JUAN RODRIGUEZ FREYLE
EL CARNEROPROLOGO
Por ESTE amplio ventanal que la BIBLIOTECA avacucHo ha abierto
en momento oportuno sobre el ancho solar de Ja cultera hispancameri-
cana, se asoman ahoxa, reclamando atencién en un mds vasto escenario
que aquel en que aparecieron por primera vez, un autor y una obra
que presentan caracteristicas tan peculiares, que bien pudieran califi-
carse de curiosas, En efecto, el autor es un improvisado e insular escritor
colombiano del siglo xvir, de cuya vida es muy poco Io que en verdad
se sabe: apenas cuando fue bautizado; que lo tonsuraron en una crisis
de escasez de clérigos; que, como “soldade razonable”, combatié contra
los pijaos; que, siendo mozo, viaié a Espafia, y nada mds que valga la
pena de ser tenido en cuenta, ni siquiera como simple anécdota. Tampoco
nadie sabe cudndo y en dénde murié, y de sa linaje parece que no
queda ni el menor vestigio. “Huérfano de oidor pabre”, dijo de él mismo
cuando guedé solo en Espaiia, a Ia muerte de su protector el licenciado
Alonso Pérez de Salazar. Parece que cxpresién tal es la sintesis mas cabal
que de su casi ignorada vida puede hacerse. En cuanto a su obra, si bien
algo conocida antafio en Colombia, y no mucho en los tiempos presentes,
es desconocida fuera de ella. Los que la han comentado no saben en qué
género literario deben matricularla: si es historia, si es crénica, si es un
Jibro de memorias o uma historia anovelada, o eso que Huizinga denomi-
naba “historia perfumada”, o sea, mezcla de autobiografia, de relate fan-
tastico y de historia documental. Tampoco nadie ha acertado a explicar
a ciencia cierta por qué, en lugar del extensisimo y prolijo titulo original
que el autor le dio a su obra, la posteridad la concce mds bien con el
peregrino nombre de El Carnero. De estas peculiares caracteristicas de
tal obra y de su autor procuraremos tratar en el curso de este prélogo,
en el cual acaso podr4 encontrar algo el lector desprevenido, que pueda
darle alguna luz sobre esa obra y ese autor.
IxPADRES DE RODRIGUEZ FREYLE
Hablando de sus padres, dice don Juan: “A principios del aio de 1553,
cntrd en este Nuevo Reino el sefior obispo don fray Juan de los Barrios,
del Orden de San Francisco, el cual trajo consigo a mis padres. Fn este
tiempo habia una cédula en la Casa de la Contratacién de Sevilla, por
la cual privaba Su Majestad el Emperador Carlos V, nuestro rey y sefior,
que a estas partes de Indias no pasasen sino personas espafolas, cristianos
viejos, y que vinicsen con sus mujeres” (Cap. IX, pdgs. 103-104, ed.
1955). Con estas palabras quiere ef autor mostrar cémo sus padres vinie-
ron al Nuevo Reino arrimados a la sombra de un buen arbol y casados
como Dios y su rey mandan, y provistos de las cédulas que confirman su
condicién de cristianos viejos, ranciosos e hidalgos de solar canacido, Si
Icemos con atencién una detallada carta que, con fecha 15 de abril de
1553, dirigid, desde Tamalameque, fray Juan de los Barrios a Jos miem-
bros del Real Consejo de Indias, para informarles sobre las incidencias y
peripecias de su viaje, desde el dia en que salié de Ja barra de Sankicar
de Barrameda hasta su arrtbo a dicho Tamalameque, podremos darnos
cuenta cudn accidentado fue cl viaje de los esposos Freyle-Rodriguez,
compafieros de ruta del sefior obispo de los Barrios.
Don Juan y defia Catalina debieron de salir de Aleal4 de Henares, para
encaminarse a Sanlitcar, en los postreros dias de octubre de 1552. Antes
de continuar, permitasenos aqui una breve digresién para aclarar una
suposicién de don José Maria Vergara y Vergara, sepiin Ja cual, los
padres de Rodriguez Freyle “tal vez conocieron y trataron al manco de
Lepanto en sus nifieces, porque ademés de ser contempordncos eran del
mismo pueblo”. No fue posible tal trato y conecimiento, porque cuando
los Freyle-Rodriguez salieron de Alcalé para venir a Indias, don Miguel
de Cervantes era entonces apenas un nifio de cinco afios. Llegan éstos
a Sankicar apenas comenzado noviembre. Ef 4 se encuentran con dl
cbispo Barrios y se embarcan en la misma flota, pero no sabemos si
en el mismo navio. El 18 Megan a la isla de Gomera y descansan alli
hasta ef 21. Al dia siguiente prosiguen todos el viaje. En csta travesia
los sorprende un recio temporal que dura seis dias y obliga a la flota
a retroceder 60 Ieguas abajo de las Canarias. Entretanto, los piratas fran-
ceses, sometidos al doble comando del catélico Frangois Leclerc. apodado
“Pata de palo”, y del luterano Jacques de Sores, atracan y saquean uno
de Tos barcos que habia quedado zaguero y hunden otros. Diez o doce
navios siguen Ia costa de Berberia hasta arribar a Cartagena antes que
el resto de los galeones, reducido entonces a 33 barcos, Cuando ccsa
el vendaval, éstos prosiguen su ruta hacia Jas Canarias y se detienen dos
leguas antes de Iegar a ellas. Por serles los vientos contrarios, navios y
pataches se ven obligados a permanecer alli un mes, Tampoco pudo acudir
en su auxilio el general de Ia flota, que con dos o tres navios habia alean-
zado Wegar a la Gran Canaria, por temor a los franceses que en esas
xaguas merodeaban sin perder a los espafoles de vista. Estando unos y
otros considerando cémo podrian salir del aquel apuro, cuatro navios
ligeros franceses embisten a la flota y hubieran podido disparat contra
ella, porque sus barcos iban tan pesados como desprovistos de suficientes
defensas, Pasado este peligro, la armada puede por fin llegar a las anhe-
Jadas islas Canarias, el 20 de diciembre del dicho afio de 1552, donde
permanece hasta ef 24, cuando reanudé su navegacién; pero con tan
mala suerte, que al cabo de dos dias de navegacion se ve obligada a
regresar al punto de partida por no serle el viento favorable. Fi 30 de
diciembre logran los galeones salir por fin de la Gran Canatia, pero el 12
de enero de 1553 se incendia la nave capitana y perecen trescientas
personas, entre ellas Garcia del Busta, que venfa a encargarse de la go-
bernacién de Popaydn, su esposa, cuatro hijos y algunos hermanos de
él y otros que lo eran de su consorte. Sélo se salyé uno de los hermanos
def gobernador, don Pedro Hernandez del Busto, porque se arrojé a] mar
y nadando pudo Hegar hasta el batel en que habia podido escapar el
general de los galeones, Carrefio, junto con dieciocho marineros. A ese
caballero lo acogié ¢l obispo Barrios y Jo Ilevé consigo hasta Santafé.
