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Luciano Álvarez
Franz Fanon, Jean Paul Sartre o Regis Debray, han roto los
cánones del marxismo “de cuadros y de masas” y creen en una
violencia que produce un “hombre recreándose a sí mismo. Matar a
un europeo [o a cualquier enemigo de clase] es […] suprimir a la vez
a un opresor y a un oprimido”. El oprimido, como el Chueco Maciel,
deja de serlo, por el mero ejercicio de la violencia: “La violencia es
una fuerza que limpia. Libera al [oprimido] […] de su complejo de
inferioridad y de su desesperación e inacción; lo hace sin miedo y
restaura su auto respeto”, dice Fanon en “Los condenados de la
tierra”.
En su teoría de la guerrilla foquista, Regis Debray cree en la
“colaboración o regeneración de tránsfugas del hampa”. No es otra la
ideología que predica Viglietti desde la contratapa de su disco
“Canciones chuecas” (Orfeo, 1971): donde se incluye “El chueco
Maciel” junto a otras canciones combatientes y una redundancia de
palabras como “muerte”, “primavera” y “puntería”:…”Hay muchas
maneras de buscar el hombre nuevo. La manera solitaria, instintiva,
de quien ataca a una sociedad que lo atacó primero, que lo marginó y
lo condenó. La otra manera, organizada, de quienes luchando contra
la vieja sociedad, van creando la nueva. Unos y otros, el Chueco
Maciel y los combatientes.”