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y familia
por Wayde & Rosalyn Goodall
Bill Hybels, pastor de una de las iglesias más grandes de los Estados Unidos, escribió: “Lynne y
yo nunca hemos escondido el hecho que nuestro matrimonio exige una tremenda cantidad de
trabajo-más que muchos otros matrimonios. Hemos estado casados por casi dos décadas y media,
y todavía parece que tenemos que luchar por cada pequeño paso de progreso que damos en el
camino hacia el gozo matrimonial. Las heridas personales, las diferencias de personalidad, y las
presiones de una vida altamente visible incrementan nuestros desafíos. Pero oramos, hablamos,
buscamos consejos, nos disciplinamos, crecemos, cambiamos, prometemos, pedimos perdón,
confesamos, ajustamos nuestras expectaciones, nos recordamos mutuamente de nuestro
compromiso, vemos hacia el futuro, y nos negamos a darnos por vencidos. Estamos en este
matrimonio para toda la vida-hemos escogido permanecer con el cónyuge de ‘nuestra juventud’-
y damos gracias a Dios por cada paso que nos acerca más a regocijarnos.”1
Yo aprecio la transparencia de Bill. Es verdad que se toma trabajo para establecer y mantener un
matrimonio saludable. Tristemente, algunos ministros y su cónyuge no tienen un matrimonio
saludable, y no buscan ayuda. Los pastores y sus cónyuges no son transparentes con sus
compañeros ministros tocante a los retos del matrimonio. Temen que sus amigos hablen con los
demás, o que los líderes de su distrito lo sabrán y su carrera se verá en peligro.2 Los ministros y
sus esposas viven en privado en medio del dolor porque creen erróneamente que los ministros y
sus matrimonios deben ser perfectos.
Gary Sell, en su libro Family Ministry [Ministerio a la familia], da una probable razón. “La
respuesta es sin duda compleja, pero un informe especuló que las familias de muchos pastores
están en tanta dificultad que los pastores evitan el tema de la familia. Si esto es cierto-si los
pastores temen afrontar los asuntos de la familia por no atraer atención a su propia vida
hogareña que padece-nos puede decir más sobre las congregaciones que sobre los pastores.
Quizás los pastores se sienten amenazados por la difundida actitud de que fallar en la vida
familiar es menos tolerable que otros fallos. Permitimos que nuestros líderes prediquen y
enseñen sobre la oración, el evangelismo, y otros asuntos “espirituales” sin esperar que ellos los
hayan dominado. Pero quizás no les permitimos luchar como cónyuges o padres de familia.”4
¿Qué hacemos? Siendo que los ministros tenemos las mismas dificultades en la vida que la gente
a la que servimos, necesitamos buscar maneras de comunicarnos mutuamente, disciplinar a
nuestros hijos, tratar con el conflicto, la tensión, la enfermedad, la tragedia, el dolor, y la
desilusión. También debemos esforzarnos por forjar un matrimonio saludable.
Los matrimonios de los ministros tienen muchas de las mismas dificultades que tienen otros
matrimonios, pero también tienen sus batallas únicas que añaden al desafío de desarrollar un
matrimonio saludable. Después de 25 años de ministerio pastoral y después de escuchar a cientos
de ministros y sus cónyuges expresar preocupaciones maritales, hemos descubierto que mucho
del dolor en el matrimonio de ministros proviene de ocho problemas. Es necesario identificar los
problemas que desafían el matrimonio de los ministros y desarrollar una estrategia para luchar
contra ellos y así poder forjar y mantener matrimonios saludables. He aquí las ocho áreas que
ayudarán al pastor a forjar un matrimonio y una familia saludables en la casa pastoral.
2. Aprenda a tratar con las expectaciones no realísticas. Algunos entre su congregación creen
que usted trabaja para ellos. Muchos ministros se preocupan de que van a perder su trabajo, de
modo que permiten que las expectaciones no realísticas de sus párrocos invadan su vida
personal. Encontrar un balance entre lo que usted puede y lo que no puede hacer, aprender cómo
y a quién delegar, es crítico para una vida saludable. Jesús a veces se alejaba de las
responsabilidades del ministerio para buscar refrigerio personal. Usted también debe desarrollar
esa habilidad. Aunque “se reunía mucha gente para oirle, y para que les sanase de sus
enfermedades. . . él se apartaba a lugares desiertos, y oraba” (Lucas 5:15,16).
