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Religión

Tú lo llamas tabaco, yo lo llamo desayuno. Y, la

verdad, no. No tengo ni idea de si existe vida después de la

muerte, he intentado contactar con Dios pero me sale un

contestador que, irónicamente, no da ninguna respuesta.

Hace tiempo que cambié de iglesia, ahora se llama estanco.

Me consumo con cada calada, me enciendo con cada pitillo

y apago lo que se acaba sin pensarlo justo antes de abrir

las ventanas y dejar que se vaya el mal humor. Anoche

dormí poco y durante el desayuno he tirado al suelo el

cenicero provocando la exhumación de los cadáveres de las

colillas. Me pregunto si mi cuerpo acabará igual: arrugado,

quemado, amarillo y gris. Existe, creo que existe muerte

después de la vida, pero más seguro estoy de que existe

dentro de la vida también; y lo recuerdo cada día, al

desayunar nicotina. No, no he pensado en dejar de fumar,

todos necesitamos una adicción y yo prefiero ésta que está

totalmente regularizada, examinada, sopesada. Hay un

estanco a la vuelta de la esquina, siempre hay un estanco a

la vuelta de la esquina. Hay cientos de estancos en la

ciudad. ¿Cuántos miles de estancados? Yo sólo soy


fumador.

Sean Felices.

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