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MORFOLOGIAWAINHAUS
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OBJETO NATURAL Y OBJETO ARTIFICIAL

GILLO DORFLES
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OBJETO NATURAL Y OBJETO ARTIFICIAL

GILLO DORFLES

1. EL OBJETO CREADO POR EL HOMBRE queremos llevar a cabo un análisis de nuestra civili-
Y EL OBJETO NATURAL zación, de nuestra sociedad, de nuestro arte, lo po-
demos hacer sólo a condición de tener en cuenta es-
Quizás entre los primerísimos impulsos que el te universo objetual y artificial del que ya no pode-
hombre se siente inclinado a satisfacer está el de mos desvincularnos pero del que –y es esto lo que
crear objetos. Por este término entiendo (se tratará nos importa– podemos y debemos ser finalmente
de una definición provisional y aproximativa, des- conscientes.
de luego): «cosas materiales debidas a una manipu- Muchos de los estudios dedicados en estos últi-
lación directa de cualquier sustancia presente a mos años al arte, a la crítica, a la historia reciente,
nuestro alrededor que conduzca a la formación de han rozado este tema. Se ha hablado de «glorifica-
algo distinto de lo que existía con anterioridad». ción del objeto» por parte de los surrealistas, se ha
Como puede verse, una definición un poco caótica, hablado de «objeto inventado» a propósito de Da-
incompleta quizás y en parte redundante, pero que dá, se ha hablado de «pintura-objeto» y de «abstrac-
espero nos permita englobar todos o buena parte de ción objetual», en los últimos años, pero pocas ve-
los casos previstos y previsibles. De todos modos, ces se ha planteado la cuestión de cómo, precisa-
espero precisar mejor en el curso de este capítulo el mente hoy, la obra de arte (y como veremos no só-
exacto significado que me propongo atribuir a este lo ella) ha desarrollado agudamente sus característi-
término.1 Por de pronto, quiero precisar de inme- cas objetuales en detrimento quizá de las imaginífi-
diato que no intento referir me aquí a «objeto» en cas, alegóricas, representativas. Pero la importancia
el sentido de «objeto de una experiencia», o como del objeto así entendido no es por cierto sólo de
«objeto» contrapuesto a «sujeto», sino al objeto en nuestros días: creo posible afirmar fácilmente que el
la acepción de Gegenstand, y por ende no en la de objeto creado por el hombre constituye, desde los
Objekt. tiempos más remotos, casi una suerte de prolonga-
Además, en referencia a la situación que este ción, de extrinsecación de la propia constitución fí-
vocablo puede revestir en estética, hablando de la sico-psíquica humana.
importancia asumida hoy por los «objetos», no
quiero referirme al «objeto estético» –que podrá ser
incluso algo totalmente distinto de un objeto só1i- 2. VALOR ESTÉTICO DEL OBJETO
do y material–, sino a la vasta categoría de «cosas
materiales» que nos rodean y que existen por el so- Tanto el utensilio primitivo (sílex aguzado, fle-
lo hecho de haber sido producidas –directa o indi- cha de obsidiana, hacha, cuchillo) como el más re-
rectamente– por la intervención del hombre. En finado instrumento de precisión de nuestros días
efecto, éste es el verdadero centro del problema que (compás, transistor, microscopio) poseen una doble
aquí nos interesa: llamar la atención del lector so- característica que les es común: la de estar investi-
bre el hecho de que hoy como nunca vivimos en un dos de una específica «función» (herir, cortar, atar,
mundo donde la importancia asumida por los ob- realizar operaciones mecánicas), y la de «envolver»,
jetos que nos rodean se ha vuelto casi tan grande englobar, encapsular dicha función mediante un
como la de la naturaleza que nos ha creado y de la particular aspecto externo que debe asumir caracte-
que está constituido nuestro planeta. Esto es, que si rísticas más o menos constantes; que, en una pala-
bra, debe resultar «estético». Nos encontramos qui- Otra peculiaridad del objeto industrial es su rá-
zás en el verdadero origen de un primitivo y aún su pida obsolescencia, el precoz desgaste de su forma,
mamente remoto principio de funcionalidad artís- debido más que a razones técnicas a razones de
tica, quizá más primordial aún que el que condujo mercado.
a los hombres a ejecutar sus dibujos en las paredes La rapidez del consumo, y por ende la inestabi-
de las cavernas paleolíticas. lidad formal propia del objeto industrial, se debe
No cabe duda, creo, de que cierto grado de más a razones de moda que de verdadero estilo; de
«placer estético» entró en juego ya en los más anti- modo que las transformaciones, incluso notables,
guos objetos (descubiertos por la arqueología) que en su forma pueden ser totalmente gratuitas y debi-
el hombre utilizó desde los comienzos de su cami- das a factores de competencia, de mercado, de pu-
no sobre la tierra. Del mismo modo, no hay duda blicidad.