3. Anticipe la crítica. Cuando usted dirige, será criticado. Jesús lo fue. Los discípulos lo fueron.
Todos los líderes lo son. A veces la crítica se da con un espíritu cruel y no se merece. Usted
necesita aprender a no tomar personalmente esta crítica, y a alejarse de ella sin dejar que afecte
su espíritu. Algunos críticos necesitan ser menos severos, y algunos de los que son criticados
necesitan hacerse más fuertes. A veces la crítica contiene la verdad. Todos tenemos puntos
débiles, y es bueno escuchar a nuestros críticos. En vez de dejar que la crítica lo lleve a la
depresión, dese cuenta que la crítica puede darle la oportunidad para crecer.
4. Mantenga su calendario bajo control. Si usted no controla su tiempo, otro lo hará. Las
reuniones ya tarde por la noche pueden ocurrir noche tras noche. Separe tiempo de su horario
para pasar las noches con la familia y salir en citas con su cónyuge. Diga a los que quieran fijar
una reunión que usted tiene una cita importante en esas noches. Es verdad. ¿Quién es más
importante que su familia?
Las personas solícitas son por lo regular las que se agotan. Como ministro, usted está en el
negocio de prestar cuidado.
7. Guárdese sexualmente puro y evite las situaciones comprometedoras. No es raro que las
personas en su congregación sientan admiración, y a veces más que admiración, hacia la pareja
pastoral. Tenga cuidado de esto y escuche a su cónyuge, porque pueda que él/ella sea sensible a
alguien del sexo opuesto que tenga sentimientos impropios. Los ministros también necesitan
confiar en la opinión de su esposa cuando aconsejan a las mujeres en la congregación. La
mayoría del asesoramiento con las personas del sexo opuesto debe hacerse por la pareja
ministerial.
8. Aprenda a tratar con el desánimo. Un sabio misionero me dijo que una de las armas más
grandes que el enemigo usa contra los ministros es el desánimo. Los momentos de desánimo
vienen con el oficio. Si usted no tiene cuidado, el desánimo puede ser un debilitador problema en
su ministerio y su matrimonio. Usted necesita desarrollar una mentalidad amplia-con el
entendimiento de que Dios está obrando-aun cuando los momentos difíciles nos evitan que lo
veamos. Pedro escribió: “Mas el Dios de toda gracia, que nos llamó a su gloria eterna en
Jesucristo, después que hayáis padecido un poco de tiempo, él mismo os perfeccione, afirme,
fortalezca y establezca” (1 Pedro 5:10).
Así como existen problemas únicos a las parejas de ministros para mantener saludable su
matrimonio, el desarrollar y mantener relaciones sanas con nuestros hijos presenta a los padres
con todo un nuevo conjunto de problemas. Los padres necesitan concentrarse en cinco áreas
principales en la crianza de los hijos: amor, ejemplo, disciplina, consistencia, y la participación
del padre en la familia.
Amor: Las madres y los padres deben amarse el uno al otro y a los hijos. Es necesario que
nuestro amor el uno por el otro sea obvio a nuestros hijos. Es necesario que nuestro amor para
cada hijo demuestre las características que se encuentran en 1 Corintios 13:4-7.
Con frecuencia hemos dicho a nuestra congregación que nuestros hijos son tal como los de ellos.
El hecho de que los nuestros sean familia del pastor no les quita su normalidad ni su necesidad
de crecer como seres humanos. Tampoco los protege contra los problemas normales con los que
cualquier joven se encuentra en la vida.
Ejemplo: Somos ejemplo a nuestros hijos en la manera en que nos comportamos, reaccionamos,
lo que decimos, las actitudes que tenemos, y las emociones que exhibimos. La manera en que
modelamos la vida cristiana ante nuestros hijos tendrá una gran influencia en cómo ellos deciden
vivir su vida. Los hijos aprenden de lo que hacemos, no de lo que decimos.
