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DE CÓMO INICIAR UN ANÁLISIS


AUTOR: LIC. MATILDE TRAVESI

FICHA DE CÁTEDRA: PSICOANÁLISIS (FREUD)


U.N.T. AÑO 2006

En diversas oportunidades, Freud se mostró interesado en trasmitir a los


jóvenes practicantes una serie de indicaciones de índole “prácticas” sobre el método analítico,
con la esperanza que “su observancia ahorrará a muchos analíticos inútiles esfuerzos y los
preservará de incurrir en peligrosas negligencias...” (Freud. 1913, Pág. 1664). Siguiendo este
propósito, desde 1904 hasta 1919, despliega una serie de escritos que fueron reunidos bajo el
título “La Técnica Psicoanalítica“. Forma parte de ese conjunto un artículo acerca de “La
Iniciación del Tratamiento”, del cual pretendo ocuparme para tratar de responder a la pregunta
sobre cómo concebía Freud el comienzo de lo que -eventualmente- podrá o no convertirse en el
desarrollo de una cura analítica.
Cuando leemos el mencionado texto, lo primero que nos sorprende es la
comparación del procedimiento analítico con la complejidad de una partida de ajedrez, pues en
el aprendizaje de aquel juego sólo "las aperturas y los finales pueden ser objeto de una
exposición sistemática..." (Freud. 1913, Pág.1661), mientras que a lo largo de la partida, las
jugadas posibles son de una infinita variedad.
Lo que Freud pretende enseñarnos, al utilizar esta bella metáfora, es que en toda
cura, al igual que en el ajedrez, nos confrontamos con dos momentos cruciales: un momento de
apertura -el inicio de un análisis- y un momento de conclusión, es decir, un final de análisis. Y,
como en toda partida de ajedrez, no se puede comenzar ni finalizar de cualquier manera. Por el
contrario, es preciso observar ciertas “reglas” –que Freud llamará “técnicas“- . Pues bien, el
artículo del cual tratamos pretende dar cuenta de ciertas “reglas técnicas” a tener en cuenta
durante los primeros encuentros con el “candidato” a analizante. Claro está que Freud nos
advierte que se trata de simples “consejos” que de ninguna manera deben ser utilizados
mecánicamente, esto es, sin tener en cuenta la singularidad de cada caso.
Entre sus recomendaciones más importantes he de destacar la referida a la práctica
obligada de realizar una serie de entrevistas, previas a la entrada en análisis, durante las cuales
debía decidirse si el psicoanálisis era o no aplicable para cada sujeto. De este modo dejó de lado
determinar antes de esas entrevistas qué sujetos admitir en el dispositivo y cuales no, pues Freud
tenía muy en claro que no podemos predecir quienes pueden ser candidatos “aptos” para el
dispositivo analítico y quienes no. El fundamento último de esta práctica radica en que para el
psicoanálisis, “la clínica”, es siempre una clínica del “caso por caso”, de manera que un
analista no se rige por reglas universales que valen para todo sujeto, por el contrario, “el saber
hacer” del psicoanalista está sujeto a la singularidad y a los detalles que el caso impone.
Freud consideraba estas entrevistas como un período de prueba o "ensayo", a la par
que tenían una motivación diagnóstica y servían para explicitar al paciente sobre las condiciones
de tiempo y dinero.
En relación a la dirección de la cura, admitía que si bien es cierto no se trata aún de
un “análisis propiamente dicho", el candidato a analizante debía someterse, desde el inicio
mismo, al trabajo de asociación libre y el analista a la regla de la atención flotante. Tampoco
dudaba en utilizar el diván desde los comienzos, pero recomendaba abstenerse de interpretar
hasta tanto se establezca la transferencia.
El objetivo de éstas entrevistas previas aparece definido del siguiente modo: "El
