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UN TESOR

VASIJAS DE BARRO
EDELWEISS SOR JOYCE RIDICK S.S.C.

UN TESORO EN
VASIJAS DE BARRO
Reflexiones psicológico-espirituales
sobre los votos
CUARTA EDICIÓN

SOCIEDAD DE EDUCACIÓN ATENAS


MADRID 1988
Título original:
As Treasures in Earthen Vessels: The Votos.
Psychological-Spiritual reflections

Traducción italiana:
I voti. Un tesoro in vasi d'argilla

Tradujo: EUGENIO FUERTES

© EDIZIONI P I E M M E DI P I E T R O MARIETTI
Via Paleologi, 45. 15033 Cásale Monferrato (Al.). Italia
Primera edición: Octubre 1983 A la «Madre de los Dolores»,
Segunda edición: Septiembre 1984
Tercera edición: Noviembre 1985 «Fuente de nuestra alegría».
Cuarta edición: Mayo 1988

© SOCIEDAD DE EDUCACIÓN ATENAS


Mayor, 81. 28013 Madrid

ISBN: 84-7020-174-3
Depósito legal: M. 15.216.—1988
Printed in Spain. Impreso en España
AHTBS ORÁFTÍ-./VS BF.NZAL. S. A. - Virtudes, 7 - 28010 MADRID
ÍNDICE

Introducción general Pág. 17

PRIMERA PARTE: POBREZA «Señor, no soy digno» 27


Sumario 28
I. INTRODUCCIÓN 29

II. DEFINICIÓN DEL CONSEJO DE POBREZA: LOS IDEALES . . . 31

III. PREDISPOSICIONES PARA VIVIR EL CONSEJO: LOS NIVELES


DE VIDA PSÍQUICA 36
A) El nivel psicofisiológico 36
B) El nivel psicosocial 37
C) El nivel espiritual-racional 37
IV. Usos Y ABUSOS A DISTINTOS NIVELES 40
A) Nivel psicofisiológico 40
1. Posesión de los bienes materiales y necesidades
psicológicas ligadas a ellos 40
2. El justo uso de las cosas 41
B) Nivel psicosocial 44
1. La posesión de los demás 44
2. Justa relación con los demás 45
C) Nivel espiritual-racional 47
1. Despojo 47
2. Trascendencia 49

V. CONCLUSIÓN 52

Bibliografía 54

9
SEGUNDA PARTE: CASTIDAD «Este es mi cuerpo ofrecido en
B) Segundo nivel: psicosocial (interacción afectiva entre
sacrificio por vosotros» 51 amigos o miembros de una misma comunidad) 100
1. Amistad: criterios de valoración 100
Sumario 58 2. Jugar con los sentimientos de otro 104
C) Tercer nivel: espiritual-racional 105
I. INTRODUCCIÓN 61
1. Aislamiento egoísta o servicio 105
II. AMOR 63 2. Desapego idealizado, intelectualizado 106
A) Descripción de los elementos humanos del amor ... 63 3. Implicación y servicio por ventajas psicológicas
1. Nivel psicofisiológico 63 subyacentes: «caridad», soberbia 106
2. Nivel psicosocial 66
VI. MEDIOS PARA CRECER EN EL AMOR CASTO, VIRGINAL 107
3. Nivel espiriiual-racional 69
B) Sentidos del amor 73 A) Ascesis-Disciplina 107
1. Concupiscencia: amor subjetivo (uso a todos los B) Oración-Meditación del Evangelio 109
niveles para mis fines personales) 74 C) Soledad-Desierto 110
2. Amor de benevolencia: más objetivo (uso de to-
dos los niveles de manera más integrada, orde- D) Vida comunitaria 110
nada, según la totalidad de la persona) 15 E) Examen de conciencia 111
3. Amor loco o radical (darse totalmente) 77 F) Servicio 114
III. LA PUREZA: QUERER UNA SOLA COSA 81 Bibliografía 115

IV. LA CASTIDAD: QUERER DE HECHO UNA SOLA COSA 83


TERCERA PARTE: OBEDIENCIA «Hágase tu voluntad...» 119
A) Definición 83
B) Motivos de elección 84 Sumario 120
1. Cristo, nuestro único Esposo 84
I. INTRODUCCIÓN 123
2. Por el Reino 85
C) Celibato como elección de valores 85 II. ELEMENTOS HUMANOS EN LA OBEDIENCIA: LOS NIVELES
1. Cristológica 85 DEL SER 125
2. Escatológica 87 A) Nivel psicofisiológico 125
3. Eclesiológica 87
B) Nivel psicosocial 128
D) Celibato como renuncia a tres niveles 89
C) Nivel espiritual-racional 131
E) Virtudes incluidas en la castidad 92
1. Primer nivel: modestia, templanza 92 III. DEFINICIÓN DE LOS ELEMENTOS TEOLÓGICOS DE LA OBE-
2. Segundo nivel: justicia, simplicidad, sinceridad, DIENCIA 136
honestidad, humildad 93 A) Obediencia cristiana 136
3. Tercer nivel: fe, fidelidad, prudencia 93
B) El consejo de obediencia 143
V. Usos Y ABUSOS DE LA CASTIDAD 95 1. Cristológico 148
A) Primer nivel: psicofisiológico 96 2. Eclesiológico 150
3. Escatológico: signo de eternidad 152
1. Masturbación 96 4. Ascético 153
2. Interacción física: homo/heterosexual 97
a) Fe, 155; b) Esperanza, 156; c) Caridad, 156;
3. Culto del cuerpo 98 d) Misericordia, 157; e) Humildad-docilidad, 157;
4. Lectura de novelas, filmes, televisión 99 f) Justicia, 158; g) Paciencia, 158.

10 11
CARACTERÍSTICAS DE LA OBEDIENCIA RELIGIOSA MADURA . . . 160 a) De los fines del Instituto, 186; b) De los
compromisos tomados en la vida religiosa, 186;
A) Corresponsabilidad 160
c) De la razón de ser de la ley, 187.
B) Personas para el Reino de Dios 161 5. Racionalizaciones 187
C) Constancia y estabilidad en el discernimiento objetivo. 161 6. Celos 189
D) Capacidad de escucha 162 VIL MEDIOS PARA CRECER EN EL CONSEJO DE OBEDIENCIA 192
E) Apertura al diálogo 163 A) Reforzar la voluntad 192
F) Valorar a los individuos 164 1. Renuncia 193
G) Complementariedad: apreciar el bien común '.. 164 2. Servicio generoso 193
B) Mejorar el método de discernimiento 194
H) Interiorización de los valores evangélicos 165
1. Aclarar los valores 194
I) Personalidad psicológicamente madura 166 a) Los valores de Cristo y los propios ideales,
194; b) Ideales institucionales, 195.
RELACIÓN ENTRE ELEMENTOS HUMANOS Y TEOLÓGICOS DE 2. Oración y meditación 195
UNA OBEDIENCIA MADURA 168
C) Ejercitarse en la escucha 196
A) Diferenciación, unidad, integración de la persona
como presupuestos 168 D) Tener presente las necesidades espirituales de la Igle-
sia universal 197
1. Niveles de desarrollo del Yo (Loevinger) 168
a) Nivel presocial, 169; b) Nivel impulsivo, 169; 1. En sus estructuras jerárquicas 197
c) Nivel de autoprotección, 169; d) Nivel con- 2. En los ministerios comunes de la Iglesia uni-
formista, 170; e) Nivel autoconsciente, 170; versal 197
f) Nivel autointegrado, 171. E) Tener presentes las necesidades de la comunidad local. 198
2. Niveles de desarrollo moral (Kohlberg) 172 1. En su estructura jerárquica 198
2. En los ministerios comunes locales 199
USOS Y ABUSOS DEL VOTO DE OBEDIENCIA 174
F) Tener presentes las necesidades del individuo en su
A) Primer nivel 174 totalidad 200
1. «Vida cómoda» (en el plan físico: evitar el can- 1. El bienestar espiritual 200
sancio, la ansiedad, etc.) 174
2. Esfuerzos excesivos 175 2. La humanidad de todos 200
B) Segundo nivel 175 V I I I . CONCLUSIÓN 202
1. Complacencia 175
2. Identificación no-interiorizadora 177 bibliografía 204
3. Dependencia 178
4. Desconfianza 178
5. Dominación 180
6. falta de honradez en el dialogo 181
7. Evitar el peligro 181
8. Individualismo 182
C) Tercer nivel 183
1. Autojustificaciones 183
2. Narcisismo-amor propio (orgullo) 185
3. Ausencia de fe 185
4. Rechazo 186

13
Séame permitido expresar mi más profundo agradecimiento a
todos aquellos que han colaborado conmigo para que estas confe-
rencias a religiosos fueran publicadas.
Estoy ante todo agradecida a las hermanas de mi comunidad,
las Religiosas de San Casimiro, que me han servido de gran apoyo;
particularmente recuerdo a sor M. Joannella, superiora general, y
a las superioras generales que la han precedido, sor M. Lorenza
y sor M. Adorata, que han alentado este trabajo desde sus comien-
zos. Entre mis hermanas doy gracias de modo particular a sor Re-
gina María Dubickas, sor Julie Shainauskas, sor Karen Spinozzi,
sor Margaret Zalot y sor Kathleen Yakaitis, que, en momentos de
apuro, han copiado, ofrecido sugerencias, luchado contra reloj para
preparar las conferencias que han dado origen a este texto.
Un profundo agradecimiento también al padre Tim Healy, je-
suíta, que ha dedicado gran parte de su tiempo y de su paciente
esfuerzo en la edición inglesa. Especialmente gracias al reverendo
Stanley Gaucias por el ánimo que me ha infundido.
Tengo una particular deuda con el ingeniero Redro Marietti
por su noble interés cristiano en promover la publicación de este
libro en italiano y en organizar la traducción en otras lenguas.
La traducción italiana de este libro ha sido posible gracias al
trabajo de sor Anna Bissi, sor Lucía Mainardi, sor Juana Sartori,
Religiosas de Santa Marta de Loreto, y a sor Paula Magna, Reli-
giosas de Marta Auxiliadora. A ellas, mi profunda gratitud; su
exactitud, su celo y entusiasmo han sido para mí un continuo es-
tímulo y una esperanza para proseguir y completar este trabajo.
Muchas gracias también al padre Ciaran McCarthy, M. S. C,

15
y al padre Michel Kelly, S. ]., que han ayudado en la corrección de INTRODUCCIÓN GENERAL
las pruebas de la traducción inglés-italiano.
A mis queridos colegas del Instituto de Psicología de la Uni-
versidad Gregoriana de Roma, padre Luis M. Rulla, jesuíta; padre
Franco Imoda, jesuíta; padre Bart Kiely, jesuíta, y don José Ver-
saldi, les debo particular agradecimiento por sus útiles sugeren-
cias e intuiciones, por el sostén y el auténtico interés fraterno.
Expreso al padre José Esquivel, jesuíta, de la Universidad Grego-
riana, mi sentida gratitud por sus sugerencias, su colaboración ge-
nerosa y el empeño desinteresado en promover la publicación del
libro para la mayor gloria de Dios.
Mi familia me ha servido siempre de inspiración y de apoyo
a mi vida religiosa y a mis posibilidades. Gracias a mamá, a papá,
a Betty y a Jack por haber hecho posible y sostenido mi vocación «Nosotros no nos predicamos a nosotros mismos, sino a Cris-
religiosa. to Jesús como Señor, y a nosotros como siervos vuestros por Je-
A todos estos que he citado y a todos aquellos que he tenido sús. Pues el mismo Dios que dijo: 'Del seno de las tinieblas brille
a mi lado en este viaje de fe, de esperanza y de caridad un con- la luz', ha hecho brillar la luz en nuestros corazones, para irradiar
movido y profundo gracias. el conocimiento de la gloria de Dios que está en la faz de Cristo.
Encomiendo al Señor a aquellos que me han ayudado a pre- »Pero llevamos este tesoro en vasijas de barro para que apa-
parar este trabajo y a aquellos que lo han de leer, uniéndome a rezca que la extraordinaria grandeza del poder es de Dios y que
ellos como «vasija de barro», en el intento común de revelar el no viene de nosotros. Atribulados en todo, pero no aplastados;
«tesoro» gratuito de su amor mediante esta oración del cardenal perplejos, mas no desesperados; perseguidos, mas no abandonados;
New man: derribados, mas no aniquilados; llevando siempre en nuestros
cuerpos por todas partes el morir de Jesús, a fin de que también
Señor Jesús: la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo. Pues, aunque
Ayúdame a difundir por doquiera Tu perfume. vivimos, nos vemos continuamente entregados a la muerte por
Colma mi alma de Tu espíritu y causa de Jesús, a fin de que también la vida de Jesús se manifieste
Tu vida. en nuestra carne mortal.
Cala y poséeme a mí mismo por completo, »De modo que la muerte actúa en nosotros, mas en vosotros
del todo, para que yo pueda, la vida. Pero poseyendo aquel espíritu de fe como dice la Escri-
con toda mi vida, convertirme tura: Creí, por eso hablé, también nosotros creemos, y por eso ha-
en irradiación de la Tuya. blamos, sabiendo que quien resucitó al Señor Jesús, también nos
Brilla a través de mí y quédate resucitará con Jesús y nos presentará ante él juntamente con vos-
tan profundamente en mí de tal modo otros. Y todo esto, para vuestro bien, a fin de que la gracia abun-
que todo aquel que encuentre pueda dante haga crecer para gloria de Dios la multitud de los que dan
sentir Tu presencia en mi vida. gracias» (2 Cor 4,5-15).
Haz que yo levante los ojos y ya no me vea El misterio de la Encarnación es una de las enseñanzas cristia-
a mí mismo, sino sólo a Jesús. nas más consoladoras y al mismo tiempo más comprometedoras.
JOYCE RlDICK Consuela en cuanto nos da la seguridad de la compañía y de la

16 17
2
presencia de Dios de un modo verdadero, constante, vivencial; un tro cuerpo. Sólo aceptando la realidad de las cosas y nuestro des-
verdadero «tesoro», revelado en Cristo; «tesoro» de la manifes- tino tal como son, aceptándonos y aceptando a los demás en su
tación de Dios, y no hecho puramente abstracto. Dios se manifies- realidad, la palabra reveladora de Cristo» se hace luminosa \ Cuan-
ta en el orden temporal; ha entrado en la realidad de este mundo, do nuestro amor se hace desordenado, pueden tener lugar contra-
en la realidad de nuestro «ser», deseoso de. manifestarse a nosotros
dicciones: más que glorificar la presencia de Dios, la persona se
y a los demás incluso en ese mismo «ser» nuestro y a través de él,
glorifica a sí misma, pone en sí misma su esperanza; más que ser
al jgual que por medio de las circunstancias que le rodean. El,
«dueño» de las propias acciones, resulta su esclavo; en vez de
pues, «habita» de verdad en «medio de nosotros» de una manera
predicar a Jesucristo, el Señor, puede hacer prevalecer la idolatría
verdadera, existencial.
de la autorrealización; lo que, simbólicamente, se hace pasar como
Al propio tiempo se trata de un misterio, no sólo consolador, experiencia religiosa no es ni más ni menos que una acentuada
sino también comprometedor. Y lo es porque la Encarnación no conciencia de sí mismo debida a desatención selectiva, a incapa-
es un acontecimiento pasivo, realizada una sola vez; no es una
cidad de comprender la verdad total e ineptitud para descubrir la
realidad estática, reminiscencia del pasado. La Encarnación se ve-
presencia de posibles racionalizaciones2.
rifica también (aunque no exclusivamente) en el dinamismo de
nuestro «ser» actual, un «ser» que es «vasija de barro». ¿Qué La existencia cristiana, nuestro «ser», contiene, pues, la con-
significa su venida en nuestro ser «vasija de barro»? ¿Dónde está soladora presencia de la gracia de la «Encarnación» de Cristo como
el compromiso? «tesoro» y la comprometedora realidad de la naturaleza como
Nosotros somos por naturaleza seres limitados; parcialmente «vasija de barro». Conlleva la gozosa presencia de la fe y el dina-
libres, capaces de actos humanos, actos que son el resultado de mismo vitalizador de la razón; la reconfortante presencia de la
una persona «en acto», resultado de autoposesión y autodetermi- esperanza y la memoria como medio de sostén; el don consolador
nación a través del empleo de la voluntad, de la razón y de opcio- del amor y el fatigoso dinamismo de la voluntad. En la persona
nes ordenadas. La persona, pues, es capaz por una parte de domi- se da la perspectiva trascendente e inmanente, como también la
narse, de dirigirse hacia un objeto deseado, en el caso de un cris- objetiva y la subjetiva. Precisamente a causa de la dialéctica entre
tiano, hacia la meta final, la transformación en Cristo, en una estos elementos, como escribe San Pablo: «Estamos atribulados
total respuesta a la gracia, a la Encarnación en su vida. Por consi- en todo, mas no aplastados; perplejos, mas no desesperados; per-
guiente, ser totalmente humanos o «perfectos» lleva consigo cierto seguidos, mas no abandonados; derribados, mas no aniquilados;
grado de libertad para dirigir las propias energías hacia la gracia llevando siempre en nuestros cuerpos por todas partes el morir
y el Infinito, el Absoluto. Por otro lado, sin embargo, la natura- de Jesús» (2 Cor 4,8). La Encarnación es, pues, un tesoro «en va-
leza de nuestro ser es tal que por ella dejamos parcialmente de sijas de barro». Solamente la persona capaz de dominarse a sí mis-
ser libres... podemos elegir, y con frecuencia elegimos, en base a ma puede llegar a ser don para los demás 3 y don para Dios tan
nuestras necesidades humanas más bien que conforme a nuestros
ideales; elegimos objetos, valores, fines que están en desacuerdo 1
R. GUARDINI, Realismo cristiano, en «Humanitas», 30 (1975) 95-101.
con nuestro ser personas «ordenadas», criaturas de Dios, en rela- Guardini afirma que Dios se revela mediante la revelación, las personas, las
ción con El. Si Agustín afirma que «Virtus est ordo amoris» (la cosas, las situaciones y acontecimientos.
2
virtud es amor ordenado) podemos deducir que el compromiso de B. LONERGAN sj, Religious Experience, en Thomas A. Dunne y Jean
la Encarnación responde precisamente a la necesidad de «ordenar» Marie Laporte (eds.), Trinification of íhe "World. A Festschrift in honor of
nuestro ser en sus diversos niveles a fin de que pueda responder Frederick E. Crowe. Toronto, Regís College Press, 1978, págs. 71-83.
3
K. WOJTYLA, The Structure of Selj-determination as the Core of the
más cabalmente a la invitación de la Encarnación, de tal manera Theory of the Versan, en Tommaso D'Aquino nel suo settimo centenario.
que, como dice San Pablo, «la vida de Jesús se manifiesta en nues- Actas del Congreso Roma-Nápoles, Edizioni Domenicane Italiane, Ñapóles,
1974. Cf. también Persona y acto.
18
19
acabado que pueda ser medio utilizable, «vaso» transparente que en su identidad o en la totalidad de sus funciones5. Este escrito
permita a Su luz brillar a través de sí mismo. sobre los votos quiere simplemente ser un intento de comenzar a"
La finalidad de todo cristiano, y de modo particular la de superar esta dialéctica, aplicando los principios de la espiritualidad
todo religioso, es la de transformarse en Cristo participando de Su y de la teología a los elementos dinámicos de la psicología de la
vida, ser testimonio de la Encarnación de modo tan radical que persona. ¿Puede esto hacerse auténticamente? El Vaticano II ha
logre hacer tan transparente el vaso de arcilla que pueda manifes- sugerido que «la investigación metódica en todos los campos del
tarse el «tesoro» escondido en él. San Juan de la Cruz emplea el saber, si está realizada de una forma verdaderamente científica y
famoso ejemplo del rayo de luz que pasa a través de un cristal. conforme a las normas morales, nunca será en realidad contraria
Cuanto más limpio está éste mayor es la cantidad de luz que a a la fe, porque las realidades profanas y las de la fe tienen su ori-
través de él pasa, dándole así el esplendor, la luminosidad y las gen en un mismo Dios» 6. Un tipo particular de psicología, o sea,
características particulares. Si el cristal (el «vaso» en términos la psicología profunda, que toma en consideración e integra de
nuestros) está absolutamente limpio, el sol puede a su vez comu- modo central el sistema de valores de la persona 7 , puede ofrecer
nicarse de tal modo que el cristal, totalmente transparente, dará una enorme contribución a la espiritualidad y a la teología, puesto
una luz exactamente igual que la de los rayos del sol, y ella misma que su objetivo es abarcar los principios dinámicos y las estructu-
parecerá un rayo de sol. El cristal no se transforma esencialmente ras existentes en la persona para estar en disposición de ayudar a
en un rayo de luz, como tampoco nuestra naturaleza se transforma favorecer la integración de estas estructuras, a fin de que pueda
esencialmente en divina; continúa manteniendo la propia natura- estar más disponible, más receptiva del «tesoro» de la Encarnación,
leza distinta de la de la luz y simplemente «participa» sobrema- lo divino dentro de sí misma y, por consiguiente, entregada a El
nera del rayo de luz. Por consiguiente, aunque parezca identificado en el amor de manera más total.
con el rayo, el cristal tiene una naturaleza diversa del rayo mismo; Es verdad que el conocimiento de las propias estructuras y
podemos, sin embargo, decir que el cristal es un rayo de luz por dinámicas naturales no hace necesariamente y por sí misma más
participación4. La conformidad de la voluntad humana con la di- espiritual a una persona; es al propio tiempo necesaria la acción
vina (Encarnación) en el amor, por medio de la fe, alcanza de este de la gracia gratuitamente dada por Dios y libremente recibida por
modo su más alto vértice. el hombre, para el que
Meditar en la Encarnación requiere, pues, concentrar la aten-
ción sobre la gracia, en cuanto invitación y presencia sobrenatural, «experiencia de la gracia es experiencia de la eternidad; es experimentar
que el espíritu es más que una simple parte del mundo temporal; que
y sobre la naturaleza como medio de respuesta y de entrega. Im-
plica la necesidad de tomar en consideración los elementos teoló-
5
gico-espirituales juntamente con los psicológicos y antropológicos. J. MARITAIN, Peasanl of the Garrone: An Oíd Layman Questions Him-
Si bien hay que mantener la distinción entre la fe y la razón, gra- self About the Present Time. Toronto, Macmillan, 1968, págs. 166-167.
Cf. también S. ROSETTI, Psychology and Spirituality: Distinction without
cia y naturaleza, espiritualidad y psicología, una separación de es- Separation, en «Review for Religious» (1981) julio-agosto, 507-527.
tos aspectos no puede representar nunca una visión útil, fructífera 6
CONCILTO VATICANO I I , Lumen gentium, 36.
7
y realista de la persona humana. Pueden ellos ser distintos, pero Un ejemplo de psicología profunda en una perspectiva vocacional lo
en un último término hay que unirlos para entender a la persona propone el libro de L. M. RULLA SJ, F. IMODA SJ, J. RIDICK ssc, Struttura
psicológica e vocazione: motivazioni d'entrata e di abbandono. Turín, Ma-
rietti, 1977 (trad. española: Estructura psicológica y vocación: motivos de
ingreso y de salida. Madrid, Sociedad de Educación Atenas, 1983). Otro se-
' S. JUAN DE LA CRUZ, Subida al Monte Carmelo, libro I I , cap. 5, n. 6. ría L. M. RULLA SJ, Psicología del Profondo e Vocazione. Turín, Marietti,
El cardenal Wojtyla trata del uso de este simbolismo en su libro La fe se- 1975 (trad. española: Psicología profunda y vocación. Madrid, Sociedad de
gún San Juan de la Cruz. Madrid, BAC, 1982. Educación Atenas, 1983).

20 21
una derrota, son verdaderamente una garantía de todos aquellos dones
el sentido del hombre no se agota con el sentido y el destino del mun- sobrenaturales que ellos representan en potencia... Somos como cristales
do; es experiencia de la aventura y confianza de 'dejarse llevar', una ex- limpios del polvo y de la suciedad dispuestos a recibir el sol y desapa-
periencia cuyas razones no pueden demostrarse y que no es resultado del recer en su luz» l0.
éxito en este mundo»8.

Una auténtica experiencia religiosa es, sin embargo, en general, En este sentido, los religiosos buscan ser transformados en
imposible en los casos en que el psiquismo, concentrado sobre sí aquello que aman, el Señor Jesús, por medio de una participación
mismo, debe emplear todas las energías para mantener las defen- radical en el amor, en Su voluntad, en Su pobreza, ya que la mis-
sas o cierta forma de equilibrio natural o el statu quo. La «vasija ma naturaleza del amor es unirnos y transformarnos en lo que
de barro» en este caso resulta opaca, y los tesoros de gracia y en- amamos.
carnación pueden quedar escondidos o sólo parcialmente descu- Aun así, como hemos dicho antes, este ideal de transformación
biertos. San Juan de la Cruz describe la experiencia de este modo: en vasija limpia como el cristal lleva consigo la interacción dialéc-
tica entre gracia y naturaleza. El presente trabajo trata de arrojar
«Dios mío, cuántos llegan a ti buscando su consuelo y satisfacción, de- luz sobre esta dialéctica. Cada voto es considerado por separado,
seando que tú les asegures tus dones y favores; pocos son, en cambio, presentado con un índice de materias, seguido del texto y, como
los que quieren hacerte placer y darte algo a su costa dejando a un lado
su interés personal»'. conclusión, se añade la bibliografía. Se explican los niveles de la
vida psíquica de la persona, de la «vasija»; una persona es un ser
Los religiosos y las religiosas, por medio de un acto particular fisiológico, psicosocial y espiritual-racional con necesidades natu-
de religión —la profesión simbólica de sus votos—, profesan pú- rales, ideales y valores, implicada en una lucha interior por orde-
blicamente «dejar aparte sus intereses», convertirse en «vasija de nar estos niveles y más concretamente las necesidades y valores a
barro» que deja transparentar el «tesoro» en ella contenido. Los todo nivel. Estos niveles de vida psíquica están, por tanto, ligados
votos presuponen conocimiento, juicio, elección deliberada y un a las experiencias «naturales» de pobreza, castidad y obediencia.
acto libre de voluntad del ser humano que permita al consagrado La experiencia transformadora de la gracia, el «tesoro», hace de
«profesar» los consejos evangélicos, amando y buscando por en- la experiencia humana un acto de religión; este aspecto se inte-
cima de todo a Dios, que tomó la iniciativa amándonos (1 Jn 4,10), gra sometiendo a examen la experiencia de pobreza, castidad y
y, por consiguiente, tratando de desarrollar, en cada circunstancia obediencia como «votos».
concreta, «la vida escondida con Cristo en Dios» (Col 3,3; Gal 2, Por consiguiente, ya que el religioso, como todo cristiano, se
20; Perfectae caritatis). Los votos no son un despojarse del pro- halla sometido a la dialéctica de naturaleza y gracia, de ideales
pio ser, sino una manera de ordenarlo en el amor: religiosos y necesidades humanas, los votos pueden convertirse en
símbolos o medios de una encarnación verdadera, libre y autén-
«Porque cuando nos hemos despojado de las riquezas que no son nues- tica o, al contrario, pueden llegar a ser símbolos de un psiquismo
tras y que no pueden darnos otra cosa sino problemas, cuando descan- herido, desordenado, que busca defenderse a sí mismo. Este «lle-
samos incluso de las actividades lícitas cómo el deseo o el conocimiento,
que no pueden tampoco darnos posesión alguna de nuestro verdadero fin gar a ser» no depende solamente de la presencia del «tesoro», sino
y de nuestra felicidad, en ese momento nos percatamos de que el senti- también del tipo de la «vasija de barro». Agustín afirma que para
do total de nuestra vida es una pobreza y un vacío que, lejos de ser aquellos a quienes es concedido seguir el camino recto hay un
peligro más: el de imaginarse que llevan una vida buena y que
8
K. RAHNER, Reflections on the Experience of Grace, en Theological
lnvestigaüons, vol. 3. Nueva York, Seabury Press, 1974, pág. 88. 10
9 T. MERTON ocso, Nuevas semillas de contemplación. EDHASA, 1963.
Comentatio en JOHN SULLIVAN (ed.), Spiritual Direction, en «Carmelite
(Lo subrayado es nuestro.)
Studies», n. I. Washington, D. C, ICS Publications, 1980, pág. 30.

22 23
hacen el bien, mientras se glorían de sí mismos y no del Señor n . ficultades, regresión a los niveles humanos pueden hacer de la va-
Puesto que la autodeterminación, un «sí» ordenado, son necesarios sija de barro solamente esto: una vasija de tierra, que no puede
para la trascendencia, para manifestar el «tesoro», y puesto que estar nunca limpia, hacerse perfecta, purificarse para revelar más
la autodeterminación deriva del correcto conocimiento de los va- completamente el tesoro de los votos, después del encuentro con
lores, consideración de los motivos (con frecuencia ocultos) y a el esposo, con el rey. Cuando el tesoro de los votos se hace para
veces de la comprensión de su posible contraste y contradicción el religioso auténtico testimonio de la Encarnación en su vida, la
en el hombre n es necesario un proceso de discernimiento para todo «vasija de barro» de la persona alcanza de este modo la perfección
cristiano, y en particular para cada religioso que profesa testimo- en El; y cuando un ser integrado, ordenado, una vasija de barro
niar el «tesoro» en su «vasija de barro». El religioso puede no ser puro como el cristal, está dispuesto, la verdadera luz de su amor
consciente de la presencia de un «El» no integrado, oculto bajo y de su presencia pueden brillar totalmente, de modo que todos
nobles valores proclamados en los votos. En semejante contexto puedan ver a «Jesús solo».
de la profesión de los votos al no tener el religioso o la religiosa
palabras para expresar lo que hay verdaderamente en la realidad Chicago, 1 de enero de 1983,
fiesta de la Madre de Dios.
de lo profundo de su psiquismo, puede usar el lenguaje de la tí-
pica «tradición» de la vida religiosa, el de los votos y, por con-
siguiente, apropiárselos de modo inauténtico, y por ello devaluar,
extorsionar, aguar, corromper el símbolo de los votos. Se repiten
las palabras, pero el sentido auténtico se desvanece n.
Por consiguiente, parte de la atención a cada voto consiste en
presentar el «ideal», el voto deseado o vivido auténticamente, en
el que se manifiesta el «tesoro» de Cristo; seguidamente se ofre-
cen ejemplos de cómo se pueden vivir los votos de manera inau-
téntica, en la opacidad de la propia «vasija», en sí mismos. El tra-
bajo entero trata, pues, de señalar los efectos que la gracia puede
ejercer sobre la naturaleza en términos de trascendencia en la vida
religiosa reforzando valores e ideales, conduciendo a la persona a
la transparencia de la propia «vasija».
Seguidamente trataremos de explicar sobre todo el efecto de
la naturaleza, o el efecto que el consciente o el inconsciente, como
también los propios niveles y necesidades humanas, pueden tener
en la lucha de la persona para hacerse una vasija de barro perfecta
en su esencia hasta el punto de poder perder la propia vida para
encontrarla en la perfección de Cristo refiriéndose ella misma a El,
transmitiendo su luz («quien pierda su vida la encontrará»). Di-
11
S. AGUSTÍN, Grace and Free Wül in the Fathers oj the Church, vo-
lumen 57, Washington, D. C, Catholic University of America Press, 1968,
pág. 257.
12
K. WOJTYLA, op. cit., pág. 39.
1!
B. LONERGAN, op. cit., págs. 76-77.

24 25
PRIMERA PARTE

POBREZA
«Señor, no soy digno»
SUMARIO I
INTRODUCCIÓN

I. Introducción EXHORTACIÓN DEL EVANGELIO A LA POBREZA

II. Definición del consejo de pobreza: los ideales El Nuevo Testamento es rico en lecciones, directas e implíci-
tas, de pobreza por el Reino. El pasaje del Evangelio de Mt 2,1-12
III. Predisposiciones para vivir el consejo: los niveles de vida psíquica tiene para nosotros los religiosos un dinamismo especial; es una
A) El nivel psicoíisiológico clara propuesta de la experiencia, sentido y valor de la pobreza en
B) El nivel psicosocial el amor cristiano, en el abandono en la fe. El Padre nos indica lo
indispensable de la pobreza cuando, en su providencia, ordena la
C) El nivel espiritual-racional
anunciación a una simple y pobre virgen; el nacimiento del niño
IV. Usos y abusos a los distintos niveles en la impotencia, en total desnudez, en un lugar extranjero, con
el mínimo indispensable, sin comodidad alguna. Los acontecimien-
A) Nivel psicofisiológico
tos de la Epifanía parecerían casi imprudentes y contradictorios a
1. Posesión de los bienes materiales y necesidades psicológicas
ligadas a ella los ojos de quien no tiene fe... Unos reyes dejan su ambiente se-
2. El justo uso de las cosas guro para ofrecer dones a la «clase inferior», sin garantía alguna
B) Nivel psicosocial de restitución, de interés, de recompensa. Por lo demás, el men-
1. Posesión de los demás saje del ángel a José no es el de unirse a los reyes para vivir eter-
2. Relación justa con los demás namente en un ensueño encantado de protección y de abundancia
C) Nivel espiritual-racional de sus castillos, sino el de continuar en su fiel y creadora pobreza
1. Despojo con renovada fuerza y reforzado vigor.
2. Trascendencia Las narraciones del Evangelio subrayan dé nuevo el valor de
la pobreza. Cristo habla de la confianza de los pájaros y de los
V. Conclusión animales. El y sus discípulos viven frugalmente de lo que poseen
en una bolsa común, y socorren a los pobres. Cristo promete la
bienaventuranza a los pobres del espíritu, e invita al joven rico a
venderlo todo... Cristo nos recuerda que quien ama al padre, o
a la madre o a la propia familia más que a él no es digno de su

28 29
reino. Y, por último, su postrer abandono en la cruz nos habla II
de la esencia de la pobreza.
En la invitación a la pobreza por parte de la Escritura vemos DEFINICIÓN DEL CONSEJO DE POBREZA:
que Dios propone un modo de vida nuevo para poner remedio a LOS IDEALES
la vieja concupiscencia. El nos recuerda que para seguirlo tenemos
que dejarlo todo, vivir una vida contemplativa en acción desarro-
llando la imagen de Cristo en nosotros mismos a través de una
humilde aceptación de nuestras necesidades de ser salvados, a cau-
sa de nuestra limitación: nuestra cercanía a la muerte, los límites
y tentativas de nuestro conocimiento y de nuestra capacidad. Por
tanto, para todo cristiano vivir según el Evangelio implica nece-
sariamente la pobreza.
Además, si estudiamos las características de la consagración
del cristiano a Cristo en la fe, la esperanza y la caridad, en el inte- El consejo de pobreza puede definirse de dos maneras: espe-
rior de la estructura de la vida religiosa, encontramos que el con- cificando qué no es y descubriendo qué es.
sejo de pobreza es uno de sus elementos; la vida religiosa encarna Ante todo, la pobreza no es un concepto, no es una ley, no es
la fe, la esperanza y la caridad a través de una pobreza radical «vo- una cosa o una sustancia que pueda ser analizada, seccionada o
luntariamente abrazada a imitación de Cristo»'. Teológicamente vista a través de un filtro para separar sus elementos culturales
es una consagración del cuerpo, de los bienes y de la voluntad y psicológicos de la esencia puramente evangélica3. La pobreza,
como expresión de nuestra presencia ante Dios y de nuestra pre- nos dice Orsy, es un don intocable; es una actitud que nace de
sencia en y ante el mundo, un «compartir la pobreza de Cristo, una relación entre dos personas que se aman. La inicia Dios por
que de rico que era se hizo pobre por nuestra salvación, para en- medio del don de sí mismo a nosotros 4 . Aceptar este don significa
riquecernos a todos con su pobreza» 2. Si, pues, buscamos ser au- que nos dejamos conducir por El. Además, cuando existe un gran
ténticos religiosos, el consejo de pobreza es indispensable. Pero amor entre Dios y nosotros, nuestra relación con el mundo mate-
¿qué es el consejo de pobreza? rial se transforma; algunos objetos, algunos niveles de nuestro
ser, aun permaneciendo vitales y necesarios, disminuyen de impor-
tancia; otros resultan ricos de sentido.
Reconociendo el amor personal de Dios en nuestros corazones,
su acción en nuestra vida, nace en nosotros la conciencia de per-
tenecer a Cristo. Se verifica un cambio de corazones, de actitudes.
Nos hacemos conscientes del hecho de que alguien ha entrado en
nuestra vida. La dura corteza de nuestro egoísmo ha sido penetra-
da. Consentimos en abrir nuestros corazones al amor de Dios,
en abandonarnos a El, y estamos dispuestos a aceptar toda la ale-

3
T. CLARKE SJ, Witness and Involvement, en «The Way. Supplement»,
1 9 (1970) 49.
Decreto Perfectae caritatis, sobre la adecuada renovación de la vida 4
religiosa, n. 15. Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos. L. M. ORSY, Poverty: The Modern Problem, en «The Way. Supple-
2 ment» (1970) 11.
2 Cor 8,9; Mt 8,20.

30 31
gría y el dolor que van unidos a este cambio, vivir de un modo exterior manifiesta, pues, una inspiración fundamental: un des-
más profundo que en el pasado. apego positivo interior de nuestro ser.
La pobreza, pues, debería ser un testimonio de nuestros valo- Está, pues, bien claro que la pobreza no es privación, sino in-
res interiores: la fe, la esperanza y la caridad, en Cristo. Debería tegración de todos los niveles de nuestro ser, un distanciamiento
manifestar nuestra total y delicada confianza en El. La pobreza de cristalizaciones a un nivel específico para ser libres y llegar a
se hace una actitud interior, que se desarrolla desde una realidad patentizar la total y ordenada intimidad con Cristo a través de
profunda. Mirada así, la pobreza no es simplemente una manera ellos. Dejarse a sí mismo es una entrega, no una privación, ya que
de comportarse, como tampoco es un interés por las cosas, sino en esto se halla la pobreza de ser verdaderamente humano y la
más bien un interés por un ser, por una persona. Es una actitud riqueza que poseía Cristo en su intimidad con el Padre.
que viene a ser una condición, una situación, un complejo de ac- Tercero, puesto que no es un camino ni es una privación, sino
titudes, y la dimensión de una vida integrada entre y en el interior una actitud universal subyacente, la pobreza no tiene que expre-
de las comunidades. Es una actitud encarnada en una manera de sarse necesariamente en formas externas totalmente uniformes.
vida que se convierte en símbolo exterior de una entrega interior. Ignacio no era Benito y mucho menos Francisco. Clarke escribe:
El padre Tomás Clarke la define como símbolo creador de un tipo
de compromiso que nosotros hemos contraído con Dios y entre «Los juicios que se fijan en esta o aquella dimensión de nuestra pobre-
nosotros; un modo característico de ser con Dios y con los demás za, el nivel de sobriedad material, la medida de la autonomía concedida
hombres 5. a los individuos o a grupos locales, el problema de las ganancias, etc.,
no habrán de ser considerados en base a principios prefijados o con re-
Se sigue por lo demás que la pobreza no es privación de bie- ferencia a. un punto específico, sino a través de un discernimiento de
nes materiales, de personas o de interacciones sociales. La pobreza congruencias, con respecto siempre a la totalidad de la vida del indivi-
es una integración, una liberación y una revelación. Es una inten- duo. .. o de la comunidad» ".
sa conciencia de lo que Dios nos ha dado a nivel más profundo
de nuestra vida y, por otra parte, es un modo de ofrecer nuestra La actitud interior es la de la entrega, y las expresiones exte-
limitación a aquel que nos ha dado todas las cosas para ser com- _ riores han de ser coherentes con esa actitud, aunque puedan to-
pletados y transformados en El. Así, la pobreza es una expresión mar formas diversas. No hay un camino «perfecto» para vivir la
de la integración de nuestro ser, un ordenar cosas y personas con- pobreza, porque ella misma es un medio, no un fin. Ningún ver-
forme al sentido esencial que ellas tienen en sí mismas y respecto dadero amante se siente satisfecho por las satisfacciones de su
a nosotros. La pobreza se convierte en una expresión del amor amor. Aun cuando lo haya dado todo, es como nada; no basta. Si
trascendente propuesto por Dios. La pobreza por Cristo y por el bien nuestro ideal de pobreza es la entrega de Cristo al Padre, cada
Reino, considerada en este sentido, resulta una liberación. Es or- uno tiene una particular simbolización (esto es, una expresión vi-
denadora e integradora; es la libertad de preocupaciones excesivas vida) de esa actitud interiorizada, en base a las prescripciones de
por cuanto se refiere a la comida, el vestido, la casa, personas par- la propia Congregación, que es única y particular 7 .
ticulares. Es disponibilidad y desapego radical en el más amplio Por otra parte, puede haber diversas expresiones de pobreza
sentido. El hecho de que nosotros no nos pertenecemos ya a nos- según los diferentes grados de aceptación de este valor. La libertad
otros mismos lleva consigo una erradicación de nuestro sentido del corazón, que es siempre necesaria para la interiorizacións del
de posesión a todo nivel y al mismo tiempo una radicación en
6
Cristo. Pobreza es libertad para consolidar un modo de vivir que T. CLARKE SJ, Discerning the Ignatian Way in Poverty Today, en «The
expresa sobre todo nuestra pertenencia a Cristo. Nuestro despojo Way. Supplement», 9 (1970) 58.
7
W. YEOMANS, Come Follow Me, en «The Way. Supplement», 9 (1970) 58.
* La interiorización es eí proceso en que el individuo adopta un modo
5
T. CLARKE, op. cit. de pensar y de obrar de acuerdo con su fundamental sistema de valores y

32 33
i
valor de la pobreza, halla su predisposición en cada individuo se- Concluyendo, pues, mientras maduramos integrando jerárqui-
gún, entre otros factores, la integración de los niveles psíquicos, camente los tres niveles psíquicos dentro de nosotros (cosa sólo
del número de conflictos centrales subconscientes y de las incon- posible si no hay serias inconsistencias vocacionales) n , podemos
sistencias, esto es, de las más importantes necesidades disonantes lanzarnos más o menos libremente al descubrimiento de la pobre-
con los valores vocacionales9. Cada uno busca la libertad del co- za del espíritu humano frente a las exigencias totales de nuestro
razón, aunque algunos hallan obstáculos en las propias dificulta- Dios trascendente. La integración de los tres niveles nos predis-
des interiores para responder plenamente. Por esa razón las ma- pone para ir hacia Dios, que libremente eligió atraernos a todos
nifestaciones exteriores difieren, al poder ser interiorizado en di- a sí, rebajarse y redimirnos con su amor fuerte y delicado. Si la
versos grados el valor de la pobreza en cada persona. interiorización, pues, la asimilación de la vivencia existencial del
Cuarto y último punto, no se puede hablar de la pobreza en voto de pobreza por Cristo, depende y se deriva de la integración
términos aislados. Podemos, por razones de discernimiento, fijar psíquica de los niveles del hombre, es conveniente profundizar más
nuestra atención en ella, pero tenemos que ponerla en relación en la comprensión de estos tres niveles y de su función en nosotros.
con la comunidad, con la virginidad, la obediencia, la consagración
a Dios, el servicio y testimonio apostólico 10. ¿Por qué? Simple-
mente porque la misma relación de amor subyacente penetra los
demás votos y actos de religión y encuentra en ellos complemen-
tariedad. Solamente cuando uno es consciente del deseo y de la
imperfección intrínseca del amor humano y de la amistad, puede
elegir ser célibe, y ofrecer la realidad de esta limitación en el ol-
vido de sí, típico del amor puro de un religioso.
La calidad de nuestra pobreza, por tanto, es también la calidad
de nuestra obediencia y castidad, las ilumina a ambas, porque nos
habla de la entrega y de la inmolación de sí en el área del uso de
la voluntad y del deseo sexual. Como ahora veremos, no podemos
hablar de la entrega y de la pobreza simplemente por lo que se
refiere a los bienes, como si el nivel fisiológico funcionase inde-
pendientemente de los otros niveles de nuestra vida. La entrega
afecta también a nuestro nivel psicosocial y al espiritual-racional:
dejamos los bienes, las personas y nos desprendemos de nosotros
mismos por El, y lo que no sea esto, sería solamente una entrega
parcial.

no por eL provecho que podría obtener. En L. M. RULLA SJ/F. IMODA SJ/


J. RIDICK ssc, Estructura psicológica y vocación: motivos de entrada y de
salida, Madrid, Sociedad de Educación Atenas.
' Para más explicaciones acerca de la teoría de las inconsistencias y de
los conflictos subconscientes, cf. L. M. RULLA SJ, Psicología profunda y vo-
cación: las personas y Psicología profunda y vocación: las instituciones, Ma-
drid, Sociedad de Educación Atenas, y RULLA-IMODA-RIDICK, op. cit.
10
T. CLARKE, op. cit. L. M. RULLA-F. IMODA-J. RIDICK, op. cit.

34 35
ben ser orientadas y reguladas, usadas con sobriedad, sabiduría y
III respeto si queremos gozar de buena salud, si queremos sobrevivir
PREDISPOSICIONES PARA VIVIR EL CONSEJO: y estar activos. Por consiguiente, la necesidad de cosas está im-
LOS NIVELES DE VIDA PSÍQUICA plícita en nuestra vida fisiológica. No podemos pretender no te-
ner necesidad de las cosas. La necesidad existencial del hombre
respecto de las cosas materiales no es solamente una necesidad de
hecho, sino un aspecto esencial de nuestro ser en cuanto persona
espiritual que es al propio tiempo espacio-temporalM. Tenemos
necesidad de cosas integradas y ordenadas para la vida, para la
estabilidad, para poder madurar de manera efectiva.

