetas: Capitalismo y Esquizofrenia”, Editorial Pre-textos, Sexta edición, España, 2004.
15 Concepto heredero de la medicina y su afán taxonómico.
no fue provisorio sobre este tipo de efectos y esto es parte de los efectos diagramáticos, ese factor que
se nos escapa y que se articula “por si mismo”, sin que nosotros podamos intervenir.
Y es esto, lo que a mi modo de ver caracteriza justamente a la comunidad su “parcialidad” su
incapacidad de articularla como un concepto universal, si no que justamente su “común-unidad”
esta en función de las parcialidades, velocidades, estratos y flujos de diverso tipo que la constituyen
como un cuerpo a-centrado. Podríamos hacer la analogía con una especie de ameba translucida que
muta a cada instante en el movimiento de sus múltiples tentáculos de la cual su convergencia esta
en función de las diferencias que la constituyen como colectivo humano, su “ser paradójico” e
incompleto como totalidad hegemónica.
En la comunidad como en todo proceso hay aspectos “cristalizados” y “fluidos”, que engloban
como dice Foladori (2007) una dimensión “institucional” o en palabras de Negri (2001) un “poder
constituido” y un “poder constituyente16” que es clave diferenciar en el marco del trabajo que se este
realizando, ya que nos hablara de los grados de movilidad y apertura con lo que podemos contar en el
trabajo mismo de “intervención”. El poder constituido normalmente da cuenta de los sistemas
jurídicos y constitucionales, las normas y las instituciones que representan a la ciudadanía. Pero
sobre todo, representa aquello que es fijo por definición, que resiste el cambio, la movilidad y dentro
de la “comunidad” lo que funciona como régimen de verdad –de sentido imperante-. Hay que saber
diferenciar sistemas de valores o comportamientos que justamente se han convertido en una
“institución” con la que hay que lidiar y saber leer frente al poder constituyente que cuestiona y
moviliza el poder.
Como bien dice Ana María Fernández, toda sociedad es un sistema de “interpretación del
mundo”, construcción e invención de realidad consensuada, y es esto, lo que justamente permite que
lo que existe, se pueda transformar. Por esto “Las transformaciones de sentido –lo instituyente- operan
siempre con la resistencia de aquello consagrado –lo instituido- que hasta tanto no sea trastocado
funciona como régimen de verdad.” (Fernández, 2007, Pág.:83)
Ahora bien, hay que diferenciar tres aspectos: Lo epistémico, lo ético y lo político es decir lo
“ideológico 17 ”. Como sujetos debemos comprender que formamos parte de una compleja red de
equipamientos colectivos, (medios de comunicación, instituciones de todo tipo, relaciones sociales,
etc.) de los que somos agentes, reproductores y transformadores. Por ejemplo, tenemos a la familia
como la primera institución que a través de los sistemas de enseñanza, nos introduce a las normas
culturales vigentes.
Si tenemos en cuenta a Gramsci (1984, 2003) esto manifiesta una conducta sometida y
subordinada, sin espacios para la autonomía a menos que demos un giro asumiendo la condición y el
lugar que ocupa cada cual en la historia y desde ahí convertirnos en protagonistas de esta.
Desde Gramsci podemos diferenciar tres momentos:
- La concepción del mundo como marco epistémico
- La acción como momento ético en la relación con el otro
- La política como factor constituyente de la acción en sociedad
Estos tres conceptos: concepción del mundo, acción y política, componen la ideología ya que
engloban un conjunto epistemológico, de cómo conocemos y nos acercamos a la realidad social
demarcando una ontología propia en la cosmovisión de mundo. Si vamos más lejos aun, la ideología
no funciona como un cúmulo de ideas, representaciones o interiorizaciones abstractas del mundo en
el sujeto y la sociedad, si no que operan inmediatamente en la producción de sentido que define un
mundo singular, por lo tanto configuran un poder 18
16 Aquí se me puede criticar el hecho de equiparar términos como el de “poder constituido” ”poder constituyente”
con conceptos como “institución” “instituido” e “instituyente” y se puede refutar que si bien apelan a nociones
acerca de lo fijo y lo móvil a cierto nivel, se relacionan con contextos y dimensiones diferentes. Es cierto, pero el
acento que pongo en relación a lo instituyente como poder constituyente va de la mano a la articulación
cuestionadora por parte de un movimiento social, del cual quiero hacer énfasis y considero que no es
contraproducente ni erróneo.
17 Este punto es desarrollado en profundidad, por ejemplo, en el texto de Montero, Maritza (2001) “Ética y Política
en Psicología: Las Dimensiones no reconocidas” en revista Athenea Digital. numero 0: 1 -10. pp. 1-10 (Abril
2001)
18 el poder entendido: como relación de fuerza.
Este acento en la concepción de ideología -como producción de sentido- más que marcos
representacionales sobre el mundo, como el concepto de Moscovici de “Representaciones sociales” por
ejemplo, viene dado por la reflexión de autores como Deleuze y Guattari, que nos dicen que incluso la
ideología en cuanto tal –por si sola- no existe, ya que la ideología siempre es producción de sentido,
subjetividad y poder.
Subjetividad “esencialmente fabricada, modelada, recibida y consumida” (Guattari, Rolnike,
2005 Pág.:39), desde esta óptica, no es posible separar la acción de la representación, rechazando
estos conceptos como falsos problemas, que nos atan a la concepción de una naturaleza humana
esencial y determinada. Para evitar esto, es que contraponen al concepto de ideología, como lo es la
concepción de procesos de subjetivación y producción de subjetividad. Tal como lo hablamos
anteriormente
Esta diferenciación es útil para comprender el concepto de ideología como una fabricación,
necesariamente -de sentido- en la subjetividad, donde opera y funciona toda la sociedad y la
“comunidad” como una expresión ideológica.
La memoria colectiva nos habla de las “reacciones en cadena”, Salazar (2002) dice que de
forma transversal atraviesan el cuerpo de esa comunidad como el conglomerado de discursos que
circulan, como recuerdos fraccionarios de los hechos que los conforman como sujetos –con historia-
dentro de un(os) imaginario(s) que los constituyen como actores o receptores de esta, dependiendo del
lado de la balanza en donde se encuentren, personas habladas y señaladas por el discurso mediático
o actores de su vida y propia historia. Por lo que aquí el espectro de Marx, siempre vuelve y nos dice
que la lucha de clases 19 esta presente en toda dimensión económica y social mediada por las
relaciones de poder en donde se baten los intereses de un sector por sobre otro y en esta lucha, se
juega la producción de una historia y la capacidad de reconocerse como un agente transformador en
miras de su propia emancipación social; esto en la medida que los sujetos se adueñen de su proceso,
lo signifiquen y le otorguen sentido de manera colectiva, siendo este un espacio posible para la
autonomía y el contrapoder como “una nueva formación social alternativa 20”.
Ahora que hemos definido a grandes rasgos algunos conceptos relativos a la noción de
“comunidad”, podemos decir ¿Qué es lo subversivo de la comunidad? ¿Qué es lo que la hace participe
de su potencia emancipadora?, ¿Qué comunidad nos interesa construir? Aquí claramente hemos
definido la comunidad desde su emergencia en relación con los sujetos sociales y políticos, es decir –
desde su fuerza colectiva de transformación- desde mi visión no es posible pensar la comunidad sin
este componente revolucionario, o los sujetos son colectivos y se reconocen en el otro y desde aquí
son capaces de hacerse cargo de su historia y transformar su realidad, o no es comunidad 21.
19 Hablar de lucha de clases, nos trae por referencia el estatuto del concepto de clase hoy. En este tiempo no
podemos reducir el campo social y el sujeto de la lucha de clases a un par binario de relación. A mi modo de ver,
mientras existan explotados y oprimidos, existirá el germen de la rebelión y la lucha de clases, sin importar los
cambios y la reestructuración capitalista y el impacto de esto en la cultura, lo social-subjetivo y lo económico.
Sin embargo lo que vemos hoy en día, es que el concepto de clase que asignaba la existencia de un sujeto
universal ya no va mas, pero eso no quita que el concepto de clase hoy, no pueda re-articularse. Berardi ha
hecho un interesante aporte en esta dirección asignando el concepto de “composición de clase”. Este nos dice: “el
concepto de clase social, no tiene consistencia ontologica, si no que debe ser visto como un concepto vectorial. La
clase social es proyección de imaginaciones y proyectos, efecto de una intención política y de una sedimentación de
culturas”. El concepto de composición de clase, tiene el valor de atribuir una dimensión de “movimiento y
mutación” capaz de hacer pasar diferentes aspectos como la sexualidad-genero, el trabajo, lo étnico, etc., de
forma transversal. Por esto el concepto de “composición de clase” permite “no la constitución de un sujeto, no la
identificación de los seres humanos con un figura social fija, si no el cambio continuo de las relaciones sociales, la
identificación y la desidentificación sexual y el rechazo al trabajo” Berardi, Franco “¿Qué significa autonomía
hoy?” Pág.: 58-59. “Generación post-alfa: patologías e imaginarios en el semiocapitalismo” Editorial Tinta Limón
Ediciones, Argentina. 2007
20 El concepto de contrapoder engloba tres elementos: resistencia, insurrección y poder constituyente. Mientras
la resistencia son las formas de contraponerse a los bloques Institucionales dominantes, “una insurrección es un
acto de revuelta colectiva”, y el poder constituyente en palabras de Hardt y Negri “hace referencia a las formas
sociales y colectivas de comportamiento que son la fuente desde donde los sistemas constitucionales y políticos
recogen su poder” Michael Hardt y Toni Negri (2001) “La multitud contra el Imperio” Revista Contretemps. No. 2,
septiembre, 153-166 -Texto PDF
21 Puede sonar determinista decir esto, pero esto no quita que hayan diversos grados y formas de habitar y
constituir la comunidad, con esto, no estoy avalando un proceso homogéneo ni universal. Solo hago un énfasis –
Anteriormente decía que la comunidad justamente se definía por su falta de “homogeneidad” y
universalidad, entonces alguien puede pensar ¿Cómo es posible entonces que se conforme un sujeto
colectivo con voluntad política? Y bien, esto es reconocer que muchos de nuestros vínculos, son
parciales y que si bien, puede haber resistencia en conjunto, eso no quita que existan diferencias, lo
que conforma la “unión” es un “espíritu común” no una “uniformidad”. Y es aquí donde siempre hay
fisuras, lo que hace que un movimiento se pueda cuestionar, preguntar sobre lo que hace y no sea
una dictadura o una practica autoritaria.
Anteriormente hablábamos del poder constituyente y de la creatividad, de la capacidad de
diferenciación que había sido trabada por este sistema de reproducción capitalista que “estandariza
la vida” y el ámbito afectivo. Aquí se encuentra el elemento subversivo y conciliador 22 de la
comunidad, la capacidad de devolvernos la participación en la construcción colectiva del mundo.
Rolnike (2001), asertivamente nos dice que esto tiene que ver con la experiencia de participar de la
construcción de la existencia, lo contrario a disociarse de las sensaciones y la desactivación de la
ensoñación, activar la fuerza de los sueños, la fantasías y la capacidad de crear, problematizar y
transformar la realidad con otros y otras; lo que hace que la vida tenga sentido y valga la pena vivirla.
Podríamos decir que esto evidencia un rasgo de “verdadera salud”.
Junto con esto, la experiencia de la comunidad, no puede estar desvinculada de la
comprensión erótica del otro y de la empatía que esto constituye, lo que da el fundamento práctico de
la ética y el reconocimiento de la alteridad. Como menciona Franco Berardi (2007) “el fundamento de
la ética no esta en las normas universales de la razón practica, si no en la percepción del cuerpo del
otro, como continuación sensible de mi cuerpo”. La experiencia de esta corporeidad colectiva, no esta
exenta de un sentido casi “tribal y dionisiaco”, lo que trae consigo la constitución de nuevos mitos de
referencia, otras formas de vivenciar la relación con el tiempo y el espacio e incluso la democracia
como ejercicio directo, muy distinta a la democracia representativa del voto y las urnas.
Por esto en la comunidad esta el germen del contrapoder, como dicen y muestran los
Zapatistas 23 , la autonomía como política radical y el autogobierno -como estrategia- engloban lo
económico, lo político, lo cultural y lo militar; por lo tanto la comunidad es capaz de recrear la vida y
los valores desde una vivencia de conjunto, la comunidad es reconocida como identidad. Y aquí, la
comunidad se establece como una heterogénesis, es decir “una apertura hacia procesos irreversibles
de diferenciación, necesarios, singualirizantes” del modo de ser de la “homogenesis capitalista”
(Guattari, 1996, Pág.: 73).
Para finalizar, considero que si la comunidad lograse advenir en un movimiento político hay
que tener cuidado con no significar y caracterizarlo en función de sus faltas, logros o derrotas. Estos
debieran ser considerados como a punto de producir y crear “por una maquina de experimentación 24”
constante. Esto es verlos netamente desde una óptica funcional, no de lo que son o podrían ser, si no
de lo que hacen, como se conectan y desterritorializan o son capturados, los efectos que producen
como movimiento en la sociedad.
Esta objeción puede parecer algo abstracta o netamente retórica, pero es un acto de “des-
edipización25” de los movimientos sociales, dejar de significarlos en torno al espacio de la ley civil o
un referente totalitario que este a la base de su comprensión como movimiento social. Esto es
concebirlos desde una perspectiva ética, que se contrapone a verlos como sujetos de derecho, ya que
la ética hace posible el reconocimiento del otro y la alteridad –desde la pura relación- el concebir a las
personas, grupos o colectivos como –sujetos de derecho- los convoca a un espacio donde la legalidad,
la norma y el estado, los significan como principal protagonista, no haciendo posible el espacio para
la insurrección y una conformación social alternativa a la “establecida”.
El que los movimientos sociales tengan como antagonista directo al poder establecido guarda
un problema que tiene que ver con su accionar y metas, en los que fácilmente su potencia puede caer
y ser atrapada por el poder constituido. Este problema es una vieja idea del marxismo clásico de
principios del siglo veinte y finales del siglo diecinueve que aun esta presente, es la vieja idea
marxista de tomarse “el poder” la noción de “dictadura del proletariado”, la identidad del “triunfo” del
como tantos otros- Esto es solo una apreciación y aproximación, no espera ser algo definitivo
22 Conciliación entendida en el sentido Marxista de superar la alienación, enajenación y la división social del
trabajo
23 La referencia al EZLN en relación a la autonomía como estrategia y la comunidad como identidad, las saco del
libro de Raúl Zibechi (1995) “Cuando bajan los arroyos: Los desafíos del zapatismo” Editorial piedra Libre.
24 Cursos de .Deleuze “El AntiEdipo y Mil Mesetas”, “Las concepciones del enunciado” 04/06/1973. Texto formato
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Revista Pánico en Crisis, Año II, Nº2, 2010, p. 31 – 36
Jaime Alfaro, en su trabajo del 2007 sobre las trayectorias de la psicología comunitaria,
declara que a partir de las exigencias hacia el crecimiento económico desde el gobierno de Chile
postdictadura, se establece como condición necesaria la implementación “de políticas de inversión
social, que en equilibrio con este (crecimiento económico), sean un complemento y, básicamente, un
insumo, y no un centro, de aquel crecimiento. Se instala, así, una nueva generación de programas
sociales dirigida a sujetos individuales afectados por condiciones de discriminación a raíz del sistema
económico imperante, que busca, esencialmente, que estos individuos desarrollen habilidades,
capacidades, recursos de protección para el enfrentamiento adecuado de estas nuevas condiciones.
La incorporación de los destinatarios y su participación en el diseño, la implementación y/o
evaluación de programas y políticas operaría a un nivel más bien discursivo en una fase inicial y, a
medida que avanza la transición democrática, va desapareciendo paulatinamente del foco central de
atención de las políticas y programas” (2007: 23, 24 entre paréntesis mío).
En esta cita habría que aclarar que ese foco de participación era el propuesto sobre todo en
un Estado pensado como benefactor, y orientado a la carencia de las condiciones en las cuales se
encontraban los sectores usuarios de estas políticas, por lo que se desprende que se desee desde
estas políticas empoderarlos según el conocidísimo neologismo.
Este conjunto de afirmaciones plantea varios elementos que me interesa hoy elucidar sobre el
problema de la autonomía y de la institucionalidad. Alfaro, no tiene al parecer ninguna objeción en
admitir, y así pareciera ser trabajado todo el texto que menciono, en que la psicología comunitaria no
tiene ningún grado de autonomía, si por ésta entendemos la idea de que se deben implementar las
acciones de intervención, por fuera o a contrapelo, de la política institucionalizada a partir de las
demandas contingentes del Estado, tanto en primer lugar; en su forma de asignación de recursos, lo
que ya ha mostrado Mariane Krausse, cuando señalaba que prácticamente todas las acciones
llamadas de intervención comunitaria eran financiadas por el gobierno, y en segundo lugar; en el
caso de su influencia ideológica sobre los modos técnicos permitidos de utilizar en los espacios
comunitarios, lo que hoy podemos ver en todas las “bases técnicas” de los programas implementados,
y que reciben recursos desde el Estado.
El problema de la autonomía y la institucionalidad es un problema que al menos desde mi
lectura, aparece y atraviesa desde el momento original a este ámbito de trabajo, ya que para mi, la
psicología comunitaria es sólo un ámbito de trabajo y no una disciplina como quisieran algunos
adelantados, ya que todos sabemos nace en tanto una forma de “acercamiento” de los recursos de
salud a un sector que al parecer no accedía, como es el caso de los soldados de postguerra
estadounidenses de los años 60.
Esto es que la psicología comunitaria misma está destinada a ser desde siempre un elemento
de intervención del Estado. Es por aquello que el problema de la institucionalidad se hace complejo,
si lo reducimos a su relación con el Estado, ya que la pregunta que plantea esto, en todo caso, es
muy simple ¿Es posible una intervención que necesariamente no responda al Estado (reduciendo lo
que entendemos como institución a Estado) como único centro determinante de las necesidades
sociales?. Y ¿Es posible llevar acabo acciones que permitan que los colectivos sean autónomos?
Para esto, propongo de entrada cambiar la forma de entender la autonomía, mostrar su
relación con la institución, y así para poder avanzar en entender si trabajamos con ella o por fuera de
ella.
Sobre la autonomía
Para definir la autonomía como objetivo, es necesario sostener una teoría sobre el porqué de
su búsqueda y sobre todo el porqué de su imposibilidad. Es decir, lo que primero a mi entender se
debe hacer es definir porqué la buscamos, en tanto se entiende que no la tenemos.
Toda esta larga exposición tiene una finalidad, superar la idea de una libertad que puede ser
efectuada en contra de la libertad de otro. Como decíamos para Castoriadis el problema central
consiste en la alienación o heteronomía, en tanto una legislación otra que se ha arrogado el derecho
de determinar nuestro deseo y nuestra verdad. La aparición de esta heteronomía es a partir de las
instituciones. Estas se encargan de encarnar las condiciones en las cuales esta legislación se
autonomiza de los hombres. Y esto es así ya que la alienación encuentra sus condiciones, en el
mundo social, más allá del inconsciente individual y de la relación intersubjetiva que se juega en él.
Hay en el mundo social según este autor, lo que carga al discurso del otro con un peso
indesplazable, el que limita y hace casi vana toda autonomía individual (ídem; 186). Es por esto que
ninguna autonomía individual está en condiciones de superar por sí sola el peso del estado del
mundo, con su estructura solidificada global, material e institucional, de economía, de poder y de
ideología, como inducción, mistificación, manipulación y violencia.
La alienación entonces en la sociedad, no aparece simplemente como el discurso del otro en el
inconsciente, sino que también en las instituciones, vía la presentificación de normas, prerrogativas,
distinciones, derechos, sanciones, etc.
Las instituciones son una red simbólica, socialmente sancionada, en la que se combinan, en
proporción y relación variables, un componente funcional y un componente imaginario (ídem, Pág.).
Las instituciones tienen como función dar sentido a lo que los hombres crean, tanto como
direccionalidad, y como inteligibilidad. El momento imaginario de la institución, hace que lo que no
tiene relación en lo sensible, lo tenga vía la simbolización. Esto es que lo imaginario no puede ser sino
en lo simbólico aunque lo imaginario no puede ser reducido a lo simbólico, ya que este sólo sería su
momento presente o material.
Por esto, el problema de la autonomía, nos deja en la puerta de las instituciones y no en la
puerta de un individuo que por sí sólo pueda llevar el germen de un estado que pueda ser compartido
en tanto un bien individual. Las instituciones son, el articulador-organizador del mundo y del sujeto,
y del orden social en el cual se inscribe y es inscrito, sin ellas, el ser social y los procesos de
subjetivación no son posibles.
Pero ¿Que sería entonces la autonomía en lo social, si no podemos vivir sin instituciones? En
primer lugar jamás una sociedad será totalmente transparente para sí misma, debido a que no se
puede abolir el inconsciente, y por que lo social, incluso pensado como relación intersubjetiva no
puede ser expresado como contenido consciente para todos los que componen la sociedad.
Así mismo lo social en tanto dimensión de lo colectivo y de lo anónimo, instaura para cada
cual y para todos, una relación simultanea de interioridad y exterioridad, de participación y de
exclusión, que no se puede abolir, ni siquiera “dominar”, y esto por ejemplo es muy evidente en la
institución del lenguaje.
Lo social es para Castoriadis, lo que somos todos y lo que no es nadie, lo que jamás está
ausente y casi nunca presente como tal, un no-ser más real que todo ser, aquello en lo cual estamos
sumergidos, pero que jamás podremos aprehender “en persona” (ídem; 191).
Ahora bien lo social, no puede darse sino por la institución, pero esta relación no es una
relación de dependencia, ya que esto nada nos diría en si mismo, toda vez que no se puede ser
dependiente de lo que nos constituye.
La relación con las instituciones es de inherencia, y en ella se puede dar la dependencia como
la libertad. Nuestra pertenencia a lo social (y a su despliegue como historia) es evidente pero también
oscura, ya que como decíamos no puede ser completamente transparente pero tampoco
completamente independiente de nosotros. La pretensión de una sociedad completamente
transparente corresponde a la ideología de un saber absoluto posible y exigible. Un saber así plantea
la idea de que la creación no es tal, sino el despliegue de lo que ya está determinado desde el inicio, y
al hombre sólo le queda buscar hasta encontrar un fin ya establecido, del cual no puede participar.
Ahora ¿Cómo se puede hacer la autonomía en lo social?. La autonomía en lo social sólo puede
ser producto de la praxis, la que deber ser entendida como el “hacer que apunta al otro o a los demás
como seres autónomos y como el agente esencial del desarrollo de su propia autonomía” (ídem; 129).
En la praxis, existe una relación interna hacia lo que se apunta, el desarrollo de la autonomía, y
entre aquello por lo cual se es apuntado, en tanto el ejercicio de esa autonomía. Es decir, el análisis
de lo que los colectivos instituyen, para poder instituirse como tales, es el estudio, y el camino que
planteamos, para que los colectivos puedan referir que ese orden social es al mismo tiempo,
producido y productor de y por ellos y del mundo. A este instituir de los colectivos, le llamamos la
acción de los imaginarios sociales.
La praxis para Castoriadis es un actividad consciente, es decir un saber, pero un saber
siempre fragmentario, parcial, provisorio, y esto es así en primer lugar por que no puede haber un
teoría o conocimiento exhaustivo del hombre y de la historia, y por que la praxis misma hace además
surgir constantemente un nuevo saber, pues “hace hablar al mundo en un lenguaje a la vez singular y
universal” (ídem; 131 cursivas en el original).
Todo lo anterior es posible de ser fundamento para el caso de una práctica política, que se
oriente como proyecto revolucionario, toda vez que el objetivo de este es “la organización y orientación
de la sociedad con miras a la autonomía de todos y reconoce que ésta presupone un transformación
radical de la sociedad que no será, a su vez, posible sino por el despliegue de la actividad autónoma
de los hombres” (ídem; 133).
Bibliografía
Introducción
La razón de utilizar un soporte audiovisual tiene que ver con la intención, primero de
enriquecer el relato del “hecho socioinstitucional” que es objeto de mi disertación; y, segundo, para
intentar transmitir el intenso impacto que me causó conocer esta organización en alguno de sus
congresos de derechos humanos a inicios de la década anterior.
Cerca de tres mil personas en una pequeña sede, presurosas por entrar a las distintas
conferencias simultáneas, avanzando en medio de libros y bizcochos; lienzos, cuadros, y fotografías;
mientras al mismo tiempo, afuera, en la Plaza del Congreso se escucha una radio popular
transmitiendo en vivo; un “teatro” con actores desmanicomializados que realiza su puesta en escena
en medio de tiendas donde piqueteros venden “choripanes” y asado para autofinanciarse, para luego
dar una conferencia acerca de sus tareas de autogestión; y yo en un taller liderado por “insanos”
tratando de entender dónde estoy. Salgo al pasillo y me encuentro con las mismas “madres”, mujeres
viejas ofreciendo sus pañuelos bordados y tarjetas, y dispuestas a conversar, y contar su historia,
una y otra vez.
Cómo dar cuenta de ese vértigo, de ese pequeño universo bullente, cuyo origen estuvo en un
conjunto de madres que desesperadamente salieron a la calle a buscar a sus hijos desaparecidos.
Diana Kordon y Lucila Edelman, en sus estudios acerca de los efectos psicológicos y
psicosociales de la represión y la impunidad, identifican una serie de “Acciones Institucionales”
desarrolladas por la dictadura, que tuvieron por objeto provocar el terror y el control represivo sobre
la población. Así se sistematizaron las detenciones seguidas de desaparición, cuestión que afecta a
víctimas y sus familias, y a todo el conjunto social.
Además, como una estrategia de crear consenso a su favor, la dictadura realizó una campaña
de acción psicológica específica; por medio del control casi absoluto de los medios de comunicación
de masas.
La detención seguida de desaparición colocó a las familias en una situación traumática,
límite. La ambigüedad, psicotizante por el nivel de desestructuración que puede llegar a producir, a
través de la situación de presencia-ausencia, existencia-no existencia simultánea. A esto se agregaba
el dolor por el tormento sufrido por el desaparecido.