de que aún hoy el hombre tiende siempre a inves-
tir con un cociente estético el objeto que común-
mente utiliza (veremos mejor en el capítulo dedica- 3. DEL OBJETO ARTIFICIAL
do a las relaciones entre el diseño industrial y las ar- A SU «NATURALIZACIÓN»
tes algunos de los problemas específicos de dicho
proceso). Del sector que estamos tratando forman Volviendo a considerar el objeto creado por el
parte, evidentemente, tanto el objeto artesanal co- hombre, como tal, prescindiendo de toda distin-
mo el industrial, pero ahora sólo quiero mencionar- ción en relación a la producción y elaboración del
lo de paso porque en otra ocasión me he ocupado mismo, podemos constatar que, en una primera fa-
de la cuestión con mayor amplitud.2 se, puede ser entendido como un instrumento ca-
La diferencia sustancial que existe entre las dos paz de potenciar y prolongar en cierto sentido las
«clases» de objetos consiste sobre todo en el hecho facultades operativas del individuo. En una segun-
de que el objeto manual, artesanal, posee caracteris- da fase, el objeto deberá ser concebido como for-
ticas estéticas que se revelan sólo en el acto de rea- mando parte ya –en un sentido autónomo– de
lización del mismo y que incluso pueden serle agre- nuestro background ambiental, de nuestro entoura -
gadas en el último momento por el particular y sen- ge, de nuestro environment.
sible «toque» del artesano; mientras que en el obje- En otros términos: las justificaciones que pue-
to industrial toda cualidad artística está, y debe es- den tener valor para un estudio antropológico de
tar, implícita en el diseño original, o al menos en el una determinada época cultural, que pueden tener
modelo ejecutivo, que constituye la matriz de todas en cuenta el surgimiento de los objetos reproduci-
las sucesivas formas de la serie. Este hecho –la pre- dos por el hombre «como si antes no hubisen exis-
sencia de una producción en serie, esto es, de ejem- tido jamás», deben, por el contrario, ceder lugar
plares totalmente idénticos entre sí– es algo parti- –en un estudio que considere el estado actual de las
cularísimo de nuestra civilización, algo práctica- cosas– a una valoración de los objetos como cons-
mente desconocido en todas las épocas que prece- titutivos de una «clase» autónoma con la que el
dieron a la nuestra, y nunca se precisará bastante hombre mantiene una relación muy particular, que
cómo de este hecho han derivado muchas de las podrá ser la integrativa que mencioné anteriormen-
transformaciones sufridas por el concepto mismo te (el objeto como instrumento y prolongación de
de arte, de unicum artístico, de originalidad, de ob- su misma persona), pero que también podrá ser la
solescencia. contrapositiva. el objeto como «cuerpo extraño», co-
En efecto, todo producto artesanal, aunque sea mo elemento del que es necesario adueñarse o que
ejecutado mediante la intervención directa de una hay que descartar. Es esta segunda eventualidad la
máquina (como en el caso de numerosos objetos de que nos interesa sobre todo, porque tiene una refe-
la antiguedad producidos en el torno), tiene siem- rencia más estrecha con la importancia asumida se-
pre un límíte de acabado y un margen de azar que gún veremos por el objeto, en la creación y formu-
no son concebibles para el objeto industrial. Y es lación de algunas obras de arte de nuestros días. En
ésta una de las diferencias más sensibles entre las efecto, en determinado momento el objeto creado
dos categorías de objetos. por el hombre se torna análogo al que podríamos

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definir como «objeto creado por la naturaleza», o menos a la presencia a nuestro alrededor de una se-
sea, elemento natural surgido espontáneamente pe- rie de elementos que tienen valor de «signos», o
ro que asume ante el ojo del espectador un carácter mejor de «portadores de signo» (de Zeichen träger).
«objetual». Para dar un ejemplo fácil, en un nido Junto a la señaléctica vial propiamente dicha, que
vacío, en una colmena, en una formación cristalina ya reviste una notable importancia en el condicio-
aislada; elementos naturales todos ellos que pueden namiento de nuestra visualidad (aspecto al que alu-
«funcionar» como objetos expresamente construi- dí explícitamente en mi último libro, al hablar de
dos, y que incluso asumen –introducidos en obras los «Nuevos Iconos» de nuestro panorama visual),
de arte (como bodegones, como assemblages o como existen muchos otros objetos que constituyen lo
collages– el mismo papel de los objetos manufactu- que podríamos definir como «decoración urbana»,
rados. (Y, aunque esta observación corresponde a y que tienen hoy una importancia mayor incluso
otro sector, con frecuencia constatamos, en nuestra que la de la arquitectura como tal en la orientación
época de artificio y falsificación, que la propia na- de nuestro gusto y en la solicitación de nuestras
turaleza se «camufla» de elemento innatural; o me percepciones visuales.