B) EL NIVEL PSICOSOCIAL
Todos los seres humanos responden a Dios mediante leyes
psicológicas que Dios ha puesto dentro de nosotros n. Hemos in- El segundo nivel de nuestro ser es el que hemos llamado psico-
dicado en otras ocasiones que el Yo es el punto de encuentro de social, somos personas que tienen necesidad de estar en relación
la teología y la psicología u . Este yo puede, al menos en teoría, con los demás, de estar cerca de los demás, y recibir de ellos aten-
ser subdividido, para permitirnos una mejor comprensión. ¿Cuá- ción, interés, cuidados. Aquí nos encontramos frente a dimensio-
les son estos niveles del hombre distintos y, sin embargo, unifi- nes de la pobreza cualitativamente diversas. Aprendemos a valo-
cados? ¿Cómo nos predisponen a la pobreza? rar las personas, los amigos, más que las cosas, el «ser» más que
el «tener». Aprendemos a subordinar nuestro deseo de cosas, a
primer nivel, a este segundo nivel. Tenemos necesidad de los de-
A) EL NIVEL PSICOFISIOLOGICO más porque somos seres finitos, limitados en lo que podemos ha-
cer por nosotros mismos y por los demás, y aprendemos a usar
Vivimos a tres niveles, y cada nivel tiene una reacción implí- los bienes materiales no sólo para nuestra supervivencia, sino tam-
cita con la experiencia de la pobreza en nuestra vida. bién en una respetuosa interacción con los demás. Somos seres
En el primer nivel somos seres fisiológicos que tenemos ne- sociales, y esto lleva consigo una cierta pobreza.
cesidad de dormir, de comer, de tener buena salud. Implícita en
esta estructura biológico-psíquica de nuestra vida está la orienta-
ción intuitiva para la adecuada elección y el uso correcto de los C) EL NIVEL ESPIRITUAL-RACIONAL
bienes materiales que hacen posible la supervivencia y el desarro-
llo. Por tanto, ya a este nivel hay implícita una cierta pobreza. En un tercer nivel somos seres espirituales-racionales que tie-
Para crecer fisiológicamente, para vivir, tenemos necesidad de nen necesidad de pensar, juzgar, valorar, ir más allá de los sentidos
cosas como la comida, un lugar donde dormir, vestidos que prote- a través de la abstracción, formando conceptos inmateriales a pro-
jan, dinero para conseguir estos bienes, etc. Todas estas cosas de- pósito de cosas materiales. Si bien todo nivel presenta las nece-
sidades que implican estados de pobreza «natural», es solamente
12 a través del tercer nivel, el espiritual-racional, como comenzamos
L. M. RULLA-F. IMODA-J. RIDICK, op. cit.
13
J. RIDICK ssc, Valori e vita religiosa, en «Consacrazione e Servizio»,
14
10 (1977) 45-52; 12 (1977) 34-41. J. J. SIKORA sj, Poverty Today, en «Review fot Religious», 26 (1967) 4.

36 37
a encontrar dentro de nosotros la capacidad de discernir un nue- Estos niveles de vida en nosotros de todos modos necesitan
vo, más profundo y sobrenatural sentido de la pobreza. ser integrados y organizados jerárquicamente según los grados de
Nos ha sido dada la capacidad de desplazarnos a nosotros mis- pobreza: de las cosas, a las personas, a la trascendencia de sí en el
mos del centro de nuestra vida y dar importancia a los demás, de amor a Dios. Es indispensable hacer una nueva evaluación en el
tender hacia Dios que nos ha buscado, de elegir la pobreza vivién- interior de nuestra persona, de las necesidades, a todo nivel, y
dola no sólo en lo que tiene de necesaria para la supervivencia y establecer si esta organización y dirección jerárquica está presente
el crecimiento en el primero y segundo nivel, sino para desearla en nuestra vida de pobreza profesada. Examinaremos concretamen-
como ideal, esto es, como un valor que tiene relación con el ser te las actitudes y prácticas posibles de la pobreza a todos estos
absoluto, Dios. A través de este nivel, de nuestra vida descubri- niveles.
mos la invitación de Dios para caminar por medio y más allá de la
materialidad de las cosas y de la transitoriedad de las personas, a
comprometernos a nosotros mismos en una relación que trascien-
de nuestra persona, y que nos permite «un sabio goce y el uso
de las cosas no sólo en su inmediatez (por sí mismas), sino en su
capacidad de manifestar el sentido escondido y trascendente de la
vida y de la cultura» 15. Por medio del recogimiento, del encuen-
tro, la oración, de la experiencia religiosa-sacramental y una com-
prensión cognoscitiva de nuestra limitación, aprendemos a cono-
cer a Dios. Aprendemos a elegir lo que puede favorecer nuestra
llamada y la entrega de nosotros mismos (dones, tiempo, talento)
a Dios, y podemos despegarnos de todo aquello que puede oscu-
recer y destruir esta fidelidad, aunque fuesen necesidades al pri-
mero y segundo nivel. Es a este nivel, el tercero, como podemos
posesionarnos de nuestra vida y lograr lo mejor para El dentro de
los límites de nuestras reales posibilidades.
Este nivel nos hace, o nos tendría que hacer, capaces de defi-
nirnos a nosotros mismos a la luz de nuestra relación con Dios. La
pobreza intrínseca de nuestra limitación y dependencia resulta evi-
dente. A este nivel podemos actuar siguiendo la voluntad racional,
seleccionando valores, y no simplemente movidos por la necesi-
dad emotiva o por el deseo de personas o cosas o por nuestros
mismos intereses.
La pobreza, pues, es indispensable a estos tres niveles. Puede
ser el peor modo de engañarnos a nosotros mismos pretender no
tener necesidad del mundo en que Dios nos ha colocado. Este ef
el comienzo del orgullo y no de la humilde pobreza.

15
A. VAN KAAM, The Vowed Life, Denville, N. J., Dimensión Book.
1968, pág. 215.

38
39
IV Tendríamos entonces un equilibrio más destructor que crea-
tivo.
USOS Y ABUSOS A DISTINTOS NIVELES Si consideramos al hombre como ser integrado, si lo vemos
como funcionando a iodos los niveles de su persona y al mismo
tiempo unitariamente, nos damos cuenta de que él puede abrirse
a los demás como a sí mismo y al ser absoluto, Dios. De aquí que
la dimensión de la pobreza natural se ensancha.

2. El justo uso de las cosas

Las cosas y la supervivencia al primer nivel se consideran no


A) NIVEL PSICOFISIOLOGICO sólo en relación consigo mismas, con los demás y con el sujeto,
sino en relación con el soberano misterio entre Dios y el hombre
1. Posesión de los bienes materiales y necesidades (tercer nivel). A esa luz, la pobreza se convierte en consejo, en
psicológicas ligadas a ellos actitud trascendente. El tercer nivel predispone al hombre para
asumir las actitudes requeridas por los otros dos niveles y ade-
La actitud humana típica de este nivel implica, como hemos más ofrece la oportunidad de santificación, esto es, de autotras-
dicho, el hecho de considerar las cosas como orientadas hacia una cendencia. Nuestro modo de usar los bienes materiales asume en
necesidad y un fin específicos: el de la supervivencia y el desarro- consecuencia nuevas finalidades y perspectivas; tratamos de usar-
llo. De todos modos, cuando las cosas y los bienes se convierten los prudentemente, no simplemente para nuestro crecimiento y
en fin de sí mismos, cuando buscamos tener comida, cosas, des- supervivencia (primer nivel), no sólo para comunicar, para la in-
canso, etc., por una necesidad de seguridad o simplemente por el teracción con los demás (segundo nivel), sino también a tercer
deseo de tener, más que de sobrevivir o de desarrollarse, se ori- nivel, como medios para encontrar el amor de Cristo y entregar-
gina entonces una distorsión de la pobreza; tiene lugar la confu- nos a El nosotros mismos, a través del don de cosas y de personas.
sión entre medio y fin. El uso excesivo se convierte en abuso y En el pasado existía la tendencia a creer que los bienes fuesen
puede incluso ser nocivo para la vida ordenada; por ejemplo, si en sí mismos un obstáculo a la unión con Cristo; se seguía de esto
como dulces en cantidad excesiva esto puede ser perjudicial más que la vía de la contemplación, de la unión contemplativa con El,
que benéfico para la salud. Van Kaam afirma que consistía simplemente en el abandono de todas las cosas. Esto
puede ser o no ser verdad. El uso de las cosas (necesarias) puede
«si el instinto de una sabia y justa selección no estuviese regulado por
los fines de mantenimiento y supervivencia, el impulso a seleccionar,
no ser un obstáculo, sino más bien una apertura al amor de Cristo,
acumular, recoger y usar predominaría y no dejaría tiempo, ni energías, si se orienta justamente conforme a los fines para los que aqué-
ni atención para las demás atenciones biológicas necesarias a la salud, a llas nos han sido dadas y para lo que pueden servir. Esto lleva
la supervivencia y a la creatividad. Sin sobriedad el animal se destruiría consigo un despojo, un don generoso de todo lo que se nos ha con-
a sí mismo» M.
fiado. La renuncia a los bienes, de todos modos, lo mismo que
el uso de las cosas necesarias de manera prudente, no nos llevará
necesariamente a la unión con Dios si no es Cristo mismo quien
A. VAN KAAM, op. cit., pág. 22.
nos impulsa a hacer esto.
Las motivaciones subyacentes son, pues, de importancia cru-
40
41
natismo que nos empuja a coleccionar, guardar y manipular. «El
cial. Si elegimos entregar nuestros bienes para ganar estima a los
mismo consumo indiscriminado es la expresión de una personali-
ojos de los demás, para hacernos amigos y asegurarnos relaciones,
dad superficial que vive simplemente momentos fragmentarios de
o viceversa, como medios para mantenernos distantes de una ge-
satisfacción» ". La integridad del hombre total está aquí elimina-
nuina intimidad, o para poder gloriarnos de ser «más pobres» y>
por tanto, en cierto modo mejores que los demás, el consejo de da... El primer nivel, los bienes materiales, la complacencia y la
pobreza desaparece ante fines utilitaristas como el aumento de la identificación no interiorizada resultan metas fascinantes y limitan
estima personal, antes que ser la simple entrega a la confianza en la riqueza de una realidad encontrada por medio de una integra-
un Padre que nos ama. Esta es complacencia, en la que los cas- ción personal, por medio de la autotrascendencia. Nos limitamos
tigos y recompensas son factores primordiales de la motivación. nosotros mismos a una expresión parcial, deformada de la totali-
Puede también existir un tipo de identificación no interiorizante dad de nuestro ser. A través de los bienes materiales el hombre
que se halla en la base de esta acción; veo un pobre; tanto yo se puede encontrar a sí mismo; puede reconocer sus límites, su
como los demás lo admiramos; quiero ser pobre como él para po- necesidad de todo, hasta de las mismas cosas. Experimenta tangi-
der ser admirado también yo y poder ser su amigo. Aquí hay un blemente su presencia en sí mismo, con tal de que su mirada so-
deseo sutil de prestigio social o de una relación amistosa, y, en este bre las cosas no sea voraz, ávida, sino que incluya una interacción
caso, la pobreza puede ser un medio para lograrlo. Ser pobre de- con las personas y una relación con Dios, conforme al grado je-
bería, en cambio, derivarse de la interiorización, una función que rárquico más apropiado. Así, pues, el consejo interiorizado, o el
exprese los valores del consejo de pobreza: usamos los bienes de don de la pobreza, puede ser saludable; puede permitirnos ir más
modo que manifiesten a los demás la verdad de que todas las co- allá de los impulsos de nuestras necesidades a primer nivel y sur-
sas pertenecen a Cristo y en El encuentran su sentido. gir como persona total.
Concretamente, pues, si vivimos como seres integrados, ma- Puede haber parodias del espíritu de pobreza en el uso de los
duros, con esta actitud interior de pobreza, aun a su primer nivel, bienes (primer nivel) cuando:
¿nos percatamos quizás de que las manifestaciones externas de 1) Tenemos necesidad impulsiva de procurarnos cosas (por
esta actitud son, por ejemplo, un amontonamiento de cosas, co-
ejemplo, hacer acopio se convierte en el pasatiempo nuestro más
mida, frialdad cuando alguno nos pide, por razones apostólicas,
usual).
nuestro magnetófono personal; avaricia; guardar para sí los dones
recibidos; el pedir demasiado para obtener un par de zapatos, un 2) Nos apegamos de manera exclusiva a los bienes que po-
libro, un crucifijo, una visita a casa como aquella hermana qug seemos.
ha obtenido el permiso; lamentos ante mínimos inconvenientes? 3) Vemos una sola dimensión de su sentido: por ejemplo,
¡Difícilmente! Sí, estamos llamados a compartir y a usar los te- el interés personal o la supervivencia.
soros de que Dios nos ha dotado, pero corremos el peligro de set ¿Hemos desarrollado alguna vez realmente el respeto hacia las
engañados considerándolos desde un único punto de vista. ¡P 0 , cosas, como medios que nos revelan la generosidad de un Dios
nemos las bases de nuestro desarrollo y de nuestra seguridad a i que nos ama, o son ellas simplemente instrumentos de satisfac-
primer nivel, dejando los niveles dos y tres (los demás y Dios) sij^ ción personal? Un interés excesivo, la incapacidad por nuestra par-
integrar! te de dejar lo que tenemos, o de usarlo prudentemente, puede te-
Nuestro modo de usar las cosas puede ser un factor que n Qs ner el efecto de hacer del egoísmo una virtud: «Podría tener ne-
ayude o que nos disgregue, tanto en el interior de nuestra p e t cesidad, va contra la pobreza tirarlo.»
sonalidád como en las relaciones con la comunidad. Nos d i v i ^ No puede haber mayor distorsión de la pobreza que reducir
cuando consideramos los bienes sólo en base a su valor y por e i
hecho que dan seguridad, y somos entonces aplastados por el f^ 17
A. VAN KAAM, op. cit., pág. 301.

42
43
el consejo simplemente al problema de poseer o no poseer las co- amor mediante los demás. Mi tiempo, mis pensamientos, las pre-
sas. Los interrogantes más profundos que tenemos que hacernos ocupaciones, no son simples intereses sólo por las cosas (para la
son: «¿Para qué tengo esto?» «¿Cuánto quiero?» «¿Qué haré de seguridad, la supervivencia o el desarrollo, como se ha dicho an-
esto?» Es indispensable un retorno al Evangelio si queremos man- teriormente en el primer nivel), sino que son un deseo de hacer
tener una motivación y un equilibrio objetivos; Cristo procura que felices a fulano o mengano. Esto no está mal. Pero ¿es esto todo
tengan el mejor vino en la fiesta de bodas; multiplica los panes; lo que podemos hacer? ¿Tengo que hacer feliz a él o a ella? ¿Ten-
llena las canastas de peces; María Magdalena derrama sobre sus go que hacerles felices con mis dones? ¿Tengo que hacerles feli-
pies el perfume oloroso y caro. Cristo, sin embargo, no tiene dón- ces, a fin de cuentas, para que se hagan míos, porque recibiré algo
de apoyar la cabeza, vive con bienes puestos en común, viaja sin de ellos? ¿Cuál es el lugar de Dios en todo esto? Por tanto, ¿qué
equipaje, sus vestidos son divididos y es sepultado en un sepulcro podemos decir de las actitudes que tan frecuentemente solemos
prestado. Aunque parezca una paradoja, lo que está sin duda claro ver: «ofrecen a esta o a aquella familia, o parroquia, o grupo, pero
es que Cristo no se identificó, respecto de las cosas, personas y nada a nuestra comunidad», o también «a esta hermana le dan
situaciones, con la visión llena de prejuicios de los que le critica- más que a mí»? ¿Demostramos acasc. con estas palabras nuestras
ban. El miraba la vida más en profundidad, en términos cósmicos, inseguridades, nuestros temores de ser rechazados, de ser dejados
no en términos de supervivencia, de acopio de bienes, de satisfac- a un lado? El deseo de posesión se ha transferido del campo de
ción, de desarrollo. Valoró las cosas, las personas, a sí mismo, como las cosas al de las personas. ¿Dónde ha terminado la confianza fun-
posibilidades para integrar todos los niveles de su humanidad al damental en el hecho de que Dios revela su providencia a través
servicio de la manifestación de la voluntad y del amor de un Pa- de muchas personas y no de una sola a la que debamos apegarnos?
dre generoso. Aprendemos en cambio a lanzar un boomerang: dar a los otros
para recibir de ellos. Aquí la pobreza se ha vuelto utilitarista, útil
para la satisfacción de nuestras necesidades al segundo nivel, no
B) NIVEL PSICOSOCIAL expresiva de un valor que profesamos al tercer nivel.

¿Qué actitudes tendrían que resultar del segundo nivel de


nuestro ser, el psicosocial, que nos orienta hacia los demás? Si este 2. Justa relación con los demás
nivel actúa en complementariedad con el primero, según el que-
rer de la voluntad divina, las personas serán más valoradas que ¿Valoramos a los demás porque sentimos profundamente el
las cosas;- nosotros mismos y nuestras relaciones con los demás valor supremo de Cristo presente en ellos y el valor supremo de
tendrán más valor que el simple poseer las cosas. Como en el pri- pertenecer, con ellos, a El? ¿Los celos, la envidia, tendrían que
mer nivel, de todos modos, podemos no estar integrados y vivir ser tan claros en nuestra vida? ¿Valoramos a algunas personas
una vida, fragmentaria despreciando o negando los otros dos nive- solamente para satisfacer nuestra necesidad de que haya alguien
les, especialmente el tercero. que se preocupe de nosotros, que nos ame, que nos acepte? ¿Tra-
tamos de aliviar las necesidades materiales de las personas para
dar a los hombres valores espirituales más profundos? Este nivel
1. La posesión de los demás nos provoca a dejar a los demás libres en nuestro amor a ellos; y
éste debe nacer de una profunda convicción en el hecho de tener
En este segundo nivel puede abrirse camino la tendencia a la necesidad de Cristo más que de todos los otros, porque Cristo
posesión en relación con las personas y se pueden dejar de lado nos posee enteramente y se cuida de nosotros. La pobreza como
elementos de entrega a la confianza en Dios y de respuesta a su voto es, pues, un medio por el cual podemos regular las necesi-

44 45
dades psicológicas subyacentes al segundo nivel. Un autor resume C) NIVEL ESPIRITUAL-RACIONAL
muy bien esto:
Entendemos por «tercer nivel psíquico» del hombre la capa-
«Con el fin de trascender su propia limitación, el individuo ha de exa-
minar su tendencia a usar a los demás como si fueran cosas. Un padre cidad de juzgar, valorar, abstraer, trascender, salir de sí mismo.
demasiado severo, un amante constantemente celoso, una persona que se Merced a este don innato, las necesidades de los demás niveles
ha hecho tan dependiente de alguien que no siente ya su sentido de pueden ser integradas y reguladas. Por medio de él, el Hombre-
identidad sino a través de aquél, deben aprender qué significa dejarse Dios y los elementos sobrenaturales pueden llegar a nuestra vida
llevar» ls. y entrar en nuestro corazón. El consejo de pobreza puede enton-
ces elevar las necesidades naturales y colocarlas correctamente en
Sólo mediante la entrega a Cristo una persona puede descubrir la jerarquía del orden de la creación. Podemos olvidarnos de nos-
dentro de sí la capacidad que tiene de enriquecer a los demás y de otros mismos. La actitud y la entrega de este nivel no nos empu-
ser verdaderamente enriquecida por ellos. jan simplemente a dejar a un lado las cosas por nuestro bien (pri-
La pobreza a este segundo nivel, a la luz del tercero, significa mer nivel), ni tampoco a no apegarnos a los demás por el bien
experimentar en el fondo de nuestro ser la dolorosa ansiedad de nuestro y el suyo (segundo nivel), sino que nos abren la posibili-
estar separados y solos, de luchar por amar libremente, sin reservas dad de despegarnos de nosotros mismos por El. La entrega a la
y con fidelidad, para que los demás puedan existir, desarrollarse Providencia encuentra su consecuencia en la entrega de nuestra
y amar libremente. Significa experimentar el vacío y el dolor atro- vida, que incluye nuestro tiempo, cualidades, nombre, estado so-
ces del rechazo por parte de la familia; ser ignorados y olvidados, cial, poder, al servicio amoroso de Dios y de los demás. Miremos
aun temporalmente, por los amigos, criticados por los enemigos; más atentamente todo esto.
por otro lado, significa optar por ofrecer a los demás el amor en-
riquecedor de los propios amigos, la generosidad de la propia fa-
milia y el estímulo de los conocidos. Significa vivir solos, cuando 1. Despojo
las circunstancias lo requieren, en una soledad creadora; significa
vivir íntimamente cercanos a alguien si las situaciones lo exigen. Si estamos totalmente poseídos por Cristo y entregados a El,
Y a través de todo esto, significa ser flexibles; estar completamen- no podemos de ninguna manera separarnos de El. Por tanto, más
te disponibles con independencia de nuestros deseos emotivos, concretamente, ¿me preocupo de cuidar mi salud, y, si estoy en-
aceptando indiscriminadamente la pérdida y el cambio, o perseve- ferma, hago lo que se requiere para recobrarla; y, si estoy ator-
rando en la profundización de una relación con Cristo. La comu- mentada por trastornos crónicos, ofrezco a los demás y a Dios la
nidad religiosa no resulta simplemente una «conveniencia social» limitación de mi debilidad física como expresiones de fe en una
o una satisfacción, sino, como dice Rahner, «un medio para ser- riqueza que está más allá de las funciones corporales? ¿Soy cohe-
virle a El, continuando su vida y testimoniando su poder...», un rente en mis convicciones, de modo que hasta mi respirar dependa
medio, un vivir juntos en la vocación para realizar mejor esta mi- de Dios? ¿Estoy dispuesto a hacerme disponible, a cambiar mi
sión de crucifixión y resurrección. «Nos enriquecemos con una personalidad si veo que impide la acción de Dios?
comunidad como ésta», dice él, «sólo en la medida en que trata- Hablando de inseguridades de la vida, ¡con qué frecuencia nos
mos de dar más de lo que recibimos» 19. encontramos lamentándonos pesimistamente de la falta de voca-
ciones, o de haber sido enviados a un puesto no deseado, o por
18
el hecho de habérsenos confiado un trabajo que no nos gusta! Es-
E. M. STERN-G. B. MARINO, Psychotheology, Nueva York, Newman
tas son pobrezas reales que nos causan una inseguridad dolorosa,
Press, 1970, pág. 78.
" K. RAHNER SJ, The Religious Life Today, Londres, Burnes Oates, 1977. y ¿quién de nosotros quiere sufrir la angustia de la inseguridad?

46 47
Solamente, si elegimos hacer de ella una experiencia religiosa crea- sentido trascendente de la propia persona, de los demás y de las
dora de fe humilde, todo tendrá sentido, y nosotros seremos, como cosas. Este interés por el sentido más íntimo nos separa del sím-
Cristo, capaces, como lo fue El, de entregar nuestra vida. bolo inmediato, de la causa evidente, del sentido práctico y ma-
Despojo del propio tiempo. ¿Hay un justo equilibrio de mi terial de las cosas y de las relaciones sociales. En este «centrarnos
tiempo entre descanso y trabajo en un espíritu de colaboración en Dios» nuestro nombre, estado social, poder, esto es, nuestro
con Dios? Mi tiempo lo uso de manera provechosa o lo gasto en deseo de amoldarnos a las tendencias sociales, resulta menos sig-
intereses superficiales que se justifican con expresiones como «tam- nificativo. Cristo enseña el camino: «Yo no recibo gloria de los
bién los demás lo hacen», o «es por apostolado», «las docentes, hombres» 21.
las enfermeras, etc., tienen que saber esto». Una frase como ésta: Una constante conciencia de nuestra debilidad, de nuestra po-
«Hace veinticinco años que estoy en la comunidad; lo he ganado», breza interior nos conducirá a los pies de Cristo y nos ayudará a
¿puede ser compatible con una entrega absoluta de mi tiempo a tomar las distancias de las preocupaciones por el provecho, la ga-
El, o deja ver en cambio una actitud subyacente de trueque más nancia, la aprobación 2 que crean en nosotros una estima personal
que de entrega? En una palabra, como ha escrito un sacerdote: falsa e inestable. Si sabemos ver y tratarnos a nosotros y a los de-
«He escrito 'Jesucristo' en las páginas de cada día del año apenas más en lo que somos, independientemente de la fama y del poder,
transcurrido» 20 . aceptando nuestros dones y los de los demás, sus limitaciones y
Despojo de las propias cualidades. La entrega total a la Pro- las nuestras con humilde gratitud y satisfacción, no tendremos ne-
videncia encuentra su concreción en el don de las propias cuali- cesidad ninguna de empujar para alcanzar un alto cargo, o mani-
dades por medio de un servicio generoso a Dios y a los demás. pular para lograr éxito o poder. Sólo aquellos a quienes falta pro-
Si nos sentimos dotados de un corazón sensible, de una mente que fundidad interior y se sienten muy inseguros tienen necesidad de
analiza, de intuición profunda, de capacidad de presencia, de in- poner en el escaparate su nombre, su estado o su poder.
clinación a ser guía, de aptitud organizativa, tenemos que ofrecerlo Lo mismo vale para aquellos que tienen necesidad de criticar
todo dando el máximo posible de nosotros mismos por El, dentro y despreciar constantemente a los demás; acaso esto indique insa-
de los límites de nuestras posibilidades. Podemos desperdiciar tisfacción en los propios esfuerzos, rabia narcisista contra Dios
nuestra vida si rechazamos ofrecernos a nosotros mismos; un cre- que ama a los demás de manera distinta, de una manera que con-
ciente sentimiento de desgana, de apatía, de cinismo, de falta de sideramos «mejor» de lo que El nos ama a nosotros. Esto pone
sentido, de desesperación ocupará pronto el lugar de la vibrante en duda la justicia de Dios y su amor personal a nosotros; y colo-
esperanza de compartir algo con Dios en crear, en renovar espe- ca en primer lugar nuestro nivel inferior de vida, esto es, a nos-
ranzas y entusiasmo por medio de la donación de las cualidades otros mismos y nuestras necesidades, y no testimonia la pobreza
personales ofrecidas a El. Por lo demás, tanto si esta donación, de Dios.
esta voluntad de consagrar los propios talentos al servicio de la
Iglesia es aceptada, comprendida, o que se rechace, el don se da
en la actitud. La humildad y la fe pueden crecer mejor en un 2. Trascendencia
terreno de motivaciones incondicionales, no egoístas, cuando se
entregan las propias cualidades. Sobre todo en estos días hay un impulso inconsciente, pero
Despojo del propio nombre, estado, poder. Hemos dicho que, con frecuencia observable, a construir la propia vida sobre la base
a través del tercer nivel, podemos llegar a una pobreza capaz de
tomar distancia de las apariencias superficiales y penetrar en el 21
Jn 5,41.
22
20
M. IVENS sj, ReVgious Poverty in Contemporary Writing, en «The
S. GAUCIAS, Manuscrito no publicado, Chicago, III., 1975. Way. Supplement», 9 (1970) 81.

48 49
de un éxito tangible: en la capacidad profesional más que en la lo que acontece como clara expresión del amor de Dios en nuestra
vida religiosa. Para muchos, la eficiencia es más importante que la vida cotidiana. El perdón nace de la sólida integración de todos
eficacia. Pero, como religiosos, no estamos llamados a servir sim- los niveles de nuestro ser. Si fuéramos pobres en la actitud inte-
plemente una sociedad funcional. Hay otros que pueden hacerlo. rior y así de humildes en perdonar, ¿encontraríamos con tanta fre-
Nosotros debemos vivir radicalmente los valores humanos y espi- cuencia hostiles e interminables silencios en el interior de nuestras
rituales en los .que se encuentran las verdaderas riquezas. El psi- comunidades? Tenemos que desear ser creadores para el futuro
quíatra inglés Dominian lo dice muy claramente: más que amontonar para el presente y llorar sobre el pasado: «El
perdón es el modo con que bendecimos el futuro y lo prepa-
«Cuanto más una persona es ella misma en su experiencia personal (en
este escrito le hemos llamado 'yo' o 'integración de niveles y orden'),
menos necesidad o deseo tiene de bienes materiales o ventajas sociales
para hacer resaltar su identidad» a .

También Merton ha hecho resaltar esta idea:

«... El hombre ha de tomar distancia respecto de todas las ilusiones que


ha fabricado a propósito de sí mismo. Este tipo de renuncia subraya la
necesidad de vaciarse del propio yo exterior y falso para hacerse cons-
ciente del propio yo interior, lo mismo que de Dios» ".

El mismo describe esto de modo estupendo:

«El camino hacia la realización trascendente es un camino hacia el as-


cético despojarse de sí mismo, hacia la abnegación, y es todo lo contra-
rio de un camino de admiración hacia sí mismo, de satisfacción propia,
o de realización perfecta... Por eso resulta extremadamente importante
para nosotros despegarnos de nuestro modo usual de considerarnos a
nosotros mismos como sujetos potenciales de experiencias únicas o espe-
ciales o como candidatos a grandes acontecimientos o satisfacciones per-
sonales» 25.

Si no consentimos en nuestra avidez de satisfacción personal,


no centraremos la atención solamente en el pasado: lo que no he-
mos recibido, y ni siquiera en el presente: lo que no recibimos,
o en el futuro: lo que no vamos a recibir. Una verdadera pobreza
conlleva la humilde necesidad de perdonar a los demás por su ser
humanamente limitados como lo somos nosotros, de aceptar todo

23
J. DOMINIAN, Vormation of a Celibate, conferencia no publicada, Lon-
dres, 1975, pág. 15.
24
J. HIGGINS, Thomas Merton on Prayer, Garden City, N. Y., Double-
day, An Image Book, 1975.
25
T. MERTON, Zcn y los pájaros del deseo, Barcelona, Kairós, 1975.
STERN-MARINO, op. cit., pág. 98.

50
51
V en un artículo sobre el discernimiento, afirma que si nuestra ac-
titud es pasiva, es éste el primer signo de que no somos verdade-
CONCLUSIÓN ramente pobres, porque el discernimiento y la valoración exigen
un poco de pobreza como requisito —la apertura—, la humildad
para buscar nuestras limitaciones y corregirlas 2S.
Cada uno de nosotros, pues, tiene necesidad de continuar con
determinación perseverante por hacer verdadera la exhortación
apostólica de Pablo V I :
«En una civilización y en un mundo cuyo distintivo es un prodigioso
movimiento de crecimiento material casi indefinido, ¿qué testimonio ofre-
cería un religioso que se dejase arrastrar por una búsqueda desenfrenada
de las propias comodidades y encontrase normal concederse, sin discer-
La pobreza, pues, es un medio inapreciable para el justo dis- nimiento ni discreción, todo lo que se le ofrece? Mientras para muchos
cernimiento de valores en nuestra vocación religiosa; con humilde ha aumentado el peligro de verse envueltos por la seductora seguridad
actitud de temeroso respeto frente al amor extraordinario de Dios del poseer, del saber y del poder, la llamada de Dios os coloca en el
hacia nosotros y de total respuesta a todos los niveles de nuestro vértice de la conciencia cristiana: esto es, recordar a los hombres que
su progreso verdadero y total consiste en responder a su vocación de
ser a ese amor, nosotros tomamos distancia de las cosas, de los participar, como hijos, en la vida del Dios viviente, Padre de todos los
demás, de nosotros mismos, e integramos y ordenamos los niveles hombres» M.
de nuestro ser. Esto impide la fragmentación de nuestra persona
(esto es, preocupación por los bienes, por nosotros mismos y por Los escritos de Merton sobre la transformación de nuestro co-
los demás más que por Dios), nos impide ser esclavos de nuestras nocimiento ponen profundamente de relieve el mismo papel ins-
necesidades personales, deseos e intereses. Desde esta perspectiva trumental de la pobreza en nuestra vida:
la pobreza es liberadora, positiva, enriquecedora. La característica «Realmente nosotros existimos sólo para esto, para ser el lugar que él
del hombre rico es estar lleno de sí mismo, imponer sus exigen- ha elegido para su presencia, su manifestación en el mundo, su epifa-
nía. .. El amor es la epifanía de Dios en nuestra pobreza»30.
cias materiales, estar aturdido por el poder, el prestigio, la estima,
el respeto de los demás. La impaciencia es en él su característica. Es el vacío, como el de la flauta, vacío sin fisuras que puede
La fatiga y la dificultad que supone el estar solo e inseguro en la tener solamente un destino: recibir el hálito del flautista y cantar
vida religiosa son consideradas solamente en términos de falta o con la Virgen su Magníficat31. La verdadera libertad, la libertad
privación, no en términos de posibilidad de una gozosa creatividad de la pobreza, significa que, libres de toda atadura dentro de nos-
dentro de un orden jerárquico y de una integración armoniosa de otros mismos, tomamos en consideración la verdadera jerarquía
todos los niveles de nuestro ser, como respuesta al abrazo cons- de niveles, los valores considerados a la luz sobrenatural («el úni-
tante del amor de Cristo 21. co bien»), y sometemos todos nuestros deseos a este único bien,
Llegamos así al final de nuestras consideraciones. Podría de- por lo que, teniéndole a El, no deseamos otra cosa sino a El
cirse más; pero ¿qué se va a hacer? Podemos contentarnos con mismo.
golpear el pecho con una pasiva vergüenza por nuestras limitacio-
28
nes en vivir la verdadera pobreza. Podemos colocar a este escrito W. J. BYRON, ibíd.
w
PABLO VI, La renovación de la vida religiosa según las enseñanzas del
un comentario favorable: «Interesante... Amén.» El padre Byron, Concilio. Evangélica Testificado, Buenos Aires, Edit. Guadalupe.
30
27 T. MERTON, AS Man to Man, en «Cistercian Studies», IV (1969)
W. J. BYRON, Discernetnent and Poverty, en «The Way. Supplement», 93-94.
23 (1974) 39. 51
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52 53
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54 55
SEGUNDA PARTE

CASTIDAD
«Este es mi cuerpo
ofrecido en sacrificio por vosotros»
D) Celibato como renuncia a tres niveles
SUMARIO
E) Virtudes incluidas en la castidad
1. Primer nivel: modestia, templanza
2. Segundo nivel: justicia, simplicidad, sinceridad, honestidad,
humildad
3. Tercer nivel: fe, fidelidad, prudencia

V. Usos y abusos de la castidad


A) Primer nivel: psicofisiológico
1. Masturbación
2. Interacción física: homo/heterosexual
3. Culto del cuerpo
4. Lectura de novelas, filmes, televisión
B) Segundo nivel: psicosocial
I. Introducción 1. Amistad: criterios de evaluación
2. Jugar con los sentimientos de otro
II. Amor C) Tercer nivel: espiritual-racional
A) Definición de los elementos humanos del amor 1. Aislamiento egoísta o servicio
1. Nivel psicofisiológico 2. Desapego idealizado, intelectualizado
2. Nivel psicosocial 3. Compromiso y servicio para logros psicológicos subyacentes:
3. Nivel espiritual-racional «caridad», soberbia

B) Sentidos del amor VI. Medios para crecer en el amor casto, virginal
1. Concupiscencia: amor subjetivo A) Ascesis-Disciplina
(uso de todos los niveles para mis fines personales)
2. Amor de benevolencia: más objetivo B) Oración-Meditación del Evangelio
(uso de todos los niveles de modo más integrado, ordenado C) Soledad-Desierto
según la totalidad de la persona)
3. Amor loco o radical D) Vida comunitaria
(darse totalmente) E) Examen de conciencia
F) Servicio
III. La pureza: querer una sola cosa

IV. La castidad: querer de hecho una sola cosa


A) Definición
B) Motivos de elección
1. Cristo, nuestro único esposo
2. Por el reino
C) Celibato como elección de valores
1. Cristológico
2. Escatológico
3. Eclesiológico

58 59
I
INTRODUCCIÓN

Amor
que creas la vida, da vida;
créame aún hoy en tu amor.
Oh Dios, amor infinitamente amado,
dame vivir para ti.
Oh Dios, infinitamente fiel,
ayúdame en toda tribulación.
Amor, infinitamente bueno,
actúa en todas mis acciones.
Amor, infinitamente dulce,
no me abandones famas.
STA. GERTRUDIS

Con justicia se ha escrito que «el que trata de hacer y trabajar


en favor de los demás, o del mundo, sin profundizar en el conoci-
miento de sí mismo, en la propia libertad, integridad y capacidad
de amar, no tendrá nada que hacer con los demás. Les comunicará
sin más el contagio de sus propias obsesiones, agresividad, desilu-
siones, que se relacionan con los fines, medios y ambiciones ego-
céntricas» '.
Según el espíritu de esta afirmación, supongo que todo lector
abriga el deseo de renovarse en el don de la castidad. Cierto que,
en los años de formación, este voto, uno de los tres tesoros esen-

1
P. HUNT (ed.), Thomas Merton, Monk, Nueva York, Image Books:
Doubleday & Co., 1976, pág. 15, en T. MERTON, Contemplation in a World
of Action, Nueva York, Image Books, 1973.

61
cíales de la vida religiosa, ha sido objeto de estudio; sin embargo, II
con el tiempo podemos haber olvidado su sentido, o quizás hayan
surgido objeciones a este respecto, objeciones probablemente ya AMOR
nacidas entonces. Surge, pues, la necesidad de preguntarse no tan-
to sobre el celibato como tal, sino sobre cómo se vive el propio
celibato; ¿es verdaderamente signo de Cristo o emblema de nues-
tro egoísmo? Es importante considerar cómo vivimos la inevitable
elección de la castidad vinculada a la vida religiosa; ¿qué actitud
asumimos ante ella? ¿Qué valor real tiene en nuestra vida? Anhe-
lamos volver aún más brillante el «diamante» para que se con-
vierta en esa preciosa joya destinada a serlo, y no un peso que es-
torba o una reliquia olvidada. En este tiempo de libertad sexual,
de pornografía y permisivismo, ¿qué lugar concedemos a nuestro
voto de total entrega, continencia y renuncia? ¿Es todo esto inhu- A) DESCRIPCIÓN DE LOS ELEMENTOS HUMANOS DEL AMOR
mano? ¿Nuestra formación en este campo ha sido demasiado «rí-
gida»? ¿O acaso han cambiado las normas? Contemplemos la sabiduría amorosa de Dios, que, al crear nues-
Como se puede ver consultando el sumario, comenzaremos tro ser, «nos ha hecho como un prodigio», como dice el salmista,
revisando algunos elementos fundamentales de nuestro yo natural, y percatémonos de quiénes somos como personas y como religiosos
definiendo los aspectos que nos caracterizan como seres humanos. y religiosas. Con otras palabras: enfoquemos los diversos niveles
Sería aquí oportuno considerar cómo el voto sobrenatural de cas- de nuestro vivir, pensar y actuar, y de su relación en lo que se re-
tidad está fundado y sostenido por estos mismos elementos. Esto fiere a la esfera sexual.
lleva consigo naturalmente un examen sobre el amor como factor Somos personas, seres vivos a tres niveles naturales (los tres
unificante y sacralizador a nivel natural y divino. Trataremos de niveles de la actividad de la mente humana). Si en realidad ana-
los varios tipos de amor posible, el ideal hacia el que tendemos, lizamos cualquier acción, aun la más ordinaria, hallamos en ella
así como otras posibles opciones. De este modo se obtendría la presentes algunos o los tres elementos: el nivel psicofisiológico, el
definición de castidad con sus variadas facetas; ¡éste es el dia- nivel psicosocial y el nivel espiritual-racional.
mante! ¿Para qué vale? ¿Y cuál es su sentido en un mundo que
ofrece tan gran número de «tesoros»? Hablaremos, pues, del valor
del testimonio del voto, y de ahí nos internaremos en los proble- 1. Nivel psicofisiológico
mas que pueden surgir, o quizás hayan surgido, para oscurecer la
limpidez cristalina de la joya. Concluiremos analizando algunos Ante todo somos seres orgánicos, seres psicofisiológicos; de ahí,
medios que podemos utilizar para «revitalizar» nuestro voto y los los ritmos químicos, las reacciones fisiológicas. Tenemos necesidad
efectos de la castidad, que ciertamente merecen todo el esfuerzo de comer, dormir, reaccionamos con los sentidos y los sentimien-
que podamos emplear en tal sentido. tos; percibimos la atracción de tocar, de ser tocados, de provocar
satisfacción y gozo, también sexualmente. Por ejemplo, si nos sen-
timos hambrientos, se desea comer, y al tomar la comida, se halla
el placer de gustarla. Lo mismo ocurre con las necesidades sexua-
les. En ciertos períodos del mes o del día, en determinadas esta-
ciones del año o estados de la vida, estos impulsos fisiológicos o

62 63
«instintos» son más fuertes que en otros. No sólo tenemos nece- rninuye, lo mismo que involuntariamente se había despertado. Es
sidades corporales, sino que nos hacemos presentes a nosotros mis- asimismo interesante notar cómo la fatiga y la frustración pueden
mos y de ahí también a los demás, en un sentido corporal, o como entorpecer los.sentidos o limitar su eficacia al transmitir señales
se expresa Van Kaam: «Mi cuerpo reviste el mundo de sentido o determinar su significación. Toda experiencia fisiológica llega
antes aún que yo pueda pensar en ese sentido. El dar sentido a las naturalmente a un punto de agotamiento y conclusión. Así, nuestro
cosas por parte del cuerpo es distinta del que se da al mundo por cuerpo es atraído y rechazado por personas, situaciones, objetos,
parte de la conciencia»2. Tomemos, por ejemplo, el modo como que pueden ser agradables o satisfactorios a un nivel físico. En el
el cuerpo reacciona y actúa en el mundo a la edad de veinte años cuerpo y por medio de él, el otro, el mundo se me ha dado, se hace
(intensidad, actividad, movimiento) y por otra parte a la edad de en cierto modo mío, se incorpora a mis necesidades y deseos. Aun-
ochenta años (cansancio, andar más despacioTTnás cauteloso, etc.). que exista un sentido espontáneo a este nivel, tal sentido de satis-
Quiere esto decir que, a nivel de manifestaciones externas del facción o excitación corporal no es estrictamente característico de
cuerpo, no somos necesariamente libres, capaces de determinar el los seres humanos. Los mismos animales tienen semejantes nece-
sentido exacto: ellas «entienden». sidades, que son espontáneas, no reflejas, automáticas. Emotiva-
Relacionando cuanto hemos dicho con la castidad, tomemos, mente se sienten atraídos o rechazados por objetos o situaciones
físicamente deseables o dañosas. También nuestros cuerpos están
por ejemplo, el sentido de nuestras exigencias ligadas a la genita-
hechos para reaccionar, percibir, sentir, buscar y ser satisfechos.
lidad y expresiones de los fenómenos fisiológicos del hombre y
El término «carnal» se aplica a este tipo de atractivo o «amor»,
de la mujer, vinculados a períodos o a particulares momentos de
que es el deseo de los sentidos 3 . De este modo, los cambios o pro-
la vida. Nosotros «percibimos» la experiencia del otro como algo
cesos somáticos y fisiológicos, partiendo del interior espontáneo de
bueno, agradable, tierno y lo deseamos sin pensar en ello de ma-
nosotros mismos, condicionan, como estímulo-respuesta y, por tan-
nera explícita. Es un impulso emotivo, fisiológico. El cuerpo tie-
to, sin control nuestro, el valor de la sexualidad o del cuerpo. Lle-
ne estas necesidades fisiológicas que establecen un diálogo «pre-
gamos así a aceptar el valor del cuerpo como medio necesario de
consciente» entre nosotros mismos y el mundo. El cuerpo puede diálogo, de satisfacción, de placer. Por la misma razón podemos,
activar y facilitar la interacción entre nosotros y los demás, pre- como seres humanos, amar el cuerpo de los demás y entrar en con-
cisamente a través de concretas emociones, condiciones y actitudes tacto con él. Por consiguiente, la excitabilidad sexual es innata y
directamente involucradas en su ser fisiológico. Estas necesidades natural y moralmente ni es buena ni mala 4 , simplemente existe.
pueden ser varias: la necesidad física, expresada como una inter- Todo contacto directo tiene una reacción inmediata de los senti-
na necesidad de satisfacerse, de ser «recibido». Así también, a ni- dos; con otras palabras: la impresión de los sentidos va acompa-
vel fisiológico, inconscientemente, elegimos un objeto como «bien» ñada de la emoción, del deseo de realización, de satisfacción. La
hacia el cual dirigirnos. A veces este «bien» o deseo puede ser in- sensualidad no es solamente una simple reacción de los sentidos
definido, global; otras veces específico, como, por ejemplo, el deseo hacia el objeto, consiste también en la experiencia de valores de-
de aquella persona ó de aquella experiencia. Es interesante notar finidos, perceptibles por los sentidos, aunque tales valores sean los
cómo estos estados fisiológicos de deseo o de estimulación no per- del cuerpo de otro o el propio s . Existe, pues, el deseo natural de
duran indefinidamente, sino más bien se autolimitan. Por ejemplo,
llega el período menstrual y la intensidad del deseo se aplaca; a
medida que una persona atrayente se aleja, nos calmamos; cuando 3
J. MARITAIN, Amore e Amicizia, Brescia, Morcelliana, 1978 (1963),
la escena del film que se estaba viendo termina, la excitación dis- pág. 15.
4
K. WOJTYLA, Amor y responsabilidad, Madrid, Ed. Razón y Fe, pági-
2
A. VAN KAAM CSSP, Sex and Existence, en M. RIUTENBECK (ed.), Sexua- nas 113-118.
5
lity and ldentitj, Nueva York, Delta Books, 1970, pág. 126. Ibíd.

