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Características:
1. Determinismo positivista como orden vital supremo, traducido, con
frecuencia, en fatalismo mecanicista. El naturalista presenta al ser humano sin
albedrío, determinado por la herencia genética y el medio en que vive. En él influyen
el Positivismo de Auguste Comte, que no valora que no puede ser objeto de
experiencia, el Utilitarismo de Bentham y Stuart Mill, que juzga todo en función de su
utilidad, y el Evolucionismo físico de Darwin y social de Herbert Spencer, que niega
la espiritualidad del hombre al negar la intervención divina, y el materialismo
histórico de Marx y Engels.
2. La fisiología como motor de la conducta de los personajes;
3. Anticlericalismo radical;
4. Sátira y denuncia social. La novela naturalista no vale como simple
pasatiempo, es un estudio serio y detallado de los problemas sociales, cuyas causas
procura encontrar y mostrar de forma documental.
5. Concepción de la literatura como arma de combate político, filosófico y social;
6. Argumentos construidos a la sombra de la herencia folletinesca y orlados de
un abrumador pesimismo;
7. Feísmo y tremendismo como repulsivos. Puesto que se presentan casos de
enfermedad social, el novelista naturalista no puede vacilar al enfrentarse con lo más
crudo y desagradable de la vida social.
8. Adopción de los temas relativos a las conductas sexuales como elemento
central de las novelas. No se trata de un erotismo deleitoso y agradable, sino que es
una manifestación de enfermedad social, suciedad y vicio. Por ello, frecuentemente el
novelista naturalista se centra en el mundo de la prostitución, vista como lacra social y
como tragedia individual. El público confundía sin embargo a veces naturalismo con
pornografía, lo que no era la intención de los naturalistas. Estos critican con
frecuencia la literatura folletinesca que trastorna la percepción de la realidad.
1. La herencia genética
2. Las taras sociales (alcoholismo, prostitución, pobreza, violencia)
3. El entorno social y material en que se desarrolla e inserta el individuo.
Esto es, lo que se conoce en filosofía como Determinismo. De aquí deriva otra
importante característica del Naturalismo, una crítica (implícita, ya que el valor
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documental y científico que se pretende dar a la literatura de este tipo impide aportar
opiniones propias) a la forma como está constituida la sociedad, a las ideologías y a
las injusticias económicas, en que se hallan las raíces de las tragedias humanas.
El Naturalismo en Europa
En Alemania destacan los escritores Karl Hauptmann (1858-1921) y Gerhart
Hauptmann (1862-1946) entre otros. En Italia el Naturalismo se denominó Verismo y
tiene su principal autor en Giovanni Verga (1840-1922), y su obra maestra en la
novela de este autor titulada Los Malavoglia (Los Malasangre); también siguió esta
estética Luigi Capuana (1839-1915). En Gran Bretaña el gran novelista y poeta del
naturalismo fue Thomas Hardy, y en el terreno dramático puede reconocerse alguna
influencia de los postulados naturalistas en George Bernard Shaw a través de la
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asimilación que hace de dicha estética el dramaturgo noruego Henrik Ibsen. En
Alemania no se desarrolló este movimiento con tanta fuerza y en Estados Unidos este
movimiento llegó bastante tarde, aunque es posible reconocer el Naturalismo en las
obras de Theodore Dreiser (Una tragedia americana) y una evolución importante en
el Nuevo periodismo americano de, por ejemplo, Truman Capote. En Francia, fuera
del líder del movimiento, Emile Zola, existe naturalismo en Gustave Flaubert y en
otros autores de menor fuste. En Rusia difundió el movimiento el gran crítico literario
Belinski y lo siguieron en algunas de sus obras autores importantes, como Gógol,
Dostoievski, Goncharov y otros.
El Naturalismo en España
El Naturalismo fue apoyado por los sectores republicanos y demócratas de
España, la izquierda de época, y se enfrentó con una firme resistencia de los sectores
conservadores que veían en él la disolución de los valores cristianos. Se difundió
principalmente a principios de los 80, cuando se fueron dando una serie de pasos que
terminaron por aclimatar esta estética en una parte de la literatura española de
entonces:
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autores como Pardo Bazán, Luis Coloma, José María de Pereda (que se acercó al
naturalismo en su novela La Puchera), Juan Armada y Losada, José de Siles,
Francisco Tusquets, Ángel Salcedo y Ruiz y Alfonso Pérez Gómez Nieva. Otro tercer
grupo estaría integrado por los hombres de la revista Gente Nueva, luego ampliado en
otra revista, Germinal, de ideología más extremista y que estaría integrado por los
escritores del llamado Naturalismo radical: Eduardo López Bago, José Zahonero,
Remigio Vega Armentero, Enrique Sánchez Seña, Joaquín de Arévalo, Jose María
Matheu Aybar, Manuel Martínez Barrionuevo, Eugenio Antonio Flores, Silverio
Lanza, Emilio Bobadilla, Alejandro Sawa, Joaquín Dicenta (quizá el poeta y
dramaturgo del naturalismo más importante en castellano), José Ortega Munilla,
Jacinto Octavio Picón, Ernesto Bark, Ricardo Macías Picavea y algunos otros más.
Epígonos del naturalismo son en cierta medida Felipe Trigo y Augusto Martínez
Olmedilla.
Clarín
El Naturalismo de Clarín no sigue toda la doctrina del Naturalismo francés. Se
aleja bastante de la rigidez de la novela experimental de Zola y de sus tres leyes
fundamentales, aunque se aproveche de algunos de sus principios; esas tres leyes que
pueden resumirse en la influencia que ejercen el medio, la herencia genética, y los
sentimientos y emociones (que tienen un origen puramente fisiológico), en el
comportamiento de los personajes novelescos, él las interpretó de modo muy
personal. Y aunque él mismo manifestó su admiración por Schopenhauer, disentía del
filósofo en un supuesto fundamental: Clarín no negaba la libertad del hombre, no
creía que sus acciones estuvieran determinadas por concatenaciones causales. Por el
contrario, enriquece el legado naturalista y el determinismo de Schopenhauer, al
incorporar un sentido moral, una conciencia atormentadora de las consecuencias de
cualquier elección en sus protagonistas. Esto es lo que algunos han venido en llamar
naturalismo espiritualista. Clarín tampoco consideraba el Naturalismo como una
concepción sistemática y consecuente del mundo, ni creía que la novela debía
convertirse en un laboratorio experimental donde hacerse ciencia, sino que la
estimaba como “el género de la libertad en literatura”, “la forma libre de la literatura
libre”, como menciona Sobejano. Cualquiera que lea La Regenta, echará en falta las
descripciones feas o desagradables, la imitación de lo desagradable, tan del gusto de
la mencionada escuela; y, sin embargo, sí introdujo elementos ajenos a esta estética,
como el profundo sentimiento religioso, la preocupación filosófica o la dimensión
moral en las caracterizaciones psicológicas.
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educados en la ciudad, con otros personajes, representativos del ambiente degradado y
brutal que reina en una aldea.
Los personajes de Los pazos de Ulloa aparecen, de acuerdo con las tesis de
Zola, determinados por el medio ambiente. De un lado, Pedro Moscoso, señor del
pazo de Ulloa, aristócrata decadente y embrutecido, dominado por sus criados. Del
otro, Nucha, la joven esposa traída de la ciudad, y Julián, el capellán recién salido del
seminario. Ambos sucumbirán ante la terrible hostilidad de la aldea, un "paisaje de
lobos". El relato se convierte así en una dura visión del campesinado y del mundo
rural, totalmente opuesta a la visión idílica que ofrecía Pereda.