Sie sind auf Seite 1von 2

Ariel de La Fuente (1999)

PEÑALOZA (1796-1863)

El Chacho, caudillo de los Llanos

El asesinato del caudillo daría lugar a un apasionado entrevero de letrados que dejó su marca en las tradiciones culturales y
políticas argentinas. En Vida del Chacho, José Hernández descargó su ira sobre el “bárbaro Sarmiento” y “los salvajes
unitarios”. Sarmiento ensayó una justificación en El Chacho, último caudillo de la montonera de los Llanos: había muerto “como
jefe notorio de bandas de salteadores (…) su cabeza puesta en un poste en el teatro de sus fechorías. Ésta es la ley y la forma
tradicional de la ejecución del salteador”. En la década de 1880, la figura del caudillo reapareció en El Chacho, Los Montoneros
y La muerte de un Héroe, novelas populares en las que Eduardo Gutierrez repasó algunos de los aspectos más controvertidos de
proceso de organización nacional. Pero no fue sólo en la cultura letrada que el Chacho sobrevivió. A principios de la década de
1920, su figura ocupaba un lugar especial en las tradiciones orales de algunas provincias del Interior, cuyo repertorio de cantares
y relatos lo recordaba como un héroe popular.

La carrera política del caudillo

Ángel Vicente Peñaloza nació en los Llanos y comenzó su carrera política en la década de 1820 como subalterno de facundo
Quiroga. Siguió militando en el federalismo, hasta que en 1840 él y otros jefes federales riojanos se unieron al movimiento
unitario de la Coalición del Norte. Luego de la derrota de ésta última se exilió en Chile, aunque seguiría luchando contra Rosas.
El fracaso lo convenció de las dificultades y limitaciones de la resistencia contra el régimen rosista y decidió negociar su regreso
al federalismo (aunque no al rosismo) con el caudillo sanjuanino Nazario Benavides. Por un tiempo permaneció en San Juan bajo
la protección y vigilancia de Benavides, para luego regresar a La Rioja. Desde 1848 el Chacho sería el árbitro de la vida política
riojana, influencia reconocida por el Gobierno de la Confederación, que en 1855 lo ascendió a coronel y en 1859 a general. Pero
la derrota de Urquiza en Pavón, en septiembre de 1861, y la consecuente caída del gobierno de la Confederación cambiaron el
mapa político argentino. El nuevo gobierno nacional encabezado por Mitre decidió lanzarse a la conquista militar del interior,
donde la mayor parte de las provincias estaban todavía en poder de los federales. El Chacho siguió adelante con su estrategia y en
marzo de 1862 se levantó contra el gobierno de Mitre. La rebelión, que abarcó la Rioja, San Juan, San Luis y el oeste de Córdoba,
duró tres meses, y a fines de mayo de 1862 el gobierno nacional y el jefe llanisto firmaron el Tratado de la Banderita. En el
acuerdo, el gobierno de Mitre le reconoció el rango de general y otorgó amnistía a todos los rebeldes. Por su parte, Peñaloza era
responsable de la obediencia hacia el gobierno nacional de los federales riojanos y de los de algunas provincias vecinas. Sin
embargo, el acuerdo fracasó. Por un lado las autoridades unitarias de Córdoba, San Luis y San Juan desconociendo la amnistía
apresaron y ejecutaron a algunos gauchos chachistas. Por el otro, algunos de los lugartenientes del Chacho encabezaban pequeñas
montoneras que invadían los departamentos colindantes y ejecutaban a las autoridades de campaña. Así, en marzo de 1863, el
Chacho lanzó su segunda rebelión en contra del gobierno nacional. Iba a demostrar que todavía era un obstáculo para la
hegemonía porteña en el Interior, y en junio de 1863 logró controlar Córdoba por varios días. Sin embargo, derrotado por Paunero
en la batalla de Las Playas, se retiró hacia La Rioja. Logró reorganizar sus fuerzas y levantó una nueva montonera de
aproximadamente 2000 gauchos. Así, desde septiembre, intentó llegar a un acuerdo con el gobierno nacional. Éste, por su parte,
ahora estaba convencido de que la única forma de lograr la obediencia de La Rioja era la completa derrota militar del caudillo,
que estuvo a cargo de Arredondo en Caucete a finales de octubre. Con sus tropas diezmadas, el Chacho se retiró al pueblo de
Olta, en los Llanos, donde se entregó prisionero a las tropas unitarias el 12 de noviembre de 1863, siendo asesinado en el acto. Sin
embargo, la resistencia de los federales riojanos no se extinguió.

