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La Lógica de las Flores.

Como no tengo jardín, las flores que puedo conservar son


necesariamente en botellas y en copas con agua, y entonces
conservar tiene un sentido muy cercano al de los asuntos humanos
en su fragilidad, al de las consideraciones que nos conforman, las del
tiempo y el olvido.

Mi abuelo tiene la costumbre de tomar el fresco todas las tardes en el


porche, en la casa paterna, y lo pienso siempre así, en una mecedora,
con un perpetuo aire vespertino, con una sonrisa zumbona; hoy tuvo
un accidente, cayó al ir al baño en la madrugada y se fracturó el
fémur. Al llegar a la casa el porche estaba vacío, en lugar de la
mecedora había una paloma llenando de boñigas todo el lugar. Nunca
me han gustado las palomas. Siempre me han parecido un signo del
descuido, de la carroña, de nuestra civilización. La espanté, pero voló
apenas a unos pasos, con esa pereza cínica de su especie. Tomé una
piedra y le pegué. La paloma cayó en medio de la calle, sin poder
volar más. Traté de capturarla, ponerla a resguardo en el jardín, sin
saber exactamente lo que hacía.

Pareciera, para los que no somos científicos, que las flores son toda
forma, forma y color, una impresión que le placería mucho a
Aristóteles, quien sostenía que la esencia de un cuerpo es la forma y
el color.

Con la experiencia uno va desarrollando una sensibilidad para


conocer a las personas, francamente uno va concluyendo que todas
las mujeres y todos los hombres somos iguales. M. me dice que sí,
pero que hay algunos más especiales que otros, V. me dice que sí,
pero que no todos se disfrutan igual. La facultad del gusto es una vía
indiscutible de la diferencia, la vía no filosófica de la identidad.

Bioy Casares tuvo siempre una obsesión por las máscaras, cuando
era pequeño su tío le dijo que quería mostrarle algo y puso frente a él
una de esas muñecas rusas que se abren y dentro tienen otra
muñeca, idéntica pero más pequeñita, y así otra adentro, hasta llegar
a una diminuta. Le dijo: pensamos que hay muchas personas, porque
vemos muchos rostros.

Cuando uno comienza a interesarse por las flores, sorprende la


calidad de su presencia, sorprende la espontaneidad de su esplendor,
que al irse a dormir son un botón, algo cerrado imposible de hacer
aparecer mediante violencia, y que al despertar al voltear de
improviso ya están ahí, como si siempre hubiesen sido, formosas,
luego sorprende un último cambio, su desvanecimiento, que se
anuncia con un encogimiento, un refunfuño, y el olor pútrido, a
vómito, que dejan en el agua si no se las deshecha a tiempo.

1
“Man that is born of a woman is of few days, and full of trouble. He
cometh forth like a flower, and is cut down: he fleeth also as a
shadow, and continueth not.” J 14:2

“And just as there is a secret tie between the wound and the weapon,
so the affect corresponds to the violence of the deed that caused it.”
Answer to Job p. 527

Transformar este lazo secreto en saber.

Los olores –las esencias se dice en perfumería- parecieran gozar de


una autonomía, de una voluntad caprichosa en la experiencia de un
sujeto. Yo puedo llamar al recuerdo la imagen de V., puedo llamar al
recuerdo también la imagen de su voz, puedo soñarlas incluso, pero
su olor, el sabor de su piel, son una visita rara e injustificada,
inexplicable sino es como una presencia que me habita sin saberlo.

El olor de un cuerpo de un bebé, el olor de un cuerpo adolescente, el


olor de una persona madura, el olor de un anciano.

La forma y el color son objetos de la vista, del tacto también, pero el


tacto es una especie de imagen.

No deja de ser extraño que las cosas nazcan y pasen, que florezcan y
decaigan, pues la maravilla de la memoria es que a los ojos de los
mortales todo parece eterno. ¿No es este el misterio de las cosas
hermosas, que han aparecido, que habrán de desaparecer?

No creo que las más de las veces seamos conscientes del gesto, en
toda su dimensión, de regalar flores.

Se dice que la muerte y el deseo están ligados constantemente a la


sexualidad, estructuralmente, se dice, ¿pero entonces porqué
parecen en la experiencia sensible tan alejadas una de la otra?