jor: sucede a menudo que nosotros mismos tende- Por poco que pensemos en este problema, ob-
mos a observar con agrado aquellos aspectos de la servaremos con facilidad que existe toda una selva
naturaleza –en el paisaje, en las formaciones fósiles, de objetos, o digamos más bien de elementos for-
vegetales, minerales– más aparentemente «humani- males, que pueden entrar a formar parte de esta ca-
zados», que parecen inauténticos, y debidos por en- tegoría: parachoques, semáforos, kioscos, postes te-
de a la intervención activa del hombre.) legráficos, buzones postales, tanques de agua y de
Semejantes distinciones entre objetos hechos gasolina, estaciones de servicio. Todos estos objetos
por el hombre y por la naturaleza podrían ser con- están provistos de un significado casi siempre insti-
sideradas incluso demasiado obvias y simplistas, y tucionalizado por el uso, por la convención (por lo
no pongo en duda que salten a la vista de todo que su significado es rápidamente descodificable),
aquel que piense en ellas. Mi objetivo, de todos pero que resultarían sumamente arcanos y miste-
modos, es precisar cómo el hombre se halla rodea- riosos para un individuo procedente de zonas de
do hoy constantemente por un inmenso montón nuestro mundo que aún escapan a nuestra civiliza-
de elementos objetuales –en buena parte creados ción «de consumo». No hace falta mucha fantasía
por él mismo, o por la naturaleza, pero «asumidos para imaginar el estupor, el terror de un «bárbaro»
como si fuesen manufacturados»– que, todos jun- frente a un buzón de tipo londinense (consistente
tos, constituyen un «mundo externo» al que nos di- en un gran cilindro rojo escarlata situado al borde
rigimos para obtener elementos y pretextos para de la acera). Ejemplos análogos podrían multipli-
nuestra «vis formativa» en la estructuración de las carse a voluntad. Es probable que semejantes obje-
obras de arte. De manera que en definitiva una au- tos asumieran ante los ojos del bárbaro un valor
téntica comprensión de la evolución sufrida por el análogo al de las imágenes totémicas amenazado-
arte «visual» en los últimos tiempos será posible só- ras, sacras, cargadas de significados recónditos y
lo a partir de la consideración de lo que he dicho coercitivos, o quizás apotropaicos, por cierto muy
hasta aquí. distantes de los que revisten ante nuestros ojos y
quizá muy similares a los que presentan para el
hombre occidental las antiguas figuras totémicas de
4. VALOR MÁGICO Y SIMBÓLICO Polinesia o del Africa negra. Muchos de estos obje-
DE LA «DECORACIÓN URBANA» tos, además, si quisiéramos llevar a cabo sobre ellos
una indagación psicoanalítica (probablemente ya
No me resulta posible en este ámbito, ni ten- practicada por otros en más de una ocasión), reve-
dría sentido, examinar particularmente todas las di- larían inconfundibles características simbólico-se-
versas clases, subclases, familias, de elementos obje- xuales, fálicas, etc., por lo que resultaría fácil esta-
tuales que nos rodean y por los que directa o indi- blecer un estudio comparado de carácter antropo-
rectamente resulta influenciado nuestro universo lógico sobre la distribución, según los países y civi-
socio-económico y artístico. Pero quisiera aludir al lizaciones, de estos elementos simbólicos, mágicos,

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etc., en la señaléctica vial, y en general en la deco- del bibelot, del utensilio, o, como veremos, a incluir
ración de las ciudades. Si, por otro lado, se piensa el objeto como tal en el cuadro, como ha hecho el
en que de cada civilización del pasado todo lo que pop art.
permanece se basa sobre todo en la presencia de al- Si pasamos de los románticos bodegones ocho-
gunos elementos objetuales (nuragues, menhires, centistas a obras de una época más cercana a la nues-
dólmenes, tumbas etruscas, ánforas incaicas, colla- tra, una de las manifestaciones más singulares que
res de caracoles, arnuletos, máscaras, flechas), no encontramos es la «glorificación del objeto» por par-
habrá por qué dudar de que un estudio profundo te de los surrealistas (con la conocida anticipación
de la relación hombre-objeto a través de las edades debida a los metafísicos italianos: Carra, De Chiri-
esté en condiciones, mejor que ningún otro, de co, Morandi). No es éste el lugar para repetir la his-
ofrecernos material histórica y culturalmente reve- toría de un recentísimo y conocidísimo período ar-
lador acerca de las condiciones sociopsicológicas de tístico, pero quiero recordar al menos que el objeto,
una determinada civilización. anteriormente reproducido de manera muy similar
y superponible al original «natural», ha ido adqui-
riendo en este período características totalmente
5. EL OBJETO EN LA OBRA DE ARTE particulares e insólitas. Se ha ido animando con
Y SU METAMORFOSIS fuerzas autónomas latentes, y al propio tiempo ha
ido degenerando, hasta dar vida a los turbadores ob-
Tratemos ahora de analizar más de cerca, al me- jetos oníricos de Dalí (piénsese en los relojes blan-
nos someramente, el valor y la función del objeto dos, en los pianos tumefactos...) que anticiparían en
