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ISSN Nº 1390-079X
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PPL Impresores 2529762
Quito
flandazurippl@andinanet.net
marzo 2010
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ÍNDICE GENERAL
Editorial 7
EN EL BICENTENARIO 11
• De la utopía al martirio. Quito 1809-1810
Enrique Muñoz Larrea 13
• La organización judicial durante
el movimiento independentista de 1809.
Sus protagonistas y su jurisdicción territorial
Patricio Muñoz Valdivieso 102
• El bicentenario de la revolución quiteña:
Cuestionamientos y nuevas interpretaciones
Gonzalo Ortiz Crespo 143
• En busca del Acta de la Independencia de Quito
Gustavo Pérez Ramírez 165
• Mensajes cifrados de la revolución
Hernán Rodríguez Castelo 185
• Un clérigo patriota: el doctor don josé de Salazar y Rivera
Gregorio César De Larrea 193
5
RECENSIONES 317
• El Comisionado Regio Carlos Montúfar y Larrea.
Sedicioso, insurgente y rebelde.
Hernán Rodríguez Castelo 319
• Olmedo el hombre y el escritor
Hno. Eduardo Muñoz Borrero 322
• Historia del Acta de la Independencia de Quito
del Diez de Agosto de 1809
Hernán Rodríguez Castelo 328
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ste nuevo número del Boletín de la Academia Nacional de
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E D I TO R I A L
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EN EL
BICENTENARIO
DE LA UTOPÍA AL MARTIRIO
QUITO 1809-1810
INTRODUCCIÓN
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“Un pueblo que conoce sus deberes y que para defender su libertad e
independencia ha separado del mando a los intrusos y está con las
armas en las manos resuelto a morir o vencer, no reconoce más juez
que a Dios, a nadie satisface por obligación, pero lo debe hacer por
honor. En esta inteligencia, el pueblo de Quito da al mundo entero
razón de su conducta tocante a los acontecimientos políticos del día.
…Y, que habiendo cesado el aprobante de los Magistrados, han cesado
también éstos sin disputa alguna en sus funciones, quedando por ne-
cesidad la soberanía en el Pueblo.” 2
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CAPITULO I
“Señores:
Qué objetos tan grandes y sagrados son los que nos han reunido
en este respetable lugar. La conservación de la verdadera religión, la
defensa de nuestro legítimo monarca y la prosperidad de la Patria. Veis
aquí los bienes más preciosos que hacen la perfecta felicidad del género
humano, cuan dignos son nuestro amor, nuestro celo y veneración y
como no temblar yo al verme constituido por el voto unánime de ese
pueblo generoso por cabeza de la Suprema Junta que se compone de
los ciudadanos más dignos de esta ilustre capital. Conozco señores que
5 Archivo AHNM. Sección Consejos. Legajo 21676. Carpeta 1. Exp. 1. Doc.5. Copia de un original
que me remitió y la asigno y firmo en Cartagena de Indias a 11 de octubre de 1809. (f) josé An-
tonio Fernández.
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Vocales de la Junta:
Los excmos e ilustrísimos Señores Obispos de Quito y Cuenca.
Los excelentísimos representantes de los barrios, y Cabildo señores:
Marqués de Solanda y don Juan José Guerrero y Matéu, representantes
de la ciudad.
6 BANH. Número 73. Hay una ligera variación de nombres con el acta notarial levantada de
este acto, que consta en la nota.
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Consejo:
El Ilmo. señor doctor don José Javier Ascásubi, quien preside las salas
de lo Civil y lo Criminal.
Senadores: 7
Sala de lo Civil, con el tratamiento de Señoría:
El señor doctor don Pedro Jacinto de Escobar, Decano.
El señor doctor don José de Salvador
El señor doctor don Pedro Quiñones y Cienfuegos
El señor doctor don Antonio Tejada
El señor doctor don Mariano Merizalde, Fiscal
Sala de lo Criminal:
El señor doctor don Felipe Fuertes Amar, Regente
El señor doctor don Luís Quijano, Decano
El señor doctor don José del Corral
El señor doctor don Bernardo de León
El señor doctor don Salvador Murgüeitio
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Plana Mayor:
-Inspector general con tratamiento de Señoría y grado de coronel, don
Juan de Salinas.
-Auditor de Guerra con grado de teniente coronel,
el doctor don Juan Pablo de Arenas
Sargentos Mayores:
-Don Nicolás Aguilera
-Don Manuel Aguilar
-Don Xavier Zambrano 9
Ayudantes Mayores:
Don José Vinuesa
8 En la nueva organización del Ejército español de 1780 se creó el piquete que fue la unidad más
pequeña de la Infantería formado por 15 a 20 hombres; la compañía por 100 a 200 hombres; el
batallón que agrupaba a varias compañías y variaba entre 600 a 800 infantes y los regimientos
que podían unir a dos o más batallones, igual estructura se continuó en la Falange quiteña-
9 Por su participación en el golpe revolucionario les ascendieron al teniente Aguilera y al Sar-
gento Zambrano al grado de sargentos mayores (comandantes).
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Abanderados:
-Seis alférez.
-Tres capellanes.
-Tres cirujanos.
-Un Tambor Mayor.
Más tarde se completaría el regimiento Fernando 7º con las siguientes
unidades, bajo el mando de 20 capitanes, 20 tenientes, 20 subtenientes,
50 cadetes, 25 sargentos, como pié veterano10 y 500 hombres de tropa.
Primer batallón:
- Teniente coronel don Xavier de Ascásubi y Matéu.
- Sargento mayor don Xavier Matéu y Zambrano.
- Ayudante Mayor don José Vinuesa.
- Capellán doctor José Joaquín Corella.
- Médico doctor Miguel Luna,
- ayudante, Pedro Monrroy.
Segundo Batallón:
- Teniente coronel don Antonio Ante.
- Sargento mayor don Nicolás Aguilera.
- Ayudante mayor don Mariano Ortiz.
- Capellán doctor Antonio Castelo.
- Médico don Pedro Jesuenes.
Tercer Batallón:
- Teniente coronel don Joaquín Zaldumbide.
- Sargento mayor don Manuel Aguilar.
- Ayudante mayor don Mariano Cevallos.
- Capellán doctor Pablo Arévalo.
1 Batallón de granaderos.
1 Compañía de artillería con 10 cañones, con un total de 600 hombres.
10 El pie veterano, era el así denominado en el ejército Real, al instructor de las tropas novicias.
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11 BANH. Número 73. Carta enviada de Quito el 17 de agosto de 1809 por el Presbítero don
Manuel Quiñones a su hermano el Alférez Real don Nicolás de Quiñones, residente en Bar-
bacoas.
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“el diez y seis, en la Sala de San Agustín asistieron todos los cuer-
pos (gobierno, eclesiástico, militar) y pueblo, ratificaron las elecciones
antes hechas y fue un día de mucho gozo donde se presentaron las
arengas y el manifiesto del pueblo que le remito impresas, dando
sus motivos de haber levantado la voz, en fin, todo se ha mudado sin
haber derramamiento de una gota de sangre, con lo que se ve clara-
mente que la mano Omnipotente ha estado pródiga con Quito, liber-
tándonos también del tremendo día en que los chapetones tenían
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tal a don Juan Salinas; de auditor de guerra a don Juan Pablo Arenas.
Que para la más pronta y recta administración de justicia crearon
un Senado compuesto de dos salas, civil y criminal con un gobernador
a su cabeza. La de lo civil tendrá un decano, tres senadores y un fiscal.
La de lo criminal un regente, un decano, tres senadores, un fiscal, un
protector general y un alguacil mayor cuyos nombramientos firmaron
todos los que han dado sus poderes como diputado del pueblo. En su
consecuencia los S.S. que componen la suprema junta mandaron con-
gregar por medio de S.A.S. que dirigió oficios a todos los cuerpos res-
pectivos al convento del gran padre San Agustín el 16 del corriente y
habiéndose así verificado se extendió el acta cuyo tenor copiado a la
letra es como sigue:
En la ciudad de San Francisco de Quito en 16 de agosto de 1809,
estando en la Sala Capitular del convento máximo del gran padre San
Agustín destinado por su mayor capacidad, congregados por medio de
oficios despachados por Su Alteza Serenísima, el señor Presidente de
la Suprema Junta Gubernativa Marqués de Selva Alegre, el Ilustrísimo
Sr. Obispo don José Cuero y Caicedo, el I. Cabildo de esta ciudad, el
venerable Dean y cabildo eclesiástico, el alguacil mayor de Corte y Mi-
nistros de la Real Hacienda, los jefes del cuerpo veterano y milicias, el
cuerpo literario de la Universidad, los curas de las parroquias inme-
diatas, los rectores y colegios de San Luis y San Fernando, los Rvdos.
PP. Prelados de las religiones con sus individuos, el colegio de aboga-
dos, el Diputado e individuos del comercio, los jefes y administradores
de las Reales Rentas, los Excmos. Procuradores y subalternos del Se-
nado y juzgados, los nobles del lugar con mucho concurso público, a
efecto de que enterados de la voluntad del pueblo explicadas en actas
de la constitución del nuevo gobierno dijesen libremente sus senti-
mientos sobre el establecimiento que se había acordado, precedidas de
unas breves peroraciones que hizo Su Alteza Serenísima el señor pre-
sidente y los Excmos. Señores ministros don Manuel Rodríguez de
Quiroga y don Juan de Larrea, manifestando los motivos que habían
invitado al pueblo a formar la Suprema Junta y ventajas que de ella
resultarían y leídas por el Excmo. señor Ministro de estado don Juan
de Dios Morales las actas y diligencias que se extendieron antes so-
lemnemente, todos unánimemente y conformes con respectivo vivas y
aclamaciones de júbilo, ratificaron cuanto se había propuesto y orde-
nando como que se dirigía a unos fines santos de conservar intacta la
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que hoy tomarán las cosas, por haberse creado en esta ciudad otros dis-
tintos Magistrados con deposición del Excelentísimo Señor Castilla y
demás Ministros que componían esta Real Audiencia el día diez del
corriente: el que cuando ésta llegue a sus manos le contemplo mejor
impuesto que yo mismo por las noticias que habrán llegado a esa Ciu-
dad. Aquí la Suprema Junta que se ha erigido a nombre de nuestro
amado Soberano Fernando Séptimo está manejándose con la mayor
prudencia y sagacidad, especialmente el Serenísimo Señor Presidente
marqués de Selva Alegre. Mas con todo, como la voz del Pueblo sea
contra los Chapetones, de los cuales también están presos don Simón
Sáenz y don José Vergara. Administrador de Correos, cuyo empleo ha
vacado no sé la suerte que a mi me tocará pues algunos dicen que a
todos se echaran por Mainas y otros destinos. No sé la suerte que por
esta razón me tocará: pues aunque algunos amigos me esfuerzan prin-
cipalmente mi fino amigo y también de usted don Francisco de la Flor,
con quién pasé a visitar a dicho señor Presidente y nos abrasó con la
mayor benevolencia: en lances tales suele la emulación o algún fin par-
ticular levantar muchas llamas por que se queme aún la inocencia.
Yo quedo resignado gustosamente en lo que Dios quiera disponer
de mi persona, pues como pecador, no merezco sino su justa indigna-
ción, por más que como Ciudadano no he dado en parte alguna el me-
nor mérito para que se me pueda causar la menor molestia; es preciso
vivir en el día con el mayor temor y recelo, porque no podemos penetrar
las intensiones ocultas y humanas por solo tocar a Dios su investiga-
ción y movimientos. En este estado lo que más acongoja es que si se
verifica nuestra expatriación a regiones extrañas y remotas es forzoso
ir a morir y perecer de necesidad por no tener absolutamente medios
algunos para subvenir a esta calamidad, cuando como a Usted tengo
abiertamente significado como a mi amante hijo y favorecedor que aun
esta Ciudad ajena a estos padecimientos, he pasado amargos días y los
estoy pasando por la misma razón: Que hemos de hacer, que en todo
se cumpla la voluntad y resolución de nuestro Soberano Dios que todo
lo permite y dispone según conviene para la mayor gloria. No obstante
esta calamidad, entre tanto, por medio de mis buenos amigos, procu-
raremos el medio más oportuno al buen éxito de los negocios que trae-
mos entre manos, principalmente el del Escribano en cuya separación
de esa Ciudad estriba la mayor quietud y sosiego de ese vecindario.
Quiera Dios que así sea, aunque hoy tenemos que lidiar con muchos
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más manos que antes pero nada se aventurará por falta de Diligencia.
Estoy impuesto de que pretende algún acomodo en esta Ciudad aunque
sea de oficial de Pluma en Real Hacienda, bien aquí o Cuenca, si le
consigue creo verificados nuestros deseos y estaremos libres de seme-
jante ladilla.
Pretende esta Ciudad, que Barbacoas se sujete a su estableci-
miento, como Popayán, Pasto y más lugares de aquel Gobierno y que
los Reales Intereses vengan a estas casas. No sé lo que pensará aquella
capital que creo será el Norte de Barbacoas y demás lugares de su go-
bernación. En cuyo particular como que usted es sujeto de los mas aco-
modados en su Patria y cargado de hijos espero se manejará con la
mayor cordura y prudencia de modo que no meta en casa el menor dis-
gusto y mucho menos la ruina. Procurando como antes le tengo escrito
el mejor trato con sus esclavos, no sea cosa que por algún no pensado
caso vengamos a ser esclavos de ellos a buen librar. No lo quiera ni
permita el Señor porque sería la más terrible ruina de esa pobre pro-
vincia y cuando usted me escriba por los Correos nada me toque de
esos particulares porque no hay seguridad de que se entreguen las car-
tas como vienen y bueno es cautelarnos de la mejor sorpresa que para
escribir lo que acomode a cada uno, solo puede hacerse por medio de
un coadjutor seguro y de muchísima confianza, como el portador de
ésta, porque de otro modo no me atrevería a escribir a Usted ni aun
mis recelos ni mis sentimientos.
El diez y nueve del presente se fue el excelentísimo Señor Castilla
a su quinta de Iñaquito entre tanto verifica su Marcha, que no se le
restringe el que la verifique por donde quiera. Y ha andado tan cris-
tiano que con don Carlos Estrella primer oficial de la Secretaria de go-
bierno me mando tacita consabida conforme se la entregue y di recibo
de ella quedando a su disposición de usted junto con mi reconocida vo-
luntad.
Ya dije a Usted que no hay que contar con lo que le debía el di-
funto Presidente porque sus bienes no alcanzan a pagar la mitad de lo
que debe, más con todo si quiere Usted que hagamos la oposición
mande el recibo de los Doblones de dicho amigo porque de lo contrario
no podrá hacerse la menor vitalidad. 15
Diego me escribe en este Correo no tener orden de Usted para re-
mitir los mil pesos restantes que Usted me dijo después de pagados de
15 Habla del Barón de Carondelet.
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17 AHNM, en carta de 23 de agosto de 1809 desde Riobamba a don Melchor Aymerich, indica
hallarse huido de Quito en esa ciudad.
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los demás.
Por otra parte es indispensable hacer presentes a V.M. algunos
hechos de estos rebeldes, que dan a conocer bien claro su modo horroro-
so de pensar, pues habiéndose empezado a predicar por los Curas del
Sagrario contra esta revolución, abocaron a la puerta los cañones, con
el designio de dispararles, siempre que se oyese repetir los sermones
que no les acomodaba, haciendo el mayor desprecio del Ssmo. Sto. y
no perdonando ya a la dignidad del Rvdo. Obispo, desengañado por
sus perversas ideas.
En este estado, saben que algunos pueblos se les rebelan. Que las
tropas remitidas para contener y castigar la insurrección, las tienen
casi a la vista, gracias a las acertadas y aceleradas providencias toma-
das contra ellos por los Virreyes de Lima y Santa Fe, y por los Gober-
nadores de Popayán, Guayaquil y Cuenca, y por heroísmo del Rvdo.
Obispo de la citada Cuenca. Conocen el entusiasmo de estas Provin-
cias, todas reclamando contra la de Quito. Les consta la gloriosa acción
dispuesta y organizada por el Comandante de las de Popayán y Pasto,
D. Francisco Gregario Angula, quien viendo al Ejército de los rebeldes
en disposición de ofender con su artillería y el asedio en que tenían a
los de Barbacoas, los acometió, haciendo prisioneros a los que no pu-
dieron huir, siendo uno de ellos el citado Comandante de Artillería D.
José Ipinza, dejando en el campo siete cañones, las armas, municiones
y demás pertrechos de boca y guerra. En este conjunto de circunstan-
cias, se atemorizan los rebeldes de Quito y piensan discurrir unos nue-
vos medios, en mi corto entender peores que los primeros, y son reponer
por fuerza al Presidente, obligándole a obrar según el dictamen de los
insurgentes; no dándole libertad ni para renunciar ni para firmar otras
providencias que aquellas que son conformes con su sistema revolu-
cionario, y aquellas que dimanan y son propias de sus desleales ideas,
de esta suerte consiguen del Presidente el que escriba Oficios a los Co-
mandantes de las tropas impidiendo su entrada, que es todo el objeto
de los rebeldes, para agitar entre tanto a la Capital y demás pueblos;
rehacerse y tal vez esperar los auxilios que ellos dicen haber pedido. Le
obligan a hacer una consulta dirigida al Virrey, para que no se repon-
gan las autoridades y demás empleados arrebatados por los rebeldes.
A que funde una Audiencia, haciendo Regente al referido Oidor D.
Felipe Fuertes, nombrando de conjueces a dos Abogados que fueron
sus Senadores. Mandar a la Villa de Ibarra, declarada con la de Ota-
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Estos son los movimientos y males que han causado los insur-
gentes rebeldes de Quito y todos me han obligado a hacer esta reverente
representación a V.M., y con mi mayor sumisión y respetuoso rendi-
miento.
Suplico a V.R.M. se digne hacerme la clemencia de atender la
ingenuidad y verdad con que hago esta reverente exposición, represen-
tando los acaecimientos de Quito, los daños y perjuicios que me han
causado y estoy padeciendo por las duras y desleales providencias de
aquellos insurgentes, reduciéndome al estado de una verdadera po-
breza, y obligándome a vivir separado por ahora de mi esposa y familia.
Y en atención a lo demás que sobre esto expongo a V.M. con la mayor
sumisión y respeto, a la de mis circunstancias personales, y la integri-
dad y el honor con que siempre he procurado desempeñar el Real ser-
vicio de V. M. en los destinos de Oidor y Fiscal de Vuestra Real
Audiencia del Cuzco y de Regente de la de Quito, desempeñando en
ambas partes y en otras las comisiones más delicadas que se me han
confiado, con aquel celo y exactitud que es notorio, se digne V. R. M.
la singular de sacarme de Quito, promoviéndome con igual plaza de
Regente a vuestra Real Audiencia de Lima o México; o la de promo-
verme a España, con la plaza que sea más del Soberano agrado de
V.M., y en el ínterin, la de que se contribuya con el salario corres-
pondiente a esta Regencia (de la que me han privado los rebeldes), en
cualquier parte que existiese durante la insurrección presente de
Quito, en lo que recibiré especial merced de la Soberanía de V.M.