Así, estas autoras identifican:
29
Ponencia presentada en el Coloquio “Salud mental y Contrainstitución” en la Facultad de Ciencias Sociales de
la Universidad de Chile el sábado 29 de mayo del 2010.
30 Psicólogo. Universidad de Chile.
represivos y el desarrollo de estrategias de inducción psicológica, que a su vez perpetúan la
impunidad a nivel social y con ello, sus consecuencias psicológicas.
Ahora, habiendo visto la acción de las madres, consideremos lo señalado por Hebe de Bonafini
respecto al tema del duelo: “La mayoría de las madres nunca hicimos terapia, no hicimos un duelo
porque nunca vimos muertos a nuestros hijos y porque la muerte es otra cosa para nosotras. Las
madres pudimos socializar la maternidad, pudimos agruparnos en lo político, sin partido político,
pudimos agruparnos por fuera o por encima de las religiones, pudimos ir construyendo una política
diferente, demostrar que un grupo de Madres, de mujeres, viejas, pudimos construir una universidad,
tomarnos una plaza”.
Osvaldo Saidón, dirá que la resistencia de las madres, no pasa por la identificación con el hijo
muerto, pues ellas simplemente no admiten su falta, como “motor histórico”. Por lo contrario, ellas
invierten en otra dirección: ante un acontecimiento, sólo otro acontecimiento; ni una sola
simbolización, ni una sublimación, ni una elaboración, ni cualquier subjetivación” (Saidón, 2002:76).
Las madres, con su lucha, son cuerpos “intensos”, que insisten, que marchan alrededor de la
plaza, afectando a todo el que se aproxima. En tanto modo de acción, singular, no responden a las
maniobras de encierro en los modelos de estado, de partido, o de familia: “con su cuerpo de madres
sin hijos mantienen su locura en permanente estado naciente”, por lo cual no se la puede
transformar en enfermedad mental. La práctica de estado que hace de la locura, el desvío o la
desadaptación social, una “enfermedad mental” que debe ser conjurada permanentemente”.
Actuando así, conjuran su psiquiatrización, las respuestas “personológicas” o subjetivadoras”.
Funcionan para resistir, “escapar continuamente a los lugares preparados, a los grupos preformados.
Crean, a partir del “accidente” nuevas y singulares formas de vida, no se quedan en sobrevivir con el
dolor y la amenaza.
Bauleo y Pavlovsky, dirán, respecto del agruparse, que la internalización de un “nosotros” es
lo que posibilita el proyectarse del cuerpo en otros cuerpos; y con ello lograr que la muerte disminuya
en su poder mágico” (Bauleo-Pavlovsky, en Bauleo, 1983:119)
Por último, en términos de Pichón-Rivière, entendemos que las madres a través de su acción
resistencial y contrainstitucional, hacen un proceso de adaptación “activa a la realidad”, concepto
dialéctico, que implica que en tanto el individuo se transforma, transforma el medio y viceversa,
configurándose una espiral dialéctica, que provoca “una desalienación del intra y el extragrupo”
(Pichón-Riviére, 1985:66).
Es nuestra idea que puede entenderse en la acción de las madres un modo contrainstitucional
desalienante, que las sostiene y transforma el dolor intenso e inconsolable por la pérdida; en una
producción permanente, incesante, generadora de deseo, inconmensurable en su devenir; productora
de nuevos sentidos, provocando un efecto terapéutico y profiláctico, socializado a través de nuevos
espacios que emergen en la misma acción contrainstitucional, en un instituyente que instrumentaliza
los mecanismos de institucionalización.
El Modo de Acción Contrainstitucional: “Lo Instituido y lo Instituyente”: el conflicto y el
cambio institucional
Referencias bibliográficas:
Baremblitt, Gregorio “La concepción institucional de la transferencia” en “El Espacio Institucional 1”.
Lugar Editorial S. A. Buenos Aires, 1991.
Bauleo, Armando. “Contrainstitución y grupos”. Ediciones Nuevomar. México DF. 1983.
Foladori, Horacio. “Análisis institucional e intervención familiar”. Ediciones Espiral. Escuela de
Psicología Grupal y análisis Institucional “Enrique Pichón-Rivière”. Santiago, 2004.
Foladori, Horacio. “La Intervención Institucional. Hacia una clínica de las instituciones”. Editorial
ARCIS. Santiago, 2008.
Kazi, Gregorio. En presentación de texto “Salud Mental y Derechos Humanos. Subjetividad, Sociedad
e historicidad”. Ediciones Madres de Plaza de Mayo. Buenos Aires, 2004.
Kordon, Diana; Edelman, Lucila. “Efectos psicológicos y psicosociales de la represión política y la
impunidad”. Ediciones Madres de Plaza de Mayo. 2005.
Pichón- Rivière, Enrique. “El Proceso grupal”. Editorial Nueva Visión. Buenos Aires, 1985.
Saidón, Osvaldo. “Clínica y Sociedad. Esquizoanálisis”. Editorial Lumen. México DF. 2002.
Revista Pánico en Crisis, Año II, Nº2, 2010, p. 41 – 43
Marcelo Rodríguez31
Viviana Vizueta32
Muchas han sido las respuestas acuñadas en el transcurso de la historia, para definir o
delimitar el estado de Salud Mental de los individuos e implementar instituciones y métodos
terapéuticos coherentes con tales definiciones. Cada disciplina o enfoque teórico, sostiene implícita o
explícitamente una concepción ontológica, epistemológica, metodológica, ética y política del ser
humano con el cual se construye un lazo vinculante. Revisando la historia, constatamos que, la
noción de “Locura” responde al discurso del saber-poder institucionalizado y por tanto interiorizado
por los individuos en la sociedad. Cada afirmación responde a una construcción social y a una
expresión ideológica y no a una visión de “objetividad científica”, ya que los conocimientos co-
construidos no son independientes de los significados intersubjetivamente valorados y sostenidos por
una comunidad científica. En este sentido, por ejemplo, vemos que en la teología cristiana el
“espíritu santo” y el “diablo” luchaban por la posesión de las almas. La demencia se veía como algo
diabólico. Se sitúa, luego, el proceso de racionalización de la locura, es decir, se excluyen las
explicaciones sobrenaturales, o sea, se humaniza la “locura”. A partir de las influencia de Decartes,
reconocido como fundador de la Filosofía moderna, la “locura” se considera como enfermedad mental
y se estudia bajo constructos afines.
La dimensión de abordaje terapéutico responderá a la creencia sobre las causalidades
relacionadas a los co-relatos conductuales, por parte de la institucionalidad vigente. Esta sostiene
una intención relacional hacia ese Otro diagnosticado como enfermo mental, cuyas dinámicas
sociales responderán a tales definiciones.
Como posición crítica surge la idea de construir una experiencia que incluye otras formas de
fundamentación conceptual, como lo es el Arte Metanóico y que en la praxis co-construimos una
intencionalidad terapéutica, que promueve el valor de la integración social y que intenta generar
precedentes sobre una alternativa de acción política. Estos elementos los entendemos como
interdependientes y como espacios de reflexión-acción-reflexión con el propósito de buscar nuevos
sentidos significativos, bajo los principios de los Derechos Humanos.
La experiencia compartida
En este marco, en el proyecto: “Primera Muestra Nacional de Arte y Cultura, ejecutado desde y
con Personas Internas del Hospital Psiquiátrico Julio Endara”, financiado por el Ministerio de Cultura,
desarrollamos una alternativa terapéutica al conjunto de prácticas clínicas tradicionales en salud
mental. En una primera fase, utilizamos la expresión artística como espacio de expresión-producción
y de reconstrucción-integración, de las imágenes psíquicas y de las relaciones psicosociales
asociadas. Se ejecutaron tres talleres semanales de pintura y dibujo, liberación narrativa y
musicoterapia, durante 7 meses, con un grupo activo de 25 personas. Como producto cultural del
proceso se elaboró un libro denominado “Arte Metanóico”, que materializa un espacio de creatividad
propia de los participantes e incluye cuentería, poesía, letras de canciones creadas por los internos y
fotografías de las pinturas elaboradas. Conjuntamente, se construyó un documental de la
experiencia.
En la segunda fase del proyecto, se coordinaron tres espacios de muestra: La Primera Muestra
de arte Metanóico y Lanzamiento del Libro Arte Metanóico, en la Universidad Politécnica Salesiana; la
misma Muestra en el Ministerio de Cultura y la Primera Jornada Internacional: “El Hospital
Psiquiátrico, opciones, elecciones y otras miradas”, en la Facultad Latinoamericana de Ciencias
Sociales, FLACSO. Estos espacios propiciaron el protagonismo de las personas internas, en tanto sus
disposiciones corporales, sus narrativas y su sentir en sociedad. Responde, a su vez, a la
construcción de ciudadanía desde el espacio público. En suma, a una acción política específica.
Podemos afirmar que los talleres y las dinámicas relacionales generaron cambios en la salud
mental de los participantes. Destacamos la integración psíquica, la comunicación interpersonal, la
posibilidad de valoración personal y grupal, la mejoría en las relaciones institucionales y la
visibilización-sensibilización de las capacidades, habilidades y fortalezas del grupo en su contacto
con otros espacios sociales.
Ahora bien, estos resultados observados los sustentamos desde la acepción de Arte Metanóico,
entendiendo a éste, como el viaje interno que desarrollan los participantes, a través del
reordenamiento del sí mismo como una entidad bio-psico-social-espiritual. Este proceso se trabajó en
tres momentos canalizadores, a saber: el catártico, el simbólico y el de recentración del yo, como un
conjunto ordenado de transformaciones simbólicas. Consideramos como complemento, la teoría del
caos, en la que éste es necesario, para establecer un orden que luego se construyó en la dinámica de
caos-sentido-orden. Para los casos en que los participantes mantenían un orden determinado, se
trabajó desde el encuentro con los sentidos personales. Evento que se proyectó hacia el bienestar y
equilibrio de los mismos.
Cabe considerar, que la Metanoia no es la locura, esta última se focaliza dentro del marco del
naufragio psíquico de las personas, al no ingresar a éste viaje que les permite el encuentro real con
su esfera humana, con su yo real; es decir con su naturaleza, es así que se hace referencia a los
modelos de atención, que siguen conservando al interior de los hospitales a personas durante más de
treinta años. Desde la concepción metanoica la persona en esta situación realmente no ha empezado
su viaje y se encuentra en una pausa silente de su devenir, sintiendo la extrañez que experimenta el
extranjero de Camus, incluso en su propia tierra.
Como parte del proceso de ejecución, realizamos una investigación que describe los discursos
sobre el Arte Metanoico, como terapéutica desde las personas internas y actores institucionales del
Hospital Psiquiátrico Julio Endara. Nos basamos en un enfoque cualitativo, entendido como una
descripción-comprensión de la experiencia significativa, desde la visión de las propias personas
implicadas en el espacio y el proceso del proyecto.
Hay que considerar una serie de factores que confluyeron para que las personas presentaran
mejorías en sus estados particulares y sus relaciones sociales, siendo el espacio de los talleres un
aporte sinérgico a todo el trabajo que se efectúa en el hospital. Las referencias sobre los principales
efectos terapéuticos de los talleres se evidencian tanto en los estados mentales, como en las
relaciones sociales y cotidianas de las personas internas. La expresión artística se convierte en una
fuente de re-construcción que valora sus fortalezas y habilidades, como una experiencia de logro, de
mostrar su sentir y su necesidad de integración social. Se observó una construcción subjetiva sobre
un “otro” que discrimina. Este otro lo constituye la sociedad y la diferenciación que se exacerba con
el etiquetamiento social de “los locos”.
“Mostrar lo que uno es, es un logro… no ser aislada, etiquetada y discriminada y que nos tomen en
cuenta como un ser más en la sociedad”. (Participante).
La metanoia provoca una implicancia terapéutica, en la que la persona se empieza a reconocer
desde sus valoraciones positivas, así también, siente y expresa su necesidad, no desde la posición de
víctima, si no como un actor social, de modo que durante el proceso, se repiensa las teorías sociales e
históricas, entorno a los trastornos mentales lo que provoca que, aquel casi eterno fetiche del
conocimiento, pueda ser crítico con su condición y con las posibilidades que se le presentan.
A su vez, la expresión artística impacta en la reflexión-valoración de la voz propia, influyendo
en la seguridad del sí mismo y en una autopercepción de valor emocional positivo. De acuerdo al
proceso del taller, se observaron cambios positivos en las relaciones entre pacientes y entre el
personal del hospital y los pacientes. La comunicación se incrementó paulatinamente y los afectos se
exteriorizaron con mayor frecuencia. Esta relación posibilitó a las personas, articular su acción-
expresión con sus experiencias vitales, reconfigurando las posibilidades de entendimiento de su ser-
estar en la institución. Así refiere una gestora cultural: “Hay mayor comunicación, son más sociables
entre ellos mismos y los afectos ahora se exteriorizan (…) se ha generado mayor integración”. La
condición social de la Metanoia permite que el grupo se sienta apto para exteriorizar sus creaciones y
exponerlas al ojo social, este evento se logra a través de la seguridad que adquiere el grupo.
Hay que considerar que, comúnmente, se observa en el hospital el ensimismamiento como
característica conductual. Los espacios de expresión artística abren posibilidades de verse y sentirse
de otro modo y de disfrutar de experiencias de aprendizaje psicosocial.
“…esto del arte me ha permitido comprenderles (a los/as compañeros/as), vivir como una familia,
aceptarles a las personas tales como son y tratar de ayudarles si es necesario, y aprender nuevas
cosas” (Participante).
La concepción de comunidad es importante dentro del proceso, ya que cada participante se
construye en su relación con sus referentes inmediatos y que incluye objetivos comunes, vale decir,
mejorar su condición. En este mismo sentido, se significa y valora la oportunidad de desarrollar la
sensibilidad hacia el “Otro” como espacio de integración. Se amplía esta forma de narrar, de
emocionarse con la vida, de concebirse con dignidad y mejorar las relaciones humanas.
“Te vas mejorando, vas actuando más estructurado, vas teniendo mayor noción de vida y, al mismo
tiempo, sensibilidad hacia el prójimo; al mismo tiempo vas ganado más respeto, más dignidad, mejor
trato” (Participante).
Otro elemento esencial, es la apropiación del espacio como una construcción colectiva de las
personas internas y el impacto que ha tenido en la motivación, en tanto, se han observado incipientes
articulaciones para organizar nuevos proyectos y solicitar recursos. Es evidente la valoración del
nuevo espacio que se constituye como propio, y el respeto de los profesionales de la institución.
“Percibí también que ellos no son dueños de ningún espacio, nada les pertenece dentro de la institución,
pero a partir del taller, se apropiaron del espacio, manejan el taller e invitan a otros pacientes a que
formen parte de él, y ahora los doctores respetan ese espacio” (Gestor cultural).
Uno de los principios éticos que vivenciamos durante el proyecto, fue el empoderamiento de
las personas internas con respecto a su espacio, a su participación y a su auto percepción.
La concepción de reconstrucción psíquica implica un fundamento epistemológico de tercería,
ya que los “objetos del mundo” no pueden ser conocidos en “sí mismos”, sino que, aquello que
decimos conocer, estará influido por un sujeto social-institucional que media en la naturalización de
los significados de cada persona. Las posibilidades de transformación dicen relación, en
consecuencia, con la dimensión psicosocial del ser humano y sus manifestaciones éticas y políticas.
Lo que podamos o no definir sobre mejoras en la salud mental o re-significación de ésta, dependerá
de los significados asociados a las acciones terapéuticas y que se justificarán en función de la
valoración intersubjetiva de tal o cual comunidad. Aquellos sano o enfermo lo concebimos como una
construcción socio-histórica e ideológica. Cada consideración es construida como “Otredad” ya que,
según Paulo Freire, “somos seres de relaciones en un mundo de relaciones”.
Ahora bien, con respecto a la necesidad de articular políticas específicas sobre el tratamiento
alternativo de personas internas, los discursos son contundentes: indican que no hay referencias
explícitas sobre la enfermedad mental. Estas personas son invisibilizadas como sujetos de derecho a
alternativas terapéuticas, tanto en su situación interna, como en las posibilidades de inclusión socio-
laboral. Ellos mismos expresan la necesidad de sentirse integrados, de mostrar lo que pueden hacer y
el valor humano que subyace en esa condición esencialmente relacional.
Esta experiencia de investigación-acción-participación genera un primer referente para la
valoración del quehacer y posibilidades de creación de estos grupos. No obstante, “hay mucho por
hacer”. Si bien, la Constitución expresa en el Art. 47 que, “El Estado garantizará políticas de
prevención de las discapacidades y, de manera conjunta con la sociedad y la familia, procurará la
equiparación de oportunidades para las personas con discapacidad y su integración social”; no se
conocen dispositivos de integración exitosos para este grupo de ciudadanos y ciudadanas, ni políticas
específicas que garanticen sus derechos constitucionales, entendiendo que desde distintas
apreciaciones, incluso políticas, se distingue la enfermedad mental de la discapacidad. Se sostiene,
en efecto, la necesidad de discutir y co-construir protocolos interinstitucionales sobre políticas
específicas que garanticen los derechos y que mejoren las condiciones relacionales de las personas
internas. Esta necesidad se expresa como “Derechos del Buen Vivir”, en que “las personas tienen
derecho a desarrollar su capacidad creativa, al ejercicio digno y sostenido de las actividades
culturales y artísticas” (Art. 22). En este mismo sentido, el artículo 23, refiere que “Las personas tiene
derecho a acceder y participar del espacio público como ámbito de deliberación, intercambio cultural,
cohesión social y promoción de la igualdad en la diversidad”.
Se propone profundizar estudios que integren diversos métodos de investigación para construir
nuevos discursos y acciones que amplíen las posibilidades de relación e integración psicosocial. En el
marco de la Constitución del Ecuador, hay una tarea pendiente: procurar la implementación de
formas alternativas al quehacer terapéutico y a las estrategias de integración social, puesto que las
posibilidades de mejorar, están mediadas por la significación-valoración de nuestras relaciones
humanas y lazos sociales necesarios para avanzar en la mitigación de los contextos de
discriminación.
Revista Pánico en Crisis, Año II, Nº2, 2010, p. 45 – 50
Felipe Tombolini33
“La tiranía social, a menudo aplastadora y funesta, no presenta ese carácter de violencia imperativa,
de despotismo generalizado y formal (…) no se impone como una ley (…) su acción es más suave, más
insinuante, más imperceptible (…) domina a los hombres por los hábitos, por las costumbres, por la
masa de los sentimientos y de los prejuicios (…) envuelve al hombre desde su nacimiento, lo traspasa,
lo penetra y forma la base misma de su existencia.”
Mijael Bakunin.
“El Estado es a lo social lo que el capital al trabajo, una apropiación de las fuerzas colectivas”
Pierre Joseph Proudhon.
¿Es posible pensar las nociones de ideología e inconsciente más allá de cómo han sido
tratadas históricamente por las ciencias sociales en general? ¿Qué respuesta puede dar la práctica
contra-institucional a dichos conceptos, ya archí reiterados en el saber académico instituido?
Pues bien, lo que me interesa mostrar son solo aspectos fluidos de un ámbito común de
actividad y que bajo ningún punto de vista podrá recibir una respuesta desde el campo de lo teórico,
o sea ninguna respuesta viable que escape a una retórica académica reiterada.
Sin embargo intentaré plasmar una relación, una coincidencia, que aparece entre los
conceptos de ideología e inconsciente desde las ciencias académicas instituidas, bajo la egida de
anudamientos, y la posibilidad de tirar de uno de sus extremos a partir de la propuesta contra-
institucional, desatando, al menos en el intento, la visibilidad del proyecto del cual son portadores.
Ideología
1. Me interesa presentar un concepto de ideología distinto de otros, más bien, distinto de aquel
con que históricamente se ha traficado de manera retórica y majadera en las ciencias sociales,
partiendo críticamente desde la noción expuesta por Karl Manheim en su “Ideología y Utopía” 34 y que
encuentra a mi juicio su expresión culmine en el estructuralismo marxista de Althusser 35.
El concepto de ideología tiende ha ser usado al modo de “perspectiva” o “punto de vista”
concepto que se encuentra siempre determinado por intereses de grupo o de clase. Es decir como un
fenómeno de la conciencia y que en principio siempre podría ser reconocible de manera intelectiva.
En Psicología Social, al estilo de la escuela post moderna o derechamente relativista de Tomas
Ibáñez, el constructivismo redefine el concepto y llama ideología a las construcciones que diferentes
culturas o grupos sociales hacen de su realidad local, entonces y bajo este argumento bien
podríamos hablar de la existencia de una “ideología popular”, de una “ideología de los mapuches” por
ejemplo, casi al estilo de los paradigmas de Paul Feyerabend, equivalentes e inconmensurables. La
ideología aquí sería un fenómeno inconsciente, local, pero reconocible, en la medida en que se puede
caracterizar a esa ideología y ver como quienes la sostienen se reconocen en ella. La ideología sigue
siendo una manera de ver que ahora es una construcción, implícita, pero elevable a la conciencia.
Este concepto de ideología, es en el fondo el mismo que está presente en la obra de Althusser,
aduciendo que todo aquella construcción que se hace de la realidad puede ser falsa, distinguiendo en
ella lo que hay de falso y lo que hay de real. Lo falso estaría determinado por aquello a partir de lo
cual se encubre a los intereses que establecen la construcción de una determinada realidad. La
ideología vendría ha ser por tanto, una falsa conciencia. De ahí que para Althusser la ideología se
constituya como lo contrario de la ciencia, así lo intenta demostrar en un plano similar Martín Buber
en sus “Caminos de Utopia”36, cuando devela la pretensión política del famoso y ultra citado texto de
Engels, pieza angular en la construcción del “Diamat” 37 , “Del Socialismo Utópico al Socialismo
Científico”, en torno a la legitimación por medio de la institución académica del socialismo verdadero,
Inconsciente
38 No esta demás decir, que aquel falso socialismo, el socialismo utópico al que se refiere Engels en su texto,
corresponde en su mayoría a una invectiva crítica que apunta hacia los planteamientos teóricos de Proudhon y
Bakunin, como propuestas doctrinales al interior del pensamiento clásico del anarquismo. En buenas cuentas,
lo que ya intentaba Engels en aquella época, adelantándose a los hechos que vendrán con la revolución rusa y
gracias, eso sí, al dinero del partido social demócrata alemán con el que contaba para republicar las obras de
Marx, era elevar al marxismo a nivel del saber oficial y que después asomándose como triunfante ante la
historia, dejará sin cabida y en condición de subalternos a los demás saberes de la transformación social,
existentes hasta ese momento.
Entonces el concepto de que el juego del inconsciente se viene a articular en torno a un gran
otro, que actúa como elemento personalizador es lo que permite la idea a partir de la cual la
psicología y en particular la cognitiva, desarrolla el concepto de terapia que es capaz de actuar sobre
el inconsciente. Una terapia que solo tiene sentido si actúa sobre los individuos, en una relación
entre personas que constituidas desde sí pueden modificar sus conductas mutuamente en algún tipo
de acción interpersonal. La base argumentativa de esta práctica terapéutica se encuentra en la
confianza del poder de la conciencia sobre los actos, reelaborar situaciones traumáticas originarias,
intentar un encuentro catártico con lo reprimido, reforzar el Yo desde una esfera libre de conflictos,
promover la aceptación de los aspectos no deseados de la personalidad, en fin; volver conciente lo
inconsciente.
Es en este punto donde se entre cruza, la noción de ideología Althusseriana con la noción de
inconsciente individual, el que ambas sean pensadas como un modo de ver, de entender el mundo
desde una perspectiva intelectiva. Es decir, el que todo fenómeno no reconocible por la conciencia
pueda ser elevado a ella misma, en la psicología desde la terapia y en las ciencias sociales, desde el
saber científico. Lo particular de esta forma de entender el mundo bajo el cual podría haber una
lucidez no ideológica de la conciencia a la vez que una especie de suspensión del reino del
inconsciente, es que de alguna manera se mantiene el dualismo formalista del realismo empirista
presente en la relación “res cogitans” y “res extensa” de René Descartes y que Kant intenta superar,
desbaratando la duplicidad entre un yo real y objetivo y un mundo exterior de cosas reales y
objetivas, pero que debe ceder ante la dualidad que significa la variedad real de lo “en sí
indeterminado” que pone los contenidos puros de las formas que configura la subjetividad
trascendental.39 Es decir, que bajo la perspectiva del concepto de ideología e inconsciente presentado
hasta ahora, la propuesta conceptual y utópica en el horizonte de ambas sería la de utilizar al “saber”
o las técnicas que el saber entrega, como condición de la “acción emancipadora”, en el supuesto en
que la “transparencia general de los actos” es posible, y la confianza en la bondad y en una virtud de
los hombres opera como una cuestión inherente, llena de optimismo y de voluntad armónica.
Nuevamente es la ética empirista y su idea hedonista de naturaleza humana, el realismo de las
ciencias naturales y la ingenua trascendencia del saber positivo, las que subyacen como resultado
político a las propuestas de estas concepciones de ideología e inconsciente.
3. Pues bien, lo que se ha puesto de relieve en ambas definiciones anteriores es la renuncia pura
y simple del carácter transindividual y universal de lo inconsciente y de la ideología. El primero al
poner de manifiesto la posibilidad clínica del tratamiento particularizado de la ley y el segundo la
“lucidez o transparencia cognitiva” articulada desde la ciencia, como forma de un observar de manera
no ideológica al mundo.
Lo inconsciente y la ideología son el campo de lo transindividual fundante, en el cual el
individuo se constituye, es el espacio de la racionalidad real. Es decir, lo inconsciente no permitiría
un lado de afuera que consintiera una forma de ver no inconsciente. O sea, que si la realidad de los
transindividual consiste en trascender las funciones particulares por medio de las cuales esta se
expresa, no puede por lo tanto ser sino, entendida como totalidad. Será por ello que tenga sentido
dejar de pensar ya a la ideología como modo de ver y comenzar entenderla como un modo de ser del
mundo.