en el territorio artístico, prescindiendo de toda con- efigie las naturalezas muertas «mórbidas» que trein-
sideración en torno al objeto representado en pin- ta años después Oldenburg habría de construir en
tura o escultura, esto es, en torno al llamado «bode- materiales plásticos, creando además un ejemplo
gón» o «naturaleza muerta». sintomático de «fetiche natural», de la imitación fal-
Mucho se ha discutido acerca de la oportuni- sificada y voluntariamente monstruosa de objetos
dad de remitirse a épocas lejanas para este «género» –naturales o artificiales– reproducidos y obscena-
de arte visual, pero ya ha sido comúnmente acepta- mente imitados (al igual, aunque de manera más
da la hipótesis de que para hablar de naturaleza gentil y amable, que los de Gilardi en espuma de go-
muerta propiamente dicha –o sea, ejecutada con la ma, o los de Del Pezo en madera), y a las varias fi-
intención de retratar un conjunto de objetos (natu- guraciones simbólico-sexológicas de Magritte, de
rales o artificiales) aislados y autónomos– debe lle- Ernst, de Tanguy, que transportaron el objeto, has-
garse alrededor de la era barroca (aunque, según es ta entonces inmóvil, inanimado e inocuo, al univer-
fácil objetar, se dan ejemplos de pseudo-naturalezas so ambiguo y morboso de sus cuadros. Con el da-
muertas desde las más antiguas figuraciones: cerá- daísmo, por fin se valorizó por vez primera en la his-
micas cretenses, minoicas, incaicas). Todo lo cual toria de la pintura el objeto en cuanto tal, se intro-
demuestra que es precisamente en la era barroca dujeron objetos «hallados», inventados, manipula-
cuando el hombre se percata de las «cosas» y de los dos, firmados, en la obra de arte, más por su valen-
objetos por él mismo creados como elementos im- cia imaginífica, por sus propiedades mitopoyéticas,
portantes, hasta el punto de convertirse en «prota- que por su valor estético.
gonistas» de una obra de arte y de poder ocupar el
lugar de las representaciones sagradas, históricas,
políticas. En determinado momento el objeto se 6. OBJETO SURREAL, INDUSTRIAL
fue situando a la altura de las demás figuraciones, se Y «PINTURA-OBJETO»
antropomorfizó (¡piénsese en la pintura de un Ar-
cimboldi!) y es breve el paso que va de la represen- Incluso una brevísima ejemplificación como la
tación del objeto a su «presentación», a su inclusión intentada más arriba (es suficiente dirigirse a cual-
en el cuadro como protagonista del mismo. Un pa- quier texto sobre el surrealismo, el dadaísmo o el pop
so más y se llegará a considerar toda la obra de arte art para obtener una documentación completa so-
(pintura, escultura, collage) como un objeto a la par bre el tema3 basta para indicarnos la importancia

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que hubo de atribuir el surrealismo a la poética del te como un subproducto de la arquitectura (o, por
objeto. Pero lo que aquí me interesa es analizar las el contrario, a querer identificar la arquitectura con
diferencias esenciales entre el interés prestado al ob- el diseño industrial), sin tener en cuenta la posición
jeto por los surrealistas y el que se le presta con pos- que el mismo ha adquirido en nuestra sociedad y
terioridad (y hasta la fecha) por las más recientes que es mucho más importante y decisiva que la de
corrientes artísticas indicadas por lo general como un simple producto utilitario.
pop art y abstracción objetual o «pintura objeto». Hoy en día, decía yo al comienzo de este capí-
En el caso de los surrealistas y del dadá, la intro- tulo, estamos rodeados por una red inextricable de
ducción o asunción de objetos en sus obras (ya sea elementos objetuales de los que en cierto modo so-
que éstas reprodujeran dichos objetos, o que los mos víctimas: las siluetas que tenemos ante nues-
utilizaran directamente para construir la obra) tenía tros ojos ya no se limitan, como en otro tiempo, ca-
siempre un fin preciso, esencialmente alegórico o si exclusivamente a las formas producidas en la épo-
metafórico. Utilizaban el objeto sobre todo por su ca en curso (y por ende vinculadas a una determi-
significado «literario», por las asociaciones y conno- nada impostación estilística). Estamos sumergidos,
taciones que iba despertando, más que por su valor por el contrario, en nuestras viviendas, en los mu-
autónomo, plástico, pictórico. seos, en las calles, en una marea de objetos proce-
El carácter paradójico que así se conseguía dentes de las más diversas e incluso lejanas épocas
(piénsese en el famoso juego de café en piel de Mé- culturales: estatuillas cicládicas y nurágicas, ánforas
ret Oppenheim, el célebre Aire de París de Du- etruscas o aztecas, vajilla china o sueca moderna,
champ, etc.) se relacionaba fácilmente con análogas muebles barrocos o art nouveau... y además mane-
experiencias poéticas y literarias (el uso de puns, de jamos constantemente objetos, utensilios, electro-
metáforas, de metonimias). Que más tarde estos domésticos, lanzados por la industria, cuya forma
objetos dadaístas, una vez aceptados en los museos, cambia constantemente.