64 65
5
los sentidos hacia la percepción o imagen del propio cuerpo o del tro de atención se desvía de mi presencia a la del otro, a su gra-
cuerpo del otro como objeto de placer espontáneo. tificación o comunicación física y a una forma más elevada de «ser
Independientemente de su presencia o ausencia, el cuerpo de con» de modo más total. Mi visión se extiende más allá de la auto-
una persona puede ser apreciado como posible objeto de sensa- preservación o autosatisfacción, a la autoafirmación mediante la
ciones placenteras; eso mismo vale para el propio cuerpo. Es ésta cooperación con los demás. Mientras, al primer nivel, la vida,
una experiencia bioquímica de los sentidos que produce efectos la relación y el «amor», si se quiere, estaban con frecuencia basados
emotivos. Este es el nivel base para toda persona y todo animal. en criterios de provecho personal como «simpatía», sentido sub-
De. aquí se puede deducir que la persona no puede comprender jetivo, atracción, valoración física espontánea por mi «bien» físico,
totalmente la propia sexualidad o el mundo si no aprecia profun- personal, en este segundo nivel la camaradería o las relaciones
damente el propio cuerpo 6, si no capta el sentido que hay en él pueden estar fundadas en un terreno común como el trabajo, los
y no le da un enfoque. Por lo demás, el sexo como tal difiere en objetivos, los intereses. De esta manera nuestro vivir en el mundo
el ser humano. Mientras las demás necesidades fisiológicas, como se enriquece con un elemento más objetivo: una meta más allá
comer y dormir, no revisten significación especial para el hombre del propio bienestar físico, un elemento de unión de voluntades
como hombre, porque se limitan a la persona, esto es, no son me- en un compromiso común. Está presente un objetivo externo fue-
dios para entrar en relación, esto no ocurre con la sexualidad7. ra de mí mismo. El amor en este nivel lleva consigo también la
¿Qué ocurre? En el ser humano el sexo no es solamente un hecho voluntad y no la mera atracción. Es fruto de opciones y de actos
fisiológico, encaminado a la satisfacción de las necesidades fisio- voluntarios y no fruto de la simple experiencia o del estímulo fí-
lógicas, sino que involucra otros niveles. Aun a este primer nivel sico 9. «Un objeto» se convierte en «el objeto» definido, moldea-
se busca sobre todo el contacto físico, satisfacción, estímulo, pla- do, diferenciado como un «otro» específico con sus características
cer, y si la atracción sexual puede ser «amor», en este caso es propias. Este nivel favorece el nacer de una verdadera «amistad»,
sobre todo simpatía, fruto de necesidad, de experiencia afectiva donde es posible reconocer el valor del otro como objeto externo.
fisiológica8. Su núcleo potencial consiste en una verdadera benevolencia o de-
seo de bien para sí mismo y para el otro de manera desinteresada.
Por consiguiente, mientras al primer nivel la simpatía y el atrac-
2. Nivel psicosocial tivo son subjetivos y físicos, la amistad a este segundo nivel re-
sulta algo más objetiva, no circunscrita simplemente al instinto,
El segundo nivel es el psicosocial. Somos seres que tienen ne- al impulso. Este nivel confiere al amor, o amistad, o relación se-
cesidad de contacto social, aceptación, reconocimiento, interacción xual, un elemento de responsabilidad. Wojtyla afirma: «El hom-
o comunicación, amor, cuidados y atención. Lo que podemos hacer bre no es responsable de lo que 'ocurre' en él en la esfera sexual
y ser por nosotros solos es limitado; en efecto, somos creados para (como al primer nivel en el cuerpo), pero es plenamente respon-
crecer mediante la interacción y la proximidad de los demás. Apren- sable de lo que 'hace' en este campo» 10. Esto significa, por ejem-
demos los unos de los otros por nuestra complementariedad; lo plo, que en la relación social a este segundo nivel existe una res-
que no puedo hacer, o tener, o ser por mí solo, puede el otro ha- ponsabilidad. Tal relación puede incluir el ser sexual, pero no debe
cerlo, serlo o tenerlo para mí, y enseñármelo. A este nivel, el cen- ser necesariamente «sexual»; con otras palabras: la relación no
6
está, como al primer nivel, absolutamente incentivada o enfocada
PH. AGUDO, Afjirming the Human and the Holy, Whitinsville, Mass.,
Affirmation Books, 1979.
principalmente sobre las características o instintos sexuales. Se
7
D. VON HILDEBRAND, In Defense of Purity, Chicago, Franciscan Herald
Press, 1970 (1930), págs. 1-7. 9
Ibíd., pág. 97.
8
K. WOJTYLA, op. cit., págs. 93-100. 10
Ibíd., pág. 48.

66 67
puede amar como «mujer» o como «hombre» y no sólo como «su- vel, pues, la atracción física puede superarse con vistas a un fin
jeto» sexual, y centrar la relación por ambas partes en un bien que resulte más allá de nuestro propio bienestar. No se trata de
personal más maduro. Los objetivos sociales y las personas se ha- dar o recibir puramente en el plano físico, sino de dar también o
cen elementos más importantes en nuestra presencia en el mundo recibir lo que una persona tiene y hace, inclusive sus ideas, visión
con respecto al simple placer o satisfacción corporal. La atracción del mundo, metas, métodos, sentimientos, etc. Miradas, palabras,
física puede estar englobada en objetivos o visión más amplios,, gestos van principalmente dirigidos a la persona. Entra en juego
que pueden llevar consigo al reenfoque de las propias tendencias la afectividad y no simplemente la sensualidad. La afectividad es
físicas. la facilidad (no la mera excitabilidad a primer nivel) de reacción
De esta manera, el segundo nivel confiere a las personas la ante los valores sexuales de la persona en toda su complejidad, de
posibilidad de perfeccionarse recíprocamente, con una reciprocidad reacción ante la femineidad o la masculinidad 12. Es una respuesta
social, psíquica más que física. Se llega así a conocer la limitación, querida que puede acercar las personas, aunque estén materialmen-
la contingencia de la propia vida, la insuficiencia como persona. te distantes. La persona es evocada de nuevo en el recuerdo con
No se puede estar solo ni hacer todo por sí mismo. Tenemos ne- todas sus características y no solamente las físicas. El horizonte
cesidad los unos de los otros. La fuerza varonil tiene necesidad se ensancha.
de la delicadeza de la mujer, y aquí fuerza y delicadeza tienen un Hasta aquí hemos visto la necesidad de integrar la simpatía o
sentido más pletórico que la simple fuerza y delicadeza físicas. La atracción (primer nivel) con una benevolencia más objetiva prove-
afectividad y receptividad de la mujer necesitan la iniciativa activa niente de opciones, de autodeterminaciones en la amistad (segundo
y la lógica masculinas. Y esta complementariedad no se refiere nivel), permitiendo a la razón entrar sobre todo donde la emoción
simplemente a la relación heterosexual «hombre-mujer». Los ta- pretende reinar y dejando que las personas sean más importantes
lentos de una mujer tienen que ser perfeccionados por las cualida- que la satisfacción o la perfección física: crecer en interioridad,
des de otra mujer. Lo mismo ocurre con el hombre; nadie es una en orientación interior más que responder de modo externo bus-
isla. El amor y la sexualidad, pues, de la satisfacción física, instin- cando una inmediata satisfacción o complacencia.
tiva, se orientan hacia la coexistencia y el bienestar social.
La espontánea «exterioridad» del estímulo-respuesta o emoción
y la sensualidad del primer nivel mueven, en este segundo nivel, 3. Nivel espiritual-racional
hacia una completa «interioridad», una afectividad no orientada
solamente al cuerpo. Este estímulo comienza a ser mayormente ¿De dónde procede esta mayor interioridad? Del tercer nivel
guiado por nuestra persona. Mientras el contacto inicial con el de la vida humana: el espiritual-racional.
mundo puede ser físico, y sensual, una forma más profunda de A este tercer nivel encontramos las necesidades innatas de
presencia en el mundo surge a medida que aflora la capacidad de pensar, juzgar, evaluar, ir más allá de lo presente, inmediato, ma-
estar con o cerca de los demás no sólo para la satisfacción de las terial, más allá de los sentidos, para formar conceptos inmateria-
propias necesidades físicas. Elementos objetivos, como las metas les, más duraderos. Se puede, pues, pensar sobre los fines y me-
en el trabajo apostólico, pueden valer para limitar o «corregir» dios que elegir. Mientras que el primero y segundo niveles im-
valoraciones subjetivas, intuitivas, sensuales e idealizaciones a pri- plican automáticamente en nuestra vida una cierta relación «se-
mer nivel 11 ; por ejemplo, una persona, aunque sea atractiva, pue- xual», la primera física y la otra social, el tercer nivel nos abre a
de carecer de la capacidad necesaria para colaborar en la enseñanza otras posibilidades y horizontes; en cuanto seres racionales, capa-
de las matemáticas o en el servicio de enfermera. A segundo ni- ces de formar conceptos, podemos desear trascendernos, ir más

" Ibíd., págs. 132-135. Ibíd., págs. 119-121.

68 69
allá de nuestras necesidades, aun las sexuales y sociales a veces. valor moral, cuando se convierte en virtud de amor, que se con-
Esto permite un amor genuino, altruista, que es, ante todo, carac- centra en la persona no como fuente de placer (físico o social), sino
terísticamente humano, ya que está basado en la verdad, una ver- como un bien objetivo» 15. Esto implica un don de sí espiritual o
dad independiente de nuestras necesidades, un valor que nos su- moral y no simplemente un don físico o psicosocial para una ga-
pera. Este nivel nos introduce en el mundo invisible del espíritu, nancia mutua. Es el don de la propia alma. Darse enteramente a
del amor, de la verdad, de la bondad, fines en sí mismos. De ese sí mismo es mucho más que «desear el bien del otro». Podemos,
modo el hombre está libre de determinismos biológicos o utilita- pues, trascendernos. Víctor Frankl, hablando del verdadero amor,
rismo social. afirma: «El amor es en realidad un aspecto de un fenómeno huma-
La atracción «sexual» puede evaluarse como: 1) un bien físico no más amplio que yo he llamado auto trascendencia... el hombre,
para mí, aquí y ahora (nivel uno); 2) un bien para una misión co- en virtud de esa cualidad autotrascendente de la realidad humana,
mún o interacción social (nivel dos), o 3) un bien para valores a está fundamentalmente predispuesto para salir de sí mismo, ya sea
largo plazo que pueden no ser social o físicamente satisfacto- para un objetivo que ha de cumplir, ya sea hacia otro ser humano
rios. De este modo, el tercer nivel eleva el amor a una posición con el que encontrarse amorosamente» 16. Esta es trascendencia,
cualitativamente diversa; puede mover desde la amistad o amor pero es aún simplemente una trascendencia humana; me dejo a
de benevolencia (ofrecer los propios bienes o planes o lo que se mí mismo por el bien del otro. Aún hay otro potencial a este ni-
tiene) a un amor más perfecto de devoción, esto es, dar todo lo vel, y es la autotrascendencia orientada no sólo hacia objetivos
que se tiene y lo que se es, directamente de una manera incondi- humanos, sino hacia lo divino, Dios.
cional, absoluta13. Así, por ejemplo, puedo caminar, unida mi Esto nos ayuda a percatarnos de que nuestra vida no tiene
mano con alguien, sin comunicarle mis proyectos de vida (nivel origen dentro de nosotros mismos; la primera causa está fuera de
uno); puedo tenerlo de la mano y hacerle partícipe de mi plan de nosotros, y ésta es la relación primera. Por consiguiente, este ter-
vida (nivel dos), pero no hacerme totalmente disponible; puedo, cer nivel hace capaces de comprender y percibir que es el amor
en fin, estar totalmente disponible, física, social y espiritualmente del Creador (y no el amor de nosotros mismos y de los demás) el
ofreciendo al otro todo mi espíritu y mi alma, todo mi ser. Ma- que ha decidido nuestra existencia y la sostiene. Se ve, pues, el
ritain lo llama «amor loco». El espíritu puede, a través de este orden existencial como un orden divino, si bien la vida como tal
tercer nivel, elevarse por encima de la carne o pasión o mudanza no es sobrenatural. Esta es al propio tiempo natural y sobrena-
a un género de amor más auténtico, extremo y radical14. La per- tural 17. También el amor puede ser al mismo tiempo natural, orien-
sona puede hacer de sí misma un don total, único, sin reservas. tado hacia las criaturas, y sobrenatural, hacia el Creador. Se puede
La calidad del amor cambia. Puedo amar no tanto para lograr reflexionar, elegir objetivos y medios más allá de nuestras propias
un complemento físico o social; más aún, puedo incluso volunta- necesidades físicas o sociales; se puede amar no meramente con
riamente «ofrecer el alma», a mí mismo, y entregarlos a otro. Pue- el cuerpo por placer y ni siquiera sólo con la propia «personalidad»
do ir más allá de la relación parcial con el otro, en cuanto cuerpo por una satisfacción social o conveniencia material o psíquica; se
o persona, capaz de interacción social, y considerar al otro como puede amar con el alma encarnada, aun cuando falten convenien-
un bien en sí mismo, independientemente del beneficio que de él cias personales como el placer o la satisfacción.
puedo obtener. Este nivel subraya más aún el factor voluntad en Gracias a una más profunda interioridad puedo, a veces en
la interacción sensual, afectiva. Es un madurar en el amor. Wojtyla
15
afirma: «El amor es psicológicamente maduro cuando adquiere un 16
K. WOJTYLA, op. cit.
V. FRANKL, The Urtheard Cry for Meaning, Nueva York, Simons and
Scbuster, 1978, págs. 80-81.
13 17
J. MARITAIN, op. cit., pág. 12. K. WOJTYLA, op. cit. (El espíritu no puede seguir los mismos princi-
" Ibld., págs. 14-18. pios que el cuerpo.)

70 71
vista de un bien mayor, no querer aquello que desearía en otro del deseo sexual. El cuerpo no es la fuente de actos voluntarios,
plano o aquello que los demás desean de mí. Queda de ese modo proporciona solamente material para estos actos o decisiones; ni
favorecida la libertad, la verdadera libertad y la madurez de la siquiera las interacciones o necesidades sociales son la fuente de
persona. Con otras palabras, según la expresión de un autor: «Cuan- actos voluntarios. Los actos tienen lugar a través de la interioridad
do uno es maduro, puede usar la energía afectiva con libertad y del hombre. «Los impulsos deben ser coordenados en el interior de
responsabilidad y encauzarla hacia ideales verdaderos, altruistas, la persona; en el ser humano, en el cristiano, han de estar subor-
ideales que nacen del sacrificio de sí mismo. En tal sentido, sen- dinados a su voluntad, a su libertad de hijo de Dios, de criatura
timientos e imágenes (a los otros dos niveles) se sintetizan en el unificada, integrada, hecha a su imagen y semejanza» 2I . Dios es
plano espiritual y por eso mismo se sostienen por la profundidad indivisible, Dios es amor, que se hace sacrificio, holocausto. Así
de la trascendencia del ser espiritual» 1S. Es uno libre de estable- tendría que ser el hombre. Si todo amor fuera integrado, a través
cer una jerarquía de deseos, de objetivos, personas e ideales; de del tercer nivel y con la gracia, dirigido a Dios, entonces sería ver-
pasar de objetivos o relaciones humanas parciales, utilizados para dadero amor, ordenado, altruista y desinteresado (no simplemente
nuestra gratificación, a objetivos y relaciones que satisfacen nues- subjetivo, un aglomerado de necesidades, de fantasías); sería un
tro deseo de autorrealización y de éstos a objetivos o relaciones amor santo. Por consiguiente, podemos evitar enfocar nuestra aten-
humano-divinas, fines que van más allá de sí mismos, a Dios. ción sobre la satisfacción física o autorrealización por otro obje-
Por consiguiente, a este nivel, el amor es más que atracción tivo: el Reino de Cristo. «Este sacrificio, cuando es el resultado
y aún más que colaboración; el amor es un don total, libre, incon- de un auténtico compromiso por una única misión, es constructivo
dicional de sí mismo al Creador, a los demás. Se puede elegir «per- y no mutila la personalidad. La dimensión sexual no queda aisla-
der» de vista nuestro ser, nuestra vida por otro bien tenido por da de la totalidad de nuestra vida y de otras dimensiones de nues-
más precioso. «El que encuentre su vida, la perderá; y el que pier- tra existencia. Al contrario, la orientación de la sexualidad está
da su vida por mí, la encontrará» (Mt 10,39). Se abre uno al amor, íntimamente unida a la orientación de toda nuestra existencia» 22.
un amor que, desviándonos de la atención sobre nosotros, nos Bajo la influencia de nuestro ideal (Dios) y del tercer nivel po-
hace ganar en unificación personal e integración en Dios. Por con- demos emprender una forma de vida que tiene en nosotros no sólo
siguiente, la amistad a segundo nivel o el amor a tercer nivel di- una «disposición natural», sino, al propio tiempo y más aún, una
fiere del «amor loco», el amor radical del tercer nivel en el que disposición que nos permite superar el primero y segundo niveles
se da o se pierde la propia alma entregándola a Cristo y a los de- para pasar de la autorrealización como fin a la autotrascendencia23.
más por El 19 . Así es posible un amor extraño, auténtico, madurado
a través del sufrimiento, la frustración, el olvido de sí; es éste el
don extremo, absoluto, completo de una persona que se da total-
B) SENTIDOS DEL AMOR
mente, que se da a la verdad, a la realidad, a su Creador y a su
modelo de amor por nosotros. El apóstol Pedro, intuyendo todo
esto, escribe: «Habéis purificado vuestras almas, obedeciendo a Aquí podría ser útil profundizar más en el sentido de la natu-
la verdad, para amaros los unos a los otros sinceramente como her- raleza del amor. De cuanto hemos dicho hablando de los diversos
manos. Amaos intensamente unos a otros, con corazón puro» 20 . niveles se habrá podido entrever algo a este respecto. ¿Por qué
El amor no es sólo una cristalización biológica de la atracción o el amor es de por sí tan importante que merezca dedicársele tanta
21
" A. ROMANO, L'amicizia nell'itinerario vocazionde della vita religiosa, K. WOJTYLA, Op. Cit.
22
Roma, Rogate, 1977, págs. 39-40. A. VAN KAAM, op. cit., págs. 132-133.
23
" lbíd. K. WOJTYLA, op. cit. (véase, por ejemplo, la vida de San Agustín y
20
1 Pe 1,22-23. la de C. de Foucauld).

72 73
atención? El amor se basa idealmente en el plano espiritual (nivel ser operante al segundo nivel: te quiero porque no me basto a mí
tres y aún más...), sobre la libertad y la verdad de nuestro ser, de mismo, porque te necesito para mi afirmación personal, para com-
nuestra vida. El amor auténtico es la llave de la integración y de pletarme. La atracción, pues, está con frecuencia basada sobre un
la unificación en el interior de la persona y entre las personas. querer emotivo; un impulso sobre todo intuitivo hacia el placer,
De esta manera, si deseamos ser personas completas, unificadas, in- la satisfacción o el completarse, que se convierten en fin. Las ac-
divisas (a todos los tres niveles) debemos estar seguros de obrar ciones se insertan en la perspectiva de la satisfacción, del placer
en base «a la norma formal que impulsa al hombre a obrar» —lo que se desea obtener y del dolor que se pretende evitar. Las per-
espiritual, el alma—, la imagen de Dios, la «no división» del amor. sonas entonces se convierten en objetos, medios para la realiza-
El sexo tiene origen en el cuerpo, el amor en el alma. Las cuali- ción personal, para el placer, para llenar la vida. Generalmente hay
dades del alma, pues, a tercer nivel, deben ser los elementos que poco de operativo o directivo más allá de mí mismo; las acciones
definen el amor, si se trata de amor verdadero. El amor verdadero, e interacciones van y vienen de mí y para mí. La gratificación y
a su vez, desarrolla una función integradora. Sobre el tema del la realización de mis necesidades resultan de primera importancia.
amor hay disponibles centenares de lecturas interesantes. Karol Las personas me interesan en la medida en que «funcionan» de
Wojtyla, el actual Papa Juan Pablo II, ha escrito un libro clásico este modo. Son sobre todo operativos el primero y el segundo ni-
sobre Amor y responsabilidad. Jacques Maritain, conocido filósofo veles. Muchos «amores» se basan, en parte, sobre estos aspectos;
francés y querido amigo del Papa Pablo VI, habla del amor en su algún «amor» se apoya casi del todo sobre esto 25.
clásico Amor y amistad, y Aristóteles en Etica nicomachea trata
del amor 24. Son estos tres autores a los que quisiéramos resumir
de una manera particular, ya que ellos tienen muchos puntos en 2. Amor de benevolencia: más objetivo
común, y sobre todo por la ayuda interpretativa y pedagógica que (uso de todos los niveles de manera más integrada,
dan a la perspectiva cristiana del amor. ordenada, según la totalidad de la persona)

Hay otro nivel de amor más profundo, llamado de «benevo-


1. Concupiscencia: amor subjetivo lencia» o «amistad» o «bien verdadero». El amor de benevolencia,
(uso a todos los niveles para mis fines personales) según Santo Tomás, es una orientación que deriva de la voluntad,
de sentimientos altruistas hacia el otro. Es una voluntad de bien
En general, el término «amor» se usa para expresar dos expe- no simplemente para sí mismo, sino también para el otro, por su
riencias diversas del hombre. Por una parte, el término «amor» bien. Mientras que el «amor de concupiscencia» es ante todo sub-
se usa, no muy correctamente, para expresar una experiencia sub- jetivo, idealizado, «ciego» en relación con las características y me-
jetiva de placer, de atracción, de satisfacción, de bienestar, de ple- tas del otro,«el amor de: benevolencia es más objetivo, consciente
nitud. El Papa Wojtyla lo define: «amor de concupiscencia», por- de los límites del otro, del cual desea la realización y la perfec-
que tiende a encontrar el bien del que carece la persona en otro ción. En este caso la primera afirmación ya no es «yo te deseo
bien fuera de'la persona; eso presupone la existencia de un límite, como bien», sino «yo deseo tu bien». Esto lleva consigo tratar al
que puede ser eliminado por el objeto deseado: te quiero como otro como persona, sin usarla para la propia realización o per-
«objeto», como bien para mí. Esto no implica necesaria y única- fección personal, independientemente de lo que de ella se puede
mente un significado carnal o sensual. Puede implicar el amor car- esperar. Por consiguiente, la síntesis de los propios gustos, inte-
nal o sensual (nivel uno: autoconservación), pero puede también reses, fines, se apoya sobre lo que es el bien verdadero para el
2 25
* K. WOJTYLA, ibíd.; J. MARITAIN, op. cit.; ARISTÓTELES, Etica Nico- J. GUITTON, Human Love, Chicago, Franciscan Herald Press, 1966,
machea, VIII, IX. pág. 9.

74 15
otro y para sí mismo. Al otro se le considera globalmente, en base *. Amor loco o radical (darse totalmente)
a lo que está bien para él según las exigencias de su naturaleza.
Este amor es más libre que el de concupiscencia, porque no está Este amor benévolo de amistad puede también transformarse
basado en evaluaciones subjetivas y elecciones espontáneas, sin en «amor loco», como le llama Maritain; trascendencia de sí hasta
sistematizar, fundadas en el criterio «lo que es necesario para mí». el punto de dar libremente todo lo que soy, y no simplemente lo
La entrega, el compartir, la donación, comprenden a la persona que tengo o hago, al otro 2 9 . Aun la triple función del matrimonio
totalmente; no puede darse solamente el cuerpo y los sentidos, ni se basa en el principio de los tres niveles del hombre, considerado
fines o necesidades que necesitan complementariedad y tienen que globalmente; el amor implica capacidad de generación, fidelidad
ser satisfechos; solamente la persona total puede ofrecerse. As- y el sacramento (Santo Tomás); el primer fin del matrimonio se
pectos, niveles de la propia personalidad, pueden ser sublimados refiere al primer nivel del hombre, que lo caracteriza como ser vi-
en una integración total. A esta operación se le llama sublimación. viente (carnal): procreación, autoconservación; el segundo le per-
«La sublimación no es lo mismo que renuncia o rechazo del prin- tenece como ser humano: complementariedad, ayuda a los demás,
cipio del amor; sublimar no es negar, sino asumir; no es destruir, realización, afirmación de sí mismo; Í-1 tercero, como cristiano, ca-
sino reconstruir en un nivel más alto; no es condenar, sino glorifi- paz de autotrascendencia responsable para los demás, no sólo como
car. La sublimación es un esfuerzo tranquilo para llevar a término ciudadanos de este mundo, sino como peregrinos hacia la ciudad
el trabajo que la naturaleza realiza en nosotros: el de elevar conti- celeste 30.
nuamente los niveles más bajos (primero y segundo niveles) para Esto nos suscita una posterior pregunta: ¿Este amor benévo-
hacerles participar en el superior (tercer nivel)» 2í>. lo, o también este «amor loco», total, amor integrador a todos los
El amor real y profundo, pues, y el comportamiento que de niveles y ordenado por el tercero, es lo que comúnmente llamamos
ahí arranca, provienen de la evaluación racional y pensada de los virtud? Hasta aquí hemos descrito sobre todo el amor humano
fines e ideales personales y, al mismo tiempo, de los fines e idea- natural. «Las cualidades psicológicas, aunque no garanticen la vir-
les del otro en cuanto distinto de mí, y del intento de ayudar al tud o la perfección cristiana, condicionan su normal expresión o
otro a alcanzar estos fines como persona madura 2 7 . Por consiguien- su pleno desarrollo» 31. Con esto se pretende decir que esta inte-
te, aunque yo pueda desear el amor físico, caricias, intimidad, esto gración humana, incluso este mismo «amor loco», puede ser una
puede estar en contraste con la visión de vida, la llamada del otro, virtud, pero no lo es necesariamente. Como se ha dicho en lo tra-
puede estar en desacuerdo con su sistema de valores, o también tado sobre el tercer nivel, cuando reconocemos que el orden de
con sus necesidades o con las mías. Este es el criterio de mi elec- la naturaleza, en el otro o en nosotros mismos, nace de Dios y es
ción: el verdadero bien del otro y mi verdadero bien. Quizás tam- guiado por El y para existir tiene que depender de El, nuestras
bién en base a mi vocación puede no ser un «bien» para mí, o acciones asumen un nuevo criterio de valoración. Entra en juego
puede serlo parcialmente (fisiológicamente, socialmente), pero no un nuevo objeto: a través del tercer nivel podemos ir más allá de
como persona global, con sus ideales (espiritualmente, racional- nosotros mismos hacia otra persona, y también hacia la relación
mente). Wojtyla expone este pensamiento con claridad: «La nor- con Dios. Aquí actúa la gracia. La gracia, otorgada por Dios gra-
ma personalista es el principio (la norma fundamental) que cons- tuitamente, nos libera totalmente porque nos revela la verdad de
tituye la base del mandamiento del amor... la base del amor es el toda la existencia: Dios como fuente y sostén de mi ser, del amor:
valor de la persona, la base del utilitarismo es la base del placer» 28. Alfa y Omega. El amor de la persona a otro se hace ahora inde-

29
26
K. WOJTYLA, op. cit.; J. MARITAIN, op. cit., págs. 18-19. J. MARITAIN, op. cit., págs. 30 y sigs.
30
* K. WOJTYLA, op. cit. D . VON HlLDEBRAND, Op. Cit., pág. 2 7 .
a 31
Ibid. A. ROMANO, op. cit., pág. 66.

76 77
pendiente del sujeto, independiente también en cierto modo del No podemos hacer crecer nuestra personalidad en el amor cristia-
otro, ya que está comprendido dentro de los límites de la relación no trascendente, sólo a través de nuestras energías racionales-es-
con el Creador. H a y aquí interesadas tres voluntades ordenadas: pirituales. El Evangelio, llamándonos a la perfección, nos recuerda
la mía, la del otro y la voluntad del Creador. Cuanto mayor es la que hemos de creer y confiar de manera particular en la fuerza y
consistencia entre ellas, más profundo, más libre, más estable será en la verdad de la gracia. Esta es la que introduce al hombre en el
el amor. Por consiguiente, la renuncia simplemente humana no es reino de la acción de Dios y de su amor 3 3 . E l amor se transforma
necesariamente virtud; la renuncia puede estar hecha para mi bien así en caridad; amor de Dios y de los hermanos: 1) amar al pró-
personal y al primer nivel, o por mi bien y el del otro en cuanto jimo como Jesús lo ama (amistad), y 2) ver a Jesús en el prójimo
ser social que se autorrealiza, o por los valores o necesidades del (Mt 25,35).(amor loco) y entregarse a El 3 4 . El «amor loco» p o r
otro como persona, o por Dios. E l tercer nivel es entonces el en- Cristo es el más profundo y el más verdadero de todos los amo-
cuentro, el lugar de encuentro, del amor humano con el divino. res, porque es eterno. Es el mandamiento: «Ama a Dios con todo
A través de él trabaja la gracia, transformando el amor humano en tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con todo tu
amor de virtud. La persona puede no solamente responder en po- ser» 3s. Cuanto más se entrega uno radicalmente tanto más se rea-
tencia, reconociendo la posible existencia de Dios, sino que puede liza una relación que va más allá de la amistad y se hace de tipo
responder en la realidad a la acción de la gracia con todo su ser esponsalicio; se aproxima así a la meta de la creación: «mirar su
en el amor. San Agustín afirma que la gracia es, ante todo, amor: rostro».
«Porque tú me has amado primero, me has hecho amable.» E n Hasta aquí hemos presentado los elementos esenciales. Hemos
este caso «amable» tiene u n doble sentido: la persona se hace dig- dicho que la persona actúa y reacciona a tres niveles jerárquica-
na de ser amada por Dios (se subraya el aspecto persona-objeto) mente ordenados e integrados. Ella interactúa interiormente a
y se ha hecho capaz de recibir su amor (se subraya la acción de estos tres niveles, en las relaciones con los demás, y para ambas
Dios). Nuestra razón puede imaginarse este amor de Dios y toda dimensiones, a la luz del Dios fiel. El amor, pues, para ser ma-
nuestra persona puede responder al amor. Esto es amor de virtud. duro, debe reconocer la unicidad de cada persona y de cada uno
La gracia, entonces, es una acción divina que actúa sobre las de estos principios en la persona: «para la persona madura el part-
estructuras y sobre los niveles psíquicos de la persona, respetando ner no es ciertamente un objeto; la persona madura ve en el socio
su libertad. Meissner afirma: «La libertad e s . . . una condición de otro sujeto, otro ser humano (y, como cristianos, podemos añadir
la acción de la gracia, y la gracia, a su vez, es la condición para el otro corazón divino), estoes, un miembro del género humano; con-
crecimiento humano de la libertad» 32. E l amor se hace virtud cuan- siderándolo en su humanidad (y divinidad) ve en el partner otra
do la acción decidida a cualquier nivel se hace en presencia y como persona, esto es, su unicidad» 3S. Esta unicidad constituye la ca-
respuesta a El y por El. Esto no excluye mi bien ni el bien del racterística personal del ser humano, y es solamente el amor el
otro, de Dios, sino que más bien los eleva a una relación con el que hace a una persona capaz de «apresar» al otro de esta manera
solo bien objetivo: el amor de Dios. Así, nuestra vocación al amor, típica, única. La intuición de la unicidad de la persona humana
como cristianos y religiosos, no está solamente determinada por desemboca naturalmente en una relación monogámica. E l partner
la interioridad o la integración de nuestra persona; la necesidad ya no es cambiable. Al contrario, si no se es capaz de amar de
de dar una dirección al propio desarrollo por medio del amor hu- esta manera madura, se termina en la promiscuidad 3 ? .
mano debe encontrarse con la llamada objetiva del Dios del amor.
33
K. WOJTYLA, Op. Cit.
32
W. W. MEISSNER SJ, Foundations for a Psychology of Grace, Glen 34
J. MARITAIN, op. cit., pág. 34.
Rock, N. J., Paulist Press, 1966. Citado también en L. M. RULLA SJ, Psico- 35
Le 10,27; Mt 22,37; Me 12,28; Dt 6,5.
logía profunda y vocación. Las personas, Madrid, Sociedad de Educación 36
V. FRANKL, op. cit., pág. 81.
Atenas, 1983. La cita e interpretación de San Agustín provienen de RulJa. 37
J. MARITAIN, op. cit., págs. 19-24.

78 79
Ahora bien, el tipo de amor más perfecto y completo es el III
«loco» o «radical». Si esta donación total, de todo lo que uno es,
se hace a Dios directamente, resulta de ahí el estado de consagra- LA PUREZA:
ción. La persona ama en virtud y en caridad si ama en el corazón QUERER UNA SOLA COSA
de Cristo, como El amó y le ama a El en los demás. No se puede
uno dar a sí mismo de manera total, absoluta y profunda a dos
personas al mismo tiempo: el amor maduro lleva consigo «unici-
dad», indivisibilidad. Si una persona desea consagrarse libremente
a un amor radical, directamente con su creador, no puede al mismo
tiempo desposarse con otra persona; por ejemplo, no puede en-
tregar su cuerpo, su compañía, o a sí misma a otro con la inten-
sidad del amor matrimonial. Si se da todo el dinero propio a uno,
no se lo puede dar al mismo tiempo y de la misma manera a otro.
Por lo demás, el amor de caridad es distinto del amor creado, y Quien sabe amar
sabe ser puro.
aun del amor loco. El objeto de amor de la caridad es el Espíritu;
Quien sabe ser puro
el deseo de poseer al amado, de ser poseído y de embriagarse en sabe ser casto.
El para ser por El amado38. Habiendo tratado extensamente el
tema del amor, se nos podría preguntar qué tipo de relación tiene Definamos los términos:
con la castidad. Ante todo recordemos que la realidad sobrenatural El que sabe amar: el amor cristiano, como hemos dicho, es
(amor de Dios) no puede constituirse más que sobre una realidad el don de sí que una persona hace a otra persona; es el respeto
humana correspondiente (amor del prójimo), de otro modo que- serio, profundo, libre por el bien del otro en cuanto alma encar-
daría sin base. Esto no quiere decir que lo sobrenatural se reduzca nada, amada por Jesús y por El deseada. Sea que se trate del amor
a lo terreno o a lo mundano, sino sólo que aquello debe encontrar expresado a través de la amistad, sea que se trate de «amor loco»,
al tercer nivel, en el Yo integrado, el punto de contacto39. Por siempre es una elección hecha en base a valores trascendentes, so-
consiguiente, ¿cuál es el punto de contacto entre amor y castidad? bre todo un amor trascendente (Dios), y no únicamente en base
a las necesidades, aunque éstas no se puedan excluir del todo. Por
tanto, quien sabe amar, sabe ser puro.
Pero ¿qué significa ser puro? Un elemento claro del amor
altruista es la capacidad de elegir un bien sobre otros y entregarse
M a él totalmente. La pureza la explica y define Kierkegaard como
E. SCHILLEBEECKX, El celibato ministerial, Salamanca, Sigúeme, 1968;
visto también en PROIETTI y otros, Celibato per il Regno, Milán, Ancora,
«querer una cosa sola» *. Como ya hemos dicho, la religión, o la
1977, págs. 269-270. elección de valores religiosos como forma de vida, expresa una
3
' L. M. RULLA sj, Depth Psychology and Vocation. Y también L. M. RUL- vida para Dios, un don radical de amor sin reservas a El. En esta
LA sj/J. RIDICK ssc/F. IMODA SJ, Entering and Leaving Vocation. Intrapsy- elección, el principio de «una sola cosa es necesaria» (porro unum
chic Dynamics, Roma, Gregorian University Press, 1981. Estas dos obras est necesarium) ha tomado forma concreta; su misma realidad es
están traducidas al español: Psicología profunda y vocación. Las institucio- un testimonio ante este mundo de la vida eterna, y glorifica a Dios
nes; Psicología profunda y vocación. Las personas, y Estructura psicológica
y vocación, publicadas todas ellas en Madrid, Sociedad de Educación Ate-
nas, 1983. Estas obras tratan de las seguridades y fallos de las necesidades, * S. KIERKEGAARD, Purity of Heart is to Will One Thing, Nueva York,
valores, actitudes, conscientes y subconscientes. Harper and Row, 1970.

80 81
por encima de las criaturas y en las criaturas. La vida religiosa, pues, IV
no es solamente el medio para una unión más íntima con Dios,
sino también su resultado 41 . Es vivir de lo «sólo necesario». Este LA CASTIDAD:
sólo necesario es una respuesta al ágape, al amor divino que ha QUERER DE HECHO UNA SOLA COSA
creado y hecho crecer en nosotros el amor universal y unificado.
El ágape es un amor sobrenatural basado en la comunicación de
la vida divina a la criatura, que es impulsada hacia la unión divina,
«ya que El nos ha amado y ha dado su vida por nosotros». La
meta del ágape es la visión beatífica de Dios, el «estar con El».
Sin embargo, aunque Cristo haya introducido en las realida-
des terrenas el ágape, un amor superior al humano como caracte-
rística suya, éste no absorbe ni suprime los otros tipos de amor,
sino que «los integra, los ennoblece, los enriquece, los conserva,
los perfecciona, los ilumina» 42. El amor humano, pues, es conser- Así, el que sabe amar de este modo puede ser puro, desear «la
vado y se transforma en amor sobrenatural adquiriendo las carac- sola cosa necesaria», y orientarse a sí mismo hacia la «única Per-
terísticas del ágape, del amor de Cristo. San Pablo (1 Cor 13,4-7) sona». Por consiguiente, siguiendo nuestro esquema, si se sabe
cataloga estas características: «benignidad, tolerancia, humildad, ser puro, se sabe ser casto.
servicio, desinterés, justicia, verdad, paciencia, esperanza, altruis-
Sólo cuando una criatura está dispuesta y es capaz de buscar
mo, fe». Por k fidelidad a la naturaleza, en el plano de la gracia, «al amado de su corazón» (Cantar de los Cantares) y darse a sí mis-
la criatura puede encontrar la salvación. La verdadera integración ma libremente a esta persona divina, encarnada, sólo así es po-
afectiva cristiana de la personalidad en realidad sólo podrá reali- sible la castidad, y sobre todo la castidad consagrada.
zarse por medio y en el amor de Dios. «El ágape es el motor más
profundo y esencial de toda vida afectiva, es el complemento ne-
cesario para una visión integral del hombre. Del ágape, y sólo de
él, la afectividad, la virtud, todo amor natural, legítimo, reciben
A) DEFINICIÓN
valor salvífico» 43.
¿Qué es el voto de castidad?
Lo hemos indicado anteriormente. Según los documentos del
Concilio Vaticano II (PC n. 12):

«La castidad por amor del reino de los cielos (Mt 9,12) que profesan los
religiosos ha de estimarse como don eximio de la gracia, pues libera de
modo singular el corazón del hombre (cf. 1 Cor 7,32-35) para que se
encienda más en el amor de Dios y de todos los hombres, y, por ello,
es signo especial de los bienes celestes y medio aptísimo para que los
religiosos se consagren fervorosamente al servicio divino y a las obras
41
VON HlLDEBRAND, Op. Üt., pág. 127. de apostolado. De este modo evocan ellos ante todos los fieles aquel
*2 A. ROMANO, op. cit., págs. 63-65. maravilloso connubio, fundado por Dios y que ha de revelarse plena-
43
Ibíd., pág. 67 (véase también el examen de conciencia preparado en la mente en el siglo futuro, por el que la Iglesia tiene por esposo único
a Cristo.»
pág. 79, por ejemplo).

82 83
Y en otro lugar, en los mismos documentos (n. 6): de su deseo de amor; afirma con su vida considerar como precio-
«Los que profesan los consejos evangélicos busquen y amen ante todo a sas las promesas del Evangelio y creer en ellas; demuestra con
Dios, que nos amó primero (cf. 1 Jn 4,10).» su persona que la vida eterna es una realidad ya iniciada en esta
tierra» 45.

B) MOTIVOS DE ELECCIÓN 2. Por el Reino

La castidad pone ante nosotros y ante el mundo un signo vivo


De lo que el texto dice parece ser que existen dos modos de
y constante de la dimensión religiosa. La virginidad afirma que la
considerar la castidad: hay un elemento positivo de elección y,
consagración a Dios ha de ser elegida por Dios. No basta que sea
como en toda elección, una renuncia concomitante de otras elec-
elegida porque Dios la quiere (debo ser célibe porque he elegido
ciones posibles. Consideremos ante todo el aspecto positivo.
la vida religiosa); debe referirse a El mucho más directamente,
consagrada directamente a El (Mt 19,11-12) por el Reino 4 6 . El
celibato debería ser elegido voluntariamente y gozosamente vivido
1. Cristo nuestro único Esposo
como un continuo deshacer el propio cuerpo, en el amor, por El.
Debe ser expresión o manifestación orgánica del amor, del lazo
La persona pura, como ya hemos visto, vive en una actitud de
interior, de la típica intimidad entre el virgen y Dios. La castidad
reverente respeto al Creador, a sí misma y a todas las criaturas.
es, pues, saber dominar los valores humanos y vivirlos, dominar la
Esto significa que ella respeta el sexo, su profundidad, su sentido
condición sexual, el sentimentalismo, o su atractivo, dominarlos
sublime, en el orden divino, como expresión del don de sí a otro
por un bien mayor 47.
ser, como don del amor unificante de Dios.
Aún más, Maritain escribe: «El que entra en un estado de vida
de consagración directa al amor radical y total de Dios, da a Dios
su cuerpo y su alma. Da su alma a través del amor, y su cuerpo a C) CELIBATO COMO ELECCIÓN DE VALORES
través de la castidad» M. El voto de castidad es, pues, un verda-
dero holocausto de alma y cuerpo, holocausto elegido como el ca- Ahora bien: los documentos conciliares citados han señalado
mino más rápido y directo a la perfección de la caridad. Más exac- tres sentidos y / o motivaciones del voto de castidad. La castidad es
tamente, holocausto en cuanto es uso correcto de la actividad se- esencialmente cristológica, escatológica y eclesiológica.
xual, subordinación o integración, a la «llamada de Dios», para
valorizar un plan de vida y de misión que es fundamental: la ado-
ración de Jesús. Es una síntesis humano-cristiana de la realización 1. Cristológica
de sí mismo a través de la autotrascendencia, una integración de
todos los tres niveles de vida psíquica, ordenados por el tercero e La castidad es amor profundo e imitación de Cristo. ¿De qué
inspirados por la gracia y por el ágape. ¿Qué es esta misión por modo? Como la vida de Jesús estaba encaminada a la proclama-
la que uno se sacrifica a sí mismo? A esta pregunta ha respondi- 45
do u n autor con claridad: «El que renuncia al matrimonio confie- Y RAGUIN SJ, Celibacy for Our Times, Wheathampstead, Hertford-
shire, Anthony Clarke Books, 1978, págs. 47, 51, 90, 99, 111, 119.
sa públicamente la confianza de encontrar en Dios la satisfacción 46
VON HlLDEBRAND, Op. cit., pág. 93.
47
44
G. PERICO, Spunti per la lettura della Dichiarazione su alcune questio-
J. MARITAIN, op. cit., pág. 56. nt di etica sessuale, en «L'Osservatore Romano», 6 (marzo 1976), 5.

84 85
ción de la presencia y de la venida del Reino de Dios en el espí- 2. Escatológica
ritu del ágape, esto es, de amor y de servicio, así también nosotros,
con esa misma finalidad, como vírgenes castas, hemos de ser «luz» La castidad es un testimonio de los bienes futuros, es una ma-
y «sal» del mundo. Este anuncio o proclamación del Padre incluía, nifestación de la fo y de la esperanza en Dios; es creer que en la
para Jesús, renuncias e incomprensiones inherentes a ello. El re- realidad final estaremos delante de Dios, donde ya no habrá «ni
nunció a la satisfacción sexual o a expresiones de intimidad; renun- muerte, ni llanto, ni gritos, ni fatigas», donde habrá eterna comu-
ció a la compañía de una mujer determinada. Esta es también nues- nión y felicidad con el Padre, donde reinará el amor.
tra elección (Mt 8,20; Me 3,21.31-35). Como el Padre encarnó su Este fiarse totalmente de la gracia por una «vida nueva» de
amor en Jesús por nosotros, así se nos pide a nosotros, recordan- fe y caridad, donde «no se toma ni mujer ni marido», no expresa
do que ahora Dios recurre a nosotros para la encarnación. Jesús de ningún modo desprecio por la realidad actual, la humana, sino
es para nosotros el signo de que la vida que quiera consagrarse a que indica más bien que el sentido religioso es el único que puede
sí misma directa y exclusivamente a Dios, sin la mediación o amor llenar y condicionar toda la vida. La castidad es, pues, una mani-
terrenos, es una ilusión4*. Jesús nos indica cómo tenemos que ser festación de la gracia y de la constante llamada a la trascendencia.
mediadores usando nuestra «humildad», cuerpo, necesidades so- «El célibe grita con la propia vida a sus hermanos que el Reino de
ciales, voluntad, planes de amor, por la única cosa necesaria: la Dios (el Padre por medio de su amor) espera su perfecta realiza-
voluntad de amor del Padre, su interés por el bien de las criatu- ción en Cristo» 50 . Y todo esto lo vive aquí en la tierra.
ras. Cristo, por medio de su vida célibe, nos enseña cómo darse a
sí mismo totalmente al reino (Mt 9,12). Jesús nos indica también
el sentido de la fe; la fe tiene que expresarse a través de una li- 3. Eclesiológica
bre acción de elección de la castidad, en la oscuridad, en el dolor,
en el vacío; una elección que se concreta y que es testimonio de En fin, la castidad consagrada es signo de la Iglesia. Como la
la fe en la realización de la propia vida a través de la vida que es Iglesia, sacramento de Cristo, está formada por El y lo da, así el
Dios mismo, una que nos viene de la muerte, de la trascendencia virgen lleva en sí este mismo carácter de la Iglesia: llevar el amor
de Cristo, y de aquellos a los que él ama en este mundo 49 . Como puro y casto de Cristo al rico, al pobre, al que está triste y solo;
Pablo, también nosotros estamos llamados a afirmar: «Vivo, pero se pone a total disposición de la Iglesia, en servicio y redención,
no yo, sino que es Cristo quien vive en mí» (Gal 2,20); la casti- comprometiéndose con un pacto de amor universal a interesarse
dad es un medio concreto para llegar a esto, ya que la carne es sólo «por las cosas de Dios». Escribe R. Schultz, prior de Taizé,
«un cuerpo para El», un cuerpo dado en la vida y en la muerte hablando de la virginidad: «Ella nos permite abrir los brazos sin
para la redención de las almas. cerrarlos nunca, evitando abrazar a una sola persona» 51. San Am-
brosio, hablando de la maternidad de la Virgen, compara los lími-
tes de la maternidad física con la potencia generadora de la vida
nueva, posible a través del uso y anuncio de la palabra de Dios.
48
J. ROVIRA, La Dimensione Teologico-Morale in una vita di celibato 50
B. PROIETTI, La scelta celibataria alia luce della S. Scrittura, en
per il Regno, en PROIETTI y otros, Celibato per il Regno, Milán, Ancora,
B. PROIETTI y otros, Celibato per il Regno, pág. 74. Véase también la bi-
1977. Rovira cita también a otros autores: S. VILLATTO, Redonner sens au
bliografía en el mismo libro, págs. 275-278. También E. SCHILLEBEECKX,
celibat religieux?, en VC 43 (1971) 146, 148; B. BESRET, Liberation de op. cit., págs. 120-126; J. AUBRY, Al seguito di Cristo, en Per una presenta
l'homme, París, 1970, pág. 83. viva dei religiosi nella Chiesa e nel Mondo, Turín, Leumann (A. Favale),
49
K. RAHNER, Lettera Aperta sul Celibato, Brescia, Queriniana, 1967, 1970, págs. 450-454.
pág. 31. 51
Ib'td., pág. 74. También en J. AUBRY, op. cit., pág. 452.
86
87
Este anunciar la palabra de Dios expresa la vida de la Iglesia, de D) C E L I B A T O C O M O RENUNCIA A TRES NIVELES

Jesús; y el compromiso del virgen, como el de Cristo y de su Igle-


sia, en el anuncio de la Palabra, alimenta y da la vida divina52, y Consideremos ahora el otro aspecto: la renuncia implícita en
puede engendrar descendientes numerosos «como las estrellas del la selección celibataria. Cristo dice a cada uno de nosotros: «Ven-
cielo» (promesa hecha a Abrahán). Así, también, el virgen consa- de todo lo que tienes, niégate a ti mismo y sigúeme.» Toda selec-
grado, siempre sin sed y satisfecho, ante todo por la Palabra de ción supone una renuncia; si a nivel físico (primer nivel) elijo
Dios, se convierte, como Cristo, en signo vivo de la eficacia de hacer gimnasia, no puedo al mismo tiempo relajarme; si elijo dor-
esta Palabra, de la condición redentora de la muerte y del sacrifi- mir, he de renunciar a hacer gimnasia. A nivel psicosocial, si elijo
cio, de la oración constante de alabanzas a Dios, que hace grandes estar con la gente, he de renunciar a la soledad. Así también al
cosas por nosotros. De este modo, la castidad nos abre al servicio tercer nivel, si elijo hacer de mi alma y de mi cuerpo una pre-
de Cristo, de la Palabra, del Evangelio (Me 10,29). Este amor in- sencia viva, consagrada a Cristo, tengo obviamente que limitar
diviso, manifestado concretamente en la misión apostólica, no es otras expresiones idénticas de amor hacia otros objetos; si elijo
sólo utilitarista; no hacemos voto de castidad para trabajar más. vivir una vida de persona madura totalmente consagrada a Dios, no
Hacemos voto de castidad para vivir primordialmente una vida de puedo permitirme reducirlo a una «parte»: vivir solo o principal-
total dependencia de la fe, en el amor, para poder ser signo visible mente uno de los aspectos de mi persona; si quiero un bien, he
de la fe, de la adhesión al Señor que se manifiesta en un «eterno» de sacrificar el otro. Pensemos en el sacrificio de bienes materia-
proyecto, en una forma interior de vida y en una misión apos- les hecho por Santa Isabel de Hungría o Santa Juana Francisca de
tólica. Chantal, cuando ningún precio les pareció demasiado elevado para
Recordemos que la «virtud» no es «virtud» si decimos «sí» a la felicidad de su matrimonio, o en el momento en que se encon-
la castidad, porque el «no», en otras palabras, la satisfacción psi- traron frente a la muerte de sus maridos. Por otra parte, Isabel
cológica, social, espiritual y racional, no tienen valor para nosotros; de Hungría con frecuencia pasó horas de la noche en oración con
no tenemos que decir que no a nada como el sexo, si lo conside- su marido, sacrificando el placer físico y los gozos de la intimidad
ramos como un «mal» 53 . nocturna por un bien aún más grande M.
Desde un punto de vista positivo, la castidad es ante todo ¿A qué renunciamos, pues, como vírgenes consagrados? Por
elección o selección; selección de un valor entre muchos, selección lo que se refiere al primer nivel, recordemos que no renunciamos
del valor considerado superior o primero respecto de los demás, a nuestro ser físico, sino sólo a aquellos medios con los que éste
incluidos la sexualidad o las relaciones sociales íntimas; selección se expresa o se realiza que están en desacuerdo con la orientación
del amor indiviso por Cristo y de entrega a El, a su persona. En elegida K ; renunciamos al gozo estático de la intimidad física, al
este amor hay apertura hacia todos los hombres. placer sexual, a todos los gestos simbólicos de la unión sexual, ya
sea en su relación completa, ya sea al placer sexual. Esto abarca
actitudes de intimidad física, como besarse, tomarse de la mano,
deseos, miradas seductoras, caricias, cualquier acto físico que re-
presenta la unicidad del amor, que, en nuestro caso, pertenece a
Jesús, elegido como Esposo. Hemos de recordar por lo demás que,
mientras renunciamos a la expresión sexual, no renunciamos a la
52
S. AMBROSIO, De Virginitate, I, 4, 14; De Vírg., I, 6, 30. Véase tam- sexualidad, a la manifestación del bellísimo don de la femineidad
bién V. GROSSI, La verginita negli Scritti dei Padri. La sintesi di S. Am-
brogio: gli aspetli cristologici, antropología, ecclesiali, en B. PROIETTI y 54
otros, op. cit., pág. 153. VON HlLDEBRAND, Op. Ctt., pág. 1 2 2 .
53 55
M. ORAISON, II Celibato: Aspetti negativi e realta positive, Turín. A. ROMANO, op. cit., pág. 38.

