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INTRODUCCIÓN
Hoy en día la OMS afirma que el ruido es el "riesgo laboral" de mayor prevalencia en
el mundo y un verdadero problema de salud pública. Los daños producidos por el ruido
pueden traducirse en distintas clases de respuestas reflejas que, si se mantienen
generan en el sujeto patrones de inadaptación psicofisiológica con repercusiones
neurosensoriales, endocrinas, vasculares y digestivas. También son causa de
trastornos del equilibrio, sensación de malestar y fatiga psicofisiológica que puede
alterar los niveles de rendimiento.
Muchos niños y jóvenes de hoy están comenzando a sufrir trastornos auditivos. Esto
se ve reflejado en la necesidad que tienen de subir el volumen al televisor, hablar en
voz más alta de lo normal y solicitar a menudo que les repitan las instrucciones. Por
otra parte, los niños que duermen en ambientes ruidosos pueden estar excesivamente
cansados para rendir en el colegio al día siguiente y serán incapaces de realizar
adecuadamente sus tareas cotidianas. Si la situación se prolonga, el equilibrio físico y
psicológico se ven seriamente afectados. En ciertos casos las consecuencias serán
duraderas, por ejemplo, los niños sometidos a altos niveles de ruido durante su edad
escolar no sólo aprenden a leer con mayor dificultad sino que también tienden a
alcanzar grados inferiores de dominio de la lectura.
Uno de los papeles más importantes que debe jugar el Fonoaudiólogo en la actualidad
es la prevención, por lo cual en el presente artículo trataremos sobre las
consecuencias que trae el ruido para nuestra salud en general, el aprendizaje y el
lenguaje.
*
Terapeuta del Lenguaje / Fonoaudiólogo, titulado por la Universidad Nacional de Colombia. 27 años de
experiencia en los campos de Educación (regular, especial e inclusiva), Salud (prevención y rehabilitación),
Promoción Comunitaria y Cooperación Internacional: 15 años en Colombia, en instituciones
gubernamentales y privadas de nivel nacional, departamental y municipal y 12 años de experiencia
internacional en Bolivia, Nicaragua y Perú.
Ha sido Secretario de Educación Municipal, Asesor de Concejo Municipal en el tema de Educación, Creador
de Programas de Educación Especial, Promotor de ONGs relacionadas con la temática de la Educación y
Terapeuta del Lenguaje (sectores Público y Privado) en Colombia. Cooperante de la ONG de Cooperación
Internacional Británica CIIR / Progressio en Nicaragua y del Servicio Internacional Británico en Bolivia,
Docente Universitario y Conferencista. Actualmente Maestrante de Educación Superior en la Universidad San
Francisco Xavier de Chuquisaca y de Gerencia Social en la Pontificia Universidad Católica del Perú.
Actualmente Coordinador del Programa de Optimización Comunicativa para Niños y Niñas menores de 6
años en el Municipio de Cobija (Amazonía Boliviana)
autorrecuperación, de ahí que al día siguiente "no nos encontremos bien" sin saber por
qué.
Por regla general una persona adulta requiere de siete a nueve horas diarias de
descanso nocturno y los niños un poco más. Sin embargo, los escolares comúnmente
se quedan levantados hasta las 10:30 de la noche o más, viendo la televisión, y
muchos de ellos han de levantarse a las 5 ó 6 de la mañana para ir a la escuela o
colegio.
Por otro lado, los estudios demuestran que los docentes están afectados
excesivamente respecto a otras profesiones por disfonías y otras alteraciones de la
voz, debido a estas malas condiciones acústicas, superando hasta el 25% del total de
los casos clínicos de voz (Titze et al, 1997; Rammage, 2004, 2006), caracterizados por
problemas crónicos como la tensión muscular, ronquera y nódulos vocales.
Un estudio publicado recientemente encontró que había muchas aulas con mala
calidad acústica y que los niños a menudo trabajan en éstas con niveles de ruido
superior a lo permitido y lo conveniente (Rubin, Flagg-Williams Russell y Aquino,
2007). Los resultados de un estudio canadiense de la Red de Investigación sobre la
Alfabetización muestran que una de cada seis palabras no es comprendida por el
estudiante promedio debido a un exceso de ruido de fondo y la mala acústica en las
aulas de Canadá.
Es necesario saber que los niños pequeños, que aún no comprenden bien los
mensajes lingüísticos, son extremadamente sensibles a la manera en que estos
mensajes son expresados. Así pues, la entonación y la inflexión de la voz se vuelven
muy importantes. La misma información puede ser "traducida" por el niño en formas
muy distintas de acuerdo a cómo fue dicha. "Dame eso", puede ser dicho de muchas
maneras; algunas invitan a que el niño obedezca alegremente, y otras, en cambio,
pueden provocar un rechazo total.
Muchos niños de nuestra actual era presentan limitaciones en sus capacidades para
aprehender la información auditiva, debido a la interferencia del ruido en los hogares,
las guarderías, los centros de estimulación y colegios. Más allá de los obvios
problemas asociados con la pérdida auditiva, están aquellos que involucran el
procesamiento de la señal del habla (abstracción u organización de la información).