Después de tan azaroso viaje, desembarcan por fin en Santa Marta,
el ilustre prelado con sus compaiieros de travesia, los esposos Freyle-
Rodriguez. El dia de arribo fue precisamente el 6 de febrero de 1553.
Don Fray Juan de los Barrios permanece dos meses en este puerto espe-
rando un navio que lo Ilevara, ya a Santo Domingo, ya a Cuba, con el
objeto de prestar ante el obispo de una de esas dos didccsis cf juramento
a que estaba obligado, en virtud de mandato expreso en cédula real, de
defender y favorecer la iglesia, de no conspirar contra cl Papa y hacer
la visita a los limina apostolarum cada dos afies. etc. Fspera en vano su
ilustrisima, porque no hay navio que se comprometa a viajar a aquellos
puertos por temor a los corsarios franceses, Dicenle que por Riohacha
es posible hacer tal ruta, Encaminase a ese lugar el senor de Jos Barrios
y en el camino se informa de un alzamiento de los indios de Buritica.
muy pacificos de suyo. La causa de tal levantamiento se atribuye al
capitin Pedro de Urstia, sobrino de] presidente del Reino, licenciado
Miguel Diez de Armendériz, y nombrado por la Real Audiencia como
capitén y justicia mayor de Santa Marta, comisionado para pacificar a
los indios de Ja Sierra de Tairona. En cfecto, Urstia ha enviado adelante
a algunos espafoles bisofios, personas a quienes por serlo, Itaman en
estas tierras chapetones. Estos, por ignorar la lengua indigena y desco-
nocer las costumbres, obvian estos inconvenientes entregindose a ejecu-
tar en los indios toda clase de atropellas: vejarlos, obligarlos a menesteres
contrarios a la dignidad humana y robarles sus tierras y mantenimientos.
EI senor obispo ruega, exhorta y aun requiere al guapo capitan navarro,
sefior de Urstta, para que prescinda de hacer a tierras de los taironas
Ja entrada punitiva que venfa preparando. Ursta persiste en su empeno
y el sefior obispo, descorazonado, regresa a Santa Marta, se embarca
x1en el Magdalena y sube al Nuevo Reino y hace escala en Tamalameque,
desde donde le escribe a su rey para darle cuenta de las peripecias de su
viaje y de las vejaciones inferidas por Jas tropas de Urstia a los naturales
de Buriticd.
A todas estas, nos quedamos sin saber cud] fue la suerte inmediata
que cortieton les padres de Rodriguez Freyle apenas Hegaron a Santa
Marta. Si nos atenemos a Jo que éste dice en su crénica, o sea, que “fue
mi padre saldado de Pedro de Urstia (...), aumque no se hallé con él
en este Reino, sino mucho antes, en las jornadas de Tairona, Valle Dupar,
Rio de la Hacha, Pamplona y otras partes” (Cap, 2), cabe entonces supo-
ner, primero, que don Juan Freyle y su esposa, dofia Catalina Rodriguez,
no acompariaron al obispo de les Barrios en su viaje a Santafé de Bogots:
y segundo, que don Juan opté por quedarse en Santa Marta y entrar,
en calidad de chapetén, al servicio de Ursa, quien entonces, al decir del
redicho sefior de los Barrios, se preparaba a intentar una nueva entrada
a dominios de los taironas, Antes de continuar, creemos conveniente hacer
muy a la Jigera el recuento de algunas de las actuaciones de Urstia en el
Nuevo Reino, anteriores a su expedicin pacificadora a algunas provin-
cias de la gobernacién de Santa Marta.
Fn el aiio de 1547, después de haber ejercido Ursua el gobierno del
Nuevo Reino, como sustituto improvisado de su tio, el licenciado Diez
de Armendariz, cargo que por cierto desemperid a gusto de sus stbditos,
a pesar de sus verdes afios, trata aquél con éste acerca de realizar su
sofiada jornada det Dorado, en Ja cual también soiiaron antes tres alema-
nes: Spira, Alfinger y Hutten. Su compariero en la aventora es Orttin
‘Velasco. Salen ambos de Tunja en 1548. Presumen que su Dorado acam-
pa alla por los fades de las Sierras Nevadas venezolanas, y hacia alli enca-
minan su paso con escalas sucesivas en las provincias de los laches y de
los chitareros, en el valle del Espiritu Santo, donde ambos fundan la
cindad de Pamplona, cuando discurre el aio de 1549. Precisamente es
aqui adonde queriamos egar, porque Rodriguez Freyle dice que su
padre acompaié a Pedro de Ursiia en la jornada de Pamplona, y esto
no puede ser cierto porque en dicho afio de la fundacién de esta ciudad,
1549, don Juan Freyle andaba atin por sus tierras alcalainas con Ja mente
embargada quizds por pensamientos muy distintos del de emprender un
viaje de aventuras a esta parte de las Indias Occidentales. Cuatro largos
afios después de fundada Pamplona por Urstia, Hegé don Juan a Santa
Marta, donde precisamente Jo estaba aguardando, sin conocerlo, cl man-
cebo gentil a quien el hado tenia predestinado ya a mori en una tene-
brosa encrucijada del Marafidn, a manos de los esbirros del tirano Aguirre.