88 89
o de la masculinidad en su complejidad total; por ejemplo, en por ejemplo, o a una mujer, con el que podemos siempre dialo-
cuanto a las religiosas, no renunciamos a la delicadeza, a la gen- gar íntimamente sobre nuestros planes de vida, que se preocupa
tileza, a la sensibilidad, al calor humano, a la ternura... en su con- de nosotros dentro de una relación de amor único, que nos ayuda
texto y sentido adecuado; éstos son medios particulares que de- a purificar nuestros valores y los planes aun en el campo sexual,
ben usarse por parte de la mujer para encarnar el corazón delicado que tiene para nosotros atenciones y pensamientos particulares.
de Cristo, con tal de que no sean ambiguos, sino claros y ade- ¡Qué renuncia más preciosa!
cuados. Renunciar al sexo significa también renunciar a un tipo de
Al segundo nivel, el psicosocial, echamos de menos la compa- conocimiento de sí mismo que sólo puede venir de esta interac-
ñía fiel e íntima de una persona amada, de la complementariedad ción. ¡Quizás sean éstas las renuncias más difíciles! La decisión
hombre-mujer, que da seguridad interior y gozo de vivir; por ejem- de vivir a este tercer nivel por Cristo da un sentido particular a
plo, renunciamos a compartir «secretos», a los diálogos estimulan- los otros dos niveles. Por eso a todos los tres niveles renunciamos
tes, a la intimidad a promesas, a consuelos y a mutuas responsa- no sólo «a la carne», sino también al sinfín de aspiraciones natu-
bilidades. Ponemos en el corazón de Cristo nuestros deseos de aten- rales depositadas en nuestra alma y en nuestro espíritu; en una
ción e interés por parte del otro sexo, y la satisfacción de las ne- palabra: renunciamos a la posibilidad de obtener y querer aquel
cesidades como la seguridad, dependencia, exhibicionismo, juego, paraíso terrestre de la naturaleza que es el «amor loco» entre hom-
afirmación personal. De esta manera damos a Cristo el deseo de bre y mujer56.
ser miembros de aquella íntima comunidad en la que todos se El sexo, en la apertura hacia el otro, nos permite sobre todo
aman entre sí: la familia; naturalmente, esto conlleva la voluntad colmar parte de nuestra imperfección existencial, nuestra soledad
de renunciar al gozo de ver el amor personal concretado en los física y falta de plenitud psíquica de la que la sexualidad nos hace
hijos «carne de mi carne y alma de mi alma». A este nivel, los re- conscientes. Nosotros renunciamos a este tipo de satisfacción57.
ligiosos no renuncian a toda amistad, pero deben subordinarla a Vemos, pues, como dice Wojtyla: «... se piensa que la virtud
una severa vigilancia interior, a su «amor indiviso». de la castidad tiene un carácter puramente negativo que es el efec-
Para terminar, también el tercer nivel ofrece a los religiosos to de un 'no'. Al contrario, es esencialmente un 'sí', del que re-
una posibilidad de «muerte» redentora. Renunciando al matrimo- sultan muchos 'no'» 5S .
nio, a un compañero y a los niños, ofrecemos a Cristo el deseo Además, como ya hemos indicado, un tipo de comportamiento
de continuar existiendo a través de nuestra descendencia. Esto sexual consistente en la abstención de un contacto genital y úni-
mira también al deseo de ver continuar y desarrollarse en ellos co es psicológicamente normal y es libremente elegido, si proce-
nuestros planes de vida. ¡Qué hermoso es para los padres ver que de de la consistencia o unidad de la persona, elegido por razones
sus niños viven los ideales, los proyectos, el estilo de vida que válidas, y se respeta el bien mayor de la persona59. Sobrenatural-
ellos han vivido! También las religiosas renuncian a proyectos per- mente esta normalidad psicológica puede ser virtud y es elegida
sonales, por ejemplo, de femineidad en la esfera matrimonial: la como opción fundamental: una llamada al «amor loco», radical,
creatividad imaginativa que halla gozo en embellecer la casa para en Cristo y para El, y, si se vive claramente, profundamente, to-
la familia y el marido, en preparar la comida o una fiesta, en ele- talmente o de manera estable por una persona madura e integra-
gir juntos los vestidos o el lugar de vacaciones, el prepararse con da. Es un verdadero holocausto, un don de cuerpo y alma, y sólo
delicadeza para el acto sexual, en actitudes de complacencia y de una experiencia profunda y cotidiana de fe y de amor puede man-
intimidad durante y después del mismo. Por consiguiente, sin re-
56
nunciar a la imaginación y a la creatividad, abandonamos estos me- 57
J. MARITAIN, op. cit., pág. 55.
J. ROVIRA, op. cit., pág. 259.
dios particulares y preciosos que la expresan. Renunciamos tam- 58
K. WOJTYLA, op. cit.
bién a un compañero fiel, único, todo para nosotras, a un marido, 59
J. ROVIRA, op. cit., pág. 260.

90 91
tener el equilibrio entre el valor positivo de la castidad y los as- 2. Segundo nivel: justicia, simplicidad,
pectos negativos de la renuncia, de modo que facilite una castidad sinceridad, honestidad, humildad
fecunda y santa, un amor santo y fecundo.
a) Justicia: «Bienaventurados los que tienen hambre y sed
de justicia, porque ellos serán saciados» (Mt 5,6). La justicia es el
E) VIRTUDES INCLUIDAS EN LA CASTIDAD
principio fundamental de la vida del hombre, de la Iglesia. Está
basado en una respetuosa obediencia del orden de la naturaleza,
del valor de la persona en Cristo. Reconoce la justicia de Dios y
Es interesante advertir que, cuando hacemos voto de castidad, la justicia del hombre según el plan de Dios. Dentro del plan de
nos comprometemos automáticamente a practicar otras virtudes
nuestra vocación y de la de los demás, «la justicia es reconocer y
inherentes a ella. Estas comprenden:
honrar el plan de Dios en nuestra vida y respetarlo sin pretender
aquello a lo que no tenemos derecho» a.
1. Primer nivel: modestia, templanza b) Simplicidad, sinceridad, honestidad, humildad: la castidad
presupone una capacidad clara y cristalina de entregarse al Crea-
a) Modestia: la modestia brota de nuestra interioridad, del dor y decir: «Tú eres el Señor, Tú eres el Creador; todo lo que yo
deseo de conservar dentro de nosotros valores y hechos, especial- soy y tengo es tuyo.» Esta es la verdad, la simple verdad. Es sim-
mente el valor del sexo. Es un intento de controlar la tendencia plicidad, pureza. Es aceptar esta verdad (honradez) y entregarse
a evidenciar los valores sensuales y sexuales del cuerpo sin consi- a ella, sin intentos de retractarse, de racionalizaciones.
derar el valor de la persona. La modestia, con otras palabras: una
atención conveniente y delicada en lo que se refiere al modo de
vestir, el cuerpo, las acciones..., ofrece a los demás un mensaje de 3. Tercer nivel: fe, fidelidad, prudencia
nobleza natural, de «inviolabilidad», como la define Wojtyla: «No
me toques, ni siquiera con tus deseos secretos» *°. Yo soy de Je- a) Fe: confianza en la persona de Cristo y en sus promesas,
sús y le pertenezco totalmente. Esta modestia implica naturalmen- confianza en la palabra del Creador, en su pacto de amor por nos-
te continencia, esto es, abstención del uso de los genitales y de otros. Creer que su amor es profundo nos purifica, nos hace san-
cualquier parte del cuerpo que pueda conducir al ejercicio de la tos, nos eleva si cooperamos con él. La sencilla oración de Juan
sexualidad. Pablo I expresa esta fe: «Tómame, Señor, como soy, con mis de-
b) Templanza: el hombre temperante y sobrio es dueño de fectos, mis limitaciones, pero hazme ser como Tú me querrías» 64.
sí mismo; en él, las pasiones no tienen precedencia sobre la razón, Le pedimos que haga de nuestra imperfección, la imperfección del
sobre la voluntad y sobre el corazón. Wojtyla considera todo esto amor humano físico, un amor redentor y eterno.
indispensable para la madurez humana61. Controlando los place- b) Fidelidad: la castidad es una fidelidad radical al gran man-
res de los sentidos, los mantenemos en una perspectiva que se halla damiento: «Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda
en consonancia con el plan divino de la naturaleza. Como dice tu mente y con toda tu alma, y al prójimo como a ti mismo» (Mt 19,
Rahner: «Es necesario un prudente y sobrio control de sí mismo» i2. 8; 1 Cor 7). La persona se compromete a vivir radicalmente el
60
mandamiento del amor, sabiendo que se trata de una decisión para
K. WOJTYLA, op. cit.
61 un imprevisible e incontrolable futuro. Lo hace con fe en el po-
K. WOJTYLA, ibíd.;
también JUAN PABLO I, The Theologicd Virtues/
y JUAN PABLO II, The Cardinal Virtues, Roma, La Parola, 1978, págs. 30
y sigs. K. WOJTYLA, op. cit.
62
K. RAHNER, op. cit., pág. 26. JUAN PABLO I, op. cit.

92 93
der de la cruz. Es una promesa de fidelidad al plan de Dios en V
nuestra naturaleza humana, a su plan sobre nuestra alma. Rahner
afirma: «Lo que hemos recibido como gracia debe ser merecido en USOS Y ABUSOS DE LA CASTIDAD
fidelidad, del mismo modo que el impulso sexual se ha de hacer
amor; en efecto, sin fidelidad, sin fidelidad conquistada con gran
esfuerzo, aún no hay amor.» Se permanece fiel, porque éste es el
modo característico con el que se realiza en nosotros la llamada a
la vida eterna, al amor de Dios y al testimonio de la cruz de
Cristo tB.
c) Prudencia: esta virtud se basa en el concepto que el valor
del hombre alcanza, visto según el bien moral que éste ha reali-
zado en la vida. La persona verdaderamente prudente se esforza-
rá en valorar todas las cosas, toda situación, toda relación, todo Hemos dicho que la virginidad consagrada, o castidad, activa
movimiento del corazón y del cuerpo, o de la voluntad según el la energía espiritual y natural del hombre por la «sola cosa nece-
bien moral. Este tema central del bien moral es la propia realiza- saria»: la unión con Dios en el amor por El y por sus criaturas.
ción en Jesucristo, y para nosotros religiosos es nuestra realización Si la más alta perfección puede nacer de una integración jerárqui-
como esposos, personas indivisas en el amor de Cristo, indivisas camente ordenada de los niveles psicológicos de la persona en un
a los niveles psíquicos que predisponen a él. ¿Somos prudentes? «amor loco», radical, a otro ser humano, otra perfección suprema,
¿Vivimos valorando las consecuencias de nuestras amistades en incomparablemente más elevada porque es de distinto orden, es
nosotros, en los demás, en la Iglesia? ¿Somos responsables de «el amor loco» sobrenatural, radical, de Dios al hombre y del hom-
nuestras acciones? Los programas que tratamos de realizar, ¿están bre a Dios 66 . El amor humano que simboliza el segundo tipo de
al servicio del verdadero bien de toda persona o sólo son una apa- amor perfecto entre Dios y su esposa aparece vivamente descrito
rente parte de bien según nuestras necesidades o las del otro? en el bellísimo Cantar de los Cantares. Manteniendo esta visión
¿Sirven de medios de salvación, que Cristo y la Iglesia piden de sobrenatural de nuestro ideal de vírgenes consagrados a Dios, mi-
nosotros? remos ahora concretamente a nuestros niveles vivenciales y al
Después de haber examinado las bases naturales de la castidad, modo de vivir nuestro voto en relación con ellos.
el centro sobrenatural y el sentido del voto, parece oportuno re- Recordando los principios del amor maduro, de la pureza, de
pasar ahora algunos problemas que pueden surgir a propósito del la castidad ya establecidos, podemos notar que los problemas to-
modo concreto de vivir el voto. cantes a la castidad surgen cuando no se logra integrar la propia
sexualidad en la dinámica de toda persona, cuando se cierra en un
nivel, en el narcisismo, en la soledad, en el egoísmo, faltando de
esta manera al verdadero amor a sí mismo, a los demás y a Dios.
Lo que hace un acto inmoral o limitado es la distorsión que él
causa, o que de él se deriva, respecto de la globalidad de la per-
sona, en el plan concreto, humano-sobrenatural, de Dios sobre aque-
lla criatura67. El fin de la castidad, pues, es llevar la naturaleza
64
JUAN PABLO II, op. cit.
67
K. RAHNER, op. cit., págs. 24-25. J. MARITAIN, op. cit., págs. 54 y sigs.

94 95
humana a la perfección del amor: para los religiosos, al amor ra- yacentes en lo sexual. Investigaciones científicas revelan que sola-
dical de Dios. La libertad del corazón es liberarse del egoísmo en mente en el 17 por 100 de las mujeres y en el 23 por 100 de los
el interior de la persona integrada que busca solamente a Dios. hombres sometidos a examen el sexo es por sí mismo un proble-
San Ambrosio habla de las dificultades de la persona, de un ma centralTO. La masturbación puede tener lugar por rabia, miedo,
modo particular de la mujer, para vivir una vida de castidad. Sub- tristeza, frustración o cuando alguna otra necesidad no ha sido
raya particularmente las características y deseos de la mujer como satisfecha; por ejemplo, cuando una necesidad de dependencia no
causa de estas dificultades: deseo de tener el don de un esposo, ha encontrado satisfacción, la persona busca con rabia y miedo sa-
de ser «especial»; el deseo de ser necesaria, recobrada; el deseo tisfacerse a sí misma. En general, las personas que se masturban
de fecundidad; la necesidad de hablar, de conversar, de comuni- regularmente tienen dificultades en las relaciones interpersonales,
carse, de tener seguridad y apoyo; el miedo a la soledad; senti- en la comunicación, en la confianza con los demás. El problema
mientos de simpatía, de misericordia, de sensibilidad. Todo esto puede tener su origen en el ambiente, pero, en general, es un pro-
tiende a disponernos para relaciones intensas, amplias y profun- blema intrapsíquico, en el interior de la persona que no ha empe-
das 68. ¿Cómo pensamos comportarnos con estas y otras necesida- zado aún a ser consciente de otras necesidades psicológicas y a
des habiendo hecho voto de castidad? ¿Buscamos compensaciones? tratarlas. Si se conocen las propias necesidades y el valor de la
¿Somos indulgentes para con nosotros mismos? Tratemos de en- propia vocación y, no obstante esto, se elige directamente satis-
tender lo que importa o qué podría importar. facerse a sí mismo mediante este estímulo, la gravedad del acto
aumenta, al ser usada la voluntad, al tercer nivel, para un valor que
no es el «bien más grande». Como dice Hildebrand: «El egoísmo
o altruismo de la adhesión a un bien y del deseo de poseerlo va-
A) PRIMER NIVEL: PSICOFISIOLOGICO
ría en proporción a la profundidad y nobleza de aquel bien»; en
otras palabras: en base al valor y a la gracia dentro de nosotros.
1. Masturbación Cuando poseemos realmente el bien superior, la adhesión al bien
inferior (físico) parece ridicula y superada71.
A primer nivel, psicofisiológico, puede suscitarse el problema
de la masturbación. Esta autoestimulación genital provoca placer,
excitación, satisfacción, deseo, calor. La gravedad del acto puede 2. Interacción física: homo/heterosexual
variar según el nivel de la naturaleza, y debe de hecho distinguirse
entre un acto aislado de masturbación y un hábito estructural de Pueden suscitarse ulteriores problemas a nivel físico entre hom-
masturbación. Esta constituye un problema en cuanto permite a bre y mujer o entre dos mujeres o entre dos hombres. Se trata de
primer nivel de vida psíquica prevalecer sobre los otros dos, es- promiscuidad física heterosexual u homosexual. Como hemos indi-
pecialmente sobre el tercero; es una búsqueda de placer para sí cado hablando de la «renuncia», un amor radical e integrado por
mismo; una postura inmadura, egoísta y narcisista en las relacio- Dios ante todo, y al prójimo en El dentro de la vida religiosa, cie-
nes de la vida. Si la masturbación no afecta a la opción fundamen- rra la puerta a cualquier expresión física íntima, como agarrarse
tal, la vocación, puede no ser un pecado mortal 69 . Sin embargo, de la mano, besarse, acariciarse, etc. Tal interacción entre hom-
para una persona adulta es siempre un desorden. En general es bre-mujer, o mujer-mujer, o entre hombre-hombre, a nivel ínti-
una manifestación de necesidades no sexuales, no integradas, sub-
68 70
J. ROVIRA, op. cit., pág. 262; también en WOJTYLA, op. cit., y en L. M. RULLA-J. RIDICK-F. IMODA, Investigación no publicada, Roma,
MARITAIN. Universidad Gregoriana.
49 71
S. AMBROSIO, La virginidad. VON HILDEBRAND, op. cit., pág. 119.

96 97
mo, tiene connotaciones sexuales, independientemente de las racio- se tiñen los cabellos para cambiar lo que Dios está desarrollando
nalizaciones ofrecidas, o de las situaciones de intimidad en las que en ellas y para impresionar y atraer; duermen excesivamente para
uno se encuentra. Ningún religioso ni ninguna religiosa tienen el evitar las ojeras. Todo esto puede ser egoísmo del cuerpo. Este
derecho de pedir a otro comprometerse a tales acciones, ya que cuerpo, ¿ha sido entregado a Jesús para su voluntad? Puede tam-
son objetivamente contrarias a su plan de vida, el de un amor in- bién comprobarse el otro extremo; una persona —religioso o re-
diviso y total a Cristo. Razones como «desinhibirse», «aprende a ligiosa— no puede dejar de cuidarse por completo de su cuerpo;
tener confianza», «tengo necesidad de ti», «necesito relajarme», come hasta destruir su femineidad o masculinidad; se viste como
«gratitud», «simpatía», son sutilezas, ya que todas estas «nece- «la mujer dedicada a los más humildes servicios»; o rechaza a toda
sidades» pueden satisfacerse de otro modo, con otros medios con- costa tomar una aspirina o una pastilla para el resfriado; tiene
venientes y de acuerdo con el plan de vida. La autorrealización miedo de mirarse al espejo. ¿Es esto cuidar el propio cuerpo para
no es nuestra finalidad; lo es en cambio la trascendencia. Estas ofrecerlo al Señor? ¿Es ésta la alabanza al Creador por el don de
acciones usan al otro como objeto, no como persona; niegan, pri- la sexualidad integrada?
van al otro del tercer nivel humano y del de la gracia que habría
de obrar en ellos de modo particular. Lo mismo puede decirse de
las acciones que implican el uso de los sentidos, por ejemplo de 4. Lectura de novelas, filmes, televisión
los ojos; citamos como ejemplo las «miradas de concupiscencia»;
miradas de prolongada intensidad, profundas, seductoras, penetran- El último modo que podemos tomar en consideración es la po-
tes, agudas. El mensaje inconsciente de deseo sexual es patente sibilidad de disminuir el amor propio aislándolo a nivel fisiológico,
si ambos son lo suficientemente honestos para reconocerlo. Tam- y encontrando placer en la lectura de novelas de contenido sexual,
bién esto se ha de evitar. Cristo miró a la mujer con amor, no con de revistas, en la contemplación de películas o de espectáculos te-
deseo sexual, y ella recogió con limpieza su mensaje. Dijo a la levisivos. No se pretende decir que se hayan de dejar a un lado
mujer: «Vete y no peques más», no le dijo «ven y no peques más». por afectado pudor, que es la distorsión de la castidad. Lo que se
Un buen criterio concreto de evaluación podría ser: ¿me sentiría quiere poner en claro es la necesidad de una «dieta» de novelas,
cómodo si lo que hago con otro, en secreto, lo repitiese en la sala con todos sus detalles y descripciones gráficas y presentaciones
de recreo o en el comedor, entre mis hermanos? O por lo menos, excitantes; el peligro es el de vivir una vida de placer sexual de
¿sería eso por sí mismo objetivamente aceptable? El último cri- modo supletorio, dejando el uso de la sexualidad a los demás, pero
terio, naturalmente, es el grado de amor honesto y trascendente tratando de participar en sus efectos. Me pregunto si no podemos
a Dios que yo quiero tener. considerar desde este punto de vista la mayor parte de las teleno-
velas. ¿Nos relajan verdaderamente, nos hacen crecer, nos ayudan
a apreciar libremente el don de la sexualidad? Si esto es verdad,
3. Culto ¿el cuerpo ¿cómo nos sentimos empujados a no perder nunca «nuestro pro-
grama»? Quizás podemos sospechar la presencia de un placer
Otro modo, típico del primer nivel, y de falta de integración a egoísta... ¿Acudimos a la capilla con el mismo entusiasmo?
los tres niveles, es dejarse llevar por la adoración del propio cuer-
po. Esto puede revestir dos aspectos; hay quienes adoran el cuerpo
cuidándolo «a muerte». Practican la gimnasia hasta el agotamien-
to; toman pastillas hasta transformarse en farmacias ambulantes;
viven sobre la balanza por miedo de engordar medio kilo; visten
poniendo particularmente de relieve la belleza física o la juventud;

98 99
dad n. No se trata de sensaciones físicas, sino mái bien psicológicas,
de sentimientos psíquicos. En este caso se puede utilizar a los de-
B) SEGUNDO NIVEL: PSICOSOCIAL
más para satisfacer no nuestras propias necesidades físicas (aunque
(INTERACCIÓN AFECTIVA ENTRE AMIGOS O MIEMBROS
podemos quedarnos en esto), sino las necesidades afectivas, por
DE UNA MISMA COMUNIDAD)
ejemplo, exigencias de afecto, de apoyo, de comprensión, de inte-
rés. Esta actitud egoísta puede ponerse de relieve por un exceso
El segundo nivel puede disponernos a concretar nuestro amor de atención sobre sí mismo: «Nadie me quiere», «nadie se preocu-
a Dios expresándolo por medio de la colaboración con los herma- pa de mí», «no has venido a buscarme», «no me dices adonde vas»,
nos o las hermanas de la comunidad, o con otros, comprometidos «no me envías una postal». Así se comienza a dar amor, atención
en las mismas actividades apostólicas, en el compartir planes, como e interés para estar seguros de que, en tiempo de dificultades, nos
también afectos y colaboración auténticos. serán intercambiados. Te escribo una carta, tú me contestarás; si
Wojtyla hace notar en su libro que mientras el afecto es ne- no, no me interesa, no me «sirves». ¡Esto no se dice nunca! ¡Pero
cesario para las relaciones, la parte afectiva no debe convertirse se hace! «Te doy un regalo, y espero otro, si no... ¡Tú no pienses
en la regla fundamental de nuestra vida, no debe degenerar en lo en mí, como yo tampoco!» ¿Buscamos en los demás el placer afec-
sensual, sino integrarse en un plan de amor, amor de la totalidad tivo? ¿Quedamos en nuestros pequeños grupos porque nos senti-
de persona, en el Señor. mos a gusto, en otras palabras, tenemos miedo de probar insegu-
ridad e incertidumbre, miedo de amar verdaderamente, concre-
tamente? Si es así, estamos utilizando nuestro grupo de amigos
1. Amistad: criterios de valoración para nosotros mismos. Esto puede ser altruismo aparente. Apre-
cio los placeres de los demás solamente porque esto me valoriza.
Esto nos introduce en el tema de la amistad; un tipo particu- Todo lo sopeso a través de mis necesidades afectivas, ¡tomo lo
lar de relación afectiva psicosocial, que no sólo es admisible, sino que me conviene y olvido la persona! Así, por ejemplo, estaré con-
también aconsejable como medio sincero para concretar el amor tento sólo cuando el otro se interesa por lo que a mí me atrae, o
de Dios en nosotros y para la autotrascendencia. emprende un plan semejante al mío. No se quiere decir que no
La verdadera amistad ofrece ocasiones de trascendencia; en el hemos de estar contentos con esto. Un «bien realmente sincero»
reconocimiento de los límites recíprocos se nos pide amar, a pesar da alegría profunda cuando se lo ve buscado también por otros.
de su existencia, sobre todo cuando, por causa de ellos mismos, Si sé que el interés por temas espirituales es bueno, soy feliz cuan-
no hay satisfacción. do otro comienza a leer más libros de espiritualidad. Pero la ale-
La castidad puede sostenerse por la afectividad si se utiliza gría no está en el hecho de que los lea para ser como yo, sino que
como sostén de valores, los valores de la persona en su plan de los lea para crecer en Jesús, del que yo acaso he dado testimonio
vida espiritual. Esto significa que, si uno es proclive a la sensua- por medio de su gracia. El amor, el verdadero amor o amistad, no
lidad, tendrá que convertir la sensualidad y la afectividad en amor tendrían que ser egoísmo recíproco, fusión de placeres; ambos to-
por medio de la continencia, la virtud, la reflexión. ¿Qué es la mamos lo que podemos uno de otro para nuestras necesidades
afectividad? Es el deseo de la presencia de otro ser humano; no afectivas y buscamos alimento en la «comunidad» por el mismo
sólo necesariamente de la presencia física, si bien puede reducirse motivo. El apoyo emotivo es necesario, e incluso una cierta sa-
a esto sólo. Pero, así como puede haber un egoísmo de los senti- tisfacción de necesidades afectivas es necesaria y útil para un cre-
dos (al primer nivel acabamos de describir la subjetivación de los cimiento espiritual. Pero el interrogante es: ¿qué necesidades, qué
valores en el placer, en las sensaciones físicas, en la sensualidad),
así puede darse un egoísmo de los sentimientos, de la afectivi- 72
J. ROVIRA, op. cit., pág. 282.

100 101
apoyo y qué valores? n El apoyo afectivo a necesidades como la 3) Deseo del bien de la otra persona; estar dispuesto a aban-
ayuda a los demás o el dominio (mandar, controlar) ajando se pone donarla, si es necesario.
al servicio de valores como el reino, la caridad, puede ser un bien 4) Profundo sentido de honestidad para no engañar o dejar
para el religioso, un don para la vida comunitaria. Del otro lado, que la relación degenere.
el apoyo afectivo a necesidades como la dependencia o la agresi- 5) Libertad interior, poner el propio corazón allí donde ten-
vidad, o a valores como el poder o la posesión, no ayuda al reli- dría que estar, haciendo aquello con lo que uno se ha compro-
gioso a ser el humilde «siervo del Señor», que se ha comprometido metido.
a ser. El voto de castidad excluye un afecto sensible que podría 6) Mayor empeño y amor a la oración, a la intimidad con
llevar al matrimonio. Todo otro afecto sensible, con tal de no ser Cristo.
equívoco, ha de considerarse abierta y honestamente en todas las 7) Relación aceptada, no buscada con ansiosa impaciencia;
implicaciones posibles profundas de la motivación subyacente74. no considerada indispensable para la propia madurez afectiva.
La afectividad, como la sensualidad o la sensibilidad, aunque 8) Libremente elegida y continuada, no manipulada, ator-
esté bastante desarrollada, puede conducir a una entrega más pro- mentada, construida por medio de la seducción.
funda y más viva al amor de Jesús, o puede encerrar a una perso- 9) Incluye calor afectivo, pero evita el comportamiento ca-
na más aún en sí misma. Puede ser un medio o convertirse en fin racterístico de dos personas ennoviadas o desposadas (carnal, sen-
de sí misma. Por otra parte, así como la insensibilidad al sexo no sual, corpóreo, táctil).
equivale a la castidad, y no robustece siquiera un ambiente favo- 10) Vivida en pobreza.
rable para el desarrollo de esta virtud, así ocurre con la falta de 11) Ausencia de intimidad y de sentimentalismo de tipo afec-
afectividad. Una persona fría, insensible, solitaria, encontrará di- tivo expresado en largas visitas, citas, correspondencia inútil, con-
ficultad en colaborar con vitalidad y alegría en la construcción del versaciones interminables, costosos regalos personales.
Reino de Dios. Tenemos necesidad de amistades afectuosas, cáli- 12) Respeto por la intimidad del otro; no hay necesidad de
das, delicadas y profundas. Pero tenemos necesidad de integrarlas compartir los propios secretos, por ejemplo conocer las necesi-
y ordenarlas jerárquicamente a los niveles de nuestro ser. Y «sin dades psicológicas del otro y el «centro» profundo de su persona-
continencia, las energías naturales de la sensualidad y las de la lidad; se puede aceptar si el otro desea compartir y si la cosa es
afectividad, atraídas a su órbita, se convertirán en 'material' para útil.
el egoísmo de los sentidos y eventualmente para el de los senti- 13) Evita la pasión, el amor romántico camuflado de espiri-
mientos» 75. Esto quiere decir que, sin autocontrol, la libertad en tualidad.
el amor es imposible. 14) Amistad no excluyente, no impide la propia misión y la
En este sentido, puede servir de ayuda catalogar un cierto cri- disponibilidad a los otros por el Reino; en realidad, las promueve.
terio de evaluación de la amistad: amistad mujer-mujer, hombre- 15) Amistad cuidadosamente elegida, no tomada por casua-
hombre, hombre-mujer. lidad, valorada; se ven sus límites y los lados positivos.
1) Amor de la soledad, y deseo de permanecer en la soledad 16) Amistad sometida a prueba; con buena voluntad perma-
(ausencia de miedo de estar solos). nece fiel en los momentos de alegría y en los de dificultades; no
2) Amor al propio plan de vida, libremente elegido por Je- nace solamente de la prosperidad, sino también de las pruebas.
sús. 17) Aceptación: compasión en percatarse de los límites re-
cíprocos, de que se sufre, pero que son corregidos para favorecer
73
L. M. RULLA sj, op. cit., págs. 127 y sigs.; también RULLA-RIDICK- el crecimiento personal.
IMODA, op. cit.
74
VON HlLDEBRAND, Op. Ctt., p á g . 1 2 0 .
18) Perfecta complementariedad y acuerdo; no significa ne-
75
WOJTYLA, Op. cit. cesariamente querer y pensar lo mismo, sino comprender y respe-

102 103
tar, prever las necesidades de los demás, olvidándose de sí mismo. emociones de los demás, haciéndoles sentirse culpables, o relega-
19) Confianza; ofrenda a la presencia de Dios en él o ella; dos, o inútiles, mediante observaciones abiertamente agresivas o
ser optimista en lo tocante al amigo que crece en el bien, pero severas. Los hay también que están en el medio; son tus amigos
también realista ante sus esfuerzos por poner en práctica ese bien. mientras les interesa para su estima; por ejemplo, le dicen a algu-
20) Franqueza; la verdad es un absoluto más grande que la no que está interesado en un cierto tema, como puede ser la mú-
misma amistad. El amigo digno de este nombre sacrificará el pro- sica: «Oh, estamos orgullosos de tal hermana, que es nuestra
pio placer por el bien espiritual de su amigo. especialista.» Sin embargo, serán los primeros en criticarla ante
21) Moderación entre intromisión y desprendimiento. Dios los demás, o pedir que la cambien. Se trata de personas afectiva-
me pide santificar el mundo entremetiéndome en toda situación, mente secas, indiferentes a los problemas de los demás, con difi-
aun con los amigos, pero al propio tiempo con disciplina y des- cultades en las relaciones interpersonales, impelidas por la volun-
prendimiento 76. tad de dominar, por el deseo de compensar las renuncias de la cas-
La amistad, pues, como resume San Agustín, es una unión en- tidad, sentidas como frustrantes, por medio de la volubilidad, do-
tre personas que aman a Dios con todo el corazón, se aman mutua- minación e independencia. En su interior hay un vacío de perso-
mente y están unidas por toda la eternidad, la una a la otra, y a nalidad. Todos éstos no son modos de amar castamente, sino egoís-
Cristo mismo 77. La amistad es un trampolín de lanzamiento hacia ticamente; son grandiosas caricaturas no sólo del corazón de Cris-
la perfección, que es esencialmente amor de Dios y del prójimo, to, sino también del ser humano maduro.
de tal modo que el hombre, por la amistad con otro hombre, pue-
da penetrar más plena y totalmente en la amistad con Dios 78 .

C) TERCER NIVEL: ESPIRITUAL-RACIONAL


2. Jugar con los sentimientos de otro
El amor casto puede retroceder a uno o a los otros dos niveles
Hay quienes, a sabiendas, juegan con los afectos y sentimien- ya examinados. También en el mismo plano espiritual-racional
tos de los demás; crean en ellos la ilusión de que se interesan por son posibles algunos abusos.
ellos, con gran solicitud personal y afecto, sin tener en realidad
ninguna intención de continuar la relación, manteniéndola en un
estado de ambigüedad, haciendo cumplimientos en señal de afec- 1. Aislamiento egoísta o servicio
to, pero retirando el propio interés en breve tiempo, una vez que
están seguros de poder conseguir el afecto del otro. La otra cara Si el amor y la castidad implican un compromiso por el Rei
de la medalla está representada por aquellos que juegan con las no, el resultado natural de este amor debe ser una actitud de ser-
vicio; el deseo de ser para los demás como Jesús, que lavó los
16
Núms. 1-14, tomados de J. ROVIRA, op. cit., págs. 305-306; núms. 15- pies a los discípulos. Muchas veces, sin embargo, se insinúa nues-
18, de AELREDO DE RIEVAULX, L'Amicizia Spirituale, dirección de P. Gaspe-
rotto, Siena, Cantagalli, 1960, pág. 77; núms. 19-20, de S. AGUSTÍN, Be
tro egoísmo; los ideales altruistas y de autotrascendencia quedan
civitate Dei, 19, 8: PL 41. confinados en la pequeña caja del «yo», del «mío», «mi»; mis pla-
71
C. BROWNING, Religious and Love. A New Dimensión, en «Rev. for nes, mis ideas, mi creatividad ocupan el primer lugar, los demás
Religious», 27 (1968) 636. También J. GALOT, Réponses aux questions sur pueden hacer lo que quieran. ¿Es éste el amor de Cristo miseri-
le Conseils Évangéliques: les Conseils Évangéliques et l'engagement dans le cordioso venido para sanar, consolar, servir? ¿Es éste el sentido
Royaume, en «Forma Gregis», 2 (1969) 132-133.
71
A. VAN KAAM, On Being Involved. The Rythm of Involvement and
de su Encarnación?
Detachment in Human Life, Denville, N. J., Dimensión Books, 1970.

104 105
2. Desapego idealizado, intelectualizado
VI
Puede haber también quienes vivan en un mundo de ideas, MEDIOS PARA CRECER
incapaces de «sentir». Han hecho de su preciosa masculinidad o
EN EL AMOR CASTO, VIRGINAL
femineidad un fragmento de museo cristalizado, o una hierba
amarga. Siempre racionales, distantes, críticos, solos, tienen la pre-
tensión de tener permanente control de sí mismos y no querrían
nunca «rebajarse» a amar a nadie, sino sólo a sí mismos. Sin em-
bargo, ¡qué rápidamente pueden «echarse por la ventana» estas
«evaluaciones intelectuales»T cuando una persona del otro sexo
se presenta a completar su narcisismo! ¿Es éste el amor espontá-
neo, universal, herido del corazón de Jesús, nuestro esposo?

¿Qué instrumentos podemos utilizar para incrementar este te-


3. Implicación y servicio por ventajas psicológicas soro del amor casto, virginal? El amor es un don, pero es tam-
subyacentes: «caridad», soberbia bién una conquista. Es fruto del trabajo de la persona a la luz de
su naturaleza y de su voluntad; es vivificado por la gracia y por
En fin, aun los valores e ideales declarados de amor, de vida la labor del Espíritu en nosotros. ¿Qué podemos hacer por parte
comunitaria, de vida espiritual, pueden usarse con fines egoístas. nuestra para estar disponibles a la gracia? La mayor parte de los
Hemos de tener un director espiritual porque no acertamos a ir medios que desarrollaremos para la renovación de nuestro voto
de acuerdo con las demás hermanas y con los hermanos (deseo de de castidad son también aplicables al perfeccionamiento en gene-
fuga). Hemos de tener un amigo porque los demás son ingenuos, ral dentro de la vida religiosa79. Podemos, asimismo, hacer apli-
no entienden, no están a la altura de nuestros pensamientos (ne- caciones particulares de estos instrumentos a nuestro amor reli-
cesidad de recibir un sostén afectivo). Podemos incluso utilizar gioso, a nuestra castidad.
el amor y el modo con que se manifiesta a través del servicio, la
cordialidad, para sostener nuestro orgullo; «¡qué hábil soy, no
como los demás!» ¡Cuánta es nuestra sutileza! Cristo, aunque llamó
a los fariseos «sepulcros blanqueados», no puso nunca su persona A) ASCESIS-DISCIPLINA
como termine de comparación para la perfección: «Sed perfectos
como perfecto es vuestro Padre, que está en los' cielos», dijo. Está suficientemente claro, en base a lo que se ha dicho an-
Numerosísimos son los abusos de la castidad que podríamos teriormente, que para alcanzar un amor verdadero, casto, consa-
enumerar aquí. Pero nos hemos de limitar a elegir uno o dos te- grado, es indispensable un empeño por vencer todas las formas
mas más sobresalientes respecto de nuestra incapacidad para vivir de subjetivismo de los valores, todas nuestras tendencias egoístas.
un amor casto, y reflexionar sobre ellos. Esto implica la necesidad de robustecer la voluntad, de integrar
los niveles de la vida psíquica al servicio de la voluntad del amor.
Para objetivar de nuevo el valor con el fin de mirar el amor y la

79
A. C. HUGHES, Vreparing for Church Ministry. A Practicd Guide to
Spiritual Vormation, Denville, N. J., Dimensión Books, 1979, pág. 86.
106
107
castidad con los ojos de Cristo, del modo como Cristo opera en gran ayuda humana profunda, por el amor divino, nosotros pone-
nosotros, es indispensable abrir la propia vida interior y buscar la mos de manera más firme y directa nuestra confianza en su gracia.
verdad, para colocarse en la línea de lo que Cristo busca en nos- No hay experiencia más grande que la de estar llenos de gracia.
otros y de nuestra respuesta a El. Wojtyla nos indica manifiesta- La renuncia proveniente de nuestra libre elección puede ser libre-
mente la necesidad de una cierta frustración y de renunciar a un mente aceptada por Dios y servir de beneficio en el crecimiento
valor para conseguir otro más alto 60. Esto significa, como se ha del amor solamente si El es el que colma el vacío que ha quedado
dicho anteriormente, que toda elección por el predominio, no ex- abierto, solamente si nosotros impedimos que se insinúen otras
clusivo, de un nivel requiere la renuncia en otro plano. Aquel que compensaciones. «¡Qué fácil es —dice Hildebrand— para el hom-
quiere tener todo el amor queda de tal modo frustrado en su bus- bre que ha renunciado a la felicidad deliciosa y liberadora de la más
ca, que no puede decidir nunca libremente, ni darse a sí mismo elevada 'vida en común', terrena, caer en la mezquindad y en el
totalmente a ningún amor. La autorrealización es un callejón sin apego a futilidades... revolverse interiormente en la amargura,
salida. Sólo la autotrascendencia puede conducirnos a descubrir a encerrarse dentro de sí!» «¡Cuántas veces buscamos, en la rutina
«Aquel que nuestro corazón busca» en todas las situaciones. Pa- cotidiana, por medio de distracciones o dejándoos llevar por la co-
blo VI hablaba de la necesidad de ascesis para la madurez de la rriente de experiencias superficiales, sacudirnos de encima la cruz
personalidad. «Los jóvenes (aspirantes al sacerdocio) habrán de que Dios nos ha impuesto!» 8 4 . La parábola del gran banquete
convencerse de que no podrán recorrer su difícil camino sin una (Le 14,16-21) nos recuerda que cuanto más libre está el corazón
ascesis particular, superior a la que se pide a los demás fieles... de ataduras egoístas y materiales, más se puede uno ocupar, con
Una ascesis seria, pero no agobiante, que suponga un meditado y un corazón indiviso, de las cosas de Dios. La muerte, pues, es ne-
asiduo ejercicio de aquellas virtudes que hacen de un h o m b r e un cesaria, la renuncia, la determinación son indispensables para la
sacerdote: negación de sí mismo en supremo grado —condición integración, para el holocausto de un amor ordenado que busca
esencial para seguir a Cristo (Mt 16,24; J n 12,25)—, humildad y «una sola cosa».
obediencia... prudencia y justicia, fortaleza y templanza... sentido
de responsabilidad, de fidelidad... desapego y espíritu de pobre-
za... servicio» 81 . Rahner hace una afirmación semejante definien-
do con precisión esta renuncia en el celibato: «El que hace de su B) ORACION-MEDITACION DEL EVANGELIO

celibato un acto de amor, se olvida de sí mismo; y esto es posible


por la gracia liberadora de Dios... posee la felicidad y encuentra Después de la renuncia, viene la necesidad de seguir el conse-
aquel gozo perfecto que sólo tiene el que sabe llorar serenamente» jo de San Pablo: «Velad, manteneos firmes en la fe, sed hombres,
(p. 14). «Sin fe, sin la aceptación de la incomprensible locura de sed fuertes» (1 Cor 16,13); todo esto por medio ¿s. la oración.
la cruz, sin la esperanza contra toda esperanza, sin la ciega obe- Maritain afirma que el mejor modo de progresar en la virtud es
diencia de Abrahán, y sin la oración, no se avanza» (en el celiba- la contemplación: «el amor loco», radical de Dios expresado en la
to) 82. Para aquellos que buscan nuevas experiencias es bueno re- típica contemplación de la vida claustral o en la contemplación
cordarles que «también la responsabilidad, el misterio, la acepta- escondida de la vida activa 85 . Esto -supone una vida basada en el
ción del sufrimiento son una experiencia» a. Renunciando a una Evangelio. Rahner, hablando de los medios y causas que conducen
al celibato, dice: «Ante todo se cree en el Evangelio, y se vive
creyendo con valentía incontenible que el Evangelio sabe sin lugar
K. WOJTYLA, op. cit.
PABLO VI, Sacerdotalis Caelibatus, Roma, Polyglottis, 1967.
K. RAHNER, op. cit., pág. 26. VON HILDEBRAND, op. cit., pág. 123.
Ibíd., pág. 30. J. MARITAIN, op. cit., pág. 32.