Los Llanos

La ganadería fue la principal actividad económica de los Llanos y su ganado abastecía las ciudades de La Rioja y San Juan. Los
Peñaloza estaban entre las familias de origen español más antiguas de los Llanos. Pero durante el siglo XIX, los Peñaloza, como
la mayoría de las familias más ricas de los Llanos, se empobrecerían como consecuencia del estancamiento de la economía y de la
subdivisión de la tierra entre numerosos herederos. No obstante a mediados de la década de 1850, las tierras que el Chacho tenía
en las mercedes de la hediondita y de Guaja hacían de él uno de los propietarios más ricos de los Llanos. Sin embargo,
considerada en términos de las economías ganaderas del litoral ligadas al mercado atlántico, estas fortunas eran menos que
medianas.

Estado y política en La Rioja

El problema más grave que enfrentaba el Estado riojano desde la Independencia era la pobreza de recursos fiscales. El
presupuesto sólo alcanzaba para pagar el sueldo de sesenta y cuatro personas, lo cual afectaba a las instituciones encargadas de
mantener el orden público. Con esta escasa fuerza, el Estado era incapaz de ejercer el monopolio legítimo de la violencia y
tampoco podía mantener el orden público, imponer su autoridad o poner límites a los conflictos que surgieran de la competencia
política entre partidos. Por lo tanto, el ejercicio de la violencia privada era la alternativa que tenían los ciudadanos para garantizar

1
sus derechos políticos, violencia que surgía de la capacidad de los partidos en conflicto para cultivar clientelas y movilizar gente.
En la Rioja, este poder de movilización había hecho de los federales, y en especial de Peñaloza, los árbitros de la vida política
provincial. La clientela le daba al Chacho la capacidad de poner y sacar gobernadores casi a voluntad. En este contexto, el partido
unitario local, minoritario, se vio forzado a buscar apoyo fuera de La Rioja, apelando a una base de poder que no dependiera de
su capacidad de movilización. Luego de Pavón, las tropas porteñas que intentaban controlar el Interior se convirtieron en las
aliadas ideales.

Montoneros y montoneras

Además de la capacidad de movilización que tenía personalmente, Peñaloza también contaba con la asistencia de caudillos de
menor rango. Muchos de los gauchos que participaban en la montonera lo hacían bajo las órdenes directas de jefes federales
intermedios, que reconocían el liderazgo del Chacho y a cuyo servicio ponían a su gente. La mayor parte de esos caudillos
intermedios habitaban y operaban en los Llanos y en el valle de Famatina, en el oeste de La Rioja. Seguían al Chacho no sólo por
lealtad personal sino porque también compartían la afiliación federal. En el caso de los jefes llanistos, varios eran propietarios de
tierras y criadores de ganado, y también había entre ellos un comerciante, un labrador, un arriero y un peón. En cuanto a los
caudillos del valle de Famatina, dos eran personajes prominentes del valle, pero el resto eran pequeños propietarios de origen
indígena que cultivaban la parte que les correspondía de las tierras comunales de pueblos que habían sido reducciones de indios.
Si bien los gauchos tenían relaciones de lealtad personal con los jefes, eso no quería decir que los siguieran sin saber o sin
importarles a favor de quienes eran movilizados. La mayor parte de los gauchos que ocupaban los escalones más bajos de la
montonera habían surgido de los Llanos, y en menor medida del valle de Famatina, aunque también los que habitaban otras zonas
de la provincia se movilizaban. Casi todos tenían una ocupación definida. La mayoría eran labradores que vivían principalmente
de una agricultura de subsistencia, otros eran artesanos, arrieros, peones y jornaleros. Muchos estaban casados y tenían familia.
Como las guardias nacionales, las montoneras estaban organizadas jerárquicamente y los grados asignados a sus integrantes
reproducían las de las milicias. Una de las manifestaciones más claras de esto era lo que los mismos rebeldes llamaban el
“consejo de guerra”. Se trataba de juicios ad hoc y verbales que se empleaban tanto contra los enemigos políticos como contra
los integrantes de la rebelión.