En 155], Urstia hace dos entradas sucesivas a la provincia de Ins
Muzos. En la segunda contiende, ademés, con panches y colimas; pero
en ambas no logra doblegar Ja resistencia indomable de estos indios astu-
tos come la vulpeja, ligeros como el venado y valientes como el toro de
casta.
xItEn 1552, Is Real Audiencia lama, una vez mds, a Urstia para confiar-
le la conquista y pacificacién de los naturales de Ja provincia de Santa
Marta, empresa en la cual han fracasado succsivamente don Rodrigo de
Bastidas, Rodrigo Alvarez Palomino, Garcia de Lerma, cl doctor Rodrigo
Infante, don Pedro FernSndez de Lugo y el propio tio de Ursila, el licen-
ciado Miguel Diez de Armenddziz. Cuando don Juan Freyle entra a su
servicio, Ursia ya ha recorrido las tierras y sierras de los bodigua, bonda,
jiriboca y zaca, aliados de los taiconas, Ya entonces est4 de vuelta de la
Sierra Nevada de los Aruaco y ya ha esguazado el Gaira y el Piedras. Ya
pasd Ia tremenda pesadilla de la batalla del Paso de Origuo o Paso del
Rodrigo, en la cual lidié enfermo de calenturas, descalzo, famélico, des-
nutride y con sdlo doce soldades para hacerle frente a més de 2.000
gandules, diestros tiradores de dardos enherbolados —tres heridas de flecha
envencnada recibié Urstia en la contienda— y expertos, come los uxianos,
susianos ¢ indos, que combatieron con Alejandro Magno’, en la tactica
de ganar cumbres inaccesibles para desafiar desde alli ak enemigo a gue
las escale, para destrozarlo y arrojarlo luego al abismo, echando a redar
sobre él gigantescas piedras o galgas. Vencedor Ursia, regresa a Santa
Marta, donde se rchace y prepara una nueva entrada contra los taironas
y pocigiieicas. Seria entonces, discurria ya bien entrado el afio de 1553,
cuando Juan Freyle ingresaria, en calidad de bisofio chapetén, a las fuer-
zas expedicionarias de Urstia, A comienzos de 1554 regresa éste a Santa
Marta, de donde pasa a Nombre de Dios y de aqui a Lima: punto de
partida de la tristemente jornada de Omagua y del Marafién. No se sabe
en qué afio pasaron de Santa Marta a Santafé los padres de Rodriguez
Treyle. Incidentalmente su hijo nos cuenta que don Gonzalo Jiménez de
Quesada fue compadre de sus padres por haber sido padrino de bautismo
de una hija de ellos. (Cap. VII). No se sabe aun si, ademés de Juan y
de esta nina, los Freyle-Rodriguez tuvicron otros hijos, coma se ignora
también si fue esta nifia, 0 quizds otra, la que con e] andar de los aiios
habria de casarse con cl napolitano Francisco Ocalla u Ocaglio, soldado
que milité bajo las érdenes de Carlos V en la famosa accién de Argel,
entre octubre y diciembre de 154], accidn en la cual las trepas espattolas
sufrieron una tremenda derrota, Sea como sea, lo cierto es que nuestro
autor tuyo un sobrino clérigo, el padre Antonio Bautista de Ocaglio, que
precisamente estaba ejerciendo el curato de Une y Cucca, cuando su
tio Juan Rodriguez Freyle estaba a punto de terminar El Carnero (Cap.
XIV). Alli mismo cuenta nuestro cronista cémo su padre, don Juan Freyle,
acompaiié a Jiménez de Quesada en su segundo viaje a F'spaia, empren-
dido a su regreso de Ja infortunada expedicién al Dorade. Comenta Ro-
driguez Freyle este viaje, lamenténdose de que st padre lo hubiera hecho,
puesto que se marché con muchos y muy buenos ducados y regresé sin
blanca. A este percance lo califica el autor como uno de “Jos descuidos”
1 Quinto Curcio Rufo. Historia de Alejandro Magno. Colec. “Obras Maestras”,
Barcelona, Ed. Theria, S.A., 1960, pfgs. 84-85 y 193-195.
XIEque tenia el Adelantado, el otro fue no haber escrito, siendo hombre
de letras, los sucesos de la conquista. Comcntando estos reparos, escribié
cl historiador Vicente Restrepo: “Otro de los descuidos que sin duda le
achacaba, era el de que no se hubiera constituide en tutor de su compa-
dre Rodriguez, para evitar que gastara el caudal que evd a Espana”
CApuntes para la biografia del fundador del Nuevo Reino de Granada,
Bogotd, 1897, p. 46). No he encontrada dato alguno —que segura-
mente tiene que haberlo— sobre este segundo viaje de Quesada a Casti-
Nia. De su jornada al Dorado regres6 en 1572, se encargé de Ja pacifi-
cacién de los gualies en 1574, lucgo se retira a Mariquita, donde murié
cn 1579. Segin estas cuentas, el unico aiio que le quedé disponible
para viajar a Espaiia fue el de 1573.
De aqui en adelante, don Juan no vuelve a mencionar a sus padres.
Cae sobre sus vidas un pesado telén de silencio. Hasta hoy se ignora
cuando y dénde murieron,
BIOGRAFIA DE UNA SOMBRA
Si alguna virtud debe encarecerse en don Juan, la de su discrecién debe
serlo ciertamente, Muy de raro en raro encontramos un dato autobiogrd-
fico, una alusién, asf sea indirecta, a su persona, alguna luz que nos
permita vislumbrar esa sombra esquiva que, al deslizarse sobre Jas pigi-
nas de su libro, sélo nos deja el leve rastro de unos intermitentes pasos
suyos, tenues huellas que se pierden de pronto para no reaparecer jamds.
Cuando més necesitamos saber un detalle de su vida, del cual apenas
nos da intencionadamente un ligero indicio, el suficiente para alertar
nuestra curiosidad, pasa a ocuparse de ciro tema, con el aire de quicn
no ha insinuado nada. En cierto modo, Rodriguez Freyle es el precursor
del recurso conocido con el nombre de subliminal en el mundo de la mo-
derna publicidad y que consiste on dejar escapar una breve cxpresién
en cl curso de un relato, expresi6n que aparentemente nada tiene que ver
con éste, pero que repetida a ciertos intervalos, se va insinuando imper-
ceptiblemente en el subconsciente del lector hasta convertirse en una
obsesién, alld en los mds profundos meandros del alma. Por ahora basta
consignar lo mucho que lamentamos la discrecién de nucstro autor, y
que pudiera considerarse también como coqueteria literaria, que lo induce
a asomarse lo menos posible por entre las celosias de su relato para ha-
blarnos en primera persona. A pesar de esto, trataremos de cautivar algu-
nas de sus instantaneas y espaciadas apariciones para intentar formar con
cllas, eslabondndolas, un bosqueja de lo que pudo set su vida, ya que
del cudndo y cémo de su muerte nada se sabe hasta el momento.