Lo que sostengo con esto es que para el caso de la ideología ya no puede ser pensada como lo
pensó el marxismo estructuralista, es decir como una articulación de partes en que a, un “modo de
producción” le corresponde, una “estructura jurídico-política” y ha esta le corresponde una ideología.
Si no entender, a la formación económico-social toda de una vez y no como un conjunto de partes
que haya que juntar o separar. Modo de producción, estructura político-jurídica e ideología son lo
mismo. La ideología es la producción cuando miramos a la producción en lo que tiene de concepto, de
ahí que cada objeto sea en virtud de todo el mundo ideológico que tenemos incorporado. No hay un
mundo de la producción separado de un mundo de las ideas.
Desde este punto de vista la idea que una determinada sociedad tiene de sí misma está
enmarcada en la racionalidad en la que viven y que no es sino la manera en que producen y
reproducen sus vidas. O sea, las ideas de la realidad no son más como ideas que lo que la realidad
misma es de manera efectiva. Tal y como lo plantea Proudhon con su concepto de “ideorealismo” 40,
39 Ver Carlos Pérez Soto. Sobre Hegel. Santiago, editorial Palinodia, colección Contrapunto, 2006, pp. 45-71.
40 Es importante aclarar que el concepto de “ideorealismo”, desarrollado por Proudhon y correspondiente al nivel
idea y realidad coinciden, las ideas de la realidad no pueden sino ser entendidas como ideas
apetentes, ideas que son una condición existencial y ontológica de la realidad que producen y que
nombran.
Sin embargo, el conjunto de ideas que una época tiene de sí, no es desde luego un lugar
inocente en que todas las claves quedan al descubierto. Como ya fue planteado, la transparencia
general de los actos es una utopía empirista que encuentra su límite en la tragedia de la libertad
humana o bien a partir de su propia constitución histórica bajo la cual han puesto determinaciones
que se le han vuelto ajenas y que terminan por fragmentar el espacio social. Sin embargo, las
sociedades desarrollan discursos a partir de los cuales sus contradicciones quedan armonizadas y de
esta manera logran reunificar el espacio social fragmentado, aunque sea de manera imaginaria. 41 Esa
reunificación no debiera entenderse como falsedad o engaño, ya que sigue siendo la consecuencia del
efecto sus particulares condiciones de existencia, como forma esencial a su racionalidad.
Considerada de esta manera la ideología no es verdad, sino que es “la verdad”. Lo que ha
ocurrido con el concepto de ideología que hemos ocupado hasta el momento es que se ha identificado
la visión de mundo con el mundo, por lo tanto ya no es una visión, sino que es, el mundo mismo.
Inconsciente Estatal
filosófico de su análisis, no es un concepto que le pertenezca originalmente. Este concepto proviene de la filosofía
de Johan Fichte, en particular de la dialéctica del “Yo y el No- Yo”, que corresponde a la idea de Sujeto pensada
como “subjetividad transindividual” y que se diferencia internamente en el proceso de desdoblarse en “otro de sí”
como objeto y sujeto a la vez, coincidiendo de esta manera, idea y realidad. Ver Pierre Joseph Proudhon. El
Sistema de las Contradicciones Económicas, Tomo II. Madrid, editorial Jucar, 1974, pp. 142-209.
41 Ver Eduardo Colombo. El Imaginario Social. Montevideo, editorial Nordan-Comunidad, 2002, pp. 171-183.
42 Ver René Lourau. El Estado y el Inconsciente. Barcelona, editorial Kairos, 1980, pp. 19-46.
43 Desde luego que un planteamiento tan retrógrado en torno al Estado y que en función de sus concepciones
teóricas no logra ir más allá de la filosofía política de Nicolás Maquiavelo, no puede ser otro que Gilles Deleuze,
es justamente a partir de esta concepción chata del Estado condicionado bajo “fronteras territoriales” que
elabora un concepto tan abstractamente concebido como el de “Maquina de Guerra”, a partir del cual habría
algo así como “seres periféricos puros” que escaparían a esas fronteras territoriales del Estado. Ver Gilles
Deleuze. Estado y máquina de guerra. En El Lenguaje Libertario, antología del pensamiento anarquista
contemporáneo. Christian Ferrer (compilador). Buenos Aires, editorial Altamira, 1999, pp. 153-179.
5. Entonces, ¿se puede analizar el Estado, el inconsciente?, el inconsciente estatal por lo general
autoriza aquello que se denomina “toma de conciencia” de las “responsabilidades”, pero que sin
embargo es el acceso al rango de servidor destacado de la meritocracia que termina identificándose
con él, a un nivel en el cual todo proyecto de vida resulta coincidente de manera absoluta con las
estrategias institucionales que ha desarrollado la política instituida, muy al estilo neo-
institucionalista de Arrow.
Nuevamente, ¿se puede analizar el Estado, el inconsciente?, quien intenta llevar a cabo dicha
tarea, obtiene por lo general el resultado de ser lo inconsciente quién termina hablando a través de
sus articulaciones particulares y a través de su análisis. Si a la articulación de las estructuras de la
conducta se encuentra lo inconsciente, entonces el análisis del Estado inconsciente resulta inútil. A
lo sumo se pueden repetir una y otra vez variaciones de su mito fundante obteniendo sino
repeticiones de la estructura original. El Estado inconsciente entonces viene a constituirse en el
discurso delirante del poder al que se le denomina “realismo político”, que bien se inscribe en el
espacio social a modo de una “neurosis del destino”, y que se manifiesta en denegaciones, lapsus y
repeticiones. Esta es la consecuencia que se obtiene de la política, el que sea jansenista, aplastante y
de la que no se pueda decir sino, que no hay más que la que realmente hay.
¿Se puede analizar el Estado, el inconsciente?, nos lleva a preguntarnos por si ¿es posible una
racionalidad del inconsciente?, pues bien, razón y consciencia no deben porque ser los mismo, el
inconsciente no tiene razones que la consciencia no pueda entender, de lo contrario quedaríamos
remitidos ha hablar de razón solo cuando nos referimos al campo de la consciencia. Pero más aún,
como mínimo, sino se tiene la oportunidad de transcribir una experiencia colectiva, la escritura
individual se encontrará siempre en muy mala posición para analizar sus propias implicaciones
estatales a la hora de enunciar un discurso sobre el Estado. ¿Y que significa esto? ¿Qué la existencia
de un campo que trascienda a la conciencia y a la racionalidad habitual debiera necesariamente
coincidir con la irracionalidad pura?, nuevamente considerar lo inconsciente de esta manera es
aceptar su coincidencia con la potencia imperativa del destino, que nos vuelve a remitir al “realismo”
de la política instituida.44
Contra-institucionalidad
Epílogo
7. La lucha que nos constituye no debe ser contra la posibilidad de un “inconsciente historizado”, que
tendemos a no reconocer como propio y del cual intentamos radicalmente apropiarnos, al modo de
un “no saber de sí” Fichteano sino, contra el “Estado Inconsciente” que en buenas cuentas es el que
viene a configurar nuestras prácticas desde una “potencia exterior”, desde una voluntad que no la
establecemos como perteneciente, desde una voluntad enajenada. La práctica contra-institucional no
se encuentra en ningún lugar privilegiado desde donde generar las condiciones para garantizar el
análisis del Inconsciente Estatal, ya que aquel espacio oscuro de las relaciones sociales y a partir del
cual se ha instalado la negatividad de la tragedia humana para trascendernos en forma constitutiva,
46 Ver Eduardo Colombo, Anarquismo Exposición Internacional. Barcelona, editorial Fundación de Estudios
Libertarios Anarco-sindicalistas, 1994, pp. 42-47.
47 Me interesa aclarar que René Lourau, en uno de los últimos textos, llamado “Libertad de Movimientos” dedica
un capítulo completo a lo que él denomina; “momentos de la acción institucional”, ahí identifica y define
claramente la diferencia entre; el modo de acción institucional, el modo de acción anti-institucional, el modo de
acción contra-institucional y el modo de acción no-institucional. Lo que es importante recalcar es, que cada uno
de ellos es delimitable y demarcable respecto del otro. De esta manera el modo de acción anti-institucional será
entendido como aquel movimiento da carácter anti-estatal que porta en si un proyecto macro-social al que se le
denominan contra-institucionalidad. Sin embargo ese proyecto, ya comienza su materialización en la práctica
misma de su movimiento portador -el movimiento anti-institucional-, ahí ya se generan nuevas dinámicas
sociales que son formas de la contra-institución. En buenas cuentas, la contra-institucionalidad asumirá un
carácter existencial en la medida en que la acción del movimiento anti-institucional se logre plasmar como
subjetividad colectiva. Ver René Lourau. Libertad de Movimiento “Una introducción al análisis institucional”.
Buenos Aires, editorial Eudeba, 2001, pp. 102-147.
no es analizable. Lo que sí puede llevar a cabo el movimiento anti-institucional en tanto portador del
proyecto contra-institucional, es que el inconsciente estatal sea reconocible como propio, como
histórico, como una forma de las determinaciones históricas que se nos han vuelto ajenas, por lo
tanto ahora sí, el despliegue de la practica radical del proyecto contra-institucional, está en
condiciones de garantizar que la política instituida consistente en el arte de perpetuar lo posible, ha
sido radicalmente trascendida por una política consistente en hacer posible lo imposible, desatando
por medio de la conciencia de dicho proceso, la lucha contra el Estado, el Estado Inconsciente.
Revista Pánico en Crisis, Año II, Nº2, 2010, p. 51 – 54
48Psicólogo Clínico Acreditado por la C.A.P.C., Magíster en Psicología (e.c) Universidad de Chile, especialista en
grupos e instituciones, docente de la Facultad de Psicología de la Universidad Alberto Hurtado, miembro del
Equipo de Coordinación de Programas Clínicos de Fundación (PARENTESIS), Perito Externo Ministerio Público,
e-mail: ideaquez@yahoo.com.
La institución que trata el tema infancia.
La institución de qué se tiende a entender por liderazgo y conducción de equipos.
La institución propia a la que alude la tarea o el objetivo de intervención.
Y aquí se hace imperioso explicitar a qué nos estamos refiriendo con institución, Institución es
agrupación estable en el tiempo en la cual existen dos dimensiones o fuerzas:
Una dimensión instituida, establecida, y otra instituyente, es decir en transformación dinámica, que
dinamiza a la primera y permite que la institución no se vuelva anacrónica y finalmente se
desintegre, se disuelva.
Es un concepto -el de institución- aplicable a agrupaciones conocidas como la familia, el
estado, la iglesia, entre otros pero, también a conceptos del ámbito de lo social como la infancia, la
mujer, la educación, en cuanto a que están conformados por distintos elementos que se agrupan y se
relacionan según parámetros establecidos y otros dinámicos, cambiantes.
Por ejemplo revisemos brevemente la institución de infancia. Esta ha variado según el momento
histórico y cultural al cual nos refiramos. Es así como en algún momento el niño era considerado y
tratado como un adulto en miniatura, durante la revolución industrial se vuelve uno más en cuanto a
su trabajo en la fábrica, en otro se lo llamó (llama) menor de edad, y hoy lo designamos como “sujeto
de derecho”.
Las instituciones que se han preocupado de los niños han variado también según las
concepciones que se tengan de lo que implica ser un niño.
Como así también han variado las concepciones sobre liderazgo, de qué implica ejercer un rol de
conducción al interior de los grupos de la organización. Estas concepciones coexisten en el hoy, no
eclipsando totalmente una a la otra.
Ahora bien me interesaría retomar la consideración de los órdenes posibles en lo social, es
decir a cómo el ser humano es capaz de organizarse como una sociedad, especialmente a los modos
de hacer institución.
En general hemos entendido y dado por supuesto que las organizaciones sociales tienen
siempre un mismo orden en cuanto a estructuras de mando en la cual hay una persona que detenta
el poder y dirige todo y luego viene el resto, en un orden jerarquizado según el margen de acción en la
toma de decisiones sobre la organización, cualquier intromisión de las líneas de mando inferiores
sobre las superiores es concebido como insurrección, es visto con desconfianza y generalmente es
sancionado. En esta concepción más clásica de organización, que ha recibido distintos nombres como
paternalista, autoritaria, despótica, autocrática, entre otras denominaciones, tenemos una
consideración de que la información llamada informal, o rumor, o los liderazgos informales, son un
peligro para el desarrollo del proyecto institucional, por que se los supone “remando para el otro
lado”, es decir en una dirección opuesta a la institucional. Esta es la visión más clásica de
institución y de liderazgo, acá los asesores señalan que el liderazgo es una función exclusiva de las
jefaturas, las cuales como personas deben desarrollar aptitudes como “el don de mando”, deben tener
“firmeza en la sujeción del timón”, deben separar lo emocional de lo racional y tomar decisiones
según el proyecto institucional, incluso he podido escuchar expresiones como “las jefaturas deben
orinar territorio” refiriéndose a marcar su espacio y evitar cualquier “insurrección”. Visión esta
estática que impide reaccionar a tiempo a un mundo en cambio acelerado, que genera pasividad y
una actitud de no reflexión sobre el trabajo mismo que se realiza, se termina paradojalmente
“tapando (y también apagando) incendios”, se reacciona tarde, no se logra preveer a tiempo, al quedar
amarrado a “planificaciones estratégicas” que terminan siendo un lastre.
Vemos en este caso una tendencia a que se generen fenómenos de alienación institucional,
que afecta a todos los trabajadores, tengan estos un cargo de jefatura o no. Al no existir espacio para
la opinión propia, para el desarrollo de la diferencia, que es el elemento distintivo de nuestra
condición de seres humanos, en cuanto seres con distintas habilidades, destrezas, intereses,
negación de lo humano en cuanto a su sujeción en lo social desde su propia condición deseante, o
dicho en otras palabras a su condición de ser libre y autodeterminado.
La institución se enferma, comienza a generar iantrogenia, es decir a hacer en la práctica todo
lo contrario para lo cual fue creada:
La institución educativa enseña a no pensar
La de salud enferma en vez de curar
La religiosa en vez de ayudar a elevar la moral individual pone en la figura de Dios la
capacidad de discernimiento y de la culpa por las propias acciones.
Se produce la automatización, la mecanización, de las funciones, se hace lo que se hace por
que eso es lo que hay que hacer, se pierde el sentido de las cosas, la capacidad de preguntarse por el
qué y el para qué.
Todas estas condiciones que tienden a generar altos montos de enfermedad individual y
colectiva, estrés, burnout, depresiones, estados angustiosos, somatizaciones, entre otros trastornos,
generan licencias médicas y baja productividad, son las llamadas variables blandas.
Vivimos en tiempos en los cuales lo instituido, lo establecido, no dialoga con lo instituyente,
con el cambio, y viceversa, ambos se necesitan para lograr un orden social, si me permiten la
expresión, humanizante.
El diálogo es ante todo algo que hay que aprender, que no viene dado a diferencia del lenguaje
por ejemplo, es por ello que muchas veces en la practica queda estancado en posiciones muchas
veces dicotómicas, estáticas. Por pánico, por miedo al caos o a la fusión total con el otro o los otros.
Por la pena que produce no ser un solo gran cuerpo social cohesionado como en algún momento lo
fuimos con el cuerpo de la madre (primeros estadios del desarrollo psíquico en que el yo era también
el otro).
¿Qué hacer entonces? ¿Qué otras alternativas hay de organización social, de entender a los
grupos humamos y su dirección? Qué ejemplos podemos dar? Tal vez en esto ustedes me puedan
ayudar: María Montessori, la psiquiatría comunitaria, médicos sin fronteras, el gran trabajo de
agrupaciones de voluntarios, entre otros.
Pero insistamos y ahora en términos más específicos en cómo entender los procesos
organizacionales y de lideración.
En general tenemos las siguientes dimensiones involucradas en toda institución:
1. La Política
2. La Económica
3. La Administrativa
4. La Técnica
Lo ideal es que no actúen como compartimientos estancos, separados unos de otros, si no todo lo
contrario, en forma interrelacionada, que cada cual sepa en qué consiste el trabajo del otro e,
insistimos, DIALOGEN.
Pongamos un ejemplo, cuando un usuario de un programa de una institución que vela por la
reinserción de personas con problemas asociados a infracción de leyes, roba al interior de la
institución. En acontecimientos como este, no tan infrecuentes, la institución toda se ve confrontada
en todos sus sistemas, tensionando su quehacer, ya que todos los niveles se ven afectados y las
decisiones que se tomen al respecto del hecho del robo también afectarán probablemente a todos.
Dejamos planteadas estas reflexiones preliminares para retomarlas al final e integrarlas con las
concepciones de lo grupal que revisaremos a continuación.
¿Qué es un grupo?, ¿cómo funcionan?, ¿Qué dinámicas le son propias a diferencia, por ejemplo del
funcionamiento de un sujeto en individual?, ¿hay diferencias entre un grupo pequeño y uno grande
en cuanto a sus comportamientos típicos? ¿Un grupo por el hecho de existir, de conformarse
garantiza el trabajo en equipo? Revisemos estas y otras preguntas que puedan surgir.
Las referencias al campo de lo grupal las podemos encontrar en el paradigma llamado socio-
institucional, este contempla 4 tipos de registros:
1. Intrapsíquico, en este se sitúa todo lo que se ha denominado como el mundo interno de cada
cual, lo intrasubjetivo, el acontecer del individuo consigo mismo.
2. Interpsíquico, en este podemos encontrar todas las alusiones a lo vincular, en cuanto la
interacción con un otro, lo que implica reconocer en el otro su propia mente, su propia
manera de vivenciar el mundo.
3. Institucional, contingente a esta exposición en cuanto a todo aquello que ocurre en el plano
de las organizaciones en donde el individuo conforma parte, ya sea la familia, el trabajo, la
institución educativa, entre otros.
4. Transubjetivo o transpsíquico, es lo que se transmite de una generación a otra, la herencia
psicológica.
Las ventajas de este paradigma son que permite trabajar con la red de personas involucradas, no
solo con el sujeto aislado, permite visualizar que si intervenimos con un integrante del grupo esto
tendrá un efecto específico en el resto y posibilita una mirada no etiquetadora de los fenómenos. Se
plantea desde este paradigma que el todo es distinto que la suma de las partes, el devenir de un
grupo queda determinado fundamentalmente por las características de la tarea que los convoca en
un tiempo y espacio determinados.
El liderazgo es ante todo un rol con determinadas funciones que se especificaran según el tipo de
tarea y el momento del grupo, es decir cada participante podrá ser líder en su momento, el trabajo
sobre la tarea requiere de la puesta en juego de cualidades específicas que hará que quien las tiene,
se vea en la necesidad de mostrarlas operativamente, haciéndose cargo de guiar al grupo en ese
instante. Finalmente se llega a plantear desde esta mirada que el líder es la tarea (Pichón Riviere).
La tarea instaura una organización previa que determina las intervenciones de los participantes,
en un interjuego de adjudicación y adscripción de roles.
Tipos de roles:
1. Portavoz, quien lleva el mensaje de todo el grupo
2. Chivo emisario, quien es sancionado por hacer explicito, manifiesto, lo que le ocurre al grupo
en un momento dado.
3. Líder, quien explicita lo que esta ocurriendo y es apoyado por el resto del grupo.
4. Saboteador, quien en algún momento del devenir del grupo encarna la resistencia de este a
cambiar y superar los obstáculos.
También se pueden distinguir un líder de progreso y un líder de retroceso ambos polos
necesarios para que el grupo logre ser operativo con la tarea (integración de los opuestos). Es
importante recalcar acá que se trata de lugares, por lo tanto no se puede extirpar al integrante que
desempeña el rol de resistente por que si no es él, será otro (metáfora de la cadena versus la
manzana podrida).
A modo de conclusión preliminar podemos decir que se trata de distinguir liderazgo del
proceso mismo de conducción de un grupo de trabajo. Entendiendo que la lideración es un proceso,
una labor compartida y que la jefatura coordina ese proceso del acontecer del grupo de trabajo, en tal
sentido es el líder pero de ese otro proceso, su función no será no directamente sacar adelante la
tarea misma, si bien en algún instante puede acercarse a ello, pero no es su función principal en lo
que ha conducción del grupo de trabajo se trata.
La jefatura debe coordinar este proceso, para que sea operativo, facilitando las condiciones
para ello, por ejemplo a través de la consideración de las dinámicas propias de los grupos humanos
antes mencionadas.
Referencias Bibliográficas:
1. Freud S., (1976), “Psicología de las Masas y Análisis del Yo” en Obras Completas tomo XVIII,
Amorrortu, Buenos Aires., Argentina.
2. Foladori H. (2005) “La Concepción de Liderazgo en Pichón-Riviére” en Grupalidad: Teoría e
Intervención, Espiral, Santiago, Chile.
3. Marie P. (1988), “Historia de los Fenómenos de Grupo Amplio en Relación a la Psicoterapia
Analítica de Grupo”, en Revista Grupo, México.
4. Pichón-Riviére E. (1975) “Historia de la Técnica de los Grupos Operativos” en El Proceso
Grupal, Nueva Visión, Buenos Aires., Argentina.
Revista Pánico en Crisis, Año II, Nº2, 2010, p. 55 – 62
“La condición del psiquiatra [¿y por que no, del psicólogo?],
en la realidad que nos ocupa, es más evidente que otras
en la medida que el contacto directo con la flagrante condición
de violencia, de opresión y de abuso, es una llamada a la violencia
en contra del sistema que los engendra y
que los permite: y frente a esta realidad
cada uno sólo puede ser cómplice o activista para su destrucción”
Franco Basaglia. La institución negada.
1. Introducción
“La comunidad psicológica chilena, vale decir, nosotros/as como psicólogas y psicólogos en formación, al
no pronunciarnos, omitirnos, restarnos y no organizarnos frente a las problemáticas sociales que padece nuestro
país y muchos países latinoamericanos, y frente a nuestras problemáticas disciplinares, „reproducimos y
legitimamos el mismo orden establecido convirtiéndonos principalmente en cómplices, testigos y protagonistas
de estas prácticas sociales, dejándonos sin historia, naturalizando y normalizando un presente injusto que niega
toda posibilidad de cambio, y cerrando los caminos hacia un porvenir mejor‟. En este marco, la OCEP considera
que nosotros y nosotras como psicólogos y psicólogas en formación podemos responder ante las problemáticas
sociales y disciplinares que nos constituyen, y que, a su vez, somos sujetos capaces de organizarnos para hacer
camino hacia una „Psicología al servicio de la sociedad y su transformación, y no la sociedad al servicio de la
psicología‟”50.
“La Organización Chilena de Estudiantes de Psicología llama a las comunidades y a los estudiantes a
ascender a las personas, a promover la organización, a levantar las demandas y defensas colectivas desde los
vecinos, a asistir ampliando el campo profesional, vale decir, no reducir nuestra acción a nuestro campo
disciplinar, sino que abrir nuestro trabajo considerando las demandas comunales: Nuestro trabajo no sólo puede
ser intervención en crisis o contener ataques de pánico, cuestión que, por cierto es necesaria en momentos de
urgencia, sino que, nuestro horizonte debe ser superponer la legitimidad y la dignidad de las personas con sus
propias formas de salud social y lucha por una vida mejor”.51
Este posicionamiento político, a favor de los intereses de las comunidades y la ciudadanía que
en ese momento padecían la tragedia no-natural de la desigualdad y la pobreza, promueve la
legitimación de los modelos autónomos de Salud mental que construyen las comunidades junto con
la serie de prácticas y actividades comunales que los ciudadanos construyen desde y por sí mismos.
De este modo, la OCEP niega la capacidad de toda institución para entregar calidad de vida o
bienestar subjetivo a la población afectada por la catástrofe en cuanto su propio accionar está
legitimado por una ideología social que permite el lucro con el sufrimiento humano y no respeta las
propias formas de organización de la comunidad, como son, por ejemplo, sus propias formas de
superar el miedo y de ayudarse mutuamente. Este sentido la OCEP establece:
“Nuevamente estos organismos [las instituciones de Salud mental] han juzgado y estigmatizado a las
clases populares tachándolas de pueblos enfermizos, descontrolados, ignorantes, primitivos e irracionales. Esto
acontece mediante la descalificación del miedo legítimo, movilizado por la catástrofe, tratándolo de histeria
colectiva o emociones exageradas, así como la necesidad de organizarnos en nuestros barrios, poblaciones y
universidades como una „psicosis colectiva‟.
Cuando hablamos de deslegitimación nos referimos a que los diferentes discursos masificados han
patologizado, psicologizado e individualizado las decisiones y acciones de las personas. Los medios de
comunicación se han encargado, en conjunto con representantes del gobierno y de instituciones de la psiquiatría
y psicología, de construir un discurso que distorsiona el trabajo que se ha realizado en las comunidades. En
estos días, a través de entrevistas y enlaces a profesionales de la salud mental o a autoridades políticas y de
carabineros, hemos presenciado un ocultamiento de las formas de organización comunitaria, como lo son:
Guardias civiles, comedores populares, reuniones recreativas para niños, niñas y adultos, propuestas y
demandas desde las juntas de vecinos, entre otras. Como OCEP afirmamos que estas prácticas son legítimas,
dignas y necesarias para responder frente al desastre”52
51 DECLARACIÓN PÚBLICA. Organización Chilena de Estudiantes de Psicología, OCEP. Zonal Santiago. Extraído
de www.ocep.cl.
52 Ídem.
Pero este posicionamiento político representa a su vez un quiebre epistemológico: el saber
sobre la subjetividad que promueve y pone en práctica la Psicología institucional es opuesto, ajeno y
arbitrario en comparación con el propio saber que tienen las comunidades sobre sus problemas y los
modos de superar sus propias dificultades subjetivas. Esta crítica a nivel teórico, viene a develar la
soberbia y la prepotencia del saber científico en su conocimiento y accionar sobre la subjetividad,
cuya pretensión bondadosa y universalista de promoción de la Salud mental pasa a llevar prácticas,
imaginarios y creencias sociales sobre el Bienestar mental que son propias de las comunidades, cuyo
carácter histórico y eficacia situada representan por sí mismos formas culturales que merecen
respeto, autonomía y reconocimiento de su existencia.
