Sie sind auf Seite 1von 5

Biografía de Gustavo Díaz Solís

Gustavo Díaz Solís cuentista, crítico y traductor venezolano, nació en


Güiria, Estado Sucre, Venezuela, en 1920.
Obtuvo el grado de Doctor en ciencias Políticas (1944) en la Universidad
Central de Venezuela, y de profesor de inglés en el Instituto Pedagógico de
Caracas, en 1949.
Ha sido docente de Literatura Inglesa y norteamericana en la Escuela de
Letras de la misma Universidad Central y en el Departamento de Inglés del
Instituto Pedagógico.

La obra literaria de Gustavo Díaz Solís no se reduce a la cuentística.


Habiendo hecho estudios en los Estados Unidos de la literatura inglesa y
norteamericana, adquirió dominio sobre la lengua y la literatura inglesa y de
los Estados Unidos de América. Ejerció la docencia de la literatura inglesa
en la Escuela de Letras de la Universidad Central de Venezuela, donde
también desempeñó cargos de dirección.

Obra Narrativa:
Marejada (cuentos, Ed. Bolívar, 1940), Llueve sobre el mar (Cuadernos de la
AEV, 1943, cuentos); Cuentos de dos tiempos (Gráficas Panamericanas,
México, 1950); Cinco cuentos (Cuadernos de la AEV, 1963); Cuentos
escogidos (Monte Ávila, 1997).
Biografía de Gustavo Díaz Solís

Gustavo Díaz Solís nació en Güiria, Estado Sucre, Venezuela, en 1920. Obtuvo el grado de
Doctor en ciencias Políticas (1944) en la Universidad Central de Venezuela, y de profesor de
inglés en el Instituto Pedagógico de Caracas, en 1949. Ha sido docente de Literatura Inglesa y
norteamericana en la Escuela de Letras de la misma Universidad Central y en el Departamento
de Inglés del Instituto Pedagógico. OBRA NARRATIVA: Marejada (cuentos, Ed. Bolívar,
1940), Llueve sobre el mar (Cuadernos de la AEV, 1943, cuentos); Cuentos de dos tiempos
(Gráficas Panamericanas, México, 1950); Cinco cuentos (Cuadernos de la AEV, 1963); Cuentos
escogidos (Monte Ávila, 1997).

La ruptura entre los géneros literarios se produjo en Venezuela con tardanza, si comparamos
nuestra producción narrativa y poética con la que Europa propuso desde la primera década del
siglo pasado. Se eliminaron las fronteras entre poesía y prosa, y la tendencia fue desde entonces
disolver en unidad lenguaje-objeto-actor-paisaje, como si llegásemos a una dimensión expresiva
en que la reflexión sobre el arte era más importante que el arte en sí mismo. El lenguaje asumió
el papel de finalidad, por encima del contenido de la comunicación. La narración se inclinó
hacia la forma poética: una oscura corriente de agua marina surge para mover el destino de los
personajes: caras, movimientos, voces, gestos, sombra y luz, sueño, el rumbo indirecto del
oleaje marino… Nada es fijo ni permanente, como el mar de Gustavo Díaz Solís.

Nuestro narrador nació frente al mar, y el océano ha sido polo de atracción en su obra literaria
de cuentos antológicos en la narrativa venezolana: Llueve sobre el mar, el niño y el mar; y
aparece como elemento fundamental, casi como personaje de otros cuentos para definir el curso
narrativo. Baste nombrar su primer libro: Marejada, todavía situado en el criollismo del relato
venezolano.