Dios guarde a V.R.M. los muchos y felices años que hemos me-
nester para bien de sus dilatados dominios y la mayor felicidad de sus
amantes vasallos.
Cuartel General de Túquerres y Noviembre 21 de 1809.
CAPÍTULO II
LA CONTRARREVOLUCIÓN CUENCANA
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18 De esta manera Aymerich auspicia la intromisión del virreinato del Perú, que duraría hasta
1814.
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19 Nació en Quito el 23 de junio de 1765. Capitán de Milicias, Regidor perpetuo del Cabildo de
Quito, Director de la Escuela de la Concordia. Se casó con doña María Trinidad Dávalos Bor-
rero en 1815, tuvieron una única hija D. joaquina Guerrero y Dávalos quien casó con el
guayaquileño D. juan Caamaño y Arteta. Falleció en Quito en 1836.
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bierno al Conde. “Aymerich estaba cogido con la red tejida por la habi-
lidad de Arrechaga, el cual tenía mucho que temer de la entrada de las
tropas de Cuenca”.
Todas estas circunstancias debieron influir en la decisión del
conde Ruiz de Castilla de impedir la entrada a Quito del gobernador de
Cuenca ya que este se sentía fuerte y respaldado con las tropas enviadas
por el Virrey del Perú, tan es así que daba por hecho, que por lo menos,
tomaría el mando militar de Quito, para lo cual llevó consigo a toda su
familia.
El Cabildo de Cuenca también escribió al conde pidiéndole
aceptar a las tropas de Cuenca para que sean estas quien le resguarden,
misiva con otra en igual sentido que le envía el gobernador Aymerich
con su ayudante el capitán Antonio García de Trelles, este regresó a Am-
bato con la contestación al oficio del Cabildo de Cuenca y con otro diri-
gido al coronel Aymerich indicándole se retire con sus tropas a su
“departamento” considerando no ser necesarias. Acatando esta orden
dispuso el 26 de noviembre el retorno inmediato de las tropas ligeras al
mando del comandante Miguel Rada y el regreso escalonado de las
demás. Los primeros días de diciembre arriban las milicias a Cuenca; se
les recogió las armas a la tropa y les donaron los uniformes que debían
ser guardados en sus casas “encargándoseles los tengan, como memoria
de honor con el mayor aseo y cuidado, como la joya más preciosa. Se
les permite su uso solamente en los días de fiesta y en alguna otra fun-
ción extraordinaria a que concurran, tales como las procesiones, casa-
mientos, y padrinazgos..... impartiéndoles al mismo tiempo el privilegio
para el caso que hallándose con el uniforme incurrieran por su desgra-
cia, en algún delito no se deba perder el fuero militar y sea llevado al
cuartel....que se les da las gracias a nombre de su Majestad a todos los
que formaron la expedición a Quito por haberse portado como honrados
patriotas, los más sirviendo sin sueldo y vistiéndose a su costa, otros
por la escasez de su fortuna tomando el sueldo y vestido que se les ha
dado del fondo destinado al asunto”.20
20 Acta del Cabildo de Cuenca del 4 de diciembre de 1809. Libro de Cabildos 1806-1810.
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CAPÍTULO III
FIN DE LA UTOPÍA
“Sin muchos alcances sabe cualquier hombre que piensa que para
una revolución política es necesario un conocimiento exacto del país y
sus producciones para compararlas luego con las necesidades de los
naturales; saber el estado de los fondos públicos y de las rentas que
deben formarlo y calcular si estas corresponden a los gastos ordinarios
y aún exceden para ocurrir a los gastos extraordinarios. Conocer sus
fuerzas interiores y graduar si tiene la potencia necesaria para rechazar
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pagar los sueldos de los respectivos empleados, siendo así que estos
mismos ramos, antes de que se cortaran nuestras relaciones con las
provincias vecinas dejaban una existencia considerable al Erario.
Nuestras fuerzas interiores si se deducen en una justa proporción del
número de almas a que asciende la provincia no pueden pasar en rigor
de cinco mil hombres listos para tomar las armas, mas por desgracia,
estos no pasan de 700 fusiles parte de ellos inutilizados, algunos ca-
ñones de ínfimo calibre, aunque sin municiones y un corto número de
pistolas y sables. Júzguese pues si con todo este grande aparato militar
en una tierra abierta sin murallas, castillos, baluartes, etc. pueden re-
sistir al poder de la monarquía española que no mirará con indiferencia
la emancipación de la provincia quiteña. No tenemos más relaciones
exteriores que las adquiridas por el comercio y como este es tan limi-
tado, nos ha hecho un poco necesario que no pasan de Popayán por la
parte norte y Guayaquil por la del sur. Jergas, trencillas, pinturas y
algunas otras frioleras que no merecen la pena de indicarse, forman
toda la masa de nuestras negociaciones, en cambio nos viene el oro
amonedado de Popayán que es el que hace toda nuestra circulación con
las ropas de Castilla tan necesarias para nuestro vestuario. De Gua-
yaquil nos proveen el hierro y el acero para labrar los campos sin cuyas
precisas materias nos faltarían víveres para sustentarnos, nos proveen
también de la sal, del vino, del arroz, del cacao, peces, y otras menu-
dencias. La provincia de Popayán se puede pasar muy bien sin los efec-
tos de Quito, pues en el reino de Santa Fe encuentran con poca dife-
rencia los equivalentes. La de Guayaquil no se diga, pues la provincia
de Cuenca le ofrece los mismos géneros que la de Quito. Con que ve-
nimos a concluir comparadas estas necesidades recíprocas que pu-
diendo Guayaquil y Popayán pasar muy bien sin los géneros de Quito,
éste, perecería infaliblemente si aquellas dos provincias le cortasen sus
relaciones.”
Proclama exhortatoria
del Virrey de Lima al vecindario de Quito
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Francia más de cincuenta mil hombres con los mejores Generales que
habían enviado a España; cuando la Suprema Junta Central ha sido
reconocida por todas las Potencias de la Europa que están en libertad
de hacerlo, y aún aliando a nosotros algunas de ellas por medio de Tra-
tados solemnes; cuando nuestro Soberano Congreso se halla más arrai-
gado que nunca y expidiendo las celosas sabias providencias que
constan de los papeles públicos, para extirpar de una vez los bandidos
de la gavilla de Napoleón; y cuando sus conatos y esmero por la fide-
lidad de la América los ponen de manifiesto las Reales Ordenanzas que
nos dirige al intento, ¿podría imaginarse que hubiese sobre la tierra
hombres tan perversos y descarados que se atreviesen a negar la exis-
tencia de la Suprema Junta? Sí, quiteños, los ha habido y hay en vues-
tro suelo, y vosotros que conocéis sus personas habéis desconocido sus
intenciones; creed que no son otras que las de edificar sobre vuestras
ruinas su soñado engrandecimiento. Quiteños: abrid los ojos y no cre-
áis sus afectadas vociferaciones: las de Viva el Rey Fernando VII tras-
tornando sus Leyes, atropellando las legítimas autoridades, y dando
por concluida la Suprema de la Nación, que habéis jurado, es el len-
guaje de los traidores. Sí, quiteños: os vuelvo a exhortar, que miréis
por vosotros y no temáis las tropas que envío a Guayaquil, cuya van-
guardia se va a hacer a la vela; no les temáis, repito, porque son vues-
tros hermanos y van inspirados de toda la humanidad y fraternidad
que posee mi corazón; no pudiendo persuadirme que os obstinéis en
sostener vuestro engaño y querer ser tratados como hijos expósitos y
enemigos de la grande y más generosa Nación del Globo. La experien-
cia del bloqueo que sufrís por vuestra imprudencia, os hará ver prác-
ticamente que no podéis subsistir por vosotros mismos; y si esperáis el
ataque, lloraréis, como yo, con poco remedio las resultas; que vuestra
tropa ni por su número, ni instrucción ni armas, su Artillería y Jefes
que la dirigen puede resistir de modo alguno a la que se os acerca. No
confiéis en la áspera situación de ese territorio, pues los soldados y ofi-
ciales que os convidan con la amistad, no encontrarán dificultad que
no allanen. No permita la Divina Providencia que mi suerte sea tan
amarga que se llegue a hacer uso de la fuerza, en cuyo caso las tropas
atacarán con la energía que corresponde a su honor pero no, lejos de
mí semejante idea: vosotros conoceréis la razón y os someteréis a ella,
sobre el seguro de que, aunque no me corresponde el juzgamiento de
vuestra causa, me interesaré con el dignísimo Jefe Superior de ese Vi-
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Abascal
Señor Don
Manuel de Arredondo
José de Abascal.
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Francisco de Miangolarra.
Nota. Además de lo expresado van 140 armamentos completos en 10
cajones y 2 fardos para igual número de hombres del batallón de par-
dos.
Artillería 0 0 1 8
Real de Lima 2 5 6 180
Pardos 2 2 2 138
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tomando las medidas más prudentes que exigen estas estrechas cir-
cunstancias, de las que informará a V.S. con más extensión mi ayu-
dante don José María Cucalón que como persona de mi satisfacción se
halla instruido de todo.
Dios que a V.S. guarde muchos años.
Iñaquito, 8 de septiembre de 1809.
Conde Ruiz de Castilla.
Carta que envía don Juan José Guerrero, Conde de Selva Florida,
como Presidente de la Junta de Quito, ante la renuncia del Marqués
de Selva Alegre, proponiéndole al Conde Ruiz de Castilla acepte la
presidencia de la Junta y le plantea un acuerdo de siete puntos.
Excmo. Señor:
El Jefe de la Junta y de acuerdo con ella, como también con los
votos de toda la ciudad de Quito, nobleza, vecindario y cuerpos políti-
cos antes de que marche la última expedición al mando del coronel don
Juan de Salinas contra las inmediatas provincias que han cortado la
correspondencia y comunicación con esta capital, para evitar todos los
funestos efectos y sangrientas consecuencias que naturalmente deben
seguirse de una guerra civil entre los vasallos de un mismo soberano
y fieles a una misma religión, en descargo de su conciencia y en cum-
plimiento de sus deberes esenciales, propone al Excmo. Conde Ruiz de
Castilla los medios más oportunos y más eficaces para conciliar la paz,
mantener la subordinación en la dependencia, consultar a la seguridad
pública de todo este reino y evitar finalmente el derramamiento de san-
gre que ya se presenta a los ojos y por cuantos arbitrios han sugerido
la política se ha procurado estorbar y detener hasta ahora, y para que
no se le imputen en ningún tiempo los males y terribles estragos que
hayan de seguirse ni al actual jefe, ni a la junta que ha gobernado la
provincia, toma personalmente este partido para ponerse a cubierto en
lo sucesivo.
Está firmemente persuadida la junta que el Excmo. Conde Ruiz
de Castilla, consultando con su acertada prudencia, y viendo las críti-
cas circunstancias que se presentan, no podrá negarse a un partido tan
nacional, tan equitativo y tan justo como el que va a proponerse, que
aprobaría desde luego el mismo Rey N.S. y la Junta Central, su repre-
sentante.
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AUTO:
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DECRETO:
Siendo de mi cargo en el poco tiempo que he administrado este
gobierno, rectificar y metodizar los procedimientos de esta capital y de
todos sus vecinos, para que no se desvíen, ni declinen en un solo punto
de los fines conducentes a favor de la religión, mejor servicio del Rey
y bien de la patria, y al mismo tiempo el procurar que ésta o sus habi-
tantes no padezcan perjuicio ni disminución en el concepto de fidelidad
al soberano, para el mejor arreglo de cuanto importe al sosiego público
sin la más leve ofensa del vasallaje debido por justicia; llévese este oficio
a la primera Junta que se celebre, para que cuidemos de combinar per-
fectamente los intereses públicos con los del soberano y sus preciosas
regalías, guardando ante todo las leyes fundamentales de la monarquía
sin innovación alguna a que he pretendido siempre.”
“Excelentísimo Señor:
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CAPITULO IV
COMIENZA EL MARTIRIO
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32 El impuesto llamado “cabezón” fue un tanto por ciento por fanega que podía producir la
propiedad rural, de acuerdo con la medida apropiada en uso. Esto obligaba a los propietarios
a hacer producir sus tierras, ya sea trabajándolas directamente o arrendándolas.
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el doctor don Juan Pablo Arenas, don Antonio Bustamante y don Juan
de Larrea, y aunque este último no consta haber concurrido a la casa
de Ascázubi en donde se extendió el plan por Morales, la víspera de
San Lorenzo, de acuerdo con los primeros, sin embargo, la confesión
de dicho Morales, apoyada con su fuga, no menos que con la criminal
proclama que pronunció en la tumultuaria Junta celebrada en el con-
vento de San Agustín, prueba evidentemente su complicidad, consti-
tuyéndolo en el mismo grado que a los demás.
De la segunda clase según la división propuesta, aunque también
de la primera en razón del delito son todos los que en la noche del 9 de
Agosto concurrieron armados a la Casa de doña Manuela Cañizares
para de allí encaminarse al cuartel a incorporarse con la tropa seducida
y sobornada por el Capitán Salinas. Estos son, a más de los anterior-
mente designados, el cura de Píntag don José Riofrío, el de la parroquia
de San Roque don José Correa, el presbítero don Antonio Castelo, los
abogados don Antonio Ante, don Luis A., don José Padilla, don Nicolás
Jiménez, don Juan Ante, don Antonio Pineda, don Mariano Villalobos,
don Vicente Paredes, don Joaquín Barrera, don Luis Vargas, don An-
tonio Sierra, don Francisco Romero, don Toribio Ortega, don Manuel
Angulo, Francisco Guzmán, conocido por el organista, don Juan Cue-
llo, don Nicolás Vélez, don Pedro Veintimilla, el escribano don Juan
Antonio Ribadeneira, don Manuel Cevallos, don Miguel Donoso, don
Ramón Egas, don José Bosmediano, el Procurador Cristóbal Garcés,
don Carlos Larrea, don Feliciano Checa y don José Cañizares.
Por lo que hace al Marqués de Selva Alegre, Presidente de la
Junta Revolucionaria y a su hermano don Pedro Montúfar, no consta
su concurrencia en la referida noche de la toma del cuartel, ni menos
el que hubiesen convenido en el hecho, antes de que se tuviese noticia
positiva de la total ocupación de la Península por los franceses, pero
esto mismo acredita que ambos fueron sabedores así del plan, como de
su ejecución y que por consiguiente deben justamente ser numerados
en la tercera clase a pesar de resultar esto por la sola confesión de Mo-
rales respecto a que ésta se hallaba suficientemente sostenida por sus
actos posteriores, como son en cuanto al primero, la admisión del em-
pleo de Presidente de la Junta, dado por unos pocos facciosos, el ejer-
cicio de él, librando todas las providencias anexas a la seducción de las
demás provincias y resistencia a las armas de S.M. que se propusieron
los insurgentes, con la complacencia que manifestó con la gratificación
de más de 600 pesos que distribuyó entre los soldados, y finalmente su
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resguardo por haber forzado los soldados las puertas y a pesar de las
amenazas que se le hicieron al oficial contra su vida logró libertar a 6
de los que estaban encerrados, habiendo perecido sólo don Vicente Melo
que preocupado del susto o por una curiosidad indiscreta, se asomó y
recibió un balazo mortal en la cabeza cuya desgracia no pudo impedirla
el exponente.
Inmediatamente de haber salvado la vida a los expresados, oyó de
nuevo tiroteo en los calabozos de arriba y aunque concurrió con la
mayor presteza encontró ya muertos con la mayor violencia al doctor
Morales y Ascázubi y no apareciendo el centinela que les había dejado,
solo pudo reconvenir al asistente Andrés Hurtado sobre este nuevo
atentado y le dio por razón que un pelotón de soldados lo había atro-
pellado a él y al centinela amenazándoles ferozmente porque cumplían
con la orden que les había dado de oponerse a la violencia que consu-
maron forzando la puerta y matando a balazos a dichos dos presos con
la misma inhumanidad que lo habían hecho con los demás. Luego se
dirigió el exponente al calabozo o aposento del presbítero don Antonio
Castelo y habiendo encontrado a éste vivo le preguntó por sus compa-
ñeros que lo eran don Manuel Angulo y don Mariano Castillo y ha-
biéndole dicho que el primero estaba libre y oculto en un tumbado,
encontró al segundo herido entre los muertos de otro aposento a donde
había pasado casualmente, lo hizo conducir al suyo poniéndole en se-
guridad con nueva centinela, le dio aviso al administrador de correos
don José Vergara para que viniese a ver a don Manuel Angulo que
había escapado del modo que queda dicho.
Esto fue lo que individual y cierto ocurrió en ese desgraciado su-
ceso, cuya causa no pudo evitarse por la sorpresa con que se introdu-
jeron los que asaltaron al cuartel que se sacrificaron con el ímpetu más
ciego, pues según indicaban sus movimientos manifestaban estar
ebrios, lo que se conoció evidentemente con el reconocimiento que se
hizo al único que quedó vivo por haberlo encerrado los mismos presos
que escaparon en el calabozo de abajo. Así por la resistencia que hacían
los soldados de la prevención como por el fuego continuo que hacía la
guardia del palacio a la puerta del cuartel, se impidió que pudiesen
agolparse más gente para introducirse adentro lo que hubiera causado
mayor desorden y mortandad.
El exponente asegura a usted delante de Dios que no dio ninguna
orden contra los presos, ni podía haberla dado cuanto no la tuvo de su
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“Excmo. Señor:
El día 2 del presente mes experimentamos aquí la escena más san-
grienta y dolorosa. Voy a hacer a V.E. una breve relación de ella, para
que se instruya de la verdad y de lo más interesante del suceso, pues
las circunstancias del tiempo no me han permitido hacer un detalle in-
dividual de todo.
A la una y media de la tarde cuando la ciudad estaba más tran-
quila por haberse retirado las gentes a comer en sus casas, acometieron
25 hombres poco más o menos a la guardia del presidio que se componía
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35 El obispo habla del presidio en el que estaban presos los soldados de las Milicias, que se le-
vantaron el 10 de agosto, y el cuartel que era el que estaba presos los demás patriotas y ahora
se llama Real de Lima.