primer fin del tratamiento es siempre ligar al paciente a la cura y a la persona del médico. Para
ello no hay más que dejarle tiempo". (Freud. Pág. 1672). Obviamente, sabemos que la oferta
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psicoanalítica no proviene de un “médico” – significante que Freud utiliza en el artículo-,
sino de un analista y, por otra parte, será preciso ir aclarando qué se entiende por “ligar el
paciente a la persona del analista”.
Ahora bien, este período de prueba que aparece en la práctica clínica de Freud,
constituye e1 antecedentes de lo que Lacan instituyó como Entrevistas Preliminares.
Hasta ese momento, los analistas nucleados en la I.P.A. (la agrupación
internacional de psicoanalistas), habían hecho de las primeras entrevistas un lugar con una
función puramente formal y superficial, destinado a establecer el llamado "contrato analítico":
número de sesiones, duración de las mismas, honorarios, etc. (válidos para todo sujeto), y a
definir la "analizabilidad” de los pacientes, entendida como la capacidad para hacer frente a la
curación, en función de los aspectos "sanos" del yo que permitirían una alianza terapéutica con
el analista.
La enseñanza de Lacan indica tener en cuenta otras dimensiones durante las
Entrevistas Preliminares y no remitir su importancia al hecho de efectuar el contrato analítico,
idea ésta a la cual no adhería, pues si algo caracterizó a Lacan fueron precisamente sus
“innovaciones técnicas “, una nueva manera de trabajar en relación a la duración de la sesiones,
al establecimiento de las condiciones de pago, e incluso al uso de la palabra por parte del
analista.
En rigor, el término E.P. designa "un tiempo particular que va desde que el sujeto se
encuentra con un analista por primera vez hasta el momento en que comienza el análisis”.
(Cottet, S. Pág. 98)
Se trata de un tiempo que no está encuadrado por el dispositivo simbólico del análisis,
lo que significa que se realizan cara a cara y teniendo en cuenta que la finalidad última de las
entrevistas preliminares es saber si se va a “autorizar el proceso analítico” para aquel que
pretende convertirse en paciente. Es más, se trata de un momento “para conversar con la
máxima libertad”, sin embargo, una vez finalizado el tiempo de las entrevistas preliminares, el
analista deberá aprender a callarse para dar lugar a la elaboración e interpretación del
inconsciente por parte del propio analizante. No obstante, las entrevistas preliminares obedecen
a los mismos principios que la dirección de la cura y el analista debe estar presente en su función
desde el comienzo; el analista no espera el fin de las mismas para estar en posición de analista, le
corresponde pues actuar desde el momento mismo en que se presenta la demanda.
En definitiva, las E.P. constituyen una práctica necesaria, tanto para el analizante como
para el analista. Para el analizante, porque es necesario que el sujeto pueda verificar o entrever si
puede soportar la “desaparición progresiva del interlocutor “, en el sentido que un analista no
responde desde el lugar del semejante, como sucede en las relaciones habituales del sujeto. La
“conversación” analítica se diferencia de cualquier otra conversación entre dos, porque un
analista se abstiene de dar respuestas, se abstiene de dar consejos y fundamentalmente se priva
de dar significaciones o sentido a lo que “le pasa” al sujeto.
Teniendo presente estas consideraciones iniciales, intentaré presentar de un modo simple
los fines, los objetivos, que justifican la práctica de las entrevistas preliminares:
- Evaluación diagnóstica.
- Rectificación subjetiva e instalación de la transferencia.
- Estipulaciones sobre el tiempo y el dinero

