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Los sucesos vividos en situaciones de emergencias, que han generado estragos en la vida y
los distintos patrimonios, han tenido su peor efecto en la opinión de expertos, donde informes
periciales han puesto de manifiesto que muchas de las pérdidas podrían haber sido evitadas. Si
muy atrás pueden quedar aquellos sucesos ocurridos en Madrid, en la discoteca Alcalá-20,
que en opiniones recogidas, se dice que fueron los propulsores definitivos de las Normas
Básicas de la Edificación y Protección Contra Incendios en los Edificios, respetando otros
criterios, aún no se acaba de concienciar a las distintas capas sociales, políticas,
empresariales, usuarios... de los beneficios que constituyen una adecuada autoprotección.
A todo ello, es preciso asumir el concepto de "seguridad integral" como una interacción de
los distintos factores y sobre las relaciones de "causa-efecto" que podrán tener las
consecuencias de un campo sobre el otro. Un plan que sólo recoge posibles incidentes y
descarta otros, porque su referencia esté en un marco distinto, por ejemplo, el criminal, es un
plan que sólo funcionará en unos casos y estará carente desde el principio. No se trata de
pensar en una colisión de galaxias, pero sí de que un incendio provocado puede tener la
maldad de anular los sistemas de contraincendios previstos para incendios fortuitos. Este nivel
de planificación se deberá ajustar a cada tipo de instalación. Para ello, es conveniente que
abordemos este campo como si de dudas existencialistas se tratara: "¿y si eso falla?"...
"siempre debemos tener un plan B". No sería la primera vez que el alimentador de una bomba
contra - incendios fue interrumpido o que una puerta de emergencia en un acto de sabotaje fue
atascada para impedir su uso. Si bien es cierto que siempre podrá existir un efecto mayor a
nuestra capacidad de actuación, es preciso ajustar nuestras posibilidades al ambiente en el que
se desarrolle nuestra actividad.
La Planes de Autoprotección
Los planes de autoprotección, están a veces mal definidos cuando se hace referencia a ellos
en el único término de "plan de emergencia", ya que éste es sólo el documento tercero,
después de un análisis de riesgos y un inventario de medios y recursos.
Por todo ello, el desarrollo teórico de los contenidos no es la solución final que buscan los
explotadores o usuarios de instalaciones, sino más bien un preciado vehículo o recorrido por
todas las vicisitudes de cada actividad a analizar en concreto, de cada edificio, de cada tipo de
usuarios y todo a su vez, en una constante interacción con el medio ambiente donde se
desarrollen las actividades en cuestión.
En perfecta coordinación con los riesgos analizados, ya sea para ser minimizados, eliminados o
asumidos, se efectuará un análisis pormenorizado de los medios y recursos que deban existir y
la colación de los que realmente existan. Será vital no sólo una práctica cuantitativa, sino que
además deberá abordar razones cualitativas, que sean las que al fin y al cabo arrojen los
componentes de eficacia necesarios.
El plan de emergencia vendrá a responder a las preguntas que pudiéramos cuestionar ante las
hipótesis barajadas. Será de todas, el camino a seguir, las pautas a tomar, en cada caso. Por
tanto, también esta parte del plan de autoprotección guardará relación con las dos anteriores.
Debe existir una gran coherencia al determinar ¿quién?; ¿cómo?; ¿cuándo? y ¿dónde? deberá
actuar cada cual en cada caso.
De todos los apartados, será sin duda este último el que va a garantizar la eficacia de su
implantación y su mantenimiento, que constituye la culminación para obtener unos resultados
esperados y necesarios para afrontar con las respuestas adecuadas las vicisitudes que se
puedan originar.
La adaptación posible
Siempre a nuestro pesar, abordaremos este campo desde la dichosa irretroactividad, sobre
todo en materia de edificaciones, instalaciones generales y de protección contra-incendios.
Resulta paradójico la reflexión que se haya sobre si en una edificación de nueva planta son
imprescindibles unos requisitos constructivos mínimos para garantizar la seguridad y salubridad
de los usuarios u ocupantes, por qué en una antigua se siguen permitiendo serias carencias
que aventuran las mismas garantías antes exigidas. Es como determinar a ciudadanos de
primera y de segunda clase, según si tuvieron la suerte o azar de caer en un edificio nuevo o
en un edificio antiguo.
Resulta evidente que muchos de los edificios a abordar, presentarán estructuras tan antiguas
que será imposible llevarlos a las condiciones actuales de la normativa, aún con toda la
voluntad posible, aún así no será óbice para proyectar instalaciones y modificaciones que
rebajen los índices de riesgo o en el mejor de los casos, acaben eliminando algunos.