etiquetados, encerrados en sus vitrinas de cristal, Manejamos, pues, y vemos a nuestro alrededor,
pudieran asumir valores «artísticos» que inicial- bolígrafos, relojes, libros, anteojos, neveras, jets,
mente no poseian, valores debidos más que nada a sartenes, que nos condicionan de manera vivísima
la «decisión» del artista (¡y al fetichismo del públi- hacia una determinada impostación formal. Pero
co!) es otra cosa. Y esto nos explica que algunos –y aquí está el aspecto curioso del problema– dada
ready-made devenidos ilustres (el manubrio de bici- la inmensa difusión de la producción en serie, re-
cleta de Picasso, el pissoir de Duchamp, su perche- sultan en mayor número los objetos similares o
ro, la plancha de Man Ray) pudieran ser, en un se- idénticos, que los diferentes entre sí. Nuestras mi-
gundo momento, idolatrados como descubrimien- radas son afectadas en definitiva, sobre todo, por
tos geniales, aunque en un principio fueran sólo objetos de un tipo standarizado, lo cual conduce a
aproximaciones literarias cuyo valor formal pasaba la aparición de dos fenómenos, que son opuestos
muy a un segundo plano. entre sí pero que a fin de cuentas se superponen. El
Hoy día, las cosas son totalmente diversas. Exis- primero consiste en lo que podría definirse como
ten, desde luego, los epígonos del primer y segun- «conformismo formal»: la adecuación y nivelación
do surrealismo, que aún utilizan objetos «hallados», de una vis formativa ubicuitaria que conduce a un
manipulados, con la misma mentalidad de sus an- achatamiento de la fantasía creadora y a una gene-
tecesores, pero la importancia y la función del ob- ralización, que llega a ser mundial, de determinadas
jeto en la obra de arte se ha modificado sustancial- formas-muestra. El segundo fenómeno, íntima-
mente, así como se ha ido modificando la impor- mente vinculado y opuesto al primero, comporta la
tancia del objeto, en cuanto tal, en nuestro ambien- rebelión a esta adecuación y la artificiosa produc-
te, con respecto a la que tuvo hasta hace pocas dé- ción de objetos rediseñados o sometidos al styling
cadas. con el único objeto de «llamar» más vivamente la
Este aspecto es tratado a menudo sólo desde un fantasía del consumidor e inducirlo a la compra.
punto de vista técnico, arquitectónico, y no desde De lo dicho se deduce que hoy, como nunca
uno estético o mejor antropológico. Esto es, se tien- antes, el objeto se ha universalizado: en todo el
de a considerar el objeto producido industrialmen- mundo el hombre entra en contacto con objetos

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análogos, salvo por las pequeñas y cada vez menos go está en la base de buena parte de la impostación
pronunciadas diferencias nacionales que van limi- actual «arqueológica» de nuestra cultura: la actual
tándose a algunos minimos detalles. tendencia a fetichizar el objeto de excavaciones, la
¿Debiéramos considerar entonces como próxi- más humilde manufactura desenterrada en alguna
mo el fin de toda diferenciación entre los objetos necrópolis perdida, y a elevarlo a la dignidad y al
producidos en los diversos países de la tierra? Indu- valor de «obra de arte», con frecuencia sólo en vir-
dablemente podemos responder de manera afirma- tud de su carácter arcaico, puede entrar a mi modo
tiva con respecto a la rápida generalización de las de ver en el mismo orden de ideas. De la arqueolo-
estructuras técnicas y a la universalización del uso gía auténtica a la arqueologización del objeto de
de la mayor parte de los objetos; pero negativamen- consumo tomado en el supermarket, es breve el pa-
te dada la rápida modificación de los prototipos so que lleva a momificar toda nuestra cultura y
creados por la industria, que tenderá a sustituir nuestro arte. 4
siempre las formas obsoletas por otras formas aún,
al menos parcialmente, inéditas.
Este último hecho –la incesante transformación 7. «PINTURA- OBJETO» Y ELEMENTOS
en las formas de los objetos producidos por la in- TECNOLÓGICOS EN EL ARTE MODERNO
dustria y puestos a nuestro servicio– puede explicar
quizá por qué se asiste hoy a un nuevo fenómeno Si hasta ahora hemos aludido a aquellas obras
que tiene una relación directa con el sector artísti- de arte que en los últimos lustros se han valido de
co: la urgencia, evidentemente advertida por el objetos preexistentes a modo de materiales de cons-
hombre, por «fijar» algunos objetos de uso común tiucción, quisiera aludir ahora también a la no me-
y utilizarlos como provocadores de imágenes artís- nos válida categoría de obras que se plantean ellas
ticas; por introducir en la obra plástica o pictórica mismas en cuanto objetos y que, en efecto, han si-
elementos tomados de la vida cotidiana, casi como do definidas a veces como «cuadros-objeto», y otras
para detener su transitoriedad. como «estructuras primarias».5 El elemento tecno-
Creo que en la base de este hecho han de reco- lógico entra subrepticiamente en nuestro panorama
nocerse causas muy profundas y aún no bien inves- estético y no podría ser de otro modo: demasiados
tigadas. No hay duda, por ejemplo, de que el gusto acicates de toda clase nos llegan directa o indirecta-
de las masas se basa hoy, más que ayer, en la pre- mente de la máquina; y, por otro lado, sería impo-
sencia de nuestro alrededor de una marea de ele- sible concebir hoy un campo de percepciones, de
mentos creados en serie (no sólo objetos propia- procesos, de acontecimientos, que fuese totalmente
mente dichos, sino historietas, carteles, etc.) que ajeno a la ingerencia de las nuevas tecnologías.