36 El capitán D. joaquín Villaespesa de 58 años, nacido en Teruel de calidad noble, soltero con
38 años de servicio en los regimientos de Cantabria, en el de milicias de Cartagena, en el de
Veteranos de Quito hasta su extinción, pasó a Guayaquil y vino al mando de la tropa de par-
dos de Guayaquil, que mandó el coronel Cucalón acompañando a las tropas limeñas del
coronel Arredondo. Hoja de vida obtenida en el Archivo de Simancas.
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37 Estos eran soldados de las Milicias de Quito, que no quisieron huir, como lo hicieron sus
demás compañeros.
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un maduro examen se resolvió lo que dicte del acuerdo del día 4 remi-
tirá a V.E. el presidente con el correspondiente informe.
Me parece Excelentísimo señor que no puede V.E. dejar de apro-
barlo, yo por mi parte me atrevo a suplicar a V.E. se digne no sólo rati-
ficar una resolución tan oportuna y única para evitar la destrucción
de esta provincia sino también manifestar la complacencia que le ha
de causar el que por este medio prudente haya logrado la paz y tranqui-
lidad, y que el pueblo haya sofocado sus sentimientos a la voz de una
junta que trató únicamente de su bienestar. Si estos sentimientos que
espero de la bondad de V.E. se publican por bando, como se ha hecho,
con la resolución de la Junta,38 no dudo que la paz sea estable porque
la muy alta representación de V.E. puede dar y dará sin duda al pueblo
la idea más cierta de la seguridad de cuánto le hemos prometido. De lo
contrario temo mucho y más a la vista del ejemplo de Caracas y de lo
que se nos anuncia en este correo a sucedido en Buenos Aires y Chile
cuyas noticias no puedo afirmar sean positivas, pero corren.
No nos confiemos Excmo. señor en la fuerza de las armas ni en el
celo de los ministros del que se ha desplegado con tanta energía, go-
bernémonos por la prudencia y disimulemos algo de lo que se debe a la
justicia para evitar grandes y mayores males, cediendo al imperio de
la necesidad y atendiendo a la salud del pueblo como a la suprema de
las leyes. Son estos los sentimientos de mi corazón y los dictámenes de
mi conciencia sobre que V.E. podrá resolver lo que sea de su superior
agrado quedándome a mí el consuelo de haber hecho cuanto he podido
y me ha parecido de justicia en obsequio de este pueblo que me ha con-
fiado la providencia y de los deberes de mi fidelidad al Soberano que se
ha procurado obscurecer por la preocupación y el capricho
Dios guarde a V.E. muchos años.
Quito, 6 de agosto de 1810.
José Obispo de Quito.”
38 Se convocó a un Cabildo abierto y al Real Acuerdo, que resolvieron la salida de Quito del
batallón Real de Lima, que se dirigió a Guaranda de donde más tarde fueron expulsados por
don Carlos Montufar, porque les amenazó con colgarlos y corrieron hasta Lima, abandonando
equipajes, armas e incluso un dinero que se decía era de don Simón Sáenz.
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EPÍLOGO
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39 AHNM.- Sección Consejos. Leg. 21677. Carpeta P. 2. Exp. No. 1. Doc. 38.
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alta consideración no debe impedir un remedio, que como único, para evitar
grandes males, no puede dejar de ser de la aprobación de S.E., ni su omisión
del Real Agrado.
Que se restituyan a esta ciudad, y al ejercicio libre de sus empleos, y
posesión de sus bienes, honor y estimación, todos los sujetos comprendidos
en la Causa citada de resolución.
Que de ninguna suerte se proceda a la averiguación de los que pro-
movieron, inventaron y ejecutaron la empresa arrojada del 2 del presente.
Que ni aquella, ni ésta perjudiquen a la fidelidad, rendido vasallaje y honor
de éste vecindario, que en todos tiempos, y particularmente en estos tristes
y aciagos días ha dado pruebas de su constante amor a nuestros legítimos
soberanos.
Que la tropa de Pastos y de la guarnición de Lima, salga de esta ciu-
dad y provincia a la mayor brevedad y luego después el resto de ella, pues
con ésta Providencia queda concluida su comisión de auxiliar esta plaza.
Que para el batallón que ha de levantarse en ésta ciudad, se echará
mano de los vecinos de ella y de su Provincia para que vean todos la con-
fianza que de ellos hace el gobierno, a quien deben corresponder del mismo
modo con la suya, confiando de su celo, y prudencia en todos casos y cir-
cunstancias.
Que se haga entender a todos, que la especie vertida acerca de que el
Excmo. Sr. Presidente tenía resuelto no dar curso a la comisión de D. Car-
los Montúfar, es absolutamente falsa y que en consecuencia entrará en esta
ciudad con el correspondiente decoro y se le recibirá con la misma estima-
ción y honor con que fue creado el Comisionado de la Junta de Sevilla.
Que siempre que ocurra algún incidente sobre las causas que se han
contado en virtud de ésta providencia, el Excmo. Sr. Presidente convocará
al Real Acuerdo para tratar de él, y que no se vuelva a hablar ni tratar de
éstos particulares, quedando todos enteramente extinguidos con los papeles
que existen en esta ciudad, custodiados en el archivo secreto, suplicándose
al Excmo. Sr. Virrey del Reino para que se haga lo mismo con los que se re-
mitieron a aquella capital, informando el Excmo. Sr. Presidente detallada-
mente sobre los particulares que se han tenido presentes para esta resolución
equitativa, única y necesaria en las imperiosas circunstancias del día.
Concluidos estos tratados en todo conformes a las intenciones del
Excmo. Sr. Presidente y Real Acuerdo, interpusieron ambos, para su se-
guridad y firmeza toda la real autoridad que está depositada en su Exce-
lencia y su Alteza, como que representan a la Real persona, a cuyo Sobe-
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LA ORGANIZACIÓN JUDICIAL DURANTE
EL MOVIMIENTO INDEPENDENTISTA DE 1809.
Sus protagonistas y su jurisdicción territorial
1 http://es.wikipedia.org/wiki/Carlos_IV_de_Espa%C3%B1a
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2 http://es.wikipedia.org/wiki/Conjuraci%C3%B3n_de_los_Mantuanos
3 Rodrigo Páez Terán, Correos, signos postales, filatelia: visión histórica, en Bol. de la Academia
Nacional de Historia, No. 179, 2007
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L A O R G A N I Z A C I Ó N J U D I C I A L D U R A N T E E L M O V I M I E N TO I N D E P E N D E N T I S TA
4 http://es.wikipedia.org/wiki/junta_Suprema_Central
105
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5 Rodríguez O., jaime E., Las primeras elecciones constitucionales en el Reino de Quito, 1809-
1814 y 1821-1822, en Procesos, Revista Ecuatoriana de Historia, No. 14, 1999, pp. 6, 27, 28, 51;
Libros de Google: Rodríguez O., jaime E., La Revolución Hispánica en el Reino de Quito, las
elecciones de 1809-1814 y 1821-1822, en Marta Terán y josé Antonio Serrano Ortega, editores,
Las guerras de la Independencia, Colegio de Michoacán y otros, Méjico, 2002; Rodríguez O.,
jaime E., La Revolución Política durante la época de la Independencia, El Reino de Quito 1808-
1822, Universidad Andina Simón Bolívar – Corporación Editorial Nacional, Biblioteca de His-
toria, Quito, 2006
6 Alfredo Costales Samaniego, Década sangrienta, Quito, 1954
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7 Rodríguez O., jaime E., Las primeras elecciones constitucionales en el Reino de Quito, 1809-
1814 y 1821-1822, en Procesos, Revista Ecuatoriana de Historia, No. 14, 1999, pp. 6, 27, 28, 51;
Libros de Google: Rodríguez O., jaime E., La Revolución Hispánica en el Reino de Quito, las
elecciones de 1809-1814 y 1821-1822, en Marta Terán y josé Antonio Serrano Ortega, editores,
Las guerras de la Independencia, Colegio de Michoacán y otros, Méjico, 2002; Rodríguez O.,
jaime E., La Revolución Política durante la época de la Independencia, El Reino de Quito 1808-
1822, Universidad Andina Simón Bolívar – Corporación Editorial Nacional, Biblioteca de His-
toria, Quito, 2006.
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que guarnecían esta Capital” la que al no tener el suficiente eco fue aban-
donada por su mentalizador8.
Un año antes, en 1807, cuando aún el panorama de estabilidad
política en España se mantenía, ya Rocafuerte y Morales discutieron en
la hacienda de Naranjito del primero y donde estaba refugiado Morales,
acerca de la independencia de América, “convenimos en que había lle-
gado la época de establecerla: sólo diferimos en los medios de llevarla
cabo, y obtener el mejor resultado. Yo era de sentir que esperáramos a
formar y extender la opinión, por medio de sociedades secretas, de ex-
tenderlas al Perú y a la Nueva Granada, para apoyarnos en tan podero-
sos auxiliares. El (Morales) quiso lo contrario, y que en el acto mismo se
diese el grito de independencia”9. El método sugerido por Ante era pa-
recido al de Rocafuerte. Morales luego sobrellevó su confinamiento en
Latacunga, de donde pasó a Píntag, curato que lo tenía el Dr. D. josé
Riofrío, a quien Morales convirtió en su prosélito, y desde allí realizaba
Morales sus visitas al Marqués de Selva Alegre en el obraje de Chillo
para así mismo atraerlo a la causa.
El proyecto para levantar la revolución fue retomado en ese
mismo año, pocos meses después, a raíz del arribo de Ruiz de Castilla
como Presidente el 1 de agosto de 1808, entre otros, por el Cap. D. juan
de Salinas y Zenitagoya, solo que esta vez bajo el patrocinio del Marqués
de Selva Alegre, para lo que celebraron los comprometidos varias juntas
privadas desde ese mes, en las que uno de sus asistentes fue el Dr. Ante
por invitación del mencionado Salinas. La reunión de la mañana de la
Navidad del 25 de diciembre de 1808 en la hacienda-obraje de Chillo
del indicado Marqués, antes propiedad de la Compañía de jesús, es la
primera de la que se tiene noticia. Estuvieron divididos en dos partidos,
según Arechaga en su acusación fiscal de 21 de abril de 1810, unos bus-
caban establecer una república, entendida como monárquica liberal, y
otros querían coronar a la Princesa de Brasil10. En esas tertulias, Salinas
8 Antonio Ante y Flor, “El Ciudadano manifiesta a la República de Colombia la conducta política
que ha observado desde el año nueve que su patrio suelo Quito proclamó su independencia,
hasta el año veinte y dos en que fue restituido a él del presidio de Ceuta”, Quito, 1822, con es-
tudio introductorio de jorge Salvador Lara, en Leonardo Moncayo jalil, Los Correa en el Ecua-
dor 1730-2004, SAG No. 120, Quito, 2004.
9 Roberto Andrade Rodríguez, Historia del Ecuador, Primera Parte, Biblioteca de Historia Ecua-
toriana No. 1, Corporación Editora Nacional, Segunda edición, Quito, 1982 (primera edición,
Guayaquil, 1937), tomado de Vicente Rocafuerte, “A la Nación” No. IX.
10 Roberto Andrade Rodríguez, Historia del Ecuador, Primera Parte, Biblioteca de Historia Ecua-
toriana No. 1, Corporación Editora Nacional, Segunda edición, Quito, 1982 (primera edición,
Guayaquil, 1937).
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11 Mena Villamar, Claudio, El Quito Rebelde (1809-1812), Abya Yala – Letra Nueva, Quito, 1997
12 Roberto Andrade Rodríguez, Historia del Ecuador, Primera Parte, Biblioteca de Historia Ecua-
toriana No. 1, Corporación Editora Nacional, Segunda edición, Quito, 1982 (primera edición,
Guayaquil, 1937)
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16 http://es.wikipedia.org/wiki/Revoluci%C3%B3n_de_Chuquisaca
http://es.wikipedia.org/wiki/junta_Tuitiva
http://es.wikipedia.org/wiki/Pedro_Domingo_Murillo
17 Mena Villamar, Claudio, El Quito Rebelde (1809-1812), Abya Yala – Letra Nueva, Quito, 1997
18 Alonso Valencia Llano, Élites, burocracia, clero y sectores populares en la Independencia Qui-
teña (1809-1812), Rev. Procesos No. 3, 1992
19 Octavio Latorre T., El dominio del mar: un factor olvidado en nuestra historia republicana,
en Bol. de la Academia Nacional de Historia No. 181, Quito, 2009
20 De la Torre Reyes, Carlos, La Revolución de Quito del 10 de Agosto de 1809, Banco Central
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el señalado día 10 por una asamblea compuesta por los diputados ba-
rriales de la capital, realizada en el Palacio Real, actual Palacio de Ca-
rondelet, ratificada el día 16 por una asamblea popular ampliada en la
Sala Capitular del convento de San Agustín, a la que asistieron, entre
otras autoridades, los flamantes dignatarios judiciales todos togados,
presididos por el Dr. D. josé Xavier de Ascázubi y Matheu, y jurada en
la Catedral el 17 según el español anónimo22, lo que parece más real, o
el 19 conforme el autor del Viaje Imaginario23, se dispuso la creación de
las instituciones mencionadas. El Senado era el máximo efectivo órgano
administrador de justicia, función que debía cumplirla basándose en
los principios de prontitud y rectitud, denominados actualmente de ce-
leridad y probidad; en tanto que la Falange era el ejército, al que se le
otorgó tal nombre por Quiroga en memoria de las huestes macedonias
de Alejandro Magno24.
El máximo tribunal judicial como el gobierno y el ejército esta-
ban encabezados, conforme la flamante constitución organizativa polí-
tica adoptada en el reino de Quito, por el monarca reinante D. Fernando
VII de Borbón. El ánimo autonomista–emancipador se refleja entre los
protagonistas de la revolución, muestra de ello se encuentra en la carta
del Marqués de Villa Orellana dirigida en 1809 al Dr. D. julián Francisco
Cabezas25, resaltada por Demetrio Ramos Pérez26, en ella expresaba que:
“Hemos logrado nuestra libertad, porque los motivos urgentísimos y
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peligro inminente en que estábamos por la guerra abierta que los espa-
ñoles europeos nos habían declarado a los americanos…, forzó a que se
tomase la resolución de quitarles el mando…”. Es patente la intención
autonomista–independentista, si se acepta las declaraciones de algunos
españoles que afirmaron que “a la voz de ´Quién vive?´, no se respondió
más con ´España´ sino con ´El Rey´” y cuando en la Constitución, para
representar al monarca, se designaba la junta Suprema, para actuar en
su nombre “mientras Su Majestad recupere la Península o viniere a im-
perar en América”. Los insurgentes, en principio, monárquicos o realis-
tas, dejaban a salvo de toda sospecha a la figura del príncipe reinante,
pero acusaban al mal gobierno europeo como causa de todos los males,
así desconocían a la junta Suprema Central española, dejaban a la Au-
diencia sin funciones; y abrían una puerta para una futura transforma-
ción de corte republicano no necesariamente monárquico si no se
cumplía una de esas dos condiciones por parte del monarca, no impli-
caba para un futuro próximo necesariamente que por ausencia del Rey
la monarquía debía ser representada permanentemente por otros cuer-
pos políticos.
La junta Suprema, también denominada junta Suprema Guber-
nativa o Suprema junta o junta Soberana o Consejo Central o junta Cen-
tral o junta Suprema Gubernativa Interina o Suprema junta Gubernativa
o junta Gubernativa Interina o junta Suprema Nacional, generalmente
conocida como primera junta, estuvo presidida por el quiteño D. juan
Pío Montúfar y Larrea, Marqués de Selva Alegre, quien también fue ti-
tulado Presidente del Estado, e integrada por los ministros o secretarios
de estado Dr. D. juan de Dios Morales y Leonín, n. de Santiago de Arma
de Ríonegro en la neogranadina Antioquia, Dr. D. Manuel Rodríguez
de Quiroga y Cuenca, nativo de Chuquisaca27, la actual ciudad boliviana
de Sucre, Vicerrector de la Universidad de Sto. Tomás, y el quiteño D.
juan de Larrea y Villavicencio, cuñado de Montúfar, en los despachos:
el primero para los asuntos internos, negocios extranjeros y de la guerra
(y además se lo designó como Superintendente General de Correos), el
segundo para el de gracia y justicia, y el tercero para el de hacienda; los
cuales como tales eran individuos natos de la junta Suprema. Quiroga
y el indicado Salinas, Inspector General de la Falange, serían quienes
tuvieron la iniciativa para presionar a dar el golpe revolucionario en
27 Fernando jurado Noboa, Datos genealógicos del prócer doctor Manuel Rodríguez de Quiroga
y Cuenca, Revista Museo Histórico No. 48, 1970, pp. 100-106
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28 Rodríguez Ordóñez, jaime Edmundo, La revolución de 1809: Cinco cartas de un realista anó-
nimo, en Rev. del Archivo Nacional de Historia No. 19, Casa de la Cultura, Quito, 1973 (pu-
blicadas originalmente en las Memorias del General O`Leary, Caracas, 1881, T.XIII)
29 Núñez del Arco, Ramón, Informe del Procurador General de Quito de 20 de mayo de 1813,
en Documentos Históricos, Los hombres de agosto, Boletín de la Academia Nacional de His-
toria, No. 56, 1940
30 josé Canga Arguelles, Diccionario de hacienda para el uso de los encargados de la suprema
dirección de ella, T. II, Londres, 1826
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31 Alfredo Ponce Ribadeneira, Quito: 1809-1812 según los documentos del Archivo Nacional de
Madrid, Madrid, 1960
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38 Demetrio Ramos Pérez, entre el Plata y Bogotá, cuatro claves de la emancipación ecuatoriana,
Ediciones Cultura Hispánica, Madrid, 1978, pp. 71-269
39 Rodríguez Ordóñez, jaime Edmundo, La revolución de 1809: Cinco cartas de un realista anó-
nimo, en Rev. del Archivo Nacional de Historia No. 19, Casa de la Cultura, Quito, 1973 (pu-
blicadas originalmente en las Memorias del General O`Leary, Caracas, 1881, T.XIII)
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lista dentro de las mismas filas de las instituciones creadas, así como las
deserciones, maquinadas por los Calisto, de los cabildos de Ambato (5
de octubre), Riobamba (8 de octubre), Guaranda (11 de octubre), Alausí
y Latacunga, y también de las tropas estantes en esas provincias, donde
se organizaron compañías propias; y al conocerse la inminente llegada
de las tropas represoras virreinales peruanas procedentes de Lima, las
neogranadinas procedentes de Santa Fe al mando de D. josé Dupret, las
de Popayán a cargo de D. Antonio Mendizábal, las de Pasto bajo el
mando de D. Francisco Gregorio de Angulo, las de Cali bajo la coman-
dancia de D. josé María Quijano, las de Cuenca (que jamás entraron y
debieron regresar desde Ambato) y las de Guayaquil formadas por un
escuadrón de dragones que entraron en enero de 1810 con el Goberna-
dor Cucalón. Para el 14 de octubre también Latacunga y para el 26 tam-
bién Ibarra habían regresado al redil españolista, aunque esta última y
Otavalo solamente después de Quito, es decir, luego de la entrega de la
presidencia de la junta a Ruiz de Castilla, puesto que en esos corregi-
mientos norteños se mantenían vivos los operativos de la campaña mi-
litar contra Pasto, ciudad que nunca fue tomada. En Ibarra y Otavalo
fracasaron las gestiones desplegadas por D. Nicolás Calisto y Borja para
obtener la defección de sus cabildos, en su lugar fue tomado prisionero
y enviado a Quito. Cuando se supo la deserción de las poblaciones de-
sertoras situadas al sur de Quito, Morales, Quiroga y Salinas intentaron
rearmar una operación militar para reconquistarlas, sin embargo, debido
al frágil estado de conjuración existente en la ciudad se abandonó la idea
pues hubiera sido imprudente tanto dejar la capital como atacar con una
fuerza militar cada vez era más reducida.
