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PERSONAJES:
Narrador
Nuestra Señora
San Juan Diego
Juan Bernardino
Obispo Juan de Zumárraga
Asistente del Obispo
Escenarios
* Un mismo escenario puede estar dividido en tres partes.
El Tepeyac
La casa del Obispo Zumárraga
La casa de Juan Bernardino
NARRADOR: Esta es la historia de un gran milagro que sucedió hace casi 500 años en la
Ciudad de México. ¿Has escuchado hablar de Nuestra Señora de Guadalupe? … ¿o de Juan
Diego?... Bueno, pues para los mexicanos, estos dos nombres nos recuerdan una de las más
bellas historias de amor de Dios por su pueblo. Él quiso que la visita de su Madre a México se
conservaran de una forma muy especial y que Juan Diego fuera su mensajero, el Mensajero de la
Esperanza.
En esta época, México había sido conquistado por los españoles. Mientras los sacerdotes y
misioneros trataban de evangelizar a los indígenas y de hablarles del Dios verdadero, los
soldados y gobernantes se aprovechaban de ellos.
¡Qué difícil sería para los misioneros hablarles a los indígenas de amor y perdón, cuando otros
españoles los maltrataban!
En esta época vivió Juan Diego. Él pertenecía a la clase pobre del Imperio Azteca. Su nombre
era “Cuahtlatoatzin” que quiere decir “águila que habla” en náhuatl. Él y su esposa fueron de
los primeros nativos en convertirse a la fe Católica. Cuando fueron bautizados escogieron los
nombres de Juan Diego y María Lucía. Años más tarde, cuando su esposa murió, Juan Diego se
fue a vivir con su tío Juan Bernardino para hacerle compañía puesto que ya era mayor. Juan
Diego tenía ya 57 años cuando esta historia empieza.
Cada sábado y domingo, Juan Diego iba a Misa a la ciudad de Tlatelolco. Se levantaba muy
temprano, antes de que saliera el sol, para poder llegar a tiempo, pues la iglesia quedaba muy
lejos de la casa de su tío. ¿Te imaginas caminar descalzo por varias horas para ir a Misa? ¡Eso
era lo que Juan Diego hacía! Además, las mañanas eran muy heladas, y él tenía que usar una
[Sale Juan Diego al escenario. Camina mirando por todas partes muy sorprendido]
¡Juan Diego escuchó el canto de pájaros más hermoso del mundo!, ¡hasta pensó que estaba
soñando! ¡No podía creer lo que escuchaba!
JUAN DIEGO: “¿Qué es lo que ahora oigo?, ¿acaso estoy soñando? o ¿es sólo mi imaginación?
[Juan Diego mira hacia la cumbre del Tepeyac asombrado] Parece que el canto celestial viene de
allá arriba.
NARRADOR: De repente, Juan Diego escuchó la hermosa voz de una mujer que lo llamaba por
su nombre.
NARRADOR: Juan Diego vio a una hermosa doncella, que parecía princesa. Su vestido
resplandecía como el sol; todo alrededor parecía como piedras preciosas, y la tierra donde estaba
parada brillaba como el arco iris. Con una voz tierna, le dijo:
NUESTRA SEÑORA: “Escucha bien, hijito mío el más pequeño, mi Juanito: ¿A dónde te
diriges?”
JUAN DIEGO: “Mi señora, mi reina, voy a tu casita de Tlatelolco para las cosas de Dios”.
NUESTRA SEÑORA: “Escucha, hijito mío, el más amado, que yo soy la siempre Virgen
María, Madre del verdadero Dios, por quien se vive. Deseo que aquí se me construya un
templo, donde yo seré una madre para todos los que a mí vengan. Yo escucharé siempre su
llanto, su tristeza y su dolor…Y para realizar lo que Dios quiere, deseo que vayas al palacio
del obispo de México y le digas que yo te envío, como mi mensajero, para hacerle esta
petición. Dile todo lo que has visto y oído".
[Juan Diego se despide y empieza a caminar hacia la casa del Obispo Zumárraga]
NARRADOR: María, nuestra Madre, al ver el sufrimiento del pueblo azteca, vino a ellos para
ofrecerles su amor, su protección, y para enseñarles el camino a Jesús. ¡Quién se iba a imaginar
que ella sería la gran evangelizadora de América!
[Juan Diego sigue al criado que lo lleva hacia el obispo. El obispo está sentado. Juan Diego se
arrodilla y hace como que habla]
NARRADOR: Juan Diego le contó el mensaje de la Reina del Cielo al obispo, dando detalle de
todas las cosas que admiró y escuchó. Desafortunadamente, al terminar, el Obispo Zumárraga no
pudo creer lo que Juan Diego le había contado y le dijo:
[El obispo se para, pone las manos sobre los hombros de Juan Diego]
OBISPO ZUMÁRRAGA: “Hijito mío, regresa otro día para escucharte con calma, me lo
cuentas todo de nuevo.”