Disciplina: Todos necesitamos términos, límites, y pautas. La disciplina ofrece cercos en la vida.
La disciplina tiene que ver con dar instrucción sobre el buen comportamiento, no sólo sobre el
mal comportamiento. Es necesario que la disciplina sea justa, a tiempo, consistente, y con el
acuerdo entre los dos padres. Todos los hijos tienen una personalidad diferente. Quizás sea
necesario que usemos diferentes clases de disciplina para cada hijo.
Consistencia: No sólo es necesario que seamos consistentes con nuestra disciplina, es necesario
que seamos consistentes con nuestro amor el uno para el otro (esposo y esposa) y para nuestros
hijos. Si somos consistentes, somos predecibles. Nuestros hijos sabrán cómo nos comportaremos
y cómo reaccionaremos a ciertos comportamientos (buenos y malos). El comportamiento
irracional, emocionalmente fuera de control, y sorprendente de parte de los padres fomenta la
disfunción no sólo en la vida del hijo, sino también de la familia.
El padre: En un estudio de 994 parejas con hijos, los investigadores encontraron que los hijos
que pasan más tiempo con sus padres tienen menos problemas de comportamiento. En otro
estudio de 14.700 muchachas adolescentes, los investigadores encontraron que entre más cercana
es la relación de la muchacha con su padre, más probable es que ella posponga la actividad
sexual y menos probable que use drogas y alcohol (Elias 1998).6
El atareado pastor con frecuencia es el padre ausente. Es de importancia crítica que el padre
(pastor, misionero, o evangelista) participe en la vida de su hijo o hija. Esto incluye disciplina,
dirección espiritual, y actividades educacionales, deportivas, y de recreo.
La respuesta: “Tiempo.”
Su matrimonio y su familia son un ejemplo para las personas a quienes usted sirve. Una de las
cosas más grandes que usted puede hacer como ministro es demostrar cómo funciona una familia
saludable y cómo esta respeta a todos sus miembros. Usted no es perfecto; su matrimonio no es
perfecto; sus hijos no son perfectos. Sin embargo, cuando su familia tiene para usted una
prioridad mayor que la de su ministerio, usted demuestra a los que sirve la importancia de la vida
familiar.
“Familia”, en las palabras de un científico social, “es la más profunda de todas las influencias
que determinan quiénes somos y lo que hacemos.” Él explica: “Las familias en las que nacemos
y en las que vivimos como adultos nos forman desde el nacimiento hasta la muerte. Son la causa
inmediata de nuestros mejores y peores momentos. Ninguna otra asociación nos une el uno al
otro como lo hace la familia, y ninguna tiene más influencia.”7 Si esto es cierto, su matrimonio y
su familia tienen una increíble influencia, no sólo en usted, sino en aquellos a quienes usted
sirve.
Wayde I. Goodall, D.Min., es pastor principal de First Assembly of God, Winston-Salem, North
Carolina. Rosalyn ha servido en el ministerio junto con su esposo por más de 25 años.
1
Bill Hybels, Making Life Work (Downers Grove: InterVarsity Press, 1998), 136.
2
Aun en extrema dificultad matrimonial, nuestros distritos están dispuestos a ayudar al ministro.
Yo he sido testigo de numerosas ocasiones en las que los oficiales del distrito demostraron
tremenda generosidad y comprensión.
3
Ted Ward, “Report of the Task Force on the Family of the National Association of
Evangelicals” (1988), 1.
4
Charles M. Sell, Family Ministry (Grand Rapids: Zondervan Publishing House, 1995), 14.
5
Richard Swenson, M.D., Margin: Creating the Emotional, Physical, Financial, and Time
Reserves you Need (Colorado Springs: Navpress, 1992). El Dr. Swenson es el director del Future
Health Study Center en Menomonie, Wisconsin.
6
Stephen A. Grunlan, Marriage and the Family: A Christian Perspective (Grand Rapids:
Zondervan Publishing House 1999), 242.
7
Steven L. Nock, Sociology of the Family (Englewood Cliffs, N.J.: Prentice-Hall, 1987), xi.