Coincidencialmente, los tres Oidores Fuentes González Busti-
llos, Merchante de Contreras y Fuertes Amar y el Asesor general de Go-
bierno D. Fco. Xavier de Manzanos y otros funcionarios destituidos
estaban desterrados en varias partes del territorio sujeto al régimen
emancipador, haciendo propaganda contra la rebelión de agosto. Los
Calisto y su círculo desde un principio se mostraron como opositores
del nuevo régimen, uno de ellos, el español D. Pedro Pérez Muñoz,
yerno de D. Pedro Calisto y Muñoz, fue Secretario designado para eva-
cuar las diligencias procesales cuando en marzo se abrió causa de estado
contra varios de los futuros implicados en el golpe agostino como se
verá más adelante, y tanto él como su familia política para desvirtuar
cualquier encubrimiento cuando en los primeros días de abril de 1809
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se fingió el robo de los legajos que contenían el juicio41, los mismos que
asomaron en el estudio de Quiroga mágicamente cuando el prócer ne-
cesitó hacer su alegato de defensa en 1810, tomaron la resuelta actitud
de demostrar furibundamente que eran enemigos de la causa patriota
como en su momento veremos la misma actitud en Arechaga, Fuertes y
San Miguel. El 30 de noviembre se renovaba el juramento de fidelidad
a la junta Central Española42.
Desde un primer momento, hubo un intento por cubrirse las es-
paldas en caso de que fracase el movimiento revolucionario, prueba de
ello es el Acta de Exclamación del Cabildo Eclesiástico quiteño de
agosto, así como el Acta Secreta del Cabildo riobambeño de 5 de sep-
tiembre43, un Acta Secreta firmada por los vecinos de Guaranda, y al pa-
recer también una posiblemente existente Acta Secreta del Cabildo
ibarreño44. También caen dentro de este acto, las cartas del Marqués de
Selva Alegre al Virrey Abascal para conseguir la reposición de Ruiz de
Castilla, las misivas de octubre de Salinas al Conde Ruiz de Castilla, la
actitud de Quiroga de no suscribir las actas anteriores al 11 de agosto, y
la correspondencia secreta descubierta cruzada en abril de 1811 durante
la segunda revuelta entre el Comisionado Regio D. Carlos Montúfar y
el Presidente de la Audiencia D. joaquín Molina, el Gobernador de
Cuenca D. Melchor de Aymerich y el Obispo de Cuenca D. Andrés
Quintián45.
La revolución nacida radical, esperanzadora e innovadora, fue
apagando su ardor, al verse materialmente cercada y aislada económi-
camente, al parecer la actitud de Montúfar y otros más, manifiesta en
devolver la autoridad a la Audiencia, empezó a convertirse en la más
apropiada solución para evitar una tragedia de mayor proporción, lo
que no se consiguió, pues entre las noches del 3 y 4 de diciembre, so pre-
texto de haber develado nuevos planes de rebelión, empezaron los arres-
tos e instrucciones judiciales contra los patriotas que culminaron en la
41Francisco Xavier Aguirre Abad, Bosquejo histórico de la República del Ecuador, Anuario his-
tórico jurídico ecuatoriano, Vol. III, Corporación de Estudios y Publicaciones, Guayaquil, 1972
42Rodríguez Ordóñez, jaime Edmundo, La revolución de 1809: Cinco cartas de un realista anó-
nimo, en Rev. del Archivo Nacional de Historia No. 19, Casa de la Cultura, Quito, 1973 (pu-
blicadas originalmente en las Memorias del General O`Leary, Caracas, 1881, T.XIII).
43Alfredo Costales Samaniego, Década sangrienta, Quito, 1954.
44 Cristóbal Tobar Subía, Monografía de Ibarra, Centro de Ediciones Culturales de Imbabura,
1985 (primera edición en 1929).
45 “El Filósofo en su retiro”, “Reflexiones de un filósofo en su retiro” 1 de abril de 1812 ( Archivo
de Cristóbal de Gangotena y jijón), en Documentos Históricos, La revolución de agosto, Bo-
letín de la Academia Nacional de Historia, No. 64, 1944.
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46 Fernando jurado Noboa, Historia Social de Esmeraldas: Indios, negros, mulatos, españoles
y zambos del siglo XVI al XX, T. I: A-B-C, Revista de la Sociedad Amigos de la Genealogía –
SAG- No. 102, Quito, enero de 1995, pp. 174-176
47 Manuel josé Caicedo y Cuero (atribuido a), Viaje Imaginario por las provincias limítrofes de
Quito, y regreso a esta capital, en Biblioteca Ecuatoriana Mínima, No. 16: Cronistas de la In-
dependencia y de la República, Quito, 1960 (existen ediciones anteriores, la primera anterior
a 1890)
48 josé Riofrío, Cartas de Riofrío a Morales, 1809, en Pensamiento Ilustrado Ecuatoriano, estudio
introductorio y selección del Dr. Carlos Paladines, Biblioteca Básica del Pensamiento Ecuato-
riano, Vol. IX, Banco Central del Ecuador – Corporación Editora Nacional, 1981
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49 Alonso Valencia Llano, Élites, burocracia, clero y sectores populares en la Independencia Qui-
teña (1809-1812), Rev. Procesos No. 3, 1992
50 Demetrio Ramos Pérez, entre el Plata y Bogotá, cuatro claves de la emancipación ecuatoriana,
Ediciones Cultura Hispánica, Madrid, 1978, pp. 71-269
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51 http://es.wikipedia.org/wiki/jos%C3%A9_Baqu%C3%ADjano_y_Carrillo
http://sisbib.unmsm.edu.pe/BibVirtual/libros/literatura/melgar/la_ilusion.htm
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52 Eduardo Estrada Guzmán, La bandera del iris 1801-2007 y el tricolor de la República del
Ecuador 1830-2007, en Bol. de la Academia Nacional de Historia No. 179, Quito, 2007
53 Fernando Hidalgo Nistri, Compendio de la Rebelión de América, Cartas de Pedro Pérez
Muñoz sobre los acontecimientos en Quito de 1809 a 1815, Biblioteca del Bicentenario de la
Independencia No. 11, FONSAL, Segunda Edición, Quito, 2008
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secretaría de una de las Salas D. javier Gutiérrez, sin embargo, éste aún
para ese momento no estaba incorporado y se conoce que en la primera
era de la revolución actuó como oficial de la Falange. Parece que fue Se-
cretario de una de las Salas el criollo insurgente seductor Manuel Cruz
que actuó también como Alguacil Mayor de Corte interino57.
Fuertes Amar, sobrino del Virrey de Nueva Granada, como Oi-
dor, Asesor y juez de instrucción en 1809 y 1810, San Miguel como Te-
niente de Canciller y Fiscal interino de la Audiencia en 1813, y Arechaga
como Fiscal interino en 1809 y 1810, se contaron entre los principales
perseguidores de los patriotas de agosto. San Miguel en 1810 junto con
el ex Presidente Guerrero serán designados en premio a sus delaciones
como alcaldes ordinarios de segundo y primer voto de Quito, respecti-
vamente. Además, San Miguel fue el encargado de arrestar el 4 de di-
ciembre de 1809 a su colega el senador Corral y al funcionario senatorial
Padilla, y también fue el encargado de portar el proceso judicial desde
el 22 de junio hasta el 2 de julio de 1810 a Bogotá para entregarlo al Vi-
rrey, a pesar de una petición de varios presos, entre los que estaban Me-
rizalde y Murgueytio, realizada el 20 de junio, para impedir que sea San
Miguel el portador, así como a pesar de la opinión contraria demostrada
por algunos miembros de la Audiencia, llamada en esta ocasión también
junta. Arechaga y Fuertes actuaban además de esa forma por cuanto re-
caía sobre sí la sospecha, para los españolistas, de que por su negligencia
durante el proceso incoado en marzo y abril de 1809, denunciado en fe-
brero, contra Montúfar, Salinas, Morales, Quiroga, D. Nicolás de la Peña,
Dr. D. josé Riofrío, cura de Píntag, D. Antonio Negrete, secretario de
Montúfar, el cura de Sangolquí y otros, no se detuvo el pronunciamiento
de agosto.
En efecto, el entonces Capitán Salinas, entre el 25 de diciembre
de 1808 y febrero de 1809, había elaborado el ya señalado “Plan de De-
fensa de Quito y sus Provincias con el objeto de conservarlas para nues-
tro soberano y su dinastía en caso de que tomada la España por los
franceses, intente invadirnos y lo que podía hacer cuando llegue esta
infausta noticia”. En el preveía que “Se podría crear una junta Provincial
cuyo Presidente sería el marqués de Selva Alegre en caso que no quiera
ser el actual –se refería a Ruiz de Castilla–, compuesta de 13 jueces o pa-
57 Núñez del Arco, Ramón, Informe del Procurador General de Quito de 20 de mayo de 1813,
en Documentos Históricos, Los hombres de agosto, Boletín de la Academia Nacional de His-
toria, No. 56, 1940
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58 Mena Villamar, Claudio, El Quito Rebelde (1809-1812), Abya Yala – Letra Nueva, Quito, 1997
59 jaime Urueña Cervera, Nariño, Torres y la Revolución Francesa, Ediciones Aurora, Colombia,
2007
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61 Rodríguez Ordóñez, jaime Edmundo, La revolución de 1809: Cinco cartas de un realista anó-
nimo, en Rev. del Archivo Nacional de Historia No. 19, Casa de la Cultura, Quito, 1973 (pu-
blicadas originalmente en las Memorias del General O`Leary, Caracas, 1881, T.XIII);
62 Luis Quijano, Discurso sobre la insurrección de América, Guayaquil, 16 de abril de 1813, en
Pensamiento Ilustrado Ecuatoriano, estudio introductorio y selección del Dr. Carlos Paladines,
Biblioteca Básica del Pensamiento Ecuatoriano, Vol. IX, Banco Central del Ecuador – Corpo-
ración Editora Nacional, 1981
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Sipo, y del Dr. D. Antonio Ante y Flor, fue leída por Quiroga la noche
del jueves 9 de agosto en los aposentos de su amante Da. Manuela Ca-
ñizares cuando al son de un festín se discutió y se dio los toques finales
a la Constitución que se proclamó al siguiente día65 con lo que se preci-
pitó el golpe de estado, originalmente previsto para el 20, al enterarse
del rumor que D. Simón Sáenz, padre de la gran Manuela, preparaba
solapadamente una sanguinaria persecución de los criollos más conno-
tados cuyos nombres estaban implicados en el plan diseñado por Sali-
nas, con la intención puesta por parte entonces de Sáenz de entregar
Quito a Bonaparte una vez eliminados estos opositores al reconoci-
miento de josé I. El objetivo se consiguió adelantar además recurriendo
al rumor tendencioso que habría un terremoto el día 10 y que para evi-
tarlo era necesario tener el alma en paz para entonces obligándose a ob-
tener el anhelado deseo de ser libres66. El Gobernador Ascázubi en la
parte personal gozó de la fama de ser un individuo intrépido: acompañó
a Humboldt en 1803 en la ascensión al volcán Pichincha y con ayuda de
su hermano, el prócer sacrificado, raptó de un convento a su prima her-
mana para convertirla en su esposa67. Además, fue padre de uno de los
mejores gobernantes que han regido al Ecuador, aunque interina y bre-
vemente, D. Manuel de Ascázubi y Matheu. La suegra de Ascásubi, la
marquesa viuda de Maenza fue considerada como otra de las decididas
protectoras de la segunda sublevación patriota; su primo hermano y cu-
ñado el Vocal de las dos juntas D. Manuel Matheu y Herrera organizó
y mantuvo las guerrillas que en Latacunga retrasó en 1812 el avance de
las fuerzas españolas hacia Quito; y su otro primo hermano y cuñado el
Conde de Puñónrostro y Marqués de Maenza fue protector y gran amigo
de esa gran lumbrera de la defensa de los derechos de los americanos el
Dr. D. josé Mejía Lequerica, cuñado de Espejo, en las Cortes españolas,
recinto en que actuaron como diputados por el virreinato neogranadino.
El Protector General de Naturales Cabal fue parte del grupo de
patriotas perseguidos tras la derrota de la segunda junta, entre los que
se contaban los célebres D. Nicolás de la Peña y Da. Rosa Zárate. Se co-
65 Roberto Andrade Rodríguez, Historia del Ecuador, Primera Parte, Biblioteca de Historia Ecua-
toriana No. 1, Corporación Editora Nacional, Segunda edición, Quito, 1982 (primera edición,
Guayaquil, 1937)
66 Roberto Andrade Rodríguez, Historia del Ecuador, Primera Parte, Biblioteca de Historia Ecua-
toriana No. 1, Corporación Editora Nacional, Segunda edición, Quito, 1982 (primera edición,
Guayaquil, 1937), tomado de una carta de Antonio a su padre de 22 de agosto de 1809
67 Dueñas de Anhalzer, Carmen, Marqueses, cacaoteros y vecinos de Portoviejo, Universidad
San Francisco de Quito–Abya Yala, 1997
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noce que para enero de 1810 en Quito estaban presos los senadores As-
cásubi, Quijano, Salazar y Quiñones (éste último que se había refugiado
en Barbacoas había sido remitido a Quito) y los funcionarios senatoriales
Padilla y jiménez; otros habían escapado o aún no eran arrestados. En
el proceso, Arechaga solicitó en su vista fiscal de 21 de abril de 1810 la
pena de muerte y confiscación de bienes para los funcionarios Padilla y
jiménez; prisión y confiscación de bienes para los senadores Salazar, Te-
jada, Merizalde, Quijano, León, Corral, Quiñones y Murgueytio, y por
arrepentimiento y colaboración pidió el indulto para Tejada, Quijano y
Merizalde. Fue exceptuado de cualquier acusación el ex senador Fer-
nández Salvador. Arechaga consideraba en su acusación fiscal como per-
sonas de ilustración y criterio a los ex senadores Salazar, Tejada, Meri-
zalde, Quijano, León, Corral y Quiñones, y además a D. josé Sánchez
de Orellana y Cabezas y a D. josé María de Tejada68.
La jurisdicción territorial efectiva sobre la que pudieron ejercer
sus actividades gubernamentales y judiciales tanto la junta Suprema
como el Senado de justicia se redujo a los corregimientos de Ibarra, Ota-
valo, Quito, Latacunga, Ambato, Chimbo y Riobamba, la cuencana te-
nencia de corregimiento de Alausí, partes de la gobernación de Esme-
raldas, la gobernación de Quijos–Sumaco, la región de Canelos o La Ca-
nela y la gobernación de Macas, es decir, sobre las actuales provincias
de Carchi, Imbabura, Pichincha, Santo Domingo de los Tsáchilas, Coto-
paxi, Tungurahua, Bolívar, Chimborazo, partes de Esmeraldas, Napo,
Orellana, Pastaza y el norte de Morona –Santiago. El resto del territorio
del reino de Quito se mantuvo sometido al gobierno español, pues se
controló a los simpatizantes del movimiento libertario existentes en esa
zona; y a pesar del deseo expresado en la Constitución de 1809 de que
se vayan incorporando provincias que eran y no eran parte del antiguo
reino quiteño, como era para el último caso la zona neogranadina de la
gobernación de Popayán así como el territorio de la antigua Audiencia
de Tierra Firme o Panamá, aquello jamás se concretó.
A raíz del golpe revolucionario del 10 de agosto de 1809, aunque
la Audiencia continuó existiendo nominalmente con el nombre también
de Audiencia Nacional, sin embargo, perdió sus atribuciones ejecutivas
en manos de la junta Suprema como las judiciales en manos del Senado
de justicia. Fue recuperando progresivamente sus atribuciones, con-
68 Roberto Andrade Rodríguez, Historia del Ecuador, Primera Parte, Biblioteca de Historia Ecua-
toriana No. 1, Corporación Editora Nacional, Segunda edición, Quito, 1982 (primera edición,
Guayaquil, 1937)
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estudio introductorio y selección del Dr. Carlos Paladines, Biblioteca Básica del Pensamiento
Ecuatoriano, Vol. IX, Banco Central del Ecuador–Corporación Editora Nacional, 1981; Alberto
Muñoz Vernaza, Memorias sobre la Revolución de Quito, en Orígenes de la Nacionalidad
Ecuatoriana, Corporación Editora Nacional, Biblioteca de Historia Ecuatoriana No.8, Qui-
to,1984 (artículo reeditado y publicado originalmente por partes en Cuenca en la revista La
Unión Literaria entre 1909 y 1911)
En Estudios Básicos sobre la Nacionalidad Ecuatoriana, Biblioteca del Ejército Ecuatoriano
Vol. 14, Centro de Estudios Históricos del Ejército, Quito, 1998, los siguientes artículos reedi-
tados: jacinto jijón y Caamaño, Quito en la emancipación (1809-1822) (Título original: In-
fluencia de Quito en la emancipación del continente americano, la Independencia (1809-1822)
en el Boletín de la Academia Nacional de Historia Nos. 21-23, 1924, y reeditado también en
el Boletín de la Academia Nacional de Historia No. 180, 2008); julio Tobar Donoso, Causas y
antecedentes de la separación del Ecuador (Boletín de la Academia Nacional de Historia Nos.
