Un sueño soñaba anoche —¡Ábreme la puerta, blanca,
soñito del alma mía, ábreme la puerta, niña! soñaba con mis amores, —¿Cómo te podré yo abrir que en mis brazos los tenía. si la ocasión no es venida? Vi entrar señora tan blanca, Mi padre no fue al palacio, muy más que la nieve fría. mi madre no está dormida. —¿Por dónde has entrado, amor? —Si no me abres esta noche, ¿Cómo has entrado, mi vida? ya no me abrirás, querida; Las puertas están cerradas, la Muerte me está buscando, ventanas y celosías. junto a ti vida sería. —No soy el amor, amante: —Vete bajo la ventana la Muerte que Dios te envía. donde labraba y cosía, —¡Ay, Muerte tan rigurosa, te echaré cordón de seda déjame vivir un día! para que subas arriba, —Un día no puede ser, y si el cordón no alcanzare, una hora tienes de vida. mis trenzas añadiría. Muy deprisa se calzaba, La fina seda se rompe; más deprisa se vestía; la muerte que allí venía: ya se va para la calle, —Vamos, el enamorado, en donde su amor vivía. que la hora ya está cumplida.
Se trata de un texto poético, en concreto de un romance, al
presentar el siguiente esquema métrico: 8-,8a, 8-, 8a,…con rima asonante (i/a).
Por la temática que ofrece, se encuadra dentro de los líricos,
poniendo de relieve la figura de la Muerte (v.12). Su personificación (v.5) –emparentada con las Danzas de la Muerte tan del gusto medieval, época en la que se encuadra el poema-es lo que articula el texto. Es el antagonista de otro personaje, el enamorado (v.39).
Es coherente con respecto a su contenido, pues se estructura en tres
partes bien diferenciadas: la introducción (vv.1-6), el nudo ( hasta el verso 36 ) y el desenlace.
El inicio es una narración en primera persona (por los posesivos
mía, míos), contada por el hombre al que la Muerte acude a buscar. Mediante un juego de repeticiones y derivaciones del verbo soñar (soñaba, soñito, sueño) se nos adentra de forma cercana y emotiva al relato de lo que le sucederá después. Interviene, igualmente, el tercer personaje, mis amores (v. 3), expresado en plural pese a referirse a un singular, antecedente de los dos anafóricos del verso siguiente que, los. Y también, entra en escena, una señora tan blanca, a la que confunde con su amante, recién soñada. Resalta su blancura en comparación con la nieve, a la que acompaña el epíteto claro de fría. No es un atributo casual de belleza femenina, puesto que se refiere a la mujer que ama con el mismo adjetivo con posterioridad (v.21). Esto es porque en la Edad Media el ideal de beldad de la mujer era aquella de piel clara y cabellos rubios, entre otras características. Asimismo, el encuadre temporal medieval del poema se advierte también en la construcción arcaizante muy más.
A continuación, en las dos restantes partes, se pasa a un estilo
directo, ya que aparecen varias conversaciones fácilmente reconocibles por sus guiones y sus vocativos (vv. 7,11,22,39…), y una narración en tercera persona. Esta reproducción de pequeñas escenas casi teatrales, entremezcladas con breves acciones narrativas, le dota al texto de mucha intensidad y dramatismo: la cercanía que se pretende mostrar de los hechos y sentimientos ; la selección de frases cortas, pero plenas semánticamente (abundan las oraciones enunciativas negativas –versos 11,15,24,35… y las imperativas –versos 14,21,31,…); la musicalidad y la concisión logradas por el uso del paralelismo (vv.7-8, 21-22, 25-26,..) y la repetición (vocablos como Muerte, día, amor, deprisa, hora, seda,… ); la elipsis, ahondando en la concreción léxica, muy acentuada por signos de puntuación tales como los dos puntos (vv. 11, 29 y 39) y el punto y coma ( vv. 18, 28, 38).
Junto con estos recursos, se observan otros elementos de cohesión,
como la redundancia del verso 34, la antonimia (en la dicotomía clara muerte-vida ), la conjugación verbal de abrir (de forma salteada, entre los versos 21-28), la sinonimia (en las distintas formas de dirigirse a la amada: amor, mi vida, blanca, niña…), los deícticos tanto temporales (v.27) como espaciales ( v.38), anáforas (en su mayor parte referidas a los personajes, de ahí la abundante presencia de pronombres personales: yo, me, ti, se,…; aunque también destaca el relativo donde, vv. 20 y 32). Sin olvidar, las figuras retóricas; siendo las más importantes, junto con las antes mencionadas, el hipérbaton (v.16,20) y el epíteto ( fina seda). Además de la intertextualidad que se aprecia en el verso 36, donde se nos remite a un cuento clásico, el de Rapunzel.
Por último, nos gustaría destacar la intención efectista –emotiva y
dramática, como se indicó al inicio- del texto. Hay una deliberada imprecisión espacial (calle, puertas, allí) y temporal (se inicia en pasado, se cierra el relato en presente), a favor de resaltar el hecho en sí, motivo universal: la llegada implacable de la hora de la muerte, aun por encima del amor.