El desarrollo de la obra de Díaz Solís adquiere pronto formas nuevas en el estilo y la técnica de
narrar. Su segundo libro de cuentos: Llueve sobre el mar, es una muestra de la aparición de la
poesía dentro del género narrativo en el cuento de Díaz Solís:

“Noche grande, inmensa sobre el caserío. Arriba, muy arriba, la luna amarilla, redonda,
brillando. La luna pinta las cosas con extrañas tonalidades. Cae sobre el mar y el mar brilla y
suena de un modo distinto. Saca filos a las hojas de los cocoteros que relucen como cuchillos.
Chorrea la luz friolenta sobre los ranchos destartalados y los ranchos brillan, parecen más
blancos que de día. Clara, clara se ve la calle, Larga, desde el monte hasta el mar. Las dos
hileras de ranchos blanquean; refulgen en la noche como una inmensa risa de negro.”

(Llueve sobre el mar. Capítulo X)

Nos quiere decir el narrador, en forma poética, que la exacta luna no está sola en sí misma,
porque se hace forma en las montañas y el mar. La luna todo lo engrandece y otorga realidad
nueva a la luz que infunde al mar y la playa; no es más ella misma. Después desaparece y se
pierde en la sombra.

Llueve sobre el mar, como todos los cuentos de Díaz Solís, es el planteamiento de la adversidad
del hombre ante el medio que lo rodea. José Kalasán habita en un pueblo de la costa y vive
disipadamente, hasta que cae en desgracia al violar a una mujer. Es acosado por el pueblo y
muere. Díaz Solís describe el suceso y nos pinta el cuadro trágico del negro muerto: “Tenía la
cara casi hundida en el barro. Gotas de agua enlunada que se enredaban en la greña lanosa
comunicaban a la cabeza un raro brillo”. El negro sacrificado es también el paisaje, y su
presencia resulta necesaria para mostrarnos la lucha del personaje, del hombre de un pueblo sin
esperanza. La adversidad que nace de la ignorancia y la pobreza es tema de nuestra literatura
hasta hoy, sea en la narrativa de la tierra o en la urbana.

Hay en todo cuento un propósito poético. Así como la poesía es un desbordamiento espontáneo
en torno a una situación única que cierra su ciclo dentro del texto, así también en el cuento
prevalece la situación única subyacente. Es decir: el personaje y su acción confieren
importancia a la situación única narrada, que prevalece sobre el carácter de los personajes.

Los temas de la creación literaria son los del hombre como universo: la muerte, el amor, la
pasión de vivir desplegada en líneas geométricas que se cruzan y dirigen hacia el infinito. Si el
cuento perdurable quiere ser expresión redonda de un momento de quien narra, ha de dejar que
fluya desde la profundidad del pozo la luz que dará sentido al texto. Sin decirlo todo, ha de ser
amplio para que todo pueda estar contenido en sus límites.

La tensión interior que descubrimos en un cuento no expresa en un sentido único las pasiones o
emociones unidas por lazos invisibles en el ámbito espiritual del autor: “El hombre interior es
uno” (Coleridge). Es entonces un decir infuso dentro de un espacio preciso, la sugerencia de la
intención que la palabra quiere delimitar pero que hasta al autor escapa. Lo narrado en el cuento
remite siempre a referencias que están fuera del texto, a lo inexpresable que también dice el
poema. Por el contrario, en la novela todo suceso o peripecia – exterior o no a la conciencia de
los personajes – quedan siempre dentro de su ámbito. Al igual que en la poesía, en el cuento el
autor ha querido decir algo más que tal vez ignora porque está en sus profundidades y nace de
motivaciones oscuras. El hecho literario es la actitud consciente y las consecuencias que
resultan de la intencionada utilización estética del lenguaje. La poesía y el cuento no tienen
intencionalidad y parece que nacieran de un estado “otro”, más allá de la voluntad deliberada de
hacer estética del lenguaje: están emparentados con la fantasía y el inconsciente. El cuento así
concebido permanece en los márgenes de lo puramente literario, porque nace del deseo y el
impulso desconocido de la conciencia, casi como el sueño. Es la exploración de lo que no es
consciencia del narrador, la búsqueda del impulso alienante con el uso del lenguaje analógico.

