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CARACTERÍSTICAS de la ECOFILOSOFIA

Nociones generales sobre la concepción de Henrik Skolimowski.

Ecofilosofía significa compromiso con los valores humanos, con la naturaleza, con
la vida misma; mientras que la filosofía existente manifiesta su compromiso con la
objetividad, con el desapego, con los hechos.

La ecofilosofía está espiritualmente viva: mientras que la mayor parte de la filosofía


contemporánea está espiritualmente muerta.

La ecofilosofía es comprehensiva y holística: mientras que la filosofía actual divide en


pedacitos y analiza.

La ecofilosofía tiene conciencia política: también tiene compromiso político, pero no


del modo superficial que a menudo implica el andar abalanzándose de una acción en
otra con poco resultado en definitiva. La ecofilosofía es política en el sentido
aristotélico: el hombre es un animal político no porque suspira por el poder, sino porque
sus acciones están preñadas de consecuencias políticas.
En síntesis, nos manifestamos políticamente no tanto por el modo en que votamos
como por el modo en que vivimos.
Tomemos un ejemplo específico y algo drástico. La población de los Estados Unidos
produce más de 360 millones de toneladas de basura por año, lo que equivale a 1,8
toneladas por año y por persona, o alrededor de 5kg por día. No hay ningún otro país
que pueda siquiera aproximarse a esta hazaña.
Para desembarazarse de esa montaña de basura (la que, según una estimación,
alcanzaría a “llenar 5 millones de camiones con acoplados que, arrimados parachoques
contra parachoques, darían dos veces la vuelta al mundo”), los contribuyentes
americanos deben oblar 3.700 millones de dólares por año para su recolección y
eliminación. Compárense estos datos con algunos otros gastos anuales: tránsito urbano-
130 millones; remodelaciones urbanas- 1.500 millones por año.
Mediante esta producción de basura se está tomando una evidente posición política. Si
uno participa en esa producción, uno participa en la orgía del despilfarro, con todas sus
consecuencias. Una de tales consecuencias es una peculiar polución mental el haber
tomado al despilfarro como modo de vida. Ahora bien, para que Norteamérica pueda
despilfarrar, otras naciones deben contribuir. ¿Y contribuyen en sus propios términos?
No, las demás naciones contribuyen en los términos dictados por Norteamérica. ¿Por
qué? Porque en este mundo tecnológico los proveedores suministran sus mercaderías en
los términos fijados por los consumidores. ¿Y el resultado de esto? Demasiado a
menudo se incrementan las injusticias y las desigualdades. La pésima condición del
campesino boliviano o del trabajador de las plantaciones brasileñas-en verdad, las
pésimas condiciones de la mayoría de los trabajadores manuales del Tercer Mundo-,
está directamente vinculada con el modo que eligieron los países industriales (los
consumidores) para conducir sus asuntos. La producción de basura es en última
instancia un acto político mediante el cual afectamos (indirectamente) las vidas de
los demás. La ecuación, es simple: cuanto más basura producimos, mas adversamente
afectamos a la otra gente que se halla en alrededor, podremos ver con claridad que se
fraguan y mantienen estructuras y alianzas políticas (a veces con impredecibles y no
siempre agradables consecuencias para las poblaciones locales) con el fin de que el
petróleo y otros recursos naturales puedan circular hacia los países industrializados.
Ahora bien, desde el momento que la justicia constituye un tema filosófico clásico, uno
tiene la esperanza que lo dejen (los demás filósofos) tratar el asunto de la basura, ya que
éste es el estadio final del proceso que desde sus inicios exige, en este universo
contingente, injusticias y desigualdades.

La ecofilosofía está vitalmente comprometida con el bienestar de la sociedad: Ella


mira a la sociedad como una entidad sui generis que posee vida propia. Por
consiguiente, la sociedad no puede ser reducida a individuos (o considerada como la
mera suma total de los individuos que la componen), ni puede ser comprendida a través
de su “conducta exterior”. La sociedad es el nexo y la cuna de aspiraciones y visiones
que son ciertamente transindividuales. La sociedad es en última instancia uno de los
modos del ser espiritual del hombre. Debemos representárnosla como un
instrumento de perfectibilidad del hombre tanto como, en sentido metafísico, un
modo del ser espiritual del hombre.
El contrato social por el cual estamos atados es cooperativo en su misma esencia; no es
sino una confirmación de nuestra pertenencia al plan más amplio de cosas llamado
cosmos. Es absolutamente evidente que una concepción del cosmos, y de la pobreza,
que sea compasiva, simbiótica y cooperativa implica una concepción cooperativa a la
sociedad, pues la sociedad es una de las células del cosmos en evolución.

La ecofilosofía proclama la responsabilidad individual:


Insiste en que, además de los derechos por los que luchamos, todos estamos también
sujetos a deberes y obligaciones. Afirma Solzhenitsyn: “La defensa de los derechos
individuales ha llegado a tales extremos que la sociedad ha quedado indefensa contra las
acciones de ciertos individuos. Es el momento, en Occidente, de defender no tanto los
derechos humanos como las obligaciones humanas. Pero la ecofilosofía también
advierte que debe restituirse la soberanía y la autonomía del individuo para que éste
pueda ejercitar con sentidos sus derechos y sus responsabilidades.

La ecofilosofía atiende la salud: mientras que las principales escuelas de la filosofía


contemporánea se desentienden de la salud. Según el encuadre de la ecofilosofía, cuidar
la propia salud es ser responsable por el fragmento de universo que está junto a uno,
expresando reverencia a la vida a través de uno mismo; es parte de una táctica de vida.
Un aspecto de nuestra responsabilidad respecto de nuestra propia salud, o tal vez incluso
su requisito previo, es reconocer la santidad de la vida

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