con su presencia casi coercitiva son indiscutible- No es tanto la visión de maquinarias ajenas a
mente responsables de la formación particular de nosotros cuanto la constante dependencia de las
nuestro gusto. mismas en cada minuto de nuestra existencia y en
Una de las razones por las que, en las recientes la realización de cada uno de nuestros productos, lo
obras pop, en especial en los Estados Unidos pero que nos coloca frente a la constatación de una ine-
ya en diversas naciones, se han utilizado tan am- vitable interferencia de este universo mecánico en
pliamente objetos vendidos comunmente en las nosotros mismos y en las cosas por nosotros crea-
grandes tiendas y de uso en extremo popular, se de- das. La influencia de estos procesos, en el ámbito de
be probablemente a una precisa voluntad de «miti- la creación artística, es evidente: por un lado las nu-
ficación» precisamente de aquellos elementos que merosas experiencias del arte cinético y programa-
las «masas» utilizan, para hacer asumir a estos mis- do, que en cierto sentido «parodian» los procesos
mos objetos nuevos valores simbólicos, nuevas con- tecnológicos con un fin no ya utilitario sino lúdico
notaciones, a veces irónicas, a veces de denuncia, a o estético; por el otro, las experiencias plástico cro-
veces sencillamente existenciales, que de otro modo máticas (más que de «pintura» y «escultura») que
no se hubieran puesto en evidencia. No se olvide conducen a la creación de «cuadros-objeto».
por lo demás –y hube de señalarlo ya en mi libro El hecho de que en países diversos y con modos
Nuevos ritos, nuevos mitos– que un principio análo- análogos hayan surgido en los últimos años nume-

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rosas obras que pueden formar parte de esta última de excesiva conciencia y de minuciosa preocupa-
categoría me parece digno de señalarse. Bastarían, ción acerca de los mecanismos aptos para alcanzar
por lo demás, algunos nombres (Mari, Castellani, un particular telos. Por lo que la obra misma resul-
Bonalumi, Scheggi, en Italia; Tucker, King, Caro, ta coartada, en cuanto pierde toda espontaneidad y
en Inglaterra: Stella, Kelly, A. Smith, en los Estados permanece vinculada a una excesiva programación.
Unidos; Gaul, Sommer, Kampmann, en Alemania) En muchas obras del tipo que estoy consideran-
para indicarnos que se trata de un fenómeno sufi- do (en especial en las de tipo cinético y programa-
cientemente difundido y capaz de merecer una do8) los «operadores» ponen en juego todos los re-
consideración que, en este ámbito, no quiere ser de cursos de la técnica (y hasta de la psicologia experi-
tono crítico sino exclusivamente de investigación mental), a veces sin preocuparse por el resultado de
socio antropológica. sus operaciones: descubierto e individuado, por
He tenido ya ocasión de aludir al peligro de una ejemplo, un determinado recurso técnico capaz de
«cosificación», o mejor de una objetualización del determinar cierto «efecto óptico», cierto «truco per-
arte, que se explicita precisamente en la creación de ceptivo», el mismo es utilizado como tal, sin que el
elementos objetuales o a través de la mercantiliza- inventor se pregunte si y hasta qué punto este efec-
ción de los productos singulares, en especial cuan- to puede considerarse verdaderamente «estético», o
do está desvinculada de todo telos y es desintencio- meramente psico-fisiológico.
nada.
Hoy, aun ratificando mis afirmaciones, quisiera
constatar por otro lado que en muchos de los artis- 8. LOS AISTHETA HUSSERLIANOS
tas que he recordado este peligro está lo suficiente- Y EL ASPECTO PERCEPTIVO DEL ARTE
mente lejano; precisamente porque ellos se dan por
satisfechos con la creación de objetos que son en sí Salvo los ejemplos, paradójicos por lo demás, de
acabados, que poseen ese rigor al que la máquina hipertelia que he mencionado, en general –y me pa-
nos ha acostumbrado (sin ser sin embargo «mecáni- rece un hecho positivo que hay que tener en cuen-
cos», como los del arte cinético, sino todavía par- ta– se observa verdaderamente una precisa voluntad
cialmente «manuales») y son capaces de responder en estos artistas de obtener un de terminado efecto
a ciertos requisitos de orden, de limpieza, que con- prescindiendo del «valor» de la obra resultante. Va-
trastan con el desorden y la imprecisión de gran le decir que se observa un interés dirigido, más que
parte del arte que hubo de precederlos, en especial a la obra en cuanto tal, al método sobre el cual se
en el período informal y del pop art. En efecto, si basa. Es sabido que las extravagancias ópticas, los
comparamos esta situación con la de pocos años trompe-l'oeil, las falsas perspectivas, han seducido
atrás, podremos constatar fácilmente que las técni- siempre a la imaginación humana, pero por lo ge-
cas del arte informal y también las de mucho pop neral han ido acompañadas por la preocupación
art se caracterizaban por una alineación del hecho precisa de lograr una determinada figuración, ab-
pictórico de toda intencionalidad programática: la surda quizá (como en el caso de las anamorfosis).
