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JUEVES DESPUES DE CENIZA

Deut 30, 15-20

Hemos escuchado el final del gran discurso atribuido a Moisés, en el que el jefe del pueblo
de Dios exhorta a la comunidad a una toma de decisión por Dios. Se nos presentan dos
caminos, dos opciones: el bien o el mal, la vida o la muerte, a favor o en contra de Dios.

"Conversión" es la palabra clave de la Cuaresma. La palabra conversión es un cambio


radical de vida, girar en 180 grados, porque nos hemos dado cuenta de que vamos en
"sentido contrario". Pero "conversión" también es ir moviendo, con ligeros golpes, el
volante para mantenernos en la dirección correcta... Convertirse es la acción normal
"permanente" de todo cristiano, de toda comunidad eclesial.

Dejemos que la invitación que hemos escuchado penetre a nuestro corazón y démosle una
repuesta positiva.

Lc 9, 22-25

Después de la confesión de Pedro: Tú eres el Cristo el Hijo de Dios vivo; Jesús les anuncia a
sus discípulos la pasión. Este anuncio de la pasión les muestra que el Mesías esperado no
es un Mesías triunfante. La gloria de Cristo pasará por la Cruz.
En el anuncio de la Pasión Cristo habla de sufrir, de ser rechazado y morir para después
resucitar. El sufrimiento, el rechazo y la muerte, también van a ser la condición de todo el que
quiera seguir a Jesús. Y Jesús nos invita a seguirlo, no nos obliga, nos invita. Jesús dice: si
alguno quiere...

Y seguir a Cristo es seguirlo por el camino que recorrió que paso por la cruz para alcanzar
luego la gloria de la resurrección. Cuando cada una de nosotros llevamos esa nuestra cruz
de cada día con amor y por amor a Cristo, estamos profesando nuestra profunda fe en
Jesús. Cuando Cristo nos invita a seguirlo tomando nuestra cruz, nos está indicando que la
vida cristiana es una vida con cruz.

Lo normal en una vida cristiana es que se encuentren anticipo de la resurrección dentro de


nuestra vida diaria cargando nuestra cruz. Algunas veces puede ser que encontremos
nuestra cruz en una gran dificultad, en una enfermedad grave y dolorosa, en la muerte de un
ser querido. En esos casos, debemos abandonarnos en las manos de Dios, con la certeza
que si Él permite nuestro dolor es para hacernos más semejantes a Él.

Si el Señor permite nuestra cruz, nos va a dar las gracias necesarias para llevarla y daremos
fruto abundante. Pero lo normal, es que encontremos la cruz de cada día en las pequeñas
contrariedades en nuestra familia, en el trabajo, en nuestro grupo, con nuestros vecinos...
Tenemos que recibir esas contrariedades con ánimo y ofrecerlas al Señor sin quejarnos. La
queja es una forma de rechazo a la cruz.
VIERNES DESPUES DE CENIZA

Is 58, 1-9
En nuestro caminar de conversión, la Iglesia no va iluminando con trozos escogidos de la
Sagrada Escritura. Son como "flashazos" que van iluminando uno u otro aspecto de nuestra
vida cotidiana. Son como toques de pincel que poco a poco van detallando en nosotros el
rostro de Cristo.

Ayuno, penitencia y oración no tienen ningún valor ni significado si no están vivificados por
la caridad y si no están acompañados por lo que son los cimientos del edificio de la caridad:
las obras de justicia.

La Cuaresma tiene una dirección básica hacia Dios, pero ésta no puede existir sin la
dirección hacia el prójimo; son las dos líneas indispensables de la Cruz, el signo de Cristo.

Mt 9, 14-15
La dimensión interior, que el profeta reclama, Nuestro Señor la toma y la pone en una
dimensión sumamente hermosa, cuando le preguntan: ¿Por qué ustedes no ayunan y sin
embargo los discípulos de Juan y nosotros si ayunamos? Y Jesús responde usando una
parábola: “¿Pueden los amigos del esposo ayunar mientras está el esposo con ellos?” Jesús
lo que hace es ponerse a sí mismo como el esposo.

El ayuno que Él busca es el del corazón, la conversión que Él busca es la del corazón y
siempre que nos enfrentemos a esta dimensión de la conversión del corazón nos estamos
enfrentando a algo muchas veces no se ve tan fácilmente; a algo que muchas veces no se
puede medir, pero a algo que no podemos prescindir en nuestra vida. ¿Quién puede palpar
el amor de un esposo a su esposa?

¿Quién puede medir el amor de un esposo a su esposa? ¿Cómo se palpa, cómo se mide?
¿Solamente por las formas externas? No. Hay una dimensión interior en el amor esponsal
del cual Jesucristo se pone a sí mismo como el modelo. Hay una dimensión que no se puede
tocar, pero que es también imprescindible en nuestra conversión del corazón. Tenemos que
ser capaces de encontrar esa dimensión interior, una dimensión que nos lleva
profundamente a descubrir si nuestra voluntad está o no entregada, ofrecida, dada como la
esposa al esposo, como el esposo a la esposa, a Dios, Nuestro Señor.

La conversión no es simplemente obras de penitencia. La conversión es el cambio del


corazón, es hacer que mi corazón, que hasta el momento pensaba, amaba, optaba, se
decidía por unos valores, unos principios, unos criterios, empiece a optar y decidirse como
primer principio, como primer criterio, por el esposo del alma que es Jesucristo.
SABADO DESPUES DE CENIZA (IMPAR)

Is 58, 9-14

Al comentar la lectura profética de ayer, que en el libro de Isaías precede inmediatamente a


la de hoy, meditábamos que las dos líneas indispensables para formar una cruz, la vertical y
la horizontal, nos expresan las dos líneas básicas de la vida cristiana. Son las que le dan un
volumen, un cuerpo: lo vertical y lo horizontal, el amor a Dios y al prójimo.

La lectura de ayer expresaba, como la de hoy, las dos líneas.

El profeta está hablando a los que han regresado del destierro y están reconstruyendo
Jerusalén; por eso hace alusión a las ruinas, a las brechas y a lo derruido; pero son
imágenes universales del daño y la destrucción que ocasiona nuestro orgullo y egoísmo.

La guarda del sábado -el día de Dios-, el cumplimiento amoroso de sus prescripciones, los
pone el profeta como condición para llegar al sábado eterno en el que el Señor será nuestra
delicia.

Lc 5, 27-32

Jesús había llamado ya a los primeros discípulos, prácticamente todos pescadores, para
hacerlos "pescadores de hombres". Hoy lo vemos acercándose a un publicano, también
para llamarlo a que sea su testigo y para que un día escriba, no ya las cuentas de los
impuestos, sino el testimonio de su Evangelio.

¿Habrá que recordar de nuevo el gran título de "pecadores" que llevaban los publicanos en
la frente? Traidores a Dios, a su religión y a su patria. De allí las criticas de los fariseos y de
los escribas.

Lucas, como médico, con un especial acento, nos transmite la respuesta de Jesús: "No son
los sanos los que necesitan al médico, sino los enfermos".

¿Cuál es nuestra actitud ante Dios cuando miramos nuestros pecados y debilidades? ¿De
confianza absoluta en su poder salvífico, en su amor? Y, ¿cuál es nuestra actitud cuando
miramos las fallas del prójimo, especialmente las que nos afectan? ¿Se parece nuestra
actitud a la de Cristo, el Médico, el Salvador?
LUNES DE LA I SEM. DE CUARESMA (IMPAR)

Lev 19, 1-2. 11-18

La serie de prescripciones que escuchamos en la primera lectura, muy relacionadas con el


decálogo, forma parte de la llamada "Ley de Santidad", resumida en la primera frase:
"Sean santos, porque Yo, el Señor soy santo". Es notable su carácter moral religioso, en
contraste con lo que la antecede y la sigue, de orden cultual y de moral sexual.

La lectura terminó con otra síntesis: "Amarás a tu prójimo como a ti mismo. Yo soy el
Señor". Al leer estas prescripciones, vemos su innegable riqueza. Si se cumplieran
cuidadosamente qué ambiente de paz y bienestar viviríamos familiar y comunitariamente.
Pero, al mismo tiempo, escuchamos los mandatos de Cristo: "Sean misericordiosos como
Dios es misericordioso", "un mandamiento nuevo Yo les dejo, un mandamiento nuevo
Yo les doy, que se amen unos a otros como Yo los he amado".

Mt 25, 31-46
"Al atardecer de la vida seremos juzgados de amor y por el Amor" esa frase de San Juan de
la Cruz resume en esencia el evangelio de hoy.

La primera semana de Cuaresma comienza con el recuerdo de la segunda venida de Jesús


al final de los tiempos para juzgar al mundo. En su primera venida el día de Navidad, Jesús
vino a salvar al hombre y a dejar los medios para conseguir la salvación. En su segunda
venida al final de los tiempos, vendrá como juez y a cada uno de los hombres le pedirá
cuenta del uso, que haya hecho de esos medios de salvación.
El Hijo del Hombre, volverá como rey supremo a juzgar a todas las naciones, o sea a toda la
humanidad. Para los judíos esa humanidad, era objeto de condenación por no pertenecer al
pueblo de Dios. Jesús nos dice en este evangelio, que esa humanidad que no tiene fe en Él,
simplemente porque no lo conoce, también se salva, el Señor los juzgará por su buena
voluntad, concretada en las obras de amor y misericordia que han hecho en favor de los
necesitados.

Son muchas las personas y los pueblos que no conocen a Jesús. Por eso cada uno de
nosotros, que tenemos fe en Jesús, que lo conocemos, que podemos recibirlo en la
eucaristía, tendríamos que preguntarnos, cómo estamos en el amor, deberíamos ver si no
estamos un poco escasos de misericordia. Y cuando reconozcamos en nosotros ese escaso
amor, seamos menos severos al juzgar.

El Señor nos dejó como ley fundamental que nos amemos unos a otros, y nos dijo, que en
eso se reconocerían sus discípulos. El amor a Dios, lo tenemos que vivir y expresar en el
amor al prójimo.

Por eso el Señor en este evangelio nos muestra que los que hagamos o no a un hermano
nuestro, “se lo hacemos” o “no”, a Dios. Todo el secreto del cristianismo consiste en saber
descubrir a Dios en los demás, pero sobre todo en los que sufren. El Señor en este evangelio
se identifica con los que más necesitan amor, y nos dice a nosotros que lo amemos en esas
personas que sufren, que están enfermos, que están desamparados, que tienen hambre...
MARTES DE LA 1ª SEM. DE CUARESMA (IMPAR)

Is. 55, 10-11


El tiempo de cuaresma, de una forma especial, nos urge a reflexionar sobre nuestra vida. Nos exige
que cada uno de nosotros llegue al centro de sí mismo y se ponga a ve cuál es el recorrido de la
propia vida. Porque cuando vemos la vida de otras gentes que caminan a nuestro lado, gente como
nosotros, con defectos, debilidades, necesitadas, y en las que la gracia del Señor va dando plenitud a
su existencia, la va fecundando, va haciendo de cada minuto de su vida un momento de fecundidad
espiritual, deberíamos cuestionarnos muy seriamente sobre el modo en que debe realizarse en
nosotros la acción de Dios. Es Dios quien realiza en nosotros el camino de transformación y de
crecimiento; es Dios quien hace eficaz en nosotros la gracia.

La acción de Dios se realiza según la imagen del profeta Isaías: así como la lluvia y a la nieve bajan
al cielo, empapan la tierra y después da haber hacho fecunda la tierra para poder sembrar suben otra
vez al cielo. La acción de Dios en la Cuaresma, de una forma muy particular, baja sobre todos los
hombres para darnos a todos ya a cada uno una muy especial ayuda de cara a la fecundidad
personal.

La semilla que se siembra y el pan que se come, realmente es nuestro trabajo, lo que nosotros nos
toca poner, pero necesita de la gracia de Dios. Esto es una verdad que no tenemos que olvidar: es
Dios quien hace eficaz la semilla, de nada serviría la semilla o la tierra si no fuesen fecundadas,
empapadas por la gracia de Dios.