Momentos antes de morir mi abuelo volteaba hacia todos lados, con


los ojos bien abiertos, fijándolos en nada. Hacía cálido pero temblaba,
era como si estuviese entrando al reino de las sombras por una
caverna profunda. Le unté aceite de oliva para aliviar su malestar
intestinal, a la manera de los antiguos. Me murmuró algo
incomprensible al oído.

Mientras escribía este ensayo una flor se deshizo frente a mí, era un
lirio blanco, se descompuso de improviso los pétalos cayeron. Jamás
se me había ocurrido que la muerte fuese milagrosa, que se tratase
de una aparición inexpugnable, como lo es el florecer, por mucho que
se anuncie.

2
El dolor se quiere compartir –como el amor- con alguien especial. Es
curiosa esta palabra: especial. ¿Qué es una especie? Dice Wilde que
Lineo, el gran clasificador, el maestro en la tierra de la semilla en
común y la diferencia en el botón, cayó de rodillas y lloró cuando
llegó a una colina poblada de flores de cepa común, de flores
silvestres, corrientes y conocidas como los días que pasan. Lo
especial no es materia científica a pesar de uso en ese orden de
discurso, lo especial es materia estricta y enraizada hasta la médula
de la subjetividad, de lo irrepetible, lo inclasificable.

En algún lado dice Hegel que las flores huelen a muerte.

Naturaleza es lo que aparece y que habrá de desaparecer, y que un


instante y otro hay un incontable movimiento de ascendencia y
recogimiento. Pero el curso de las flores es constante, y es porque no
conocemos el número de nuestros pasos que todo parece eterno, es
porque ascendemos y decaemos un sin número de veces, desde el
nacimiento hasta la caída…

Porque la belleza está ligada a la vanidad, lo verdaderamente bello no


colinda necesariamente con el canon.

La existencia de las flores está ligada a la luz. El perfume del jazmín


es intenso a la luz de la luna y la aparición del lirio y la orquídea
viene de entre las sombras como se despierta de un sueño.

La flor es siempre más hermosa antes de empezar a declinar.

Y aún, creo que Séneca y los suyos, que el Eclesiastés y el libro de Job
guardan mucha razón al decir que el dolor viene de la vanidad. Pero
los hombres somos vanos, ¿no es así?

Hay un mínimo de dos distinciones para el gusto: el gusto del que se


habla en la cultura, y el gusto que se vive en nariz y boca de un
cuerpo en particular, el cuerpo de un sujeto que responde a un
nombre en específico.

Las palabras son indispensables para la facultad del gusto: alguien


llega y prueba un guiso o un whiskey, el sabor ya está en su boca y
nariz, pero una vez que se le indica en el oído la palabra: laurel,
madera, vainilla: el sujeto entonces distingue el sabor y lo ubica.

Octavio Paz señala que el erotismo se organiza en el claroscuro, el


mito de eros y psique ilumina esta escena donde luz y obscuridad
marcan este paso intermitente.

The wake.

3
Forma y contenido son inseparables. ¿Pero porqué es más fácil
preguntarse por las distinciones que demostrar su unicidad?

Es como el ansía de querer una vida feliz sin dolor, sin comprender
que no hay uno sin el otro.

La vida y la muerte están ligadas elementalmente –como el agua al


frescor, como la amargura al tabaco, como el espesor a la sábila y a
la miel- a la luz y a la sombra. Y este es el problema de la forma: que
lo distinguimos del contenido en el pensamiento, cuando no podría
haber imagen sin la convivencia de las dos. En fotografía la técnica
enseña al fotógrafo que la sombra es tan importante como la luz. Hay
una fotografía sin título de Eugene Smith: tres niñas en un parque
cortan flores de un arbusto, y parece la cosa más natural del mundo
porque se asocia en nuestra imaginación a los niños con las flores. Es
peculiar cuando decimos: los niños. Es peculiar porque algo sucede
con la infancia que una vez dejada atrás el adulto olvida su
experiencia.

Así como se olvida la importancia constante de las sombras a veces


me parece que más que hechos de recuerdos nuestra memoria se
constituye de olvidos esenciales. La condición de esta contradicción
es la esencia de la forma.

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