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Josefa Parra
Nacida en Jerez de la Frontera (Cádiz) en
1965. Licenciada en Filología Hispánica,
trabaja en la actualidad en la Fundación
Caballero Bonald, donde es subdirectora de
la revista de literatura Campo de Agramante.
Ha sido galardonada, entre otros, con el
Premio de Poesía Breve Domecq en 1989,
el Premio Internacional de Poesía Loewe a la
Creación Joven en 1995 —por el libro Elogio
a la mala yerba—, el Premio Internacional de
Poesía La Porte des Poètes (París, 1999), el
Accésit del Premio de Poesía Luis Cernuda
(Sevilla, 2000) —por el libro Tratado de
cicatrices— y el Premio Internacional Unicaja
—por el libro La hora azul—.
Ha publicado además los poemarios
Geografía Carnal (1997), Alcoba del agua
(2002), Caleidoscopio de Venus (Col. Carne
y Sueño, 2005), el álbum ilustrado Oficios
imposibles (2007), la plaquette Idolatría
(2007) y, junto a la poeta gaditana Mercedes
Escolano, Habitación de hotel (2010). Ha
colaborado como columnista de opinión
en prensa diaria y en revistas de literatura
(Caleta, Renacimiento, Mercurio, Prima
Littera, Extramuros, Litoral, El Maquinista de
la Generación, etc.).
Ha intervenido en numerosas antologías,
de entre las que destacamos Ellas tienen
la palabra (Hiperión, 1997 y 19982), La
poesía plural (Visor, 1998), Los cuarenta
principales (Renacimiento, 2002), Poetisas
españolas, Antología general (Tomo IV)
(Torremozas, 2003), Hablando en plata
(Homoscriptum, México, 2005), Poesía
viva de Andalucía (Guadalajara, México,
2006), Con voz propia. Estudio y antología
comentada de la poesía escrita por mujeres
(1970–2005) (Renacimiento, 2006), Los
senderos y el bosque (Visor, 2008), El poder
del cuerpo. Antología de poesía femenina
contemporánea (Castalia, 2009), Trato
preferente. Voces esenciales de la poesía
actual en español (Sial, 2010).
14 de octubre de 2010
Impresión: Montes
T
iene el Amor sus heterónimos: Incertidumbre, Hambre, Demencia, Ansia,
Extravío… Tiene el Amor sus símbolos: una aproximación, algunas señas,
una cama de hotel a media tarde, una copa de más, un arrebato… Tiene el
Amor su doble, que como todos los dobles parece idéntico al modelo pero es en rea-
lidad distinto: el Deseo.
Hemos dicho antes que el Amor tiene un doble, y lo hemos dicho porque es la auto-
ra, saciada de su conocimiento, quien en un breve y soberbio poema de repente duda:
“Porque acaso el amor/ sólo sea una forma del deseo,/ o el deseo cualquiera de las
múltiples/ maneras del amor,/ no es raro que confunda/ tu codicioso cuerpo con tu
alma,/ o los rincones puros del afecto/ con los de la apetencia”. No, desde luego no
nos es extraña esta confusión, sino muy humana pues Amor y Deseo son dos poten-
tes ríos que mezclan sus aguas, dos versiones distintas de un mismo poema, dos in-
terrogaciones para las que sólo tendríamos una respuesta: no saber dónde principia
uno, dónde acaba el otro. Este parecido agridulce, o acaso esta desgarradora simbio-
sis entre Amor y Deseo, explica el que los poemas de Josefa Parra estén habitados por
cuerpos espléndidos, oferentes, tentadores. Cuerpos anónimos, que nunca se nom-
bran por su nombre porque son representaciones infinitas de un Cuerpo único, de-
seado y deseante. Cuerpos, en fin, apolíneos, jóvenes siempre aunque, como suele su-
ceder, hayan pasado los años; y que están ahí, colgando de las ramas del poema, como
carnosa fruta a la que es imposible no palpar, no lamer, no morder.
Este viaje maravilloso por los distintos nombres del Amor tiene una geografía parti-
cular, la que se extiende desde las marismas del golfo de Cádiz a los litorales del Me-
diterráneo, la que comprende las ardientes dunas del desierto, las bulliciosas ciudades
de Marruecos, las islas griegas o el lejano Estambul. Este espacio mítico vierte su cri-
sol de culturas en la poesía de Josefa Parra, de manera que el Amor y el Deseo de hoy
se contemplan a la luz de leyendas, dioses, héroes, tierras y grandes poemas de la An-
tigüedad. Ítaca, Ariadna, Penélope, Rodas y tantos otros nombres del ayer vuelven a
la vida en estos poemas para penetrar los secretos y las eternas estrategias del Amor.
Con estos mimbres, esta poesía rezuma muchos momentos para celebrar, en los que
el Amor, con todos sus heterónimos, se alza triunfante. Pero, como no podía ser de
otra manera, el Tiempo acabará royendo la dicha, la sensualidad, el placer, los afec-
tos. Aparecen entonces unos poemas diferentes, más desengañados y graves, como
los sombríos “Cuando el presente”, “No hay edad favorable” o “Los años”, porque es
la hora de la nostalgia, la hora del dolor, la hora azul: “Ésta es la hora azul, la hora de
los pájaros./ Una cruel desazón te ocupa de improviso;/ pones música triste, te sir-
ves una copa/ y dejas que el recuerdo te venza y te maltrate./ Ésta es la hora azul y no
tiene remedio”.
O puede que sí. O puede que, al menos, si no hay remedio, haya consuelo. Al fin, las
palabras, los versos, los poemas milagrosamente eternizan cuanto vamos a perder.
De ahí que la propia Poesía acabe confundiéndose con el cuerpo deseado, como su-
cede en “Razón de amor”. Y, sobre todo, de ahí que el poeta se aconseje a sí mismo,
como en el espléndido y rotundo “Más razones para la escritura”, que ante la fugaci-
dad de todo sólo le resta escribir, escribir, simplemente escribir antes de que la luz y
los nombres se apaguen.
JOSEFA PA R R A