30-32, 1930); julio Tobar Donoso, Orígenes Constitucionales de la República del Ecuador
(1936); julio Tobar Donoso, La Independencia (Boletín de la Academia Nacional de Historia
No. 82, 1953); julio Tobar Donoso, Dos documentos memorables (La Carta de 1812 y el Pro-
yecto de Miranda) (Boletín de la Academia Nacional de Historia No. 98, 1961)
En La Revolución de Quito 1809-1812 según los primeros relatos e historias sobre autores ex-
tranjeros, selección, estudio introductorio y notas de jorge Salvador Lara, Colección Ecuador,
Corporación Editora Nacional, Quito, 1982, se encuentran fragmentos reeditados de las obras
de: josé Manuel Restrepo, Historia de la revolución de la República de Colombia (Primera
Edición, París, 1827); Mariano Torrente, Historia de la Revolución Hispanoamericana (Primera
Edición, Madrid, 1829); josé Antonio de Plaza, Memorias para la historia de Nueva Granada
(Primera Edición, Bogotá,1850)
Borrero González, Manuel María, Quito, Luz de América, Quito, 1959; Carlos R. Tobar Guar-
deras, Introducción a Viaje Imaginario por las provincias limítrofes de Quito, y regreso a esta
capital, publicada en Anales de la Universidad Central nos. 24-33, Quito, 1890 y luego en Bi-
blioteca Ecuatoriana Mínima, No. 16: Cronistas de la Independencia y de la República, Quito,
1960; Agustín Salazar y Lozano, Discurso pronunciado en el Congreso de 1847, en Biblioteca
Ecuatoriana Mínima, No. 16: Cronistas de la Independencia y de la República, Quito, 1960;
Ramiro Borja y Borja, Derecho Constitucional Ecuatoriano, Tomo III, Instituto Geográfico Mi-
litar, Quito, 1979; jorge Salvador Lara, La Revolución de Quito: 1809-1812, en Historia del
Ecuador, Vol. 5, Salvat Editores, Barcelona,1980; Marie-Danielle Demélas e Yves Saint-Gours,
jerusalén y Babilonia, Religión y política en el Ecuador 1780-1880, Corporación Editora Na-
cional- Instituto Francés de Estudios Andinos, Quito, 1988; William Bennet Stevenson, Nar-
ración histórica y descriptiva de veinte años de residencia en Sudamérica, Col. Tierra
Incógnita 14, Abya Yala, 1994; Carlos Landázuri Camacho, Balance historiográfico sobre la
Independencia en Ecuador (1830-1980), Rev. Procesos No. 20, 2004; Guillermo Bustos Lozano,
La producción historiográfica contemporánea sobre la Independencia ecuatoriana (1980-
2001), Rev. Procesos No. 20, 2004; Keeding, Ekkehart, Surge la nación, la Ilustración en la Au-
diencia de Quito 1725-1812, Banco Central del Ecuador, Biblioteca del Bicentenario No. 1,
Quito, 2005; Archivo Nacional de Historia, La revolución de Quito 1809-1812, Edición Espe-
cial, Boletín No. 33, Quito, 2007; Hernán Rodríguez Castelo, La gloriosa y trágica historia de
la independencia de Quito 1808-1813, en Bol. de la Academia Nacional de Historia, No. 179,
2007
Gangotena y jijón, Cristóbal de, “Los Fernández Salvador”, Boletín de la Sociedad de Estudios
Históricos Americanos, Tomo IV, Nos. 10-12, Colección de Revistas Ecuatorianas XXX, Banco
Central del Ecuador, Quito, 1988 (Primera Edición, 1920); Cristóbal de Gangotena y jijón, Los
Ascásubi, Boletín de la Academia Nacional de Historia No. 19, Quito, 1923; Alfredo Costales
Cevallos, Historia de Riobamba y su provincia, Casa de la Cultura, 1972; jurado Noboa, Fer-
nando, Las Coyas y Pallas del Tahuantinsuyo, Quito, 1982; Carlos Marchán Romero/Bruno
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EL BICENTENARIO DE LA REVOLUCIÓN QUITEñA:
CUESTIONAMIENTOS
y NUEVAS INTERPRETACIONES*
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6 Varios Autores, La Independencia ecuatoriana según Jaime Rodríguez, Procesos, Revista Ecuato-
riana de Historia, N° 27, I semestre de 2008 (Breve introducción y artículos de Galaxis Borja
Rodríguez, Heraclio Bonilla, Christian Büschges, Guillermo Bustos, Sonia Fernández, Pablo
Ospina y Rocío Rueda). Debo confesar que mi impresión es que algunos de estos autores pa-
recen no haber leído mi crítica.
7 Rodríguez O, jaime E., La revolución política durante la época de la Independencia. El Reino
de Quito 1808-1822 (Quito, Corporación Editora Nacional-Universidad Andina Simón Bolívar,
2007), 100-101. Las páginas se citan en el texto para evitar la profusión de notas al pie de pá-
gina.
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Bolívar ¿conquistador?
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debía pasar “ni una onza de sal” como ordenó el virrey Abascal, su
toma, las prisiones de los patriotas, la masacre y saqueo del 2 de agosto,
los vaivenes en el propio régimen español (de la apertura constitucional
al absolutismo, para luego repetir el ciclo), el pronunciamiento de Gua-
yaquil en 1820 a favor de la libertad (porque para entonces las circuns-
tancias socio económicas que afectaban directamente a sus habitantes
habían cambiado), la imposibilidad de Quito de apoyarla luego de una
década de desangre, y la debilidad bélica y estratégica de Guayaquil…
todo eso llevó a la necesidad de requerir el auxilio de Bolívar. Los habi-
tantes “del Reino de Quito, convertido en Provincia de Quito”, como
suele repetir ad nauseam Rodríguez, jamás habrían podido derrotar a los
realistas sin la labor de tenaza de los dos ejércitos: el del sur comandado
por Sucre y el del norte conducido por Bolívar.
Y no fue por un designio maléfico de Bolívar que se prosiguió
la lucha en el Perú –a cuya libertad, por cierto, lo que hoy es el Ecuador
contribuyó decisivamente–, sino porque, como también lo pensó el
héroe argentino josé de San Martín, la corona española tenía que ser de-
rrotada en el virreinato más poderoso y protegido, el de Lima, pues, de
lo contrario, la libertad de todos los países de Sudamérica corría peligro
inminente.
No son las únicas hipótesis antojadizas que Rodríguez estampa
en su libro. Al contrario, son tan abundantes y tan llenas de inquina con-
tra la historia y la historiografía de la Independencia ecuatoriana que
forman un andamiaje asombroso, y hay que decirlo, repudiable. Como
he refutado en otra parte su fantasioso y autosuficiente texto, les ahorro
disgustos y no los repito aquí.8
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9 El estudio británico realizado por científicos del Wellcome Trust Centre for Neuroimaging
de la University College de Londres tuvo eco en la revista estadounidense Proceedings of
the National Academy of Sciences (PNAS). Fuente: www.tendencias21.net
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fin de que cada una de ellas tenga su Velada Libertaria la noche del 9 de
agosto, con ocasión de esta fiesta de trascendencia nacional e interna-
cional.
El Bicentenario también está celebrándose en dos museos a
nuestro cargo. Desde hace algunas décadas, la municipalidad tiene entre
sus más preciados bienes el Cuartel de la Real Audiencia, donde hace
52 años se inauguró el Museo Mena Caamaño, y ya hace tiempo se mon-
taron escenas con figuras de cera en el sitio de la prisión y la masacre
de los próceres el 2 de agosto. Para darle la dimensión adecuada a lo
que sucedió allí, se abrió en el año 2000, como parte del entonces recién
inaugurado Centro Cultural Metropolitano, la exposición permanente
“De Quito al Ecuador”. En 2005 ampliamos esta exposición, con más fi-
guras de cera y un recorrido didáctico más claro sobre las causas de la
independencia. Ahora, en este 2009, se la mejorará aún más, con nuevas
escenas y figuras de cera. Este es el museo histórico más visitado del
Ecuador.
Y estamos hoy aquí, en el Centro de Arte Contemporáneo El Bi-
centenario, el edificio del antiguo Hospital Militar que estaba abando-
nado y vuelto conventillo, restaurado magníficamente por el FONSAL
y convertido hoy en este nuevo centro cultural de Quito que desde pro-
pio su nombre festeja la libertad. Hoy por hoy, aquí se alojan seis expo-
siciones simultáneas:
• la espectacular muestra multimedia e interactiva La revolución
quiteña inaugurada en agosto de 2008 y que continuará abierta
a lo largo del 2009;
• el espacio exclusivo para niños y niñas y prohibido para ma-
yores llamado Nuestra historia… ¡vívela jugando!;
• la exposición que está aquí vecina a estas salas del primer piso
Centenario, Efemérides y consolidación nacional que nos recuerda
cómo se celebraron los cien primeros años de nuestra inde-
pendencia en 1909, bajo el gobierno de Eloy Alfaro que enten-
dió la dimensión que había que darle a esa conmemoración,;
• América Insurgente, que muestra cómo el ejemplo de Quito
prendió en todo el continente, y cómo cada una de las nacio-
nes latinoamericanas llegó a ser independiente, y
• Un legado del siglo XIX, una muestra de las primeras imágenes
del Ecuador actual, asombrosas fotografías originales, toma-
das hacia 1860 (y que nos muestran cómo debió ser el Quito
de 1809, pues entre la independencia y la llegada de esos pri-
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EN BUSCA DEL ACTA
DE LA INDEPENDENCIA DE QUITO
1 Pedro Fermín Cevallos, Resumen de la Historia del Ecuador desde su origen hasta 1845, 1870, Lima,
imprenta del Estado, tomo III, capitulo I, p. 37.
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2 Archivo Nacional, La Revolución de Quito, 1809-1812, 2007, Edición Espacial, Boletín Nº 33, Pro-
ducción Gráfica, Quito Ecuador.
3 N. Clemente Ponce, Op. Cit., en la nota 14, p. 63. Ver Rodríguez Castelo, Hernán, La gloriosa y
trágica historia de la independencia de Quito 1808-1813, Boletín de la Academia Nacional de His-
toria, vol. LXXXVI Nº 179, p.23.
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banos fueron haciendo otras, que autenticaron como fiel copia. De estas
he encontrado tres a las que me referiré más adelante.
4 Ver el “Oficio del conde Ruiz de Castilla al Virrey Amar dándole cuenta de lo sucedido en
Quito el 10 de Agosto de 1809 hasta que resumió el mando. Quito 18 de octubre de 1809. Do-
cumento 40 entre 274 que cita josé Gabriel Navarro, La Revolución de Quito del 10 de Agosto de
1809, Instituto Panamericano de Geografía e Historia, Plan Piloto del Ecuador, 1962, p.496.
5 Salvador Lara, Escritos de la Independencia, Op. Cit., p. 327-333, documentos que se encuen-
tran en el Archivo Histórico de Madrid, citado por Alfredo Pareja, Doc. 46
6 Grupo América, En Torno al 10 de Agosto de 1809, 2009, PPL editores, Quito, Ecuador. Ver
www.grupoamericaecuador.com
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nado de ella compuesto de dos Salas Civil y Criminal con tratamiento de Alteza.
Tendrá a su cabeza un Gobernador con dos mil pesos de sueldo y tratamiento
de Usía Ilustrísima. La sala de lo Criminal un Regente (subordinado al Gober-
nador) con dos mil pesos de sueldo y tratamiento de Señoría: los demás Minis-
tros con el mismo tratamiento y mil quinientos pesos de sueldo; agregándose
un Protector General de Indios con honores y sueldo de Senador. El Alguacil
Mayor con tratamiento y sus antiguos emolumentos. Elegimos y nombramos
tales en la forma siguiente:
Sala de lo Civil
Gobernador Don José Javier Ascázubi,
Decano, Don Pedro Jacinto Escobar,
Senadores Don José Salvador,
Don Ignacio Tenorio,
Don Bernardo de León,
Fiscal Don Mariano Merizalde.
Sala de lo Criminal
Regente Don Felipe Fuertes Amar,
Decano Don Luis Quijano,
Senadores Don José del Corral,
Don Víctor de San Miguel,
Don Salvador Murgueitio,
Fiscal Don Francisco Xavier de Salazar
Protector General Don Tomás Arechaga,
Alguacil Mayor Don Antonio Solano de la Sala.
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10 Leonardo Fernández Salvador, Secretario de primera clase, juan Borja, Agregado Militar, Luis
F. Borja Pérez, 2º Secretario. Posteriormente llegó Rafael Orrantia, como Secretario de primera
clase.
183
MENSAJES CIFRADOS DE UNA REVOLUCIÓN*
Yo era un gran lector de novelas policíacas. Compartí esa pasión con Ed-
uardo Kingman. El mejor obsequio que podíamos hacernos el uno al
otro, era un nuevo policial bueno; si excelente, mejor.
Ahora casi no leo novela policíaca. Y es porque ando inmerso
en investigaciones históricas. El ejercicio de la detectio, que fundara ge-
nialmente Edgar Allan Poe, y afirmaran Gaboriau con su El caso Lerou-
ge (1866) y Wilkie Collins con sus magíficas El diamante luna y La dama
vestida de blanco, y consagrara definitivamente Sir Arthur Conan Doyle,
sacando a escena a Sherlok Holmes, tiene notable parentesco con el del
historiador que persigue ciertas pistas para dar con autores, cómplices
y encubridores, o, al menos, inspiradores y beneficiarios, de hechos pa-
sados, a veces tan extraños y perturbadores como los que urdie- ron esos
grandes novelistas.
Seguramente por eso es tan fascinante leer libros de historia en
que la investigación y ese ir descubriendo y persiguiendo indicios par-
ticipa del suspenso y el dramatismo de la mejor novela policíaca.
Puesto sobre las huellas de una de estas cacerías en que el que-
hacer historiográfico así emprendido consiste, el historiador es el primer
seducido por sus hallazgos que, como las pistas hacia un tesoro escon-
dido, le van hundiendo en profundidades no por obscuras, a veces som-
brías, menos luminosas.
Y es, queridas amigas y amigos, lo que me ha acontecido con el
hallazgo que esta noche se ofrece a ustedes en este magnífico escenario,
en una de esas bellas y cuidadas ediciones del FONSAL y con el in-
teligente y generoso padrinazgo de Simón Espinosa.
El caso, tan incitantemente cifrado como el de El escarabajo de
oro de Poe, puede decirse, en substancia, así: los poemas que bullían en
la Quito de esos trepidantes días que corrieron desde el 10 de agosto de
1809 hasta 1813, cuando se recibió en Quito la Constitución hecha por
las Cortes de Cádiz, nos dijeron acerca de esos apasionantes sucesos
* Discurso en la presentación del libro Lírica de la Revolución quiteña de 1809-1812,. Palacio del
Bicentenario, 9 diciembre 2009
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habrá acumulado tanto horror, tanta sed de sangre, tanta sevicia en los
materiales que debía convertir en noticia, en denuncia, en grito indig-
nado.
Y ello nos deja ante una lectura final de esos poemas.
Fueron periodismo del tiempo. De un tiempo en que no había
periódicos ni radios ni televisión. Y fueron periodismo de soberbia li-
bertad. De lado y lado, del insurgente y del realista; del quiteño y del
hispano. Cada poeta dijo lo que entendía y sentía de esos inusitados
sucesos. Nadie, que sepamos, censuró esos poemas. Se decían para ilus-
trar la cara que a los autores convenía o la que ellos sentían verdadera.
Volvemos a esos poemas en vísperas de que en esta Quito, heredera de
ese alto peso de libertad de expresión, se busque aprobar una ley mor-
daza de la prensa y crear un Consejo que es en su versión a lo socialismo
siglo XXI un tribunal de la Inquisición. Porque allá se va. Todo lo otro
es, muy al estilo de estos innovadores, fronda de artículos y de fórmulas
al parecer muy aceptables para encubrir los decisivos y perversos
cometidos. Y hasta con el sofisma del gran jefe de estos aprendices de
inquisidores de que la prensa es poder y por ello hay que limitar su li-
bertad. Cuando cualquier aprendiz de lógica pudiera hacerle este sen-
cillo distingo; es poder, distingo: per se niego; per accidens (por accidente),
acepto. Porque la prensa de por sí no es poder. Se convierte en poder
cuando responde a la libertad que es su ambiente vital y cumple su
papel y los ciudadanos acogen su mensaje. Por supuesto, también en un
clima de libertad.
El 25 de junio de 1811, el quiteño josé Mejía Lequerica, colega
de universidad de los revolucionarios de agosto, pronunció en las Cortes
de Cádiz un discurso que era arrebatado alegato a favor de la libertad
de imprenta. “En efecto –dijo– si no fuese permitido hablar libremente,
aun los merecidos elogios pasarían por serviles lisonjas, y no había más
mordaz invectiva que un misterioso silencio”. ¿A esto quiere llevarnos
el gobierno?
Y en la sesión del 11 de enero de 1813 Mejía comenzó un dis-
curso que se extendería a lo largo de tres días de sesiones de las Cortes,
hasta el 13. Fue demoledor contra el que, con sombrío eufemismo, se
llamaba el Santo Oficio; es decir, la Inquisición. “Pues, Señor –recla -
maba– no se nos diga que la inquisición es tan suave ahora, como rigu-
rosa en otro tiempo”. La democracia no se compadecía con ninguna
forma de Inquisición, ni en lo religioso –¡Y lo dijo en la España de ese
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UN CLÉRIGO PATRIOTA:
EL DOCTOR DON JOSÉ DE SALAZAR y RIVERA
INTRODUCCIÓN
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profesor de Medicina en Quito, dice que hacia 1811 fue llamado por Sa-
lazar debido a su quebrantada salud, pues padecía de vómito y otras
dolencias, acompañado de dolor agudo del ventrículo e hipocondrios.
Se mostraba obstruído el hígado y la mayor parte del vientre, por lo que
acusaba fatiga violenta que no le permitían ejercicio ni movimiento, ra-
zón por la que necesitaba laxante, antiflogístico y cuidado dietético, tam-
bién ejercicio a pie y a caballo. El médico decía que no le convenía el
temperamento cálido ni la humedad; de lo contrario podría atacarle hi-
dropesía y la muerte.- Quito, 22 de mayo de 1812/.- Dr. Pedro Felipe ji-
ménez.
Recordemos que el Doctor Pedro jiménez estuvo implicado en
la insurrección que culminó con la muerte del Conde Ruiz de Castilla,
Presidente de la Real Audiencia de Quito, el 15 de junio de 1812, por lo
que se le sentenció a curar gratuitamente en el Hospital de la Real Cari-
dad durante tres años (ANH, Criminales, caja 220, esp. 28 Noviembre
1812).
El Doctor don josé de Salazar asistió, cuando cura de Santo Do-
mingo, a su difunto padre, en su enfermedad. También, el Dr. don Vi-
cente Lucio Cabal le llamó para evacuar ciertos asuntos de la testa-
mentaría del propio padre del Dr. josé de Salazar.- Quito, 22 de noviem -
bre de 1813. (Arch. Curia de Quito, Concurso para Beneficios, 1813, ca-
ja 40, f. 163).