Nosotros tenemos que llegar a entender esto y a no mirar tanto las semillas que nosotros tenemos,
cuanto la gracia, la lluvia que las fecunda. No tenemos que mirar las semillas que tenemos en las
manos, sino la fecundidad que viene de Dios Nuestro Señor. Es una ley fundamental de la Cuaresma
el aprender a recibir en nuestro corazón la gracia de Dios, el esfuerzo que Dios está haciendo con
cada uno de nosotros.

Mt. 6, 7-15
Si ustedes perdonan las faltas a los hombres, también a ustedes los perdonará el Padre celestial.
Pero si ustedes no perdonan a los hombres, tampoco el Padre les perdonará a ustedes sus faltas”.

Quisiera hoy centrar nuestra reflexión sobre el perdón. Ante todo debemos entender que el perdón no
es un sentimiento, sino ante todo: un acto de la voluntad. Cuando una persona nos ofende se crea en
nosotros un “sentimiento” (generalmente de resentimiento pudiendo incluso llegar al odio) del cual, de
manera ordinaria, no podemos tener control pues responde a una acción que toca un área “espiritual”
(lo mismo podemos decir para el amor, la envidia, etc.). Este sentimiento se incrementará con la
repetición de acciones semejantes a las que lo crearon y/o reaccionando de acuerdo al “impulso”
natural de este sentimiento (en este caso sería la agresión); disminuirá, pudiendo llegar a
desaparecer, con una respuesta contraria a la que el sentimiento genera. Perdonar es la decisión que
el hombre toma de no reaccionar de acuerdo al sentimiento, sino por el contrario, buscar la acción
que pueda ayudar a que esta desaparezca como puede ser una sonrisa, el servicio, la cortesía, etc.

Por ello el perdón exige renuncia… renuncia a nosotros mismos, a nuestro afán de venganza, a
actuar conforme a nuestra pasión. En pocas palabras, perdonar es devolver bien a cambio de mal.
Solo si nosotros perdonamos, no solo tendremos también el perdón de Dios, sino que
experimentaremos la verdadera alegría de amar. No es fácil… pero todo es posible con la gracia de
Dios.
MIERCOLES DE LA I SEM. DE CUARESMA (IMPAR)

Jon 3, 1-10
La lectura profética es escogida en relación con la lectura evangélica, que es la principal por ser la
palabra y los hechos de la Palabra personal del Padre. Una es a la otra como la aurora a la plenitud
del sol, como la promesa al cumplimiento.

Todo el libro de Jonás es como una gran parábola, una narración ficticia, pero es palabra de Dios que
enseña verdades muy reales.

Jonás es un profeta del pueblo escogido, enviado a predicar la conversión a la gran capital pagana.
Hace todo lo posible por no ir a su misión; acordémonos de la tempestad, del gran pez que lo traga y
lo vomita a los tres días.

Nínive se convierte radical y colectivamente, y eso que son paganos. Nunca el pueblo de Dios se
convirtió así.

Pensemos en la reacción de Jonás; todos sabemos la narración. "Jonás se disgustó mucho por
esto y se enojó"; ¿recordamos al hermano mayor enojado por el perdón del padre al hijo pródigo?

Lc 11,29-32
Jesucristo califica con mucha dureza a la gente de su tiempo y dice que son una generación
perversa. Perversa porque tienen una señal y no están dispuestos a aceptar la señal que Dios les da.
La señal que Cristo dará, será su Resurrección.

Cristo es consciente de que es necesario que los hombres aceptemos las señales que Dios nos da,
que estemos dispuestos a abrir nuestro corazón a las señales; de otra forma, nuestro corazón es un
corazón perverso.

¿Qué significa esto? Esto significa que nuestro corazón puede estar caminando de una forma alejada
de Dios Nuestro Señor, viviendo de una forma torcida, porque no está aceptando el modo concreto en
el cual Dios llega a su vida. Todo este camino que es nuestra existencia, está sembrado por señales
de Dios. Está de una forma o de otra, con una constante presencia de un Dios que nos va señalando,
indicando, prestando, como una luz que parpadea en todo momento de nuestra vida. Así es Dios en
nuestro corazón, con todas las señales que constantemente nos va marcando.

No es problema el cómo Dios Nuestro Señor nos manda una señal particular para que cambiemos
nuestra vida, el problema está en si nuestro corazón va abriendo los ojos a esas señales, si está
dispuesto en todo momento a escuchar lo que Dios le quiere decir.

Y aquí donde Jesucristo nos pone en guardia: cuidado, porque a ustedes no se les van a dar otras
señales más que la señal del profeta Jonás, la Resurrección de Cristo. Esta señal, se nos presenta en
la vida de una forma que nosotros tenemos que tomarla arriesgando nuestra vida.

¿Cómo nos envía Dios señales? Dios nos las envía fundamentalmente a través de nuestra
conciencia. Una conciencia que tiene que estar buscando constantemente a Dios; una conciencia que
no tiene que detenerse jamás a pesar de las barreras de las murallas que hay en la propia alma. Lo
contrario de la perversión es la conversión. Si nuestra alma está constantemente convirtiéndose a
Dios, así encuentre en su vida mil defectos, mil problemas, mil reticencias, mil miedos, encontrará al
Señor.
JUEVES DE LA I SEM. DE CUARESMA (IMPAR)

Est 4, 17

Junto con la figura de José, que de la esclavitud a la que es entregado se convierte en la


salvación de su familia y de su pueblo, y la de Susana, que es maravillosamente salvada de
la muerte, la figura de la reina Ester es muy apreciada desde los comienzos de la comunidad
cristiana como una figura pascual -de la muerte brota la vida, de la humillación la exaltación,
del abatimiento el reinado-. Del peligro de la muerte se convierte en salvación para su
pueblo.

Ester, esposa de un rey persa, se da cuenta de que, por instigación de un ministro, el rey va
a mandar al exterminio al pueblo hebreo.

La oración de Ester es una oración ejemplar. Mira llanamente la extrema necesidad, el


abatimiento, la soledad, la carencia de recursos, el desamparo, pero no se desanima porque
ve en el otro extremo la grandeza, el poder absoluto, el amor de Dios; de ahí la confianza
"pascual": “convierte nuestro llanto en alegría y haz que nuestros sufrimientos nos
obtengan la vida".

Mt 7, 7-12

La insistencia con la que Nuestro Señor pide que nos acerquemos a la oración para que se
nos dé; que nosotros lleguemos a Él para encontrarlo, es una insistencia que requiere del
corazón humano, una grandísima fortaleza interior, una gran constancia. Esa perseverancia
para que pidamos y se nos dé, se ve muchas veces probada por las circunstancias, por las
situaciones en las que nos encontramos.

Jesús habla de que pidan y se les dará, pero no nos dice si será pronto o tarde, cuando se
nos dará. No nos dice si vamos a encontrar al primer momento en que empezamos a buscar
o va a ser una búsqueda larga. No nos dice si la espera va a ser corta o se va a dilatar
mucho. Simplemente nos dice que toquemos, que pidamos, que busquemos con la certeza
de que vamos a recibir, vamos a encontrar y de que se nos va a abrir. Tener esta certeza,
requiere en el alma una gran fortaleza interior, una gran firmeza interior. Una firmeza que
Dios N. S. va probando, que poco a poco Él va viendo si es auténtica, si es verdadera.

“Si ustedes a pesar de ser malos saben dar cosas buenas a sus hijos. Con cuánta mayor
razón, el Padre que está en los cielos dará cosas buenas a quiénes se las pidan”. La
pregunta que tenemos que hacer es si estamos reconociendo las cosas que Dios nos da
como cosas buenas; si tenemos nuestra alma dispuesta a aceptar todo lo que Dios pone en
nuestra vida como buenas o por el contrario, somos nosotros los que discernimos si esto es
bueno o esto es malo, no desprendiendo de Dios, sino dependiendo de nosotros mismos: de
cómo nosotros lo recibimos; de cómo a nosotros nos afecta.
VIERNES DE LA I SEM. DE CUARESMA (IMPAR)

Ez 18, 21-28

Nuestro camino cuaresmal tiene su meta en la Pascua, misterio de muerte y resurrección, de


transformación absoluta, nuestra humanidad en Cristo ha sido cambiada; Él, el primero de
todos, ha transformado el dolor en alegría, la humillación en reinado, la muerte en vida.

La cuaresma es por esto un camino pascual de conversión.

Hoy escuchamos una exhortación a la perseverancia para quien sea justo, a la conversión
para quien sea pecador. Nosotros estamos luchando porque nuestra vida exprese cada vez
más lo que es Cristo, pero en nuestro caminar a esa Luz hay obscuridades, el camino a
veces se nos borra, la tentación nos atrae, a veces caemos. Tenemos algo de justos,
sigamos adelante; tenemos algo de pecadores, cambiemos de dirección, hay esperanza.

Mt 5, 20-26

El mensaje de este evangelio es un mensaje de paz y de amor. ¡Cuánta paz alcanza un


hombre que no está enemistado con otro! Paz que no es ausencia de guerra sino que es
presencia de Dios, presencia de Amor.

La luz de un nuevo día, las flores que despiertan, el murmullo del viento que roza nuestra
ventana, nos enseña cuán grande y bello es el creador de todo. Y lo hizo para mí. Y lo hizo
para mi hermano. Y lo hizo, también, para aquel con el que estoy enemistado. Y lo habría
hecho igual aunque sólo fuera yo el único habitante de este mundo, aunque fuera el otro el
único habitante de este mundo. Si Dios, que es Padre, nos da esto, cuanto más nosotros
debemos dar lo mejor de nosotros mismos a los demás, aun siendo el otro.

Jesús da un nuevo sentido a la ley rabínica, un nuevo sentido a nuestro modo de pensar; no
matarás decía la antigua ley, Cristo dice: no te enojes con tu hermano, perdona. A veces es
difícil perdonar, pero tenemos el ejemplo de Cristo que nos perdona todo, si se lo pedimos;
que perdona a cualquier pecador si, en su corazón, se arrepiente.

Hoy podemos aprender una nueva cosa: amar. A amar nunca se aprende totalmente. "El
amor que no se practica se seca". Hoy es el día oportuno para volver a regar esa planta del
amor. Esa planta que es la rosa más preciosa del Jardín de Dios.
SAN JOSE (19 DE MARZO)

En el interior de este tiempo cuaresmal, celebramos hoy la fiesta de san José. Nuestra curiosidad
instintiva que quisiera saber muchos detalles de su vida queda desde luego bastante
decepcionada. Es muy poco lo que los evangelios nos dicen de él. La vida del carpintero de
Nazaret no sobresale ni destaca por su espectacularidad, sino por su fidelidad.

José puede ser para nosotros un ejemplo. Podemos descubrir en su vida unas actitudes
profundas que deberían ser también nuestras actitudes. Los textos que hemos escuchado nos
dan la pista de nuestra búsqueda: José es un hombre justo. Un hombre que se deja conducir por
Dios. Un hombre que responde con generosidad a su llamada.

Creo que hoy nos podríamos fijar en dos aspectos de la figura de José que pueden iluminar
nuestra propia vida. En primer lugar, José es un hombre abierto al misterio de Dios, que acoge su
llamada con espíritu de disponibilidad.

Cuando Dios se manifiesta, siempre trastorna nuestra vida, siempre nos sorprende. Cuando Dios
se hace presente en la vida de los hombres, lo que cuenta, lo que es decisivo no son nuestros
preparativos, nuestros proyectos, sino la acogida que damos a su llamada. Cuando Dios se
manifiesta, "todo es gracia" y por lo tanto, todo depende de la fe.

Esta fue la actitud de José. Él supo acoger el misterio de Dios que irrumpía en su vida. Confió en
la Palabra de Dios.

Aceptó el riesgo que siempre supone la fe, sin verlo todo claro de una vez para siempre,
asumiendo con coraje las dificultades y las oscuridades del camino que emprendía. Su confianza,
su disponibilidad, su actitud de dejarse guiar por Dios lo convierte para nosotros en un modelo,
un punto de referencia.