En el Libro segundo del Bautisme de la iglesia arzcbispal de Santafé
de Bogot4, afio de 1566, que se conserva en el archivo de la Parroquia
de San Pedro de la hoy simplemente llamada Bogoté, se lee, en su
XIVfolio 3, la siguiente partida de nacimiento, que transcribimos con la orto-
grafia y estilo de la época: “Juan, a 7 dias del mes de maio de 1566
baptize yo Juan descobar cura desta Sancta iglesia a juan hijo de juan
Freile i de su legitima muger Catalina Rdz. Fue padrino AI? de Olalla i
madrina Juana Lopes de Herrera hija del dicho Al? de Olalla Fueron
testigos Lido de maiorga y Gonzalo Cilegible) i porques Vdad lo firmo
de mi nombre, Jioan descobar", E] dia de su nacimiento nos lo dice eb
propio Rodriguez Freyle en el capitulo II de su Carnero, donde escri-
be: “C.. .) naci en esta ciudad de Santafé, y al tiempo que escribo esto
me hallo con edad de setenta afios, que Jos cumplo Ja noche que estoy
escribiendo este capitulo, que son los veinticinco de abril y dia de San
Marcos del dicho afio de seiscientos treinta y seis”,
El niio Juan cumple nucve afios, asiste a la escuela publica y acos-
tumbra madrugar para “ganarse la palmeta”, o sea, para legar a la escuela
antes que los demds nifios. Es asi cémo cicrto dia, el de Santa Lucia,
que la iglesia celebra el dia 13 de diciembre, al llegar al pie del campa-
nario pajizo de Ja iglesia mayor, ve y oye cémo una mujer se asoma a
uno de los balcones de las casas reales y comienza a gritar: “jque se
muere el presidente! jque se muere el presidente!”. A estas voces acuden
don Hernando Arias Torero, a medio vestir, y en pos de él, don Antonio
Cid, cantero de profesién, que desemboca a Ja plaza por Ja calic real.
Todos tres, escolar, mayordoma de ohra y cantero, corven a cual més,
por ver quién llega primero a la casa del presideme. Por Ja prisa que
lleva, al sefior Cid se le cae la capa y le pide al escolar Redrigucz que
la recoja y se la eve, Obedece éste y presto Ilcgan los tres al tiempo,
traspasan el dintel, suben al segundo piso donde estA la aleoba del pre-
sidente, entran, se acercan a su lecho y comprueban, alarmados, que el
sefior presidente, don Francisco Bricefo, ya habia muerto. Corria enton-
ces el afio de 1575. (Carnero, cap. X).
Ota maiiana, precisamente la del 12 de julio de 1580, los nifios
de la escuela de Segovia estaban en clase cuando, de pronto, pasé un
tropel de gente que iba en pos del oidor y licenciado don Antonio de Ce-
tina. El maestro al ver al oidor y el tumulto que Jo segula, pregunté
que a dénde iban. Le contestaron en coro que a ver el muerto. Entonces
el maestro “pidié la capa, fue tras el vidor, y los muchachos nos fuimos
tras del maestro”. Esto Jo cuenta uno de esos discipulos de Segovia, que
entonces frisaba en los 14 afios de edad, ciertamente un poco crecidillo
para andar atin haciendo palotes en la escuela publica, Fl muerte, al que
vecinos, curiosos, alguaciles y eseuelantes iban a ver en albcrotado en-
jambre, era el chamatillero 2 quien, mientras vivid, Hamaban los vecinos
Juan de los Rios. Hechas las averiguaciones del caso, desctibrense los
asesinos: el doctor Andrés Cortés de Mesa y Andrés de Escobedo. Se les
sigue el juicio del caso, se les condena a muerte y se les ajusticia publica-
mente el 30 de julio de 1580. (Carnero, cap. XII).
xvEL VISITADOR BURLADO
Siguiendo el orden cronolégico que cn este capitulo nos hemos propues-
to, con el fin de reconstruir, en cuanto sea posible, la vida de nuestra
cronista, encontramos en su libro estas lineas autobiografieas: “Ilegaron
un jueves al medio dia, que yo me hallé en esta sazén en casa del visi-
tador. Desde el corredor los veia venir y decia “ya vienen alli”. Estaban
jugando las barras en el patio; estdbamos mirando Juan del Villardén,
que después fue cura de Susa, y yo, que entonces éramos estudiantes
de gramatica [...]" (Carnero, cap. XIIL). Asi, escueta, la cita es sibilina.
Precisa enmarcarla en sus anteccdentes y consecuencias para explicar su
contenido autobiografico. Corria la segunda mitad de 1580, el mismo
afo en que ocurrid la ejecucién del oidor Cortés de Mesa, mencionada
en las lineas que anteceden. F] presidente Lope de Armendariz. se muestra
desesperado porque cuantas cartas escribe al rey 0 al Real Consejo de
Indias, doliéndose del mal trato que el visitador Juan Bautista Monzén
——su juez de residencia— le da, éste, valiéndose de no se sabe qué tretas,
intercepta esas cartas. Un dia entra Juan Roldén, sin previo aviso, al
despacho del presidente y lo sorprende doliéndose en voz alta de esta
su mala fortuna. Roldén, sin pensarlo por segunda vez, le ofrece hacerle
viables sus intentos de comunicarse con la Corte. Pidele a Armendariz que
le dé dos pliegos aparentemente idénticos, con sus sellos y rabricas, pero
diferentes cn su contenido; porque el uno ha de Hevar escrita la carta
que él, Armendériz, quicre enviar, y el otro ha de evar sélo una hoja
en blanco, Roldén toma este pliego, se lo ata fuertemente a Ja cintura
desnuda con una toalla de manos y lo asegura luego con el cinturén de
los pantaloncs. E] sobre escrito que contienc la carta de verdad, lo confié
Roldan a otro mensajero, de quien nadie recelaba, el cual debia tomar
una ruta disimulada que Jo Hevaria sin el menor riesgo ni tropiezo a
Cartagena, donde deberfa entregarlo a la primera flota que saliera con
destino a Sevilla. Roldén presumia o ya se habia informado de que en
Honda Io estaban esperando alguaciles enviados por Monzén para apre-
henderla, registrarlo y arrebatarle el pliego del presidente Armendériz.
