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CICLO DE
ORIENTACION
PERIODISTICA

Dante Panzeri


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Dante Panzeri (1922-1978) nació en San Francisco, Córdoba, y


murió en la ciudad de Buenos Aires a los 56 años de edad.

Vinculado a la Editorial Atlántida en los años ´40, llegó


a la dirección de “El Gráfico”. Renunció al cargo el 12 de
setiembre de 1962, disconforme por la decisión empresaria de
incluir sin su consentimiento un recuadro laudatorio sobre el
entonces ministro de Economía, Alvaro Alsogaray en el
comentario de un River-Boca.

Colaboró regularmente con distintos medios gráficos, radiales y


televisivos: las revistas “Así”, “Ahora”, “Chaupinela” y
“Satiricón”; los diarios “Crónica”, “La Prensa” y “El Día”; las
radios Porteña y Colonia; los canales 7 y 11.

Publicó dos libros: “Fútbol, dinámica de lo impensado” (1967)


y “Burguesía y gangsterismo en el deporte” (1974).

Una frase de Panzeri que lo define en pocas palabras : “Yo no


pretendo arreglar el fútbol, ni el país, ni el mundo. Solo
pretendo que los que mandan y están para eso intenten
arreglarlos. Y si no quieren arreglarlos, o no saben, o no
pueden, me conformo con que sepan que yo no estoy
desarreglado ni doy mi conformismo ni resignación a ese
desarreglo”.
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ERAMOS TAN PANZERISTAS !!

A comienzos de los ´60 esperábamos cada semana “El Gráfico” como quien
aguarda la verdad revelada. Estábamos cautivados por la honestidad y la
capacidad de confrontación que desplegaba Dante Panzeri, su director y
nuestro guía en la nebulosa que siempre ha sido el ejercicio del periodismo.

¿ Quién fue Panzeri ? Fue un moralista que se coló en el burdel del fútbol y
denunció sus malas prácticas – lúdicas y éticas-- en forma implacable.
Periodista riguroso tanto en lo conceptual como en lo técnico, las páginas que
siguen lo demuestran.

Para los gelatinosos partidarios del “todo es negociable” Panzeri era un


“amargado recalcitrante”. La vigencia de Dante es tal que hoy, en pleno 2004 y
esgrimiendo sus ideas básicas, podemos pedirle a sus detractores que
contemplen el desolado panorama y nos digan adonde condujo despreciar los
principios y valores mas trascendentes como individuos y como sociedad.

En los años ´60 muchos periodistas escribían muy bien sobre lo que conocían
con solidez; los linotipistas eran verdaderos sabios; la radio estaba poblada por
voces incapaces de agraviar el buen gusto; se diferenciaba con mucha nitidez la
información de la opinión (sin tratar de hacer pasar a ésta por aquella); la
profesión se aprendía artesanalmente en las redacciones, las calles o el bar de la
esquina y la televisión no había llegado aún a tener el enorme poder instalador
de hábitos buenos, malos y peores.

Se era “panzerista” si se reunían dos características básicas: decir la propia


verdad sin hacer concesiones y hacerse cargo por lo dicho. Contemplado desde
la óptica de la navegación por instrumentos, los adeptos a Panzeri parecíamos
buscar el “rumbo de colisión” de manera constante y temeraria. Es que el
deporte --en especial el fútbol-- ha sido siempre escenario propicio para la
expresión y expansión impunes de la violencia y la doble moral.

En 1965 los periodistas que integrábamos la audición “Olympia Deportiva”,


que se emitía por LU2 Radio Bahía Blanca, nos dedicamos a desgrabar,
transcribir, estudiar y reflexionar el cursillo que Panzeri había dictado un año
antes en Buenos Aires. Disfrutamos de la tarea y el aprendizaje como un
verdadero aporte para nuestro crecimiento personal y profesional, Oscar E.
Castro, Omar A. Gómez Sánchez, Alberto Mc Dougall, Tulio Sabio, Rafael E.
Santiago, Néstor Wasserman y Julián Zapata .

Hoy queremos rescatar y compartir el legado de un hombre que fue capaz de


vivir como pensaba y sentía. Los más jóvenes merecen la oportunidad de
descubrir a Panzeri, casi 30 años después de su transparente y apasionado paso
por el periodismo argentino.
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“En tanto uno aprende, ignora por donde o de quien aprende”.


Antonio Porchia

El saber de cada uno de nosotros es fruto de una suma de


conocimientos que extraemos a través de muchos orígenes, de
muchos personajes y de muchas circunstancias. Nadie puede
convertir en periodista a nadie. Si Uds. llegan a ser periodistas de la
estatura que se quieran imaginar, esencialmente lo serán por Uds.
mismos, no por haber aprendido de alguien.

Hay conocimientos que en determinado momento, no solamente del


periodismo deportivo, sino de cualquier orden de la vida, dejan de
tener utilidad porque el mundo social que nos rodea, en todo orden,
puede tener cambios de costumbres (no de fundamentos de vida ni
de razones para existir) que pueden hacerle perder vigencia a
algunos de los métodos que nosotros supuestamente creemos tener
aprendidos. Entonces, de allí viene ese permanente girar de la rueda
en el que, como lo dice Porchia “en tanto uno aprende, ignora por
donde aprende”. (Yo le agregué “de quien aprende”).

NO SE PUEDE ENSEÑAR PERIODISMO

Se puede difundir lo que uno sabe. Un padre le puede enseñar a


vivir a su hijo, lo puede orientar, pero no creo que le pueda imponer
–punto por punto—el ideal de los distintos actos que esa criatura
suya tendrá que realizar, sobre todo al enfrentar por sí sola la vida.
Lo que no quiere decir al faltar el padre sino, sencillamente, al
abandonar la casa y salir a la calle para resolver él, por sí mismo,
todo lo que la vida le reserva. Desde el automóvil que se le cruza en
la primera esquina de la que él baja el cordón de la vereda hasta la
gente, el ser humano con el que tiene que convivir para subsistir,
para crecer, para educarse, para formarse. Pero, en ese acto que
sigue al momento de cerrar la puerta y bajar el primer cordón de la
vereda, es absolutamente imposible que ese hijo transite con un
manual por delante de sus ojos dónde, punto por punto, las
recomendaciones de su padre contemplen todo cuanto le puede
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suceder. Hay cosas aprendidas o hay cosas que creemos tener


conocidas que tienen vigencia para determinado momento de la
vida y no la tienen para otro.

¿ A la generación de este momento de la vida del país es posible


hacerle llegar el mensaje de cada uno de nosotros, en cualquier
función que sea, con la misma oratoria que en relación al tiempo de
que disponía para vivir el hombre y que usábamos hace 30 o 40
años? No. Entonces yo pregunto esto: ¿ Un maestro de la técnica
parlamentaria como Lisandro de la Torre, un pedagogo en todo
sentido, un hombre ilustrado aún en los temas en que era ignorante,
dejando de lado su doctorado en los mil aspectos del ejercicio del
poder público, podría llegar hoy a las masas como llegó en aquel
entonces? Yo confieso que no dispondría del tiempo que llegué a
tener para leerlo, para seguirlo y acaso para incluirlo entre lo
desconocido que me puede haber enseñado alguna cosa. Hay
recursos en juego que en aquel momento sirvieron y que en este
momento no me sirven.

La vigencia de lo que creemos haber aprendido puede tener, incluso,


suplantaciones o claudicaciones en relación con el tiempo o los
problemas que vivamos. En periodismo hay cosas que creemos
haber aprendido que pueden no servirnos por el cambio de
situaciones sociales que hacen a la posibilidad o imposibilidad de
que nuestro público receptor pueda o no recibirnos. Yo, en muchos
casos, he notado eso en mí. Frente a cada paso suelo pensar las
posibilidades de la audiencia, sea oral o escrita, para recibir lo que
yo quiero hacerles llegar. Incluso también pienso en la técnica a
seguir para hacer conocer mi mensaje. Yo, en muchos casos, he sido
agresivo con premeditación y alevosía. Yo he hecho el cálculo de
que no importaba el odio de diez personas más hacia mí si yo,
mediante ese odio, lograría poner en el tapete un tema que de otra
manera no hubiera llegado nunca a interesar. Entonces pensé que
esa técnica, que desde luego no es la ideal, es la que lograba mi ideal
o el ideal de esa causa para mí, en ese momento y en las condiciones
sociales en que vivimos.

Aquí se da éste caso: para que yo, o cada uno de nosotros, logremos
llegar con un mensaje al público ocurre que estamos necesitando
también de una semejante ocupación por parte de nuestros colegas,
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de quienes también hacen periodismo, no importa si en forma


coincidente o no coincidente, pero sí necesitamos que ellos lo
muevan. Yo me di cuenta de esa necesidad y sentí el peligro de la
inutilidad de lo que yo pudiera decir si otros también no lo decían
cuando Candioti hizo lo que hizo: en la travesía Rosario-Buenos
Aires llegó pero no llegó, porque lo levantaron frente a River y la
meta, en realidad, era Puerto Nuevo. Entonces, como había entrado
en las aguas jurisdiccionales de la Capital se la dio por realizada. Yo
fui testigo directo del episodio.

Nos embarcamos a la altura del Paraná de las Palmas y esto me lo


enseñó alguien que por entonces era muy amigo mío. Del que,
también puedo decir, aprendí sin que él, en ningún momento, se
haya propuesto enseñarme e incluso saber qué es lo que aprendí de
él. Pero integró el contingente de cosas que a mí me quedaron de
distintas personas por las que uno va pasando. Porque todos somos,
en cierta medida, la imitación de otro. La originalidad, finalmente,
la hace la suma de distintos puntos que hemos recogido de distintos
personajes que nos ofrecieron lo que a nosotros nos pareció útil
recoger y que, en muchos casos, recogemos sin la idea de que lo
estamos recogiendo, sin darnos cuenta.

En esa oportunidad llegamos a Puerto Nuevo, donde todo el


periodismo había ido optando por la “cómoda” para hacer la nota.
Lo desembarcan a Candioti dormido (los periodistas que estaban
en River en el momento de sacar a Candioti del agua éramos
Alberto Salotto y yo, además de un fotógrafo). Llegamos a Puerto
Nuevo y veo que Salotto le habla a un cronista de “La Prensa”, de
los tantos que habían ido allí a tomar declaraciones. Se lo lleva
aparte y prácticamente le cuenta de la A a la Z todo el proceso de lo
que nosotros habíamos visto. Yo me molestaba. La nota,
lógicamente, la deseaba con exclusividad por una razón de orgullo
periodístico y entonces le digo aparte a Salotto: “Pero oíme una
cosa.. ¡ vos estás pateando en contra ! .. Porque sea amigo tuyo ..”.
“No –me dice—no es amigo. No te estas dando cuenta de una cosa.
Nosotros (“El Gráfico”) vamos a salir el viernes. Todo estos
“melones” van a dar la versión estúpida que ya te imaginás cual es.
Si nosotros somos los únicos que damos nuestra versión, que es la
correcta, habrá un estado de duda alrededor de nuestra versión . “La
Prensa” es un diario importante y éste, en “La Prensa”, va a
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publicar todo lo que yo le dije, que coincide con lo que nosotros


vamos a publicar. Claro que yo no le dije todo lo que nosotros
sabemos, no todo lo que ocurrió, pero él va a poner los mojones
necesarios como para darle asidero a lo que, cinco o seis días
después, se va a leer de este episodio a través nuestro”. Eso me
quedó y doy fe que es cierto. Yo necesito, frente a la necesidad de
llegar, de que otros órganos periodísticos también se ocupen de
aquello de lo que yo quiero ocuparme. Entonces, cuando no lo tengo
¿ cuál es mi camino ? Yo tengo que ir a una cosa más rápida, más
concreta, más antipática, como en algún caso lo he comprendido.

EL INDIVIDUO SIEMPRE ES UNO SOLO


A mí me pasó algo que también viene a reforzar este primer punto
del programa. Yo tendría entre 13 y 15 años. Nosotros habíamos
jugado un partido de 4ta. División. El partido terminó con un
escándalo. Uno de nuestros compañeros, entre los muchos que se
pelearon, le pegó al referí y fue expulsado. Nuestro club tenía como
presidente o como secretario, no recuerdo bien, a un señor de una
figura un tanto desgarbada, desagradable físicamente.
Este fue el que a mí me dio la sensación de ser el hombre que más
influyó en mí como deportista. Era un holandés, Juan Balkenende,
hoy fallecido. El era delegado a la Liga por nuestro club, Sportivo
Belgrano de San Francisco, Córdoba. La Liga se reunía los lunes por
la noche. Lo echan a éste compañero nuestro de la cancha. Llega la
hora del crepúsculo (el partido terminó tarde) y en un rincón, en la
penumbra, éste hombre nos reúne para decirnos que había
terminado de oír el rumor de que éste compañero nuestro –que
había sido expulsado de la cancha por haberle pegado al árbitro en
una reacción muy violenta—se estaba preparando para pegarle al
referí fuera de la cancha, es decir, lo esperaba en la calle. Uno de
nosotros le planteó esto: “¿Y Ud. quien es para impedirlo? Vestido de
civil, ya terminado el partido y en la calle, ya nada tiene que ver el
club si le pega al referí..” Ese holandés, verdadero maestro de
juventudes, nos dijo éstas palabras: “Yo mañana pienso pedir en la
Liga un año de suspensión para este jugador (era uno de los mejores
del equipo). Y como le llegue a pegar en la calle yo les anticipo a
Uds. que yo pido la expulsión a perpetuidad, porque la conducta de
los individuos no tiene escenarios ni ropa que les autorice a
cambiarla. El individuo es siempre uno solo”. Un día yo me di
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cuenta que esa era una norma no solamente en mi vida deportiva,


me di cuenta que la había seguido en todos los planos de mi
existencia.