Nos podríamos fijar todavía en un segundo aspecto. El evangelio nos dice brevemente que José
hizo lo que el ángel del Señor le había mandado. Su fe se transforma y se traduce en fidelidad.
Ha acogido con confianza la llamada de Dios y empieza a seguir con generosidad los caminos
que Dios le señala.

Acepta la misión que Dios le da y la cumple sin ruido. No se pierde en discursos. Habla el
lenguaje que mejor conoce, el que en definitiva importa: el lenguaje de los hechos. Su santidad
radica precisamente en esta vida anónima y entregada, de trabajo y preocupación por la familia,
vivida como una respuesta fiel y generosa a la llamada de Dios.

Todos y cada uno de nosotros somos también llamados por Dios.

Tenemos cada uno un lugar y una misión irremplazables en el plan de Dios. Debemos tener un
espíritu atento para saber descubrir en nuestro trabajo y en nuestra familia, en nuestros
ambientes y en nuestra comunidad las llamadas que Dios nos dirige a asumir, nuestra
responsabilidad y nuestros compromisos.

Debemos tener también un corazón generoso que nos haga avanzar con decisión para hacer de
nuestra vida una respuesta fiel y generosa a la llamada de Dios.

Que esta eucaristía nos ayude a dar esta respuesta .


LUNES DE LA II SEM. DE CUARESMA (IMPAR)

Dan 9, 4-10
La conversión, al regresar a Dios, movimiento continuo indispensable en toda la vida cristiana
personal o comunitaria, implica la visión clara del camino debido, de lo bueno, por una parte, y
por otra, de la aceptación del desvío, de lo malo.

Cuaresma es tiempo especial de conversión y, aunque la conversión sea una exigencia continua,
es muy importante un tiempo especial en el que la escucha de la Palabra y la respuesta oracional
se intensifiquen.

Hoy nos podemos unir a la plegaria de Daniel que hemos escuchado. Es una contemplación de
la grandeza, del amor y de la fidelidad de Dios, y de los olvidos, ingratitudes y alejamiento del
pueblo.

La contemplación de nuestra miseria no abate, no destruye, porque se está mirando a la


misericordia de Dios y se apoya en ella; misericordia infinitamente más grande que nuestros
pecados; de ahí el aliento de restauración, el movimiento confiado de regreso al Padre.

Lc 6, 36-38
Hoy en día nos gusta medir y contar todo. Somos capaces de medir las consecuencias de una
guerra, la cantidad de dinero que se debe destinar para erradicar la pobreza, cuántos enfermos
de cáncer existen en el mundo, cuánto cuestan las cosas, cuánto tiempo dedicamos al trabajo...

¿Cuál es la medida que debemos aplicar en el trato con los vecinos, amigos, con el pobre de la
calle? Una verdadera madre o un buen padre nunca podrían sentarse un día a la mesa y hacer
las cuentas con sus hijos del amor con el que los han amado. No podrían presentarles una
estadística con datos y fechas de las veces que les han perdonado, cuántas veces les han
ayudado, la cantidad exacta de amor que les tienen... Esto no se puede medir.

La medida es de por sí algo limitado a las cosas materiales. Por ello, en el Evangelio que se nos
presenta hoy se nos pone como punto de referencia al Padre, como el modelo a seguir en
nuestras relaciones con los hombres. En esta cuaresma podemos ver el testimonio de Cristo que
no mide su entrega a los hombres. Ama sin medida, predica su mensaje sin perdonar la fatiga, el
hambre, etc. La medida que nos ha dejado para el trato con el prójimo es la de la caridad.

La caridad no tiene límites, no tiene medida, abarca todos los momentos de nuestra vida. Pues,
¿cómo se puede perdonar si no se ama? Si no se ama seremos fáciles para juzgar y criticar a los
demás. Si falta el amor estaremos en todo momento midiendo todo lo que damos.

Dios, al final de nuestra vida, no nos preguntará si fuimos grandes estudiantes, si construimos
grandes hospitales, si triunfamos en el trabajo o si hicimos una gran fortuna con el dinero que
ganamos. La pregunta de la entrevista será muy fácil: ¿cuánto amaste? Todas las acciones que
hayamos hecho durante nuestra vida se contarán con la medida del amor con la que las hemos
hecho. Veamos en esta cuaresma el amor sin medida de Cristo clavado en la cruz y que ello nos
impulse a perdonar sin medida, dar sin medida, amar sin medida a nuestro prójimo.
MARTES DE LA II SEM. DE CUARESMA (IMPAR)

Is 1, 10. 16-20

Sodoma y Gomorra, las dos ciudades pecadoras destruidas por la ira de Dios, permanecen
en la actitud negativa del pueblo que responde con ingratitud e infidelidad al amor que Dios le
ha manifestado.

No son los sacrificios y las prácticas cultuales vacías de espíritu los que pueden purificar al
hombre, sino solamente la práctica de la justicia, que debe corresponder a la misericordia
de Dios siempre pronta a perdonar.

Con frecuencia aplicamos a Dios nuestras propias mezquindades y limitaciones. ¿Me podrá
perdonar Dios? ¿Tendrá suficiente poder? ¿Tendrá ganas de perdonarme?

En esta Cuaresma, soy invitado a reconocer mis pecados; con mayor razón soy invitado a
reconocer, ante todo, la infinita misericordia de Dios.

Mt 23, 1-12

“Ser el más popular, salir en televisión, que todos me conozcan y saluden por la calle”. Es
una gran aspiración de hoy. A los fariseos también les gustaba verse importantes, aparentar
una conducta intachable, causar la admiración de todos.

Es una actitud que se nos cuela secretamente en nuestro corazón: “Ya que me esfuerzo en
esto, que se vea, que me lo reconozcan”. Es muy sacrificado trabajar para los demás y
percibir que ellos ni se dan cuenta, ni abren la boca para decir gracias. De esto saben mucho
las amas de casa, que lo tienen todo a punto y nadie se acuerda de reconocérselo.

Pero el cristianismo no consiste en actuar de cara a los demás. No somos actores, sino hijos
de Dios. Él ya lo ve, y sabrá valorarlo. Es más, el mérito se alcanza cuando hemos sido más
ignorados por los hombres. Si hoy he puesto la vajilla en casa y nadie me ha dado las
gracias, mejor. Dios tendrá toda la eternidad para hacerlo.

Servir de oculto, sin buscar un premio inmediato, da gloria a Dios. Y al mismo tiempo, nos
abre los ojos ante la calidad de una obra hecha por puro amor a Dios y experimentamos un
gozo interior, una paz que nos eleva y nos hace ver la grandeza del hombre.

Por eso Jesús repite que el primero no es el que recibe las alabanzas, sino el que sirve.
MIERCOLES DE LA II SEM. DE CUARESMA (IMPAR)

Jer 18, 18-20

Todos nosotros, en una forma u otra, alguna vez nos hemos sentido abandonados, solos,
traicionados, o hemos sentido la enfermedad, propia o de algún ser querido, hemos
experimentado pobreza o incapacidad, incomprensión o dudas.

Jeremías es un profeta, habla en nombre de Dios. Por haber predicho el fin de la Ley y del
profetismo, se siente amenazado; su figura se va haciendo tipo del siervo sufriente, del justo
perseguido. Su lamentación es un modelo de fe y de esperanza para todo el pueblo de Dios.

Mt 20, 17-28

El Señor anuncia por tercera vez a sus discípulos su Pasión. Vuelve a profetizarles su Muerte
y su Resurrección. La perspectiva del Reino podía deslumbrar a los apóstoles y hacerlos
pensar en un poder temporal y en un camino fácil, en que estuvieran ausentes los sacrificios
de la Cruz. Jesús les anticipa lo que vendrá. Prepara el ánimo de los apóstoles para que
cuando llegue esta prueba recuerden que Él la había profetizado, y este recuerdo les ayude
a superar el padecimiento. El Señor anuncia su Pasión con todo detalle.

Todas las manifestaciones de piedad de la Cuaresma nos encaminan hacia la Resurrección,


que es el fundamento de nuestra fe. Pero debemos recorrer y meditar este camino sin prisa,
porque no podremos participar de la Resurrección del Señor, si no nos preparamos para
unirnos a Él durante su Pasión y su Muerte en la Cruz. Y nos preparamos para unirnos a la
Cruz del Señor mediante la oración, mediante el ayuno y mediante las obras de caridad que
hacemos hacia nuestro prójimo. Oración, ayuno y limosna marcan nuestra participación
cuaresmal.

Por otra parte tenemos a los hijos de Zebedeo que son Santiago el Mayor y Juan. Su madre,
Salomé, pensando en la instauración inminente del reino temporal del Mesías, solicita para
sus hijos los puestos más influyentes. Cristo los reprende porque desconocen la verdadera
naturaleza del Reino de los Cielos, que es espiritual; y porque ignoran la verdadera
naturaleza del gobierno de la Iglesia que iba a fundar, que es servicio a los demás.

Jesús se dirige a los hermanos y les pregunta si pueden compartir con Él su cáliz, su misma
suerte. Ellos respondieron ¡Podemos! Era la palabra de la disponibilidad, de la fuerza: Una
actitud propia de quienes aceptan ser apóstoles del Señor. Jesús aceptó la respuesta
generosa de sus los dos discípulos y les dijo: Mi cáliz si lo beberán, participarán en mis
sufrimientos y completarán en ustedes mi pasión. Desde que Cristo nos redimió en la Cruz,
todo sufrimiento cristiano consiste en beber el cáliz del Señor, participar de su Pasión,
Muerte y Resurrección. Por medio de nuestras contrariedades y de nuestros dolores,
llevados con amor, completamos en cierto modo su Pasión.
JUEVES DE LA II SEM. DE CUARESMA (IMPAR)

Jer 17, 5-10

Para captar la fuerza de las imágenes proféticas, nos tenemos que situar en el ambiente
geográfico donde fueron escritas: el contraste entre la estepa, tierra árida y quemada por el
calor, y las márgenes del río, con su humedad vivificante.

¿En quién confiamos nosotros?, ¿en los valores puramente humanos, materiales, el poder, el
prestigio, la riqueza, los honores?, o ¿en Dios?, ¿pura y sencillamente?

En nuestras realidades humanas es relativamente fácil aparecer y no ser, tener y no ser,


crear una máscara muy diferente del verdadero rostro, engañar, comprar... Ante Dios esto es
imposible. Dejemos que su Palabra penetre, escrute. Seamos un árbol fructífero, plantado
junto al agua.

Lc 16, 19-31

Esta parábola Jesucristo la enseña ante los fariseos. Ellos enseñan la ley con dureza. Exigen
el tributo y en cambio engañan a los creyentes y no cumplen lo que predican. Pero el
momento de la verdad, tarde o temprano llega. Así le sucedió al pobre Lázaro y al rico
epulón. El momento en el que se hace justicia y ésta permanece para siempre.

Impresiona ver cómo el rico epulón le pide a Abraham que Lázaro vaya a prevenir a los de su
casa para que no les suceda lo mismo. Qué grande debería ser el sufrimiento de este
hombre que le hace pensar en los demás por primera vez, y quiere evitar que le ocurra lo
mismo a los de su casa.

Pero Cristo a través de la respuesta de Abraham nos hace ver que el corazón del hombre en
ocasiones se niega a ver la luz y que ni con enviados extraordinarios cambian. El Señor vino,
hizo milagros, resucitó muertos y los suyos lo abandonaron en el momento más difícil,
incluso alguno hasta lo negó tres veces.

Sólo los que te abren el corazón Jesús, los que buscan sinceramente la verdad, los que
están dispuestos a escucharte, los que se dejan seducir por Ti encuentran el Camino, la
Verdad y la Vida.