El presbítero Dr. don josé de Salazar, quiteño, cura de Santo Do -
mingo de los Colorados, estaba acusado de haber apresado en su cura -
to a algunos extranjeros, dando luego, cuenta de sus actos al Presidente
de la junta Revolucionaria de Quito y a don juan Salinas (De la Torre
Reyes, Carlos, La Revolución de Quito del 10 de Agosto de 1809, Quito,
1961, Talleres Gráficos de Educación , pg. 496).
En 1810 don josé Salazar se hallaba preso en uno de los conven-
tos de Quito, siendo aún cura de Santo Domingo, por revolucionario
(Borrero, Manuel María: Quito, Luz de América, Quito, Ed. Rumiñahui,
1959, 338 p.p.)
Don Ramón Núñez del Arco en su informe de 1813, en el nume -
ral 376, cita a don josé de Salazar como “criollo, insurgente seductor”
durante los movimientos independentistas de 1809, cuando se desem-
peñaba como cura de Santo Domingo.
Respecto al doctor don josé de Salazar, como patriota, podemos
ampliar y decir lo siguiente, según el Proceso seguido a los patriotas que
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ARTÍCULOS
Y ENSAYOS
CAPÍTULOS DE LA HISTORIA DE VECINDAD
COLOMBO–ECUATORIANA
INTRODUCCIÓN
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ción del resto del país quiteño, llamado “División Protectora de Quito”.
Empero, reconociendo sus limitaciones militares, solicitó la ayuda de
los nacientes gobiernos republicanos dos sus dos países vecinos, Colom-
bia y Perú, que respondieron positivamente a su petición y enviaron tro-
pas auxiliares. Strictu sensu, el Ecuador se liberó a sí mismo, pues la
autoridad política que financió y dirigió la campaña de independencia
de 1820–1822 fue la junta de Gobierno de Guayaquil.
Previamente, el país quiteño había sido incluido en la Gran Co-
lombia por los diputados neogranadinos y venezolanos que redactaron
su Ley Fundamental, aunque lo hicieron sin consultar la voluntad de
los quiteños y únicamente como una reivindicación del antiguo territo-
rio del Virreinato de Nueva Granada.
La verdad es que el país de Quito se unió finalmente a Colom-
bia, pero no obedeciendo a un mandato o imposición ajena, sino por
propia y expresa voluntad de las diversas provincias quiteñas. Primero
Cuenca (abril de 1822), luego la capital quiteña (mayo de 1822) y final-
mente Guayaquil (julio de 1822) decidieron integrarse a la Gran Colom-
bia, mediante solemnes proclamas colectivas.
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1 Según josé Manuel Restrepo, para 1826 la penuria del fisco era total en los departamentos del
Sur y de la costa Atlántica. Ver “Historia de la Revolución de Colombia”, Ed, Bedout, Medellín,
1969, tomo V, pág, 263.
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8 Ver: Francisco X. Aguirre Abad, “Bosquejo Histórico de la República del Ecuador”, Corpora-
ción de Estudios y Publicaciones, Guayaquil, 1972, págs. 216-217; también j. M. Restrepo, op.
cit., tomo VI, pág. 44.
210
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9 Setenta y tres años después, los norteamericanos le aplicarían a Colombia una receta parecida
para despojarle de Panamá: el Tratado Hay–Buneau Varilla,, que privó a Colombia de su istmo
y entregó a los EE.UU. la Zona del Canal, fue suscrito por el Secretario de Estado norteameri-
cano y un aventurero francés que actuaba en nombre de la naciente República de Panamá.
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lisario Porras y los cubanos josé Martí y Antonio Maceo. Por ese pacto,
los suscriptores comprometieron su ayuda mutua en los campos militar,
político y financiero, con miras a conquistar un abanico de objetivos que
incluían: la independencia de Cuba y Puerto Rico, la aplicación de la re-
forma liberal en los países centroamericanos y andinos, y la reconstitu-
ción de la Gran Colombia, como puntos de partida para un nuevo
proyecto de unidad latinoamericana.
Una simple revisión de la cronología política de esos años mues-
tra la seriedad con que los firmantes tomaron su compromiso y el modo
coordinado con que ejecutaron sus acciones. Crespo tomó el poder en
Venezuela en 1892, entrando en Caracas de modo triunfal, el 6 de octu-
bre de ese año. Zelaya tomó el poder en Nicaragua en julio de 1893, de-
rrocando al conservador Roberto Sacasa. Bonilla depuso del poder al
conservador Domingo Vásquez en Honduras y asumió el mando en
1893. Piérola logró coordinar a las montoneras peruanas desde 1893 y
alcanzó el gobierno tras una guerra civil de dos años, en la que sus mon-
toneros derrotaron al ejército regular. Los liberales colombianos se alza-
ron en armas en enero de 1895 contra el gobierno conservador, que les
había cerrado las puertas a la participación electoral, y capitularon tras
una breve campaña se sesenta días. Por su parte, los liberales cubanos
se lanzaron en febrero de 1895 a una nueva campaña por la indepen-
dencia de su país. Alfaro, llamado por el pueblo ecuatoriano, asumió la
jefatura Suprema del país en junio de 1895 y entró triunfalmente en
Quito el 4 de septiembre de ese mismo año, tras derrotar a las fuerzas
conservadoras en una breve pero durísima guerra civil. Y los liberales
colombianos tomaron nuevamente las armas en octubre de 1899 e ini-
ciaron la llamada “Guerra de los Mil Días”, ganada finalmente por los
conservadores.
A más de la coordinación de sus cronogramas de acción, la fra-
ternidad masónica que unía a todos estos revolucionarios liberales se
expresó también en formas directas de colaboración político-militar, en
las que Eloy Alfaro destacó notoriamente, tanto a través de sus iniciati-
vas políticas como de sus giras continentales, en las que promovió la
formación de una alianza revolucionaria latinoamericana, que tuviera
por objetivo el establecimiento de una “Confederación de Estados Sud-
americanos”, que contrapesara la influencia continental de los Estados
Unidos.
También incentivó la celebración de un Congreso Centroameri-
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10 Miguel A. González Páez, “Memorias Históricas”, Editorial Ecuatoriana, Quito, 1934, págs.
228-9.
11 Desde 1992, fray Ezequiel Moreno es santo de la Iglesia católica.
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13 En 1911, Luis Ulloa publicó en Lima una obra titulada “Algo de Historia. El falso Protocolo
Pedemonte-Mosquera”. La doble tesis de su falsedad e invalidez ha sido publicitada, más
recientemente, por Gustavo Pons Muzzo, en su obra “Estudio histórico...”
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el mariscal Gamarra, tras ser electo presidente del Perú (31 de agosto de
1829), se lanzó a promover por todos los medios la agregación de Bolivia
al Perú.
En los diez años siguientes, el militarismo peruano –del que Santa
Cruz era uno de los líderes– anarquizó al Perú y Bolivia con sus alianzas
y contra alianzas, sus revueltas y alzamientos, y creó finalmente un
clima de inseguridad en toda el área meridional de Sudamérica, al cons-
tituir la Confederación Perú-Boliviana y emprender en una política agre-
siva hacia los estados limítrofes del sur. Como consecuencia de ello, la
Confederación presidida por Santa Cruz entró en guerra con la Repú-
blica Argentina y posteriormente debió enfrentar una guerra con Chile,
cuyo ejército ocupó Lima con el apoyo de los “restauradores” peruanos
que dirigía Gamarra. El Ecuador fue invitado entonces por Chile para
que participara en la guerra contra la Confederación, ofreciéndosele a
cambio la consagración de sus territorios amazónicos y la entrega del
departamento peruano de La Libertad.14 Respetuoso de sus convenios
con los países vecinos y amante de la paz, el Ecuador se negó a ello y no
participó de la guerra ni de los beneficios del posterior triunfo chileno,
completado en marzo de 1939. Por otra parte, en un acto de inexplicable
ceguera, el gobierno de Quito tampoco quiso sacar ventaja de la crisis
peruana y de los ventajosos arreglos territoriales que el gobierno confe-
derado ofreció al Ecuador, para garantizarse su neutralidad en el con-
flicto.15
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el 20 de julio de 1922 a firmar con este país un acta, por la que se desig-
naba al Presidente de los EE. UU. como árbitro de las estipulaciones no
cumplidas del Tratado de Ancón. Algunos años más tarde, en julio de
1929, Chile firmó con Perú el Tratado definitivo de Paz, lo que dejó sin
piso a la amistad ecuatoriano–chilena.
Tras el gobierno de Alfaro, la política exterior ecuatoriana había
vuelto a sus cauces tradicionales de apocamiento e irresolución y que-
dado enredada, una vez más, en las argucias legales y enredos de trá-
mite planteados por la diplomacia peruana.
El último acto del drama negociador se dio a partir de 1936,
cuando se iniciaron las conferencias en Washington, acordadas meses
antes por el Protocolo Viteri–Ulloa. Fueron dos años de inútiles escara-
muzas jurídicas, en las que cada parte volvió a insistir en sus consabidos
argumentos, y al fin el Perú abandonó las negociaciones en septiembre
de 1938. De nada sirvieron los pedidos ecuatorianos para que los demás
países de América presionaran al Perú a volver a la mesa de negocia-
ciones, pues todos respondieron que cooperarían a un arreglo si ambos
países se lo pedían conjuntamente. Un último intento ecuatoriano por
restablecer las negociaciones, hecho en 1938, durante la Octava Confe-
rencia Panamericana, tampoco dio resultado alguno. Todo parecía indi-
car que el Perú se encaminaba hacia la búsqueda de una solución militar
al diferendo.
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SEGREGACIÓN DE PASTO
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21 Ver al respecto: jorge Villacrés Moscoso, “Historia Diplomática de la República del Ecuador”,
Universidad de Guayaquil, 1972, tomo 3.
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22 Manuel Medina Castro, “La cuestión limítrofe en el Ecuador”, artículo en “Nueva Historia
del Ecuador”, Enrique Ayala Mora editor, Coedición Ed. Grijalbo–Corporación Editora Na-
cional, Quito, 1992, tomo 12, pág. 327.
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PARA FINALIZAR
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NOTA DE CIERRE: este artículo fue preparado a inicios del año 2008, para
la conferencia que el autor sustentó en Bogotá, en la “Cátedra Ecuador: fronte-
ras, vecindad e integración”, organizada por la Academia Diplomática de San
Carlos y el Estudios Políticos y Relaciones Internacionales (IEPRI) de la Uni-
versidad Nacional de Colombia.
Como salta a la vista, todavía no se había producido el bombardeo y la
incursión militar colombianos en Angostura, del 1 de marzo de 2008, que vio-
laron la soberanía territorial ecuatoriana y tan gravemente han afectado desde
entonces a las relaciones entre Ecuador y Colombia.
241
MIGUEL DE GIJON y LEON,
UN QUITEñO TROTAMUNDOS
1 Datos citados por Marcelín Defourfenaux en “Un ilustrado quiteño: don Miguel de Gijón y
León, primer Conde de Casa Gijón, (1717-1794)”, publicado originalmente en el Anuario de
Estudios Americanos, XXIV, Sevilla, 1967, y reproducido en el Boletín de la Academia Nacional
de Historia del Ecuador, en febrero de 1987.
243
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2 Ibíd..
3 “Memorias del modo con que yo, Don Miguel de Gijón y León, caballero del Orden de San-
tiago, he empleado los años de mi vida…”, 1790–1794. Manuscrito inédito en poder de la fa-
milia Gijón y solo mostrado parcialmente a Marcelín Defourfenaux, quien lo cita en su estudio.
244
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6 jean Sarrailh, “La España ilustrada de la segunda mitad del siglo XVIII”, Fondo de Cultura
Económica, México, 1981, p. 620.
7 La denuncia en: Antonio Ferrer del Río, “Historia del reinado de Carlos III en España” Imp.
de Matute, Madrid, 1856, t. III, p. 46.
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EL PENSADOR LIBERAL
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teria prima desde el Perú. Poco más tarde, en abril de 1777 leyó otro tra-
bajo útil a la industria textil, titulado “El uso del termómetro para la cría
de los gusanos de seda”.
También se interesó por el cultivo de plantas americanas útiles
a la economía española y el fomento de la arborización en la península.
En septiembre de ese mismo año envió desde Ecija una “Noticia circuns-
tanciada del cultivo del algarrobo” que se hacía en la localidad y en
marzo de 1779 presentó un trabajo sobre el “fomento de arbolados, bos-
ques y montes, y medios de hacer viveros y plantar árboles para los as-
tilleros en la costa de Málaga.”8
En fin, mostró también su interés por los problemas sociales, el
primero de los cuales era el de la pobreza campesina. Y tomó parte en
la redacción del “Informe sobre las reglas para la formación de un Monte
Pío para socorrer a los labradores”, proyecto que se encaminaba a finan-
ciar el sostenimiento de los campesinos pobres en épocas previas a la
cosecha.
Sin embargo, su principal interés teórico estaba centrado en el
tema del libre comercio entre España y las Indias, que ciertamente cono-
cía mejor que nadie. Por sus propias declaraciones se sabe que Gijón
había venido redactando desde 1760 “diferentes papeles y memorias, en
que no solamente he explicado por razonamiento la necesidad de que se
permita un comercio libre para el Perú, sino también sobre el práctico
uso que nuestra desgraciada nación hace de ello, sujeto a las pragmáticas
y reglamentos del comercio que en algún tiempo serían acertados, pero
que en el estado presente de la Europa son sumamente perjudiciales para
el Perú y sus vasallos.”9 Si esos papeles y memorias no habían salido a la
luz pública, obvio es pensar que estuvieron destinados a ilustrar el crite-
rio de sus amigos en el gobierno metropolitano y, en última instancia, el
del rey de España, cuyo visto bueno resultaba indispensable para cual-
quier reorientación de la política económica española.
Uno de esos memoriales es el que Gijón envió el 1º de septiem-
bre de 1776 a su amigo y protector político, el Conde de Campomanes,
que era uno de los españoles más versados en economía y cuya opinión
gozaba de considerable influencia en la corte de Madrid.10 Unos años
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cimiento de Escuelas Patrióticas de Hilados” y otra “Sobre poner en sólida actitud las tres
clases de la Sociedad: de agricultura, industria y oficios”, ambas leídas el 6 de abril de 1776.
11 Para el presente trabajo hemos consultado el texto original de la Memoria presentada por
Gijón a Campomanes el 1º de septiembre de 1776, existente en el Archivo General de Indias,
Sección Quito, Legajo 223.
252
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12 Ibíd
13 Ibíd..
14 Ibíd..
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ciado en su esencia, pues se limitaba a enviar cada año unos pocos na-
víos de permiso, que iban para América cargados de productos de alto
precio comprados a los países industriales de Europa, y volvían a Es-
paña cargados del oro y plata del Perú, metales estos que finalmente
terminaban en manos extranjeras, en pago de las mercancías llevadas al
Nuevo Mundo. Por ello, parafraseando a Ustáriz, Gijón afirmaba que
“los españoles, en lugar de alegrarse del arribo de sus flotas y galeones,
debían llorar de que todos sus caudales eran conocidamente para los
extranjeros.”15
Gijón iba más allá y demostraba que, inclusive en el caso de que
esos caudales de oro y plata traídos de América no fuesen a parar al ex-
tranjero, constituían, por su monto, un negocio bien pobre para España.
¿Qué significan, inquiría, “los 5 millones, más o menos, que se traen del
Perú en oro y plata, en comparación con 33 millones y 200 mil pesos
fuertes que valen los frutos y materias primas que solos los ingleses y
franceses traen de sus islas?”16 En su opinión, esa cuestión traía apare-
jada otra igualmente grave: el sistema productivo y comercial de los in-
gleses y franceses daba trabajo a muchas gentes de mar y tierra,
estimulaba la industria naval, impulsaba en las metrópolis la produc-
ción de bienes industriales destinados a las colonias, y en las colonias,
de materias primas y bienes destinados al consumo de sus metrópolis y
a la venta a otros países, todo lo cual se reflejaba en una creciente riqueza
y bienestar de esos países. En comparación, demostraba que “en el in-
feliz comercio de España no hay otra ciencia, arte ni aplicación que el
que cuatro españoles de Cádiz y otros tantos de Lima sepan comprar y
vender algunos frangotes de ropas preciosas, que apenas caben en 3, 4
ó 5 navíos de permiso.”17
Como principales conclusiones de su memoria, Gijón planteaba:
15 Ibíd..
16 Ibíd..
17 Ibíd..
254
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18 Ibíd..
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“Una parte de los más preciosos, como la quina y el cacao, pasan a Pa-
namá, y se los llevan los ingleses, holandeses y franceses desde Chagre
y Portobelo…”
Reconociendo las dificultades que planteaba la navegación por
el Cabo de Hornos, agregaba que esta podría complicarse todavía más
en el futuro, “porque habiéndose establecido los ingleses en las Islas Fal-
kland (Malvinas), se han puesto en proporción de interrumpirnos el co-
mercio siempre que quieran.” Todo esto lo llevaba a una conclusión
importantísima, que expresaba de este modo: “Parece que el único re-
medio para hacer más cómodo y seguro el comercio de unos reinos tan
bastos, y tan opulentos en oro, plata y frutos, sería que la tierra abriese
sus puertas a la navegación y que uniese los límites de los dos mundos,
si se abriese un canal navegable en el Istmo de Panamá, el cual es más
fácil y menos costoso que el que acaba de establecerse para el Reino de
Murcia, como que éste debe tener cincuenta y tres leguas, y aquel nece-
sita de cinco leguas hasta que pueda incorporarse con el río de Chagre,
que es navegable desde Cruces.”
Los memoriales de Gijón sobre el comercio libre vinieron a dar
respuesta al viejo interrogante que se formularan los gobernantes espa-
ñoles, acerca de por qué España se beneficiaba tan poco de la posesión
del más grande imperio colonial del mundo, y precisamente por eso lo-
graron el resultado apetecido. Conmovido por las razones del quiteño,
su amigo josé de Gálvez promovió la implantación del comercio libre
entre España y sus dominios americanos. Y el 12 de octubre de 1778, el
rey Carlos III dictó finalmente el esperado “Reglamento para el Comer-
cio Libre”, por el que se habilitaba a trece puertos españoles para co-
merciar con América y a veintidós puertos americanos para comerciar
libremente con España; además, se abolían ciertos derechos y se rebaja-
ban otros.