Yo tengo veinte personas que han influido en mi vida y, es curioso,


frente a las veinte no me parezco a ninguno y ninguno se parece a
mi. Ocurre que ninguno me enseñó nada, es decir ciento por ciento.
Ninguno me enseñó a ser padre, periodista o ciudadano. Acá hay un
poco de analogía con el fútbol.

¿Cómo ser jugador de fútbol? Esencialmente, la natalidad. Sí, luego


vienen las veinte personas que en su vida han contribuido a
despertar valores adormecidos o desconocidos, pero que hemos
traído. Nadie puede enseñar nada en este aspecto y en el fútbol
tampoco. Se puede contribuir a ese despertar, se puede acaso
fortalecer una opinión o una conducta ya en marcha, que mediante
el retrato de alguna cosa coincidente se siente fortalecida y se hace
más dueña de sí misma.

NO SE PUEDE ENSEÑAR A PENSAR. En esto de enseñar, no


enseñar, aprender, no aprender, está aquello de los consejos. ¿Qué es
un consejo ? Yo examino mi caso personal y con absoluta certeza
digo: yo nunca le he hecho caso a nadie y he recibido consejos por
toneladas.

El consejo generalmente es un compendio, un conjunto de


experiencias recogidas a través de errores cometidos y de
conocimientos cosechados a través de las facultades personales
primitivas de cada uno. Los consejos, sobre todo en el hombre que
ya tiene un designio trazado por su temperamento, por sus
impulsos, por su intelecto, son aplicados ? Sirven ?.

La fuerza motora de la vida de los hombres mediante el auxilio de


sus padres, para mí está fundamentalmente en la sensación de
protección moral y espiritual que tiene el hijo. Yo no niego el consejo
paterno, sencillamente lo desplazo respecto de la importancia que se
le acuerda. A la manera del director técnico, el padre de la familia
es eje, más que en el consejo, más que en el libro de
recomendaciones que le puede dar a su hijo, en su ejemplo. Es
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decir, la conversión de él en mito, en mística de una vida nueva y de


su consiguiente deseo de hacer algo como alguien.

Ese chico que, al salir a la vida, se va a encontrar con todas las


dificultades conocidas, va a luchar extraordinariamente mejor
recordando que en su casa hay un padre que lo está apuntalando
con su espera; es decir, al regreso, con su adhesión, incluso ante lo
más malo que pueda hacer o le pueda pasar. Y en suma, como
consecuencia de todo eso, con su protección. Ese es el valor paternal.
Es el mismo valor del D.T. en un equipo de fútbol. Esa es la gran
función del D.T. : hacer el núcleo.

En el caso de la periodística, nos encontramos con una profesión que


puede tener parangones pero que escapa a la generalidad de las
actividades humanas. Se puede montar una escuela técnica para
producir torneos; se puede (y se debe) montar una universidad para
producir médicos, pero entiendo que al periodista no se lo puede
egresar o hacer egresar en condición de periodista a la sociedad. El
periodista tendrá segura su condición de periodista, documentada o
factible de documentarse, cuando demuestra ser dentro de la
sociedad que habita uno de los que piensan y tiene deseos de hacer
que sus pensamientos se conozcan. La Universidad puede abrirse
con todas las posibilidades de cubrir todas las facetas del
conocimiento periodístico, que pueden abarcar desde cómo se hace
tipográficamente una página hasta cómo podría escribirse un
partido de béisbol. Puede incluir las asignaturas encargadas de darle
a ese periodista nociones, conocimientos de economía, etc. Pero yo
pregunto: ese alumno, egresado con su diploma, que ha reunido
frente a un profesorado todas las exigencias potencialmente
necesarias para ser y para hacer periodismo, ¿ qué periodista puede
ser si empieza por ser un timorato ? Si no siente la necesidad de
expandir lo que él piensa, ¿qué puede decir como periodista?
Periodista es todo aquel que piensa, tiene ideas y las difunde. Si
solamente piensa pero no lo difunde, no hay periodista. Si sabe
como es el fútbol o el rugby y que es lo ideal, lo bueno y lo malo del
fútbol y del rugby, y no lo dice, no es periodista aunque haya
satisfecho todas las asignaturas capaces de demostrar que sabe de
esa materia o que puede ser periodista. Ese es un recurso tan
importante como el de haber nacido con la vocación y con la
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contribución intelectual de su propia naturaleza como para llegar a


ese terreno.
Periodismo es educarnos primero. Es decir, hacernos de los
elementos de opinión con los que podamos hablar con propiedad
en la materia que vayamos a elegir para practicar el periodismo. La
Universidad del periodismo no es nada más que la Universidad
común. Periodista es el que primero se educa, pero con
conocimientos que no son específicos. Conocimientos y ejercitar
después un derecho al que la mayoría renuncia. Tener deseos,
necesidad y coraje para decir lo que se quiere decir. Periodista es
todo aquel que lee, escribe, piensa y lo hace saber.. La normalidad,
en cambio, esta integrada por el contingente que compra diarios
pero no los escribe; que oye radio pero no hace oír a otros su voz por
la radio. El periodista es el mismo hombre común con el agregado
de que llena un cuarto requisito: difunde, no guarda. Periodista es
el hombre auténtico que orienta a los timoratos.

Periodista es el hombre auténtico


que orienta a los timoratos
Porque ocurre esto: que aquel hombre que sí lee, sí escribe, sí piensa,
pero no hace saber lo que piensa, puede ser un cobarde en potencia.
Periodista es el que se anima. O sea: periodistas son todos y
periodistas-periodistas son aquellos que tienen el coraje de romper
el silencio de todos los periodistas que no tienen medio de
expresión. Eso trae grandes riesgos. Ese gran contingente humano
que es timorato, que es falsificado o que vive en la falsificación, que
es un hipócrita o que es un imbécil, no les va a perdonar a Ustedes, o
los va a resistir mucho, si Ustedes quieren crear un círculo de vida
distinto, como es el de la autenticidad. He allí la parte ingrata del
periodismo. Pero supongo que la ingratitud está recompensada por
la tranquilidad de conciencia de aquel que, por vocación, se hace
periodista sin perjuicio después de lucrar o comercializar con esa
vocación y que estará diciendo: “Mi deber está cumplido, allá la
ignorancia. Para eso estoy yo en este terreno. Precisamente, porque
aquellos que no me perdonan esta autenticidad son las víctimas de
una falsificación con la que yo quiero terminar”. Y se aguantan el
resto. La profesión tiene espinas, como cualquier otra, y está bien
que las tenga.
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DE PALABRAS Y SILENCIOS

LA PALABRA NO PUEDE O NO DEBE SER USADA


PERIODÍSTICAMENTE PARA NO DECIR LO QUE PENSAMOS.
PARA ESO SE INVENTÓ ANTES EL SILENCIO.

Es frecuente, dentro de las recomendaciones que se hacen en las


redacciones, especialmente por parte de jefes que, a su vez, seguirán
directivas de otros jefes que lo son de ellos, que un redactor o un
cronista volante reciba una como ésta: “Mire, dígalo. Pero dígalo
entre líneas”. Pero ocurre que estamos manejando el instrumento
que la cultura, que la evolución humana han logrado tan felizmente
como para que, precisamente, la Humanidad sepa lo que la
Humanidad piensa y, sobre todo, cuando se ha creado esa
institución (el periodismo) para librar la batalla del
disconformismo o de las demandas que puedan ir apareciendo en la
mente pensante de los hombres, en función de cambiar o de mejorar
lo que tenemos. Jugar con palabras no es jugar con ideas.

EL PERIODISTA DEBE FORMAR EL GUSTO DEL PÚBLICO,


NO SEGUIR EL GUSTO DEL PÚBLICO.

El periodista está para formar gustos, no para difundir gustos. Esto


no significa de que no se encargará, también, de difundir lo que le
gusta a la gente. Pero esencialmente la función es formar el gusto del
público. Es absurdo que se pueda practicar periodismo cuando
hemos convenido que estamos ejercitando una natural actitud de
protesta humana desde el momento mismo en el que hombre nace.
El periodismo tiene por objeto hacer que el público lo siga al
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periodismo.

Balzac dijo: “El periódico es una tienda en que se venden al público


las palabras del mismo color que las quiere”. Nunca he visto a
ningún público leer lo que él quiere. Siempre hemos leído lo que el
periodista quiere que leamos.

LA IMITACION en el orden periodístico y en otros no puede ser


seriamente considerada mientras quien realice esa imitación no
vuelque en ello algo más que el simple deseo de usar algo de
alguien que ya conoce o que ya se conoce. La imitación tiene un
problema y no es el vulgarmente usado de tantos eslóganes y del
slogan que dice que “todas las segundas partes fueron malas”. Por
el contrario, creo que en muchos casos segundas partes corrigen a
las primeras. Especialmente el andar de la Humanidad, en cierto
modo, lo demuestra. En todo orden de cosas las segundas partes
han mejorado o están mejorando siempre a las primeras. No le
teman a la imitación. Témanle sí al desprecio para con Ustedes
mismos, dentro de lo que en periodismo puede significar el actuar
sin la personalidad de Ustedes. La imitación no existe de la misma
manera que no existe la propiedad sobre los que pueden ser los
recursos más habituales para hacer periodismo.

HACER PERIODISMO Y SER PERIODISTA.

Para esto viene muy al caso esta carta de un lector de “Primera


Plana”:

“Sr. Director: el día 13 de noviembre de 1962 un logotipo rojo


que velaba parcialmente el rostro de John Kennedy se encaramó en
los puestos de diarios y revistas. ´Primera Plana´ salía a ganar la
opinión pública. Paralelamente, ese martes de noviembre la
aparición de PRIMERA PLANA iniciaba un desafío a todo el
periodismo argentino. Las armas con las cuales Ustedes se lanzaron
a la lucha eran las estrictamente necesarias: juventud, inteligencia,
profundidad, coraje. Dar el resultado es superfluo. Los 115 números
son elocuencia sobrada. Desde todos los ámbitos del quehacer
argentino la labor de PRIMERA PLANA fue comentada. En
especial, un sector que a muchos asombrará: los estudiantes de
periodismo. ¿Existen? Si. Y el recorrer las columnas de su revista
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renovaba la segura existencia de un periodismo distinto. Creo que


son muchos los que suscribirían esta carta.
Hoy, en condición de egresado, con un pomposo título de
Licenciado en Periodismo advierto la trágica exactitud de la
primera carta a los lectores: “Argentina es un país sin estadísticas”.
¿Existe, acaso, alguna que demuestre qué porcentaje de egresados de
las escuelas de periodismo ejercen la profesión para la cual se han
capacitado?. Durante varios años de intenso estudio y de constante
práctica periodística se nos pone en condiciones de ejercerla.
Práctica asaz periodística, por cuanto no hay autoridad ni
funcionario que admita la presencia de estudiantes en las fuentes de
información. Burlar barreras, agazaparse, colarse por entre las
prohibiciones, es tarea diaria para lograr el material de nuestras
prácticas. No somos omniscientes, pero tampoco improvisados. Sin
embargo, alcanzado el título, un peregrinaje frustrante agobia a
quienes en esa situación se encuentran.
Para ahondar esta herida bastaría con verificar informes
procedentes del extranjero: para ejercer la profesión se debe poseer
título habilitante.
Esta no es una prédica de degüello a quienes en estos
momentos están en el quehacer periodístico. Los hay de inobjetable
valía. Se trata, simplemente, de la necesidad de dar cabida a una
porción de juventud que busca, como medio de expresión, la
comunicación colectiva en todas sus ramas: escrita, oral y
televisiva”. Samuel Gelblung, Capital.

Hay razones para justificar el vacío del que éste se queja y esas
razones son las insuficiencias que presentan muchos de los
aspirantes a periodistas. Esto no quiere hablar en favor de ningún
mejoramiento dentro del sistema selectivo de las Redacciones para
escoger a quienes serán sus redactores o sus oponentes. Pero dentro
de la precariedad con que todavía se sigue haciendo periodismo en
la Argentina creo que, aún cuando sea a pasos lentos, se está
exigiendo más.

Aún cuando existe en la mayoría de las publicaciones casi una


especie de prohibición por tocar lo que sea tabú. Insensiblemente se
va produciendo un movimiento que hace que el futuro periodista
más deseado no solamente sea aquel que trae el diploma y los
conocimientos que lo avalan para tratar economía, deportes, política
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o sociales, sino también aquel hombre con la vocación y con ese


torrente de necesidad de decir que presentábamos como
fundamental en el periodista que quiera respaldar en conocimientos
una educación y un deseo. Acá creo que esta representado.

Ser periodista y hacer periodismo son dos cosas muy distintas.


Hay una situación que habitualmente se nos presenta a todos y es
ésta: cuando en cualquier terreno exponemos a las demás personas
una determinada idea acerca de cómo suponemos debiera hacerse
tal cosa, no suelen faltar individuos que dicen: “Ah, que gracioso..
Ud. quiere que se haga lo que Ud. piensa!”. Yo creo que sería
estúpido que alguien propague lo que no quiere.

TOCA REFERIRNOS AHORA A NUESTRA POSICION Y


MISION, A LOS DEBERES Y OBLIGACIONES DEL
PERIODISTA DEPORTIVO en el terreno de ésta lucha, en el juego
de estos intereses supremos y bastardos que se mueven detrás del
deporte.

El hombre escribe y escribiendo se entiende sin hablar con sus


semejantes. Puede hablar con sus desconocidos. La prosa tanto le
sirve al hombre para:

1°) escribir para que se entienda lo que no se entiende


2°) para tergiversar lo ya entendido
3°) para escribir sin que nada se entienda y
4°) para que alguien leyendo entienda lo que no está escrito

Tanta es la elocuencia de unas cuantas palabras puestas unas detrás


de las otras que basta realizar con ellas unos pocos malabares para
hacer decir a otros lo que ellos no dijeron, no hicieron, no pensaron
ni fueron.

