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La evaluación constructivista

Los enfoques constructivistas orientan diferentes estrategias


de evaluación. Privilegian el papel activo del alumno como
creador de significado, la naturaleza autoorganizada y de
evolución progresiva de las estructuras del conocimiento, es
decir abordan la evaluación formativa.

La evaluación, por tanto, debe estar orientada a evaluar los


procesos personales de construcción personal del
conocimiento.

La evaluación formativa se entiende como un refuerzo que


ayuda al alumno a reconstruir el tema de evaluación y como
parte del proceso generador de cambio que puede ser
utilizado y dirigido a promover la construcción del
conocimiento.

Los modelos utilizados tradicionalmente centran la evaluación


en cogniciones aisladas sin considerar su conexión con el
marco de conocimientos general y personal del alumno, esta
tendencia a evaluar conocimientos como unidades ordenadas
que se pueden aislar en forma artificial, no favorece la
construcción del conocimiento que exige una evaluación que
considere las cadenas complejas de significado y la
interacción dinámica entre los mismos. Lo esencial en esta
perspectiva es el concepto de integración, es decir, propone
que cualquier tipo de conocimiento puede ser entendido
mejor en el contexto de un sistema de significados más
amplio que lo apoye y relacione.

La evaluación tradicional mide la cantidad de conocimientos u


objetivos logrados, representados como la frecuencia de
respuestas correctas en los instrumentos estructurados.
Las técnicas tradicionales se dirigen principalmente a evaluar
el presente del alumno y en el mejor de los casos el pasado
reciente (evaluación acumulativa), las técnicas
constructivistas enfatizan la evaluación del desarrollo.

La evaluación tradicional mide la cantidad de información


memorizada por los alumnos. En el enfoque constructivista,
se centra la atención en el nivel de análisis, por lo tanto las
capacidades del alumno para clasificar comparar y
sistematizar son claves para la evaluación formativa.

Esta forma de evaluación obtiene de los alumnos un conjunto


de construcciones personales y únicas con las que
estructuran su propio conocimiento, mientras que la
evaluación tradicional sitúa a los alumnos en un conjunto de
construcciones validadas externamente.

La evaluación en este marco tiene la intención de dar a los


estudiantes una oportunidad para seguir aprendiendo; esto
exige que el profesor reconozca las diferencias individuales y
de desarrollo de intereses, capacidades, destrezas,
habilidades y actitudes. Así, la evaluación debe partir
verificando lo que los alumnos ya saben (evaluación
diagnóstica).

La evaluación constructivista mide:

• Los conocimientos adquiridos y la capacidad de los alumnos


para aplicarlos en situaciones variadas.

• El desarrollo de destreza, habilidades y cambio de actitudes.

• Si los alumnos son capaces de establecer una relación con


el conocimiento que difiere de la que demanda el profesor.
• Si los alumnos contribuyen a aportar un nuevo significado al
conocimiento, alterando incluso la dinámica de la interacción
establecida por el docente en el aula.

• La validez de construcción debe verificar si se está


evaluando lo que realmente se espera que los alumnos
construyan, lo que implica una clara definición de
capacidades; una declaración explícita de las normas, que
deben ser justas para los alumnos; una clara definición de
criterios de evaluación, cuando será considerada una
construcción buena, mala o regular; e instrucciones
comprensibles para la comunicación de los aprendizajes.
INTRODUCCION:

El propósito fundamental de este artículo consiste en esbozar una reflexión acerca de aspectos importantes en la
evaluación psicológica actual, centrándonos fundamentalmente en el proceso de evaluación seguido dentro de la psicologia
clínica. En el se discuten los modelos de evaluación más utilizados actualmente: La evaluación conductual y
la evaluación tradicional.

Aunque el sustrato empírico y teórico de la evaluación tradicional ha sido criticado duramente, se ha favorecido el desarrollo
de la evaluación conductual. Las nuevas concepciones de los modelos de rasgos significan un acercamiento entre ambos
puntos de vista.

El análisis critico sobre la evaluación psicológica comporta ciertas dificultades debido a la diversidad de enfoques teóricos y
también por la constante aparición de nuevas aportaciones teóricas y prácticas.