EVALUACIÓN DIAGNÓSTICA
Freud sugiere para ese primer paso, anterior a la decisión de admitir en análisis a
un sujeto, localizar la estructura clínica del sujeto. A partir del instante inaugural de las
entrevistas preliminares, es preciso ubicar si se trata del discurso de un sujeto neurótico,
psicótico o perverso, pero sabiendo que diagnosticar la estructura clínica del sujeto no es sin
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dificultades. Respecto a la psicosis, si bien es cierto hay en Lacan la indicación de no tomar
en análisis "prepsicóticos" (es decir sujetos en quienes su psicosis aún no se ha desencadenado),
otras indicaciones sugieren no retroceder frente a ello; de todos modos conviene al analista
saberlo de antemano, para tomar ciertas precauciones -una palabra de más puede precipitar el
desencadenamiento de la psicosis- y evitar sorpresas, como por ejemplo, que para un sujeto
paranoico, el analista se convierta en el perseguidor.
El sujeto psicótico, es siempre un sujeto invadido por la presencia de
alucinaciones (auditivas, visuales), por perturbaciones y desestructuraciones en relación a su
cuerpo imaginario, y otra serie de fenómenos paradigmáticos que, si no se sitúan en el
dispositivo analítico, el analista, en lugar de producir un efecto apaciguador de todas aquellas
“presencias” amenazantes, puede potenciar el exceso de sufrimiento al que está sometido.
No obstante, para un analista, conviene que sepa que el diagnóstico debe “verificarse
todo el tiempo”, es decir, asegurase acerca de los argumentos que le permiten sostener que un
sujeto está del lado de la neurosis y no de la psicosis, pues si no se está plenamente convencido
acerca de la categoría diagnóstica más vale que opere desde la prudencia.
“El acercamiento diagnóstico es necesario para orientarse en la estructura del paciente,
pero puede ocasionar un riesgo de cierre, de clasificación, de orientación demasiado restrictiva.”
(Miller, 1999, Pág. 306)