108 109
a duda lo que es importante» 86. Es menester meditar el Evangelio ofrecer a cada religioso una participación desinteresada en sus pro-
para conocerlo, y entregarse a sí mismo al Evangelio, para aprender yectos, atención a su persona, sentido de pertenencia, de seguri-
a vivir el amor como hizo El. Por eso Pablo VI pide a los sacer- dad, de dignidad, de solidaridad en un plan de amor común a to-
dotes que usen los medios sobrenaturales: «Nueva fuerza y nue- dos. Como dice Stanley, jesuíta: «Estas propuestas sinceras de
vo gozo aportará al sacerdote de Cristo el profundizar cada día fraterna participación no brotan ciertamente de una fuente natu-
en la meditación y en la oración los motivos de su donación y la ral, sino que tienen su origen en el amor que Dios nos ha mani-
convicción de haber escogido la mejor parte. Implorará con hu- festado en Jesucristo, nuestro Señor» (Rom 8,39)88.
mildad y perseverancia la gracia de la fidelidad, que nunca se nie- Si hay debilidades en el voto de castidad, en las amistades de
ga a quien la pide con corazón sincero» 8?. No hay manera mejor nuestras hermanas y hermanos, ¿no podría ser útil examinar nues-
que la devoción a la Eucaristía para hacer rebosar nuestro cáliz tra vida de comunidad? ¿Hemos apoyado, amado, animado a los
de su amor. demás, o los hemos criticado, dejado a un lado o puesto en com-
, petición con ellos? La participación comunitaria, el interés por la
vida de los demás por puro amor es el mejor antídoto contra el
C) SOLEDAD-DESIERTO culto de sí mismo. La vida comunitaria constituye un terreno fér-
til para la renuncia, pero no debería solamente representar esto.
Las experiencias de grupo son necesarias, son también expre- Tenemos necesidad del sostén de los valores positivos y de las ne-
sión de castidad y medios para profundizarla. Sin embargo, el de- cesidades neutrales, de las necesidades que estén vocacionalmen-
sierto o la soledad son antes que nada indispensables para encon- te en consonancia. Solos estamos incompletos. ¡Nadie es una
trarse a sí mismo, para integrar los aspectos y niveles problemá- isla! Tenemos necesidad del amor de Dios en nuestras hermanas,
ticos del yo, y para tener una identidad personal en Cristo, que o en nuestros hermanos, como ejemplo, como unción, como paz,
puede ofrecerse como don a los demás. como estímulo.
Las experiencias de desierto dejan a la persona en contacto y
la ponen en confrontación con las necesidades, valores, actitudes
fundamentales, y le dan tiempo para lograr una integración perso- E) EXAMEN DE CONCIENCIA
nal y estable. Tenemos necesidad de silencio, de soledad, para
estar con nuestro Esposo, para encontrar ya sea la herida, o los Es útil una honesta evaluación de nuestras tendencias egoístas,
miedos, las incertidumbres y las penas, ya sea la alegría, la paz, de nuestras necesidades discordantes con el amor. ¿Podemos en-
el deseo y la gratitud, para ofrecer nuestras vasijas llenas de aceite contrar la necesidad e integrarla con el valor?
y no cualquier vacío sucedáneo.
Castidad; criterios de evaluación
¿Nuestro amor es virtud? He aquí algunas preguntas que nos pode-
D) VIDA COMUNITARIA mos hacer, algunos criterios que podemos seguir.

La Perfectae caritatis (n. 12) nos recuerda que «la castidad 1. Afirmación del valor de la persona
se guarda más seguramente cuando entre los hermanos reina ver- Mi amor, mi colaboración con los demás, ¿respeta todos los tres ni-
dadera caridad fraterna en la vida común». La comunidad puede veles de la persona? ¿Es principalmente emotivo en el sentido de satis-
M 88
K. RAHNER, op. cit., pág. 29. D. STANLEY SJ, Faith and Religious Life. A Neto Testament Perspec-
87
PABLO VI, op. cit. tive, Nueva York, Paulist Press, 1971.

110 111
facer mis deseos de afecto, de poder, de exhibicionismo? ¿Uso al otro? Si me equivoco, ¿sé ser honesto admitiendo mi error y pedir perdón
¿Tengo presentes la vida espiritual y los valores de la persona, la per- usando todos los medios posibles para tender a valores más profundos?
fección de su alma y no simplemente la satisfacción de mis necesidades El otro sabrá respetar mis preferencias aun cuando él no consiga direc-
físicas y sociales y las suyas? ¿Soy capaz de anteponer sus necesidades tamente ventaja alguna; ¿sabré yo respetar las suyas? Si nuestra forma
a las mías, sus valores a los míos? ¿Soy capaz de amar aun cuando no de amistad o de amor no es compatible con la vida religiosa (o con
resulten favorecidas mis necesidades, mientras mis valores resultan favo- nuestra elección vocacional), ¿qué elegiría? ¿Llevar una doble vida?
recidos por el otro? La virtud la forman la voluntad y la emoción. El ¿Renunciar a mis valores más elevados? ¿Renunciar a la amistad, pero
impulso va hacia los valores más que a las necesidades. haciéndola recaer en otro? ¿Culpo siempre al otro de las dificultades en
Mi amor, ¿respeta constantemente el ideal de vida del otro, sus me- las relaciones? (Esto es falta de responsabilidad madura.) ¿Qué espero
dios para alcanzar esa meta, y le sostiene en él? Si el fin que ha elegi- de este amor?
do lo está destruyendo, por ejemplo, si las necesidades se van satisfa-
ciendo indiscriminadamente y los valores en cambio se descartan, ¿tengo
la valentía de manifestar mí parecer y discutir con él las cosas? ¿Soy 4. Empeño de la libertad
capaz de correr el riesgo de disgustar al otro por una postura mía obje-
tiva, de principio? La libertad es una prerrogativa de la voluntad; la voluntad tiende
al bien. Es, por tanto, la misma naturaleza de la voluntad la que busca
y elige el bien que le corresponde. Conforme a esto, podemos preguntar-
2. Participación recíproca de personas nos en qué medida estamos libres para abrirnos a nosotros mismos, ¿o
estamos más bien siempre en actitud de defensa respecto a la parte de
La esencia del amor alcanza su máxima profundidad en el libre, mu- bien que hemos elegido (físico, social)? ¿Somos constantes en la bús-
tuo, don de sí mismo. El hombre puede renunciar libremente a su dere- queda del bien absoluto, del bien infinito, el bien del alma sobre todas
cho de ser independiente e inalienable dueño de sí sólo por un bien las cosas? ¿Empleamos nuestro tiempo en buscar y satisfacer preferente-
superior (por Dios en la vida religiosa). ¿Intento imponer mi «amor» a mente las necesidades espirituales de nuestros amigos? ¿Nos sentimos con
otro con exigencias posesivas como «¿Dónde has estado?», «¿A quién frecuencia o en general resentidos por el hecho de que el tiempo no nos
prefieres?», «¿Por qué no me lo has dicho?». ¿Intento imponerme a los pertenece, que se nos pide hacer cosas que no nos gustan? ¿Nos senti-
demás, diciéndoles cómo se me ha de amar, cuándo y cuánto? Utilizo mos «libres» sólo cuando hacemos lo que nos place y a esto orientamos
trampas para «inducirlos» a amarme, haciéndoles sentirse culpables, ha- nuestra vida? (Esto es egoísmo.) Si hemos avanzado en años, ¿pensamos
ciéndome yo la víctima, haciéndoles regalos? ¿Les pregunto si aman más tener más derecho a bienes materiales, derecho a tener más tiempo para
o me comprometo con ellos para ver si han crecido en el amor de Dios nosotros mismos, mayor consideración, beneficios, amor y atención? ¿So-
y de los demás? ¿Los invito o los manipulo? mos bastante libres por dentro para regular nuestro tiempo y nuestras
¿Nos queremos recíprocamente por Dios, con sentimiento, calor, ter- energías al servicio de los demás de manera radical y continua por Cris-
nura, pero también con objetividad y razón? Nuestro amor, ¿es un don to? ¿Somos capaces de desapegarnos de aquellos enredos que destruyen
recíproco y un mutuo compartir de dos personas, y no simplemente de el principio organizador de nuestra vida, la amorosa relación con Cristo?
dos cuerpos, la presencia de dos almas, no simplemente de dos personas? ¿Fluctuamos en la capacidad de relación: amables, felices y afectuosos
Mi vinculación con el otro se coloca en el plano sensitivo o afectivo, un día, agresivos, opresores y alejados el otro? Cuando vemos claramen-
especialmente por placer o necesidades sociales? (Esto es egoísmo.) te el «bien» superior o valor de Cristo, ¿somos capaces de seguirlo, aun
cuando esto signifique perder el «amor» y la estima del otro?
¿Sé aceptar, así como sé dar, creando siempre un clima interior de
respeto por la persona, por el alma que busca?
(Texto adaptado de K. WOJTYLA, Amor y responsabilidad,
1979. Para otros signos de libertad y madurez afectiva ne-
3. Elección y responsabilidad cesarias, L. M. RULLA, Psicología profunda y vocación. Las
personas, Madrid, Sociedad de Educación Atenas, 1983.)
El amor se forja en la libertad y en la responsabilidad, y presupone
la capacidad de introspección y de discernimiento personales. Ambos de-
berán asumir la propia responsabilidad en la relación de amor y tendrán
que sentirse responsables del bien del otro. ¿Sé tomar decisiones por mi
cuenta, independientemente del otro, en armonía con los valores a los
que he sido llamado por Dios?

112 113
F) SERVICIO BIBLIOGRAFÍA
Servir a los hermanos es un auténtico modo de renovar, de-
fender y robustecer el propio amor; el servicio es una manera de
hacer fructuosa la experiencia de la soledad, de intentar traducir
en realidad sus frutos. Podemos vivir fácilmente en un amor «ima-
ginario» de Cristo en soledad, hasta que toca el timbre de la puer-
ta o la hermana llama desde la cocina... y nuestros «ideales» se
diluyen... «¿por qué otra vez yo?»
El amor desconoce límites, llega hasta morir en la cruz. El ser-
vicio es el amor en acción. ¿Podemos no sólo esperar que se nos
confíe un encargo, sino vibrar de tal modo en el amor, que salga-
mos al encuentro de aquellas situaciones en las que Cristo puede
nuevamente servir y amar en mí, repetir el lavatorio de los pies? AELREDO DE RIEVAULX, L'Amicizia Spirituale, dirección de P. Gasperotto,
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116 117
Textos escriíurísticos
TERCERA PARTE
Amor genuino basado en la verdad: 1 Pe 2,22-23.
Carta magna de la virginidad: 1 Cor 7.
Renuncia por el Reino: Mt 8,20; Mt 10,37; Mt 19,29; Me 3,21; Me 3,31-35; OBEDIENCIA
Me 10,29; Le 14,26; Le 18,29. «Hágase tu voluntad...»
Significado de la castidad (cristológico-escatológico-eclesiológico): Me 10,29;
Mt 9,12; Me 10,25; Mt 19,12; 1 Cor 7; Mt 19,11-12; 1 Cor 7,7.

Textos del Concilio Vaticano II

LG 42 C; LG 42 D; LG 43 A; LG 44 A; LG 44 C; PC 12 A; OT 10 A, B;
PO 16 A; PO 16 B.

US
H) Interiorización de los valores evangélicos
SUMARIO
I) Personalidad psicológicamente madura

V. Relación entre elementos humanos y teológicos de una obediencia


madura
A) Diferenciación, unidad, integración de la persona, como presu-
puestos
1. Niveles de desarrollo del yo (Loevinger)
a) Nivel presocial; b) Nivel impulsivo; c) Nivel de auto-
protección; d) Nivel conformista; e) Nivel autoconsciente;
f) Nivel autónomo-integrado
2. Niveles de desarrollo moral (Kohlberg)

VI. Usos y abusos del voto de obediencia


I. Introducción
A) Primer nivel
II. Elementos humanos de la obediencia: niveles del ser 1. «Vida cómoda»
2. Esfuerzos excesivos
A) Nivel psicofisiológico
B) Nivel psicosocial B) Segundo nivel
1. Complacencia
C) Nivel espiritual-racional
2. Identificación no interiorizadora
3. Dependencia
III. Definición de los elementos teológicos de la obediencia 4. Desconfianza
A) Obediencia cristiana 5. Dominación
6. Falta de honradez en el diálogo
B) El consejo de obediencia 7'. Evitar el peligro
1. Cristológico 8. Individualismo
2. Eclesiológico
3. Escatológico: signo de eternidad C) Tercer nivel
4. Ascético 1. Autojustificaciones
a) Fe; b) Esperanza; c) Caridad; d) Misericordia; e) Hu 2. Narcisismo-Amor propio (orgullo)
mildad-docilidad; f) Justicia; g) Paciencia 3. Ausencia de fe
4. Rechazo:
a) De los fines del Instituto; h) De los compromisos ad-
IV. Características de la obediencia religiosa madura
quiridos en la vida religiosa; c) De la razón de ser de la
A) Corresponsabilidad ley
B) Personas para el Reino de Dios 5. Racionalizaciones
6. Celos
C) Constancia y estabilidad en el discernimiento objetivo
D) Capacidad de escucha VII. Medios para crecer en el consejo de obediencia
E) Abertura al diálogo A) Robustecer la voluntad
F) Valorar al individuo 1. Renuncia
G) Complementariedad: apreciar el bien común 2. Servicio generoso

120 121
B) Mejorar el método de discernimiento
1. Clarificar los valores
I
2. Oración y meditación INTRODUCCIÓN
C) Ejercitarse en la escucha
D) Tener presentes las necesidades espirituales de la Iglesia uni-
versal.
1. En sus estructuras jerárquicas
2. En los ministerios comunes de la Iglesia universal
E) Tener presentes las necesidades de la comunidad local
1. En su estructura jerárquica
2. En los ministerios comunes locales
F) Tener presentes las necesidades del individuo en su totalidad
1. El bienestar espiritual
2. La humanidad de todos Tomad, Señor,
y recibid toda mi libertad,
VIII. Conclusión mi memoria,
mi entendimiento
y toda mi voluntad,
todo mi haber y mi poseer.
Vos me lo disteis;
a vos, Señor, lo torno;
todo es vuestro;
disponed a toda vuestra voluntad;
dadme vuestro amor y gracia,
que esto me basta.
SAN IGNACIO

En esta densa oración encontramos sintéticamente expresado


el sentido profundo de la obediencia. Con mucha frecuencia repe-
timos estas palabras, quizás con devoción, o acaso con sufrimiento,
otras veces con gratitud y alguna que otra vez automáticamente.
Para profundizar más en el sentido de estas frases y la intensidad
con que pronunciamos cada una de estas palabras, consideraremos
ahora nuestra vida de obediencia. Esta presentación tiene por ob-
jeto, como las anteriores, integrar algunos puntos teológicos esen-
ciales con los elementos fundamentales de nuestra naturaleza hu-
mana, elementos psicológicos que actúan e interactúan necesaria-
mente para perfeccionar nuestro compromiso de entrega y dispo-
nibilidad a la llamada de Dios y a su acción en nosotros.
Ante todo, presentaremos (como en los demás votos) la esen-
cia de nuestro ser, los niveles de nuestra naturaleza, considerando

122 123
las «obediencias naturales» como parte de la vida cotidiana. Pasa- II
remos luego a la discusión sobre la obediencia cristiana que abarca
y santifica estas obediencias naturales. Nos internaremos después ELEMENTOS HUMANOS EN LA OBEDIENCIA:
en el consejo de obediencia, desarrollando su valor positivo de tes- LOS NIVELES DEL SER
timonio y las relativas y reales renuncias. Después de esto trata-
remos los elementos esenciales de nuestro desarrollo como perso-
nas y del desarrollo moral, elementos importantes para lograr vivir
los ideales que la Iglesia propone como modalidad madura de ac-
tuar la obediencia. Veremos seguidamente cómo estos niveles «na-
turales» pueden ofuscar la concepción y experiencia de la obedien-
cia en lo concreto (abusos) o cómo, en cambio, la pueden facilitar
(uso maduro de estos niveles). Por último, pondremos en claro
algunas modalidades de crecimiento en este acto de donación en
la obediencia. Para tener una visión global de la obediencia religiosa, como
Comenzamos, pues, por el aspecto natural, preguntándonos de hemos hecho con los votos de castidad y pobreza, parece necesa-
qué modo entra la obediencia a formar parte del vivir cotidiano, rio ante todo conocer los elementos y procesos esenciales y fun-
como consecuencia de nuestra naturaleza. damentales de la personalidad humana normal, procesos que es-
tán en la base y constituyen la materia prima para vivir el consejo
de obediencia. La obediencia existe en nosotros a tres niveles:
1) psicofisiológico; 2) psicosocial, y 3) espiritual-racional'. Tome-
mos nuevamente para su examen estos tres niveles por separado,
recordando siempre que en todo momento se actúa en base a los
tres, aunque uno prevalezca, a veces, sobre los demás. Trataremos
también de estudiar estos niveles desde el punto de vista de la es-
pecífica potencialidad «inherente», y de las «leyes» naturales de
obediencia existentes en cada uno de ellos. Procuraremos asimis-
mo observar las modalidades de su interacción y su necesidad para
disponernos a la acción sobrenatural de la gracia.

A) NIVEL PSICOFISIOLÓGICO 2

Vivimos a un nivel fisiológico y somos organismos humanos


complejos con reacciones y procesos biológicos y químicos que
1
J. NUTTIN, Psicanalisi e personalitá, Roma, Ed. Paoline, 1967.
2
K. WOJTYLA, Persona e atto, Ciudad del Vaticano, Librería Editrice
Vaticana, 1982. El primer nivel de la vida psíquica es ampliamente tratado
en las págs. 228-231.

124 125
actúan e interactúan con los sentidos, de modo que producen es- mente' y, en cuanto sea necesario, de modo eficaz. Todo esto va
tados psíquicos reactivos; por ejemplo, la sed es la reacción a una encerrado en la noción de organización somática, y se ve exterior-
carencia de agua en el cuerpo; el hambre proviene de una disminu- mente en la constitución corpórea, y en lo que se considera como
ción de proteínas o energía química corporal; la necesidad psíquica 'la totalidad estática y dinámica del cuerpo humano'» 4 . Las emo-
de dormir resulta de la flaccidez del tejido químico concomitante. ciones pueden también nacer de estos procesos y dinámicas cor-
Se trata de procesos innatos que tienen lugar sin darnos cuenta, porales. Las emociones no son reacciones somáticas (esto es un
aunque experimentemos conscientemente sus efectos; por ejem- desequilibrio químico), sino acontecimientos psíquicos que por su
plo, no se percibe conscientemente el cambio en los compuestos naturaleza son cualitativamente diversos de las reacciones del cuer-
químicos y, sin embargo, la «percepción» del hambre llega a la po mismo s . Por causa de las necesidades fisiológicas, se siente uno
conciencia como una señal de la necesidad que escapa a la concien- más o menos «bien» o «mal», física o psíquicamente, con relación
cia, esto es, una carencia en el tejido 3. ¿Dónde está la obediencia a la satisfacción, o no, de las «leyes» naturales innatas; por ejem-
en todo esto? A tal nivel puramente humano la obediencia es una plo, si interiormente estoy falto de agua, me «siento» débil, «sien-
mera condición «reactiva» respecto de aquellas leyes fisiológicas to» sed; hago lo posible por «superar» la fatiga, me pongo en mo-
puestas en nosotros por la mente del Creador y que funcionan vimiento y me dirijo al grifo, o si «no me gusta» el agua, puedo
«automáticamente», a no ser que se interponga alguna «enferme- tomar otra bebida. Bebo y me «siento» mejor. Por consiguiente,
dad» o anormalidad fisiológica. Nuestro cuerpo «obedece» a la toda célula tiene que estar sana, viva y funcionando, para que toda
solicitación psíquica de satisfacer las necesidades corporales; cuan- parte del cuerpo, todo miembro, articulación, tejido, etc., funcio-
do la sangre disminuye la velocidad, los párpados comienzan a ne bien, y de este modo el cuerpo entero pueda estar sano. Esto
cerrarse, se relajan los músculos y uno se acuesta para un agrada- es ley. Esto es naturaleza. A veces, a este mismo nivel, una parte
ble sosiego de sueño. Cuando el nivel de agua se rebaja, el cuerpo puede «sacrificarse» por el bien general de todo el cuerpo; por
señala una «sensación» de sed, con la reacción de buscar un buen ejemplo, después de una pesada comida la sangre afluye al estó-
vaso de agua fresca, naranjada o una buena taza de café caliente. mago para la digestión, dejando las demás partes del cuerpo me-
Todas estas funciones corporales actúan en colaboración. Existe, nos eficientes; así, no se puede uno concentrar bien ni caminar
en cierto modo, una «ley natural» que proviene, a este mismo expedito o estar despierto como en otros momentos. O también,
plano, de una «organización somática o corpórea»; en otras pa-
para curar una herida o infección, las demás partes del cuerpo con-
labras: «la organización del cuerpo incluye no sólo... el conjunto
curren en auxilio de la parte lastimada, trabajando intensamente
estático de los órganos y de articulaciones coordinados entre sí,
para producir las células sanguíneas o glóbulos necesarios para ali-
sino también la habilidad de reaccionar correctamente, 'normal-
viar la situación de incomodidad. ¡Qué sistema más excelente de
«leyes» innatas! Leyes ordenadas todas a un fin, el bien general,
3
K. WOJTYLA, ibíd. (especialmente págs. 240-245), hace una necesaria esto es, el sano funcionamiento del yo fisiológico; una eficiente
distinción entre sentimientos o emotividad y reactividad a este nivel: «Re- organización de las partes en pro del todo; toda parte se amolda
actividad, un rasgo característico del soma humano, ligado a la movilidad a funcionar más o menos, según la necesidad, para que el cuerpo
exterior del cuerpo y constituido por la específica materia prima de la ac- funcione con la máxima eficiencia. Y todo esto sin tener nosotros
ción.» Por ejemplo, si disminuye el nivel de oxígeno en el cuerpo, el cuer-
po «reacciona» buscando el aire. Por otro lado, «la capacidad emotiva» a conciencia de ello.
este nivel consiste también en la recepción de estímulos provenientes de Considérese ahora qué sucedería si el «mensaje» o señal en-
fuentes materiales, cuyo efecto no es simplemente somático (consistente, por viado por el cuerpo fuese mal interpretado o ignorado; suponga-
ejemplo, en el movimiento del cuerpo); más bien, y sobre todo, es un efecto
físico expresado en «emociones» que trascienden la pura reacción física. Por
4
ejemplo, si disminuye el nivel de oxígeno, se «siente» uno desfallecer, o Ibíd., pág. 309.
5
ahogarse, o se tiene frío; y se va a buscar un poco de aire. Ibíd., pág. 255.

126 127
temáticamente, para entrar en un nivel más profundo de vida,
mos, por ejemplo, que la «debilidad» por falta de agua fuese atri- .donde damos sentido al mundo exterior y no «reaccionamos» so-
buida a la necesidad de sueño y así se fuera uno a dormir; esto no lamente a la sensualidad, a la emotividad del sentido del mundo
provocaría una verdadera recuperación del cuerpo en su óptimo y desconocido dentro de nosotros mismos, esto es, en nuestro cuer-
total funcionamiento al servicio de la vida, porque el problema po. Este nivel puede definirse como vida de relación en el plano
está en la necesidad de agua y no en la falta de descanso, y en ese «social», esto es, en las relaciones que tienen lugar entre nosotros
caso se despertaría uno más cansado todavía. y el mundo de las personas. Se supone, naturalmente, que la «per-
Constatamos, pues, que hay una obediencia también a nivel sona» haya logrado la madurez hasta el punto que pueda superar
fisiológico; los tejidos «obedecen» a las células, los miembros «obe- los efectos puramente fisiológicos, para abrirse a las necesidades
decen» a los tejidos, etc. Nosotros «obedecemos» a las leyes de del otro y ser sensible a los demás. A este plano surge la exigencia
la naturaleza en nuestro ser fisiológico; dormimos para tener vita- de «plenitud» no sólo física, en la asimilación y adaptación al am-
lidad y vivacidad; «perdemos» conciencia en el sueño para un bien biente de manera puramente corporal; más allá de estas exigencias
mayor, el del cuerpo entero. Somos «obedientes» centenares de físicas en realidad nace la necesidad de sentido: necesidad de re-
veces al día, aun sin darnos cuenta; «nos sacrificamos» en vista de conocimiento social, estima, cuidado, interés, etc. «El hombre asi-
un bien mayor (aun físicamente), según el «fin» o «función» de mila su ambiente, no sólo a nivel bioquímico y fisiológico, sino
nuestro ser fisiológico: un funcionamiento eficiente, la vida. A este también y más conscientemente como «situación de sentido» 7, y
punto tenemos también que recordar nuestra «sumisión» a las le- este sentido no sólo se le encuentra en una amplificada conciencia
yes naturales corporales que tiene lugar con el pasar de los años, de sentido del yo con mayor potencialidad, sino en una más am-
esto es, los efectos que se derivan de la edad: cabellos grises, as- plia conciencia de sentido del yo en relación con los demás. Por
pecto encorvado, movimientos pausados, caminar inseguro, etc. consiguiente, también cuando nos sentidos solos, hay una ausen-
Sigue la misma muerte como «ley» de naturaleza. «Con la muerte cia implícita de relación con los demás y, por tanto, vivimos cons-
se pide a la persona 'abandonar' o desprenderse incluso de las le- tantemente en base a sentidos dependientes de relaciones inter-
yes físicas naturales.» Como dice Rahner: «Por la muerte el hom- personales.
bre es interpelado de la manera más fundamental, para que acep-
¿Qué podemos decir de la «obediencia» presente en este nivel?
te o no que se disponga de él, en aquello que está escondido y es
incalculable; y de esta manera él renuncia a sí mismo» 6. Por lo Del mismo modo que el «funcionamiento» específico de las di-
menos a este nivel, la ley de la muerte es más fuerte que la ley de versas partes del cuerpo es necesario para una efectiva integración
la vida y el cuerpo renuncia a sí mismo. ¡Qué «obediente» es nues- del todo, y esto implica seguir las leyes innatas, de la misma ma-
tro cuerpo sin saberlo, hasta el fin! nera «procesos» similares se verifican también a este nivel. ¿De
qué modo?
Somos seres sociales, y las relaciones nos son necesarias, como
el alimento, para la plenitud y el crecimiento. Esto quiere decir
B) NIVEL PSICOSOCIAL que existe la necesidad de entablar amistades y formar comunidad.
Se necesita una diversidad de especificaciones para el desarrollo de
Debido a la segunda dimensión, nosotros superamos o «tras- la comunidad, de modo que cada miembro pueda crecer gracias a
cendemos» nuestro ser corpóreo y las necesidades que surgen au- la diversidad y enriquecimiento recíprocos. De otro modo, «el otro»
o la comunidad serían superfluos; si todos fueran semejantes o
6
K. RAHNER SJ, Reflections on the Theology of Renunciation, en Theo- 7
logical Investigations, vol. I I I , Nueva York, Seabury Press, 1977, pág. 54. J. NUTTIN, op. cit., pág. 223.

128 129
9
iguales, cada cual se bastaría a sí mismo. También aquí hay leyes plio ,0. Autoridad y normas se establecen o espontáneamente o de
de obediencia que han de tenerse en cuenta. «La obediencia nace común acuerdo, como en las organizaciones democráticas, o natu-
de la fundamental necesidad de la persona humana inclinada a ser ralmente, como en la estructura jerárquica de la familia. De este
social...» Esto supone «luchar contra la propia voluntad, que se modo, dado que tenemos necesidades innatas de sociabilidad, lle-
manifiesta individualista, cerrada, replegada sobre sí misma. Más gamos a «obedecer» a aquellas normas que favorecen al mismo
que aislarse y abandonar la comunidad, lo cual equivale a la 'muer- tiempo nuestros derechos de individualidad y crecimiento y el bien
te' de esta parte del ser (el social), el hombre debe personalizarse del conjunto de los miembros. La obediencia, a este nivel, es en
a sí mismo cada vez más, descubriendo, con las alternancias del cierto modo material y espiritualmente utilitaria.
tiempo, con mayor libertad y claridad, que la persona no vive, ni De todos modos, como en el primer nivel, para alcanzar las
se realiza, sino estableciendo relaciones válidas interpersonales e metas necesarias, la obediencia a normas comunes puede requerir
insertándose allí donde existe la comunidad» 8 . Por consiguiente, una cierta «trascendencia» o renuncia de parte del individuo. Los
se realiza una obediencia natural a medida que se trabaja por pa- cabeza de familia tienen que renunciar a un sueldo más alto y pa-
sar del individualismo, interés fisiológico de la propia vida, fun- gar tasas y contribuciones por los beneficios que provienen del
ciones automáticas de satisfacción, de supervivencia y de creci- gobierno y la futura seguridad familiar. Los maridos renuncian a
miento, a una más amplia visión de plenitud con y merced a los sus deseos e intereses individuales para trabajar, preocuparse, cola-
demás, considerados como personas. «Obedecemos», pues, no sólo borar con la mujer, obedeciendo a la «ley» de amar a la mujer y
cuando satisfacemos estas tendencias naturales, fisiológicas o so- a los hijos. Las mujeres se olvidan de la fatiga, disgustos, insegu-
ciales, sino que «obedecemos» también cuando limitamos el inte- ridades; «obedecen» a los deseos, necesidades del marido, o de los
rés por nuestro yo, aceptando pertenecer a un grupo social y a una niños para su crecimiento y felicidad. Esta recíproca renuncia, por
comunidad, colaborar en ella, bajo la guía de la autoridad consti- ejemplo: entre gobierno y ciudadanos, marido y mujer, patronos y
tuida, por el mismo bien del grupo. De ese modo se vislumbra una obreros, es una forma de trascendencia de los propios intereses
nueva meta más allá de nosotros mismos: el bien común. Es, por en obediencia a un bien común más grande, también a beneficio
tanto, función del grupo asegurar el desarrollo del bien común, propio. Esta trascendencia nos descubre nuestras características la-
en cuanto bien de todos los pertenecientes al grupo 9. La obedien- tentes y nos incita al crecimiento, a ulteriores realizaciones para
cia consiste en la sensibilidad y respuesta a las necesidades y re- descubrir nuestras peculiaridades, que por sí solas no se podrían
querimientos del otro y en la renuncia a los propios deseos e in- comprender.
tereses, a veces, por un bien mayor. Por ejemplo, los miembros de ¿Qué es lo que facilita este paso del primero al segundo ni-
una familia logran «obedecer» recíprocamente, respondiendo los vel? El tercer nivel, el potencial espiritual-racional que hay en
unos a las necesidades de los otros, en pro de la unidad común, la nosotros.
alegría y el crecimiento familiar. Lo mismo vale para un ambiente
social «selecto» de amistad o asociación de cualquier tipo. La amis-
C) NIVEL ESPIRITUAL-RACIONAL
tad o pertenencia como socio a un grupo, ya que mira al bien co-
mún, presupone la justicia, esto es, la obediencia o la sumisión de
la propia vitalidad a la de los fines o metas del grupo más am- ¿Qué lleva consigo este nivel? Nuestro ser está dotado de
capacidad y tendencia a trascender los límites de los hechos inme-
1
L. SÜENENS, Obbedienza e fedelta, en K. RAHNER y otros, Nuovo stile 10
di obbedienza, Milán, Ancora, 1969, pág. 266. Para más aclaraciones, siempre en este sentido, sobre el tema de la
' M. LABOURDETTE OP, II bene comune come ¡andamento dell'obbedien- amistad y de las relaciones interpersonales, consultar K. WOJTYLA, op. cit.,
za, en K. RAHNER y otros, op. cit., pág. 38. pág. 201.

130 131
diatos y los procesos materiales (reacciones químicas, presencia y un tipo de obediencia que conlleva la conciencia: juicio, decisión
ausencia social, etc.). Prescindiendo de estas experiencias inme- y acción de acuerdo con normas objetivas o principios trascen-
diatas, al primero y segundo nivel solamente, la persona está en dentes. Un ejemplo nos puede ayudar a aclarar esto; mientras el
disposición de formular evaluaciones sobre la vida y el ser en cuan- primer nivel nos puede indicar solamente que tenemos sed y orien-
to tales. Por medio de la razón y de la inteligencia se puede llegar tarnos a tomar un vaso de vino o cualquier bebida a mano, ac-
a comprender y experimentar la obligación moral, a juzgar las si- tuando al tercer nivel somos capaces de elegir de acuerdo con cri-
tuaciones como buenas o malas racionalmente, no exclusivamente terios externos relacionados con nuestro bienestar; puedo «reac-
en base a una evaluación emotiva u , o con referencia al hic et nunc, cionar» ciegamente (nivel uno) o en cambio verificar la calidad del
a la gratificación o satisfacción personal; se puede llegar incluso a vino para ver si es bueno, si me va bien a mí. ¿Tengo que beber
trascender los límites de la propia situación inmediata por princi- en todo caso sólo porque tengo sed? ¿Tengo que esperar a un ami-
pios más allá de sí mismo, por razones de «bueno, bello y verda- go o la comida para compartir con otros y para darles gus-
dero», etc., válidas por sí mismas. Este nivel nos permite ir más to? De este modo se llega a obedecer a toda nuestra persona, al
allá de ciertos estímulos, más allá del procesó de vida «que se en- «yo» que trasciende cualquier parte de sí mismo (trascendencia
cierra materialmente ahí», y determinado en sí mismo 12. parcial), y se puede también obedecer a la «verdad», esto es, tras-
¿Cómo se ve «la obediencia» a este nivel? Nos permite obe- cenderse totalmente por un bien objetivo, mayor, obedeciendo a
decer de manera verdaderamente humana, en cuanto que somos un «objeto» más allá de nosotros mismos por razones que nos
no solamente «sensaciones», emotividad y «reacciones», como al superan. Esto permite un tipo de obediencia a situaciones o expe-
primer nivel, ni que simplemente «coexistimos» con los demás riencias que pueden «hacer mal» por la renuncia que implican al
como en el segundo, sino que sabemos comprender y juzgar si- primero y segundo nivel, pero que adquieren sentido a un nivel
tuaciones significativas, relativas a nuestro bien y al de los demás, lógico de verdad y bien último. Es posible una obediencia más
aquí y ahora y aun más allá del aquí y ahora, o podemos prescin- madura, más profundamente «humana», porque se es más libre.
dir de los beneficios materiales que se reportan de lo inmediato, «Se obedece», pues, no sólo de un modo reactivo y utilitarista, en
y «estar» por el bien, por la verdad, más allá de sí mismo. En este base a las necesidades humanas propias y de los demás, sino tam-
sentido, objeto de nuestra obediencia no es simplemente la obe- bién por los principios mismos. Aun más, la elección de «no obe-
diencia a las leyes de la naturaleza física presentes en la persona, decer» a un nivel puede ser «obediencia» a otro nivel más alto;
ni la obediencia al «bien común», la realización de sí juntamente por ejemplo, por más cansado que esté uno, puede ocupar el tiem-
con los demás, sino la obediencia a la verdad, a los principios por po en ayudar a un amigo antes de irse a dormir; viceversa, aunque
sí mismos, como característica humana más elevada. Se favorece un amigo tenga necesidad, puede emplearse ese tiempo en preparar
cualquier cosa para el bien común de todos; si se pide «obedecer»,
-y esto va contra los principios de verdad o justicia o de un bien
11
Para una más amplia distinción entre evaluación racional y emotiva, mayor (por ejemplo, en países totalitarios), y se elige no obedecer,
véanse L. M. RUIXA sj, Psicología del profondo e vocazione. Le persone, ésta no es «desobediencia», sino obediencia a un nivel más ele-
Turín, Marietti, 1975 (trad. española: Psicología profunda y vocación. Las
personas, Madrid, Sociedad de Educación Atenas, 1983); L. M. RULLA SJ, vado. Este es un asunto delicado, y lo trataremos de nuevo más
Psicología del profondo e vocazione. Le istituzioni, Turín, Marietti, 1976; adelante, en el capítulo «Usos y abusos».
B. KIELY sj, Psicología e teología moróle, Turín, Marietti, 1982. Ambos A veces esta obediencia requerirá sufrimiento, renuncia a gra-
consideran el trabajo de Magda Arnold: M. B. ARNOLD, Emotion and per-
sonality, 2 vols., Nueva York, Columbia University Press, 1960, y M. B. AR- tificaciones u «obediencia» en otros planos. Este nivel, sin em-
NOLD (ed.), Feelings and Emotions. The Loyola Symposiutn, Nueva York- bargo, nos libera en gran modo para ser lo que verdaderamente
Londres, Academic Press, 1970. somos: humanos en el sentido más profundo de la palabra.
13
J. NUTTIN, op. cit., pág. 223. Wojtyla afirma: «La libertad típica del ser humano, la libertad

132 133
que brota de la voluntad, se manifiesta idéntica a la autodetermi-
bajo la acción de los valores que experimentamos, la potencialidad
nación, mediante este órgano experimental, más completo y fun-
fundamental de nuestra constitución intelectual, prefigura y pre-
damental, que es la autonomía humana» l: \ Los diversos grados de
para, predispone en cierto modo y continúa ayudando a la trans-
emoción provenientes de las necesidades del primero y segundo ni-
formación sobrenatural que está esencialmente destinada a pro-
veles se integran bajo, con y por la emoción resultante del tercer
mover 17. Veamos cómo toda esta humanidad está comprendida en
nivel: el impulso hacia un bien objetivo y, en particular, el bien
la obediencia cristiana.
o mal moral u . El tercer nivel es en realidad el que permite una
obediencia más completa, ya que facilita la integración humana
necesaria para una obediencia humana más perfecta. «La integra-
ción —dice Wojtyla— es la manifestación y al mismo tiempo la
realización de la unidad sobre la base de ia multiforme complejidad
humana... Es complementaria de la trascendencia» 1 3 . Siendo así
que la conciencia del tercer nivel supera el sentimiento, aquélla
lleva generalmente consigo un orden, o «subordinación» de nive-
les, que es la condición de la «autodeterminación», autogobierno,
autoposesión, esto es, una obediencia verdaderamente libre, obje-
tiva, basada en la percepción del dinamismo personal, total: capa-
cidad de ser objetivo, conocerse y determinarse desde dentro («nor-
mas» internas) y capacidad de adaptarse a la realidad y verdad
externas con la razón («normas» externas), esto es, la capacidad de
ser objetivo; en otras palabras: una obediencia madura requiere
la integración de los dos aspectos: subjetividad, conocer «mis reac-
ciones», y objetividad, dirigir mis acciones.
Antes de seguir, tenemos que subrayar este punto: «Es en la
trascendencia (ir más allá de la emotividad), y no sólo en la inte-
gración de la emotividad humana, donde se manifiesta el sentido
más profundo de la espiritualidad de la persona y es aquí donde
encontramos la base más adecuada para probar la espiritualidad
del alma humana» K. En otras palabras: la transformación natural

13
K. WOJTYLA, op. cit., pág. 141.
14
Cuanto escribe Wojtyla a propósito de las emociones aclara e ilumina
el tema. Desarrolla los varios temas de emociones posibles a todo nivel y la
posibilidad de «transformación» de estos niveles.
" Wojtyla describe al «hombre superior» como aquel que se expresa en
la experiencia de la trascendencia y de la integración; «el hombre inferior»,
en cambio, como el que aún necesita integración por lo que se refiere a la 17
trascendencia apropiada a la acción del ser humano. K. WOJTYLA, op. cit., D. VON HILDEBRAND, Tratisformation in Christ, Nueva York, Image
pág. 290. Books, 1963, pág. 189. Véase también el profundo estudio filosófico de
16
K. WOJTYLA, op. cit., pág. 258.
K. Wojtyla por lo que se refiere al nivel «espiritual» y la integración de los
niveles en la trascendencia. K. WOJTYLA, op. cit.
134
135
III nuestro Padre? Mediante la gracia infundida en nosotros el día
del bautismo.
DEFINICIÓN DE LOS ELEMENTOS TEOLÓGICOS ¿Qué es la gracia? La gracia es un don sobrenatural que nos
DE LA OBEDIENCIA da la radical y profunda capacidad de seguir el único y singular
camino para realizar el amor de Dios: imitar de cerca a Cristo y
obedecerle. Es Dios quien llega a nuestros corazones con amable
iniciativa, entablando una alianza de amor con nosotros: «Yo seré
vuestro Dios, y vosotros seréis mi pueblo» (Lv 26,12). Jesús mis-
mo dio cumplimiento a su parte de alianza mediante la forma más
total de obediencia imaginable con «una vida impregnada de la
voluntad del Padre» x hasta la muerte. «Las palabras que yo os
digo no son mías», «si dijera que no lo conozco (al Padre) sería
como vosotros mentiroso» (Jn 8,55). «El Hijo no puede hacer
A) OBEDIENCIA CRISTIANA
nada por sí mismo, sino lo que ve hacer al Padre» (Jn 5,19). «He
bajado del cielo no para hacer mi voluntad, sino la voluntad de
Hemos visto hasta aquí cómo la obediencia es, en muchos as- Aquel que me ha enviado» (Jn 6,38). «Aquí estoy, oh Dios, para
pectos, humana. La obediencia, para ser cristiana, tiene antes que hacer tu voluntad». De esta manera Dios llega a nuestros corazo-
ser humana, esto es, obediencia de un ser racional dotado de inte- nes con el don de la gracia y nos llama a colaborar en su alianza
ligencia y libre voluntad, que puede, por tanto, gracias a su inte- de amor. «Infundiré mi espíritu en vosotros y haré que os con-
gración humana, comprender cognoscitivamente, ordenar libre y duzcáis (esto es, en vuestro yo más profundo) según mis preceptos
voluntariamente su vida, elegir y obrar humanamente18. Y, sin y observéis y practiquéis mis normas. Habitaréis la tierra que yo
embargo, todo esto no es virtud... no es aún cristiano. Si nos que- di a vuestros padres (la Iglesia, nuevo pueblo de Dios en la tie-
damos en el terreno sólo de nuestra naturaleza, somos incapaces rra); vosotros seréis mi pueblo y yo seré vuestro Dios; os libraré
de comprender una vida totalmente distinta de nuestra naturaleza, de todas vuestras inmundicias» (Ez 36,27-29; 11,19-20). De este
esto es, no podemos entender «lo que procede del espíritu de modo Dios nos introduce en su corazón y se hace más íntimo a
Dios» que para nosotros sería locura (cf. 1 Cor 2,14). Cuando Je- nosotros que nosotros mismos. «Intimior, intimo meo», afirma
sús dijo: «Dad al César lo que es del César», esto es, vivid la San Agustín. El se pone en colaboración, mutua obediencia de
obediencia humana, añadió: «Y a Dios lo que es de Dios» (Me 12, amor, morando en nosotros, no de cualquier modo de igual a igual,
17).. Esto es, de otra naturaleza. Juan Pablo I I , en la encíclica como socios iguales, ya que su contribución supera muy de lejos
Dives in misericordia, lo expresa claramente: «La manifestación del y es infinitamente mayor que la nuestra, siendo cualitativa y cuan-
hombre en la plena dignidad de su naturaleza no puede darse sin titativamente distinta. Llegamos, pues, a ser hijos e hijas, conci-
la referencia —no sólo conceptual, sino integralmente existen- biendo nuestra vida no como una proximidad entre Dios y nos-
cial— a Dios. El hombre y su vocación suprema se manifiestan otros, sino un mutuo «estar el uno en el otro» 21. Estamos rodeados,
en Cristo mediante la revelación del misterio del Padre y de su envueltos en su amor, puesto que la gracia es la vida en Dios. Todo
amor» 19. ¿Y en qué modo se nos ha revelado el misterio de Dios
20
B. RUEDA FMS, Eccomi, Signore. Conversazioni sull'obbediema, Roma-
1B
P. DEZZA SJ, Obbedienza e spirito di iniziativa, en K. RAHNER y otros, Milán, Centro Studi USMI, Ancora, 1975, pág. 36.
21
op. cit., pág. 281. P. FRANSEN SJ, The New Life of Grace, Nueva York, Seabury Press,
" Dives in misericordia, Madrid, Ed. PPC, 1980, pág. 8. 1973, pág. 12.