Zufälligkeit, la casualidad casi absoluta, amenazaba Hoy en cambio, con el ocaso del aspecto represen-
entonces con imponerse al artista. tativo de las artes visuales, asistimos al advenimien-
Hoy podemos constatar que el carácter aleato- to de numerosas formas expresivas en las que se
rio está en retroceso y que el arte tiende a un deter- busca el método que conducirá a un determinado
minado telos con excesiva precisión. En otras pala- objetivo visual o en general perceptivo, más que la
bras: si en otro lugar7 he afirmado que uno de los expresión provocada por dicho objetivo.
peligros del período histórico actual consistiría en Y así el artista busca el significado de las condi-
el uso muy frecuente de una determinada técnica ciones perceptivas normales, pero junto a éstas tam-
que ya no fuese consciente de su teleologicidad, bién las anomalías de las mismas, aquellas que po-
hasta llegar a una condición de atelía, hoy podría dríamos definir (aceptando algunas proposiciones
señalar que en la actual situación artística (no sólo de Husserl9 como «las modificaciones del propio
en pintura, sino también en música y en literatura) cuerpo, las modificaciones en la cosa». Y creo que
se dan con frecuencia ejemplos de hipertelía. O sea, puede resultar interesante reproducir al respecto un

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fragmento de las Ideas que hoy, a tantos años de contraponerse por su admirable previsión el conoci-
distancia, parece adaptarse particularmente a lo que do fragmento de Goethe– anuncia muchos estudios
hemos dicho e intentamos demostrar. Dice Hus- más recientes sobre el esquema corporal humano
serl: «Ahora bien, los procesos perceptivos, en vir- (Schilder y otros) y resume punto por punto algunas
tud de los cuales está siempre frente a mí un único de las operaciones y procesos que se utilizan con fre-
y mismo mundo externo, no muestran siempre el cuencia por parte de nuestros «operadores» visuales.
mismo estilo: en ellos se revelan ciertas diferencias. Por lo demás, el hecho de que tales operacio-
Ante todo objetos idénticos e inmutados asumen nes sean emprendidas constituye de por sí, a mi
ora un aspecto ora otro, según las cambiantes cir- modo de ver, un elemento de cierto interés, al
cunstancias. Una misma forma inmutada tiene un mostrar cómo la atención dirigida a la relación su-
aspecto cambiante, según su posición con respecto jeto-objeto, la atención –si queremos seguir utili
a mi propio cuerpo: aparece a través de aspectos zando expresiones fenomenológicas– dirigida a los
cambiantes, los cuales ‘la’ representan de manera aistheta en relación con el «propio cuerpo aisthé-
más o menos ‘favorable’.» tico» (si bien en la terminología husserliana no se
«Por ende una datidad de la cosa tiene, en la se- trata de «esteticidad» en el sentido habitual de la
rie de apariciones posibles, una ventaja constituida palabra), denuncia al menos la preocupación por
por el hecho de que con ella se da también, relati- indagar en las situaciones en que el propio cuerpo,
vamente, lo mejor de la cosa; esta datidad asume así precisamente (el propio Leib), se encuentra en
el carácter de una datidad particularmente perse- contacto e interactuando con los fenómenos obje-
guida... la tendencia de la experiencia termina en tuales que lo rodean.
ella y se colma en ella, por lo que los demás modos Y bien, muchas de las obras visuales creadas en
de datidad obtienen una relación intencional con la los últimos años (1962-1967) en muchas partes del
datidad ‘óptima’.» mundo parecen avalar mis observaciones: el interés
Lo expresado en estos párrafos, como se ve, por el aspecto perceptivo de la obra de arte en cuan-
puede adaptarse fácilmente al tema que estamos to modificadora del espacio que la alberga o que es
tratando, y concretamente al diverso modo de apa- determinado por ella (si bien en ocasiones es expre-
recer e intencionarse los objetos (en este caso «artís- sado a través de impostaciones psicológicamente
ticos»). En lo concerniente a las modificaciones que ingenuas), asi como el intento de construir elemen-
pueden darse de la experiencia normal a consecuen- tos objetuales que sean –de por sí y sin referencia
cia del diverso «modo de aparecer» de la cosa (del iconológica alguna, ni siquiera de tipo pop-artísti-
phantom, según la terminología husserliana), o bien ca– provocadores de tensiones dimensionales y de
a consecuencia de la presencia de anomalias del me- modulaciones espaciales, parece indicar, en el arte
dio, entre el ojo y la cosa; o a consecuencia de mo- visual, una mayor intencionalidad y un intento más
dificaciones del órgano mismo del sentido, Husserl consciente de llegar al menos a una de las metas a
agrega: «Si miro algo con ojos estrábicos, si toco al- que este sector artístico puede tender hoy.