Pidamos a Lázaro que interceda por nosotros para que seamos sencillos y humildes de
manera que Jesucristo no encuentre ningún obstáculo para llegar a lo más hondo de nuestro
corazón.
LA ANUNCIACION DEL SEÑOR (25 DE MARZO)

Al celebrar la encarnación del Señor, hacemos un acto de fe en la humanización de Dios


para la divinización del hombre ya que el Hijo de Dios se hizo Hombre para que el hombre se
convirtiera en hijo de Dios. Este doble movimiento del proyecto divino tiene su punto de
apoyo en la maternidad divina de María. En su seno se realiza el encuentro personal de Dios
con el hombre; tan personal que la Palabra eterna, el Hijo del Padre, se hace humano en
María y se encarna en nuestra raza.

Esta solemnidad es la fiesta del amor: del amor infinito de Dios que se da y del amor
pequeño, pobre, de nuestra humanidad que sale al encuentro del amor de Dios.

Dios toma la iniciativa: "Dios es amor", "tanto amó Dios al mundo que le dio a su Hijo
único", y nos lo dio adaptado a nuestro modo de ser: "El Verbo se hizo carne"; el infinito
se hace pequeño; el Eterno entra en nuestro tiempo; el puro Espíritu se nos hace visible,
palpable y "el que era santidad, por nosotros se hizo 'pecado' ".

Pero si todo don, todo regalo, necesita de la aceptación, de la salida al encuentro de él, este
regalo infinito de Dios, con mayor razón necesitaba la apertura del hombre.

Quien le dio el "sí" a este don de Dios no fue un poderoso o sabio o rico; fue una humilde
jovencita de una aldea perdida, perteneciente a un territorio sometido.

El "Sí" de María -"yo soy la esclava del Señor, cúmplase en mí lo que me has dicho"-
es un sí humilde y pequeño, pero totalmente abierto, puro y lleno de fe.

Se ha comparado el "hágase" de María con el "hágase" de Dios en el Génesis, origen de


todo lo creado. Pero el de María es de otro orden: es una aceptación del plan salvífico y
amoroso de Dios. De hecho, con esa comparación se quiere subrayar lo que siguió de la
entrega de María.

Su aceptación es reflejo y consecuencia de la de Cristo: "Aquí estoy, Dios mío; vengo para
cumplir tu voluntad".

Y la gran entrega de amor del Dios Amor se realizó. El nombre profético: Emmanuel-Dios-
con-nosotros, se quedó corto. Cristo es "Dios uno de nosotros", y Cristo estableció el
nuevo y definitivo sacrificio, por esto "todos quedamos santificados por la ofrenda del
cuerpo de Jesucristo, hecha de una vez por todas".
Sabemos que todo esto se hace presente en esta nuestra celebración eucarística. Ella nos
debe llevar a responder al amor infinito de Dios, imitando a María y, con Jesús, a ofrecernos
al Padre en el sacrificio único y perenne.

La absoluta disponibilidad de Jesús y de María nos muestra, a los cristianos de hoy -y de


siempre- el modo de asumir los compromisos concretos de nuestra presencia en el mundo y
en la sociedad en que vivimos.

Ser cristiano no significa limitarse a aceptar un credo, unas prácticas de culto y unas normas
éticas. Ser discípulo de Jesús de Nazaret es también entregarse, como El, al hermano,
especialmente al que más lo necesita. María, como madre del Señor y madre nuestra, nos
ayudará a hacer que esto sea una hermosa realidad en nuestra vida.
SABADO DE LA II SEM. DE CUARESMA (IMPAR)

Miq 7, 14-15. 18-20

El pueblo ha regresado del destierro, se siente pobre y abandonado, "como ovejas aisladas
en la maleza". De allí la oración confiada al pastor de Israel.

Se le recuerdan a Dios las figuras de los grandes antepasados que fueron tan sus amigos.
Se le recuerdan sus amorosas intervenciones para convocar al pueblo, para guiarlo hasta la
tierra prometida, el perdón que había concedido a los olvidos y traiciones.

Se le pide lleve de nuevo a su rebaño a los ricos pastizales de Transjordania, figuras de una
vida nueva, rica en la fidelidad y el amor.

Lc 15, 1-3. 11-32

Esta es la parábola de la misericordia de Dios y el horror del pecado. Meditemos en estos


aspectos y apliquémoslos a nuestra vida. El hijo menor, el más querido, se aleja del Padre
con su herencia.

Normalmente, la herencia se reparte cuando el padre muere. Es decir para el hijo menor el
padre ya estaba muerto. Una vez que lo gastó todo se da cuenta de que la felicidad no está
en la concupiscencia de la vida o los vicios, sino con su padre.

Pero le mandan a apacentar cerdos... qué bajo ha caído. Entra en sí mismo, es decir, hace
un examen de conciencia y se humilla, se reconoce pecador, que ha obrado mal. Pero no se
queda ahí, sino que se levanta y se va a su padre para pedirle perdón y que le acepte de
nuevo.

Pero el padre le llena de besos. Es porque lo ama, porque Dios nos ama tanto que aunque
estemos batidos en el lodo de nuestras pasiones desordenadas, hace hasta lo imposible
para levantarnos y acogernos en su casa olvidando el pasado. Esto es perdonar. Esto es
verdadero amor. Y este es el amor que Cristo tiene para cada uno de nosotros.

Él está ahí, esperándonos con la mano extendida para levantarnos otra vez, para darnos otra
oportunidad. Ojalá que jamás dudemos de la misericordia y del amor de Dios. Basta con
hacer la experiencia... en el confesionario, donde Cristo nos espera con el corazón abierto,
ardiendo en amor por nosotros.
LUNES DE LA III SEM. DE CUARESMA (IMPAR)

2 Re 5, 1-15

Es obvio que la primera lectura de hoy fue escogida en relación con la lectura evangélica;
esto es lo ordinario en los domingos y en los tiempos especiales litúrgicos como la Cuaresma
que estamos viviendo.

La primera idea que aparece es la universalidad de la salvación que proviene de un único


Dios que preside los destinos de todo el universo, contra la idea que dominaba en la época
de dioses locales para pueblos particulares; dice Naamán: "sé que no hay más Dios que el
de Israel". Pero hay otra idea no expresada tan claramente como la anterior: de los
pequeño y humilde puede seguirse lo grande e impensado, del consejo de una esclavita
viene el que el poderoso general sea curado. De las aguas del Jordán, río menos importante
que el Abaná y el Farfar, es de donde viene la salud. No son los ritos espléndidos los que
salvarán al enfermo, sino su obediencia y docilidad.

Lc 4, 24-30

La historia se repite, quizás, la diferencia sea que hoy la manera en que se rechaza al profeta
es diferente. Hoy ya no se les busca para matarlos… simplemente se les ignora.

Pensemos en cuántas veces hemos escuchado a Jesús en la Misa, en un retiro, en una


conversación, etc., y cuántas veces hemos hecho caso de sus palabras.

¿Cuántas veces nos ha mandado diferentes profetas en la persona de nuestros padres,


maestros, amigos, sacerdotes buscando un cambio en nuestra vida, buscando nuestra
conversión y nosotros simplemente hemos dejado que la palabra o el consejo entre por un
oído y salga por otro?

Ciertamente nosotros no hemos despeñado a Jesús desde la barranca, pero ¿cuántos de


nosotros lo tenemos silenciado dentro de un cajón o lleno de polvo en un librero?

La Cuaresma nos invita a abrir no solo nuestro corazón sino toda nuestra vida al mensaje de
los profetas… al mensaje de Cristo, a su evangelio y a su amor.

No desaprovechemos esta oportunidad.


MARTES DE LA III SEM. DE CUARESMA (IMPAR)

Dan 3, 25. 34-43

En la primera lectura oímos la oración de un pueblo humillado, cautivo y luego disperso, no tiene
lo que hacía su gloria y orgullo, se ha visto despojado de todas sus expresividades religiosas,
cultuales, de identidad nacional.

Es una oración confiada, ya no en el propio valor, sino totalmente centrada en la grandeza y el


amor de Dios. Cuando miramos nuestras miserias, tenemos que ver también la infinita
misericordia de Dios.

Azarías expresa también cómo el despojo y pobreza que sufría el pueblo lo ha ido centrando en
lo realmente importante, en lo que nadie, de ninguna manera, le puede arrebatar.

Azarías hace oración desde el fuego a donde había sido arrojado por su fidelidad a Dios.

Mt 18, 21-35
Para demostrar la diferencia entre los hombres y los animales basta con constatar que el hombre
tiene la capacidad de perdonar y de pedir que le perdonen.

Don divino que se desprende de la propia capacidad del Padre para perdonar como una
manifestación más de su amor y del empeño que tiene de que todos nos salvemos. La única
diferencia es que el Padre tiene el corazón mucho más comprensivo que nosotros a la hora de
perdonar y olvidar. Porque puede que perdonemos, pero eso sí, no olvidamos.

Y como en el evangelio de hoy tenemos varias varas muy diferentes de medir: una
extremadamente indulgente que es la que le "aplicamos" al Padre cuando solicitamos su perdón.
Cualquier cosa que hagamos, por muy horrible que sea, no es problema: cinco minutos de
examen de conciencia, dos de dolor de los pecados, uno de propósito de enmienda, 30 segundos
de decírselo al confesor y limpios como un recién nacido el día de su bautismo.

Otra mucho más rígida que usamos para perdonar a los demás; siempre y cuando reconozcan su
culpa y se humillen ante nosotros (preferentemente en público) para solicitar nuestro perdón.

Y una última extremadamente rígida para aquellos que no sólo nos ofenden sino que incluso,
doblan su ofensa (o así nos parece)al no pedirnos perdón.

En está última uno se acuerda instintivamente de Juan y Santiago cuando son expulsados Jesús
y sus discípulos de un pueblo de Samaria porque iban a Jerusalén. Al ver esto, los discípulos
Santiago y Juan dijeron: "Señor, ¿quieres que digamos que baje fuego del cielo y los consuma.

Y cuando perdonamos no nos damos cuenta que es un privilegio que compartimos con Dios,
porque el perdona a los hombres, sus hijos, y nosotros podemos perdonar a los hombres,
nuestros hermanos. "A su imagen y semejanza"...
Estamos ahora en cuaresma, tiempo fuerte de conversión y de perdón por parte del Padre,
hagamos un esfuerzo por hacer de estos días un tiempo fuerte de perdón por nuestra parte hasta
para aquellos que, podemos pensar, no se lo merecen.
MIERCOLES DE LA III SEM. DE CUARESMA (IMPAR)

Deut 4, 1. 5-9

Escuchamos la segunda parte del primer gran discurso de Moisés en el libro del
Deuteronomio. Una insistente recomendación al cumplimiento fiel de los mandatos de Dios
en correspondencia a la fidelidad de su amor.

El Deuteronomio ("segunda ley") insiste en la interioridad de esa ley. No es un bozal o una


cadena, es una guía amorosamente dada por Dios. Todo está en clave de amor. Cuando
nosotros escuchamos estas recomendaciones, lo hacemos aceptándolas como suma
expresión del amor de Cristo y del sumo mandato de la caridad: "Como yo los he amado".

¿Somos conscientes de la cercanía de Dios en Cristo, en su Iglesia, en sus sacramentos,


sobre todo en la Eucaristía, en los prójimos, sobre todo en los más despreciados?

Mt 5, 17-19

Jesús no ha venido a destruir la Ley dada por su Padre, vino a completarla. Jesús nos
enseña a ir al corazón de la Ley, que es el amor. Jesús nos enseña a meter.... la Ley en
nuestros corazones. Los que quieren pertenecer al Reino de Dios, tienen que cumplir
también la nueva Ley de este Reino, que son las Bienaventuranzas Y nuestra fidelidad en el
seguimiento de Cristo no puede ser algo externo, de simple cumplimiento, debe ser algo
interno. Lo que nos mueve a obedecer a Dios y cumplir su voluntad es el amor,.... es el amor
de hijos que aman la voluntad del Padre.

Jesús nos dice que no vino a cambiar una sola coma de la ley, sino que vino a completarla y
perfeccionarla. Y el cumplimiento de esa ley, los mandamientos del Antiguo testamento y el
mandamiento del amor y las bienaventuranzas son los medios que Dios puso a nuestro
alcance para que seamos realmente hombres y mujeres felices.