Parece que tales niños adquieren el lenguaje más lentamente y por lo general
experimentan también dificultades al aprender a leer (deHirsch, 1961; Menyuk, 1976).
Observamos que los salones que dan a la calle tienen un factor dispersante importante
y los niños presentan una mayor inquietud, incidiendo directamente en el área
educativa, ya que se altera la comunicación, sobre todo con los ruidos de impacto,
tales como bocinas, caños de escape libres, propaganda callejera, etc. Los
estudiantes también elevan el volumen de su voz, los maestros deben repetir
reiteradas veces su mensaje, con el consiguiente esfuerzo vocal y pérdida de tiempo.
Otro informe indica que los maestros en las escuelas ruidosas también tienen más
dificultades para motivar a los niños en sus tareas escolares. Los niños a menudo
tienen menos tolerancia de la frustración. Evans y Maxwell (1997) identificaron un
vínculo entre la exposición al ruido crónico y de la lectura. Los niños en una escuela
ruidosa presentaban destrezas más pobres de lectura que los niños y niñas en una
escuela tranquila.
Es de anotar que los sonidos del habla, al igual que todos los que se producen en la
naturaleza no son tonos puros, sino complejas mezclas que se congregan en un
espectro, por lo cual el oído debe ser capaz no sólo de captarlos, sino de analizarlos y
enviarlos al cerebro para que éste identifique los mensajes que portan.
Para Cromer (1978), Di Nicola (1979) y otros, siguiendo un proceso evolutivo, los
órganos del hombre destinados primariamente a la respiración y a la alimentación han
desarrollado la función adicional de proferir una rica sucesión de sonidos, cuyo uso es
aprendido desde la más temprana infancia y se utilizan simbólicamente con otras
personas que tienen la misma lengua y están en capacidad de percibirlos y
comprenderlos. Por esto, al habla se la conoce algunas veces como “función
superpuesta”.
Según la concepción de Bloomfield (1933), los fonemas de una lengua no son sonidos,
sino conjuntos de rasgos sonoros que los interlocutores se hallan adiestrados en
producir y reconocer dentro de la corriente sonora del habla. Esto ha sido comprobado
por diferentes autores, entre ellos Bailey (1983), para quien los diferentes fonemas se
distinguen acústicamente por la envoltura del espectro, y particularmente por la
frecuencia de los picos espectrales. Estos surgen de las resonancias del tracto vocal y
se denominan formantes, identificados por medio de un número (f 1, f2, f3, f4, etc.),
siendo el primer formante el de más baja frecuencia. Es decir, que el conjunto de
formantes (rasgos sonoros) conforma un espectro cuyo corpus o envoltura es en sí lo
que constituye el fonema.
Buena parte del problema del uso de la discriminación auditiva para aprender a leer es
una cuestión de desarrollo cognoscitivo. El ser humano debe desarrollar el concepto
de fonema como unidad del sonido oral y el oído es capaz, entonces, de captarlo y
discriminarlo según este aspecto, su duración y el intervalo temporal entre la aparición
de éste y otro fonema contrastante.
Los niños con pérdidas auditivas, sean permanentes o intermitentes por un largo
tiempo, no se benefician suficientemente de la estimulación normal del lenguaje para
mantenerse dentro de los parámetros temporales normales para la adquisición de
éste. Diversos investigadores han reportado que el aprendizaje se retrasa en niños
con estas patologías (Eisen, 1962; Holm y Kunze, 1969; Kaplan, Fleshman y Bender,
1973; Katz y Ullmer, 1972; Needleman, 1977). Esto podría explicarse teniendo en
cuenta los estudios de Werker (1982), Werker, Gilbert, Humphrey y Tees (1981);
Werker y Tees (1984) los cuales han demostrado que durante la segunda parte del
primer año, los infantes pueden gradualmente perder capacidad para distinguir
contrastes sonoros no usados en su idioma nativo.
Imaginemos que en ese primer año el bebé ha presentado episodios de otitis media.
Obviamente escuchará el habla de manera distorsionada y se conformarán engramas
auditivo - articulatorios igualmente distorsionados. Una vez tratada
farmacológicamente y curada la otitis, le será muy difícil al niño reestructurar esos
engramas, según los parámetros dados por el medio lingüístico circundante y se
registrará posiblemente un retraso en el desarrollo del lenguaje. Ya sabemos cómo
repercutiría tentativamente esto en la adquisición de la lecto - escritura. De otro lado,
la presencia de un agente extraño dentro del oído medio podría ampliar la latencia
entre la producción del sonido por la fuente sonora y la recepción del mismo en el oído
interno, lo cual desequilibraría la asociación visuo - auditiva de la corriente del habla y
la percepción rítmica, que afectaría con seguridad el aprendizaje del habla en una
forma adecuada.
De otro lado, Stark (1988) estudió el desarrollo fonológico de 45 bebés, con edades
entre los 2 y los 18 meses, aparentemente normales de acuerdo con los reportes del
nacimiento y antecedentes pediátricos. Ella examinó a 30 de éstos cuando estaban en
segundo grado y concluyó que las subsecuentes dificultades en la lectura podrían
predecirse sobre la base de la identificación temprana de un retraso en el desarrollo
fonológico.
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