go con los dedos cruzados, tengo dos diversas ‘co-
sas de la visión’, dos diversas ‘cosas del tacto’, por
más que diga que la cosa real es sólo una. Esto for- [de Naturaleza y Artificio, Gillo Dorfles, Lumen,
ma parte del problema general de la constitución de Madrid, 1972. Edición original italiana, Artificio e
una unidad cosal como unidad perceptiva de mul- Natura, Giulio Einaudi editore, Turín, 1968.]
tiplicidad de grado diverso, las cuales, a su vez, son
percibidas como unidades de multiplicidad.»
Este último fragmento –al que puede muy bien [SUPERVISÓ: DIEGO CABELLO, 1999]

Morfología / Cátedra Wainhaus / Textos / Dorfles / 9


NOTAS «On the one hand the swift growth of the museum, devoted
to the permanent preservation of cultural artifacts of past
1. En lo concerniente al objeto estético en una acepción and present; and on the other, the corresponding trend to -
fenomenológica del término, véase el primer volumen wards more expendable artifacts in the present environ -
del trabajo de Mikel Dufrenne, Phénoménologie de l'expé - ment. We seem to reconstruct and 'permanentize' the past
ricnce esthétique (L'objet esthétique), PUF, 1953, donde el as swiftly as we move forward into a more materially ‘ep -
objeto estético es cuidadosamente estudiado desde un hemeral’ present and future.» Unida a estas dos tenden -
punto de vista fenomenológico. cias hay que considerar también la preocupación por con -
2. Me refiero a mi introducción al libro editado por servar la «image of permanence past», que es ofrecida se -
Gyorgy Kepes, The Man Made Object, Braziller, Nueva gún diversos aspectos, por ejemplo: «In fine art, sheer si -
York, 1965. El mismo volumen contiene numerosos en- ze as substitute monumentality lends an aura of perma -
sayos de notable interés, entre los que recordaré los de H. nence or the expendable ‘junk trouvé’ is inmortalized in
Read, Marshall McLuhan, Christopher Alexander, Dore bronze» (tenemos un ejemplo típico en las obras de Alik
Ashton, Françoise Choay. Cavaliere). Pero, quizá más malignamente, McHale colo-
3. Para una elemental pero escrupulosa crónica del su- ca en oposición los grupos de figuras, los calcos de yeso
rrealismo véase Marcel Jean, Histoire du Surréalisme, Ed. de Segal y la réplica de un bar de Kienholz con ciertas re-
du Seuil, Paris, 1959, y sobre todo el cap. VIII: Gloire a construcciones históricas de Williamsburg...
l'object. En la p. 227 «A comienzos de los años treinta... También sobre el problema de las relaciones hombre-má-
el interés de los surrealistas se va concentrando en la crea- quina y sobre los peligros de una excesiva mecanización
ción de ‘objetos’. También los escritores se dedican a ta- de los medios artísticos, véase el óptimo ensayo de P. A.
les búsquedas o, como André Breton, componen poè- Michelis, Tèchne kai Mechanè, en «Chronikà Aistheti-
mes-objets...» kés», V, Atenas, 1966.
4. Una posición análoga a la aquí esbozada está presente 5. He adoptado esta terminología, a propósito de los cua-
también en un ensayo de John mcHale, The Plastic Part - dros de Enrico Castellani y otros, ya a partir de 1962.
henon, en «Dot Zero» n. 3, 1967, donde se traza un cua- 6. Nuevos ritos, nuevos mitos, Gillo Dorfles, p. 91.
dro muy eficaz de la actual manía imitadora de objetos de 7. Idem, p. 37 y siguientes.
arte de la antiguedad vendidos a poco precio, y donde se 8. Para una puesta a punto de la orientación a que se alu-
discute el valor de la réplica del objeto industrial y del de aquí remito al fascículo 22 de «Verri», dedicado pre-
objeto artístico. «En otros tiempos –afirma McHale– el cisamente al arte programado y cinético, que contiene
objeto material era único, el hombre era consumible; entre otros escritos un importante ensayo de Paolo
hoy, a través del desarrollo de la industrialización, el ob- Bonaiuto, Lineamenti d'indagine sperimentaie in rappor -
jeto puede ser reproducido generosamente. El producto to con problemi ed esperienze della progettazione visuale,
es vendible, sólo el hombre es único.» Pero además el au- págs. 2~66.
tor se detiene a considerar dos aspectos principales de la 9. Cf. E. Husserl, Ideas para una fenomenología pura y pa -
«physical use-function» y de la «symbolic status-function»: ra una filosofía fenomenológica, cit.

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