Del mismo modo, con la voluntad así dispuesta puede leerse lo que
no está escrito y adjudicar lo que no se ha dicho. Hay quienes saben
llegar más lejos: a través del tinte más grueso o suave de un punto y
coma que responde a una misma matriz, desglosan intenciones y
emociones inexistentes en el autor de lo que están leyendo. La
imaginación lo puede todo, el “me parece” lo justifica todo y,
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cuando no basta, la “voluntad” hace el resto. Todo, en este mundo,


es cuestión del color del cristal con que se lo mire, se dice. Esto está
tan bien dicho que es rigurosamente cierto. Pero siendo imposible
hacer de la verdad un acaparamiento como de mercancía, o del
pensamiento un bloqueo como el de un territorio, al hombre no le
quedó otro recurso que aceptar aquello de que todas las ideas son
ideas. Lo de “buenas” es un aditamento de la cortesía que nadie
admite con lealtad, ya que todos creemos que la buena idea es la
propia.

Por extensión, el hombre proclamó que la libertad del pensamiento


es patrimonio de la sociedad entera. Cosa que no debe creerse que el
hombre acordó gustoso a sus semejantes, pues ya se ve de continuo
cómo procura silenciarlos mientras la fuerza de la razón y la razón
de la fuerza le acuerdan poderes y derechos para hacerlo. La
presunta libertad de ideas o pensamientos es así cosa tolerada; cosa
que el hombre no pierde las esperanzas de coartar algún día, porque
al hombre aún no le ha sido posible crear una policía íntima de cada
conciencia o un inspector mágico de cada cerebro. Pero así que lo
consiga, ya se verá como se desdice aquello de que todas las ideas
son buenas y se aceptará aquello otro, a lo sumo, de que todas las
ideas no son nada más que ideas.

El hombre le reconoce a su semejante buenas ideas en sólo tres


únicos posibles casos:

1. ) porque no tiene otra idea propia. Esto es muy frecuente en


el público, especialmente el lector de deportes;
2. ) por hipocresía
3. ) porque coincide con la de él

Nunca será porque crea que otra idea es mejor que la suya y así
vemos que la libertad de prensa es una utopía sólo sostenida por el
concurso de la resignación común de que el libre pensamiento
escrito es conciliable con toda hoja que aspire a difundirse en una
escala superior a los alcances de un tiraje mimeográfico.

Desde el mismo momento que las publicaciones periodísticas salen


del primitivo recinto de la gacetilla universitaria exenta de
preocupaciones administrativas, allí pierde su libertad el estudiante
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hecho periodista, porque inevitablemente tendrá que atender las


necesidades económicas que habrán de crear, a su vez, el
sometimiento ante alguna de las fuentes que la puedan satisfacer.

El ejercicio del periodismo deportivo no escapa a éste laberinto que


caracteriza a la profesión. Debe conducirse por él, como cualquiera
de las demás secciones que agrupa una publicación periodística y
cuando pretende salvarlo con lo quijotesco que inspira el propio
deporte de que se hace difusión, no tardan en llegar a corto o largo
plazo las recomendaciones interesadas que tratarán de colocar al
periodista deportivo en la “dura lex” de los demás.

Es preciso dotarse de una fuerte dosis temperamental para caminar


encima de esos obstáculos si se desea cumplir cabalmente con las
funciones que marca el ideal vocacional de sus derechos y deberes.
Esto es así si quiere ser fiel al pequeño apostolado educacional que
debe agitarse en todo periodista que sienta socialmente su profesión.

Si no se quiere ser simplemente un cronista mecanizado, informante


de sucesos, pero caminando por mucho tiempo a través de aquellos
obstáculos que Jacinto Benavente difundiera como “intereses
creados”, eso supone descontadamente el roce y la lastimadura
sentimental que culmina en la opción de uno de dos caminos : el
desierto, por el vacío de la resistencia nunca frontal (que en tal caso
sería de provechoso valor constructivo) o el inicial de la trayectoria
misma del oficio: informar “objetivamente”, automatizar el intelecto.
Pensemos que el periodismo lo debe reunir todo: la información
objetiva y la orientación subjetiva. El periodista y el periodismo con
ideas capaces de orientar a la comunidad son los únicos elementos
de la prensa que no pueden sustituir ni la máquina de escribir ni las
rotativas. Pero éstas, por sí solas, podrían ejecutar una publicación
de las llamadas “objetivas” , sin opinión, si el periodista fuera
imparcial. No puede haber periodista honrado, leal a su profesión y
a su vocación, que pueda ser imparcial en el generalizado
entendimiento de la definición.
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No puede haber periodista honrado, leal a su


profesión y a su vocación, que pueda ser imparcial

Podría mudar su apoyo o su combate a determinadas corrientes de


opinión, pero será mal periodista.. Será un elemento mecánico más
de la conformación de la prensa si por imparcialidad entiende
prescindencia. El periodista no puede ser prescindente, porque el
público que lo lee está contratándolo, lo compra para que lo oriente,
para que le enseñe cuanto no sabe, para que lo ilustre. Esa es la
importante función social del periodista, sociólogo en potencia
dentro de la sociedad humana. Que esa función la ejerza con
honradez es cosa distinta de que la ejerza con imparcialidad. Partido
habrá que tomar, irremisiblemente, si es fiel a su deber, en favor de
quien hoy practique el bien o en contra de quien mañana propague
el mal, lo que no quiere decir que podrá estar mañana en contra de
lo que ayer estuvo a favor.

Hemos trazado este más que ligero resumen de las espinas que
suelen pisarse en la trayectoria periodística porque no queríamos
entrar en el tema final de estas reflexiones en torno al deporte y la
función del deporte dando lugar a que por no mencionadas se nos
pudieran señalar.

La función del periodista deportivo es, después de la actividad del


cronista de sociales, la más liberada o la menos obstaculizada dentro
del juego de intereses que dejamos bosquejados con premeditada
brevedad. Al periodista deportivo también le llegan, sin duda,
amables y no amables sugerencias de no hablar de cualquier equipo
o tal institución. Al periodismo deportivo puede sofrenarle el
señalamiento de la inhumanidad del boxeo su vinculación amistosa
con quienes lo explotan como empresa. De mala gana lo
aceptaremos como razón de la tibieza generalizada con que hemos
encarado nuestra función. Vivimos en un clima donde ha tomado
mucho arraigo la idea de que señalar errores es “hablar mal”, la
creencia de que no estar a favor es estar en contra. Dos enormes
barbaridades fructificadas en la concepción tan generalizada de que
las disidencias de opinión en lo conceptual implican disidencia en lo
18

sentimental de las relaciones humanas. Pero estas no alcanzan a ser


razones que justifiquen esta corriente hoy dominante del periodismo
deportivo de opinar sistemáticamente como opina el público. ¿ Qué
puede explicar que el periodismo deportivo, y en éste caso concreto
nos referimos al del país, haya hecho espontáneo renunciamiento
del pedestal de orientación desde el que tan magníficamente ayudó
a encaminarse al deporte argentino en los años en que corría la
niñez de los que hoy hemos heredado sus nobles armas ? La
explicación creemos hallarla en la propia inmadurez de la
nacionalidad, en la influencia de los años de amedrentamiento y
oprobio que contuvieron y retardaron aún más la evolución de la
madurez patriótica, que también cuenta en la ejercitación del poder
periodístico. Esas pueden ser algunas razones de este estado de
cosas, confirmando por concurrencia de muchos factores –unos los
señalados, otros muy conexos—la natural mayoría de indecisos y
remisos, timoratos y extraviados, allí donde esta ausente el perfil, en
nosotros todavía borroso, del sentir y personalidad nacional que
alcanzan los pueblos dotados de una convicción de fondo que a los
argentinos aún no nos llegó, puesto que seguimos sin saber que
queremos y, por la misma circunstancia, ignoramos hacia donde
vamos, hacia donde queremos llegar.

El deporte y el periodismo deportivo están sufriendo como


cualquier actividad de la vida nacional, que no puede eludir la
senda de la marcha de la propia sociedad, las consecuencias de ese
andar derrumbado, de ese constante paralizarnos en la duda de
nuestro propio itinerario, y lo vemos manifestado de continuo.
Antes el público opinaba como el periodismo o discutía con el
periodismo. Hoy el periodismo opina como el público, ha dejado de
discutir con el público. Ha caducado esa hermosa polémica y, lo que
es peor, la polémica –cuando existe—adquiere perfiles de discordia.
Se confunde la discusión con el enojo, la crítica con la censura.
Entonces el periodismo prefiere opinar como el público, halagarlo,
adularlo, y he allí una de las razones por las que el comentario y el
análisis de nuestras páginas periodísticas ha ido cediendo
prácticamente sus antiguos espacios a la información. Es decir, “lo
objetivo”, que recomiendan muchos jefes de página. Esta es más
fácil, más cómoda, menos susceptible de rozar en el desacuerdo del
consumidor. El periodista se ha sumado así a la corte sin reino que
vive eludiendo responsabilidades. Ha sepultado la hermosa
19

ingratitud de su función y enarbolado la plañidera bandera del


conservadurismo. Es que el periodista de ésta época ha seguido al
pie de la letra, pero no de su espíritu, aquella recomendación de un
periodista francés a los jóvenes que se iniciaban en la profesión.
Decía: “No se os olvide que el público siente horror hacia toda
verdad nueva”. O sea que este episodio nos ha enseñado a eludir,
por anticipado, sus padecimientos. Además, contaba que quiso
fundar un periódico provinciano, sin miedo y sin favor (de esto hace
cuatro o cinco siglos) pero como tuvo que padecer inmediatamente
el yugo del anunciante, luego el del público y, por último, capitular
ante la compañía de gas, optó por asegurarse una vida confortable.
Pero esa línea de conducta dentro de la órbita deportiva del
periodismo no responde a los mismos propósitos que sí definen a las
demás secciones de la prensa. No puede argumentarse, en el caso
del periodismo deportivo “tibio”, sistemáticamente “tibio”,
especulación comercial hacia mayores ventas. Por ejemplo, que
ocasionalmente la administración de los periódicos ordenen notas
gratas para la hinchada de Boca, especulando con la legión
mayoritaria de sus simpatizantes, no es explicación de que
regularmente el periodismo deportivo eluda el señalamiento de
situaciones que la propia calle desea ver fustigadas en su prensa, en
la prensa que piensa como el público. Por lo demás, si de perseguir
ventas se trata, el recurso de buscarlas mediante el permanente
concordato con la mayoría que se quiere adular ofrece el contraste
de los más exitosos resultados alcanzados en tal propósito por el
llamado periodismo del escándalo, ese que persiguiendo mayores
ventas ha proliferado en todo el mundo, aún en los países del
periodismo llamado serio, procurando deliberadamente estar en
contra de todos y de acuerdo con nadie. Hallamos, por otra parte,
que dentro de las organizaciones periodísticas en general la tarea
del especialista en deportes sigue siendo subestimada al punto de
entregársela regularmente a muchos hombres que no hacen de ella
un cabal medio de vida sino un complemento (en muchos casos más
vocacional que material) de otras actividades que constituyen su
medio de subsistencia. Me remito muy especialmente al llamado
cronista volante, lo que por un lado constituye una degradación de
su propia función por el otro le ofrece al periodista la ventaja de una
relativa mayor independencia para escaparle a los conocidos males
o intereses de la prensa comercializada. Nos aventuramos a
asegurar que el secretario general del más importante y controlado
20

de los periódicos jamás llamará al cronista volante de la Sección


Deportes para discutirle la inexactitud de una información crítica
respecto de la técnica que considera errónea, en el modo de partir
del sprinter J. durante el torneo atlético H. Pues a tal punto ha
llegado nuestro guarecimiento en la comodidad de no abrir juicios,
de no meternos, de dejar las cosas como están, de no
autocensurarnos, que ni a tales inocentes críticas nos atrevemos a
llegar.

A tal punto ha llegado nuestro guarecimiento en la


comodidad de no abrir juicios, de no meternos, de
dejar las cosas como están, de no autocensurarnos,
que ni a críticas inocentes nos atrevemos a llegar

Este es un problema, mejor diríamos un drama (porque lo será en el


andar de los años) creado por la mojigatería, los pusilánimes y la
demagogia, primeros actores de la escena periodística nacional, que
en la órbita de lo deportivo nos han conducido al estado de sofisma
que flota a simple lectura en la mayoría de las publicaciones que dan
cuenta de la marcha del deporte en el país. Y esa es nuestra
responsabilidad, responsabilidad y culpabilidad de nosotros, los
periodistas deportivos, que en cuanto en la esfera del deporte
continúan enraizados, acaso con la misma profundidad que en días
de sistemático dirigismo, los males de proyecciones sociales que hoy
solo se advierten como deportivos pero que inevitablemente se
padecerán mañana en la comunidad, en cada lugar que ocupe el
deportista que hoy considera un derecho el ejercicio de lo prohibido
o una inocente broma el desacato de lo instituido por letra y por
21

