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Para hablar de sexo y sexualidad con nuestros hijos no sólo debemos informarles los aspectos biológicos, sino también
formarles una actitud consciente, responsable y positiva hacia su sexualidad. Aquí es importante distinguir entre sexo
y sexualidad.
Sexo: Es el conjunto de características biológicas (anatómicas y fisiológicas) que distinguen a los seres humanos en
dos grupos: masculino y femenino, o sea, sexo no es algo que hacemos, sino algo que somos.
Sexualidad: Va más allá de la biología, pues forma parte de nuestra personalidad; es la manifestación del sexo en la
conducta de relación del individuo con otros del mismo o diferente sexo. Mientras que la sexualidad tiene la finalidad
única de perpetuar la especie, la sexualidad humana proporciona además la mutua satisfacción.
Si nuestro hijo ya tiene la edad suficiente para preguntar, también tiene la edad suficiente para que su pregunta le
sea contestada de forma sincera y afectuosa de acuerdo con su desarrollo físico, emocional y mental. Si contestamos
a ellas con cariño y respeto, además de veracidad, el niño tendrá mayor confianza en sus padres.
Cuando el niño no pregunta, puede ser porque no se le ha ocurrido, porque no hay comunicación en la familia o
porque tiene miedo a que sus preguntas sean los clásicos tabúes. Por ello, si a partir de los seis años el niño no ha
hecho preguntas relativas al sexo, normalmente formuladas en edades más tempranas, es entonces el momento
apropiado para iniciar la conversación acerca de la sexualidad.
Como padres, debemos hacerles saber lo maravilloso que es el cuerpo humano, incluidos su aparato sexual y
reproductor, que tenemos derecho a decidir sobre nuestro cuerpo y que debemos comentar a nuestros padres cuando
alguien nos haga algo que nos moleste.
Cuando los niños nos pregunten cómo nacieron, debemos hablarles de la relación sexual entre los padres, quienes se
aman, respetan y deseaban un hijo o hija que los complementara. Hay que hablarles de tal manera que se sientan
orgullosos de su origen y no se debe evitar hablar de la relación sexual.
Al percibir que en su casa todo lo referente al sexo y la sexualidad es natural, el niño no crecerá con prejuicios,
traumas o inhibiciones. En cambio, si la actitud familiar le demuestra lo contrario, aprenderá que el sexo es tabú, que
no debe hablar de ellos a los padres, que es un tema que no pertenece al ambiente familiar, que es malo, sucio y
grosero. Aprenderá, sí, pero en la calle y de fuentes poco confiables, además de que perderá la confianza en sus
padres.
La educación de la sexualidad desde el hogar debe tender a que el niño respete su propia personalidad y que se
realice plenamente como ser humano, así como orientarlo hacia una maternidad y paternidad responsables, y hacia el
respeto a otras personas con diferentes valores y orientaciones sexuales.
Procura contestar las preguntas con seriedad, empleando términos reales y claros, sin hacer burla o chiste de ellos,
sin menospreciar su importancia y respetando su femineidad o masculinidad. Más que los nombres, son importantes
los conceptos, las funciones y los valores que acompañan a dichos temas.
No esperes a que tu hijo aprenda de libros, películas, material pornográfico o de otras fuentes poco confiables. Los
padres tenemos la obligación de resolver sus dudas y curiosidades, dándole suficiente información en casa. La
escuela, en todos los grados, debe ayudar a reforzarla y complementarla.
Es natural que:
• Los bebés descubran jugando sus órganos sexuales.
• Los niños pregunten cómo se llama cada parte de su cuerpo y descubran las diferencias entre niños y niñas, así
como saber cómo es el cuerpo de los adultos.
• Copien actitudes y conductas de los niños de otro sexo durante los primeros años.
• Deseen conocer todas las partes y funciones del cuerpo humano, y que se toquen sus órganos sexuales, pues es una
sensación que les agrada y no les produce ningún daño.
• Pregunten cómo nacieron y se interesen por el bebé que va a nacer, así como pregunten cómo vive dentro de su
mamá y todo lo relacionado al nacimiento, alimentación y cuidados del bebé.
• Pregunten si cada vez que sus papás están juntos es para encargar un nuevo hermanito o qué hacen sus papás para
no encargar bebés cada vez que hacen el amor.
Todo parece indicar que los papás cada vez nos cuidamos más de no mentirle a
nuestros hijos o estamos conscientes de la razón por la cual a veces elaboramos
mentiras piadosas. Pero, tarde o temprano, llegan las preguntas incisivas de los niños:
cómo nací, si existen o no los personajes navideños o el ratón de los dientes, por qué
el coco nunca viene cuando me porto mal, por qué papá se fue, o por qué me pides
que le diga al vecino que no estás y tú me ordenas que no diga mentiras. ¿En qué
momento es conveniente utilizar las verdades evidentes sin sentirnos culpables?
