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LA NOCION DE COMPETENCIA MOTRIZ *

Hace ya algunos años (Ruiz, 1989a y b, 1992a y b, 1993a y b; Ruiz y


Linaza, 1992, 1993) nos planteamos esta cuestión y tomamos la decisión de
considerar que la educación física tenía como finalidad principal el desarrollo
de la competencia motriz (Connolly, 1980).

Mediante la educación física se trata de que los niños y niñas sean


motrizmente más competentes, del mismo modo que mediante otras materias
se trata de conseguir que sean competentes en el manejo y empleo del
lenguaje, en el razonamiento matemático o en la relación con los demás o el
ambiente.

No existe un acuerdo a la hora de definir el concepto de competencia


(Marrero et al, 1989 pág. 150-156), probablemente porque no es un concepto
unitario, así se pueden encontrar expresiones como competencia ambiental
referida a la forma eficaz de tratar con ambientes inmediatos (Steele, 1980),
competencia relacional como la habilidad de construir, acceder y mantener
relaciones de apoyo importantes (Hanson et al, 1978), competencia social
(Zigler, 1984) o competencia intelectual (Scarr, 1981).

Tambien diferentes autores han empleado el término competencia motriz


(Connolly, 1980; Keogh y Sudgen, 1985) para expresar lo que el sentido común
y la observación cotidiana de las sesiones de educación física permite
comprobar, o por lo menos indica, y que se refiere a cómo es el
comportamiento de nuestros escolares cuando llevan a cabo una tarea motriz
compleja.

Una de las definiciones más antiguas del constructo competencia fue la


emitida por White en 1959 y que hacía referencia a la “capacidad de un
organismo para interactuar con su medio de manera eficaz”, resaltando que en
los seres humanos se manifiesta una constante incitación para ser
competentes en su medio.

Si lo relacionamos con el ámbito motor, las sesiones de educación física


suponen una constante interacción con un medio en el que debe moverse de
manera eficaz y eficiente, para construir objetivos que cambian
constantemente.

Consideramos con Keogh (1981) que el desarrollo de la competencia


motriz es un proceso dinámico y complejo caracterizado por una progresión de
cambio en el control de uno mismo y de sus acciones con otros o con los
objetos del medio.

*Ruiz Pérez, Luis M. (1995), La Noción de Competencia Motriz, en Competencia Motriz. Elementos
para comprender el aprendizaje motor en Educación Física Escolar, Colección Monografías sobre
Ciencias de la Actividad Física y el Deporte, Madrid, Gymnos, pp. 18-20.

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De ahí que el concepto de competencia motriz haga referencia al
conjunto de conocimientos, procedimientos, actitudes y sentimientos que
intervienen en las múltiples interacciones que realiza en su medio y con
los demás, y que permite que los escolares superen los diferentes problemas
motrices planteados, tanto en las sesiones de educación física como en su vida
cotidiana.

Esta competencia motriz manifiesta un transcurso evolutivo y numerosos


autores la han relacionado con un tipo de inteligencia sobre las acciones
(Connolly y Bruner, 1973), inteligencia operativa que supone Conocer: conocer
qué hacer, cómo hacerlo, cuando y con quién actuar, en función de las
condiciones cambiantes del medio.

Esta misma noción conecta con lo expresado por Gadner (1986) cuando
se refiere a la existencia de un entramado de múltiples inteligencias entre las
que destaca la inteligencia corporal.

Ser competente en un ámbito supone poseer un repertorio de


respuestas pertinentes para situaciones que en una elevada frecuencia son
nuevas, poseen, en definitiva un conjunto de conocimientos, procedimientos y
actitudes que le permiten una práctica autónoma (Delegneies, 1992; Oleron,
1981).

En palabras de French y Thomas (1987), los sujetos competentes:

“Poseen una red semántica de conocimiento declarativo y


un sistema de conocimiento procedimental, que les
permite formarse, con más facilidad que los menos
competentes, planes abstractos de solución de problemas,
incluso aunque puedan presentar dificultades para
describir detalladamente el conocimiento procedimental
empleado para solucionar dicho problema” (pág. 265).

Los escolares aprenden a ser competentes porque aprenden a


interpretar mejor las situaciones que reclaman una actuación eficaz y porque
desarrollan los recursos necesarios para responder de forma ajustada a las
demandas de la situación, esto va a suponer el desarrollo de un sentimiento de
capacidad para actuar, de sentirse confiados de poder salir airoso de las
situaciones- problema planteadas y manifestar la alegría de ser causa de
transformaciones en su medio (Harter, 1980).

Esto significa que la noción de competencia motriz conlleva una


dimensión motivacional y afectiva que no debe ser olvidada y que es
mediadora de la actuación infantil, ya que influirá de manera notable en la
elección de las tareas, la persistencia al practicar y el rendimiento en las
mismas (Griffith y Keogh, 1982; Ruiz, 1994d y e).

Por tanto, si conoce más y mejor, cabría preguntarse: ¿qué tipo de


conocimientos hacen que un alumno sea más competente que otro, y cómo
pueden traducirse en consideraciones de carácter práctico para que los
profesores y profesoras puedan promocionarlo?

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Los especialistas en aprendizaje motor consideran que el conocimiento
adquirido es un elemento fundamental de la competencia motriz, que capacita
al sujeto para aprender más (Shea y Zimmy, 1988), lo cual no está lejos de la
noción de recursividad de Bruner (1975) o de aprendizaje significativo de
Ausubel (Ausubel, Novak y Hanesian, 1983).

Esta noción de conocimiento, lejos de ser un concepto unitario, es


desglosada en diferentes tipos y modalidades (Allard, 1982; Newell y Barclay,
1982; Wall et al, 1985; Wall, 1986; Glencross, 1992 o Ruiz, 1993b), siendo un
asunto de gran interés para los pedagogos de la actividad física en medio
escolar, como lo destacan autores como Arnold (1991) y su noción de
Conocimiento práctico débil y fuerte o Ross (1989; 1991) y su noción de
Conocimiento de las Acciones Físicas.

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