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bi

Nueva York, 1949. Un foco dibuja la

silueta de la cantante. Vestida de negro,
tiene la fragilidad de quien ha crecido
con hambre y miseria. Nació en la calle,
an
abandonada por su madre, fue víctima de
rg
n
mo una docena de amantes desaprensivos
le
he y obligada a prostituirse para enterrar a
su hijita muerta. Es alcohólica y se llama

gustav
Edith Piaf. Cuando canta, las pasiones y
olg los pecados de toda la humanidad surgen
a g
uil piaf
th de su garganta desgarrada. Esta noche
lot edi

estrena la canción que ha escrito para el

dolores
boxeador Marcel Cerdan, con quien man-
tiene un apasionado romance.
«Convenció al campeón para que asis-
tiese a su presentación en Nueva York. Su
avión se estrelló en las Azores y Marcel no
llegó a escuchar Hymne à l’amour. La he
cantado cientos de veces y siempre resulta
tremendamente emotivo», explica Caroline
Nada expresa mejor Nin, ardiente discípula de Piaf; una france-
las pasiones y los sa delgada y angulosa que actúa vestida
de hombre con la misma naturalidad con
dramas del amor que la que se enfunda los apretados trajes de
la música y la canción satén de las cantantes de cabaré. Educada
popular melodramática. en el canto lírico, llegó a la música popu-
lar por culpa de Marlene Dietrich y Billie
Declamatorias Holiday. En los años noventa, Marc Almond
desgarradas y eternas, la invitó a actuar en su Freedom Theatre y
ahora está componiendo el material para
las ‘torch songs’ un nuevo show acerca de la infidelidad.
(canciones antorcha) Nació cuando su madre tenía 13 años.
han bañado en lágrimas Antes de cumplir 10 fue llevada ante el
Tribunal de Menores. A los 11 años la
y sollozos los mejores violó un vecino. A los 12 hacía recados
capítulos de la historia de para una madame de burdel. A los 14 se
la música, de Edith Piaf prostituía por 5 dólares. A los 24 tuvo su
mayor éxito con una canción contra los
a Antony. Su llama sigue linchamientos del Ku Klux Klan. A los 32
viva en el recuerdo e fue arrestada por posesión de narcóticos.
A los 41 declaró en su autobiografía que
ilumina la actualidad. había superado su drogadicción. A los
por patricia godes 44 fallecía por cirrosis hepática comple-
tamente arruinada. Agonizante en el hospital, la arrestaron por posesión de drogas.
La Policía montó guardia en su puerta hasta que exhaló su último suspiro. Se llamaba
Billie Holiday: una hermosa mujer que cambió para siempre la técnica vocal con su
fraseo —imitación de los instrumentistas de jazz— y la profunda y conmovedora tristeza
de sus interpretaciones.
Ahora y entonces
Las herencias Holiday y Piaf tienen larga vida más allá de la muerte de sus creadoras.
Dolores Scozzesi es una jazzwoman que ataca su repertorio con pasión expresionista.
«En todas las vidas existe la tragedia», defiende. Su voz grave y dramática hace vibrar
nuestras fibras más profundas. Reside en Los Ángeles dedicada a cantar sobre el
amor y el dolor, la vida y la alegría. «La vida es un don, ¿por qué ha habido y hay tantas
mujeres jóvenes y guapas que eligen el camino de la autodestrucción? Está más allá de
mi entendimiento». La propia Dolores dejó su carrera por el matrimonio, pero el alcohol
acabó con su marido.
El periodista inglés Piers Ford, melómano de corazón, mantiene Cry me a torch song,
un interesantísimo blog sobre mujeres desesperadas y banco de datos imprescindible
sobre la canción sentimental femenina más allá de los géneros y las décadas. Dolores
es una de sus favoritas. «La cantante solitaria bajo los focos, cargada con su equipaje
emocional y toda su experiencia, es un arquetipo, un icono, un emblema del sufrimiento».
Descubrimiento suyo es Barb Jungr, inglesa de voz preciosa que «aporta sensibilidad
europea a las canciones americanas. Otra cantante joven en el estilo de las clásicas
torch singers es Camille O’Sullivan. Habría que incluir a Dusty Springfield, la gran can-
tante pop británica, porque tenía gran fuerza emocional».

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 antony
daedelus
La canción sentimental es vieja como
el mundo. La música popular existe para
bailar y desfogarse, seducir, comunicar
mensajes y consignas, recordar antiguas
historias y llorar las penas del amor: todas
esas cosas que constituyen el eje de la
existencia humana. Por eso las cancio-
nes significan tanto para nosotros. En
Norteamérica las llaman canciones antor-
cha (torch songs), en Francia era la canción
realista. En Italia surgieron en 1959 los
urlatori (aulladores) con nombres de mujer
inolvidables a la cabeza: Mina y Milva. «Las
adoro —declara Ford—. Podrían cantar la
guía telefónica y que suene como la más
oscura tragedia de la humanidad. Creo que
hay que incluir también a la difunta Mia
Martini y a las francesas que han seguido
el camino de Piaf: Michele Torr, Patricia
Kaas, la desaparecida Barbara o Juliette
Greco».
Del cabaré al brit pop
«Casi toda la música incide en el amor
maltrecho, no correspondido o degrada-
do». Aldo Linares es músico, melómano
y comentarista musical. Durante déca-
das, intereses comerciales y corrección
política mantuvieron arrinconada toda
música que sacase a la luz sentimientos
profundos y dolor: la sociedad occidental
hedonista y obesa embotaba su sensibili-
dad en la juerga violenta de músicas más
triviales como el rock o el bakalao. «Creo
que es una cuestión de desconocimien-
to», explica Aldo. De repente, aparece
un sector de defensores de este tipo de
música. «Melómanos de varias edades
y curiosos sin prejuicios. Es fácil tener
acceso a mucha música a través de blogs,
etc., y existe una fascinación por el hallaz-
go: encontrar canciones con movimiento,
sentimiento e imaginación».
En Francia vuelve a utilizarse el término
chanson para la nueva generación de
caroline nin camille o’sullivan
cantautores y entretenedores como Benabar, Renan Luce, Camille, RoBERT, etc. Y en
el pop anglosajón hay sin duda dos defensores apasionados de la canción sentimental.
El diminuto y nervioso Marc Almond lleva treinta años enfrentado profesional y con-
cienzudamente a la condena de la canción sentimental con sus versiones de Jacques
Brel, su defensa de Scott Walter y su descubrimiento de la chanson criminal rusa en
su álbum Heart on snow and Orpheus in exile. Gracias a él, un universo expresionista y
melodramático de cantantes y canciones desesperadas se abrió para la juventud pos-
punk, nihilista y convencida de que el mundo iba a estallar de un día para otro en un
terrorífico amanecer nuclear.
Con buen gusto musical y sin complejos, Morrissey «habla del amor no correspondido,
a veces ni siquiera confesado», explica Manuel Ríos, compositor y cantante, miembro de
la escudería Spicnic y autor de algunos temas de Fangoria. En 1992, Manuel editó un fan-
zine (Morrissey, drive me home) dedicado al antiguo cantante de los Smiths y con el paso
del tiempo ha llegado a convertirse en su amigo personal. «Pocos artistas son capaces de
crear un mundo a su alrededor como Morrissey. Desde el humor de You’re the one for me
fatty hasta la conmovedora Come back to Camden, que rememora un amor perdido». Un
universo pop particular cargado de sentimientos valiosos para millones de oyentes.
Hace unos años, las voces y los talentos inusuales de artistas como Rufus Wainwright
y de Antony Hegarty (& the Johnsons) entraron en el mundo del pop como una bofetada
para espabilar y disipar malestares y complejos. No nos olvidemos de Baby Dee y sin
salir de casa tenemos a Andreu Muntaner Lobo, rocker mallorquín que se considera un
crooner desesperado y canta soul y baladas desgarradas. «Como cantante, te diría que
es un género particularmente exigente en el plano técnico. Cualquiera puede liarse a
pegar voces pero, si realmente quieres hacer daño, tienes que saber muy bien lo que
estás haciendo...».
Melodramas de última generación
«Para los que somos nostálgicos, la música es un bálsamo», explica Daedelus, de verdade-
ro nombre Alfred Darlington, músico experimental y DJ de Los Ángeles que es miembro
de varios grupos y colectivos avanzados. «Mucha gente no concibe que la música elec-
trónica pueda ser emocional, pero ése es mi objetivo: torch songs que enciendan llamas
en el alma». Con Laura, su mujer, grabó el álbum delicioso de The Long Lost. El productor
californiano Teebs también intenta encontrar la pasión debajo de los fríos unos y ceros
de la electrónica. Como Alfred Daedelus, Eva Jantschitsch utiliza un seudónimo para
presentarse al público: Gustav. Eva hace música con su laptop y canta en varios idiomas,
pero su voz siempre tiene una intensidad firme y dramática. Alfred en persona nos llama
la atención acerca de su canción sobre las ballenas, Rettet die Wale.
«El amor, el anhelo y el abandono, tan difíciles en la vida real, parecen fáciles de
resumir en una gran canción», dice Alfred. Del norte al sur y del este al oeste se cantan
las penas de amor: tangos, rancheras, fados y coplas... Los boleros de Olga Guillot,
Helen Morgan y Adelaida Hall en 1900, Frehel y Damia en las calles de París, Ethel
Waters, Judy Garland y Barbra Streisand en Las Vegas y Broadway, Dione Warwick y
Nancy Wilson... Miguel de Molina y Marifé de Triana, Rafael y Camilo Sesto... Nombres
y sentimientos, canciones, penas y tragedias: un universo musical de lágrimas, gestos y
gritos para reproducir y acompañar las penas del amor. n
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