¿Hasta dónde podemos jugar con la verdad?
Después de los 6 ó 7 años, los niños nos sorprenden con la lógica pura: ¿cómo pueden
repartir todos los juguetes del mundo en una sola noche? ¿Qué hace el ratón con los
dientes? ¿Cómo pone papá la semillita a mamá para que nazca un bebé, cómo es que
entra un bebé en su mamá? El entorno hace su parte: los niños más grandes revelan
verdades a los más pequeños y los medios salpican información.
Por otro lado, la mentira atenta contra la integridad emocional del niño, en especial
cuando se maneja un doble mensaje. Como padres, debemos ayudarlos a formar un
sentido de la realidad que, si es endeble, les puede generar angustia. Estos son
ejemplos de doble mensaje: decirle a un niño que su papá se irá a trabajar al
extranjero cuando en realidad se trata de un divorcio, o bien, pedirle que nos niegue
con el señor de la renta mientras tratamos de educarlo para que no diga mentiras. El
problema de la mentira es que siempre se descubre y saber que los padres han
mentido, es muy doloroso.
Nunca se justifica mentirle a un niño. Sin embargo, las verdades deben brindarse con
la seguridad de que irán de la mano con el nivel de comprensión de un niño y que no
serán crueles. La verdad es una, pero el mensaje debe tener niveles y aquí hay que
entender que al comunicar una verdad, importa más el cómo y cuándo la dices. De
acuerdo con la edad y el contexto, los niños toleran ciertos niveles de información.
Cuando un niño ignora algo, siente ansiedad por la incertidumbre, pero también
cuando le llega demasiada información que no sabe manejar (más de la que debería
saber o más de la que podría entender), un niño se angustia y mucho.
El momento de la verdad
• Sólo tu hijo y tú pueden determinarlo. El principio básico es que las respuestas deben
llegar cuando los hijos preguntan y deben corresponder con la edad y el nivel de
comprensión de los niños. No tiene sentido que sientes a tu hijo de cinco años a
explicarle cómo es el coito, si antes no te ha preguntado al respecto. A veces nos
anticipamos con información que nuestros hijos no necesitan y que los puede
confundir.
• Antes de aclarar una duda decisiva, sondea a tu hijo con preguntas, así sabrás cuál
es el camino más seguro.
• Recuerda que importa más el cómo y cuándo lo dices, que la verdad en sí misma.
• Si crees que llegó el momento de revelar la verdad sobre los personajes fantasiosos,
tu actitud cuenta mucho: evita el tono de tristeza o de vergüenza. El niño sentirá
confianza en ti. Pídele que cuide la ilusión de los niños más pequeños (su hermanito,
sus primos) para que la disfruten tanto como él lo hizo.
• Evita las verdades crueles que dañen su autoestima, como “tu papá se fue porque no
nos quiere”.
• Se vale darle por respuesta un “no sé” o “déjame averiguarlo” en lo que piensas
seriamente qué decirle y cómo.
Decir mentirillas es muy diferente a mentir. Esta es una expresión de la imaginación de tu hijo y no daña a nadie. Se
convierte en un problema cuando tú o tu hijo ya no pueden distinguir entre la verdad y la fantasía. A pesar de que no
debes castigarlo por decir alguna mentirilla, enséñale la lección del cuento de el niño que gritaba: ¡ Lobo, lobo!, y
explícale por qué podría ser peligroso decir mentiras y que es por su propio bien decir siempre la verdad para que
siempre le crean.
Cuando las mentiras son debidas a la imitación de tu conducta, es mejor que ya no sigas con ese modelo. Cuando tu
hijo te escucha alguna “mentira piadosa”, quizás no entiende que lo haces por tener tacto o para evitar lastimar los
sentimientos de alguien y siente que él también puede mentir. Puedes intentar explicarle las diferencias entre una
mentira tal cual y una mentira piadosa pero probablemente no lo comprenda del todo. Resultará mejor modificar tu
conducta.
Las mentiras forman parte del desarrollo normal de los niños. A la edad preescolar les gusta hacer cuentos e inventar
historias. Esta es una actividad normal porque se divierten escuchando e inventando cuentos, aunque muchas veces
confunden un poco la realidad con la fantasía.
Sus mentiras son el resultado del deseo por obtener algo, por evitar algo en particular o debido a su misma confusión
entre la fantasía y la realidad.
Los niños de 6 y 7 años de edad que inician la primaria conocen la diferencia entre verdades y mentiras. Ellos se dan
cuenta que los adultos no aceptan el hecho de decir mentiras. Un adolescente puede decir mentiras interesadas, para
no tener que hacer algo o para evadir la responsabilidad por sus acciones.