LA INSTALACIÓN DE LA TRANSFERENCIA Y EL SUJETO SUPUESTO AL SABER.


La importancia de las E.P. va más allá de su valor diagnóstico. Recordemos que
Freud establece como un objetivo esencial de las mismas, “ligar el paciente a la cura y a la
persona del analista”, lo que debe ser entendido en el sentido de que la primera tarea es lograr la
instalación de un lazo transferencial entre analizante y analista, pero teniendo en claro que
aquella es independiente de la “persona” del analista. A propósito de esto último, es oportuno
recordar la tesis lacaniana según la cual la transferencia es inicialmente una “transferencia con el
psicoanálisis”, y por lo tanto es anterior al encuentro con el analista mismo.
Jacques-Alain Miller, en su artículo "CLINICA BAJO TRANSFERENCIA", señala que
sería erróneo creer que la transferencia comienza exclusivamente a partir de la demanda al
analista, más bien aquella es la consecuencia de una transferencia establecida con anterioridad, y
"el analista... sólo debería constatarla... a lo largo de esas entrevistas, que se llaman, tan
inadecuadamente, preliminares; cuando se trata justamente de entrevistas secundarias respecto a
una transferencia ya presente". (Miller, J.-A. 1985. Pág. 78).
Sin embargo, la transferencia con el psicoanálisis no siempre es suficiente para conducir
a un sujeto al análisis. Es preciso que aquel que quiere convertirse en psicoanalizante, comience
a suponer que su sufrimiento tiene una causa, un sentido que a él se le escapa, lo cual implica
relacionar sus síntomas con un saber no sabido.
El pedido de análisis corresponde así a una doble operación, por un lado, suposición de
un saber que daría respuesta al enigma que el síntoma encierra y, por otro, imputación de un
sujeto a ese saber supuesto. Esto es lo que Lacan ha llamado SUJETO SUPUESTO SABER. En
otros términos, para que sea posible una entrada en análisis, hace falta que esa “disposición
transferencial” que constituye la transferencia con el saber psicoanalítico, se ligue al analista en
tanto depositario de ese saber supuesto pero ignorado por el sujeto. En consecuencia, la práctica
de las E. P. cobra importancia en la medida que constituyen un tiempo de prueba para constatar
el establecimiento de la transferencia en la cura. Aclaremos una vez más que se trata de la
transferencia como "desplazamiento de saber" (el analista, inicialmente opera como un Otro
supuesto saber) y no de los afectos transferenciales -amor u odio-.
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Entiéndase bien, no se trata de que el analista sabe del inconsciente del paciente -
todo lo contrario- más bien lo desconoce. Se trata de que el analista cumple la función de
representar ese saber del cual el neurótico está separado por la operación de la represión.
Es responsabilidad del analista durante este primer tiempo, previo a la entrada en
análisis, evaluar que se haya producido la instalación del S. S. S. Incluso es su función (en tanto
dirige la cura) producir, provocar, el establecimiento de la transferencia, situable a partir de la
imputación de saber al significante analista.
¿A qué conduce en el sujeto esta imputación de saber al otro? A aceptar el trabajo de
asociación libre como el único camino de aproximación al inconsciente.
Fenoménicamente, a nivel de la experiencia, hay una serie de efectos que dan cuenta del
establecimiento de la transferencia como desplazamiento de saber sobre el analista. Por un lado
el desencadenamiento de la libre asociación (lo que Lacan llama el “bien decir” del paciente),
pero también la aparición de un sueño, el interés por interrogar el sentido de un lapsus, la
decisión de cuestionar lo que hasta el momento se consideraba como una verdad absoluta, el
encuentro con algo que sorprende al sujeto obligándolo a preguntarse "¿y esto qué quiere
decir?", en fin, los ejemplos que revelan un lazo transferencial se traducen en un efecto muy
particular: el sujeto espera una respuesta por parte del analista.
Ahora bien, la inclusión del analista como representante del S.S.S. es la consecuencia
inmediata de un cambio de posición del sujeto.
Es un hecho que aquel que demanda análisis viene a quejarse de lo que "le pasa" y
también es cierto que la pasión del neurótico es justificar lo que "le pasa" responsabilizando a
los otros, la familia, el partenaire, el jefe, etc. El neurótico es un sujeto que siempre pone “la
causa” de su sufrimiento en los otros. Sin embargo, para que la “partida” con el analista sea
posible, el sujeto debe percibir que en el drama de su existencia no sólo es víctima sino también
responsable. Esta operación de implicación subjetiva, que supone reconocerse como
responsable del propio sufrimiento, es lo que Lacan llama “rectificación subjetiva”. Y si las
entrevistas preliminares son un tiempo necesario, es justamente porque muchas veces ese “no
tengo nada que ver con lo que me pasa” es irreducible y el sujeto permanece en la posición de no
querer saber acerca de su responsabilidad.
La dirección de la cura por parte del analista durante las E.P. debe apuntar, entonces,
a un cambio en la posición subjetiva y a la instalación del S.S.S. Verificar esto resulta
imprescindible, porque cuando un sujeto dice "quiero comenzar un psicoanálisis", no sabemos si
se trata de una verdadera demanda -de un "deseo decidido" de saber, como diría Lacan-. El
hecho de que en psicoanálisis el “deseo” no debe ser confundido con la “demanda”, con el
pedido de “me quiero analizar”, introduce una dificultad en nuestra práctica, pues se torna
preciso verificar la demanda. Así, 1as E.P. sirven al analista para apreciar el compromiso del
sujeto con su demanda y no confiarse únicamente en el acto voluntario de la decisión.
El procedimiento de las E.P. y la definición de la transferencia como un llamado al
S.S.S. vuelven caduco e impropio el término "analizabilidad", entendida como la capacidad del
yo para hacer frente a la cura. Para Lacan, las indicaciones o contraindicaciones a la entrada en
análisis se deciden en función de que exista o no la estructura del S.S.S., lo que equivale a decir
que hay o no instalación de una transferencia analítica.
Para concluir, orientar al sujeto hacia la rectificación subjetiva y el establecimiento
de la estructura del S.S.S., son las condiciones necesarias para que el analizante se ponga a
trabajar, es decir, a producir cierto saber.
Cuando ello se obtiene está en condiciones de franquear el umbral de las mismas y es
posible decidir el fin de las entrevistas preliminares. Para que esto suceda es necesario un
tiempo, que no se puede precisar de antemano, porque para cada sujeto se trata de un tiempo que
le es particular. En este sentido, la práctica de las E.P. corresponde a un procedimiento que no
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puede ser estandarizado en cuanto al número de entrevistas, en consecuencia no es posible
decidir con anticipación la duración de las mismas. Corresponde al analista saber puntuar el
momento en que terminan esos encuentros previos al análisis mismo. En relación a este
momento de decidir o no una entrada en análisis, existe lo que J.-A. Miller califica como "la
responsabilidad solitaria del analista".
Para concluir: Resulta ineludible destacar que, en última instancia, es el deseo
del analista el que opera para posibilitar que aquel que hizo un pedido -demanda- de análisis,
pueda transformarse en psicoanalizante.