En definitiva, ambos movimientos, el posicionamiento político y la crítica epistemológica
representan el quiebre, la fragmentación y la posibilidad real de una contradicción al interior de la
Psicología institucional. Por un lado, los profesionales de la psicología como representantes de un
saber-poder sobre la subjetividad y sus propios modelos de Salud mental, por otro lado, los y las
estudiantes de psicología que promueven y validan los modelos de Salud mental-comunitaria y las
iniciativas políticas que la ciudadanía y las comunidades son capaces de crear de manera autónoma
para superar sus propias dificultades subjetivas frente a la catástrofe: miedos, ansiedad, soledad y
necesidades de afecto, cariño y solidaridad, etc. Esta consideración de la dignidad y la condición
humana por parte de OCEP, más allá de la teoría o la práctica de institución de la psicología, devela
quizás la desmedida orientación utilitarista del psicólogo, la pretensión cientificista y burocrática “del
que sabe”, que en la práctica institucional lleva a tal grado de alienación y pérdida de su propia
humanidad, de la comunidad política-cultural a la cual, de hecho, pertenece.
53Se pueden analizar las declaraciones dadas por el presidente del Colegio de Psicólogos, Leonardo Villarroel el
año 2009 al diario la Nación o también la opinión del Señor Villaroel en el Simposio sobre Acreditación y
psicología organizado por el grupo de estudio de psicología social de la Universidad Arcis. Transcripción
completa de este Simposio disponible en www.ocep.cl.
posicionamiento en conjunto54. La respuesta consensuada de la asamblea, que se materializa en un
comunicado, establece lo siguiente:
“Estas terapias reparativas [de la homosexualidad] constituyen una práctica abiertamente discriminatoria y que
atenta en forma directa en contra de la dignidad y de los derechos humanos. Estas perspectivas y formas
terapéuticas, si bien para algunos son una “alternativa” legítima dentro del marco democrático y pluralista de la
psicoterapia, no obstante, son en realidad una falacia de la diversidad y de la democracia, pues, directamente
señalan que la vivencia y orientación homosexual es una patología, una anormalidad y un acontecimiento de
deformación natural y/o distorsión cultural. En este sentido, su existencia responde más bien a una legitimación
producida por la hegemonía de ciertos sectores eclesiásticos, científicos, políticos, económicos e institucionales
que tienen influencia y poder para imponer su moralidad en todas las dimensiones de la vida cotidiana.
Promulgar, promover, no rechazar, omitirse, y por cierto, valorar estas prácticas discriminatorias a
través de la formación de futuros psicólogos y psicólogas, y en cualquier esfera de la sociedad, conduce no sólo
a la naturalización de estas acciones que reafirman la exclusión, la estigmatización social y la marginación de
quienes cuestionan la hegemonía de la heterosexualidad como la única practica natural y normal, sino que,
además, nos vuelven cómplices, reproductores y legitimadores de los atentados a los derechos humanos.
Si bien, las instituciones científico-políticas mundiales hace mucho tiempo que han señalado que esta
orientación sexual dejó de ser una patología (ONU, OMS, OEA, DSM, APA, SIP, lamentablemente la
transexualidad en el DSM sigue siendo un trastorno, cuestión que repudiamos), sin embargo, es importante que
no nos confundamos, pues, la promoción, visión y práctica de las terapias reparativas como forma de “sanar” la
homosexualidad, entre otras prácticas sexuales no heterosexuales, no es una discusión científica, académica o
experimental, sino que esta problemática es profundamente ética, vale decir, es sobre los derechos humanos” 55
“Cuestionamos los argumentos a favor, de que el uso de estas terapias son un acontecimiento libre y voluntario,
pues, con estos fundamentos no sólo se invisibiliza el campo social en el que opera el prejuicio y la intolerancia
hacia la homosexualidad, la bisexualidad y la identidad de género transexual, sino que, deliberadamente se
omite que estas visiones e instituciones son causa directa, en muchos casos, del sufrimiento, e incluso, el de
atentar en contra de la propia vida por parte de estas personas.
Sostenemos que la imposición de creencias y prácticas reversivas que ejerce la persona del/a terapeuta en torno
a la identidad sexual de sus pacientes, constituye en sí misma la vulneración del derecho y autonomía del/a
otro/a, para decidir sobre su propio bienestar de vida y concepto de salud mental”57
54 Es interesante el modo en que OCEP aborda la problemática de las terapias reparativas de la homosexualidad.
Si bien los estudiantes de psicología podrían haber investigado, en base a un plano académico, los fundamentos
científicos o técnicos de las terapias curativas de la homosexualidad, estableciendo quizás, a un nivel teórico-
argumentativo, su validez o falsedad, en base al estado del arte o los últimos avances de investigación en
psicología, muy por el contrario, su búsqueda ya no se alojó al interior de la institución de la Psicología como
teoría, práctica o discurso, la verdad o validez de una práctica ya no se establecía dentro del marco de la
institución, sino mas bien al revés. La OCEP desconfiando de la institucionalidad, abre la pregunta hacia las
organizaciones de la sociedad civil, y con ello, la respuesta ya no es de índole teórica o científica, la respuesta se
encuentra al interior de un posicionamiento ético/político que se construye de manera autónoma en asamblea.
55 Comunicado Oficial de la Asamblea abierta de la convocatoria. p.1. Ver www.ocep.cl
56 Ídem p.3
57 Ibid.
Todo este proceso de reflexión y convicción política abierto por OCEP a las organizaciones y
sujetos de la sociedad civil, todavía esta abierto, representa el fiel reflejo de un posicionamiento que
busca la unión y la integración de los/las estudiantes y profesionales de la psicología en una acción
contrainstitucional, a favor de los intereses de la ciudadanía, por la transformación social.
La OCEP viene a representar una fuerza instituyente cuyos discursos e imaginarios sobre
salud mental determinan una oposición y deslegitimación real hacia la psicología institucional y sus
prácticas discursivas en todo ámbito, sentido y campos de acción, en cuanto su posicionamiento
establece el respeto de la autonomía de las comunidades y movimientos sociales, su libertad y
dignidad propias, validando sus formas de salud y bienestar mental. Es posible que estos principios
no representen una lucha acabada, ni un movimiento o doctrina definida, pero tampoco son
productos de una situación contingente o espuria, de malestar o descontento estudiantil o ciudadano
hacia una forma de actuar o decir particular de ciertos personeros o representantes de la institución
de la psicología. Mas allá de ello, lo que el poder creativo de OCEP viene a develar es el conflicto, la
crisis, y la profunda contradicción evidente entre los intereses de las comunidades, los movimientos
de la sociedad civil y la ciudadanía en general con la institución de la psicología y su posicionamiento
histórico-social, como agente de saber-poder, máquina de dominación y deslegitimación, elemento de
coerción de la libertad de los sujetos, dispositivo de extracción de valor desde el malestar subjetivo y
el sufrimiento colectivo. Desde una mirada mas esperanzadora, es posible que la instituyente acción
política y práctica discursiva que OCEP viene a definir al interior de la institucionalidad de la
psicología, representen los nuevos fundamentos éticos, epistemológicos y políticos de una psicología
al servicio de la ciudadanía y por la transformación social, una psicología otra, una psicología
contrainstitucional, una psicología que se niega a sí misma buscando su propia destrucción como
institución.
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Revista Pánico en Crisis, Año II, Nº2, 2010, p. 63 – 66
Orientada a fines que exceden cualquier inocente propuesta de búsqueda del bienestar
personal y social tal como se plantea oficialmente, la psicología institucional toma lugar dentro de
todas aquellas disciplinas que ensanchan el poder burocrático, haciéndose partícipe, directa o
indirectamente de la reproducción de las condiciones de dominación capitalista. De esta forma
podemos identificar a la psicología institucional como un mecanismo más de control social, en donde
las desviaciones son tratadas con tal de devolverlas a su funcionamiento normal, que en términos
concretos, significa volver a integrarse a la cadena productiva.
Claramente podemos situar esta crítica en relación a las prácticas de la psicología clínica
clásica, en donde podemos ver cómo ésta no hace más que reducir conflictos sociales a meros
problemas psíquicos internos, aplastando al individuo con todo el peso institucional del diagnóstico y
tratamiento destinados a la “cura del trastorno”. Además si el caso es de cierta gravedad, el
tratamiento puede incluir una que otra pastilla si este individuo es atendido por un psiquiatra. De
esta forma esta psicología se alinearía bastante bien al modelo de salud mental acuñado por la
psiquiatría, siguiendo la misma lógica y compartiendo las mismas críticas, aunque con valoraciones
distintas en cuanto a la gravedad de sus consecuencias.
Ahora bien, esta crítica que resulta ser bastante acertada hacia el ámbito clínico tipo, me
parece que no alcanza a abarcar la amplia diversidad de ámbitos en donde la psicología se ejerce
actualmente. Estos cambios toman lugar dentro de una serie de procesos históricos en donde se
posibilitan la aceptación y legitimación de ideas más críticas dentro de la institucionalidad, siempre y
cuando no toquen los contenidos fundamentales. Este mecanismo general ha sido conceptualizado
como tolerancia represiva59.
Hace algún tiempo hemos estado experimentando las consecuencias de una sociedad que
cada vez más construye nuevas formas de dominación y administración de la subjetividad, las cuales
son mucho más sutiles y efectivas que antaño. Ahora vemos que la opresión bruta y explícita de
ciertos pasajes negros de la historia se encubre de aceptación y tolerancia a las diferencias (una vez
vaciadas de su contenido más subversivo), subsidios para varios aspectos de la vida (parchando así
las vejaciones del capitalismo), distintos proyectos sociales de emprendimiento, etc. Curiosamente
con todos estos cambios incluso podríamos decir, si atendemos a ciertas variables socioeconómicas,
que ahora “vivimos mejor”.
Como mencionaba anteriormente, esta serie de cambios “más benevolentes” por así decirlo,
también se pueden observar en las formas de ejercer la psicología y otras ciencias sociales, en donde
se han recogido las críticas desde diversos ámbitos y se ha ampliado la mirada hacia un enfoque más
psicosocial (concepto muy de moda en estos tiempos). De este modo, hoy por hoy podemos constatar
la presencia de prácticas psicosociales multiprofesionales, intervenciones educacionales y
comunitarias, terapia comunitaria, las cuales muchas veces son financiados con dineros públicos, el
mismo campo de la psicología organizacional, entre otros, que han ampliado los ámbitos en donde la
psicología puede ejercerse (y como no decirlo, aumentando con esto las plazas laborales, para
beneficio nuestro).
Ante este escenario, en una sociedad con condiciones de vida en apariencia “más favorables” y
con instituciones destinadas a generar un mayor grado de “bienestar” en la población, es lógico que
se dificulte la aceptación de planteamientos más críticos que aún insistan en los fundamentos que
determinan las condiciones de dominación (la producción capitalista) y que además anuncien las
nuevas condiciones que van surgiendo (el poder burocrático) 60. Resulta más dificultoso aún, traer
mecanismo de apropiación por parte de las estructuras de dominación, de aquellos contenidos y discursos que
originalmente pertenecían a grupos contrarios a éstas, pero despojándolos de todos aquellos elementos
subversivos que van en contra de sus fundamentos últimos. De esta forma esta adopción se queda en la mera
formalidad y funciona como argumento para defender oficialmente un discurso de tolerancia a la diversidad que
no es tal, en tanto es igualmente represiva.
60 Este planteamiento respecto al poder burocrático como una nueva clase y forma de dominación se basa en las
esta crítica a una ciencia social como la psicología y plantear cómo esta contribuye indirectamente a
la reproducción del sistema. Veamos.
A simple vista, podríamos pensar que esta serie de cambios en el ejercicio de la psicología han
resultado beneficiosos para las poblaciones objetivo. El cambiar el enfoque atomista de la clínica
clásica, enmarcando las problemáticas desde una mirada más psicosocial, más global, permitiría
intervenciones más contextualizadas y más “efectivas”, en tanto están orientadas a generar un mayor
grado de autonomía en la población en la resolución de sus dificultades, cambiando con esto el
enfoque asistencialista de hace no mucho tiempo.
Sin duda podemos decir desde la psicología educacional, lo beneficioso que resulta concebir a
la escuela como un sistema más complejo en donde se conjugan una serie de factores (estudiantes,
docentes, apoderados, dirección, etc.) posibles de intervenir desde la psicología, dirigidos siempre al
beneficio del estudiantado en cuanto a la construcción de aprendizajes significativos que le permitan
desenvolverse mejor en la vida futura.
Podríamos decir por ejemplo, lo beneficioso que resulta para cierta población, un trabajo
comunitario que empodere a un grupo de personas con respecto a la lucha por determinados
derechos que les están siendo negados. O también incluso en el área organizacional, qué beneficioso
es que los/as trabajadores/as de cierta empresa puedan hacer sus labores en un clima confortable
en donde se sientan a gusto con la firma por la cual trabajan.
Sin embargo, no podríamos decir que estas nuevas formas de ejercer la psicología realicen
cambios efectivos en la sociedad, que resuelva los problemas de fondo. No hay que especular
demasiado para darse cuenta que en realidad sólo se hace lo que es posible dentro del sistema. En
otras palabras, los cambios sociales que puedan hacerse no modifican mayormente la lógica de
dominación imperante, no lo logran ni lo lograrán porque ya que están amparadas en una
institucionalidad que las soporta. Digamos que el mismo sistema que genera las injusticias sociales,
al mismo tiempo genera las instituciones destinadas a su disminución. Es evidente que esta lógica
circular no llegará nunca a un buen puerto, aún cuando se pudiera decir que se ha avanzado de
cierta manera en este ámbito.
De modo que llegamos al punto en que tendríamos que preguntarnos si realmente la
psicología puede colaborar en algo que pudiéramos llamar un cambio social radical, en donde las
estructuras históricas no determinen formas de sufrimiento casi inevitables. No puede. Tal como
están las cosas no puede, no puede salir de su institucionalidad que le da sentido, no puede salirse
del cobijo de la ciencia de la cual se ha atrincherado para demostrar algo de validez en sus
planteamientos. ¿Qué puede hacer entonces aquella parte de la psicología que realmente le interesa
que ocurran cambios sociales importantes?
Algo es cierto, pronto nosotros/as los/as estudiantes de psicología tendremos que salir a
trabajar para comer, vestirnos, pagar esos abultados créditos universitarios, en fin, vivir “como la
gente”. El problema es que claramente contribuir a un cambio social radical no es algo que el estado
o alguna ONG pague, no hay sueldo para eso y hay que comer ¿Qué hacemos entonces? Una opción
es cambiar rápidamente de parecer y creer que lo que hacemos tiene un sentido bastante loable, es
decir, que los cambios son posibles desde la institucionalidad y que nuestro trabajo rendirá buenos
frutos a futuro, ya que no hay otro modo de cambiar esta cuestión. Otra es pensar lisa y llanamente
que ningún cambio es posible y que trabajamos sólo para vivir mejor. Otra, es pensar que no
podemos hacer mucho dentro de la institucionalidad y que es necesario trabajar fuera de ella para
lograr nuestro objetivo de contribuir a cambios sociales, mientras nos hacemos unos pesos
empleándonos paralelamente en algún proyecto social.
Es preciso ahora hacer una observación respecto a la concepción de cambio social que podría
estar detrás de estos planteamientos y que incidiría en el papel que se le confiere a la psicología o
al/la psicólogo/a enfrentado a las personas para quienes trabaja. De acuerdo a lo anterior, es
sencillo hacerse la representación de un agente de ayuda que por pura voluntad se acerca a una
comunidad (población, organización, familia, sujeto, etc.) para producir un proceso de liberación que
provoque un cambio importante.
Ahora bien, hay que darse cuenta que detrás de esta figura, está la noción muy arraigada en
la historia del héroe que viene a liberar al pueblo del yugo de la opresión. Esta figura del
revolucionario solitario que viene a libertar al pueblo es muy antigua y ejemplos hay muchos, el
problema es que se ha visto que generalmente no funciona. Esta figura seguiría la tradición del
pensamiento ilustrado y su influencia en el marxismo ilustrado, en donde estos revolucionarios
propuestas de Carlos Pérez, que se pueden encontrar en: “Para una crítica del poder burocrático. Comunistas
otra vez” (2005). Santiago, Editorial LOM.
vendrían a iluminar a un pueblo enajenado que no tendría las herramientas para hacer conciencia
del mundo en el cual vivían. La solución entonces era educar a la población para que pudiera
comprender la situación de explotación que estaban viviendo y que se unieran al movimiento
revolucionario61.
La dificultad que se establece en esta relación entre el/la agente de ayuda y la comunidad, es
que ya desde un comienzo se están fijando diferencias en cuanto a los conocimientos que se posee, lo
cual implica, en tanto el/la agente representa una institución (la psicología), una relación de poder
desde el comienzo.
La comunidad entonces, enfrentada a una entidad que se muestra como poseedora de una
verdad y por lo tanto con cierto poder sobre ella, se resiste a cambiar en tanto se da cuenta del
carácter exterior de tales deseos de cambio, es decir, si no es algo que ponga la población en el
tapete, entonces por qué debieran hacerle caso a tal persona. Por lo tanto la pretensión de creer que
por esta vía se pueden generar grandes cambios sociales resulta de esta forma ilusoria, en la medida
que no se considera los intereses de la comunidad y porque se conceptualizan los cambios sociales
como si éstos se pudieran generar guiados desde el exterior. En tanto éstos son procesos históricos,
complejos y largos que no dependen de voluntades aisladas, no es posible pensar en que un
individuo pueda generar cosas que no están de manera previa, es necesario que éste presente cierta
preocupación, ciertos problemas que la comunidad identifica como suyos.
En otras palabras, difícilmente los cambios sociales se generarán si el deseo de cambio no
proviene de la comunidad misma como reacción frente a la opresión. Cualquier intento exterior
resultará en un fracaso si se omite esta premisa fundamental, es decir, partir desde los intereses de
la comunidad. Justamente son estas ideas, parte de los fundamentos que están a la base de la
psicología comunitaria (latinoamericana principalmente) 62 y otras propuestas no institucionales de la
psicología, como la anti o contrapsicología, justamente.
El punto a mi parecer es cuáles son los fundamentos que guían nuestras acciones, tener claro
cuáles son las limitaciones de éstas y tratar de ver más allá de lo obvio. Pienso que estratégicamente
hay que ir de a poco, informando, historizando, y sobretodo facilitando procesos de organización, que
son ideas que a mi parecer ya están presentes en los planteamientos de la psicología comunitaria
más libertaria y de la contrapsicología que se plantea en esta revista. Es decir, no se trata de educar
a la comunidad, en el sentido de movilizarla hacia una movilización global y amplia: la revolución,
sino más bien, me parece que lo importante previo a cualquier proceso es facilitar instancias de
organización comunitaria, que permita la generación de una mayor autonomía ciudadana. Sea para
resolver problemas locales como reclamar contra la municipalidad para la resolución de ciertos
problemas, sea para temas más amplios como protestas contra determinadas legislaciones.
Más que los contenidos específicos, lo relevante es que surjan agrupaciones que luchen por
determinados conflictos que les afectan. No es necesario que sea homogéneo, no es necesario que
tengan los objetivos globales suficientemente definidos, es necesario sí, que al menos tengan ciertas
nociones. En esto la psicología, no como institución, podría aportar con algo. Es una apuesta en el
fondo, ya que no podemos pensar que esto desencadenará en un proceso que derive en una lucha
global y abierta en contra de la opresión capitalista. Tampoco nos corresponde el papel de salvadores
del mundo, recordemos que somos parte de la misma dominación, que el sufrimiento es lo que nos
une después de todo, por lo tanto nos tendríamos que presentar como una persona más dentro de las
distintas comunidades, un saber que puede colaborar en algo y que no determina relaciones de
poder, es lo que se necesita apuntar.
¿En qué medida lo que planteo se puede diferenciar con las formas más actuales y
benevolentes de la psicología? En lo práctico no hay mucha diferencia y he ahí otro problema. El
problema es que en lo meramente conductual podríamos actuar de la misma forma y el resto de la
gente no notaría ninguna diferencia. Por ejemplo un psicólogo “buena onda” trabaja para un proyecto
social x del estado, pero él no sólo trabaja por cumplir, él en realidad trabaja de otra forma con las
personas, saltándose reglas y procedimientos porque está en contra de la institucionalidad. “Que
61 Esta interesante y útil distinción entre los planteamientos de Marx y el marxismo ilustrado (a la base de los
socialismos reales) que hace Pérez (2005), permite criticar desde el marxismo los errores cometidos por éste a lo
largo de la historia, de los cuales he pincelado uno más arriba. Como también permite proponer un marxismo
actualizado a las nuevas condiciones: el marxismo pos ilustrado, en donde la enajenación se plantea como una
condición estructurante de todo sujeto en una sociedad de lucha de clases, por lo que la relación enajenado- no
enajenado no es posible de sostener.
62 Una revisión bastante útil de los orígenes teóricos e históricos que fundamentan el desarrollo de la psicología
comunitaria, sobretodo en Latinoamérica, puede ser encontrada en la introducción que realiza Maritza Montero
(2004).
rebelde” podríamos decir, pero en realidad vemos que hasta este movimiento ya está previsto por el
yugo de la tolerancia represiva, entonces sus acciones no tienen mayores repercusiones más allá de
la simpatía e identificación que genera en las personas con quienes trabaja. Es decir, mientras no se
haga el suficiente daño resulta bastante complejo observar diferencias entre ambos planteamientos
porque justamente las diferencias se encuentran a nivel de proyecciones a futuro, es un horizonte, es
decir, se encuentra en un mero nivel de pensamiento, por decirlo de algún modo.
Digamos que dentro del primer grupo están los que piensan que no hay modo de cambiar las
cosas, entonces su trabajo está encaminado a mejorar las condiciones que ya ofrece el sistema. En el
segundo grupo, podríamos decir que desde su práctica hacen lo mismo, aún cuando no quisieran
(porque la tolerancia represiva es muy fuerte), pero con un horizonte distinto, es decir que piensan
que sus prácticas podrían generar algo en un futuro próximo, lejano o… bien lejano, porque
justamente se trata que el conjunto de la población llegue a un punto lo suficientemente potente
como para que las contradicciones se agudicen.
Ahora, y por eso la argumentación a favor de la organización, la psicología podría facilitar
condiciones mínimas de organización que siente precedentes para el futuro. La premisa fundamental
de cualquier facilitación comunitaria es generar autonomía y es la autonomía la que podría generar
condiciones de cambio. Una psicología desinstitucionalizada o contrapsicología implica que la
persona se presente frente a la comunidad no utilizando el poder que ésta le confiere por sus
conocimientos, sino que se presenta como un “igual” (aunque esto también puede ser cuestionable)
con conocimientos complementarios en donde la interacción se da de forma intersubjetiva y no
mediada por la institución que representaría.
En definitiva, pienso que a lo que hay que aspirar es que la psicología no institucional o
anti/contrapsicología, debiera sentar las bases que permitan una paulatina desaparición de la propia
psicología, en la medida que se muestre como innecesaria frente a los nuevos procesos que iría
generando la sociedad. Porque para la sociedad actual resulta ser necesaria y útil, de hecho para mí,
es una futura fuente de trabajo. Ya en un segundo momento, por los procesos sociales que se van
sucediendo, la anti/contrapsicología también debiera desaparecer en tanto la “administración de la
subjetividad” pasa a ser devuelta a los/as ciudadanos/as, siendo éstos/as partícipes y
constructores/as de su historia.
Evidentemente, queda mucho por recorrer para que se den las condiciones históricas para
que esto pueda ocurrir. Tenemos que pensar que son muchos los procesos paralelos que tienen que
darse para que estos pequeños cambios tomen forma en un movimiento global emancipatorio. Por
mientras podemos pensar y proponer que la psicología puede ser mejor, que puede generar
instancias de desarrollo autónomo (considerando todos los peros que he mencionado) y que el camino
para esto es que comience a criticar su propio lugar que tiene dentro de la sociedad, apartándose de
los intereses de la dominación.
Bibliografía
Introducción
Para nosotros y nosotras, tales situaciones constituyen la evidencia de que lo que se pone en
juego en estas situaciones de emergencia no es la ayuda gratuita y filántropa, no es el sentido de
unidad nacional que los medios de comunicación intentan introducir a la fuerza en el imaginario
colectivo, sino una carrera por la visibilidad y el poder en la que compiten el Estado y sus
organismos, las empresas con y sin fines de lucro, las fundaciones, las disciplinas científicas, los
partidos políticos y todas las instituciones burocráticas intermediarias entre el gobierno y las
personas. Con cada donación las empresas están invirtiendo, se están eximiendo de los impuestos
fiscales, están haciendo crecer sus acciones y generándose publicidad. Basta el ejemplo de ese
mercado televisivo que es la Teletón. Podríamos objetar aquí que todos y todas estamos concientes de
los beneficios que todo esto implica para las instituciones y empresas, pero que hay que pensar que a
través de éstas las personas que tienen su casa en el suelo también ganan, ¡todos ganamos¡ Sin
embargo creemos que argumentar de esta forma es reproducir la lógica de la explotación burocrática,
cuya estrategia es precisamente hacer parecer al Estado, a la Psicología o al Ejército como entes
indispensables, creando una dependencia estructural entre las comunidades y el poder totalizante de
la burocracia.
Por ello creemos que en el despliegue “solidario” de las instituciones no sólo nos encontramos
con relaciones de explotación, sino que se agrega la puesta en marcha de operaciones opresivas que
impiden la valorización de las comunidades y las personas. Estas operaciones responden a
condiciones objetivas, como la manipulación de los Medios de Comunicación, la circulación de
imaginarios que representan a la gente como masas irracionales, delincuentes, sumergidas en un
pánico colectivo que les impide hacerse cargo de manera autónoma de sus vidas.