Para tratar de comprender cómo reaccionar ante las mentiras deben de considerarse las razones que motivan a
mentir, como pueden ser:
- Impresionar a otros
- Imitar conductas que han observado en los adultos (ellos oyen mentir a los adultos)
- Cuando se ocultan problemas serios, tal como abuso de drogas y alcohol, etc.
Los padres son el ejemplo de mayor influencia para los niños y los adolescentes. Si el niño miente, los padres deben
tomarse el tiempo para hablar seriamente con él acerca de la diferencia entre la fantasía y la realidad, la mentira y la
verdad, así como sobre la importancia de la honestidad en el hogar y en la comunidad.
Resulta muy útil combinar afecto con firmeza. Esto lleva más lejos que demandar confesiones, crear trampas, hacerla
de detective o sermonear. Lo importante es enseñarles a resolver sus problemas con honestidad, bondad y respeto.
Los padres deben tomar en cuenta que pueden escuchar verdades desagradables o inesperadas, ante lo cual deben de
ser comprensivos y tratar de ponerse en el lugar del niño. Lo anterior significa que si los niños admiten algo, los
padres deben decirle que aprecian su honestidad antes de indicar las consecuencias y asegurarse de que ellos no sean
los culpables.
Cuando el castigo es producido por el miedo, este requiere un mensaje suave para tener impacto. No esperes que
sean perfectos. Expectativas elevadas dificultan la creación de una autoestima positiva.
No seas severo o frecuente en dar castigos. Los niños pueden llegar a mentir para protegerse del castigo. Una
conducta de mentiras continuas acerca de cosas importantes o insistencia por mentir aún después de descubierta la
verdad, puede necesitar la intervención de un profesional, como sucede en el caso de la mitomanía.
La identificación sexual en los niños
Nancy Steinberg, Psicóloga
El inicio de la adquisición del rol de género se da entre los 2 y los 4 años de edad.
Alrededor de los 3 años, la mayoría de los niños expresa un interés o preferencia hacia las actividades y conductas
típicamente asociadas con su género (por ejemplo, las niñas juegan a la cocinita y los niños se disfrazan del
superhéroe de moda). Muchas de las conductas “raras” que se observaban antes de que el niño comenzara a ir a la
escuela pueden volverse menos frecuentes cuando comienza a tener contacto con su grupo de pares; esto puede
indicar que, conforme el niño madura y se enfrenta con la crítica social, evita o esconde algunas de sus conductas, o
bien, que simplemente ha encontrado en sus pares su propio rol. Hacia los 5 o 6 años, los niños tienen un fuerte
sentido de las conductas que se consideran apropiadas para su género. Puede suceder, por ejemplo, que para esa
edad, un niño que asocie el futbol exclusivamente con un comportamiento “masculino” crea que las niñas no deban
jugarlo.
Los padres no son las únicas figuras de identificación a las que un niño tiene acceso a lo largo de su desarrollo; la
presencia de familiares o amigos también puede ejercer una importante influencia sobre ciertas conductas que no se
constituyen en un problema. Si, por ejemplo, una tía muy querida es costurera, el sobrinito podrá mostrar el deseo de
ser como ella (en un contexto donde la costura es una conducta típicamente femenina). Por otro lado, en muchas
culturas, el interés por los deportes se asocia con el sexo masculino; una niña que crece en un ambiente que favorece
este tipo de intereses podría ser vista como “rara” o ser criticada por ello.
El sexo se refiere a las características de una persona que tienen una base biológica —lo que físicamente hace
diferentes a los hombres de las mujeres— y género es un término más amplio que abarca los aspectos psicológicos,
sociales, conductuales y culturales de la feminidad/masculinidad, es decir, lo que nos lleva a sentirnos “hombres” o
“mujeres”.
1. Atribución del género. Se refiere a la “etiqueta” que ponemos a un recién nacido (es “niño” o “niña”), a partir de la
apariencia externa de los genitales. Esta “etiqueta” se convierte en el primer criterio de identificación de una persona
y tendrá una importante influencia en el desarrollo de su rol de género.
2. Identidad del género. Se refiere al grado en que la persona toma conciencia y acepta su propio sexo biológico como
una parte central de su autoconcepto. Se refiere al sentimiento de “soy niña” o “soy niño”, y se inicia a partir del trato
diferente que reciben ambos desde el momento en que son etiquetados como tales. Se consolida cuando el niño
comprende de qué manera sus padres desean verlo expresar su masculinidad o feminidad: es decir, cómo debe
comportarse para corresponder con la idea que ellos tienen de lo que debe ser un niño o una niña. La mayoría de los
niños adquiere esa identidad de género entre los 2 y los 4 años de edad.