Todo salié tal como to habia planeado el astuto Rolddn; Mega a Honda,
Ie intiman prisién, hay una cscaramuza de estocadas, se rinde, lo regis-
tran, le arrebatan el pliego que Ilevaba pegado al pellejo. Rolddn se
muestra amohinado, Los alguaciles lo consuelan, io invitan a almorzar,
Ie ruegan que regrese con ellos a Santafé, donde cl visitador Monzén
le brindaré casa y empleo. Roldén agradece las tentadoras ofertas, pero
diceles a aquellos alguaciles alguacilados que si no les suena a mal, Je
faciliten més bien una canoa y un poco de maiz para viajar a Remedios,
donde piensa vivir retratdo sus ultimos dias para no regresar jamas a
Santafé, Los alguaciles, condolidos, no sélo le dan Ja canoa que Roldan
pide, sino también abundante provisién de bizcacho y cuatro buenos y
cremosos quesos. Hechos estos aprontes, Roldan se despide, enternecido
XYEy lloroso, de sus generosos benefactores; y éstos, no menos atribulados
por Ja separacién, aunque un tanto consolados por las buenas nuevas
que se prometian Hevar a Monzén, le descaron a aquél la mejor suerte
en su viaje. Deseo que no les salié fallido, porque Roldan, apenas se vio
solo, enrumbé su canoa hacia Cartagena en busca de la posta secreta que
por otro camino habia enviado con la carta del licenciado Armendariz.
Este largo cuento prolijo explica quiénes eran las personas con tanta ansie-
dad esperadas por las gentes que oteaban a lo lejos, desde el corredor de
Ja casa del visitador Monzén, entre las cuales se encontraban, en condi-
cion de curiosos, dos estudiantes de Gramitica: Juan Rodriguez Freyle
y Juan de Villardén, futuro cura de Susa. El remate de este cuento, ya
se lo imaginar el lector, y con él, el chasco que se Hevaria ell licenciado
Monzén y lo amohinados y corridos que quedarian los engatusados algua-
ciles engaritados.
Esta no fue la tinica ocasin en que Rodriguez Ereyle asistié como
espectador eventual de la truculenta tragicomedia en que lo comprome-
tieron sus ensafados compadres de la Real Audiencia, secundados taima-
damente por prelados y cabildantes de la metropolitana local. Més adelante
veremos otra episodio en el que, sin quererlo, se vio interviniendo como
impensado testige.
ENTRE LA CRUZ Y LA ESPADA
Segin el orden cronolégico que venimos siguiendo con la acaso ingenua
intencin de reconstruir, si no la vida total de Rodriguez Freyle, s! por
Io menos algunas etapas de ella, nos encontramos con que éste dice que
era estudiante de la escuela de Segovia, y como tal corrié con todos sus
condiscfpulos a curiosear el lugar dende ocurrié la tragica muerte de Juan
de los Rios, hecho que tuvo lugar en 1580. Luego anota que era estu-
diante de Gramdtica cuando, con su condiseipulo Villardén, estuvo
curioseando la egada de los alguaciles embaucados por Roldin, desde
un corredor de la casa de Monzén, hecho que ocurrié también en el
mismo afio de 1580. En orden a establecer el bagaje cultural de Rodri-
guez Freyle, que autorice a dar como suyas las numerosas digresiones
eruditas que alternan con la narracién de los hechos que constituyen el
eje de su obra, cabe preguntar aqui si cn la escuela de Segovia, que al
parecer era solamente fo que hoy se denomina “escucla publica”, en la cual
sélo se imparte ensefianze primaria, se ensefiaba también entonces Gra-
matica a alumnos mayores de 10 afios y de superior capacidad intelectual.
Entendida, claro est4, la palabra Gramdtica en el sentido que en los
sighs xv y xv7 se le atribufa, 0 sea, “cstudio de la lengua latina”, o
como arte liberal integrante del trivio cl4sico: gramdatica, retérica, y dia-
léctica, Ahora bien, esta pregunta se eslabona con otra que suscita la
lectura de este texto, que sélo he hallado en Ja edicién de 1890: “Este
xvInPrelado (don fray Luiz Zapata de Cardenas), siendo yo estudiantillo,
me ordenéd de corona y grados, y pluguiera Dios los hubiera seguido,
pero sabe Dios dispomer lo mejor, que més vale ser razonable soldado,
que caer en fama de mal sacerdote, y serlo” Ced. cit., pags. 178-179).
Entonces, la pregunta que ahora ocurre hacer es ésta: gen qué afio
recibié Rodriguez la orden sagrada de la tonsura?
El hecho de ser estudiantillo, relacionado con el de haber recibido
Ja “orden de corona y grados”, de manos del arzobispo Zapata de Cér-
denas, lleva a Ja conclusién de que ambos hechos coinciden en el 4mbito
del Colegio Seminario de San Luis, fundado en 1582 por el mismo arzo-
bispo, quien de su peculio pagaba la alimentacién y vestuario de los
seminaristas, “Y hubo maestros que leyeron a los colegiales que se eligieron
y a los dems que querian ofr gramética y retdrica”. (Carta del arzobispo
Zapata de Cardenas al Consejo sobre el abandono del Colegio Seminario
por los colegiales e informaciones detalladas al respecto. Friede, Ob. cit.,
325-338).
Ahora bien, por esa época ya comenzaba a hacerse sentir la carencia
de clero secular que supliera en la administracién de las parroquias y
en las tarcas de adoctrinamiento a los religiosos de las distintas érdenes
que, en virtud de disposiciones especiales, deberfan recogerse en sus
conventos. Esta situacign se tornd critica en 1584, cuando “como solu-
cién inmediata al problema de la falta de clero, el Arzobispo Zapata re-
solvié ordenar a quienes se le presentaran, sin exigir al candidato mayores
calidades; tal solucién no fue feliz, pues si aumenté el numero de sacer-
dotes, el clero perdié prestigio y por muchos atios se sintieron los efectos
de la precipitacién del arzobispo en ordenar candidatos ineptos”. (José
Restrepo Posacla, Arguididcesis de Bogotd, t. 1, Bogota, 1961, pag. 19).