Un ilustrativo ejemplo para finalizar: una vez ingresados a clases y vueltos a Santiago,
realizamos una peña solidaria con apoyo de la Organización Chilena es Estudiantes de Psicología
para reunir recursos y poder comprar planchas de Zinc para los techos de las mediaguas de
Población, las que se necesitaban en grandes cantidades, mientras las lluvias amenazaban a la
comunidad. En esta actividad se puso en marcha todo el poder organizativo, auto-gestionado y
humano de las personas, colectividades y estudiantes. Sin embargo, cuando quisimos comprar las
planchas nos encontramos con la noticia de que el precio de éstas había subido en más de un 100%,
de que sólo se vendía al por mayor a grandes centros de abastecimiento, o de que simplemente el
Gobierno había dejado desabastecido el mercado. Esta situación constituye dos caras de la moneda:
hace visible una tendencia de los pobladores por la autonomía ciudadana, tendencia la cual no se
desarrolla sin conflicto, y que no se da sino con la “represión solidaria” del Estado y las instituciones
“benéficas” que contribuyen a su régimen de dominación. Para nosotros y nosotras esto no es otra
cosa que violencia, violencia de clase.
Conclusiones y síntesis
No podemos quedarnos sin resaltar que el penoso desastre producto del movimiento telúrico
el presente año, más allá de causar lágrimas y pérdidas materiales y de recuerdos, al ver en el suelo
el trabajo en adobe del abuelito de hace más de cien años, así como miedos que se extienden hasta
hoy frente al más mínimo remezón, e incluso costar la vida de un par de personas en la localidad de
Población, ha puesto en manifiesto el increíble potencial solidario de las personas, quienes de
inmediato se prestaron ayuda unas a otras y se han ofrecido materiales, comidas y trabajo sin ese
maldito y ficticio equivalente en dinero, a lo largo de todo el proceso de reconstrucción, el cual de por
cierto no fue tan corto como lo que presentó la televisión, sino que persiste hasta hoy. Con el
terremoto emergió el poder instituyente de la comunidad, poder que sigue siendo silenciado, oprimido
y explotado por las instituciones del poder burocrático, el Estado y el Mercado.
Quisiéramos destacar que entendemos toda la situación que se ha vivido el presente año,
desde el día 27 de febrero, no sólo como un desastre natural, sino que por sobre todo como un
desastre humano. La naturaleza hizo que todos los chilenos y las chilenas, desde la quinta a la
novena región, sintieran un importante susto a eso de las 03:30 horas. Pero el terremoto no nos
afectó a todos y todas por igual. Evidentemente que los más afectados de todos fueron las personas
que viven en zonas costeras, donde luego del terremoto los tsunamis arrasaron con las casas. Pero
más allá de esa desafortunada ubicación, es claro que las familias y comunidades más afectadas son
las de menores ingresos económicos, cuyas casas eran más endebles, y tienen menor poder
adquisitivo de materiales de reconstrucción y personal capacitado. Muchas de esas familias todavía
no pueden levantar por completo sus casas, tratando de esquivar con frazadas el frío de las noches,
por no tener el dinero necesario. Digan lo que nos digan, las casas de las familias más ricas no se
han caído, y no sufrieron más allá de la pérdida de algunos enceres destrozados al impacto con el
suelo, que sin problemas se repusieron en un par de días.
Esta escena pone a la vista del sentido común y de todas las personas que lo que se vive día a
día y se conduce hasta un extremo en caso de catástrofe, es la realidad material y objetiva de la lucha
de clases. La clase capitalista, expropiadora y acumuladora, sufre solamente hasta el día 27 de
Febrero al salir el sol, al estar muy asustados para dormirse; la clase trabajadora, explotada y
expropiada, sufre por muchos meses al no poder reconstruir sus casas, su vida y su historia. Todo
ello, sin contar la denigración en manos de los Medios de “Información” Burguesa, que los tratan
como ladrones, locos e irracionales; y la “clase media” sufre, porque se da cuenta tristemente que
nunca existirá el lugar mejor al que aspira, así como indican sus sueños copiados textualmente de
las propagandas televisivas, al constatar que su departamento comprado en Ñuñoa o Maipú se
encuentra inhabilitado, y que lamentablemente las clases sociales en lucha y oposición son el bloque
de clases dominantes burgués-burocrático y la clase de los productores directos.
Queremos dejar en claro que, de la misma forma en que una empresa privada en manos de un
capitalista propietario extrae el valor agregado (plusvalía) producto del trabajo del asalariado, para
acumularlo y dar inicio a nuevos ciclos de inversión y expropiación de valor, constituyendo así la
explotación, también en un contexto de desastre natural las empresas, el Gobierno y sus organismos
derivados, las instituciones y organizaciones políticas como partidos, federaciones estudiantiles, etc,
explotan el trabajo comunitario, barrial, vecinal y auténticamente solidario, al apropiarse del valor
(producto) de su trabajo, y acumularlo, empoderándose, para disponerlo en nuevas inversiones y
ganancias. Estas ganancias pueden ser el lucro económico (en dinero), el ganar legitimación
ciudadana, el conseguir nuevos adherentes al cuadro político del partido, el hacer que más gente
compre en Homecenter Sodimac, o que más estudiantes se matriculen en la Universidad de Santiago
de Chile. Todo este sistema constituye un modo de explotación amplia, donde el trabajo no sólo recae
en Capital y donde el valor no es sólo en concreto el de la Mercancía. Esto lo llamamos explotación
burocrática del trabajo comunitario.
Constatamos asimismo que el cálculo de Marx fue acertado, en cuanto el capitalismo tiende
históricamente hacia el monopolio. En estas horas de necesidad, grandes empresas como
Homecenter Sodimac o Un Techo para Chile se tornan económica y políticamente centrales. En el
contexto del dominio burocrático, las personas y las comunidades no pueden hacer (o no debieran
hacer, porque igualmente lo hacen) casi nada sin acudir a la mano solidaria de estas grandes
empresas e instituciones, sin las cuales la gente se quedaría congelada, dado los supuestos de que es
tonta, loca, ladrona y egoísta. A esta situación de dependencia y abolición de la autonomía
comunitaria referimos como monopolio burocrático.
Por último, para el dominio burocrático y capitalista es absolutamente indispensable que las
personas crean ciertas cosas, por ejemplo que su vecino le va a robar, por lo que se hace necesaria la
presencia de militares en las calles efectuando el toque de queda, o que Un Techo para Chile vendrá y
salvará la vida de su familia y de su barrio. Esta producción discursiva e imaginaria permite la
estabilidad del poder burocrático, de modo que es indispensable la manipulación ideológica desde los
Medios de Comunicación (administración) de las Masas para producir una subjetividad apta para ser
sometida a los desvaríos de la explotación y dominación estatuidas.
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Revista Pánico en Crisis, Año II, Nº2, 2010, p. 73 – 75
I
En los intelectuales y el poder, Foucault y Deleuze, hacen una distinción entre teoría y
práctica distinta a la usual, se discute dando forma a la caja de herramientas, que la teoría como
esta debe servir de algo. Se plantea a la teoría como forma particular de lucha contra un saber
totalizador. Los intelectuales como portadores de esta caja de herramientas dejan su
representatividad y se disponen a apuntar los puntos mudos del poder, por su acción, logran levantar
saberes invocados, destituidos y vueltos a enaltecer, en una y otra lucha. ¿Donde se ejercería esto?
Ejercen su acción en el paradójico punto de la Universidad, donde es también el punto de su
formación. (Foucault, M. 1991).
Con el denominado “avance de la razón”, y la aparición de la Universidad como aparato uniforme
de los saberes en el siglo XVIII y principios del siglo del siglo XIX, la Universidad toma la función de
seleccionar los saberes. Antes ya existía en esta acepción pero no tan claramente en esta función.
Desaparición del sabio aficionado, se da la homogeneización. La verdad como perspectiva, como
posición en una lucha se hace evidente. Lucha que no es sino la relacionada con la clase obrera que
es oprimida por la burguesía, discurso derivado de la lucha de razas, en una de sus vertientes, en la
contra historia contra el discurso histórico romano que alaba al poder soberano. (Foucault, M. 2006).
¡Mirad a los buenos y justos! ¿Quién suscita su odio más enconado? El que rompe las tablas de sus
valores, el despreciador, el corruptor- esto es el hombre creador.
¡Mirad a los fieles de todos los credos! ¿Quién suscita su odio más enconado? El que rompe las tablas
de sus valores, el despreciador, el corruptor- este es, el hombre creador.
El hombre creador busca compañeros, no cadáveres, ni tampoco rebaños ni adeptos de credos. Busca
el hombre creador a los que creen junto con él. A los que inscriban valores nuevos en tablas nuevas.
(Nietzsche, F. 1982, p. 26).
El intelectual, hace ver al poder, mas no es un hombre creador, es, con suerte, un León, está
ansioso de mandar en su propio desierto, quiere conquistar su libertad, va a buscar a su amo último,
lucha con el dragón que es el “tú debes” cuando el ruge “yo quiero”, dragón de las escamas brillantes,
que su resplandor no es sino de los antiguos valores (Nietzsche, F. 1982)
Intelectuales, saber, verdad, poder. Todos puntos pensantes de una lucha. La Universidad es
acopio de su fundamental contradicción, la Universidad hace un nudo del estudiante ávido de
experiencia con el destino necesario de la burguesía, ambos en una armonía sin fisuras que expele
sus gases de rebaño.
La fuerza explotada no tiene su eco en este estudiante y el destino burgués es inmaculado en su
tranquilidad regalada.
¿Cuántos intelectuales hay de estas características? ¿Cuántos despidos se han evitado? ¿Dónde
queda el intelectual referido a la lucha? ¿Son solo palabras que en su uso de lucha, solo dejan una
noción de teoría y práctica distinta a la usual? ¿Solo un relleno de tesis para justificar la teoría por la
teoría? Porque lucha no se ve, e intelectuales, desde esta perspectiva, tampoco.
Dije León al intelectual, dicha cita se retracta, escapa en su segunda mirada al darse cuenta
que no es sino un espejismo, una investidura que encuentra su huella mnémica en una lectura de
sus primeros años, y que, como tal, solo tiende a la alucinación al no encontrar su rodeo en la
realidad.
Cerca de la cordillera, donde uno esperaría ver a la serpiente entre garras no puede verse más
que a Zaratustra muerto por la Universidad.
II
Las transformaciones del espíritu pasan primero por el camello, él pregunta, como espíritu
sufrido ¿Qué es lo más pesado? ¿Oh héroes? Y se arrodilla cual el camello, ansioso de llevar pesada
carga.
III
“Ni el más valiente de nosotros tiene rara vez la valentía de admitir lo que en definitiva sabe…”
(Nietzsche, F. 2005).
Los intelectuales según Foucault guardarían relación con la lucha a través de la teoría, la
teoría como campo de batalla de innumerables frentes que hacen de su fragmentación su mejor
arma, y su única organización serian los puntos de unión a que se aspira, se aspira a que se
transformen en redes, densas redes frente a las cuales la totalización deba prestarse en retroceso. El
Camello como figura del espíritu sufrido se pone en juego con algo distinto, con fuerza e ímpetu, una
imagen fresca a pesar de su antigüedad, una imagen cuya elocuencia da para tomar partido en algo
que inspira. Las otras transformaciones ya se hacen más complicadas, inapreciables, mudas por no
tener su manifestación, por ser solo tendencia sin puente. Lo irónico es lo que pone al descubierto el
intelectual, se pone el mismo al descubierto en su pseudolucha, hace saber, hace verdad mas
también languidece su posición cada vez más pragmática y reducida. Son las callejuelas y bares
donde estos deben ir a denunciar, difícil es dar la buena nueva a oídos hipnotizados de un discurso,
que por su saturación de lo que no es, solo escucha una que otra prosodia, siendo en todo el ruido
nada más que un ensayo escueto taponeado y enaltecido por la obsoleta marca de la nota. Nada más
efímero que el número sobre la palabra, nada más tajante en la relación alumno-profesor que
juzguen, digan en una hoja de quizás cuantos años, los libros que han de leerse, ese programa que
habla a veces mas elocuentemente que una cátedra, las cosas que no pueden ser producidas en el
rigor y el peso del cartón.
El intelectual es para sí, su motivo quedo sellado en lo bonito que puede ser una teorización
de la teorización.
No se mal entienda, no digo que esto no agrade, no digo que esto no sea necesario solo se
apunta a que las pretensiones no se ven, no se escuchan. Teoricemos, estudiemos, pero no
opaquemos lo obvio de lo que no es y que se enseña.
Referencias:
Foucault, M. (2006). Clase del 25 de febrero de 1976. En F. Ewald & A. Fontana (Eds.) Defender la
sociedad. (Trad. H. Pons) (3ª Reimpresión), pp. 157-174). Buenos Aires: Fondo de cultura
económica.
Foucault, M. (2006). Clase del 14 de enero de 1976. En F. Ewald & A. Fontana (Eds.) Defender la
sociedad. (Trad. H. Pons) (3ª Reimpresión), pp. 33-47. Buenos Aires: Fondo de cultura
económica.
Foucault, M. (1991) Los intelectuales y el poder. Entrevista Michel Foucault-Gilles Deleuze. En M.
Foucault, Microfísica del poder. (Trad. J. Varela & F. Alvarez-Uria) (pp. 77-86) Madrid: La
piqueta.
Freud, S. (2007/1927-1931). El malestar en la cultura. En J. L. Etcheverry (Trad.), Obras completas.
v.21 (10ª Reimpresión) (pp. 65-140) Buenos Aires: Amorrortu
Nietzsche, F. (1982). Bajo Zaratustra de la montaña. En Así hablaba Zaratustra (p. 26) Buenos Aires:
Editores Mexicanos Unidos, S.A.
Nietzsche, F. (1982). De las transformaciones. En Así hablaba Zaratustra (pp. 31-33) Buenos Aires:
Editores Mexicanos Unidos, S.A.
Nietzsche, F. (1982). Sentencias. En Cómo se filosofa a martillazos (p.117) Madrid: Edaf.
Revista Pánico en crisis, Año II, Nº2, 2010, p. 77 – 83
Durante el siglo XIX y XX la subjetividad, como eje del pensar moderno, ha sido puesta bajo
un profundo y violento asedio. Sea desde las filosofías políticas, las contra filosofías o las poéticas, el
sujeto moderno ha sido desgarrado en una multiplicidad ampliada e irreductible de visiones. Pese a
ello, las formas de la subjetividad individual han permanecido como instancias que ordenan la vida
cotidiana cristalizadas en las formas del derecho civil, el consumo y la ciencia, sea como condición de
acceso al mundo, en el caso del derecho y el mercado, o como producto, para el caso de la ciencias
aplicadas como lo es la medicina y principalmente la psicología.
Tomando estos apuntes, el escrito que presento no se centra en la búsqueda del origen o la
configuración del modo individual de subjetividad, como tampoco en una crítica que busque socavar
los fundamentos de dicho modo. Más bien busco fundamentar una posibilidad de desgarrar la
individualidad mediante una práctica concreta, orientada a agredir y atacar las formas simbólicas de
la actualidad en tanto ejes que aprisionan la historia y la subjetividad.
Para ello desarrollaré mi escrito en tres etapas. En la primera esbozaré una compresión de la
subjetividad que servirá como marco básico desde la cual problematizaré la individualidad,
considerada como forma de subjetividad alienada, temática a la cual me dispondré en la segunda
parte de este escrito. En esta segunda parte, consideraré algunas hipótesis sobre el origen de la
individualidad buscando interpretarlas desde los conceptos ya postulados, de modo tal que en la
tercera parte de este escrito pueda esbozar una práctica concreta para la destrucción de la
individualidad. Esta práctica se orienta hacía un cambio de las condiciones objetivas del lenguaje
moderno, agrietando las formas de la subjetividad individual y con ello abriendo rutas para el trabajo
emancipatorio, elementos que se cristalizan en lo que he denominado poética del terror.
Acorde a esta estructura me dispongo a configurar el marco sobre el cual comprenderé la
subjetividad, siendo esta mi primera tarea.
La subjetividad puede ser comprendida en un primer término como intencionalidad. La
intencionalidad es un concepto antiguo que data de los usos escolásticos, pero que ha sido
introducida dentro de la filosofía moderna por Brentano pero profundamente ampliada por su
discípulo Husserl (Robberechts, 1968). Dicho concepto se refiere a la particularidad de la conciencia
de ser siempre en relación a algo.
Bajo esta definición la conciencia es siempre un ser en relación que existe con algo, pero más
específicamente que busca ese algo sobre lo cual ser. De esta forma la característica intencional de la
consciencia permite comprenderla no como un ente aislado, sino como una permanente apertura
hacia el mundo o hacia lo otro (Merleau-Ponty, 1994). Se presenta de esta forma la imagen de un
borboteo en permanente desgarro que sale sobre si para ir en búsqueda de aquello a lo cual fue
llamado.
La subjetividad por ende aparece como un apertura que yendo hacia al mundo se extiende
sobre él, para luego reconocerse en su actuar resultante. Surge la visión de una consciencia extensa,
donde el calificativo extenso, hace alusión a una consciencia en el espacio, entendido este último
como pregnancia ampliada y organizada (Ríos, 2009).
Dos cosas podemos rescatar de la conciencia como intencionalidad. La primera es que la
consciencia surge como plena positividad, sea esto una extensión del ser particularizada resultante
del devenir intrínseco del Ser. La segunda, se refiere a que la extensión de la consciencia como
expresión positiva de su ser intencional se instaura como dominio en el mundo en el sentido de una
ampliación de la consciencia misma sobre un espacio limitado.
Referencias
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Trotta.
Dartigues, A. (1981). La fenomenología. Barcelona; Herder.
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Heidegger, M. (2003). Ser y tiempo. Madrid; Trotta.
Foucault, M (2002). La Hermenéutica del sujeto. México D.F.; Fondo de Cultura Económica.
Jerez, R. (1985). Marx y Engels: El marxismo Genuino. Madrid: Cincel
Larraín, J. (2008). El concepto de ideología. Vol. 1. LOM; Santiago
Merleau-Ponty, M (1994). La fenomenología de la percepción. Barcelona; Gallimard
Montecinos, H. (2002). Nietzsche: Un siglo después: filosofía y política para un nuevo milenio.
Santiago: Edit. Universidad de Santiago
Nietzsche, F. (s/f). Sobre verdad y mentira en sentido extramoral. Madrid; Tecnos
Nietzsche, F. (2002). Más allá del Bien y el Mal. Madrid: Edaf
Nietzsche, F. (2005). La voluntad de poder. Madrid: Edaf
Ricoeur, P. (1969). El conflicto de las interpretaciones. México D.F.; Fondo de Cultura Económica.
Ríos, H. (2009). “Nietzsche, sujeto y la experiencia ética: Interpretación de la experiencia ética como
fundación del sujeto, desde las visiones nietzscheanas”, Revista Pánico en crisis, año I, Nº1,
2009, (2ºed.) Pág. 57 – 61.
Rokha, P. (1949). Arenga sobre el arte. Santiago; Multitud.
Robberechts, L. (1968). El pensamiento de Husserl. México D. F.; Fondo de Cultura Económica.
Zubiri, X. (1992). Cinco lecciones de filosofía. Madrid: Alianza
Revista Pánico en Crisis, Año II, Nº2, 2010, p. 85 – 89
Introducción
El título que nos acontece nació dentro de una vaga observación expuesta a modo de
respuesta en una prueba realizada hace un año atrás, sin querer disiparla en extrañas
articulaciones, a modo de esbozo les presentaré.
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Solemos creer que el público objetivo posee una mirada amplia sobre el fenómeno de la
televisión, pero muchas veces carece de tal ansiada profundidad y solo se limita a difundir ideas
preconcebidas. Sin embargo, podemos estar de acuerdo en que la televisión es un medio polarizador,
que concentra la mayor parte de su contenido en baladíes y redundancias, frente a esto no
escatimaremos en objeciones.
El medio interactivo que nos entrega el lenguaje y la imagen como algo innovador, se
transformo en el portento de los años 30, siendo así transformado hasta nuestros días en un
artefacto indispensable. De esta manera es necesario recurrir a su transformación que posee
características tales como: la influencia, su organización, su éxito y sus efectos.
Estos componentes se originan gracias a que la televisión anida en su interior a sus grandes
antecesores, tales como la prensa escrita, la radio, literatura, fotografía, teatro y cine, pero esta vez
modificados, muchos hasta el punto de desfigurarse o desvirtuarse [problemas que acarrea la
simplificación].
Como la televisión es un fenómeno mediático, debemos apartar en lo posible los
enjuiciamientos sobre esta, e intentar acercarnos a sus contradicciones y dicotomías [discusiones en
cuanto a la calidad de los contenidos y a la dirección que se les da. Ejemplos abundan, pero tenemos
en el tapete a la cartelera cultural versus el entretenimiento y la exposición de la violencia, sexo y
delincuencia, etcétera].
Para Altamirano el “lenguaje audiovisual realista” es la fuente principal del éxito de la
televisión, prevalencia que se concibe dentro de su base discordante, y que por la cual circulan las
creencias, representaciones, discursos, ideologías e imagos de los sujetos para los sujetos. Frente a
esto la televisión se vale de la fortificación de las tradiciones, prácticas que en su arregosto rebozan
de tranquilidad que la televisión le ha otorgado.
El lenguaje entonces anexado a los modelos visuales, se transforma en el mecanismo cinético
de no sólo la vida individual, sino que también reúne a todo un conglomerado de individuos, que
conducen como consumidores los balances de la demanda, los requerimientos de la mayoría, y las
denuncias de una sociedad [Por esto no debemos olvidar que el Espectador es un diligente de los
designios que el mismo produce]. Por consiguiente la televisión no sólo nos entrega una imagen
racionalista del Mundo; asimismo a incorporado elementos sustancialmente hiperestésicos, donde la
sensibilidad como mecanismo de influencia prometedora, nos entrega en bandeja el Universo de
posibilidades permitidas dentro del contexto social.
Básicamente la televisión se edifica bajo las mutaciones de las artes apriorísticas, las cuáles
Altamirano señala de manera acentuada y cuidadosa; y de la cual acuña el término lenguaje
audiovisual realista. Indudablemente el acercamiento no es más que técnico a las prácticas realizadas
en televisión [donde recorre los inicios de la escritura hasta el auge de la Internet como medio de
«Excursus»
Lo siguiente trata casi exclusivamente de los programas de justicia rápida, aludiendo por poco a los
espectáculos de realidad, noticieros y videos en línea.
«/Excursus»
Sin embargo, el Espectador actuará más astringente de lo que pensamos. Desde al anonimato
se exigirá un amoldamiento de los otros [los cuales ya se encuentran expuestos], ante lo que se
considera razonable, justo y bueno. Mediante el artífice del juicio, el Espectador se identificará con
unas de las partes que sea representativa [un prosélito ortodoxo más que una proyección, para no
confundir con terminología psicoanalítica] de los valores que se defienden. De tal forma, se
evidenciará una exaltación de la moral [Parche Moralista].
A modo explicativo: nos referimos a artífice del juicio cuando hablamos de una pamema, o sea
de una exaltación de hechos frívolos, a los cuales se les intenta dar un grado de importancia que no
poseen. Y por otro lado el parche moralista alude a una tiesura moral, en otras palabras, es una
seriedad excesiva o afectación ante lo observado.
Esta especie de ad nominen asequible pero módico, produce a nivel macro un plácet de la
hegemonía preponderante, que es transmitida reticente por la televisión.
Así pues surge de los mismos individuos una Moral Propagandista, que actúa de la misma
manera que los adhesivos de colaboración solidaria y la Teletón.
Dentro de este margen ha de considerarse que la Moral Propagandística sucede por motivos
de la demanda, y de esta manera se exhibe. Por tal se relaciona con un modelo capitalizante de las
costumbres, por un anhelo trans-generacional de “moral y las buenas costumbres”, en tanto por una
lado como sujetos constructores del modelo capitalista y por otro como parte del ideario de las
memorias predecederas.
Mientras que la televisión propone ingenuamente métodos de ayuda rápida con fuerte
contenido valórico tradicional, los espectadores se deleitan con la falta ajena. Siendo este un método
de señalamiento similar a la ignominia, no obstante mientras su antecesor era totalmente directo, su
versión post-moderna brilla por la ausencia de figuras. Prácticamente son exigencias de una Moral
Ilusoria.
El Espectador es un enjuiciador pasajero, tan fugaz como el rating y el interés, por ello habría
que diferenciarlo de la opinión Pública, para ello nos remontaremos a la definición que le da Monzón
que la define como: “Una discusión o expresión de los puntos de vista, sobre asuntos de interés
general”. Esto es por decir así, una contraposición relevante ya que no es un juicio que se comparta
a nivel generalizable, sino que se imagina que es habitual. De esta manera lo se genera como
esquema de pensamiento suele ser lo valorado en vez de valores, la emotividad balanceada hacía… en
vez de actitudes y dictamen en vez de objetar. De acuerdo con lo expresado, la repercusión colectiva
es inocua en tanto se refuerzan ideas preconcebidas y se genera controversia hablando desde la
trivialidad.
Por otro lado la lógica del Espectador podría catalogarse como un fenómeno social implícito,
porque ocurre en cada hogar y no en las calles. Es interesante examinar el problema también desde
lo propuesto por Guy Debord en 1967, gracias al libro titulado “La sociedad del Espectáculo”,
señalemos en pocas palabras: Construcción de un seudo-mundo, relaciones sociales mediatizadas
por imágenes, producción circular del aislamiento e irrealismo de la sociedad real. No es fantasía
afirmar que estas nociones recaen en el perfil del Espectador y su relación con la forma de
contemplar los contenidos televisivos. Por un lado los programas televisivos se han constituido en si
mismos como mundos alternativos, ofreciendo diversas pretensiones de admiración, justicia,
servilismo, asistencia, neutralidad y objetivismo. Por eso puede decirse que lo que representa es
evidencia misma de la realidad social, por ende se altera volviendo real lo falsificable. Y esto nos
conduce a la innegable separación del sujeto en desmedro de los otros que pasan a ser objetos de
contemplación.
A pesar de que Altamirano cree que la televisión no es fuente de asuntos Morales y que esta
no debiera hacerse cargo, a mi modo de ver esto es sólo una pretensión a ciegas, adornada de
entretención. El pretender no saber es un recurso de los tecnicismos profesionales. Con esto en
mente podemos decir que la televisión bajo estos recursos ha logrado un acercamiento entre los
individuos y la caja interactiva. Asimismo no se había generado un encuentro más cercano entre el
sujeto común y la artificidad televisiva, como una concesión sin protagonistas.