136 137
es suyo, y El es nuestro. Nuestra humanidad, todos nuestros nive- pues, «la realización del plan de Dios en la persona»; es una plena
les, se hacen suyos. Sus planos son los nuestros, y los nuestros van valoración de nosotros mismos, un liberarnos y desarraigarnos
orientados a El. Le obedecemos. de nosotros mismos, de proyectos y obediencias nuestras, que has-
En este punto alguno podría entender la llamada gracia «so- ta ese momento nos colocaban exclusivamente dentro de los lími-
brenatural» como superhumana o no humana. Si bien es de otra tes humanos; toma todos nuestros planes y los pone en la pers-
naturaleza, ella no destruye los valores humanos (incluso los va- pectiva del plan infinito de Dios sobre nosotros M. Nos conduce a
lores naturales de la obediencia), ni los margina. Al contrario, va- una obediencia y valoración de nosotros mismos trascendente, más
lores y elementos humanos asumen sentido y dignidad nuevos 2 2 . allá de los simples confines del horizonte humano, de la humana
La obediencia adquiere un sentido particular más elevado; perma- integración y «funcionalidad».
nece siendo acción nuestra, pero al mismo tiempo es un don de La obediencia cristiana se diferencia de la obediencia humana
Dios, sostenida por la fe y dirigida por El (Wojtyla trata de la en cuanto que está construida sobre un sistema de valores distin-
«iluminación de la oscuridad» en su disertación sobre el tema de tos: a) la presencia de la voluntad del Padre y de los designios
la fe: K. Wojtyla, La fe según San Juan de la Cruz, Madrid, BAC, de la Providencia más que la sola voluntad del ser humano; b) una
1980). ¿De qué modo se verifica esto en la obediencia concreta- visión de sí mismo, no como dueño de su propio destino, ni escla-
mente? vo de las propias limitaciones o de las de los demás, sino una vi-
Rahner explica que la obediencia tiene dos dimensiones: fun- sión de sí mismo como hijo valorizado y vivificado por el amor
cional y religiosa. La obediencia es «funcional» cuando hay vo- que salva, que trasciende, que desea responder con devoción obe-
luntad de obedecer para mantener el orden, facilitar la interdepen- diencial a la invitación de la alianza.
dencia, favorecer el común querer social para el bien y realización La gracia, entonces, nos habilita para obedecer «más allá» de
propios y de la sociedad, hacer de modo que las cosas vayan ade- las puras razones humanas, por la sola recompensa, o en vistas
lante para el progreso. Más allá de esto no hay otras ideologías ni de un orden simplemente humano: «Al que te abofetee en la me-
valores. El progreso y la vida son primarios. Actualización y rea- jilla derecha, preséntale también la otra; al que quiera pleitear
lizaciones resultan metas, la autotrascendencia es un medio. contigo para quitarte la túnica, déjale también el manto, y al que
En la obediencia religiosa, en cambio, todo lo humano es abra- te obligue a andar una milla, vete con él dos» (Mt 5,39-49).
zado por la fe; todo acto de sumisión o aceptación se entiende La obediencia se funda en otra ley, la ley de Cristo, que es su
como orientado no sólo hacia el hombre, sino hacia Dios, en su palabra viva (cf. Gal 6,2; 1 Cor 9,21). Es una ley de libertad
providencial designio de amor al mundo. Mientras la obediencia (Jr 2,21; 1 Pe 2,16; 2 Pe 2,19), porque es la ley del Espíritu de
funcional es una sumisión a los acontecimientos, sobre todo en vida (Rom 8,2). El hermano Rueda, superior general de los Her-
favor personal, la obediencia religiosa es una respuesta al amor de manos Maristas, lo resume con exactitud:
Dios; es la interpretación de los acontecimientos lo que cambia 2 3 .
La alianza entonces, para Jesús como para nosotros, es la alianza «La vida cristiana es una respuesta existencial al amor con que el Padre
de una vida entregada enteramente no sólo para realizarse a sí nos ama en Jesucristo y en su Iglesia. Esta respuesta existencial consis-
mismo, sino sobre todo para realizar los designios de Dios, de sal- te, por un lado, en el amor interior que continúa creciendo y madura
hasta la plenitud, y por otro, en un don de sí a los demás en gestos co-
var al mundo y a nosotros. En buscar la «parte» que Dios nos ha tidianos bajo el signo de la santa voluntad del Padre al servicio de su
asignado está nuestra obediencia de cristianos. La obediencia es, reino y por el cumplimiento de la historia de la salvación»25.

22 24
Ibíd., pág. 135. G. O. GIRARDI sci, La vita religiosa. Teología della vita religiosa, Ña-
23
K. RAHNER SJ, Cristo modello dell'obbedienza sacerdotale, en K. RAH- póles, Edizioni Dehoniane, 1969, pág. 108.
NER y otros, op. cit., págs. 21-25. 25
B. RUEDA FMS, op. cit., pág. 89.

138 139
La obediencia cristiana puede, pues, considerarse en sentido tiana que va más allá del bien común o de la realización social
amplio como libre aceptación de todo lo que es necesario, de todo como metas finales:
aquello a lo que, en concreto, no podemos sustraernos; lo inevita-
ble, porque es parte de la disposición de Dios, parte de la escon- «...Aun siendo como somos uno en el Espíritu, cada uno conserva la
propia personalidad individual y distinta, y, por tanto, en la caridad he-
dida caridad en su misterioso plan de amor por nosotros. En sen, mos de respetar a cada individuo como persona singular, amarlo por sí
tido estricto, la obediencia cristiana es adhesión a la legítima auto- mismo, y desear que cada uno sea lo que verdaderamente es, aquel yo
ridad que vincula nuestras voluntades a preceptos particulares, que el amor creador de Dios y su providencia han pensado para él.
en situaciones concretas, al considerar a un superior como legis- Nuestro amor, a semejanza del amor creador de Dios, se emplea para
llevar a todo hermano nuestro a la verdadera perfección... Es un com-
lador y amigo en cuanto partícipe del amor para nosotros y para promiso que cada cual debe mantener y desarrollar de acuerdo con la
la sociedad, que culmina en la misma persona de Dios 26 . verdadera potencialidad dada por Dios a cada uno» x.
Nos preguntamos ahora cómo es esta sumisión al plan de amor
de Dios por nosotros y por nuestra salvación, en los niveles «trans- La obediencia cristiana se hace, a este nivel, expresión filial
formados» de nuestra vida, con los ojos de la fe. de la actuación del mandamiento «ama a Dios y al prójimo como a
Al primer nivel, el psicofisiológico, consideramos útiles el cui- ti mismo por amor de Dios». La obediencia a los demás se con-
dado y sostenimiento del cuerpo no sólo para su realización, cre- vierte en reflejo y expresión de la obediencia al Padre, al Creador 31 .
cimiento y funcionamiento, para evitar el dolor y para metas per- Aun el concepto de sí mismo cambia en este sentido; de te-
sonales como la belleza, la salud u otras; pero como cristianos nos nerse como necesario a los demás de manera humana, igual y com-
sometemos a las leyes de la naturaleza (aunque al principio auto- plementario, se pasa a considerarse «mensajero», una «luz» de su
máticamente) y luego las interpretamos racionalmente como pro- amor enviada a los demás para manifestar su bondad:
cesos que se transfiguran en el plan divino de nuestra salvación
«Vosotros sois nuestra carta..., una carta de Cristo redactada por minis-
y perfección 27. La muerte misma, la obediencia definitiva, y su terio nuestro, escrita no con tinta, sino con el Espíritu de Dios vivo...
aceptación por nuestra parte, es un gesto de fe en la vida eterna, Nuestra capacidad viene de Dios, el cual nos capacitó para ser ministros
ya que aquélla está permitida y realizada por un Dios misericor- de una nueva alianza, no de la letra, sino del Espíritu» (2 Cor 3,2-6).
dioso como llamada a la transformación final en El 2 i .
En el segundo nivel la obediencia cristiana, mediante la fe en Cuando aceptamos con amor obedencial ser intermediarios en-
Jesús, transforma la sumisión natural a la legítima autoridad en tre El y los demás, comprendemos entonces tener también nos-
sumisión filial al Eterno Padre que nos ama. Toda autoridad se otros necesidad de mediación; con motivo de la intrínseca «huma-
considera como derivada de Aquel que crea el universo y lo go- nidad» y. «debilidadl», se llega a reconocer la necesidad de luz
bierna 29. «Quien acoja al que yo envíe me acoge a mí; y quien por parte del propio semejante que puede iluminar nuestra oscu-
me acoja a mí, acoge a Aquel que me ha enviado» (Jn 13,20). Hin- ridad e incapacidad para ver la voluntad de Dios y que provee a
nebusch resume elegantemente este concepto de la obediencia cris- sostener nuestra voluntad en los momentos de debilidad. Auto-
ridad y amigos se convierten en mediadores de Dios; se forma una
26 nueva «hermandad» en respuesta mutua de amor obediencial a la
K. RAHNER SJ, op. cit., pág. 15.
27
K. RAHNER SJ, The Priest and His Superiors, en Mediations on the Providencia y a la acción vivificadora de Dios con su grey.
Priestly Life, Sheed and Ward, Londres, 1970, pág. 131. 30
2!
K. RAHNER SJ, Rejlections on the Theology of Kenunciation, op. cit., P. HINNEBUSCH OP, Salvation History and the Religious Life, Den-
pág. 54; The Passion and Ascetism, en Theological lnvestigations, vol. III, vilie, N. J., Dimensión Books, 1966, pág. 196.
31
Nueva York, Seabury Press, 1974, pág. 83. I. DE LA POTTERIE sj, Christ's Obedience: Basis and Model of Cbris-
25
M. LABOURDETTE OP, II bene comune come fondamento dell'obbedien- tian Obedience, en Obedience: Christian, Religious, Jesuit, Roma, Centrum
za, en K. RAHNER y otros, op. cit., pág. 43. Ignatianum Spiritualitatis, 1980, pág. 17.

140 141
cia de la fe y la confianza en el plan providencial de Dios a todos
En el tercer nivel, entonces, el entendimiento del cristiano
los niveles del ser y en todo movimiento espiritual de nuestra
recibe una nueva luz basada en la fe; por ella consigue una par-
vida; toda respiración se transforma en u n susurro: Fiat. Gra-
ticular interpretación del mundo visible y de las criaturas; la gra-
cia, fe y visión cristiana del mundo integran y asumen todos los
cia nos hace capaces de creer, en la fe, que «aunque Dios habite
niveles en los planes del corazón divino; la obediencia se convierte
en una luz inaccesible» (1 Tim 6,16), El nos habla por medio de
en una respuesta de amor.
todo el universo, «porque lo invisible de Dios, desde la creación
La Lumen gentium resume en estos términos el compromiso
del mundo, se deja ver a la inteligencia a través de sus obras, su
implícito en la obediencia cristiana:
poder eterno y su divinidad» (Rom 1,20). Ya que con la razón no
podemos .encerrar a Dios y su voluntad dentro de los estrechos «Obtener el Reino de Dios gestionando los asuntos temporales y ordenán-
límites de nuestra mente, tratamos, en la fe, de conocerlo, aun- dolos según Dios... (ellos) allí están llamados por Dios, para que, desem-
que de modo limitado, mediante los niveles de nuestro ser, las peñando su propia profesión guiados por el espíritu evangélico, contri-
preguntas y órdenes de los demás, y en particular mediante la buyan a la santificación del mundo como desde dentro, a modo de fer-
mento... Por tanto, de manera singular, a ellos corresponde iluminar y
enseñanza y la orientación de la Iglesia. No sólo el «entendimien- ordenar las realidades temporales a las que están estrechamente vincula-
to» es guiado por la fe, sino que el propio entendimiento trata de dos, de tal modo que sin cesar se realicen y progresen conforme a Cris-
formarse más objetivamente en la fe, discerniendo el plan de Dios, to y sean para la gloria del Creador y del Redentor»33.
por medio y con aquellos que están autorizados por la Iglesia, por
ejemplo, mediante los superiores, las homilías, la lectura espiri-
tual. La misma voluntad queda reforzada en la fe, para disponerse
B) EL CONSEJO DE OBEDIENCIA
a aceptar la voluntad antecedente de Dios (lo que Dios quiere que
se haga aun antes de cualquier decisión o mandato del superior),
aun pudiendo ser esto difícil, ya que la interpretación de la volun- Los documentos del Concilio (Decreto sobre la adecuada re-
tad de Dios por parte del superior (voluntad de Dios consiguien- novación de la vida religiosa) definen los elementos esenciales del
te) no es resultado de un proceso lógico ni parece de utilidad es- consejo de obediencia:
piritual o psicológica 32 . La lógica de la razón cede ante la presen-
«Los religiosos, por la profesión de la obediencia, ofrecen a Dios, como
32
sacrificio de sí mismos, la plena entrega de su voluntad, y por ello se unen
D. M. KNIGHT, Cloud by Day, Pire by Night, vol. III: Obedieuce, más constante y plenamente a la voluntad salvífica de Dios. Por eso, a
Denville, N. J., Dimensión Books, 1979. Por lo que se refiere a la «volun- ejemplo de Jesucristo, que vino a cumplir la voluntad de su Padre, y
tad antecedente», Knight escribe: «Se refiere a lo que Dios desea, lo que 'tomando la forma de siervo', aprendió por sus padecimientos obedien-
él quiere que se haga, antes aún de toda decisión o mandato del superior.» cia; los religiosos, por moción del Espíritu Santo, se someten con fe a
Esta difiere de la «voluntad consiguiente», que «se refiere a lo que Dios
quiere que se haga, a su voluntad real para el sujeto, después de que el F. IMODA-J. RIDICK, Struttura psicológica e vocazione. Motivazioni d'entrate
superior ha tomado su decisión y ha hablado con autoridad» (pág. 67). Con- e di abbandono, Turín, Marietti, 1977; J. RIDICK, Orientamento ai valori e
viene tener en cuenta que a veces pueden existir incongruencias entre las discernimento, en «Consacrazione e servizio», 2 (1981) 21-29; 3 (1982)
dos voluntades, no porque la voluntad de Dios sea incongruente, sino por 22-34; L. M. RULLA, Tbe Discernment of Spirits and Christian Anthropolo-
causa del hombre que la interpreta (especialmente como sujeto por lo que gy, en «Gregoríanum», 59 (1978) 537-569; L. M. RULLA, Psicología e for-
mira a la «voluntad antecedente» y como superior para «la voluntad consi- mazione sacerdotale; premesse per un dialogo, en «Seminarium» (1978),
guiente»). Recordemos las inconsistencias subconscientes que forman parte julio-septiembre, 438-459; L. M. RULLA, Freedom and Discipline in Religi-
de la naturaleza humana y las múltiples necesidades inconscientes que pue- ous Formation, some anthropological considerations, Proceeding of the
den «colorear» la interpretación, por parte de la persona, de los valores y I5th National Assembly. National Conference of Vicars for Religious, Roma,
de la voluntad de Dios. Cf. L. M. RULLA SJ, Psicología del profondo e vo- 14-22 marzo 1981 (Buffalo, N. Y.).
cazione. Le persone, Turín, Marietti, 1975; L. M. RULLA SJ, Psicología del ^ Lumen gentium, n. 31.
profondo e vocazione. Le istituzioni, Turín, Marietti, 1976; L. M. RULLA-

143
142
sus superiores, que hacen las veces de Dios, y por ellos son dirigidos al cida de carne ni de sangre, sino fruto del Espíritu y de la «llama-
ministerio de todos los hermanos en Cristo, a la manera que Cristo mis- da» de la fe 36.
mo, por su sumisión al Padre, sirvió a sus hermanos y dio su vida por
la redención de muchos. Así se vinculan más estrechamente al servicio
5) El objeto material es más amplio, en cuanto que la obe-
de la Iglesia y se esfuerzan por llegar a la medida de la plenitud de diencia incluye el don de todas, nuestras actividades, nuestra vida,
Cristo»34. nuestro ser, nuestra voluntad, todos los aspectos internos y ex-
ternos de nuestra existencia39.
¿De qué manera la vida religiosa y el voto de obediencia rea- 6) El objeto formal, esto es, el motivo, es una intensifica-
lizan la respuesta cristiana a la alianza de Dios? El voto de obe- ción y atención particular a la caridad ante todo; se obedece por
diencia, que por un lado comprende cuanto pide la obediencia hu- un «amor loco» de Dios. El consejo es distinto de la virtud, aun
mana y cristiana, y por otro tiene un carácter específicamente suyo basándose en la virtud. Desarrolla, mediante la disciplina, una
en cuanto se refiere a los medios para alcanzar la perfección. To- nueva capacidad de sacrificio ilimitada, de amor desinteresado, sin
más de Aquino escribe: «La perfección de la caridad, a la que medida, para enseñar, a través de la propia vida, a ser modelo de
se orientan los votos... consiste en la renuncia, en el mayor grado bondad, humildad y servicio "°.
posible, por parte de la persona, de los bienes temporales, incluso En síntesis: la vida religiosa encarna una obediencia que tiene
lícitos, en los cuales ocupando la mente impiden el movimiento un carácter particular: una obediencia que trae su origen del in-
actual del corazón a Dios» 35 . La obediencia religiosa es, pues, un terior de la Iglesia, en una forma mucho más importante, más to-
nuevo deber hacia un precedente amor. Es «nueva» en su actitud, talizadora...
en su conversión más profunda aún a Cristo, en su totalidad; esto, ... Una cosa es obedecer en base a la consagración bautismal
por diversas razones: en un momento dado, y otra es poner este testimonio público de
1) Es una promesa pública a un tipo de obediencia, al que caridad al servicio de la Iglesia mediante un compromiso tomado
los demás, como cristianos y como miembros de la Iglesia, no es- una vez para siempre y por toda la vida...
tán obligados3Ó. Es un medio particular de perfección de la ca-
Un voto hecho ante la comunidad eclesial confiere a la obe-
ridad.
diencia un carácter sagrado, en cuanto se refiere al compromiso
2) Es una llamada a favor de la Iglesia y del mundo entero,
que se desea asumir para vivir conforme a la voluntad de Dios, y
mediante una disponibilidad total, libre de toda ligadura limita-
para buscarla diariamente gracias a los mediadores que El nos da
dora 37.
3) Es un abandonar la vida entera en manos de Dios, hasta 38
J. M. LOZANO, L'obbedienza: problemi dottrinaü e tentativi di solu-
el punto de no saber siquiera cómo y en base a qué talentos sere- zione, en KOSER y otros, Autorita e obbedienza nella vita religiosa, Milán,
mos empleados; es un dejar a Dios que dé forma a toda nuestra Ancora, 1978, 6, 186.
39
vida. Es una total entrega a la fe. A. G. MATANIC, Autorita e obbedienza nella vita e nella spiritualitá
4) Es un compromiso a vivir la comunión evangélica en pro- dei religiosi da S. Francesco a S. Ignazio di hoyóla, en KOSER y otros, op.
cit., págs. 106, 135-136; G. O. GIRARDI, op. cit., págs. 47-67; Evangélica
fundidad, en una comunidad y conforme a una comunidad no na- testificatio; Perfectae caritatis, nn. 1, 4, 5, 14; B. RUEDA, en Eccomi, Signo-
re, escribe (pág. 78): «La intensidad de adhesión a la obediencia es mayor
34
Perfectae caritatis, n. 14. en el religioso, por lo menos en lo que se refiere a la forma y al plan de
35
STO. TOMÁS DE AQUINO, Summa theologica, II-II, q. 44, a. 4 ad 3. vida. En él se realiza una especie de 'condensación' que, ya desde el prin-
34
J. M. LOZANO CMF, Discipleship. Toward an understanding of Religi- cipio, pone toda la vida bajo la obediencia, mientras que para los cristianos
ous Life, Chicago, Religious Life Series, Claret Center for Resources in que no son religiosos esta obediencia se halla más diluida, menos decidida
Spirituality, 1980, pág. 221. con antelación.»
37 * G. MARTEL, L'esercizio pastorale dell'autorita, en K. RAHNER y otros,
H. U. VON BALTHASAR, Vocazione, Roma, Rogate, 1981, págs. 32, 35,
40, 41, 48, 53. op. cit., pág. 197.

144 145
10
y mediante su ayuda. (Hay, pues, mucho más que una leve dife- situaciones y, en otros momentos, de «verificar y autenticar» esta
rencia entre obediencia cristiana y obediencia religiosa)4I. voluntad que yo creo haber descubierto.
La obediencia, por tanto, es la «sacralización» de la conver- Las Constituciones religiosas indican las maneras más detalla-
sión. Su esencia brota de un movimiento interior: «un acto libre das de vivir el plan de salvación de Dios; la obediencia religiosa
de conversión interior, la decisión central de nuestra voluntad cala más a fondo, comparada con la simple obediencia cristiana,
para dejarse transformar por Cristo, sin reservas». en todos los aspectos de nuestra vida personal; estilo de vida, ho-
¿A qué obedecemos mediante este consejo? Ante todo, en ge- rario de la jornada, amigos, colegas, apostolado, formas de oración,
neral: buscamos la voluntad de Dios exteriormente: 1) en el Evan- vestido, e t c . .
gelio; 2) en las Constituciones, y 3) en la vida eclesial, según sus — Obedecemos a la Comunidad eclesial; esto significa que nos
necesidades, tendencia, perspectivas 42. Esto en base a evaluaciones comprometemos a ser abiertos y disponibles para con las necesi-
y decisiones en el interior de nuestra conciencia. Más concreta- dades de Cristo en su Iglesia, en las diversas maneras con que se
mente: presentan: en los cambios propuestos, en las perspectivas cada
— Obedecemos al Evangelio. El Evangelio nos lo interpreta vez más hondas de compromiso cristiano y religioso, en las direc-
la Iglesia: en las homilías, en las exhortaciones, en las cartas pas- tivas, en los compromisos ofrecidos. Prometemos obedecer a la
torales, por medio de los confesores, directores de Ejercicios, maes- Iglesia y a sus guías, ser sensibles a sus quejas, sus necesidades,
tros, superiores, la comunidad. Nos comprometemos a tomar se- sus exhortaciones.
riamente en consideración e interiorizar estas «semillas» meditán- Tenemos que apuntar brevemente las características que dis-
dolas, valorándolas, sometiendo nuestra vida a los deseos que de tinguen la obediencia religiosa de la sacerdotal. La obediencia
esta manera nos manifiesta el Señor. sacerdotal es más «limitada» y deja a la libre iniciativa personal
— Obedecemos a las Reglas y Constituciones; son expresión todo aquello que no está directamente ligado con el ministerio.
del discernimiento comunitario de la voluntad de Dios para nos- Aun en el mismo ámbito del ministerio pastoral existen más bien
otros. La comunidad, como tal, tiene el deber de anunciar el plan normas generales que sirven de orientación, pero dejan lugar a una
de salvación como está revelado en el Evangelio. A veces será amplia iniciativa y creatividad según el celo apostólico personal.
necesario sacrificar nuestras opiniones, aun las más correctas o ló- La obediencia de un religioso, en cambio, es el holocausto com-
gicas, si no hay serios y objetivos motivos de conciencia, o se nos pleto de la vida misma, de la propia vida en todos sus aspectos 44.
pide algo contrario a la caridad. La obediencia a la Regla y a las Si un sacerdote diocesano quiere consagrarse más decisiva y total-
Constituciones incluye asimismo la obediencia al superior recono- mente, puede hacer esta oblación ya al obispo, ya en un instituto
cido y en cierto modo aprobado por la Iglesia. Es indispensable secular. Pero esto es un compromiso que va más allá de la obe-
una amorosa colaboración entre el superior y el religioso en la diencia prometida al obispo el día de la ordenación.
búsqueda cotidiana del plan de salvación de Dios para cada uno. Llegados a este punto, después de haber reflexionado sobre
La sincera lealtad a los superiores y la confianza que en ellos pon- la llamada y sobre la amplitud del voto de obediencia, podemos
gamos, en cuanto sacramentos de Cristo, inspirará al propio tiem- preguntarnos en qué medida es útil y significativo, si vale la pena
po al superior en su voluntad de confiarnos un compromiso por vivirlo y cuál es su valor de testimonio en la cultura actual basada
el Reino de Dios 43 . Puesto que también él es «subdito», tratará en la independencia, la satisfacción de los impulsos y la realiza-
de ayudarnos a encontrar la voluntad del Padre en determinadas ción personal. El voto de obediencia es un signo positivo; un sig-
no para nosotros y para el mundo de las cuatro dimensiones de la
41
B. RUEDA, op. cit., págs. 74-79. dinámica sobrenatural dentro de las realidades humanas; la obe-
42
J. M. LOZANO, op. cit., pág. 2.48.
45
P . HlNNEBUSCH, Op. C¡t., pág. 108. 44
P. DEZZA, op. cit., pág. 292.

146 147
diencia es, ante todo, Cristológica; en segundo lugar, Eclesiológi- bargo, verdad que nuestra obediencia es distinta de la de Jesús.
ca; en tercer lugar, Escatológica, y, finalmente, Ascética. I. Para nosotros, la voluntad del Padre no está siempre clara,
Examinemos ahora estos cuatro aspectos: aun cuando la buscamos 47.
II. No siempre asentimos total y radicalmente.
III. La intensidad con que queremos lo que el Padre quiere
1. Cristológico
es distinta, estorbada a veces por nuestras incoherencias persona-
les, efecto del pecado original.
Si bien Cristo no fue un religioso, sujeto a un superior directo, No obstante, la Iglesia nos exhorta a ser luz en el candelero,
ni miembro de la Iglesia, sujeto a una jerarquía145, su obediencia que irradia, refleja a Cristo, el cual «se despojó de sí mismo, to-
en relación al Padre y en relación a los apóstoles y discípulos fue, mando la condición de siervo... y se humilló a sí mismo hacién-
en ambos casos, una experiencia de sumisión a una obligación no dose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz» (Flp 2,7-8), y
impuesta desde fuera, sino una comunicación de vida, de vida por nosotros «de rico, se hizo pobre» (2 Cor 8,9)4*. La obediencia
divina, de amor 46 . de Cristo fue servicio, amor que se transformaba en obediencia
La obediencia de Jesús, pues, no es sólo un modelo que hay de sacrificio, un sacrificio salvífico, redentor, de todo él mismo,
que admirar, sino una vida que hay que imitar. Los documentos hasta la muerte. Así tiene que ser nuestra obediencia. Como fue
dicen: «Los religiosos no sólo deben insertarse en el misterio de la de Cristo, una obediencia pasiva: «él se ofreció a sí mismo»,
Cristo, sino que han de asumir el modelo de la misma obediencia «no abrió la boca», «aprendió a obedecer por sus sufrimientos»
práctica de Cristo» (cf. LG 42; PC 14; ET [AAS 63]). como expresión de sumisión interior a la voluntad del Padre.
Se nos puede preguntar de qué manera practicó Jesús la obe- Y esto vale también para nosotros. Como fue la obediencia de
diencia. Cristo, una obediencia activa en la relación de padre a hijo, en la
a) En su relación con el Padre; era una relación de devoción expresión de su persona, en su particular intimidad con el Padre
filial, de amor obediente hacia aquel amor que era «forma, impulso (amor recíproco), en la enseñanza, en la oración, en la presencia,
y contenido de su vida». También nosotros, como religiosos, ofre- sufrimiento, compromiso, desprendimiento "9. Y esto vale también
cemos nuestra vida a Dios para que la transforme día a día y la para nosotros.
colme de ardor, de amor, para que el Padre se manifieste en cada
b) También la relación de Cristo con sus apóstoles y los
movimiento de nuestro ser. Esto no quiere decir que estemos dis-
discípulos debe ser manifestada, señalada por la obediencia reli-
puestos a ofrecer ciertos actos para «merecer» el amor del Padre,
giosa. ¿Cómo? Por ejemplo, en la relación entre superior y reli-
sino que nos hacemos totalmente disponibles para la unión de
gioso; Cristo fue director espiritual, oyente, médico, el que desa-
pensamiento con el Padre, y para expresar este pensar en la rea-
fiaba, reprendía, amaba. Así tenemos que ser también nosotros,
lidad concreta a fin de llevar a El todas las cosas. Esto, lo mismo
obedientes al Espíritu, que habita en cada uno de nosotros.
que en Jesús, implica la renuncia a todo plan personal que no
esté de acuerdo con su voluntad, y lleva consigo el empeño por
discernir, descubrir y poner en práctica sus planes. Es, sin em-
47
45
K. RAHNER, Christ as tbe Exemplar of Clerical Obeiience, en Obe- K. RAHNER, Considerazioni dogmaticbe sulla scienza e coscienza di
dknce to tbe Church, Washington, Corpus Books, 1969, págs. 1-2, 11. Tam- Cristo, en Saggi di cristologia e di mariólogta, Roma, Ed. Paoline, 1965,
bién K. RAHNER, Cristo modello dell'obbedienza sacerdótale, en RAHNER y págs. 199-238. Rahner hace una interesante evaluación de la relación exis-
otros, op. cit., pág. 24. tente entre «conciencia de la filiación divina» en Cristo y su gradual evo-
46 lución por lo que se refiere a la objetivación.
S. LYONNET SJ, Autoritá e obbedienza alia luce della scrittura, en 48
KOSER y otros, op. cit., pág. 42. humen gentium, n. 42.
49
I. DE LA POTTERIE SJ, Op. cit., págS. 13-14.

148 149
2. Eclesiológico lidad que se contempla solamente en el interior de nuestros insti-
tutos. Es un hecho eclesial: ante todo p o r q u e . . . es "un don divi-
El segundo aspecto específico de la obediencia religiosa lo da no que la Iglesia ha recibido de su Señor' (cf. L G 43). Luego...
su esencia «eclesiológica». Rahner escribe: «La obediencia es una la Iglesia lo recoge y lo ofrece, en unión a la oblación del sacrificio
forma de vida permanente que da al hombre una orientación ha- eucarístico (cf. L G 4 5 : 'Esto es mi cuerpo ofrecido por vos-
cia Dios. Tal orientación es eclesiológica, puesto que por ella el otros'). Se expresa de este modo, aun en el plano de la liturgia...
religioso manifiesta la esencia característica de la Iglesia» 5 0 . El la fecundidad de la obediencia consagrada (como también la di-
Espíritu pide al religioso profesar la obediencia no principal o mensión apostólica del contemplativo)» 5 1 .
esencialmente por la perfección de sus miembros y / o de la comu- La obediencia religiosa es, pues, la consagración de la persona
nidad, sino para una misión eclesial (cf. 1 Cor 12,7; LG 7). El al bien de toda la Iglesia, para reforzar en las almas el Reino de
voto de obediencia religiosa indica ai mundo que Dios quiere la Cristo, y difundirlo en todas las partes de la tierra. Por consi-
santificación de su pueblo en la asamblea cristiana, en la jerar- guiente, en el discernimiento deben tomarse en consideración tan-
quía, en la comunidad organizada en base a una recíproca dispo- to las necesidades de la Iglesia local como las de la Iglesia uni-
nibilidad; la comunidad religiosa es el signo de la comunidad de versal. Una pequeña comunidad debe tomar sus decisiones en el
la Iglesia; es el signo de la alianza de la que la Iglesia es realiza- contexto de la comunidad eclesial más extensa, no sólo teniendo
ción concreta; es la indicación a los fieles de cómo la obediencia, en cuenta la vida de la Iglesia y de sus necesidades, sino escuchan-
en la Iglesia, está basada en el Evangelio, como práctica de amo- do también a aquellos pastores que han recibido su ministerio por
rosa sumisión a la autoridad, vivida en el interior del pueblo de sucesión apostólica 52 . La obediencia es, pues, una total consagra-
Dios, de cooperación activa y amorosa en el plan redentor, bajo ción a la misión de la Iglesia universal, en cuanto manifiesta el es-
la mediación, bajo la «guía» del Espíritu. Obedecer quiere decir píritu de la Iglesia en el ambiente elegido como más apto para esa
vivir, como hace la Iglesia, la plenitud del misterio de muerte y persona, por el Espíritu Santo, según los dones y carismas distri-
resurrección. Este voto recuerda al pueblo de Dios su llamada, y buidos por El (cf. L G 4 6 ; PC 1-2). Todos los dones personales
la de la Iglesia, al servicio, a la disponibilidad, al sufrimiento como se dan con el fin de construir la Iglesia para que ella sea el Cuerpo
participación en la oblación de Cristo; expresa la comunicación de Cristo (Ef 2,12; 1 Cor 13).
amorosa de Dios, concretada en el mutuo diálogo confiado y en En una palabra, pues, el voto de obediencia nos hace signo
la entrega final a un destino más significativo, visto ahora sólo de la Iglesia, disponibles a servir la amorosa voluntad de Dios y
en «enigma». La obediencia religiosa es signo de la dedicación ex- anhelantes de discernir, para sí mismo y para los demás, a qué
clusiva de la Iglesia, de todas sus energías al Señor, y a lo que a conduce, aquí y ahora, esta voluntad, y de ayudar a los otros para
El le place. que ella se cumpla 51.
Es, por tanto, fundamental recordar que no sólo somos testi-
gos del amor y de la disponibilidad de Cristo para redimir a sus
hijos, sino que, mediante nuestro voto de obediencia, testimonia-
mos el compromiso y el amor universales de la Iglesia. Por tanto,
como escribe un autor: «La obediencia consagrada no es una rea- 51
G. O. GIRARDI, op. cit., pág. 116.
52
50
L. G. VEGA, Autoridad y obediencia en la vida religiosa, Madrid, Ins-
K. RAHNER SJ, Some Reflections on Obedience, en R. W. GLEASON SJ tituto de Vida Religiosa, 1974, pág. 125.
53
(editor), Contemporary Spirituality, Nueva York, Macmillan, 1968, pág. 134. J. M. R. TIIXARD OP, Autorité et vie religieuse, en NRTh 88 (1966)
Conceptos similares se encuentran en G. MARTELET SJ, The Cburch Holiness 786-806. Este escribe: «La autoridad religiosa es un misterio eclesial, un ser-
and Religious Life, en GLEASON (ed.), Contemporary Spirituality, pági- vicio prestado al grupo y a los individuos como ayuda para descubrir la
nas 84-111. voluntad de Dios, aquí y ahora.»

150 151
3. Escatológico: signo de eternidad modo que toma posesión de nosotros en toda nuestras dimensio-
nes y las hace trascender para conducirnos, más puros, a El.
El voto de obediencia es testimonio de eternidad, manifesta- Por otro lado, el voto de obediencia, por su misma naturaleza,
ción del poder de la gracia sobrenatural; es aceptar, en la fe, en- implica también una renuncia a ciertos niveles, ciertos medios,
tregarse; es creer, a pesar de la propia impaciencia, que puede solamente para lograr una más plena realización. Afirma un psi-
haber, hay y habrá, una mística unión de voluntades entre el Pa- quíatra: «Es mediante el repetido consentimiento de la satisfac-
dre y el Hijo, entre el Hijo y nosotros. La obediencia nos recuer- ción de ciertas necesidades, y el rechazo de satisfacer otras, como
da que el poder del amor es infinito y que la entrega de ese amor se desarrolla el dinamismo humano en determinadas direcciones
desemboca en la unión de voluntades. La obediencia es un signo particulares en el curso de la vida humana» ¡A. Esto mismo vale
de que el Reino de Dios está presente al declararnos totalmente para el crecimiento sobrenatural integrado con el crecimiento
disponibles a la voluntad del otro, que es Dios y que nos llama humano.
a la unión eterna. En base al voto de obediencia, pues, eso que Examinemos estas renuncias, los tipos de entrega que se nos
podría ser un fracaso, una «desviación» de una parte de nuestra piden, y con qué fin se nos piden.
vida, se integra dentro de un orden, de un plan eterno superior,
en el que no caben fracasos, sino simplemente sentidos de reden-
ción en el plan global del Divino Maestro, que nos ama eterna- 4. Ascético
mente.
Por consiguiente, por estos tres tipos de obediencia religiosa, Dimensión de la renuncia: «Quien quiera venir en pos de mí,
de Cristo, de la Iglesia, de Vida Eterna, percibimos la riqueza po- niegúese a sí mismo, tome su cruz y sígame» (Mt 16,24-26).
sitiva del voto de obediencia. Tal voto de obediencia no es fin en La ascesis cristiana, si bien se presenta ante todo como un
sí mismo. Es una disponibilidad, un ofrecimiento para alcanzar la «sí» al Dios de la vida, es también un «sí» a la manera como la
realización completa de la alianza divina, para sí mismo, y para gracia obró en la vida de Jesús, conduciéndolo a la cruz y a la
el pueblo de Dios. «Si me sigues, yo seré tu Dios y tú serás mi muerte. Es un adherirse a la pasión de Cristo como acto de fe en
pueblo». La obediencia es al propio tiempo una realización al más aquel pacto de amor realizado en la cruz, para la reconciliación
alto nivel, y una modalidad de organizar jerárquicamente los ni- del mundo con Dios 5S .
veles naturales como respuesta a lo sobrenatural, que facilita una La elección de un valor por encima de los demás implica siem-
expresión de fe, tan radical, tan clara, que pueda brillar «en la pre una renuncia. Requiere el abandono de algunos deseos o que-
cima de los montes». El voto de obediencia, al propio tiempo que reres potenciales para poder realizar otros *. Lo mismo dígase de
es un anularse, un «no» a todo lo que se centra sobre sí mismo, la obediencia. La realización personal de los más altos valores so-
individualista, egocéntrico, a todo lo que nos limite dentro de nues- brenaturales, comparados a los puramente humanos, aun morales,
tros planes y proyectos, nos abre a una multiplicidad de reacciones puede alcanzarse en último término solamente con el sacrificio li-
dentro de la comunidad del pueblo de Dios; nos abre a móviles bre de los bienes terrenos; y esto a través de la oscuridad, aspec-
más puros, universales, infinitos, como lo es el más puro amor tos de muerte, dolor, limitación, vanidad del propio querer en
divino; a un servicio que es más eficaz y eterno; a un querer que donde aprendemos a entregarnos a Dios, en la fe y en el amor,
es más fuerte y universal y orientado hacia Dios; a un entendi- abiertos a su «incomprensible destino» s'. La obediencia religiosa
miento que es libre para llegar a la fe superando la razón. En una 54
J. NUTTIN, op. cit., pág. 199.
palabra: esta consagración de la obediencia religiosa es la invasión 55
K.RAHNER, Tbe Passion and Ascetism, en op. cit., págs. 80-84.
del amor germinado en el momento de la consagración bautismal * K. WOJTYLA, op. cit., pág. 157.
57
con el don del Espíritu (cf. Rom 5,5), que se desarrolla de tal K. RAHNER SJ, The Priest and His Superiors, en op. cit., págs. 214-215.

152 153
es una verdadera participación en la cruz de Cristo mediante la ción cristiana. La obediencia religiosa, sin embargo, aun independiente-
mente de estar animada por la caridad, es de tal naturaleza que pone en
cual se puede entrar en su gloria. El religioso obediente es siem- juego las más ricas posibilidades de nuestro ser. Nos acordaremos de
pre, debemos recordarlo, un «amante», y como en todo amante, esto cuando hayamos de demostrar cómo para un religioso la obediencia
el sacrificio de la entrega de sí es una paradoja; si a veces es pro- es el ejercicio de la libertad, del juicio y de la virtud de la prudencia.
fundamente penosa, en un nivel aún más profundo es una alegría, Ella desarrolla lo que hay de más puro y profundo en nosotros —quien
pierda su vida, la encontrará—» (pág. 130).
alegría de la unión y parecido con Cristo.
¿Qué lleva consigo esta entrega del voto de obediencia? ¿A qué «Inútil decir que la profesión religiosa y todos los actos de obediencia
subsiguientes a ella tendrían que ser actos humanos. Si solamente fueran
se renuncia? A algunos de los más preciosos tesoros que posee la actos del hombre, no serían nunca medios para conseguir la perfección.
persona: al derecho de construir el pequeño mundo propio de una Por el contrario, cuanto más presentes estén en mis actos de obediencia,
manera más o menos tranquila y autónoma; al derecho al poder, mayor será el valor moral que poseen, y sólo en esta medida conducen
a disponer de sí; al derecho de desear, decidir, elegir según valores a la perfección. Un acto de obediencia realizado mecánicamente, debido
a una conformidad pasiva o a mentalidad infantil, no es un acto huma-
considerados como buenos, satisfactorios, gratificantes. Aceptamos no, sino subhumano. Y en la medida en que lo es quedará sin valor
permitirle a Aquel que nos ama hacernos preguntas justamente moral. Brevemente: mis actos de obediencia son tanto más perfectos
cuando no desearíamos ser molestados; pedirnos actuar aun cuan- cuanto más actos humanos son; mi obediencia se hará siempre más per-
do no lo quisiéramos, llamarnos al sufrimiento cuando preferiría- fecta con el ejercicio de la libertad, del juicio y de la prudencia» (pági-
na 131).
mos rehuirlo, dejarnos solos cuando querríamos estar con alguien,
y estar con otros cuando desearíamos más estar solos; le pedimos
atraernos a sí, a su designio, cuando tendemos a perdernos en nos- A causa de este proceso dinámico de ascesis, de esta renuncia
otros mismos, en nuestros mezquinos planes. Esta renuncia, hecha requerida por el consejo de obediencia, se evocan y viven simultá-
como consagración al Amado, nos transforma y nos realiza. «La namente muchas virtudes. ¿Cuáles son éstas?
obediencia religiosa, pues, lejos de disminuir la dignidad de la
persona, la ayuda a crecer hasta su pleno desarrollo, habiendo
madurado en ella la libertad de los hijos de Dios» ss. El don de a) Ve59
nuestra confianza, hecho a Dios, se convierte en el don del amor
que El nos hace a nosotros. El nos quiere y nos confía su plan, La obediencia religiosa es un compromiso de la persona a la
llevándonos siempre más de cerca a su voluntad, a su corazón. escucha del Evangelio, de Cristo en su insondable misterio coti-
A. Pié, en su libro Obediencia y vida religiosa, afirma que la obe- diano. Esencialmente es un acto de fe en el Dios invisible, de quien
diencia lleva a la madurez. Escribe así: proviene todo poder, y, en su nombre, es confianza en todos los
instrumentos de los que se sirve Dios para transmitir este orden.
,«Para el hombre —pecador redimido por Dios—, ser perfecto quiere de- Para un simple observador, con frecuencia las exigencias de la fe
cir amar a Dios y al prójimo. De este modo, el que ama está unido con pueden parecer irracionales. La llamada de Dios a morir al propio
Dios, con aquel que es el fin de su vida o, más exactamente, por el que orgullo, a los propios planes, no es nunca racional según criterios
ha sido salvado y elevado a un estado superior respecto al de la natura-
leza —gratia sanans et elevans—. Este amor divino tendría que animar
que no sean los de la fe. Inspirándose en Kierkegaard, Bonhoeffer
todos nuestros actos de virtud y nuestras mismas pasiones; sólo enton- afirma: «Cuando Dios llama al hombre, le ofrece ir a la muerte.»
ces las virtudes superan el objeto inmediato, característico de cada una, Solamente la fe puede dar sentido a esto en una persona que ama.
conducen a Dios como objeto de amor y cumplen su función de perfec-
cionar nuestro ser. De este modo nuestra obediencia debería estar infor-
mada por la caridad para desarrollar toda la potencialidad de la perfec- 59
Cf. MATANIC, op. cit., págs. 134-136; LOZANO, op. cit., pág. 183; LYON-
NET, op. cit., pág. 56; D E LA POTTERIE, op. cit., págs. 21-22; Juan Pablo II
58
G. O. GIRARDI, op. cit., pág. 109. a los religiosos: DEZZA, op. cit., pág. 295.

154 155
b) Esperanza d) Misericordia

La obediencia es una oblación de fe, es un centrarse en Dios Entregándonos en sus manos, por medio de la obediencia, ofre-
solo, soportando las pruebas de la vida con fortaleza, permitiendo cemos nuestras vidas para llevar su compasión a los pobres, a los
a la esperanza dar energía a nuestra vida terrena. La esperanza es ciegos, a los que sufren por la injusticia, a los privados de libertad,
la expectativa de que un día Dios será el «todo», el todo absoluto a los que tienen el corazón quebrantado, a los pecadores, a quien
de mi débil voluntad y de mis vacilantes abandonos. La esperan- tiene necesidad de misericordia aun sin saberlo 6 2 . Nos ofrecemos
za es manantial de fe y generadora de amor verdadero, del «Heme como mensajeros de misericordia en momentos de crisis.
aquí» total. Las crisis de la vida humana no quedan confinadas a su super-
ficie; en realidad, las más trágicas son las que tienen lugar en lo
profundo del alma humana, allí donde residen las características
c) Caridad más ricas y perfectas, y donde pueden tener lugar, por razones sa-
bidas o no, las más graves pérdidas. La misericordia tendría que
La obediencia religiosa es, de dos maneras distintas, una res- hacer llegar su ayuda allí donde el amor de Dios derrama sus be-
puesta al amor: ante todo, se nos pide leer la voluntad de Dios neficios, abarcando la persona entera. Queremos ser este «puen-
en los acontecimientos cotidianos con los ojos de la caridad, ver te». Al mismo tiempo expresamos nuestra fe en el amor miseri-
que si el Padre nos pide algo es porque nos ama apasionadamente, cordioso que El tiene hacia nuestras vidas, en la seguridad de que
aun cuando su voluntad nos crucifique. El amor en la obediencia El será misericordioso en sus mandatos y en sus promesas, en su
reconoce al amor. En segundo lugar, cuando nuestra voluntad ya plegarse a nosotros con amor fiel. La obediencia religiosa es signo
no nos interesa y nos entregamos totalmente a El y a los demás, de las palabras de San Pablo: «Llevamos este tesoro en vasijas de
se hace pura e instrumento de purificación. Aunque todo sea lí- barro para que aparezca que la extraordinaria grandeza del poder
cito, el religioso, mediante la obediencia, reconoce que no todo es es de Dios y que no viene de nosotros» (2 Cor 4,7). Nosotros so-
inofensivo y que no todo conduce automáticamente a la perfección. mos el testimonio de su amor misericordioso; hay misericordia
Algo lícito puede no convenir al bien de los demás (cf. 1 Cor 14, entre los hombres porque hay misericordia en Dios, porque está
1-19). Esto es caridad. Esto es obediencia a la verdad, al delica- el amor de Dios en nuestro Fiat obediente.
do trabajo de Dios en cada alma. Renunciando, pues, aun a esto
que es lícito, no buscando nunca el provecho propio, sino el de los
demás, vivimos el amor, que es un reflejo divino de su inmolación. e) Humildad-docilidada
La renuncia es el símbolo más profundo de la caridad; se hace así
virtud escatológica, signo de la infinita plenitud del amor que se La obediencia es la expresión de una verdad interior, es orde-
encuentra sólo en Dios, en la eternidad. La caridad no tiene cri- nar la realidad teniendo en cuenta al Creador y a las criaturas. So-
terios de medida. La obediencia no es, por tanto, una respuesta a mos criaturas suyas y con Cristo gritamos: «El Padre es mayor
un conjunto de normas, sino a un amor infinito. Adán de Perseig- que yo» (Jn 14,28). Eso es dar a Dios su justo puesto en nuestra
ne, monje cisterciense, ha escrito que «la ley es la caridad que ata vida. Es admitir los límites de nuestra condición humana y la ne-
y obliga» (en Merton, Life and Holiness, pág. 45).
61
Importantes lecturas sobre el tema de la misericordia: JUAN PABLO II,
Dives in misericordia; HINNEBUSCH, op. cit., pág. 172.
62
JUAN PABLO II, Dives in misericordia, n. 2.
w 63
K. RAHNER SJ, Theology and Freedom, en Theological Investigations. Lecturas interesantes sobre el tema de la humildad: Encíclica sobre el
vol. VI, Nueva York, Seabury Press, 1969, pág. 188. celibato sacerdotal, n. 70; Flp 2,6-13; Sir 3,17-18; 20,28-29.