Sin embargo, durante las ultimas décadas, el desarrollo de la disciplina evaluativa, empezando por la figura del evaluador
(ha pasado de ser un asesor tradicional a ser uno conductual) ha contribuido a considerarla una actividad paralela y
simultanea a la elección y aplicación de tratamientos.

A continuación, examinaremos los dos modelos de evaluación tradicional y conductual, mencionando algunas
características estimadas adecuadas para poder ser contrastados.

EVALUACIÓN TRADICIONAL

En opinión de Chorot, el diagnostico tradicional supone un modelo de evaluación que falla a la hora de proporcionar una
información adecuada, útil y relevante para que el psicólogo lleve a cabo su labor terapéutica. Así, la evaluación se entiende
como una actividad independiente y separada del tratamiento (Ciminero)

La evaluación tradicional se caracteriza por la existencia de contructos internos de la personalidad que explican y
determinan, en mayor o menor grado, la conducta del sujeto. De modo que ésta es entendida como la manifestación
indirecta de alguna disposición interna, con lo que en opinión de ciertos autores se generan un máximo de inferencias y
se recogen muy pocos datos.

Podemos concluir que estamos ante un modelo de rasgos que va a acoger un planteamiento correlacional y un supuesto
de consistenciafrente al planteamiento experimental y supuesto de especificidad ofrecido por la evaluación conductual, que
más tarde veremos.

Debido a que los contenidos de los ítems de los tests reflejan únicamente los rasgos de personalidad del individuo: la
conducta nunca es obsevada directamente, de ahí que el modelo de evaluación tradicional tenga que valerse de metodos
de medida indirectos. Como por ejemplo pueden ser las técnicas proyectivas y las psicométricas.
Las primeras derivan de las teorías dinámicas de la personalidad y por lo tanto, reflejan los aspectos inconscientes y los
conflictos internos subyacentes al psiquismo del individuo (por ejemplo: el test de Rorschach). Estas técnicas evaluativas
han sido fuertemente criticadas por cuestiones metodológicas de fiabilidad y validez. De hecho, a pesar de los enormes
esfuerzos realizados por los investigadores de la materia para operativizar y hacer objetivas las técnicas proyectivas, estas,
actualmente no pueden ser consideradas como instrumentos científicos y precisos de evaluación.

Por otra parte, las técnicas psicométricas se valen de tests estandarizados, construidos en base a estrategias teórico-
racionales, empíricas y factoriales, que pretenden evaluar las variables organísmicas o rasgos del sujeto. Estas son las que
van a conformar la perspectiva correlacional. Como ejemplos tenemos el MMPI ( Minnesota Multiphasic Personality
Inventory)

Pero a mediados de los años sesenta, se empieza a producir un fuerte cuestionamiento de la adecuación de los
instrumentos de medida tradicionales y tiene lugar un importante giro hacia los determinantes situacionales de la conducta.

EVALUACIÓN CONDUCTUAL

También llamado en las ultimas décadas “Análisis funcional de la conducta”, se apoya fundamentalmente en los
conocimientos adquiridos por la psicologia experimental, lo que supone una vuelta al método científico. Este,
según Pelechano, representa una especialidad en auge.

A grandes rasgos, la evaluación conductual trata de determinar de una manera operativa, objetiva y cuantitativa las
relaciones causales que surgen entre la conducta problema y los factores que la provocan. De ahí que se incluyan tanto las
conductas directamente observadas como las encubiertas.

La gran diferencia entre el enfoque tradicional y el conductual, estriba en que en el primero la evaluación y el
tratamiento son independientes. Contrariamente, en el segundo, la actividad evaluadora es inseparable del tratamiento y
en ese sentido debe servir de base para la intervención (Fernández-Ballesteros)

Desde una postura interaccionista, el enfoque conductual se caracteriza por explicar la conducta en base a la interacción
entre las variables organísmicas y las variables situacionales (sujeto y ambiente). La evaluación se centrara en datos
observables y consistentes con la realidad empírica, de manera que los niveles de abstracción son muy bajos. Por lo
tanto, las respuestas del sujeto serán tomadas como una muestra representativa de la conducta ocurrida ante situaciones
ambientales que provocan, mantienen o inhiben tales respuestas.

En definitiva, la evaluación conductual utiliza patrones de respuesta específicos ante situaciones determinadas y analiza la
conducta en términos de antecedentes y consecuencias. Dado que se ocupa de las conductas concretas, se requiere un
análisis especifico y adecuado a cada sujeto: tiende a dirigirse al caso individual (metodologíaidiográfica)

REFLEXION:

Una vez comentadas las características de ambos modelos de evaluación, podemos deducir que la diferencia básica
reside en la forma de explicar la conducta del sujeto.

Desde la postura tradicional, esta ultima vendría dada por los rasgos de personalidad (constructos internos).Y aboga por
una conducta con un alto grado de consistencia transituacional y estabilidad temporal. Si el comportamiento emana
esencialmente de las características propias y peculiares con que el sujeto aborda una situación concreta, quedando las
variables situacionales en un segundo plano, parece lógico esperar que la conducta presente un grado considerable de
continuidad y consistencia a lo largo del tiempo y de las diversas situaciones. Así las variables, mecanismos y estructuras
subyacentes en la persona son las responsables de la determinación de la conducta en grado máximo, a la vez que de la
continuidad y consistencia de la misma.

Sin embargo el enfoque conductual, pone el acento explicativo en el contexto situacional en el que la conducta se
manifiesta, por lo que sus centros de interés se dirigen hacia el valor determinante de la situación, la especificidad de la
conducta y la conveniencia de estudiar sistemáticamente los parámetros que definen la situación. Al estimar las
características de la situación como los factores explicativos de la conducta, se deduce lógicamente su carácter variable y
especifico.

Aquí cabe hacer un alto para formular una pregunta a los teóricos situacionistas: ¿Qué me dicen sobre los estados? ¿Qué
me dicen sobre la tristeza o la alegría?

Entre los críticos de estos planteamientos teóricos, contamos con Holzman, que advierte que: “El esquema conductual ha
sido elaborado a expensas de la eliminación arbitraria de la complejidad de la conducta humana”.
Otro autor que aquí sería interesante mencionar es Bermúdez: “...si bien el estudio de la situación es importante, el enfoque
situacionista entendido desde una postura radical es totalmente inadecuado, al igual que ocurre con el modelo de rasgos,
resultando en cierto modo insostenible entender y estudiar las situaciones como algo independiente de la persona...”

Desde nuestro modesto punto de vista, las explicaciones derivadas de cada enfoque por separado, se
muestran insuficientes, sobre todo cuando el objeto de estudio es la conducta humana.

Esto nos lleva a pensar en la vieja problemática de la disciplina Psicológica: el eterno complejo de poco científica, que lleva
a que los investigadores se radicalicen y se repartan en dos frentes: internalistas y ambientalistas, idealistas y materialistas,
organicistas y mecanicistas, realistas y escépticos, subjetivistas y objetivistas... Pero estos enfrentamientos no solo
abundan en las investigaciones psicológicas, sino que ocurre hasta en las mejores “familias”; recordemos sino los
acalorados debates filosoficos entre los partidarios de la razon contra los devotos del empirismo. También podríamos citar
una larga lista de términos que conocemos enfrentados, como por ejemplo: cualitativo vs cuantitativo, idiografico vs
nomotético, categorial vs dimensional... Vemos pues, como la historia del pensamiento humano avala la polemica que hoy
nos ocupa.

Vayamos por partes.

La evaluación conductual, en sus aspectos metodológicos, utiliza la observación y los registros objetivos con bajos
niveles de inferencia o abstracción para así evitar las posibles variables contaminantes. Esto es muy propio del espíritu
científico: buscar el rigor y la exactitud de la objetividad. El evaluador se ciñe a la realidad y no a como quiere que sea esa
realidad.

En cambio, la perspectiva tradicional, propia de los teóricos del rasgo, considera que las variables personales juegan un
papel predominante sobre los factores del ambiente y se valen de técnicas proyectivas y psicométricas para llevar a
cabo las evaluaciones (propio de la metodología nomotética). Pero aquí también podemos hacer una pregunta a los
partidarios de este enfoque: “¿ Las personas se comportan igual en todas las situaciones?”

Podemos adelantar la respuesta: obviamente, no.

Acudiremos de nuevo a la historia para tratar de dar solución a este enfrentamiento. Haciendo alusión al anteriormente
citado debate Racionalismo-Empirismo, proponemos el ejemplo del mayor representante de la Ilustración Alemana: Kant.

El pensamiento Kantiano puede dividirse en dos etapas:

La primera, el periodo precrítico, donde es un filósofo racionalista continuador de Liebniz, partidario pues de la razón para
conocer el mundo.

La segunda, el periodo critico, donde reconoce la necesidad de la experiencia y la razón utilizadas conjuntamente para
conocer la realidad. (Critica de la Razón Pura). Aún hoy en día en el siglo XXI, este problema no esta del todo resuelto, pero
no resulta una mala idea y puede ser un paso adelante.

En la línea de Kant, y siguiendo con el tema que nos atañe, pensamos que lo mejor es combinar o fusionar ambos
métodos: al valerse de ambos, el campo que no abarca uno de ellos, lo abarca el otro, de manera que se nos escape el
mínimo de información posible acerca del sujeto a evaluar.

A este propósito, Bermúdez nos dice: “Los aspectos más importantes de la conducta humana, surgen a partir del continuo
proceso de interacción entre situación, organismo y conducta... Al mismo tiempo, la conducta, fruto de la relación
estructura orgánica-contexto estimular, altera las condiciones, tanto del organismo como del contexto, dando lugar a
cambios que no traducen sencillamente la acumulación cuantitativa del efecto de cada una de los factores actuantes;
mediante esta mutua interrelación se producen estados que son cualitativamente diferentes a los precedentes (Bermúdez
1989, p.81)

En este sentido, la integración propuesta por los planteamientos interaccionistas parecen muy adecuada ya que parte de la
consideración de la interacción de las variables personales y situacionales como unidad de análisis y explicación de la
conducta. Este planteamiento integrador se desprende que la conducta se debe, en parte, a factores de diferenciación
individual, en parte, a las características de la situación, pero fundamentalmente a la interacción entre las
características de ambos polos de la disensión.

Resultaría interesante analizar en función de que características, bien sean de la persona o de la situación, la conducta
permanece estable o varia. Así, cualquier manifestación conductual refleja tanto características de la persona como de la
situación.
CONCLUSIÓN

Unas conductas pueden estar en mayor medida determinadas por factores personales en algunos sujetos: en otros
sujetos las mismas conductas pueden estar determinadas en mayor medida por factores situacionales. En vez de
pretender dilucidar si los determinantes de una conducta son internos o externos, lo que realmente interesa es analizar de
que forma los factores personales y situacionales se interrelacionan y codeterminan en su influencia sobre la conducta para
cristalizar en el desarrollo y mantenimiento del patrón de estabilidad y cambio que cada individuo presenta en su conducta.

En definitiva, la cuestión es ver como interactúan persona y situación para conseguir en el individuo un patrón coherente
de comportamiento que le identifique.

Y estamos seguros de que la confluencia de la investigación tradicional con las aportaciones realizadas por el modelo
conductual generarán una gran apertura hacia nuevos e interesantes tipos de datos.

BIBLIOGRAFÍA

_CHOROT, P. (1984) Perspectivas actuales y futuras de la evaluación psicológica. Revista de Psicologia General y
Aplicada.

_FERNÁNDEZ-BALLESTEROS, R. (1992) Introducción a la evaluación Psicológica. Madrid, Pirámide.

-GOROSTIAGA, A. Fundamentos Metodológicos de la Psicologia. UPV, Donostia.

_IBÁÑEZ AGUIRRE, C. Evaluación Psicológica: lecciones introductorias. Servicio editorial UPV, Bilbao.

_ZUMALABE, J.M. (1993) Tendencias actuales en el estudio y la evaluación de la personalidad. Servicio Editorial UPV,
Donostia.

Reflexión sobre las diferencias entre la evaluación tradicional y la evaluación conductual

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