Venidera herencia del estilo de vida colonial transformado con los años en una “capitalización
relacional”, regalo íntimo del sistema económico. Y no es mera coincidencia que esta actué
fortaleciendo las creencias que los propios sujetos poseen, de este modo más que reemplazo total la
televisión es una comodidad, y recalco este punto porque es la bonanza que entrega el consumo
diario y despreocupado lo que genera una especie de molicie frente a los temas que se presentan a
diario como novedad consumada y naturalizada.
La televisión entonces ha emblandecido el juicio crítico, y estos a su vez le han dado el valor
de imparcialidad y veracidad como expresiones de si mismos. Al respecto conviene decir que la
decencia instaurada como fin común, solo conlleva a dilucidar una moral agresiva en tanto se señala
a los otros como malos o carentes de “buena moral”.
Aquí hay que referirse también al tipo de composición mixta de la televisión actual que intenta
consolidar a duras penas el modelo subvencionado paternalista con carácter comercial y
mercantilista, ganando este último como ápice del progreso frívolo de las relaciones humanas. De
esta circunstancia nace el hecho de que las
prácticas dentro del ambiente hogareño son
conducidas por un estímulo de lo correcto o
incorrecto como modelo imaginario de una
sociedad justa. Incitado por la ideología
económica de los responsables de la emisión
televisiva.
Este tipo de normatividad de la
sociedad descansa en la producción del
desahogo, descompresión y relación imaginaria
que establece el espectador con la TV, que no
son del todo falsas. Sin embargo sus efectos
tienden a ser un ejercicio contrario donde los comportamientos erróneos llevan a situaciones
indeseadas, y por ende a una esfera que dicta pautas de cómo ser buen ciudadano. De modo que el
problema no radica en las fluctuaciones casi magnéticas de escenas protagonizadas por
desconocidos, sino en el arraigo de trivializar las relaciones interpersonales
Y sin embargo, ya estamos, sin lugar a dudas…
Si quisiera escoger un símbolo propicio para este fenómeno sería el de la siguiente imagen:
Quedan todavía muchos hilos sueltos, que difícilmente podría responder ahora. De entrar en
consideraciones, El parche moralista es una actividad altamente difundida y aceptada, por tanto tan
obvia que solo escatima en molestias individuales. Sin embargo, aseguro que las demás
conceptualizaciones dan señales de una problemática que más que reciente, se ha ido consumando
poco a poco dentro de las demandas televisivas.
Sin querer señalar culpables concretos, somos parte de una fluctuación que a grosso modo, es
evitable en cuanto demos cuenta de la responsabilidad que tiene cada uno. No basta con ignorar
(aunque es un buen sistema), faltaría con dar hincapié a como el discurso colectivo se ha ido
transformando en base a la señalización y al voyeur de la humillación, siendo esta arbitraria y
clónica.
Conviene sin embargo advertir que los contenidos televisivos se encuentran enseñoreados por
sectores, por tanto los contenidos están orientados, o sea, como “medio teledirigido”, la línea
programática se adapta al Espectador y no al revés. De todas maneras no podemos negar la voluntad
individual y colectiva, que presenta tendencias, gustos, deseos y demandas. No obstante, la
segmentación programática caracteriza a este tipo de transmisiones por una audiencia [blanda en el
sentido de no ser comprometida ni con un tipo de programa o canal, teleaudiencia bautizada no solo
por los jóvenes, sino que por el público popular y no de alta cultura] que por lado realiza el ideal de
programación (mayor audiencia o costo por punto), y los gustos del Espectador por otro. Con todo y
lo anterior la aceptación o rechazo siguen siendo variables que no pueden medirse.
La producción de alcance significativa, crea una relación de embelecimiento mutuo,
seguridad, compañerismo y alianza entre los programas y su público, presentando lo caótico como
algo natural, y coherente. Atribuyendo una especie de principio de continuidad de orden y sentido,
entre lo que se transmite y a los que se muestra. De manera que la línea editorial se transparenta
gracias a la fundamentación de la palabra como “Discurso Ordenador”, [que Altamirano utiliza para
ejemplarizar la diferenciación entre cine y televisión]. Lo curioso es que el concepto resguarda más
significancia ideológica que etiológica.
“No podemos negar que la televisión es un medio que intenta provocar reacciones, guiar la emoción e
intentar contener el placer, como mercado nos venden un modelo. Debido que le otorgamos estos
atributos, funciona a la perfección. Sin embargo lo necesario no es considerarla un ente conspirador,
sino reconocer y utilizar sus herramientas para saber que intentan decirnos. Lo complejo se encuentra
en simples elementos que fluctúan pasivamente”.
(Henríquez, Nayha Verónica, 2010)
Bibliografía
Altamirano, Carlos Juan. “TV or not TV: Una Mirada interna de la televisión”. Editorial Planeta
Chilena S.A. Santiago, Chile. 1° Edición. (2006)
Introducción a la Opinión Pública. Revisión Electrónica.
[http://www.rrppnet.com.ar/opinionpublica.htm]
Debord, Guy. “La sociedad del Espectáculo”. (1967). Revisión Electrónica.
[http://www.sindominio.net/ash/espect.htm]
Ang, Ien. “Las guerras de las salas de estar”. Revisión Electrónica.
[http://www.infoamerica.org/documentos_pdf/ang1.pdf]
Revista Pánico en Crisis, Año II, Nº2, 2010, p. 91 – 93
Introducción
Considero necesario partir este escrito posicionando sus palabras en una mirada
anticapitalista, a lo menos subversiva, y afirmando que hubo una derrota, que esa derrota ha creado
traumas y miedos y que esa derrota ha creado –por obra de los vencedores- un mundo nuevo, una
cultura nueva. Ello no implica que la vía revolucionaria para la transformación social haya sido
demostrada como imposible, pero nos obliga a re-pensarnos como sujetos de cambio situados en un
contexto de relaciones sociales particular, aprender de la historia, innovar en las formas de
organización y métodos de lucha y lo que es central: construir una alternativa revolucionaria al
capitalismo basada en una ética que se practique desde de ya en lo concreto de los vínculos
humanos.
El objetivo de este artículo es aportar en el primer punto, el análisis de esta actual sociedad
capitalista salvaje, en la que las oligarquías continúan vengándose del alzamiento de los oprimidos,
donde el discurso de la sociedad humana correcta se construye para todo el mundo y se reproduce
con alta tecnología, donde se previene con guerra de baja intensidad cualquier intento de
sublevación, etc. Es lo mismo de antes y de muy antes: una minoría dominando a la mayoría, dos
clases en lucha. Pero el gigante popular está groggy y desmembrado, los inconformes son menos -
porque los mataron, cooptaron o nacieron como perfectos seres del Espectáculo 69 - y la
posmodernidad -discurso creado por los ganadores- va en el camino deductivo de vuelta y ahora crea
subjetividades.
No abundarán las citas porque lo que se intenta es más bien una síntesis con preponderancia
de la experiencia, no obstante el análisis esté guiado por un marco conceptual que se tratará de
clarificar. Esto es más un comentario que un aserto, puede servir como provocación para una
reflexión más profunda, desde otras perspectivas teórico-prácticas y en colectivo. Esto es a propósito,
por dos razones: como una forma de reivindicar la intuición y la creatividad del cientista social, en
una visión multimetodológica de la construcción del conocimiento 70 ; y como una manera de
recordarnos que el diálogo entre teoría y realidad es el que nos entregará un conocimiento útil, ante
el progresivo y alienante ascenso a la estratosfera teórica que implica la inserción en el mundo
académico.
LUMPENCAPITALISMO
describe el accionar de narcotraficantes en saqueos organizados y con gran capacidad logística, los cuales no
distinguen ricos de pobres en sus ataques. La auto-organización de los proletarios frente a la catástrofe, los
lumpen-capitalistas y la incapacidad estatal, publicado en marzo de 2010 en
http://www.punkfreejazzdub.blogspot.com/
empresarial del capitalismo y su más representativo emprendimiento es el narcotráfico. No es
distintivo del lumpencapitalista el hecho de que su acción esté fuera del marco de la legalidad pues el
gran capitalista burla o deforma la Ley según su interés, el Estado es su instrumento; la diferencia es
que, además de estar limitados a competir entre los pobres, sus actos tienen mayor visibilidad porque
la violencia que utilizan para mantener sus privilegios es eminentemente física, por tanto más
evidentemente „ilegal‟, lo que es útil para el espectáculo.
Flaite fashion
Hecho el marco general, paso a los ejemplos. Es llamativa la configuración, en estos últimos
veinte años, de un grupo social dentro de las capas más marginales de las ciudades: los flaites. Los
flaites podrían definirse como una subcultura, tienen una estética determinada, gustos y preferencias
particulares, costumbres y modas internas propias; están íntimamente ligados con el mundo del
hampa, con el cual comparten el coa, pero no necesariamente son delincuentes. Tampoco son,
necesariamente, lumpencapitalistas. Los flaites han llegado a ser un chivo expiatorio preferido, la
causa de todos los males, como fruto del terrible auge mediático de la “seguridad ciudadana”, por lo
que para la sociedad del espectáculo, que no es exclusivamente lo que transmite la TV y los grandes
medios sino nuestro propio discurso, flaite equivale a delincuente. El propio término „flaite‟ ha pasado
de indicar la pertenencia a ese grupo a usarse como un adjetivo de connotación negativa que puede
significar „ladrón‟, „obsceno‟, „descuidado‟, etc.
No abundaré en explicaciones a favor de la hipótesis “los flaites son víctima de la sociedad
capitalista”, que es completamente razonable: el desempleo, el ciclo reproductor de desigualdades del
sistema educativo 72 , la marginación y la mala planificación urbana, la abundancia de droga de
bajísima calidad y efectos secundarios devastadores, la escasez de todo tipo de „capital‟, el contexto
social violento, etc. El enunciado anterior es, no obstante, parcial y estaré más bien alrededor de la
hipótesis “los flaites son producto de la sociedad capitalista”. Está claro que la separación entre estas
miradas –víctima/producto- es mucho más compleja en la realidad; aquí sólo se hace para facilitar el
análisis. Tampoco describiré en profundidad la cultura flaite ni me adentraré en su subjetividad, sino
que me centraré en elementos que permiten comprender el razonamiento principal: los valores de los
flaites son la materialización de las ideas nucleares del capitalismo.
Para los flaites la ropa y, esencialmente, las zapatillas son una prioridad, y cumplen su
función de indicador de estatus social sólo si son de una „marca‟ de ropa deportiva cara (Nike,
Reebok, Puma, Adidas, etc.). Un par de zapatillas en una oleada comercial coincidente con una
temporada de la moda flaite puede costar sobre 80 mil pesos –Nike Shox, Adidas Bounce, por ej.-,
alrededor de la mitad de un salario mínimo. La apariencia ejerce su reinado, pues el flaite ostenta no
a través del vestuario y sus condiciones de calidad, sino de la marca, el índice del dinero gastado, el
fetiche en su estado más avanzado: si en una primera fase el capitalismo ha implicado la degradación
del ser en el tener, hoy la colonización de la vida social por la diosa Economía empuja al tránsito del
tener al parecer. Y así la cultura boricua-yankee termina por imponer el culto a la apariencia y más,
el culto al lujo: hoy nuestros flaites, producto autóctono, se transnacionalizan y ya no sólo son las
zapatillas de marca cara sino todo el vestuario; la estética flaite ya no es sui generis (su corte de pelo
chocopandero, una pierna del pantalón arremangada) sino estrictamente reggaeton star; las cadenas
de oro y los rosarios de choro son reemplazados por grandes aros que emulan diamantes y algunos,
ilustrativamente, con forma de signo peso.
Conviene reiterar que los flaites son parte de las capas más pobres del país.
Domésticos culiaos
72 Pierre Bourdieu y Jean Claude Passeron, Capital cultural, escuela y espacio social.
73 De estos viajes ha habido muestras importantes de un intercambio cultural. En la mayoría de las poblaciones
(sólo) temidos por su peligrosidad, sino respetados porque no hacen daño a la comunidad y porque
su „trabajo‟ los ha hecho conocer lugares y aprender cosas que en Chile nunca habrían podido. Entre
los choros de verdad, no los hechizos o de cartón, hay un código implícito de no robar al que es pobre
igual que uno74.
No obstante, gracias a los factores que enumeraba en la sección anterior 75, especialmente a la
aparición de redes y cantidades muy eficientes de tráfico de pasta base, gran parte de la juventud
marginal ha llegado a un punto tal de deshumanización que no sólo no ven perspectivas en la
„carrera delincuencial‟ sino que además roban y hostigan a sus propios vecinos, rompiendo los viejos
códigos del hampa. Este código aún mantenían cierta cohesión social en la ya fragmentada y
desclasada clase pobre: los delincuentes sostenían un nivel de respeto básico para con sus
copobladores, a pesar de tener el know-how y los recursos materiales para someterlos si quisieran; a
su vez, existía una legitimación del „trabajo‟ de ladrón tomando en cuenta que las víctimas de estos,
sobre todo las de los internacionales, eran personas que tienen en abundancia y no personas que
apenas les alcanza para vivir.
Este código hoy no existe o está muy debilitado: el lanza trabaja en cualquier parte de
Santiago, el cogotero no sólo ataca a los desconocidos, el angustiado por la pasta base le roba a la
familia o al vecino. Así se configura un nuevo nivel dentro del hampa, el más degradado, el ladrón
doméstico o doméstico, a secas- que es el que le roba a su propia gente, el que le roba a los pobres
siendo pobre.
El angustiado y el doméstico son lumpencapitalistas. No sólo no tienen conciencia de clase, un
sentido de colectividad, sino que sus principios son el aseguramiento, buscar salvarse con algo,
individualismo en estado puro.
de Santiago es conocida la música de Los Chichos y Chiquetete (conocido en Chile como “Los Chiquitete”),
rumba flamenca popular que los internacionales fueron trayendo, música de choro.
74 Escúchese Entre choro y hechizo, del disco Entre Serio y Chistoso, del rapero Lecheromon.
75 No está demás repetirlos: el desempleo, el ciclo reproductor de desigualdades del sistema educativo, la
marginación y la mala planificación urbana, la abundancia de droga de bajísima calidad y efectos secundarios
devastadores, la escasez de todo tipo de „capital‟, el contexto social violento, etc.
76 Casi tanto como los que afirman la existencia de la clase media.
77 La auto-organización de los proletarios frente a la catástrofe, los lumpen-capitalistas y la incapacidad estatal,
CORPORATIVIZACIÓN
Inicialmente esta parte del texto iba a ser más larga pero no me alcanzó el tiempo así es que
sólo enunciaré las ideas que quería desarrollar. Iba a hablar de cómo en Chile se ha ido traspasando
los valores sociales de los seres humanos vivos, de carne y hueso, agrupados, en diálogo de igual a
igual, a mecanismos de ayuda institucional, fundamentalmente privados y por tanto mercantiles.
Ejemplo paradigmático es el paso de la solidaridad, la cooperación concreta con otro que lo necesita,
a la ayuda corporativizada, las donaciones en cuentas corrientes del Hogar de Cristo y la Teletón. En
el tiempo posterior al terremoto también muchas empresas se „adjudicaron‟ localidades y el
espectáculo consagró: Chile está siendo levantado por el Estado y la empresa privada. Esto hasta
cierto punto es verdad, porque mucha gente piensa que se gana el cielo comprando un producto
adherido a la campaña o depositando plata. Pero no es menos cierto que la solidaridad sigue
existiendo subterráneamente al mainstream y que fueron las redes cooperativas entre personas las
que funcionaron más rápida y eficientemente horas después del terremoto.
Iba a hablar también de cómo se van haciendo depender cada vez más las necesidades
sociales de lo que puedan ofrecer las instituciones, estatales o privadas. Para cada necesidad social
(educación, salud, transporte, etc.) existe un tratamiento 78 cada vez más estandarizado, en vez
propiciarse el fortalecimiento de las comunidades para que dichas necesidades puedan satisfacerse
en un plano local y por los propios necesitados. Esta es una tendencia natural de una institución que
funciona como administración de los propios capitalistas, un instrumento de dominación.
Iba a hablar también de la gran utilización de los medios masivos de comunicación que se hizo desde
los sectores dominantes en Chile después del terremoto, en el sentido de posicionar el discurso
valórico del capitalismo como algo propio del ser humano, asociando por ejemplo las ideas de
sobrevivencia con emprendimiento. El capital reproduciéndose a sí mismo en el espectáculo, la
economía desarrollándose frente a los ojos de la gente y escribiendo su historia por ellos.
Luego hablaría sobre la identidad que, menos mal somos un país multicultural y multinacional en los
hechos, también puede que vaya camino a una corporativización ad hoc.
En definitiva, en este apartado apoyaría la idea de que en la medida en que nos mantenemos
operando de forma individual en el sistema, todas las estructuras burocráticas funcionan de forma
eficiente desde el punto de vista de la tranquila acumulación de riquezas del capitalista. Es más,
estas estructuras continúan ampliándose hasta cubrir necesidades sociales de una forma
neutralizadora (recreación, comunicación, información, etc.) e incluso valores humanos propios de la
interacción social como son la solidaridad y la amistad.
ALTERNATIVAS
Argumentos desde una psicología crítica, elementos para una Contrapsicología: A propósito de
la relación entre psicología y educación.80
Jorge Benítez Saavedra, Juan Carlos Cea Madrid, Pablo Martínez Díaz y Felipe Muñoz Toro 81
1. Introducción.
Vivimos en una sociedad que ha recibido de su historia las consecuencias terribles del
totalitarismo, administración de la vida y burocratización. Hoy, en su lucha, se han formulado y
practicado miles de intentos contestatarios sin resultados reales, muchas veces integrados por la
enorme capacidad de cooptación del sistema actual, vaciándolos de su contenido original y sirviendo
como argumento de tolerancia y diversidad, unidimensionalizando y estratificando el poder
institucional dominante. En este contexto la psicología no es una excepción. El modelo psicológico
oficial, materializado en discurso ideológico, ha abstraído al sujeto del devenir histórico y de las
formas de producción y reproducción de la sociedad, alienándolo de la comunidad y reduciéndolo a
mera construcción subjetiva individual.
La psicología aparece en un momento histórico en el cual la racionalidad científica, en tanto
forma del saber históricamente arraigada a la sociedad moderna, es sólo una de las maneras del
saber. No obstante podemos observar, tanto en esta época como ahora, la pretensión permanente de
identificar esta manera de hacer ciencia como sinónimo de saber y saber hacer sobre la subjetividad
de los sujetos, apareciendo de este modo una serie de comunidades con lenguajes especializados,
producción de publicaciones, su popularización, etc. como mero efecto de su institucionalización,
viniendo a cumplir el método científico no un posible camino para conocer, sino que la propia
legitimación de este saber.
De esta forma, la psicología, como dispositivo tecnológico de control social, se apropia de la
experiencia subjetiva, cuya significación se hace posible sólo dentro de un determinado contexto
histórico-social, constituyendo al individuo como su objeto de estudio e intervención, e inventando
para ello diversas perspectivas teóricas donde abundan conceptos como inteligencia, emoción,
percepción, memoria, atención, etc., con sus correspondientes trastornos: retardo mental, depresión,
trastorno del ánimo, esquizofrenia, déficit atencional, etc. En este sentido, el saber psicológico
instituido como “agente de ayuda” se alinea bastante bien con las formas económicas de dominación
propias de los modos de producción capitalista, donde la constitución del individuo se plantea como
uno de los principales mecanismos de reproducción del sistema.
Es aquí donde encontramos como la psiquiatría, y el uso psiquiátrico de la psicología, se
acopla bastante bien con las nuevas formas inhumanas de vida. Hoy día si queremos adaptarnos al
sistema criminal, donde se vela más por la eficacia y eficiencia de los procesos laborales más que por
la propia salud de las personas, necesitaremos una ayuda rápida, eficaz, eficiente y en paquetes de
acceso rápido y fácil: fármacos. Respecto al discurso que sostiene la psiquiatría para defender esto se
pueden decir muchas cosas, un aspecto que atraviesa todas las críticas posibles, esa búsqueda no es
una mejor manera de vivir, sino más bien una mejor manera de llevar a los sujetos a que promuevan
de mejor manera la economía capitalista.
Sin duda, la labor de todas las instituciones educativas, desde la Escuela hasta la
Universidad, en tanto dispositivos de control y disciplina de la subjetividad, buscan el mismo objetivo
anterior: producir un modelo de subjetividad individual adecuado para la producción y el consumo,
un cuerpo adaptable y funcional a las necesidades del sistema.
¿Cuál es la labor de la psicología en este punto? El mecanismo ideológico contenido en la
disciplina psicológica se configura a través de la sucesión de la individualización de los problemas (el
origen del problema está en usted mismo, no en el entorno), seguido por su psicologización (sus
problemas se deben a distorsiones subjetivas, no a factores objetivos), y luego por su franja
naturalización (el fondo de esas distorsiones es fisiológico, una alteración cerebral, que excede lo que
usted pueda hacer de manera voluntaria).
80 Texto presentado el 28 de mayo de 2010 en el marco de las Jornadas de Pedagogía Libertaria, Universidad de
Chile.
81 Estudiantes de Psicología. Investigadores asociados al Centro de Estudios de Contrapsicología. E-mail:
Contrapsicología@gmail.com.
Desde el punto de vista de la Contrapsicología es necesario construir un horizonte político
capaz de realizar, en la teoría y en la práctica, las operaciones ideológicas inversas a las del poder.
Frente a la indivualización, congregar. Promover la construcción de identidades colectivas, de grupos
de encuentro, de iniciativas que impliquen tareas en común. Frente a psicologización, objetivar.
Promover la conciencia de que los problemas que aquejan a la subjetividad individual tienen un
origen plenamente social, un origen que excede las posibilidades de un enfrentamiento aislado,
meramente personal. Frente a la naturalización, historizar. Promover la conciencia de que esos
problemas sociales que nos exceden como individuos derivan de contradicciones sociales globales, de
la constitución de estilos de vida determinados por las necesidades de explotación y opresión 82
En base a estos elementos, establecemos que el horizonte político que promueve la
Contrapsicología es consecuente con una pedagogía comunitaria, el modelo de educación de Paulo
Freire: un modelo horizontal donde nadie educa a nadie y todos se educan en comunidad, donde
nadie es capaz de resolver los problemas subjetivos o las necesidades educativas de manera aislada
sino en comunidad. En este sentido, la profunda convicción que une la pedagogía de Paulo Freire y la
Contrapsicología, es devolver al ciudadano común la conciencia de su capacidad para manejar por sí
mismo, sin más amparo que sus grupos habituales de pares y su comunidad, sus propios problemas
subjetivos y sus propias necesidades educativas. La conciencia de que no hay de hecho, ni debería
haber, en el ámbito de la subjetividad ni de la educación, una institución de dominación o un juicio
experto que pueda superponerse a las propias capacidades, deseos y necesidades de acción del
ciudadano común, en su relación grupal o comunitaria.
Es un hecho que las tasas de medicalización en la población mundial y nacional tienen una
tendencia al alza como claro reflejo de las prácticas hegemónicas en medicina, sobre todo en la salud
mental institucionalizada, exhibiéndose una constante al presentarlas junto con evidencias
empíricas, “datos duros”. Por otra parte, su implantación en la subjetividad de quienes son sus
principales beneficiarios también es evidente: gente común y corriente concurre a las farmacias a
comprar antidepresivos u otros psicofármacos (algunos de los que son vendidos sin receta médica),
esperando una rápida y certera solución al malestar que los aqueja, esperando mitigar sus problemas
de alguna forma que no interfiera con su rutina.
El escenario se complejiza si reconocemos que los cuerpos legales chilenos se han permeado
de esta hegemonía médica psiquiátrica (en el campo de la salud mental), lo que conlleva a una
evidente concentración de poder en esta institución, aumentando la desigualdad existente respecto
de cualquier otro tipo de “solución” de problemas que no sea reconocido por esta fusión médico
hegemónico-legal, invalidando cualquier subsistema médico no hegemónico: léase medicina curativa
mapuche, medicina oriental, lectura de cartas, medicina popular, construccion de grupos de trabajo,
etc. Lo posible terapéutico se reduce a lo dado institucional, aumenta de manera clara el lucro y la
dominación sobre el malestar subjetivo, individual y colectivo.
Lo más grave, hablando de la práctica médica hegemónica en salud mental, es que la lógica
que sustenta los argumentos de la psiquiatría ni siquiera son evidencias sustanciales, no se
encuentran estrictamente fundadas en el método científico, por lo que el sustento dado por la
legalidad, al suponer que es “la práctica” más efectiva, eficaz y eficiente –y que los psicofármacos
tendrían algún efecto-, obedecería a intereses político-económicos y no a argumentos científicos.
Respecto de estos intereses, es necesario mencionar la forma en que el uso y distribución de
fármacos son aprobados: Existe una asociación norteamericana que se llama FDA, fiscalizadora de
los efectos de los fármacos, que recurre a los informes de las propias farmacéuticas para dirimir
respecto del efecto de las pastillas, un alto porcentaje de este equipo pertenece a diversas
farmacéuticas, de esta forma se ha aprobado el uso del Citalopram, la Venlafaxina, Fluoxetina y
Metilfenidato (este último se vende con el nombre de fantasía de Ritalín).
El caso del Ritalín es bastante especial, ya que se ha utilizado masivamente para el
tratamiento de “déficit atencional con hiperactividad”, trastorno cuya principal población objetiva son
niños, no se conocen las causas neurológicas de las alteraciones del comportamiento, su diagnóstico
es incierto, y en las pruebas clínicas el fármaco no ha demostrado ser más eficaz que el placebo,
teniendo preferentemente una terapéutica farmacológica por sobre cualquier otra, dejando de lado el
82Argumentaciones tomadas del Artículo de Carlos Pérez S. “Sobre Antipsiquiatría y Antipsicología” Revista
Pánico en Crisis, año I, nº1, 2009, (2ºed.) p. 9-33.
hecho de que la sola constatación de esta intervención por parte del entorno del niño, por ejemplo los
padres, afectan las interacciones que éstos tendrán con el medicamentado, mejorando, cuando lo
hace, el cuadro más por los cambios en las formas de relacionarse que por los efectos farmacológicos
químicos a nivel cerebral.