Dios creó al hombre y conoce sus necesidades. Los mandamientos no son imposiciones que
tratan de limitar nuestra libertad, que son de otra época, son verdaderos caminos de
felicidad. El que nos propongamos hacer vida los mandamientos, es una muestra de
obediencia a Dios a quien amamos como Padre y en quien confiamos ciegamente como
niños. Y así como en el plano humano, cuando está presente el amor, no hay cosas a
cumplir más grandes y otras secundarias, sino que tratamos de cumplir con todo lo que como
padres tenemos que hacer, o como esposos, así también debe ser nuestra relación con Dios.

Para los que aman de verdad, no hay mandamientos secundarios. Cuando hay amor, se
cuidan todos los detalles En cambio nosotros demasiadas veces buscamos el camino de la
facilidad. Y en ese camino, nos proponemos unos cuantos preceptos fundamentales y un
mínimo de exigencia morales, y vivimos nuestro cristianismo con eso sólo. Vivimos un
cristianismo mezquino. Es como que dejamos de lado algunos mandamientos del Señor,
teniéndolos como sin importancia y eso nos hace sentirnos hombres libres, "hombres de
nuestra época". Y puede que seamos de nuestra época pero, desde luego, no somos
hombres
JUEVES DE LA III SEM. DE CUARESMA (IMPAR)

Jer 7, 23-28

Hemos oído el doloroso contraste entre las cuidadosas predilecciones de Dios para su
pueblo, entre todas las enseñanzas del recto camino y la culminación de la alianza y las
repuestas del pueblo, llenas de ingratitud, desobediencia y ruptura. Jeremías centra ese
contraste en el envío de los profetas, portavoces de Dios, y la respuesta fallida al llamado. El
mismo es un profeta y siente en sí mismo la afrenta del rechazo.

Si nosotros oímos esta lectura como quien se vuelve a mirar una realidad histórica del
pasado, cerraremos el libro con un juicio muy negativo del pueblo ingrato. Pero nosotros, al
acabar la lectura, aclamamos aseverando la afirmación: "Palabra de Dios", y esto quiere
decir que es una palabra de Dios para mí, hoy. Yo también he sido objeto de las premuras
amorosas de Dios. Cristo me ha hecho objeto de su alianza; igualmente me ha enviado sus
profetas, los que hablan en su nombre, la Sagrada Escritura, personas, circunstancias,
¿cómo he respondido?

Lc 11, 14-23

“Todo reino dividido contra sí mismo va a la ruina”. Primeramente mucha unidad. Debemos
estar unidos a Él en todo momento por la oración. Nosotros sabemos lo débiles que somos y
cómo ante el primer asalto del demonio sucumbimos si no estamos con Él. Por ello es
conveniente elevar nuestro pensamiento a Dios continuamente al inicio del trabajo, del
estudio, del descanso y demás actividades preguntándole cuál es la estrategia: ¿Cómo
quieres que realice esta labor para el mayor bien de la empresa y de mí mismo? ¿Cómo
puedo descansar mejor y hacer descansar mejor a los demás? ¿Cómo lo harías tú?

“Si llega uno más fuerte que él, lo vencerá” La segunda consigna es tener valor. Si le
tenemos a Él qué podemos temer. Con la seguridad de que Él va delante de nosotros
debemos seguir las consignas que nos dé el gran estratega, el Espíritu Santo: momentos de
oración, hablar bien del otro, defender la fe aún entre los amigos, huir de todo aquello que
pueda arrebatarnos la amistad con Dios... ¡Con estas consignas y con tal líder seguramente
venceremos!

La manifestación definitiva de la victoria del Reino y de Jesús es el hecho de que el demonio


no tiene ya poder sobre el mundo y la humanidad. Sin embargo esto no ocurrirá totalmente
sino hasta el final de los tiempos, cuando, como dice san Pablo, todo, incluyendo la muerte,
será puesto bajo los pies de Jesús.

Mientras tanto nos acogemos al poder salvífico de Jesús que obra en la medida que
"estamos con Él", en la medida en que nos necesitamos necesitados. Sabemos que de
manera ordinaria el demonio solo opera a nivel de la tentación.

Jesús es quien tiene el poder para ayudarnos a vencer nuestras tentaciones, por eso el
tiempo de la cuaresma es un tiempo privilegiado para crecer en nuestra relación con Dios
mediante la oración. En la medida en que somos más cercanos, que "estamos" más con
Jesús, el demonio tiene menos oportunidad de destruirnos. Aprovechemos nuestra cuaresma
incrementando el tiempo que dedicamos a nuestra oración personal.
VIERNES DE LA III SEM. DE CUARESMA (IMPAR)

Os 14, 2-10

La amorosa invitación a la conversión que hemos escuchado cierra el libro de Oseas.

Todas las acciones de Dios para su pueblo y que han sido tan mal correspondidas, llevan a
una llamada a la conversión que desemboca en la confiada oración: "perdona todas
nuestras maldades, acepta nuestro arrepentimiento sincero..."

El profeta brinda, de parte de Dios, el perdón restaurador.

Tal vez nos dimos cuenta de las imágenes vegetales que usó el profeta. Tengamos en
cuenta que está hablando en una región desértica, donde el agua está gritando: vida. Nos
habló del rocío que florecerá en lirios, de humedad que se manifestará en álamos, olivos,
cedros y cipreses, de feracidad que aparecerá en trigales y viñedos. ¿No son una muy
buena imagen de los dones de Dios y de cómo nos requiere para que se manifiesten en
nosotros en obras de salvación para los demás?

Mc 12, 28-34

¿Quién es mi prójimo? No nos compliquemos investigando quién es nuestro prójimo. ¿Será


aquél que nos encontramos en la calle, el pobre, el sucio...? Sí, él es nuestro prójimo. Pero
también recordemos que prójimo es sinónimo de próximo. Algunas veces nos cuesta trabajo
amar verdaderamente a nuestro prójimo que está más cercano a nosotros, en el trabajo, en
la escuela. Aquella persona con la que tengo contacto personal cotidiana y que a veces
humanamente me es difícil convivir, que es una cosa muy normal, pero en esos momentos
es donde verdaderamente entra el verdadero amor a nuestro prójimo.

“No hagas a los demás lo que no quieras que te hagan a ti”. ¿Cuántas veces hemos
escuchado esta frase? Muchas ocasiones, ¿verdad?, ¿No nos parece que se queda un poco
corta? Es un poco pasiva, indiferente. Le falta algo. ¡Es un poco seca!

Cambiémosla a alguna frase más activa, más dinámica, que nos mueva a realizar algo y que
nos ayude a quedarnos en el “no hagas a los demás”. Sería mejor decir: “haz a los demás lo
que quieras que te hicieran a ti”. Interpretándola de forma correcta, no esperando en realidad
que por nuestros actos tenemos que recibir el mismo pago. O esta otra que dice hacer el
bien sin mirar a quien. Pero aquí en lugar del “sin mirar a quién” veamos a Cristo
representado en mi prójimo.
SABADO DE LA III SEM. DE CUARESMA (IMPAR)

Os 6, 1-6

Nosotros solemos, al hablar de Dios, aplicarle conceptos humanos; y es natural, no tenemos


otra cosa para hablar de El que nuestras experiencias, nuestras realidades, nuestras
imágenes, nuestro vocabulario; pero ninguna palabra, ningún concepto, puede abarcar a
Dios ni definirlo totalmente. Uno de los conceptos que aplicamos a Dios desde nuestra
experiencia es el enojo, el castigo. Si habláramos de castigo de Dios como revancha,
explosión de ira destructora, no contenida ("la haces, la pagas"), estéril, estaríamos muy
equivocados. Todo en Dios es amor, toda su acción es amorosa, toda, aun la que nos
desconcierta por dolorosa.

Las tribus de Efraín y Judá lo reconocen, en la lectura profética que escuchamos: "Él nos
curará, Él nos vendará, nos devolverá la vida".

Otra muy bella alusión pascual se nos hizo presente: "en dos días nos devolverá la vida y
al tercero nos levantará". No olvidemos que el camino de conversión de la Cuaresma nos
lleva a desembocar en las celebraciones pascuales, fiestas de vida nueva en Cristo Señor.

Lc 18, 9-14

La humildad, la sencillez, la docilidad al Espíritu Santo son esenciales para abrir el corazón
de Cristo. A los hombres nos gusta que nos aprecien, que nos estimen, que nos tomen en
cuenta, que nos amen. Buscamos llamar la atención de quien nos rodea, de quien queremos
que nos ame. ¿No queremos de igual forma llamar la atención de Cristo? ¿No queremos que
Cristo nos vea y nos manifieste su amor? Pues estas virtudes serán el motivo para que Dios
pose su mirada en nosotros. Siempre lo hace pero si nos esforzamos en vivir estas virtudes
lo hará de manera especial.

Por el contrario, la soberbia, el orgullo, la vanidad nacen del egoísmo y lo que parecería
oración no es otra cosa más que alabanza a nosotros mismos. Como el fariseo que
agradecía a Dios no ser como los demás hombres porque no cometía sus mismos errores y
pecados que ellos.

Los dos hombres estaban en oración pero qué oraciones tan distintas. Una hecha con
presunción personal y la otra con humildad, con el corazón triste por haber fallado a Dios.

¿Quiere decir entonces que para hacer buena oración forzosamente debemos golpearnos el
pecho y debamos hacer exámenes personales de autocrítica, rayando casi con un
pesimismo? Seguramente Cristo no quiere esto. Él más bien nos pide que como niños nos
acerquemos a su corazón reconociendo las cualidades que nos ha dado pero tan bien con la
humildad necesaria para reconocer nuestras faltas. Recordemos lo que dice el Catecismo
respecto a la oración, dice que la piedad de la oración no está en la cantidad de las palabras
sino en el fervor de nuestra alma.

Pidamos a Cristo que nos enseñe a orar con espíritu humilde y sencillo como el publicano.
LUNES DE LA IV SEM. DE CUARESMA (IMPAR)

Is 65, 17-21

El tema escatológico de la nueva creación: "Voy a crear un cielo nuevo y una tierra
nueva" ha motivado siempre la esperanzada labor de todos los que han luchado por la vida
cristiana. El profeta lo ha anunciado. Pedro trabajaba con ese aliento: "esperamos, según
nos lo tiene prometido, nuevos cielos y nueva tierra, en la que habite la justicia" y el
vidente Juan lo miraba realizado: "Luego vi un cielo nuevo y una tierra nueva... vi la
ciudad santa, la nueva Jerusalén...".

El profeta hablaba a un pueblo que apenas acababa de regresar del destierro, de los años de
amargura. Por esto, las perspectivas de alegría y gozo, de Jerusalén renovada, de ya no
más muertes prematuras, de lugar permanente, de morada de abundancia, tiene una fuerza
y un relieve muy especiales.

Apliquemos estas perspectivas esperanzadoras del profeta a nuestra situación cuaresmal.


Es una llamada más de Dios a nuestra conversión radical.

Jn 4, 43-54

No es lo mismo "creer en Jesús" que "creerle a Jesús". Creerle a Jesús implica aceptar su
palabra por ilógica e irracional que ésta pudiera parecer. El padre de este muchacho le
"creyó a Jesús" y se encontró con su hijo sano.

Un problema que se extiende en nuestro cristianismo es la falta de congruencia entre nuestra


fe y nuestra vida. Si nosotros preguntamos a nuestro alrededor nos encontraremos, sin
mucha sorpresa, que la mayoría son cristianos, es decir hombres y mujeres que creen a
Jesús.

Sin embrago con tristeza nos damos cuenta que algunos (que a veces deberíamos de decir:
muchos) dan un testimonio de vida bastante lejano a lo que Jesús nos ha ensañado.

Ser buen cristiano implica creer en Jesús pero también creerle a Jesús y hacer lo que Él nos
pide en el evangelio… tenerlo como verdadero maestro y señor de nuestras vidas.