Técnicas como la ergonomía han tratado de acercar las máquinas al hombre y hacer su
compenetración menos lesiva para la parte más frágil de la simbiosis, aunque con grandes
avances también con grandes lagunas o expectativas por cubrir.
Una de las preocupaciones existentes que tienden a justificar la existencia de los planes de
autoprotección, son las excesivas horas que las personas conviven con los riesgos asociados a
cada tipo de actividad y edificios en los se habitan, de forma transitoria o permanentemente. La
probabilidad de ocurrencia de una situación de emergencia, obliga a que se esté cada vez más
y mejor capacitado para ofrecer una respuesta adecuada a cada caso.
Sobre lo estimado en los puntos anteriores, resulta vital para poder aproximarse al éxito, el
conocer los riesgos para poder analizarlos y controlarlos, si así fuera posible, para lo cual es
preciso identificar los factores que están inter-dispuestos en el medio, para poder aislarlos o al
menos tener dominio e información suficiente sobre ellos. De ahí podremos pasar a la
definición de "asunción de riesgos", que entenderemos como aquellos existentes e inherentes
a la actividad en sí, con los que tendremos que convivir, aún aplicando unas medidas
preventivas. Recordar que deben siempre prevalecer las protecciones colectivas a las
individuales y que éstas últimas, sólo se utilizarán en los casos más extremos. Un riesgo
asumido no tiene por qué generar un accidente, aunque sí precisará de una atención
extraordinaria para su evitación, lo que convierte la convivencia con estos factores en
situaciones de cumplimiento estricto normativo sin excepciones.
No obstante, la mejor prevención trata de evitar las causas de los accidentes y para ello,
dispondrá la proyección de cada plan de autoprotección, de las necesarias instrucciones para
afrontar los riesgos analizados y para que en el caso de que éstos se materializaran, tendrá
que recoger qué medios van a estar disponibles, quiénes los van a utilizar, cómo y cuándo.
La implantación
La implantación de un plan de autoprotección debe obedecer a la filosofía de "documento
vivo". Un plan que se guarda en un cajón no es útil para la gestión de la emergencia. Es
preciso que se practiquen revisiones periódicas y que se actualicen aquellos cambios que se
originen en el edificio en cuestión o en los usos o actividades a los que estén dedicados.
Cualquier cambio por pequeño que sea, puede resultar ser más importante de lo que al
principio parece, no debiendo confiar en la temible frase para la prevención que es "aquí nunca
ha pasado nada".
Es importante que se organicen los recursos humanos que vayan a estar destinados a las
responsabilidades que se atribuyan en el plan de emergencias (documento 3º del plan de
autoprotección). No bastará con designar las tareas a las personas, sino que éstas deben tener
relativa capacitación y formación que les posibilite afrontar sus encomiendas con las mínimas
garantías de éxito. El reciclaje continuado y el entrenamiento o simulación "roll play" (supuesto
práctico) servirán para la mejora de la elaboración de respuestas adecuadas a cada hipotética
situación de emergencias previsibles.
Si antes se cita la importancia que existen en los cambios de los edificios o las actividades a
que estén destinados, igualmente importante es que los empleados que estén integrados en los
planes de autoprotección, estén informados de esos cambios y de cómo les afectan para las
posibles intervenciones.
La formación en autoprotección
El programa formativo sobre autoprotección en edificios públicos, abarca una serie de
objetivos, que se abordan desde un curso básico, con aspectos genéricos y otros de carácter
más especializado, que puedan complementar los conocimientos. Sus objetivos elementales
son:
Estos cursos tienen como objetos concretos, mostrar todas las cuestiones normativas y
prácticas más elementales para el diseño de un plan de autoprotección. Con ello, los alumnos
estarán en condiciones de abordar la redacción de un plan de autoprotección en sus distintos
centros de trabajo. Los niveles de calidad deseados, estarán condicionados a la formación y
habilidades de los alumnos.
También se pueden programar cursos prácticos y específicos para los componentes de los
equipos de intervención. De la redacción de un plan de autoprotección de cualquier edificio,
nace entre otras necesidades, la designación de equipos de empleados que asuman las
primeras tareas en caso de emergencias, bien para poder controlar la situación desde su fase
de conato, bien para efectuar las primeras acciones hasta la llegada de los bomberos y
profesionales sanitarios de emergencias.
Qué duda cabe, que sobre los conocimientos más elementales de estos trabajos, el
aprendizaje sobre trabajos simulados, supondrá la mejor experiencia para el asentamiento de
la información recibida.
El alumnado más frecuente para este tipo de cursos prácticos, donde además de las
explicaciones teóricas elementales, conllevarán el desarrollo de ejercicios prácticos, precisa de
forma importantísima, tener unas condiciones físicas mínimas con las que afrontar con agilidad
las respuestas idóneas a las hipotéticas demandas.
Se abordarán las siguientes disciplinas: