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Su sobrino Martín Antolínez le consigue dinero engañando a los judíos Raquel y Vidas. Después
el Cid se dirige a San Pedro de Cardeña para despedirse de su esposa doña Jimena y de sus hijas, que
deja confiadas al abad del monasterio. El Cid abandona Castilla y, tras él, le siguen gentes de todas
partes. Después de cruzar el Duero, pernocta en Figueruela, donde se le aparece en sueños el arcángel
San Gabriel y le predice grandes victorias.
Entra en tierras de moros y toma Castejón, donde recoge grandes ganancias y las reparte con
los suyos. A continuación, recorre las tierras de Aragón, dependientes del rey moro de Valencia y se
asienta en Alcocer. Dicho rey envía a dos príncipes contra el Cid, se entabla una fiera batalla y los
cristianos vencen a los moros de Calatayud. Recogen un rico botín y el Cid envía un presente al rey Don
Alfonso por medio de Alvar Fáñez. Gracias a esto, se calma la ira del rey, que permite que se sumen más
hombres al ejército del Cid. Recorren tierras de Huesca y el conde de Barcelona sale en su busca a
luchar. El Cid le vence y el conde cae prisionero. Luego lo libera.
El rey Yúsuf de Marruecos llega a Valencia con cincuenta mil hombres para recuperar la ciudad.
El Cid y los suyos logran una nueva victoria y consiguen otra vez grandes riquezas. De nuevo envía una
embajada con las nuevas noticias al rey Alfonso. Después de todas estas victorias y regalos, el rey le
propone a don Rodrigo una entrevista, donde le concede su perdón y tratan las bodas de sus hijas con
los infantes de Carrión. El Cid consiente, con recelo, el casamiento y se dirigen a Valencia. Este cantar
termina con la celebración de dichas bodas.
Los infantes son objeto de burlas en la corte y piden permiso para volver a Carrión con sus
mujeres, con la excusa de enseñarles todo lo que les pertenece. El Cid envía a Félix Muñoz con ellos para
que proteja a sus hijas. Dolidos sobre todo por el episodio del león, los infantes se vengan del Cid
maltratando y dejando casi desnudas y medio muertas a doña Elvira y doña Sol; esto sucede en el
robledal de Corpes. Félix Muñoz las descubre, las reanima y, después, las conduce a San Esteban de
Gormaz. Enterado el Cid de lo sucedido, envía por ellas y vuelven a Valencia.
Muño Gustioz lleva ante el rey Alfonso queja de los agravios del Cid. El rey decide celebrar
cortes en Toledo, donde los jueces acuerdan que los infantes le devuelvan a don Rodrigo los bienes que
le corresponden (sus espadas, Colada y Tizón, y el dinero de la dote, que le devuelven en especie).
Además, Pedro Bermúdez, Martín Antolínez y Muño Gustioz retan respectivamente al infante don
Fernando, al infante don Diego y a Asur González. Todavía en las cortes, llegan mensajeros de los
infantes de Navarra y Aragón, y piden a las hijas del Cid para sus señores, hijos de “Reyes”. Honrado y
feliz, el Cid vuelve a Valencia.
Tres semanas después se lleva a cabo la lucha y el bando de Carrión cae derrotado. Los
combatientes del Cid vuelven a Valencia, donde les reciben con grandes gozos. Termina el “cantar” y el
Poema con la mención de la muerte del Cid.