ética. ¿ Podemos, los periodistas deportivos, argumentar la


existencia de órdenes en contrario para justificar que hoy,
contradiciéndome en muchos casos con lo que privadamente
decíamos anteayer, veamos un inocente en el deportista que vendió
su dignidad, defraudó a la propia sociedad detrás de privilegios y
beneficios que el deporte prohibe en letra y espíritu ?. ¿ Podemos,
los periodistas deportivos, argumentar que no está prohibido
levantar la voz de alerta respecto del flagelo social que constituye o
que puede constituir el boxeo en la propia salud pública de los
pueblos ? ¿Qué nos impide decirlo como periodistas, aún cuando
con mayor moderación, respecto de la coincidencia que todos
manifestamos en privado acerca de ese problema ? Creo que
cobardía, no formación y carencia de convicciones. ¿ Podemos, los
periodistas deportivos, que no podemos señalar a determinado
deportista un desatino de conducta o un error simplemente técnico
de sus actos, porque desde arriba nos lo prohiben ? Nada de eso.
Nadie nos ha prohibido cumplir leal y honradamente esa obligación
que nos marca esta profesión, algo aún más caro a la propia
condición humana: nuestra dignidad, y esa es la gran duda del
periodista para con el deporte. Esa es también la gran culpa del
periodismo del deporte ante los deportistas: el no ser un rector
porque prefiere ser su cómplice, como si la amistad y las buenas
relaciones fueran incompatibles con el propósito de mejorar al
hombre, mejorar al deportista, para mejorar a la sociedad, que es
como si dijéramos mejorarnos a nosotros mismos. Haremos sí la
defensa de la mediocre erudición especializada que, sin duda,
predomina en nosotros y que tanto nos reprochan los lectores de
opinión que como nosotros piensan que la responsabilidad
orientadora del periodismo deportivo es capitalísima para el
deporte y la haremos respondiendo que esa mediocridad, ese
frecuente aterrizaje sobre la profesión de paracaidistas de la audacia
tiene su razón de ser en causales que no son ajenas: 1°) la ya aludida
subestimación de la importancia de la Sección Deportes que se
manifiesta en la pobre retribución que reciben los más e impide,
consecuentemente, exigirles competencia en relación a su
responsabilidad y 2°) que el público los quiere así, los tolera así y
por lo menos no ha demostrado hasta ahora querernos mejores. No
es lo que precede una pretensión de descargo; es una apreciación
más dentro del análisis generalizado que nos estamos proponiendo
dentro de los cinco tópicos que hacen al tema deportivo de este
22

trabajo. Recuperado el derecho de escribir casi libremente, ya


habíamos negado la posibilidad del periodismo enteramente libre.
Se han advertido algunas situaciones aún más extrañas todavía a las
que planteaban los interrogantes precedentes. Así, por ejemplo,
máxime cuando son hechos muy recientes, no podemos dejar de
hacernos eco de como el periodismo deportivo argentino encaró
siempre, haciendo referencia a la generalidad, el problema que
surge de la desenfrenada perversión del deportista argentino en los
pasados diez años. ¿ Qué extraña unanimidad es ésta, que propende
a la presentación del mercader deportivo como un elemento
necesario de la sociedad y no por eso impuso al sentimiento del
amateurismo ?¿ Qué puede explicarnos que lo pervertido, lo
subvertido, lo trastrocado, se nos muestra como inevitable (dicen
inevitable) mal del deporte, argumentándose que la lucha es estéril ?
¿ Qué origen tiene este sistemático desplazamiento del decoro por el
espectáculo, de la subalternización de la dignidad por el
acontecimiento de la competición ? ¿ Qué raíz tiene ésta, que parece
organizada tendencia a hacer aparecer de pronto como hombres
malos a todos aquellos que son función directiva cuando quieren
cumplir lo que su función les dicta y como hombres buenos a
quienes sugieren ignorarla y como víctimas de los hombres malos a
quienes, purgando faltas, deben cumplir castigos solo morales,
nunca físico ni materiales ? El barón Pierre de Coubertin, llamado
“Padre del Olimpismo Moderno”, pronunció señeras palabras que
siempre se interpretaron como indicativas de prescindencia del
triunfo en los fines del deporte. Dijo aquello de “Lo importante es
competir”, etc. Pero hoy, en esta alteración de conceptos y
subversión de ideas, nos encontramos con que los periodistas
deportivos llegamos a retorcerlas para exponerlas como razón de
poder seguir compitiendo, con piadoso olvido de los delitos que
agrietaron los cimientos de nuestro deporte, con perdón para todos
quienes delinquieron en el deporte. Realmente, no hallamos para
aquellas demandas otra respuesta que la de una todavía no lograda
comprensión de nuestros deberes, de una todavía no alcanzada
advertencia de nuestra misión, misión pequeña dentro de la
inmensidad de un pueblo, pero siempre importante dentro de su
pequeñez. Tal estado de inmadurez explica la presencia de ese
sofisma chabacano y sensiblero, sentimentaloide y también
absolutamente desinteresado en los más de los casos, puesto que
negamos responda a intereses superiores de los que tanto juegan en
23

una comunidad y esto es lo que hace aún más triste aquella


culpabilidad de nuestra profesión, en el desorden que hallamos
dentro del deporte. Se entristece aún más porque más que a una
premeditación que podríamos llamar material o ideológicamente
interesada, responde a una ignorancia del cometido de la profesión,
a la comodidad y a la calculada simpatía de opinar como opina el
público. Ciertamente es más cómodo, como camino de labor, que
procurar que el público llegue a opinar como opina el que, dentro de
la sociedad, tiene la misión de pensar, mientras que el público no
tiene tiempo de hacerlo. Tiene la oportunidad de ver lo que el
público no ve, de saber lo que el público no sabe, y en ese sentido es
que se debe el periodista al público, no para halagarlo por rutina ni
para adularlo por sistema. Ese es el periodista, e igualmente
periodista e igualmente responsable de su misión es el periodista
deportivo. A él también le cabe la obligación de pensar para
enseñar, para educar; no pensar para como agradar. El agrado o
desagrado que susciten sus tareas nunca será rebuscado, forzado, ni
especulado por el periodista responsable. Su misión en la sociedad
es sociológica y pedagógica, no escenográfica, no artística. El artista
tiene que agradar, el periodista no tiene que agradar. Si agrada al
mismo tiempo que cumple su misión, mejor. Pero después. La
coincidencia con las mayorías debe ser accidental, jamás rebuscada.
El oficio es acaso oscuro, la obra rápida, el fin efímero, el
instrumento imperfecto, pero la misión es grande. El halago no es el
fin, la misión no es simpática. La política argentina está en crisis de
estadistas, el deporte está en crisis de pedagogos.
La política argentina está en crisis de estadistas, el deporte está en
crisis de pedagogos.

La política argentina está en crisis de estadistas, el


deporte está en crisis de pedagogos

En el fondo de cada hombre de la calle que lee un medio


periodístico existe, en potencia, un descontento con lo que esa
página puede ganar en dinero merced a la molestia que aquel se
toma de leerla y ese hombre se rebela urgiendo un reclamo:
24

periodismo por periodismo mismo, lo que es tan absurdo como


reclamar hoy deporte por el deporte mismo. Ergo, amateurismo de
Pierre de Coubertin. El caso del político sin dieta. La libertad de
prensa empieza en el pensamiento del hombre y termina en la
factura de la tinta y el papel. El deporte amateur empieza en el
instinto de jugar del bebé y termina en el momento en que el
hombre de pantalones largos tiene que pagar los pantaloncitos
cortos para practicarlo higiénicamente. Pero poniendo los pies sobre
la tierra, sobre aquella tierra de la factura de la tinta y el papel o la
de los pantaloncitos, nada impide que el periodismo, aunque
inevitablemente comercial, y el deporte, aunque imposible como
puramente amateur, se puedan ejercitar honradamente.

EN EL CASO DE LA FUNCION PERIODISTICA, EL EJERCICIO


HONRADO DE ESE NEGOCIO QUE PUEDE SER HONRADO
ES MUY SIMPLE. Tiene dos puntos: 1) declarar abiertamente que
se está haciendo negocio y no beneficencia, como quisiera aquel
hombre común (nos llama “mercaderes del pensamiento”) y 2) hacer
el negocio comprometiéndose dentro de la lucha de la sociedad en la
misma medida que está comprometido el obrero, que al mismo
tiempo que en la fábrica está en el centro sindical que le trasmite las
directivas, o el empresario que al mismo tiempo que vende muebles
está subvencionando la campaña política del partido con cuyo
gobierno podría ser dueño de una flota pesquera. El periodismo
neutro es un slogan para incautos. ¿ O quien es el periodismo para
llamarse ajeno a las honradas y leales luchas de la sociedad para
mejorar su existencia o resolver sus disidencias ? ¿ Es un
contrabandista ? Lo es sí, cuando toma o pretende tomar el papel
“objetivo”, o sea participar de la vida sin aportar a esa vida.

Pensemos que también hay dos puntos que pueden definir la forma
de practicar periodismo: 1) aquella que apunta a vender, no interesa
cómo, ni a quien, ni con qué. Vender, para lo cual no tomará partido.
¡ Mentiras ! Tiene un partido que no declara. Incrementará su
atención para con lo que concite la atención de los más. No pondrá
el mismo empeño en hacer que los más se ocupen de algo cuya
atención concite ese periodismo. Ese periodismo tiene muy visibles
dos rasgos: hipocresía y contrabando. Hipócrita puesto que oculta lo
que piensa. El otro, el de contrabandista social, porque pretende
vivir de los beneficios del medio pero sin aportar la contribución
25

que todos los habitantes del medio hacen para que el medio tenga
luz, calle, limpieza, sanidad, etc. y 2) aquella que apunta a vender
verdad, mercadería para la que hay seguramente un número menor
de compradores que en el mercado del no-partido o el no meterse.
Esto es, sin perjuicio de pensar como los más, si la coincidencia lo
quiere intentar primero, hacer pensar a los demás. Ese es el
cometido inicial del periodismo en la creación del hombre, que no
obstante los inconvenientes de la cuenta de la tinta y el papel, puede
perfectamente subsistir en el mundo moderno mediante la previa
confesión de que también él es comercial y quiere vender algo.
Quiere, en tal caso, vender verdad, que es mercadería necesitada por
muchos compradores y que se puede vender más a medida que más
vigor logre aquella postura. Es decir, cuanto más se convenza que
está en la sociedad como el obrero, para producir, o el capitalista,
para fomentar el trabajo.

Unos eligen el primer camino, otros elegimos el segundo. Creo que


son muchos más los que eligen el primero por la misma razón que
una gran mayoría de los seres humanos que habitan en esta tierra,
pero no la pisan, no podrían decir qué saben ni qué quieren ni por
dónde van en la vida. Por eso creo que se vende más el periodismo
de la mentira. En la práctica periodística ejercida por hombres de esa
misma, única posible extracción, se da el mismo caso. No puede otro
mientras la mayoría de los hombres no sepan por donde van,
adonde quieren llegar. Por eso creo que en la producción
periodística son más los que tratan de vender que los que tratan de
vender verdad. Son más los que piensan como el pueblo que los que
intentan hacer que el pueblo piense como el periodismo; puede que
también lo sea por la cuenta de la tinta y el papel.

EN ESTOS MOMENTOS, DOS BANDOS ESTAMOS EN


ABIERTA PUGNA EN EL PERIODISMO, que en la intimidad
probablemente no serían bandos, sería “el bando”. Porque yo creo
que no hay tantas diferencias ni tantas disidencias como se dice. Los
dos quieren esencialmente lo mismo. Los dos quieren ver resuelto lo
que es un solo problema a la vista de los dos, no dos problemas que
uno ve y el otro no. Los dos están igualmente informados. Se
enfrentan en estos momentos el periodismo llamado “simpático”,
“humano” y el conocido por “duro”. A éste último, en el que no
26

tenemos inconveniente que nos ubiquen (puesto que nos ubicamos


solos hace ya muchos años) se le imputa ser destructivo o, al menos,
no ser constructivo. A todo esto nadie localiza que construye. La
concepción opuesta del duro, es decir el humano. ¿ Qué es
constructivo ? Creemos saberlo: ser pedagógicos en algunas de las
formas de la vida. Pero como frecuentemente advertimos que se
llama destructivo al periodismo que queriendo llenar esa misión
dice, por ejemplo, que hoy se juega muy mal al fútbol, que supone
construir la necesidad de que se juegue bien, nos queda siempre la
misma duda: ¿ qué es constructivo ? Queda el interrogante. Para mí
no existe, pero el medio no lo aclara. Claro que hay dureza en el
periodismo “duro” ! Porque apunta al combate contra todo lo
pernicioso del deporte, pero que jamás presenta al deporte como
cosa perniciosa. En cambio, esto último sí lo hace el periodismo
“humano” que se abstiene, no toma partido frente a los grandes y
muchos problemas que hacen al déficit de todo orden que se vive,
porque aunque su intención sea vender amabilidad sucede que está
mostrando al deporte como la cosa perniciosa que es, a través de su
misma indulgencia para con lo prostituido que da en llamar “cosas
del pueblo” o “males necesarios”.

Es claro que los necesitados de que el fútbol, por caso, no pierda ni


un solo espectador, o sea, ni uno solo de los pesos por la vía del
descontento con su espectáculo, habrán de lamentarse del
periodismo “duro” diciendo que es destructivo porque les quita
espectadores o clientes a su negocio, con lo que se está confesando
que lo destructivo no finca en alejar público sino en no engañar al
público consumidor del papel impreso, que quiere vender
honradamente verdad y no solamente vender lícitamente papel y
tinta. Alberto J. Armando, por ejemplo, se quejará siempre de ese
periodismo. En cambio, el espectador (nada más que espectador del
fútbol) lo agradecerá. También la policía es destructiva para la
delincuencia y nada resulta más simpático a los delincuentes que
una gran masa de la comunidad que los conoce y los señala diciendo
“Ese vive del contrabando” y jamás los denunciaría. En este
problema que hoy nos preocupa creo que tenemos algo más, muy
propio del momento que vive el país. En este problema tenemos
vivificada una de las tantas maneras que tiene el hombre de
“culebrear”, como dice nuestro hombre de campo para definir al
hombre calculador del sector más caliente donde dé el sol. Ya hemos
27

dicho que el periodismo está hecho por hombres. Fíjense Uds. : llega
el peronismo al país y Uds. recordarán cuán pocos eran los
periodistas peronistas. La mayoría eran “objetivos”, “humanos”,
como se ha dado en llamar al periodismo que no desea participar de
las luchas sino montarse luego de esas luchas en el carro del
vencedor. Se afianza el peronismo y el periodismo, en general, es
peronista. Ya tiene carro sobre el que puede marchar tranquilo. Cae
el peronismo y el periodismo vuelve a tomar la postura “humana”,
prescindente, no revanchista, con la que calcula poder circular como
corresponsal de guerra o enfermera de la Cruz Roja entre dos carros
sobre los que libran su batalla los nuevos gladiadores en combate.
Este se decide, aparentemente, y el periodismo deja de ser humano y
acepta la crítica aguda. Se hace iracundo. Creo que de este último
fenómeno no cabe dudas en el sector deportivo, pero transcurren
nuevos acontecimientos hasta llegar al actual momento nacional, en
que nadie puede predecir si nos gobernará Aramburu, Perón, Fidel
Castro, Bengoa, Frondizi o Frigerio. Y otra vez estamos en el coro de
la postulación de la humanidad como ideal del periodismo
deportivo. Es decir, entre colegas hay coincidencia de que Juan es
mediocre y Pedro es un mal jugador. Separados cada uno de sus
tribunas, unos dicen: “Aunque no sirvan, hay que encontrar los
ídolos que nos faltan”. Otros piensan: “Los ídolos no pueden ser de
barro, luchemos por los ídolos auténticos”. Todo lo cual es privativo,
desde luego, del derecho que todos tenemos de tomar la posición
que nos plazca o de las fuerzas y convicciones que unos tienen y
otros no tienen. Aceptando todo eso, es humanidad. El hombre es
así. Pero creo, como Hamlet, que la cuestión es “ser o no ser”. Ser y
no ser es no ser nada. Mejor dicho, es ser contrabandista de la vida.