A propósito del pensamiento económico de Gijón, su biógrafo
Defournefaux afirmó en 1967 que “muchas de las ideas desarrolladas
por Miguel Gijón carecen de originalidad”, poniendo como ejemplo los
estudios previos hechos sobre el tema del comercio por josé del Campi-
llo y Bernardo Ward, y los análisis coetáneos del mismo conde de Cam-
pomanes. Empero, el notable y erudito estudio de jean Sarrailh sobre
“La España ilustrada de la segunda mitad del siglo XVIII”, publicado
originalmente en idioma francés en 1954, estableció ya que la obra del
irlandés Ward fue escrita hacia 1762 pero publicada por primera vez re-
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EL LIBRO DE CARLOS PALADINES: EL MOVIMIENTO
ILUSTRADO Y LA INDEPENDENCIA DE QUITO
Ruth Gordillo R.
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E L L I B RO D E C A R L O S PA L ADINES
Dice Carlos. Pero ello chocó con los procesos de explotación de la tierra
y del hombre que fueron el fundamento de la modernización y el pro-
greso.. La Ilustración presentó en estas tierras una contradicción que es
propia de la modernidad.2 Por ello precisamente, los ilustrados han sido
a veces quienes gobiernan, a veces los perseguidos y desterrados, sobre
todo cuando se han puesto de lado de los no favorecidos con los proce-
sos de modernización.
El momento de la independencia implicó una seria crisis del ré-
gimen colonial; se habló de un nuevo orden revolucionario que, al hacer
un balance hoy, parece no haberse concretado. Todavía resuenan las cla-
ses de Arturo Andrés Roig, de Carlos Paladines, todavía sus voces se-
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ñalan con certeza la necesidad de hacer reales los ideales emancipa- to-
rios. Parece necesario volver a buscar en los textos, en la historia, las pis-
tas para proponer el presente; pero ello impone una resignificación de
las categorías ilustradas, aquellas que aluden a la libertad, la represen-
tatividad, la legitimidad, la ética, la humanidad, la política, los gobiernos
y el sentido de otras categorías como la tierra, la productividad, el tra-
bajo, la igualdad, el respeto. Todo ello en función de dos preguntas: ¿qué
hacer? Y ¿cómo hacer? Hoy como ayer, el interés parece estar más allá
de lo filosófico, está en lo político, en el hacer cotidiano que nos atraviesa
en las distintas áreas de la vida social. Por ello Carlos concluye diciendo:
3 Ïdem, p. 158.
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LA NOBLEZA DE LOS ORTIZ DE ZEVALLOS
INTRODUCCIÓN
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segundo con mejor derecho tendrá plazo de otro año para reclamarlo;
de lo contrario, se abrirá un nuevo plazo de tres años para que cualquier
persona que se crea con derecho a suceder lo haga. De no reclamar el tí-
tulo nadie, permanecerá vacante durante cuarenta años –treinta en Ca-
taluña y Aragón, por estipularlo así sus antiguos fueros-, durante los
cuales cualquier persona consanguínea de quienes ostentaron el título
puede “rehabilitarlo”, siempre que su parentesco con el último poseedor
no exceda del sexto grado civil, o hasta el cuarto grado civil tratándose
de colaterales. Para probar las filiaciones se presentarán las partidas de
nacimiento y matrimonio o, antes de la existencia del Registro Civil –
creado en Ecuador en 1901- las fe de bautismo y matrimonio, testamen-
tos u otros documentos que las prueben. Deberán incluirse con carácter
obligatorio, las testamentarías de cada uno de los enlaces. A falta de hijos
legítimos, puede heredar un hijo natural.
El haber probado tener derecho a “rehabilitar” un título no ga-
rantiza que se lo haga, pues es facultad del monarca negarlo si es su vo-
luntad, luego de haber escuchado el parecer de la Diputación de la
Grandeza de España.
Transcurrido este lapso, el título revierte a la corona y nadie
puede volverlo a reclamar, aunque actualmente se analiza rever el caso
de los títulos hispanoamericanos y de las Filipinas, pues muchos de ellos
son títulos no reclamados desde nuestra emancipación. Durante estos
cuarenta –o treinta- años, quien crea tener mejor derecho genealógico
para ostentar un título, puede solicitar la “reivindicación” del mismo y
retirarlo a quien lo ostentaba en precario.
La legislación española actual, válida para sus antiguas colo-
nias, estipula que para “rehabilitar” un Título del Reino, los méritos adu-
cidos por el solicitante serán tales que excedan el cumplimiento normal
de obligaciones propias del cargo, profesión o situación social, que no
hayan sido objeto de recompensa anterior.
La “rehabilitación” de un Título del Reino se hará por vía ad-
ministrativa. En caso de existir varios pretendientes, se determinará pre-
viamente quien tiene mejor derecho genealógico en contienda civil. A
la sazón, un Abogado español promedio cobra por este juicio alrededor
de veinte mil dólares. El Marqués de la Floresta es uno de los Abogados
que, en Madrid, ejerce en la especialidad de Derecho Nobiliario y por
tanto, se ocupa de estos casos.
Si bien en tiempos coloniales, el varón mayor heredaba el título,
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ORTIZ DE ZEVALLOS
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Don Baltazar casó con doña María Ana de Erazo y Herrera, bau-
tizada el 11 de agosto de 1746, hija legítima de don Baltazar de Erazo y
doña Gabriela de Herrera Oserín y Moreno.
Don Baltazar y su esposa doña Ana obtuvieron amparo de no-
bleza, del Cabildo de Quito, el 3 de abril de 1772.
El 15 de febrero de 1765, Baltazar Ortiz de Zevallos sigue autos
contra doña María Romo de Córdova, hija del Capitán Francisco Romo
de Córdova y doña Micaela Pérez Castellanos, y tía del I Conde de las
Lagunas. Casada con el Capitán josé García Castrillón. Autos para que
le pague el salario de 50 pesos anuales, por el trabajo que realizó para el
canónigo don Miguel García Castrillón, hijo fallecido de la demandada
(ANH, Civiles, caja 20, exp. 20. Y: Larrea, Gregorio César De: Genealo-
gías Quiteñas, pg. 43-46).
En la serie Gobierno, del Archivo Nacional, Quito, caja 62, ex-
pediente del 5 de mayo de 1806, reposa el pedido del doctor don Ignacio
Ortiz de Zevallos, abogado de la Real Audiencia de Quito, para que se
le ampare a él y a sus hermanos en la cuasi posesión de hidalguía y no-
bleza. De él hemos tomado los datos anteriores.
En el mencionado expediente consta que don Baltazar Ortiz de
Zevallos y doña María de Erazo hicieron bautizar a su hijo legítimo don
Sebastián Antonio, en la parroquia Santa Bárbara, de Quito, el 22 de
enero de 1770. En la catedral bautizaron a su hija doña María Ramona,
el 26 de septiembre de 1775. En la misma catedral bautizaron a otra hija,
doña maría jacinta Elena, el 6 de septiembre de 1785. En dicha catedral,
el 18 de febrero de 1788 bautizaron a doña María josefa de jesús, tam-
bién hija de la pareja. En la parroquia de San Marcos, de Quito, el 23 de
abril de 1797 se bautizó a doña María Margarita Ramona, otra de sus
hijas. En la misma San Marcos, el 20 de noviembre de 1790 bautizaron
a su hija doña María Isabel Dolores.
Don Baltazar Ortiz de Zevallos y León Negrete otorgó poder
para testar a su hijo don Antonio, en Quito, el 26 de agosto de 1801. De-
claró ser hijo legítimo de don Baltazar Ortiz de Zevallos y de doña Ca-
talina de león Gil Negrete, ya difuntos. Casado con doña María Erazo,
vecina de Quito y tuvieron por hijos legítimos a: Don Antonio, Don
Tomás, el Doctor don Ignacio, doña María Mercedes, don Mariano, doña
jacinta, doña josefa, doña Isabel y doña Margarita Ortiz de Zevallos y
Erazo. Nombra por albacea testamentario y fideicomisario a su hijo don
Antonio.
276
L A N O B L E Z A D E L O S O RT I Z D E CEVALLOS
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LOS PONCE
1. Don Roberto Ponce Ortiz: Casó con doña Ignacia Borja Yerovi. Sus
descendientes han brillado en el foro, la diplomacia y la cátedra.
Hijos:
1.1 Doctor Belisario Ponce Borja: Varias veces presidente de la Corte
Suprema de justicia. Casó con doña judith Miranda. Padres del
Dr. Neftalí Ponce Miranda, que fue Canciller del Ecuador en dos
ocasiones.
1.2 Dr. Alejandro Ponce Borja: Presidente de la junta Consultiva de
Relaciones Exteriores. Diplomático y jurisconsulto. Catedrático
Universitario. Vicepresidente del Concejo Municipal de Quito
(Municipio de Quito: Quito 150 años de Capital de la República,
1830-1980). Candidato a Presidente de la República. Ministro de
Relaciones Exteriores (Gómez de la Torre, josé María: Derecho Di-
plomático). Casó con doña Rosa Carbo.
1.3 Dr. Nicolás Clemente Ponce Borja: Nació en 1866. Ministro de Re-
laciones Exteriores (Gómez de la Torre, josé María: Derecho Di-
plomático, pg. 92). Miembro de la Academia Ecuatoriana de la
Lengua. Firmó con el Perú el Protocolo Ponce-Castro Oyanguren.
Catedrático Universitario. jurado Noboa escribe que fue Congre-
sista y Ministro de la Corte de justicia. Miembro de la junta Con-
sultiva de Relaciones Exteriores (Pérez Pimente l: Diccionario
Biográfico, tomo XI).
Otro de los Ponce Ortiz fue:
2. Dr. Camilo Ponce Ortiz: Nació en Quito en 1829. Presidente de la Cá-
mara de Diputados. Ministro del interior. (Maiguashca, juan: Historia
y Región en el Ecuador, 1830-1930, pg. 422). Presidente de la Cámara
280
L A N O B L E Z A D E L O S O RT I Z D E CEVALLOS
LOS ESPINOSA
281
B O L E T Í N N ° 1 8 2 D E L A AC A D E M I A N ACIONAL DE HISTORIA
LOS RIBADENEIRA
Doña Dolores Ortiz de Zevallos y Camacho: casó con don Nicolás Cle-
mente Ponce Pérez. Hija:
Doña Ana Ponce Ortiz: casó con el Dr. Aparicio Ribadeneira
Tobar, quien según jurado Noboa, fue Diputado por Quito a la Conven-
ción Nacional de 1852. Vicepresidente de la Cámara de Diputados. Go-
bernador de Imbabura (Maiguashca, juan: Historia y Región en el
Ecuador, 1830-1930). Senador, Concejal de Quito (Municipio de Quito:
Quito, 150 años de Capital de la República, 1830-1980. Ver Nómina de
Miembros del Concejo Municipal). Contador Mayor de Quito (B. Pérez
Marchant: Diccionario Biográfico Ecuatoriano). Sus descendientes han
brillado en la política conservadora, en las ciencias jurídicas y, algunos,
en la diplomacia y la cultura. Hijos:
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L A N O B L E Z A D E L O S O RT I Z D E CEVALLOS
1. Dr. Alejandro Ribadeneira Ponce: nacido 1873, casó con doña Rosa
Salazar. Fue Presidente de la Corte Suprema de justicia. Diputado a
la Asamblea Nacional Constituyente. Hijo:
Dr. Alejandro Ribadeneira Salazar: tres veces Presidente de la Corte
Suprema de justicia. Senador (Pérez Pimentel: Diccionario Biográfico,
tomo II).
2. Dr. Aparicio Ribadeneira Ponce: el Doctor Fernando jurado en su obra
sobre la familia Ribadeneira, tomo III, nos recuerda que fue Presi-
dente de la Cámara de Diputados. Ministro de la Corte Suprema de
justicia. Ministro del Interior (Maiguashca, juan: Historia y Región
en el Ecuador, 1830-1930, pg. 424). Canciller del Ecuador (Gómez de
la Torre, josé María: Derecho Diplomático, pg. 90). Presidente del
Concejo Municipal de Quito (Municipio de Quito: Quito, 150 años de
Capital de la República, 1830-1980. Ver Nómina de Miembros del
Concejo Municipal). Encargado del Poder Ejecutivo en 1895.
3. Don Teodomiro Ribadeneira Ponce: casó con doña Mercedes Salazar
Miranda, hija del General Francisco Xavier Salazar Arboleda, célebre
político conservador del siglo XIX varias veces Ministro de Estado.
Hijo:
3.1. Don Luis Ribadeneira Salazar: casó con doña Amelia Sucre Gan-
gotena, descendiente de la familia del Gran Mariscal Antonio josé
de Sucre. Hijo:
Don Luis Ribadeneira Sucre: casó con doña Matilde Suárez Vaca,
hija de don jorge Suárez Veintimilla, hermano del Dr. Mariano
Suárez Veintimilla Presidente del Ecuador en 1947, y doña Lola
Vaca Moreno, hija a su vez de don Rafael Vaca Proaño y doña Ma-
riana Moreno Andrade propietarios de la hacienda Pisabo. Doña
Mariana Moreno Andrade era prima hermana de don Tobías Ra-
fael Muriel Moreno, bisabuelo materno del Licenciado don Gre-
gorio César De Larrea y Proaño, autor de estas letras.
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ARCHIVOS CONSULTADOS
BIBLIOGRAFÍA
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DISCURSOS
ACADÉMICOS
LA REGION ESQUIVA:
¿SOLO EL ZAMORA CON LOJA LLORARá?
Introducción
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B O L E T Í N N ° 1 8 2 D E L A AC A D E M I A N ACIONAL DE HISTORIA
LA REGION EN EL DEBATE
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L A R E G I Ó N E S QU I VA : ¿ S O L O E L Z A M O R A CON LOJA LLORARÁ?
297
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3 Culebra no venenosa
4 Gallinazo
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5 Deler, 1991:281
6 Ver por ejemplo, Aldana, Susana y Alejandro Diez, “Balsillas, piajenos y algodón, CIPCA, 2004
7 Los habitantes de la puna han utilizado las continuas heladas para deshidratación de carne y
tubérculos.
299
B O L E T Í N N ° 1 8 2 D E L A AC A D E M I A N ACIONAL DE HISTORIA
8 Por ejemplo las minas de “Portovelo, Zaruma, Minas Nuevas”, “Ponce Enríquez, San Ge-
rardo”, “Los Linderos, Río Playas”, “Nambija, Guayzimi, Sultana del Cóndor”, “Chinapintza,
El Hito, Bellavista, para mencionar algunas.
9 Renard-Casevitz, Saignes y Taylor, 1988
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19 Ibid: 350.
305
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20 Ibid: 319-338.
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22 PREDESUR, 2004.
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FINAL
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BIBLIOGRAFIA
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BIENVENIDA AL DOCTOR JOAQUÍN GÓMEZ DE LA TORRE
BARBA COMO MIEMBRO CORRESPONDIENTE
DE LA ACADEMIA NACIONAL DE HISTORIA
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glos de la casa, siguiendo las indicaciones que desde Bolivia había en-
viado el Mariscal Sucre a su amigo el Coronel Vicente Aguirre, para me-
jorar esa mansión.
Diré de paso que es grato para nosotros que el Mariscal Antonio
josé de Sucre hubiera preferido este país, el Ecuador, para formar su
hogar y establecerse como ciudadano quiteño, prefiriéndole a tantos
otros países donde brilló por sus triunfos.
Igual cosa ocurrió con el General. juan josé Flores; pese a que
le convidaban insistentemente las autoridades de Venezuela a que vol-
viese a residir y prestar sus valiosos servicios allí. Y con él se afincaron
en nuestro país más de veinte altos militares que vinieron por la guerra
de la Independencia en 1820, colombianos, venezolanos y europeos.
En tiempos de la Independencia la Casa Azul fue adquirida por
Sucre el 20 de abril de 1828 poco antes de celebrar su matrimonio a dis-
tancia y por poder otorgado al Coronel Aguirre para poder casarse con
Mariana Carcelén y Larrea Masquesa de Solanda.
El 20 de septiembre de ese año el Gran Mariscal de Ayacucho
regresó de Bolivia para establecerse en su casa de Quito y para trabajar
en las haciendas de su esposa, así lo hizo durante diez meses en que
nació su hija Terecita.
Son numerosas las obras y artículos de Historia y Geografía que
ha publicado el Dr. joaquín Gómez de la Torre. Por la brevedad
de las circunstancias solo mencionaré algunas:
Motivos Indígenas Ecuatorianos (Precolombinos).- Libro Atlas.- Edi-
torial Artes Gráficas.- Quito, 1971.
El Ecuador el Hombre y la Tierra.- Actualización sobre el Ecuador
en la Enciclopedia Plaza y janes S.A.- Geographica.- Madrid,
1977.
“El Complejo Geodésico del COMIL”.- Revista del Colegio Miltar
Eloy Alfaro .- Quito, 1994.
Historia de la Casa Azul, Museo de Sucre.- Publicación del Minis-
terio de Defensa Nacional.(Folleto).- Quito, 1998.
Historia de la Escuela Politécnica Nacional, en 6 volúmenes, comen-
zando por la Politécnica de García Moreno y terminando con la
Historia del Observatorio Astronómico de Quito (Por publi-
carse).- Quito, 2003.
Geografía del Ecuador, con 23 capítulos.- Cultural S.A. (Cultu-
resa).- Madrid, 2004.
314
B I E N V E N I DA A L D R . J OAQU Í N G Ó M EZ DE LA TORRE
29 de febrero de 2008
315
RECENSIONES
Guadalupe Soasti Toscano. EL COMISIONADO REGIO CARLOS
MONTUFAR Y LARREA. SEDICIOSO, INSURGENTE Y REBELDE.
Quito, FONSAL, 2009
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R E C E N S I O N E S
321
Hernán Rodríguez Castelo. OLMEDO EL HOMBRE Y EL ESCRITOR.
Quito, Academia Nacional de Historia, P.P.L.Impresores, 2009
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R E C E N S I O N E S
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R E C E N S I O N E S
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327
Gustavo Pérez Ramírez. HISTORIA DEL ACTA DE LA
INDEPENDENCIA DE QUITO DEL 10 DE AGOSTO DE 1809.
Quito, Fondo de Salvamento del Patrimonio Cultural de Quito
(FONSAL), 2009.
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R E C E N S I O N E S
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VIDA ACADÉMICA
IN MEMORIAM
Octavio Latorre
Tuve la suerte de trabajar los últimos años muy cerca de Dn. Manuel,
Director de la Academia y esos años me sirvieron para conocer y admi-
rar a un hombre tan humano y tan valioso. A cada cualidad que se ha
nombrado en las últimas semanas, deberíamos añadir un “Y”, para in-
tegrar la personalidad de este gran hombre: padre de familia, patriota:
diplomático, caballero… Solo quisiera resaltar nueve aspectos de su vida
con ciertos detalles conocidos a través de nuestras conversaciones y tra-
bajos que muestren esa riqueza humana que todos recordamos.