3. Rol del género. El rol o papel de género se forma a partir del conjunto de expectativas, normas y prescripciones
que dicta la sociedad, acerca de las conductas “apropiadas” para las personas que pertenecen a uno u otro sexo. Este
rol varía en las diversas culturas, pero es el medio ambiente el que determina de antemano las funciones que son
propias o naturales para cada uno de los géneros. El rol de género se establece a través de la imitación de las
conductas de los padres y el reforzamiento diferencial que reciben los niños al imitar dichas conductas.
Si bien no existen diferencias importantes al momento del nacimiento, sí existen en las expectativas y actitudes de los
padres de acuerdo con el sexo del bebé. Sea cual sea la causa, la realidad es que las niñas se habrán vuelto
“femeninas” y los niños
“masculinos” mucho antes de llegar a la adolescencia.
A este proceso se le denomina socialización de los roles de género o tipificación sexual: la adquisición de preferencias,
habilidades, características de personalidad, conductas y autoconceptos “apropiados” para el propio género.
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El complejo de Edipo
Cathy Calderón de la Barca, Psicóloga
• Dice cosas como: “Me voy a casar con mi papito”, “Mi mamá es mi novia”, “Suéltala,
no la abraces” o “Papá es mío”.
• No le gusta quedarse o sentirse fuera del equipo cuando sus padres salen juntos.
• Pide a gritos que llegue el papá del sexo opuesto a solucionarle cualquier problema.
• Muestra una conducta seductora, de abrazos y besos, hacia el padre del sexo
opuesto.
• Muestra poca tolerancia con el padre del mismo sexo y no le permite la cercanía con
el otro mientras él está presente.
La etapa edípica se resuelve logrando identificarse con el padre del mismo sexo,
haciendo una negociación interna en la que se pierde ese ser objeto del deseo (el
padre del sexo opuesto) y se acepta la autoridad del otro, ganando la alianza, la
ternura y el cariño del padre del mismo sexo. Asimismo, comienza una relación distinta
que promueve la independencia (y el abandono) por parte del padre ahora no deseado.
De la misma manera, aparece una identificación sexual con su género, dando paso a la
resolución de las dudas existenciales como: ¿Quién soy?, ¿Cómo soy? Esto ayuda a
que haya equilibrio entre su cuerpo y su sexualidad, logrando acceder con la menor
culpa posible a las conductas que más adelante se volverán el inicio de una vida sexual
adulta.
La idea es transmitirle a los hijos que no hay competencia ni rivalidad, sino mucho
cariño o amor paternal, y no hacer o decir nada que aumente la idea o fantasía del
niño de que puede convertirse en la pareja de su padre o madre. Es importante que no
se juegue al triángulo amoroso, diciendo frases como: “A mí me quiere más que a ti”,
“Yo ya me casé con ella/él primero” (haciendo tono de burla), “Tú estás muy chiquito o
chaparrito y no le quedas”, “Claro que nos vamos a casar” o “Nos vamos a convertir en
novios”.
También hay que evitar bromear con la idea de que son una pareja y seguir el juego
frente a terceros, permitir caricias del tipo de las que tiene una pareja, y mucho menos
permitirse regresárselas con besos o abrazos que aunque parezcan de broma sean en
tono de novios, esposos o pareja. Lo mismo, deben evitarse los comentarios agresivos
a nivel verbal, por ejemplo: “Estás loco”, “No seas cochino”, “¡Qué te pasa!”, “¡Eso no
se hace!”, y menos con un lenguaje corporal de desprecio. Es indispensable ayudar a
que los niños tomen su lugar y que lo hagan a partir de una alianza en la cual se vean
atraídos a identificarse con el padre de su mismo sexo.
Como padres es indispensable que estemos en contacto con nuestras emociones y con
nuestras ideas más profundas en relación a estos temas, ya que fácilmente se pueden
cometer errores. La primera consecuencia del Edipo no resuelto —y que se manifiesta
muy claramente en la adultez— es la histeria, que en general nos habla de síntomas
físicos a los que se les ha buscado respuesta médica sin encontrarla.
Es recomendable que si están teniendo dificultad para controlar las tensiones entre uno
de sus hijos, o si hay un constante reto o agresión hacia uno de los padres y una
preferencia evidente hacia el otro, busquen apoyo para resolver las cosas de la mejor
manera sin que el niño tenga consecuencias negativas a nivel psicosexual.
Creemos que todo está en orden con nuestro cuerpo y nuestra sexualidad, pero
entonces ¿por qué no podemos permitirles a nuestros hijos que se exploren sin
preguntarnos si está bien o mal? ¿Por qué no podemos llamarle pene al “pilín” de
nuestros hijos o por qué les prohibimos a nuestras hijas que abran sus piernas frente
al espejo?