PERIODISMO NO ES AMISTAD NI CORDIALIDAD. Si


coincidentemente con el cumplimiento a conciencia que Uds. tienen
de su deber se produce la amistad y vive la cordialidad en el mundo
que les toque tratar, en buena hora. Pero no como fundamento de lo
que Uds. van a ser sino como complemento. Si pueden lograr que la
amistad y la cordialidad surjan como cumplimiento de la misión,
como su consecuencia.

PERIODISMO ES COMERCIO. Puede y debe ser lícito. Lo


comercial no es menester que sea insano.
28

EL PERIODISTA ES Y DEBE SER UN DESCONTENTO


PERMANENTE. La felicidad es un estado de ánimo, es un estado de
conciencia. Esto viene en relación con casos que yo conozco de
periodistas viejos y jóvenes, experimentados e inexpertos, que han
llegado a decirme, como explicación de una actitud que ellos
mismos consideran pasiva, desnaturalizante, de lo que es el
periodismo: “Yo no quiero aparecer como un amargado. Yo hago tres
artículos diciendo esta verdad y aquella otra verdad y a mí me dicen que soy
un descontento, en otros casos que soy un inadaptado social”.

Considero que el periodista es, en potencia, un descontento.


Interiormente puede ser un hombre feliz; es más, yo creo que es lo
normal en el periodista vocacional. El periodista tiene que vivir al
margen de lo que pueda decirse. El “qué dirán” respecto de la
individualidad y del supuesto estado de ánimo de cada uno de Uds.,
estando Uds. realmente convencidos de que están trabajando por
amor a las distintas causas que pueden movilizar la actitud
periodística, no les tiene que interesar para nada. Lo grave es llegar
al estado de ánimo de aquel periodista talentoso,
extraordinariamente capaz, con odio realmente, con un estado de
resentimiento hacia la sociedad como consecuencia de su frustración
en todo sentido, desde la familia hasta otros aspectos.

EL PUBLICO HA DEJADO DE CREER EN NOSOTROS Y EN


LOS POLITICOS y eso debe ser una realidad no solamente
conocida para tenerla por allí a la vista, sino que considero que debe
ser un alerta permanente del hombre que se lance hoy a ser
periodista. Desde luego, yo no podría invitar a ninguno de Uds. a
que se lance a ninguna campaña por una reivindicación de ese
respeto asegurándoles que, antes de morir cada uno de Uds. o el que
de Uds. sea el encargado de esa gestión, va a recibir el monumento a
la reivindicación o va a ver lograda esa reivindicación. Es posible
que no les alcance para ello ni los nietos de cada uno de Uds. Pero
creo que es urgente, precisamente como ingrediente de la
satisfacción de haber hecho noblemente periodismo, que hoy, en un
momento ciertamente antipático como el que se siente respecto de
ese descreimiento del público hacia nosotros, nos aboquemos (así
sea para que reciban sus resultados cinco generaciones por venir) a
la tarea de que la gente vuelva a creer en nosotros. Debemos
recuperar esa confianza.
29

Es sugestivo: los hombres públicos tienen cada vez menos


periodistas y estadistas porque, coincidentemente, se produce este
otro hecho sintomático y por demás significativo y corroborante de
esta realidad que creo no es la mía sino que de todos: el individuo
que llega a hacer periodismo y a ser periodista no se puede salvar de
que haya en él incitaciones vanidosas o ambiciones que hacen a la
lucha de todos los hombres por ser más importantes que los otros.
No se puede salvar. El mismo deseo de querer difundir una idea y el
no oculto deseo y hasta la necesidad de que exista, de que esa idea
prospere y se imponga, está denunciando un propósito de romper el
nivel común, de ser el hombre del traje rojo si el hombre común es el
del traje gris. Es una condición humana. Además, nunca vi que el
mundo pudiera ser movido en las cosas importantes por hombres
que se queden arrinconados en una choza o aislados de la sociedad,
para vivir exclusivamente de él y la naturaleza.

Especialmente en los últimos años se ha interpretado la función


periodística con una menor dosis del romanticismo que llegó a tener
aquel otro periodismo precedente, que no es muy antiguo y terminó
casi en 1950. No solamente ha disminuido en una cantidad casi
exterminante la cantidad de bohemios y románticos (lo que no
quiere decir periodistas de ropa sucia y debiendo permanentemente
dinero, sino la otra bohemia, la bohemia para con la vida). Se está
incrementando peligrosamente la interpretación, dentro de las
nuevas generaciones de periodistas, de que el periodismo es una
actividad destinada a conseguir la llamada “popularidad”. Es cierto,
el periodismo puede traer la popularidad. La popularidad –
pudiendo ser el deseo de todo ser humano en cualquier actividad—
creo que no es el objetivo ni se la debe buscar haciendo periodismo.
El mayor obstáculo para lograrla puede ser el empeño en buscarla.
No solamente se puede caer, como se está cayendo, en el absurdo de
querer transformar a la actividad en artística (trabajar para gustar) y,
en la misma medida, confundir popularidad de periodista con

Buscar descaradamene la popularidad


hace muy fácil conseguir el ridículo
30

popularidad de artista. El buscar descaradamente la popularidad


hace muy fácil conseguir el ridículo. Ridículo que generalmente no
perciben los propios interesados y que cuando advierten que existe
les va a doler mucho y, en cierto modo, prácticamente los agotará
anímicamente para seguir en esa lucha. Esa popularidad, que en
buena hora logren porque significará que han logrado imponer sus
ideas e incluso hacerse pagar mejor como periodistas, va a llegar
sola y va a tener doble valor. Creo que una de las fuentes más
positivas para alcanzar la popularidad se consigue brindándose,
aportando trabajo, producción. Si hay calidad habrá popularidad.

EL PERIODISTA NUEVO, EL PERIODISTA JOVEN O EL QUE


VA A SER PERIODISTA SUPONE QUE HAY UNA MANERA DE
ESCRIBIR. Yo les tengo que poner como experiencia que, a mi
juicio, no hay una única forma periodística, sino que todas las
formas de escribir son periodísticas mientras tengan la propiedad de
decir como para que muchos entiendan.

Para escribir periodísticamente solo hay que saber escribir y tanto se


sabe escribir si se lo hace correctamente, dentro de los parámetros de
la corrección idiomática, sin errores de ortografía, como cuando el
vocabulario se maneja con corrección. Esto es lo importante, dentro
de la corrección de escribir, cuando al margen de los preceptos
académicos se saben usar aquellas expresiones que pudiendo ser
académicamente no autorizadas pueden lograr la mayor claridad
del mensaje. Sobre todo, calculando a priori cual será el público que
puede consumir ese mensaje.

En cuanto a maneras modernas de escribir, no puedo ignorar que


hay sí una exigencia del mundo actual respecto de las maneras de
escribir, pero que no hace ni a lo corto ni a lo largo de las oraciones o
las frases, ni tampoco al consumo de tales o cuales adjetivos, de tal o
cual vocabulario. Hace sí a la necesidad de medir, al escribir, las
disponibilidades de tiempo que el lector tiene para dar por sabido lo
que ya sabe o para conocer lo que ignora.

LO MODERNO NO ES LO ABSURDO. Modernismo no es


rebuscamiento de cualquier cosa llamativa, por desconocida.
31

Modernismo puede ser el buscar lo llamativo por certero, por


razonado. Pero no suplantarlo con la ambigüedad, con la vaciedad,
en aras de la ignorancia colectiva.

Entre las recomendaciones un tanto legendarias que en Editorial


Atlántida dejó escritas Constancio C. Vigil - o que en La Nación dejó
escritas el viejo Mitre y que en La Prensa dejó escritas Gaínza Paz,
en fin, todos los patriarcas del periodismo – hay una que se usa
mucho y que los jefes recomiendan a los novatos, y que dice:
“Imparcialidad!”. Así, como enunciación teórica o teorizante de la
profesión, la actitud es linda. Pero se produce acá una confusión
entre imparcialidad y desapasionamiento. Yo no entiendo como es
posible, si tengo que defender, proteger, protestar, atacar alguna
cosa de las que encuentro bien o mal hechas dentro del mundo del
que voy a ser vocero de aquel millón de personas por cada
periodista, no entiendo como puedo ser imparcial. A la fuerza tengo
que tomar partido. Tengo una parcialidad tomada, estoy en favor de
algo o en contra de algo. Entonces, la imparcialidad es
impracticable.

La imparcialidad es impracticable

Al periodista deportivo que practique esta línea de la parcialidad sin


temores le viene otro peligro. Muy seguramente lo van a etiquetar
enseguida, como que está haciendo política. El periodista deportivo,
como todo ciudadano, es un instrumento cívico o político del país.
Ahora, donde un periodista, por ejemplo, piense que al señalar que
a la salida de una concentración radical ocurrió tal cosa en favor o en
bien o en mal y la relaciona con el partido de fútbol, seguramente le
va a caer encima el adjetivo de “político dentro del fútbol”, que está
haciendo política donde no corresponde hacerla.

Quiero recomendar que, además de olvidarse del prejuicio popular


sobre hacer política, recuerden que si no hacen esa política van a
dejar de llenar todos los objetivos anteriores que trazamos como
ideales del periodista de sociales , de deporte, de economía, de lo
que sea, orientando en todo cuanto sea posible a la masa hacia la
32

gran concentración de la obligación colectiva, para lo cual es


fundamental – sobre todo es muy útil – consignar aquellos episodios
en los que el lector de la crónica de fútbol no tiene participación, ya
sea porque considera que lo político es sucio y él no puede estar ahí,
o porque considera que la política es una cuestión de políticos, de
abogados o de hombres de leyes, o porque no conoce su función en
la sociedad. Entonces: gran momento este para asociar, así como al
pasar, el partido del domingo al acto radical.

EL PERIODISTA DEBE SER DIRIGENTE DEL DEPORTE,


CONOCER LEYES Y REGLAMENTOS. El periodista no solo tiene
necesidad de enrolarse: tiene obligación, sobre todo si no ha nacido
con una vocación reglamentaria y estatutaria del deporte, de vivir
allí cerca del dirigente. Su conciencia, su sentido del lugar, sus
convicciones para mantenerse independiente en sus juicios, en su
personalidad, serán los factores encargados de que ese periodista no
se permeabilice del sentir que puede ser interesado, que puede ser
nefasto, de muchos dirigentes que, viéndolo a su alcance, lo pueden
usar o pueden tratar de usarlo, permeabilizarlo en ese caso, hacerlo
apasionado y contando con que Uds. no lo sean (permeables), yo les
recomiendo que se acerquen. Una gran parte de la fundamentación
deportiva argentina, especialmente en lo jurídico, es lo estatutario.
Es lo principista en general y se debe a periodistas que fueron
dirigentes.

ES NECESARIO QUE EL PERIODISTA SEA, SI NO UN


IDONEO, SI POR LO MENOS NO UN LEGO EN
MATEMATICAS, de la misma manera que no sea un lego en
economía, que no sea un lego en derecho. Tiene que hacer en algún
momento de la vida incursiones por todo ese mundillo que hace, si
no a su misión, por lo menos a las necesidades que en cierto
momento va a tener en su misión. Cuando se dan cifras siempre es
necesario recordar que la cifra no puede errar, aún cuando
tipográficamente el error en números sea el más probable en materia
periodística y el que más fácilmente se produce. Cuando el
periodismo, en razón de su temor, de su ignorancia específica en
temas como los que se están tratando, no ejerce su función, es decir,
deja que otros la llenen por él, se dan varios casos.
33

SE DEBE TERMINAR CON EL REPORTAJE DONDE EL


PERIODISTA ES SOLAMENTE UN AUDITOR y de ninguna
manera es partícipe de lo que se discute y de lo que se hace llegar al
público. El periodista debe propender a que se rompa esa cadena de
absurdos donde el reporteado prácticamente adquiere el derecho de
mentir sin ninguna clase de interrupciones y, es más, el de que los
comentaristas de las propias mentiras que dicen sean los encargados
de darle difusión sin, por lo menos, hacer la salvedad (al pie, o
durante o en el transcurso del reportaje) que demuestre que el
periodista no participa de esa demostración de ignorancia. El
periodista debe acusar en algún momento que él no es partícipe de
esto.

El periodista, además de los terrenos donde digo que tiene que ser
medianamente idóneo, también tiene que ser idóneo en lo que
vendría a ser la negación de la idoneidad. La negación de la
idoneidad, en fútbol, es el problema de las direcciones técnicas, los
planes, las tácticas, los esquemas, los números y todo eso.

