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ÿ Orar no es un sentimiento como muchos tienen por costumbre, sino una ordenanza de
nuestro Padre celestial Jehová, es decir es una necesidad comunicarnos con nuestro
amado Dios.

ÿ Dejar de orar es pecado, y muchas veces la iglesia ignora esta grave falta;
menospreciando de esta manera el sacrificio santo y sin mancha alguna que nuestro
Señor Jesucristo hizo por cada uno de nosotros en la cruz del calvario, para redimirnos
y limpiarnos de todo pecado, para así establecer una relación con nuestro Padre
celestial Jehová.

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ÿ Cuando no oramos, Dios no interviene en nuestros asuntos del diario vivir; porque
primeramente Dios es todo un caballero, al cual si no le abres las puertas de tu corazón
y no le pides que interfiera en tus asuntos, ÉL no es imprudente y por consiguiente no
hará nada sino le clamas.

   

Aay muchas actitudes de oración, tales como:

u Cuando damos gracia por los alimentos.


u Cuando hablamos a Dios en el bus, en el baño , etc.

Pero realmente eso no es orar a Dios, Jesús enseño a sus discípulos como debían orar, porque
es necesario establecer una intimidad con Dios, porque no es lo mismo ser llamados Ô de
Dios, que   de Dios; porque en la intimidad el Espíritu santo escudriña aun lo más
profundo de nosotros.

 

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ÿ Nuestro Dios merece mucha honra y respeto, no es necesario pedir cita previa para
hablar con Él, porque Dios siempre está allí esperando oír nuestra voz, pero si
debemos saber como dirigirnos a Él, porque su majestad es digna de adoración y por
tanto debemos pedir conforme a su voluntad.

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ÿ Debemos creer que Dios está allí junto a nosotros, escuchando nuestro clamor.
Porque Él desea que lleguemos a su presencia como aquellos niños que saben
que hicieron mal y piden perdón a su Padre.

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ÿ El deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; estos se


oponen entre si, por tanto debemos orar sin cesar, es decir tener una intimidad
constante con Dios, dar gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para con
vosotros en Cristo Jesús, a fin de que no se apague la llama del Espíritu Santo.

        


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