Uno de los cuentos más notables de Díaz Solís es “El Niño y el Mar”, de 1968. Con una gran
economía de recursos, nos narra una historia sencilla, natural, pero con un significado apenas
insinuado en la literalidad de la narración. El niño solitario llega a la orilla del mar con simples
utensilios de pesca: una lata alargada con un asa de alambre, desprevenido en su inocencia. Sin
darse cuenta, lo va envolviendo la pleamar mientras está atento a su acción de pescar algo que
no sabe qué es. En esa pequeña lucha con el animal que no ha visto lo acecha la muerte de la
alta marea, y cuando ve el cangrejo, “enorme, rojizo con sombras azules, sintió el miedo y el
impulso de salir del mar:
“Entonces advirtió que estaba pisando en agua, que el mar asaltaba el terraplén de las algas y
avanzaba espumoso y vivo por todos lados, recobrando piedras y rocas y plantas marinas que
vivían de nuevo en el ritmo del agua. El niño vio lejos la playa y la duna y el cielo detrás de la
duna. Envuelto en el ruido del repunte corrió hacia la playa saltando y chapoteando en el agua
tibia y clara del mar…”

Una oscura corriente de agua marina surge para mover el destino de los personajes, pero ha sido
el ánimo del protagonista el que ha dirigido la acción que lo ha impulsado a escapar fuera del
mar. Se conjuga en el episodio la presencia amenazadora del mar, que el niño no ha advertido,
con el mecanismo interno de su pensamiento e instinto.

El desenlace nos descubre que fue el cangrejo alzado en sus patas espinosas el que atemorizó al
niño y lo salvó de morir ahogado por la pleamar. El tema de este cuento puede decirse con la
forma externa de un poema, pero, aun sin eso, su contenido está difuminado poéticamente en los
trazos con los que se insinúa la acción del relato.

El narrador utiliza el lenguaje común: la palabra de la tribu, pero desplaza ese lenguaje hacia
significados análogos y distintos que sugieren vivencias que no están en el texto del cuento. Sin
embargo, no es necesario que se utilice la dicción poética para que se produzca el efecto de
poesía en el cuento, y la palabra de la tribu sirve en el propósito. Las catedrales están hechas
con las mismas piedras que pisamos en el camino.

La obra literaria de Gustavo Díaz Solís no se reduce a la cuentística. Habiendo hecho estudios
en los Estados Unidos de la literatura inglesa y norteamericana, adquirió dominio sobre la
lengua y la literatura inglesa y de los Estados Unidos de América. Ejerció la docencia de la
literatura inglesa en la Escuela de Letras de la Universidad Central de Venezuela, donde
también desempeñó cargos de dirección.

La traducción al castellano de los “Cuatro Cuartetos”, de Thomas Stearns Eliot (Monte Ávila
Editores. Caracas, 1991) es un logro de nuestro autor, en el estilo lírico que capta del escritor
norteamericano, y por el ejercicio de un lenguaje formal sujeto a las exigencias de cada poema
de Eliot.

También trasladó al castellano la poesía romántica de los poetas ingleses William Wordsworth y
Samuel Taylor Colerigde (Monte Ávila Editores, colección MEMORABILIA. Caracas, 1987).
Con el título de “Baladas líricas”, Díaz Solís nos dejó su recreación de la obra de esos poetas
ingleses.

Y no debe olvidarse la versión castellana de nuestro narrador, de Seis poemas de Robert Frost”.

En una entrevista realizada a Gustavo Díaz Solís, en 1969 (citada por José Balza en la edición
del libro: OPHIDIA Y OTRAS PERSONAS. Monte Ávila Editores. Caracas, 1989), el narrador
expresó: “Cuando uno escribe se está expresando; y la forma de hacerlo puede ser más o menos
directa. Así, en vez de interesarse uno por una forma directa se siente más atraído por la forma
indirecta. Es una tendencia a la indirección. Para mí resulta difícil practicar eso que hacen
algunos poetas: no buscan un correlato sino que exponen sus sentimientos de una vez”. Caracas,
octubre de 2008.

Das könnte Ihnen auch gefallen