Las preguntas que nos hacemos sin encontrar en nuestro interior la respuesta correcta
se pueden manejar conociendo algunos estándares de la salud sexual de los niños.
Lo primero que hay que tomar en cuenta es que el principal órgano sexual es el
cerebro, es decir, hay que identificar nuestro sistema de creencias para saber de qué
está hecha nuestra sexualidad. Los niños presentan conductas claramente sanas a lo
largo de sus primeros dos años de vida, pero a partir de este momento, sino tenemos
cuidado con lo que les transmitimos, podríamos contaminar su desarrollo sexual.
• Se toca o frota sus genitales con una sonrisa cuando hay cambio de pañal.
• Se baña o se cambia de ropa y muestra placer en descubrir su cuerpo.
• Al dormir, cuando tiene miedo o está bajo tensión, toca sus genitales.
• Explora las diferencias entre niñas y niños con muñecas, papás o compañeros.
• Toca o tiene la intención de tocar las partes “privadas” de un familiar o de otros
niños.
• Cuando tiene oportunidad de espiar el cuerpo de alguien más lo hace con curiosidad.
• Los niños tienen erecciones.
• Se interesa en ver a otros haciendo cosas relacionadas con el baño.
• Empieza a entender que hay una diferencia entre las groserías y las demás palabras.
• Le interesa su popó.
• Juega a la mamá y papá; al doctor y otros juegos sexuales con niños de su edad.
• Juega a ser del otro sexo (pero le gusta su propio sexo).
• Tiene curiosidad acerca de la sexualidad animal.
Si hay algo en lo que debemos enfocarnos como padres es en nuestra propia actitud
ante la sexualidad. Si yo como pareja me muestro apenada de que mi esposo me vea
desnuda, seguramente debo de tener varios tabús y creencias culpígenas respecto al
cuerpo. Hay que tomar en cuenta que los niños llegan al mundo sin prejuicios y que
somos nosotros quienes se los enseñamos sin hacer conciencia de lo que estamos
difundiendo en ellos a medida que crecen.
Hay ciertas frases y consejos que pueden ser muy útiles si las pronunciamos y
aplicamos cuando nuestros hijos pequeños estén descubriendo su cuerpo
como:
• Todos los orificios del cuerpo se tocan con las manos limpias.
• Cuando nos toquemos cualquiera de nuestros orificios (orejas, nariz, ojos, etc.)
debemos de hacerlo con cuidado para no lastimarnos.
• Cuando papá o mamá te toquemos y te lastimemos, dinos para que lo hagamos con
más cuidado.
• Cuando veas a tu hij@ explorando su cuerpo, puedes darle un espejo para que le sea
más fácil descubrir aquello que explora y recordarle sobre tener siempre las manos
limpias. Esta es una buena oportunidad también para que le enseñes la anatomía, los
nombres y cómo hay que cuidarse.
• Puedes enseñarle a tocar las puertas empezando por tocarlas tú y explicarle que hay
momentos en donde nos cuidamos de que alguien más vea nuestro cuerpo, ya sea
porque nos incomoda o porque nos hace sentir mejor estar en privado.
Las conductas que nos indican que debemos tener precaución acerca de cómo
estamos manejando la sexualidad en nuestros hijos y empezar a hacer los
cambios necesarios, son las siguientes:
Para poder hacer las cosas bien, y no afectar su salud sexual, después de encargarnos
de crear un ambiente de confianza, de calidez o conexión y de respeto, debemos
aprender a leer a nuestros hijos. ¿Qué tipo de despertar sexual tienen? Mucha
curiosidad, poca o casi nula.
Cuando nuestros hijos tienen mucha curiosidad sexual, es mejor mantener nuestro
propio cuerpo en privado, ya que la fantasía de un niño es muy extensa. Darle además
un espacio para que explore su propio cuerpo, haga preguntas y conozca y explore el
cuerpo humano con naturalidad mediante ejemplos de ilustraciones especiales para
niños, animales y libros de anatomía. Cuando tu hijo te pregunte algo, es
indispensable contestarle con la frase ¿tú qué crees o qué te imaginas?, ya que esto
nos dará la pauta para poder contestarle atinadamente sin darle más información de la
que pueda procesar.
Cuando tu hijo demuestra poca curiosidad sexual o ésta es casi nula, de lo único que
debes encargarte es de cómo te sientes tú con tu propia desnudez. Si tú te comportas
de manera natural tus hijos lo sentirán así. En caso de que uno de ellos se incomode
recuerda que en un ambiente de confianza te pedirá que lo dejes bañarse solo, que te
salgas o voltees hacia otro lado cuando se está
cambiando o desvistiendo.
