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MIEDO A LA MUERTE

CASO CLÍNICO

Varón de 60 años, casado y con tres hijos. Convive con su esposa, dos de sus hijos y su
suegra. Es ingeniero industrial, trabaja como director de proyectos y actualmente se
encuentra de baja laboral.

No aparecen antecedentes psiquiátricos personales ni familiares. Como antecedentes


somáticos destacan:
- hepatitis B, en el pasado
- HTA en tratamiento farmacológico
- Angina de pecho que requirió angioplastia y colocación de stent en la coronaria
derecha
- Ex-fumador de 20 cigarrillos al día.

Personalidad premórbida: Rasgos de personalidad anancásticos, con tendencia al


pesimismo, responsable, meticuloso, con preocupación por los detalles, perfeccionista
de manera eficaz y rentable. Reservado, con reducida vida social. Desde siempre
preocupado por los problemas de su salud o los de su familia. Inseguro, miedoso, con
cierta dificultad para afrontar problemas y adaptarse a los cambios. Buen ajuste laboral,
social y familiar.

HISTORIA CLÍNICA

Hace dos años, tras infarto agudo de miocardio, ingresa en Cardiología, donde se le
detecta un nódulo pulmonar. Por las características de éste, se le informa de la sospecha
de malignidad. Se le extirpa 4 meses después, resultando benigno. Durante esos 4
meses, el paciente teme padecer una enfermedad oncológica grave, lo que le produce un
intenso malestar. Después de la intervención quirúrgica, sigue consultando diversos
especialistas, ya que se intensifican sus temores, se siente mareado, con inestabilidad en
la marcha y parestesias periorales. Se realiza TAC cerebral, descartándose causa
orgánica y se deriva a salud mental.
Comienza psicoterapia y farmacoterapia, que se suspende por falta de respuesta.
A primeros del pasado año, unos días después de su reincorporación al trabajo, acude
otra vez a la unidad de salud mental, con náuseas, sensación de mareo, inestabilidad en
la marcha, miedo a salir a la calle y a volver al trabajo y poder desarrollar
adecuadamente sus funciones, así como insomnio. Se reanuda la terapia anterior, con
lenta respuesta, aunque el paciente valoraba positivamente pequeños logros como salir
solo a la calle o ser capaz de coger un autobús. Persistían el insomnio, con respuesta
errática a los hipnóticos, el mareo y la sensación de inestabilidad. En una ocasión, la
pérdida de equilibrio le produjo caída con fractura de la cabeza del húmero del MSI.
En junio del año pasado, se reincorporó parcialmente al trabajo (media jornada) con
bajo rendimiento y sensación de malestar.
A primeros de este año, comienza anotarse más cansado, hasta el punto de no salir de su
domicilio, lábil, con bajo estado de ánimo, muy preocupado con la idea de sufrir una
enfermedad grave. Recibe tratamiento farmacológico con antidepresivos durante un
mes, no siendo eficaz. Se encuentra progresivamente peor, añadiéndose a la
sintomatología descrita, episodios que su familia describe como inquietud y
movimientos parecidos a los de una convulsión, aunque sin relajación de esfínteres, ni
disminución del nivel de conciencia, que podían durar hasta dos horas y que aparecían
con una frecuencia aproximada de uno al día. Estas “crisis” motivan la asistencia en
urgencias en dos ocasiones. Se añade pérdida de memoria reciente, mayor irritabilidad,
disminución del apetito con pérdida de 15 kg. en dos meses y ánimo triste. En ese
momento se ingresa para estudio.
Durante el ingreso se observan fundamentalmente alteraciones cognitivas que oscilan en
el tiempo junto con alteraciones de la motilidad que le impiden desarrollar las
actividades básicas diarias (ducharse, afeitarse) de forma autónoma. En alguna ocasión,
falta de control de esfínteres. Además, son llamativos múltiples episodios de caída al
suelo, con movimientos espasmódicos, reactivos a circunstancias del entorno, en los que
no responde a estímulos verbales ni dolorosos, presentando mirada fija y temblor; en
ocasiones, mutista o balbuceante, en otras intentaba comunicarse sin conseguirlo, o
presentaba actitud exploratoria mostrándose asustado. Siempre amnesia posterior. En la
exploración, destaca un discurso tangencial y vacío de contenido, con pararrespuestas,
pérdida de fluencia verbal y serias dificultades en la capacidad de abstracción. No es
posible todavía abordaje psicoterapéutico.
Estudio analítico, serología y punción lumbar, sin hallazgos. En el EEG, muy discretos
signos irritativos. En la TAC craneal, calcificación de los ganglios de la base. En el
examen neuropsicológico, rendimiento bajo en todas las pruebas de memoria. En el
WAIS: CI verbal 111, manipulativo 80 y CI total 98.

Ante la ausencia de respuesta a los tratamientos, se decide TEC. Tras 5 sesiones se


aprecia mejoría parcial y se procede al alta. Los primeros meses tras el alta, el paciente
evoluciona favorablemente, con mejoría en los resultados de las pruebas
neuropsicológicas, incluyendo el WAIS. Posteriormente ha presentado 3 recaídas con
ingresos en clínicas privadas, tratándose favorablemente con TEC. En todos los
episodios, el cuadro se instaura con grave dificultad para responder a preguntas
sencillas, utilizando lenguaje circunstancial, con rigidez de MMSS y protusión lingual.

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