Los montoneros y sus motivos

Los gauchos podían incorporarse a una montonera por varios motivos. Uno eran los beneficios materiales que esperaban obtener
durante su participación, entre los cuales se contaba la remuneración en dinero que los jefes ofrecían. Sin embargo, los mismos
caudillos entendían que los incentivos monetarios eran más efectivos si se los combinaba con otras ofertas de carácter político.
Entonces, ¿cuál era el origen de la lealtad de los gauchos hacia Peñaloza? El Chacho mantenía una presencia importante en la
vida cotidiana de los gauchos, a quienes asistía en sus momentos de necesidades materiales. El caudillo también protegía y asistía
a los gauchos en sus conflictos con otros miembros de la sociedad de los Llanos. Además, tenía una animada vida social que
también le permitía establecer y renovar sus lazos personales con los habitantes de los Llanos y de las provincias vecinas. En estas
ocasiones, exhibía una notable cercanía en el trato con los gauchos. Pero si bien estas actitudes sugieren el esfuerzo que Peñaloza
ponía en la relación con sus seguidores, también es cierto que esta familiaridad en el trato era posible gracias a que su educación y
sus costumbres no estaban muy alejadas de las de los gauchos. Aunque la sociedad llanista mostraba una clara distancia social
entre los criadores más ricos y los habitantes más pobres, esto no necesariamente implicaba una gran brecha cultural entre los dos
sectores.

Los gauchos y el federalismo

Más allá de la lealtad personal que el Chacho inspiraba y que motivaba a los gauchos a seguirlo, aquéllos eran conscientes de que
su movilización a favor del caudillo implicaba hacerlo a favor del federalismo y, en general, en contra del unitarismo. La
identificación entre chachismo y federalismo se haría más evidente en la continuidad que tanto los caudillos intermedios como los
gauchos mostrarían en su militancia aún después de la muerte de Peñaloza, cuando participaron en las numerosas rebeliones
federales que tuvieron lugar en la provincia durante el resto de la década de 1860. Para los gauchos, integrarse a las montoneras
federales y seguir al Chacho, entre otras cosas, significaba defender a La Rioja contra “los porteños” que habían ocupado la
provincia y traído la guerra y, consecuentemente, la devastación y el hambre. La movilización a favor del federalismo era
también una forma de defender la religión católica contra las actitudes seculares con que se asociaba a los unitarios. En ciertas
áreas de La Rioja, el federalismo había tomado también connotaciones agrarias. La superposición de conflictos había sido
advertida por Sarmiento, quien calificaba a las montoneras del Chacho como “movimiento indígena campesino”. Por otra parte, el
conflicto partidario y, consecuentemente, también las movilizaciones federales, tenían connotaciones de conflicto étnico. En
consecuencia, de acuerdo con algunos de los protagonistas, el conflicto entre unitarios y federales tomaba la forma de una “guerra
de castas”, en la cual uno de los objetivos de los montoneros federales era “acabar con los blancos”.

La década de 1860 marcó el comienzo de un orden político en el que pronto unitarismo y federalismo serían irrelevantes. Pero las
divisas, sus luchas y sus protagonistas vivirían por décadas en la memoria de los llanistos.

[Ariel de la Fuente, “Peñaloza (1796-1863)”, en Jorge Lafforgue (editor), Historias de Caudillos Argentinos, Punto de
Lectura, Buenos Aires, 2002, pp. 383-404 ]

Das könnte Ihnen auch gefallen