¿Tú eres de los que simplemente cree en Jesús, o de los que han decidido hacer de su
Palabra una norma de vida?
MARTES DE LA IV SEM. DE CUARESMA (IMPAR)

Ez 47, 1-9. 12

Para entender mejor la fuerza de las imágenes de la profecía pensemos en el marco


geográfico en que fue escrita. Una ciudad siempre muy escasa de agua, una tierra desértica,
un lago cerrado, salado, sin vida.

El profeta había mirado la grandiosidad de una Jerusalén futura, de dimensiones y


grandiosidad impresionantes; ahora nos habla de la fuente que brota del templo: el agua es
cada vez más abundante y va por el valle inferior del Jordán, hasta el mar Muerto, que será
transformado; la vegetación a orillas de la corriente de vida es prodigiosa: verdor, lozanía,
árboles de todas clases, maravillosa y perennemente fructíferos, y hasta medicinales.

Juan, usará las mismas imágenes para hablarnos de la Jerusalén del cielo: “Luego me
mostró el río de agua de vida, brillante como el cristal que brotaba del trono de Dios y
del Cordero...” (Ap 22, 1.2).

Es la imagen esperanzadora de la vida en Dios.

Jn 5, 1-3. 5-16

Hoy día nos encontramos con muchas personas que saben amar y comprender a los demás.
Son unos profesionales en el amor. Pero qué hermoso si fuesen mucho más las personas
que prestasen atención a los pequeños detalles, si hubiese muchas más personas que
bajasen a los más pequeños detalles de la vida ordinaria.

Si nosotros hubiésemos estado al lado de Cristo cuando pasó junto al paralítico, ¿nos
habríamos percatado de su situación?, ¿nos habríamos preguntado cuánto tiempo lleva ese
hombre en ese estado? Tal vez sólo nos hubiese causado pena y tristeza.

Sin embargo, qué finura y atención de Cristo, qué amabilidad de su parte para vibrar con el
mismo dolor y sufrimiento del paralítico. Estos son los actos que rejuvenecen el amor, los
actos que lo mantienen activo. No tanto los sentimientos pasajeros que son muy buenos pero
que no sostienen vivo nuestro amor en el momento de la adversidad. Son los pequeños
detalles en la vida ordinaria los que mantuvieron fresco el amor de Cristo con su Padre.

El hombre de la piscina, al igual que hoy en día muchos hermanos, no tienen quien les tienda
una mano, quien los ayude a salir de sus problemas... quien los lleve a conocer a Jesús. ¿Te
has puesto a pensar cuánta gente a tu alrededor está esperando que le tiendas la mano?

Nosotros también aprendamos en este día el arte de vivir los pequeños detalles con quienes
viven a nuestro alrededor que es donde se encuentra Cristo. Sepamos corresponder y
agradecer su amor a lo largo de nuestra vida para que nuestro amor a Él no envejezca sino
que sea cada día más fuerte.
MIERCOLES DE LA IV SEM. DE CUARESMA (IMPAR)

Is 49, 8-15

Isaías nos habla de la descripción esperanzadora de la reconstrucción de Jerusalén.

Con multitud de imágenes poéticas, el profeta presenta el panorama futuro.

Para los que se resistían a creer en esas posibilidades de cambio, el Señor se muestra no
como el Omnipotente, desde lo alto, sino como el enamorado cercanísimo.

Pero aún es más impresionante la imagen del amor maternal de Dios por su pueblo:
"Aunque hubiera una madre que se olvidara, yo nunca me olvidaré de ti". Escuchemos
ese reclamo amoroso como dirigido a cada uno de nosotros.

Jn 5, 17-30

Cristo nos pide que creamos en la resurrección de la carne. Hoy día hay muchos que ya no
creen esta realidad de nuestra fe por tantas otras ideas que han metido las sectas. Se
prefiere aceptar la reencarnación o simplemente lo aceptan porque lo dice la Iglesia. Pero si
comprendiéramos con el corazón lo que nos dijo san Pablo que vana es nuestra fe si no
resucitamos, entonces sí viviríamos con mayor entrega nuestra fe, entonces sí que nos
sentiríamos orgullosos de nuestra fe. No la viviríamos como si fuese una imposición o como
normas que hay que cumplir sino con una alegría que nos llevaría a transmitirla a los demás.
Existiría una mayor esperanza en nuestras vidas.

Y el mejor camino para llegar a la resurrección es el que nos presenta el evangelio de hoy.
Cumplir la voluntad de Dios. Hay una notable relación en estas palabras. Resurrección y
voluntad de Dios. A Cristo no le movía otra cosa en su vida mas que hacer aquello que le
agradaba a su Padre. Por eso estaba lleno de pasión por transmitirnos lo que su Padre le
pedía. Nosotros también resucitaremos en la medida en que vivamos con amor la entrega a
la voluntad de Dios, que es entrega y generosidad con nuestro prójimo.

El tema central de este pasaje es escuchar la palabra de Jesús y creer que Él es


verdaderamente el hijo de Dios. Estos son dos elementos que están íntimamente
relacionados uno con otro. Si nosotros reconocemos verdaderamente que Jesús es Dios,
entonces su palabra deja de ser una palabra como la de los demás para convertirse en
"palabra de Dios"; ahora bien, si la palabra de Jesús, lo que nosotros leemos en los
evangelios es verdaderamente "palabra de Dios" debería ser algo sobre lo que no se duda o
discute: Puede ser que no la entienda, o que me resulte difícil de vivir o de aceptar, pero
sigue siendo "palabra de Dios". Jesús nos dice hoy: "El que escucha mi palabra y cree en el
que me envió, tiene vida eterna". Con esto nos manifiesta que la fuente de la vida es su
palabra por ininteligible que pudiera parecer o por difícil que fuera el vivir de acuerdo a ella.
En definitiva, si el hombre quiere tener una vida llena de paz, de alegría y de gozo en el
Espíritu, no tiene ninguna otra opción que vivir de acuerdo a la voluntad de Dios expresada
en Cristo.
JUEVES DE LA IV SEM. DE CUARESMA (IMPAR)

Ex 32, 7-14

Hace tiempo pude ver una obra musical: "El diluvio que viene". Dios ve el mal que hay en
la tierra y decide "comenzar de nuevo". Enviará un diluvio que destruya a toda la
humanidad y escoge a los habitantes de una pequeña aldea y a su párroco para que se
salven en un arca y sean el comienzo de una nueva humanidad. La experiencia del mal en
nosotros mismos, en nuestro rededor, el mal social sobre todo, nos lleva a impulsos de
renovación y, a veces más fácilmente que por un cambio gradual de conversión, quisiéramos
un cambio radical, algo que me transforme como una vara mágica, o destruya para dar
oportunidad de que algo mejor se desarrolle.

Hoy vimos a Dios amenazante primero, pero que luego "cambia de idea" por ruegos de
Moisés.

Moisés no es sino una pequeñísima manifestación de la misericordia siempre perdonadora y


salvadora de Dios.

Jn 5, 31-47

Jesús predicó la palabra de Dios. No era su “punto de vista”, ni lo que a Él más le convenía –
pues vivir pobre y ser clavado en una cruz no le gusta a nadie- sino lo que Dios mismo quería
revelar a los hombres.

Esas palabras crearon mucha confusión entre los judíos. Igual nos sucede a nosotros cuando
nos preguntamos: ¿y de todas las religiones, cuál es la verdadera? Entonces, cada uno
presenta a sus testigos para que demuestren quién tiene razón.

Jesús no se amparó en el testimonio de Moisés ni en el de Juan el Bautista porque, aunque


eran muy fuertes, tenía otra autoridad superior a ellos: Dios Padre. Es Dios quien da
testimonio de que el mensaje cristiano es el verdadero.

De nuevo Jesús toca el punto álgido de la gente religiosa: no basta conocer, hay que vivir; no
basta la fe hay que actuar. Siempre que se lee la sagrada escritura debemos buscar en ella
el mensaje que Dios tiene para nosotros en el "aquí y en el ahora".

Los fariseos habían leído la Escritura pero no fueron capaces de reconocer a Jesús; no lo
reconocieron ni por sus palabras si por sus obras, ni por el testimonio que Juan dio de Él; no
lo reconocieron en el "aquí y ahora". Al leer el Texto Sagrado debemos pensar que Dios nos
habla para el momento preciso que estamos viviendo. Que la gente que nos rodea y los
acontecimientos diarios son parte de esta palabra que se hace profecía y vida en nosotros.

Tener fe, es creer que la palabra leída con atención y devoción, es viva y actual, que me
interpela bajo las condiciones particulares por las que paso. Al leer la Escritura debemos
tener la actitud de Jesús cuando en la sinagoga, después de leer el texto sagrado, dijo: "Hoy
se ha realizado esta palabra que acaban de oír". Solo inténtalo. Verás que es verdad.
VIERNES DE LA IV SEM. DE CUARESMA (IMPAR)

Sa 2, 1. 12-22

Aunque históricamente los malvados de que habló la primera lectura son judíos de Alejandría
que han asimilado una mentalidad materialista y hedonista (de amor a los placeres), el texto
es una palabra profética que se aplica completamente a Cristo y también a sus seguidores.

Esto nos ayuda a tratar de profundizar en su pasión y muerte, en sus penas físicas, pero,
sobre todo, en sus penas internas: la experiencia del rechazo, de su aislamiento, la
experiencia del mal que lo rodea y lo asalta, y a pesar de todo eso, Él es solidario con esa
humanidad pecadora para salvarla, es el Santo en contacto con el pecado: asco y
misericordia, acercamiento salvífico a lo que le es repelente. Lo que experimentó Cristo lo
experimentará el que lo siga.

Jn 7, 1-2. 10.25-30

Es increíble la sencillez de Jesús. Primero viene al mundo en un pesebre. Luego pasa 30


años de su vida en la “sombra”, en un pueblo de Galilea. Por lo visto nadie de su pueblo se
da cuenta de que el hijo del carpintero era alguien importante. Porque más tarde nos cuenta
el evangelista que quieren tirarle por un barranco por creerse un profeta.

Todos dicen: “...pero, ¿éste, no es el hijo de José? ... ¿de dónde le viene pues todo eso? …
es un blasfemo”.

Muchos se asombran en Israel de las palabras y obras de Cristo. Y es que su aspecto es


normal: es un hombre. Pero su autoridad es divina. Les cuesta creer que Él es el Hijo de
Dios. Claro, Cristo no se las da de grande como Herodes, Pilatos o un faraón.

Tampoco quiere que los discípulos, ni los enfermos curados, cuenten que ha sido Él o que
revelen quién es. Y es lógico, porque no necesita el aplauso de la gente. A pesar de todo, al
final realmente ¡qué pocas personas le son fieles hasta su muerte! Pero no le importa. Él ha
cumplido la misión que el Padre le había encomendado. Ha salvado a los hombres; ha dado
a conocer el infinito amor de Dios a la humanidad. Algo parecido pasa cuando una madre
ama a su hijo: tampoco le importa que el hijo le corresponda. Su instinto materno le hace
amarle pase lo que pase y cueste lo que cueste. El amor de Dios no conoce límites. ¿Qué
tanto transparentas a Cristo en tu vida diaria?
SABADO DE LA IV SEM. DE CUARESMA (IMPAR)

Jer 11, 18-20

Hoy escuchamos otra de las "pasiones" proféticas, es decir, de los preanuncios de la


Pascua de Cristo. Se habla del hombre bueno, que es despreciado, perseguido, humillado y
muerto, pero que pone su esperanza en Dios, que ve en perspectiva, aunque sea lejana, su
reivindicación.

Hoy veíamos cómo Jeremías usa una imagen muy sacrificial, la imagen del cordero. Así
será llamado Jesús, El mismo morirá, según Juan, a la hora en que se mataban los corderos
para la fiesta pascual. En el Apocalipsis Juan lo verá como un cordero sacrificado y sin
embargo vencedor.

El profeta evoca la venganza del Señor sobres sus enemigos. Jesús invocará sobre ellos el
perdón de su Padre al decir: "Perdónalos porque no saben lo que hacen".