Sobre todo en sus primeros 3 años de vida, observa y respeta cuando no quieren
recibir besos y abrazos tuyos o de otras personas, ya que esto será una muestra de
que pueden confiar en ti y de que tú respetas su espacio.
Hasta qué edad es apropiado mostrarnos desnudos ante nuestros hijos es algo que
cada padre tendrá que determinar y detectar, pero existen comportamientos y señales
que nos pueden dar una pauta muy clara para saber hasta dónde y cómo manejar este
asunto de la desnudez. Antes que nada es importante que detectemos el momento y
las causas de nuestra incomodidad, y claro está, la de nuestros hijos.
Si tu hijo tiene entre 2 y 5 años, puedes darte cuenta de que no está tomando la
desnudez de manera sana a través de su lenguaje corporal: comienzan rechazando
abrazos, besos o mostrando demasiada curiosidad o inquietud. Pasando esta etapa,
cuando el niño se encuentra ya entre los 7 y los 9 años, es bastante normal que,
como parte de su desarrollo, intente poner algunos límites manifestando descontento
ante el cuerpo desnudo de los padres. Si tu hijo está comenzando a buscar sus
espacios íntimos, tienes que tomar en cuenta que es fundamental respetar su privacía,
sólo así el niño podrá empezar a construir su individualidad. Su lenguaje corporal, una
vez más, te irá dando pistas, hay que poner atención a miradas, muecas o sonrisitas.
Es tan importante este punto, que si es ignorado, puede tener algunas consecuencias
poco favorables en su conducta sexual: algunos niños pueden crecer vinculando su
placer erótico con la imagen de la madre o el padre con una necesidad de pornografía
o de masturbación pensando en la madre o en el padre, y tal vez de adultos haya
niños que no sean capaces de llegar a la satisfacción sexual. Si tu hijo llegara a
mostrar teste tipo de conductas es posible que haya sufrido algún tipo de fijación
durante la primera infancia o adolescencia.
El rango de edad que pueden recomendarte los psicólogos para mostrar tu desnudez o
dejar de hacerlo sin causarle conflictos a tus hijos, depende de lo que ustedes, sus
padres, le hayan transmitido: su propia salud mental y la forma en que manejen su
intimidad. Es importante ser genuino y comenzar con tus propias intuiciones, no
forzarte a continuar cómodo con mostrarte desnudo ante tus hijos si sientes que es
momento de ser más discreto. Si eres un padre atento, realmente en contacto con tus
hijos, podrás manejar tu desnudez de manera natural y aprenderás a ver las señales
de incomodidad sin importar la edad específica en que te las manifiesten.
¿Qué es normal y qué no? ¿Cuándo pedir ayuda profesional? Consulta la revista
bbmundo de agosto 2008.
Nancy Steinberg
Uno de los temas que, sin duda alguna, preocupa a las mamás, es si deben o no bañarse con sus hijos y hasta qué
edad es apropiado hacerlo. En el fondo de esta pregunta está un tema que siempre es difícil de tratar: si es bueno o
no que los niños vean desnudos a sus progenitores, del mismo sexo y del sexo opuesto. Y esto no es fácil de
responder; veamos por qué.
Cuando hablamos de estas cuestiones, no podemos dejar de lado factores personales, morales, o inclusive religiosos;
además, las respuestas varían de una cultura a otra, porque las costumbres varían de una cultura a otra. Por todo
esto, el tema es difícil y no existe un consenso entre los diversos especialistas al respecto.
Así que, lo que sigue a continuación, es una opinión personal del tema, basada en mi experiencia clínica, la lectura de
diversos textos y, finalmente, un profundo respeto por las opiniones de las diferentes personas que puedan leerlo.
Un buen punto de partida para decidir si debes o no bañarte con tus hijos es si ves esto como “normal” y “natural”; o
lo ves como algo inapropiado. En otras palabras, ¿cómo te sientes tú al respecto?, independientemente de lo que
opinen los demás.
El nivel de comodidad con tu propio cuerpo desnudo puede ser un factor muy importante en esta decisión, ya que lo
más importante no es si te bañas o no con tus hijos, sino los mensajes que les mandas al hacerlo, consciente o
inconscientemente. El mensaje que, en última instancia quisieras mandar, es que no hay nada de malo con estar
desnudo, que todos tenemos un cuerpo y lo debemos mantener limpio.
En cada familia, la decisión de bañarse o no con los hijos la toman los padres, basados en sus propios principios éticos
y morales; puede ser importante que ambos se pongan de acuerdo en si lo van a hacer o no; pero si uno de ustedes
se siente cómodo y el otro no, pueden aprender a respetar las decisiones de cada uno.