En esta recursiva “emisién” de clérigos, acaecida en 1584, no pudo que-
dar incluido Rodriguez Freyle, porque en ese afio ya él habia abandonado
el claustro para alistarse, probablemente en 1583, en la expedicién envia-
da por su amigo y protector, cl cidor Alonso Péxez de Salazar, a combatir
a los pijaos en la provincia de Timana. Entonces cabe suponer que Ro-
driguez recibié la tonsuca de manos de sw prelado al terminar el Semi-
nario su primer afo lectivo, o sea, el citado afio de 1582, Para hacer
esto, el serior arzobispo tendria en cuenta dos factores: primero, la prepa-
tacién intelectual det ordenado gue, aunque no muy adelantada en las
teologias dogmaticas y moral y en la ciencia escrituraria, con todo seria
en mucho superior a la muy precaria —casi nula diriamos— que debian
ofrecer los sacerdotes ordenados en 1584. El segundo factor, o mds bien
impedimento, seria la menor edad del candidato: Rodriguez tenia enton-
ces 16 afos apenas, edad que Jo inhibia de recibir las Grdenes mayores,
pero no asi la de Ja tonsura. Fn 1586, cuando el Seminario se clausuré
a consccuencia de una alborotada y original “huelga de sotanas”, ya Ro-
driguez andaba por Espafia, a donde viajé “en busca del origen de sus
nominativos”.
xvntSOLDADO RAZONABLE
Rodriguez. Freyle dice en El Carnero que gasté los afios de su mocedad
andando por tierras de pijaos para hacerles la guerra con algunos capi-
tanes timaneses. No he podido determinar en qué ciclo de la interminable
guerra de espafioles contra pijaos, y viceversa, intervino 0 participé don
Juan. Veintiocho ajios antes de nacer, ya lidiaban a muerte conquistado-
res y pijaos, natagaimas y coyaimas. Cuarenta y dos aiios largos después
de haber nacido él, habria de continuar esta guerra a muerte hasta la
casi total extincién de nacién tan bravia como indomable. Algunas pa-
labras suyas y algunas circunstancias especiales nos inducen a conjeturar
gue Rodriguez se alisié para guerrear contra los pijaos en wna accién
de represalia contra ellos, organizada por el capitan Diego de Bocanegra
en el afio de 1583. Tenia entonces nuestro cronista 17 afios. Ya acaba-
mos de ver cémo a fines de 1582, siendo A estudiantillo, el arzobispo
Zapata de Cardenas lo “ordend de corona y grados”. Posiblemente fue
entonces cuando, después de pensarlo mucho, decidié “que més vale ser
razonable soldado, que caer en fama de mel sacerdote, y serlo”. Estas
palabras nos hacen pensar que ya entonces, apenas recibidas Jas primeras
Srdenes sagrades, el joven Juan ya tenia en mente “ser razonable solda-
do” para alistarse en algunas de Jas sucesivas jornadas emprendidas con
el fin de ver la manera de acabar, de una vez por todas, con el ya casi
insoluble “problema pijao’. Ahora bien, las posibles circunstancias que
lo indujeron a alistarse en la mencionada expedicién de Bocanegra serian
las que paso a exponer. Entrado ya el susodicho afio de 1583, el gober-
nador de Popaydn, don Sancho Garcia del Fspinar, que habia venido
a Santafé con el objeto de ventilar algunos negocios relacionados con su
cargo, determina regresar a su provincia. Al Jlegar a la altura del Quindio,
le salen al paso los pijaos, le matan gente de su escolta, indios y espaiio-
les, y le roban cinco mil pesos del buen oro, muchas valiosas joyas y
apreciable cantidad de plata labrada. Inmediatamente, el gobernador
pide auxilios a la Audicncia de Santafé. Mientras estos Hegan, cl capitin
Bocanegra, a quien, en cualquier momento que se necesite, se le encon-
trar4 indefectiblemente pasedndose por tietras de pijao, acude a socorrer
al gobernador payanés en apuros. Sale en pos de los asaltantes, a través
de las provincias de Tamagala y Guano, donde les inflige rudo castigo.
Pasa luego a Coyaima y sienta su real en el sitio donde en tiempo ya
longincno prosperd la ahora extinguida ciudad de Santiago de la Frontera.
Aguarda aqui Bocanegra el refuerzo de tropas santaferefias, prometido,
desde un principio, al pillado gobernador de Popaydn por el oidor encar-
gado entonces de la presidencia de la Audiencia, el licenciado Alonso
Pérez de Salazar. Precisamente, este caballero es aquel de quien Redri-
guez dice en el capitulo XV de su crénica, que “es de mi devocién, y a
quien yo fui sirviendo hasta Castilla”. Estas palabras demuestran que favor
que el uno le pidiese al otro, le seria atorgado sin dilacién. Y Rodriguez,
RIXni corto ni perezoso, le pediria a su oidor que Jo incluyera en el cucrpo
de tropa que ya salia hacia los lados de ‘Timané, en misién punitiva.
Pérez de Salazar, que en tan buen concepto tenia a su joven amigo y
sarvidor, el sefior Rodriguez, sin tardanza accederia a io que éste le
pedia. Ya lo tenemos entonces de “soldado razonable”, presto a entrar
en accién. En los primeros encuentros del contingente de refresco con
enemigo tan ducho como duro de pelar, algunos soldados mozos, de los
que Haman bisofios 0 chapetones, desertan. Colman los vacios que éstos
dejan, soldados enviados por e] entonces gobernador de Popaydn, don
Juan de la Tuesta Salazar. Recordemos que nuestro autor dice que él
signié esta guerra “con algunos capitanes timaneses” (Cap. XIX). Pues
bien, con Bocanegra y algunos capitanes timaneses —que la historia tam-
poco nombra—, el soldado bisoio Juan Rodriguez entraria a las provin-
cias de Otaima, Cocaima, Bcuni y Mato. Bocanegra y su gente deshacen
emboscadas, talan sembrados y persiguen al enemigo hasta sus dltimos
reductos. Hecho el escarmiento, todos regresan a Chaparral y de aqui dan
Ja vuelta a Santafé. Bien parece que a hacer estas casi rutinarias correrias,
se limitaria la presunta participacién de Rodriguez Freyle en uno de los
muchos episodios o ciclos de Ja guerra hispano-pijao.