Ahora bien, con el fin de sustituir esta dependencia (en este caso representado en el trastorno
de déficit atencional con hiperactividad) del modelo médico hegemónico y de los fármacos, de que el
poder se remueva de las esferas de la institucionalidad recayendo en los propios sujetos, pudiendo
re-focalizar las problemáticas hacia una perspectiva intersubjetiva, se puede plantear un abordaje
simple.
Primero podríamos recordar que las relaciones afectivas significativas son parte y responsabilidad del
núcleo del niño/a, con lo que un acercamiento relacional podría ser la primera opción hacia el
sufrimiento del sujeto que posiblemente estaría causando las molestias con/para los demás.
Segundo, recurrir a un grupo de padres o vecinos cuyos hijos manifiesten problemas semejantes, no
está mal, se podría discutir en torno a semejanzas y diferencias de las características de los niños,
así como de las relaciones al interior de los hogares, buscando posibles estrategias de abordaje, con
tal de expander las redes de apoyo de los padres en su propio contexto; también el ejercicio físico
puede ayudar a distender el stress o las energías acumuladas de los niños, sobre todo cuando se
hace en grupo (amigos o familia).
En el contexto escolar indagar sobre las actividades académicas y la manera en la que éstas
son llevadas a cabo por los profesores, el cómo éstos se comportan con los niños; el plantear frente a
un grupo de apoderados la problemática que pareciese aquejarle solamente a un niño, en el fondo se
trata de informarse, de comunicar, de establecer un vínculo con otro, de interesarse por lo que ocurre
en el lugar en el que el niño se está educando.
Por último si se requiriese de la opción terapéutica es necesario agotar todas las instancias
clínicas antes de plantear la posibilidad de la medicamentación: consultar diversos profesionales y
opiniones, tomar en cuenta la información respecto de los variados tratamientos, su costo y beneficio,
así como las fuentes de las que éstas provienen.
Posibilitar todas las acciones ciudadanas, cotidianas y comunes que hemos descrito, pueden
llegar a ser mucho mas terapéuticas y efectivas, que las prácticas arbitrarias y reproductoras del
status quo que se juegan en cada práctica institucional de la Salud mental.
Lo primero que debemos tener en cuenta es que la incipiente Psicología se interna en las
escuelas principalmente a partir de la psicometría. Después de la primera guerra mundial, el Estado
norteamericano encarga a psicólogos la aplicación masiva de test de inteligencia para poder planificar
los programas educativos y separar a los estudiantes más hábiles de los que tienen menos
potencialidades y por lo tanto menos expectativas de llegar a las Universidades. Desde entonces el
uso de instrumentos psicológicos para evaluar las habilidades de los estudiantes se convirtió en una
práctica común.
El sistema educativo no se ha contentado con medir los conocimientos adquiridos por los
estudiantes, como forma de evaluar los procesos de aprendizaje de acuerdo a los estándares fijados
por el Estado, sino que además y a través de la psicología, se pretende predecir los conocimientos que
los estudiantes son capaces de alcanzar a partir de la medición de sus “capacidades estructurales”.
El fundamento es que a través de la medición del rendimiento en tareas específicas se pueden
obtener medidas estandarizadas de funciones “básicas” generales localizadas en el cerebro, y analizar
el comportamiento de estas variables y su distribución en distintas poblaciones.
Estas tecnologías tienen el carácter de “objetivo”, como verdaderas radiografías del
funcionamiento cognitivo. A través de éstas, se pueden detectar disfunciones “objetivas” que deben
ser tratadas por profesionales. Por supuesto, el efecto político que producen estos procedimientos
evaluativos es restar responsabilidades al sistema educativo en el proceso de enseñanza y sobretodo,
oculta las contradicciones sociales y las lógicas de dominación con las que opera el Estado en la
configuración de la subjetividad.
Para entender el carácter político de éstas prácticas, y el sentido que tiene el poder médico-
psiquiátrico-psicológico como mecanismos de control de la conducta, debemos poder cuestionar los
alcances científicos de la psicometría, distinguir qué se puede medir de lo que se dice que se mide.
Una primera operación que realiza la psicometría es fijar cierto marco teórico que permita
establecer variables y que se puedan medir independientemente. La teoría que sustenta tests como
los de la serie Weschler corresponde a una concepción mecánica y analítica de la mente. De esta
forma, existirían niveles básicos y superiores de procesamiento de la información. Dentro de los
niveles básicos encontramos la percepción, la atención y la memoria. Dentro de los procesos
superiores encontramos el razonamiento lógico, conceptualización, capacidad discriminativa, etc. La
inteligencia correspondería entonces a la suma de estas habilidades y la aplicación de cada una de
éstas a tareas específicas.
La segunda operación, es la generalización. El buen o mal funcionamiento en alguna de estas
funciones, tendría un poder predictor sobre el desenvolvimiento del estudiante en el ámbito
académico y social. Los resultados que el alumno obtenga en estos test pueden ser motivo de suma
alerta y preocupación para padres, profesores, para compañeros y para el propio estudiante, ya que
de no poder armar una figura con cubos podría llegar a significar una serie de fracasos en su futuro.
La psicometría se ha dado cuenta, en alguna medida, del problema de la estigmatización que
conlleva la aplicación de test. Por esto ha determinado ciertos criterios que los instrumentos deben
tener para poder medir de manera eficiente lo que se quiere medir. Los más importantes de estos
criterios son la confiabilidad y la validez.
La confiabilidad se refiere a la estabilidad de las mediciones a través del tiempo, y al hecho de que
pueda ser replicado cuantas veces se quiera, por distintos examinadores, y aún así obtener las
mismas mediciones.
En psicología, se reconoce que todos los instrumentos tienen un rango de error en sus
mediciones, esto es producto de la naturaleza de los reactivos que componen cada instrumento. Se
asume el valor ético de estimar el valor de medición y por lo tanto el grado de confianza de cada
instrumento. Los psicólogos determinaron arbitrariamente, que un valor de confianza aceptable para
que un instrumento sea legítimo es de 0.70 (que es como decir un 70%).
El procedimiento necesario para poder determinar el grado de confiabilidad es el método test-
retest, que consiste en replicar efectivamente la administración de un test después de un tiempo
considerable y comparar si los resultados coinciden. Nótese que el tiempo considerable lo determina
el investigador de manera arbitraria. Sin embargo, este procedimiento es muy costoso, y por ello se
crearon métodos alternativos que se “aproximan” a la estimación de confiabilidad. El procedimiento
más utilizado es separar el test en dos mitades, y compararlas para ver si sus resultados coinciden.
Si el test en cuestión posee pocos ítems, el valor de esta estimación pierde relevancia.
Pero supongamos, en el mejor de los casos, que un instrumento demostró ser confiable a
través de los mejores medios posibles. Entonces podemos decir que el test arroja resultados objetivos,
que efectivamente está midiendo “algo”, una variable, de manera estable, y ese “algo” además se
distribuye de cierta manera en la población. Por lo tanto, se puede determinar en que nivel de ese
algo está una persona con respecto de su población, el punto está en determinar qué es ese algo, y el
criterio para hacerlo es lo que se denomina validez.
Para determinar la validez se utilizan medios estadísticos los que, en un sentido estricto,
solamente se aproximan a lo que es validez. En definitiva, determinar qué es ese algo que se mide es
un problema conceptual, que solamente puede establecerse con certeza cuando lo que se está
midiendo es idéntico a lo que se dice que se mide. Por ejemplo, si en un instrumento se está
evaluando la capacidad de un estudiante para armar rompecabezas, lo único que puede decirse con
certeza es que el estudiante tiene tal o cual grado de pericia en armado de rompecabezas. De ahí a
decir que eso demuestra su rendimiento motor, atencional, de memoria y, por supuesto, inteligencia,
es un salto lógico que goza de suma arbitrariedad. En última instancia, un instrumento que no tiene
utilidad alguna.
Lo anterior deja en evidencia que los instrumentos utilizados para evaluar estudiantes
contienen una gran carga ideológica, que utilizan conceptos que de por si no significan nada, pero
que tienen un efecto social claramente individualizante, discriminante y estigmatizador para los
estudiantes; y esto dentro de los otros muchos sesgos metodológicos que se pueden cometer
descaradamente, sin contar que la confección de instrumento constituye un millonario negocio para
los que están detrás de los derechos de éstos, y para toda la institución que los utilizan bajo el lema
de la ciencia.
Revista Pánico en Crisis, Año II, Nº2, 2010, p. 105 – 116
1. Introducción
Contrapsicología@gmail.com.
permite analizar los fundamentos históricos y epistemológicos para poder cuestionarla de raíz,
posibilitar a partir de ello una crítica radical, promover su superación. Si el saber que arraiga en la
verdad es inmovilizador, es necesario promover el pensar que critica los fundamentos, inquieta e
induce al cambio radical de la psicología actual.
Tres son los movimientos necesarios para posibilitar esta operación, primero un análisis de la
racionalidad moderna en general y las categorías del pensar sobre la subjetividad en particular.
Segundo, un análisis sociohistórico de la psicología como saber-hacer sobre la subjetividad y un
análisis histórico de la construcción de la subjetividad moderna y posmoderna. Tercero, la posibilidad
de una Contrapsicología, la construcción de otra psicología posible.
La pregunta clásica por el Ser, por “qué es lo real” ha sido suspendida en la Modernidad por
una pregunta que le antecedería: la pregunta por el saber. En la modernidad no tiene relevancia
cuestionarse que es lo real en sí mismo sino qué es lo que se puede saber de lo real y cómo. Por
supuesto la pregunta epistemológica que perturbó a los primeros filósofos modernos tenían como
objetivo el control de la naturaleza, y en última instancia, el control sobre el resto de los hombres,
detrás de todas estas consideraciones ha habido siempre un problema ético-político: cómo regular
una sociedad de hombres libres.
Es en este punto donde epistemología y ontología (el saber y lo real) sufren un quiebre radical,
toman caminos separados y la modernidad no ha podido volver a reconciliar. Aún así, el debate
epistemológico al interior de la psicología poco tiene que ver con los fundamentos más generales del
saber, esos fundamentos que alguna vez fueran enunciados por filósofos de la talla de Descartes,
Hume y Kant, sino que tiene que ver más con discusiones disciplinares y gremiales, debates en torno
al objeto de estudio de la psicología, el método adecuado para estudiarlo, la relación con las otras
ciencias, etc.; debates que al fin de cuentas giran en torno a la institucionalización del saber
psicológico.
Por ello es importante el análisis de los fundamentos de las ciencias y, en particular, de la
psicología. Dichos fundamentos han sido heredados por tradiciones filosóficas que se instalan en el
amanecer de la modernidad y que operan hoy en la racionalidad científica de manera inconsciente,
pero que constituyen compulsiones, imaginarios, vicios intelectuales y repeticiones que determinan la
imposibilidad, a pesar de sus tibias pretensiones, del sujeto moderno de pensarse a sí mismo como
Sujeto por medio de la psicología.
a) Fenómeno e interioridad
Para la Modernidad, uno de los supuestos más fundamentales es entender al sujeto y al
objeto como exterioridades, cada uno independiente del otro. En esta relación hay un sujeto
experimentando a un objeto, por lo tanto, podemos decir que en realidad existen tres términos dentro
de la relación epistemológica: el sujeto, el objeto, y la experiencia que el sujeto tiene del objeto. Hay
saber sólo cuando la experiencia que yo tengo del objeto, se adecua al objeto mismo. Para alcanzar
esta adecuación es necesario conducirme por un camino correcto, que me despeje del error, este
camino es el Método. Sujeto, objeto y método son concebidos como independientes. Sin embargo, este
delirio se ha topado con la frustrante sentencia de que es imposible garantizar una correspondencia
entre la conciencia y una realidad fuera de ella. El saber nunca puede escaparse de la experiencia del
propio sujeto. De esta intuición es que se ha cristalizado una separación fundamental: la separación
entre el fenómeno y la cosa en sí misma. Lo fenoménico es la forma en que el objeto se manifiesta
para la experiencia, la forma en que el sujeto puede llegar a conocerlo, y la forma en que un objeto se
manifiesta para la experiencia es a través de sus propiedades: la extensión, la forma, el número, la
masa, el movimiento, etc. sus aspectos puramente cuantitativos, sin embargo, lo que el objeto es en
sí mismo, la pregunta por el ser, queda afuera, como lo que esta detrás del fenómeno, como lo
interior, lo profundo, lo esencial.
Solo los positivistas más radicales han llegado a afirmar que las meras propiedades en que se
presenta la realidad son efectivamente toda la realidad. Sin embargo, el positivismo se expresa más
en el discurso como positivismo metodológico, es decir, “reconocemos que debe haber algo detrás de
estas propiedades medibles, pero de ello nada podemos saber, por lo tanto, no tiene sentido
preguntárselo”. La psicología como discurso científico esta plagada de estas convicciones. Cuando la
85 En base a Pérez, C. (2008) Desde Hegel, para una crítica radical de las ciencias sociales. México: Ítaca.
incipiente psicología experimental se preguntó ¿qué es el sujeto? respondió en términos de lo
fenoménico, y lo que estableció como fenómeno psicológico es nada más y nada menos que sus
características observables: el lenguaje, la conducta, el cerebro. Se plantea, por ejemplo, que por
supuesto que debe haber un sujeto o “algo” detrás de la conducta, pero de esto no se puede saber y
por lo tanto no vale la pena ahondar en ello, es la famosa Caja Negra planteada por Skinner. Pero la
Modernidad es porfiada, y no renuncia en lo profundo, a ubicar en este espacio vacío, en esta caja
negra, la posibilidad de la privacidad de la conciencia. Se convence y vuelve a olvidar que por mas
que se ha intentado abrir la caja negra una y otra vez, está puede que este vacía y no haya nada para
ver ha no ser que se ponga uno mismo para ver y ser visto (los científicos buscan continuamente por
muchos métodos y técnicas la mente en el cerebro y no la encuentran, ¿alguna vez la encontrarán?
¿No será una obstinación ridícula de la Modernidad?). Lo cierto es que la verdad de la privacidad de
la conciencia, una pretensión inversa, tiene un sentido político fundamental para el liberalismo
burgués, es la posibilidad de la autonomía frente a la represión que la Ley civil y el Estado pueden
ejercer a través de la manipulación directa sobre la conducta. En realidad esta diferencia es bastante
curiosa en la Modernidad, por un lado el sujeto para la ciencia es un objeto natural sometido a leyes
universales, por otro lado, el sujeto político que es enteramente libre posee voluntad propia y es
conciente de sus conductas. ¿Cómo comprender esta distancia opuesta entre el discurso que tiene el
sujeto sobre sí mismo como pura necesidad y la realidad efectiva de su disposición subjetiva como
plena libertad?, por ejemplo, ¿los delincuentes son culpables de su falta o sólo su conducta antisocial
es un efecto de una alteración mental-cerebral? ¿Hay que encerrarlos, matarlos, rehabilitarlos o
comprenderlos? Es un debate no zanjado, porque la Modernidad se ha inventado una y otra vez
apelando a cada una de estas posibilidades dependiendo del momento y contexto.
Los conductistas mas entusiastas creyeron alguna vez en la posibilidad de predecir toda
conducta en base a estímulos, los opositores más recalcitrantes promovían la libertad esencial de
todo acto voluntario. Este debate inconcluso entre libertad y necesidad, al interior de la psicología y
el sentido común, forma parte de las categorías modernas para pensar la subjetividad.
b) Atomismo
Vimos con anterioridad que la racionalidad científica se ve obligada a pensar el objeto de
estudio de la psicología como un individuo. Esto responde al vicio analítico, la tendencia atomista y
reduccionista que opera en toda la concepción del saber propio de la modernidad. La racionalidad
científica entiende las partes como anterioridades. Las partes son lógicamente anteriores al todo y
anteriores a las interacciones entre ellas. El Todo no es más que la suma de sus partes, y cuando las
partes entran en interacción se dice que hay un funcionamiento mecánico. Por supuesto que es
perfectamente posible pensar en una colección de partes que no se relacionen de manera alguna, que
no entren en funcionamiento; pero es completamente impensable para la mentalidad moderna la idea
de funcionamiento sin que existan partes que la soporten. El delirio de la ciencia consiste en
descomponer cada parte en partes cada vez más pequeñas hasta llegar a un límite, a unas
“partículas” indivisibles, diferenciables solo por sus características cuantitativas, y de cuya
combinación emerja toda la variedad cualitativa de cosas y elementos que componen el todo: estas
partículas son los átomos y es la forma mas común de materialismo. La idea de átomo se ha
transformado en la analogía con la que han operado todas las ciencias. Bajo esta concepción
analítica sería posible hacer realidad la pretensión de unificar las ciencias en una sola gran ciencia.
Las distintas disciplinas se agruparían de manera jerárquica en función de distintos niveles de
unidades de análisis, englobándose el uno en el otro.
Así la química estudia al átomo, la biología estudia la célula, que no es más que un conjunto
más complicado de átomos. La neurología estudia las neuronas, y la psicología estudia la mente
individual, entendida obviamente como relaciones más complicadas entre neuronas. En base a lo
anterior, es posible comprender por qué la psicología ha estado subordinada al saber psiquiátrico, el
modelo bio-psico-social es un reflejo de esta jerarquía (por algo no se llama modelo socio-psico-
biológico, por ejemplo). De esta manera, en psicología clínica se entiende que un tratamiento
“integral” del paciente comprende primero la imposición de un fármaco y recién cuando el individuo
esté “compensado” se puede intervenir con psicoterapia (cognitivo-conductual por supuesto). Ahora,
si aun quedan recursos estatales o gastos que haya que justificar, se puede ver la posibilidad de
realizar alguna intervención comunitaria (por supuesto que imbuida del más amable asistencialismo).
En una operación bastante sencilla, es posible conectar las múltiples prácticas actuales en psicología
con el fundamento que opera como obviedad, esto es, la realidad sustancial del individuo, que es por
sí mismo, aislado pero a su vez influenciado por lo social, lo ambiental, lo biológico, etc. Incluso para
el materialismo cerebral que se identifica con la mente, la complejidad mayor que es capaz de
comprender es la suma de muchas partes, todas juntas, esto es, la suma de simplicidades que a
partir de una complicada unión hacen “emerger” nuevas propiedades. Este materialismo que
podemos ver, por ejemplo, en Mario Bunge es pensar la totalidad material como la complicadísima
unión de partes.
c) Cambio
La noción de cambio en la racionalidad moderna se basa en la convicción de constituir una
excepción, una “anomalía” que atenta contra la regla fundamental de toda cosa o estado de cosas: El
equilibrio y la estabilidad. Este principio queda retratado bajo las teorías homeostáticas del
comportamiento, que priorizan la regulación de la conducta y donde el cambio es entendido sobre
todo como adaptación al medio. Es necesario enfatizar que lo que cambia no es el ser de algo, sino
sus propiedades externas. En este sentido, lo que cambia en el sujeto no es el sujeto mismo, sino solo
sus patrones cognitivos o comportamentales con los cuales se relaciona con el Medio. Otro aspecto de
la noción moderna de cambio es considerar que éste tiene un origen en algo que actúa sobre él de
manera exterior. Estos modelos de cambio importan inconcientemente el principio de inercia de la
física, que plantea que ningún cuerpo cambiará su estado de movimiento mientras no se aplique una
fuerza externa sobre él. Para la psicología esta fuerza externa la constituyen los estímulos
ambientales, y aplicado a la psicoterapia, este agente de cambio exterior lo constituye el terapeuta. El
terapeuta es el encargado de mover al paciente, por supuesto mover significa cambiar su conducta, y
por supuesto que la finalidad de esto es la adaptación, entendida ésta a su vez como bienestar o
salud mental.
Por supuesto que al volver al estado de equilibrio no se tiene por qué volver al mismo estado
de equilibrio. Puede ocurrir que el cambio conlleve un aumento, una progresión, desde lo simple a lo
complejo: Esta es la idea de cambio evolutivo. La idea de que la historia humana se desarrolla desde
la escasez de las tribus primitivas hasta la abundancia de las sociedades capitalistas, la idea de que
la vida empieza desde los simples organismos unicelulares y concluye con “el complejísimo desarrollo
de la conciencia”, la idea de que el niño parte enfrentando al mundo desde esquemas sensorio-
motrices hasta alcanzar el “pensamiento lógico o formal”, todas constituyen el mismo espíritu
progresista, que da la apariencia de permitir pequeños márgenes de azar, en un plan general que, sin
embargo, está totalmente determinado, sin que ninguna voluntad o sujeto pueda decidir sobre su
devenir. Es el reconocimiento de una realidad natural simple (mecánica) o compleja (orgánica), que
posee fin o no, que se puede acceder a ella o es tan compleja que es imposible, etc. es la noción
antológica de varias corrientes sistémicas: La pauta que conecta, por ejemplo. Toda la Modernidad
oscila entre estas dos concepciones de realidad: el orden o el caos. Y en tal caso, sólo puede
considerar el orden mecánico y en el extremo, la autofinalidad, por ejemplo, en el pensamiento
sistémico. Por ello, bajo la racionalidad científica, es imposible pensar el cambio como la
transformación de un sujeto en cuanto sujeto, cuyo origen corresponda a una tensión interna como
acto de voluntad y autodeterminación (la Historia), y donde esta transformación radical sea la regla
más que la excepción.
d) Relación
Se señaló que para la racionalidad moderna las partes son lógicamente anteriores a sus
relaciones, pero además son ontológicamente previas, es decir, las “cosas” son más reales que sus
relaciones. Hay que enfatizar, nuevamente, que lo que entra en relación no es el ser de las cosas. El
ser de algo no influye en el ser de otra cosa, sino que las propiedades exteriores (movimiento, masa,
volumen, energía) de las cosas se distribuyen desde un cuerpo A a un cuerpo B, esta es la noción que
tiene la racionalidad científica de causalidad. Por lo tanto, las relaciones son concebidas como
influencias mutuas entre las propiedades exteriores que residen en los cuerpos. También se puede
decir de la siguiente manera: para la racionalidad científica la relación no es constituyente, no
determina a los términos que se relacionan; sino que es un intercambio entre cosas que son de por
sí.
Las Ciencias Sociales han radicalizado la falta de sustantividad de la idea relación, al
reemplazarla por el concepto de “correlación”. En efecto, para las “Ciencias Sociales”, basta que dos
fenómenos ocurran en el mismo tiempo y lugar para que se asuma que existe una relación entre
ambos. El cómo se relacionan, por qué se relacionan o en qué consiste dicha relación no es
importante en tanto el interés principal es el predecir de manera más o menos confiable. La ciencia
ha ido cambiando la idea de Ley universal y necesaria por la idea de simple regularidad.
En Física se elaboró el concepto de “campo de fuerzas” para referirse al ámbito (espacio-
temporal) de influencia entre un conjunto determinado de cosas. Teniendo en cuenta cómo un cuerpo
es influido por los demás dentro de un determinado ámbito es posible predecir su posición en un
tiempo específico. Análogamente, en psicología social se ha desarrollado una “teoría de campo” para
entender las relaciones sociales. El campo sería un ámbito inter-individual donde los individuos se
influyen mutuamente, por supuesto que hay individuos antes de dichas influencias y por supuesto
que en lo que se influye es la conducta. Es un modelo importado de la Física, no tanto para entender
la complejidad de lo social, como para predecir el comportamiento. En resumen, es imposible, para la
racionalidad científica, pensar lo social como ámbito trans-individual, conjunto de relaciones
constituyentes de los individuos. Y es aún más imposible pensar este ámbito social como un sujeto
propiamente tal (con voluntad y autodeterminación) más real y anterior a los individuos a los que
constituye.
f) Violencia y Razón
La noción de verdad como un lugar más allá del sujeto y la noción de sujeto como un
particular entre particulares, nos pone el problema de lo epistemológico en los siguientes términos: Si
no existe una verdad en cuanto tal, objetiva, en un lugar fuera del sujeto y todo saber es un saber
puesto ahí por éste; entonces dicho saber no tiene ningún sentido, es caprichoso o meramente
contingente. Como la Modernidad identifica Razón con Objetivo, si afirmamos que no hay tal realidad
objetiva, entonces concluimos que gobierna la irracionalidad. Para los más ilustrados, al pensar en
voluntad de un sujeto se cae en el oscurantismo, para los más románticos esta irracionalidad es
incluso deseable. Ambas perspectivas derivan de no poder superar la racionalidad moderna. Para el
liberalismo parece que todavía andan rondando los fantasmas de la monarquía, todavía asocian la
voluntad de un sujeto con el arbitrio, el capricho y el interés propio. Efectivamente, cuando algo es
subjetivo se dice que es ideológico, y como ideológico se entiende “lo que responde al interés de un
conjunto de individuos”.
Pero no estamos obligados a pensar en estos términos, en los términos de la psicología o de la
racionalidad científica moderna. Si al sujeto lo concebimos en términos de una totalidad sin
exteriores, como un pueblo o como la historia humana; es perfectamente posible la idea de verdad
como violencia, y al mismo tiempo es posible la idea de violencia como racional, necesaria y con
sentido. La violencia de la historia humana no puede ser irracional, debido a que no hay una Razón
fuera de ella con la cual compararla. Lo que surge como Razón es otro acto de violencia, que surge
del propio sujeto histórico como violencia contra sí mismo. La psicología constituye de esta misma
forma, un saber como violencia, que impone la realidad del individuo como mecanismo de control por
sobre la autonomía del pueblo, fragmentando sus posibilidades de verdad y de violencia. En todo
ámbito, la Historia humana es toda la realidad, de este modo en todo acto humano se juega la
posibilidad del futuro como violencia, voluntad libre y autodeterminación. En cada paso se construye
la Historia como pura creación. De este modo, la racionalidad moderna y la psicología pueden y
deben ser superadas, es hora de construir otra manera de pensar la realidad, otra manera de pensar
al sujeto, es hora de construir una voluntad política que asuma el presente como lucha y el futuro
como resultado de ella.