Por lo general, llega un momento en que los hijos empiezan a sentirse incómodos y ellos mismos piden (con palabras
o actitudes) mayor privacía. Aunque pueda sonarte raro, no parece haber diferencia entre el sexo de los hijos y el
sexo de los padres para que esto se presente.
Tú podrías pensar que tu hija siempre se sentirá cómoda en tu presencia y tú en la de ella; pero que puedes tener
problemas con tus hijos varones. Y que tu esposo siempre podrá bañarse con los hijos varones, pero habrá dificultad
cuando las hijas lleguen a cierta edad. Pero esto no parece ser el caso: tanto chicos como chicas llegan a una edad en
la que piden y necesitan su propio espacio.
En todo caso, cuando llega el momento en que los hijos piden su espacio, ya sea por pudor, pena o un deseo de
mayor privacía, es muy importante respetarlos.
Por otro lado, si los hijos no lo piden, una buena señal para que los hijos varones no se bañen más con la mamá y las
hijas no lo hagan con el papá, es cuando empiezan a aparecer los caracteres sexuales secundarios, es decir, cuando
aparece el vello púbico o a las chicas se les empiezan a desarrollar los senos.
Otro buen indicador es cuando tú misma empiezas a sentirte incómoda; cuando los hijos empiezan a mostrar un
interés mayor por las diferencias anatómicas, puede ser un buen momento de terminar el baño en común.
Finalmente me gustaría señalar que existen importantes diferencias en las diversas culturas, y lo que puede parecer
aceptable en ciertos países sería visto como inadecuado en otros. Éste es un factor más que puede ayudarte en la
decisión de cuándo es el momento en que ya no debes bañarte con tus hijos.
Cuando llegue el momento, tal vez sea útil destacar que no existe nada malo con la desnudez; simplemente se trata
de empezar a enseñar a los niños la importancia de cuidar y respetar su propio cuerpo y el de los demás,
reconociendo que tenemos “partes privadas,” las que se cubren con el traje de baño. Esto sentará las bases para
ayudarles a desarrollar un sentido de auto-cuidado y privacía.
Juegos sexuales en la infancia, ¿son normales?
Juan Pablo Arredondo, Psicólogo
El juego sexual es común en niños y niñas cuyas edades fluctúan entre los cuatro y los diez años, debido a que en ésa
etapa presentan una natural necesidad de satisfacer su curiosidad. Si oyes a tu hijo o hija hablar de las partes de su
cuerpo, o lo encuentras mirándose o tocándose las áreas genitales, probablemente sientas incomodidad, pero es
importante que no demuestres tu alteración. Recuerda que es muy fácil, sin intención, atribuirle culpa, miedo o
vergüenza a curiosidades que son normales y saludables en el desarrollo de tus hijos.
El juego sexual infantil, al igual que la masturbación, son actividades universales y aspectos normales de la
exploración del propio cuerpo, tanto para los niños como para las niñas. Fundamentalmente ninguna de las dos
actividades tiene nada de malo; sin embargo, es comprensible e incluso hasta normal que de pronto reacciones con
alarma, cólera o vergüenza cuando se presentan estas situaciones. Aún así, debes tomar en cuenta que al conducirte
de este modo puedes perder la confianza de tus hijos y dificultar las conversaciones sobre la sexualidad humana con
una actitud abierta en un momento posterior.
La transmisión de sentimientos erróneos respecto a la sexualidad, puede afectar la opinión de tus hijos sobre sí
mismos y sobre la sexualidad en general. Es por ello que la forma más efectiva de responder al juego sexual o a la
masturbación consiste en una conversación padre a hijo, simple, directa y objetiva.
Si los sorprendes en un acto de un juego sexual, deberás interrumpirlos casualmente. En ese momento no comentes
sus acciones, porque quizá no puedas controlar tus emociones y ellos se sentirán avergonzados o a la defensiva. En
cambio, dirige su atención a otra actividad. Puedes, por ejemplo, decir algo como: "Éste no es un buen juego. Vamos,
vístanse y los espero en la cocina para pintar con los dedos". Esto terminará la actividad que te alteró y te dará
tiempo para calmar tus sentimientos.
Más tarde, es importante que hables con ellos acerca de la opinión que tienes sobre este tipo de juegos. De la misma
forma, si escuchas a tus hijos haciendo planes para explorar sus cuerpos, puedes sumarte a su conversación en ese
momento y decir claramente cuál es tu sentimiento respecto a esta idea.
Cuando hables con ellos acerca del juego sexual, deberás tratar de alcanzar dos objetivos:
Éste también es un buen momento para recordarles las lecciones sobre el "buen contacto" y el "mal contacto",
relacionadas con el abuso sexual o con los desconocidos. Refuerza el hecho de que, incluso entre amigos, tienen
derecho absoluto de decir no a cualquier contacto que los haga sentir incómodos.