Ahora bien, si no fue en esta guerra de 1583 cuando nuestro caballero
se inicié como “soldado razonable”, acaso por ser demasiado mozo, cabe
entonces suponer que en la de 1592, porque ésta si fue ciertamente
guerra comandada “por algunos capitancs timaneses”, que es Ja unica
caracteristica que nos da para que nosotros averigiiemos quiénes fueron
esos capitanes de Timand, qué accién de guerra comandaron y cuando.
Efectivamente, en el afio de 1592, don Bernardino de Mojica y Gue-
vara, vecino y encomendero de Tunja, pide a la Real Audiencia gue le
confie la conquista de los pijaos, a cambio de que se le conceda la gober-
nacién de Timand por dos vidas. Don Bernardino se obliga, ademés, a
fundar tres ciudades y a formar su equipo de capitanes timaneses. Con
este fin, comienza por ordenar a Diego de Bocanegra, el ineludible capi-
tén en cualquier accién de guerra contra los pijaos, que salga de las tierras
ahora confiadas a su dominio Cel de don Bernardino) y que no vuelva
a poner los pies en Ja ciudad de Medina de Jas Torres, Bocanegra obedece.
Mojica Mega a Ibagué, cabeza de su gobierno, con achenta soldados,
algunos de ellos reclutados en Santafé. gNo seria Rodriguez, entonces
de 26 afios, uno de los enrolados? Ciertamente ya no es un mozo, y
menos atin un real mozo, porque es un tanto corto de talle y otro tanto
regordete y un tantillo jorobado. Mojica sale de Thagué hacia la mesa
de Chaparral, a una legua del sitio que ocupa Medina de las Torres.
Alli se ocupa don Bernardino en dirigir obras defensivas y en hacer de
Chaparral un fuerte, desde donde dirige las operaciones de conquista y
pacificacién de la tierra. Al cabo de 20 dias, envia a su maese de campo
y futuro capitan timanés, Pedro Jovel, a que con 30 soldados entre a la
provincia de Ambeima. Simultdneamente despacha a su sobrino Francisco
EXde Serna, con otro destacamento, a que penetre en Ja provincia de Maito.
Animado el gobernador Mojica con los éxitos iniciales de su empresa,
decide fundar una ciudad, a Ja cual da el nombre de San Miguel de
Pedraza. Envia Iuego a Jovel a que inspeccione las provincias de Otaima
y Cacaima. En esta ocasién la suerte le es adversa al sobrino de don
Bernardino, porque cae en una emboscada que le han tendido los pijaos.
Mueren dos de sus soldados: Andrés del Duero y Andrés Azpeitia. Hieren
a Juan Velasco, capitén timanés. Los demas soldados huyen. Jovel logra
escapar y corre hacia Chaparral. Tanto éste como Velasco piden a Mojica
trasladar su cuartel a Neiva, “pues desde alli se podrian hacer con menos
peligro las conquistas”. Mofica accede, regresa a Neiva y la reedifica.
Reside alli seis meses. Padece trabajos inenarrables: la tropa deserta, los
indios de servicio enferman, los soldados mueren, Mojica decide viajar
a Tbagué. En cuatro balsas envia por el rio Magdalena cbjetos de su
servicio personal, bastimentos, algunos soldados y armas. Hundense las
balsas, ahogdndose el alguacil mayor y las indias de servicio. Los demés,
desnudos y hambricntos, yerran a la aventura por arcabucos y desiertos.
Deshecho, llega don Bernardino con su gente a Ibagué. Enfermo, renun-
cia a sus empresas de conquista, regresa a Tunja y aqui muere. Timanéa,
que en un principio pertenecié a la gobernacién de Popaydn, pasa Inego
a la dependencia de la Real Audiencia de Santafé y termina por ser go-
bernacién aparte, bajo el mando de Diego de Ospina, “capitan timanés”
y amigo intimo de Francisco Ocallo (u Ocaglio), cufiado de Rodriguez
Freyle. Finalmente, los pijaos, libres de huéspedes incémodos, redoblan
sus brios y quedan muy ufanos de sus victorias. (Simén, V, 258-261).
Viéndolo bien, rememorando esta infortunada aventura del bueno de
don Bernardino de Mojica, que nunca ha debido abandonar sus barran-
cas de Tunja para irse a tierras de pijaos en busca de pan de trastrigo,
no vemos el menor rastro de nuestro “soldado razonable”. De habexse
hallado don Juan en esta evaporada expedicién de Timand, nos hubiera
dejado en su crénica algo més que esa su instantanea mencién de “que
gasté los afios de mi mocedad por esta tierra, siguiendo la guerra con
algunos capitanes timaneses”.
DUDA QUE PERSISTE
Haremos, sin desanimamos, un ultimo esfuerzo para intentar ubicar en
el tiempo el aio en que don Juan Rodriguez Freyle anduvo por tierra de
los pijaos haciendo su guerra con estos aprovechados alumnos del Cacique
Calarcd. Hemos hallado en Ias Noticias Historiales de fray Pedro Simén
un pasaje en el que se narra cémo el capitén Antén de Olalla cumplid
una misién que le confié ef presidente Borja, cuando éste, en 1608, se
puso al frente de las operaciones militares de ese afio dirigiéndolas desde
el fuerte de Chaparral. En dicho pasaje hemos encontrado algunas coin-
XXIcidencias con otro, ese si autobiografico, de Rodriguez Freyle, que nos
han animado a intentar vado para ganar la otra orilla que nos propo-
nemos. En efecto, el capitén Olalla, en cumplimiento de aquella misién,
salié en busca de los indios natagaimas, que también eran pijaos, los cua
les se dedicaban a imposibilitar el trénsito entre Timand y el Valle de
Neiva, En esta ocasién Olalla recorrié, no sélo la provincia de los dichos
natagaimas, sino también 1a de los cativas y otra en que se levantan unos
altisimos y elevados riscos que Jaman Los Organos y que caen sobre el
tio Saldafia. Cuando Olalla logré despejar el camino de Timand tomé,
junto con los natagaimas, unos indios que parecian ser cautivos de éstos
y a quienes Hamaban dukos (Simén, V. 316). Pues bien, Rodriguez
también Hegé en sus andanzas belicosas por aquellas tierras hasta los pica-
chos de Los Organos, que describe como un fendmeno de la naturaleza,
y mos cuenta luego que una vez “nos sucedié que habiendo dado un albazo
sobre el cercado del cacique Dura, a donde hallamos retirada la gente,
porque nos sinfid 1a espia y les dio aviso, halldronse slo dos indias viejas
que no pudieron huir, y un chiquero de indios duhos que los tenian engor-
dando para comérselos en las borracheras”. (El subrayado es nuestro).