El salmo responsorial con que respondíamos a Dios con sus propias palabras, diciendo "En
ti, Señor me refugio", prolonga el grito de confianza del profeta. Jesús llevará a plenitud
esta confianza cuando en la cruz dice: "Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu".

Jn 7, 40-53

Hace unos años un sacerdote misionero viajaba a una isla “perdida”. Allí comenzó a anunciar
el evangelio. Los habitantes de aquel lugar al escuchar sus palabras se quedaron
asombrados y decían al misionero: “¿cómo es posible que este hermoso mensaje llega a
estas tierras sólo después de 2000 años?” ¡Es triste, pero esa es la realidad! Se ha dividido
en tantas opiniones el mensaje de Cristo que es necesario luchar por su unidad, por anunciar
su palabra a quien aún no lo ha escuchado.

Por ejemplo, sólo hay un 16% de católicos. Los cristianos en total son cerca de un 30%. El
resto del mundo tiene otra creencia o no cree en nada. Es decir que para dos tercios de la
población mundial, Jesucristo no significa mucho. Incluso hay gente que ni ha oído hablar de
Jesucristo.

En tiempos de Jesús, pasaba lo mismo. Unos creían en él y otros no. Unos le amaban hasta
la locura – díganme si no qué tiene de «razonable» rociar todo un valioso perfume sobre los
pies de otra persona y secarlo con los propios cabellos- y otros le odiaban a muerte, y muerte
de cruz. El mensaje era claro: “Él es el hijo de Dios, el Mesías, el redentor de la humanidad.
El murió por nosotros, para liberarnos de nuestros pecados y abrirnos las puertas del cielo. Y
quien cree en él y le acoge se salvará”.

Delante de Cristo el hombre no se puede quedar indiferente. Esa ya sería una actitud
derrotista. ¿Qué actitud tenemos nosotros? ¿Es tan difícil creer en él? A una conclusión
podemos llegar leyendo este evangelio: razones humanas siempre las podemos tener para
no aceptar a Cristo, aunque muchas más para creer en él. No olvidemos, sin embargo, que la
fe es un don que Dios regala a aquellos que son sencillos y se lo piden. ¡Pidamos a Dios que
aumente cada día nuestra fe! Tenemos mucho que ganar.
LUNES DE LA V SEM. DE CUARESMA (IMPAR)

Dan 13, 1-9. 15-17. 19-30- 33-62

Desde muy antiguo las dos lecturas que hoy escuchamos se han relacionado por la obvia
razón de que en las dos aparecen unas mujeres acusadas y salvadas maravillosamente;
una, la acusada injustamente, salvada por la sabiduría del profeta; la otra, la "sorprendida
en adulterio", salvada por la sabiduría misericordiosa del mismo Hijo de Dios.

La figura de Susana ha sido vista siempre como una premonición de la Pascua: el oprimido y
calumniado, maravillosamente salvado. "La asamblea levantó la voz y bendijo a Dios que
salva a los que esperan en Él".

En los cementerios subterráneos de Roma, más conocidos como catacumbas, no es raro ver
representada esta esperanzadora imagen, sea en forma realista: Susana y los dos ancianos,
o en forma simbólica: una oveja en medio de dos lobos. Recibamos el mensaje de
esperanza.

Jn 8, 1-11

Si echamos una mirada nos daremos cuenta que las nubes del materialismo han cubierto el
horizonte cultural. La luz penetra cada vez menos. La esperanza parece menguar. En medio
de la oscuridad brillan pequeñas lucecitas. Son luciérnagas. Fugaces momentos de felicidad
que el mundo da. Así paga el mundo a los que le sirven. Les promete felicidad y diversión, y
se los concede. Pero un instante, un suspiro; y después, la oscuridad.

Pero no estamos solos. Un rayo de esperanza rasga las nubes. Es Cristo que viene a
recordarnos: “Yo soy la luz del mundo”

Nosotros, como cristianos bautizados, estamos llamados a ser luz del mundo. ¿Cómo?
Predicando el Evangelio del amor con el ejemplo de nuestra vida y el testimonio de nuestra
palabra.

Reforzando la unidad familiar, por ejemplo rezando en familia; escuchando y compartiendo


las penas de mi prójimo, ayudándolo cuando lo vea en apuros. En fin, la caridad es
ingeniosa, hay mil maneras de vivirla. Sólo hace falta querer ser luz del mundo.

Animo. Somos esta luz, ¡Hagamos que brille con toda su intensidad en medio de nuestro
mundo!
MARTES DE LA V SEM. DE CUARESMA (IMPAR)

Núm 21, 4-9

La época de la peregrinación por el desierto fue vista por el pueblo de Dios como la época de
la prueba, de las caídas y los perdones, pero también como la época de la cercanía de Dios,
de su misericordia, de sus maravillas. Hoy, la seguimos viendo como una imagen hacia la
Jerusalén celestial y definitiva.

En el castigo de las serpientes, el pueblo reconoce su mal y suplica a su jefe, Moisés, que
interceda por él.

La serpiente de bronce levantada sobre el pueblo lo salvará. Escuchamos en el evangelio la


similitud con Cristo.

Esta Cuaresma, contemplamos a Cristo, el Salvador, en la expresión suprema de su amor.


En la máxima humillación, de la que brota la gloria que nos participa. En su muerte, de la
que brota la vida que nos comunica.

Jn 8, 21-30

Cristo nos desvela el secreto de su éxito. Es sencillo, basta cumplir la voluntad de Dios. Eso
es todo. Nos lo dice clarísimo: “Yo hago siempre lo que a Él le agrada”. Esto podría ser el
resumen de la vida de Jesús.

No hay que ser ingenuos y creer que ya todo está resuelto. El camino de la voluntad de Dios,
en algunos momentos, es duro. No todo es coser y cantar. Pero en nuestro peregrinar por la
voluntad de Dios no vamos solos. Podrá haber situaciones oscuras, ásperas, pero Dios no
nos faltará. El secreto es no desviarse del camino, ni a derecha ni a izquierda. Aparecerán
atajos tentadores, guías espontáneos que intentarán llevarnos por otros senderos. Pero el
camino ya está decidido.

En este camino, la cruz es el punto de referencia. Es un faro en nuestro peregrinar. El que


quiera venir en pos de mí, tome su cruz cada día y sígame. Ciertamente debemos estar
atentos a seguir el camino verdadero. Por eso Jesús nos dejó a su Iglesia, para guiarnos por
el sendero de la voluntad de Dios. Ellos son los verdaderos guías que nos podrán señalar el
sendero de salvación. Basta ser sinceros en la entrega y una vez claro el camino, seguir sin
desviarse.
Pensemos cuantas cosas pasarían en nuestra vida, en nuestros enfermos si nosotros
tuviéramos la fe del Centurión, y viéramos en la hostia a "Yo Soy", al mismo Jesús, para
quien todo es posible. Ojalá y, como en el evangelio, después de estas palabras muchos
crean en Él.
MIERCOLES DE LA V SEM. DE CUARESMA (IMPAR)

Dan 3, 14-20. 49-50. 91-92. 95

Otra imagen profética de la Pascua. Los tres jóvenes que hoy escuchamos: Sedrak, Mesak
y Abenegó.

La narración nos presenta a tres jóvenes en el destierro que expresan con firmeza, que de
por sí no se esperaría de su edad, la fidelidad de su fe que no doblegan ni los honores de los
cargos a los que el rey los había exaltado, ni las amenazas de tormentos y muerte.

"El Dios al que servimos puede librarnos del horno encendido... y aunque no lo
hiciera... de ningún modo serviremos a tus dioses...".

Es un ejemplo para los demás desterrados en Mesopotamia.

Jn 8, 31-42

Hoy la libertad está de moda. Libertad de expresión, de opinión, libertad de experimentación


científica, de prensa, lucha por la libertad... Sin embargo, paradójicamente, también nuestra
libertad nos puede hacer esclavos. Todo el que comete pecado es un esclavo. La libertad es
lo contrario de la esclavitud. ¿Cómo es posible que en nuestro mundo en el cual gozamos de
tantas libertades podamos ser esclavos? Nos hemos olvidado de una palabra que es
inseparable de la libertad: la verdad. Conocerán la verdad y la verdad los hará libres.

Desgraciadamente hemos separado muchas veces la libertad de la verdad. Sin embargo, no


puede existir auténtica libertad si está desligada de la verdad pues son dos eslabones de una
cadena que no se pueden separar. Y de aquí surge la gran pregunta ¿qué es la verdad?
Jesús nos dice que Él es la verdad y que si nos mantenemos en su Palabra podremos
conocer la verdad y ser libres.

Dios no es una verdad más, sino que es la verdad absoluta, es el único que tiene una libertad
absoluta. La libertad del hombre es un riesgo. Con la gracia de Dios, la libertad del hombre
puede ser encaminada a la verdad, al bien y a la felicidad. Por el contrario, si buscamos una
libertad lejos de la verdad, que es Cristo, nos haremos esclavos de nuestras propias
pasiones y de nuestros pecados.

Al final del pasaje evangélico, Jesucristo nos invita a una coherencia de vida. Si nuestras
obras no reflejan la verdad no podemos decir que realmente somos libres. Si nuestra vida se
desarrolla en el campo de la mentira no podemos decir que somos coherentes con lo que
Cristo nos ha enseñado. Si queremos ser hijos de Dios debemos actuar con la verdad, si no
seremos hijos del padre de la mentira.

Dios viene a librarnos del pecado. Preparemos en esta cuaresma un corazón sincero que
nos ayude a recibir las gracias que Dios viene a traernos. Seamos humildes para dejar a un
lado la mentira y el pecado, para convertirnos con la ayuda de Dios a una vida libre apoyada
en la verdad de Cristo.
JUEVES DE LA V SEM. DE CUARESMA (IMPAR)

Gén 17, 3-9

La primera lectura nos presentaba la esencia de la historia de Abraham. El pacto de Dios


con Abrám, el pacto con su obediencia.

El cambio de nombre en la tradición semítica expresa un cambio de destino, de misión.


Abraham será padre de una multitud "más numerosa que las estrellas, que las arenas".
Padre en la fe del único Dios, transmisor del pacto fundamental: "Yo seré tu Dios, tú serás
mi pueblo". Este pacto se expresará y se manifestará todavía más y definitivamente en
Cristo. Jesús es la expresión máxima del amor de Dios a la humanidad y al mismo tiempo la
respuesta cumplida de la humanidad hacia Dios.

Cristo nos invita continuamente a realizar en cada uno de nosotros lo que Él respondió con
su vida a su Padre.

Jn 8, 51-59

Uno de los grandes problemas de nuestro mundo moderno es la falta de fidelidad. Con una
facilidad asombrosa nos cambiamos de marca, de automóvil, de trabajo, etc.. Esto se
extiende a la vida matrimonial en donde, muchas parejas (incluso cristianas) desde el
momento de su matrimonio ya consideran la posibilidad del divorcio olvidándose de las
promesas ante al altar.

Igualmente, muchos hermanos, con facilidad se dejan conducir por doctrinas extrañas
olvidándose de las promesas bautismales y del credo que durante años han recitado en la
Eucaristía. Y es que ser fiel no es fácil, implica en ocasiones arriesgarlo todo. Ser fiel a la
palabra de Dios, sobre todo en cuestiones sociales, en nuestro testimonio diario, o en la vida
matrimonial puede implicarlo todo… incluso la misma vida, como en el caso de Jesús.

Si algo se valora de un servidor es que éste sea "fiel", que sea capaz de sostener la palabra
dada aún a costa de la propia vida. Para ellos, para los que han sido fieles, Jesús promete la
vida que no acaba Jamás.

Preparémonos para reafirmar nuestras promesas bautismales en la vigilia de Pascua.


VIERNES DE LA V SEM. DE CUARESMA (IMPAR)

Jer 20, 10-13

Hoy encontramos al profeta Jeremías, con un texto del final del capítulo 20 que ha sido
llamado "las confesiones". Jeremías vive un drama muy intenso: se siente llamado por
Dios para ser su portavoz. Él dice: "Me has seducido, Señor, y me dejé seducir". Su
misión lo lleva a enfrentar una serie de enormes obstáculos. El no quiso unirse al grupo de
los "profetas oficiales" cuyos oráculos siempre iban según los gustos del rey y de los
poderosos.