HAY COSAS GRAVES POR PARTE DEL PERIODISMO, COMO


ESTA DE HABER FABRICADO SU ESPECIE DE “CUARTO
PODER”. Pero ocurre que el Poder Ejecutivo, en la organización
republicana de los países, está sometido a juicio: llegado el caso,
tiene jueces que lo pueden condenar. El Poder Legislativo está
sometido a tutelas o a una situación de subalternidad por parte de
otros poderes. Aún el Poder Judicial tiene jueces que lo pueden
condenar allí donde el Poder Judicial falte a sus deberes. Creo que es
la Corte Suprema en este caso.

Al periodismo nadie lo juzga. Se lo juzga en los estrados judiciales


cuando el periodismo cae en una infracción o en un delito
contemplado por la ley. Pero en lo que hace a todo este tipo de
infracción benigna (llamémosle así) que no tiene posible calificativo
de delito en ningún casillero de lo que puede marcar la justicia,
ocurre que el periodismo nunca ha aceptado (se ha colocado algo así
como una coraza de impermeabilidad) ni la comisión de su delito ni
la calidad de tramposo por la que pueda ser enjuiciado.
34

ESCRIBIR BIEN NO BASTA. ES NECESARIO CONOCER Y,


ADEMAS, ESCRIBIR BIEN. Todo periodista se va a encontrar
muchas veces, no obstante el mucho empeño que pueda tener por
estar más o menos bien informado, acaso siquiera en lo
fundamental, con que somos ignorantes en “equis” materia.
Recomiendo como medida de mejor conciencia, de plena
conciencia del oficio, no hablar nunca más de lo que se sabe. Ahí si
recomiendo dejar al lector que juzgue. El lector tiene que juzgar,
pero después que haya juzgado el periodista, sobre todo porque
normalmente el lector no está en condiciones de juzgar. El del
periodismo es, de una manera indirecta, declarada o no declarada,
un arte gubernativo de masas.

LOS IDOLOS Y EL PERIODISMO. Frecuentemente, después que


el ídolo ha caído en una falta, el periodismo arrecia o en una actitud
de defensa del infractor o de violenta condenación del hecho,
diciendo que se ha “vedettizado”, que está en iracundo, etc. El
periodismo ha seguido a los ídolos del fútbol. El periodismo se
nutre y se vale de esos ídolos, como que con ellos vende. El
periodismo llega a abogar por la fabricación, si es que el ídolo no
surge por sí.

Desde luego que los ídolos no pueden hacerse como un plato de


repostería. Los ídolos fabricados no duran, resultan de barro y caen
al menor embate. Los ídolos estables son aquellos que valen por su
valor intrínseco. Fangio, Di Stéfano, Pelé o Gatica ganaron la
idolatría deportiva por una artesanía genial que no se puede hacer
con publicidad. La publicidad se hace con ellos. Creo que en esto
estamos todos de acuerdo, hasta quienes abogan por la
“fabricación” de ídolos. Unos y otros, con nuestras respectivas
manufacturas del ídolo, también estamos coincidiendo en que no
todos los hombres son iguales. Es una frase antipática, puede ser
antipática, pero admitiré lo contrario cuando se me demuestre que
no es así. La única igualdad posible, pero tampoco real, de un
hombre respecto de otro hombre es la de los derechos y las
obligaciones jurídicas que tampoco existe, si bien se la proclama.
Pelé no es igual que Lima, por ejemplo, uno de sus compañeros del
Santos. Fangio no es igual que Marimón. Sin desigualdades
humanas que produzcan la posibilidad de lograr lo mejor, el mundo
de los humanos sería una monótona anomia que el hombre, a su
35

vez, ni siquiera tolera en las bestias sometidas a su látigo. Como que


el hombre no permite que se crucen un perro de raza y otro
bastardo, o que pasteen en el mismo alfalfar el toro ganador de un
premio en Palermo y su hermano, desconocido por las vacas de la
misma estancia. Siempre hay un hombre mejor y también un animal
mejor.

La igualdad empieza y termina en lo jurídico, suponiendo que fuera


puesta en vigor la igualdad. Pero he aquí que: 1) el periodismo que
pide ídolos pide seguidamente su destrucción, apenas el ídolo se
hace eco del mayor valer que le han asignado respecto del motor
humano del deporte; 2) el periodismo y el mundillo que exaltan
ídolos proclaman seguidamente la guerra al vedettismo o claman
por la abolición de los astros y los “irreemplazables”. Crea la alergia
al intocable o al imprescindible, al mismo tiempo que fabrica o
recoge intocables, imprescindibles, irremplazables, astros y vedettes.

Hay hombres irreemplazables, imprescindibles. Claro que los hay.


¿ Quien reemplaza o prescinde de Pelé ? ¿ Quién habría
reemplazado a José Manuel Moreno ? Todo ser humano es
irreemplazable en la medida que no tenga sustituto y los Pelé, los
Fangio, los Di Stéfano, normalmente no tienen sustitutos
contemporáneos. Pueden tener émulos que los superen.
Normalmente, esos émulos llegan después de haber pasado
aquellos. Pero en su momento, Fangio, Pelé y/o Di Stéfano,
efectivamente fueron irreemplazables, imprescindibles. Y en la
misma medida que ellos, en su nivel de superdotados. Sí, de
superdotados, ¿ por qué no va a haber superdotados ? ¿ Porque
lesiona el mito de la igualdad ?

Son asimismo irreemplazables o imprescindibles muchos valores


humanos inferiores a aquellos, pero superiores a su medio, el medio
en que actúan. Todo aquel que rompa el nivel común es
imprescindible, es irreemplazable. Puede haber mediocres
futbolistas tan irreemplazables como Pelé. Sí señor: Artime y
Valentim son irreemplazables en River y Boca, mientras el nivel de
sus compañeros sea el disminuido conocido, que hará
irreemplazables a Artime o Valentim. Albrecht es irreemplazable en
San Lorenzo mientras no aparezca otro como Albrecht o mejor.
Desde el cementerio de los irremplazables, también es
36

irreemplazable Carlos Gardel. Hay un error general, una confusión


común, frecuente: confundir irreemplazable con mala persona.
Mezclar imprescindible con intocable, irreemplazable con
envanecimiento y/o egolatría. Licuar superdotado con vedettismo,
asociar ultracapacidad con culto del individualismo, son todas cosas
distintas. El yerro tiene una fuente concreta: los hechos de
vedettismo coincidentes con la convicción de mala persona de
muchos irreemplazables y el frecuente olvido de que la vedette en el
fútbol es nada más que un hombre medio (y a veces menos). Por
caso, Sanfilippo. Sanfilippo es mala persona, es egoísta, avaro del
culto al individualismo, pero no puede negarse la condición de
irreemplazable de Sanfilippo mientras el equipo de Sanfilippo no dé
con un Pelé que, entonces sí, haga de Sanfilippo un fácilmente
reemplazable.

Otra cosa inútilmente complicada, siendo muy simple, estando muy


clara, es la conducta en el vedettismo. ¿ Quién le hizo creer a
Sanfilippo su derecho a ser vedette, además de irreemplazable ? Los
mismos que condenaron a Sanfilippo por vedette, no otros. Esto es,
un compadre (y además presidente del Club que lo castigó) y el
periodismo que protegió sus desplantes y condenó su último
desplante y también los del padrino. Un equívoco más.

Ni los irreemplazables de función ni los difuntos irreemplazables


son sinónimo de vacío eterno. Desde Lincoln hasta Kennedy, todos
los hombres irreemplazables que murieron encontraron reemplazo.
Lo seguirán encontrando. Desde Bernabé Ferreyra hasta Sanfilippo,
también. El equívoco consiste en considerar reemplazados a los
irreemplazables mediante el relleno de su lugar. Pero es indudable
que Pelé es irreemplazable mientras no haya otro igual a Pelé, o
mejor. Cuando Pelé no juega, el Santos sigue jugando y otro ocupa
el lugar de Pelé. Eso no quiere decir que haya sido reemplazado.
Irreemplazable es el genio, no el cupo, hasta que aparezca el mayor
dotado que Pelé que permita decirle a Pelé: “No te necesitamos
más”. Y he allí el problema. Surgirá algún día el mayor genio que
Pelé, pero Santos lo tiene que reemplazar ahora y en este momento a
Pelé. Ahora y en este momento, Pelé en el Santos o Juan Lanas en
Calamuchita son irreemplazables. Sentar a otro en el sillón de
Kennedy no significa reemplazar a Kennedy. El reemplazo se
producirá cuando, además de un cuerpo para ese sillón, se dé con
37

una mentalidad equivalente o mejor, máxime donde la actividad en


cuestión -- por encima de toda cuestión cuantitativa -- sea un
problema cualitativo de fecundidad en el arte de lo imprevisto que
por encima de todas las cosas es el fútbol, como arte que en cierto
modo es del engaño, la sorpresa, la simulación y el instinto, todo a
un mismo tiempo, bajo un basamento eterno en el fútbol de
cualquier época: el individualismo genial para crear el colectivismo
genial. Este último jamás se logra sin aquel. Aquel puede, en
cambio, emular al colectivismo mediocre.

Por encima de todo el fútbol es el arte del


imprevisto. Y también, en cierto modo, arte del
engaño, la sorpresa, la simulación y el instinto,
todo a un mismo tiempo

HAY QUE HACER PENSAR. Canal 9 fue tomado hace un tiempo


por Alejandro Romay. Alejandro Romay es un empresario que ha
tratado de explotar la rama periodística como pudo haber explotado
la rama musical o cualquier otra. Es un representante de la
cursilería, de lo chabacano, de lo que no se debe hacer en materia de
difusión de ideas y de orientación de multitudes o de público.

Hay un aviso del Canal 9 publicado hace poco, en la “era Romay”,


que dice: “Desde hoy los componentes de la familia del nuevo 9
les servirán de guía, porque la programación integral del nuevo 9
está muy bien pensada para que Ud. no tenga que pensar”.

Además, se lee en la revista “Panorama” de abril de 1964, cuando se


produce el conflicto entre Romay y el programa “Apelación Pública” :
“Alejandro Romay interrumpía de vez en cuando la transmisión del
inusitado tape para señalar la ligereza, la irresponsabilidad y la
torpeza de los animadores y de algunos testigos. Doce horas
después reiteró a “Panorama” su posición en el asunto. Habla Romay
38

: “Defiendo el derecho del empresario a dirigir su empresa; yo ya


había advertido a los productores de ´Apelación Pública´ que no
debían tocar temas tan delicados si no sabían ponerse a la altura de
las circunstancias”. Lógicamente que esto de ´ponerse a la altura de las
circunstancias en temas delicados´ es algo muy ambiguo, no alcanza. Es
algo así como “Juguemos fútbol serio, rápido y simple”. Después dice:
“El 19 de marzo, mientras marchaba hacia el City Hotel con su plana
mayor para responder a las preguntas de la prensa, Romay agregó:
´El periodista que interroga no debe dejar traslucir sus opiniones”.
Tenemos que hacer pensar, siempre, en todo momento. Incluso
cuando informamos, por ejemplo, que al jugador Fulano de Tal le
han sacado el yeso, si hay ocasión de dar una opinión sobre la
noticia de que le han sacado el yeso.

LOS PERIODISTAS TENEMOS QUE HACER


PENSAR SIEMPRE, EN TODO MOMENTO.
HASTA CUANDO INFORMAMOS

YO ENTIENDO QUE EL PERIODISTA ES UN COMPROMETIDO. No


puede ser de otra manera. Abogo porque el periodista participe un
poco gubernativamente de la actividad que desempeña, que
participe de los quehaceres institucionales. De hecho ya está
comprometido. No es un indiferente, no es un ajeno al problema y
no puede tampoco sentirse tal, aunque no esté ubicado en lo íntimo
de ninguna institución, de ninguna persona. Está comprometido ya
implícitamente por su deber ante ese núcleo social.

Hay dos tipos de compromisos mental-ideológicos. Uno que hace a


su independencia y otro que hace a su participación. Descarto que
no va a haber periodista que se vea comprometido en decisiones, en
episodios que puedan ocurrir en el deporte por el hecho de ser
amigo de nadie. Vamos a descartar al amigo. Pero, al margen de la
prescindencia de la amistad o de prescindir de hacer amistad dentro
del periodismo, al margen de eso, suponiendo que no lo hiciera, hay
otro problema.
39

Si el periodista admite recibir premios por determinados trabajos, en


concursos muy frecuentes o que por lo menos abundan, destinados
a las mejores producciones de los periodistas por parte de
instituciones partícipes del quehacer de ese periodista, allí hay otro
tipo de compromiso ajeno al compromiso de participación social y
cívica del periodista en su misión. Hay un tipo de compromiso o de
inhibición para la independencia de opinión del periodista. Hay un
problema de compromiso con la conciencia del periodista. Su
independencia de juicio en su conciencia, aún cuando sus
condiciones sean muy agudas y su honradez sea intachable, no se
tiene que sentir resquebrajada de alguna manera.

LA HONRADEZ HAY QUE TENERLA, DEMOSTRARLA Y –


ADEMAS – HAY QUE PRACTICARLA. Los carcamanes
periodísticos, aquellos que al llegar el hombre nuevo a una
redacción le dan el gran sermón de lo que se debe hacer y lo que no
se debe hacer, se vienen nutriendo con algo que es lapidario: “Ud.,
como periodista: cómo, cuando, donde y por qué”. La obligación es
ésta: ¿ Cómo ocurrió el suceso ?, ¿ Cuándo ocurrió ?
¿ Dónde ? y ¿ Por qué ? Yo creo que el periodismo de conciencia no
puede excluir un quinto punto que nunca me he explicado porque
no se lo ha incluido y es: ¿ Para qué ? Si incluimos este quinto punto,
implícitamente aparece el periodista obligado a opinar.