CONSIDERACIONES SOBRE EL TIEMPO Y EL DINERO


Sin duda alguna que hoy podemos revisar los fundamentos de las apreciaciones
freudianas sobre el tiempo y el dinero, por lo que considero que este tema merece un tratamiento
especial que excede las pretensiones de este trabajo. Aún así, no quiero dejar de señalar que en
varias ocasiones Freud ha insistido en que un psicoanálisis requiere de períodos que no pueden
ser determinados de antemano. Tampoco sobre la duración de las sesiones, contrariamente a lo
que se piensa, dejó establecido un tiempo. Sin embargo, algunos analistas estandarizaron la
duración de las mismas estableciendo la modalidad de trabajar durante 45 minutos.
Para Lacan, la fijeza del tiempo de terminación de la sesión forma parte de una suerte
de ritual obsesivo de parte del analista. Siguiendo esta dirección, entre sus indicaciones técnicas,
establece una “novedad”: sesiones cortas y de duración variable, de tal suerte que hace hincapié
en una temporalidad que no se mide por la cronología de los relojes y menos por el capricho del
analista. Inclusive, la interrupción de la sesión forma parte de las tácticas de las que dispone el
analista para provocar el trabajo de “elaboración”. La modulación del tiempo de cada sesión por
parte del analista, obedece a la función que debe ocupar el analista en el dispositivo, que es la de
ser un “provocador del trabajo del inconsciente”.
Respecto al pago de las sesiones, son varias las razones que justifican que un tratamiento
no sea gratuito. En primer lugar, es la manera que el analista tiene de “manejar la transferencia”.
Desde el momento que un analista exige una retribución por su acto, evita que el analizante
suponga que se trata de un acto de amor. En segundo lugar, un analista debe renuncia al “falso
pudor” y admitir sus pretensiones económicas, en la medida que el dinero es un “medio para la
conservación del individuo”. Y por último, el psicoanálisis ha descubierto que en la valoración
del “tener”... dinero, intervienen la pulsiones sexuales. En consecuencia, en la regulación del
pago de las sesiones habrá que tener en cuenta qué función cumple el dinero en la economía
psíquica de cada sujeto.
Para finalizar, en lo relativo a “qué hacer” con un paciente en la cura, Freud dejó
establecido una serie de indicaciones, entre ellas, la exigencia de las entrevistas preliminares,
pero dejando en claro que “la extraordinaria diversidad de las constelaciones psíquicas” se opone
a cualquier intento de mecanización de la técnica y de establecimiento de patrones universales.

Lic.Matilde A.Travesi
Prof. Adjunta Cátedra Psicoanálisis (Freud)
REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS
FREUD, S: La Iniciación del Tratamiento (1913). T.2. Biblioteca Nueva, 3era. Ed. Madrid, Pág. 1664, 1661,1672.
COTTET, S.: (1984) “Entrevistas preliminares” en Acto e Interpretación. Ed. Manantial. Argentina. Pág. 98.
MILLER, J.-A.: (1999) Introducción al Método Psicoanalítico. Ed. Paidós. Argentina. Pág. 306.
(1985) Clínica bajo transferencia. Ed. Manantial. Argentina. Pág. 78.

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