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V I DA AC A D É M I C A
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MANUEL, HISTORIADOR*
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DISCURSO DEL DR. JUAN CORDERO ÍñIGUEZ
EN EL ACTO CONMEMORATIVO DEL CENTENARIO
DE LA ACADEMIA NACIONAL DE HISTORIA
(1909 - 2009)
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del Ecuador. Buena parte de estos bienes culturales están hoy en poder
del Banco Central del Ecuador.
Sirvió al Ecuador en representaciones internacionales, en cargos
diplomáticos, en secretarías de Estado y quizá su mayor aporte fue su
participación en el mejoramiento de las relaciones de la Iglesia con el
Estado hasta la suscripción del Modus Vivendi, en 1937. jorge Salvador
Lara afirmó, con justeza, que Carlos Manuel Larrea ocupa uno de los
lugares cimeros de la cultura ecuatoriana.
Aníbal Viteri Lafronte. Su participación en la vida de la Socie-
dad fue fugaz, pues le llegó tempranamente la muerte, años antes de
que nuestra Institución se transformara en Academia. Se le valora, no
solo por su producción histórica, sino también por sus artículos perio-
dísticos y por su obra literaria.
Juan León Mera Iturralde. (1874-1955) Hombre múltiple, que
cultivó la poesía, la historia y, sobre todo, la pintura, siendo más cono-
cido en la cultura ecuatoriana por esta actividad. En nuestro campo so-
bresalen las Conversaciones con el Ilustrísimo Señor González Suárez. Ade-
más, hay varios artículos suyos en el Boletín de la Academia.
José Gabriel Navarro Enríquez. (1883-1965) Diplomático, pin-
tor, investigador. Sobresalió por la profundización en la historia del arte
ecuatoriano, llegando a ser el mayor especialista en este campo, junto
con el padre josé María Vargas, Subdirector de la Academia por varios
años, con quien mantuvo alguna vez una polémica en torno al artista
Sánchez Gallque. Son numerosas sus obras, tanto de historia general del
arte como de estudios singulares de pintores coloniales y del siglo XIX.
En total se han registrado 380 títulos entre libros, artículos y folletos.
Isaac J. Barrera. (1884-1970) Este gran intelectual imbabureño
es, tal vez, el mimbro que más ha servido a la Academia, pues fue fun-
dador y ejerció la dirección por veintiséis años, desde 1943 hasta el de
su muerte, ocurrida en 1970. Muy conocido por su Diccionario de la lite-
ratura ecuatoriana, lo es también por sus numerosas obras de historia,
como Rocafuerte; Homenaje a los próceres de la independencia de Guayaquil;
Quito colonial; Simón Bolívar, libertador y creador de pueblos; El obispo Cuero
y Caicedo; Historiografía del Ecuador…
Cuando cumplió sesenta años de periodismo se le hizo un gran
homenaje nacional y en el año de su muerte fueron brillantes las pala-
bras pronunciadas por nuestro Académico y Presidente Honorario vi-
talicio jorge Salvador Lara, quien recordó que durante 114 semestres, es
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donación del reino de España de algo más de 100.000 euros, para que
sean empleados en la terminación del procesamiento técnico y en la ad-
quisición de libros de nuestra especialización.
Es necesario recordar que una colección de libros, publicados
por Aymesa, fue impulsada por Patricio Acosta y su gran colaborador,
el excelente periodista doctor Marco Lara. La Academia ha considerado
que es de justicia entregarles sendos diplomas de agradecimiento.
Se ha impulsado la organización de dos núcleos, uno en Gua-
yaquil y otro en el Austro, con sede en Cuenca, para dar a la Academia
un mayor alcance nacional. Se ha procedido a incorporar en cada uno
de ellos a nuevos miembros correspondientes y se prevé su robusteci-
miento en un futuro inmediato. En nuestro puerto principal ya se ha
avanzado con una organización interna muy bien dirigida por Benjamín
Rosales Valenzuela.
Aunque se ha realizado una reforma estatutaria, creemos que
hay que actualizar algunos preceptos jurídicos, legislar sobre nuevos
temas y cubrir algunos vacíos, para entrar de lleno a los próximos cien
años de vida. Para ello contaremos con las mejores opiniones de quienes
siendo académicos de la Historia, son también notables juristas.
La situación financiera ha mejorado, gracias al apoyo de acadé-
micos que han cumplido papeles relevantes en los últimos gobiernos
constitucionales. Es de justicia destacar las labores cumplidas por dos
de nuestros más brillantes compañeros, Enrique Ayala Mora, impulsor
del convenio que hoy suscribimos con el Ministerio de Educación, entre
otras acciones notables; y, por nuestro tesorero jorge Núñez Sánchez,
acucioso y diligente administrador de los limitados fondos. Un rasgo
de gratitud de la Academia se exterioriza con la entrega de un botón de
oro y un diploma a nuestro gran amigo el Doctor Raúl Vallejo Corral,
Ministro de Educación.
Debemos destacar la recordación del prócer chileno Camilo
Henríquez, quien llamó a Quito Luz de América e hizo poner un gran le-
trero con este reconocimiento en el faro de Valparaíso. Con la participa-
ción de Manuel de Guzmán Polanco y de jorge Núñez Sánchez, en el
año 2008, se revalidó ese reconocimiento al pie del monumento dedi-
cado al mencionado héroe, en una de las plazas de esa ciudad.
En los próximos meses se dará cumplimiento al concurso inter-
nacional convocado por el gobierno ecuatoriano y la Academia Nacional
de Historia, con el tema: Trascendencia internacional del gobierno quiteño
autónomo del Diez de Agosto de 1809.
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Acto conmemorativo de los cien años de la ANH. Hno. Eduardo Muñoz Borrero,
Paco Mocayo Gallegos, Manuel de Guzmán Polanco,
Monseñor Raúl Vela Chiriboga, Juan Cordero Íñiguez y Jorge Salvador Lara
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DISCURSO DEL DR. JUAN CORDERO ÍñIGUEZ
EN SU POSESIÓN COMO DIRECTOR
DE LA ACADEMIA NACIONAL DE HISTORIA
Señoras y señores:
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cibir de nuestra parte un total apoyo, así como cualesquiera otras tareas
que conduzcan a la investigación, al mejor conocimiento y a la difusión
de tan fecundo pasado.
La historia del Incario la compartimos con varios pueblos an-
dinos. Y en cada espacio nacional, aún más, en las variadas latitudes del
Ecuador, hay diversas huellas. Ya desde entonces, lamentablemente, se
generaron los enfrentamientos regionales. Solo citemos un ejemplo: la
diversa valoración que se hace de los dos últimos emperadores, ambos
nacidos en nuestro territorio: Huayna Cápac y Atahualpa. Esforzarnos
todos para mirar la cultura incaica, invasora y conquistadora, pero con
una enorme trascendencia en nuestra historia, en un contexto nacional
único, es tarea de superación de posturas localistas y de generosas acti-
tudes con miras a construir esa gran historia nacional, que nos hemos
propuesto.
El período hispánico, convertido en colonial en el siglo XVIII,
es común para una dilatada geografía de nuestra América. Las valora-
ciones de este lapso de trescientos años se han mantenido polarizadas
entre la leyenda negra y la leyenda áurea. Se ha acopiado una gran ri-
queza documental y bibliográfica, en gran parte con esfuerzos de nues-
tros académicos; sin embargo, queda mucho por leer, transcribir, inter-
pretar y, sobre todo, integrar dentro de una visión que supere posiciones
ideológicas personales. Estamos ya a doscientos años de distancia tem-
poral de una historia que ha matizado nuestras raíces aborígenes e in-
caicas y que ha consagrado la imagen mestiza de la que hoy nos sentimos
partícipes la mayoría de los ecuatorianos. Ni indigenismo ni hispanismo
a ultranza, sí un ecuatorianismo que sume y ofrezca una enriquecida
historia nacional.
Fueron complejos esos trescientos años y en lo territorial nos
dejo una herencia indefinida, con cambios jurisdiccionales totales o par-
ciales que han sido interpretados por los países vecinos, según su poder
político, militar y económico, por lo cual nuestros territorios han dismi-
nuido en extensión, lo que aún es motivo de dolor y de amargura. Más
allá de ello, también las segregaciones político administrativas, militares
o religiosas de ciudades o provincias motivaron a que algunas personas
en las primeras décadas del siglo XIX no pensaran en la integración tra-
dicional de la Audiencia, como unidad territorial a convertirse en un
país independiente y haya existido criterios válidos para mantenerse
por separado, sumarse al Perú o a Colombia. Sin embargo, a nuestro jui-
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Asistentes al acto. Entre otros, Jorge Núñez Sánchez, Hernán Rodríguez Castelo,
Juan José Paz y Miño, Leonardo Moncayo Jalil y Enrique Ayala Mora.
365
LA PERDURABLE LECCIÓN DEL DR. JORGE LUNA yEPES
EN EL CENTENARIO DE SU NATALICIO
Este acto rinde homenaje a la memoria del Dr. jorge Luna Yepes,
con motivo del centenario de su natalicio. Mucho se podría escribir
sobre su polifacética personalidad y sería largo analizar sus muchos es-
critos: libros y folletos, discursos parlamentarios, editoriales y ensayos
periodísticos. Bien valdría sobre ello una investigación minuciosa y ex-
haustiva por haber sido maestro y dirigente de juventudes, con amplia
influencia en la formación de muchas de las personalidades que en los
últimos treinta años han ejercido funciones publicas de relieve (magis-
trados, ministros de Estados, legisladores, profesores universitarios, pe-
riodistas, dirigentes laborales, sacerdotes inclusive) y por haber
participado activamente en la política nacional.
Como historiador, su obra capital fue Síntesis histórica y geográ-
fica del Ecuador publicada en Quito (1944) y reeditada en Madrid (1951).
Los hechos principales están allí agrupados en resúmenes e interpreta-
ciones, con frecuencia polémicas, mitos y clisés con los que ha solido
tergiversarse nuestra historia al vaivén intereses de diversa índole, na-
cionales e internacionales.
El pensamiento del Dr. Luna se caracterizó por la universalidad
de conocimientos, lógica acerada, poderoso don de síntesis y análisis a
la vez, y deliberada prescindencia de adornos retóricos. Entre los linea-
mientos básicos permanentes de sus concepciones doctrinarias podría-
mos señalar, ante todo, el personismo cristiano; una religiosidad acendrada,
preocupada de ilustar su fe, con adhesión firme a la cátedra pontificia,
admiración cordial y agradecida a la Compañía de jesús (en cuyo ho-
menaje editó valioso libro) y valiente confesión pública de sus ideas cuando
ello fue necesario.
Patriotismo ardiente, el de Luna Yepes, dolorosamente afectado
por la tragedia nacional de 1941 y 1942. El nacionalismo del Dr. Luna
es razonable, sin exacerbaciones ni presiones: proclamó que “existe la
nación ecuatoriana y tiene un destino histórico que cumplir”. Realista,
se basó en la observación, el análisis y la meditación profunda de diver-
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toriano, al que trató de dar nuevos rumbos junto con Eduardo Cabezas,
Luis Alfonso Ortiz Bilbao y jorge Ribadeneira Saa, idealistas como él.
Ante el descalabro del país en 1941 y 1942 fundó el movimiento ARNE
(Acción Revolucionaria Nacionalista Ecuatoriana), lo disciplinó y vigo-
rizó, pero cuando se intentó la línea política electoral y se lo inscribió
como partido, no pudo impedir que viejos y nuevos grupos logreros le
aplicaran la ley del embudo y cancelaran su inscripción legal.
Ateneísta y académico, hondo conocedor del ser nacional, autor
de un valioso texto de historia, lloran su muerte y recuerdan su ejemplo
varias entidades del Ecuador eterno. Como homenaje a su memoria, pa-
rece oportuno rememorar su proclama fundamental: “Existe la nación
ecuatoriana, comunidad de misión histórica en el concierto universal.
Suyos fueron los precursores del pensamiento y la acción en momentos
cruciales de la historia, su voz la que salió por los fueros del ideal cuan-
do otros callaron egoístas y cobardes. Esta vocación se ha forjado por su
capacidad singular de guardián de la hidalguía y defensor de la justicia”.
Al recordarle ante los amenazantes vientos de fronda, renove-
mos el ideal de Patria Unitaria y luchemos impertérritos contra los mias-
mas deletéreos que corroen la osatura nacional!
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UN “OLMEDO” DE LA ACADEMIA NACIONAL
DE HISTORIA EN HOMENAJE A GUAyAQUIL
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DISCURSO DEL ACADÉMICO RODOLFO PÉREZ PIMENTEL
EN LA PRESENTACIÓN DEL LIBRO “OLMEDO, EL HOMBRE
Y EL ESCRITOR”
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DISCURSO DEL ACADÉMICO HERNáN RODRÍGUEZ
CASTELO EN LAPRESENTACIÓN DE SU LIBRO
“OLMEDO, EL HOMBRE y EL ESCRITOR”
Hará cosa de poco menos de un mes, conversaba con una persona que,
sin ser académica, hace por la Academia Nacional de Historia lo que no
alcanzamos a hacer muchos académicos. El asunto eran las relaciones
de Olmedo con Bolívar, puesto de actualidad por algunos escritos y he-
chos sucedidos en Guayaquil, la tierra patria del gran poeta y hombre
público. Le hice un cuadro de esas relaciones amplio, complejo, persigu-
iéndolas en el tiempo. “Pero, ¿todo eso es verdad?”, me dijo, admirada.
“Sí, le respondí. Verdad documentada en textos del tiempo y sobre todo
en la larga correspondencia sostenida por Olmedo y Bolívar por años”.
“Pero esto no se lo conoce…” Y entonces le hablé de que tenía listo un
“Olmedo” en que se iluminaba este asunto y todos los muchos intere-
santes, fascinantes, en que Olmedo fue actor o, al menos, testigo privi-
legiado. Y nació este libro. A la Academia Nacional de Historia le entu-
siasmó publicarlo y más cuando pareció posible que se llegase a presen-
tarlo en la ciudad del prócer, en la mayor de sus fechas cívicas, la que
exaltó al poeta al papel decisivo de estadista del movimiento, el 9 de oc-
tubre. Y aquí estamos.
BOLÍVAR Y OLMEDO
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Ud. sabe por la historia de todos los siglos, cuál ha sido la suerte de los
hombres de bien en las revoluciones
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OLMEDO, EL REVOLUCIONARIO
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migo para todo, menos para jefe de la Revolución. Esta parte debe ser
necesariamente desempeñada por un jefe militar y de mucho arrojo”. Y
cuando guayaquileños de acción, impacientes y coléricos, fraguaban la
revolución que acabaría con la tiranía de Flores, Olmedo cumplía en
Babahoyo, con ejemplar sentido moral, unas funciones que muchos,
comenzando por sus cuñados, los Icaza Silva, consideraban desdorosas
para el gran poeta, pero él las requería para apuntalar su casi siempre
maltrecha economía: colector de sales.
Pero a una y otra revolución Olmedo aportó algo que las con-
solidó, les dio sentido y las justificó ante el mundo americano: la pa-
labra.
En los meses anteriores al surgimiento del nazismo -que ofrecen
inquietantes semejanzas con lo que actualmente vivimos- se asiste en
una Alemania frustrada por la derrota y humillada por el Tratado de
Versalles a una febril búsqueda de las palabras que diesen sentido a lo
que pretendían para devolver su grandeza al pueblo alemán diferentes
movimientos. Iversen le decía a Hellwig, el campesino rojo, a propósito
de lo que se estaba llamando la Revolución Nacional de los campesinos,
que había que llegar “al despliegue total de nuestra substancia”. “Esas
son palabras”, le responde Hellwig. E Iversen lo admite, pero insiste:
“Seguramente son palabras: es preciso que les demos un sentido”. Y
eran numerosos los alemanes que buscaban el sentido profundo del
proyecto que proponían. Pero quien acabaría arrastrando a toda la
nación a la más ruinosa aventura era, no un hombre de palabras pro-
fundas, sino un charlatán: Hitler, el charlatán, der Schwätzer.
Olmedo, hombre que manejaba la palabra como nadie en su
tiempo, escritor que abominaba de verborreas y acosos propagandísti-
cos, dio a esas dos revoluciones esas palabras con sentido que las ilumi-
narían hacia dentro y las justificarían hacia fuera. Si ustedes toman el
libro que nos ha reunido esta noche, y lo voltean hallan en la contratapa
una muestra de esa palabra que Olmedo dio a esas revoluciones, en este
caso a la de Marzo:
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RESTA EL POETA
Y, claro, resta el poeta. Pero no solo el poeta: el gran prosista. Fue Aurelio
Espinosa Pólit, a quien la patria debe, entre otros eminentes servicios,
la gran edición de las obras completas de Olmedo, el primero que llamó
la atención hacia esta faceta del escritor que fue Olmedo. Y a sus cartas:
todo un tomo de la Biblioteca Ecuatoriana Mínima dedicó a la corres-
pondencia del prócer. Solo hacía falta leerla críticamente, y es lo que he
hecho en el libro.
¿Qué siente el lector contemporáneo, sobre todo si es un joven,
nacido al pie de la televisión –que es el actual “focus” de los hogares– y
que no lee sino lo que halla en sus navegaciones por la red, ante un
poema como el Canto a Bolívar? Escuché a un notable escritor, guaya-
quileño, de los de la generación de los treinta, sentar, sin más, que
Olmedo era “un mal poeta”. Otros no lo dicen, pero a lo mejor no están
lejos de tal apreciación.
Este libro invita a cualquier lector de hoy a volver a estos poe-
mas. Propone la empresa de situarse en el tiempo de Olmedo para esa
lectura. Y yo prometo a cualquier lector que tal incursión le deparará
grandes emociones, fascinantes hallazgos. Hasta en la poesía filosófica
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INFORME SUCINTO QUE PRESENTA A LA JUNTA GENERAL
EL DIRECTOR DE LA ACADEMIA,
DOCTOR JUAN CORDERO IñIGUEZ,
CORRESPONDIENTE AL CUARTO TRIMESTRE DEL 2009
INTRODUCCIÓN
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ACADEMIA NACIONAL DE HISTORIA
DIRECTORIO
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8.- DR. JORGE SALVADOR LARA 2469-604
Guarderas 434 – (Urb. La Concepción) Quito (0f) 2509-471
E-mail: jorsalla@andinanet.net
Fecha de Incorporación: Julio 27/1967.- Sillón 1.-
Tema del Discurso: “Los Restos Humanos más Antiguos
del Ecuador”.
Le dio la bienvenida Don Carlos Manuel Larrea.
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MIEMBROS HONORARIOS
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DIRECTORIO
MIEMBROS
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IMBABURA
TUNGURAHUA Y CHIMBORAZO
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