¿ Qué son humanidad e inhumanidad ? Yo creo que el problema


está en saber establecer la líneas donde lo humano separa a lo
humanamente insano . La insania (de conducta) del individuo
naturalmente que tiene una motivación en la propia imperfección
humana que descontadamente arrastra todo hombre. Pero yo creo
que el periodista está en condiciones de establecer con bastante
facilidad en que momento la inconducta o la insania de conducta se
exterioriza por ignorancia, por incompetencia, por incapacidad
mental, por debilidad de temperamento; en suma, por inocencia. Y
desde que momento esas mismas inconductas tienen por
motivaciones las condiciones ya decididamente enfermizas y, sobre
todo, intencionadas y premeditadas, dañinas del hombre malo que
se equivoca sanamente, pero que en éste caso no se equivoca por
ignorancia sino que se equivoca por maldad. No se puede ser
temeroso por ser destructivo con lo que destruye. Ahí no hay
ningún problema de destrucción. El problema por destruir puede
40

existir cuando Uds. pueden sí destruir la ilusión de un chico, de un


deportista que recién empieza, que está inocentemente equivocado,
con una crítica que puede acaso olvidar estas circunstancias o
ignorar otras. En este caso sí Uds. pueden hacer daño. Ahí si que
Uds. tienen que recordar aquellos factores humanos. Pero no van a
dejar de ser humanos cuando, en el caso opuesto, van a tratar de
destruir lo que decididamente ya no tiene posibilidad de curarse
sino que nos está destruyendo a nosotros mismos, está destruyendo
a un medio.

¿ EN QUE PERSONA SE DEBE ESCRIBIR ? Creo que hay que


escribir de las dos maneras. Se debe escribir en primera persona del
singular y se debe escribir con el más cuidado sentido impersonal en
los tiempos que Uds. quieran del verbo. Depende del tema, de la
publicación y del interés que Uds. tengan en que una cosa “entre
con sangre” o que entre sin sangre.

Les cito mi caso en la revista “Así” y en el diario “Crónica”. Se trata


de publicaciones con las que tenemos una exquisita definición de
posiciones: ellos no comparten mi periodismo y yo no comparto el
de ellos. Esto ya empieza a crearme a mí un estado de obligación y
hasta, si se quiere, de gratitud. De gratitud en lo que significa
reconocer una posición noble y franca de alguien que trata conmigo.
Entonces, por ejemplo, se presenta un tema. Hay un enfoque
empresario, periodístico, humano, etc. que tiene una posición
tomada muy distinta a la mía, pero que espera que yo, en sus
páginas, escriba en cierto modo en contra de esa posición. Entonces
a mi me parece necesario, para dejarlos a salvo y quedar yo también
a salvo, poner bien en claro que ellos están en la vereda de enfrente
a la mía y viceversa. Hacer que el lector de ellos, donde además
estoy yo, no llegue a confundir en ningún momento ni a ellos ni a
mí. Yo entiendo, entonces, que debo escribir en primera persona del
singular.

En otros casos, especialmente en publicaciones de una absoluta o


casi absoluta uniformidad de posiciones mentales, me parece un
poco pedante y chocante, sobre todo, el abuso de la primera persona
del singular. No es que interprete que la modestia y la humildad se
logren simultáneamente o prefabricándola. Me parece,
sencillamente, una cuestión de buen gusto idiomático y una manera
41

de fortalecer, precisamente, el vínculo o la unidad colectiva que se


alcanzan a formar con muchos vínculos individuales. Dentro de esa
misma corriente, que podría ser “El Gráfico” que hacíamos en esa
construcción individual-colectiva, de pronto llegué a decirle a
muchos redactores: “Escríbalo en primera persona del singular”. No
para lograr el distingo o la no confusión que presenté en el caso
anterior. Continué diciéndole: “Me parece que Ud. tiene que fortalecer,
ante cierto público, su existencia individual. Aquí es necesario que cierta
gente recuerde que Ud. existe y que cierta gente diga ´..lo dijo Fulano´.
Cosa que va a decir más fácilmente si va diciendo “yo” siempre en primera
persona que si lo desliza en una especie de producción común”.

Puede haber otro caso: se produce una situación, viene un tema de


escándalo y hay una especie de consustanciación total en la revista.
El tema, sin embargo, tiene que ser tratado por uno solo, al que
además hay que decirle que lo firme porque ha sido el paladín de la
campaña o cosa parecida, y no por decir que los méritos tienen que
ser para él, sino para incluso mantener la forma del proceso
desarrollado: “Si, Ud. lo firma pero escríbalo en forma absolutamente
impersonal para que esto sude solidaridad, coincidencia de todos”. Ni la
una siempre ni la otra siempre. Como en el fútbol, nunca siempre la
misma.

EL PUBLICO EN GENERAL (Y CON RAZONES) ESTA


CONVENCIDO QUE EL PERIODISTA NO SABE y está
convencido porque con frecuencia el periodista demuestra que no
sabe. Los ridículos que hace el periodista de toda rama en su
incursión audaz, inconsciente, en temas que no domina, es un hecho
bien conocido. Pero viene luego un proceso, acaso psicosocial,
fortalecido por esa evidencia de que no sabe. Y es el
envalentonamiento del dirigente que se ve afectado por alguna
crítica que rompe los círculos usuales de la crítica y que penetra en
algunas profundidades o cuestiones donde habitualmente el
periodista no sabe y entonces ese dirigente se puede pavonear
diciendo por cualquier parte que “ha sido calumniado”, que “se
habla sin propiedad”, etc. Y casi siempre acierta. El dirigente “se tira
un lance” con grandes posibilidades de acierto porque casi nunca
está el periodista idóneo que le pueda decir: “No, yo se. O Ud. no
sabe que yo sabía”.
42

El periodismo debe ser absolutamente democrático, liberal, dando


sitio a todas las opiniones. Entonces es “muy periodístico”, es muy
democrático, dicen, que dentro de una misma página haya dos
opiniones opuestas que muestren distintas líneas de conducta o de
apreciación, y está la otra que dice que toda publicación debe tener
una sola línea. Mi posición en la materia sería ésta: una sola línea no.
Una línea para cada uno, sí. Pero creo que no hay posibilidad de
lograr absolutamente una única línea dentro de una publicación
donde muchos opinen. Tampoco se la debe buscar, aún cuando
existiera la posibilidad. Varias líneas en una sola línea no es
democracia : es demencia, incoherencia o confusión. Ahora,
¿ como entiendo yo que deben coexistir varias individualidades de
líneas distintas ? Creo que debe coexistir lo distinto en cuanto a la
manera de ver o en cuanto a los gustos para apreciar las
particularidades que puedan hacer al contenido de las cosas que se
juzgan.

LA NUESTRA NO ES UNA CIENCIA, pero sí es una misión


espontánea, vocacional, y tiene muchos puntos de contacto con el
fútbol. A ningún periodista se le puede predecir qué asuntos, aparte
de los previsibles, podrán ocupar su atención dentro, por ejemplo,
de tres años, suponiendo que ya ha cubierto la etapa de formación y
dentro de tres años aparece lo que no estuvo previsto ni en el orden
jurídico ni en el orden médico, matemático, económico; ni en el
orden moral, deportivo, reglamentario: el imprevisto. Caso concreto:
el gol average. El periodista tendrá que hacer jurisprudencia en este
asunto. Tendrá que ser, por lo menos, uno de los concurrentes a
formar la jurisprudencia que de pronto, súbitamente, se encuentra
que está faltando en la asociación deportiva o futbolística y que hay
que crear. Yo ahí estoy de actuando con la espontaneidad vocacional
de mi ubicación en el problema. No tengo otro elemento de juicio.

LA LIBERTAD DE EXPRESION NO ES LIBERTAD DE ACCESO, ni


puede violar ninguna norma jurídica sobre la propiedad privada.
Especialmente dentro del que yo suelo llamar, un poco en la
intimidad, “periodismo carcamán”, se ha difundido mucho la
pretensión de los representantes de ese periodismo, generalmente
personas de más edad que Uds., pero dentro del cual abundan los
periodistas de edad más tierna, en cuanto a que el periodista es casi,
casi alguien poseído de todos los derechos y poderes que pueden
43

disponer, por ejemplo, la policía o el poder judicial o el poder


público en general , para introducirse más allá de donde la calle
tiene limitado hacerlo. Uds. leerán con frecuencia cosas como ésta:
“Se reunió, o se realizó tal reunión en alguna parte, y sorpresivamente le
fue negado el acceso a la prensa”. Se hace alguna incursión velada o
abierta, de las dos maneras, en cuanto a que eso constituye una
violación a los derechos de libertad de opinión y, concretamente, al
ejercicio de la libertad de prensa. El periodista no es propietario de
empresas. El periodista responde a empresas que, en tal caso, están
ejerciendo en representación de todos esa libertad de expresión que
usan sus representantes.

Los conflictos que sobre la privación de ese derecho se pueden


plantear corresponden, eminentemente, al terreno judicial y con
antelación a ese terreno son los representantes directos y los
afectados directos de las publicaciones que se vean privadas del
ejercicio de ese derecho, las que deben plantear la cuestión, pero
nunca individualmente un periodista o un fotógrafo o alguien que
previamente no consulte la seguridad de que él, en persona, no ha
violado lo que le está prohibido violar a cualquier persona civil,
detrás de la cual recién puede aparecer la persona periodística.

Hace poco, en el partido Inter-Independiente el club Independiente,


con un derecho jurídico innegable, dispuso que para ese partido las
credenciales de acceso de los fotógrafos y de los periodistas serían
especiales para ese caso y otorgadas también para ese caso mediante
un sistema también particular. Los fotógrafos plantearon una
cuestión de la que se hicieron eco todos los diarios, por lo que
desconocían todas las credenciales que no fueron las que otorga el
gobierno, la policía, mediante una chapa de identificación, porque
eso era un avasallamiento a sus conquistas laborales y todo eso.
Plantearon la cuestión. Creo que incluso lograron obligar a
Independiente a dejar sin efecto la medida y a reconocer las chapas.
El origen de todo esto no solamente puede responder a una actitud
de la que tiene derecho, en este caso, el dueño de un lugar privado,
si bien abierto al público como es un estadio, sino a la condición no
desconocida de que muchos representantes del periodismo
entregan sus credenciales para que amigos y no-periodistas hagan
uso indebido de ellas. O sea, que es una prevención en contra de una
de las tantas imperfecciones humanas a las que el periodismo y sus
44

representantes no escapan. Se confunde, muy frecuentemente, el


derecho de libertad de expresión con el derecho de entrar donde
solamente puede entrar quien lo permita, cuando lo permita el
dueño del lugar donde está la información. No hay ninguna ley
que obligue a nadie a dar información a la prensa. La información a
la prensa se da porque se desea la difusión, porque se considera que
no hace daño darla o porque interesa darla; pero no hay ninguna
obligación para nadie de dar información absolutamente a nadie.

NO HAY NINGUNA LEY QUE OBLIGUE A


NADIE DARLE INFORMACIÓN A LA PRENSA

EL PERIODISMO SE RECTIFICA. Debe rectificarse. El muerto de


“La Prensa” no debe figurar en nacimientos, sino en fallecidos. El
periodismo honesto, además de rectificarse por conciencia del error,
debe tener más de una manera de pensar cuando conscientemente
repara que la precedente estaba equivocada. Lo deshonesto es
cambiar modos de pensar para especular con la conciencia. Con
mucha frecuencia los periodistas son consultados por gente de la
calle (y aún de su propia profesión) acerca de si es posible que un
periodista tenga dos opiniones. Puede haber más de una manera de
pensar y yo diría más: tiene que haber más de una o de dos maneras
de pensar, todas las veces en que por evidencia de lo que no había
visto, por maduración de lo que tenía verde, por cambio de
situaciones inexistentes hasta entonces o existentes ahora, surjan
motivaciones para efectivamente ver que ahora es diferente lo que
anteriormente habíamos visto distinto.

Yo prolongo o extiendo la honradez de rectificarse del periodismo


en los casos en que se ha equivocado, en los casos en que mató o dio
por muerto a quien está vivo, la prolongo a los casos en que puede
ver que el jugador de fútbol Sanfilippo juega al fútbol de una
manera que el periodista no había visto hasta entonces, o de una
manera que Sanfilippo no usaba hasta entonces y que ha aprendido
desde allí. No se juega ningún honor personal, ni cosa que se le
45

parezca. Lo insano, lo vergonzoso del periodista es cambiar de


opinión o usar más de una opinión para especular con la comodidad
de la coincidencia con los demás.

LOS DEPORTISTAS SE RIEN DEL PERIODISMO. Muchos


deportistas fueron educados para reírse del periodista en su propia
protección, en salvaguardia de ellos mismos, porque si no resulta
que cuando vinieran las malas esa gente se iba a frustrar
espiritualmente, moralmente, por una crítica. Entonces, conociendo
quienes eran los que escribían y cómo veían el fútbol, ya hay un
dicho muy frecuente entre los jugadores: “Cuando el periodismo habla
mal de mí es porque estoy jugando bien”. Quieren decir que el
periodismo no sabe nada de nada.

SIEMPRE PERIODISTAS. SI HAY TIEMPO, TIPOGRAFOS.


“Tener taller” no es ser periodista. Si el periodista “tiene taller”,
mejor, pero no es fundamental ni necesario. Puede ignorar sobre
tipografía si conoce de leyes, pero no puede ser periodista si ignora
leyes y conoce tipografía. Afortunadamente, en la actualidad el
taller no es necesario para el hombre que va a ejercer el arte de
orientar el pensamiento colectivo.

PERIODISTA: HOMBRE QUE VA A


EJERCER EL ARTE DE ORIENTAR EL
PENSAMIENTO COLECTIVO

Hoy difícilmente una revista, un diario se hagan sin diagramador.


