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Transparencia, una carrera de obstáculos

Samuel Bonilla Núñez.i

Aquél no era un público cualquiera. Eran activistas sociales, la mayoría con


muchos años en diversas trincheras de luchas cívicas. Cuando uno de los
presentes comentó sobre la plática que acababan de escuchar respecto al
derecho de acceso a la información pública el resto asintió con la cabeza.

“¿Cómo saber si esto de la transparencia no es una estrategia más del gobierno


para mantenernos distraídos con migajas o paja de información? Esto de la
transparencia no funciona, de lo contrario ahorita ya sabríamos cuánto ha invertido
el gobierno en proyectos sobre los que no quiere informar”, dijo el más veterano
de los activistas.

Y de ahí para abajo. La desconfianza en el gobierno –visto como un ente informe,


corrupto y corruptor, que abarca todos los espacios públicos– es de tal magnitud
que impide de plano creer en las “supuestas” bondades de las leyes que él mismo
produce, en este caso las de transparencia. Desde esta posición es casi
impensable ejercer el derecho de acceso a la información pública.

Otro gran obstáculo en este camino hacia la transparencia es la indiferencia


respecto a los asuntos públicos. Personas que no sólo ignoran la composición y
funciones de los órganos públicos sino que no les interesa saberlo, mucho menos
inmiscuirse en qué hace el gobierno y para qué. Sus intereses aparentemente no
incluyen nada que tenga que ver con instancias públicas del gobierno. Para ellos
el derecho de acceso a la información pública es algo innecesario.

Sí hay, en cambio, quienes quisieran saber ciertas cosas sobre el gobierno.


Muestran interés en asuntos que ven en los medios de comunicación, pero tienen
temor a posibles represalias del gobierno si se atreven a solicitarle información.

Entre 2005 y 2007 el IFAI impulsó el programa “Comunidades” para promover el


uso del derecho de acceso a la información en grupos sociales marginados. Una
evaluación externa a ese programa mostró que el 40 por ciento de las personas
que participaron en él tenía miedo de sufrir una represalia de parte de la autoridad
por solicitar información.

Por otra parte, tanto ha desplegado el IFAI las enormes ventajas que tiene el
sistema de solicitudes de información por Internet, Infomex, que prácticamente
han quedado en el olvido las docenas de millones de mexicanos que no tienen
acceso a Internet ni a una computadora, y que si acaso tuvieran ese acceso
carecen de las competencias para poder aprovecharlos.
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¿Quién y cómo está atendiendo a ese sector que, por cierto, conforma la mayoría
de la población mexicana? ¿Qué programas están desarrollando los órganos
garantes de la transparencia para que este derecho pueda ser ejercido por
cualquier persona, sin importar su posición socioeconómica?

Los usuarios de Internet en México representan la tercera parte de la población,


pero de un pequeñísimo grupo de personas de ese sector minoritario con acceso a
Internet se genera el 96.4 por ciento de las solicitudes de información a la
administración pública federal. Es decir, la brecha en las oportunidades acceso a
la información pública se ha acentuado con los sistemas de solicitudes de
información que operan con Internet.

Qué paradoja, el principal medio para ejercer un derecho concebido para igualar
oportunidades sociales está contribuyendo a lo contrario.

Estamos entonces ante otro gran obstáculo para el ejercicio del derecho de
acceso a la información pública, la carencia de recursos tecnológicos y las
competencias necesarias para poder ejercerlo con facilidad, economía e incluso
en el anonimato.

¿Qué representa, por ejemplo, para los millones de mexicanos que carecen de
acceso Internet, el cúmulo de información pública que de oficio que deben difundir
miles de instituciones públicas en Internet? Algo muy cercano a nada. ¿Qué se
está haciendo al respecto?

Un obstáculo más para poder ejercer el derecho de acceso a la información


pública es la ignorancia. Pero no sólo la ignorancia sobre la existencia de este
derecho, sino el desconocimiento de los procedimientos específicos para poder
ejercerlo y disputarlo a través de sus medios de defensa.

La socialización de este derecho tiene varios niveles, y el de la formación y


acompañamiento de usuarios del acceso a la información pública es uno de los
más profundos y desatendidos en el país.

La divulgación de este derecho está muy distante de la enseñanza de su ejercicio


y defensa, y de conectar en los hechos las necesidades sociales de personas de
carne hueso con aplicaciones específicas y útiles de las leyes de transparencia.

Esperar que los gobernados ejerzan el derecho de acceso a la información pública


a partir de su sola divulgación dista mucho de un escenario realista y responsable.

Que quede claro, la divulgación de este derecho es plausible y necesaria. Pero


con ella sólo estaríamos preparando el terreno para la siembra, lo cual no es poca
cosa; pero este terreno hay que sembrarlo con solicitudes para cosechar
información, insumo sobre el que también hay que orientar al gobernado para que
su empleo le produzca beneficios concretos.
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Son éstos algunos de los obstáculos para ejercer un derecho que en teoría es de
todos, pero en los hechos sólo es de algunos.

¿Cómo articular estrategias incluyentes para construir caminos que salven los
obstáculos aquí descritos? ¿Cómo sumar esfuerzos desde la academia, órganos
garantes de la transparencia, sujetos obligados y sociedad civil para expandir el
aprovechamiento de este derecho en nuestro país, principalmente a favor de los
más necesitados? Tenemos todo para hacerlo. Lo primero es visualizar este reto
en nuestras agendas; lo segundo, un poco de voluntad. ¿Estaríamos aquí ante
otro obstáculo más para avanzar en el camino hacia la transparencia?

i
Coordinador de Información y Sociedad Iniciativa Ciudadana y de México Infórmate en San Luis Potosí.
ethoscom@yahoo.com

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