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R
omero queria llamar a los demonios. O al menos, el dijo,
encontrar la manera. Eran las cuatro de la mañana en la casa
del Lago. Latas vacias de soda estaban tiradas en el piso.
Mitzi dormia en la cima del monitor de Carmack. El olor de pepperoni
permanecia en el aire. Los chicos sentados alrededor de la larga
improvisada mesa en la sala de estar, varias horas en otra ronda de
Dragones y Calabozos. Desde que dejaron Softdisk, ellos tenian más
tiempo para su devota campaña recreacional de D&D. Esta era
realmente envolvente, en un mundo alterno, el cual, como toda ficción,
era profund reflejo de la suya propia, la de ellos. Esto no era solo un
juego, esto era una extensión de sus imaginaciones, esperanzas,
sueños. Esto importaba.