No hay duda que la posesión de nociones tipográficas por parte de
un periodista le van a servir en determinado momento. Dentro de lo
que se llama “tener taller” incluyo la noción de que el periodista
debe tener “vergüenza tallerística”, si se me permite la expresión.
Cuando jugaron en Italia Independiente y el Inter, el Sr. Héctor
García, Director de “Crónica”, se pudo dar el gran lujo de demostrar
la más repugnante inmoralidad del periodismo al documentar con
carta de Associated Press una acusación bien detallada del robo de
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fotografías cometido por otro diario, que fraguó las de un partido y


las presentó como perteneciente a otro encuentro. Acá sí viene la
necesidad de conocer qué es lo que se debe hacer en el taller.

SE DEBE IMPACTAR CON LOS TITULOS. Frecuentemente he


visto sacrificar conceptos de una nota, de un texto, en aras del título
y viceversa. Esta claro que el trabajo periodístico tiene algo así como
la necesidad previa de dar un golpe en la puerta de la atención del
señor que lo va a leer. La manera de “golpear la puerta” es un título
que llame la atención del lector. El título tiene que lograr impactar,
tiene que ser un golpe, pero yo digo que el impacto no justifica hacer
algo que es mucho mas grave que hacer un título tonto, y que es
hacer un título que toca entre lo idiota y lo hueco, como
frecuentemente sucede. Considero que hay que ir al título de
impacto, pero que tenga una de las dos virtudes que voy a señalar (y
si fuera posible las dos): 1) decir con mucho impacto lo más
importante que dice el texto y 2) no decir nada, pero decirlo con
mucho impacto para que el lector, frente al interrogante, vaya a ver
de que se trata. Son para mí las dos variantes del buen título. Si el
talento del periodista llega a ser capaz de conjugar las dos cosas creo
que es el título perfecto.

El problema se plantea invariablemente cuando ustedes han


pensado el título feliz, brillante, que reúne las dos condiciones y
viene el bendito diagramador que les dice: “Me tiene que hacer un
título de menos espacios porque así no encaja, no hay forma de hacerlo
entrar”. He aquí el problema de ser muy joven o muy nuevo en una
redacción; ser “canchero”, tener o no tener ascendiente sobre el jefe
de la página, o sobre el diagramador. Porque entiendo que cuando
se presentan problemas como estos, donde el periodista está
fuertemente y honradamente convencido de la bondad de lo que ha
hecho y no admite sacrificar el título, entonces yo entiendo que la
diagramación tiene que adaptarse a la idea y no la idea a la
diagramación. Vamos a suponer que no hay forma de hacerlo, que el
jefe y el diagramador son inflexibles y no toleran variantes. El
periodista tiene que seguir manejando la misma idea, pero con
distintas palabras. Las tiene que buscar hasta que las encuentre.

No es necesario que el periodista sea tipógrafo, pero sí es necesario


que se ayude a sí mismo cuando escribe una nota y considera que no
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todo el contenido de la nota tiene la misma uniformidad que le


confiere el teclado de su máquina de escribir. En esos casos es
necesario que esté ligeramente ilustrado de cuales son los elementos
tipográficos o de linotipia con que se pueden lograr los distintos
énfasis de letras que van a aparecer en su nota.

LOS CABLES DEBEN SER ENRIQUECIDOS O CORREGIDOS.


El material cablegráfico de que se nutren los diarios, especialmente
del interior, muy seguido traen barbaridades de todo tipo. La
tradición periodística acostumbra respetarlos y el periodista no
corrige, no los toca. Yo entiendo que el cable no impide que, al pie,
como se estiló en el periodismo que opinaba, vaya la “N. de la R.”
que señale, incluso, el error del texto precedente o que aclare
aquellos aspectos que en un cable vienen para confundir o para
decir una inexactitud. Esto exige que el periodismo esté
documentado.

EL USO DE SEUDONIMOS ES UNA ABERRACION DE


PRINCIPIOS en cuanto al objetivo de autenticidad, franqueza y
genuinidad que debe seguir nuestra profesión. Creo que no es una
actitud leal la de ocultarse en un seudónimo. Admito excepciones, es
decir, que admito el uso del seudónimo cuando se presentan
algunos casos como los siguientes: hay individuos que nacen con
muchas posibilidades de ser fácilmente confundidos o con muchas
dificultades para ser identificados, ya sea porque se llaman García,
Rodríguez, Fernández y, especialmente, cuando además de tener un
apellido muy común tienen un nombre también muy común.
Entonces creo que se puede justificar la búsqueda de un seudónimo
o el uso de algún apellido materno para, precisamente, hacer más
fácil la identificación de ese sujeto que va a escribir y se va a hacer
responsable de algo que consume el público. En tal caso no existe
una intención de ocultamiento sino, por el contrario, la creación de
una nueva personalidad destinada a hacer más fácil la identificación
del individuo. Hay también otro caso y la justicia lo ha contemplado
con frecuencia. Es el caso de los apellidos que pueden ser risibles o
ridículos y que, lógicamente, no conviene asociar a una producción
periodística, máxime cuando va a intentar ser seria. Y hay un tercer
caso de excepción admisible, como puede ser el de la llegada al
periodismo de un personaje que, no obstante tener su nombre y
apellido y no tener ningún prejuicio para mostrarlo y mostrarse el,
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ya ha sido identificado en otras fuentes por alguna otra


denominación.

ARCHIVO Y DOCUMENTACION O PRUEBAS. No se puede


hacer periodismo solamente con la memoria. El arte está en saber
archivar. No junten pavadas. Las pavadas pueden, incluso, formar
parte de un sobre.

ME PRODUCE PENA EL PERIODISTA (QUE YO TAMBIEN FUI)


HACIENDO UN REPORTAJE CON LAPIZ Y PAPEL EN MANO.
Aparte de la pena que puede producir, yo creo que esa imagen nos
está trasmitiendo, a su vez, otras dos imágenes negativas del
periodista. En primer lugar, considero que el periodista que va a
reportear a alguien que se supone es más sapiente que él y que lo
interroga con el lápiz y el papel automáticamente, por la atención
que debe prestar al registro que quiere hacer de todas las palabras
que nunca podrá registrar a menos que sea taquígrafo, está puesto
frente a la imposibilidad de seguir paso a paso, medularmente, la
discusión que en mi opinión tiene que sostener con el reporteado, si
es que hay motivo para discutir. La otra objeción hace a este hecho:
tengo siempre la sensación de que el reporteado, que generalmente
es alguien públicamente expectable, más importante que el
periodista, en cuanto ve al periodista extraer de su bolsillo un papel
y un lápiz, automáticamente tiene la sensación de haberle puesto el
pie encima y ser, el que tiene enfrente, un pobrecito hombre al que le
puede mentir y decir cualquier cosa porque está advirtiendo que
mentalmente no funciona como para retener una conversación de
tres horas y llevarla después fielmente al papel. Entonces, ahí es
donde el reporteado entra a burlarse del periodista.

El periodista que hace un reportaje, de hecho, tiene que ser un buen


memorista, no puede ser mentalmente débil. Si su cerebro no está en
condiciones de una retentiva prolongada que vaya a la farmacia, que
tome un reconstituyente cerebral o algo así, o que no haga
reportajes. El grabador es bueno, pero según la mentalidad del
reporteado. Si es, por ejemplo, un jugador de fútbol, lo disminuye.
El que va a reportear, si no tiene que usar papel ni lápiz, tiene
entonces que ser un interlocutor en el mismo nivel del reporteado.
De hecho, tiene que ser alguien que domina el tema muy a fondo y
que lo vive muy fuerte.
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HE DICHO QUE EL PERIODISTA DEBE DECIR SIEMPRE LA


VERDAD, QUE NO DEBE OCULTAR NADA. Quiero hacer una
ligera digresión para decir que admito excepciones en las que el
periodista debe callar. ¿Será traición? ¿Estará escondiendo? Admito
que si, pero puede haber ocultamientos constructivos, no en el
sentido de la construcción para el bien común; constructivos en
favor de lo que, llegado a ser destruido, no haría bien a nadie.

LOS EPIGRAFES SUELEN SER MUY ESTUPIDOS. Son las


leyendas que van al pie de las fotografías, los llamados “pies”, y
últimamente han mejorado mucho. Pero suelen ser muy estúpidos
por las vaciedades que dicen. Yo diría que muchas buenas
fotografías son seguidas de una decepción por parte de quienes leen
lo que dice debajo de ellas. El manejo de esos “pies” no deja de ser
un pequeño pero importante secreto del atractivo que puede tener
una nota en la misma medida que lo puede ser el uso de un buen
titulado. Me inclino por el pie de fotografía que obligue a leer el
texto, que sugiera incógnitas o que sugiera la necesidad de apelar al
texto porque hay en el algo importante. Lo trillado, lo vulgar –
“Aparece Zutano junto a Fulano”—me parece totalmente inútil. Hay
que tratar de que los epígrafes obliguen a leer más.

EL PERIODISTA DEBE HACER SENTIR AL LECTOR LA


EVIDENCIA DE QUE EL LECTOR ES UN IGNORANTE. Muchas
veces he recibido reacciones especialmente de la ignorancia, sobre
todo de la ignorancia que tiene la desgracia de no darse cuenta que
es ignorante, virtud que en cambio traen la cultura y la ilustración.
Yo les confieso que gozaba cuando alguien me decía: “Ud. escribe y
no se entiende lo que escribe; uno lo está leyendo a Ud. y tiene la sensación
de que es un pobre desgraciado”. Yo festejo íntimamente eso y me digo
que he conseguido lo que quiero, porque entre las cosas que yo creo
que tiene que conseguir el periodista está la de lograr que el público
esté seguro de que ellos (el público) no saben y que el periodista que
están leyendo o escuchando, sabe mucho mas que ellos. Entonces,
por vía de esa sensación de inferioridad creo tener ganada la primer
batalla en el diálogo que significa tener a mi interlocutor en su lugar
para que él me ubique en el mío, sin que esto pretenda ser un
pedestal para mí y un subterráneo para él. Pero sí, por lo menos, un
estado de mutuo respeto para que él escuche y no para que, en aras
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de su fanatismo o de su ignorancia, me diga: “No, no puede ser cierto


porque no es cierto”.

ENTIENDO QUE TODO PERIODISTA DEBE SER UN


PERMANENTE RESPALDO PEDAGOGICO ILUSTRATIVO DE
OTRAS SECCIONES. Voy a esto: vamos a suponer que Uds. sean
peronistas y van al fútbol, y encuentran que algo carece de
sensibilidad. Uds. vienen del partido de River y tienen que aludir a
la insensibilidad de Matosas y son peronistas, como acordamos.
Entonces no está mal que digan: “Matosas es más insensible que un
habitante del Barrio Norte”. O que siendo fervorosos antiperonistas
vengan de la cancha de fútbol, donde hubo un escándalo, y digan:
“Se parecía a un 17 de octubre”. A mi me parece bien, salvo que en la
página donde escriben les hayan recordado que se mantiene una
posición ideológica opuesta o que les está prohibido hacer ese tipo
de incursiones. Estas pueden servir para que el aficionado al deporte
alcance a ver y a interpretar lo que ocurre en el resto de su entorno
mundano, pero que no lee las páginas de ese mismo diario porque
directamente no le interesa, solo le interesa “el fóbal”. Esta es,
entonces, la gran oportunidad de que el “fóbal” acaso sea vehículo
para que llegue a leer aquello donde con mayor profundidad se
ilustra sobre las inconveniencias del salvajismo peronista o de la
insensible indiferencia conservadora. Entonces, el periodista
deportivo, desde allí y con muy buen gusto, debe dejar caer las
motivaciones capaces de despertar el interés, algo semejante a lo que
se logra con un buen epígrafe al pie de una buena fotografía. Esa es
la obra de complemento que yo llamo “respaldo de las otras
secciones”. No podría recomendar que los periodistas de las otras
secciones hagan lo mismo con el fútbol, simplemente porque no se si
en esa sección estarán suficientemente ilustrados sobre los
problemas del fútbol.

EL DIALOGO CON EL LECTOR. Así como sostengo la necesidad


de rectificarse, de dialogar abiertamente, de no tenerle miedo a la
confesión más abierta de que uno estaba equivocado y se rectifica,
sostengo también que una necesidad, no ya del periodismo
moderno sino del periodismo de siempre, es la de incluir la carta de
los lectores. El diálogo con los lectores no solamente puede ser un
rasgo de buena educación y de buen negocio –porque posibilita
mayores ventas al explotar la vanidad del lector ansioso por verse
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publicado—sino que idealiza la función periodística como


manifestación de diálogo y no de tiranía del pensamiento. Aparte de
eso, es un extraordinario vehículo para, precisamente, domesticar a
la ignorancia. No hay mejor vehículo que el papelón público que
hace un ignorante que nos manda una carta donde confiesa esa
ignorancia y que es puesto en evidencia por nuestro ligeramente
superior nivel de conocimiento para que ese ignorante se dedique,
desde ese día, o a no mandar nunca más una carta o a pensarla
mucho antes de mandarla. O la tercera: a aprender sobre lo que no
sabe. Este es el segundo caso en que les estaría recomendando
implícitamente humillar al lector.

EL PERIODISTA DEPORTIVO DEBE CONOCER IDIOMAS. Es


fundamental. Forma parte de la necesidad imperiosa de su
educación general. Es muy triste la situación humana, espiritual y
además periodística del periodista que no domina, por lo menos, el
idioma mundial de más uso, que hasta ahora es el inglés.

EL PERIODISTA DEBE TENER POR NORMA LA


VERDAD…pero puede tener que callar. El periodista esta sujeto a
muchas normas donde aparentemente admitimos subnormas en
contradicción con ellas. Hay una sola cosa absolutamente necesaria
en periodismo: nunca mentir. En ese punto no hay casos particulares
que marquen la excepción a la norma. Por mentira interpretemos
siempre lo que nuestra conciencia no da por cierto, puesto que es
sabido que no hay ninguna verdad definitiva.

HAY UNA SOLA COSA ABSOLUTAMENTE


NECESARIA EN PERIODISMO: NUNCA
MENTIR

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