86En base a Pérez, C. (1996). Sobre la condición social de la psicología. Santiago de Chile: LOM y Pérez, C. (2008).
Proposición de un marxismo hegeliano. Santiago de Chile: Editorial Arcis.
planos: el de la vida cotidiana, de operar como sujeto clásico, y el de la teoría, determinados filósofos
que escribieron cómo era ese sujeto. Es posible plantear que todos los planteamientos de la psicología
actual ya fueron concebidos por los filósofos de la modernidad clásica y que ambos momentos son
producto de las categorías de la racionalidad moderna, revisados en el apartado anterior. De esta
manera, la psicología institucional nacida a finales del siglo XIX asumió como fundamento la idea
moderna de sujeto que hasta hoy en día determina de manera radical toda teoría y técnica de la
psicología. Por supuesto, este concepto de individuo se asume como obvio en el saber de la
psicología, sin embargo, es necesario pensar cuales son las implicancias de asumir este tipo de
subjetividad como fundamento.
Toda la psicología moderna tiene como núcleo el sujeto cartesiano, eso que en términos
históricos llamamos sujeto clásico: hombre, padre, ciudadano, proveedor, patriarcal, machista. En
términos conceptuales, la idea de sujeto cartesiana es la que hace identificar sujeto, alma racional,
conciencia, individuo (unidad corporal), expresado en lenguaje (ámbito en que habita la conciencia).
Es una curiosa idea donde sólo los individuos pueden ser sujetos.
Una primera connotación de esta idea cartesiana de sujeto es la dualidad entre el alma y el
cuerpo. El sujeto es el alma no el cuerpo, el alma está en el cuerpo pero no coincide con el cuerpo. De
este modo, el problema del cuerpo tiene que ver con una cierta naturaleza humana, el alma en
cambio sería fuente de la libertad y la voluntad. La filosofía clásica pensó que las propiedades de la
naturaleza humana se llaman pasiones, la pasiones son del cuerpo e influyen el alma, son afecciones
del alma y no se pueden evitar. Entonces ocurre que la libertad libre está influida por las pasiones.
Así, el alma es activa respecto a su voluntad, pero es pasiva respecto a lo que recibe del cuerpo (las
pasiones).
Como el cuerpo es un ente natural se puede enfermar, los profesionales que tratan eso se
llaman médicos. Pero las enfermedades del cuerpo podían afectar el alma, entonces apareció un
médico que estudiaba cómo las enfermedades del cuerpo afectaban el alma: los psiquiatras (médicos
del alma). En este sentido, había una concepción psiquiátrica de la psicología, es decir, la idea que
las alteraciones del alma tienen su origen en el cuerpo, es la idea somatopsíquica de alteración
mental. Es una idea perfectamente cartesiana, que se ha mantenido constante durante toda la
historia de la psiquiatría, muy en boga en nuestros días con las tasas creciente de medicamentación
psiquiátrica por ejemplo la idea que alguna sustancia química puede afectar el ánimo (la idea de
desbalance químico y de neurotransmisores como origen de la alteración mental es perfectamente
coincidente con esta racionalidad).
Pero en la lógica cartesiana el alma no se enferma, lo que se enferma es el cuerpo, no hay una
idea psicológica de la alteración conductual sino psiquiátrica: los locos tienen una alteración en el
cerebro y eso cambia su comportamiento, entonces esas personas tienen que ir al médico. Este es el
fundamento del predominio de la psiquiatría en el campo de la salud mental, por supuesto un
predominio epistemológico-histórico, es el predominio de la medicamentación para tratar problemas
subjetivos: la idea que un elemento físico o químico cambia el estado de ánimo y el comportamiento.
Por otra parte, se reconoce que el sujeto como tal ya es, nació con un alma libre, entonces del
mismo modo que puede ser afectada por el cuerpo puede ser afectada por la sociedad y la cultura,
son las bases sociales que modelan el comportamiento por medio de la educación, la instrucción y la
reprimenda.
Si analizamos bien estos fundamentos de la comprensión de la subjetividad (la separación
entre alma, cuerpo y sociedad como elementos exteriores. pero en interacción) representan el
fundamento de la psicología institucional actual, ahora transformadas en la idea de mente, bases
biológicas de la mente-conducta, bases sociales del comportamiento. Así, todo modelo para
comprender el trastorno mental, la desadaptación, el sufrimiento psíquico desde la psicología actual,
puede ser entendido a partir de esas nociones, en consecuencia, el tratamiento adecuado para
atender el problema puede aludir a un tratamiento químico-orgánico (dirigido al cuerpo), un
tratamiento físico (condicionamiento: premios y castigos, estímulos de aversión) o un tratamiento
moral (basado en la razonabilidad y la palabra), modelos generales a partir de los cuales es posible
comprender todo tipo de terapia o tratamiento de la subjetividad en la actualidad desde la
perspectiva de la psicología institucional.
De este modo, la idea de sujeto cartesiano pasó a ser el subterráneo mental de la psicología
experimental e institucional, derivando en su idea positiva contenida como núcleo la idea de sujeto
clásico. En esta inclusión las ideas cartesianas están implícitas, se dan por obvias, nadie las discute,
y todo el mundo sigue razonando en ese sentido. El sujeto cartesiano es el núcleo del llamado sujeto
positivo, que es el objeto de estudio e intervención de la psicología actual: el individuo. Así el sujeto
clásico ahora positivo, fue asumido como obvio, nunca más se discutió, y paso a ser lo observado y
objeto de las técnicas de la psicología experimental, que es la psicología científica institucional.
En términos históricos, la disciplina de la psicología fue inventada en varios países de Europa
a finales del siglo XIX, bajo el amparo de las originarias Ciencias Sociales. Pero el nacimiento de las
ciencias sociales representa, por un lado, el momento en que todo el saber de la modernidad se
convirtió en una institución. ¿Qué fue fundado cuando se fundó la psicología? Desde luego, no se
fundó un saber, había psicología (como hemos visto) desde que había Modernidad, lo que se fundó
fue una disciplina, un gremio, un lenguaje especializado, la diferencia entre lego y experto, la
diferencia entre el observador y el objeto. Se institucionalizó el saber, no apareció un saber. Con la
fundación de la psicología se desestimó todo saber anterior como especulación metafísica, bajo la
firme pretensión de ahora hacer ciencia. Pero es necesario resaltar esta explícita pretensión como
una voluntad enajenada, en cuanto el origen de la psicología como ciencia obedece más a un acto
institucional que epistemológico. O más bien, el problema epistemológico (que aquí hemos dilucidado
que fue asumido como obvio) encubre un acto institucional.
Pero a su vez, por otro lado, el nacimiento de las Ciencias Sociales en general representa la
emergencia del saber como poder. Es el momento, en que en el ámbito del conocimiento, emerge de
manera explícita, un saber-poder sobre la subjetividad. La psicología es el momento en que el
discurso del sujeto moderno sobre sí mismo se convierte en poder: técnica, observación, control,
administración y normalización de la subjetividad.
En resumen, el sujeto clásico, que es producto de todo un entramado de relaciones
históricas y epistemológicas, a finales del siglo XIX emerge como sujeto positivo, transformándose en
objeto de estudio e intervención por medio de la institucionalización del saber psicológico. Así el
sujeto clásico, ahora devenido positivo, es el sujeto tomado como objeto de la psicología experimental.
Las ideas más criticables de este posicionamiento, por ejemplo, es el delirio de pensar que se puede
actuar sobre la subjetividad de manera objetiva y neutral, fundado en un cierto saber científico, otro
delirio es la posibilidad de encontrar técnicas precisas con resultados predecibles para intervenir y
cambiar la subjetividad fuera de todo contexto y lugar.
Pero más allá de las críticas que se le puede hacer a la psicología en general, lo cierto es que
hoy en día sus prácticas discursivas imperan y atraviesan a la ciudadanía e imponen una forma de
comprender y tratar la subjetividad. Pero aquello es una construcción histórica y debe ser
comprendida en esos términos. El período 1850-1950 es el siglo de oro de la subjetividad clásica,
período en que nace la psicología y se desarrolla en toda su expansión. Pero desde mediados del siglo
XX, la subjetividad clásica moderna entra en crisis, por lo tanto, la psicología misma, entra en crisis
¿Qué nueva subjetividad y qué nueva psicología podemos ver? ¿Por qué decimos esto, si la psicología
como institución goza de buena Salud?
88 Marcuse, H. (1967) Liberación respecto a la sociedad opulenta en D. Cooper (ed.) La dialéctica de la liberación
México: Siglo XXI y Marcuse, H. (1969). El hombre unidimensional: ensayo sobre la ideología de la sociedad
industrial avanzada. Barcelona: Seix Barral
89 Pérez, C. (2003). Tolerancia represiva y control social en Campos de interferencia: subjetividad e institución,
90Neumann, E. y López, E. (2003). Producción Grupal como Territorio de Enunciación en Campos de interferencia:
Subjetividad e Institución, Cuadernos de psicología, Universidad Arcis, Santiago de Chile: Editorial Arcis.
¿Cómo transformar la psicología? ¿En qué sentido, bajo qué fundamentos y en dirección a cuáles
fines? Es necesario pensar una nueva psicología, una nueva psicología que esté a la altura de los
nuevos tiempos y que opere a favor de una transformación radical de la sociedad actual.
91 Argumentaciones tomadas del Artículo de Carlos Pérez S. (2009) “Sobre Antipsiquiatría y Antipsicología”
Revista Pánico en crisis, año I, nº1 (2ºed.) p.9-33.
92 La idea de terapia aquí hace referencia no sólo a la psicoterapia en el ámbito de la psicología clínica, si no, de
manera general, a toda actividad práctica del psicólogo, en cuanto todo su campo de acción debe ser
comprendido como un espacio racional de control y disciplinamiento de la subjetividad.
individual tienen un origen plenamente social-histórico, un origen que excede las posibilidades de un
enfrentamiento aislado, meramente personal. Frente a la naturalización, historizar. Promover la
conciencia de que esos problemas sociales que nos exceden como individuos derivan de
contradicciones sociales globales, de la constitución de estilos de vida determinados por las
necesidades de la explotación y la opresión.
Pero estos fundamentos teóricos conllevan una práctica psicológica distinta. Desde una
perspectiva crítica, planteamos la posibilidad de reorganizar toda la psicología en torno a la idea de
intervención o reconocimiento subjetivo comunitario:
La intervención hace referencia a una relación horizontal en comunidad, donde no hay
propiamente un experto y un lego, sino que se produce una relación de compartir y producir saber.
No hay un saber estándar previo que aplicar, los procedimientos técnicos son desarrollados en la
situación. La relación cotidiana en el fondo es: qué ocurre en la comunidad, conversan, conocen algo
de ellos mismos, deciden qué hacer, poniendo en juego una intervención sobre ellos mismos. Para
hacer esto es esencial que el centro del asunto no sea el individuo sino la comunidad. Es la
comunidad la que comparte saber, comparte problemas, se conoce mejor y decide acciones sobre sí
misma. La intervención, al revés de la terapia, está centrada en la comunidad y es diferenciadora, lo
que la comunidad aprende en este ejercicio de producir saber, es a respetar las diferencias presentes,
o sea, es una terapia que no es individual pero que favorece a los individuos en tanto hace posible
una integración diferenciadora no homogeneizadora. Del mismo modo, los estándares de logro en
esas comunidades son consensuales, no están puestos desde un experto (en ello se diferencia de toda
terapia grupal e intervención en psicología comunitaria). En definitiva, no se trata de aplanar las
diferencias sino de validarlas, entonces se ponen en duda esos modelos estandarizados de la
psicología institucional que reducen la normalidad y el bienestar a la adaptación.
En definitiva, el enfoque crítico que aquí hemos querido especificar supone una serie de
elementos que apuntan a construir una psicología distinta, una Contrapsicología. Por ejemplo, nunca
el problema es el cuerpo, siempre el problema es el sujeto. No se trata del individuo, se trata del
sujeto situado socialmente, entonces el contexto forma parte del individuo, lo constituye. No se trata
del aquí y el ahora, siempre los problemas del sujeto situado tienen que ver con el pasado y el
proyecto. Entonces hay que situar al sujeto en su contexto y en su tiempo. Por ello, la idea de
intervención esta centrada en el sujeto situado socialmente, desarrollando sentimiento de
comunidad, validando las diferencias y centrada en un hacer significativo, estas significaciones
vienen de la historia y el proyecto. A lo que apunta la Contrapsicología es la posibilidad de construir
una comunidad reconciliada, donde la posibilidad del reconocimiento del otro como un sí-mismo
otro, sea el fundamento de la felicidad de la subjetividad libre.
En este sentido, nuestra labor como psicólogos/as y estudiantes de psicología es hacer que la
psicología institucional-moderna no continúe existiendo (en sus fundamentos, prácticas e
implicancias sociopolíticas que hemos revisado) o más bien, construir un mundo donde ésta no sea
necesaria. El horizonte político especifico que debería surgir de esto es el de devolver al ciudadano
común la conciencia de manejar por sí mismo, sin mas amparo que sus grupos habituales de pares,
sus propios problemas subjetivos. La conciencia de que no hay de hecho, y no debería haber, en el
ámbito de la subjetividad, un juicio experto que pueda superponerse a sus propias capacidades de
acción, personales en su relación grupal o comunitaria. La construcción de un movimiento que
apunte a la destrucción del poder burocrático en cada uno de sus aspectos, en especial que apunte a
la deslegitimación de todas las ciencias sociales, con el fin de devolver al ciudadano común la
posibilidad y los recursos para construir su subjetividad en comunidad.
Por último, a modo de conclusión, podemos afirmar que los fundamentos, prácticas e
implicancias de la psicología institucional actual son efectos históricos de un orden social que
asegura la explotación y la dominación de la subjetividad. Para su superación (destrucción de la
psicología como voluntad enajenada) es necesario volver a pensar de manera radical, pensar nuevos
fundamentos e idear otro tipo de prácticas, recoger lo que la crítica ya ha sido capaz de hacer y
construir un nuevo movimiento contestatario que denuncie cada una de las arbitrariedades del
saber-poder y sea capaz de construir-pensar un nuevo mundo donde la psicología institucional no
sea necesaria. El destino que une la política y la psicología en este sentido, no puede ser otro que el
historicismo radical, la voluntad de cambio, la búsqueda de autonomía-libertad y la construcción de
la felicidad en comunidad, valores perdidos en la niebla del totalitarismo sonriente de la modernidad-
posmodernidad.
Revista Pánico en Crisis, Año II, Nº2, 2010, p.119- 129
Hay hechos que son evidentes y forman parte de nuestra realidad social: una señora de clase
acomodada acude a una terapia humanista o psicoanalítica, paga por un masaje tailandés o asiste a
clases de yoga, por el contrario, su misma nana acude al consultorio donde es escuchada por un
psicólogo/a media hora y el/la psiquiatra de turno le receta los psicofármacos mas baratos que la
mantienen sedada la mayor parte del día. Estos datos no son “duros”, ni representan la realidad
natural, objetiva, externa, lo sabemos, pero dan cuenta de algo mucho más brutal, son datos
socioeconómicos que dan cuenta de nuestra desigual realidad chilena. Para comprobar estos datos
no hace falta construir un laboratorio (seria de una ingenuidad enorme) hace falta algo mucho más
sencillo, de sentido común: basta con pasearse y echar una mirada por los barrios de Vitacura y
Pudahuel ¿Cómo la psicología logra desenvolverse en contextos tan distintos, sin olvidar que apunta
al mismo fin: promover el bienestar y la salud mental de los chilenos?
Nosotros como futuros psicólogos clínicos no estamos dispuestos a callar ante todo esto que
nos parece evidente, la psicología no debe estar al servicio de los intereses de la dominación y la
desigualdad, bajo los cuales nace y tiene sentido. No podemos seguir reproduciendo el orden
establecido y seguir siendo cómplices de la psicología institucional, la crítica es la esencia de la
transformación de nuestra realidad y para ello es necesario un cambio radical de la psicología actual.
Otra psicología es posible, y debe luchar por los derechos de autonomía del ciudadano, por una
sociedad mas justa y humana, donde la diferencia sea aceptada como diferencia y no como
desviación, trastorno o enfermedad mental. Más allá del acatamiento sumiso del disciplinamiento
institucional y las responsabilidades académicas es hora de pensar otro mundo posible donde la
psicología como institución de saber-poder no sea necesaria, es momento de construir organización
estudiantil por una psicología al servicio de la sociedad y su transformación.
93Manifiesto publicado por un grupo de estudiantes de Psicología, 5º año, mención Clínica, en la Escuela de
Psicología de la Universidad de Santiago de Chile.
Comentarios acerca del Manifiesto Clínicos, mayo 2010.
¿Qué hacer? Así se llama un ensayo que escribió Lenin en 1902 donde propuso la creación de
un partido como vanguardia de la clase obrera y organización de lucha. Hoy día sabemos que la
heroica lucha de Lenin y sus compañer@s logró sacar Rusia e, indirectamente varios otros países, del
Feudalismo y colonialismo estableciendo independencia nacional, pero no llegaron más allá. El
camino de lo que se pensaba era el camino hacia el socialismo era el camino al capitalismo moderno.
Eso no es cosa chica a pesar que ha costado caro. Sin embargo, el movimiento para una sociedad
más justa, más libre y más rica (en un sentido amplio), quiere decir la “Izquierda”, que se asocia con
la idea del socialismo, todavía va con la ilusión del socialismo “real existente”, mientras socialismo
nunca ha existido en ninguna parte. Nunca los productores de una sociedad determinaron lo que
pasa ni con los productos ni con los medios de la producción.
El capitalismo de hoy muestra todas sus fortalezas y debilidades, como Carlitos Marx las ha
descrito, en forma más clara que nunca. Hasta los políticos se quejan de los mercados financieros y
de los malos especuladores mientras estos mercados siguen siendo la única manera como dirigir las
corrientes mundiales del capital. Sin embargo, la emancipación del ser humano de los lazos de una
economía que domina a él y no al revés aparenta más lejos que nunca. Las crisis financieras llegan
igual como el terremoto del 27 de febrero sin que nadie lo había previsto (concretamente) y menos los
políticos en los gobiernos.
La psicología obviamente es parte de esa sociedad por lo bueno y por lo malo.
Por lo bueno, porque existe algo como la psicología. Ya no es un demonio que posee a la
persona con un problema mental, sino tiene un problema con su cerebro y con su relación con los
seres humanos alrededor de él. En las sociedades del capitalismo desarrollado las personas llegan a
edades antes no conocidas (métanse a la página del INE) así que las enfermedades
neurodegenerativas empezaron ser un problema. En vez de hablar de pecados y castigos se habla de
conflictos y/o trastornos. Un gran logro.
Es obvio que como cualquier otro sistema corporal el sistema nervioso también tiene sus
malfunciones. Igual como cualquier enfermedad las enfermedades “mentales” no se explican a cien
por ciento. Eso como comentario a la opinión que no se puede tratar con medicamentos problemas
psíquicos, porque los mecanismos de la generación de esos problemas no se entienden (o se
entienden en forma incompleta). Nada se gana en decir que los problemas psíquicos sean
exclusivamente causados por los conflictos sociales y puedan sanarse exclusivamente por cambios
sociales. Por el otro lado, obviamente no hay problema psíquico que no tenga aspecto importante
social. Eso es el caso aún para un problema como la enfermedad de Huntington que es prácticamente
100% hereditaria. En una sociedad más humana y más razonable esa enfermedad ya se hubiera
extinguida, creo yo.
Un psicólogo políticamente consciente debiera, como cualquier otra persona, preocuparse de
la pregunta “a donde vamos” y “Que hacer” (ver arriba). La tarea especial para el psicólogo dentro de
una estrategia general de la Izquierda se puede definir si y cuando tal estrategia existe.
Es lógico que el psicólogo, como cualquier profesional sin patrimonio propio, tiene que
trabajar donde está el poder adquisitivo. A ustedes va a pasar exactamente lo mismo. Sin embargo,
mientras tanto, el psicólogo debiera buscar acción solidaria, educativa, emancipadora que sirve para
las masas que dependen de sueldos y de trabajo propio.
Como ustedes no muestran conciencia de los problemas del fondo (falta de una teoría y un
programa) quedan en el lamento que haya tanta pobreza (“una señora de clase acomodada acude a
una terapia humanista o psicoanalítica, paga por un masaje tailandés o asiste a clases de yoga, por
el contrario, su misma nana acude al consultorio donde es escuchada por un psicólogo/a media hora
y el/la psiquiatra de turno le receta los psicofármacos más baratos que la mantienen sedada la
mayor parte del día”) y que no están dispuestos de hacerse utilizar para una psicología como
instrumento de poder.
Eso sirve solo para deprimirse.
Lo que importa es hacer lo que hizo Lenin en su tiempo: Hacer una propuesta como base para
trabajar. O, por lo menos, reconocer la falta de tal propuesta.
94Biólogo, Universidad de Munich, Alemania. Dr. en Ciencias. Académico cátedra de Psicofisiología, Universidad
de Santiago de Chile.
Respuesta a los comentarios de M. Zeise acerca del Manifiesto Clínicos.
Argumentos para una Contrapsicología. Una propuesta para el cambio radical de la psicología actual”, en este
mismo número.
el contrario, desde una mirada crítica, podemos ver cómo la historia médica de la relación mente-
cuerpo es una sucesión de desaciertos y crímenes impunes, errores y horrores sin sentido. Una y otra
vez se han desechado los más efectivos y racionales métodos y teorías, para luego replicar una nueva
serie de absurdos, bajo la obstinada prepotencia del “ahora si que si”. La continuidad práctica del
modelo médico de la relación mente-cuerpo no la encontramos bajo la perspectiva del progreso de
tratamientos o la efectividad de la curación, si no por la continua reproducción de la estigmatización,
la marginación y la violencia. En términos epistemológicos, la clave de su continuidad la
encontramos en la prepotencia de su lógica explicativa, producto de las categorías del pensar
moderno, la cual ha permanecido estable como fundamento a lo largo del tiempo: En cada ocasión se
rechaza el agente concreto como causa-efecto del cambio o desorden subjetivo (lugares o partes del
cerebro, hormonas, vitaminas, neurotransmisores) pero la mente debe tener un fundamento material
orgánico97
Hoy en día, esta mirada sobre la subjetividad es hegemónica. Los crímenes de la ciencia en
períodos de paz se suceden continuamente ya no sólo en los hospitales psiquiátricos sino en la
sociedad en general. Cientos de miles de pacientes psiquiátricos y ciudadanos comunes en estos
momentos están siendo violentados de manera social, política, física o química bajo diagnósticos o
tratamientos, de manera voluntaria o no, efecto de las instituciones y la ideología de la Salud mental
que disponen una única forma de vivir, pensar y tratar el sufrimiento y el malestar subjetivo. La
realidad se impone de manera brutal, la Antipsiquiatría ha perdido, el totalitarismo positivista ganó
la partida.
Si bien no nos inunda una nostalgia inmensa por la década de los 60‟s, contexto histórico
donde la Antipsiquiatría nace, tampoco queremos ser cómplices de las instituciones de la violencia y
el modelo de sociedad capitalista que promueve la adaptación y la tolerancia en estos días.
Nostálgica o audaz, optimista o depresiva, la única convicción que debiera unir a una gran
Izquierda en nuestros días es la voluntad de cambio de las actuales condiciones de existencia. No
sólo por mero capricho o venganza, no sólo porque este mundo es cruel y desigual, sino porque en él
no podemos ser libres ni felices.
Desde este marco, la tarea de los estudiantes de psicología, de los psicólogos y psicólogas, al
interior de una perspectiva y una estrategia general de la Izquierda, sólo puede ser crítica y oposición
a ese mundo donde la Psicología institucional tiene existencia y sentido. Así, una psicología desde la
Izquierda sólo puede ser una Contrapsicología, y esta debe rescatar lo que la crítica ya ha sido capaz
de hacer, esto es, rescatar las bases de la Antipsiquiatría. Es necesaria una mirada crítica sobre la
psicología, junto a una convicción política radical.
La Psicología si bien representa una institución de dominación, también puede ser un lugar
privilegiado desde el cual cambiar el mundo. Pero, el lugar del estudiante o profesional de la
psicología se ubica entra la espada y la pared: cumple con las obligaciones de la disciplina o se
dedica a cuestionar su existencia de raíz. Porque la psicología institucional, producto de la
burocracia, la soberbia y la prepotencia científica, no está dispuesta a posicionarse, y de hecho no
puede hacerlo, desde un lugar político que apunte a la transformación de la sociedad 98 La psicología
institucional, como toda institución, omite la problemática del poder.
Desde aquella perspectiva vemos que el papel hegemónico de la psicología científica-
institucional juega en contra de las pretensiones de esa gran Izquierda que busca construir un
mundo distinto y mejor. Es por ello que como estudiantes nos hemos dedicado a aprender, investigar,
leer y pensar cómo argumentar y criticar el fundamento epistemológico del discurso científico sobre
lo mental, para que sus consecuencias ético-políticas, tan adecuadas al mundo actual, no sean
necesarias. En nuestros años de formación hemos sido descalificados en varias discusiones
académicas por obstinarnos en dicho propósito, hemos experimentado en carne propia el nivel de
mediocridad e ignorancia del gremio de los psicólogos respecto a la historia del saber que ellos
mismos reproducen y aplican, junto a la ingenuidad e inconsciencia respecto a las implicancias
sociopolíticas que sus prácticas y discursos conllevan. Esta ignorancia e ingenuidad por parte de los
psicólogos no es producto de una mala voluntad por parte de ellos (aunque en muchos casos si) o
deficitaria formación universitaria (aunque ejemplos sobran) sino de la realidad social de su profesión
como enajenación: lugar desde el cual se articula una forma de verdad-poder no-consciente, es decir,
ideología.
97 Argumentaciones tomadas del Artículo de Carlos Pérez S. “Sobre Antipsiquiatría y Antipsicología” Revista
Pánico en crisis, año I, nº1, 2009, (2ºed.) p.9-33.
98 Idea tratada en profundidad en el articulo de Daniel Pérez G. “Acerca de los alcances de las prácticas no