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Cuando se esfuma tu piel…

“La belleza se escapa y solo queda el recuerdo”, eran las sabias y muy ciertas palabras
de doña Adela cuando al hablarme me decía que había sido una mujer muy perseguida
en su juventud, había tenido 26 novios antes de casarse.

Estuve meditando un tiempo de acuerdo a sus palabras y me di cuenta que aunque


muchas personas saben eso, en el fondo se fijan en lo superficial, en lo pasajero en lo
mutable, en lo fugaz…

De la misma manera en que cambia de forma la masa para hacer comida, cambia su forma
el cuerpo, la mente se moldea de una manera diferente, el espíritu transfigura su imagen
y en algunos casos, hasta la moral.

Un ejemplo claro de una persona que vale la pena es aquella que sin importar la
apariencia de las demás descubre su magia, la de adentro, la cuál, es finalmente la más
importante.

Armando era un invidente trabajador que toda su vida se había dedicado a construir
sus sueños de la manera más apropiada, pero sentía un profundo dolor porque hasta su
edad adulta nunca conoció aquello a lo que las personas llaman amor; sentía más que
curiosidad, ansiedad, sed incontrolable de brindar todo aquello que había guardado
durante tantos años… María por su parte, era una mujer que se distinguía por su
gran amor a todo aquello que tuviese vida, especialmente los animales. El problema
radicaba en que aún, no se conocían… No sé qué tan cierto sea o qué tan dependiente
sea de la fe el hecho de que Dios sabe como hace sus cosas; pues, esta ocasión eso se
comprobó magníficamente cuando instantáneamente luego de cruzar unas cuantas
palabras se interesaron cada vez en conocerse más y más. Lo realmente importante es
que ella, aún sabiendo la “discapacidad” de Armando, que yo mejor la llamaría “el
propicio del amor verdadero”, quiso ser su esposa luego de algún tiempo y brindarle todo
aquello que él siempre soñó y a su vez recibir todo cuanto él había preparado toda su
vida. Cuando Armando dialogaba con las personas, en ocasiones hacían referencia a
María como una persona físicamente no muy agraciada; no hubo nunca algo que le
enfureciera más a Armando: “Ella es la mujer de mis sueños, ahora se han hecho
realidad, yo soy un invidente y ella me ha aceptado como soy y con todo mi pasado, la
amo como es porque su belleza interior es lo único que puedo percibir con los ojos que
tengo…”

Conmovidos ante tal respuesta, jamás volvieron a ofender a tal grado a Armando, ya
que hacerlo era insultar a María.

Recordé esa historia que es muy bella porque aparte de ser un suceso real es donde
visualizamos perfectamente que lo que importa no es tanto permanecer intactos
físicamente o preocuparnos demasiado porque no somos los más bellos físicamente, al
final todo se acaba, como se marchita una flor, como nace y crece un niño, de esa forma
envejece y muere, pero lo que nunca cambiará es el regalo de brindar el corazón con toda
el alma.

Juan Da’

25-03-2011

Manizales/Caldas/Colombia

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