Apiadado de estos indios, nuestro cronista y otros soldados los sacaran
de alli, los emplearon como cargueros y, al cabo de algunos dias, huye-
ron sin ser sentidos (Carnero, cap. XI, p. 301, ed. de 1955). Esos indios
duhos y bahaduhos de que hablan tanto cf padre Simén como Rodriguez
Freyle “eran la carne de monte de los pijaos, que salian 2 caza de ellos,
como acd se sale a caza de venados’ (Carnero, loc. cit.). Segin el
profesor Lucena Samoral, esta misteriosa nacién de los duhos es desco-
nocida por Ia prehistoria y la antropologia americana (Ob. cit. vol. TIL,
t. I, p. 99). Parece que los duhos y los bahaduhos habitahan en Ia gober-
nacién del Valle de la Plata y su provincia o nacién Timitaba por el
oriente con los pijzos, pasado el Magdalena. Fl Valle de la Plata se
extendia desde Pasca hasta Timand, y estaba adscrito al Valle de Neiva
y equidistante entre la nacidn pijac y Santafé.
Finalmente, estas aparentes coincidencias topogedficas (las cumbres de
Los Organos) y humanas Cel encuentro con Ios indios duhos y bahaduhos),
amén de otras, mds bien anodinas, no autorizan para sefialar el afio de
1608 como aquel en que Rodriguez, ya hombre de 42 aiios, entrd a
participar en Ja septuagésima contienda contra los pijaos. Quizds, si algin
dia se encontraran las néminas o catalogos de Jos soldados que acompaiia-
ron a Tos capitanes Bocanegra, Talaverano, Mojica, Salazar, Villanueva,
Velasco, etc., etc., en sus respectivas jornadas en tierras de pijaos. quizds
aparezca mencionado en tales documentos el nombre del “soldado razo-
nable" don Juan Rodriguez Freyle. No descarto tampoco la posibilidad
de que este dato ande por ahi, ya divulgado y confirmado, en libros o
documentos que yo no conozco.
Muy a vuclo de péjaro nos da nuestro autor una visidn de lo que fue
esa contienda, desde que se inicié hasta el dia en que don Juan de Borja
XXIIla dejé a punto de terminar. Tanto Rodriguez como fray Pedro Simén
quisieron escribir Ja historia pormenorizada de esta guerra desde sus prin-
cipios hasta su terminacién, pero apenas pusieron manos en escribirla,
se encontraron con gue ya estaba hecha y andaba manuscrita de mano.
en mano, bajo el titulo de Guerra y conguista de los indios pijaos, Su
autor era don Hernando de Angulo y Velasco, quien, por ser escribano
de Ia Real Audiencia y secretario del presidente Borja, pado disponer
de abundante documentacién de primera mano y fue, ademés, testigo
presencial de no pocos encuentros entre espaioles y pijaos, por haber
acompafiado a Borja en sus dos entradas: a Chaparral (1608) y a
Tbagué (1607). Infortunadamente, de los manuscritos de esa obra no
se logré conservar siquiera uno tan sélo. Igual suerte corrié el manuscrita
de la Comedia de Ia guerra de los pijavs, obra del mariquitefio Hernando
de Ospina, sobrino del capitén Diego de Ospina, de quien pasaremos a
ocuparnos en seguida.
UNA CONSPIRACION FANTASMAL
Conviene retroceder aqui al afio de 1581, cuando acontecié un hecho
al cual se refiere nuestro autor en forma autobiogrdfica para dar testi-
monio de él. En dicho aiio culminan las dcsavenencias de la Real Audien-
cia con el visitador Monzén. Circula en la ciudad fa noticia de la inter-
ceptacién de un mensaje secreto enviado por don Diego de Torres, cacique
de Turmequé, al visitador Monzén, en el cual Je daba a entender que si
necesitaba hombres, él, Torres, haria de las espigas soldados. Los de
la Audiencia Je dieron a este recado metaférico el significado que ellos
entendian ser el mas apropiado al momento, o sea, que el Cacique y el
visitador tramaban un alzamiento. Entonces, para debelarlo, enviaron
propios a Mariquita con el objeto de que avisaran al capitdn del sello
real, Diego de Ospina, que debia acudir con gente de tropa en auxilio
de la Audiencia. Segin fray Alberto Pedrero, este Ospina era “un mozo
de condicién inguieta con cualidades harto impertinentes al servicio de
Vuestra Majestad” (Carta al rey, Pamplona, 29 noviembre de 1581, en
Friede, Ob. cit. VIII, 73). Segim doiia Esperanza Galvez Pefia, “este tal
Ospina era un condenado a galeras”. (La visita de Monzén y Prieto de
Orellana al Nuevo Reino de Granada, Sevilla, 1974, p. 75). Avisado
Ospina, ptisose en camino con 30 arcabuceros y el capitan Oliva, Iegaron
a Tocaima, tomaron descanso en una venta Hamada La venta de Aristoy,
“a donde habfamos Iegado poco antes, yo y un cufado mio Tamado
Francisco Antonio de Ocallo, napolitano.. .” (Carnero, cap. XIV). Este
y Ospina eran buenos amigos. Rodriguez y su cufiado iban a Tocaima en
viaje de negocios. Ospina le pregunté a Ocallo u Ocaglio qué nuevas
corrfan en Santafé. Contestéle el napolitano que alli todo anda revuelto
a causa de Jo mal que se Ievaba el visitador Monzén con los sefiores de la
XxIAudiencia. Ospina, al oir esto, le dijo a Francisco Antonio: “AJI4 voy (a
Santafé), que me han enviado a llamar y para lo que se me ofreciesc
llevo conmigo esta gente.