156 157
cesidad de ser salvados. No podemos ser salvados sin abrirnos a orden en nuestra vida; quiere decir que Dios es soberano y su vo-
la mediación. Por lo demás, la condición para estar en comunión luntad, es la nuestra; significa, asimismo, reconocer a los demás
con el Señor, con nuestro Creador, es la humildad, la prontitud con sus objetivos sinceros y reconocer también que, como seres
para servir a los demás que el Señor nos concede para lavarle los humanos, se encuentran también afligidos como nosotros por la
pies. Estamos dispuestos a «vaciarnos» diariamente como hizo El, lucha para vivir en consonancia con la fidelidad de su amor. Pa-
en humilde obediencia. ciencia con nosotros mismos, con Dios y con los demás, en la obe-
diencia cotidiana; sólo quien vive en Cristo puede perseverar has-
ta el fin y «salvar su alma» (cf. Le 21,19).
f) Justicia M

La obediencia religiosa es reconocer y respetar a los demás


como personas, como miembros de un Cuerpo místico, necesitados
también ellos de redención. Esto quiere decir que, en nuestra «se-
mejanza herida», estamos dispuestos a restituir lo que con tanta
generosidad hemos recibido, «para que todos seamos uno». Esta-
mos dispuestos, mediante la obediencia, en la comunidad, a dar
a cada uno lo que es necesario para que realice su plan en armo-
nía con el universo guiado por Dios, para que, en base a esto, to-
dos podamos alcanzar la unión con Dios.

g) Pacienciaa

Si hemos entregado sincera y totalmente nuestra voluntad al


Padre, se nos pedirá que sepamos «esperar». Con frecuencia
caminaremos en la oscuridad, esperando la realización de su plan
en nuestra vida; esperaremos que se cumpla su amor, su Reino,
lentamente, en nuestra vida cotidiana y en la de aquellos con los
que vivimos. La sequedad, el ansia, la confusión, la oscuridad, la
incertidumbre serán nuestra compañía debido al riesgo que he-
mos asumido en la fe. El único remedio es la paciente esperanza.
Si la impaciencia proviene de una sensación de «formal y desen-
frenada seguridad en nosotros mismos», la paciencia es el único
remedio para este tipo de autoindulgencia y falta de confianza en
la entrega obediencial. Tener paciencia significa mantener el justo

" Interesantes lecturas sobre el tema de la justicia: Dives in misericordia.


6!
D. VON HILDEBRAND, Transformaron in Christ, Baltimore, Helicón
Press, 1948; 1963, Edition Holy Patience, págs. 256-272.

158
159
IV cia» 67. Todo miembro tendría que participar activa y responsable-
mente en el proceso de discernimiento, sostenido por el carisma
CARACTERÍSTICAS que el Espíritu Santo «distribuye entre los fieles de cualquier con-
DE LA OBEDIENCIA RELIGIOSA MADURA dición» (LG 12).
La corresponsabilidad (no sólo en lo que toca al discernimien-
to, sino en el autocontrol) se fundamenta en la fe y la fe se con-
creta mediante la subsidiariedad y la descentralización, compar-
tiendo la responsabilidad con todos aquellos que han sido elegi-
dos por Dios y que juntos tratan de discernir en los acontecimien-
tos, en las demandas y aspiraciones de cada uno... cuáles son los
verdaderos signos de la presencia y del plan de Dios, y vivirlo con
fidelidad. Los miembros corresponsables tratan constantemente de
elegir las circunstancias y las situaciones que permitan, a ellos y
¿Qué nos pide concretamente el Evangelio y qué nos dicen los a los demás, «contemplar a Dios más de cerca». «La conciencia
documentos de la Iglesia a propósito de la obediencia? ¿Qué ac- personal debe tener una presencia de evaluación responsable aun
titudes y providencias debemos asumir si queremos darnos de de lo que es mandado y que ha de ejecutarse por obediencia»
modo perfecto, total y exclusivo a su voluntad? (Santo Tomás, De Vertíate, q. 17, a. 5).
Ilustraremos ahora algunas de las características que debere- Esto conlleva la necesidad de ser:
mos encontrar en nosotros por lo que se refiere a la obediencia
comunitaria.
B) PERSONAS PARA- EL REINO DE DIOS
A) CORRESPONSABILIDAD "
Nuestra única meta debería ser la de intuir y vivir los pensa-
El religioso no puede renunciar totalmente al uso autónomo mientos divinos, ser sensibles a la palabra revelada interiormente,
de libertad y responsabilidad aun cuando el superior le haya dado tener los mismos «sentimientos» que Jesús (Flp 2,5). Esto supone
una orden precisa o un permiso; la última responsabilidad perma- buscar una sabiduría que no es de este mundo: «la sabiduría de
nece siempre en la conciencia del sujeto. este mundo es vana delante de Dios» (cf. 1 Cor 2,14). Intentamos,
El peso de las decisiones, de las opciones, de la vida espiritual pues, trascender todo fin terreno y utilitario y dejarnos guiar por
no se le debe endosar únicamente a la obediencia. Esto sería in- la fe. Es, por tanto, necesario un corazón en continuo discerni-
fantilismo. miento.
Quizás haya que realizar cosas que no son «conforme al gusto»
del superior, pero que están, sin embargo, «dentro de la obedien- C) CONSTANCIA Y ESTABILIDAD
EN EL DISCERNIMIENTO OBJETIVO
66
Interesantes lecturas sobre el tema de la corresponsabilidad y del dis-
cernimiento: GIRARDI, op. cit., págs. 119, 121, 126; G. CORALLO SDB, L'edu-
caúone all'obbedienza, en RAHNER y otros, op. cit., pág. 257; T. GOFFI, Rin- La conciencia de un religioso trata siempre de cotejar con el
ncvamento delle forme di obbedienza nella vita religiosa, en KOSER y otros, superior, con los miembros del grupo y con las Constituciones del
op. cit., pág. 257; L. BOMBÍN, L'obbedienza religiosa nel diritto canónico,
CT
ibíd., pág. 331. K. RAHNER, The Priest and His Superiors, en op. cit., pág. 133.

160 161
11
Instituto (ya que las normas de la comunidad son la actualización todo no les ofrecemos la posibilidad de abrir el corazón con es-
del Evangelio en el mundo de hoy), con la Iglesia, con las propias píritu de amistad filial (LG 20, 24, 27, 28). La Lumen gentium
intuiciones, con sus disposiciones psicosociales, la decisión que se nos induce a esto, y muchos autores ponen constantemente de re-
adapta, de la manera más realista, a la voluntad del Padre para él. lieve esta capacidad fundamental: «cuando se trata de un solo
Por consiguiente, un religioso tendría que ser capaz de distinguir miembro, la norma sugiere no juzgar a nadie sin haberlo escuchado
entre expectativas e idealizaciones irreales y posibilidades concre- antes» *9. Si se es capaz de escuchar, entonces hay posibilidad de
tas de testimonio como respuesta a la llamada de la obediencia66. diálogo honesto.
Un discernimiento global implica por eso la imposibilidad de limi-
tarse y encerrarse siempre dentro de las normas «institucionales»,
porque a veces lo que es «según la ley» puede no ser prudente, y
E) APERTURA AL DIALOGO TO
viceversa. Un religioso que discierne tiene que estar atento a la
voluntad de Dios aún más allá de la norma, teniendo en cuenta
las necesidades de la comunidad eclesial, los deseos, los análisis El diálogo es el paso preliminar para decidir. Toda decisión
constructivos y sugerencias de otros y el tipo de trabajo en que tendría que estar hecha en espíritu de apertura mutua y mutua
están involucrados. Este discernimiento requiere, naturalmente, confianza. Toda persona, superior y religioso, tendría que tratar
una postura de constante reflexión sobre la propia conciencia y sus de entrar en el pensamiento del otro, siempre dispuesto a dilatar,
renovar y cambiar los propios puntos de vista. El diálogo habría
límites, sobre la posibilidad de poner en práctica la decisión, y
de ser sincero, abierto, sin rigidez ni prejuicios: «no tendría que
sobre las incertidumbres y riesgos que la misma implica. En otras
haber condenas a priori y mucho menos polémicas ofensivas». El
palabras, tenemos que preguntarnos sobre: 1) nosotros mismos;
cardenal Garrone, repasando la Ecclesiam suam y el apartado so-
2) el objeto en sí mismo, esto es, el tipo de acción que se quiere
bre el arte de la comunicación espiritual (51, 52), presenta cuatro
emprender; 3) las consecuencias de la acción; 4) sus motivos, y
características para un diálogo maduro:
5) su entidad de valores evangélicos. Se necesita asimismo man-
1) Claridad: mediante el ejercicio de las más altas facultades
tener la disponibilidad a meditar sobre estas mismas reflexiones;
del hombre.
una vez que se ha tomado la decisión, juzgar honestamente sobre
2) Afabilidad: característica de quien es pacífico, paciente,
sus consecuencias. El discernimiento, por tanto, es necesario con
generoso, no soberbio, no hiriente, no ofensivo.
el fin de «no obstaculizar la acción del Espíritu Santo». «No ex-
3) Confianza: fiarse del valor de la palabra y en la disponibi-
tingáis el Espíritu; no despreciéis las profecías; examinadlo todo,
lidad honesta de ambas partes.
y quedaos con lo bueno» (1 Tes 5,19-21).
4) Prudencia: conocer la sensibilidad del otro, tener en cuen-
Para poder juzgar es, pues, necesario:
ta las disposiciones morales y psicológicas de ambos y afrontar la
discusión de manera conveniente.
El diálogo sincero y veraz, sin prejuicios, sólo se construye so-
D) CAPACIDAD DE ESCUCHA
bre el profundo respeto interior a los demás y sobre la confianza
en ellos. Entonces hemos de valorar a los individuos.
Ni la autoridad ni el religioso son capaces de interpretar con
certeza y objetividad el bien espiritual, para sí o para otro, si ante 69
M. PELLEGRINO, La falsa antinomia tra autorita e liberta, en RAHNER
68
Por lo que se refiere a las «expectativas no realistas» y la necesidad y otros, op. cit., pág. 160.
70
de discernimiento, consúltense RULLA y otros, op. cit.; GOFFI, op. cit., pá- Lecturas interesantes sobre la utilidad del diálogo pueden encontrarse
ginas 291-294, 275-276; B. LONERGAN, L'intelligenza: studio sulla compren- en Jn 13,14-17; Ecclesiatn suam, nn. 51, 52, 55, y en G. MARTEL, L'eserci-
tione dell'esperienza, Alba, Ed. Paoline, 1961. zio pastorale dell'autorita, en RAHNER y otros, op. cit., págs. 214-215.

162 163
F) VALORAR A LOS INDIVIDUOS 71
nión». Todo miembro, en la fe y en la alegría, respetando y valo-
rando las competencias de cada uno a su nivel, desea entablar co-
Tanto los superiores como los religiosos han de ser muy cons- munión con los demás, libres, pobres y frecuentemente limitados
cientes de su pobreza, sabedores de que solos, como individuos, no como él; confirmar de cuando en cuando, discernir nuevamente de
están en grado de ver de una manera global el bien propio o de cuando en cuando, los recíprocos carismas y ministerios, orientarse
toda la comunidad. El Vaticano I I reclama la necesidad de colabo- de modo más completo, en la fidelidad al Espíritu, al mayor bien de
ración entre muchos para que el bien común pueda ser más rico y la Iglesia, del Instituto. De este modo juntos llegamos a pregun-
más completo. Esto supone que tenemos que apreciarnos mutua- tarnos no tanto lo que la comunidad quiere, sino lo que la comuni-
mente y desear que los demás sean distintos de nosotros para po- dad cree que Dios pide de ella. De otra forma podrían existir
der enriquecernos con el intercambio, abrirnos a soluciones más group biases, esto es, ilusiones colectivas. La individualidad y el
hondas, a puntos de vista y medios diferentes, dentro de una visión valor del individuo o del grupo son puestos entonces en la perspec-
evangélica, eclesial y del Instituto. ¡Qué desastre si nuestro cuerpo tiva correcta, como búsqueda del amoroso plan de Dios, de lo que
fuera todo manos y la sociedad estuviera compuesta toda ella de ha planeado para nosotros, para redimirnos, para llamarnos a con-
mujeres o toda de hombres, patronos o empleados, chóferes o al- versión.
caldes. Desear que todos piensen exactamente como nosotros, que Un teólogo, comentando los documentos del Concilio, afirma:
hagan lo que nosotros, que sientan como nosotros, significa negar «La variedad de dones ha hecho nacer una variedad de comunida-
y privar a los demás de la cualidad diversificadora de los carismas des religiosas o de vida consagrada (PC 1); pero en cada una, me-
y de la acción del Espíritu Santo que trabaja en ellos; no es el de- diante una nueva redistribución de carismas y ministerios, que el
seo de negar la individualidad, que es la base de la verdadera liber- Espíritu Santo provee para cada miembro (LG 12), se realiza una
tad y obediencia. Por consiguiente, tiene que haber una mutua variedad complementaria de competencias y, por tanto, de funcio-
confianza en el hecho de estar aquí para «hacer su voluntad» como nes, de cargos... Todo, sin embargo, es querido y ordenado por el
quiere el Espíritu, al elegir y llamar a la persona en toda su unici- Espíritu para una orgánica y ordenada corresponsabilidad, que,
dad. Si hay auténtico aprecio de la persona, puede haber también mediante la activa colaboración, construye en la caridad todo el
mayor respeto y consideración al bien común y una más armoniosa cuerpo» (Ef 4,7-16).
complementariedad. Por consiguiente, el amor por los carismas del Espíritu presen-
tes en cada persona aumenta su estima y ayuda al individuo en la
realización de la actividad apostólica con un gozo más profundo,
no en nombre propio, sino en nombre de la comunidad generosa
G) COMPLEMENTARIEDAD: y obediente que lo manda. Esto quiere decir trabajar por el bien
APRECIAR EL BIEN COMÚN 72 común, por fines comunes del Instituto. El trabajo de uno se con-
vierte en trabajo de todos, y Dios es doblemente glorificado. Esta
Cuando los individuos encuentran alegría y enriquecimiento en complementariedad para el bien común supone en cada uno un sis-
los dones recíprocos del Espíritu se logra una complementariedad tema de valores evangélicos estables e interiorizados.
que favorece la ayuda mutua y las relaciones activas de «comu-
71
Lecturas sobre la valoración del individuo: 1) L. SUENENS, Obbedienza
e fedelta, en RAHNER y otros, op. cit., pág. 268; 2) K. RAHNER, Cristo mo- H) INTERIORIZACIÓN DE LOS VALORES EVANGÉLICOS
áello deü'esperienza sacerdotale, en RAHNER y otros, op. cit., pág. 18;
3) G. O. GIRARDI, op. cit., pág. 119.
72
El religioso obedecerá voluntariamente si, a través de pruebas,
Lecturas sobre el bien común y la complementariedad: 1) G. O. GI- luchas, tentativas, en la alegría y en el dolor, con constancia y con
RARDI, op. cit., págs. 119-123; 2) 1 Cor 10,26.31-33.

165
164
fe, ha formado su voluntad con actos de generoso desinterés. No Una personalidad madura puede ser auténtica en el voto de obe-
sólo hemos de .creer en los valores de Cristo, sino que hemos de diencia al ser dueña de sus reacciones espontáneas; sabe usar la
confrontar también nuestros ideales personales con esos valores de inteligencia y la razón y puede trascender sus intereses personales
Cristo, de la Iglesia, de la comunidad. en pro de una visión más objetiva, libre de prejuicios puramente
Las siguientes preguntas pueden servirnos como pautas para emotivos, no influida por prejuicios o preferencias personales en la
indagar si los valores de Cristo se hallan interiorizados en nos- elección. Ella trata de dar un aporte constructivo a la comunidad,
otros: de estar con los demás en una relación personal y profunda sin
1) ¿Estoy dispuesto a comprometerme sin recibir a cambio huir la soledad requerida por el «sí» de Getsemaní, si fuera nece-
reconocimiento o recompensa de otro? sario. Algunas investigaciones (Rulla, etc.) indican claramente
2) ¿Estoy disponible para sacrificar lo que haya en mí que cómo las decisiones y el discernimiento son tanto más objetivos
obstaculice la realización del pacto de amor infinito de Dios? cuanto más madura es la persona a todos los niveles.
3) ¿Estoy dispuesto a servir como él quiere y a hacerlo con Por consiguiente, la capacidad de vivir el voto de obediencia
gozo y creatividad? que deriva de la interioridad jerárquicamente ordenada se mani-
4) ¿Me daré por entero a mí mismo, gastándome por la salva- fiesta en la vitalidad, en la alegría, en todos los frutos del Espíritu
ción de las almas, olvidado de mí mismo? (Mt 7,16): amor, alegría, paz, comprensión, cordialidad, bondad,
Si puedo responder «sí» a estas preguntas es probable que el fidelidad, mansedumbre, dominio de sí. Ninguna ley puede «for-
valor de la obediencia tenga en nosotros profundas raíces y esté zar» estos frutos (Gal 5,22-23). La ley del amor se manifiesta en el
interiorizado por sí mismo; la semilla de la llamada a la entrega «heme aquí», puesto a prueba pero fiel, en el interior de la perso-
encontrará en nosotros «campo» natural, consistente y fértil para nalidad integrada.
poder dar fruto.
Para sostener los valores es, por tanto, necesaria una:

I) PERSONALIDAD PSICOLÓGICAMENTE MADURA73

Si tenemos confianza en nosotros mismos, si nos conocemos,


seremos capaces de valorar realísticamente, con profundo sentido
de admiración y gratitud, nuestra real capacidad y nuestros dones.
Al propio tiempo seremos profundamente conscientes de nuestras
limitaciones y de la necesidad que tenemos de los carismas de otros.
75
Lecturas sobre la «madurez psicológica»: 1) L. M. RULLA, op. cit.;
RULLA y otros, op. cit.; KIELY, op. cit.; 2) B. AHERN CP, Maturity: Chrisiian
Perfection, en «The Way. Supplement», 15 (1972) 3-16; 3) B. AHERN CP,
Christian Maturity and the Cross of Christ, en Proceedings of the Congress
on the Wisdotn of the Cross, Turín, LDC, Leumann, 1975, II, págs. 9-17;
4) B. AHERN CP, Jesús, the Priest, Source and Model of Consacrated Service,
en «L'Ossetvatore Romano» (ed. inglesa), 2 septiembre 1976, págs. 7-8;
5) I. VALLE, Persona, comunita e obbedienze: problemi psicologici, en Ko-
SER y otros, op. cit., pág. 232.

166 167
V a) Nivel presocial
RELACIÓN ENTRE
ELEMENTOS HUMANOS Y TEOLÓGICOS A este nivel comienza uno a verse a sí mismo como separado
DE UNA OBEDIENCIA MADURA de los demás. En general, en las primeras etapas de la infancia
brota un sentido de diferenciación, de ser «alguien» diverso de los
demás. Se forma un ideal rudimentario basado en nuestras necesi-
dades, en la satisfacción de las necesidades fisiológicas. El otro es
simplemente «útil»; no es posible ninguna verdadera integración
social o mutuo intercambio. Si el religioso obedece a otro porque
no tiene este sentido de diferenciación y no puede prescindir del
otro, se halla en este nivel.

A) DIFERENCIACIÓN, UNIDAD,
INTEGRACIÓN DE LA PERSONA COMO PRESUPUESTOS b) Nivel impulsivo

1. Niveles de desarrollo del yo (Loevinger)74 El niño comienza a estar preocupado por los propios deseos e
impulsos que sirven para afirmar y consolidar el sentido del «yo».
Si obedecer significa darse de nuevo a Cristo y a su Iglesia con No hay aún un control interior, y el ambiente sirve para «enseñar»
toda nuestra persona, debemos ante todo ser un «yo» para darlo. el control de los impulsos mediante la recompensa o el castigo. El
Si la obediencia madura implica capacidad de conciencia, discerni- niño evita hacer el mal orientando la agresividad hacia sí mismo,
miento personal, interacción y apertura a los demás y a la verdad sintiéndose avergonzado y culpable al desistir de cualquier cosa
clel Evangelio, autonomía, entonces debe ser una personalidad hu- contraria a las «normas» recibidas. Está en este nivel el religioso
mana fundamentalmente integrada, capaz de hacer todo esto. que obedece porque tiene vergüenza o se siente culpable si desobe-
¿Cómo se llega a la madurez? ¿Qué nivel de crecimiento hay en dece o porque «el superior ha dicho esto» y «es mejor obedecer,
la base de nuestras diversas respuestas a la llamada a la entrega? de otro modo...». Se halla en este punto también cuando trata
¿Por qué a veces somos incapaces de ir adelante, de dialogar y dis- siempre de obtener lo que quiere, a toda costa, e independiente-
cernir fácilmente como querríamos? Todo el problema del desarro- mente de los demás.
llo está aquí en juego. Jane Loevinger, una conocida psicóloga
americana, ha formulado una teoría con etapas diferenciadas de
desarrollo del yo, correlativas también al desarrollo de la concien- c) Nivel de autoprotección
cia. Puesto que la obediencia implica una «justa conciencia objeti-
va», consideremos estas etapas para ver a qué nivel hemos llegado A este nivel, el niño se preocupa de evitar el dolor, buscando
y para conocer nuestra capacidad de entrega total a él. huir de los peligros internos y externos. Es capaz de controlar los
impulsos que pudieran parecer peligrosos y aprende a posponer la
74
satisfacción cuando ello es útil o conveniente. Con frecuencia tiene
J. LOEVINGER, Origins of Conscience, en M. M. GILL-P. S. HOLZMAN lugar una oscilación entre completa sumisión y explosiones impul-
(editores), Psychology vs. Metapsychology. Psychoanalytic Essays in Memory
of George Klein, Nueva York, International Universities Press, Psychological sivas de dominación que se calman en seguida. Se hallan al mismo
Issues, vol. IX, 14, monografía 36, 1976, págs. 289 y sigs. tiempo presentes una forma de vulnerabilidad y un naciente senti-

168 169
do de seguridad motivado por los éxitos obtenidos al dominar el mismo ni a los demás. Apaga la televisión ante la petición del su-
ambiente y a sí mismo con fines autoprotectores. perior porque sabe que tiene algo de bueno para ofrecer y recibir
Un religioso que se halla a este nivel puede obedecer según su de los demás.
capricho; generalmente es permisivo y condescendiente, pero con
fines de resistencia pasiva o de dominación que desaparecen pron-
to. Trata de dominar ambos flancos de su potencialidad: sentirse f) Nivel autointegrado
seguro, ya aceptando el control de los demás sin perder el sentido
de individualidad, ya controlando a los demás y dominándolos. A este nivel, el joven adulto tiende o es capaz de tolerar la am-
bigüedad moral sin sentido interior de remordimiento, culpa, des-
integración o condena moral. Está en disposición de valorar de
d) Nivel conformista modo desinteresado éxitos y fracasos y puede asumir la responsabi-
lidad sin maniobras defensivas, planeando de manera realista el
A este nivel, el problema de la autoprotección y de la autonomía logro de sus ideales objetivos y desinteresados, tolerando a lo largo
se resuelve mediante la identificación con la autoridad. Se identifi- de este camino la presencia de diferencias individuales. Se encuentra
ca plenamente con quien ostenta el poder, y, por consiguiente, en a este nivel aquel religioso que puede obedecer con un sentido cla-
el subconsciente se tiene la impresión de compartir este mismo ro de las propias limitaciones y fracasos, y, sin embargo, alcanza a
poder. Este nivel lo han alcanzado muchos, pero no todos los ni- encontrar y crear un plan constructivo para realizar su unión con
ños. Las normas, el standard de los padres, se aceptan en cuanto Cristo, integrándolo con las sugerencias y órdenes de los demás,
que son fuentes subsidiarias de poder y de dominio, sin amenaza de los superiores. No está amenazado por diferencias individuales,
de peligro. Un religioso a este nivel se identifica totalmente con el puede tolerar ambigüedades y hacer distinciones entre lo esencial
standard, los puntos de vista, las propuestas, las sugerencias del y lo accesorio. Es abierto, sensible y flexible, pero claro y estable
superior o del instituto, porque «saben más» y «tienen más expe- en perseguir los medios que lo llevan a alcanzar el fin de la propia
riencia» o porque «lo hacen todos y debemos hacerlo también vida, esto es, la voluntad de Dios.
nosotros». Hay conformidad con las reglas independientemente de Se puede ver, pues, claramente cómo estos niveles «humanos»
los medios o de las consecuencias. «Uso estas zapatillas hasta que del desarrollo proyectan cierta sombra sobre nuestra vida de fe y
me vuelva cojo, porque la Regla dice...» de obediencia religiosa y pueden «colorear» nuestros ideales de
total entrega. Es interesante notar que Jane Loevinger ha demos-
trado cómo, en realidad, sólo un pequeño grupo de personas ha
e) Nivel autoconsciente alcanzado este último nivel.
¿Cómo se relaciona todo esto con los niveles de desarrollo mo-
A este nivel, el muchacho comienza a interiorizar las reglas; ral que existen al mismo tiempo dentro de nosotros? Kohlberg ha
aprende a valorarse a sí mismo, a elegir las normas que ha de se- descubierto y presentado seis estados de nuestro desarrollo moral 75 .
guir, a discernii su valor y a aplicar las reglas y los castigos a sí
mismo. Sus ideales se extienden a un contexto social más amplio
que el familiar y la persona actúa en base a obligaciones interiores 75
para el bienestar propio y de los demás. Hay capacidad para ale- L. KOHLBERG, Education, moral development and faith, en «Journal
of Moral Education», 4 (1974). Cf. también B. KIELY, op. cit., págs. 201-
grarse en el amor y respeto recíprocos. El religioso a este nivel 202; P. DEZZA, op. cit., pág. 278; CORALLO, op. cit., jágs. 248-249;
obedece porque encuentra valor y sentido en los requerimientos L. M. RULLA, Psicología e formazione..., págs. 438-439; L. N. RUIXA, Dis-
que se le hacen por razones que no se refieren necesariamente a sí cernment of Spirits..., op. cit., págs. 25-60.

170 171
2. Niveles de desarrollo moral (Kohlberg) Kohlberg, lo mismo que Loevinger, nos demuestra que hay un
movimiento de desarrollo:
Nivel 1." etapa: Orientación hacia el castigo y la obe-
preconvencional diencia. — desde un control externo de nosotros mismos, de nuestras
(consecuencias Una acción es buena o mala según las consecuen- decisiones y acciones,
inmediatas cias físicas. Meta: evitar el castigo, aquiescencia ab- — a un control más personal de nuestras acciones motivado
y obvias) soluta con el poder. Obedeciendo, me dan vacacio- por los castigos o recompensas, aprobación o desaprobación,
nes o evito que me llamen la atención.
— a un control más objetivo de nuestras acciones según prin-
2." etapa: Orientación relativista-instrumental. cipios desinteresados considerados dignos de obediencia por sí mis-
La acción correcta es la que satisface las propias ne-
cesidades; la etapa del «si tú me vuelves la espalda, mos. Si la conciencia es madura, hay de por sí un sentido de res-
yo también te la vuelvo a ti». Obedezco porque si ponsabilidad respecto de acciones, sentimientos y obligaciones
yo te hago caso, tú me lo harás también. independientemente de otras motivaciones y una capacidad de crí-
tica y de clarificación de lo que son modelos e ideales. ¡Pocos son,
Nivel 3." etapa: Orientación interpersonal del «buen niño -
buena niña».
sin embargo, los que alcanzan esta integración humana! Ambos
convencional
(expectativas El comportamiento correcto está representado por
autores están de acuerdo en decir que no hay necesariamente con-
de los demás todo aquello que agrada a los demás o es aprobado cordancia entre la edad cronológica y el crecimiento y desarrollo
consideradas por ellos. «Haciéndose el bueno» se gana aprobación psicológicos.
válidas y se piensa obrar de manera obediente (correcta). La
en sí mismas) ¿Puede aún maravillarnos el hecho de encontrar dificultades en
regla objetiva cuenta poco.
discernir, comunicar, aceptar las indicaciones y las órdenes de
4." etapa: Orientación hacia la ley y el orden esta-
nuestros superiores religiosos? Las inconsistencias psicológicas, las
blecido.
carencias de desarrollo humano, o sea, las tensiones o «guerras»
El comportamiento correcto consiste en cumplir el
propio deber, respetando la autoridad y el orden interiores, efecto del pecado original, tienden a empujarnos en di-
social. La autoridad, las reglas fijadas, el manteni- recciones diversas: por una parte, hacia los valores proclamados por
miento del orden social son por sí mismas ya vale- nosotros, por la institución o por el evangelio, y por otra, hacia la
deras. Obedezco porque en casa las cosas funcionan satisfacción de nuestras necesidades personales, con frecuencia fija-
con orden; debo hacerlo.
das a cualquier nivel inferior de desarrollo76. ¿Cómo se manifiestan
Nivel 5.a etapa: Orientación legalista hacia el contrato concretamente en nuestra persona estas limitaciones en respuesta a
posconvencional social. la llamada de la obediencia?
Se hace resaltar el punto de vista legal, con la po-
sibilidad de cambiar la ley en base a consideracio- 76
Los trabajos de Rulla y otros son muy importantes a este propósito en
nes racionales sobre su conveniencia social (no es cuanto que manifiestan las causas ocultas de las dificultades en la adoles-
rígida como la 4.a etapa). El libre acuerdo y el con- cencia religiosa.
venio son los elementos que crean la obligación.
Obedezco porque he dicho que lo haría; es un de-
recho mío, aceptado por todos.
6." etapa: Orientación hacia el principio ético.
Lo bueno y lo justo lo determinan decisiones de
conciencia de acuerdo con principios éticos elegidos
autonómicamente y que se refieren a criterios de
comprensión lógica, de universalidad y coherencia.
Obedezco porque es justo. Respeto los derechos y
la dignidad de todos como personas individuales.
Hay muy pocas personas que lleguen a esta etapa.
173
de nosotros mismos a Dios, incluida la parte física, conseguimos
VI
aceptar y soportar también ulteriores desapegos propios del trans-
USOS Y ABUSOS currir de los años. «... Nos fiamos de la gracia divina, tal como se
DEL VOTO DE OBEDIENCIA va manifestando día a día. Es más una actitud expectante que una
obligación de ejecutar rígidamente las indicaciones divinas» 77. En
las últimas etapas de la vida, con el avanzar de la edad, continuamos
entregándonos nosotros mismos y nuestros mismos cuerpos. Cuan-
to más crecemos en la disponibilidad de dejar que Dios haga de
nosotros lo que desee, más dispuestos estamos, en la obediencia, a
afrontar las desilusiones y el debilitamiento que los últimos años
nos reservan. La obediencia supone prontitud para aceptar el dolor,
el cansancio, la limitación, aun a nivel físico. Escapar de la realidad
movidos sólo por la comodidad es un modo de eludir la obediencia.
Hasta aquí hemos presentado los ideales de la obediencia ma-
dura en la vida religiosa; hemos tratado luego de algunos factores
del desarrollo humano, de nosotros como personas, o, desde el pun- 2. Esfuerzos excesivos
to de vista ético, como seres morales, factores que en algún modo
«colorean» nuestra disponibilidad de vivir en plenitud la obedien- La otra cara de la moneda está representada por aquellos reli-
cia en la vida religiosa. Ahora, reconociendo las limitaciones que se giosos que no pueden sentarse nunca, siempre están corriendo, tie-
derivan de estos niveles de desarrollo, veremos cómo éstos afloran nen necesidad de hacer, de hablar, de encontrarse con otros, de
y se manifiestan a través de algunas distorsiones o abusos en esta actuar. Este exceso es un abuso de obediencia porque deja poco
llamada en que estamos empeñados a hacer su voluntad. tiempo o posibilidad de ponerse ante el Señor y escucharlo. Nues-
tros planes y esfuerzos se convierten en el fin de nuestra vida.

A) PRIMER NIVEL
B) SEGUNDO NIVEL

1. «Vida cómoda» (en el plan físico: 1. Complacencia


evitar el cansancio, la ansiedad, etc.)
¿Qué es la complacencia? 78 Complacencia es aceptar una orden
Si el nivel fisiológico y la satisfacción han venido a ser el fin o invitación con el principal motivo de evitar un castigo o recibir
de nuestra vida, más que los medios, con frecuencia podemos ele-
77
gir o discernir lo que podremos o deberemos hacer, y lo que los A. VAN KAAM CSSP, The Transcendent Self, Denville, N. ]., Dimensión
superiores nos dicen que hemos de hacer, para alcanzar una forma Books, 1979, pág. 139.
78
L. M. RULLA, op. cit., págs. 150 y sigs.; RULLA y otros, op. cit., pá-
de comodidad, evitar el cansancio y angustia de todo tipo, senti- ginas 115 y sigs.; H. C. KELMAN, Compítame, Identification and Internali-
mientos de debilidad o «insatisfacción». El «naturalismo» se con- zaron: three processes of attitude change, en «J. Conflict. Resol.», 2 (1958)
vierte en nuestra religión en el rechazo de todo lo que cuesta y pesa 51-60; Three Processes of Social Influence, en «Public Opinión Quarterly»,
mucho, aun a nivel físico. Por otro lado, si nuestra vida hasta ese 25 (1961) 57-78; Effects of Role-Orientation and Valué Orientation on the
momento se ha caracterizado por el sacrificio, por la entrega total Nature of Attitude Change, Nueva York, Paper Read at East Psychol.
Assoc, 1960.

174 175
una recompensa. A este nivel se actúa, o mejor, «se reacciona», 2. Identificación no interiorizadora
ante una orden o ante una petición por el beneficio material que
de allí puede derivarse; por ejemplo, «el año próximo puedo ser La identificación no interiorizadora es el proceso mediante el
elegida superiora», «me pondrán en una comisión», «seré admitida cual obedecemos a una regla o mandato por los beneficios sociales
a los votos perpetuos», «la próxima vez que nos encontremos no que de allí se derivan; por ejemplo, obedecemos para sentirnos
tendrán nada que reprocharme o de qué criticarme». De esta mane- miembros de un grupo, para satisfacer algunas necesidades nuestras
ra la obediencia proviene de un antiguo impulso de pasar por ser como la dependencia, el exhibicionismo, el éxito. En otros térmi-
la «buena chica», el «buen muchacho», con el fin de mantener la nos: obedecemos no por el valor del principio inherente al mandato
tranquilidad y quedarse en paz. Fransen afirma: «Debería quedar mismo, sino porque nos sentimos «parte del grupo». ¡Esto ocurre
bien claro lo siguiente: Dios quiere nuestros corazones, no el con- con frecuencia! Vamos a un encuentro, o rezamos, u «obedecemos»,
formismo; ni siquiera el más piadoso (conformismo) puede satis- porque aquella hermana lo hace así, para mantener su amistad y su
facer las demandas de Dios. Nuestros corazones se nos han dado apoyo. La amistad no es obstáculo a la obediencia con tal de que
para que podamos luego devolverlos» n. Somos libres y sometidos no deje de ser verdadera amistad y se convierta en dependencia o
filialmente al Padre en la medida en que vivimos por convicción, «egoísmo de dos». Esta debilidad o límite de identificación no inte-
por amor y no por miedo. riorizadora deriva de la costumbre de una fijación a un nivel de
desarrollo del pasado en el que las relaciones con los demás eran
Estos «obedientes» por complacencia son los que dudan expo-
funcionales: la persona obedecía porque de esa manera era «acep-
ner su opinión sobre cualquier cosa y ni siquiera pretenden discutir
tada». «El niño o el adolescente habituados a sentirse importantes
acerca de un comportamiento francamente contrario a la voluntad
por ser útiles a alguien, porque sabían hacer muchas cosas o porque
de Dios. Es verdad que se tendría que hacer una distinción entre
se sentían amenazados si no hacían cuanto se pedía, continuarán, de
crítica y discernimiento; pero mientras se permiten criticar con
adultos, sintiéndose 'alguien' solamente si pueden hacer algo para
soberbia y cicatería a los demás según módulos exteriores, no son los demás (como los demás) y canalizar sus energías en actividad
bastante maduros para dialogar o discernir con otros cuáles pueden continua» S1. Pero si de esta llamada «obediencia» se eliminan los
ser los problemas objetivos de la obediencia. El diálogo, entendido servicios hechos recíprocamente, los regalos, mensajes, la relación
como expresión de obediencia madura, conlleva un desafío especial- de «obediencia» termina y la identidad de la persona tiene peligro
mente para la persona abierta, genuina y rica en espíritu de fe. En de quebrar. «La madre general o el padre general no ha venido a
cambio, si caemos en la mediocridad de las críticas y en la com- verme», «la superiora salió con otra amiga», «¿por qué tengo que
placencia, o tomamos una postura de distanciamiento de la vida obedecer si no se preocupa de mí?». La obediencia depende de las
real, negándolo todo, comenzamos a capitular y a comprometernos ventajas que saco del otro por mi identidad o estima personal. No
y continuamos nuestra vida religiosa en «este estado humanamente puede haber un crecimiento en la obediencia sin una seria y doloro-
imperfecto», somos personas que viven una llamada de obediencia sa lucha interior por liberarse de identificaciones con la figura pa-
de manera inadecuada, siendo así que el Maestro nos había pedido terna del pasado. El Señor tiene que ser el único que nos sostiene
seguirle de una manera más generosa. Si llegamos hasta el punto cuando «caminamos por el camino de sus preceptos».
de «soportar» la vida religiosa, mitigando nuestras responsabilida-
des y compromisos y llevando una vida mediocre y complaciente,
hemos truncado el sentido y el objeto de la obediencia.

L. M. RULLA y otros, op. cit., págs. 116, 118, 120, 237-238.


I. VALLE, op. cit., pág. 232.
P. FRANSEN, op. cit., pág. 121.

177
176
12
3. Dependencia cas posiciones; hay un sentimiento bastante difundido de descon-
fianza. E n vez de espíritu comunitario hay un aumento de atomi-
La necesidad psicológica que puede aumentar la identificación zación social... N o nos separan solamente los muros, sino el total
no interiorizadora, o mejor, puede ser su base, es la de dependen- ambiente de desconfianza, indiferencia y alienación. E n semejante
cia. Puede ocurrir que uno obedezca por el apoyo, los cuidados, la ambiente el corazón humano languidece» 83. (Y aquí el Papa estaba
atención, el interés que puede recibir de un superior. Incluso se hablando de la política del Partido Comunista, a propósito de los
puede llegar al punto de que el superior tome todas o casi todas las acontecimientos polacos; sin embargo, ¡qué real es este discurso
decisiones en lugar del religioso, debilitando de este modo la auto- incluso para la vida religiosa!) E n la desconfianza, pues, de los de-
nomía del otro, para sentirse «importante», «necesario», «digno de más, en el intento de ocultarnos recíprocamente las limitaciones
tener en cuenta». Puede vivirse así una relación de dependencia personales, manteniéndolas en «campos» separados, no nos permi-
en vez de afrontar juntos el riesgo de discernir la voluntad de Dios, timos a nosotros mismos estar abiertos al poder del amor obedien-
de encarnarse en la comunidad, pero de manera autónoma según la te que está dentro de nosotros y dentro de los demás. N o consenti-
llamada del Espíritu a cada persona. P o r consiguiente, podemos de- mos a nuestro deseo proclamado de ser «abiertos a los demás», dis-
cir que todos pueden estar juntos en la sala de recreo y mirar la ponibles a ser «ayudados», si por casualidad piensan los demás
televisión, pero no todos en ese momento están obedeciendo, por- objetivamente que no tenemos necesidad.
que puede haber motivos inconscientes, como los de la dependencia
afectiva, que los tengan allí: «¡estoy aquí porque está él o ella!, ¡no «Aun en los casos en los que uno trata de ocultar la debilidad de la que
porque esté Dios!». A este propósito escribe Rahner: «No puede es realmente responsable, por lo que su manifestación provocaría cierta-
haber subordinación del individuo (en la obediencia madura) a la mente en la persona un sentimiento de humillación dolorosa, el deseo
de mantenerla secreta a toda costa hace ver una cierta falta de libertad
comunidad y a la autoridad que la representa si se pretende hacer interior. El verdadero cristiano está dispuesto a aceptar aún este tipo de
del individuo una función totalmente dependiente de la comunidad dolorosa penitencia, si fuera necesario, por razón de algún valor impor-
o de la autoridad» ffi. tante (amor-honestidad-relaciones personales - Reino de Dios - obedien-
cia). Pero sobre todo no permitirá nunca que el miedo de los demás y la
vergüenza se conviertan en factores fundamentales que dominen su vida
interior. El sabe ciertamente que el error que ha podido cometer está
4. Desconfianza mal por el hecho de que ofende a Dios y, en comparación de esto, la
'desgracia' debida a la vergüenza no tiene sentido alguno...»84.
¿De dónde provienen la dependencia y la identificación no inte-
riorizadora y qué llevan consigo? Si obedecer significa estar abiertos al crecimiento en la volun-
Desconfianza de sí mismo, de la propia capacidad de razonar, tad del Padre sobre nosotros, mediante nuestra propia colaboración,
de mantenerse en pie por sí mismos, de amar altruísticamente; hemos de tener la valentía de ser humanos, permitiendo que nues-
desconfianza de los demás, de su auténtica capacidad receptora y tras limitaciones estén a disposición del noble soplo del Espíritu,
voluntad de vivir en diálogo recíproco, en el respeto y discerni- presente en los hermanos, que nos dice: «Sal de ti mismo.» Nece-
miento de la obra de Dios y de sus requerimientos en nuestras re- sitamos, como comunidad, ayudarnos unos a otros a desarrollar u n
laciones. Wojtyla escribe: «Hay u n a notable falta de sensibilidad aprecio personal más sólido, poniendo nuestra confianza en las vir-
y de interés por los demás; se tiende a favorecer la propia carrera y tudes infusas de cada alma y viviendo en el Espíritu Santo. Esta es
las propias ideas a expensas de los demás, amenazando las recípro- una grave responsabilidad. La desconfianza se construye sobre el
,l
Homilías de K. Wojtyla, junio 1978, en G. BLANZYNSKI, Pope Jobn-
82
K. RAHNER SJ, Some Reflections on Obedience, en R. W. GLESSON SJ Paul II, Nueva York, Dell Publ., 1979.
(editor), Contemporary Spirituality, págs. 126-128. " D . VON HlLDEBRAND, Op. CÍt., págS. 210-211.

178 179
miedo, y el miedo, desgraciadamente, a veces está justificado por en la comunidad, su acción sobre nosotros se realiza mediante un
los hechos (reales o exagerados). ¿Nos hemos ayudado mutuamente amor personal. Se hace violencia a nuestra libertad y a nuestra ca-
a tener confianza dando confianza, favoreciendo un ambiente de pacidad madura de obedecer si se usa coacción, si nos vemos forza-
acogida sincera y genuina en la que los demás están dispuestos a dos con amenazas físicas o más sutilmente con presiones psicológi-
discernir y escuchar el plan de Dios sobre nosotros? cas, manipulaciones o apremios morales85. La obediencia debería
preceder e ir acompañada de la renuncia al egoísmo por parte del
superior y del subdito, por un «sí» incondicional de ambos a seguir
5. Dominación a Jesús en su verdadera pasión por el Padre.

Alguna vez puede encontrarse una dificultad o abuso de obe- 6. Falta de honradez en el diálogo
diencia en los mandatos rígidos, obsesivos, que provienen constan-
temente de un superior, decidido, convencido, inflexible, o quizá de Si se mantiene que el amor apasionado por Dios, la mutua res-
un... ¡«inferior»! ¡Cuántas veces se ven líderes, «grandes o pe- ponsabilidad y la corresponsabilidad son los tres requisitos esencia-
queños líderes», que dicen a todos lo que hay que hacer, cuándo, les para la obediencia madura a través del diálogo, es esencial que el
cómo y con qué frecuencia hacerlo, y luego exigen que se dé cuenta diálogo y la discusión sean absolutamente honestos, que cada uno
de cómo, cuándo y por qué se hizo aquello. Algunos se sienten inte- discuta con las «cartas boca arriba», con toda la verdad por delan-
riormente dominados por el instinto de poder. ¡Y no me refiero te, no con parte de verdad o con el énfasis puesto sobre ciertos as-
solamente a los líderes! Estas personas no pueden aceptar limita- pectos mientras lo esencial se deja de lado. El diálogo ha de ser
ciones a su autoridad. Hay algunos que constantemente insisten abierto, sin sutiles intentos de cambiar las palabras del otro con
en que el superior «tendría que haber obrado de esta manera», una interpretación subjetiva, oyendo lo que uno quiere oír o alar-
«podría haberlo hecho mejor», «tendría que haber sido más seve- gando indefinidamente la decisión, de modo que se presente el
ro», «tendría que haber invitado a fulano», «no debería haber in- asunto más ambiguo o confuso para obstaculizar la decisión o can-
vitado a zutano», etc. Si el superior consiente y toma una determi- sar al superior hasta que diga «¡ya está bien, hazlo a tu manera!».
nada resolución, se ha equivocado. Si hace lo contrario, ¡también El diálogo abierto no significa obtener información de modo que
desbarra! Quizá estos religiosos que afirman siempre saber cuál es la pueda usar el superior contra los demás o intentar bloquear toda
la verdadera, madura, obediencia en cada situación están más im- decisión sobre lo que se pretende. Más bien, tanto el superior como
pulsados por necesidades de «poder» que por la apertura y dispo- el religioso, con humildad y verdad, están llamados a buscar des-
nibilidad para escuchar lo que Dios quiere realizar en su vida. interesadamente la voluntad de Dios, los mejores medios para ac-
Puede también hallarse una necesidad de dominación en aquellos tualizarla, lo más adaptada a esa persona, en ese caso. Tendría que
que insisten en que todos caminen con el mismo ritmo, al mismo lograrse un mutuo discernimiento de un común plan de amor, no
paso. Los que insisten en la conformidad se olvidan siempre de un una guerra de ambigüedades y distorsiones para mantener la propia
factor importante: no todos los miembros de la comunidad poseen voluntad.
los mismos dones del Espíritu Santo. «Cada cual tiene de Dios su
gracia particular: unos de una manera, otros de otra» (1 Cor 7,7;
7. Evitar el peligro
12,8-11). A uno le es concedido el don de la sabiduría, a otro la
fe, a otro la ciencia, a otro el de la curación... Si la necesidad de Una persona puede usar la obediencia más que vivirla si la ma-
dominación se impone, la realidad teológica, dinámica, de los dones yor parte de su vida va guiada por el deseo de evitar el peligro. Si
del Espíritu pierde importancia; pero la realidad, por el contrario,
85
es que si bien Dios nos llama a la vida religiosa y a la obediencia P. FRANSEN, op. cit., págs. 130-131.

