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El pozo con el que comenzó la industria del

petróleo norteamericana
En 1858, Edwin Drake llegó con su familia a Titusville, Pensilvania. Pese a no tener
experiencia alguna en la industria del petróleo, la Seneca Oil le había encargado una difícil
misión: intentar llegar hasta el petróleo que, supuestamente, se escondía en el subsuelo de
la región. De conseguirlo, los beneficios serían millonarios. Cuando comenzó a perforar eran
pocos los que creían en él y muchos los que se mofaban de una idea tan ridícula.

Edwin Laurentine Drake

Con la aparición de las primeras prensas movidas por la fuerza del vapor, el precio de los
libros y periódicos comenzó a bajar y se produjo un incremento drástico de la demanda de
iluminación barata. En las ciudades, las redes de gas para iluminación, que se habían
empezado a construir a comienzos del siglo XIX, sólo cubrían las zonas céntricas, donde era
rentable operarlas. Para aquellos a los que no llegaba el gas, el aceite de ballena se había
convertido en su iluminación habitual. Sin embargo, al mismo ritmo que la demanda de este
aceite crecía, su disponibilidad menguaba y el precio se disparaba.

Existían otros iluminantes, pero unos eran peligrosos por el riesgo de explosión y otros
demasiado caros. La solución vendría del abundante y barato petróleo (del latín, “aceite de
piedra”). Era un producto que se conocía desde la antigüedad y que en las regiones donde
aparecía de forma natural, como el Oriente Medio, se usaba para calafatear embarcaciones,
engrasar pieles o mezclado para formar armas incendiarias como el fuego griego.

En los Estados Unidos de la época, para muchos, el petróleo era sólo una misteriosa grasa
que salía del suelo y a la que sólo se le había encontrado utilidad en el campo de la medicina
y la charlatanería. Se atribuye a Samuel Martin Kier la creación de la primera refinería en
Estados Unidos y es por ello considerado uno de los “abuelos” de la industria del petróleo
norteamericana.

Para Kier, como para muchos otros de los dedicados a la extracción de sal en Pensilvania, el
petróleo era, en un principio, una molestia que contaminaba los pozos de su familia. Sin
embargo, con el tiempo, pensó en sacarle algún tipo de provecho económico. Aunque no
tenía formación química ni científica, comenzó a experimentar con los diferentes productos
que obtenía de su destilación. En 1848, lanzó varias medicinas “milagro” que curaban el
cólera, el asma, las úlceras,… pero no tuvo demasiado éxito, demasiada competencia.

Título de la Pennsilvania Rock Oil Company, antecesora de la Seneca Oil Company. Original


en Oil150.com

Más tarde, Kier descubriría un método económicamente viable para la obtención


de queroseno a partir de petróleo y, después, inventó una lámpara que minimizaba el humo y
el olor que este aceite de carbón desprendía al quemarse, aunque no conseguía eliminarlos
del todo (serían otros los que lograrían eliminar el olor tratándolo con ácidos). En cualquier
caso, la luz era clara y el precio razonable. Unos años después, en 1853, Kier estableció su
famosa refinería de Pittsburg, la que se convertiría en la primera de todo Estados Unidos, y
en la que Kier se dedicó a refinar el petróleo proveniente de los pozos de sal de la zona.

Ese mismo año, sería cuando a otro de los pioneros de la industria del petróleo
norteamericana, George Bissell, se le ocurrió también la idea de usar el petróleo como
iluminante comercial. Según unos, Bissell tuvo la ocurrencia durante una visita al laboratorio
de su antigua escuela, al ver una botella con petróleo, producto que ya sabía que era
inflamable. Según otros, la idea no fue tan espontanea, y Bissell comenzó a interesarse por el
petróleo cuando le llegaron las noticias de los primeros “experimentos” de Kier y de otros en
Pensilvania. En cualquier caso, Bissell montó una pequeña compañía y pidió a uno de los
químicos más prestigiosos de la época en Estados Unidos,Benjamin Silliman, que investigara
sobre las posibilidades de aquel “aceite de roca” como iluminante —para conseguir
inversores era necesario el respaldo de un científico de renombre—.
Edwin Drake (a la derecha) delante de su pozo junto a Peter Wilson, farmacéutico de Titusville que le prestó
dinero para acabarlo. Foto original Pennsylvania Historical and Museum Commission, Drake Well Museum,
Titusville

Como bien sabía Kier, sin ningún tipo de procesado, el petróleo no servía para las lámparas
debido a su fuerte olor y al humo que producía. Silliman consiguió, mediante destilación,
descomponer el petróleo en varias sustancias: una de las cuales era un aceite con una gran
capacidad para iluminar (queroseno). El estudio también apuntaba que otras partes menos
volátiles podían resultar útiles como lubricantes. Finalmente, Silliman concluía: “vuestra
empresa está en posesión de una materia prima a partir de la cual se pueden fabricar
productos de gran valor”. Convencido de que el del petróleo podía ser un buen negocio,
Silliman adquirió acciones de la recién creada compañía de Bissell.

