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Con esa sabiduría habla el Mamo Kuncha, el gran filósofo de la Sierra Nevada. Esa
es la sabiduría del Mamo Kuncha y el Mamo Jacinto y el Mamo Ramón y el Mamo
Pedro Juan, los más sabios entre los aproximadamente doscientos jefes
espirituales que lideran a 58.000 indígenas que habitan la Sierra Nevada de Santa
Marta, más conocidos como arhuacos, kogis, wiwas y kankwamos. Ellos
constituyen la única cultura indígena y profunda que sobrevive en Colombia, y
desde sus cumbres y nieves que miran al mar expresan hoy por hoy el único
planteamiento espiritual serio y coherente acerca de una forma de vida pacífica
en armonía con la naturaleza y con los otros 43 millones de seres humanos que
habitan este vasto y convulsionado territorio que se llama Colombia.
El jefe de esos jefes se llama el Mamo Kuncha. Tal vez tenga 65 años o más. No
tiene ni una cana. Jamás ha calzado un par de zapatos. Pequeño, menudo, con
una piel cobriza labrada por el sol y el viento, se agiganta por la dimensión de su
vestimenta del mejor algodón crudo, el tutusoma blanco en la cabeza y el mukku
o manta también blanquísima que cubre en perfectos pliegues su cuerpo
desnudo, musculoso, cuerpo que es como una roca negra debajo de las cumbres
nevadas.
Se sabe que tiene dieciocho hijos. Se sabe que vive en su karkarwa o templo
ceremonial, a más de tres mil metros de altura. Se sabe que es el gran jefe no
porque se haya ganado ese cargo por votos o por guerras sino porque es el más
sabio de todos, el que piensa más profundamente y más despacio.
Mamo Kuncha fue prácticamente aislado desde niño por su comunidad, de todas
las fuerzas en conflicto en las laderas de la Sierra. Lo apartaron de los curas
misioneros, de los guerrilleros, de los paramilitares, de los colonos. No habla en
español porque se formó en lengua indígena, y su traductor es el también
indígena Danilo Villafañe. En realidad habla muy poco, guarda largos silencios. Su
elocuencia son esos vastos silencios con los que esculpe la solidez de sus
sentencias, como cuando afirma: "El futuro es volver al pasado", o "Nosotros
siempre hemos existido y seguiremos existiendo siempre, porque la vida nunca
muere". Son tan bizarros sus silencios y tan certeras sus palabras, que es el
colombiano más elocuente en un país donde la gente es opinadora profesional de
tantos temas sin estudiarlos, a tal punto que si cada uno sólo hablara de lo que
sabe y conoce, se escucharía entonces un gran silencio nacional.
El Mamo Kuncha conoció la otra Colombia hace apenas unos diez años cuando
bajó de la Sierra Nevada a las tierras calientes y conoció la gran ciudad. Bajó
porque después de pensar en silencio durante tantos años, él y su comunidad y el
Consejo de Mamos decidieron que era la hora de hablar con sus "hermanos
menores" de Colombia y del mundo para establecer un diálogo, para pensar en
grupo, para entrar en una especie de gran negociación para salvar al mundo de la
destrucción, las guerras, las catástrofes, las enfermedades. Ellos creen que el
mundo se reconstruye, se reinventa casi siempre después de una gran crisis, y
saben que en estos momentos la crisis aflige a todos los pueblos del mundo. Los
Mamos de las culturas kogi, arhuaca y wiwa decidieron llamar nuestra atención
para alertarnos, guiarnos y concientizarnos sobre la importancia de mantener el
equilibrio en el planeta, llamándonos a que detengamos nuestra capacidad de
daño, y para advertirnos sobre las graves consecuencias que tienen nuestras
acciones en la fuerza principal de la vida.
"Ésta es la base para tener tranquilidad y alegría de vivir, para que esta alma y
este cuerpo no se pierdan, aunque este cuerpo no es para que dure mucho
tiempo, en cambio el alma no muere", dijo el Mamo Kuncha como si fuera el
nuevo Zaratustra de Nietzsche, ahora venido de las cumbres de la Sierra Nevada.
Y habló frente a ejecutivos, hombres de negocios, banqueros, empresarios,
mujeres inteligentes y hermosas, todos amantes de la vida y los bienes de lujo y
el confort. "La vida es breve, muy breve, hay que aprovecharla al máximo y
compartirla con los hijos", dijo ante esas multitudes de hombres y mujeres de
afán. Ellos tal vez entendieron que aquel hombre descalzo y vestido de blanco les
hablaba de otro tipo de sabiduría, porque la sabiduría está en muchas partes,
también en otras culturas, no sólo en los laboratorios y oficinas.
Claro que el Mamo Kuncha también sabe perfectamente lo que mucha gente está
pensando sobre lo que se afirma que sucederá en 2012, a partir del viernes 21 de
diciembre de ese año. De eso habló dos veces con Alejandro Cirilio Pérez, el jefe
maya. Dicen que también lo habló con Drunvallo Melquizedec. Cuando se le
pregunta, entra en un largo silencio. Piensa despacio, muy despacio... No quiere
especular ni alarmar y su silencio dramático pero luminoso sólo se interrumpe
cuando suena el teléfono celular de su traductor Danilo Villafañe. Llaman al Mamo
Kuncha desde la Sierra Nevada. Habla en arhuaco. Cuando el Mamo cuelga,
piensa de nuevo. Y entre silencios dice que en 2012 no habrá castástrofes, que
todo depende de nosotros, pero que sí habrá grandes transformaciones, todo un
cambio de conciencia. Tal vez un hombre nuevo...
Foto: Mauricio Vélez
De todas maneras, el Mamo Kuncha sólo volverá a bajar a este mundo de los
hermanos menores a principios del próximo año. Y luego se recluirá de nuevo en
sus cumbres de la Sierra Nevada de Santa Marta a pensar y a meditar sobre
mucho más allá del año 2012. A pensar muy despacio allí resguardado por las
cuchillas nevadas que divisara hace cien años desde el mar el capitán Joseph
Conrad y describiera en su monumental obra Nostromo en la que relata todo lo
que se pueda saber sobre el Poder colonial en los trópicos.