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UN CONCEPTO DE RESPONSABILIDAD

La responsabilidad es una capacidad de hacer, de obrar con conocimiento de causa para


evitar el error. Por eso la desidia, el incumplimiento del irresponsable, denuncia la falta de un
método de vida, de un saber concreto que le posibilite superar sus responsabilidades innatas.

En este sentido, resulta necesario comprender que juzgamos con mucha ligereza al
estudiante, al obrero, al empleado, al directivo, cuando le exigimos responsabilidad, si previamente
no le hemos enseñado ha desarrollar sus facultades físicas y mentales indispensables para el éxito
de su tarea.

La educación tiene ese objetivo, y se estima que la escuela es el sitio donde el niño va
ejercitando su sentido de responsabilidad frente a sí mismo y a los demás, aunque es lamentable
que se parte de una premisa falsa: El hombre no es la causa de sí mismo sino consecuencia de
condicionamientos cósmicos y sociales. Así entonces la responsabilidad con la que se pretende
familiarizar al estudiante es sólo superficial pues se restringe a confirmar la superioridad de uno
sobre otro y olvida que su verdadera misión sería remediar las limitaciones individuales de cada
quién.

Entendemos que tales limitaciones son producto de diversas influencia que precisan de
métodos concretos para vencerlas, ya que de otra manera las buenas intenciones, los consejos,
apenas devienen de estímulos epidérmicos que no logran trasformar el psiquismo. Por ejemplo,
los automatismos, la tendencia a la mentira, las falsas consideraciones, el apego a los vicios, no
pueden superarse en base a discursos; más bien, urge de un trabajo intenso en sí mismo bajo la
dirección de alguien que haya vivido la experiencia para afirmar que se espera de ello un hombre
responsable en toda la extensión de la palabra.

No es otra la enseñanza de Jesús el Cristo cuando predicaba que era necesario «nacer de
nuevo» para actualizar su mensaje, el cual, dicho de distinta manera significa pasar de la nada al
ser, del plano de la ilusión al plano de la realidad. Ese comprender, esa capacidad de obrar con
conocimiento de causa involucra un perfeccionamiento que redunda en el autocontrol emocional,
en el autodominio, en una fuerza de Hacer ya no estimulado por las circunstancias sino por el
deber de realizar lo que sabemos es justo.

Es el ejemplo que ha lo largo de la historia nos han brindado los auténticos líderes de la
humanidad, y al contrario, es la precaución que debemos tomar frente a los títeres de sus intereses
personales porque son los que desde siempre han generado el caos, las guerras, los conflictos.
Claro está, ellos «no saben lo que hacen» por ser irresponsables, pero es una obligación alertar
que el futuro de una sociedad depende de lo que sus hombres que la integran pueden hacer
gracias a un gradual mejoramiento de sí mismos, que equivale a una toma de responsabilidad
frente a los demás.

Tomado de la Revista el libertador Año II No 2 Diciembre de 1974.

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