NARRADOR: ¿Cómo se habrá sentido Juan Diego al ver que el obispo no tomaba en serio lo
que le decía? … Juan Diego, regresó al cerro del Tepeyac en donde estaba la Virgen María
esperándolo y muy triste le dijo:
[Juan Diego camina de regreso al Tepeyac cabizbajo y se para frente a nuestra Señora]
JUAN DIEGO: “Señora y niña mía la más pequeña, fui allá donde Tú me enviaste, le di tu
mensaje al obispo, pero no me creyó. Por eso te ruego que mandes a alguien importante para que
le crean. Yo no soy nadie, yo no valgo nada”.
NUESTRA SEÑORA: “Escucha hijito mío, el más pequeño. Ten por seguro que tengo
muchos servidores, pero eres tú al que he escogido. Te pido que mañana vayas otra vez a
ver al Obispo, y de mi parte dile otra vez mi voluntad”.
JUAN DIEGO: “Señora mía, Virgencita mía la más amada, iré con todo gusto. Mañana por la
tarde vendré a contarte lo que me diga el obispo. Quédate tranquila”.
NARRADOR: Al día siguiente, muy temprano en domingo, Juan Diego se levantó para ir a la
iglesia. Después de misa y del catecismo, se fue a buscar al obispo.
[Juan Diego camina hacia la casa del obispo y toca la puerta. El criado abre]
[Juan Diego sigue al criado que lo lleva nuevamente hacia el obispo. El obispo está sentado. Juan
Diego se arrodilla]
NARRADOR: Al llegar Juan Diego le volvió a dar el mensaje. El obispo Zumárraga le hizo
muchas preguntas para asegurarse de que estaba diciendo la verdad, pero aún así no pudo creerle.
Finalmente le dijo:
OBISPO ZUMÁRRAGA: “Juan Diego, no puedo hacer lo que me pides. Necesito alguna señal
para saber que de verdad, es ella, la Madre de Dios la que lo pide.”
JUAN DIEGO: “¡Claro que sí!, Sólo dígame qué señal quiere y yo iré a pedírsela a la Reina del
Cielo.”
[Juan Diego corre para ver a nuestra Señora. Ambos hacen como que hablan. Juan Diego se
arrodilla y se despide feliz]
Juan Diego corrió con alegría a darle la noticia a nuestra Señora. Ella le agradeció todo lo que
había hecho y le pidió que regresara al día siguiente, pues le daría la prueba que convencería al
obispo... ¿Qué señal sería? ¿Qué habrá pensado Juan Diego en ese momento?
[Juan Diego se dirige hacia la casa de su tio Bernardino, y corre hacia él en cuento lo ve]
Después de esto, Juan Diego se fue a casa, pero al llegar… Juan Diego se dio cuenta de que su
tío estaba muy enfermo.
JUAN DIEGO: “No te preocupes tío, yo te voy a cuidar, voy de inmediato a buscar al médico.”
[Juan Diego toma una charola con agua y moja una toalla para limpiar la cara de tu tío]
NARRADOR: Juan Diego se dedicó a cuidar de su tío todo el lunes y ya no regresó al Tepeyac
como lo había prometido. En la noche, el tío Juan Bernardino le dijo a su sobrino:
JUAN BERNARDINO: “Mi querido Juan Diego, por favor ve a buscar a un sacerdote para que
me confiese y me dé su bendición antes de morir.”
[Juan Diego se para y se alista para salir. Se dirige hacia el cerro. Antes de llegar, se para y se
pone la mano en la barba pensativo]
JUAN DIEGO: “Mi Virgencita, niña mía la más amada. No te enojes conmigo; mi tío está
muriendo y debo ir rápido a buscar a un sacerdote a tu casa de México. Mi Señora, perdóname y
se paciente conmigo; lo primero que haré mañana será venir a toda prisa.”
NUESTRA SEÑORA: “Hijo mío el más querido: Que nada te espante. No temas esta
enfermedad. ¿Acaso no estoy yo aquí, que soy tu madre? ¿No estás tú bajo mi amparo?
¿No soy yo la fuente de tu alegría? Tu tío no morirá ahora; ten la seguridad de que él ya
sanó en este momento. Ahora sube, Hijito mío, al cerro y allí verás que hay diferentes
flores. Córtalas, ponlas juntas y luego tráemelas.”