Recuerda que la sexualidad es una parte importante para el completo desarrollo de todo ser humano. Hace tiempo
que las vivencias sexuales dejaron de tratarse como mitos intocables, para convertirse en temas que deben abordarse
de una forma natural y abierta, sin culpabilidad ni miedos, promoviendo así un sano crecimiento.
Para comprender tanto a tus hijos como la masturbación, debes saber cuándo es
normal y cuándo puede indicar algún problema serio.
· Por placer. Los niños aprenden muy rápido que se siente bien masturbarse.
· Para explorarse. Muchos niños se masturban como parte de la curiosidad natural que
sienten por su cuerpo.
La masturbación es algo que debe hacerse en privado. La mayoría de los niños, sin
embargo, no saben la diferencia entre el comportamiento público y privado. En estos
casos, los niños deben ser educados. Considera la masturbación en lugares públicos
igual que tratarías cualquiera otra situación que no es aceptable en público, por
ejemplo picarse las narices. A continuación presento algunas cosas que los padres
pueden hacer para reducir la masturbación en lugares públicos.
· Dale opciones. Dale a tu hijo algo más que hacer con las manos cuando están en
público. Trata de distraerlo sugiriéndole que haga otra cosa.
Es poco común que los hábitos de masturbación de los niños pueden indicar otros
problemas. Consulta con tu pediatra si:
· Los padres piensan que los niños no se están masturbando, sino rascándose o
frotándose los genitales porque se sienten incómodos. Entonces es posible que los
niños tengan alguna infección o irritación.
· La masturbación es constante.
Ten en cuenta que en muchos casos la masturbación es una conducta común en los
niños. Son raros los casos en los que indican que se trata de otros problemas.
Recordemos que a los niños hay que ayudarlos a tener una vida sana, digna, creativa,
de comunicación y adaptación al medio que los rodea.
Dado que la personalidad del niño se encuentra influida directamente por el ambiente
emocional del hogar, es importante considerar que los padres pueden llegar a
necesitar orientación en el manejo de sus hijos para prevenir una mayor disfunción
familiar.
¿Cuándo se recomienda acudir al psicólogo?
Existe gran controversia acerca de los psicólogos, puesto que el cine, la televisión, las
revistas, etc., muestran una imagen que en ocasiones dista mucho de la realidad,
mitificándolo o ridiculizándolo. Por ello podemos pensar que acudir a un psicólogo no
es relevante o incluso es charlatanería.
Esta idea errónea suele causarnos más problemas cuando se presentan algunas
dificultades emocionales o, hasta en casos extremos, trastornos mentales severos,
pues tendemos a no reconocerlos y/o negar estas anomalías como conflictos
psicológicos que afectan nuestro entorno familiar, escolar, laboral y social, y que sí
deben ser tratados por un especialista.
Asimismo, pensamos que podemos resolver nuestros problemas por nosotros mismos,
que quizás lo que nos está ocurriendo es algo eventual o sin importancia. Otros
consideran que es una moda llevar a nuestros hijos a una valoración o a una terapia.
También surge el prejuicio de que el tratamiento psicológico es sólo para los locos o los
débiles, porque no son capaces de resolver sus problemas por sí mismos.
* Pueden provocarnos pena, miedo a qué pueda pasar y qué pueda pensar la gente de
nosotros.
* Pensamos que es un gasto innecesario por que tal vez el problema que tenemos no
es tangible (no podemos verlo, tocarlo y tal vez comprenderlo) tal vez como una gripa.
Se considera un buen inicio cuando las personas aceptan que existe un problema, ya
sea en ellos mismos o con algún miembro de la familia. Esta actitud muestra una
posibilidad de tratar de cambiar la situación, por lo que la concientización es el primer
nivel. Asimismo, detenerse a pensar y a cuestionarse sobre el problema es un acto de
madurez, como el acudir y admitir que se requiere de ayuda profesional. Debido a que
existe un problema que afecta nuestra vida, se tratan de buscar soluciones rápidas y
concretas, pero no se considera que tal vez el problema se ha generado de tiempo
atrás y en el que intervienen una serie de variables, por lo que puede ser incorrecto
pensar que la solución del problema se dará en pocas horas y será sencillo de
entender. Se requiere de un proceso de conocimiento, no sólo del psicólogo hacia el
paciente sino, lo más importante, del paciente mismo.
A los padres se les brinda información y orientación acerca de la problemática del niño
trabajando conjuntamente, sin emitir juicios de valor sobre su conducta como padres.
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Caanly Hernández - Psicóloga especialista en
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