Los oráculos de Jeremías, en cambio, muchas veces eran vistos como negativos, como
antipatrióticos y se reaccionaba negativamente a ellos. Esta es la razón del grito de angustia
del profeta que se sentía acosado. Pero luego este lamento se transformó en grito de
confianza, en oración suplicante y en alabanza agradecida: "Canten y alaben al Señor,
porque Él ha salvado la vida de su pobre de la mano de los malvados".

Jn 10, 31-42

Una de las cosas que causan más asombro en la vida de Jesús es que haya sido tanta la
gente que lo rechazó. Jesús es la personificación de todo lo que es bueno, santo y deseable,
y lo que Él desea es atraer a todos los hombres hacia sí, para hacer de ellos seres perfectos
y eternamente felices. No solamente predicó la bondad y el amor de su Padre para con los
hombres, sino que Él mismo reveló esta bondad y este amor con sus acciones. Cuando los
judíos cogieron piedras para apedrearlo, Él les dijo en tono de protesta: “He realizado ante
ustedes muchas obras buenas de parte del Padre, ¿por cuál de ellas me quieren apedrear?”.
Entonces lo acusaron de blasfemia, porque pretendía ser Dios, y sin embargo, solo les
estaba diciendo la verdad, y sus afirmaciones de que era un ser divino, estaban confirmadas
por señales y milagros.

Sorprende que Jesús, lo mismo que muchos otros profetas de Israel, haya sido rechazado
por un número tan grande de gente, si no hacía más que decir la verdad. ¿Por qué se le
repudiaba? Eran muchas las razones y muy complicadas, pero una de ellas es que la verdad
puede incomodar. Cuando la verdad nos coloca frente a nuestros fracasos e incapacidades,
el camino más fácil para escapar a nuestras responsabilidades y a la necesidad de tener que
cambiar es ignorar o negar la verdad. Cuando un maestro notifica a los padres
consentidores e irresponsables, que su hijo es un problema en la escuela, tanto en los
estudios como en la disciplina, el juicio del maestro es, al mismo tiempo, una evaluación del
joven estudiante y de sus padres. Pero éstos, antes de hacer frente a sus propias faltas y a
la necesidad de actuar, escogen el camino más fácil y se niegan a aceptar el informe del
maestro.

La verdad puede incomodar, aun la verdad predicada por Jesús. La verdad de Jesucristo
nos exige que seamos diferentes de los demás; nos pide que aceptemos el sufrimiento y la
auto-renuncia, que abandonemos nuestro egoísmo y que seamos generosos en nuestro
amor y nuestro servicio a los demás. Oremos en esta Misa para que nunca tomemos la
salida fácil de rechazar a Jesús y su verdad.
SABADO DE LA V SEM. DE CUARESMA (IMPAR)

Ez 37, 21-28

El profeta Ezequiel alienta a los israelitas sometidos, dispersos, sin patria, poniendo ante sus
ojos la perspectiva de una renovación. Algo parecido a cuando Dios se había formado un
pueblo de donde no había sino esclavos, lo había conducido a una tierra propia e incluso
habían llegado a tener una época ideal bajo David y la primera etapa de su hijo Salomón.

Ahora, de nuevo, Dios los va a unir, a reconstruir a su lugar de origen, otra vez bajo un solo
rey, ya sin traiciones de idolatría; la figura de David aparece: un descendiente suyo será el
jefe.

La fórmula de la alianza se repite: "Yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo".

Esta realidad se va realizando día a día, en las luchas y contradicciones. Cada uno tenemos
que tener muy en alto a la vista y muy profundo en la convicción ese ideal para tratar de irlo
realizando.

Jn 11, 45-56

Una vez más, Cristo, el redentor del hombre, nos da la oportunidad de buscar la conversión,
de volver a la intimidad del Padre como el hijo pródigo. Cuantas veces, quizá, le hemos dado
la espalda, olvidándonos de las maravillas que Él ha realizado en nosotros, como les sucedió
a los fariseos que, a causa de su cerrazón no supieron apreciar las obras que Cristo estaba
obrando en ellos. Así nos lo dice el evangelio: "Por eso Jesús ya no andaba en público con
los judíos sino que se retiró al desierto".

Por eso, necesitamos de redención, de volver a nosotros mismos, como lo hicieron los judíos
que creyeron ante la claridad de un milagro. Necesitamos convertirnos a Dios para terminar
con la indiferencia que acecha nuestro interior.

Conversión para valorar el don de nuestra fe en Cristo. Esta conversión significa


convencerse de Cristo. Para esto, no hay nada mejor que profundizar en ese primer
encuentro en que Él se acercó a nuestra vida y nos propusimos seguir sus caminos. Por ello,
quien más le conoce más se convence, y quien más se convence, más se enamora de Él.

Está cerca también para nosotros la Pascua. Subamos pues, a Jerusalén acompañando a
Jesucristo. Sintamos con Él, el precio de la cruz que con amor ha querido pagar por nuestra
redención. Amor con amor se paga, y Cristo, nos amó..., me amó primero.
LUNES SANTO (IMPAR)

Is 42, 1-7

En estas celebraciones de la Semana Santa, en la inmediatez del Triduo sacro, las fiestas
centrales de nuestra Iglesia, vamos a ir contemplando la imagen del siervo de Yahvé. Hoy
hemos escuchado el primer canto.

El siervo de Yahvé es un misterioso personaje, su figura anuncia a Cristo. Hoy se nos


presenta su "sistema de trabajo". No es el Mesías rey, sino el Mesías pobre. Obrará con
firmeza que no puede ser doblegada, con una energía que lo impulsa a cumplir plenamente
la tarea encomendada. Esa energía es el mismo Espíritu de Dios. Su fin es proclamar y
hacer brillar la justicia, establecer el derecho, abrir los ojos a los ciegos, liberar a los cautivos.
Pero su método es de mansedumbre, de sencillez y de interioridad. Estimula, alienta, da
oportunidad, no rompe la caña ni apaga la mecha.

¿Nos damos cuenta de que hemos sido llamados a colaborar con Jesús en su misma obra,
con sus mismos métodos?

Jn 12, 1-11

Jesús se encuentra con sus amigos. Yo soy su amigo. Sale a mi encuentro. Es Él quien va a
Betania y quien viene a tocar a mi puerta. Desea sentarse a mi mesa, partir el pan conmigo,
hablar conmigo.

Toca a la puerta de mi corazón para iluminarlo y consolarlo: "Sólo Él tiene palabras de vida
eterna" No sólo está a mi lado: me lleva en sus brazos para que las asperezas, las piedras y
el barro no me salpiquen y no me hagan tropezar y caer, si yo quiero.

Y, aunque cayera, su amor no disminuiría, incluso me amaría más. Limpiaría mis heridas y
manchas del camino. Él sería una María de Betania para con nosotros, nos perfumaría los
pies y la cabeza. ¿No deberíamos nosotros hacer lo mismo? Ponernos a sus pies y llorar.
Llorar por la tristeza de ofenderle y llorar por la alegría de su perdón. Las lágrimas son la
mejor oración que podemos elevar a Dios. Y, también, perfumar sus pies; que el perfume de
nuestras buenas obras y el ungüento de nuestro perdón sean dignos de un Dios tan
misericordioso. Como Él perdona, así perdonar a quienes nos ofenden.

No nos fijemos en el "derroche" de este caro perfume. Es un perfume que nunca se acaba si
es a Cristo a quien lo ofrecemos. Obrando así prepararemos la sepultura del Señor, su
resurrección y su permanencia entre nosotros.
MARTES SANTO (IMPAR)

Is 49, 1-6

Hoy hemos escuchado el segundo canto del Siervo de Yahvé.

Nosotros, como es natural, lo hemos oído aplicando todas sus ideas a su realización en
Cristo.

Escuchamos la universalidad de la misión: "escúchenme islas, pueblo lejanos,


atiéndanme", "para que mi salvación llegue hasta los últimos confines de la tierra".
La vocación a esa misión es desde siempre: "cuando aún estaba en el seno materno". El
llamado a la misión está acompañado de los dones necesarios para el cumplimiento de las
tareas salvíficas: "hizo de mi boca una espada filosa... me hizo flecha puntiaguda... te
voy a convertir en luz de las naciones...". Y la misión será convertir y reunir a los lejanos
y dispersos para volver a constituir el pueblo de Dios.

Al mirar la figura que aparece en esta poesía profética, las relacionamos con su
cumplimiento, que es Cristo; ahora relacionémosla con el seguimiento de Cristo y la
continuación de su misión, que es a lo que hemos sido llamados.

Jn 13, 21-33. 36-38

Jesús sabe que lo van a entregar. Pero Él lo acepta y lo quiere. Aunque Él no quiere que se
pierda ninguno de los que eligió. Hasta el último momento quiso salvar a Judas, pero Judas
no aceptó el regalo de Cristo.

Al igual que a Judas dio un bocado como símbolo de amistad, así también Cristo a nosotros
nos da un bocado, su propio cuerpo en la eucaristía.
Si lo recibimos con el corazón bien dispuesto, el demonio nunca entrará en nosotros, pues
Cristo nos protege.

"Lo que vas a hacer hazlo pronto". Es la frase de Jesús que se nos repite día a día: "hoy haz
lo que debes, y hazlo pronto" es una llamada a cumplir con nuestro deber, deber de hijos,
deber de padre o de madre, deber de estudiante, de médico, de abogado...

"Era de noche". A veces la noche se cierne sobre nosotros, no podemos ver, nos va mal,
todo nos sale al revés, pero Cristo nos está esperando también en esos momentos. Cristo no
se va, somos nosotros los que nos alejamos de Él, aunque nos espera. Sólo dar un paso
atrás, pedir perdón, dar una sonrisa, unas gracias, etc. nos trae otra vez la paz y la cercanía
de Cristo.

Donde Él está ya puedo estar yo. Ya nos abrió la puerta, ya nos dio las llaves, ya nos espera.
Sólo nos falta caminar hacia Él.
MIERCOLES SANTO (IMPAR)

Is 50, 4-9

Oímos hoy el tercer canto del Siervo de Yahvé.

Dios lo que toca lo diviniza. Dios ilumina en todo el mundo y en todos los tiempo. Nosotros
tenemos que tener una condición de escucha, de hacer un ambiente de comunicación con
Dios. Esta presencia del Señor, esta identificación con su acción, lleva necesariamente a
una proyección de su salvación.

Los golpes, los insultos y salivazos, preludian el cuarto canto del siervo, llamado "la pasión
según Isaías". No olvidemos que todo es la manifestación del amor llevado al extremo y
que de allí brotará la gloria, la vida imperecedera.

Mt 26, 14-25

Uno de los valores fundamentales del cristianismo es la amistad. En el evangelio de Juan


Jesús llega a decir: ya no los llamo siervos sino "amigos". En este mismo evangelio, referido
este mismo pasaje que hoy nos presenta la Escritura, Jesús moja un pan y se lo da a Judas,
signo de profunda amistad.

Esto es algo que Judas, por más confundido que hubiera estado sobre la identidad de Jesús,
nunca entendió. Había estado con Él tres años y no había llegado ni siquiera a tenerlo como
amigo.

Es triste que muchos cristianos padezcan de este mismo mal y no sepan valorar la amistad,
ni de Jesús, ni muchas veces de aquellos con los que comparten su vida (papás, hermanos,
compañeros). Cuando uno no es capaz de desarrollar una amistad, es la persona más vacía
y solitaria, pues el verdadero amor es el del amigo. Esta ausencia, lleva al hombre, como
llevó a Judas, a cometer las acciones más tristes del mundo.

No dejemos solo a Jesús en esta Semana Santa. Démonos un tiempo para participar, sobre
todo de la fiesta de la Pascua el sábado por la noche. Mostrémosle que verdaderamente lo
tenemos como amigo.

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