También lo hizo un joven banquero de la zona, James M. Townsend. Nació así la Seneca Oil
Company. Pero antes de comenzar a ganar dinero, había que solucionar un gran problema: no
existía un suministro de petróleo suficientemente bueno ni abundante. En esa época, casi
todo el petróleo que se consumía en el país provenía de Pensilvania, donde se recogía
flotando en pequeñas cantidades sobre la superficie de estanques y charcas. Sin embargo, la
Seneca Oil Company necesitaba extraer petróleo del suelo en cantidades mucho mayores, si
quería ser rentable.

Es aquí cuando aparece la figura de Edwin Drake, un personaje que llegó al mundo del
petróleo por casualidad. Drake había trabajado durante casi toda su vida en los ferrocarriles
de New Haven, donde había trabajado de oficinista, de agente de correos y de conductor de
tren. En 1854 se había quedado viudo aunque tres años más tarde, en 1857, se había vuelto a
casar, esta vez con una mujer que era 16 años más joven que él.
Report on the Rock, Oil, or Petroleum by B. Silliman, Jr. El informe que Silliman escribió para
Bissell. Original en Oil150.com

Ese mismo verano, con sólo 38 años de edad, Drake tuvo que dejar su trabajo en la compañía
de ferrocarriles a causa de una enfermedad, aunque retuvo los privilegios que tenía como
conductor, uno de los cuales era el de viajar gratis en tren. Según parece, este fue uno de
los motivos por los que Townsend lo acabaría contratando a él. Townsend y Drake se habrían
conocido por casualidad, en uno de sus muchos viajes en tren. Un día, cuando Drake ya
estaba retirado, Townsend le ofreció la posibilidad de entrar en el negocio.

Drake no sabía nada de la extracción de petróleo, aunque tampoco es que mucha gente
supiera mucho más en aquel tiempo. Tampoco sabía demasiado del mundo de los negocios,
pero se había pasado la vida trabajando con sus manos y entendía cómo funcionaban las
herramientas y sabía cómo usarlas. Así que en 1858 la Seneca Oil Company lo envió a hacer
unas prospecciones petrolíferas a Titusville, Pensilvania.

Drake comenzó a perforar a la manera habitual, haciendo zanjas, pero fracasó. Así que
decidió probar otro método, el que se utilizaba en las minas de sal. A Drake le costaría varios
meses encontrar un hombre con experiencia en la perforación de pozos de sal dispuesto a
trabajar en su pozo. Para los pocos que sabían algo del petróleo, se trataba de una substancia
que aparecía en los pozos de agua salada, pero perforar un pozo sólo para obtener petróleo
les parecía ridículo.

Mientras tanto, Drake se había ido haciendo con todo lo necesario. Había comprado un motor
de vapor para mover el taladro y había comenzado a construir el pozo en sí: la caseta de
bombeo, una torre, un balancín y un volante pesado para subir y bajar el taladro.
Samuel Martin Kier (1813-1874) y George Henry Bissell (1821-1884)

Drake comenzó a martillear la tierra para construir su agujero, el taladro rotatorio se


inventaría mucho más tarde. Llevó un cierto tiempo atravesar las primeras capas de grava del
terreno y cuando llegaron a los 5 metros de profundidad el pozo comenzó a derrumbarse.
Sus ayudantes no tardaron en desesperarse. Fue en ese momento, cuando Drake encontró,
por fin, a la persona que había estado buscando, un herrero con cierta experiencia en
perforar pozos, “Uncle Billy” Smith, que accedió a trabajar a cambio de una generosa paga.

