La ciudad de La Paz, es paisaje.

La rodean, por el norte y el este, cumbres de nieve perpetua e impoluta, remarcando la presencia grantica de nuestros ancestros mticos tutelares: Illimani (El que tiene agua que fecunda); Mururata (El descabezado), Chacaltaya (El abra por donde pasa el aire frio de altura), Condoriri (Donde se asientan los cndores), Ancouma (Agua prstina), Caaque o Huayna Potos (Hombre canoso), por citar alguno de ellos; por el oeste, sobre Achocalla, se divisa en el horizonte, una lnea ininterrumpida de ocres y tierras, resaltando la inmensidad de la altiplanicie y el maridaje eterno con la infinitud del cielo; y, por el sur, nuestra hoyada, al galope y estruendo de sus ros montaosos, se desgarra y se vaca en pos del Amazonas y el mtico Dorado. La ciudad de La Paz es historia. Su nombre ancestral, Chuquiago o Choqueyapu Marka, nos recuerda el vientre hinchado y generoso de la madre tierra que amamanta la papa dulce y harinosa. A su vez, la presencia de numerosas comunidades prehispnicas, vinculadas en el tiempo y en el espacio, con las urbes pretritas de Tiwanaku y el Cusco, desarrollaron el espritu emprendedor y comercial de sus pobladores, ligando indisolublemente las tierras altas (fras) con las tierras bajas (clidas o yungas). Sus numerosos caminos ptreos y tambos, an transportan, de y hacia, numerosas caravanas y romeros ansiosos de aventura y emocin, que solo lo sublime y eterno ofrecen. Sus pobladores, revoltosos e industriosos, desde siempre, encabezaron asonadas, cercos y revoluciones, que a la postre, cimentaron y legitimaron la independencia de Amrica del Sur y, por sobre todo, la revalorizacin y la autodeterminacin de los ms: Nuestras comunidades autctonas y ancestrales. Su voz, aunada a otras que se sumaron y suman de distintos tiempos y latitudes, hoy como nunca, reverbera con gran fuerza en todos los rincones de nuestro planeta, donde lo global se resquebraja y da paso al contraste que ofrece la diversidad. Carlos Ostermann Stumpf, antroplogo