180 181
la obediencia resulta una sumisión pasiva a la decisión de otro, una
individualismo. Pero también éste puede representar una distorsión
ejecución de actos sin motivaciones interiorizadas, sólo para «man-
de la obediencia. Si el individualismo significa «discernir por sí
tenerse en pie», para evitar peligros, no existe verdadera autonomía,
mismo» según las propias necesidades, intereses, carismas, esto pue-
sino que se trata de infantilismo. Una persona no puede tomar
de ser o llegar a ser fácilmente egocentrismo. Cristo nunca desobe-
iniciativas por temor de cometer errores o de ser criticada o por
deció proclamando una conciencia individualista, proclamando su
«ponerse a salvo». Estos son los que «hacen el nido» en la vida
derecho de autonomía, ni siquiera como eco de la voluntad del Pa-
religiosa, entran en una fase de «regular mediocridad», evitan lo
dre. Antes bien, fundándose en el Antiguo Testamento y obede-
nuevo y lo distinto y buscan una vida tranquila, confortable y bu-
ciendo al «destino verdadero y profundo de la sinagoga, del pueblo
rocrática. Rahner los describe seguidamente: «Cumplimos con
elegido, presentado y anunciado en las Escrituras», reivindicó sola-
nuestro deber y recibimos a cambio el alimento, estamos contentos
mente el cumplimiento de la ley, de la alianza. «No he venido para
y no deseamos nada de la vida. La obediencia religiosa no tiene, sin
abolir la ley, sino para llevarla a su cumplimiento.» Era obediencia
embargo, este sentido; es el sacrificio real de un valor de impor-
y no rebeldía (cf. Me 15,28; Le 14,27-32)88. De este modo, mien-
tancia central como acto de fe...» «Sería un mal testimonio tanto
tras se puede afirmar ser individualistas y sostener que se trata de
para nuestro espíritu de ascesis como para nuestra autenticidad
obediencia madura, escucha del Espíritu Santo dentro de nosotros,
humana, vitalidad y fortaleza...» 86 .
debe tenerse presente que en cada uno existe la presencia posible
Rueda, en su libro Heme aquí, Señor, lo expresa en estos tér- de inconsistencias y móviles subyacentes inconscientes que «colo-
minos: «El verdadero peligro no está en que los que son dirigidos, rean» este valor proclamado. Nuestro individualismo puede ser en
llegando a la edad madura, se hagan demasiado exigentes, sino que realidad una fuga de la desconfianza, de la agresividad, del sufri-
prefieran instalarse más que progresar. La enfermedad menos gra- miento, y ninguna de estas fugas puede considerarse como obedien-
ve de un joven es la ingenuidad un poco tonta que se expresa en cia madura.
un torrente de palabras mal ordenadas; decimos que lo único que
hace falta es un poco de paciencia para dejarle desahogarse. Pero
el que es ya mayor sabe, en cambio, hacerse su nido muy discreta- C) TERCER NIVEL
mente, encerrarse en su capullo, buscar cómodamente la manera de
continuar viviendo en una realidad que no compromete, en una 1. ¿{utojustificaciones
oración que no estimula o hasta en un diálogo que nada arriesga.
Se puede llegar bastante bien a no renunciar ni a Dios ni al mundo Con mucha frecuencia, a propósito de la obediencia religiosa,
y a buscar tranquilamente la cuadratura del círculo: servir a Dios pueden fácilmente asumirse actitudes de autojustificación. Esto
y... vivir cómodamente. Evidentemente se termina por no servir a significa que podemos manipular la escucha de la palabra del Señor
ninguno»87. o la realización de sus planes según nuestros proyectos por lo que
se refiere a cualquier aspecto de nuestra vida. Si a esto siguen afir-
maciones como «yo soy mejor que usted porque llevo el hábito
8. Individualismo oscuro, vengo aquí todos los días a rezar o a todas las reuniones
y usted no», una actitud «legalista», complaciente, puede subyacer
Podría decirse a estas alturas que la única solución para superar a este acto de obediencia.
estas tendencias, dependencia, identificación, complacencia, sea el Así, por ejemplo, es muy fácil «ser caritativo» a expensas de los

" K. RAHNER, The Priest and His Superiors, en op. cit., pág. 129. 88
87 K. RAHNER, Cristo modello dell'esperienza sacerdotale, en RAHNER y
B. RUEDA, op. cit., págs. 67-68. otros, op. cit., pág. 22.

182 183
demás para hacer ostentación de nuestra virtud^ para crearnos una 2. Narcisismo-Amor propio (orgullo)
imagen de santidad. En este sentido, sin embargó, la práctica de un
voto o de una virtud resulta un medio de autoafirmación y deja de «Con frecuencia, hoy, en la afirmación de iniciativas autónomas,
ser caridad. El voto o la virtud genuinos son, en cambio, expresio- en contraposición a la 'pasividad' de la obediencia, se esconde un
nes de amor al otro en Dios y de Dios en el otro (San Juan), con desordenado amor propio, una pasión no dominada» n. Narcisista
el amor, el respeto y la obediencia que Cristo mismo tiene al otro. es una persona enamorada de sí misma, de sus planes, de sus inten-
Si amamos y obedecemos porque el otro nos atrae y «piensa como ciones, de su cuerpo, de sus ideas. El narcisista usará el voto de
yo», esto es, con mis mismas categorías mentales y modos de ver, obediencia: 1) si es superior, para realizar sus planes o intuiciones
que para mí son los mejores, se trata de una autoafirmación. Signi- y para probar su validez, o 2) si es subdito, para exhibir sus propios
fica querer que los demás me obedezcan a mí más que al Espíritu derechos y sus propios méritos con el fin de obtener «permisos»
en ellos, el Espíritu que opera en cada uno de nosotros como co- que realicen sus expectativas de éxito personal. Su mutuo sub-
munidad. Es querer olvidar de nuevo la verdad de los modos de consciente es: «Nosotros nos gloriamos en nosotros, no en el Se-
intervenir del Espíritu. Se trata, en fin, de la muerte de mi deseo ñor» (cf. 1 Cor 1,31). Bien que tanto la persona que se considera
de obediencia madura enriquecedora: virtuosa como la narcisista tiendan a comparar lo que ellos hacen
con lo que realizan los demás, estimándose generalmente mejores
«Insistir en que todos piensen como yo y sean como yo, por ejemplo, que los otros; la persona que se considera virtuosa se siente en
intentar forzar a otro para que adopte mi mismo tipo de prácticas ascé- general satisfecha cuando mantiene su «obediencia» en una área cir-
ticas, o mis planes apostólicos preferidos, es empobrecerme a mí mismo. cunscrita o dentro de ciertos límites, mientras que el narcisista
En efecto, si impido que otro sea verdaderamente él mismo, si obstacu-
fácilmente intenta «usar» la comunidad para sus planes grandiosos.
lizo el desarrollo de su personalidad y de sus mociones especiales de la
gracia, empobrezco a la comunidad. Esto porque también yo soy más yo N o hay nunca bastantes ocasiones para satisfacer sus ambiciones.
mismo sólo en la comunidad, completando con mi crecimiento particular Es incapaz de un discernimiento silencioso, humilde, tranquilo res-
en la gracia lo que falta a los otros, mientras ellos, con sus gracias y pecto de sus actividades y «se descorazona» si alguien le descubre
virtudes, compensan lo que me falta a mí» ". sus ocultas «tácticas» de obediencia.

Hay que ser conscientes de que la «religiosidad» (por tanto,


también la obediencia) puede encubrir dureza de corazón, indife-
3. Ausencia de fe
rencia, amargura, deshumanización si no está abierta a la belleza
del Fiat de los demás, susurrado en la intimidad entre la persona y
Falta un elemento vital en la obediencia del narcisista: esa hu-
Dios. Creer que se es obediente es una cosa, pero entenderlo e in-
milde reverencial visión de amor que proviene de la íntima, pro-
terpretarlo en sí mismo o en otro es algo totalmente distinto 9 0 .
funda fuente de la experiencia de la propia limitación 93 y de la ne-
Se ha escrito que «cualquier 'alma piadosa' bebe ávidamente en la
cesidad de los demás, de la comunidad, del discernimiento, de Dios.
fuente de las devociones sentimentales, mientras condesciende a los
No tenemos ningún plan sino el suyo, no tenemos vida alguna sino
propios caprichos y cierra el corazón al prójimo» 91. Esta no es aper-
la suya; pero tenemos necesidad de discernir objetivamente que
tura al amor para servir al espíritu de Dios en las necesidades de los
éstos sean realmente suyos. «Por sus frutos los conoceréis...» En
demás. Es más bien imponer a los otros la propia dulce voluntad.
la auténtica experiencia y asimilación de nuestra limitación Dios

92
89
P. HINNEBUSCH, op. cit., pág. 203. P. DEZZA, op. cit., pág. 289.
93
90
K. WOJTYLA, op. cit., pág. 36. Para un amplio tratado sobre el tema de la limitación y de la acepta-
91
P. FRANSEN, op. cit., pág. 304. ción de la propia limitación, cf. B. KIELY, op. cit.

184 185
se pliega a nosotros con su generoso, delicado, tierno don de la
gracia y nos hace progresar en la fe. La fe es la seguridad de que decer por cualquier otra razón parcial, como «el derecho canónico
Dios está en cada movimiento de nuestro ser, en cada persona, en prescribe esto», «las reglas son sabias», «las reglas ayudan a regular
cada acontecimiento, seguridad de que él nos sostiene en su alianza una buena vida de comunidad», «la Iglesia lo quiere así», «la gente
y la cumple. Todo proyecto o plan emprendido independientemente prefiere este modo de obrar», «la jerarquía lo ha dispuesto así»,
de él o sin un profundo espíritu de fe es meramente humano. No «de esta manera podemos crecer en el autocontrol», etc. Estas afir-
es la entrega del consejo de obediencia. maciones tienden a estar fundadas solamente sobre verdades par-
ciales y quizá aún más sobre nuestros niveles humanos. La obedien-
cia está en peligro de perder la riqueza de su plena dimensión en
Cristo.
4. Rechazo

a) de los fines del Instituto c) de la razón de ser de la ley

El voto de obediencia se hace a Dios mediante la Iglesia, pero Simples distorsiones en la comprensión y en la concreción del
dentro de una comunidad particular, con su típico carisma y sus consejo de obediencia pueden nacer de un rechazo de las razones
fines concretos. Si un religioso, por propia voluntad y sin la apro- por las que existen reglas e instituciones. Como sabemos por nues-
bación y el mandato de sus superiores, orienta sus esfuerzos y su tro conocimiento de las; leyes naturales, toda «ley» se propone faci-
vida hacia cualquier objetivo fuera de los fines de su Instituto, no litar el crecimiento o el funcionamiento a otro nivel y lograr una
cumple el voto de obediencia tal como se había comprometido el actuación conveniente del conjunto. La «ley» cristiana aún va más
día de su profesión. Por «fines» del Instituto no se entiende sólo allá de esta necesidad «funcional» o «utilitaria» de la ley, hacia
las «obras» del Instituto. Los objetivos y los medios para alcan- «una ley del amor». El religioso, como hemos indicado, busca un
zarlos (por tanto, también las «obras» de la comunidad de santifi- guía por su debilidad y fragilidad, busca medios para expresar la
cación y evangelización) están prescritos por el Instituto. Unos y fe y el amor en las «leyes» de la vida religiosa. Estas no existen
otros deberían representar una realidad existencial vivida, motivada solamente por razones humanas, sino para librar a cada uno de sí
por Dios solo. Desacuerdos, abusos, resistencias pueden ser fruto mismo; más aún, para estar a ese nivel de amor que tiene sus lí-
de una visión incompleta y distorsionada de los fines del Instituto mites solamente en el eterno amor de unión con el Padre.
que se pueden resumir en uno solo: participación en la oblación de
Cristo **.
5. Racionalizaciones
K

b) de los compromisos tomados en la vida religiosa Se pueden fácilmente constatar abusos del voto de obediencia
en base al uso de una defensa comúnmente conocida corno «racio-
El compromiso tomado el día de la consagración perpetua es un nalización». La racionalización es un intento para hallar razones o
compromiso asumido para con la «comunidad de personas consa- justificar el propio comportamiento utilizando medios aparente-
gradas en un plan común de santidad cristiana, para un testimonio mente aceptables. Es una «defensa» porque de manera subcons-
evangélico y una misión apostólica» por el bien de la Iglesia uni- ciente se abriga la intención de encubrir procedimientos o motiva-
versal 9S. Se da una distorsión en la obediencia cuando se dice obe- ciones menos aceptables o menos nobles. ¿Qué tipo de racionali-
94
zaciones nos toca escuchar? ¿Cómo se «usa» la obediencia para ra-
G. O. GIRARDI, op. cit., pág. 22. cionalizar? He aquí algunos ejemplos: «El superior me ha dado
55
Ibid.
permiso, dinero, ¡por tanto, no es contra la obediencia!» Esto, sin
186
187
embargo, no significa ser obediente desde el momento que la obe- subyacentes sin hacer un verdadero discernimiento de la validez
diencia es una escucha a la llamada y al plan de Dios en nuestra de las opiniones corrientes en relación con los valores evangélicos.
vida, y Dios llama a la cruz y a la renuncia ¿y también a una cons- Se corre de este modo el riesgo de confundir los «signos de los
tante indulgencia? tiempos» con «la decadencia de los valores», con el abandono de
«El superior me ha dicho que use también este coche como si valores fundamentales ".
fuera mío; tengo permiso.» Esto es para tomar en consideración En pocas palabras: podemos decir con el hermano Rueda que
que el hecho de que esto sea legítimo puede no ser siempre pru- «si queremos racionalizar la voluntad de Dios hasta el punto de
dente (motivo de escándalo, etc.), y la prudencia es una sensibilidad que nuestras pequeñas ideas sobre nuestro pequeño bien sean la
de la presencia de Dios en nuestra humanidad o bien una obedien- medida y el criterio para discernir su querer, estamos perdiendo
cia directa. el tiempo» *.
«He sido obediente, he ido a su encuentro, aunque he perdido
el tiempo, y hubiera podido hacer mucho más en casa.» Esto que
este religioso llama obediencia es una manera de racionalizar su ac- 6. Celos
titud de agresividad y de desaprobación de los mandatos del supe-
Muy frecuentemente oímos decir «puede ir adonde quiera, te-
rior con el «pretexto» de tener que hacer cosas mejores en casa.
ner esto, hacer lo otro, ir libremente, y yo aquí, a tirar del carro».
Efectivamente, la obediencia debería incluir no sólo la ejecución
Este tipo de comentario revela amargura y egocentrismo, disgusto
externa, sino la sumisión de la voluntad y del juicio (cf. Ignacio
y extrañeza del sentido esencial de la voluntad de Dios sobre mí.
de Loyola) % .
Cuando uno es proclive a sentirse humillado al parangonarse con
«Dicen que soy 'quejumbrosa'. En realidad solamente soy 'obe-
los demás, cuando se compara con ellos, se aleja de la ley del amor
diente' y trato de ayudar a la superiora y comprender qué sería
que Cristo nos trajo..., «porque yo os doy un mandamiento nue-
mejor hacer por la comunidad, con la intención de colaborar y de
vo..., no ojo por ojo, o diente por diente...». La obediencia se va-
servir de ayuda.» Se trata de una racionalización; se usa la obe-
cía, se desvirtúa. Planes humanos, necesidades e incoherencias, poca
diencia para justificar la propia agresividad.
estima personal e insatisfacción profunda en sí mismo se quedan
«No he obedecido porque lo ha pedido con tonos violentos, no
al descubierto al atacar a los demás. Hinnebusch afirma: «Como
era necesario ser tan dura...» Otra racionalización; el rechazo de
un hombre es, así juzga; para una lengua hipersensible, todo sabe
la obediencia se usa para pagar con la misma moneda la dureza
amargo» ". Somos propensos a juzgar a los demás conforme a nues-
de la superiora, para echarle a ella la culpa y esconder el propio
tros mismos módulos, que tienden a desvalorizar; así como pode-
deseo de ser tratada de manera «especial».
mos encontrar pesadas la vida comunitaria o la obediencia, o sen-
«Sus disposiciones son absurdas y no tenemos que obedecer a
tirnos inadaptados en nuestra función o anhelando escapar, proyec-
mandatos ilógicos.» Racionalización; puesto que la superiora ha
tamos también nuestra pequenez y limitación en la auténtica obe-
sido poco comprensiva en la confrontación de sus ideas, la disposi-
diencia, en los móviles y en los actos ajenos, no dejando lugar a su
ción es definida como ilógica y no se obedece. Se racionaliza la
responsabilidad y seriedad, no creyendo en la profundidad de su
propia autojustificación, se buscan razones para afirmar que el
vida espiritual ni en la seriedad con que viven la obediencia. Ya
asunto es ridículo antes que intentar comprender su sentido.
que dentro de nosotros queremos una vida tranquila y cómoda más
«Estoy metido en esta actividad en línea con las directrices de
que echarnos al hombro la cruz de Cristo, hasta la muerte, preten-
la Iglesia siguiendo los 'signos de los tiempos'.» Racionalización;
se dan «buenas» razones para poder satisfacer las propias razones " Ibíd.,. pág. 33.
98
Ibíd., pág. 34.
99
A. MATANIC, op. cit., págs. 122-123. P. HINNEBUSCH, op. cit., pág. 205.

188 189
demos que los demás hagan lo mismo, tratando de huir del sufri- Hemos de darnos cuenta de que en nosotros mismos «llevamos
miento para encontrar la comodidad y la tranquilidad. Transforma- al opresor y al oprimido» y que tenemos necesidad de ser educa-
mos al otro y lo hacemos como nosotros. Al no tener bastante dos, de discernir, de alejarnos de todo lo que no es auténtico para
un total Fiat, a sus gestos de amor en nuestra vida.
confianza aún en Jesús, en su amor personal, en su presencia y
En resumen: hemos de recordar que cuando la gracia de Dios
sostén, en sus exigencias sobre nuestra vida, la obediencia se hace
invade por primera vez a un hombre, ésta vive y se desarrolla ante
una respuesta a la estructura, a la regla, a la obligación, al deber,
todo en aquellos espacios en los que no hay defectos particulares
más que a una persona, al amado. Si estamos verdaderamente ena-
que le estorben y donde hay ciertas tendencias naturales buenas en
morados de Jesús y él es nuestro todo, si estamos convencidos de
armonía con la gracia misma m. Un auténtico desarrollo espiritual
su ardiente amor personal por nosotros, ¿qué más necesitamos?
puede tener lugar en este ambiente mucho antes de que la gracia
¿Por qué tenemos que convertir a los demás en sostén de nuestra
extienda su influencia en otros campos, en los que hay obstáculos
inseguridad y pequeneces interiores? «No desear...» significa tam-
y donde no hay una particular tendencia natural convertible en
bién aceptar la desigualdad entre nosotros y Dios (P. Lyonnet). sobrenatural... Una vez lograda una postura de solidez en ese cam-
Querer todo lo que los demás tienen, son y hacen es querer ser po, la persona está capacitada luego para comprometerse en dejar
iguales a Dios, que es él solo todas las cosas; esto es orgullo, el crecer el Reino de Dios, en facilitar la influencia de la gracia en los
primer pecado; no es obediencia I0°. demás aspectos de su personalidad.
Hemos dicho que se necesita una sólida estructura fundada en Ahora bien: ¿cómo salir de estos límites humanos naturales?
la integración de necesidades y actitudes antes de poder discernir El deseo de crecer y profundizar nuestro compromiso de obedien-
cuál es el querer de Dios sobre nosotros o sobre los demás. Hemos cia ¿es ya de por sí obediencia, respuesta a la invitación «vete,
de ser plenamente conscientes de algunas realidades psicológicas, vende lo que tienes y sigúeme», o es sostén de nuestra inseguridad
fundamentales, para la eficacia sobrenatural de la gracia: y pequenez? Reflexionemos sobre algunos medios posibles.
1) A nivel consciente, se puede querer alcanzar un fin sin
querer poner los medios adecuados; por ejemplo, seguir las suge-
rencias, etc. (Hay diferencia entre la voluntad consciente de alcan-
zar un fin y voluntad consciente de poner los medios.)
2) A nivel de conciencia, podemos querer alcanzar un fin; por
ejemplo, ser obedientes, y también conscientemente, querer poner
los medios —vivir las constituciones con espíritu de amor—; pero
inconscientemente oponernos a ambas cosas; por ejemplo, por
nuestro deseo subconsciente de dominio, por exhibicionismo o de-
pendencia, etc. (De este modo, el hacer consciente el inconsciente
puede ser una de las metas principales de la moral y de la educa-
ción. .. El querer reflexivo de los fines y de los medios no equivale
al querer subconsciente de los fines y medios)10!.
100
P. FRANSEN, op. cit., pág. 116. Fransen discute la explicación de Lyon-
net a propósito del séptimo capítulo de la carta a los Romanos (Rom 7,7;
Ex 20,17; Dt 5,21). Con «no desear» Pablo no había indicado el deseo también pasajes importantes en A. T. TYMIENIECKA (ed.), Andecta Husser-
sexual o la lujuria, sino la naturaleza de todo pecado; querer ser como Dios. liana, vol. III, The Human Being in Action, Dordrecht, D. Reidel, 1978.
101 102
Es de notar el razonamiento de Wojtyla sobre la importancia del in- P. HENNEBUSCH, op. cit., págs. 192-198.
consciente. En K. WOJTYLA, op. cit., cap. 2, párr. 7d y 7e. Se encuentran
191
190
VII 1. Renuncia

MEDIOS PARA CRECER El religioso no podría nunca renunciar a grandes cosas si no ha


EN EL CONSEJO DE OBEDIENCIA aprendido día a día a decir no a los pequeños deseos. Cosas aparen-
temente simples en los diversos aspectos de la vida presentan oca-
sión para este «ejercicio» de la voluntad. Aprender a decir no a una
inocente satisfacción: por ejemplo, dos caramelos en lugar de tres;
siete horas y media de sueño en vez de ocho; un capítulo leído con
atención mejor que tres libros devorados aprisa; dejar cerrada la
ventana porque otro la ha cerrado, aunque la preferiría abierta;
pasar cuarenta y cinco minutos con un amigo y no dos horas al día;
aceptar un programa de televisión o de radio aunque no satisfaga
nuestros deseos; estar dispuesto a admitir cierta falta de claridad
Hemos llegado de este modo al fin de nuestro estudio, hacién- en una discusión no obstante todos los intentos de aclaración; vivir
donos la pregunta más importante: ¿qué puedo hacer para facilitar en la incertidumbre, pero continuando con los propios cargos y en
el trabajo de la gracia, para vivir el consejo de obediencia en la la propia misión; en los momentos de depresión ir adelante con
vida religiosa? constancia. La renuncia es liberadora tanto en las pequeñas como
Ofrecemos algunas sugerencias prácticas con la esperanza de en las grandes cosas, fortalece la voluntad como precio de la obe-
que, mediante la amorosa iniciativa y el poder del Espíritu Santo diencia que libera en el más amplio sentido. Hay tantas ocasiones
en cada uno de vosotros, surjan muchos otros aspectos de vuestras de renuncia por el reino como de satisfacción o gratificación per-
reflexiones. sonal. Por otro lado, también el aceptar una situación de satisfac-
ción, un regalo, un pensamiento afectuoso o un placer generoso,
un honor, puede ser una renuncia, un fortalecimiento de la volun-
tad a favor de otros; en este sentido renunciamos a una autonomía
A) REFORZAR LA VOLUNTAD radical, a la autosuficiencia, a encerrarnos en nuestro limitado mun-
do para hacer entrar a los demás como ellos quieren y según el
Desde el momento en que la obediencia madura requiere volun- plan de Dios.
tad y empeño decididos para encontrarle a él, y a él entregarse en
toda circunstancia difícil, para llenar y desarrollar la misión en la
fidelidad continua, en situaciones favorables o adversas, en la luz 2. Servicio generoso
y en la oscuridad, nuestra voluntad tiene que ser mucho más que
una «cascara fluctuante». La obediencia requiere unicidad de direc- Otro medio para fortalecer la propia voluntad por Cristo es
ción e intensa constancia de voluntad no sólo en las situaciones hacerse disponibles, de modo permanente y constante, a las nece-
extraordinarias de exigencias e indicaciones insólitas, sino también sidades de la Iglesia, de la comunidad, del que está a mi lado. Esto
en la monotonía de las cotidianas, y para el observador externo, supone querer el bien del otro antes que el mío; significa ofrecer
insignificantes entregas. Tenemos, pues, que elegir cada día los el sostén amoroso de Cristo que se encarna permanentemente en la
medios para mantener una voluntad fuerte y flexible para lograr vida del otro. Y si es difícil servir al otro, es aún más difícil ofre-
el mayor bien, el mandamiento más alto. ¿Cómo puede hacerse cerse a sí mismo a aquellos que son menos simpáticos, menos atra-
todo esto? yentes, que no saben reconocer. «Servir» quiere decir también ser

192 193
13
incomprendido y criticado como lo fue Cristo. ¿Nos decidimos a todas las semanas, o tres veces a la semana, a casa de tal persona,
permanecer junto a él en el servicio de los suyos hasta ser despre- decimos: «Cristo tenía su Betania.» Interpretación subjetiva: Cristo
ciados y rechazados, aun cuando nuestras motivaciones y fines no iba a Betania principalmente para relajarse y ser querido. Interpre-
sean comprendidos? Si nos hemos ejercitado en las cosas pequeñas, tación objetiva: Cristo iba en primer término para enseñar, y, entre
esto quiere decir que se fortalece nuestra voluntad en el amor de paréntesis, no iba solo ni con regularidad. Jesús dice que María
Dios con el sostén de la gracia. Situaciones difíciles referentes a había elegido la «mejor parte», y esto no porque ella se sentara a
actos de obediencia más formales y evidentes no nos dejarán «dé- los pies de Jesús para satisfacer el yo de Jesús con su admiración,
biles de corazón». sino porque trataba de aprender de Dios con simplicidad y verdad.
De esta manera nuestros ideales deben aclararse, ordenarse de ma-
nera exacta: ¿qué andamos tramando?, ¿adonde vamos?, ¿por qué
B) MEJORAR EL MÉTODO DE DISCERNIMIENTO
estamos haciendo eso?, ¿es acaso el valor de Cristo? Una nueva
Si la obediencia incluye el diálogo, éste supone ante todo que regla de discernimiento es preguntarse: ¿este acto de obediencia
nosotros, de manera activa, discernimos a qué nos llama Dios en es por Cristo o por nosotros?
los acontecimientos que El dispone o permite y lo ofrecemos a los
superiores para el discernimiento. Dígase lo mismo de los superio- b) Ideales institucionales
res con respecto a los subditos, aun cuando en la obediencia la de-
También la comunidad trata de esclarecer cada vez más y pre-
cisión final se deje a los primeros. ¿Cómo puede mejorarse el méto-
cisar sus fines y objetivos. Estos ideales, presentados con claridad
do de discernimiento?
en las constituciones, se nos ofrecen para su estudio, su profundi-
zación, con puntualizaciones cada vez más claras, mediante leccio-
1. Aclarar los valores nes, lecturas propuestas, discusiones, cartas circulares del superior
mayor. Tomar seriamente en consideración estos puntos puede
a) Los valores de Cristo y los propios ideales
ayudar a clarificar y a dar vigor a la propia vida según los ideales
Con mucha frecuencia se crean dificultades al responder al plan comunes. Sería también conveniente examinar con frecuencia los
de Dios en nuestra vida cotidiana porque, con el paso del tiempo, propios ideales, la llamada del Evangelio y la llamada de la institu-
nuestros ideales se hacen (o permanecen) confusos o inciertos; la ción, y ver si las tres «voluntades», todas ellas, están en consonan-
misma jerarquía de valores de nuestra vida resulta confusa y tras- cia, si hay solidez entre las tres.
tornada; la interpretación del Evangelio se hace subjetiva. Estamos
inseguros en torno a los fines, a los objetivos, y, por tanto, el «sí»
del consejo de obediencia pierde sentido y nos parece gravoso. 2. Oración y meditación
¿Cómo esclarecer los propios ideales? Tomándose regularmente Si hemos de adelantar en el discernimiento, en el diálogo, en la
tiempo para una introspección profunda; no sólo (pero también) el entrega, hemos de ser personas de oración, personas de meditación.
día de retiro; estando al día sobre las interpretaciones teológicas ¿Por qué? Sólo después de haber «dialogado» con el Señor en lo
(aprobadas por la Iglesia), objetivas, de los Evangelios, los valores íntimo, en la verdad pura y simple de lo que somos, juntos, él y
de Cristo, tratando de encontrar las maneras de ponerlos en prác- yo, es cuando las palabras pueden salir de nuestra boca para el
tica en la vida concreta. Un ejemplo puede servir para aclarar esto; diálogo exterior. De otro modo, la fuente de diálogo se reduce sim-
con frecuencia comenzamos a racionalizar nuestro comportamiento plemente a mi «humanidad» o a Cristo «intelectualizado»..., sin
y nuestras tendencias «citando el Evangelio» a un superior que nos raíz ni consistencia interior. El diálogo entonces resulta vacío; el
pide explicaciones; por ejemplo, se ha pedido aclarar por qué se va discernimiento, falseado. La oración, su compañía, mantiene siem-

194 195
pre ante nosotros su espíritu, sus fines y deseos; los hace reales, D) TENER PRESENTE LAS NECESIDADES ESPIRITUALES
actuales y concretos. No tendrá lugar entonces ninguna «sorpresa» DE LA IGLESIA UNIVERSAL
cuando Dios «pida» algo difícil en la entrega a su plan porque es-
tamos ya en contacto íntimo con su voluntad. Podremos ponerlo Si el consejo de obediencia se vive por amor a Cristo, en su
con facilidad en sus planes porque a ellos estamos más íntimamen- Iglesia universal y a través de ella, es conveniente estar informado
te asociados y los conocemos mejor. Aprendemos a someternos, a y puesto al día de sus problemas, objetivos y orientaciones más
ofrecernos como ha hecho él, meditando sus maneras y medios de allá de los confines de nuestro yo-interior solo, de nuestra misión,
obediencia al Padre. Tenemos que dejar lugar al desierto, a la me- de nuestra comunidad.
ditación, a la reflexión, a Betania, si es necesario, para llegar a ser
otra María de Betania a fin de conocerlo mejor, otra María de Na-
zaret para seguirle más de cerca. 1. En sus estructuras jerárquicas

Esto nos hace ver la ventaja de caminar acordes con los proyec-
tos de la jerarquía, siguiendo con apertura, sinceridad y docilidad
C) EJERCITARSE EN LA ESCUCHA las enseñanzas, la predicación y los estudios del Santo Padre y de
aquellos que han sido colocados al frente de la Iglesia con él a un
nivel más o menos universal o local. Es necesaria una clara actitud
Si se debe escuchar a Dios en los Evangelios, en la Iglesia, en de obediencia a la Iglesia universal antes de pooer actualizar esta
la comunidad, en los superiores, si se debe dialogar, es indispensa- obediencia en nuestra situación local. Seguir los recientes documen-
ble ser capaces de «escuchar». ¿Qué podemos hacer para acrecen- tos, las reflexiones, las decisiones y propuestas de la jerarquía en
tar nuestra capacidad de escucha verdadera y objetiva? Antes que su enseñanza o ministerio exhortativo es un apoyo inestimable para
nada tratar de comprender la presencia, la experiencia, el hic et nuestro deseo de identificarnos más íntimamente con Cristo en su
nunc del otro. Esto significa abstenerse de compararse consigo mis- Vicario, y al mismo tiempo es un remedio constante contra nuestra
mo o de interpretaciones inmediatas o apresuradas ante una sola tendencia a la desobediencia superficial o «esclerotizada».
frase, una sola afirmación o un solo encuentro. Lentamente, con
tiempo, con calma, estar dispuesto a ver el mundo con los ojos del
otro, sentirlo con su corazón. Significa aún más: perder el propio 2. En los ministerios comunes de la Iglesia universal
modo de ver o la propia visión de Dios, y ponerse en la piel del
El interés y la apertura al Espíritu mediante las orientaciones y
otro, para sentir, experimentar anhelo, paz, alegría, pena, incerti- exhortaciones del magisterio de la Iglesia (obispos, Santo Padre...)
dumbre, celo; sus ideales y necesidades, sus actitudes y la síntesis tendrían que completarse con el interés por nuestra parte por las
de todo esto en su característica jerárquica de valores o conforme intervenciones y la llamada de Dios en los hechos y acontecimien-
a la persona. Comprender y escuchar puede suponer, a veces, pre- tos más allá de «nuestra casa», esto es, más allá de nuestra comu-
guntar para esclarecer cómo estar objetivamente más cercanos de la nidad. ¿Estamos deseosos de saber qué nos pide Dios por medio
verdad, para servir de apoyo o de cotejo. Hemos de hacer crecer de la gente de la calle, los pobres, los ancianos, los necesitados, los
una actitud, de humilde temor en la escucha del otro, temor frente desorientados, los deprimidos, los inseguros, las minorías étnicas...,
al misterioso e incomprensible trabajo de la Providencia en cada aun los extraños a nuestro ministerio inmediato? ¿Estamos dis-
momento en el interior de la persona. De este modo, la escucha por puestos a escuchar sus requerimientos, sus inspiraciones, su pre-
sí misma es una obediencia, un concentrarse en su acción, en sus sencia en ellos para comprenderlos? ¿A orar por ellos con solicitud
deseos y requerimientos en el hic et nunc, un «encontrarle» en auténtica y profunda, a sacrificarnos en la obediencia por su encar-
todas las cosas y en todas las personas. nación en ellos?

196
197
Desde el momento en que los superiores son débiles y limitados
E) TENER PRESENTES LAS NECESIDADES como nosotros, es indispensable que el consejo de obediencia esté
DE LA COMUNIDAD LOCAL fundado en la fe. Nuestra sincera participación en la cru2, que ellos
tan generosamente se han ofrecido a llevar por nosotros, puede
1. En su estructura jerárquica concretarse mejor mediante nuestra honestidad, sinceridad y dis-
ponibilidad para dejarnos impregnar con ellos de amor por la Igle-
¿Cuándo ha sido la última vez en que os habéis preguntado sia. Participemos con ellos del celo por la Iglesia, en el amor, en
qué podíais hacer para aliviar las fatigas de vuestro superior gene- el mutuo apoyo, en la buena voluntad para discernir con ellos con
ral o local? ¿Habéis captado últimamente el verdadero sentido de humildad y a dejarles a ellos, en la fe y en la confianza, la presen-
sus decisiones, las habéis sopesado, habéis buscado en ellas la ac- tación final de lo que se considera como el bien más grande para el
ción de Cristo? Con frecuencia olvidamos que nuestros superiores plan del Maestro sobre nuestra vida. Cumplir la propia misión con
inmediatos, crucificados en el amor como el Maestro, tienen una alegría y firmeza significa también colaborar junto a ellos en la
sabiduría templada por el sufrimiento y la sensibilidad y una visión construcción de su cuerpo. Así, se necesita cultivar el espíritu, la
que se extiende no sólo a su persona y a la nuestra, sino a toda la actitud de apertura y comprensión, la actitud de corresponsabilidad.
comunidad y a la Iglesia entera. El religioso maduro expresa una Se tiene que ver a los superiores como personas, no como jueces;
obediencia espontánea, amistosa aun en la actitud misma hacia la como «hermanos», que buscan juntamente con nosotros la volun-
autoridad; no se forja falsas ilusiones, esperando personas infali- tad de Dios más personal y conveniente para nuestro bien eterno
bles, incansables, «superhombres»; en otras palabras: nuevos «Dios y para el de la Iglesia.
en la tierra». Tenemos que recordar que todos los cargos tienen
responsabilidades y exigencias tan amplias y perentorias, que nin-
guna persona particular (con excepción del mismo Dios) puede te- 2. En los ministerios comunes locales
ner todas las cualidades para desempeñarlos perfectamente. Rahner
aclara muy bien este punto: Las necesidades de la comunidad local en toda casa apostólica,
en todo «sector», en cada ministerio, deberían constituir la preocu-
«Humanamente hablando, cuanto más alto es el cargo, menor es la posi- pación de todos nosotros; no en una actitud de crítica y de enjuicia-
bilidad de cumplirlo. En este sentido podemos razonablemente presumir miento, sino de apoyo y de entusiasmo. El hacer partícipes a los
que los grados de variación en los dones intelectuales y morales de los
hombres son inferiores a los grados de dificultades encontrados en la
demás de lo que sucede en nuestra realidad, de los episodios diver-
dirección de varias iniciativas sociales. Generalmente, pues, los cargos tidos, de los momentos difíciles, de las preocupaciones y dificulta-
más importantes serán inevitablemente peor ejercidos que los menos re- des inherentes al propio modo de vivir la obediencia, es un modo
levantes. privilegiado de inspiración recíproca, de información y estímulo
Juntamente con la asunción de una responsabilidad mayor se adquiere sincero y mutuo para encontrar la presencia del Señor en las múl-
la conciencia, experimentada por el superior y por sus colaboradores, de
que la persona responsable se halla lejos de estar preparada para su tiples situaciones de cada día. Muy frecuentemente nuestra obedien-
cargo. El defectuoso cumplimiento de compromisos más graves revela cia resulta egocéntrica y cerrada en sí misma porque no hemos en-
cruelmente la insuficiencia de la capacidad del hombre, que escapa a contrado la alegría de la mutua participación en la obediencia de
nuestra atención» "". los demás, al menos en el compartir, porque desconocemos o no
percibimos plenamente todo el bien que se ha hecho en la Iglesia,
con el apostolado silencioso y modesto de cada uno.
"" K. RAHNER SJ, Some Reflections on Obedience, en GLEASON, op. cit.,
págs. 124-125. Contenidos similares se encuentran en B. RUEDA, op. cit., pá-
ginas 98-99.

198 199
F) T E N E R PRESENTES LAS NECESIDADES D E L INDIVIDUO luchando contra ellas, y, por consiguiente, seríamos más sensibles
EN SU T O T A L I D A D respecto de las mismas limitaciones que encontramos en los demás.
Debemos fiarnos de todo hermano, ya que todos estamos luchando
1. El bienestar espiritual por liberarnos de factores inhibitorios y paralizantes que influyen
y distorsionan la voz de Dios; por ejemplo, rebeldía contra las di-
Para terminar, examinemos la expresión más concreta de la rectrices, búsqueda de comodidades, de una libertad sin obstáculos,
obediencia: nuestro respeto obediente al trabajo del Espíritu en miedo de responsabilidades, obstinación, agresividad. Tenemos in-
cada uno. Nos es muy necesario cultivar una actitud de interés sin- cluso necesidad de ser un poco «testarudos» y discutir noblemente
cero y fraterno, de amor y delicado apoyo al crecimiento del Señor con los demás cuando, en amor, nos interesa su camino como indi-
en todo hermano. Reducimos el verdadero sentido de la comunidad viduos, pero no en actitud soberbia o de dominación del «tú no
cuando nos concentramos en lo exterior: «dónde está, cómo viste, estás a mí altura, así que procura ponerte». Comprender las nece-
habla, etc.». Somos propensos a olvidar las verdaderas necesidades sidades del individuo no significa solamente ser sensibles a los es-
interiores del individuo, el espíritu de cada hermano. ¿Sabemos, fuerzos del otro en su abertura a la voz de Dios, sino también for
en cambio, sostener su celo, estar cercanos a su espíritu de entrega, tálecer y hacer resaltar en el otro aquellos dones positivos, sagrados,
ánimo y esperanza con nuestros dones espirituales, sean los que del Espíritu, que trabaja en él, y como fruto de esta acción del Es-
sean, dones de paz y nobleza, dones de humorismo o sabiduría, do- píritu responde a la voz y a la llamada de Dios; estar dispuestos a
nes de lucha interior y sufrimiento por la visión de su presencia apoyar, a gozar con el otro, a reconocer las cualidades humanas que
que opera en nosotros? El más bello regalo que podemos hacernos ha recibido y dado por el Reino. Esto significa, en un amor obedien-
unos a otros en recíproca obediencia es el de un corazón que lucha te, hacerse disponible a «servir de complemento a los demás», satis-
por conocerlo más y entregarse a él más completamente en cada facerles, colaborar en la medida de lo posible, en un servicio espon-
aspecto de nuestra vida. ¿Nos exhortamos mutuamente, como los táneo. Para quien tiene dificultad para coser, un ofrecimiento de
discípulos, y nos enseñamos a escuchar, responder, entregarnos, a ayuda por parte de otra «que lo sabe hacer con primor»; a quien
encontrarle a El, allí precisamente donde no lo esperamos? Una no sabe esclarecer personalmente sus motivaciones, el ofrecimiento
expresión noble y delicada de una obediencia madura ante una ne- de un consejo; para quien se siente un «desastre» en cocina, echarle
cesidad puede ser susurrar al oído: «he dicho un avemaria por ti», una mano o darle una explicación por parte de «expertos en culi-
o también «he ofrecido estos sufrimientos por tu trabajo y por tu naria»... ¡Cuántas posibilidades en situaciones concretas pueden
progreso espiritual», «te encontraré en la Eucaristía», o también hacernos crecer en la obediencia recíproca! Nadie por sí mismo lo
una simple palabra: «doy gracias a Dios y a ti», «él está sin duda posee todo ni puede hacerlo todo; es realmente característico de la
alguna contigo, cerca de ti». limitación humana que deja espacio a nuestra respuesta de amor
en la obediencia a lo que el Espíritu pide a cada uno de nosotros
por medio del otro. ¡Qué obra maestra del plan del Cuerpo Místico
2. La humanidad de todos estamos llamados a desarrollar gracias a los tesoros específicos, las
limitaciones y las necesidades de cada uno de nosotros, aun como
Si logramos estar serenos, merced a los dones de Dios en nos- seres humanos individuales! ¿Habría algo que no hiciéramos por
otros, sensibles y admirados ante lo que él realiza personalmente Jesús si él estuviera aquí en persona? Si estamos en verdad enamo-
en cada uno, conscientes de nuestras deficiencias, inseguridades, rados localmente por él, ¿estamos acaso dispuestos a esperar sus
problemas y alegrías, éxitos, esperanzas y aciertos, con toda nues- requerimientos? Recordemos, pues, que «el Verbo se hizo hombre
tra «humanidad» a todo nivel, seríamos también mucho más sensi- y habitó entre nosotros», en nuestros hermanos, en nuestras her-
bles en la relación de nuestras limitaciones reales, aceptándolas y manas.

200 201
Ella, con profunda intensidad, anhelaba encontrarlo de nuevo
VIII con la esperanza de no separarse nunca más, en la plena luz de la
CONCLUSIÓN eternidad. Fue asunta al cielo.
La madre del Señor, María, fue siempre perfecta transparencia
de la palabra de Dios, perfecta aceptación de El, voluntad ardiente
y siempre confiada de estar con El, como El, para El.
Su amor, al igual que la inmensidad de sus deseos, ha sido ple-
namente satisfecho. En ella, la extensión de la resurrección del Se-
ñor se cumplió hasta en el cuerpo, para quedar para nosotros como
imagen viva de lo que es la Iglesia entera, de aquello a lo que so-
mos llamados, cuando hayamos llevado a plenitud el misterio de
nuestra preciosa obediencia religiosa, en Cristo I04.
Con ella, repetidamente, con renovado fervor y con esperanza,
¡Qué más podríamos decir respecto de la obediencia! Aun sien-
do compleja para entenderla, es, sin embargo, sencilla. Si buscamos,
pues, un modelo de semejante simplicidad en la entrega total al Tomad, Señor,
amor meditemos un momento y volvamos nuestro corazón a María: y recibid toda mi libertad,
mi memoria,
Historia de la obediencia mi entendimiento
y toda mi voluntad,
Cristo María todo mi haber y mi poseer.
Vos me lo disteis,
Natividad <— «Hágase en mí tu voluntad» —> Fiat
Crucifixión <— «.Todo se ha cumplido» —> Dolorosa
a vos, Señor, lo torno;
Resurrección <r- «Retorno al Padre» —> Asunción todo es vuestro;
disponed a vuestra voluntad;
María es la virgen siempre en escucha, en oración. María acepta dadme vuestro amor y gracia,
la invitación, escucha y se sumerge en la fe y en el diálogo que po- que esto me basta.
demos llamar «obediencia activa y responsable». María es la virgen SAN IGNACIO
madre, la virgen que ofrece... Es sobre todo el modelo de los que
hacen de su vida una ofrenda a Dios... Su «sí» es para todos los
cristianos una lección y un ejemplo de cómo hacer de la obediencia
a la voluntad del Padre el camino y el medio de la propia santifi-
cación (Marialis cultus, nn. 7-20).
La obediencia de María es la expresión concreta de la respuesta
absoluta que su amor ha dado; una respuesta tan profunda y total
que es eternamente fiel, sin retroceder nunca, aun cuando la con-
dujo al Calvario, porque sabía que la obediencia debe tener una
104
efectiva prontitud a dejarse hacer conforme al Señor Jesús hasta G. PELLAND SJ, A Theological Reflection on Obedience, en Gbedience:
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Textos de la Sagrada Escritura sobre la obediencia

Obediencia a Dios

Gn 12,1-4; Gn 22,1-3.9-12; 1 Re 15,22-23; Sir 4,17; Sir 46,11-12; Jr 7,


23; Jr 42,6; Lam 3,27; Mal 1,6; Mt 22,21; Jn 8,51; Act 4,18-19; Act
5.29-32; Act 9,4-6; Heb 12,9.

Obediencia a la creación de Dios

Tob 26,11; Job 37,10-13; Job 38,10-11; Sal 103,19-20; Sal 118,89.91;
Sal 148,7-8; Sab 16,22-24; Sab 9,6; Is 48,3; Tr 5,22; Bar 3,33-35; Bar
6,59-62; Mt 8,23-27.

Obediencia a los padres

Dt 21,18-21; Prov 1,8-9; Prov 6,20-23; Prov 23,22; Ef 6,1-3; Col 2,20.

Obediencia a los superiores

Prov 15,28; Prov 21,28.

Obediencia a los superiores eclesiásticos

Lv 14,1-2; Dt 17,12; Mt 8,4; Mt 23,13; Le 10,16; Heb 13,17; 1 Pe 5,5.

Obediencia a los superiores laicos >

Mt 22,16-21; Rom 13,1-7; Ef 6,5-8; Col 3,22-24; 1 Tim 6,1-2; Tit 2,


9-10; Tit'3,1; 1 Pe 2,13-16.18.

Obediencia a Cristo

Mt 26,39-42; Le 2,51; Jn 4,34; Jn 6,38; Jn 14,30-31; Jn 15,10; Jn 18,


11; Rom 5,19; Flp 2,8; H e b 5,8; Heb 10,5-7.

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