Smith descubrió que el agujero, situado muy cerca de un arroyo, se llenaba continuamente de
agua. Primero, intentó bombear el agua, pero vio que era inútil. Finalmente, Drake y Smith
se hicieron con una tubería de hierro fundido y la clavaron en el suelo, hasta más allá del
nivel del arroyo. Según parece, Drake habría visto a mineros de sal de la cercana Tarentum
colocar de manera similar una tubería conductora en sus pozos para evitar que se les vinieran
abajo y extraer fácilmente el agua con sal. A través del tubo, se bajaba el taladro y así se
evitaban los desprendimientos.

Utilizando este método, los hombres de Drake perforaron de manera incansable durante todo
el verano, seis días por semana, el domingo era sagrado para Drake. La solución fue eficaz
para detener los derrumbamientos, pero el progreso de la perforación seguía siendo muy
lento, apenas un metro por día.

Los curiosos comenzaron a acudir en masa a mofarse de la “locura de Drake”, como


llamaban al pozo, querían ver como progresaba aquel despilfarro en el que se desperdiciaban
buenos y caros materiales. Al mismo tiempo, el Coronel Drake (título que el mismo se había
otorgado para ganarse el respecto de la gente) comenzó a quedarse sin dinero y la
propia Seneca Oil, cansada de esperar, lo abandonó a su suerte. Sin embargo, Drake no cejó
en su empeño y continuó perforando con su propio dinero y con 500 dólares que había
conseguido prestados de sus amigos y conocidos de la zona. No era mucho y era más que
probable que Drake creyera que el fin estaba cerca.
Campos petrolíferos en Pensilvania 1865. Original The Independent

El 27 de agosto de 1858 alcanzaron los 21 metros de profundidad. En ese punto, el taladro se


topó con una grieta y los hombres de Drake prefirieron dejarlo todo por ese día. Todo el
mundo esperaba que todavía fuera necesario perforar, como mínimo, 30 metros más. Sin
embargo, a la mañana siguiente, antes de comenzar, “Uncle Billy” se sorprendió gratamente
al comprobar que el petróleo brotaba de la tubería. En seguida, llamó a Drake y comenzaron
a subir el petróleo con una bomba de mano.

La noticia corrió como la pólvora, pero muchos aún se resistían a creerlo. Algunos escépticos
sostenían que había sido el propio Drake el que había echado el petróleo en el pozo, el
equivalente a “echar sal a la mina”. Otros, sin embargo, sí que creyeron y se apresuraron a
comprar y a arrendar tierras en la zona para hacerse con el petróleo que había debajo.

Había comenzado la Fiebre del Petróleo de Pensilvania. Los precios de las tierras se
dispararon y los buscadores de fortuna llegaron. Había pozos por todos los lados. Entre
todos, produjeron unos 4.500 barriles el primer año. En 1860, ya eran varios cientos de miles
y en 1862 la producción alcanzó los 3 millones.

Pozos de petróleo durante el comienzo de la Fiebre del Petróleo de Pensilvania.


Oil Creek (1865), donde estaba el pozo de Drake

Comenzó así una bonanza que permitiría a muchos hacer grandes fortunas. No fue el caso de
Drake. No actuó lo suficientemente rápido para controlar la producción, no había comprado
suficientes tierras, y no había patentado su técnica de perforación. Además, en 1860, la
Seneca Oil rompió su relación con Drake, pagándole 1.000 dólares por el uso de su nombre en
sus barriles. Drake lo intentó por su cuenta, creó su propia compañía, pero tampoco triunfó y
acabó perdiendo todos sus ahorros en 1863 especulando con el petróleo.

Su salud también se acabó resintiendo y buscando los efectos favorables del mar, primero, se
mudó a Vermont y, después, a Nueva Jersey. A finales de la década de 1860, algunos viejos
conocidos de la industria del petróleo reunieron 4.000 dólares para él. Pero acabóviviendo de
la caridad hasta que en 1873 el Estado de Pensilvania le otorgó una paga vitalicia de 1.500
dólares al año por su contribución al progreso de la industria.

El 9 noviembre de 1880, después de años de mala salud y dolores crónicos, Drake murió como
un modesto pensionista, sin haberse nunca llegado a beneficiar de haber creado el primer
pozo de petróleo de los Estados Unidos. Para entonces, hacía años, en 1864, que la Seneca
Oil había dejado de funcionar, aunque Bissell, que se había hecho con una gran cantidad de
tierras en la zona del boom petrolífero, era un rico hombre de negocios. Kier, también,
había conseguido amasar una fortuna considerable, que hubiera sido mayor de haber
patentado sus invenciones.

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