NARRADOR: ¡Qué palabras tan más hermosas y cariñosas le dijo María a Juan Diego, y
pensar que él no quería encontrársela! Juan Diego, se dio cuenta del gran amor que María tenía
por él y sin dudar más, al instante subió al cerro…
NARRADOR: Al llegar, Juan Diego no podía creer lo que veía, ¡se quedó asombrado al ver la
variedad de tantas flores tan maravillosas!
JUAN DIEGO: “¡Flores! y ¡qué aroma! Ahora es cuando hace más frío y hay heladas más
fuertes. Este no es lugar para que se den flores y menos en diciembre. ¡Parece que estoy en el
paraíso!...
NARRADOR: De prisa, deleitándose en ese jardín celestial, juntó todas las flores llenando su
tilma y regresó con la Señora del Cielo. Ella las tomó con sus manos y las acomodó de nuevo en
la tilma de Juan Diego, diciendo:
[Juan Diego le enseña las flores a Nuestra Señora. Ella las toma y las vuelve a poner en la tilma]
[Juan Diego corre hacia la casa del obispo, agarrando muy bien su tilma. Al llegar toca la puerta,
el criado abre pero no le hace caso. Juan Diego se queda ahí hasta que aparece el obispo]
NARRADOR: Juan Diego, feliz, fue a buscar al obispo, seguro de que en esta ocasión sí le
creería. En el camino, disfrutaba el delicado perfume que daban las flores mientras cuidaba de
que no se le fueran a caer. Al llegar de nuevo a la casa del obispo, les rogó a los criados que le
permitieran verlo, pero ellos no le hacían caso. Juan Diego tuvo que esperar varias horas antes de
que le permitieran ver al obispo Zumárraga. Al llegar frente al obispo, con una inmensa alegría le
dijo…”
JUAN DIEGO: “Mi señor, con todo gusto traigo la señal que me pediste. La Reina del Cielo me
dijo que sólo a usted se la entregara. ¡Aquí la tiene, haga el honor de recibirla!”
[En cuanto Juan Diego abre tu tilma, todos los presentes se arrodillan y ponen cara de asombro]
NARRADOR: Juan Diego desplegó su blanca tilma, y en el momento en que cayeron las flores,
apareció la imagen de la siempre Virgen María de Guadalupe, Madre de Dios. Tan pronto como
la vio el señor Obispo, y todos los que allí estaban, se arrodillaron pasmados de asombro, todos
estaban profundamente conmovidos. El señor Obispo, con lágrimas en los ojos, le dijo:
NARRADOR: Nuestra Madre María no se conformó con mandarle rosas al Obispo, ¡quiso que
su misma imagen se quedara entre sus hijos! Al día siguiente, Juan Diego después de mostrarles
el lugar que la Virgen le había dicho, se fue a ver a su tío. Al llegar, lo vio muy contento.
[Juan Diego se dirige hacia su tío Bernardino que corre feliz a abrazarlo]
[Juan Diego hace que habla con su tío, mueve las manos y con cara feliz]
NARRADOR: Juan Diego le explicó a su tío lo que había pasado con la Señora del Cielo y
cómo ella le dijo que lo curaría. Su tío le contestó:
NARRADOR: A Juan Bernardino lo llevaron con el Señor Obispo, para que diera su testimonio.
Juan Diego y su tío fueron hospedados en casa del Obispo hasta que se terminó la construcción
del templo a la Madre de Dios. A partir de ese día, Juan Diego, se fue a vivir a un pequeño cuarto
junto al templo y pasó el resto de su vida dedicado a contar el relato de las apariciones de la
Virgen a todo el pueblo Azteca. Juan Diego murió en 1548 a los 74 años de edad.
[Juan Bernardino hacen que hablan con el obispo, mueve las manos y pone cara feliz. El obispo
lo abraza con gusto. Salen todos del escenario]
Asombrosamente, después de este gran milagro, millones de indígenas se bautizaron, ¡qué felices
estarían los misioneros de ver a tanta gente aceptando a Jesús en sus vidas! Pues antes, apenas
unos cientos de ellos se habían convertido a la fe Católica.
Juan Diego, confiando en el amor de María, obedeció y gracias a eso, Dios nos dio uno de los
regalos más valiosos que tenemos los Mexicanos: la imagen de su misma Madre. «No ha hecho
nada igual con ninguna otra nación», dijo el Papa Benedicto XIV.
El mensaje de la Virgen de Guadalupe, nos llena de esperanza, porque ella nos dice a todos
“Que nada te espante…¿No estoy yo aquí que soy tu madre?” , ella cuida de ti, y lo más
importante, ella te lleva a su Hijo Jesús.
Bibliografía
http://nicanmopohua.net/iniciodelculto.html
http://www.sancta.org/juandiego_s.html: